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La resistencia contra el actual orden social se extiende, desde las enormes revueltas sociales en Túnez y Egipto al movimiento de los "indignados" en España, a las huelgas generales y asambleas en la calle en Grecia, las manifestaciones sobre la vivienda y la pobreza en Israel, y el movimiento "Occupy" en los EEUU, que en la actualidad ha encontrado un ligero eco en Reino Unido. La conciencia de que se trata de un movimiento global se está volviendo más clara y extendida.
En Reino Unido el 9 de noviembre los estudiantes se manifestaron otra vez contra las políticas gubernamentales en materia de educación, y el día 30 hasta 3 millones de trabajadores del sector público irán a la huelga contra los ataques a sus pensiones. Los electricistas llevan semanas manifestándose enérgicamente en las obras en defensa de sus empleos y condiciones de trabajo, y también se manifestaron el 9 de noviembre.
Ni estamos ante una revolución aún, ni el 99% está en lucha aún
La palabra "revolución" está otra vez en el aire, y el "capitalismo" es ampliamente señalado de nuevo como fuente de pobreza, guerras y desastres ecológicos.
Esto es positivo. Pero como los explotados y la mayoría oprimida en Egipto están dolorosamente comprobando en sus propias carnes, librarse de la cabeza visible o de un gobierno particular no es una revolución aún. El régimen militar que tomó el poder tras Mubarak continúa encarcelando, torturando y asesinando a aquellos que osan expresar su insatisfacción ante el nuevo status quo.
Incluso el popular eslogan del movimiento "Occupy" en EEUU, "somos el 99 %", no es todavía una realidad. A pesar de la amplia simpatía que levantan, las protestas "Occupy" no se han ganado el apoyo activo del "99 %". Millones de personas sienten ansiedad del futuro incierto que el capitalismo les ofrece, pero esta misma incertidumbre genera unas comprensibles dudas en lo referente a correr los riesgos que implican huelgas, ocupaciones y manifestaciones.
Estamos tan sólo comenzando a vislumbrar el potencial de un auténtico movimiento de masas contra el capitalismo, y es peligroso el confundir los inicios del movimiento con un movimiento ya maduro y fuerte.
En este contexto, los mismos que están ya luchando pueden ser lastrados por sus propias ilusiones, que los propagandistas del sistema refuerzan de muy buena gana.
Ilusiones como:
"Todo es culpa de los banqueros y/o del neoliberalismo"
El capitalismo no son sólo los bancos, o un mercado "desregulado". El capitalismo es una relación social basada en el sistema de salario, en la producción de mercancías para el beneficio, y funciona sólo a escala mundial. La crisis económica del capitalismo es el resultado del hecho que esta relación social se ha vuelto obsoleta, un freno para todo futuro avance.
Regular los bancos, aplicar un "impuesto Robin Hood" o extender el control estatal no destruye la raíz de la relación social capitalista entre explotados y explotadores, y nos da una falsa meta por la que luchar. Los llamamientos de los sindicatos para "estimular el crecimiento" no son más positivos: bajo el capitalismo esto únicamente puede significar el crecimiento de la explotación y la destrucción medioambiental, y en cualquier caso, actualmente este crecimiento sólo puede estar basado en la acumulación de una montaña de deudas, que se ha vuelto un factor de primer orden en la profundización de la crisis económica.
"Los políticos de la derecha son nuestros principales enemigos"
De la misma forma que los banqueros son meros agentes del capital, los políticos de izquierdas y derechas no son más que instrumentos del Estado capitalista. Los Tories (conservadores) de Cameron han empezado su trabajo allí donde lo acabaron los laboristas, y Obama, pese a todo el ruido mediático sobre la "esperanza" que representaría, continúa las guerras imperialistas y los ataques a las condiciones de vida que la administración Bush dejó.
"Necesitamos hacer que la democracia parlamentaria funcione mejor"
Si el Estado es nuestro enemigo, el reivindicar su reforma no es más que una distracción. En España "Democracia Real Ya" ha intentado que se luchara por mejorar las listas electorales, tener más control sobre los diputados, etc. Pero una tendencia más radical se opuso a esto, identificando a las asambleas generales, que fueron en todas partes la forma organizativa de las protestas, como el posible núcleo de una nueva organización de la vida social.
Por tanto, ¿cómo hacer avanzar la lucha? Comprendiendo y poniendo en práctica ciertas cuestiones básicas:
Que la lucha contra el capitalismo es una lucha entre clases: por un lado la burguesía y su Estado, que controla la mayoría de la riqueza social; y por el otro la clase trabajadora, el proletariado -aquellos que no tenemos nada que vender salvo nuestra fuerza de trabajo.
La lucha debe por tanto extenderse a aquellas partes donde la clase obrera es más fuerte, donde se concentra en mayor número: fábricas, hospitales, escuelas, universidades, oficinas, puertos, obras, oficinas de correos. Los ejemplos ya están ahí: en la oleada de huelgas que estalló en Egipto, cuando "la Plaza Tahrir llegó hasta las fábricas", y el Estado se vio obligado a prescindir de Mubarak. En Oakland (California) los "occupiers" convocaron una huelga general, yendo al puerto y consiguiendo el apoyo activo de trabajadores portuarios y camioneros.
Para extender la lucha necesitamos nuevas formas organizativas: la práctica de formar asambleas con delegados elegidos y revocables está reapareciendo por todas partes porque las viejas organizaciones han fracasado: no sólo los distintos tipos de parlamentos, sino también los sindicatos, que sólo sirven para dividir a los trabajadores y asegurar que la lucha de clase nunca sobrepase los límites legales. Para superar las divisiones sindicales y mantener las luchas bajo control de los obreros necesitamos asambleas y comités elegidos en los centros de trabajo y en calles y plazas.
Para librarnos del capitalismo necesitamos una revolución: la clase dominante se mantiene en el poder no sólo con mentiras sino también con represión. La lucha de clase nunca es "no violenta". Tenemos que estar preparados desde ya para la inevitable violencia policial, y en el futuro, para derrocar a la maquinaria estatal a través de una combinación de autoorganización de masas y fuerza física.
La única alternativa al capitalismo es el comunismo: ni la explotación bajo control estatal de los regímenes estalinistas, ni una vuelta a comunas aisladas que intercambien productos, sino una asociación mundial de productores, sin salarios, sin dinero, sin fronteras, sin Estado.