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En las primeras semanas de diciembre (2006) se ha anunciado la muerte de Augusto Pinochet, el militar que en 1973 asumiera el control del gobierno de Chile. La férrea dictadura impuesta por Pinochet, sustentada en la bota militar, la cárcel y la picana, no es, sin embargo, un accidente histórico o la responsabilidad exclusiva de un individuo sanguinario, es la expresión del capitalismo en su forma más brutal.
Es evidente que el gobierno de Pinochet extendió el terror, profundizó la opresión y amplió los niveles de explotación de la clase obrera, pero todo ello fue llevado a cabo con la vigilancia especial de la gran democracia norteamericana, y aquellos gobiernos democráticos, como el de México (encabezados en ese momento por Luis Echeverría, 1970-76 y López Portillo, 1976-82), aunque se negaban a reconocer al gobierno militar y daban asilo a los perseguidos por el gobierno chileno, aplicaban la misma política represiva que Pinochet, lo que nos dice que dictadura y democracia son formas del mismo dominio del capital.
El gobierno de Pinochet, lo mismo que el de Allende fueron producto de la pugna imperialista y aún cuando pueden diferenciarse en algunas formas, ambos gobiernos manifiestan el carácter bestial del capitalismo.
La democracia sostenida por el gobierno de izquierda de Salvador Allende (1970-73), a pesar de estar sostenida por un discurso radical, no deja de exponer una gran fiereza contra los proletarios. Las nacionalizaciones de empresas en las que funda el perfil de izquierda de su gobierno, son acciones con las que busca impulsar la acumulación de capital nacional, por ello, con la misma saña con que lo hiciera Pinochet, no duda en usar la represión contra los trabajadores de las mina El Teniente y Chuquicamata, cuando en mayo y junio de 1973 realizan huelgas y movilizaciones por incrementos salariales. De manera que el gobierno de izquierda de la Unidad Popular no ponía en peligro al sistema de explotación capitalista, no obstante, representaba dentro de la estrategia político-militar (determinada por el período de la “guerra fría”) un paso adelante de parte de la fuerza imperialista opositora de los EUA, es decir la URSS. Por ello, con el golpe militar, los EUA lograron detener el avance de su oponente imperialista, a la vez que aprovecharon el espacio ganado para incorporarlo en su proyecto económico. Justamente el período en que se presenta el golpe de Estado en Chile (1973) es la fase de agudización de la crisis capitalista mundial (1974), por lo que usan esta región como “laboratorio” para probar sus “teorías” y políticas “anti recesivas”, sustentadas en la aplicación de salvajes formas de explotación, posibles de llevar a cabo fácilmente por la militarización generalizada existente, sin embargo, aún cuando el terror de Estado expone en toda su dimensión la violencia que “es, por sí misma, –como decía Marx– una potencia económica” (El Capital, T-I), no puede evitar el peso de la crisis, y las medidas que la dictadura militar llevó a cabo para enfrentarla, se vuelve luego una carga, por lo que el mismo capital considera como una necesidad el retorno a la democracia.
La “renovada” democracia en Chile no dejo de usar continuamente como mecanismo de dominio ideológico la posibilidad del juicio de Pinochet, sin embargo la burguesía mantenía el acuerdo de proteger al hombre que tantos servicios le ofreciera. La justicia que la prensa y la izquierda del capital imploraban se aplicara a Pinochet, eran (y son) lloriqueos hipócritas que buscaban sembrar esperanzas entre los trabajadores de que el capitalismo, su democracia y sus instituciones pueden “limpiar la historia” y ofrecer un “mundo mejor”, sin embargo mientras exista el capitalismo seguirán existiendo sátrapas y torturadores del calibre de Pinochet, que lo mismo actúan desde gobiernos dictatoriales o desde democracias, por ello los trabajadores deben de tener en claro que todos los gobiernos (tanto de izquierda como de derecha) llevan como fin la perpetuación del sistema de opresión y explotación, por eso no basta con cambiar gobiernos o individuos, para lograr la verdadera transformación de este reino de la necesidad se requiere la destrucción del capitalismo.
Tatlin/diciembre-2006