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A principios de año se ha desencadenado en Egipto una oleada de huelgas, con más de 35000 trabajadores implicados, en diferentes sectores (muchos de ellos estatales): cementero, minero, ferroviario, autobuses, granjas avícolas, sanidad y sobre todo la industria textil[1]. Los trabajadores han llevado a cabo una serie de huelgas ilegales en contra de la pérdida de capacidad adquisitiva de sus salarios, que se deteriora rápidamente, y contra los recortes en las prestaciones sociales. El carácter combativo y espontáneo de estas luchas puede vislumbrarse en esta descripción de cómo estalló la lucha en Diciembre del año pasado en el gran complejo textil de hilatura Misr de Mahalla al-Kubra’s, al norte de El Cairo, que fue el epicentro del movimiento. Publicamos una traducción de un extracto del artículo «Egyptian textil workers confront the new economic order»[2] (Joel Beinin y Osma el-Hamalawy), publicado en Middle East Report Online y libcom.org, y basado en entrevistas a dos trabajadores de la fábrica, Muhammed Attar y Sayyid Habib.
«Los 24000 trabajadores del complejo textil de hilatura de Mahalla al-Kubra’s Misr estuvieron encantados de recibir noticias el 3 de Marzo de 2006, de que el Primer ministro Ahmad Nazif había decretado un aumento de la paga extra anual concedida a todos los trabajadores manufactureros del sector público, de 100 libras egipcias (17$) fijas a un plus salarial equivalente a la paga de dos meses. La última vez que aumentaron las pagas fue en 1984, de 75 a 100 libras.
“Leímos el decreto, y empezamos a darlo a conocer en la fábrica”, dijo Attar. “Irónicamente, incluso los dirigentes del sindicato progubernamental daban publicidad a la noticia como uno de sus logros”. Y continuó diciendo: “Diciembre (cuando se recibe la paga extra) llegó y todos estábamos ansiosos. Entonces descubrimos que nos habían timado. Sólo nos pagaron las mismas 100 libras de antes; realmente 89 para ser más precisos, puesto que hay deducciones (por impuestos)”
En el ambiente había espíritu de lucha. Los dos días siguientes, grupos de obreros se negaron a aceptar sus salarios en señal de protesta. Luego el 7 de Diciembre, miles de obreros del turno de la mañana comenzaron a
reunirse en Mahalla’s Tal’at Harb Square, delante de la entrada a la fábrica. El ritmo de trabajo del complejo ya se había hecho más lento, pero la producción llegó a pararse cuando 3000 mujeres, trabajadoras de la sección de ropa, abandonaron sus puestos y fueron en manifestación a las secciones de hilatura, donde sus compañeros aún no habían parado máquinas. Las trabajadoras entraron furiosas gritando: “¿Dónde están los hombres? ¡Aquí estamos las mujeres!”. Avergonzados, los hombres se sumaron a la huelga.
Alrededor de 10000 obreros se juntaron en la plaza gritando: “¡Dos meses! ¡Dos meses!”, reivindicando los pluses que les habían prometido. Cuerpos especiales de la policía antidisturbios se desplegaron rápidamente alrededor de la fábrica y a través de la ciudad, aunque no actuaron para sofocar las protestas. “Estaban impresionados de ver cuántos éramos”, dijo Attard. “Esperaban que nos esfumásemos por la noche o la mañana siguiente”. Con el apoyo de la seguridad del Estado, la patronal ofreció una paga de 21 días. Pero como recordaba Attar sonriendo, “las mujeres (trabajadoras) casi destrozan a los representantes de la patronal que vinieron a negociar”
Cuando cayó la noche, dijo Sayyid Habib, para los hombres fue “muy difícil convencer a las mujeres de que fueran a casa. Querían quedarse a dormir. Nos llevó horas convencerlas de que fueran a casa con sus familias y volvieran el día siguiente”. Riéndose, Attard añadió, “Las mujeres fueron más combativas que los hombres. Las fuerzas de seguridad las amenazaron y trataron de intimidarlas, pero ellas aguantaron”.
Antes de los rezos del amanecer, la policía antidisturbios se precipitó contra las puertas del recinto fabril. Setenta obreros, incluyendo a Habib y Attar, estaban durmiendo dentro de la fábrica, donde se habían encerrado. “Los miembros de las fuerzas de seguridad nos dijeron que éramos pocos y haríamos mejor saliendo”, dijo Attar. “Pero no sabían cuántos estábamos dentro. Mentimos y les dijimos que éramos miles”. Attard y Habib despertaron deprisa a sus camaradas, y juntos, los obreros empezaron a golpear con fuerza los barriles de hierro haciendo ruido. “Despertamos a todo el mundo en el complejo y en la ciudad. Nos quedamos sin saldo en los móviles llamando a las familias y los amigos para pedirles que abrieran las ventanas e hicieran ver a las fuerza de seguridad que estaban observando. Llamamos a todos los obreros que conocíamos para pedirles que acudieran deprisa a la fábrica”
A esas alturas, la policía había cortado el agua y la electricidad de la fábrica. Agentes estatales corrieron a toda prisa a las estaciones de tren para decir a los obreros que venían de fuera de la ciudad que la fábrica se había cerrado debido a una avería eléctrica. La mentira no coló.
“Aparecieron más de 20000 trabajadores”, dijo Attard, “Hicimos una manifestación masiva y escenificamos un simulacro de funerales por nuestros patronos. Las mujeres nos trajeron comida y cigarrillos y se unieron a la marcha. Las fuerzas de seguridad no se atrevieron a intervenir. Los alumnos de los colegios y los estudiantes de los institutos y Facultades tomaron la calle en apoyo a los huelguistas”. Al cuarto día de ocupación de la fábrica, funcionarios del gobierno embargados por el pánico hicieron una oferta de paga de 45 días y dieron todo tipo de garantías de que la empresa no sería privatizada. La huelga se suspendió; la federación sindical controlada por el gobierno quedó humillada por el éxito de la huelga salvaje de los obreros de la hilatura Misr».
La victoria en Mahalla fue una inspiración que hizo entrar en lucha muchos otros sectores, y el movimiento está lejos de haberse agotado. En Abril, el conflicto entre los obreros de Mahalla y el Estado salió de nuevo a la palestra. Los obreros decidieron enviar una amplia delegación a El Cairo a negociar (¡!) con la dirección de la Federación General de los sindicatos sobre las reivindicaciones salariales y a proceder a la destitución del comité sindical de la fábrica de Mahalla por haber apoyado a los patronos en la huelga de Diciembre. La respuesta de las fuerzas de Seguridad del Estado fue poner la fábrica en estado de sitio. Ante eso, los trabajadores fueron a la huelga y otras dos grandes empresas textiles declararon su solidaridad con Mahalla: Ghazl Ahebeen y Kafr el-Dawwar. La declaración de esta última fue particularmente lúcida.
Los obreros de Kafr el-Dawwar en la misma trinchera que Ghazl el- Mahalla
«Nosotros, obreros del textil de Kafr el-Dawwar, declaramos nuestra plena solidaridad con ustedes, para conseguir sus justas reivindicaciones, que son las mismas que las nuestras. Denunciamos rotundamente las medidas extraordinarias de seguridad que impidieron viajar a El Cairo a la delegación de obreros de Mahalla, para manifestarse pacíficamente en el cuartel general de la Federación General de los sindicatos. También condenamos la declaración de Said el-Gohary a Al-Masry Al-Youm el domingo pasado, en la que describió su movilización como un “sinsentido”. Seguimos con atención lo que les está sucediendo y declaramos nuestra solidaridad con la huelga de anteayer de los trabajadores de tejidos, y con la huelga parcial de los obreros de la seda.
Queremos que sepan que nosotros, obreros de Kafr el-Dawwar y ustedes, obreros de Mahalla, vamos por el mismo camino, y tenemos un solo enemigo. Apoyamos su movimiento, porque tenemos las mismas reivindicaciones. Desde el fin de nuestra huelga, la primera semana de febrero, nuestro comité sindical de empresa no se ha movido para conseguir las reivindicaciones que instigaron nuestra huelga. El comité sindical de empresa ha perjudicado nuestros intereses…. Expresamos nuestro apoyo a vuestras reivindicaciones para reformar los salarios. Como ustedes, esperamos el fin de abril para ver si la Ministra de trabajo dará satisfacción a nuestras reivindicaciones al respecto o no. No ponemos demasiadas esperanzas en la Ministra, puesto que no hemos visto ningún movimiento de su parte, o del comité sindical de empresa. Aún dependemos de nosotros mismos para conseguir nuestras reivindicaciones.
Así destacamos que:
1. Navegamos con ustedes en el mismo barco y embarcaremos juntos en el mismo viaje
2. Declaramos nuestra plena solidaridad con sus reivindicaciones y les aseguramos
que estamos dispuestos a
llevar a cabo acciones de soli-daridad si ustedes deciden organizar movilizaciones.
3. Nos desplazaremos para informar a los trabajadores de la seda artificial de El-Beida Dyes y a los de la Química Misr de su lucha y para crear puentes que expandan el frente de la solidaridad. Todos los obreros somos hermanos en tiempos de lucha.
4. Tenemos que crear un amplio frente para consolidar nuestra batalla con los sindicatos gubernamentales. Tenemos que echar esos sindicatos ahora,
no mañana».
(Traducción de Arabawy website y publicado en inglés en primicia en libcom.org; traducido del inglés por nosotros)
Esta es una declaración ejemplar, porque muestra las bases fundamentales de la solidaridad de clase genuina por encima de las divisiones de sector y empresa, la conciencia de pertenecer a una misma clase y de luchar contra el mismo enemigo. También es rotundamente clara sobre la necesidad de luchar contra los sindicatos estatales.
Durante este periodo también estallaron otras luchas en diferentes lugares: los basureros de Giza irrumpieron en las oficinas de la empresa en protesta por el impago de sus salarios; 2700 obreros del textil en Monofiya ocuparon una fábrica textil; 4000 trabajadores textiles fueron a la huelga por segunda vez en Alejandría, cuando los empresarios intentaron deducirles el sueldo por la primera huelga. También ha habido huelgas ilegales, salvajes.
En el curso de este movimiento se han producido otros intentos de aplastar las luchas por la fuerza. Las fuerzas de seguridad clausuraron, o amenazaron con hacerlo, los “Centros sindicales y de servicios obreros” en Nagas, Hammadi, Helwan y Mahalla, a los
que acusaron de fomentar “una
cultura huelguística”.
La existencia de estos centros indica que hay claramente esfuerzos en dirección a la formación de nuevos sindicatos. Inevitablemente en un país como Egipto, donde los trabajadores sólo han sufrido la experiencia de sindicatos que actúan abiertamente como policías a pie de fábrica, los obreros más combativos son susceptibles de convencerse de la idea de que la respuesta a sus problemas está en la creación de verdaderos sindicatos “independientes”, igual que les pasó a los obreros polacos en 1980-81. Pero lo que destaca muy claramente de la forma en que se llevó a cabo la huelga en Mahalla (manifestaciones espontáneas, delegaciones masivas y asambleas a las puertas de la fábrica) es que los obreros son más fuertes cuando toman directamente su lucha a cargo, sin entregar su fuerza a nuevos aparatos sindicales.
En Egipto se pueden detectar los gérmenes de la huelga de masas, no sólo en la capacidad de los obreros para llevar a cabo acciones espontáneas masivas, sino también en el alto nivel de conciencia de clase que expresa la declaración
de Kafr el-Dawwar.
Todavía no hay una conexión consciente entre estos acontecimientos y otras luchas que se desarrollan en diferentes partes de la división imperialista en Oriente Medio: en Israel, los portuarios, los empleados públicos y más recientemente los maestros, que reivindicaban aumentos salariales, y los estudiantes, que se enfrentaron a la policía en manifestaciones contra la subida de las tasas universitarias; en Irán, donde el 1º de Mayo miles de obreros rompieron la disciplina de las manifestaciones gubernamentales coreando consignas contra el gobierno, o participaron en manifestaciones ilegales que se enfrentaron a una severa represión policial. Pero la simultaneidad de todos esos movimientos surge de un mismo origen: las tentativas del capital de reducir las condiciones de vida de la clase obrera a la pobreza en todo el mundo. En ese sentido, estas luchas contienen los gérmenes de la futura unidad internacionalista de la clase obrera por encima de los muros del nacionalismo, la religión y la guerra imperialista.
Amos, 01.05.2007
World Revolution nº 303, publicación de la CCI en Gran Bretaña
[1] Hemos informado de estas luchas en nuestra publicación en Gran Bretaña, World Revolution nº 302:«Middle East, despite war, class struggle continues».
[2] «Los obreros egipcios del textil confrontan el nuevo orden económico» https://libcom.org/article/egyptian-textile-workers-confront-new-economic-order