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La burguesía vive con una obsesión: la obtención de ganancia, por eso los gobiernos de todo el mundo toman como norma general la reducción de todo gasto que no les reporta ganancia inmediata, que les parezca suntuario o que les permita reducir costos... y no es casual que todos estos recortes apunten a un solo objetivo, el abaratamiento de la fuerza de trabajo. Los mismos datos de la OIT exponen que cada año en el planeta se presentan 270 millones de accidentes laborales, dejando un saldo de más de 2 millones 160 mil trabajadores muertos. El derrumbe de la mina de Pasta de Conchos (Coahuila, México), que provocó la muerte de 65 mineros, no fue sino uno de los tantos "accidentes" que los trabajadores sufren como producto de la eliminación de gastos para crear las condiciones mínimas de seguridad. De la misma forma los "accidentes naturales" como inundaciones o terremotos, cobran presas entre la clase obrera de forma fácil por las condiciones tan frágiles en que viven grandes masas de asalariados.
Sin otra oportunidad, en amplias manchas urbanas se apretujan millones de trabajadores y sus familias, viviendo en condiciones precarias y peligrosas, que ante cualquier incidente de la naturaleza, como temblores de tierra o inundaciones se vuelve una tragedia de grandes dimensiones destruyendo miles de vidas (más grave aún cuando son explosiones, como las gaseras en 1984 en el barrio de San Juanico, en la ciudad de México), porque los avances técnicos y arquitectónicos que podrían ofrecer mayor resistencia a esos fenómenos, no son ni siquiera considerados como una opción para los barrios en que habitan los obreros.
La misma actitud de recorte se aplica sobre los gastos en salud. Y este golpe, que es un recorte directo al salario de los trabajadores, tiene graves consecuencias en tanto la aparición de enfermedades que se consideraban eliminadas y la extensión de epidemias, como la "influenza" van nuevamente a encontrar sus víctimas entre los trabajadores y sus familias... Pero las guerras, los "accidentes" y las epidemias no son condiciones irremediablemente a enfrentar, es el capitalismo el que impide se eliminen o enfrenten estos problemas de manera real.
Dominio de la enfermedad, la guerra y la miseria, expresión de la decadencia capitalista
Al surgir el capitalismo como modo de producción dominante, requerirá de la ciencia y la tecnología para dar soporte al proceso de explotación del trabajador asalariado y revolucionar así al sistema productivo, de esta manera, con el dominio del capital hay una aceleración del desarrollo de las fuerzas productivas, que significa indudablemente un aplastamiento de la vida de los obreros, pero también el pensamiento científico toma un impulso. La ciencia al desprenderse del control y las supercherías religiosas alcanza niveles nunca conocidos, mejorando por ejemplo la sanidad y la medicina, que da la posibilidad a que se puedan enfrentar algunas enfermedades que en la Edad Media eran motivo de muertes irremediables. Y aunque la burguesía no se marca como objetivo mejorar la vida de los explotados con la ciencia aplicada, si puede extender indirectamente esos beneficios, en tanto el mismo proceso productivo reclama la existencia de una salud adecuada de los obreros para que no abandonen la fábrica, a la vez que, cuando la burguesía se protege de las enfermedades se ve obligada a modificar el entorno, por lo que aún sin tener la intención, los resultados de la técnica y la ciencia iban a mejorar también la vida de los trabajadores. Federico Engels en su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra, describe esta situación: "Las repetidas visitas del cólera, el tifus, la viruela y otras epidemias, han impuesto al burgués británico, la urgente necesidad de sanear la ciudad, si el mismo no quería ser víctima, con su familia, de esas epidemias..." (Prefacio a la edición de 1892).
En esta medida es que es posible reconocer que el combate que la burguesía llevaba contra las viejas formas de producción, de pensamiento y vida, le daba un carácter revolucionario y progresista, no obstante, al avanzar el desarrollo de las fuerzas productivas y el afianzamiento del dominio del capital por todo el planeta, ese carácter progresista se esfuma completamente, encontrando así que aquel desarrollo que aportó beneficios a la humanidad, se transforma en un proceso destructivo, abriendo la fase de decadencia del capitalismo. Esta fase senil del sistema está marcada en 1914, justo con la apertura de la Primer Guerra Mundial; y si esta carnicería ponía ya al desnudo el carácter destructivo del capitalismo en tanto que para poder sobrevivir cobraba una cuota de 20 millones muertos, las secuelas inmediatas que engendra lo corrobora. Así en 1918, la epidemia de "gripe española" cobró entre 40 y 100 millones de vidas.
La forma de producción y las relaciones políticas entre la misma burguesía, ha conducido a que el sistema capitalista se convierta en sinónimo de guerra, contaminación y destrucción en general, donde la ciencia se muestra frágil ante los problemas que esta forma de vida decadente del sistema impone. Si en la Edad Media la ciencia se veía sometida por el oscurantismo religioso, ahora son los intereses capitalistas los que impiden que ésta se desarrolle y enfrente las necesidades de la humanidad. Por eso, en la fase de decadencia capitalista se hace evidente que la existencia de la burguesía representa un peligro para la humanidad. Pareciera paradójico que enfermedades como el paludismo, el dengue y la tuberculosis que parecían enfermedades exterminadas, renazcan en estas últimas décadas.
La influenza en México, producto de la decadencia capitalista
Sólo comprendiendo el significado decadente del sistema podemos entender porque hay un peligro permanente de epidemias como la que se vivió en Inglaterra con "las vacas locas", la "gripe aviar" y el SARS en países de Asia, o la que hoy se vive en México. Los argumentos muy difundidos en Internet, intentando explicar la epidemia mediante mitos y exageraciones, son entendibles sólo en la medida en que expresan un descontento con los argumentos oficiales -que refieren se trata de un "proceso natural", que responde a los ciclos de vida de los virus y a condiciones del azar- pero no ayudan a los trabajadores a comprender la realidad. No es extraño que ese mismo enojo sea aprovechado por el aparato de izquierda del capital y el sindicato (como el caso del SME) para confundir y encubrir el carácter destructivo del capitalismo a nivel mundial y buscar el origen del problema en el accionar perverso de un individuo o un país, afirmando que en México se vive una epidemia creada premeditadamente por los EUA, o bien que se trata de un truco publicitario de distracción para esconder el accionar secreto del gobierno en acuerdos comerciales y financieros... Por muy radical que suenen estos argumentos no hacen sino veladamente predicar que el capitalismo podría tener un "rostro humano" si existieran limites a algunos "Estados depredadores", si se aplicaran políticas adecuadas o si estuvieran en los gobiernos personeros de "buen corazón"...
Pero la afectación a la vida en el planeta no proviene de un complot, es producto del propio desarrollo del capitalismo que se ha convertido en destructivo, lo cual no es un simple calificativo, es el reconocimiento de que el ansia de ganancia y la aceleración de la concurrencia capitalista, conduce a formas de producción sustentadas en mecanismos de explotación más agobiantes, donde las condiciones de labor y la seguridad social son afectadas de forma severa; pero además, en su ansia por reducir costos se utilizan sistemas que son cada vez más contaminantes y nocivos a la vida. Esto sucede lo mismo en la producción industrial que en la agropecuaria y lo mismo acontece en los países de alta industrialización que en los de menor desarrollo, aun cuando en estos últimos se muestran de forma más dramática esta acción destructiva.
Ejemplo de ello son las condiciones de crianza tanto de aves como del ganado, las cuales se llevan a cabo bajo el abuso de anabólicos y antibióticos (para acelerar el proceso de crecimiento) y con un hacinamiento de ejemplares que crea altos niveles de desechos que al ser arrojados sin prevención alguna, crean focos de alta contaminación y peligrosidad. Es esta forma de producción la que ha llevado a que se presenten asuntos como el de las "vacas locas" y las diversas variantes de la influenza. Podemos asegurar que al igual que el calentamiento global, estas epidemias no son tampoco "accidentes naturales", su presencia sistemática hace ver que son producto de la forma de producción de este sistema decadente.
A lo anterior hay que añadir la afectación a los sistemas de salud y la falta de prevención, porque eso crea el medio ambiente social adecuado para que los virus afecten un número mayor de vidas. En México esto es posible corroborarlo cuando se ve el desmantelamiento continuo que se realiza del ISSSTE e IMSS, que son los principales centros de salud a los que tienen acceso los trabajadores. Así mismo la nula prevención de estos hechos lleva a que el peligro tome extensiones mayores. Hay informes que refieren que desde 2006 se estudiaba por el gobierno el peligro que representaría una epidemia en México (ver revista Proceso 1695, 26-04-09), e incluso se tenía conocimiento de que el virus conocido de la "influenza tipo A" podía infectar a aves y algunos mamíferos y con ello mutar y atacar al hombre, agravando el problema... y ante ello realizan proyectos que dejan en papel pero sin otorgar ningún presupuesto.
El desencadenamiento de la epidemia de influencia en México ha puesto al desnudo las condiciones precarias en que vive la clase trabajadora: altos niveles de explotación y miseria que se vuelven condiciones para que aniden las enfermedades y la amenaza a una muerte prematura. Pero a la carga que ya se encontraba sobre las espaldas de los asalariados hoy se le agrega la epidemia.
El capitalismo engendra la epidemia, los trabajadores sufren las consecuencias
Alguna información periodística ha mostrado que se tenía conocimiento de los efectos del virus desde el 16 de abril y el gobierno esperó siete días para dar la señal de alarma, lo que muestra una criminal indolencia, pero el problema va más allá, porque el anuncio de la noche del jueves 23 sobre la existencia de la epidemia de "influenza porcina" en México, no era el inicio de un problema sino el agravamiento de los pesares que la clase trabajadora enfrenta bajo el capitalismo. A pesar de las confusas y maquilladas cifras que presenta el secretario de Salud sobre los enfermos y muertos por el virus, se saca una cuenta fácil: las únicas victimas de esta epidemia son los trabajadores y su familia. Han sido asalariados y sus familias los que han muerto afectados por este mal, son también ellos los que tienen que andar rodando de hospital en hospital buscando ser atendidos o recibiendo el servicio médico en pasillos y sin la aplicación del antiviral, consumiendo un tiempo valioso que puede definir su salvación. Porque mientras los discursos oficiales presentaban a la epidemia como un asunto bajo su control la población trabajadora vivía la falta de dotación de medicamentos e instrumentos preventivos. Son también los trabajadores de la salud (médicos y enfermeras) los que enfrentaron jornadas extenuantes en condiciones precarias y peligrosas, lo cual incluso llevó a que médicos residentes del INER se manifestaran el 27 de abril para denunciar esos hechos (y a pesar de haber sido pequeña y muy breve la movilización, la prensa procuró ocultar este hecho).
Es muy ilustrativo de como se vivió el peligro de la epidemia durante las primeras semanas: el discurso de la burguesía y su Estado afirmaba que se trata de un asunto de "seguridad" que requiere de la unidad nacional, pero, mientras se deja a los trabajadores expuestos a la contaminación al verse obligados a usar el transporte de concentración masiva como el metro y los buses, la burguesía se protege adecuadamente, guardando una sola preocupación: cómo justificar los descuentos que harán a los trabajadores para resarcir las pérdidas que puede tener por el cierre obligatorio que han hecho de algunos restaurantes y hoteles.
Así pues aunque la epidemia es un problema creado por las condiciones de producción capitalista, la burguesía no deja de intentar utilizarla y sacar provecho de esta.
Campaña de pánico, otro virus contra los trabajadores
Indudablemente la burguesía a mediados del mes de abril se vio asombrada y espantada por la aparición de un virus mutado para el cual no hay vacuna, eso la lleva a tomar acciones desesperadas despertando el pánico entre el conjunto de la población, lo que hace ver que al inicio la clase dominante se vio desbordada por el pánico, pero pronto, este mismo temor lo utilizará en contra de los trabajadores. Así, por una parte usa a esta campaña como un medio para dar un rostro de eficiencia y fuerza al gobierno, y ganar así credibilidad; pero además al extender el temor alienta el individualismo, lo cual le permite crear un ambiente de sospecha generalizada, donde cada uno ve en el otro un posible agente de contagio, lo cual le sirve como una prevención en contra de la solidaridad que puede despertarse entre los explotados. Es entendible por ello porque Córdoba Villalobos (Secretario de Salud) justifica (y con ello alienta) las agresiones que habitantes del DF han sufrido en algunos estados del mismo país, al ser acusados de infestados; éste funcionario aduce que no son sino expresiones naturales propias de la "condición humana". La burguesía tiene un gran temor a la solidaridad entre los trabajadores y por eso aprovecha este asunto para vilipendiarlo mediante el impulso del patrioterismo y el localismo. Esta misma estrategia promotora del nacionalismo es la que el capital (lo mismo en China, Argentina o Cuba) utiliza para justificar los controles a la entrada y salida de sus fronteras.
La clase en el poder, al lanzar su campaña de miedo, quiere hacer sentir a la clase trabajadora impotente y hacerle llegar el mensaje de que el Estado es su "gran salvador", por ello ante la campaña de pánico que la burguesía construye, los trabajadores requieren oponer la reflexión serena que permita comprender que mientras el capitalismo tenga vida, lo único que puede esperar es mayor explotación, mayor miseria, más enfermedades y una muerte prematura. Hoy más que nunca se revela en toda su magnitud la necesidad de terminar con el capitalismo.
Mayo-2009
Revolución Mundial
Sección en México de la
Corriente Comunista Internacional