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Análisis de la sucia conspiración de los diferentes imperialismos -desde USA hasta Rusia pasando por los actuales dueños del estado sirio y sus rivales aspirantes a destronarlos- lo cual está costando casi 20 mil nuertos, más de un millón de desplazados y sufrimientos ilimitados para los trabajadores y toda la población de Siria. El artículo ha sido publicado en la Web de nuestra sección en GB. Agradecemos a un compañero la traducción
El poder letal del estado moderno convierte en pequeños los crímenes de un individuo, asesino de masas, como Anders Breivik, actualmente sometido a juicio en Oslo por el asesinato de decenas de jóvenes en un campamento de verano juvenil del Partido Laborista. El régimen de Assad en Siria sigue demostrando su capacidad para sembrar terror a gran escala. Una ciudad tras otra es sometida a intensos bombardeos de la artillería, y la población se ve atrapada en casas o sótanos, privada de alimentos y electricidad durante días, incluso semanas. Francotiradores del ejército se sitúan en los tejados, secuestrando a cualquiera lo suficientemente valiente como para tratar de salir en busca de un poco de comida para sus familias. Y cuando el pueblo finalmente cae bajo su dominio, familias enteras son exterminadas de una manera más directa y personal, ya sea por soldados regulares, o con mayor frecuencia (ya que muchos soldados han desertado de las filas del ejército disgustados por lo que se les estaba obligando a hacer) por bandas de delincuentes conocidas como "Shabiha" o fantasmas. Las dos masacres más conocidas de los últimos tiempos ocurrieron de esta forma en Houla y Mazraat al-Qubair, pero no son, de ninguna manera, los únicos ejemplos.
Con la arrogancia más descarada, los portavoces del régimen justifican estos sangrientos asedios al afirmar que “grupos terroristas armados” se han apoderado de la ciudad en cuestión. Con frecuencia llegan al descaro de culpar de las carnicerías más conocidas de mujeres y niños a la acción de esos grupos que presumiblemente lo harían para desacreditar al gobierno La naturaleza descarada de los crímenes y las mentiras del gobierno sirio no es de ninguna manera la marca de un régimen que descansa sobre bases sólidas. Más bien refleja la desesperación de un régimen cuyos días están contados.
Para enfrentarse a las protestas generalizadas que estallaron contra su gobierno siguiendo la estela de los otros movimientos masivos en todo el norte de África y Oriente Medio, Bashir al-Assad, trató de seguir los pasos de su padre: en 1982, Hafez al-Assad, se tuvo que enfrentar a otro levantamiento, dirigido por los Hermanos Musulmanes y centrado en la ciudad de Hama. El régimen envió al ejército y llevó a cabo una carnicería atroz: la cifra de muertos se ha estimado en una cifra entre 17.000 y 40.000. La rebelión fue aplastada y la dinastía Assad ha sido capaz de mantener su control sobre el país de forma más o menos indiscutible durante los últimos dos decenios y medio.
La situación ha cambiado desde 1982
Sin embargo, una dosis rápida del más despiadado terror ya no funciona de la misma manera, porque la historia ha evolucionado desde mediados de los 80. En primer lugar, la relativa estabilidad que resultó del antiguo sistema de los dos bloques (en el que Siria era el aliado más consistente de la URSS en la región) se vio debilitada por el colapso del bloque oriental y la consecuente desintegración del bloque dirigido desde Washington. Este profundo cambio en las “relaciones internacionales” desató los apetitos imperialistas de un gran número de Estados –pequeños, medianos y grandes-, que, de repente, se veían libres de la tutela de las antiguas superpotencias que les gobernaban desde lejos. En Oriente Medio, Irán –que era ya un elemento problemático antes de la caída de los bloques- se ha visto muy reforzada y aplica cada vez más un juego imperialista propio, sus ambiciones han aumentado considerablemente a causa de la invasión de Irak liderada por Estados Unidos. Con Saddam en el poder, Irak era un importante contrapeso a la posición de Teherán en la región, pero tras ser derrocado Saddam, el país se paralizó por el desorden interno y se rige por una débil facción chiíta que es altamente susceptible a la influencia iraní. Turquía, que en otros tiempos fue un aliado de confianza de los EE.UU, ha empezado a jugar a su propio juego, presentándose cada vez más a sí mismo como el campeón del Oriente Medio musulmán. Incluso Israel ha estado afirmando cada vez más su independencia respecto de sus mecenas estadounidenses, una realidad que está siendo corroborada por las voces en el Estado de Israel que piden un ataque contra las instalaciones nucleares de Irán (una medida que EE.UU se muestra reacio a aprobar debido al gran riesgo de caos que ello implicaría[1]).
En este hervidero de ambiciones nacionales, lo que empezó como una protesta popular desarmada contra el régimen de Assad se ha convertido rápidamente en una guerra de poder entre las potencias imperialistas regionales y mundiales. Irán, principal aliado de Siria en la región[2], se ha posicionado firmemente a favor del régimen de Assad, y ha habido informes de que miembros de la Guardia Revolucionaria u otros agentes de la República Islámica han trabajado como cómplices en la campaña de terror de Assad. Assad también ha seguido gozando de la protección de Rusia y China, que han participado activamente en el Consejo de Seguridad de la ONU declarándose en contra de una serie de resoluciones que condenan al gobierno de Assad o que pretenden que se le impongan sanciones. Rusia ha tenido que moderar su postura ante las fuertes críticas recibidas, haciendo sus primeras y tímidas críticas de las masacres de Assad, pero su apoyo a una política de "no intervención" sirve para asegurarse de que las fuerzas rebeldes no consigan las armas mientras que las fuerzas armadas oficiales mantienen su gigantesco arsenal. De hecho, Hillary Clinton, acusó recientemente a Rusia de suministrar helicópteros de ataque al régimen, a lo que el ministro de exteriores ruso, Sergei Lavrov, respondió que los helicópteros eran simplemente para fines “defensivos” y que, de todas formas, el oeste estaba secretamente armando a los rebeldes.
Esta fue la primera vez que los rusos hicieron abiertamente esta acusación, pero ha sido así durante mucho tiempo. Una vez que la oposición se unió en una importante fuerza política burguesa en torno al Ejército Libre de Siria y el Consejo Nacional de Siria, ha habido envíos de armas desde Arabia Saudita y Qatar. Turquía, mientras tanto, ha hecho un cambio radical de postura, poniendo fin a sus relaciones antes amistosas con el régimen de Assad, condenando su falta de humanidad, y ofreciendo protección a los refugiados que huyen de la masacre. En el plano militar ha acumulado fuerzas considerables en su frontera con Siria; y, en el mismo discurso en el que condena a Moscú por enviar helicópteros a Siria, Clinton sugirió que la concentración de fuerzas sirias alrededor de Aleppo, cerca de la frontera turca, «bien podría ser una línea roja para los turcos en términos de sus intereses estratégicos o nacionales» (The Guardian 13 de junio). Más recientemente, Siria ha estado derribando aviones turcos, incluyendo un avión militar que supuestamente había violado el espacio aéreo sirio, lo cual ha incrementado las tensiones entre Ankara y Damasco.
Estancamiento imperialista
Por lo tanto, la política de terror, lejos de fortalecer el poder de Assad sobre el país, ha envuelto este en un cada vez más impredecible conflicto imperialista, lo que también tiene el efecto de exacerbar las divisiones religiosas y étnicas dentro del país: de la misma manera que los iraníes apoyan a la minoría alauí dominante, los saudíes (y sin duda cierto número de yihadistas atraídos por el conflicto, como hienas que son) pretenden imponer algún tipo de régimen suní. Hay también divisiones entre cristianos y musulmanes, kurdos y árabes, todas las cuales amenazan con llegar a ser demasiado amplias y amargas como para ser manipuladas sin sumir al país en una situación aún más caótica, siguiendo el modelo de Irak.
Como Siria va en la dirección de convertirse en un Estado fallido, y las sanciones de la ONU y las misiones de observación se muestran incapaces de detener la matanza, ha habido crecientes llamamientos para una intervención militar “humanitaria” por parte de las potencias occidentales. Después de todo, dicen sus partidarios, “funcionó” en Libia, donde Francia y Gran Bretaña lideraron la tarea de imponer una “zona de exclusión aérea”, que efectivamente propició la victoria de los rebeldes y el derrocamiento del régimen de Gadafi. Pero en el caso de Siria, los estados como Gran Bretaña, Francia y los EE.UU están siendo mucho más cautelosos, a pesar de clamar con más fuerza que Assad se vaya. Hay una serie de razones para sus dudas: el terreno geográfico en Siria es mucho menos susceptible a la guerra aérea de Libia, con sus grandes extensiones de desierto. Y mientras en sus últimos días Gadafi acabó aislado internacionalmente, Siria tiene vínculos mucho más fuertes con Rusia, China e Irán. Con Israel ya incitando a los EE.UU a atacar a Irán bajo la amenaza de hacer el trabajo por sí mismos, una escalada de la guerra en Siria también podría encender la mecha en torno a Irán, con consecuencias aún más devastadoras. Por otra parte, el ejército de Assad está mucho mejor equipado y entrenado que el de Gadafi. En conclusión, las potencias occidentales corren el riesgo de verse involucradas en un verdadero desastre en Siria y más allá, de la misma forma que les ha pasado en Afganistán e Irak; y en contraste con Libia no hay peligro de que valiosas reservas de petróleo caigan en las manos equivocadas, ya que Siria no tiene petróleo en absoluto. Las repercusiones sociales y políticas de que otro escenario de guerra se forme para las grandes potencias en esta región devastada son, por el momento al menos, demasiado inciertas para hacer que el riesgo valga la pena. Turquía está, a pesar de estar más directamente amenazada por las consecuencias de la catástrofe humanitaria en Siria, jugando también sus cartas con cierta cautela de momento.
Hay una especie de estancamiento imperialista sobre Siria, y mientras tanto las muertes se acumulan. Esto no quiere decir que una intervención militar occidental pudiera evitar que ocurrieran. Como podemos ver en la experiencia de Irak y Afganistán (y Libia, donde hay también una secuela de conflicto extendiéndose por una serie de países vecinos[3]), las consecuencias de la intervención militar occidental son cualquier cosa menos humanitarias. Incluso cuando se adapta a sus intereses imperialistas imponer un cierto orden sobre la situación y así minimizar algunas zonas de conflicto, el resultado en todos estos casos ha sido el de acelerar la tendencia hacia el desorden y la violencia caótica. Al igual que la crisis económica a la que se enfrenta ahora el capitalismo como un muro inexpugnable, la proliferación de guerras y tensiones imperialistas en todo el planeta dan testimonio de que el capitalismo se ha convertido en un callejón sin salida para la humanidad.
Amos
[1] Véase la editorial de la Revista Internacional núm. 149: "Amenaza de un cataclismo imperialista en Oriente Medio".
[2] El régimen de Assad siempre ha basado su poder en una política de dividir y gobernar, haciendo pleno uso de las diferentes divisiones religiosas y étnicas que tienen una larga historia en el país. En particular, se ha identificado con la minoría religiosa alauí, manteniendo su apoyo a este grupo (que es considerado hereje por muchos musulmanes) a través de una política combinada de repartir prebendas y privilegios e infundir un clima de temor a los miembros de la secta sobre lo que sucedería si sus protectores fueran retirados del poder. Por su parte, los mulás iraníes, para dar peso teológico a su política exterior en favor de Siria, parecen haber aceptado a los alauitas como parte de los musulmanes chiítas. Ver "The fear-filled minority sect that keeps Syria's struggling dictatorship alive". Este artículo muestra que, si bien muchos de los Shabiha son extraídos de la minoría alauita, hay otros, tal vez la mayoría, que están cada vez más preocupados de que se les asociará a los crímenes de Assad.