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«Llegamos al límite de la condición humana, no estamos en condiciones de continuar prestando este servicio, que es de gran importancia para el país, de la forma como estamos siendo dirigidos y como somos tratados. NO CONFIAMOS EN NUESTRO EQUIPAMIENTO Y TAMPOCO EN QUIENES NOS COMANDAN! Estamos trabajando con los fusiles apuntando contra nosotros...». De esta manera dramática los controladores aéreos[1]de Brasilia, Curitiba, Manaos y Salvador, se expresaban a través de un manifiesto[2], antes de paralizar el servicio al medio día del viernes 30 de marzo, declarándose en huelga de hambre y auto-acuartelamiento, como medidas de presión contra las autoridades del Comando de la Aeronáutica, órgano militar responsable del control del tráfico aéreo en Brasil, adscrito a la Fuerza Aérea Brasileña. A las 14 horas, al finalizar su trabajo los controladores del turno de la mañana del CINDACTA-1 (Centro Integrado de Defensa Aérea y Control de Tráfico Aéreo) en Brasilia, que controla el 80% del tráfico aéreo del país y concentra a 120 controladores, decidieron permanecer en las instalaciones para continuar el movimiento. Ante las medidas represivas de la comandancia de la Aeronáutica, quien ordenó el arresto de 16 controladores y amenazó con “usar el reglamento” que penaliza con cárcel a los amotinados, los controladores decidieron ampliar el movimiento a otros centros de control a las 18:50 horas del viernes, lo que ocasionó la paralización de 49 de los 67 aeropuertos del país. La acción de los controladores rompió con la desinformación sobre la huelga, que tanto el gobierno como los sindicatos y asociaciones del sector pretendían realizar.
A las 0:30 del sábado 31 la huelga es suspendida, después que el gobierno revocó las órdenes de encarcelamiento contra los huelguistas y se comprometió a cumplir las reivindicaciones exigidas por éstos; principalmente la desmilitarización del servicio de control aéreo.
Este triunfo de los controladores aéreos, es un triunfo del proletariado, que nos deja una serie de enseñanzas para las luchas de mayor envergadura que se anuncian en
el horizonte.
La solidaridad a la base
del conflicto
Desde la colisión del Boeing de la aerolínea Gol y un avión Legacy en Mato Grosso al centro oeste de Brasil, el 29 de septiembre, que dejó un saldo de 154 muertos, los controladores realizaron varias acciones de “brazos caídos”, ya que ellos habían sido el blanco de las acusaciones del gobierno y de las autoridades militares y civiles, no sólo de este accidente, sino del caos reinante en el servicio aéreo del país.
En su manifiesto, los trabajadores se defienden de estas calumnias y enumeran las fallas en el sistema de tráfico aéreo, denunciadas y registradas por ellos en los libros operacionales: desde la caída en los sistemas de Curitiba, Brasilia y Congonhas (Sao Paulo), hasta la falta de aeronaves y sobreventa de boletos (overbooking) por parte de las líneas aéreas, pasando
por la insuficiencia de controladores aéreos que no pueden con todo.
Con todos los argumentos a su favor, los trabajadores denuncian: «Pasados seis meses de la crisis (se refieren a la colisión del 29 de septiembre), no hay ninguna señal positiva para las dificultades enfrentadas por los Controladores de Tráfico Aéreo. Al contrario, las mismas se agravaron.
Como si no bastasen las dificultades de orden técnico-laboral, somos también acusados de saboteadores, en un intento de encubrir las fallas de gestión del sistema... NUNCA hubo acto de sabotaje de parte de ese profesional que trabaja para proveer seguridad y no actos
de terrorismo»
La huelga expresa la indignación de los controladores aéreos ante la respuesta del gobierno y alto mando militar: «La represalia del alto mando militar contra los sargentos controladores ha generado tal insatisfacción que no soportaremos callados en medio de tanta injusticia e impunidad a los verdaderos responsables del caos».
Pero también esta huelga deja al desnudo toda la hipocresía del conjunto de la burguesía brasileña y su complicidad en la crisis del transporte aéreo, tanto la de izquierda ahora en el gobierno como la de derecha.
Ésta última, que se aprovecha de la situación para denunciar la incapacidad del gobierno Lula, intenta ocultar que el deterioro del sistema de control aéreo es de vieja data, mucho antes de venir Lula al poder; y que el aumento desenfrenado de la competencia entre las líneas aéreas, la política de disminución de gastos, la sobreventa de boletos y el incremento de vuelos, lleva al sistema de control aéreo a operar en condiciones extremas.
Por su parte, el gobierno Lula tiene una alta cuota de responsabilidad, ya que es harto conocido que éste en vez de atender las necesidades operacionales que benefician al conjunto del sistema (y la población), le ha dado prioridad a las inversiones del Grupo de Transportes Especiales (GTE), que atiende al Airbus presidencial y los vuelos de los altos jerarcas del gobierno, civiles y militares.
La acción de los trabajadores ha puesto el dedo en la llaga. Ha hecho pública una situación que permanecía oculta o era tergiversada para el conjunto de los trabajadores del sector aéreo, los pasajeros y la población en general. En este sentido, esta huelga, corta, pero de amplio impacto, es una manifestación de solidaridad de los controladores aéreos, con los otros trabajadores del sector y con la población que puede llegar a ser afectada por los accidentes aéreos. Es una expresión, de que el proletariado, con su lucha conciente, politizada y organizada, tiene la capacidad de realizar acciones efectivas contra el capital a favor del trabajo y el conjunto de la sociedad; que él tiene medios para superar la impotencia y frustración a que nos somete la burguesía, debido a su incapacidad expresada en el abandono de los servicios públicos y de cualquier otro tipo.
Gobierno y sindicatos fueron sorprendidos por esta acción de los trabajadores
Tanto el gobierno como los sindicatos fueron sorprendidos y desbordados por los acontecimientos. Las autoridades de la Aeronáutica pensaron que los controladores retrocederían ante las amenazas de encarcelamiento y de aplicación de la disciplina militar. Tales medidas sólo hicieron radicalizar el movimiento: los controladores toman la decisión de paralizar la casi totalidad del servicio a las 18:50 del viernes 30, presionando al gobierno a la negociación. Ante la radicalización de un movimiento que podía traer consecuencias impredecibles, tuvo que intervenir el propio Lula (quien se encontraba volando en su confortable Airbus, rumbo a verse con su colega Bush), haciendo uso de su vieja experiencia de “apaga fuegos” de las luchas obreras, aprendida cuando emergía como líder sindical en el ABC de Sao Paulo. No fue por “democratismo”, ni por ser un “presidente obrero” como Lula forzó a las altas cúpulas de la Fuerza Aérea Brasileña a negociar con los huelguistas junto con representantes del ejecutivo, sino gracias a su pasado de sindicalista, agente del estado capitalista en el medio obrero. Comprendió que los trabajadores estaban decididos a llevar el conflicto hasta sus últimas consecuencias; bien sabe que cuando se manifiesta la cólera de
los trabajadores, ésta puede expandirse como la pólvora. La intervención del ejecutivo se debió fundamentalmente a la presión de los propios trabajadores.
Por otra parte, tanto Lula como la alta cúpula militar, son conscientes del malestar reinante en la propias Fuerzas Armadas, donde tanto oficiales como sargentos perciben salarios de hambre. Los controladores aéreos, que tienen una alta cualificación técnica, y salarios importantes en otras partes del mundo, apenas llegan a percibir unos 1400 Reales (alrededor de $700 americanos), equivalente a 4 salarios mínimos oficiales. Así mismo, éstos altos jerarcas del estado burgués, eran concientes de que la Fuerza Aérea no tiene la capacidad inmediata de sustituir a los controladores aéreos.
En las declaraciones de los sindicatos se puede percibir claramente su fuerte intención de condenar el movimiento. Si no lo hicieron abiertamente, fue sólo para no desacreditarse ante la clase obrera que apoyaba totalmente a los controladores. El “Sindicato Nacional dos Trabalhadores de Proteção ao Vôo” (SNTPV) que agrupa a los controladores civiles, se vio forzado a publicar el manifiesto en su web en Internet, sin brindar apoyo al movimiento. Su presidente Jorge Botelho, para intentar dividir a los controladores, declaraba que «el manifiesto había sido firmado sólo por los controladores militares», cuando los controladores civiles también se habían sumado a la huelga, a pesar de la oposición del sindicato. Por su parte, la “Associação Brasileira dos Controladores de Tráfego Aéreo” (Abcta), tuvo el descaro de publicar una nota donde declaraba que debido a la falta de atención del gobierno, ya no iba a «actuar para reprimir cualquier movilización del sector». Por su parte, los sindicatos de otros sectores del servicio aéreo, controlados por el PT, se cuidaron de no pronunciarse para no molestar a su jefe mayor, de viaje a Washington. Sabemos que en el fondo, los otros trabajadores del sector están con los controladores, a pesar de la sobrecarga de trabajo que les causó la huelga.
¿Cuáles son las enseñanzas
de estas luchas?
El explosivo movimiento de los controladores nos muestra que ni las bayonetas ni los sindicatos, estén controlados por partidos y gobiernos de derecha o de izquierda, van a aplacar la lucha del proletariado. Esta lucha muestra que la izquierda del capital, comandada por Lula, ha logrado posponer las luchas obreras, pero éstas no han desaparecido. A pesar de la acción antiobrera del PT y la CUT, el proletariado brasileño sigue vivo.
En este sentido, las reformas
laborales promovidas por el gobierno Lula, es posible que causen algunas reacciones en el proletariado brasileño[3] .
Una gran enseñanza que deja esta lucha es que a nivel de los trabajadores, no existen sectores privilegiados o “aristócratas” que puedan escapar a los efectos de la crisis capitalista; la clase obrera en su conjunto se ve sometida a los embates de la crisis. Los controladores aéreos, a pesar de ser un sector altamente cualificado y de ser no militarizado, están sujetos a condiciones de trabajo extremas y de riesgo, como lo están muchos obreros y técnicos cualificados en otras áreas de la producción y los servicios. Otra enseñanza de esta lucha, es que sectores claves del proletariado son conscientes de que tienen los medios para hacer frente a la represión del estado, tanto militar como sindical.
Sin embargo, hay muchas ilusiones y trampas alrededor de este movimiento:
-Por una parte, puede sembrarse la ilusión que la situación de los controladores aéreos de Brasil va a cambiar por el hecho de no estar militarizados. La burguesía es conciente de lo estratégico de este servicio. Por ello, aunque no esté militarizado en la mayoría de los países, está sujeto a un régimen casi militarizado y a fuertes medidas de control por parte del estado.
-el manifiesto expresa ciertas ilusiones de los trabajadores en la “apertura democrática” del gobierno y de su “transparencia”: «Brasil vive momentos inéditos de democracia y transparencia con el rescate de los valores de la ética, del respeto, con los asuntos públicos». Los trabajadores no deben dejarse deslumbrar por las palabras bonitas de la izquierda. Ésta es la izquierda del capital, y como tal hace uso de la hipocresía de la clase burguesa. Tanto unos como otros sustentan la democracia burguesa, mecanismo político-ideológico mediante el cual la burguesía mantiene la dictadura del capital contra el trabajo.
-la no militarización del sector abre las puertas a la sindicalización. La huelga de los controladores plantea de la manera mas clara la necesidad de los sindicatos para la burguesía, como órganos de control contra los conflictos de los trabajadores. Debido a estar bajo disciplina militar, los controladores no han tenido otro camino que oponerse de manera directa y abierta al estado. La burguesía necesita de los sindicatos para enfrentar a los trabajadores, ya que son las fuerzas que por más de un siglo han servido para amortiguar, desviar y enfrentar las luchas. En este sentido, ante el desprestigio de la CUT, vendrán a jugar su papel de “bomberos” de las luchas obreras los “nuevos” sindicatos controlados por las fuerzas “anti-Lula” más a la izquierda.
Perspectivas
Las lecciones de este movimiento se ubican en una perspectiva mas amplia que no sólo abarca a los controladores aéreos, sino que incumbe al proletariado en su conjunto.
En primer lugar, la lucha de los controladores expresa el descontento reinante en el seno del proletariado brasileño ante los embates de la crisis descargada sobre sus espaldas, antes por los gobiernos de derecha, ahora por el de izquierda de Lula. En este sentido, no hay diferencia desde el punto de vista de los intereses del proletariado, entre tener un gobierno de izquierda (así se sea de corte radical como el trotskismo) y el de derecha. Pero lo más significativo de esta lucha es la capacidad de respuesta del proletariado ante los embates del capital. Los controladores han mostrado que sí hay salida.
También la lucha de los controladores ha mostrado que la fuerza del proletariado no es sólo cuantitativa, sino también cualitativa. Los controladores, a pesar de no pasar de 3 mil, debido a su alto nivel de solidaridad, a su organización y politización, y por que tenían el apoyo implícito de sectores importantes de la clase obrera, lograron enfrentar al mayor estado de América del Sur.
CCI
04-04-07
[1] Los controladores aéreos en Brasil, en su gran mayoría son funcionarios militares con el rango de sargento. De un total de 2.289 controladores, sólo 154 son civiles.
[2] El texto completo del manifiesto de los controladores se puede leer en el site del “Sindicato Nacional dos Trabalhadores de Proteção ao Vôo” (SNTPV), www.sntpv.com.br/principal.php, que agrupa sólo a los controladores aéreos civiles. El sindicato, pese a no brindar apoyo a la huelga, se vio forzado a publicar el manifiesto debido a la contundencia del movimiento.
[3] El gobierno promueve una reforma legislativa en materia sindical y laboral, supuestamente como una forma de “generar empleos”. En realidad las reformas, que “flexibilizan” la relación laboral, acentuarán la precarización del proletariado brasileño, a favor del capital nacional.