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Desde hace cuatro décadas la crisis económica viene sometiendo al capitalismo, y a lo largo de esos 40 años la burguesía ha echado mano a diversas estrategias económicas presumiendo en cada ocasión haber encontrado la receta para asegurar la salud de la economía. No obstante la reaparición de las secuelas recesivas (estancamiento, inflación, devaluación...), les golpea el rostro continuamente y tienen que volver a buscar el tipo de discurso y política que les permita afirmar que estos sucesos son producto de «choques externos» o de una mala conducción de la política. Así los expertos nos explicaban que la recesión de los 70 tuvo como causa el uso excesivo del Estado durante los 50 y 60, y que además se combinó con el crecimiento desmedido de los precios del petróleo, por eso para enfrentar los problemas recetaban (desde los años 80) medidas «liberalistas» (o «neoliberales») con dosis de «menos Estado», ahora se dice que los problemas que han profundizado la crisis provienen de la escasa regulación de los nuevos instrumentos del mercado de capitales, el crédito creciente, las bajas tasas de interés que anima la especulación y la posterior falta de liquidez, por lo que desempolvando su viejo recetario prescriben el rescate del sistema financiero mediante la intervención directa del Estado, el uso intensivo del gasto público, reducción de la tasa de interés para aminorar la carga de las deudas y mayores dosis de crédito. De manera que, una forma de negar que el capitalismo vive una crisis crónica (propia de un sistema en decadencia) es presentar los momentos de recesión como defectos de mercado de corto plazo causados por el uso inadecuado de la política económica, por los funcionarios o los administradores.
Ninguna región está a salvo de la crisis
Los voceros del gobierno mexicano, hace apenas unos meses, se ufanaban del «blindaje» de la economía ante la recesión que ya se anunciaba, incluso en un acto de fanfarronería el presidente Calderón predecía que la economía mexicana se vería beneficiada con la recesión de los EUA. Por eso haciendo gala de filisteísmo decía: «A mi esto del escenario preocupante de 2008, realmente me emociona (... porque) estamos hechos a la adversidad...». Pero como se ha visto la crisis arrasa a todas las regiones del planeta y los discursos que siguen anunciando la fortaleza del sistema, no son sino palabras huecas que ni aún la visión falsificada de la burguesía -que los hace creer que el capitalismo es un sistema eterno- les da algún valor. Basta sólo ver que mientras Carstens, el secretario de hacienda, anunciaba el 9 de octubre que el peso mexicano era «una de las mejores opciones para invertir» (en tanto confiaba en el monto de las reservas internacionales que se vieron incrementadas durante los últimos cinco años por los altos precios del petróleo) la desesperación de la burguesía por salvar su ganancia queda expuesta a la vista de todos, así:
- se agudiza la competencia, recurriendo al uso de especulación con dólares y al retiro de capitales (llevándolos a regiones donde puedan perder menos), volatizando con ello en tan solo 3 días cerca del 11% de las reservas internacionales, y auque favoreció a algunos capitales individuales que aprovecharon esa masa de dólares, no logra dar una solución real al proceso devaluatorio,
- al mismo tiempo la Corporación Durango (principal empresa productora de papel y cartón) y la Comercial Mexicana (tercer cadena de supermercados más importante del país) anuncian su procesos de quiebra, como efecto de la incapacidad del pago de los compromisos pactadas mediante créditos y como resultado del uso de instrumentos de especulación basados en la paridad.
Y aunque los discursos optimistas del gobierno quieran pintar un mundo en orden y equilibrio, la realidad una y otra vez dice que ante la expansión y profundidad de la crisis ninguna región puede mantenerse a salvo, y menos aún México, en donde los peligros se asoman en sus empresas industriales más representativas, como Vitro, CEMEX y Grupo Industrial Saltillo, que han visto derrumbarse sus acciones en la bolsa de valores.
De esta forma queda claro que ante la amenaza de la extensión de la insolvencia, el Estado (en todo el mundo) se prepara el rescate. Como se ve, estos acontecimientos aún cuando exponen la gravedad de la crisis, hace notar que la burguesía en todas las regiones (incluyendo México) toma las enseñanzas que le dejó 1929 para administrar la crisis y evitar un colapso general, por eso se pone de relieve que la expresión del capitalismo de Estado es la forma que el capital ha utilizado para organizar al sistema en su fase de decadencia (abierta en 1914) y que no ha dejado de estar presente aún cuando los discursos neoliberales de la clase dominante (a coro con el aparato de izquierda del capital) pretendiera que el Estado había dejado de tener el papel principal en la conducción y ordenamiento de la explotación, después de todo el Estado, en la fase de decadencia, corrobora en toda su magnitud lo que dijera Engels sobre el Estado moderno, es decir que éste no es sino la representación del «capital total ideal».
La burguesía llama a la unidad nacional para impedir la repuesta proletaria
La magnitud que la crisis viene tomando es sin duda la expresión de un sistema decadente que muestra que no tiene otra cosa que ofrecer sino mayor explotación y miseria. Si bien las diversas publicaciones periodísticas de la burguesía presentan las cifras del proceso en picada de la economía, se cuidan de no referir que la estrategia «anti-recesiva» está sustentada en el incremento de los niveles de explotación y en la extensión de la miseria de los asalariados. El mismo aparato de izquierda del capital, al buscar un «culpable» de la crisis, y encontrar que fue la política neoliberal o determinados capitalistas individuales dedicados a la especulación, le facilita la tarea a la burguesía en tanto extiende la confusión entre los trabajadores, alejándolos del reconocimiento del significado del sistema y sometiéndolos a una preocupación falaz y una respuesta aún más falsa: suponer que la crisis capitalista abierta a fines de los 60 (y que no es por ello, dicho sea de paso, tan solo una «crisis financiera») puede encontrar una salida duradera implorando a la burguesía un «giro» en la política y en el establecimiento de la unidad nacional para la defensa de los «intereses de la patria».
Si alguien tenía duda del perverso papel que juega López Obrador, puede observarlo fácilmente en la convocatoria que hace a las diversas fracciones de la burguesía a estar unidas ante la crisis, y buscar al mismo tiempo que los trabajadores se coloquen mansamente a las órdenes del capital. En su «Carta a la opinión pública» López Obrador, entre el revoltijo de recomendaciones que hace a la burguesía para que puedan sobrevivir a la crisis, convoca a los trabajadores a recibir sumisamente el peso de la recesión sobre sus espaldas y a ver en sus hermanos de clase a un enemigo con el que no debe buscar unir sus fuerzas ni solidarizarse para impulsar la lucha. Así, de forma mañosa, intentando aparentar una preocupación por los explotados les pide apoyar al capital nacional y consumir productos mexicanos, pero sobre todo: «Esmérate en tu trabajo, porque habrá más competencia y despidos» (La jornada 9-10-08). De manera que, ante la crisis ¿los trabajadores deben de unir sus intereses a los del capitalista y procurar elevar de forma voluntaria y sumisa los ritmos de productividad? La respuesta es NO. En cada proceso de agudización de la crisis las condiciones de vida de los trabajadores se ve afectada, apenas en los dos últimos años más del 22% de la capacidad de compra del salario de los trabajadores en México se ha perdido y la aceleración de la inflación lo va corroyendo cada día más, el crecimiento del desempleo es una carga que miles de proletarios sufren, sin tener ya ni siquiera la falsa esperanza de huir hacia los EUA, de la misma forma las cargas y cadencias productivas se incrementan día con día, llegando a niveles tan increíbles de imponer jornadas de 12 y 16 horas en labores tan duras como las realizadas en las minas... La miseria a la que la burguesía lleva a los trabajadores (y que amenaza con profundizarse al ritmo en que se agudiza la crisis) debe ser ante todo, momento de reflexión de que el capitalismo es un sistema sustentado en la explotación del trabajo asalariado que no ofrece sino miseria y represión, por eso ante la agudización de la crisis, no hay otro camino que la lucha unida de los trabajadores.
A luchar unidos fuera del control del sindicato
El ensanchamiento del desempleo y la miseria, abre sin duda el coraje de los asalariados, no obstante la clase dominante mediante su aparato sindical y de izquierda se esfuerzan ampliamente para evitar surjan respuestas combativas. Mientras el PRD y López Obrador alientan la defensa de la nación y el olvido de la condición de explotados de los trabajadores mediante su campaña de defensa de PEMEX, el aparato sindical tanto oficial como «independiente» o «radical», desgasta y desvía el coraje de los trabajadores hacia reivindicaciones inútiles, como la democratización sindical o más directamente, como lo hace la CNTE, orientando el coraje hacia la impugnación de grotescos personajes, como Esther Gordillo, que aún cuando su actuación efectivamente sea escandalosamente corrupta y represora, no es sino un personaje del capital, que tan sólo personifica temporalmente al sistema y que mientras exista el capital existirán engendros de ese tipo. Antes fue Jongitud Barrios y el sistema mismo lo cambio para renovar la careta sindical del SNTE, que de nuevo ahora requiere una maquillada democrática. Pero si todo el descontento se detiene sobre eso, el sindicato logrará su propósito, es decir, impedir que el coraje por la degradación de las condiciones de vida se nulifique y que las luchas se queden aisladas, imposibilitando que toda la combatividad se exprese en movilizaciones en las que TODOS los trabajadores, sin importar el oficio, la rama o su condición de desempleado se integren en una unidad masiva y conciente. Mientras el sindicato y la izquierda del capital imponga movilizaciones aisladas y consignas falsas, la burguesía tendrá un camino fácil para sacar toda su bestialidad represora como lo ha hecho con los maestros de Morelos, de manera que de frente a la crisis que va acompañada de ataques directos contra las condiciones de vida de los trabajadores y ante las acciones represoras, no hay más camino que las luchas unificadas, en las que se sumen las fuerzas y se sometan las orientaciones que la clase dominante dicta a través de sindicatos y su aparato de izquierda.
Tatlin/octubre-2008