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El carácter reaccionario de las nacionalizaciones en la fase imperialista del capitalismo
Federico Engels dijo en 1878: "Mas no se crea que las fuerzas productivas pierden su calidad de capital al convertirse en... propiedad del Estado. El Estado moderno no es más que la organización que se da la sociedad burguesa para defender las condiciones materiales del régimen capitalista de producción contra los ataques así de los obreros como de los capitalistas individuales. El Estado moderno, cualquiera que su forma sea, es una máquina esencialmente capitalista, es el Estado de los capitalistas, el capitalista colectivo ideal. Y cuantas más fuerzas productivas asuma como de su propiedad, más se convertirá en capitalismo colectivo real, mayor será el número de súbditos suyos quienes explote. Los obreros siguen siendo lo que son: obreros asalariados, proletarios. Las relaciones capitalistas, lejos de abatirse con esas medidas, se profundizan y exaltan. Pero... la propiedad del Estado sobre las fuerzas productivas, alberga ya en su seno el medio formal, el resorte para llegar a la solución: ¡el proletariado toma el poder estatal!" (F. Engels, Anti-Dühring).
Parece que estas palabras claras y sencillas del compañero de Carlos Marx, pronunciadas hace 80 anos, se refieren expresamente a la reciente transformación de la industria petrolera y los ferrocarriles en propiedad del Estado capitalista mexicano. Es de importancia primordial para el proletariado de México comprender la verdad fundamental contenida en estas palabras: "el Estado moderno no es más que la organización que se da la sociedad burguesa para defender las condiciones materiales del sistema capitalista de producción contra los ataques así de los obreros como de los capitalistas individuales. El Estado moderno, cualquiera que su forma sea, es una máquina esencialmente capitalista, es el estado de los capitalistas, el capitalismo colectivo ideal". ¿Cuántos hay hoy día entre los que se llaman "marxistas" que reconocen la verdad de estas afirmaciones de uno de los fundadores del marxismo? ¿Cuántos hay que admiten que estas afirmaciones se refieren a todos los Estados capitalista? Cualquiera que sea su forma, es decir, inclusive a los Estados capitalistas que se llaman "obreristas"? ¿Cuántos hay que se atreven a decir que también esos Estados "obreristas" explotan a los obreros, y que esta explotación se extiende al abarcar cada vez más fuerzas productivas como de su propiedad? ¿Cuántos hay que se atreven a decir que en cada nueva "nacionalización" las relaciones capitalistas entre poseedores y productores (es decir, entre capitalistas y proletarios), lejos de abolirse con tales medidas, se agudizan y exaltan? ¿Quién se atreve hoy a decir que todas estas afirmaciones se refieren también a las recientes "nacionalizaciones" de la industria petrolera y los ferrocarriles? ¿Por qué no aplican los "marxistas" de México las enseñanzas del marxismo a los problemas actuales?
¿Por qué, en primer lugar, no aclaran que "nacionalización" no significa de ninguna manera propiedad de la "nación", sino única y exclusivamente propiedad del Estado, es decir, propiedad de una parte de la "nación": la burguesía, cuyo instrumento es el Estado? En otras palabras, ¿por qué no aclarar que con la "nacionalización", la propiedad pasa simplemente de capitalistas individuales o compañías capitalistas al "capitalista colectivo" (para usar la frase de Engels), es decir, el Estado de los capitalistas?
¿Por qué no dicen todo esto? Nosotros lo sabemos muy bien: diciéndolo como lo debe hacer el que se llama marxista, uno ya no puede seguir siendo el sirviente leal de la burguesía "progresista" de México. Uno pierde su popularidad, tal vez su libertad y su vida... ¡Más vale no aplicar las enseñanzas del marxismo a los problemas del día! Es muy útil llamarse " marxistas". Pero ser marxista es demasiado peligroso para esos señores que se intitulan "líderes obreros".
El verdadero significado de las nacionalizaciones del petróleo y los ferrocarriles
¿Cuál es, entonces, según el marxismo, el alcance y significado de la "expropiación" de la propiedad de las compañías petroleras? En palabras sencillas: esta propiedad ha pasado de las manos de un grupo de explotadores (las compañías petroleras) a las manos de otro (el Estado mexicano). Nada más ni menos, la naturaleza de esta propiedad no ha cambiado en nada: queda propiedad capitalista como antes. Los trabajadores quedan en la misma posición de proletarios: tienen que vender su fuerza de trabajo al propietario de los instrumentos de producción, es decir, al dueño de los campos petrolíferos, de la maquinaria. del aparato de distribución, y el propietario (hoy el Estado mexicano) se queda con la plusvalía producida por los trabajadores, es decir, les explota. En otras palabras, la industria petrolera mexicana se ha convertido en una sola gigantesca Petromex, con capataces y especialistas "nacionales" en vez de extranjeros, y la tarea principal de esta Petromex grande es exactamente la misma que antes de la la Petromex chica: Impedir o romper huelgas, como lo hizo en la huelga de protesta del año pasado.
En la industria petrolera de México se enfrentan, después de la llamada expropiación precisamente como antes, las dos clases fundamentales de la sociedad capitalista, capitalistas y proletarios, explotadores y explotados,- la industria petrolera queda lo que ha sido antes: el baluarte del sistema capitalista en México, nada más que este baluarte está ahora políticamente más fuerte que antes, porque en vez de enfrentar varias compañías extranjeras solamente protegidas por el Estado mexicano, los trabajadores tienen ahora enfrente de sí directamente este Estado, con su demagogia obrerista, con sus juntas de "conciliación", su policía, sus prisiones, su ejército. La lucha de los trabajadores petroleros es ahora mil veces más difícil que antes. El Estado sigue protegiendo la propiedad capitalista, porque en ello consiste su función fundamental, pero ahora esta protección ha cambiado de forma: para hacerla más efectiva y para poner la industria petrolera a salvo de los ataques de los trabajadores, el Estado ha declarado como su propiedad lo que tiene que proteger, la propiedad de los capitalistas americanos e ingleses.
El Estado "obrerista" defiende al sistema capitalista contra la revolución proletaria
Según las enseñanzas del marxismo el Estado es una institución nacida de la división de la sociedad en clases con intereses irreconciliables, y su función es perpetuar esta división y con ella "el derecho de la clase poseedora de explotar a la que no posee nada, y la dominación de la primera sobre la segunda" (Federico Engels).
El Estado moderno es la organización que se da la burguesía para defender sus intereses colectivos, sus intereses de clase, contra los ataques de los obreros por un lado y de los capitalistas individuales por otro (en primer lugar contra aquellos capitalistas y compañías que no quieren sacrificar parte de sus intereses individuales en favor de la defensa de los intereses colectivos de toda la clase burguesa contra los trabajadores). Todas las actividades del Estado capitalista, aunque se llame "obrerista", sirven para un solo fin: el reforzamiento del régimen capitalista. En la fase de la expansión del capitalismo, el reforzamiento de éste tenía un carácter progresivo, a pesar de la opresión creciente que de ello resultó, porque en aquellos tiempos, la historia todavía no había puesto la revolución proletaria en el orden del día. El único progreso posible era el capitalista. Hoy. En su fase de descomposición, es decir en la fase imperialista que vivimos, el reforzamiento o la "reforma" del capitalismo tiene un carácter sumamente reaccionario y contrarrevolucionario, porque hoy solamente la destrucción del capitalismo puede salvar a la humanidad de la barbarie. El rol actual del Estado es defender al capitalismo contra la revolución proletaria. En la fase imperialista, el Estado capitalista, cualquiera que sea su forma, es la verdadera encarnación de la reacción y contrarrevolución. Hoy no hay ni puede haber un Estado capitalista progresivo. Todos son reaccionarios y contrarrevolucionarios. Reforzar el Estado equivale a prolongar la vida del bárbaro sistema capitalista aquellos que luchan por la destrucción del Estado capitalista están al lado del proletariado, de todos los explotados y oprimidos, luchando con ellos por su emancipación por medio de la revolución proletaria.
¿Cuándo es progresista la nacionalización?
Las palabras antes citadas de Engels acerca del significado de la conversión de la propiedad de capitalistas individua es en propiedad de compañías anónimas, y acerca de la conversión de éstas en propiedad del Estado capitalista referían a la fase ascendiente del capitalismo, a la fase de expansión, cuando el sistema capitalista constituía un progreso. En aquélla fase, la concentración de las fuerzas de producción en manos de grupos de capitalistas y del Estado capitalista significaba un importante paso adelante, en el sentido de la socialización creciente de la producción, la que por su parte planteó ante la humanidad la tarea de la socialización de la propiedad de estas fuerzas de producción.
Citemos otra vez a Engels: "lo mismo los periodos de alta presión industrial, con su desmedida expansión del crédito, que las épocas de hecatombe, con el desmoronamiento de grandes empresas capitalistas, impulsan esa forma de socialización de grandes masas de medios de producción con que nos encontramos en clases diversas categorías de sociedades anónimas. Algunos de los medios de producción y de transporte son ya de por si tan gigantescos, que excluyen, como ocurre con los ferrocarriles, toda otra forma de explotación capitalista. A llegar a una determinada fase de desarrollo, ya no basta tampoco la forma de la sociedad por acciones, y el representante oficial de la sociedad capitalista, el Estado, tiene que hacerse cargo de su dirección. La necesidad a que corresponde esta transformación de ciertas empresas en propiedad del Estado empieza manifestándose en las grandes empresas de transportes, tales como el correo, el telégrafo y los ferrocarriles " (Anti-Duhring).
Restringir la producción de bienes de consumo y organizar la producción de instrumentos para la destrucción de lo producido y los propios productores, esto es uno de los fines primordiales de las nacionalizaciones durante la guerra mundial de 1914-1918 y durante las recientes guerras en Etiopía, España y China. Y esto tiene aplicación no solamente a los países que entraron directamente en la guerra, sino a todos, sean fascistas los gobiernos o democráticos -véase las nacionalizaciones en ambos lados en España y la reciente nacionalización de ferrocarriles e industrias de guerra en Francia. Destrucción no construcción es el gran objetivo de la sociedad capitalista en sus horas de agonía.
Mientras que las nacionalizaciones en el pasado eran expresión del crecimiento y de la expansión del capitalismo, en la actualidad son lo contrario: la expresión del retroceso y la descomposición cada día más violenta del sistema capitalista. Antes de desaparecer de la escena histórica, el capitalismo destruye gran parte de lo que él mismo ha creado: el magnífico aparato de producción, el proletariado moderno y la división internacional del trabajo, encadenando cada vez más las fuerzas productivas dentro de los límites de los estados nacionales.
El proletariado, al contrario, cuando le toque su hora histórica, "liberará las fuerzas productivas de todos los países de las cadenas de los estados nacionales, unificando los pueblos en estrecha colaboración económica" (Manifiesto del Primer Congreso de la Internacional Comunista).
Estas son palabras claras, en oposición irreconciliable con las ideas de aquellos que quieren combinar las consignas de la revolución proletaria la cual tiene un carácter internacional, y de la llamada "emancipación nacional".
La única posibilidad de liberar los pueblos oprimidos reside en la destrucción de los Estados nacionales por la revolución proletaria triunfante y la unificación del mundo entero en estrecha cooperación fraternal.
El triunfo del "buen vecino"
Lo que acabamos de decir en forma general acerca del significado de las nacionalizaciones en la fase de descomposición del capitalismo, necesita ciertas adiciones y modificaciones en el caso de los países semicoloniales, como México.
Si de veras fuese posible poner una parte de la propiedad de grandes compañías internacionales bajo el control efectivo de un pequeño estado nacional, claro que tal nacionalización no aumentaría la división internacional de trabajo creada por el capitalismo; al contrario, la minaría y destruiría, revelando así su carácter reaccionario, tan más que en el caso de los grandes Estados imperialistas.
Pero en realidad una nacionalización efectiva por parte de los pequeños Estados es imposible, sobre todo en cuanto se refiere a la propiedad de grandes compañías internacionales porque son éstas y sus gobiernos imperialistas las que controlan por completo la gestión económica de lo pequeños Estados. Sólo los Estados imperialistas pueden hoy día nacionalizar, sea dentro o en los pequeños Estado por ellos controlados. Las "nacionalizaciones" efectuada por estos son, por consiguiente, nada más que una farsa, un cambio de etiqueta. El que "nacionaliza" es en realidad ni el pequeño Estado "libre" y "antiimperialista", sino el propio dueño imperialista.
El único cambio posible es que el pequeño Estado, como el nuestro caso el mexicano, pasa del control de una compañías imperialistas y de su Estado al control de otras del Estado de ellas.
Y esto es precisamente lo que ha pasado en el caso de la reciente "nacionalización" del petróleo en México: la grandes compañías norteamericanas (la Huasteca-Standan Oil y la Gulf) y su Estado ahora no tienen que compartir el control de la riqueza petrolera y de todos los destinos de México con la compañía inglesa El Águila (Royal Dutch Shell) y con el Estado inglés. Con la llamada "nacionalización" se han convertido en los dueños exclusivos de lo que la burguesía mexicana llama "nuestra patria".
Lo que ha pasado en este caso es lo único que puede pasa en la fase imperialista del capitalismo: todas las supuesta "redenciones nacionales" significan inevitablemente e triunfo de uno u otro imperialismo. En el caso de México el que ha triunfado es el famoso "buen vecino".
La burguesía internacional admite esto con toda franqueza como se ve de la siguiente opinión del Boletín de servicios de archivos de Ginebra, Suiza (citamos según Últimas Noticias del 7 de junio): "de aquí en adelante los Estados Unidos son los dueños indiscutibles en todos los dominios en México. La última fortaleza inglesa (en América Latina, fue demolida hasta sus cimientos. El puente para la América del Sur ha quedado abierto. Los Estados Unidos han aprovechado la única posibilidad de derrotar a Inglaterra en México, sin disparar un solo tiro." Hoy como ayer recibe el petróleo de México, con la diferencia de que lo compran al gobierno mexicano en vez de comprarlo a las compañías petroleras. Los precios son los mismos, el petróleo es el mismo y el futuro se encargará de demostrarlo en breve, las compañías seguirán siendo 1as mismas en lo que se refiere a su procedencia americana...
Fue Cárdenas, insinúa el Boletín, quien finalmente ayudó a los Estados Unidos a expulsar a los británicos Aparentemente todo fue muy sencillo. Precisamente cuando los ingenuos ingleses estaban jubilosos de poseer el 600/o de petróleo mexicano contra el 40% que tenían los Estado Unidos, Cárdenas se apropió de todo. Pero mientras Londres levantaba una tempestad por las expropiaciones Washington acogió la cosa con extraordinaria calma... ¿Qué ocurrió entonces? El Boletín sugiere "un entendimiento entre Washington y México por el cual todo el petróleo en efecto se convierte en 'americano', demoliendo así, definitivamente, la última fortaleza británica en este hemisferio". Esto nos dice un periódico burgués de Suiza.
El Nacional, órgano del gobierno de México, dio la misma interpretación cuando al anunciar la ruptura de relaciones diplomáticas con el gobierno inglés juntó los dos siguientes encabezados: "México rompe con Inglaterra", y "Andan por buen camino las pláticas con las compañías americanas ".
"No se necesita mejor ilustración de la transformación de México en una colonia exclusivamente norteamericana que la adulación por el imperialismo yanqui, la que vemos en cada número de El Nacional y en todos los discursos de los altos mandatarios mexicanos. Según ellos el imperialismo americano es en realidad "antiimperialista". Sólo el imperialismo inglés es imperialismo.
Y el gran traidor León Trotsky les ayuda en esta propaganda con sus cartas abiertas en las que también "imperialismo" equivale a "imperialismo inglés", mientras que el autor de esas cartas no chifla ni una sola palabra sobre el imperialismo americano...
La "administración obrera" debe salvar la propiedad de los capitalistas
El sistema capitalista se encuentra en una situación sin salida. Su destrucción por el proletariado es históricamente inevitable.
Pero en estos momentos el proletariado, desanimado y desorientado por tantas derrotas y traiciones, en vez de luchar contra el capitalismo, con el fin de destruirlo y construir sobre sus ruinas una nueva sociedad, al contrario le está defendiendo. Ayudada por todos los llamados "líderes obreros", la burguesía ha logrado desviar a los trabajadores de su camino clasista y ligarles a los intereses del capitalismo, por conducto del Estado. Cegados por las ideas de la democracia y la patria, los proletarios están defendiendo lo que debían destruir. Lo vemos en España, en China, en México, en todo el mundo.
En vez de aprovechar la crisis mortal del sistema capitalista para destruirlo, los trabajadores, no creyendo en el triunfo de la propia causa, se han temporalmente convertido en sus mejores defensores. Precisamente como en el tiempo de la guerra mundial sacrifican sus conquistas económicas y sus vidas en lucha fratricida bajo el mando de sus enemigos de clase. Por supuesto, no hay que insistir en que, hoy como entonces, la culpa no la tienen los trabajadores, sino aquellos marxistas que con su capitulación ante los fetiches de la democracia y la patria han traicionado al marxismo y la causa de la revolución proletaria. Y no hay que insistir tampoco en que la situación actual no puede durar para siempre y que tarde o temprano el proletariado tomará otra vez el camino hacia la revolución. Históricamente la revolución proletaria queda inevitable e invencible.
En España y sobre todo en Cataluña hemos visto en estos últimos años cómo la burguesía logró conjurar el peligro de la revolución proletaria por medio del armamento de los trabajadores y la "socialización" de las industrias, con su "entrega" a los trabajadores. Estos, bajo la ilusión de ser ahora los dueños del país, desistieron el ataque contra las instituciones capitalistas y comenzaron a defender con sacrificios inauditos lo que a pesar de ciertos cambios de etiqueta sigue siendo propiedad capitalista y el Estado capitalista. A través de la masacre diaria en los campos de batalla de España el capitalismo se está reforzando políticamente, llenando sus viejas venas con la sangre de 1os explotados que luchan en ambos lados.
Siguiendo el ejemplo de la burguesía española, la burguesía mexicana y su buen vecino norteamericano tratan de conjurar el peligro de la revolución proletaria en México con la "entrega" de las industrias a los obreros. Una vez que éstas estén en "manos" de los trabajadores, el enemigo mortal del sistema capitalista se convertirá en su mejor defensor..., así calcula la burguesía en México y Washington.
La burguesía mexicana y americana conocen el odio de las masas trabajadoras de México y de toda la América Latina contra las grandes compañías extranjeras. Un ataque del proletariado contra ellas equivaldría a un ataque contra el corazón del sistema capitalista. Sería el principio del fin de la dominación imperialista en México y en todos los países coloniales y semicoloniales,... y la burguesía de estos países, en primer lugar la de México, sabe muy bien que lo único que la mantiene y protege de "sus" obreros y campesinos es precisamente la dominación imperialista. ¡Se entiende porqué considera a la burguesía norteamericana como su "buen vecino''!
Frente al crecimiento diario de la ira de las masas contra las compañías imperialistas había que impedir a toda costa un ataque frontal de los trabajadores contra ellas. Esta tarea correspondió, por supuesto, al gobierno de México. Es bien sabido de todos qué pasa con gobiernos semicoloniales cuando no cumplen con tal tarea: desaparecen, como han desaparecido tantos gobiernos en México, Cuba y otros países latinoamericanos, al momento en que se mostraron incapaces de desviar el ataque de los obreros contra la sagrada propiedad imperialista. El "buen vecino" necesita servidores eficaces, y se ha mostrado que el servidor más eficaz es un gobierno " obrerista".
Para un gobierno capitalista "obrerista" no fue difícil encontrar la solución del problema. Los falsos "marxistas" del tipo de los estalinistas y trotskistas la habían propuesto desde mucho tiempo: ¡el frente único entre proletariado y burguesía! ¿Contra quien? ¡Pues contra el imperialismo, aunque usted no lo crea!
En España y China, ese frente único entre explotadores y explotados ya está realizado, con resultados magníficos para los explotadores, sean ellos fascistas o antifascistas, imperialistas o antiimperialistas, y con resultados fuertes para los explotados en ambos lados.
En México, algo muy semejante estaba creciendo desde muchos años. Al fin tomó forma definitiva cuando comenzó la farsa de la llamada "redención nacional". Fingiendo una lucha implacable contra el imperialismo (en palabras), la burguesía mexicana y su gobierno pudieron entregarle (de hecho) el control cada vez más absoluto de los destinos de la llamada "patria mexicana".
Al mismo tiempo, fingiendo la entrega de la industria petrolera y los ferrocarriles "a los trabajadores", pudieron sacar de ellos los sacrificios más inauditos.
¡Pleno triunfo en toda la línea! Bajo la forma de nacionalización, la burguesía y el gobierno entregan la industria más importante del país al control exclusivo del imperialismo yanqui; en esta transacción, el gobierno de la burguesía mexicana contrae una deuda de "honor" con la burguesía norteamericana e inglesa; la tienen que pagar, por supuesto, los trabajadores y estos no sólo tienen que aguantar este sacrificio ("voluntariamente", como afirman los traidores), sino que tuvieron que ofrecer en el altar de la patria, por supuesto también "voluntariamente", los 50 millones que ellos habían demandado de las compañías desde hace dos años. Según un comunicado del Comité Ejecutivo de1 Sindicato de Trabajadores Petroleros, publicado en la prensa capitalina el 28 de abril de 1938, este sindicato, "estando perfectamente de acuerdo con su gobierno en los momentos en que fue más necesario para la nación, y, como lo sigue haciendo, aceptando, por considerarlo patriótico, que los beneficios que se derivan del laudo dictado por las Juntas de Conciliación y Arbitraje grupo 7, no se apliquen mientras prevalezca la situación actual, no obstante el sacrificio que para los trabajadores petroleros (¡claro que no para sus líderes!) representan los largos años de lucha para conseguir una vida más humana en los campos petroleros; además los trabajadores de esta industria aportan a la misma diversas partidas (¿por concepto de que?) que él mismo presidente ya conoce, cantidades que todas hacen un total de 140 millones de pesos; independiente de esto, nuestra diversas secciones, conscientes de sus deberes como mexicanos, están aportando un día de sueldo mensual por tiempo indefinido para contribuir a resolver el desnivel económico de la nación, que equivale a una suma mensual de 150 mil pesos".
Sumando todas estas cantidades, la famosa "redención nacional" costó a los trabajadores petroleros (¡para no hablar de los otros!) la respetable suma de 190 millones de pesos, sin considerar los otros millones que perdieron durante los últimos dos años, por confiar en las juntas de conciliación, en vez de obligar a las compañías, por medio de la huelga, a pagarles más altos salarios. En lugar de lograr que de los 50 millones que demandaban a las compañías se les pagaran por lo menos los 26 millones que el laudo "favorable" de las juntas les prometió, se les obliga a pagar a las propias compañías imperialistas, por conducto del gobierno "antiimperialista" de México, una suma cinco veces más grande: ¡en lugar de recibir 26 millones, tienen que pagar más de 190, como su contribución a la famosa "deuda de honor"!
Sería difícil encontrar en toda la historia de la burguesía mundial otro ejemplo de un engaño tan perfectamente ejecutado. Bajo el chorro de palabrería patriótica acerca de la "liberación económica de México", se conoce el robo más gigantesco que conoce la historia. Los obreros instintivamente sienten que en realidad se trata nada más que de un robo, pero cegados por la idea de la "patria en peligro", no logran ver la verdad. ¡Ojalá que nuestra voz débil ayudara a algunos a entender la verdadera situación y despertarse de sus sueños e ilusiones!
La tarea del proletariado frente a las recientes nacionalizaciones
Si a los falsos líderes "marxistas" de México les falta el valor para caracterizar el verdadero significado de la nacionalización del petróleo y los ferrocarriles, aun menos arriesgan hablar de la tarea del proletariado frente a esas nacionalizaciones hechas por la burguesía y en el beneficio de la burguesía.
Engels. al contrario, habla con toda claridad y franqueza de esta tarea. Él, por supuesto, no sabe nada del "apoyo al gobierno" que preconizan esos traidores de su clase. Al contrario: el único camino que él señala frente a las nacionalizaciones de la burguesía es la toma del poder estatal por el proletariado y la transformación de la propiedad de los capitalistas, inclusive la propiedad del estado capitalista, en propiedad del estado proletario. Él indica con plena claridad cuál es la única lección que los trabajadores deben sacar de la transformación de la propiedad de capitalistas individuales y de compañías capitalistas en propiedad del Estado capitalista: "El régimen capitalista de producción, al atizar cada vez más intensamente la conversión en propiedad del Estado de los grandes medios de producción, señala ya por sí mismo el camino por el que esa transformación hade operarse: el proletariado toma el poder Estatal y empieza convirtiendo los medios de producción en propiedad del Estado", por supuesto de su Estado, el Estado proletario, la dictadura del proletariado.
La tarea del proletariado mexicano es, entonces, no sacrificarse para que la industria petrolera y los ferrocarriles rindan beneficios para los capitalistas imperialistas y "nacionales", sino conquistarlas, quitarlas a la burguesía por medio de la revolución proletaria.
¡Esta es la única lección que debemos sacar de las recientes nacionalizaciones!
Grupo de Trabajadores Marxistas