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O dicho al revés, una derrota de los trabajadores que componían la plantilla de esta empresa.
Cualquier lucha que toman a cuenta los sindicatos como representantes legales de los trabajadores, es la crónica de una derrota anunciada, casi como el título de la novela de García Márquez, que se quiere disfrazar de victoria justificándola con que han sido los trabajadores en asamblea los que han decidido el acuerdo, ¿pero que clase de asambleas son estas? lo que nunca dicen los representantes sindicales, elegidos por leyes capitalistas, es que en estas asambleas están esterilizadas por la misma legalidad, encorsetadas, sin que jamás puedan tomar un acuerdo reivindicativo que prescinda del margen legal.
La alternativa que tiene la clase obrera en estas supuestas “luchas” es algo así como elegir si quieres morir fusilado o ahorcado. Los sindicatos ¡NUNCA! plantearan una asamblea o una lucha al margen de la legalidad, o teniendo en cuenta los intereses exclusivos de la obreros, sino que en sus planes de negociación entra la situación de la empresa, si esta es rentable o está en crisis, según la versión y la contabilidad que llevan los capitalistas. Es lo que ha pasado ahora en SAS y es el destino de otras muchas luchas que se dejan entrampar en las redes de los sindicatos y el sindicalismo.
Si los trabajadores no toman la lucha en sus manos directamente, de forma unida y solidaria, al margen y contra los sindicatos, teniendo en cuenta solo sus intereses, es decir lo mismo que hacen los patronos cuando cierran una empresa o rebajan las condiciones de trabajo que solo piensan en sus ganancias y para nada tienen en cuenta a la clase obrera. El capitalista puede legalmente cerrar su empresa o despedir cuando le de la gana, pero el obrero no puede legalmente impedirlo, al menos que su lucha no tenga para nada en cuenta la trampa de la legalidad sindical.
En el caso concreto de SAS en Abrera, como ejemplo de lo que decimos, resulta que tras la lucha de los trabajadores, que se inició a primeros de marzo a consecuencia del cierre de la empresa, el sindicato CGT, que ha llevado el “peso” de la negociación y de la “movilización” ha “conseguido” ratificado en asamblea por los trabajadores lo siguiente: de los 20 días de sueldo por año que ofrecía la empresa han logrado 60 días, más un pago de 1.100 euros, esto es lo único real que la empresa va a pagar. Lo demás consiste en recolocaciones y el plan social, puro humo, además de que los 11 trabajadores más antiguos de SAS podrán recolocarse en las dependencias que esta empresa tiene en la propia SEAT. A cambio los trabajadores han perdido su puesto de trabajo, la multinacional SAS ha conseguido su objetivo que es cerrar la empresa, porque SEAT no le adjudicó la fabricación del cuadro de mando del “Ibiza” y del “Córdoba” y a los obreros ¡que nos importa!, eso es política capitalista y nosotros tenemos que hacer política obrera, que consiste en exigir nuestra necesidades tanto si la empresa va bien como si va mal según los empresarios, aunque para estos la empresa siempre va mal de cara a las reivindicaciones. En realidad todos los trabajadores deberían haber sido recolocados en las mismas condiciones que los 11 compañeros más antiguos. Y después de esto la CGT de la ya ex -SAS, a través del Ex-presidente del ex-Comité de Empresa dice que es una salida “digna” que “el acuerdo ha sido positivo teniendo en cuenta las circunstancias”. (Las citas están tomadas del periódico “AL DIA” del “Baix Llobregat Nord”)
Esto es la palabrería usual de todos los sindicatos que califican de lucha lo que son derrotas y retrocesos que ya se ven venir en cuanto el capitalista mueve ficha.
La mecánica que utiliza el triplete Patronal - Sindicatos – Gobierno para sabotear la lucha y la tendencia a la solidaridad es la siguiente: cuando la lucha surge, dan la impresión que la iniciativa parte de ellos, que arrastran a los trabajadores, cuando en realidad lo que ocurre es que ellos (los sindicatos) olfatean el descontento, la voluntad de los trabajadores de oponerse y luchar contra los ataques de los capitalistas, pero los sindicatos deben tomar las riendas enseguida de la situación para sabotear la más mínima señal de solidaridad y de reflexión, diluyendo la lucha en la legalidad burguesa, incluido actos gratuitos de violencia que den la impresión que se ha llegado a lo máximo posible, incluso el enfrentamiento con la policía. Después de este primer acto se abre un proceso de calculado y escalonado debilitamiento de la lucha cubierto por la maraña de la legalidad, (reunión con el ministro o conseller del ramo, o con el presidente de la comunidad autónoma, como ha sido el caso del presidente de Andalucía Chaves, con los sindicatos de Delphi) el aislamiento en la empresa, y para todo ello los sindicatos tienen una experimentada técnica de hacerlo: de manera imperceptible para los obreros decaen las movilizaciones, se prolongan las negociaciones entre sindicatos y patronos, los trabajadores se desmoralizan y el conflicto termina de forma sórdida y discreta, sin divulgación, sin ni siquiera las banderas sindicales que ondeaban al comienzo y en los despachos de la patronal o de la administración, con la dispersión y la desmoralización de los obreros en los casos de cierres patronales o negociaciones salariales. Esta ocultación de hasta donde se ha llegado en la lucha (mejor dicho hasta donde se ha retrocedido) es un elemento más que demuestra que las luchas intervenidas por los sindicatos conducen a la derrota.
En la clase obrera, ciertamente, se está llevando a cabo una reflexión, todavía trabajosamente, sobre estas cuestiones.
¿Significa esto que la clase obrera ha de caer en un fatalismo inevitable y letal? ¡De ninguna manera! Los callejones sin salida a los que los sindicatos llevan todas las luchas van dejando pequeños sedimentos de reflexión y solidaridad en el fondo de la clase, que no se ven en la superficie ni en lo inmediato, pero que quedan en el ser colectivo del proletariado y se va acumulando a pesar del inmenso esfuerzo que hace la burguesía y sus servidores para hacerles ver que tienen que ser realistas y que eso supone tener en cuenta la situación de la economía nacional, la marcha de la empresa concreta en la que trabaja cada obrero, etc. Pero la clase obrera, los parados, jubilados, los estudiantes y jóvenes que se incorporan al trabajo en unas abusivas condiciones que abarca todos los aspectos esenciales de su vida diaria: salario, precariedad, presión laboral, vivienda, pensiones, medio ambiente etc. perciben que todos esos elementos concretos que forman parte de su vida diaria, se deterioran cada día mas, que nunca se produce un avance efectivo en sus condiciones de vida, sino recortes por todos lados, con el pretexto de que, según las circunstancias, es el mejor acuerdo posible, pero sin decir ni pío de que la otra parte, el capital, jamás sufre esos recortes.
Pongamos, sobre como se reparte la riqueza en la sociedad según los capitalistas, un ejemplo fácil sacado de las estadísticas burguesas: Como sabemos: “El valor de todo lo que se produce en un país –el PIB a precios de mercado en la jerga de los economistas- puede siempre reducirse a tres componentes: trabajo, capital y materias primas importadas.
Por ello, una vez deducidos de ese importe el valor de esas materias primas importadas, lo que queda se reparte entre beneficios y salarios antes de impuestos.
Tras eso, tres son los que compiten por la renta generada: el Estado con su derecho a la imposición, los asalariados con su derecho a la masa salarial y el capital con su derecho a los beneficios. Derechos todos respaldados en el poder jerárquico del Estado.
A lo largo del combate ideológico, salarios, beneficios e impuestos se han visto como rivales y se han presentado cada uno de ellos como insustituibles.” (Tomado del libro “Creadores de escasez” de David Anisi. Alianza Editorial, 1995; Pág. 58). Pues bien ¿que ha pasado en España con ese reparto en los últimos 10 años? Según el Instituto Nacional de Estadística “…en 1997 (gobernando el PP), los salarios consiguieron un 50 % de PIB, frente a un 41 % de los beneficios empresariales y un 9 % de los impuestos. Hoy, con un Gobierno socialista, los salarios han retrocedido en el reparto de la tarta 3,6 puntos (46,4 %), frente a un 42,1 % de los beneficios y un 11,5 % de los impuestos. Además, los salarios reales (salarios corregidos por la inflación) llevan perdiendo poder de compra al menos en los últimos ocho trimestres”) “El País 25/03/07: articulo de Joaquín Estefanía titulado: “La España de hoy: Salarios en regresión”. Eso lo dice la burguesía bienpensante, pero cual será la realidad si tenemos presente no solo los salarios sino otras cuestiones de los ataques del capital, como por ejemplo la forma de repartir el estado capitalista los impuestos. Pues bien, como decíamos los trabajadores no son ciegos ante esta realidad, van comprendiendo la incapacidad del sistema capitalista para solucionar los problemas que le afectan, no ven como representantes suyos los que dicen actuar en su interés y el manto de la sospecha y de la desconfianza sobre el triplete Patronal – Gobierno – Sindicatos se agudiza porque en sus manejos no ven mas que acuerdos que siempre favorecen a los mismos, que la sociedad capitalista, a diferencia de otras épocas, no puede ofrecer reforma ni soluciones efectivas, que nada se arregla por la burguesía y que los ataques al proletariado ya no se espacian sino que son continuos y el capital los necesita como el aire que respira.
Ahora bien, la incapacidad manifiesta de la burguesía para conceder reformas y la necesidad objetiva de atacar las condiciones de vida de los trabajadores, supone un desgaste para la burguesía y su fuerza de vanguardia, los sindicatos; este fenómeno se aprecia en el protagonismo creciente que tienen los sindicatos más “radicales” como CGT y de forma emergente CNT, dada la imposibilidad en muchos sectores de colocar en la avanzadilla de la “movilización” a CC.OO y UGT, que a veces han tenido que salir por piernas sus jefes (como si fuera el capitalista que les explota) perseguidos por los obreros como el caso de la petroquímica de Puerto llano, en Ciudad Real tras la muerte de varios trabajadores de una subcontrata por falta de medidas de seguridad.
Para acabar pensamos que el final del conflicto de SAS no tiene ninguna peculiaridad, sino al contrario, es la reproducción típica de cómo se combinan y reparten los papeles los diferentes poderes burgueses, esencialmente, patronal, sindicatos y gobierno. Pero en contra de la voluntad de estos, a pesar de las derrotas, las cosas no vuelven a ser como al principio, hay una acumulación de experiencias, los obreros reflexionan sobre el porvenir, intuyen que aislados no pueden avanzar y buscan la solidaridad, que todas las fuerzas están aliadas contra ellos aunque a veces parecen que se enfrentan, pero que hay tongo que solo es una cruel farsa destinada a ellos.
27/06/06 Germán