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La huelga del pasado junio de los trabajadores de mantenimiento y construcción en 30 obras del sector energético a lo largo de Gran Bretaña, exigiendo la readmisión de sus 640 compañeros despedidos en la refinería de Lindsey, Lincolnshire, mostró la fuerza colectiva de la solidaridad obrera.
Estas huelgas no oficiales, convocadas en muchos casos por asambleas masivas de trabajadores, forzaron a la empresa petrolera Total a retirar los despidos. También consiguieron restablecer los empleos de 51 obreros de la construcción cuyos despidos provocaron la entrada en huelga de otros 1200 trabajadores de la obra, lo que llevó a Total a despedir de forma provocativa a cientos de huelguistas. En un momento en el que a los obreros se les dice que no pueden hacer nada ante la creciente ola de desempleo, este movimiento de solidaridad le recordará a la clase su fuerza potencial.
El hecho de que la lucha se basara en la solidaridad, le dio una base mucho más firme que la menos importante huelga en Lindsey a primeros de año, cuando para muchos pareció que el impulso tras la huelga era el slogan reaccionario "Empleos británicos para trabajadores británicos", idea que sólo puede sembrar divisiones en el seno de la clase obrera. La evidente muestra de solidaridad de clase con los obreros despedidos hizo que la huelga de junio tuviera un eco más claro en toda la clase trabajadora.
A pesar del indudable peso del nacionalismo, la huelga de enero ya tuvo importantes aspectos positivos: huelgas de solidaridad, asambleas masivas, el surgimiento de pasos hacia la ruptura de la división entre trabajadores "británicos" y "extranjeros". Estos rasgos hicieron posible que la lucha forzara a los empresarios a ceder, y ahora han vuelto a aparecer de una forma más amplia y dinámica.
Solidaridad: la fuerza colectiva de la clase obrera
«Pase lo que pase en los próximos días esta lucha ha demostrado que los trabajadores no tienen por qué aceptar los ataques; que pueden resistir. Más que eso, se ha visto que la única manera para los trabajadores de defenderse es defendiéndose los unos a los otros» (‘Construction workers at the centre of the class struggle', CCI online). Escribimos esto durante el primer fin de semana de huelga; para el final de la semana siguiente todos los trabajadores habían sido readmitidos.
La clase dominante se vio enfrentada a una oleada huelguística extendida a lo largo de algunos de los puntos más importantes del sector energético en El Reino Unido. El trabajo de construcción en refinerías de gas y petróleo; en centrales energéticas incluyendo la central nuclear de Sellafield; en complejos petrolíferos; en centrales petroquímicas, se paralizó cuando los obreros organizaron asambleas masivas y entraron en huelga. 900 trabajadores se declararon en huelga en la central nuclear de Sellafield, 1.100 en la de Ensus biocombustibles en Wilton, Teeside. 400 miembros de la plantilla pararon en dos plantas de LNG en el oeste de Gales, incluyendo la importantísima instalación petrolera en South Hook. Se produjeron huelgas de los trabajadores de construcción y de mantenimiento en la central de Longannet, Fife en Escocia, en la central de Aberthaw, Gales del sur; de 200 trabajadores de subcontratas en la central de Aberthaw en el oeste de Gales; los de mantenimiento en la refinería de Shell Stanlow en Ellesmere Port, Cheshire; subcontratados en las centrales de Drax y Eggborough , cerca de Selby, North Yorkshire; la planta nuclear de Hinkley Point en Somerset; la refinería de Coryton en Essex; y la de Isle of Grain en Kent. Algunas de estas huelgas sólo duraron uno o dos días; otras se mantuvieron mientras los compañeros de Lindsey permanecieron despedidos.
Como la lucha en enero también se logró el apoyo de trabajadores "extranjeros"; obreros polacos se sumaron a la huelga en la central de Drax.
La valentía de esas acciones no debe ser subestimada. El sector de la construcción está siendo duramente golpeado por la recesión. Estos obreros trabajan para subcontratas y se tienen que trasladar por todo el país buscando trabajo, y se sabe que estas empresas elaboran listas negras con los trabajadores más combativos. Esas acciones de solidaridad son ilegales y por tanto los responsables no sólo pueden ser arrestados sino también perder sus empleos por romper la ley. Estos obreros arriesgaron mucho con el fin de defender a sus compañeros.
La extensión de la lucha
Este movimiento se extendió no sólo por el boca a boca sino también a través del envió de piquetes informativos itinerantes por parte de los huelguistas de Lindsey con el fin de ganarse a otros trabajadores. De nuevo ilegal completamente, pero los obreros entendieron la necesitad vital de extender la lucha. Esos piquetes significan que puedan tener lugar discusiones entre los huelguistas y otros trabajadores, echando abajo barreras que los medios de comunicación y los sindicatos tratan de levantar. Se trata tan sólo de especulación, pero es posible que la experiencia de la gran distorsión de los medios en luchas anteriores llevara a los trabajadores de Lindsey a querer explicar las razones de su lucha directamente. Sea la razón que fuera estos piquetes informativos expresaron la determinación de extender la lucha.
Asambleas masivas
Al contrario que a primeros de año, los medios no mostraron demasiado relacionado con las reuniones masivas en Lindsey. Entonces mostraron las asambleas y concentraciones debido a la presencia de Union Jacks (bandera británica) y las pancartas con el "Empleos británicos para trabajadores británicos", y siempre pudieron encontrar algún huelguista que defendiera este slogan reaccionario. Esta vez no se interesaron en mostrar a los obreros discutiendo cómo extender su lucha, agradeciendo la solidaridad de compañeros. Hubo una o dos pancartas nacionalistas y Union Jacks, pero la cuestión de la solidaridad las relegó a un segundo plano.
No fue sólo en Lindsey donde hubo asambleas masivas. En otros sitios se produjeron antes de ir a la huelga. Un ejemplo muy interesante es Sellafield. Al principio de la segunda semana, el 22 de junio, los sindicatos del complejo convocaron una asamblea masiva y tras ella los obreros dejaron sus puestos de trabajo. Al día siguiente el sindicato desconvocó la huelga, sin ninguna asamblea. El miércoles algunos trabajadores organizaron su propia reunión. «Pensé simplemente que era acertado tener una asamblea que implicara a la gente, así que hicimos la asamblea y votamos continuar la huelga. Alrededor de unos 100 se declararon en huelga ese día, y después se nos unieron otros 100. Había una asamblea convocada para el viernes por la mañana y pienso que todo el centro habría apoyado la huelga otra vez pero en ese punto Lindesy ya había vencido» (declaraciones de un huelguista en socialistworker.co.uk 30/6/09).
Las asambleas masivas son vitales para la lucha porque permiten a los trabajadores discutir colectivamente las acciones que se necesitan. En este sentido hay una solidaridad consciente en relación a las acciones acordadas. No es sorprendente por tanto por qué es ilegal que esta clase de reuniones decida el ir a la huelga. Según la ley tiene que haber una votación secreta antes de cualquier huelga, o lo que es lo mismo, que no haya discusión colectiva acerca de las acciones que se deben tomar.
Los sindicatos intentan contener la lucha
La solidaridad activa mostrada por este movimiento ha significado un desafío para la habilidad de los sindicatos en el control de los trabajadores. Los obreros de Lindsey no esperaron a los sindicatos y a sus votaciones secretas para entrar en huelga en apoyo de los 51 trabajadores despedidos. Ni tampoco sus compañeros de Drax y Eggborough, Ratcliffe y West Burton en Nottinghamshire, Fiddlers Ferry, Aberthaw y los de las contratas en la refinería de BP cerca de Hull que se declararon en huelga cuando llegaron a sus oídos los 51 despidos y la huelga en su apoyo. La defensa de sus compañeros fue su principal preocupación. Los sindicatos fueron sobrepasados, aunque intentaron subirse al carro de un movimiento que estaba desbordando los diques de reglamentaciones, leyes y divisiones entre sindicatos. No decimos aquí que los trabajadores vieran claramente a los sindicatos como correas de sujeción o que quisieran organizarse fuera de ellos. Sin embargo, su voluntad de expresar solidaridad significó que tuvieron que actuar de forma ilegal y fuera de las normas de los sindicatos.
¿Cómo respondieron los sindicatos? Rápidamente.
Primero, los delegados sindicales de Lindsey jugaron su papel. Los delegados son la cara militante de los sindicatos. Su comité pareció transformarse en un comité de huelga, invitando a participar a miembros adicionales. Los obreros sí tenían confianza en un comité de huelga. Por tanto, a pesar de no confiar en los líderes sindicales, sí entregaron a los delegados sindicales el control de la huelga. Es cierto que estos delegados de base contribuyeron a la extensión de la lucha, pero siempre dentro del marco sindical. La idea para ellos era que la extensión de la lucha presionaría a los jefes sindicales para hacerles frente a los patronos, fortaleciendo su poder de negociación, dándoles un respaldo. Y en el caso de las asambleas, también fueron vistas como medios de presionar a la jerarquía sindical mientras negociaban, ya que estas podían rechazar cualquier acuerdo tomado.
Al mismo tiempo, la dirección sindical, después de, en un principio, llamar a los trabajadores a volver al trabajo, "apoyó" la huelga tan pronto Total despidió a los 640 huelguistas. Comprendieron que esta acción llevaría a una extensión mucho más amplia de la lucha. Para ponerse a la cabeza del movimiento los líderes de GMB y de UNITE inmediatamente buscaron negociar con Total, y así centrar el movimiento en el éxito de sus negociaciones.
Entre ellos y los delegados sindicales se las arreglaron para contener al movimiento dentro de los cauces sindicales. Aún así, si Total no hubiera cedido, los sindicatos habrían tenido dificultades para contener la lucha. Como un huelguista de Sellafield dijo, si no se hubiera llegado a un acuerdo el centro entero se habría reunido y unido a los 200 obreros que ya estaban rechazando la vuelta al trabajo promulgada por los sindicatos. Estos y el resto de la clase dominante sabían que estaban sobre un volcán y la única forma de apagarlo era cediendo.
El potencial de las próximas luchas
Este dramático y victorioso movimiento de solidaridad ha mostrado a la clase obrera en Gran Bretaña y todo el mundo que la solidaridad activa a través de la extensión de la lucha es el único camino para resistir a los ataques. Aunque sólo estuvieron involucrados unos pocos miles de trabajadores, su extensión a lo largo del país, la participación de obreros polacos, el uso de asambleas masivas, la tendencia a cuestionar las órdenes de los sindicatos, la reaparición de piquetes informativos móviles después de 25 años, y sobre todo la determinación de defender a sus compañeros, son indicios del potencial de las luchas futuras. Esta lucha también mostró que lejos de ser pasivo comparado con los obreros de Francia o Italia, el proletariado en Gran Bretaña es parte del resurgimiento internacional de luchas. Los trabajadores de todo el mundo se fortalecerán enormemente de esta experiencia. Dondequiera que vivas, no es algo muy habitual ver a los patronos ceder de forma tan completa ante la resistencia obrera.
La solidaridad de esta lucha también ha desmentido la imagen de los trabajadores de la construcción como un sector atrasado y nacionalista propagada por los medios tras la huelga de enero. Esto abrirá la puerta al potencial de otros sectores que sigan el ejemplo.
Traducido de World Revolution, publicación de la CCI en Gran Bretaña