Ante la quiebra del capitalismo solo hay una solución: la lucha de clases

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Nunca antes había sido tan evidente la quiebra de este sistema. Tampoco antes se habían acumulado tal cantidad de planes de ataques masivos contra la clase obrera. Pero ¿qué desarrollo cabe esperar de la lucha de clases?

La gravedad de la crisis no deja a la burguesía escamotear la realidad

La crisis de las "subprimes" del 2008 desembocó en una crisis de dimensión mundial que ha comportado una caída de la actividad económica como no se veía desde 1929:

- Quiebra de numerosas instituciones financieras incluidas las más importantes.

- Cierres de fabricas que han supuesto cientos de miles de despidos en todo el mundo.

Los medios con los que la burguesía ha tratado de evitar que ese hundimiento fuera aún más brutal y más profundo tampoco han sido demasiado novedosos ni difieren de los que sucesivamente ha venido aplicando desde principio de los años 1970, recurriendo cada vez más al crédito, batiendo esta vez todos los récords de un monstruoso endeudamiento mundial que alcanza tal magnitud que es habitual ver como la fase actual de la crisis económica aparece caracterizada como "la crisis de la deuda".

Aunque la burguesía haya eludido, por el momento, lo peor, no es menos cierto que no aparece recuperación alguna, y sí, en cambio, varios países con riesgos ciertos de insolvencia que acumulan tasas de endeudamiento superiores al 100% del PIB. Entre esos países figuran Grecia, España (la 4ª economía de la zona euro), Islandia... Y si Gran Bretaña y aunque no llegue a las cifras de endeudamiento de los anteriormente citados, los especialistas no dejan de advertir de signos muy inquietantes. En cuanto a los demás (EE.UU., Francia,...) le siguen por detrás pero a corta distancia.

En una situación así la insolvencia de un país que se vea incapaz de afrontar los plazos de pago de su deuda puede desencadenar una reacción en cadena que conduzca a la insolvencia de otros muchos agentes económicos (banca, empresas, otros países,...). Así por ejemplo el impago de la deuda griega dejaría en una posición muy comprometida a la banca francesa.

Ante el grado de gravedad alcanzado por la crisis de sobreproducción, la burguesía no dispone más que de una única solución: endeudarse aún más. Y esto no sólo significa que a lo único que puede aspirar es a retrasar el estallido de los problemas, sino que es una política cada vez más difícilmente practicable, y que comporta riesgos crecientes de acabar en un "remake", mucho más devastador, de la crisis de las "subprime".

De este modo, las raíces históricas de la crisis son cada vez más evidentes. A diferencia del pasado, la burguesía ya no puede ocultar la realidad de su crisis. A lo que llega, y esto aún parcialmente, es a responsabilizar a los especuladores por los problemas económicos para polarizar la opinión sobre el "comportamiento anti-social" de estos. Es verdad que ciertos de ellos nos parecen buitres repugnantes, pero eso no es el fondo del problema.

La locura financiera, es decir el endeudamiento ilimitado y la especulación a todo tren, han sido promovidos por el capitalismo como medio para retrasar los plazos de la crisis, hasta el extremo que el endeudamiento y la especulación están hoy profunda e inseparablemente anclados a su existencia. El verdadero problema tiene su origen en el corazón mismo del capitalismo que es incapaz de sobrevivir si no consigue nuevas y cada vez más masivas inyecciones de crédito.

Y ¿Qué remedios prepara hoy la burguesía frente a la crisis del endeudamiento?: Los planes de austeridad. En Grecia la burguesía se dispone a intenta aplicarlo. Otro se está preparando en España. En Francia se anuncian más ataques en materia de jubilaciones, etc.

¿Pueden estos planes de austeridad contribuir a aliviar la asfixia de la crisis?

¿Van a traer una nueva recuperación? ¿Van a suponer un restablecimiento, aún momentáneo, del nivel de vida que tanto se ha degradado en estos dos últimos años de crisis?

La burguesía mundial que no puede dejar "hundirse" un país como Grecia sin que los acreedores de ésta hayan de afrontar un riesgo análogo, no puede aportarle más ayuda que una nueva tanda de créditos a un interés "aceptable". Exigen para ello eso sí un estricto rigor presupuestario. El ayudado debe demostrar que no va a representar un pozo sin fondo que se trague la ayuda internacional, por lo que se exige a Grecia que «reduzca su tren de vida» para que aminore el ritmo de aumento tanto del déficit como del endeudamiento. Así pues la condición para que el mercado de capitales confíe de nuevo en Grecia es que se ataque a lo bestia las condiciones de vida de la clase obrera.

No es en absoluto paradójico que la confianza que se está dispuesto a otorgar a Grecia dependa de su capacidad para reducir el ritmo de crecimiento de su endeudamiento y no de su posibilidad de renunciar a él, lo que, por otra parte, resultaría imposible. Esto significa que la solvencia de un país frente al mercado mundial de capitales depende de que el aumento de su endeudamiento no sea "demasiado importante". En otras palabras que un país que es declarado insolvente a causa de su endeudamiento, puede convertirse en solvente aún cuando este endeudamiento siga creciendo. Moraleja: En el mundo de hoy "hiperendeudado", la solvencia no se establece partiendo esencialmente en una realidad objetiva, sino basándose en una confianza,... de dudoso fundamento.

Pero los capitalistas se ven obligados a creer, pues si no habrían de dejar de creer también en la perennidad de su sistema de explotación. ¡No es nada sencillo ser capitalista en los tiempos que corren!

Para mantener una confianza ciega en el sistema se requiere eso sí una reducción drástica del coste de la fuerza de trabajo. Y eso va a aplicarse en todos los países, puesto que todos ellos, aunque en diferentes grados, se enfrentan a un grave problema de endeudamiento y déficit. Esta política que resulta inevitable para el capitalismo, puede contener la extensión del pánico, e incluso favorecer posteriormente un mini-relanzamiento, de pies de barro desde luego. Pero lo que no conseguirá de manera alguna es sanear el sistema financiero mundial.

Pero que los capitalistas deban depositar toda su confianza en las curas de austeridad para salir de la crisis, no significa que los obreros deban aceptarlo.

¿Con qué estado de ánimo se enfrenta la clase obrera a estos ataques?

El discurso de los explotadores: «apretaos hoy el cinturón para que el mañana os pueda ir mejor», hace ya tiempo que ha dejado de encandilar a la mayoría de los trabajadores. Sobre todo a partir del 2000, aunque en esto puedan darse diferencias de un país a otro.

Y, sin embargo, puede constatarse que la reciente agravación de la crisis no se ha traducido, por el momento, en una amplificación de las movilizaciones de la clase obrera. Es más, desde hace algo más de un año, asistimos a una tendencia inversa: directamente conmocionada por la avalancha de ataques, la clase obrera ha permanecido desamparada y reaccionando apenas en contadas y puntuales ocasiones. Pero eso no significa que esté resignada a la suerte que le depare el capitalismo.

Las características de algunos ataques, sobre todos los sustanciados a través de despidos masivos, han hecho aún más difícil la respuesta, pues en efecto ante ellos, la patronal y el gobierno tiene a su favor el argumento decisivo de que: «Nosotros no tenemos nada que ver en el aumento del paro o en que haya que despediros. ¡Es culpa de la crisis!». Además en esas condiciones el arma de la huelga se convierte en algo inoperante, lo que acentúa aún más el sentimiento de impotencia de los trabajadores.

Pero si es innegable que estas dificultades tienen aún gran peso en los trabajadores, tampoco podemos negar que la situación no está bloqueada sino que se ha producido una evolución del estado de ánimo de la clase obrera y de la agitación de la lucha de clases.

- La exasperación y la cólera se van extendiendo y generalizando en las filas obreras. Lo que alimenta tales sentimientos es una indignación profunda e intensa ante una situación escandalosa, cada vez más intolerable, la supervivencia misma del capitalismo. Ésta comporta una acentuación de los contrastes en el seno de una misma sociedad en la que se oponen "dos mundos diferentes". En uno de ellos reside una inmensa mayoría que sufre todas las injusticias y la miseria. En el otro, habita la clase dominante con su indecente exhibición de su poder y de su riqueza, y cuyos comportamientos recuerdan cada vez más las sórdidas costumbres de la clase dominante de la decadencia romana.

- Más directamente existe la idea, bastante extendida, de que «los bancos nos han metido en un atolladero sin solución del que no podemos salir». Y aunque esta opinión no refleja desde luego el fondo del problema, sí cataliza la cólera contra el sistema. El calificado como "escándalo de la banca" salpica al conjunto del sistema que inspira un sentimiento de rechazo cada vez mayor entre los trabajadores. Los partidos de la izquierda, que cumplen la función de encuadrar ideológicamente al proletariado deben intentar adaptarse a este rechazo del capitalismo. Así vemos como el PC francés no ha encontrado mejor consigna que la de «Salgamos del capitalismo». Eso sí sin decirnos ni cómo hacerlo ni a donde ir después.

- La reaparición de luchas de mayor amplitud, como las que hemos visto recientemente en Argelia y Turquía:

○ En Argelia, en el pasado mes de Enero han tenido lugar toda una serie de importantes movilizaciones que sin embargo han sufrido el "black out" (la ocultación) de los media, que han impedido la circulación de informaciones sobre:

* manifestaciones de desempleados en Annaba (en el este del país), así como protestas, más o menos importantes en todo el país contra las condiciones de vivienda.

* huelgas obreras en Oran, en Mostaganem, Constantina y sobre todo en los suburbios industriales de Argel, que han desembocado en una agitación social muy importante.

* en esta región en concreto la confluencia de luchas en defensa de los salarios, de las jubilaciones, y contra los despidos se han extendido como una mancha de aceite, afectando a empresas tanto del sector público como del privado.

En Turquía, la lucha de los trabajadores de Teckel durante los pasados meses de Diciembre y Enero, ha supuesto un auténtico faro para la lucha de los trabajadores de ese país, aunque desgraciadamente, y de nuevo gracias al black out, haya trascendido poco fuera de él. Algunas características de este movimiento han sido:

* unir en un mismo combate a trabajadores turcos y kurdos.

* demostrar una enérgica voluntad de extender la lucha a otros sectores.

* oponerse con todas sus fuerzas al sabotaje de los sindicatos.

- En el corazón mismo del capitalismo, y aunque un encuadramiento sindical más potente y sofisticado permite aún evitar explosiones de luchas tan importantes como las que han tenido lugar en Argelia y Turquía, también asistimos sin embargo a una reactivación de la combatividad:

En Francia, por ejemplo, desde comienzos de año se han sucedido paros, manifestaciones y huelgas tanto en el sector público como en el sector privado: en educación, en hospitales, en las refinerías, entre los controladores aéreos, en los almacenes Ikea, en la Philips (electrodomésticos),...

- Vemos también como reaparecen ciertas características fundamentales de la lucha de clases que habían marcado algunas movilizaciones a partir del año 2003. Y resurgen en forma más explícita. Es el caso, en particular, de la solidaridad obrera, que tiende nuevamente a imponerse como una palanca de la lucha, después de haber sido desnaturalizada y un tanto despreciada en las luchas de los años 1990. Esta solidaridad se expresa hoy a través de iniciativas - aún muy minoritarias - que buscan unir en una sola lucha a trabajadores de distintas empresas, sectores, etnias o nacionalidades. La solidaridad desemboca en internacionalismo en la práctica:

○como hemos visto en las luchas de los obreros de Teckel en Turquía que ya hemos señalado.

○ pero también en Vigo (España), donde:

* obreros en activo de los astilleros y desempleados se han manifestado juntos, sumando a otros trabajadores hasta conseguir la paralización de todo el sector naval de la ciudad.

* y lo que es aún más remarcable de esta acción es la iniciativa que ha partido de los trabajadores despedidos de los astilleros que se habían visto reemplazados por trabajadores emigrantes que «duermen en los aparcamientos y que apenas tienen para comer un bocadillo al día».

* en lugar de suscitarse reacciones xenófobas entre los trabajadores nativos, lo que ha sucedido es que estos se han solidarizado contra las condiciones de explotación inhumanas que padecen los trabajadores emigrados[1].

* se trata de una nueva reedición de lo que ya vimos en Enero del 2009 en la refinería de Lindsey en Gran Bretaña por parte de los trabajadores que la construían[2], o en los obreros de los astilleros de Sestao en España en Abril de ese mismo año[3].

- El mantenimiento durante dos semanas de un auténtico black out sobre las luchas sociales en Grecia contra las medidas contenidas en el plan de austeridad dice mucho del temor de la burguesía a la propagación a escala internacional de la determinación obrera a no dejarse aplastar y a desarrollar un combate a pesar de todas las dificultades. Por la prensa nos hemos ido enterando de que en Febrero han tenido lugar movimientos de huelgas que han sido secundados por un 90%. Por otras fuentes se sabe que existe unan desconfianza muy grande hacia los sindicatos[4]. Por otra parte hemos visto también movilizaciones en otros países como España (donde la sección de la CCI ha intervenido con una hoja[5]), y más recientemente en Portugal.

Entramos ya en una situación en la que, junto a los despidos en las empresas en dificultades, vamos a ver como los Estados van a tener que asumir un ataque frontal contra la clase obrera para hacerle pagar el coste de la deuda. El responsable directo de estos ataques, el Estado en este caso, es mucho más fácilmente identificable que en el caso de los despidos. Y este es un factor que favorece el desarrollo de la lucha de clases, su unidad y su politización por cuanto el Estado es el guardián supremo de los intereses del capital y aparece claramente como el primer defensor de los intereses del conjunto de la clase capitalista contra toda la clase obrera.

Todos los elementos, presentes y potenciales, de la situación actual, constituyen los ingredientes para la explosión de futuras luchas masivas. Lo que servirá de detonante para éstas va a ser desde luego la acumulación de exasperación, de hartura y de indignación entre los trabajadores. La aplicación por parte de la burguesía de los planes de austeridad previstos en los diferentes países va a suponer una fuente de experiencias de lucha y de lecciones para toda la clase obrera. Dadas ya las condiciones para el estallido de estas luchas masivas, cualquier señal puede servir de detonante, cualquier "pretexto" puede encender la mecha.

Las luchas masivas constituirán una etapa importante para el desarrollo de la lucha de clases, pero no la última.

El hundimiento del estalinismo y, sobre todo, su explotación ideológica por parte de la burguesía - mediante la propagación de la mayor mentira del siglo: la identificación de los regímenes estalinistas con el socialismo - ha dejado secuelas que todavía hoy pesan en los trabajadores.

La burguesía puso sobre la mesa una aplastante "evidencia": «El comunismo no funciona. Mirad como los pueblos que lo han experimentado, lo han abandonado, corriendo a abrazar el capitalismo», y eso ha conducido a que una gran mayoría de los trabajadores se haya alejado de un proyecto de sociedad alternativa al capitalismo.

La situación que ha resultado de ello es, desde ese punto de vista, muy diferente a la que vivimos a finales de los años 1960. Entonces, el carácter masivo de las luchas obreras, sobre todo experiencias como la inmensa huelga de Mayo de 1968 en Francia o el "Otoño caliente" en Italia, evidenciaba que la clase obrera podía representar una fuerza de primera magnitud en la sociedad, y la idea de que podría llegar a acabar con el capitalismo no constituía, a diferencia de lo que sucede hoy, una utopía.

La dificultad para desarrollar luchas masivas que ya puso de manifiesto el proletariado desde finales de los años 1990, es el resultado de una pérdida de confianza en sí misma que no ha podido ser disipada por el nuevo resurgimiento de la lucha de clases a partir del año 2003.

Sólo el desarrollo de luchas masivas puede permitir al proletariado recuperar la confianza en sus propias fuerzas y poder plantear de nuevo su propia perspectiva de clase.

Pero por importante que pueda ser esta etapa futura de la lucha de clases, no significará tampoco la desaparición de todas las vacilaciones en el proletariado, su implicación resuelta en la senda de la revolución.

En efecto. Ya Marx señaló, a principios de 1852, que la revolución proletaria seguiría un curso difícil y tortuoso, muy diferente del característico de las revoluciones burguesas «como las del siglo XVIII que se precipitan vertiginosamente de éxito en éxito»[6].

Esta disparidad, entre la burguesía revolucionaria y el proletariado, en lo tocante a la dinámica de la lucha de clase, deriva de las diferencias entre las condiciones de la revolución burguesa y las de la revolución proletaria.

La toma del poder político por parte de la clase capitalista constituyó el punto de llegada de todo un proceso de transformación económica que había tenido lugar en el seno de la sociedad feudal, de forma que las antiguas relaciones de producción feudales habían sido progresivamente suplantadas por las relaciones de producción capitalista. Y fueron éstas, precisamente, las que permitieron a la burguesía una potente palanca para su conquista del poder político. El proceso de la revolución proletaria es completamente diferente. Las relaciones de producción comunistas, dado que no son relaciones mercantiles, no pueden desarrollarse en el seno de la sociedad capitalista, dominada por relaciones mercantiles, y dirigida por la burguesía.

Dado que es la clase explotada del modo de explotación capitalista y que se haya, por definición, privada de todo medio de producción, la clase obrera no dispone ni puede disponer en la sociedad capitalista, de palancas económicas en las que apoyarse para la conquista del poder político.

Contrariamente al capitalismo que podía ir reemplazando al feudalismo, el primer acto de la transformación comunista de la sociedad debe consistir en un acto consciente y deliberado: la toma del poder político a escala mundial por el conjunto de la clase obrera organizada en consejos obreros.

Es evidente que la inmensidad de esta tarea provoca vacilaciones y dudas.

Esta es una razón por la cual es responsabilidad de los revolucionarios participar plenamente en favorecer la capacidad de la clase obrera para:

-inscribir sus combates en su dimensión histórica,

- concebirlos como un momento del largo combate histórico del proletariado contra la explotación y para su abolición.

CCI 31-3-10

 


 

[1] Ver en nuestra Web: https://es.internationalism.org/node/2770

[2] Ver en nuestra Web https://es.internationalism.org/node/2493

[3] Ver en nuestra Web https://es.internationalism.org/node/2557

[4] Ver en nuestra Web https://es.internationalism.org/node/2781

[5] Ver en nuestra Web https://es.internationalism.org/node/2780

[6] Esta idea del 18 de Brumario de Luis Bonaparte, fue retomada a su vez por Rosa Luxemburgo cuando escribió que «la revolución [proletaria] es la única forma de "guerra" (...) en la que la victoria final se obtiene a través de una serie de "derrotas" (...) Hasta ahora las revoluciones,... sólo nos han supuesto derrotas, pero estos fracasos inevitables, son, precisamente, la precondición reiterada de la victoria final.»

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