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En los días inmediatos al 11-M ya denunciamos que “la burguesía española no ha sido directamente responsable de los atentados de Atocha. En cambio si que se ha echado sobre los cadáveres de los proletarios cual banda de buitres. Incluso en la muerte, los obreros han servido a la clase dominante para alimentar su maquinaria de propaganda por la nación y la democracia”, (Revista Internacional de la CCI nº 117: “Atentados en Madrid: El capitalismo siembra la muerte”). Y, un año después, han vuelto a poner toda su maquinaria de guerra (horas y horas de programación televisiva, especiales de los periódicos), al servicio de tan nauseabundo fin. Han llegado incluso a convocar una Conferencia de expertos y líderes mundiales en Madrid para “analizar las causas” del terrorismo y para formular “recomendaciones para combatirlo”. Al ver las imágenes de los dirigentes del mundo capitalista reunidos en la ciudad que ha sufrido la mayor carnicería cometida en un país de Europa Occidental desde la 2ª Guerra Imperialista, se nos viene a la memoria la frase pronunciada por nuestros antecesores de la Internacional Comunista ante las conferencias que tras la guerra mundial de 1914-1918 querían establecer las causas y las responsabilidades de tamaño horror: “Una mirada en el espejo hubiera sido suficiente para que se vieran todos ellos como responsables”.
Como hemos denunciado en numerosas ocasiones, el “antiterrorismo” es una vulgar coartada, atribuyendo el terror a mentes enfermas retorcidas por el integrismo religioso o nacionalista, para impedir que los trabajadores tomemos conciencia que es el conjunto del sistema capitalista, y en primer lugar, las naciones más “civilizadas” y democráticas, el causante de una espiral creciente de violencia, guerras y matanzas: “Por ello resulta aún más repugnante si cabe el cinismo de los líderes de las grandes democracias – con su ‘espanto’ ante los atentados terroristas, o su ‘solidaridad’ con las víctimas -, cuando en realidad el sistema capitalista que ellos gobiernan es el responsable último de tales atrocidades, cuando ellos mismos no vacilan en emplear la guerra, el terror y la barbarie, en defensa de sus intereses imperialistas. Esa criminal hipocresía de la clase dominante, representa además un peligrosísimo veneno contra la lucha y la conciencia del proletariado, la única clase capaz de derribar este ‘orden’ social de explotación y guerra, por cuanto impulsa a los trabajadores a defender precisamente el Estado capitalista, y a hacerles creer que tomando partido por una u otra banda d la clase dominante puede solucionarse la grave crisis terminal de este sistema” (AP nº 179: “Frente la terror, la miseria y la guerra. No tenemos más elección que la lucha).
Un año después del 11-M, la propaganda de la burguesía vende las “bondades” del manto protector del Estado democrático sobre la población traumatizada por los 191 muertos, los miles de heridos, las decenas de miles de seres humanos que siguen padeciendo trastornos psicológicos, y asegura que a pesar de las “heridas abiertas”, los pasajeros actuales de esos mismos trenes de la muerte, viajan hoy, bajo el imperio de la “normalidad capitalista”. En efecto, igualmente apretujados como ganado, deben seguir viajando los trabajadores de las barriadas obreras que “disfrutan” de la vida normal en el capitalismo, es decir de la progresiva pérdida del poder adquisitivo de los salarios, de la eventualidad, de los despidos, de la angustia de un progresivo endeudamiento; viajan también esos jóvenes estudiantes a los que la “normalidad” capitalista condena a un progresivo deterioro de su educación y de su integración social[1] como tétrico avance de una sociedad sin futuro. Se apiñan también numerosos emigrantes (una cuarta parte de las víctimas del 11-M), sometidos, “normalmente”, al chantaje de los “papeles”, a aceptar el subempleo con salarios de miseria,...[2] En esos mismos trenes se apretujan como ganado miles de seres humanos que padecen, el “normal” desmantelamiento del Estado del bienestar (ver artículo en este mismo número de AP), de la degradación de la asistencia sanitaria, de la atención a los enfermos,... Hasta las propias víctimas directas del 11-M han tenido que denunciar que el enorme número de heridos ha engordado directamente las listas de espera de los hospitales, que el programa de atención psicológica que se les prometió se acabó a finales de 2004, y que cerca de la mitad de las personas que sufren traumas psíquicos (ansiedad, pánico, depresión,...) tras el 11-M deben costearse ellos mismos su tratamiento.
En el año transcurrido desde aquel 11-M los políticos españoles y sus medios de comunicación afines se han dedicado a acusarse unos a otros de “manipulación electoralista” de los atentados. De nuevo el árbol con el que quieren impedirnos ver el bosque. La verdad es que todos ellos, todos los defensores del Estado democrático, de la “unidad de los españoles” contra el terror, han hecho de la manipulación de la conciencia y de los sentimientos de la población su principal artimaña:
- la manipulación del propio estupor causada por la gravedad de la matanza para impedir que los trabajadores, ante la magnitud de la matanza, tomáramos conciencia de que incluso las poblaciones de los países más desarrollados estamos cada vez más amenazadas por actos de guerra. Desviaron la preocupación por el horror y la inseguridad hacia el “alivio” por la retirada de las tropas españolas en Irak, como sí tal hecho hubiera significado la más mínima atenuación de la barbarie que se acentúa día tras día en aquel conflicto (ver artículo en este mismo número de AP), o como si los “mariposeos” retóricos de ZP ( la “Alianza d las civilizaciones”, etc.) no fueran más que el contrapunto “amable” de la tragedia de la proliferación de caos (en el año transcurrido la barbarie capitalista sigue superando récords como el de cerca de 2 millones de afectados por el maremoto en Asia), terror y guerras en todo el planeta.
- la utilización indecente de la indignación que causó en la población el brutal atentado, para reforzar el impacto dela mistificación democrática: “Toda la clase burguesa, derechas e izquierdas juntas, han utilizado la emoción provocada por los atentados para llevar va los obreros a unas urnas que muchos de ellos habrían desdeñado en otras circunstancias. L a alta participación electoral ya es una victoria para la burguesía, pues significa que, al menos por ahora, una gran parte de los obreros españoles creen que hay que dejar en manos del Estado burgués su protección contra el terrorismo” (Revista Internacional nº 117, artículo citado).
- la perversión de los sentimientos de solidaridad de millones de seres humanos hacia las víctimas de todos los atentados, hacia los trabajadores de Madrid, adulterada como “unión nacional” de explotados y explotadores, de víctimas y verdugos, el inhumano yugo de interés nacional. Ese interés común de los españoles es la trampa con la que la clase dominante pretende que aceptemos la degradación imparable de nuestras condiciones de trabajo (los despidos, los salarios de miseria, la prolongación de la jornada laboral,... justificada con la “lucha por la productividad de la economía española”) y de vida (por ejemplo la degradación de la seguridad en la construcción que se pone de manifiesto en la multiplicación de “accidentes” como los del Carmel – ver artículo en este mismo AP); es también la excusa para justificar el fortalecimiento del aparato represivo (esa es la recomendación de las comisiones de estudio sobre el terrorismo que todos los gobiernos aplican con fruición), y de la multiplicación de envíos de tropas, que este Gobierno, con la excusa eso sí de la intervención humanitaria[3], ha multiplicado (Bosnia, Afganistán, Haití, Indonesia,...) en defensa de los intereses imperialistas de la nación española.
La machacona propaganda de la burguesía en torno al aniversario del 11-M ha insistido en “no olvidar” el atentado, las víctimas,... pero ha volcado toda su capacidad de mentir en borrar precisamente las verdaderas lecciones del 11-M: que el sistema capitalista se adentra cada vez más en una descomposición generalizada en la que se extienden y se ahondan los rasgos de la barbarie ( el terror, la miseria, la degradación moral, el sentimiento de falta de perspectivas para la sociedad), y que la única alternativa en que la humanidad puede depositar una esperanza de futuro, es precisamente la superación de este “orden” social capitalista, por una sociedad sin clases ni fronteras, el comunismo, en la que los sentimientos de fraternidad y solidaridad, de confianza en el futuro, puedan tener verdaderamente sentido.
Etsoem. 11-3-2005.
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1En las últimas semanas se ha visto como estudiantes de Institutos valencianos debían acudir con mantas a clase porque simplemente no existe la calefacción, y han aparecido datos de que en la Comunidad Valenciana 70 mil alumnos reciben “enseñanza” en barracones prefabricados. Por otra parte un Informe oficial reciente sobre la situación de la juventud en España ha señalado que la edad de inicio en el consumo de alcohol y otras drogas se ha “adelantado” a los 13-14 años.
2A pocos metros de la estación de Atocha, sigue siendo “normal” ver a primera hora de la mañana la subasta, a la baja por supuesto, de la mano de obra emigrante, para contratarla por una jornada, en la construcción.
3Ver por ejemplo en el artículo que publicamos en el AP nº 180, el trasfondo imperialista de la intervención de las grandes potencias en la catástrofe del tsunami del Sudeste asiático.