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"Más que en cualquier otra clase, en la historia de la humanidad, en el proletariado abundan los ejemplos de personajes revolucionarios de gran nobleza, de militantes plenamente dedicados a la causa, de luchadores infatigables, de mártires, de pensadores y de hombres de acción. Esto es debido al hecho de que al revés de lo que sucedía en las anteriores clases revolucionarias en la historia -que luchaban contra las clases reaccionarias pero para sustituir la antigua dominación por la nueva, para someter a la sociedad a una nueva esclavitud y servidumbre que beneficiara a sus egoístas intereses de clases privilegiadas- el proletariado no tiene privilegios que conquistar." ("Las tres L: Lenin, Luxemburgo, Liebknecht". Publicado en L'Etincelle, periódico de la Izquierda Comunista de Francia. 1976)[1]
El movimiento obrero cuenta con tantos militantes ejemplares que no nos es posible rendirles homenaje a todos; hay sin embargo algunos que por encarnar de un modo especial la pasión revolucionaria queremos proclamar aquí su memoria. Son tres de aquellos que vivieron las difíciles pruebas del periodo de contrarrevolución de los años 1920 y 1930 y del que siguió a la Segunda Guerra mundial. Hablamos de León Trotsky, muerto hace 60 años; de Anton Pannekoek, desaparecido hace 50 años, y de Jan Appel, fallecido hace 25 años. A pesar de sus muy diferentes trayectorias, de las divergencias, a veces muy profundas, que mantenían entre ellos y a pesar de sus errores políticos, estos fieros luchadores del proletariado vivieron sincera y exclusivamente para la defensa de los intereses de su clase.
Trotski
Durante la Segunda Guerra mundial, tras una vida militante apasionada y consagrada por completo a la causa de la clase obrera, Trotski murió, como revolucionario y combatiente, asesinado por un golpe de piolet asestado por un agente de la GPU. A pesar de los graves errores políticos, las aportaciones de Trotsky al movimiento obrero son inmensas. Arrestado muchas veces durante su vida, expulsado y exiliado no paró nunca de trabajar por la perspectiva revolucionaria. Orador extraordinario y, desde muy joven, propagandista activo en el periódico socialdemócrata Iskra fue presidente del Soviet de Petrogrado durante la Revolución de 1905. Pese a sus importantes divergencias con Lenin y a su exilio forzoso en Estados Unidos vuelve a Rusia y al Partido Bolchevique en mayo de 1917. Su papel en la Revolución de Octubre será tan determinante como el que jugará en la formación y organización del Ejército Rojo, futura defensa de la Rusia revolucionaria contra los ataques de los ejércitos Blancos contrarrevolucionarios y los aliados, coaligados para masacrar la "peste comunista"[2]. Le tocó no obstante hacer de negociador principal en la Paz de Brest Litovsk con Alemania, en marzo de 1918, que permitió a la población rusa un respiro temporal, aunque fue muy criticado por su participación. Trotski estará, también del lado de Lenin, entre los artífices de la Internacional Comunista, donde será redactor de numerosos textos fundamentales. Su "Historia de la Revolución rusa" es una referencia fundamental para comprender y deducir toda la importancia de este acontecimiento histórico. La herencia literaria de Trotsky, que tanto en el plano político, histórico, cultural o teórico es inmensa, contiene en sí el lema de Marx, que él hizo suyo: "nada de lo que es humano me es extraño". Su trabajo teórico sobre la "Revolución permanente", pese a los errores de análisis que la acompañan (por ejemplo, la necesidad de que el proletariado lleve a cabo la revolución burguesa en los países donde la burguesía es muy débil para vencer por sí misma al feudalismo) será una de las palancas del odio precoz de Stalin hacia él. Y no es extraño: esta teoría contiene la idea de que las revoluciones del siglo XX no pueden conformarse con objetivos burgueses y nacionales y se opone a la teoría del "Socialismo en un solo país" y a la "revolución por etapas", que serán las bases del estalinismo en los años 1920 y 1930.
Trotsky, que solía recordarnos que "la realidad no perdona un solo error a la teoría", defendió en sus últimos años numerosas posiciones oportunistas tales como: la política de entrismo en la socialdemocracia, el frente obrero único, la naturaleza de la URSS, etc. (posiciones que la Izquierda Comunista criticó, con toda razón, en los años 1930) pero él jamás entró en el campo enemigo, el de la burguesía, como los trotskistas hicieron después de su muerte. Respecto a la guerra imperialista, Trotski siempre defendió la posición tradicional del movimiento revolucionario; es decir, la transformación de la guerra imperialista en guerra civil. En el manifiesto llamado "Alarma", de la IV Internacional, que redactó para tomar posición sin ambigüedades y desde el único punto de vista del proletariado revolucionario frente a la guerra imperialista generalizada, se puede leer: "La IV Internacional construye su política no sobre los triunfos militares de los Estados capitalistas sino sobre la transformación de la guerra imperialista en guerra de obreros contra capitalistas para abatir a las clases dirigentes de todos los países por medio de la revolución socialista mundial" ( "Manifiesto de la IV Internacional"; mayo de 1940, página 75. Tomo XXIV de las Obras de Trotsky); algo que los trotskistas olvidarán y traicionaran precisamente en el momento en que se intensifica la guerra mundial imperialista y cuando para la burguesía mundial y particularmente para Stalin era crucial el asesinato de Trotski[3].
Para asentar su poder y desarrollar la política que lo convirtió en el principal artífice de la contrarrevolución, Stalin eliminó primero a numerosos revolucionarios, antiguos bolcheviques, enviándolos a los Campos de Concentración, en especial a los que fueron compañeros de Lenin, los artífices de la Revolución de Octubre. Pero esto no le bastaba, el más peligroso de los bolcheviques, aunque en el extranjero, continuaba siendo Trotski. Stalin en su persecución logra el primer objetivo haciendo asesinar a su hijo León Sedov en 1938 en Paris. Ahora ya es directamente a Trotski a quien es necesario suprimir. Su eliminación iba a ser mucho más significativa que la de otros viejos bolcheviques y miembros de la Izquierda comunista rusa.
Anton Pannekoek
El 28 de abril de 1960 muere A. Pannekoek.
Quien dejaba tras de sí más de cincuenta años de combate por la clase obrera fue, a comienzos del siglo XX, uno de los grandes defensores de los intereses de la lucha proletaria, un luchador comprometido en el combate contra las tendencias revisionistas -cuyo representante más significativo era P. J. Troelstra- en el movimiento obrero holandés y que, junto con Gorter, denunció toda clase de colaboración con las fracciones liberal-progresistas de la burguesía parlamentaria: "Cualquier actitud conciliadora o concesión que nos aproxime a los partidos burgueses o al abandono de nuestras reivindicaciones no son medios válidos para obtener cosa alguna; todo lo contrario. El refuerzo de nuestras organizaciones, en número, conocimiento y conciencia de clase será la manera de que nuestras exigencias aparezcan a los ojos de la burguesía como fuerzas amenazadoras y terroríficas". (Anton Pannekoek y Herman Gorter, "Marxismo y revisionismo". En el Nieuwe Tijd. 1909).
Se traslada a Alemania en 1906, donde impartirá cursos en la escuela del SPD. Los conflictos entre él y la dirección del Partido, particularmente con Kautsky, no tardaron en aparecer, sobre todo a raíz de las divergencias acerca de la acción autónoma de las masas obreras. En 1911 fue el primero de los socialistas, tras Marx, que reconoció la derrota de la Comuna de París, que entendió que la lucha de los obreros contra la dominación capitalista no tenía otra alternativa que la destrucción del Estado burgués: "La lucha del proletariado no es simplemente la lucha contra la burguesía por el poder del Estado; es también una lucha contra el poder del Estado". Cita en: "El Estado y la Revolución": V. I. Lenin.
Al estallar la Guerra mundial de 1914 toma firmemente posición en contra de la traición de los líderes socialdemócratas en la Segunda Internacional. Durante la guerra simpatiza con el ISD de Bremen y el SPD de los Países Bajos (Holanda) publicando artículos en contra de la política de guerra. En una carta a Van Ravensteyn, fechada el 22 de octubre de 1915, explica qué es lo que le ha motivado a aliarse a la iniciativa de la Izquierda de Zimmerwald. Más tarde expresó su solidaridad incondicional con los obreros rusos, que se habían organizado en soviets y tomado el poder en 1917, propagando siempre la necesidad de una revolución mundial. Escribía entonces: "Lo que nosotros, desde hacía tiempo, esperábamos que ocurriese ha sucedido. Los días siete y ocho de noviembre, los obreros y soldados de Petrogrado han derrocado al Gobierno Kerenski. Es probable (...) que esta revolución se extienda a Rusia entera. Un nuevo periodo comienza y no sólo para la Revolución rusa sino para la Revolución proletaria en Europa." (A. Pannekoek: "La revolución rusa III" -NieuweTijd 1917, página 560; "La revolución rusa VIII" -NieuweTijd 1918 p. 125).
Cuando la mayoría excluida del KPD funda en abril de 1920 un nuevo partido, el KAPD, Pannekoek fue el gran inspirador del Programa de esta organización política. En ese Programa se recogían las posiciones más importantes del nuevo periodo. Pannekoek era, al principio de los años 1920, (lo mismo que Rosa Luxemburgo hasta su asesinato en 1919) un defensor, crítico es cierto, encarnizado de la Revolución de octubre. Todo esto, sin embargo, no le impidió finalmente sacar lecciones erróneas de la derrota de la Revolución de octubre de 1917 en Rusia; llegando, al respecto, a la conclusión de que los bolcheviques habían dirigido una revolución burguesa. ¿Por qué? Según él, no solo porque en la Rusia de 1917 todavía subsistían restos de feudalismo y de formas dispersas de producción pequeño burguesas, sino porque Lenin no comprendía la diferencia entre materialismo proletario y materialismo burgués. (Ver: John Harper -alias: Anton Pannekoek-: "Lenin filósofo". 1938)[4].
Para todo revolucionario actual la obra de Pannekoek, a pesar de sus errores ulteriores, continúa siendo una referencia esencial, junto a la de otros comunistas de Izquierda; es un puente entre la agotada Segunda Internacional socialdemócrata y la naciente Tercera Internacional comunista; periodo que va de 1914 a 1919 en el que él nunca dejó de proseguir su trabajo teórico. Como solía repetir: "Nuestro tarea es principalmente una tarea teórica: encontrar e indicar por medio del estudio y la discusión, la mejor vía de acción para la clase obrera." ("Carta de Pannekoek a Castoriadis" en "Socialismo o Barbarie" del 8 de noviembre de 1953).
Jan Appel
El 4 de mayo de 1985, con 95 años, se apagaba la vida de Jan Appel, la última gran figura de la Internacional Comunista. El proletariado no olvidará jamás esta vida; una vida de lucha por la liberación de la humanidad.
La oleada revolucionaria del principio del siglo xx no pudo entonces ir más lejos. Miles de revolucionarios marxistas murieron asesinados en Rusia y en Alemania; algunos incluso se suicidaron. Pero, a pesar de la larga noche de contrarrevolución, Jan Appel continúa fiel al marxismo y a la clase obrera, convencido de que la revolución proletaria había de llegar. Jan Appel se formó y templó en el movimiento revolucionario de Alemania y de Holanda a principios de este siglo. Combatió codo con codo junto a Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Lenin, Trotsky, Gorter, Pannekoek,... Luchó en la revolución en Alemania, 1919. Fue uno de los que no traicionaron jamás la causa del proletariado. Digno representante de esta masa anónima de generaciones muertas del proletariado, en su lucha histórica siempre renunció a la exaltación de los individuos y la búsqueda de la gloria. Como Marx y Engels, Jan Appel nunca se rindió a la prensa sensacionalista capitalista. Uno más de los tantos valerosos militantes revolucionarios anónimos, producto de la oleada revolucionaria del movimiento obrero de principios del siglo XX, ha dejado huellas que permiten a los revolucionarios actuales reemprender el camino y proseguir su obra. Jan Appel fue capaz de reconocer a quienes, también anónimos, incluso muy minoritarios, continuaron el combate comunista. Por eso, para la CCI fue un orgullo poder acoger a Jan Appel en el Congreso de fundación de la Corriente Comunista Internacional, en París en 1976.
Nacido en 1890 Jan Appel comenzó muy joven a trabajar en los astilleros de Hamburgo (Alemania). Desde 1908 fue un activo miembro del SPD. En los años terribles de la Guerra participó en los debates sobre los nuevos interrogantes que se planteaba la clase obrera: ¿Qué actitud tomar frente a la guerra imperialista? ¿Qué hacer ante las experiencias de la Revolución rusa? Esto le condujo -finales de 1917-principios de 1918- a unirse a los Radicales de izquierda de Hamburgo que habían adoptado una posición clara contra la guerra y por la revolución. Se adhiere al llamamiento de los IKD de Hamburgo, de julio de 1917, que exhortaba a todos los obreros revolucionarios a trabajar por la constitución de un USPD en oposición a la política reformista y oportunista de la mayoría del SPD. Empujado por los combates obreros de 1918, Appel se adherirá también al Spartacus Bund de Rosa Luxemburgo después de la unificación en el KPD(S), donde asumirá las responsabilidades del grupo en el distrito de Hamburgo. Basados en su participación activa en los combates de 1918 y en sus dotes organizativas, los participantes en el Congreso de fundación del KAPD designaron a Appel y a Franz Jung para representarles en Moscú ante la Internacional Comunista, donde debían discutir y negociar sobre la adhesión a la III Internacional y sobre la actitud traidora de la Central del KPD durante la insurrección en el Ruhr. Para llegar a Moscú tuvieron que desviar un buque. Una vez allí mantuvieron debates con Zinoviev, Presidente de la Internacional Comunista, y con Lenin. Basándose en el documento "El izquierdismo, enfermedad infantil del Comunismo" de Lenin, las discusiones fueron largas; refutando las falsas acusaciones de sindicalismo (es decir, de rechazar el papel del partido) y de nacionalismo.
Fueron necesarios varios viajes a Moscú para que el KAPD fuese admitido como organización simpatizante de la Internacional y poder así participar en el III Congreso, en 1921.
Appel fue siempre muy activo donde quiera que fuese enviado por el KAPD o el AAUD; aceptó ser responsable de la revista semanal Der Klasenkampf del AAU en la zona del Ruhr, donde permaneció hasta noviembre de 1923.
En el III Congreso de la Internacional Comunista, 1921, Appel, Meyer, Schwab y Reichenbach, fueron delegados para llevar las últimas negociaciones, en nombre del KPD, contra el oportunismo creciente en el seno de la IC. Intentan en vano formar una oposición de izquierdas con los delegados de Bulgaria, de Hungría, de Luxemburgo, de México, de España, de Gran Bretaña, de Bélgica y de los Estados Unidos. Con firmeza, ignorando los sarcasmos de de los delegados bolcheviques o los del KPD, Jan Appel -con el pseudónimo Hempel- al final del III Congreso se pronuncia sobre tres planteamientos esenciales para la revolución mundial actual; recordamos sus palabras: "Los camaradas rusos no son superhombres, necesitan un contrapeso y este contrapeso debe ser una tercera Internacional que liquide toda táctica de compromiso, parlamentarismo y viejos sindicatos." Hasta su muerte física Jan Appel estuvo convencido de que "La lucha de clases es lo único verdaderamente importante.". Nosotros continuamos su combate.
MW
[1] Ver: "Lenin, Luxemburg, Liebknecht: el proletariado..." en Acción Proletaria nº 205. Ene/mar 2009. Ver /accion-proletaria/200902/2475/accion-proletaria-n-205-15-de-enero-15-de-marzo
[2] Las dificultades enormes a las que tenían que hacer frente el Partido bolchevique y las masas trabajadoras, a nivel económico y militar, fueron utilizadas para justificar errores graves: la masacre de los trabajadores insurgentes en Kronstadt en 1921 y la ofensiva militar contra el movimiento de Makhno en Ucrania. Trotski no formó parte de aquellos que, en el partido Bolchevique, se opusieron correctamente a estos errores; de hecho, fue uno de los principales artífices de estos actos de represión.
[3] Robert Coulondre, embajador de Francia en el Tercer Reich, proporciona un testimonio elocuente sobre esto en la descripción de su reunión con Hitler, antes del estallido de la segunda guerra mundial. Hitler se jactaba del pacto que acababa de firmar con Stalin. Fanfarroneaba en torno a grandiosos triunfos militares. El embajador francés le habla, en un intento de hacerlo entrar en razón, de la posibilidad de tumultos sociales, del riesgo de revolución que causaría una guerra larga y mortífera, que acabaría destruyendo a todos los gobiernos beligerantes: "Usted piensa en sí mismo como el vencedor, pero ¿ha pensado Usted en otra posibilidad, en que el vencedor fuese Trotski?".
[4] Ver en Revista Internacional nº 27 Crítica de Lenin Filósofo de Pannekoek https://es.internationalism.org/node/2326