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En los dos anteriores artículos consagrados a este tema (ver RM 89 y 93) hemos visto que la propaganda sobre las deslocalizaciones sirve esencialmente como medio de chantaje para forzar a la clase obrera a aceptar salarios cada vez más bajos y condiciones de trabajo más degradadas.
La crisis irreversible que conoce el capitalismo se traduce invariablemente por el lanzamiento masivo de obreros al desempleo. En este contexto, la fuerza de trabajo, cuya explotación constituye la fuente de beneficio capitalista, ve bajar más su precio, (como toda mercancía abundante en un mercado saturado), la reducción drástica de costos de producción (en el primer plano de los cuales se encuentra el salario) es el único medio a disposición de la burguesía para sostener la competencia en los mercados cada vez más estrechos y saturados de mercancías. Después de casi cien años que se encuentra en su fase de declive histórico, el sistema capitalista demuestra hasta que punto no puede ofrecer otro porvenir a los que explota más que un empeoramiento cada vez mayor de sus condiciones de existencia: desempleo masivo y pauperización absoluta o hundimiento de franjas más y más importantes de la población, incluyendo a los que disponen de un trabajo.
En su lucha, la clase obrera tiene la misma tarea en todo. No puede más que lanzarse a la lucha para tratar de limitar los efectos de la explotación. La única perspectiva realista que le permitirá poner fin a todos los tormentos a los que le condena el sistema capitalista es de atacar las causas de su explotación. La única salida a la crisis económica capitalista es la única vía que permitirá al proletariado acceder a una existencia digna pasando por la abolición del carácter mercantil de la fuerza de trabajo, es decir, la destrucción de las relaciones sociales capitalistas y la abolición del salariado a escala mundial.
Una campaña contra el proletariado
Las deslocalizaciones son también directamente utilizadas para atar al proletariado a la ideología de la competencia, a encerrarlo en el marco de la defensa del capital nacional y someterlo así a sus imperativos. Es lo que busca en primer lugar la propaganda burguesa erigiendo la idea según la cual el Estado capitalista podría ser un “defensa protectora” contra los “perjuicios de la mundialización”. Tenemos el ejemplo en EU con el cuento sobre las disposiciones tomadas para “prohibir a las empresas que deslocalicen participar en las ofertas públicas”, así como la sobrepuja en las presuntuosas iniciativas parlamentarias del campo demócrata para hacer “obligatoria una consulta con el personal y autoridades de la región antes de realizar cualquier transferencia de producción al extranjero” [1] El bla-bla del gobierno, como su oposición, luego del cual “hay que actuar en este país, para garantizar a los ciudadanos los empleos nacionales” (G. Bush) busca reforzar la mistificación de un Estado “por encima de las clases” y “al servicio de todos los ciudadanos” y mantener la ilusión de una posible conciliación de los intereses de la clase dominante con los de la clase obrera en el marco nacional. Todo lo contrario, el Estado no puede en ningún caso constituir un aliado para los obreros. Este es el garante de los intereses de la clase dominante en el mantenimiento de su sistema de explotación y a la vez, herramienta sus manos para orquestar los ataques contra el proletariado. Como muestra la guerra económica sin piedad entre todos los estados del mundo así como el estallido de conflictos guerreros, el Estado nacional constituye el medio por el cual las diferentes naciones libran una competencia desenfrenada. El Estado no es de ninguna manera una tabla de salvación para la clase obrera sino al contrario, uno de sus enemigos más temibles. Por tanto, en su lucha, el proletariado debe confrontarse con el Estado.
Por otra parte, la propaganda burguesa, al trasladar la responsabilidad de la degradación de las condiciones de vida del proletariado occidental sobre los obreros polacos, chinos o hindúes, constituye un repugnante trabajo de división entre las diferentes partes del proletariado mundial. Por ejemplo, a fines del 2004 y durante el año 2005, la burguesía hizo del “conflicto” Vaxholm, en Suecia, el modelo de la lucha “antiliberal”. El empleo de obreros letones en un taller pagados con un salario más bajo que los obreros suecos, sirvió a los sindicatos para orquestar una gigantesca campaña ampliamente utilizada por la burguesía, dentro y fuera de este país. En nombre de la “solidaridad” y el “rechazo de la discriminación entre los trabajadores”, el bloqueo de la obra por varias federaciones de sindicatos, con la consigna “¡Go home!” terminó por privar de su salario a los obreros letones, obligados a renunciar, y desembocó en una vasta movilización nacional para reunir a los obreros tras los poderes públicos, el gobierno socialdemócrata y los sindicatos por la “protección del modelo social sueco” y la defensa del ¡“código de trabajo, nuestra seguridad”¡ Esta experiencia no muestra más que una cosa: se encierra al proletariado, fracción por fracción en la defensa de “sus” condiciones de explotación en el seno de cada nación capitalista, al segmentarlo en entidades opuestas y en competencia. Buscando atrapar a la clase obrera en el marco de la defensa del capital nacional y su terreno nacionalista, la burguesía se consagra en oponer entre sí a los proletarios y prohibirles toda posibilidad de unidad y solidaridad obrera más allá de las fronteras.
Una sola clase internacional, una sola lucha solidaria
La cuestión de la solidaridad posee ya una forma concreta, cuando los patrones ponen en competencia a los obreros de los diferentes sitios geográficos de una misma empresa, por medio de las deslocalizaciones.
La solidaridad obrera está necesariamente destinada a tomar una dimensión primordial en el porvenir de la lucha de clases. Así, en todos los países de origen, como los de destino de las deslocalizaciones, ninguna fracción del proletariado queda atrás de la actual retoma de las luchas que provoca la crisis económica en las cuatro esquinas del planeta. Nuestra prensa ya ha dado fe de luchas obreras en India (Ver nuestro sitio internet), en Dubai o en Bangladesh (RM No.______). En China también se desarrolla un número creciente de luchas obreras que “Hoy han ganado hoy al sector privado y las fábricas de la China costera que se dedican a la exportación. Fábricas contratadas por sociedades extranjeras gracias a una mano de obra numerosa y dócil. (…) porque los obreros, sobre todo las nuevas generaciones son cada vez más concientes de sus derechos. También han alcanzado un punto donde la situación ya no es aceptable”[2]. En Vietnam, a finales del 2005 e inicios del 2006, el país fue sacudido durante varios meses por una oleada de huelgas espontáneas emprendidas fuera de todo control sindical e implicando más de 40 mil obreros de zonas francesas de Saigón y regiones interiores. “El conflicto sobre los salarios y condiciones de trabajo comenzó en diciembre en Vietnam (…) donde docenas de compañías extranjeras instalaron fábricas para sacar provecho de la enorme masa de mano de obra a bajo costo. (…)Esta oleada de huelgas espontáneas, consideradas como la peor desde el fin de la guerra de Vietnam (…) comenzó hace ya casi tres meses principalmente en las fábricas con capitales extranjeros situadas en la periferia sur de Saigón”[3] Se encuentran las mismas tendencias que caracterizan las luchas obreras actuales que ubican en su centro la cuestión de la solidaridad obrera e implica simultáneamente a decenas de millares de obreros de todos los sectores. A partir del fin de diciembre “los paros se han sucedido durante más de un mes y se endurecieron luego de un paro de trabajo de 18 mil asalariados, con Freestend, una firma taiwanesa donde se fabrican zapatos para marcas como Nike y Adidas”[4]. El 4 de enero, “en la región de Linh Xuat, provincia de Thuc Duc, once mil empleados de seis fábricas se fueron a huelga para exigir un aumento de salario. En los días siguientes, estas huelgas ganaron a las fábricas de Hai Vinh y Chutex. El mismo día, cinco mil empleados de la sociedad Kollan & Hugo se unieron a la huelga para demandar que los salarios mínimos sean aumentados. (…)A la sociedad Latex, los 2 340 empleados se fueron a huelga en solidaridad con la de Kollan y demandaban un aumento de 30% para los salarios más bajos. Estos obreros se dirigieron a la sociedad Danu Vina, invitando a los miembros del personal a unirse a su huelga. El 4 de enero, los trabajadores vietnamitas de la plantación Grawn Timbres Ltd, en la provincia de Binh Duong, cerca de Saigón se manifestaron contra la reducción súbita de salarios sin previo aviso ni explicación. El mismo día miles de empleados de la empresa Hai Vinh, Chutex, situada en la misma región industrial que la plantación Grawn Timbres Ltd se van a huelga para protestar contra los salarios. El 9 de enero las huelgas en estas regiones continua. En el suburbio de Saigón estallan cuatro nuevas huelgas en las cuales participan miles de trabajadores”[5]. En el mundo capitalista, la competencia constituye la raíz de las relaciones sociales y la burguesía la aprovecha para dividir y debilitar al proletariado. Este no puede desarrollar su propia fuerza más que oponiendo a la competencia ambiente su principio de solidaridad de clase. Solo esta solidaridad permite el desarrollo de la lucha obrera como verdadero medio de enfrentarse al Estado y como base del proyecto de sociedad alternativa a este mundo del cada uno para sí: la sociedad sin clases, la del comunismo. Esta solidaridad no puede evidentemente concebirse más que en el plano internacional. En la sociedad actual, la clase obrera, es la única clase apta para desarrollar una solidaridad a escala mundial. Además, muy rápidamente el movimiento obrero ha sabido afirmar su carácter internacional. Así, en la época de Marx, una de las razones inmediatas que condujeron a la fundación de la Internacional fue la necesidad para los obreros ingleses de coordinar su lucha con los de Francia, de donde los patrones trataron de hacer venir rompehuelgas. “la crisis económica acentuó los antagonismos sociales, y las huelgas se sucedieron en todos los países de Europa Occidental. (…) En muchos casos, (la Internacional) logró impedir la introducción de rompehuelgas de huelgas extranjeras, y allí donde los obreros extranjeros, en su ignorancia de las condiciones locales, hacían oficio de rompehuelgas, les llevó muchas veces a practicar la solidaridad. En otros casos, organizó suscripciones para apoyar a los huelguistas. Esto no solamente daba a los huelguista un apoyo moral, sino también provocaba con los patronos un verdadero pánico: no estaban ante un asunto de “sus” obreros, sino ante una potencia nueva y siniestra, disponiendo de una organización internacional”[6]. El proletariado nunca es tan fuerte como cuando se afirma ante la burguesía como fuerza unida e internacional.
Scott, julio de 2006.
[1] L´Expansión, 13 de febrero, 2004.
[2] Le Monde, 14 de octubre del 2005.
[3] Dépéche AFP del 15 de marzo, 2006.
[4] Courier International No. 796.
[5] “Huelgas masivas en Vietnam por obtener salarios decentes” en Viettan.org. “En breve, el gobierno compró la paz social imponiendo a las firmas extranjeras, sobrerrepresentadas en Vietnam, un aumento de 40% del salario de sus obreros. Pero 40 % no es la gran cosa: alrededor de 870,000 dongs, o sea 45 euros mensuales para las maniobras empleadas por las firmas extranjeras y la mitad menos para los que trabajan en las industrias locales. Una recuperación insignificante a pesar de un crecimiento fulgurante, el salario mínimo no había cambiado desde hacía…siete años”.(Marianne núm. 470 del 22 de abril, 2006).
[6] B. Nikolaïevski, O. Maenchen-Helfen, La Vida de Karl Marx, NRF, Gallimard, p. 317.