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TESTAMENTO DE LA REVOLUCION
La historia a la que pertenecemos es la historia de la lucha de clases. Y ha sido la contradicción entre opresores y oprimidos de los diversos tiempos y sociedades del mundo que la han hecho devenir hasta ahora. Pero con la aparición de la burguesía y el proletariado en la escena histórica, se ha abierto el juicio final de la revolución mundial que deberá poner fin a éste antagonismo histórico de clases...
La historia ha sentenciado, pues, la revolución. El fundamento de esta sentencia descansa sobre la contradicción existente, en la realidad actual, entre el desarrollo libre de las fuerzas productivas y las decadentes relaciones de producción capitalistas que, se han convertido en un continente cada vez más obstaculizante para dicho desarrollo, ya que lo condicionan a la paulatina extinción de la humanidad.
La ejecución de esta sentencia final solo podrá ser realizada por la dictadura programática del proletariado mundial.
Por tanto, con la ejecución de esta sentencia final se cerrara la prehistoria de la humanidad y, se abrirá un nuevo mundo reinado por la libertad social. La sociedad comunista.
...
Un gran terremoto de dimensiones apocalípticas ha sacudido al mundo. Un gran terremoto que ha removido los cimientos de esta vieja sociedad capitalista y ahogado el éxtasis del fervor religioso que se profesaba frenéticamente en los templos sagrados de las bolsas financieras de todos los países.
Este terremoto es la crisis, de la que se creía inmune este viejo y decadente mundo que la consideraba, a penas, una simple falla de mercado, e incluso, no pocas veces, extinta y enterrada por los siglos de los siglos.
La crisis, ese remolino tormentoso y destructivo, ha vuelto a sumergir, más intempestivamente que nunca desde las profundidades del hades del abismo donde mora la bestia del Capital que esclaviza a la proletaria humanidad, a la tierra media de la escena histórica de la sociedad civil, de noche, sin aviso y con sigilo de ser descubierta hasta antes de tiempo por aquellos que la creían enterrada eternamente.
La crisis, cuyas secuelas desgarradoras no solo destruyeron ayer sueños y esperanzas, o arrancan hoy sudor, sangre y lágrimas, sino que incluso amenazan con extinguir mañana a la misma humanidad cuando el sol sea cubierto por la oscuridad infernal del polvo del invierno nuclear que pondrá en tela de juicio, o si es que no el fin, a la existencia y vida terrenal.
¡La crisis! ¡Ay, la crisis! Reyes capitalistas y esclavos proletarios la han lamentado.
¡La crisis! ¡Ay, la crisis! La naturaleza la ha llorado.
¡La crisis! ¡Ay, la crisis! Y la humanidad entera la ha soportado.
¿Qué es la crisis? Este viejo y decadente mundo se pregunta... ¿Cuáles son sus verdaderas causas? Este viejo mundo no ha podido ni quiere responderlas...
¡La crisis...! Sí, la crisis y las terribles tempestades que traerá mañana ¿Serán a caso suficientes para que se descorran y deslicen por sí solas la túnica de oro y la corona de diamantes tras las cuales se oculta la horrenda bestia del capital que domina y esclaviza al mundo? ¿Serán a caso suficientes para que el león proletario despierte de su sueño aletargado y embrutecedor de décadas de contrarrevolución y devore a la bestia y, con ella, a su propia esclavitud? ¿Serán a caso suficientes para que suene la hora legendaria de la revolución mundial en la que los expropiadores sean expropiados...?, ¿Cómo he de saberlo? ¿Cómo poder siquiera intuirlo? Si antes no sabemos lo que es ella ni cuáles son sus oscuras y verdaderas causas.
¿Qué es la crisis? Este viejo y decadente mundo se pregunta... ¿Cuáles son sus verdaderas causas? Este viejo mundo no ha podido ni quiere responderlas...
¡Pero no! ¡Esperad! ¡No angustiad! Un movimiento real que no es de este mundo pero que nace de él ya las ha contestado.
¡Pero no! ¡Esperad! No solo las ha contestado sino que representa su resolución final, porque representa la anulación final de este viejo mundo regido por el capital, porque representa la anulación del mismo capital.
¿¡Qué movimiento es ese pues!? Muchos se preguntaran. ¡El comunismo! Pocos se responderán.
¿Cómo, el comunismo? El filisteo lo titubeará porque jamás lo comprenderá. ¡Sí! ¡El comunismo! El proletariado consciente siempre lo afirmara.
Es el comunismo, pues, en su forma teórica-critica de marxismo, que puede responder, qué es y cuáles son las causas y consecuencias de la crisis que sacude a este viejo y decadente mundo que se niega a morir por sí solo, es pues, con esta poderosa guía dialéctica de concebir materialistamente la historia que esgrimimos, que:
A Causa del desarrollo general que las fuerzas productivas han alcanzado en esta vieja sociedad, es decir, a causa de la tendencia a la baja de la tasa de ganancia general expresada en el aumento, también general, de la Composición orgánica de capital en esta vieja sociedad; es que se produjo un nuevo aumento acelerado de la tasa de plusvalía relativa de la fuerza de trabajo en particulares y determinadas esferas de la producción donde gobierna y explota directamente la bestia del capital, y, donde a pesar de que dicho aumento significo simultáneamente la disminución de la masa de plusvalía absoluta obtenida de esa fuerza laboral explotada en esas particulares y determinadas esferas de la producción; es que devino como efecto, y de manera general, la sobreacumulación de plusvalor en esta vieja sociedad que no lograba su efectiva realización, es decir, su capitalización para encadenar a más hombres a la explotación salarial...
Crecieron pues las fuerzas productivas y con ellas el problema de la acumulación de plusvalor que no lograba su efectiva realización, es decir, el problema de la sobreacumulación de capital.
Sobreacumulación que amenazo a la bestia del capital de sumirla en la crisis de sopreproduccion al poner en peligro el proceso de la reproducción de plusvalor.
Entonces, para evitar la crisis, la bestia subió, desde los abismos y las profundas minas donde tiraniza y explota directamente a la fuerza de trabajo, a la gran Sodoma de la superficie del mercado, donde yacían esperando los monstruos que había engendrado para que la representen en su ciudad sagrada, en busca de la gran ramera del dinero, para fornicar en ella el plusvalor que había arrancado de las minas donde su plutónica burguesía azota sin piedad al león encadenado. Subió pues, para realizar y procrear a través de ella a nuevos capitales con los que podría seguir expandiendo su abominable dominación. Subió pues, desde los abismos del hades a la gran Sodoma en busca de la gran ramera del dinero para poseer la forma de su valor de cambio, de su atractivo y seductor cuerpo de sirena, con el que debía realizar el trabajo sobreacumulado que había chupado a los asalariados en las minas del abismo.
Pero por más que la hizo suya, una y otra vez, no la encontró totalmente fértil. ¡Parece que se había quedado marchita! ¡Parece que los hermosos y proporcionados encantos de los que presumía habían resultado falsos! ¡Parece que ya no era digna de seguir sentada en el trono de Sodoma! ¡Parece que se había desvanecido como por encanto de las cabezas de los monstruos donde resplandecía orgullosa su belleza ostentosa y onerosa!
¿Qué será de ella? y ¿Que será ahora entonces de la bestia? ¿Quién podrá realizar todo el trabajo excedente que había tragado en el abismo?
¡Inseguro! ¡Incierto! ¡Crítico y tormentoso! Así parecía ser el futuro inmediato del Capital que domina y tiraniza en los abismos de la producción, en la tierra media de la sociedad civil y en los cielos de la superestructura social.
Pero entonces, cuando el lamento comenzaba a envolver al capital con aullidos y gemidos dolorosos de sus siervos y lacayos de formación burguesa. Aparecieron en escena los monstruos que la bestia había engendrado. Aparecieron pues, los gigantes bancos y Estados imperiales que se han forjado con el tiempo a imagen y semejanza de la bestia. Aparecieron pues, con soberbia suntuosa, pero parasitaria, los grandes ciclopes que debían socorrerla.
Entonces, con una habilidad casi mágica, estos ciclopes, hicieron aparecer como si de la nada a la gran ramera vestida de papeles valorizativos, incluso todavía más lujuriosa y ostentosa que antes. Su propósito, era pues, crear la ilusión de que la gran Sodoma se expandiera ilimitadamente para poder realizar y capitalizar en sus templos de mercado el plusvalor sobreacumulado que se había extraído de las profundas minas productivas. Luego, tras una serie de movimientos político-económicos, estos ciclopes lograron el fantástico y fascinante hechizo de crear el cuerpo de la seductora sirena del dinero con títulos y derivados financieros que consiguieron capitalizar a gran parte del trabajo excedente que se habían sobreacumulado.
Con este hechizo valorativo lograron pues, aunque fuese por un breve tiempo, que el fruto y el vino producido por el esclavo proletario siga manteniendo embriagados a los siervos y lacayos de la bestia. Con lo que consiguieron, aunque fuese por un breve tiempo, que las migajas que recibe el esclavo oprimido, les sean suficientes para mantenerse vivo y seguir encadenado al trabajo asalariado...
Pero el tiempo fue corto. Y los hechizos de las burbujas financieras se evaporaron, o mejor dicho, explotaron.
Se escucho entonces de repente un relámpago a media noche desde las nubes en las que la burguesía ya segura se creía. Se desvaneció entonces el espejismo de la gran Sodoma del mercado que se había extendido y expandido ficticiamente con el aire especulativo. Desaparecía pues, de golpe, la ilusión de la riqueza que se creía real y verdadera.
¿¡Qué pasó!? Se preguntaron ya sollozas todas las tristes y pobres criaturas que le habían entregado su poder adquisitivo a la bestia en las bolsas financieras.
¡Maldita sea! ¡Por qué a nosotras! Gimieron y se lamentaron dolorosas las tristes desdichadas.
¿¡Qué haremos ahora cuando vemos que nuestros sueños de riqueza no han sido más que sueños!? Afligidos y llorosos exclamaron los rebaños de estafados.
¡Rezad y alabad! ¡Rezad y alabad! ¡Y por ningún motivo dejad de rezad y alabad a nuestro señor! Proclamaban los monstruos engendrados por el capital. Y aquellos que tenían el nombre de un numero de la bestia en sus cuentas financiaras, al quedar en harapos y vestidos desgastados, blancos y casi blancos, cantaron fervorosamente desde los cielos financieros hasta los infiernos del abismo productivo de este viejo mundo: ¡El señor no los ha dado, el señor no los ha quietado. Bendito y alabado sea el nombre del señor...!
Pero ni con cantos sórdidos ni lamentos ignominiosos se conseguiría el milagro de evitar los tormentos aun peores y devastadores que vendrían como consecuencia del plusvalor sobreacumulado que, no llegó a ser realizado ni nacer por tanto capitalizado...
¡Ah...! Un grito terrorífico se oyó entonces desde la ciudad sagrada del mercado.
¡Ah...! Lamentos y gemidos envolvieron en pánico a la gran Sodoma.
¿Qué ha ocurrido? Preguntaron algunos forasteros.
¡La gran ramera! ¡La gran ramera! ¡Ha sido descubierta! ¡Sin traje, sin joyas, sin belleza seductora ni vientre ya fecundo! Exclamaron los siervos y esbirros de la bestia con lúgubres aullidos temblorosos.
¿¡Qué será ahora de nosotros!? ¿¡Cómo y dónde invertiremos y capitalizaremos todo este plusvalor robado!? Exclamaban y lloraban en la ciudad sagrada los plutónicos burgueses.
Entonces, de improviso y sin que nadie lo notara, la gran ramera comenzó a arder y con ella la gran Sodoma. Fue el momento en que la sobreacumulación de plusvalor que la bestia retenía entre sus garras se transformo en sobreacumulación absoluta de capital. Y nadie, a no ser que tuviera en la frente o en la mano el sello real y efectivo de la bestia, podía comprar o vender.
¡Ah...! ¡Ah...! ¡Ah...!
Espanto y horror envolvió en tinieblas a la gran ciudad sagrada del mercado. Espanto y horror porque ardían y se quemaban los capitales engendrados que fueron abortados. Espanto y horror porque los capitales ficticios se reducían a polvo de cenizas. Espanto y horror porque la misma bestia del capital ya ardía en medio de la crisis de sobreproducción...
Entonces, de repente y súbitamente, las tasas de valorización o de ganancias productivas que habían sido estimuladas, e incluso elevadas ficticiamente, por el encanto especulativo de los narcóticos financiaros, se desvanecieron raudamente en ambos hemisferios, cayeron precipitadamente hacia el pozo de la nada y, amenazaron a la humanidad entera de sumirla en el infernal holocausto de la depresión.
Entonces, cuando la bestia se quemaba en el incendio sobreproductivo. Fue que los más grandes y fuertes monstruos de occidente y dragones de oriente salieron a socorrerla de la contracción de la ciudad sagrada del mercado que se consumía con el fuego desvalorizativo. La socorrieron, pues, de la única forma que podían ya hacerlo, es decir, centralizando los capitales alrededor de sí mismos, expropiando brutalmente a otros ingenuos o pequeños monstruos endeudados que se calcinaban. Para ofrecer a la bestia mejores edificios y armaduras para la realización y capitalización de la plusvalía que mantendría su abominable reproducción.
Pero su formal y legal expropiación centralizadora, a través de embargos de liquidación, no solo cayeron como azotes sobre sus propios hermanos quebrados e insolventes, sino sobre todos aquellos que apostaron sus ahorros en las bolsas de los templos de la ciudad sagrada.
Después de varios días y noches de profundas desvalorizaciones, el incendio comienza ya a cesar para los pocos y poderosos monstruos que han quedado en pie en la gran Sodoma del mercado. Pero el verdadero infierno para los simples mortales que yacen en la tierra media y sus alrededores de esta vieja sociedad capitalista esta recién por comenzar...
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Guerras, despidos, miseria, subversión climática, degeneración y la amenaza del holocausto final, ya se aproximan y extienden desde todos los rincones de este decadente mundo gobernado por el capital.
Como un enjambre de langostas, las metálicas aves asesinas de algunos Estados imperiales recorren ya el mundo, destruyendo y devorando el escaso trigo y agua de pueblos desnutridos, en busca del preciado oro negro. Con lluvias de acero y fuego van matando a niños débiles, y sepultando a posibles grandes hombres que ya no nacerán mañana, en busca de las joyas que adornen y den cuerpo a la gran ramera.
Como olas de deshechos muertos, millones y millones de asalariados que fueron despedidos van siendo arrojados desde los abismos de las minas productivas, donde eran explotados por la bestia y sus esbirros, a los desiertos áridos de la tierra media donde ya se secan como cadáveres desnudos.
Como enormes montes de basura, cintos de millones de pobres que beben de cloacas y se alimentan de desperdicios alrededor de este mundo, van hacinándose en extensos y fétidos depósitos urbanísticos; donde el hedor de la miseria espanta a la gran ramera y a la propia bestia y, donde la peste de la pobreza extrema esta asesinando despiadadamente por segundo.
Como la amarga cólera de una madre que es violada y torturada por su trastornado hijo, la naturaleza enfurecida traga con tsunamis, entierra con grandes terremotos y barre con violentos huracanes, que jamás se habían visto antes, a cientos de millones en todo el mundo, en protesta de la bestia que ha trastornado a los hombres con la lujuria de la gran ramera.
Como el depravado drogadicto alienado que se estigmatiza a sí mismo con todo tipo de aberraciones. La actual y decadente sociedad capitalista, que se ha degenerado y alienado con el opio religioso que se imparte en los templos, de todo tipo, de la bestia, se abre cortes siniestros y sub-culturales en todas partes que, agrandan aun más las heridas enajenantes de su propio cuerpo.
Y como el tenebroso estruendo de la tormenta que lo destruye todo, ya se hoye desde el medio oriente la amenaza de la hecatombe mundial que pondría fin a la humanidad. Pronto, cuando la bestia entre en crisis nuevamente, la amenaza del fin del mundo vendrá desde ambas orillas del atlántico y del pacifico. Pronto, cuando ni la propia bestia ni sus esbirros lo sospechen, el mundo se hallara a puertas del holocausto de la destrucción final...
¡El jinete y verdugo de la humanidad ha comenzado a cabalgar!
...
¡Pero escuchad! ¡Levantad la cabeza hermanos míos y oíd! No todo el sonido que se hoye en este capítulo de la escena histórica es gemido y lamentación.
¡Aquí y allá! ¡Aquí y allá! Desde las profundas minas del abismo de la producción, el intrépido proletario que se halla encadenado al trabajo asalariado comienza nuevamente a rugir y salir a la tierra media de la sociedad civil.
¡Aquí y allá! ¡Aquí y allá! La bestia y sus esbirros plutónicos ven horrorizados a las primeras subversiones de la revolución.
La crisis, pues, al deshojar las flores imaginarias del supuesto porvenir seguro con las que se cubrían las ásperas cadenas del trabajo asalariado, ha mostrado al proletariado de todos países los verdaderos tentáculos con los que la bestia del capital domina y tiraniza al mundo. No para que sigan manteniendo y soportando las pesadas y crueles cadenas de la explotación que ya no consuelan más, sino para arrancarse de ellas de una vez por todas y matar a la bestia que oprime al mundo.
¡Aquí y allá! ¡Aquí y allá! La guerra civil contra el capital comienza nuevamente a estallar.
Desde el polo norte y sur de este mundo, desde el oriente y occidente de este globo azul, millardos de soldados proletarios comienzan a levantarse espontáneamente en lucha franca y abierta contra las huestes del capital. A veces sin ninguna dirección, a veces sin la suficiente preparación, van aprendiendo a posicionarse inconscientemente en el campo del futuro Armagedón.
¡El gigante proletario ha comenzado pues a ensayar nuevamente sus primeros pasos de revolucionario!
En este enorme campo de batalla de la tierra media, al que ya comienza a entrar el proletariado, es que se parece pues al león furioso que ha salido a devorar a sus tiranos. Pero por más que su furia es apasionada y heroica siempre vuelve a ser domado y encadenado, a veces por el látigo de fuego de las metralletas de los monstruos de occidente y dragones de oriente, a veces por el chantaje plutónico del burgués y, a veces incluso por las mordidas y arañazos del lobo de los sindicatos.
Su lucha es pues mas instintiva que conscientemente por sí misma.
Pero entonces, de la cabeza del león, de la vanguardia del proletariado, como atenea de Zeus, comienzan a nacer, o si es que no ya a crecer, los primeros impulsos de la revolución.
En forma de corrientes, tendencias y grupos organizados, las primeras fuerzas de la revolución comienzan a abrirse paso de entre las legiones del rugiente proletariado.
¡Aquí y allá! ¡Aquí y allá! Estos primeros impulsos revolucionarios de la clase, ya van haciendo también su entrada al campo de batalla de la tierra media de la sociedad civil.
¿Pero quiénes son? ¿Cómo se han formado? ¿Cuál es su función? Muchos proletarios en las legiones se preguntan, e incluso a sí mismos estos impulsos elementales, mientras que la bestia y sus monstruos observan y vigilan ya sigilosamente con recelo.
¡Las células y tejidos! ¡Las células y tejidos! ¡Que formaran el sistema nervioso de la revolución!
¡El futuro partido comunista de la revolución!
Se hoye ya a lo lejos desde la memoria histórica del proletariado...
...
Luego, cuando la guerra civil se había extendido en todo el mundo, estas fuerzas e impulsos elementales que habían custodiado celosamente a la idea y espíritu de la revolución, es decir, al programa histórico de la revolución. Al verse empujados por las circunstancias que les gritaban:
¡Aquí estamos ya en rodas, salten aquí!
¡Entonces! Con osadía y valor inusitados, saltaron estas fuerzas revolucionarias unas tras de otras.
Y la cabeza de león proletario se transformo en la cabeza del poderoso fénix que ya había antes volado y tomado el cielo por asalto.
¡Entonces! El sistema nervioso que ya empezaban a formar estos impulsos elementales, comenzó a organizar y guiar desde el interior del cuerpo del león, para que esté en su conjunto y consciente de si mismo pudiera volar y realizar el programa comunista del proletariado, para que pudiera establecer su dictadura programática en todo el mundo.
Pero antes de que el conjunto del proletariado abriese las alas y volara ya siendo para sí mismo y conscientemente por sí mismo, hacia la gloria y el poder.
La bestia, sus monstruos, sus dragones, sus esbirros y los demonios que yacían en la tierra media de la sociedad civil, salieron a enfrentar al amenazante y audaz proletariado. Con todo tipo de armas y hechizos le atacaron, con todo tipo de chantajes, incluida la gran hecatombe, le amenazaron, con todo tipo de despiadados y sangrientos métodos le hirieron, y el gigante proletario cayó brutalmente al suelo en el campo de batalla. Entonces lo encadenaron nuevamente y lo llevaron a las minas del abismo a seguir trabajando bajo los azotes de los plutónicos burgueses. Luego, en la tierra media, la bestia comenzó a perseguir a aquellos que habían intentado formar el sistema nervioso para el conjunto del proletariado, a muchos atrapo y torturo despiadadamente, a otros asesinó con o sin juicios orquestados y, a otros les invito a convertirse en demonios y beber de los manjares y privilegios de la gran ramera.
Entonces, en medio de esta resaca revolucionaria; algunos se aislaron y escondieron en sectas y demás torres de marfil creyendo que la marea revolucionaria había pasado totalmente, sin percatarse que solo se había tranquilizado pasajeramente; mientras que otros, que habían confundido la marea con olas espontaneas de estanques, cayeron y resbalaron a las aguas pantanosas del oportunismo, donde después de abrazarse y negociar lo principios del programa comunista con los demonios que desde ahora se llaman a sí mismos revolucionarios y que se visten con capas purpuras, decidieron servir a la bestia y beber y gozar de los encantos de la gran ramera, convirtiéndose de esa forma en otros tantos demonios dedicados a engañar al proletariado.
¡Vencidos! ¡Estas vencidos para siempre!
Exclamaron frente a su señor en coro los esbirros de la bestia.
Pero otros consecuentes y probos comunistas que no habían perdido la fe y mucho menos la razón revolucionaria, otros que nunca habían olvidado la necesidad de la realización del programa comunista a pesar de hallarse encadenados o desterrados, otros que jamás habían olvidado ser libres ni a dejar de luchar hasta las últimas consecuencias a lado de minerva. Comenzaron a organizarse nuevamente, comenzaron a ser ellos mismos nuevamente. Pero no ya como antes, es decir, no ya al margen o junto a la clase, sino siendo parte de ella misma, incluso en el momento de retroceso en el que tuvieron que luchar a contracorriente.
Entonces, comenzaron a organizarse nuevamente, comenzaron a desarrollar nuevos métodos de la lucha y mejorar los ya existentes para no caer nuevamente ante las nuevas adversidades que vendrían cuando se iniciase otra vez la guerra civil explosiva en el campo del Armagedón.
Mentados y dotados de experiencia, estos sobrevivientes revolucionarios que antes habían encarnado a los impulsos elementales de la revolución proletaria, comenzaron a formar un nuevo y genuino sistema nervioso de y para la clase. Conformaron pues, un sistema de soviets de comunistas, un sistema que guiaría y haría una sola a toda la clase, ya que no se dedicaría como antes a dar solo consejos a la clase para que ésta se auto-organice autónomamente de su vanguardia revolucionaria ni tampoco se dedicaría a pretender organizar a la clase bajo la dictadura de un partido, sino mas bien a dirigir la organización de la clase organizándose en ella, es decir, siendo parte central en ella, ya que al ser de estructura semejante a la de los soviets y teniendo por función esencial la de dirigir la organización general de los soviets, podría llevar y recibir información a toda la clase de la realización del programa comunista por toda la clase.
Fue entonces que los soviets empezaron a organizarse nuevamente, pero no espontáneamente como quizá lo habían hecho antes en su primer ensayo, sino conscientemente desde un inicio, ya que su accionar y organización estaba guiada y direccionada desde un principio por del programa comunista del proletariado y que era realizado precisamente por el proletariado. Realización que solo había sido posible porque el sistema nervioso mundial de la revolución, es decir, el partido comunista mundial de la revolución había sido un autentico y genuino órgano de la clase desde un principio.
¡Y de repente!
Cuando la bestia del capital, los plutónicos burgueses, los Estados y bancos de occidente y de oriente, los esbirros gobernantes sentados a la derecha del capital, los demonios vestidos de color rojo sentados a la izquierda de la bestia, los lobos de los sindicatos que se habían vestido de ovejas y, las nuevas y poderosas aberraciones que habían sido creadas por la bestia (cuyos nombres no serán revelados hasta que sea su tiempo en un tiempo de este tiempo en el que ya devenimos), se sentían seguras y victoriosas en todo este viejo y decadente mundo capitalista.
Se escucho de repente un estruendo sagaz y poderoso desde el crepúsculo rojo y luminoso de los mares.
¿¡Qué sois ese relámpago!? ¿¡Qué sois ese rugido!?
Horrorizadas exclamaron la bestia y su sequito opresor.
¡Sí!
Era el león proletario que resurgía de entre las inmensas huelgas de los mares formados por proletarios de todo el mundo y por todas las masas explotadas y oprimidas por el capital.
¡Sí!
Era el león proletario con cabeza de fénix y alas de Pegaso que había salido para vencer y venció.
Con inmensas olas de fuego barrio a varios monstruos a la vez, con poderosos truenos de fuego rojo estremeció, aterro y enterró a todo aquel que osaba hacerle frente, en todas partes, desde los infiernos a los cielos en el que reinaba la bestia, lucho como el guerrero legendario que era, lucho como el llamado a cerrar la prehistoria de la humanidad y abrir las puertas de la verdadera historia de la sociedad humanizada.
Pero la gran batalla que el proletariado libro en el campo del Armagedón de la guerra civil, contra la bestia y todos sus secuaces, no fue sencilla.
Demando grandes sacrificios y abstenciones, demando sudor, sangre y llanto. Se llevó pues a grandes titanes comunistas que se habían forjado al calor de la revolución. Se llevo pues a legiones enteras de proletarios que se habían batido como los grandes centinelas históricos que eran.
¡Hubo lágrimas!
Sí...
Pero no solo por los caídos en batalla sino por el logro que se habían conseguido.
¡El proletariado pues establecía su dictadura a nivel mundial!
¡Aquí y allá! ¡Aquí y allá! Luchaban con audacia y osadía inmensos y poderosos ejércitos rojos de soviets en ambos hemisferios.
¡Aquí y allá! ¡Aquí y allá! Se establecían repúblicas soviéticas en todo el mundo.
¡Aquí y allá! ¡Aquí y allá! Un nuevo mundo que había madurado por siglos, e incluso por milenios, comenzaba a abrirse, aflorar y nacer en pleno Armagedón de la guerra civil.
¡Eran pues los modernos sistemas planificados de soviets!
!Era pues la sociedad socialista!
Y el proletariado entonces, que se había cubierto con la armadura de minerva, que se había dotado de instrumentos que se parecían a Estados para repeler a sus enemigos, destruyo a los monstruos de la bestia y la encadeno a ella, para que el capital y/o trabajo muerto sirviese para satisfacer la vida de los trabajadores vivos y, no ya al revés como era en el viejo y decadente mundo capitalista que comenzaba a morir por obra y gracia de la dictadura programática del proletariado mundial.
Y ocurrió entonces algo extraordinario en plena guerra civil encarnizada.
Los soviets o consejos de trabajadores comenzaron a transformarse en consejos de trabajo comunistas en plena tierra media, que para ese entonces ya no era el de la sociedad civil, sino de la sociedad de la gente liberada.
Los consejos de trabajo comunistas, comenzaron pues a desarrollar y realizar el nuevo programa de la sociedad comunista liberada y a luchar más efectivamente contra las reminiscencias capitalistas que aun quedaban, ya que constituían las células con las que estaban formándose los órganos, tejidos y sistemas de la sociedad comunista.
¡Y entonces y finalmente!
Cuando la bestia ya terminaba de extinguirse por completo y con ella todas sus taras y reminiscencias;
Cuando el propio proletariado y su partido ya se extinguían, es decir, cuando el león con cabeza de fénix así como la armadura parecida a un Estado que se había dado para luchar y hacer frente a la bestia y a sus gendarmes, se transformaban en un verdadero y gran ser humano llamado sociedad humanizada;
Cuando la humanidad comenzaba a reconciliarse con la naturaleza después de milenios;
Cuando una nueva sociedad, que ya había nacido de una vieja a través de una partera violenta llamada dictadura, se disponía a mirar alto y plantearse maravillosos objetivos con los que abriría y crearía la verdadera historia de la humanidad;
Y cuando la nueva Atenas, con un nuevo y hermoso nombre que no se conocerá hasta ese entonces, se convertía en el símbolo del nuevo mundo liberado; es que la sociedad humanizada comenzó a escribir en sus banderas:
¡De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades...!
...
La historia a la que pertenecemos actualmente es pues la historia de la lucha de clases. Y ha sido la historia la que ha sentenciado la revolución comunista mundial que deberá ser ejecutada por el proletariado.
El fuego de la revolución yace pues en aquellos que están dispuestos a beber del cáliz de la honestidad y el sacrificio histórico.
Pronto, cuando la guerra civil contra el capital y la burguesía se extiendan con mayor vigor en ambos hemisferios, el comunismo comenzara a pasar del arma de la crítica a la crítica de las armas.
Pronto, cuando el proletariado en oriente ruja, el gallo en occidente se sacudirá de las cadenas del capital y anunciara al mundo entero, con canto de trompeta histórica, el amanecer de la soberana aurora comunista.
Pronto, cuando el movimiento real del comunismo empiece a extenderse decisivamente por todos los países, podrá hacerse más claro que el desarrollo de ésta fuerza histórica no se halla en su fin o resultado sino en su devenir...
Ya van pues madurando las condiciones de la revolución en todo el mundo.
Ya van pues naciendo de la cabeza del proletariado los primeros impulsos comunistas de la revolución mundial.
Ya van pues formándose los mares de cuyo crepúsculo rojo vendrán las grandes olas que transformaran al mundo.
Miremos pues alto, por encima de lo pasajero de este mundo y comencemos a realizar la poesía histórica de la revolución comunista de la humanidad.
¡Luchar! ¡Luchar! ¡Y seguir luchando!
Será nuestro pasaporte hacia la victoria final.
Leons
12 de Octubre de 2010