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La guerra de Corea de 1950-1953, donde Rusia y China apoyaban el Norte contra el régimen proamericano del Sur, tuvo un diluvio de 13.000 toneladas de bombas por mes lanzadas por Estados Unidos.
En el Norte, la guerra jamás fue oficialmente considerada como terminada y las tensiones resurgen periódicamente. Estas últimas son muy peligrosas en el período actual de militarismo ascendente, con una mayor afirmación del imperialismo chino y una situación en la que Estados Unidos, la única superpotencia mundial, se ve obligada permanentemente a afirmar su predominio.
Después del ataque del 23 de noviembre, el presidente Obama ha considerado a Corea del Norte como una "amenaza seria y constante con la que hay que tratar" (BBC News del 23 de noviembre). Anteriormente Estados Unidos lo había caracterizado como "estado gamberro" y Bush lo había colocado dentro del "eje del mal". Varios miles de soldados norteamericanos están desplazados permanentemente en Corea del Sur y Japón, además Estados Unidos está constantemente comprometido en los ejercicios militares desarrollados en las aguas disputadas por las dos Coreas. El envío de una escuadra alrededor del portaviones USS George-Washington (que llegó a la zona el 29 de noviembre) no puede más que atizar todavía más vivamente las tensiones. La decisión del ministro de defensa surcoreano de no responder rápidamente al lanzamiento de misiles -el fuego duró 13 minutos- es otra fuente de tensión. El gobierno ha decidido que él "redefinirá las reglas del enfrentamiento" que permitan evitar la escalada (The Guardian del 26 de noviembre). Hace aproximadamente cinco años, el Pentágono discutió dos posibilidades de ataques nucleares contra "blancos" norcoreanos y, actualmente, al menos dos centros nucleares americanos han sido cargados de misiles apuntando permanentemente contra el régimen de Pyongyang. Su plan de "paciente estrategia", es decir de hacer presión sobre Corea del Norte a base de sanciones reforzadas y de provocaciones militares, exigiendo una desnuclearización inmediata, es en realidad el que Estados Unidos emplea contra Irán: garrote y más garrote.
Pero no hay ningún signo de caída inminente del régimen norcoreano como esperaba Washington, el cual parece más fuerte y brutal que nunca. Los lazos entre Corea del Norte y China son además estrechos; ésta última, aplaudiendo con ostentación la ascensión al poder del hijo del "Gran Líder", Kim Jong Eun, y ofreciendo su apoyo a largo plazo. Corea del Norte juega un papel estratégico vital de zona tampón para China y ésta lo apoya igualmente para impedir que millones de refugiados vayan a derramarse a lo largo de las fronteras.
Todos estos "enfrentamientos" pretenden buscar la "estabilidad", pero ellos juegan un juego peligroso donde el futuro es todavía más incierto a través de un "orden" mundial imperialista que se ha desarrollado cada vez más caóticamente estos últimos veinte años.
(TRADUCCIÓN DE RÉVOLUTION INTERNATIONALE Nº 418, PUBLICACIÓN DE LA CCI EN FRANCIA).