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Existen dos criterios que permiten comprender los acontecimientos. Son dos plataformas opuestas en torno a las cuales se concentra la clase obrera. Así y sólo así es como podremos analizar las últimas hecatombes en las que miles de proletarios, de la Península Ibérica, han sucumbido fusilados, ametrallados y bombardeados por la “República de los trabajadores españoles”.
Una de dos: o la República y las libertades democráticas no son mas que una mistificación que utiliza el enemigo, cuando no puede emplear la violencia y el terror, para aplastar al proletariado; o la República y las libertades democráticas representan un mal menor, incluso una condición favorable para la marcha victoriosa del proletariado, en cuyo caso éste debería apoyarlas a fin de favorecer su ataque ulterior para liberarse de las cadenas del capitalismo.
La terrible matanza de estos últimos días en España debería eliminar de los espíritus la artimaña mental de la “dosificación”; según la cual, la República sería realmente una conquista obrera que habría que defender, claro que, bajo “ciertas condiciones” y sobre todo “con tal que” no sea lo que es. Defender “a condición” de que se convirtiera en lo que no puede convertirse; y en fin “si”, en lugar de tener la significación y los objetivos que tiene, estuviera dispuesta a convertirse en el órgano de dominio de la clase de los trabajadores. Este tipo de reflexión resulta igualmente muy difícil de digerir en lo que se refiere a las situaciones que precedieron a la actual situación cuando el capitalismo nos dio la prueba de su fuerza contra el proletariado. En efecto, desde su fundación en abril de 1931 y hasta diciembre del mismo año ni la “marcha hacia la izquierda” de la República española, ni la formación del gobierno Azaña - Largo Caballero – Lerroux, ni la amputación en diciembre del treinta y uno del ala derecha representada por éste último indican en absoluto que existiera un avance en las posiciones de clase del proletariado o que se hubieran formado organismos capaces de dirigir la lucha revolucionaria. Y no se trata aquí, ni mucho menos, de considerar lo que el Gobierno republicano hubiera podido hacer por la .... “revolución comunista”; sino de indagar si es cierto o no que esta conversión del capitalismo a la izquierda o a la extrema izquierda, que ese común acuerdo que aglutinaba desde los socialistas hasta los sindicalistas, para la defensa de la República, condicionaron el desarrollo de las conquistas obreras y de la marcha revolucionaria del proletariado; o por el contrario, si esta conversión a la izquierda no venía dictada por la necesidad en que se encontraba el capitalismo de camelar a los obreros, inflamados estos por un profundo ímpetu revolucionario, para que abandonasen su lucha. El rumbo que tomó la burguesía en 1934 hubiera sido, en 1931, demasiado arriesgado. En aquel momento los obreros habrían podido vencer al capitalismo, debido a las dificultades que éste tenía para reclutar un ejército de represión.
Por otra parte el separatismo vasco y catalán (considerados como una brecha abierta en el aparato de dominación del enemigo, brecha que había que ensanchar hasta sus últimas consecuencias, para impulsar así la revolución proletaria) habían hecho una buena demostración de su fuerza erigiendo, el segundo, una República catalana.... que duró pocas horas y que fue más tarde aplastada por el mismo general Batet a quien con anterioridad Companys había llamado a defender la independencia de Cataluña. En Asturias las fuerzas armadas, la policía y la aviación fueron lanzadas contra los mineros y los obreros, privados de guía en su lucha heroica. El separatismo vasco, que no había hecho mas que anunciar la tormenta que se preparaba en sus protestas de los últimos meses, dejó que aplastaran las luchas de Asturias. Y , por si fuera poco, también los batallones del terror gubernamentales fueron dirigidos por un separatista que volverá a prestar, sin dudarlo, un nuevo juramento de fidelidad a la República y a las autonomías regionales.
Entre 1930 y 1934 una coherencia de hierro establece la lógica de los acontecimientos. En 1930 el general Berenguer es llamado por el rey Alfonso XIII que espera poder repetir la maniobra de 1923, cuando logró contener las consecuencias de los desastres marroquíes dentro del marco de la legalidad monárquica. En 1923 Primo de Rivera releva a Berenguer, considerado responsable del desate de Marruecos, y esta modificación del Gobierno permitió desviar el ataque de las masas que evidentemente acabarían pagando los platos rotos de la operación gubernamental que concluyó en siete años de dictadura clerical – agraria. Pero en 1930 la situación económica se hallaba muy alterada por la aparición de la crisis y el recurso de echar mano a una simple maniobra gubernamental, ya no bastaba. En Febrero de 1931 las condiciones eran ya favorables a un movimiento proletario y los ferroviarios amenazaban con la huelga. Es entonces cuando, con un sonado golpe de efecto, se ofrecen a las masas las cabezas de Berenguer y del rey. Tras la intervención del monárquico Guerra y de acuerdo con el republicano Alcalá Zamora se organiza la huida del rey antes de que los obreros saliesen de las fábricas. El movimiento de expansión hacia la izquierda continúa hasta finales de 1931, dificultando así a las masas la tarea de forjar el organismo de la victoria: su partido de clase. Como no se podían suprimir los conflictos de clase al capitalismo le quedaba el recurso de encaminarlos hacia un callejón sin salida. Y para eso sirve la República. A principios de 1932 el gobierno de izquierda hace un primer intento y se lanza a un violento ataque contra la huelga general proclamada por los sindicatos. En aquel momento el capitalismo se aglutinaba en torno a su ala izquierda y el reaccionario Maura hará que las Cortes republicanas plebisciten el gobierno Azaña – Largo Caballero.
El ímpetu de las masas, después de haberse descarriado por los caminos de la República y la Democracia, fue quebrado por la violencia reaccionaria del Gobierno radical – socialista. De todo esto resultó una traslación de la burguesía al sentido opuesto, es decir, hacia el ala derecha: en Agosto de 1932 tendremos la primera escaramuza del general Sanjurjo intentando concentrar todas las fuerzas de derechas. Unos meses más tarde, en diciembre de 1933, llevan a cabo la matanza de los obreros con motivo de la nueva huelga decidida por los sindicatos. Las elecciones proporcionan la ocasión de desplazar hacia la derecha la República española. Por consiguiente, octubre de 1934 indica el principio de la batalla frontal destinada a aniquilar todas las fuerzas y organizaciones del proletariado español. Como triste y cruel epílogo de las andadas sindicalistas veremos que la CNT decide abstenerse ante tales crímenes pues considera que no debía mezclarse en movimientos políticos.
Izquierda – Derecha, República – Monarquía, apoyo a la izquierda en contra de la derecha y la Monarquía ; he aquí los dilemas y las posiciones que han defendido los diversos movimientos que actuaban en el interior de la clase obrera. El verdadero dilema estaba en la oposición Capitalismo o Proletariado; Dictadura de la burguesía para aplastar al proletariado o Dictadura del proletariado para erigir un baluarte de la revolución mundial y suprimir el Estado y las clases.
Aunque económicamente hubiera podido sacar partido de las ventajas obtenidas por su posición mundial en la Primera Guerra Mundial, la estructura del capitalismo español ofrecía una resistencia muy débil a los reveses de la crisis económica. Es un sector industrial demasiado limitado frente a una economía agraria demasiado extendida y dominada por fuerzas y formas de producción no industrializadas. Estos fundamentos explican por qué las regiones industriales se convierten en el teatro de movimientos separatistas que no desembocan en nada y que deben adquirir una significación reaccionaria por el hecho de que la clase que detenta el poder es el capitalismo que extiende por todo el territorio el dominio de los organismos bancarios en los que se concentran – en torno a los grandes magnates - los productos de la plusvalía de los proletarios y del sobre-trabajo de los campesinos. Tal base económica permite entrever que la perspectiva abierta ante la clase obrera española, (colocada frente a unas condiciones similares a las que sufrieron los obreros rusos, es decir, frente a una clase que no puede establecer su dominio si no es a sangre y fuego); que la única salida es el triunfo de la insurrección.
La tragedia española, como la austriaca, se desarrollará en medio de la indiferencia del proletariado mundial, inmovilizado por la acción contrarrevolucionaria de los centristas y los socialistas. Una simple oferta por parte de la IC a la que se negará la Internacional Socialdemócrata poniendo el pretexto de que ya había pasado el momento favorable. Como si después de la victoria de Hitler, cuando el momento favorable había pasado también, la Internacional Socialdemócrata no hubiera dirigido proposiciones de acción común a la IC. Pero la podredumbre y la corrupción de los organismos que todavía se atreven a llamarse obreros son tan grandes que los cementerios están llenos de proletarios. Hasta el día en que los obreros logren eliminar, a la vez que a la clase que los oprime, a todas las fuerzas que los traicionan. La muerte de miles de obreros españoles no será vana, pues de la sangre con que se ha manchado la República española florecerá la lucha por la revolución comunista, suprimiendo todos los engaños y escaramuzas que el enemigo no dejará de oponer a la marcha liberadora de la clase obrera.
BILAN nº 12 noviembre 1934