¿Por qué Aznar sigue a Bush?

Printer-friendly version

¿Qué mosca le ha picado a Aznar para seguir a pies juntillas las andazas de Bush en la actual crisis en torno a Irak? ¿Esta opción viene por que Aznar es de derechas y porque es arrogante y poco demócrata? O bien ¿obedece a una opción necesaria para interés imperialista del capital español?

¿Por qué el PSOE, que no tuvo ningún escrúpulo en llamar al si en el famoso referéndum de la OTAN de 1986 y en participar sin reservas en guerras tan infames como la que hoy se prepara –primera guerra del Golfo de 1991, guerras balcánicas-, enarbola el pacifismo más radicalizado?

El capital español es tan imperialista como Estados Unidos, Alemania o Irak pues «la política imperialista no es obra de un país o de un grupo de países. Es el producto de la evolución mundial del capitalismo en un momento dado de su maduración. Es un todo inseparable que no se puede comprender más que en sus relaciones recíprocas y al cual ningún Estado puede sustraerse» (Rosa Luxemburgo: La crisis de la socialdemocracia). Las tensiones imperialistas que dominan el mundo imponen al Capital español una política, unas alianzas, unas orientaciones. Estas están marcadas en primer lugar, por situación general del capitalismo mundial que hemos caracterizado como la época de descomposición, fase terminal de su decadencia[1]. En ese campo de juego intervienen además la posición económica, militar y estratégica del capital nacional, sus tradiciones históricas, y simultáneamente la intervención e injerencia de Estados más poderosos.

Esto es lo que queremos abordar con este artículo que no pretende dar una posición acabada sino plantear unas orientaciones para la reflexión y la acción. Vamos a recordar algunos elementos históricos y después abordaremos cómo se posiciona el capital español en la presente crisis, qué factores influyen en ella y qué perspectivas se abren.

 

Algunos elementos históricos

España dejó de ser un imperio hegemónico a finales del siglo XVI. La catástrofe de la Armada Invencible marcó el principio del fin de un imperio feudal derrotado por Gran Bretaña que emergía como núcleo central del desarrollo del capitalismo.

Agobiada por la enorme superioridad inglesa, la monarquía hispana selló en el siglo XVIII una alianza con Francia que resultó desastrosa agravando aún más su decadencia, socavando y llenando de contradicciones las posibilidades de desarrollo del capitalismo. Dice un proverbio chino que “nunca hay que aliarse con un vecino demasiado poderoso”. España cometió ese error en una tentativa desesperada de contrapesar la enorme superioridad marítima de Gran Bretaña que ponía en jaque sus inmensas posesiones coloniales.

En el siglo XIX se impone por fin la revolución burguesa lastrada sin embargo por importantes ataduras feudales y por la fuerte dependencia de las inversiones de capitalistas británicos y franceses (ferrocarriles, minería)[2]. En 1898 pierde los últimos restos coloniales (Cuba, Puerto Rico y Filipinas) a manos de la nueva potencia emergente, Estados Unidos.

Con la entrada del capitalismo en su periodo de decadencia[3], el “destino” del Capital español en el tablero imperialista quedará marcado por 3 ejes:

  • Hace ya tiempo que no es una potencia con aspiraciones mundiales y debe limitarse a ambiciones regionales;

  • Su territorio mismo, debido a su posición estratégica –entrada del Mediterráneo- y a la debilidad del capital nacional, se convierte en teatro del enfrentamiento directo entre las grandes potencias (en aquella época Alemania, Gran Bretaña y Francia);

  • Debilidad del Ejército, atrasado, mal equipado y pletórico de mandos, que se atasca una y otra vez en los conflictos (por ejemplo, entre 1906 y 1926 se arrastrará la enorme sangría de la guerra de Marruecos).

Estas realidades obligarán al capital español a adoptar una política de neutralidad en la primera guerra mundial. Si ciertamente esta posición permitirá un efímero desarrollo económico; a nivel imperialista, la posición del capital español se debilitará de forma creciente. La opción neutral adoptada por la burguesía española en la primera guerra mundial fue más bien el producto de las fuertes presiones de los diferentes aliados que una opción adoptada de forma independiente por el Capital nacional. La prueba es que se creó una fuerte división entre germanófilos y francófilos y que todo ello contribuyó a agravar la inestabilidad del estado, amenazado además por el empuje del proletariado que, animado por el ejemplo ruso, arreciaba en sus huelgas (el famoso “Trienio Bolchevique” entre 1917-20).

En la crisis que conducirá a la 2ª Guerra Mundial, la guerra del 36 hará de España el teatro de la confrontación militar y los preparativos de ambos bandos. Las divisiones dentro de la burguesía española, ya expresadas durante la primera guerra mundial, se agravan considerablemente hasta el extremo de dirimirse directamente en el terreno de las armas[4].

Sin embargo, el triunfo de Franco no significará necesariamente una implicación con el bando alemán, su principal postor durante la guerra civil. Pese a la existencia de una fracción pro-alemana muy fuerte dentro del régimen y al peso de las afinidades ideológicas, el capital español tomará distancias cada vez mayores respecto al régimen nazi. Las razones están en que:

  • Alemania ocupa Francia y se convierte en un vecino demasiado poderoso para aliarse con él, máxime teniendo en cuenta la ruina económica con la que sale el capital español de la guerra del 36  ;

  • La posición estratégica de España es un bocado muy apetitoso que se debe utilizar como mecanismo de defensa y como medio de obtener ventajas frente a los diferentes contendientes.

 Tras la segunda guerra mundial y con la época de la guerra fría, el Capital español se vinculará directamente con USA pues para estos las 3 penínsulas del mediterráneo (España, Italia y Turquía) jugaron un papel clave como piezas maestras en la empresa de cerrarle al bloque ruso todas las salidas marítimas.

Con la llegada de la “transición democrática” esta orientación no se modificará sustancialmente. El P”C”E se alejará de Rusia y por todo un tiempo prevalecerá el llamado “consenso en política exterior”. Este busca superar el relativo aislamiento político que sufrió España bajo el franquismo mediante la:

  • Integración en el Mercado Común: necesaria para asegurarse una mínima supervivencia económica y obligatoria para no caer en un aislamiento político que le relegaría a niveles “tercermundistas”

  • Integración en la OTAN, opción impuesta por USA y necesaria igualmente para intentar modernizar un ejército obsoleto e ineficaz.

 

La política imperialista del Capital español desde 1989

Los cambios de la configuración imperialista mundial que significa el hundimiento del antiguo bloque ruso repercuten necesariamente sobre la política exterior del capital español. Este participa plenamente de las tendencias que hemos visto como características de la descomposición:

  • El cada uno para si de cada Estado

  • La contestación más o menos abierta hacia el gigante americano

  • La tendencia a unas alianzas cada vez más frágiles, inestables y volubles[5].

Así, observamos en el Capital español un juego bastante complicado que, en líneas generales se caracteriza por:

  • La afirmación de sus intereses como potencia “mediterránea” buscando relaciones de “amistad” con los países árabes. Esto le hace, en general, apoyar a Francia;

  • La tentativa de erigirse como “interlocutor privilegiado” entre los países de Sudamérica y los grandes países europeos.

Pero, al mismo tiempo, tiene que jugar en el terreno político y económico de la UE donde se encuentra en una situación bastante contradictoria pues, por un lado, la UE es un marco necesario para que un capital tan débil como el español pueda tener un cierto peso político, diplomático y económico en el mundo. Pero al mismo tiempo, acarrea problemas crecientes tanto en el terreno económico como en el plano político que le hacen muy vulnerable a los designios de Alemania y Francia.

Ello ha determinado una oscilación del capital español entre etapas de arrebatado “europeismo” y otras donde su insistencia se vuelca en el “reforzamiento del vínculo trasatlántico” con Estados Unidos. De manera general, el capital español se hace más europeísta cuando Francia y Alemania tienden a distanciarse. Eso le permite apoyar unas veces a Francia y otras a Alemania aunque sus preferencias son mayores hacia el Gallo francés debido a las coincidencias en la política mediterránea y hacia los países árabes.

Sin embargo, cuando en situaciones como la actual, Francia y Alemania andan cogidas de la mano, el Capital español busca en el apoyo a Estados Unidos un contrapeso que frene las veleidades excesivamente preponderantes de sus vecinos del Norte. Las buenas relaciones entre París y Berlín privan al capital español del margen de maniobra que le da el hacerse un hueco explotando las tensiones y los intereses encontrados entre ellos.

Pero, como hemos dicho antes, la defensa de los intereses de España se ve condicionada por el peso de influencias de potencias más poderosas que influyen a través de diferentes mecanismos de presión. A lo largo de la década de los 90 hemos visto una serie de flancos vulnerables del capitalismo español:

  • El terrorismo de ETA, tradicionalmente apadrinado por Francia que lo ha utilizado como un importante medio de chantaje

  • El nacionalismo vasco del PNV que anda en la órbita de Estados Unidos.

 

Las causas de la política actual

A la luz de los análisis anteriores podemos entender por qué el capital español ha elegido ante la crisis iraquí el alineamiento incondicional con la política USA:

  • El eje franco-alemán ha hecho valer sus pretensiones de dominación sobre la UE de forma ruidosa (en particular, en la famosa cumbre franco-alemana de enero de 2003). Semejante exhibición ha alarmado al capital español, así como al italiano y a toda la serie de Estados del Este europeo, que ven sus intereses directamente amenazados;

  • La propuesta de ampliación de la UE reduce considerablemente el peso de España además de suponer un importante revés económico al perder buena parte de los fondos estructurales.

Tomar distancias respecto a los dos gallitos es una necesidad vital. España se aproxima a Gran Bretaña (el famoso idilio Aznar-Blair) intentando limitar al máximo las influencias de los dos vecinos del norte, lo que lleva necesariamente al alineamiento con la política USA en esta crisis.

Ahora bien, la opción española ha sido igualmente determinada por la evolución de las presiones externas de los diferentes imperialismos y particularmente de USA:

  • La influencia de Francia en ETA ha disminuido en los últimos tiempos lo que reduce los peajes a pagar al vecino del norte;

  • En cambio, Estados Unidos ha reforzado sus resortes dentro del nacionalismo vasco patrocinando sus pretensiones “soberanistas” lo que le proporciona eficaces bazas de presión sobre el Estado español;

  • Del mismo modo, el episodio de la tensión con Marruecos (invasión de la isla del Perejil) ha dado a Estados Unidos una doble ganancia: por un lado, le ha permitido chantajear a España y, por otra parte, ha provocado su distanciamiento con Francia que tomó postura por Marruecos en el asunto del Perejil

No es el capital español quien juega con los americanos frente a alemanes y franceses sino que es Estados Unidos quien utiliza las necesidades del capital español como ariete para segar la hierba bajo los pies de Alemania y Francia. Con la carta de los 8 –y después con la de los 10- hemos visto como aliados tradicionales de Alemania (Croacia, Hungría, Chequia) han tomado distancias arrimándose a Estados Unidos, lo que ha permitido a estos causar estragos en el patio trasero de Alemania, cerrándole provisionalmente sus vías de expansión imperialista hacia el Este (el eje de su “espacio vital”), a la vez que socava su espacio de influencia política y económica (la UE de los 15). Aznar ha encendido la mecha de la discordia en el seno de la UE. La famosa “política común de defensa y exterior” ha saltado por los aires con el activo concurso de España y Gran Bretaña.

 

¿Por qué en el asunto de Irak se ha roto el famoso consenso en política exterior?

Si en los últimos 25 años los principales partidos del arco parlamentario (y sobre todo PP y PSOE) han coincidido plenamente en cuestiones de política exterior ¿por qué esta vez se ha roto el consenso?

No es desde luego porque el PSOE –cuyo ardor guerrero nada tiene que envidiar al PP- se haya vuelto de repente “pacifista convencido” bajo la égida del “hombre de los pactos”, “Zapactero”. Tampoco podemos dar crédito al repentino “pacifismo” de la Iglesia Católica que entre otras cosas patrocinó matanzas bélicas como la “cruzada” de 1936. Nada se puede confiar tampoco del “pacifismo” de Pujol, el PNV o de la mismísima IU cuyo principal partido, el P”C”E, sigue reivindicándose de la “Gran Guerra Patriótica” de la URSS frente a Alemania durante la II Guerra Mundial o de la guerra “antifascista” de 1936.

El pacifismo que hoy exhiben todas las fuerzas políticas de oposición, los sindicatos, la Iglesia etc., tiene diversas causas. Hay en el caso del PSOE e IU la necesidad de sabotear cualquier tendencia a la toma de conciencia en las filas del proletariado. El estruendo de su oposición al belicismo de Aznar pretende hacer olvidar la realidad de que todos los partidos del Capital nacional, sean de derechas o de izquierdas, comparten un compromiso común en el imperialismo y la guerra. Del mismo modo, sus invocaciones de la ONU y el “derecho internacional” pretenden sembrar la ilusión desmovilizadora de que esas instituciones del orden burgués no son ninguna garantía de paz sino un mecanismo más del engranaje guerrero en el que se mueve el conjunto del capitalismo mundial. Finalmente, sus falsas explicaciones de la guerra (el petróleo, la maldad de Bush convertido para la ocasión en el nuevo Hitler etc.) buscan ocultar que la guerra imperialista está en la evolución misma del capitalismo actual, que es una expresión del impasse mortal que lleva a la humanidad.

Pero existen también factores relacionados con la política del capital español. En primer lugar, el PSOE es mucho más “europeísta” que el PP (aunque no por ello deje de haber influencias pro-americanas en su seno). Lo mismo sucede con los catalanistas de CIU. Hay, sin embargo, un problema más profundo. La opción tomada por Aznar en la crisis actual encierra peligros importantes para los intereses futuros del capital español. Un sector muy influyente de éste comprende los riesgos que entraña socavar las estructuras de la UE como terreno de juego político e imperialista. El Capital español tiene en la UE un terreno de influencia y de prestigio en el mundo, le permiten jugar un papel, que en el aislamiento jamás podría jugar.

Los portavoces más sutiles de este sector no critican el que se apoye a Bush como “aviso” a Alemania y Francia. Lo que critican es que Aznar esté yendo demasiado lejos en esa alianza pues ven que eso puede llevar a un peligroso aislamiento de España en el escenario mundial. USA adula a Aznar con promesas etéreas de darle un puesto en el G-8 e incluso en el Consejo de Seguridad de forma permanente (en este caso con el evidente propósito de contrapesar a Francia). Estas ínfulas de grandeza constituyen un traje demasiado ancho para el Capital español que sigue teniendo un ejército desarbolado (pese a los esfuerzos que se hacen para modernizarlo) y que carece de los medios políticos, económicos y diplomáticos necesarios para estar a la altura de tales posiciones en el escenario mundial. En las condiciones actuales del capitalismo español, con su débil posición a nivel económico, militar e imperialista, semejantes prebendas se convertirían en un regalo envenenado pues, o bien le obligarían a un esfuerzo de armamentismo que está completamente alejado de sus posibilidades o bien le conducirían a un peligroso aislamiento que dañaría las frágiles adquisiciones conseguidas con un esfuerzo de años dentro de la UE, frente a los países árabes y frente a los estados sudamericanos.

Por este conjunto de razones hay una poderosa corriente de oposición a la política del gobierno Aznar. Piensan que puede llevar a España a un terreno de nadie, de aislamiento político e imperialista, que le hagan mucho más vulnerable a las presiones de unos y de otros y que, a término, acaben debilitando su posición imperialista en el concierto mundial.

Esta división que hoy se manifiesta en el seno de la burguesía española expresa las fracturas clásicas que la han atacado a lo largo del siglo XX como expresión de la debilidad de su posición imperialista y de la eficacia que tienen las presiones e injerencias de potencias mucho más poderosas. A los problemas crónicos que en los últimos años han amenazado la cohesión del capital nacional (la cuestión vasca, los nacionalismos periféricos, las dificultades de la derecha) se une ahora un nuevo factor de convulsiones que es el de la opción imperialista. Este factor, lejos de ser circunstancial, tendrá un peso crecientemente desestabilizador en la vida política de la burguesía española.

Acción Proletaria 13-3-03

[1] Ver las Tesis sobre la Descomposición en Revista Internacional nº 62

[2] Ver el libro de Marx y Engels Revolución en España

[3] Para los revolucionarios (ver las contribuciones de Rosa Luxemburgo y Lenin y las tesis del Primer Congreso de la Internacional Comunista en 1919) el capitalismo entra en decadencia con el estallido en 1914 de la Primera Guerra Mundial.

[4] No podemos entrar aquí –en el marco de este rápido comunicado- en el análisis de cómo 1936 significó el alistamiento del proletariado para la guerra “antifascista”. Ver el libro que hemos publicado recopilando los textos de Bilan.

[5] Ver un análisis general de la época abierta en 1989 a nivel de las relaciones imperialistas en el artículo Militarismo y Descomposición en la Revista Internacional nº 64.

Situación nacional: 

Noticias y actualidad: