Huelgas salvajes y manifestaciones en Bangladesh: El proletariado rompe el mito de la docilidad

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Mientras que hace algunos años la burguesía y sus medias presentaba a los trabajadores de la periferia como "enemigos con los cuales no se puede competir", hoy con sus valientes luchas aparecen cada vez más claramente como lo que son: hermanos de clase víctimas del capital y su crisis. Por eso son raras las noticias que aparecen en la prensa o en los informativos de la TV sobre sus luchas. La burguesía sigue ejerciendo un verdadero black-out (una censura) sobre ellas, porque sobre todo necesita encubrir la principal lección de estas luchas: la de la realidad de un desarrollo que crece de la solidaridad en las filas de la clase obrera. En este proceso de lucha internacional, corresponde a los proletarios de los países desarrollados ampliar ese combate, mostrando el camino para llevar las luchas actuales hacia una  perspectiva revolucionaria; favorecer la unidad internacional del proletariado, desarrollar  la conciencia del objetivo final y  hacer de su experiencia histórica acumulada e irreemplazable, una verdadera arma para una nueva revolución mundial.

 

Desde Junio pasado y durante todo este verano se han venido sucediendo huelgas espontáneas de miles de trabajadores en  Bangladesh, hartos de soportar unas condiciones de vida y de trabajo deplorables, unos salarios miserables y una implacable subida de los precios de los alimentos básicos como el arroz.  Estos  trabajadores se han enfrentado tanto a las fuerzas del orden como a la acción combinada del triunvirato patronal-gobierno-sindicatos  cuya oferta de subida de un 80% del salario fue masivamente rechazada.

Las huelgas se extendieron a las fábricas de la periferia de la capital, pero también al resto del país, en solidaridad especialmente contra la feroz represión. La cólera y la indignación de los trabajadores se han extendido rápidamente, a menudo tomando la forma de destrucción de las máquinas, verdaderos símbolos de su condición de galeotes. La rabia contenida ante las vejaciones que sufren los obreros en las fábricas, estalla. Los obreros levantan barricadas, cortan autopistas, en varias ocasiones toman el centro de la ciudad para hacerse oír colectivamente y defenderse. Ante ello los patrones cierran las fábricas y llaman a la policía. La represión es brutal: varios muertos, miles de heridos por las cargas policiales, por  gases lacrimógenos, balas de goma, cañones de agua a presión...  contra obreros desarmados que en el mejor de los casos a falta de algo mejor, lanzan sus sandalias contra la policía.  Trescientos obreros tachados de "lideres" por las fuerzas del orden son detenidos, muchos de los cuales aún están en prisión.

Desde la explosión de cólera de los trabajadores del textil en 2006, varias huelgas salvajes duramente reprimidas han sacudido Bangladesh. Tres millones y medio de obreros trabajan en el sector textil, principal industria del país que exporta el 80% de su producción fabricada para grandes empresas mundiales y famosas marcas occidentales de ropa. Esas mismas empresas que cara a la galería nos sueltan sus discursos moralizantes sobre "un salario decente" y "contra la explotación infantil" son las mismas que presionan ferozmente a la baja los precios de la mano de obra al subcontratar sus pedidos en unos mercados donde la fuerza de trabajo es ya la más barata del mundo. ¡En un contexto de crisis y superproducción aguda, incluso los salarios mensuales de 19 euros se vuelven demasiado costosos a los ojos del capital y los patronos! 

Los obreros del textil hacinados en  chabolas casi siempre inundadas en los barrios miseria de Dacca, la capital,  no pueden sobrevivir con tales salarios de miseria. Sus condiciones de vida y trabajo son inhumanas, peores aún que las de los trabajos forzados de los principios de la industrialización en Europa. Además la mayoría de esta mano de obra son mujeres que trabajan más de diez horas al día, otras de noche, con ritmos infernales y soportando un calor asfixiante. Víctimas  de toda clase de brutalidades, aguantan diariamente amenazas físicas y los abusos sexuales de los jefes. ¡Uno de cada 5 trabajadores  tiene menos de 15 años!.  Además el mal estado de los locales e infraestructuras donde se les obliga a trabajar multiplica los accidentes, de hecho cientos de obreros murieron en 2009 en incendios en fábricas.

Ante las cada vez más vivas y visibles expresiones de cólera por parte de los trabajadores en los países pobres, la burguesía empieza a comprender que la represión no es la respuesta más eficaz; por eso trata de dotarse de un aparato sindical de encuadramiento de los obreros. Así, como en Bangladesh los sindicatos oficiales tienen muy poca influencia sobre los obreros, los sindicatos no oficiales se presentan como una alternativa real y radical, como una verdadera oposición, denunciando el "incumplimiento del derecho sindical". Como decía un sindicalista recientemente en Bangladesh, «puesto que los recursos legales son prácticamente imposibles, a menudo las manifestaciones espontáneas son la única opción» (http ://www.lemonde.fr) . Por su parte el sindicato local BGWUC consciente de su responsabilidad a la hora de encuadrar a los trabajadores afirma « la mínima represión debería dar a los líderes sindicales la posibilidad de intervenir rápidamente en los centros de trabajo para evitar que los conflictos que surgen degeneren en violencia como está pasando habitualmente» (http ://dndf.org/ ?p=2801). Los sindicatos locales piden que les dejen hacer su trabajo de obstaculizar la lucha de clases antes de acudir a la represión masiva; apoyados por sindicalistas occidentales (del sindicato británico Unidad y del americano United Steel Workers)  que se desplazaron a Bangladesh para trasmitirles las lecciones de su larga experiencia en el sabotaje de las luchas obreras en occidente.  Esto no es ninguna novedad, en 1980 ante la formidable oleada de huelgas en Polonia acudió la flor y nata del sindicalismo europeo para adiestrar a Solidarnosc en el arte de sabotear y desactivas las huelgas. Frente a ello, el proletariado cuenta con su vigilancia, con su capacidad para aprender de su experiencia histórica e internacional y con su solidaridad.

Las huelgas y manifestaciones, cada vez más combativas, masivas e incontrolables, se inscriben en efecto en un extenso movimiento internacional que se inició en 2003,  cuya dinámica se confirmó por todas partes, en particular, en los países del sur, como prueban otros combates que se desarrollaron en Argelia, en Turquía, o más recientemente en China.

WH.

 

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