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Aniversario del hundimiento del estalinismo
20 años después de la euforia, la burguesía ya no alardea tanto
Hace veinte años ocurrió uno de los acontecimientos más importantes de la segunda parte del siglo xx: el hundimiento del bloque imperialista del Este y de los regímenes estalinistas de Europa y entre ellos el principal, la URSS.
Esos hechos fueron utilizados por la clase dominante para desencadenar una de las campañas ideológicas más masivas y viciosas que se hayan dirigido contra la clase obrera. Identificando fraudulentamente y una vez más, el estalinismo que se desmoronaba con el comunismo, haciendo de la quiebra económica y de la barbarie de los regímenes estalinistas la consecuencia inevitable de la revolución proletaria, la burguesía quería desviar a los proletarios de toda perspectiva revolucionaria y asestar un golpe definitivo a los combates de la clase obrera.
Y, además, la burguesía se aprovechó del acontecimiento para hacer tragar otra patraña del mismo calibre: con la desaparición del estalinismo, el capitalismo entraba en una era de paz y prosperidad e iba por fin a desarrollarse de verdad. Y nos prometía un porvenir radiante.
El 6 de marzo de 1991, George Bush padre, presidente de los Estados Unidos de América, valiéndose de su reciente victoria sobre los ejércitos iraquíes de Sadam Husein, anunciaba el advenimiento de "un nuevo orden mundial" y el de un "mundo en el que las Naciones Unidas, liberadas del atolladero de la guerra fría, tendrán la capacidad para realizar la visión histórica de sus fundadores. Un mundo en el que la libertad y los derechos humanos serán respetados por todas las naciones".
Veinte años después, leer eso provocaría carcajadas, si no fuera porque el desorden mundial y la proliferación de conflictos por todos los rincones del mundo que han caracterizado el mundo desde ese célebre discurso, no hubieran sembrado tanta muerte y tanta miseria. En esto, el balance de cada año es peor que el del anterior.
En cuanto a la prosperidad, no está precisamente el horno para bollos. En efecto, desde el verano 2007 y sobre todo 2008, ese beato optimismo se derritió como nieve al sol. Desde ahora, en el centro de los discursos burgueses, las palabras "prosperidad", "crecimiento", "triunfo del liberalismo" han desaparecido discretamente. A la mesa del gran banquete de la economía capitalista se ha invitado alguien que parecía haber sido expulsado para siempre: la crisis, el espectro de una "nueva gran depresión" parecida a la de los años 30.." ([1]) Ayer se consideraba que el hundimiento del estalinismo era el triunfo del capitalismo liberal. Y hoy le toca a ese mismo liberalismo ser acusado de todos los males por los especialistas y los políticos, incluso entre quienes eran sus más rabiosos defensores como el presidente francés Sarkozy.
Las fechas de aniversario no pueden, por definición, escogerse. Lo menos que puede decirse de este vigésimo aniversario es que cae pero que muy mal para la burguesía. Hoy parece que deliberadamente evita volver a dar la tabarra con lo de "la muerte del comunismo", "el fin de la lucha de clases", aunque ganas no le faltan. Porque resulta que la situación del capitalismo es desastrosa, una situación que desvelaría todavía más la impostura de esos temas ideológicos. Por eso la burguesía nos libra de las grandes celebraciones sobre el desmoronamiento de la "última tiranía mundial", de la gran victoria de la "libertad". En realidad, a parte de alguna que otra obligada evocación histórica, hay poca euforia y exaltación.
Ya la historia ha zanjado sobre esa paz y prosperidad que el capitalismo iba a ofrecernos, pero no por eso la barbarie y la miseria actuales aparecen claramente para los explotados como la consecuencia ineluctable de las contradicciones insuperables del capitalismo. En efecto, la misión de la propaganda de la burguesía, hoy orientada más bien hacia la necesidad de "humanizar" y de "reformar" el capitalismo, es retrasar al máximo la toma de conciencia de la realidad para los explotados. La realidad sólo ha desvelado una parte de la mentira, la otra parte, o sea, la identificación del estalinismo con el comunismo sigue todavía pesando en el cerebro de los vivos, aunque, evidentemente, de manera menos masiva y embrutecedora que durante los años 90. Así pues, es necesario recordar algunos elementos históricos.
La misma crisis del capitalismo
es el origen del hundimiento del estalinismo y de la recesión actual
"De hecho todos los países de régimen estalinista se encuentran en un atolladero. La crisis mundial del capitalismo se repercute con una brutalidad particular en su economía que es, no solamente atrasada, sino también incapaz de adaptarse en modo alguno a la agudización de la competencia entre capitales. La tentativa de introducir en esa economía normas "clásicas" de gestión capitalista para mejorar su competitividad, no hará más que provocar un desorden todavía mayor, como lo demuestra en la URSS el fracaso completo y rotundo de la "Perestroika". (...) La perspectiva para el conjunto de los regímenes estalinistas no es pues en absoluto la de una "democratización pacífica" ni la de un "enderezamiento" de la economía. Con la agravación de la crisis mundial del capitalismo, esos países han entrado en un período de convulsiones de una amplitud nunca vista en el pasado, pasado que ha conocido ya muchos sobresaltos violentos" ("Convulsiones capitalistas y luchas obreras", 7/09/1989, Revista internacional no 59).
Esa situación catastrófica de los países del Este no impedirá a la burguesía presentarlos como poseedores de unos mercados inmensos por explotar una vez liberados del yugo del "comunismo". Para ello, habría que desarrollar una economía moderna que, además, poseería la virtud de llenar la cartera de pedidos de las empresas occidentales durante décadas. La realidad fue muy distinta: había, sí, muchas cosas por construir, pero nadie para pagarlas.
El boom esperado del Este no iba a llegar, y, al contrario, se echa la culpa sin el menor escrúpulo de las dificultades económicas que aparecen en el Oeste a la asimilación necesaria de los países atrasados del antiguo bloque del Este. Así ocurre con la inflación que se controla con dificultad en Europa. La situación no tarda en desembocar a partir de 1993, en una recesión abierta en el viejo continente ([2]). Así, la nueva configuración del mercado mundial, con la integración completa en su seno de los países del Este, no cambió absolutamente nada en las leyes fundamentales que rigen el capitalismo. Muy especialmente, el endeudamiento ha seguido ocupando un lugar cada día más importante en la financiación de la economía, volviéndola cada día más frágil e inestable. Las ilusiones de la burguesía se disiparían pronto ante la dura realidad económica de su sistema. Así, en diciembre de 1994, México se resquebraja frente al aflujo de especuladores que la Europa en crisis había hecho huir: se hunde el peso mexicano con el riesgo de arrastrar a una buena parte de las economías americanas. La amenaza es real y así lo entiende la burguesía. Una semana después del inicio de la crisis, Estados Unidos moviliza 50 mil millones de dólares para sostener la moneda mexicana. En aquel entonces, esa cantidad pareció astronómica... Ahora, veinte años más tarde, EEUU ha movilizado ¡catorce veces más sólo para su propia economía!
En 1997, más de lo mismo, esta vez en Asia. Son ahora las monedas de los países del Sureste asiático las que se desmoronan brutalmente. Los Tigres y Dragones, países modélicos del desarrollo económico, escaparate del cacareado "nuevo orden mundial" cuya prosperidad es accesible incluso a los países más pequeños, sufren también ellos la dura ley capitalista.
La atracción hacia esas economías había inflado una burbuja especulativa que estallará a principios de 1997. En menos de un año serán afectados todos los países de la región. 24 millones de personas caen en el desempleo en un año. Se multiplican las revueltas y los pillajes causando la muerte de 1200 personas. Se dispara el número de suicidios. Al año siguiente se comprueba que el contagio internacional avanza, apareciendo dificultades graves en Rusia.
Se enterraba así el modelo asiático, famosa "tercera vía", junto a la tumba del modelo "comunista". Había que crear otra cosa para dar la prueba de que el capitalismo será siempre el único creador posible de riqueza en el planeta. Esta nueva cosa fue el milagro económico de Internet. Puesto que todo se desmorona en el mundo real, ¡invirtamos en el virtual! Puesto que prestar a los ricos no es suficiente, ¡prestemos a quienes nos prometen hacerse ricos! El capitalismo no soporta el vacío, sobre todo en la cartera, y cuando la economía mundial parece ser incapaz de ofrecer ganancias cada vez mayores para las necesidades insaciables del capital, cuando ya no queda nada de rentable, se inventa un nuevo mercado de arriba abajo. El sistema funcionará algún tiempo, se multiplican las apuestas sobre unas cotizaciones en bolsa que ya no tienen la menor relación razonable con la realidad. Compañías con pérdidas millonarias valen miles de millones en el mercado. Se forma la burbuja y empieza a inflarse. La locura se apodera de una burguesía que se forja ilusiones sobre la perennidad a largo plazo de la "nueva economía", hasta el punto de acabar impregnando también la "vieja economía". Los sectores tradicionales de la economía se meten en la ronda también, esperando encontrar en esa "nueva economía" la rentabilidad perdida en su actividad histórica. La "nueva economía" invade la antigua ([3]), y acabará arrastrándola en su caída.
Y la caída es dolorosa. El hundimiento de tal dispositivo únicamente basado en la confianza mutua entre los operadores para que no ceda ninguno de ellos, tendría que ser brutal. El estallido de la burbuja provocó pérdidas de 148 000 millones de dólares en las sociedades del sector. Las quiebras se multiplicaron, los supervivientes perdieron millones de millones de dólares. Se suprimieron al menos 500 000 empleos en telecomunicaciones. La "nueva economía" no apareció finalmente más fructífera que la "vieja" y los fondos que evitaron a tiempo el marasmo tuvieron que encontrar otro sector donde invertir.
Y ese sector fue el inmobiliario. Finalmente, después de haber prestado a países que vivían por encima de sus capacidades, tras haber prestado a sociedades construidas en el aire, ¿a quién se puede prestar dinero? La burguesía no tiene límites en su sed de ganancias. Ahora el viejo refrán de que "sólo se presta a los ricos" se ha dejado de lado, pues no hay suficientes ricos. La burguesía va a meterse en un nuevo mercado... el de los pobres. Más allá del cinismo evidente del método, está el desprecio total por la vida de las personas que van a convertirse en presas de esos buitres. Los créditos otorgados están garantizados por el valor de los bienes adquiridos con tales créditos. Pero, además, cuando esos bienes se valoran gracias a la subida del mercado, es una oportunidad de incrementar más todavía las deudas de las familias, poniéndolas en una situación potencialmente catastrófica. Porque cuando se desmorona ese modelo, que es lo que ocurrió en 2008, la burguesía llora por sus propios muertos, bancos de negocios y otras sociedades de refinanciación, olvidándose, claro, de los millones de familias a las que se le ha quitado lo poco que poseían que ya no valía casi nada, tirándolas a la calle o a improvisadas barriadas de chabolas.
Lo ocurrido después es de sobras conocido para que sea necesario volver sobre el tema. Basten unas cuantas palabras para resumirlo a la perfección: una recesión abierta mundial, la más grave desde la Segunda Guerra mundial, que ha tirado a la calle a millones de obreros en todos los países, un incremento considerable de la miseria.
Las guerras, antes y después de 1990, son el producto de las mismas contradicciones del capitalismo
La configuración imperialista quedó muy cambiada evidentemente tras el desmoronamiento del bloque del Este. Antes de ese acontecimiento, el mundo estaba dividido en dos bloques enemigos en torno, cada uno de ellos, a una potencia dirigente. Todo el período tras la Segunda Guerra mundial hasta el desplome el bloque del Este estuvo marcado por tensiones muy fuertes entre los bloques en conflictos calientes con países del Tercer mundo interpuestos. Baste citar algunos: la guerra de Corea a principios de los años cincuenta, la de Vietnam en los años sesenta hasta mediados los setenta, la de Afganistán a partir de 1979, etc. El desplome del edificio estaliniano en 1989 fue en realidad la consecuencia de su inferioridad económica y militar frente al bloque adverso.
Sin embargo, la desaparición del "imperio del mal", el bloque ruso en la propaganda occidental, considerado como único responsable por dicha propaganda de las tensiones bélicas, no significó, ni mucho menos, el fin de las guerras. Así era el análisis que la CCI defendía en enero de 1990: "La desaparición del gendarme imperialista ruso, y lo que de ésa va a resultar para el gendarme norteamericano respecto a sus principales "socios" de ayer, abren de par en par las puertas a rivalidades más localizadas. Esas rivalidades y enfrentamientos no podrán, por ahora, degenerar en conflicto mundial (...). En cambio, con la desaparición de la disciplina impuesta por la presencia de los bloques, esos conflictos podrían ser más violentos y numerosos y, en especial, claro está, en las áreas en las que el proletariado es más débil" ([4]).
El escenario mundial no iba a tardar en confirmar ese análisis, sobre todo con la primera Guerra del Golfo en enero de 1991 y la guerra en la antigua Yugoslavia a partir del otoño de ese mismo año. Desde entonces, los enfrentamientos sangrientos no han cesado. No se puede enumerarlos todos, pero señalemos: la continuación de la guerra en la ex Yugoslavia que conoció una entrada en guerra directa, bajo la égida de la OTAN, de Estados Unidos y de las principales potencias europeas en 1999; las dos guerras de Chechenia; las incesantes guerras que han causado estragos una y otra vez en el continente africano (Ruanda, Somalia, Congo, Sudán, etc.); las operaciones militares de Israel contra el Líbano y, recientemente, contra la franja de Gaza; la guerra en Afganistán de 2001 que todavía sigue; y la guerra en Irak de 2003 cuyas consecuencias siguen pesando de manera dramática en ese país, pero también en el iniciador de esta guerra, la potencia norteamericana.
El estalinismo, una forma particularmente brutal del capitalismo de Estado
Todo lo que aquí sigue sobre la denuncia del estalinismo forma parte de un suplemento para nuestra intervención que se difundió masivamente en enero de 1990 y que volvimos a publicar íntegramente en el artículo: "1989-1999: El proletariado mundial ante el hundimiento del bloque del Este y la quiebra del estalinismo" ([5]). Y porque veinte años después, esa denuncia sigue estando tan vigente, la reproducimos sin ninguna modificación.
"Así fue como pudo instalarse este régimen de terror: sobre los escombros de la revolución de Octubre el estalinismo pudo asegurar su dominación. Fue gracias a esta negación del comunismo constituida por la teoría del "socialismo en un solo país" por lo que la URSS se transformó en un Estado capitalista de los pies a la cabeza. Un Estado donde el proletariado será sometido, con el fusil en la espalda, a los intereses del capital nacional, en nombre de la defensa de la "patria socialista"."
"Así, en tanto que el Octubre proletario, gracias al poder de los Consejos obreros, había dado el golpe definitivo a la guerra imperialista, la instauración de la contrarrevolución estalinista, destruyendo toda idea revolucionaria, eliminando toda veleidad de lucha de clases, e instaurando el terror y la militarización en toda la vida social, anunció la participación de la URSS en la segunda carnicería mundial.
"Toda la evolución del estalinismo en la escena internacional de los años 30 estuvo marcada, de hecho, por sus cambalaches imperialistas con las principales potencias capitalistas que, de nuevo, se preparaban para poner a Europa bajo los designios del fuego y la sangre. Tras haberse apoyado en una alianza militar con el imperialismo alemán para contrarrestar toda tentativa de expansión de Alemania hacia el Este, Stalin cambiará de chaqueta a mitad de los años 30 para aliarse con el bloque "democrático" (adhesión de la URSS a esa "alianza de bandidos" que fue la Sociedad de naciones, pacto Laval-Stalin en 1935, participación de los PC en los "frentes populares" y en la guerra de España, durante la cual los estalinistas no dudaron en utilizar métodos sanguinarios masacrando a los obreros y revolucionarios que contestaban su política). En vísperas de la guerra, Stalin volverá a cambiar de atuendo y venderá la neutralidad de la URSS a Hitler a cambio de un cierto número de territorios, antes de integrarse definitivamente en el campo de los "Aliados" e implicarse a fondo en la carnicería imperialista en la que el Estado estalinista sacrificará, él sólo, 20 millones de vidas humanas.
"Tal fue el resultado de los turbios tratos del estalinismo con los diferentes bandidos imperialistas de Europa occidental. Sobre estas montañas de cadáveres pudo constituir la URSS estalinista su imperio, imponer el terror en todos los países que cayeron, con el tratado de Yalta, bajo su dominación exclusiva. Fue gracias a su participación en el holocausto imperialista al lado de las potencias imperialistas victoriosas por lo que, al precio de la sangre de sus 20 millones de víctimas, pudo acceder al rango de superpotencia mundial.
"Pero, si Stalin fue "el hombre providencial" gracias al que el capitalismo mundial pudo deshacerse del bolchevismo, no fue la tiranía de un único individuo, por muy paranoico que fuera, la que impuso esta bárbara contrarrevolución. El Estado estalinista, como todo Estado capitalista, está dirigido por la misma clase dominante que en todas partes, la burguesía nacional. Una burguesía que se reconstituyó, con la degeneración interna de la revolución, no a partir de la antigua burguesía zarista eliminada por el proletariado en 1917, sino a partir de la burocracia parasitaria del aparato del Estado con la que se fusionó más y más, bajo la dirección de Stalin, el Partido bolchevique. Fue esta burocracia del Partido-Estado la que, eliminando a finales de los años 20 a todos los sectores susceptibles de reconstituirse en burguesía privada, sectores a los que se alió para asegurar la gestión de la economía nacional (propietarios terratenientes y especuladores de la Nueva política económica, NEP), tomó el control de la economía. Tales son las razones históricas que explican que, contrariamente a otros países, el capitalismo de Estado en la URSS haya tomado esta forma totalitaria extrema. El capitalismo de Estado es el modo de dominación universal del capitalismo en el período de decadencia, en el cual el Estado asegura su confiscación de toda la vida social, y engendra por todas partes capas parasitarias. Pero en los otros países del mundo capitalista, este control estatal sobre el conjunto de la sociedad no es antagónico con la existencia de sectores privados y concurrentes que impidan la hegemonía total de estos sectores parasitarios.
"Al contrario, en la URSS, la forma particular que toma el capitalismo de Estado se caracteriza por el desarrollo extremo de estas capas parasitarias salidas de la burocracia estatal cuyo objetivo y única preocupación no es hacer fructificar al capital según las leyes del mercado, sino muy al contrario llenarse los bolsillos individualmente en detrimento de la economía nacional. Desde el punto de vista del funcionamiento del capitalismo esta forma de capitalismo de Estado es por tanto una aberración que debía hundirse necesariamente con la aceleración de la crisis económica mundial. Y es este hundimiento del capitalismo de Estado ruso surgido de la contrarrevolución el que ha firmado la quiebra irremediable de toda la ideología bestial, que durante casi medio siglo, había cimentado el régimen estalinista haciendo pesar su placa de plomo sobre millones de seres humanos.
"El estalinismo nació en el fango y la sangre de la contrarrevolución. Hoy, muere en el fango y en la sangre, como lo atestiguan los sucesos de Rumania y aún más claramente los que sacuden el corazón mismo del estalinismo, la URSS.
"En modo alguno, a pesar de lo que digan y dirán la burguesía y todos los medias a sus órdenes, esta hidra monstruosa no pertenece ni por su contenido ni por su forma a la revolución de Octubre de 1917. Hace falta que ésta se hunda para que aquella se pueda imponer. Esta ruptura radical, esta antinomia entre Octubre y estalinismo, ha de ser tomada en plena conciencia por el proletariado si no quiere ser víctima de otra forma de dictadura burguesa, la del Estado "democrático"."
Destrucción del capitalismo o destrucción de la humanidad
El mundo se parece cada día más a un desierto lleno de cadáveres y donde millones de seres humanos están en el límite de la supervivencia. Cada día unos 20 000 niños se mueren de hambre en el mundo, se suprimen miles de empleos, dejando a las familias en el mayor desamparo; y se multiplican las bajas de salario para quienes tienen todavía trabajo.
Ese es el "nuevo orden mundial" prometido hace casi veinte años por George Bush senior. ¡Más parece un desorden mundial absoluto! El terrorífico espectáculo al que asistimos invalida totalmente la idea de que el desmoronamiento del bloque del Este significara "el fin de la historia" (léase: el principio de la historia eterna del capitalismo) como el "filósofo" Francis Fukuyama proclamaba entonces. Lo que sí significó más bien fue una etapa importante en la decadencia del capitalismo: enfrentado ésta cada día más a sus límites históricos, el sistema veía cómo sus partes más frágiles se desplomaban definitivamente. Por otra parte, la desaparición del bloque del Este para nada saneó ni mucho menos el sistema. Sus límites siguen ahí y siguen amenazando siempre más al corazón mismo del sistema. Cada nueva crisis es peor que la precedente.
Por todo eso, la única lección que pueda sacarse de estos veinte últimos años es, sin la menor duda, que no puede albergarse la menor esperanza de paz y de prosperidad bajo el capitalismo. Lo que está en juego es y será la destrucción de ese sistema o, si no, será la destrucción de la humanidad.
Las campañas sobre "la muerte del comunismo" asestaron efectivamente un rudo golpe a la clase obrera en su conciencia. Pero eso no significa, ni mucho menos, que la clase obrera esté derrotada y por eso sigue estando ahí la posibilidad de recuperar el terreno perdido y entrar de nuevo en un proceso de desarrollo de la lucha de clases a escala internacional. En efecto, desde principios de los años 2000, frente al desgaste de las campañas sobre la muerte del comunismo y de la lucha de clases, enfrentada a unos ataques masivos contra sus condiciones de vida, la clase obrera ha vuelto a reemprender el camino de la lucha. Esta reanudación que expresa ya hoy un esfuerzo minoritario de politización a escala internacional, significa que se están preparando las luchas masivas que, en el futuro, despejarán otra vez la única perspectiva para el proletariado y la humanidad entera, el derrocamiento del capitalismo y la instauración del comunismo.
GDS
[1]) "XVIIIo Congreso de la CCI - Resolución sobre la situación internacional", publicado en la Revista internacional no 138.
[2]) Ver entre otros textos, "La recesión de 1993 reexaminada" (en francés), Persée, revista de la OCDE, 1994, volumen 49, no 1.
[3]) Incluso la compra: la adquisición de la sociedad Time Warner por AOL, proveedor de Internet, es un símbolo de la irracionalidad que se ha apoderado de la burguesía.
[4]) Revista internacional no 61, "Tras el hundimiento del bloque del Este, inestabilidad y caos", 1990, https://es.internationalism.org/node/2114)
[5]) Véase Revista internacional nº 99, "1989-1999 - El proletariado mundial ante el hundimiento del bloque del Este y la quiebra del estalinismo".