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La vida política española ha estado dominada por un espectáculo denigrante del que tenemos una muestra con la corrupción generalizada tanto en el PP (el número de casos es incontable) como en el PSOE (el alcalde de Santa Coloma) o en la política catalana en todos sus partidos (caso Millet). Al mismo tiempo el PP ha llegado a situaciones de enfrentamiento interno verdaderamente alucinante. Por su parte, si el PSOE ha logrado mantener una fachada de "unidad" ha sido a base de amenazas y desautorizaciones que apenas logran disimular los conflictos crecientes en su seno.
Estos hechos provocan asco y hastío que lleva más bien a desentenderse del mundo y encerrarse en los propios asuntos, todo lo cual acaba reforzando la atomización y el individualismo exacerbado que supura por todos sus poros esta sociedad. Sin embargo, necesitamos sobreponernos a esos sentimientos. Es mucho lo que nos jugamos: con la agravación de la crisis que sigue su curso imparable, por muchos "brotes verdes" que nos anuncien a todas horas, el futuro que esta sociedad nos depara se concentra en tres palabras: DESEMPLEO, MISERIA Y BARBARIE.
Ello hace necesario que el proletariado, la única clase social que puede ofrecer una alternativa a esta sociedad, logre avanzar, aunque sea todavía con grandes dificultades, hacia la delimitación de una política propia revolucionaria que ofrezca a toda la humanidad oprimida una salida frente al rumbo desastroso del capitalismo.
Alcanzar una política propia como clase requiere diferentes herramientas, una de ellas es comprender qué está pasando, qué se mueve detrás de los espectáculos protagonizados por los políticos, qué maniobras se cuecen y cómo van a repercutir en nuestras vidas.
Al hilo de los acontecimientos recientes cabe hacerse algunas preguntas:
-¿Por qué hay tanta corrupción? ¿Cuáles son sus raíces?
-¿Por qué los partidos se enfrascan en violentos enfrentamientos internos y externos?
- ¿Hacia donde va la situación política?
- ¿Qué puede hacer el proletariado?
Las raíces de la corrupción
En todas las sociedades de clase ha habido corrupción pero ésta con el capitalismo ha alcanzado las cotas más escandalosas. El motor del capitalismo es la obtención del máximo beneficio y por este objetivo los capitalistas recurren a todos los medios, legales e ilegales, «El capital aborrece la ausencia de beneficio o un beneficio mínimo, del mismo modo que la naturaleza tiene horror al vacío. Que el beneficio sea conveniente y el capital se hará valeroso: con el 10% asegurado se le puede emplear en todos los sitios; con el 20% se calienta; con el 50% es de una temeridad loca; con el 100% derriba todas las leyes humanas; con el 300%, no hay crimen que no se atreva a cometer, aún a riesgo de perder» (F.J.Dunning, 1860, citado por Marx en el primer tomo de El Capital).
La búsqueda del máximo beneficio constituye el caldo de cultivo de la corrupción pero hay otro factor que la refuerza: el peso aplastante que el Estado tiene sobre el conjunto de la vida social empezando por la propia economía. Tanto en las sociedades liberal-democráticas como en las abiertamente dictatoriales, el régimen que impera es el capitalismo de Estado y eso lo vemos cotidianamente a todos los niveles: para establecer una empresa, para realizar una obra pública, para tener una licencia productiva etc., hay que pasar por la correspondiente oficina estatal y cuando se trata de un negocio de cierta entidad se hace necesario visitar al responsable político de turno. Este capitalismo de Estado otorga a los políticos un poder enorme que lógicamente aprovechan para exigir comisiones a cambio de favores, dar preferencias, mantener monopolios más o menos encubiertos etc.
La agravación de la crisis a la que estamos asistiendo hace mucho más difícil a los capitalistas la maximización de sus beneficios y refuerza el peso del Estado -como estamos viendo con sus inversiones para salvar a la banca y a la economía en general- Por ello, la crisis capitalista agudiza y agrava la corrupción.
Pero finalmente hay un cuarto factor propulsor de la corrupción que es la degeneración moral, el egoísmo exacerbado que aunque siempre han estado en la base del capitalismo hoy han tomado un carácter cualitativamente más grave y generalizado[1]. La falta de escrúpulos, la rapacidad más extrema, la imposición de los intereses particulares de clan o de camarilla, se han convertido en la norma de conducta de la inmensa mayoría de los políticos, lo cual hace de ellos corruptos casi por naturaleza.
La proliferación de casos de corrupción se ha acelerado desde finales de los años 80. No hay ningún Estado, incluidos los más democráticos y mejor situados económicamente, que se libre de esa lacra. Pero los dossiers sobre corrupción son un arma de combate político. Con frecuencia, los casos están dormidos en las cajas fuertes hasta que repentinamente son sacados a la luz pública, llevados a los juzgados y convertidos en noticia diaria. Del océano pestilente de la corrupción generalizada emerge el oportuno caso para arrinconar a tal o cual partido o deshacerse de tal o cual político.
La agudización de los conflictos entre los partidos políticos
Los comentaristas de la prensa, los políticos "bienintencionados", los sindicalistas, las asociaciones ciudadanas, reclaman de los políticos "unidad para salir de la crisis". Continuamente están poniendo el ejemplo de los Pactos de La Moncloa donde todos los partidos del arco parlamentario de entonces (desde la derecha hasta el PCE) arrimaron el hombro para salir de la crisis.
Es verdad que los Pactos de La Moncloa (1978) fueron un ejemplo de unidad. ¿Pero qué unidad? Pues fue la unidad de todas fracciones del capital español para imponer a los trabajadores la moderación salarial, abrir las puertas a los despidos masivos que se aplicaron a mansalva en los años 80, ir reduciendo las prestaciones por pensiones, desempleo etc. La primera piedra de la precariedad generalizada, de la pérdida de prestaciones, de la inseguridad masiva, que hoy sufrimos, fue puesta por aquella demostración de unidad nacional... contra los trabajadores y la mayoría de la población.
Pero entonces si al capital español le fue tan bien con aquel Pacto ¿por qué no lo repite hoy?
Las condiciones no son las mismas. Entonces existía la disciplina de los bloques imperialistas -americano en Occidente y ruso en el Este. Esa disciplina se hizo necesaria para evitar toda desestabilización del capital español que hubiera favorecido al imperialismo ruso. Hoy que solo existe una única superpotencia -Estados Unidos- esta no tiene los mismos medios para imponer una disciplina generalizada y cada capital nacional "va de por libre".
Por otro lado, la situación de la economía aunque delicada no tenía el nivel de gravedad que hoy estamos viendo. Existían posibilidades de "salida provisional" que hacían más posible y visible la unidad entre las diferentes fracciones del Capital. Hoy asistimos al agotamiento de todas las políticas de acompañamiento y paliativo de la crisis que se han empleado durante los últimos 40 años. Los propios gobiernos van dando palos de ciego tapando agujeros aquí y allá pero ninguno tiene un norte claro, por el momento no se vislumbra en el horizonte una especie de "hoja de ruta de salida" aunque fuera temporal y provisional. Esto hace difícil encontrar un mínimo que pueda reunir a los diferentes partidos capitalistas para urdir un pacto de características similares al de entonces.
Existe finalmente otro factor y es la creciente irresponsabilidad y fragmentación por el peso de los intereses particulares de camarilla que afecta en mayor o menor medida a todos los partidos burgueses. El PP se lleva la palma con sus interminables choques internos. Pero el PSOE tampoco es un ejemplo puesto que precisamente la camarilla alrededor de Zapatero ha impuesto su férula a todas las familias y personajes del partido que en cuanto las dificultades se hagan mucho mayores acabarán por producir enfrentamientos que dejarán pequeños los que hoy vemos en el PP[2]. Recordemos los años 90 bajo Felipe González o cuando hubo que buscarle un sucesor, donde el PSOE solamente salía en la prensa para dar cuenta del último navajazo entre "compañeros".
¿Hacia donde va la situación política?
No obstante, existe preocupación en los sectores más lúcidos del capital español por la situación de callejón sin salida en la que se están metiendo todos los partidos que lo representan. Esto lo intentan reflejar con las encuestas que ofrecen un panorama de un PSOE en el gobierno cada vez más desprestigiado y un PP en la oposición no menos desprestigiado. Existe el temor de que se acabe llegando a una situación por a sí decirlo "ingobernable".
En realidad, junto con una crisis económica que se agudiza día a día, lo que estamos viendo es una crisis política del capital español que es mucho más profunda de lo que parece, pues a menudo los escándalos que sacuden al PP ofrecen la imagen superficial de que los problemas se limitan a dicho partido.
La Derecha española está vinculada tradicionalmente a las peores tradiciones de autoritarismo, clientelismo, arrogancia y brutalidad. La llegada de Aznar supuso un tímido intento de modernizarla y darle una credibilidad democrática que el propio Aznar acabó por hacer fracasar. La tentativa de Rajoy de volver por la senda de la "moderación" no ha hecho otra cosa que dar libre curso a los enfrentamientos más extremos. Además, el comportamiento del PSOE actual es muy diferente del PSOE de los años 80 que ayudó todo lo que pudo a un viejo servidor del franquismo como Fraga a hacer un poco presentable a la derecha. Hoy, al contrario, desde el propio PSOE se boicotean por diversos medios los confusos intentos modernizadores de Rajoy quién ha acabado reduciendo toda su actividad a intentar sobrevivir políticamente. Los actuales responsables del PSOE anteponen sus propios intereses -intentar perpetuarse en el poder- a los generales del capital nacional que exigirían lograr el viejo objetivo de una derecha "moderna" y de intachable "legitimidad democrática".
Este comportamiento irresponsable de los principales partidos no hace sino socavar su credibilidad y coherencia preparando una situación de fuertes convulsiones que se hará cada vez más difícil de controlar.
La única alternativa es la lucha autónoma del proletariado
Lo que podemos esperar de los partidos del capital, tanto los que hoy están en el gobierno como los que hacen demagogia desde la oposición, es mayores medidas de ataques contra nuestras condiciones de vida, mayor incapacidad e impotencia ante el avance incontenible de la crisis y, finalmente, el espectáculo edificante de sus corruptelas y sus brutales conflictos de intereses.
En la política burguesa, en todos sus partidos y alternativas, no hay nada bueno que encontrar. Si dejamos en el timón a los políticos burgueses, la miseria, el desempleo, el camino hacia la barbarie, se harán cada vez más evidentes.
Se hace necesaria una política autónoma proletaria. Esta solo puede manifestarse y hacerse valer a través de luchas masivas y generalizadas que tiendan a extenderse y unificarse a escala internacional.
Sin embargo, esta perspectiva es actualmente muy lejana y resulta difícil determinar cómo llegar a ella. Los grupos revolucionarios junto con todas las minorías internacionalistas que hoy están surgiendo debemos darnos como prioridad contribuir pacientemente con nuestras posiciones, nuestra intervención, nuestros debates, a que esa perspectiva vaya madurando y avanzando.
[1] Un análisis de esta situación que alcanza a todo el capitalismo mundial lo hemos desarrollado en Las Tesis sobre la Descomposición, en Revista Internacional nº 62. Ver /revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[2] Aunque es preciso recordar que el PSOE es por su vinculación más general al capital nacional más disciplinado y cohesionado que el PP, demasiado atado a un amasijo de intereses particulares, regionales etc.