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Muchos compañeros están preocupados por el accionar de los sindicatos: sabotean las luchas; firman todo lo que gobierno y patronos les piden; dividen y enfrentan entre sí a los obreros. Su comportamiento suscita muchas dudas y desconfianzas en sectores obreros.
Ahora bien, la determinación de su naturaleza no puede realizarse de manera empírica e inmediata, partiendo únicamente de las canalladas que nos vienen haciendo. Se hace necesaria una comprensión teórico-histórica que es el método con el que el marxismo enfoca las cuestiones. Hemos de ver los sindicatos desde sus orígenes, tomando en cuenta las diferentes etapas por las que han pasado, situando esa evolución en el contexto de la evolución del capitalismo y de la lucha de clases.
1.- Análisis teórico e histórico de la cuestión sindical
Para realizar lo anterior vamos a abordar -en forma de notas- las siguientes cuestiones[1]:
Origen y surgimiento de los sindicatos en el periodo 1840-1880
Evolución de los sindicatos en la etapa de apogeo del capitalismo: 1880-1914
Aparición del sindicalismo revolucionario
La actuación de los sindicatos en la guerra y la revolución: 1914-1923
La actuación de los sindicatos desde entonces
Para una comprensión teórica abordaremos dos cuestiones que inciden sobre la comprensión del sindicalismo:
Decadencia del capitalismo
Capitalismo de Estado. Absorción por parte del Estado del conjunto de la sociedad civil.
2.- Los sindicatos en su origen
Los sindicatos fueron creados por la clase obrera en el periodo que va entre 1830 y 1870. Tenían una doble función:
Alcanzar mejoras y reformas de la condición obrera dentro de los límites de las relaciones de producción capitalista. Estas mejoras y reformas eran no solamente posibles en aquella época histórica -capitalismo ascendente- sino que además estimulaban su desarrollo.
Actuar como centros de reagrupamiento masivo de los obreros para desarrollar su lucha, su conciencia y su solidaridad[2]
3.- Los sindicatos en el periodo de apogeo del capitalismo (1880-1914)
En la fase que va desde 1880 a 1914 el capitalismo llega a su apogeo, es el periodo que las crónicas mundanas registran como la "Belle Epoque". Este medio ambiente influye ideológicamente en el movimiento obrero alentando ilusiones reformistas de conquistas infinitas y de un cambio pacífico. Su peso sobre los sindicatos es muy fuerte: la primera de sus funciones -obtener mejoras y reformas dentro del marco capitalista- se ve hipertrofiada mientras que la segunda función (centros de reagrupamiento obrero y por tanto posibilidad de funcionar como "escuelas de comunismo", según el análisis de Marx) se ve cada vez más relegada. Todo es supeditado a la primera función y se llega a dejar de lado la movilización colectiva de los obreros privilegiando la "sabias gestiones" de los dirigentes sindicales.
Esto impulsó de manera irresistible la burocratización y la institucionalización de los sindicatos, alejándolos progresivamente de su base. Los Estados burgueses más inteligentes favorecen y aceleran ese proceso ofreciéndoles la integración en todo tipo de comités paritarios, de organismos de "reforma social" etc., que los van atando a las estructuras estatales.
Dos signos alarmantes de este proceso fueron denunciados por Rosa Luxemburgo: la vergonzosa conducta de los sindicatos belgas en la huelga general de 1902 y la actitud de los sindicatos alemanes sobre el debate de la huelga de masas en 1906.
4.- La tentativa de respuesta constituida por el sindicalismo revolucionario
Frente a esta degeneración, sectores del proletariado impulsan la formación de sindicatos revolucionarios:
- Plantean sindicatos únicos por sector frente a la estructura tradicional de los sindicatos de oficio
- Rechazan el parlamentarismo y el sindicalismo tradicional y propugnan que los sindicatos se constituyan en los órganos de la revolución concibiendo esta como una toma de poder de la economía.
Aunque es una respuesta obrera al problema real de la degeneración oportunista de la socialdemocracia y la creciente capitulación de los sindicatos, el sindicalismo revolucionario no constituye ninguna solución. En la rúbrica sobre el sindicalismo revolucionario, la CCI ha hecho una crítica de esta experiencia[3].
5.- Los sindicatos ante la Guerra y la Revolución (1914-23)
El periodo 1914-23 constituye uno de los momentos más importantes de la historia. En el corto lapso de 10 años se concentran vertiginosamente la Guerra Mundial -manifestación extrema del hundimiento del capitalismo en su decadencia-, la Revolución Proletaria -respuesta de la clase obrera e intento de abrir una nueva sociedad- y la contra-revolución burguesa que finalmente triunfará sumiendo el mundo en una cadena de crisis y barbarie que se prolonga hasta hoy.
La conducta de la inmensa mayoría de los sindicatos fue la de alinearse claramente con el capitalismo: primero apoyando sin ambages la guerra y erigiéndose en sargentos reclutadores de carne de cañón en las filas obreras; segundo, cerrando filas con el Estado burgués ante las tentativas revolucionarias en una serie de países. Esta conducta los convirtió en baluartes del Estado burgués.
6.- Decadencia del capitalismo y capitalismo de Estado
Para comprender esta integración generalizada e irreversible en el campo capitalista es necesario verlo en el marco de 2 nociones clave: decadencia y capitalismo de Estado.
Al convertirse el capitalismo en un sistema social en declive las contradicciones que están en su propia naturaleza se agudizan hasta el extremo y se hacen insolubles lo que se traduce en violentas convulsiones no solamente en el terreno económico (crisis) sino igualmente en la guerra, el militarismo, la política, la vida social. En este marco, el capitalismo no puede asegurar una progresión gradual de la condición obrera sino que, por el contrario, más allá de momentos de prosperidad o estabilidad que siempre son relativos, tiende a atacar a muerte el conjunto de sus condiciones de existencia. Ello quita toda la base que sustentaba la primera función de los sindicatos que apenas pueden ofrecer alguna conquista -siempre frágil y temporal- y, en la mayor parte de las ocasiones, deben participar en la imposición a los obreros de los peores sacrificios.
Junto a esa razón hay otra que es la tendencia al Capitalismo de Estado. Es esta una tendencia universal del capitalismo en su periodo de decadencia y que se manifiesta bajo diferentes formas, básicamente dos: la "liberal" mediante una fusión más o menos formal de la burocracia estatal y la gran burguesía y la "socialista" que se apoya sobre la estatización más o menos completa de la economía. En ambos casos, el Estado se convierte en el garante último de la supervivencia de la sociedad capitalista para lo cual somete a su puño de hierro el conjunto de la sociedad convirtiéndose en un monstruo totalitario que extiende sus tentáculos sobre todos los aspectos de la vida social, empresa que puede tomar igualmente dos formas: Democracia o Dictadura abierta.
En este contexto se hace imposible la existencia de organizaciones de masas permanentes que agrupen a los trabajadores. Ello hace imposible la segunda función que tenían los sindicatos en sus orígenes: constituir centros de reagrupamiento de los obreros. Al contrario, los sindicatos se integran activamente en el Estado Capitalista del que se convierten en su principal valedor frente a los obreros. En el periodo histórico de la decadencia del capitalismo, las organizaciones de masas que crea la clase obrera tienen un origen y una dinámica muy diferente del sindicalismo y solo pueden sobrevivir como órganos revolucionarios. Es la experiencia de los Consejos Obreros que -como Lenin planteó en 1917- solo tienen sentido si se orientan hacia la toma del poder[4].
7.- La función de los sindicatos en el capitalismo actual
A partir de ese marco teórico e histórico que necesariamente hemos expuesto de forma muy resumida, podemos comprender la acción actual de los sindicatos, su naturaleza y su función en la sociedad.
A pesar de la baja afiliación que tienen, los sindicatos juegan un papel importante en la vida social. Ello es una manifestación del capitalismo de Estado. El capitalismo de Estado se ha desarrollado hasta la exacerbación, invadiendo todos los rincones de la vida y absorbiendo todos aquellos elementos que le puedan ser útiles para la preservación global del sistema capitalista y establecer toda clase de cortafuegos para impedir la irrupción del proletariado en la escena social. A los sindicatos le pasa como a la iglesia, que a pesar de la disminución del número de curas y feligreses, y con el apoyo estatal, sigue teniendo un desproporcionado protagonismo e influencia en la vida pública. Los sindicatos están alojados en centenares de organismos estatales y paraestatales, tanto nacionales como internacionales, forman parte de algunos Consejos de Administración de las empresas[5], detrás de cada uno de los miles de acuerdos -ataques- que a todos los niveles afectan a las condiciones de vida de los obreros está la firma sindical. Es más, incluso en áreas que antes eran bastantes exclusivas de los gobiernos de turno, como la fijación y valorización de las pensiones, la edad de la jubilación, la formación profesional y un largo etcétera, los sindicatos tienen un grado de intervención, mediación, e integración en el Estado, sin precedente.
En base a esa función dentro del aparato estatal, los sindicatos realizan dos funciones:
- una "moderada" o "institucional" consistente en responsabilizarse de la economía nacional y de los intereses de la empresa, el sector, la corporación etc. Ellos no ven jamás "clase obrera" sino una suma de ciudadanos obreros desglosada por empresas, sectores, regiones, corporaciones, categorías etc. En función de semejante visión conciben a los obreros como los "socios" productores mientras que los capitalistas serían los "socios inversionistas"[6]. Todo esto se engloba en lo que llaman la dinámica de la negociación.
- otra "combativa" y de "lucha" que parte de la misma premisa que la anterior: es decir, los obreros serían "ciudadanos" de un sector, de una empresa, de una corporación, y sus objetivos serían los de obtener lo mejor para la empresa, el sector y la economía nacional. La lucha no se plantearía entre las necesidades como seres humanos de los obreros[7] y las necesidades del Capital como relación social y por tanto en su plasmación de empresa, sector o nación. La lucha según el planteamiento sindical se daría entre los obreros que serían los más consecuentes defensores del interés de la empresa, del sector y la nación, y los capitalistas -tomados como individuos o a lo sumo como corporaciones trasnacionales- cuyo egoísmo y ansia de ganancias pondrían en peligro el interés de la empresa y de la economía nacional. Todo esto se englobaría en lo que llaman dinámica de movilización.
Ambas dinámicas no son opuestas sino complementarias. Un sindicato con la misma lógica que firma pactos y clava puñaladas traperas contra los intereses obreros plantea "movilizaciones" cuya finalidad no es otra, en última instancia, que facilitar las condiciones para la firma de esos pactos y la realización de esos golpes por la espalda.
Los grandes sindicatos combinan la negociación y la movilización, mientras que los sindicatos "más radicales" o que se pretenden "alternativos" tienden a especializarse en la movilización. Pero esta incluso cuando las reivindicaciones son más radicales tienen como ámbito y horizonte en última instancia la defensa de la economía nacional. Así su perspectiva es que "otro capitalismo es posible" realizando "reformas financieras" que "aten corto a los poderosos". También reclaman la primacía y la intervención del Estado planteando una supuesta contradicción de intereses entre "lo público" que se supone estaría con los "intereses populares" y lo privado que sería trasnacional, egoísta, especulador etc.
Si reclaman la defensa y la intervención del Estado otorgándole una inexistente "coloración social" es porque los sindicatos con la decadencia no pueden existir al margen del Estado, su ámbito de actuación, su suelo nutricio, sus reglas del juego, son el Estado y no pueden escapar de él. Conciben el Estado en su conjunto, como representante del interés nacional, de ahí que se opongan en muchos casos realmente a los intereses particulares de tal o cual fracción capitalista. Expresan de la manera más consecuente y extrema el interés nacional del Capital cuyo máximo representante es el Estado. De ahí que su "socialismo" consista en un Capitalismo de Estado.
8.- La legitimación democrática de los sindicatos
De la misma manera que el aparato político se legitima periódicamente a través de las urnas, el mecanismo electoral constituye una de las herramientas de legitimación sindical. Las elecciones periódicas en los centros de trabajo se plantean como alternativa frente a las Asambleas y pretenden o bien barrerlas definitivamente o al menos deslegitimarlas. Introducen el voto secreto, la concepción individualista de los asuntos laborales, el cada uno a la suya y la competencia, la atomización. El sindicalismo en general y de forma más concreta el mecanismo electoral introduce en las filas obreras una mentalidad ciudadana, de vida privada. La concepción proletaria que se basa en la acción colectiva, la solidaridad, el debate, el pensamiento y la acción en común y cuya expresión es la Asamblea General, es dinamitada con el Caballo de Troya de la visión individualista, el voto secreto, las urnas.
Estas elecciones están dotadas en muchos países de la misma liturgia y ritos democráticos, como si de unas elecciones parlamentarias se tratara: campañas, mesas electorales, interventores, identificación rigurosa del votante, actas, credenciales, eventual impugnación administrativa de resultados, reconocimiento estatal, proclamación status de delegado, obtener unos porcentajes mínimos a nivel estatal para intervenir en negociaciones y participar proporcionalmente en el pastel[8] etc. etc.
Se apuntalan en las mentes obreras, en la vida laboral cotidiana, los conceptos típicos de la democracia burguesa: delegación de la gestión de los asuntos colectivos en un cuerpo de especialistas de la negociación y la movilización; representatividad delegada en una minoría que se institucionaliza transformándose en una burocracia inamovible, en un poder importante dentro del centro de trabajo, en el ámbito de sector y en los diferentes organismos de gestión económica y social.
El ámbito electoral (la empresa, el sector, la corporación) son igualmente legitimados, sosteniendo igualmente otro de elementos fundamentales de la división de la clase obrera y de su encadenamiento a las estructuras del capital: su sumisión a la división capitalista del trabajo.
Los sindicatos son profundamente sectoriales, son órganos vinculados de manera estrecha e inalienable a la producción capitalista y a sus mecanismos de organización y reproducción. Mientras la clase obrera necesita la unificación como clase, lo que es expresión y factor activo de la meta histórica de la unificación de la humanidad, los sindicatos empujan hacia el polo contrario: la alienación de los obreros en las estructuras corporativas, sectoriales y empresariales por las que pasa inevitablemente el proceso de producción capitalista.
Corriente Comunista Internacional 28-4-11
[1] En nuestro folleto Los sindicatos contra la clase obrera realizamos un estudio detallado.
[2] Una de las manifestaciones más claras de esta segunda función es que los sindicatos franceses e ingleses estuvieron en el origen de la Primera Internacional.
[3] Ver la Serie Sindicalismo Revolucionario en https://es.internationalism.org/series/218
[4] No podemos desarrollar aquí la visión sobre los Consejos Obreros. Ver nuestra serie iniciada en la Revista Internacional nº 140: /revista-internacional/201002/2769/que-son-los-consejos-obreros-i
[5] A título de ejemplo: los sindicatos forman parte del Consejo de Administración de una multinacional tan importante como la Wolswagen alemana.
[6] Es decir, recuperan la visión tradicional de los economistas burgueses de "obreros y capitalistas dos socios que van en un mismo barco", visión que combatió Marx toda su vida.
[7] lo que encierra un antagonismo con la explotación capitalista y está vinculado con la lucha por una sociedad donde haya una plena satisfacción de las necesidades humanas (el comunismo)
[8] Siguiendo el ejemplo de Francia y según la misma publicación de antes: "En la actualidad, para que sea considerada representativa en la empresa, una organización sindical debe reunir al menos el 10% de los votos emitidos en la elección del comité de empresa o, en su defecto, de los delegados del personal. La representatividad a nivel del sector supone obtener más del 8% de los votos con una equilibrada implantación. El umbral de representatividad a nivel nacional también se fija en el 8%, pero al mismo tiempo debe superarlo en los sectores de la industria, la construcción, el comercio y los servicios. La validación de un acuerdo implica la firma de los sindicatos que representen al menos el 30% de los votos, a condición de que no se oponga a una coalición que reúna más del 50% de los votos"