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En Acción Proletaria nº 204 iniciamos una serie sobre el desempleo. En dicho número hablamos de una realidad inédita en la historia del capitalismo: la existencia durante 40 años de un importante desempleo crónico. Sin embargo, los compañeros afectados por esta lacra fueron presentados por los medios de comunicación, políticos, ideólogos, sindicalistas, como "fracasados"; de tal manera que un fenómeno social que mostraba que algo no funcionaba en el capitalismo aparecía como el resultado de un fracaso personal de individuos "inadaptados" e incapaces de "aprovechar las oportunidades"[1]
En el siguiente artículo aparecido en Acción Proletaria nº 205 denunciamos las medidas adoptadas por los Estados en los últimos 20 años, que so pretexto de luchar contra el desempleo lo que en realidad han hecho ha sido enmascararlo a la vez que suponían un brutal ataque a las condiciones de todos los trabajadores (precariedad, salarios basura...) y un ataque político e ideológico destinado a dividir y a enfrentar los trabajadores entre si, atomizarlos al máximo y hacerles perder su identidad colectiva[2].
En este artículo nos proponemos analizar la explosión del desempleo a la que actualmente asistimos, veremos sus consecuencias y empezaremos a plantear la cuestión de cómo luchar.
Cifras escalofriantes
Hemos consultado la Web de la Organización Internacional del Trabajo[3] y las conclusiones que pueden sacarse de ella son terribles. En un informe titulado El número de desempleados, trabajadores pobres y empleos vulnerables aumentará de manera espectacular debido a la crisis económica mundial, afirma que «el desempleo en el mundo podría aumentar en 2009 con respecto a 2007 en una cifra entre 18 y 30 millones de trabajadores, y hasta más de 50 millones si la situación sigue deteriorándose». Habla de que el desempleo mundial podría llegar al 7,1% en 2009. Pero de manera aún más significativa señala dos tendencias muy inquietantes:
- por un lado, «El número de trabajadores pobres - es decir, personas que no ganan lo suficiente para mantenerse a sí mismos y a sus familias por encima del umbral de la pobreza de 2 dólares al día por persona - puede aumentar hasta alcanzar un total de 1.400 millones, lo cual representaría el 45% de los trabajadores mundiales»
- por otra parte: «En 2009, la proporción de personas con empleos vulnerables - ya sea trabajadores que contribuyen al sustento familiar o trabajadores por cuenta propia con menor acceso a las redes de seguridad que protegen contra la pérdida de ingreso durante tiempos difíciles - podría aumentar de manera considerable en el peor de los escenarios y afectar al 53% de la población con empleo».
El crecimiento exponencial del desempleo y el deterioro brutal de las condiciones de vida son las conclusiones que se pueden sacar de los análisis antes expuestos. Análisis que sin embargo son muy asépticos y no dan verdadera cuenta del drama humano que encierran semejantes cifras. Para muchos millones de trabajadores, para sus hijos y sus familias, esos números se traducen en perder la vivienda, reducir drásticamente su nivel de consumo, pedir prestado y endeudarse con usureros, vender coche o enseres, renunciar a proyectos para los hijos o personales, recabar ayuda a familiares, vecinos, amigos, que probablemente estén tan mal como ellos..., todo lo cual genera angustia, discusiones familiares, estrés, sentimientos de duda, desesperación y humillación.
¿En qué marco comprender esta explosión de millones de tragedias individuales? ¿Se pueden concebir como un drama pasajero que podrá ser superado en unos meses o quizá en uno o dos años?
Los políticos, los periodistas, los economistas, nos presentan el desempleo actual como un fenómeno súbito que significaría una ruptura total con la situación anterior. Acostumbrados a "vivir al día", a la última noticia que hace desaparecer de las mentes la noticia anterior, estos exponentes de la ideología dominante son incapaces de realizar análisis que enlacen el presente con el pasado y lo proyecten hacia el porvenir. Para ellos es como si hubiéramos pasado del día a la noche. Hace un año estábamos en el día luminoso de la mayor prosperidad y ahora, de repente, hemos entrado en la noche oscura del desempleo más exacerbado.
En el artículo anterior decíamos «La actual explosión del desempleo no es un relámpago que estalla en un cielo azul, es el desbordamiento de unas aguas a las que durante 20 años se les ha puesto diques, se las ha desviado por aquí y por allá, pero que finalmente irrumpen con la fuerza descomunal que les da el haber sido trampeadas durante largo tiempo. El desempleo enmascarado durante 20 años estalla ahora de manera abierta y descontrolada».
Durante los últimos 40 años hemos asistido a un fenómeno nuevo en toda la historia del capitalismo: la existencia permanente de un desempleo que en su cifra más baja alcanzaba al 4% de la población laboral pero que ha tenido puntas que sobrepasaban el 10%. Este desempleo estructural y potencialmente masivo explota hoy arrasando las condiciones de vida de millones de obreros. Hemos asistido a 40 años de crisis capitalista que ha podido ser más o menos enmascarada por la intervención del Estado pero que hoy ya no es posible contener y con ella el desempleo estalla como una bomba que ha sido largo tiempo cebada.
El capitalismo « necesita creer y hacer creer que el irresistible aumento del paro desde hace un cuarto de siglo no es una enfermedad debida a la senilidad histórica del sistema, sino un fenómeno casi natural, una especie de fatalidad debida al progreso técnico y a la necesidad de que el sistema se adapte», decíamos en el artículo Crisis económica mundial: la explosión del desempleo en la Revista Internacional nº 77 (2º trimestre 1994[4]). A lo que añadíamos: « no hay nada "natural" ni "sano" en el desarrollo masivo del paro. Incluso desde el punto de vista de la salud del capitalismo mismo, el desarrollo crónico y masivo del paro es una inequívoca manifestación de su decrepitud».
Es cierto que « para la clase capitalista, el paro es una realidad que, al principio, por el chantaje que permite ejercer, refuerza su poder sobre los explotados y le permite sangrarlos mejor, aunque solo fuese por la presión que ejerce sobre el nivel de los sueldos. Es ésta una de las razones por las cuales el capitalismo necesita siempre una reserva de parados».
Ya analizamos en el primer artículo de esta serie que el capitalismo siempre había necesitado lo que Marx llamó un ejército industrial de reserva, una proporción de mano de obra inactiva que le permite presionar a la baja sobre las condiciones de vida de los trabajadores empleados y que se puede movilizar rápidamente en caso de aumentos repentinos de la producción. Pero el desempleo de los últimos 40 años no tiene nada que ver con ello. « Desde el punto de vista del capital, el desarrollo del paro, más allá de cierto mínimo, es un factor negativo, destructor de capital, es el síntoma de su enfermedad. El capital se alimenta sólo de carne proletaria. La sustancia de la ganancia es trabajo vivo. La ganancia del capital no proviene ni de las materias primas ni de las máquinas sino del "sobretrabajo" de los explotados. Cuando el capital despide fuerza de trabajo, se priva de la fuente verdadera de su ganancia. Y si tiene que hacerlo no es porque le guste, sino porque las condiciones del mercado y los imperativos de la rentabilidad se lo imponen».
«El incremento crónico del paro masivo es la expresión de dos contradicciones fundamentales, que Marx puso de relieve y que condenan históricamente al capitalismo:
- por una parte, su incapacidad de crear, por sus propios mecanismos, un mercado solvente, suficiente para absorber toda la producción que es capaz de realizar;
- por otra parte, la necesidad de "sustituir a hombres por máquinas" para asegurar su competitividad, lo que se plasma en una tendencia decreciente de la cuota de ganancia»
La crisis actual muestra la exacerbación hasta límites extremos de esas contradicciones y solo puede comprenderse en el marco de casi un siglo de decadencia del capitalismo, un sistema que sobrevive en medio de guerras salvajes, miseria creciente, destrucción medioambiental y actualmente con la destrucción de su fuente de ganancias: la fuerza de trabajo obrera.
La lucha obrera frente al problema del desempleo
¿Qué hacer? ¿cómo unirse? ¿cómo organizarse y luchar?
Hay compañeros que piden acción: "dejémonos de debates, las cosas están claras, ¡Hay que pasar a los hechos!". Compartimos su indignación ante la situación actual y su combatividad. Sin embargo, las cosas no son tan simples. La clase obrera no es una suma de ciudadanos a la que ofreces una movilización un día D y acude a votar por ella con su presencia.. Tampoco es un mero juguete de las condiciones objetivas que salta como un resorte ante su aguijón. La crisis y el desempleo plantean la necesidad de la respuesta obrera pero para que esta se produzca se necesita la maduración de sus fuerzas subjetivas: la conciencia, la solidaridad, la confianza mutua, vislumbrar un porvenir...
Es importante comprender que una crisis como la actual plantea en un primer momento ansiedad, dudas, miedo al futuro. Las reacciones pueden ser contradictorias como pudo verse en la lucha reciente de los trabajadores británicos del sector de la energía. En un primer momento el miedo a lo desconocido propició una reacción de nacionalismo ("Empleos británicos para trabajadores británicos") pero luego los trabajadores reaccionaron, participaron en la lucha obreros de origen polaco y al final en las manifestaciones vimos carteles que decían "Trabajadores del mundo entero ¡Uníos!"[5].
El desempleo tiene en un primer momento un efecto intimidatorio. «La generalización del paro, para la clase explotada, es prácticamente peor que la presencia de un policía en cada hogar, en cada lugar de trabajo. Por el chantaje asqueroso que le permite ejercer a la clase dominante, el paro hace más difícil la lucha obrera», decíamos en el artículo de la Revista Internacional antes citado. Para los que están trabajando la amenaza de perder el empleo constituye un chantaje que, por una parte, provoca obsesión, estrés, inestabilidad emocional, y, por otro lado, en el marco de una sociedad terriblemente individualista y competitiva suscita reacciones de "ir cada cual a lo suyo", de "me callo y trato de salvarme como sea".
Respecto a los trabajadores desempleados hemos visto en los dos primeros artículos de la serie cómo el capitalismo ha aprendido durante los últimos 40 años, apoyándose en la atomización y la rivalidad que cotidianamente emergen de sus relaciones sociales, a que el desempleo fuera vivido como un fracaso individual, a que cada parado se viera como un ser apestado al que le da vergüenza admitir su condición. No podemos esperar que de la noche a la mañana eso cambie. En un primer momento las colas de parados están dominadas por un silencio fúnebre, cada cual está encerrado en sus sufrimientos, no conoce a los otros. A menudo, la mayoría de parados son emigrantes de muy diversas nacionalidades que incluso les es difícil comunicarse en un idioma compartido. Por otra parte, el Estado se las arregla para -echando mano de la informática- fragmentar y diversificar las citas para evitar concentraciones masivas.
Sin embargo, en un segundo momento, con la persistencia del fenómeno, la gente empieza a hablar, a discutir, a comunicarse y de ello pueden surgir asambleas de parados, iniciativas de lucha. Los revolucionarios y los trabajadores más combativos tenemos que participar y animar ese proceso.
Para ello hemos de reapropiarnos de la experiencias pasadas de lucha de la clase obrera. Concretamente de las grandes movilizaciones contra el desempleo en los años 30 y de las tentativas tímidas que hubo de lucha y organización en los años 80[6].
¿Por qué proceder así? ¿No sería mejor dejarse de tales investigaciones históricas y ponerse a organizar planes de acción y movilización?
La clase obrera es una clase histórica, sus luchas se inscriben en una continuidad de más de 2 siglos de combates contra la explotación capitalista. La clase obrera es diferente de sus hermanos que le precedieron en el sufrimiento de la explotación -los esclavos y los siervos. Mientras que las luchas de estos últimos eran explosiones ciegas dictadas por situaciones límite que no tenían ni continuidad ni coherencia, la lucha de la clase obrera tiene una historia que integra de manera crítica las experiencias del pasado en la perspectiva del porvenir revolucionario de la que es portadora.
Para luchar con un mínimo de fuerza y unidad, cada generación obrera debe alzarse sobre los hombros del esfuerzo de lucha de las generaciones precedentes. Las luchas de sus antepasados no son una fórmula que habría que repetir sino una experiencia viva de la cual hay que sacar lecciones, ver los aciertos y los errores, asumir las fuerzas y las debilidades y, sobre todo, comprender las condiciones históricas a las que dan respuesta y compararlas con las actuales.
«A partir de cierto nivel de paro, la rebelión contra esta represión se transforma en un potente estímulo para el combate de clase y su generalización. ¿A partir de qué cantidad, de qué porcentaje de parados se produce este cambio? La pregunta como tal no tiene respuesta, pues la realidad no depende de una relación mecánica entre economía y lucha de clases, sino que es un proceso complejo en el cual la conciencia de los proletarios tiene el papel principal (...) Aunque llegase a conocer un verdadero derrumbe económico, no por eso va a desaparecer el capitalismo. Sin la acción revolucionaria del proletariado, este sistema seguirá pudriéndose de raíz, arrastrando a la humanidad a una barbarie sin fin»[7]
Smolni 2.3.09
[1] Ver /accion-proletaria/200811/2407/crisis-del-capitalismo-el-desempleo-expresa-la-quiebra-del-capitalismo
[2] Ver /cci-online/200902/2470/el-desempleo-expresion-de-la-quiebra-del-capitalismo-ii-1980-2007-el-desemple
[3] www.ilo.org/global/Themes/lang--es/WCMS_101191/index.htm.
[4] Ver /revista-internacional/200704/1848/crisis-economica-mundial-la-explosion-del-desempleo
[5] Ver https://es.internationalism.org/node/2493
[6] Es lo que intentaremos hacer en próximos artículos de este serie.
[7] Artículo antes citado.