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Apenas tres semanas después del inicio de la ofensiva de la “Coalición”, las tropas norteamericanas entraban en Bagdad, y el régimen de Sadam Hussein se desmoronaba dejando a una población de 27 millones de personas sumida en el caos, el desabastecimiento, el pillaje y los choques interétnicos,... Esta nueva guerra ha sido “breve” (más corta que los 45 días de la Tormenta del Desierto de 1991, que los dos meses de la Kosovo en 1999, e incluso que la campaña de Afganistán en 2001), como no podía ser de otra forma habida cuenta la abismal diferencia de potencial militar existente entre las tropas anglo-norteamericanas y un ejército irakí que ya estaba diezmado por la guerra de 1991 y por más de 10 años de embargo. Sin embargo, esa brevedad no nos debe engañar:
- Primero porque esta guerra ha elevado a un nivel mucho mayor la barbarie y el caos de las guerras de la etapa actual del capitalismo que hemos caracterizado como su época de descomposición.
- Segundo porque tras la guerra se abre, por un lado, la agudización de las tendencias a la desestabilización de una zona clave para la situación mundial como es Oriente Medio; y, por otra parte, los enfrentamientos que ha planteado con Alemania y Francia, al interior de la UE o entre los países del Este de Europa y Alemania etc., arrojan nuevas dosis de combustible a las tensiones imperialistas.
Las guerras no son un ataque a la “civilización” sino la mismísima expresión de la civilización burguesa
El propio curso de los acontecimientos ha desmentido categóricamente las patrañas propagandísticas de la burguesía, y ha confirmado, a su vez los análisis de los revolucionarios.
Los “humanistas” y “democráticos” objetivos enunciados por los beligerantes han sido estrepitosamente rebatidos por los bombardeos masivos, la campaña bautizada como “Conmoción y Pavor” (sólo en los primeros días se descargaron sobre las ciudades iraquíes el equivalente de fuego de los 43 días de la operación Tormenta del Desierto de 1991), los “daños colaterales” en mercados, hospitales, barrios obreros, el uso de bombas-racimo[1], la pérfida estrategia de asedio para tratar de rendir las ciudades por hambre, sed y epidemias,... Para colmo, las tropas ocupantes han recurrido a la propia policía del régimen para tratar de contener la oleada de saqueos que se ha adueñado de las ciudades tras su “liberación”.
También quedan en entredicho los objetivos que según los propios opositores a la guerra fundamentaban las ansias belicistas de Bush y cía: el negocio de la reconstrucción, los lucrativos beneficios del petróleo, etc.,... Como hemos señalado en anteriores artículos de nuestras publicaciones[2], la guerra, aunque pueda beneficiar a algunos empresarios particulares, supone una ruina para la economía capitalista en su conjunto. Las hipotéticas rentabilidades de la reconstrucción en Irak son, de existir, muy inferiores al propio coste de la operación militar.
En cuanto al “negocio” del petróleo, se trata de un objetivo secundario y de carácter más estratégico (chantaje a Alemania y Japón muy dependientes del petróleo iraquí) que lucrativo a corto plazo. Ahora se desvela que USA y especialmente la llamada “petrocracia” (es decir los Exxon, Chevron, BP...) controlaba ya en 1991 el 80% del petróleo del sur de Irak y el 30% del producido en el norte del país, que entre Enero y Marzo de 2003, las importaciones norteamericanas de petróleo irakí se habían triplicado para paliar la caída de las exportaciones venezolanas...
La verdadera causa de la guerra de Irak no hay que buscarla en el belicismo de unos cuantos dirigentes, o en la avidez de ganancias de unos pocos explotadores, sino en la lógica cada vez más devastadora en la que se adentra el capitalismo mundial en su conjunto en su etapa terminal de descomposición. Como se señala en la hoja difundida por la CCI contra la guerra de Irak: “Los Estados Unidos no esconden su estrategia imperialista global. Desde el hundimiento del bloque ruso en 1989 se han propuesto utilizar su aplastante superioridad militar para impedir el ascenso de cualquier otra potencia o coalición que pueda rivalizar con ellos. Ahí reside el objetivo principal de todas las grandes acciones militares que han conducido desde 1991: la guerra del 91, la de Kosovo del 99 y la de Afganistán del 2001. Pero no han tenido éxito. Cada una de esas acciones no ha hecho más que empujar a las otras potencias, pequeñas o grandes, a contestar cada vez más su autoridad. En respuesta, los USA han proseguido esa estrategia a una escala cada vez mayor. Ahora pretenden hacerse con el control directo de Oriente Medio y Asia Centra y extenderlo hasta el Extremo Oriente. Enfrentados a la indisciplina de sus principales rivales – Francia y Alemania en particular- lo que buscan es cercar a Europa,...”.
Pero tratando de imponer un orden en las relaciones internacionales, un “orden” lógicamente a la medida de sus intereses particulares, la acción de los Estados Unidos, lo que propaga en realidad es un mayor caos a todos los niveles.
El caos en Irak amenaza extenderse al conjunto de la región.
Las escenas de saqueos y destrucciones masivas, de asaltos a hospitales, de desvalijamiento de los tesoros culturales del Museo Arqueológico o de la Biblioteca de Bagdad[3], de las masacres étnicas entre chiítas y sunitas, entre kurdos y árabes, en las principales ciudades de Irak, ponen de manifiesto que lejos de traer el orden y la estabilidad, las guerras de la descomposición son una potente gasolina que aviva aún más el fuego de toda clase de conflictos.
La preponderancia de los objetivos estratégicos que antes mencionábamos dicta no sólo la táctica militar[4], sino también la manera de gestionar la “paz”. El propio jefe del pentágono Rumsfeld, ha declarado que “los saqueos forman parte de la transición”. Al margen de que la existencia de desórdenes es la mejor excusa que pueden encontrar los norteamericanos para justificar la prolongación de su presencia en la zona, lo bien cierto es que su principal preocupación no es instaurar un oasis de estabilidad y “democracia”, ni ganarse el apoyo de la población, sino asegurarse un control estratégico del país, para poder proseguir su dominio sobre el conjunto de Oriente Medio.
La estrategia seguida en Irak, es la reproducción apenas corregida y sí muy ampliada de la seguida en Afganistán dos años antes, cuando los 10 mil soldados desplegados se limitan a garantizar un control sobre Kabul, sirviendo además de guardia pretoriana de su “elegido” (Karzai), mientras el resto del país se desangra en un pelea entre “señores de la guerra”, financiada por el tráfico de drogas (el cultivo de opio se ha multiplicado por diez desde 2001), y en el que la “liberación de la mujer” o la ayuda humanitaria (en el último año la ayuda “humanitaria” proporcionada por USA equivale al coste de 6 horas de actividad en el Pentágono), han quedado como lo que siempre fueron: puras patrañas para justificar la operación militar.
La situación que se vive hoy en Irak rememora, como decíamos, el caos que se ha instalado en Afganistán. Las diferentes fracciones en la que está dividida la burguesía irakí se están enzarzando en una pelea de todos contra todos: chiítas apadrinados por USA, Chalabi, contra chiítas protegidos por Irán, otro tanto sucede entre los sunitas –de obediencia saudí o de inspiración anglonortemericana- , los kurdos andan igualmente divididos entre una fracción más “paciente” – la UPK de Talibani- y otra fracción –el PDK- que postula abiertamente una “limpieza étnica” en el Kurdistán irakí,...
Pero si ya la intervención militar en Afganistán supuso una desestabilización de toda la zona (y tiene desde luego mucho que ver con la sobrepuja de tensiones entre India y Pakistán), la operación “Libertad para el pueblo irakí”, amenaza con encender aún más el polvorín de Oriente Medio:
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En primer lugar por el desmembramiento del Estado unitario irakí ( la “federalización” desencadenaría las aspiraciones de Irán así como los temores de Turquía o Siria de verse arrastradas por el ascenso de los kurdos);
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En segundo lugar porque la ocupación militar de Irak por USA es entendida como una verdadera amenaza para Irán (que está haciendo enormes esfuerzos por rearmarse, incluso con armamento nuclear);
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Igualmente representa una amenaza para Siria (el anuncio sorpresivo de este país en la lista de posibles objetivos de USA supone un intento de rebajar su belicosidad hacia el plan de “paz” de los americanos para Palestina, y sobre todo una amenaza para el país más inclinado hacia Francia de toda la zona);
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Significa un reforzamiento considerable de la posición de Israel que no perderá la oportunidad para imponer sus veleidades de construcción de un “Gran Israel” con el consiguiente debilitamiento para la burguesía palestina y la prosecución de las matanzas en la zona;
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Supone en fin una auténtica bofetada para la mayoría de Estados árabes que se ven debilitados de forma importante con los riesgos que ello supone de desestabilización interior.
La creciente sobrepuja de las tensiones entre las principales potencias capitalistas
Pero si los riesgos son graves en Oriente Medio, región clave para todo el equilibrio mundial tanto por su posición estratégica como por sus enormes reservas petroleras, el episodio iraquí ha cebado aún más la bomba de los conflictos imperialistas que hoy dividen a las grandes potencias.
Ya hemos señalado que los auténticos destinatarios del golpe de fuerza ejecutado en Irak eran las potencias europeas: Francia, Rusia y sobre todo Alemania. Esta última ha sido especialmente golpeada en tres planos:
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Ocupando Irak, USA cierra el último eslabón de la cadena de expansión imperialista de Alemania hacia los mares de oriente que históricamente ha seguido el eje que a través de Europa Central y oriental desemboca en Bagdad pasando por Turquía
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Provocando la rebelión de España e Italia contra el eje franco-alemán crea una división significativa en la plataforma de influencia que es para Alemania la Unión Europea
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Arrastrando al alineamiento pro-americano de Polonia, Chequia, Hungría …, es decir, de los países del este de Europa, crea una formidable tenaza alrededor del “espacio vital” de expansión del imperialismo alemán.
Las tensiones que estos osados pasos estratégicos van a crear se irán concretando paulatinamente en la situación internacional. El mundo se irá sumiendo en una sobrepuja de acciones y reacciones, de creación de nuevos focos de conflicto, de actos terroristas, de maniobras diplomáticas, de golpes desestabilizadores, cuyas consecuencias son difíciles de concretar hoy en sus diferentes episodios: Oriente Medio, Extremo Oriente, los Balcanes, la ONU, la UE…
Sin embargo, lo que está fuera de toda duda es la agravación general de las tensiones imperialistas entre USA y sus rivales que sembrará por todo el planeta nuevas expresiones de guerra, barbarie y caos. Esto, unido a la agravación de la crisis económica –la cual no va a ser paliada por el asunto iraquí- llevará a nuevos sufrimientos y ataques contra el proletariado y contra toda la humanidad.
Como hemos analizado en numerosos documentos de nuestra Corriente, la situación imperialista mundial está caracterizada por una dinámica en la cual Estados Unidos se encuentra abocado a un dilema insoluble: si tolera la contestación de todos los demás países, empezando por los gallitos como Alemania o Francia, permite que estos lo debiliten cada vez más. Pero si recurre a su superpotencia militar para pararles los pies entonces aunque momentáneamente les amedrenta cuando se agotan los efectos aquellos vuelven a las andadas de la contestación…
Esto provoca una espiral de acciones y reacciones, de conflictos que ensangrientan el planeta, a los que USA responde con puñetazos sobre la mesa que si bien suponen una calma momentánea, acaban agravando el caos y las guerras.
USA ha dado un nuevo puñetazo sobre la mesa con la ocupación de Irak. Sus rivales han encajado un golpe severo. Pero no pueden echar marcha atrás pues ello supondría su ruina. Desde los países árabes hasta Irán ya vemos que se encrespan contra el gigante americano. Pero sobretodo, vemos hoy a Francia, Alemania y Rusia boicotear las tentativas de USA de legitimar en el ONU su operación en Irak, aunque eso suponga retrasar o dificultar la ayuda humanitaria[5], así como la intensificación de los esfuerzos del eje franco-alemán por superar su debilidad militar y armamentística, a través de la cumbre sobre euro-defensa a celebrar a finales de Abril a la que cierran la puerta a España a la vez que coquetean con Gran Bretaña.
Los trabajadores han sentido una justificada inquietud por los acontecimientos bélicos que han sacudido el mundo. Las movilizaciones pacifistas han intentado boicotear esa inquietud desviándola hacia objetivos y “explicaciones” tales como una “guerra por el petróleo” o una guerra “causada por Bush y cuatro belicistas” que lo que hacen es minimizar la terrible gravedad de la situación mundial. Los trabajadores contra esas mentiras deben tomar conciencia de que la guerra en Irak no es sino un eslabón más de la cadena infernal que conduce a la destrucción de la humanidad a través de una proliferación de guerras, epidemias y hambrunas. Eso es lo único que puede ofrecer este sistema. Por ello, la única esperanza de supervivencia del género humano reside en la destrucción del capitalismo. Y esa responsabilidad le incumbe a la clase explotada, llamada a ser el sepulturero histórico de la explotación, las naciones y la guerra.
«El resultado final de los procedimientos capitalistas de producción es el caos y ese caos solo puede ser vencido por la mayor clase productora, la clase obrera. Ella es la que debe instituir el orden verdadero, el orden comunista. Debe quebrar la dominación del capital, imposibilitar las guerras, borrar las fronteras entre los estados, transformar el mundo en una vasta comunidad que trabaja para sí misma, realizar los principios de la solidaridad fraternal y la liberación de los pueblos»
Plataforma de la Internacional Comunista aprobada en el Primer Congreso, marzo 1919.
Acción Proletaria, 21 de abril de 2003.
1 El empleo de estas mortíferas trampas está desde luego, “prohibido” por las convenciones internacionales sobre armamentos, lo que no impidió por ejemplo que en la guerra “legal” contra Irak en 1991 se utilizaran 50 millones de ellas
2 Ver en particular los artículos dedicados a la guerra de Irak en AP nº 168 y 169, así como los textos consagrados a la agravación de las tensiones imperialistas desde el 11-S en la Revista Internacional desde el número 107
3 Aunque ahora lloren como plañideras ante la pérdida de ese patrimonio cultural, lo bien cierto es ésta es la consecuencia de la irracionalidad (desde el punto de vista de los intereses de la humanidad) de la pervivencia del capitalismo y la guerra. Como ya denunciara Rosa Luxemburgo ante las devastaciones de la 1ª Guerra Mundial, éstas “suponen un atentado no contra la cultura burguesa del pasado, sino contra la civilización socialista del porvenir, un golpe mortal asestado a esta fuerza que lleva en sí el porvenir de la humanidad, y que sólo ella puede transmitir los valiosos tesoros del pasado a una sociedad mejor. Aquí el capitalismo ha descubierto su calavera, aquí ha desvelado que se terminó su derecho a su existencia histórica, que el mantenimiento de su dominación ha dejado de ser compatible con el progreso de la humanidad” (Folleto de Junius, 1915)
4 El empleo de la aplastante superioridad aérea junto con el empleo de fuerzas de tierra muy limitadas (125 mil soldados a diferencia de los casi 300 mil que se utilizaron en 1991) viene dictada no sólo por la necesidad de ahorrar bajas y atenuar en lo posible el descontento de la población USA, sino también por una estrategia diseñada para alcanzar rápidamente los centros neurálgicos del adversario aunque deje a sus espaldas inmensos territorios sin controlar. El maestro de estrategia militar de Bush y Rumsfeld es el mismísimo Hitler y su “guerra relámpago”. La diferencia es que mientras que en la Alemania de 1939 esa “temeridad” era el resultado de su debilidad económica y militar, en el caso de la primera potencia económica y militar de nuestros días es el resultado de la carrera hacia el abismo en que se ha metido (necesidad de administrar las tropas en vistas a nuevas intervenciones futuras en todo el planeta)
5 La reciente guerra de Irak ha puesto claramente de manifiesto, que la ayuda humanitaria, es un arma de guerra más que se administra en función de las necesidades tácticas militares