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Ataques contra la clase obrera.
Grecia, Portugal, España, Irlanda, Francia, Alemania, Inglaterra... en todas partes la misma crisis, en todas partes los mismos ataques. La burguesía lo muestra abiertamente. Su discurso frío e inhumano se resume en pocas palabras: "Si queréis evitar lo peor, el desastre económico y la quiebra, tendréis que apretaros el cinturón como nunca lo habéis hecho!". No todos los Estados capitalistas están inmediatamente en la misma situación de déficit incontrolable o suspensión de pagos, pero todo el mundo sabe que hacia ahí se dirigen todos. Y que todos usan esta realidad para defender sus sórdidos intereses. ¿De dónde sacar el dinero para intentar reducir en algo estos monstruosos déficits? No hay que ir muy lejos. Algunos de estos países han pasado ya a la ofensiva contra la clase obrera pero todos preparan ideológicamente de terreno.
Grecia, Irlanda, Portugal y España: un avance de lo que le espera a toda clase obrera.
Plan de austeridad griego encaminado a reducir los déficits públicos extremadamente brutal y cínico hasta la nausea. El primer ministro de finanzas de ese país acaba de declarar sin rubor que "los funcionarios tenían que mostrar patriotismo... y dar ejemplo"[1]. Así deben aceptar sin decir nada, sin lucha, el recorte de sus salarios, la supresión de sus primas, que no se cubran los puestos de los que se jubilan, que la jubilación se retrase más allá de los 65 años y, además, que se les pueda tirar a la calle como un clínex. Todo ello para defender la economía nacional, la de sus explotadores, sus jefes y demás chupasangre obrera. Todas las burguesías nacionales europeas participan activamente en la aplicación de este plan de austeridad drástica.
Alemania, Francia e incluso España prestan especial atención a la política y los ataques desplegados por el estado Griego. Quieren lanzar al proletariado internacional este mensaje: "Mirad Grecia, sus habitantes están obligados a aceptar sacrificios para salvar la economía, Todos tendríais que hacer lo mismo".
Después de los hogares estadounidenses los bancos, después de éstos las empresas, ahora le toca el turno de la amenaza de quiebra a los propios Estados sacudidos de pleno por la crisis económica. Resultado: tienen que organizar ataques despiadados. En los próximos meses organizarán una reducción drástica del número de funcionarios, del "costo de mano de obra" en general y, por lo tanto, del nivel de vida de todos los trabajadores. La burguesía nos toma a los trabajadores por borregos que podría llevar al matadero cuando sus mezquinos intereses lo requieren. La situación es la misma en Portugal, Irlanda y España, los mismos planes brutales, el mismo repertorio de medidas anti obreras. La burguesía francesa se prepara para hacer lo mismo. Pero esto no es una especificidad de la zona del euro. En Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, después de apenas dos años de crisis, hay más de 17% de desempleados, 20 millones de nuevos pobres y 35 millones de personas que sobreviven gracias a vales de alimentos. Y cada día que pasa añade su lote de miseria.
Los Estados frente a su propia insolvencia
¿Cómo se ha llegado hasta ahí? Para la burguesía, especialmente su fracción de extrema izquierda, la respuesta es muy simple. La culpa es de los de banqueros y de los grandes mastodontes como la Goldman Sachs, la J.P. Morgan y otros. Es cierto que el sistema financiero se ha vuelto loco. Sólo cuenta su interés inmediato, según el viejo adagio "después de mí, el diluvio". Ahora todo el mundo sabe que estos grandes bancos, para ganar más dinero, han acelerado la suspensión de pagos de Grecia apostando por su bancarrota. Lo mismo harán mañana con Portugal o España. Los grandes bancos mundiales y las instituciones financieras son unos carroñeros. Pero esta política suicida del mundo financiero no es la causa de la crisis del capitalismo sino su efecto (efecto que, a su vez, se convierte en factor agravante en un momento dado).
Como siempre, la burguesía nos miente y lanza una autentica cortina de humo contra los trabajadores. Para ella, la cuestión es de envergadura: evitar que los trabajadores vean el vínculo entre la creciente insolvencia de los Estados y la quiebra de todo el sistema capitalista. Porque la realidad es precisamente esa: el capitalismo está moribundo, y la locura de su esfera financiera es una de las consecuencias visibles de ello.
Cuando, a mediados del año 2007, la crisis estalló con fuerza en todas partes y particularmente en Estados Unidos, vimos la quiebra del sistema bancario. Esta situación fue resultado de décadas y décadas de políticas de endeudamiento generalizado, alentadas por los propios Estados para ofrecer el mercado indispensable para la venta de las mercancías. Pero cuando los particulares y las empresas, ahogados por estos préstamos, son incapaces de devolverlos, los bancos se encuentran al borde de la quiebra y toda la economía capitalista con ellos. Llegados a este punto, los Estados han de tomar a su cargo una parte de las deudas del sector privado y poner en marcha costosísimos planes de relanzamiento para tratar de limitar la recesión.
Ahora son los propios Estados los que están hasta el cuello de deudas y son incapaces de hacerles frente (sin que ello haya servido para salvar al sector privado) y, por tanto, en una potencial situación de quiebra. Sin embargo, un Estado no es una empresa que cuando está en suspensión de pagos echa el cierre. Aún cuenta con poder endeudarse más pagando más intereses, imprimir más billetes, a costa de sangrar nuestros bolsillos. Pero llega un momento incluso para los Estados en que hay que pagar las deudas, o al menos los intereses. Y estos es precisamente lo que les está pasando a los Estados griego, portugués, e incluso español. En Grecia, el estado intentó financiar su deuda en los mercados internacionales. El resultado no se hizo esperar: todo el mundo -sabiendo su insolvencia- le propuso préstamos a muy corto plazo y las tasas de interés de más del 8%. No hace falta ser un lince para saber que esta situación financiera es insostenible. ¿Entonces, qué solución queda?: Los préstamos también a muy corto plazo por parte de otros Estados, como Alemania o Francia. Pero ojo, aunque estas potencias lograsen ocasionalmente reflotar la caja griega, serán totalmente incapaces de ayudar a después a Portugal, España y aún menos Inglaterra... Jamás tendrán suficiente liquidez. Y en cualquier caso, esta política les llevaría muy rápidamente a su propio deterioro financiero. Incluso un país como Estados Unidos, que puede apoyarse en la dominación internacional de su moneda -el dólar- ve crecer como nunca su déficit publico. La mitad de los Estados americanos están en bancarrota. En California, el gobierno ya no paga a sus funcionarios en dólares sino con una especie de "moneda local", ¡válida sólo en el territorio de California!
En resumen, ninguna política económica puede acabar salvando a los Estados de la insolvencia. Para tratar de retrasarla solo hay una opción, reducir considerablemente sus "gastos". Y este es precisamente el sentido de los planes adoptados en Grecia, Portugal, España y que mañana inevitablemente adoptarán en todos los demás países. Ya no se trata de simples planes de austeridad como los que la clase trabajadora ha conocido regularmente desde el final de la década de 1960. De lo que se trata ahora es de hacer pagar muy cara la supervivencia del capitalismo a la clase obrera. La imagen que debemos tener en la cabeza es la de las colas interminables de familias obreras a las puertas de las panaderías en la década de 1930 para logar un trozo de pan. Este es el único futuro que ofrece la crisis sin salida de capitalismo. Frente a la creciente pobreza, sólo las luchas masivas de clase obrera mundial pueden abrir la perspectiva de una nueva sociedad, derrocando este sistema basado en la explotación, la producción de mercancías y el beneficio.
TINO (26/02/2010).
[1] "La Tribuna" (10/02/2010)