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En las últimas dos semanas hemos recibido 3 tomas de posición por parte de compañeros internacionalistas de Sevilla y Barcelona (España) y del colectivo Sociedad y Ciencia del Perú.
Estas tomas de posición muestran el desarrollo de una reflexión en profundidad sobre la lucha del proletariado y más concretamente sobre sus medios de lucha. Esta reflexión -como puede verse por el origen de los textos- tiene una dimensión internacional.
Si hemos agrupado los 3 textos es con la idea de estimular un debate internacional.
En este debate creemos que hay dos cuestiones que se plantean:
- ¿son los sindicatos un medio de lucha favorable al proletariado o son, por el contrario, un instrumento de la burguesía para desmovilizarlo, para hacer que cuelen los planes de austeridad que exige la crisis capitalista?
- ¿qué medios de lucha emplear? ¿son un instrumento válido las jornadas de acción, las acciones demostrativas unos por aquí, otros por allá, como muy justamente denuncia el compañero de Sevilla? O, por el contrario, ¿esos métodos de acción ligados al sindicalismo se han revelado un medio para fragmentar, dividir y desorganizar a los trabajadores?
Un debate sobre estas cuestiones creemos ayudará a que el proletariado se arme ante las tremendas pruebas que le esperan. Hace un par de días el gobierno Zapatero anunciaba durísimas medidas con los trabajadores como principales paganos. Pero en otros muchos países la perspectiva es la misma: Gran Bretaña, Francia, Italia, Irlanda... ¡No digamos Grecia! Así que en las luchas que inevitablemente se producirán las cuestiones antes enunciadas serán problemas candentes, que cientos de trabajadores necesitarán imperiosamente abordar.
Desde ese punto de vista y con ánimo de irle hincando el diente al debate quisiéramos hacer algunas precisiones a los textos de los compañeros.
Partiendo de la base que las 3 contribuciones se colocan en un terreno proletario de lucha contra el capitalismo y por la perspectiva comunista internacionalista, hay algunos pasajes que necesitan una reflexión.
El compañero de Sevilla denuncia muy bien el veneno que nos quieren inocular de la sumisión a una organización omnipotente, a un aparato que nos mantiene pasivos y atomizados y que solamente nos "otorga generosamente" la posibilidad de "luchar" cuando ellos convocan. Es decir, cuando mejor le viene al capital y a sus planes.
El "fetichismo de la organización" es efectivamente una de las armas con que cuentan los sindicatos y los partidos de izquierda del capital para tener controlados a los obreros, evitar que su movilización sea fuerte y eficaz, de esa manera los desmoralizan, les hacen encajar derrota tras derrota, facilitan pues los planes del capital.
Ahora bien, ¿habría que colocar los orígenes históricos de ese "fetichismo de la organización" en Lenin? No podemos abordar este tema aquí[1] pero nos parece que el fetichismo de la organización fue un vicio que se desarrolló en los sindicatos incluso cuando -como en el siglo XIX y principios del XX- todavía eran órganos proletarios[2]. A lo largo del siglo XX y XXI, ese fetichismo de la organización se ha transformado: de una debilidad que afectaba a órganos genuinamente proletarios se ha convertido en arma de los sindicatos para dividir, desmovilizar y rendir pasivos y despolitizados a los obreros.
El compañero de Barcelona habla de «sindicatos proletarios que están surgiendo y que irán surgiendo determinados por el desarrollo de la decadencia del Modo de Producción». ¿Dónde? ¿Qué experiencias avalan esta previsión? En la decadencia del capitalismo durante el largo siglo transcurrido, todas las tentativas de constituir nuevos sindicatos (sindicatos rojos, sindicatos de base, sindicatos radicales) han fracasado y en general han acabado convirtiéndose en competidores de los grandes sindicatos encargados de desmovilizar y de llevar a callejones sin salida a los obreros que intentaban romper con la cárcel sindical y desarrollar un combate autónomo como clase[3]. En el mismo sentido, los compañeros del Perú denuncian a "los líderes burócratas del sindicato". ¿Cabría la posibilidad de un sindicalismo sin burocracia o, más bien, la integración de los sindicatos en el Estado Capitalista como engranajes imprescindibles de su defensa hacen necesaria e inevitable esa burocracia?[4]
Por otro lado, estos compañeros afirman que el primero de Mayo « es una fecha de reivindicación de la lucha proletaria contra el capital y los Estados burgueses. Es una fecha en la cual, mostramos al mundo que existimos como clase revolucionaria». En sus orígenes eso fue cierto. Fue una acción internacional de solidaridad con los obreros masacrados en Chicago, se convirtió en plataforma reivindicativa para luchar por la jornada de 8 horas, en ese sentido, la jornada del Primero de Mayo era un momento de combate, de mostrar efectivamente al mundo que el proletariado es una clase revolucionaria.
Sin embargo, con la decadencia del capitalismo, con la integración de los sindicatos en el Estado que la acompañó, con la voluntad del capitalismo de Estado de someter a un estrecho control a los obreros, el Primero de Mayo se transformó en lo contrario: en una jornada de alistamiento del proletariado para las políticas nacionalistas, de capitalismo de Estado, de austeridad, o simplemente de desmovilización. En la antigua URSS el Primero de Mayo veía desfilar las armas de destrucción masiva que exhibía el régimen en su violenta confrontación con el bloque imperialista rival de USA.
Esta recuperación por parte del capitalismo de una antigua arma proletaria está relacionada con lo que planteábamos al principio: los métodos de jornadas demostrativas, de huelgas generales un día D, toda la panoplia de medios sindicalistas que tenían validez en el siglo XIX, hoy se han revelado no solo obsoletos sino negativos y desmovilizadores para el proletariado. Este, desde 1905, vuelve una y otra vez sobre métodos de lucha totalmente diferentes. Los métodos de lucha no son una herramienta neutra. Los propios del siglo XIX ligados al sindicalismo se han convertido hoy en un arma para desmovilizar, desmoralizar y dividir a los trabajadores. Los métodos del siglo XX cuya primera y gigantesca expresión fue la Revolución Rusa de 1905 son los únicos que pueden permitir al proletariado afirmar su fuerza, desarrollar su unidad y su solidaridad, defenderse contra el capitalismo y de forma concomitante avanzar hacia la única solución hoy realista a sus problemas y a los de toda la humanidad: la Revolución Comunista Mundial. El libro antes citado de Rosa Luxemburgo plantea este cambio histórico.
CCI 14-5-10
¡AHORA O NUNCA!
Como parte del proletariado nos pronunciamos en esta fecha histórica para nuestra clase. El 1ro de Mayo de 1886, nuestros hermanos de clase en USA, salieron a protestar y luchar masivamente; se organizaron grandes masas obreras, con palos, piedras y sus herramientas diarias de trabajo. ¿Qué exigían? ¿Qué reclamaban? ¿Por qué luchaban? Por lo mismo que nos hace salir a las calles este día. Por una sociedad sin explotación, por una sociedad donde los trabajadores no seamos mercancías que se compran y se venden en el mercado, por una sociedad sin clases sociales; en donde no existan más desposeídos, en donde nuestro trabajo sirva para los demás, para la sociedad en su conjunto y no para acrecentar el capital de un empresario. Por luchar y exigir esto, centenares de proletarios fueron asesinados cobardemente por los perros guardianes del capital, la policía; que no es otra cosa que el aparato represivo de todos los estados burgueses del mundo.
Hoy 1ro de Mayo, debemos entender que esta fecha no puede ser de celebración, un feriado más, un día para la diversión; es una fecha de reivindicación de la lucha proletaria contra el capital y los Estados burgueses. Es una fecha en la cual, mostramos al mundo que existimos como clase revolucionaria y que solo nosotros podremos conseguir con nuestra unión, organizándonos, la abolición de la explotación, de la esclavitud asalariada y una nueva sociedad, en donde el trabajo sirva para hacernos ricos a todos y no a un puñado de parásitos.
En estos últimos años el sistema burgués ha entrado en una crisis sin precedentes, nuestras condiciones de vida a nivel mundial son cada vez más paupérrimas, las empresas privadas o estatales nos pagan miserables salarios que no alcanzan para cubrir las necesidad más básicas, los despidos son comunes, el desempleo es una peste mortal que abunda en todos los países; el robo, la delincuencia, la prostitución, la drogadicción, etc. se han hecho algo normal en nuestras vidas, el sistema nos ha acostumbrado a vivir entre la basura, el desperdicio y la inmundicia mercantil.
Hermanos de clase ¡no más explotación!, ¡no más miseria para nosotros! Con nuestro trabajo, somos los que creamos todo, pero no tenemos nada. El Estado no es un ente neutro, imparcial, ellos legalizan la explotación, ellos lavan el cerebro al conjunto de la sociedad, nos tildan de revoltosos, terroristas, violentistas, nos hacen creer que la felicidad y la vida en paz son posibles comprando sus mercancías y siendo siervos y esclavos del capital. Vamos a seguir esperanzados en los políticos de izquierda, de derecha, en los líderes burócratas del sindicato, de los supuestos partidos que plantean un cambio por una vía burguesa (elecciones, parlamento, etc.) ¡No más engaño! ¡Basta de dejar que otros manejen nuestras vidas! ¡No permitamos más que otros manipulen nuestra lucha de clase!
A nivel mundial nuestra clase comienza a despertar y por fin podemos vernos a los ojos y comprender que todo nos empuja, nos conlleva, a la revolución proletaria. Hoy más que nunca, en todo el mundo, "la burguesía tiembla ante un revolución comunista", ya que no tenemos nada que perder en ella, excepto nuestras cadenas.
¡Viva
la lucha del primero de Mayo!
¡Abolición del capital, extranjero o nacional!
¡Solo nuestra clase cambiará la historia de explotación en el mundo!
¡Proletarios del mundo unidos!
El Círculo de Estudio Científico de Análisis Social "Sociedad y Ciencia" consciente de que el proceso revolucionario para la transformación de la sociedad, solo será realizado por las grandes masas oprimidas de la sociedad; convoca y llama a debatir desde la concepción científica, a todos los que sufren día a día los estragos miserables a los que nos somete el sistema capitalista. La transformación social es posible, compañeros, pero solo nosotros la podremos realizar. Ahora es momento de debatir, de sacar balances de las luchas históricas, para participar de manera correcta en los proceso de lucha actuales. No seguir más dioses ni dogmas, todo nos empuja a trabajar de una forma justa y correcta por una nueva sociedad.
¡Sin teoría revolucionaria, no hay movimiento revolucionario!
Escríbannos para coordinar y entablar la lucha teórica y práctica.
Primero de Mayo y las enfermedades infantiles
Las disputas organizativas imposibilitan desarrollar la lucha obrera
Lenin erró. No era el izquierdismo la enfermedad infantil que las teorías de los revolucionarios comunistas padecían. Quizás no vio (o no supo ver) que por encima de las posturas de todos aquellos osados que se disponían a refutar y rebatir sus posiciones existía un problema mucho más grave: el fetichismo por la organización.
La organización como ente supremo al que todo revolucionario debe supeditarse y debe respetar no era una idea nueva, que el Partido Bolchevique creó de la nada. La ruptura con las posturas revisionistas y oportunistas (de la llegada de la guerra se convirtieron en socialchovinistas) de la II Internacional no fue una ruptura plena en todos los campos del ejercicio teórico. Lo que antes era el partido o el sindicato en sí y para sí, como entes cuasi divinos que había que defender contra viento y marea y cuya función era la de articular al proletariado en su búsqueda de una sociedad mejor siguió siendo lo mismo en esencia; sólo que rehusó formular la inevitabilidad histórica del socialismo para alegría de los pocos marxistas revolucionarios ortodoxos que malvivían en organizaciones aisladas en aquellos entonces. Pero ulteriormente, el elemento leninista-bolchevique siguió conservando ese extraño fetichismo de la máquina que, históricamente, ha sido el muro de piedra al que han venido a chocarse los movimientos obreros de la Historia. Valga decir simplemente Kronsdat, donde no estaba en juego la revolución ni los Sóviets; estaba en juego el poder del Partido Bolchevique.
Si el leninismo como arma teórica de clase fue un paso adelante, dos pasos atrás fue convertirlo en el modelo. Así es que hoy en día aún pervive ese ideal de la máquina organizativa como la necesidad suprema de todo movimiento social, en especial obrero. No sólo es cuestión de los marxistas, en lo que esta amplia denominación pueda abarcar, sino también en muchos casos del propio anarquismo. La enfermedad infantil que padece toda teoría revolucionaria se puso de manifiesto el Primero de Mayo; posiblemente allí donde éste fuese ‘celebrado', proyectado como un ritual que, año tras año, lanza a la calle un número menor de obreros que se han cansado de los desfiles militares a los que las organizaciones nos llaman cada 365 días. El Día Internacional de los Trabajadores en Sevilla se movió entre lo esperpéntico y lo desesperante, con tres manifestaciones convocadas y miles de obreros diseminados en torno a diferentes pancartas y consignas en diferentes puntos de la ciudad. Marx decía que éramos una misma clase, que teníamos unos mismos objetivos. Creo que esa parte de la teoría marxista no entraba en el examen de "revolucionario" y decidieron no estudiarla.
La CNT partió con sus escasos efectivos desde la Alameda de Hércules. En torno a 30 personas marcharon desde un extremo de la misma hacia el otro, para luego continuar entre callejuelas poco transitadas. Los obreros congregados en la Alameda no acompañaron en solidaridad proletaria a los anarquistas porque estaban esperando la llegada de la manifestación de CGT-SAT, apoyada por IA, Nación Andaluza y Corriente Roja, entre otras. A la enorme base militante de estas organizaciones debemos de sumar el hecho de que fueron a comenzar la marcha más allá de la Macarena, alejados de cualquier lugar mínimamente poblado. Así, no era de extrañar que algunos de los trabajadores con los que me puse en contacto estuvieran que se subían de por las paredes ante semejante espectáculo. Cada uno marchaba por su lado, y este año, otra vez, los chirigoteros de CCOO-UGT volvían a llevarse el gato al agua. En pleno centro de la ciudad de Sevilla, y en colaboración con el PCE, se montó una pequeña caseta, regentada por gente en traje y corbata y bien custodiada por el burguesito medio que necesitaba saciar el gaznate con cerveza ‘comunista'. En la tarima que los chirigoteros habían dispuesto para que sus líderes se lanzaran a hacer proselitismo y demagogia de su actitud fascista trinaba música de los altavoces. Pero no era la Internacional, y dudo que en ningún lugar de Sevilla sonase la Internacional. Quizás en ningún lugar del Estado español. No interesaba en este día llamar a la unidad; porque la unidad obrera, entendida ésta como necesidad y a la vez resultado de su toma de conciencia de clase, pasa a día de hoy por superar el corsé impuesto por las organizaciones que hablan en su nombre (y en el de Marx, y en el de Engels, y en el de Durruti, Balius, etc.). Destruir las organizaciones obreras es destruir su aparato, puesto que el obrero siempre tiene espacio en su conciencia para permitir escuchar y debatir su programa. Si queremos la revolución, debemos de empezar por ahí; debemos de empezar por ser consientes que el trabajador debe de tomar las riendas de la misión que históricamente le corresponde. Los errores que pueda cometer siempre estarán sujetos a la crítica, y al menos, comprenderá que son ‘suyos' y no de los que se dicen hermanados en su misma lucha.
Lo que pasó en Sevilla no es un hecho aislado. Allí donde exista organización con ánimo de atribuirse la misión de elevar el proletariado a la cima de su labor histórica existirá el despotismo de la organización, esa pérfida máquina anacrónica y andrógina, sin vida y sin humanidad; que extiende sus largos brazos y acapara, llena de aprensión, impotencia y odio. La emancipación de la clase obrera será obra de ella misma o no será. No es que Marx fuera un ‘izquierdista'; es que supo sacar la conclusión que lo que nos une como clase es más de lo que nos separa como miembros de un aparato ajeno y extraño a nosotros. Los pueblos, al igual que las montañas, se unen por la base. Al menos existe un proletariado que lo ha comprendido. Larga vida al pueblo griego y su lucha contra el capital. Seguro que, en el Día Internacional de los Trabajadores, la calle y las luchas contra los policías fueron el mejor remedio contra la propagación de la enfermedad y la Internacional sonó en algún rincón de Atenas.
"La fiesta del trabajo" y sus festejantes
Para el proletariado es necesario seguir conmemorando el 1º de mayo, aunque no precisamente celebrando. Los organizadores sindicales del Estado sí celebran la fecha, aprovechando de paso para restregar por la cara a "la sociedad" su felicidad y optimismo de continuar cosechando "conquistas" ("sociales", para ciertas capas del proletariado, sectoriales, para los sindicados, para los profesionales del sindicato) que llegan a cambio de continuar sumergiendo y apresando a la lucha de clases en la matriz jurídica de la democracia. Hitler instituyó el 1º de Mayo a modo de "la fiesta del trabajo", táctica rápidamente copiada por las socialdemocracias de todo el mundo, variantes de matiz terminológica al margen ("día de los trabajadores", "día del trabajo", "día de lucha de los trabajadores", etc.). Ese concepto, que expresa una percepción ideológica, hermana a las clases en una condición "compartida" de actividad laboral: trabajadores son el Jefe de la Comisaría, el campesino que contrata a sus jornaleros, el Director de la Caja de Ahorros, el Capitán de guarnición, el organizador de Recursos Humanos en la empresa. Todos sujetos a las fatigas y miserias del trabajo. Integrantes en las filas de las abejas obreras, que tanto aportan a la colmena para regocijo de los "verdugos parásitos" de la jet set, los comentaristas que revolotean alrededor de ellos y comen de su plato, los políticos y la familia Real. Pero las clases y la condición potencial de fuerzas de transformación radical de la sociedad que éstas albergan, se definen con arreglo a la posición particular detentada dentro de la estructura de medios empleados para producir y para destinar lo producido. Por el contrario, la pseudo-clase trabajadora se erige sobre el pilar de participación mera en esa estructura, independientemente de a quién sirve esa estructura precisa por su misma composición y por el modo en que queda fijada la propiedad sobre sus componentes.
A pesar de esta mutación de sentido, los proletarios tenemos que seguir recordando y re-afirmando que el sentido del día no puede más que responder, desde una perspectiva de clase, a nuestra lucha contra la condición a que nos amarra el sistema de explotación, a pesar de la asociación mecánica actual entre tal día y contenidos "reivindicativos" y "por la organización de clase" (para seguir siendo clase: pequeño matiz).
Precisamente el "valor ciudadano" del 1º de Mayo, tan reclamado, aclamado y suspirado en su "restauración", es un contenido nuevo, que remite el significado de la fecha (y la de tantas otras "conmemoraciones") a una noción de "utilidad social" en abstracto, falaz y que encubre que, en una sociedad de clases, el valor es siempre objetivamente relativo a cada clase, y respectivamente antagónico. Incluso para el pequeño tendero que nada en la precariedad -y que no sabe cómo presionar a la burguesía que lo oprime-, el valor de una huelga o de una lucha choca necesariamente con el valor que la misma posibilidad de práctica tenga para los proletarios a quienes éste tiene en empleo, y que con su presencia en las calles pueden hacerle tener un día ruinoso de espantados ciudadanos que no entran a su negocio.
El sentido de la fecha ha cambiado diametralmente: lo que el proletariado decidió conmemorar fue una capacidad -un poder- que la clase, en su acción, despliega para imponer, siempre relativamente en el capitalismo, aunque sea un ápice sus necesidades de seres humanos contra un sistema que les reconoce las necesidades justas para tenerlo a punto a la jornada siguiente y para tenerlo en condiciones. Posteriormente, se ha pasado a conmemorar supuestas "conquistas" de derechos y de libertades recogidas (o a recoger) por la legalidad y amparadas (o amparables) por el Estado, conglomerado de leyes asistenciales y de supervisión estatal -vía inspección sindical y otras- a las empresas, que sencillamente traduce el dinamismo con que, en cada momento de su historia, el Modo de Producción tiene que ir re-acondicionando a la Fuerza de Trabajo, para lograrla en encaje hacia sí mismo y hacia sus propios cambios.
Libertad de sindicación
Los proletarios, en gran cantidad de ocasiones, se ven forzados a sindicarse porque, dado que los sindicatos del Estado ejecutan el totalitarismo de éste al nivel de la empresa y de las relaciones laborales, ni siquiera puede el proletario entrar a trabajar, en ciertos sectores, si rehúsa sindicarse. Una vez en el puesto, sólo hacen "carrera interna" los sindicados. Ante cualquier medida de reducción de plantilla, ante cualquier medida punitiva o represiva por parte de la empresa, la víctima es siempre el trabajador no sindicado. No es posible, por otro lado, plantear demandas si no es por medio del Delegado sindical, pues el totalitarismo de la democracia significa, entre otras muchas cuestiones, que el sindicato tiene el monopolio de "legitimidad" de "interlocución". Los sindicatos elaboran sus listas negras de obreros "salvajes" y se las pasan a los gestores de empresa (es decir, a sus colegas). Ante este panorama, el hecho de que aumente la sindicación no tiene ni más ni menos valor que el hecho de que, durante el franquismo, los obreros tuvieran que pasar por el embudo del nacional-sindicalismo.
Sin embargo, allí donde la clase puede zafarse de este cepo, los proletarios desertan de los sindicatos del Estado, o bien, cuando no pueden hacerlo porque eso significa su estigmatización e incluso estar "firmando" el parte sindical de su despido, los proletarios continúan formalmente encuadrados en el interior de esas estructuras, al tiempo que desarrollan modos de oposición y de insumisión a las mismas, e incluso intentan llevar adelante luchas autónomas aprovechándose del amparo legal y de los recursos materiales que necesitan y que sólo son empleables a través del sindicato.
Alerta máxima
Este año, desfilaba en la marcha sindical el propio Miquel Iceta, gerifalte del PSC: la burguesía se cierra en torno a todas dimensiones de sí misma cuando comprueba la creciente disensión entre aquellos a quienes tiene por meta aglutinar.
Hace por lo menos siete años que el Estado está incrementando sus partidas de financiación a CGT, porque ve en este sindicato un puntal de renovación de la oferta creíble. Estas artimañas, junto con el desgaste de otros sindicatos por su propio peso de evidencias, han provocado un aumento de proletarios sindicados allí.
Los sindicatos sí luchan
Los sindicatos "mayoritarios" (hemos visto en sus últimas marchas a qué "mayoría" arrastran tras de sí entre las decenas de millones de proletarios en España) desempeñan correctamente su trabajo: desmovilizar "movilizando"; crear nihilismo en el proletariado al publicitar mediáticamente su "modelo de lucha" escena tras escena televisada y fotografiada de Convenio Colectivo y de Acuerdo Marco o de Sector que traen deterioro tras deterioro adicional; invertir en Bolsa, siendo accionistas suculentos de algunas Sociedades de Capital, y promoviendo otras de las que gozan su propiedad real; luchar contra los óptimos de interés de la Patronal, para así beneficiar a los sectores ultra-minoritarios del proletariado a quienes realmente los sindicatos defienden, al tiempo que benefician a un espectro de "asalariados" formales pero que realmente forman parte de la burguesía al contener, sus salarios, parte de las plusvalías empresariales bajo la forma de presupuestos estatales transferidos a su nómina; velar por las necesidades del Capital en su conjunto al tiempo que, en democracia, luchan con legitimidad por sus intereses particulares propios de la fracción del Capital a la que pertenecen dentro de ese campo, lo que implica, por qué no, manifestaciones, movilizaciones, recogida de firmas, amenazas de movilizar a su rebaño y a parte del proletariado-carne de cañón, huelgas, etc.
No es que estén domesticados por el poder político: es que, junto con determinada fracción del poder político en España, los sindicatos componen una alianza de gestión respecto de la lucha que una fracción del Capital español libra contra otra fracción de éste, así como contra la burguesía no monopolista y contra la pequeña burguesía (que encuentran expresión política en algunos partidos nacionalistas, así como en un PP bipolar que intenta conciliar a las dos últimas con la burguesía monopolista, sobre todo con la empresarial "privada"). La alianza sindical con el partido del Capital monopolista de Estado, no obstante, lejos de significar mera gestión y servidumbre a esa fracción del Capital nacional, significa plena participación en el mismo, pues los empresarios hoy son políticos mañana, y al revés, el Estado es una empresa que cotiza en Bolsa con sus Bonos del Estado, el Estado es también un Banco de Bancos y la suprema -a nivel nacional- entidad de concesión de crédito, el Estado es también el repara-dificultades por las que atraviesa el Capital, especialmente en este estadio del Modo de Producción, etc. De este Estado, forman parte los sindicatos, en unidad con el PSOE en su combate de fracción dentro del campo de luchas de la burguesía consigo misma.
Imprudencias, estrategias de sujeción y disidencia proletaria sindical
El talón de Aquiles de los sindicatos "mayoritarios" es que han podido más sus intereses de fracción de la burguesía, de lo que les han podido sus obligaciones y su compromiso por controlar al proletariado y someterlo ideológicamente a las necesidades del Capital nacional español en su conjunto. Ese egoísmo dentro de su propio campo de clase, ha hecho que se les note demasiado su función, pues ni siquiera han querido escenificar luchas mínimas durante el gobierno de Zapatero, por miedo a que cualquier mínimo gesto abriera la Caja de Pandora y la chispa trajera el incendio. Eso no ha sido hábil, pues difícilmente podrán recuperar la imagen que se han encargado de ir desplomando con su aparente "negligencia", y eso para la burguesía es un problema del que no encuentra solución: han sembrado vientos y, claro, recogerán tempestad.
Precisamente una estrategia burguesa de solución ante este panorama de disidencia de clase respecto de las centrales sindicales mayoritarias, pasa por armar a la CGT. Pero, junto a este proceso, es cierto que los proletarios, determinados por sus necesidades inmediatas capitalistas a constituir sindicatos u otras entidades de lucha por condiciones, inauguran nuevas organizaciones, de momento con presencia tan sólo empresarial o en unas pocas empresas, pero erigidas desde una perspectiva no de empresa, sino de ser marco de lucha válidos para la clase y también de integrarla en sí. Esto es inevitable que lo hagan los proletarios, dada la situación en la que estamos, pero no trae en sí -y ni muchísimo menos por sí- elementos transmutables en una consciencia respecto de la necesidad de superar la propia economía de empresa, núcleo del atolladero económico en que la clase obrera, y el conjunto de la sociedad capitalista, se halla inmersa debido a su propia naturaleza competencial, y que el sindicalismo no rompe -el de clase tampoco-, sino que lleva al paroxismo. Porque su horizonte es la lucha entre capitalistas y proletarios, dentro de la matriz de Relaciones de Producción capitalistas, por la re-distribución del producto procedente de esa producción capitalista, y, como mucho, por el control de esa producción, lo que recrea una Economía en que, como mucho, el Capital también pierde, pero en la que es seguro que, gane él o pierda, el proletariado pierde con él.
Jamás he estado vinculado al sindicalismo, a no ser que la vinculación se refiera a la crítica que he transmitido durante años a compañeros sindicalistas (CNT y la creación sindical del Partido Comunista Internacional) con quienes he compartido marco de lucha o de discusión. Respecto de la lucha obrera en un sentido que excede siempre al sindical, desde mi condición de comunista procuro luchar por revolucionar esa misma lucha obrera, alentando a su superación. Porque, como tal lucha coagulada y petrificada en sí misma contra la clase enemiga pero sin auto-trascender su mirada hacia la superación de las clases, no trae ni puede traer más que -¡y eso como "consecuencia perceptible"!- un desgaste social hasta la total descomposición de la vida. Así como un reducir cada vez más la dimensión política de la vida a un pelearse por los frutos podridos engendrados por una maquinaria productiva que no ofrece nada, ni al nivel de la subsistencia para una porción creciente de la humanidad, ni al nivel de la cultura, ni al nivel de la ética, ni en el plano de aquello que podamos hacer con unas capacidades reducidas por el capitalismo a ser mero instrumento de subsistencia en lucha entre individuos, con uno mismo por reprimir la visión de uno y sus ideas, entre sectores, entre territorios, entre "naciones". Y poco importa que también entre clases si ello no pasa de librarse en el terreno -reflejo mecánico del propio capitalismo- de la auto-conservación a costa de conjugar para sí un mundo-objeto (tenido políticamente por objeto y verdaderamente devenido objeto).
Responsabilidades, beneficios y el clavo ardiente sindical
Una cosa es hablar del militante sindical con responsabilidades, contra-prestaciones, beneficio de transferencias presupuestarias estatales y empresariales que premian a las funciones de orden desempeñadas, y, más allá de esto, propiedad real sobre el Capital -inversión y beneficios- de empresas y de entidades de "acción social", etc. Es una persona que, además, se beneficia de la financiación estatal respecto de las labores sindicales de caridad, plano respecto del que ha habido una traslación desde sociedades religiosas, cada vez más restringidas en su papel y sometidas a un cerco de control de actividades, un boicot de publicidad por parte del Estado -que sólo la permite a ciertas cuotas relativamente contenidas-, y que así han pasado a la imagen de salvadora de "la sociedad" que aspiran a proyectar las centrales sindicales, en competencia con las fundaciones sociales del Capital financiero: Obra Social de La Caixa, Banco de Santander, BBVA, etc.
Cosa bien distinta es hablar del afiliado "de base", lo que significa, como he intentado explicar, afiliado por "conveniencia" o, mejor dicho, por chantaje laboral. Por supuesto que existen miles de obreros sindicados "por voluntad propia", lo que significa, llevados por la dominación ideológica a afiliarse y/o en respuesta de que, sobre la base de la propia tiranía empresarial, la democracia extrae su fuerza sindical de atracción, pues quien está entre la espada y la pared tiene que defenderse con lo que hay, y lo que hay -no olvidemos que en régimen de monopolio respecto de los acuerdos por condiciones que la Patronal y el Estado reconocen como vinculantes- ahora son los sindicatos. La "situación" de estos proletarios sindicados responde a su condición de proletarios bajo un orden económico que carece de fuerzas por sí mismo para hacer compatible su auto-reproducción con la integración del proletariado como tal. Esa miseria en desarrollo no se debe, en su generación, a los sindicatos (aunque corre, en parte, a cuenta de ellos en su condición de contratantes y de explotadores de Fuerza de Trabajo), pero sí se encargan, los sindicatos, del mantenimiento y reproducción de la misma. Sobre esta misma miseria se alzan, cobrando relativa fuerza, esos mismos sindicatos que la mantienen, puesto que ésta es un reclamo de sindicación (aunque, como habréis visto durante la manifestación en Barcelona, cada vez menos, pues los sindicatos están ya casi tan "socialmente" y referencialmente alejados del proletariado, como lo están objetivamente por su función).
Las circunstancias de los afiliados son las típicas de cualquier régimen totalitario, como la democracia es: miedo a caer en el precipicio de la estigmatización y de los informes sindicales a las ETTs y a las empresas en general, en caso de salir del rebaño. Y, contradictoriamente, miedo a ser señalados cada vez más por un proletariado que sufre en su carne las funciones sindicales, y que no siempre distingue -ni tiene por qué- entre la estructura, la dirección y la base sobre cuya espalda, cuotas y confianza mínima se arman esas dos primeras dimensiones.
Sindicatos ambiciosos y exitosos en Estados proveedores: la Europa del Norte
El colonialismo primero, y el imperialismo más tarde -con su continuidad y exacerbación militar, de explotación industrial, financiera, de inversiones, de cobro de créditos, etc.- produjeron una cantidad de presupuesto -Capital centralizado por el Estado- que, junto a la plusvalía relativa que se había hecho posible a partir de la revolución de las técnicas y tecnologías productivas, dieron lugar a una porción relativamente cuantiosa de proletariado que participaba de las migajas de la sobre-explotación de otros proletarios -imperialismo- y de ellos mismos -plusvalía relativa en ascenso que parecía "imparable". Sobre esa base material, los sindicatos pasaron de ser incorporados pacífica y cordialmente a la entente trilateral -Estado, Patronal, Sindicatos- de negociaciones y de repartición más o menos conflictiva, más o menos dialogante y armónica, de la plusvalía procedente de la explotación del proletariado. Así construyeron entre todos ellos un "Brave new world" -lleno de suicidios, de depresiones, de episodios de violencia anti-sociable y de alcoholismo, por cierto- donde la lucha de clases parecía, "al fin", definitivamente metida dentro del cajón del Corporativismo social -organicismo basado en la idea, y, hasta cierto punto, en la consecución de beneficios para todos gracias a la buena marcha de la economía nacional. Igual que territorios y partidos que representan a las fracciones territoriales de la clase dominante, compiten en los Parlamentos por leyes y por alianzas, acuerdos, adjudicación de comisiones, etc., que les beneficien particularmente, en ese mismo fair play parecían destinados a poder competir -y colaborar, según el caso- los obreros de esos "países nórdicos" y los burgueses de estos mismos Estados. Esa abundancia de beneficios -vía imperialismo y plusvalía relativa- posibilitó armar un Estado que participaba en todo y se metía en todo, todo lo regulaba..., y por su inflación misma de tamaño y de funciones, daba de comer a tantos trabajadores, que estos empezaron a formar sindicatos para presionar al propio Estado que los contrataba, por llevarse cuanto más mejor. Ese terreno, que parece el obvio y "natural" para ese contexto de crecimiento, consistente en que las clases antagónicas están comúnmente integradas por la relación social básica que las define (Capital-trabajo asalariado), explica las altas cuotas de afiliación. Los sindicatos eran -y, aunque en mucho menor grado, continúan siendo- en esos Estados el ente político de los intereses de fracción de clase -de los intereses obreros del proletariado nacional que trabajaba paralelamente a otros proletarios, inmigrantes y precarios, y que son cada vez más, aunque esa condición no es allí ahora patrimonio del origen territorial del proletario, y parte de ese proletariado nacional ha perdido ya su viejo rango objetivo. En ese receptáculo de huevos de la gallina de los huevos de oro en que se habían convertido esos países, los proletarios-policías vigilaban para que ningún proletario "moreno" fuera a "abusar" de "sus" estructuras de asistencia y de sus recursos. Y el sindicato era la comisaría de policía, la oficina de expulsión y el gabinete donde, a partir de su condición de afiliados, los proletarios meritorios y eficientes eran condecorados y elevados con el ascensor de la estructura estatal de gestión, control y transferencia de las posibilidades materiales de vida.
Por el contrario, el afiliado es aquí "encima de cornudo, apaleado" en su inmensa mayoría, así que extráiganse conclusiones sobre los datos comparativos de afiliación.
Las claves de la confianza
Con vistas a que el proletariado adquiriera confianza en los sindicatos del Estado, debería ocurrir un milagro (para esos sindicatos), pues, en su relativa inconsciencia, cada día se están quitando la careta a través de la prensa y diciéndole al proletariado, sin tapujos, cuándo debe aceptar despidos, cierres o, "por el contrario", pre-jubilaciones, todo ello en función de que, en cada caso, una u otra "medida" sea mejor para salvar a la empresa.
En lo que se refiere a sindicatos proletarios que están surgiendo y que irán surgiendo determinados por el desarrollo de la decadencia del Modo de Producción (se les llame sindicatos o de otro modo), la clave para ganar la confianza del proletariado, y su afiliación, participación activa y combate contra la tiranía empresarial, pasa por la tarea comunista de mostrar un horizonte de lucha revolucionario, porque el proletariado no va a moverse y a persistir en su lucha, si los referentes y objetivos se centran en comer pollo los fines de semana en lugar de lentejas y en conseguir vía empresarial una hipoteca a setenta años que el banco, a cuenta propia del proletario, ya ni siquiera le da porque sus analistas conocen la tendencia a la generalización de la falta de capacidad de pago. Con referentes de lucha económicos, los mismos afiliados se van a desmarcar tarde o temprano, pues para qué van a tirarse los proletarios piedras sobre su tejado sin tienen mayores probabilidades (por escasas que sean) de conseguir sobrevivir en el capitalismo mediante estrategias de adaptación, "auto-habilitación" y mérito acumulado a ojos de sus examinadores. En este mundo -el capitalista- sólo se va avanzar en la extensificación de la lucha si los comunistas sabemos mostrar camino y objetivos relativos al mundo nuevo necesario donde el esfuerzo de lucha encuentra premio. No hay premio, por el contrario, en el capitalismo, porque "de donde no hay, no se puede sacar", y nadie, en última instancia, va a permanecer exponiéndose a la exclusión, la represión y el pozo sin fondo capitalista para arrancar así la garantización... ¡de su propia miseria profundizada cada día!. El sindicalismo de clase será revolucionario o no será, lo que comporta su propia superación como sindicato (si leéis algo en relación al sindicalismo revolucionario francés, sobre todo si leéis a Lagardelle y a Berth, os daréis cuenta de que el nuevo horizonte dirigía la actividad de lucha económica, y no al revés, de modo que ese proyecto "sindicalista" no fue un proyecto de sindicatos. Incorporó al sindicato en una síntesis superior que absorbía la lucha económica en una concepción de vida en relación a la que las condiciones materiales -y la propia noción de las mismas- cobraran valor por entrar a servir en una actividad productiva que ganar, dotada ella misma de un valor radicalmente distinto al de "instrumento subsistencial").
La superación de la práctica actual a partir de promover entre el proletariado una concepción elevada de la especie; la superación de la concepción baja actual a través de una práctica de lucha consonante a objetivos a la altura de tal concepción comunista revolucionaria
Recordad que, a pesar de un millón de maravillas que os cuenten respecto de "conquistas" sindicales o, más ampliamente, traídas por la lucha por condiciones de clase, la imantación relativa que pueda sufrir el proletariado hacia ese marco de sentido de las luchas responderá siempre a sus necesidades básicas de subsistir como clase explotada y, así, a su miedo agudizándose en un marco capitalista en deterioro. Nunca, por su propia definición, será ella una lucha que halle un sentido fundacional y de desarrollo que sea un sentido revolucionario, creativo, afirmativo de todo lo que no es posible bajo el capitalismo; su sentido está condenado a ser bajamente reactivo, fruto del desencadenamiento, en la conciencia, de todo lo que hay de básico en cualquier especie viva, y también en el ser humano -conservación, auto-defensa, tranquilidad, certidumbre, adaptación, utilidad, gregarismo... Y, por eso, ese mismo marco de lucha -económica en el sentido restricto de lucha por condiciones capitalistas de existencia- jamás traerá por fruto la conciliación con las capacidades adquiridas -y adquiribles- por nuestra especie a través de su práctica de la historia, ni tampoco tal lucha traerá, en su desarrollo, en su fortalecimiento, en su profundización y en sus éxitos, la consideración proletaria hacia esas capacidades, que hará al proletariado tomarlas como su objetivo.
T (Barcelona)
[1] Ver en Revista Internacional nº 116 1903-04 El nacimiento del bolchevismo /revista-internacional/200401/1875/el-nacimiento-del-bolchevismo-i-1903-1904 y en los números 96 y 97 el artículo Sobre organización ¿nos habremos vuelto leninistas? /revista-internacional/199901/1180/sobre-organizacion-i-nos-habremos-vuelto-leninistas ,
[2] Ver el excelente libro de Rosa Luxemburgo Huelga de masas, partido y sindicatos, https://www.marxists.org/espanol/luxem/06Huelgademasaspartidoysindicatos_0.pdf
[3] Desde la Revista Internacional hemos ido publicando como contribuciones a un debate sobre la tentativa de renovar el sindicalismo que representó el sindicalismo revolucionario (CGT en Francia, CNT en España, IWW en USA, el sindicalismo libre en Alemania). Nos remitimos a estos aportes que abarcan desde la Revista Internacional nº 118 en adelante. También como artículos de intervención ante debates surgidos en medios obreros ver: ¿Es posible otro sindicalismo? /accion-proletaria/200601/390/es-posible-un-nuevo-sindicalismo
[4] Invitamos a considerar la argumentación que aportamos en el folleto Los Sindicatos contra la clase obrera.