Crisis de la Unión Europea: una manifestación de la descomposición del capitalismo

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Con la campaña sobre el referéndum, la burguesía francesa a través de sus sectores más de izquierdas (el ala izquierda del PS y la extrema izquierda) ha conseguido movilizar a una gran parte de la clase obrera al terreno electoral y democrático. La burguesía no puede dejar de sentirse satisfecha de esta victoria momentánea sobre el proletariado. Y sin embargo tanto la burguesía francesa como la los principales países europeos habían puesto todo su empeño en que se aceptase la Constitución, ya que era muy importante sobre todo para las burguesías de Francia y Alemania.

Si no lo han conseguido ha sido sobre todo por culpa del entorno de Chirac y del propio presidente de la República Francesa. Ya hace mucho tiempo que el “gaullismo”, nacido de la Segunda Guerra Mundial, ha demostrado su ineptitud para la defensa de los intereses del capital francés. La descomposición de la sociedad capitalista acentúa además este proceso, puesto que empuja a cada fracción de la burguesía a defender antes sus propios intereses que el interés de conjunto nacional. Teniendo en cuenta el amplio rechazo que suscitaba la política de austeridad del Gobierno Raffarin, de la irritación y el descontento que se extendían por todas partes,…; y por mucho empeño que le pusieran los partidos gubernamentales franceses (desde la derecha hasta la dirección del partido “socialista”), respaldados además por los políticos europeos más importantes, el triunfo del “No” estaba más que cantado. Con ello se ha abierto una crisis sin precedentes (al menos en la historia de la Vª República) no sólo en el aparato político francés sino además en el terreno de la construcción de la Comunidad Europea.


La crisis de la burguesía francesa


Pocos días después del referéndum ya se nos ha agraciado con la formación de un nuevo gobierno diseñado por el mismísimo Chirac. Los trabajadores podemos darnos por satisfechos, se comentó esos días, puesto que tienen derecho a dos primeros ministros al precio de uno sólo. Apenas formado este gobierno ha demostrado ser, tal como se preveía, un campo de batalla donde, sin apenas disimulo, se dirimen las peleas entre los diferentes líderes y clanes de una derecha en un caos total. Pero lo que hasta ahora no había sucedido en Francia es que también el propio Partido “socialista” se ve atrapado por los efectos de la descomposición. Laurent Fabius, hasta hace poco reputado “hombre de Estado”, se ha dedicado con ocasión del Referéndum a anteponer su propio provecho personal a cualquier otra consideración, sin preocuparse en absoluto de la defensa de los intereses del capital francés.

Pero es que, a excepción de Fabius, el PS y sobre todo su dirección, se había mostrado como el más ferviente defensor del “Si”. Por eso mismo el terremoto causado por el rechazo a la Constitución ha sido de considerables proporciones. Si se miran las cosas en términos puramente electorales resulta que lo que fue la minoría que defendió el “No” se ha convertido en mayoritaria, mientras que la dirección del PS se encuentra precisamente en la posición contraria. La política de la dirección “socialista” (la de los Hollande, Strauss Khan, Lang, etc.), que aspiraba precisamente a dar un nuevo impulso en temas europeos, ha quedado evidentemente desautorizada, mientras que Fabius, hoy expulsado de esa dirección, se ha legitimado electoralmente mediante su defensa del “No”, lo que le lleva a reclamar a través de sus partidarios: «¿Y por qué no un cambio de estrategia, e incluso de dirección a dos años de las elecciones presidenciales de 2007?». Como señalaba el diario Le Monde el 30 de Mayo: «En el año de su centenario, el PS se encuentra pues en crisis. François Hollande debilitado y desprestigiado. Lionel Jospin en su retiro (¿hasta cuando?), y Laurent Fabius fortalecido pero repudiado en el partido».

El propio Strauss Khan daba la nota al afirmar: «No estoy seguro de que Fabius quiera continuar con nosotros». Y en cuanto al ala izquierda “socialista” y aunque eviten echar leña al fuego no pueden por menos que reclamar, como hacía Mélanchon en la cadena LCI, que «El candidato del PS a las próximas elecciones presidenciales de 2007 no podrá ser un hombre o una mujer que hayan apoyado el “Sí” al referéndum». La guerra entre mandamases del PS es inevitable. Pero la crisis de este partido no se limita a estas pugnas entre sus principales líderes, sino que se amplifica dada la relación entre las premisas ideológicas y políticas que ha defendido la dirección del PS y el rechazo masivo de estas por parte no sólo de sus votantes tradicionales sino por la gran mayoría del electorado.

La crisis de la burguesía francesa alcanza hoy tal nivel que puede decirse que ninguna fracción, ni de derechas ni de izquierdas, tiene hoy credibilidad gubernamental ni en el ámbito nacional ni en el internacional. Es el propio Estado francés, el Estado de la clase dominante, garante y defensor de los intereses de la burguesía, el que actualmente se encuentra debilitado. Sin embargo sería un engaño muy peligroso para el proletariado, confiarse en la crisis presente de las fuerzas políticas burguesas, ya que estas van a reaccionar sin duda, sobre todo por parte del PS, para intentar reconstruir una unidad gubernamental en torno a un proyecto político con cierta credibilidad. Por difícil y costoso que esto les resulte, esto es una imperiosa necesidad para la burguesía francesa. Por otro lado, la clase capitalista ha demostrado su capacidad, a través de sus fracciones más izquierdistas unidas por el “No”, de aprovechar incluso sus debilidades para atacar ideológicamente al proletariado. (Ver en este mismo número de AP, el artículo “¡No a la papeleta de voto! ¡Sí a la lucha de clase!”).


La crisis de la Unión Europea: tensiones imperialistas en aumento en el corazón del capitalismo mundial


La publicación Courrier Internacional comentaba el pasado 16 de Junio la situación actual de Europa en los siguientes términos: «La Unión Europea está en crisis, y la cumbre de jefes de Estado y de gobierno se espera que sea particularmente delicada». Por su parte el periódico español ABC aún lo veía más sombrío: «Bajo la doble amenaza de una crisis política y económica, los líderes de los 25 países intentan en Bruselas salvar la Unión Europea de una de sus situaciones más complejas de las últimas décadas». Y La Libre Belgique señalaba: «La atmósfera que se palpa entre las potencias europeas es irrespirable».

Es importante que los trabajadores comprendamos que es eso que tanto alarma a los “medios” y a los periodistas burgueses, y que es lo que hoy está pasando, de verdad, en la situación europea.

Al contrario del escenario que nos pinta la burguesía, Europa no es ese remanso de paz que se dedicaría a trabajar por la paz mundial. Basta una somera ojeada a su historia para darse cuenta de ello. La formación de la Comunidad Europea tiene sus orígenes en fechas inmediatamente posteriores a la IIª Guerra Mundial. En aquellos años lo que sucedió es que los Estados Unidos financiaron y respaldaron políticamente a Europa como medio para hacer frente al peligro que representaba el bloque soviético que se acababa de conformar.

Aunque esta primera construcción europea se basase inicialmente en acuerdos económicos (creación de la Comunidad Económica Europea – CEE – en 1957), han sido fundamentalmente las rivalidades imperialistas a escala mundial lo que ha marcado las diferentes peripecias de su evolución. No hay que olvidar que Francia vetó en dos ocasiones, en 1963 y 1967, la entrada de Gran Bretaña en la CEE, porque este país se veía como la punta de lanza de la política norteamericana en Europa. Debido precisamente a las rivalidades imperialistas que implicaban a todos y cada uno de los Estados europeos y a grandes potencias mundiales como los USA, Europa no podía ser más que un espacio esencialmente económico, una zona de libre comercio que posteriormente se dotará de una moneda común, el euro. Esto sin duda ha permitido que los países europeos defiendan más eficazmente sus economías en un contexto de una descarnada concurrencia mundial. Pero eso de la posibilidad de construir unos Estados Unidos de Europa ha sido siempre un mito. Jamás el capitalismo ha podido ni podrá superar el cuadro de las naciones europeas para construir una especie de “Super-Nación- Europea” (ver en nuestra Revista Internacional nº 112, el artículo “La ampliación de Europa”).

A partir del hundimiento del bloque del Este cambia también fundamentalmente el contexto imperialista. El estallido del bloque USA, en pleno período de descomposición de la sociedad capitalista, supone un enconamiento de las tensiones donde cada Estado va a tratar de defender sus propios intereses, dejando de lado cualquier alianza estable o duradera. Ni siquiera la “tradicional” relación entre Gran Bretaña y los Estados Unidos está al margen de esta dinámica. La ampliación de Europa hacia el Este, careciendo casi por completo de relevancia económica, pone en cambio de manifiesto la creciente importancia geoestratégica de este continente para las rivalidades imperialistas, como ya pudimos ver en las guerras de los Balcanes. En cuanto a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), una organización creada en 1949 para estructurar la lucha del bloque americano contra el soviético, ha vivido en el año 2002 una ampliación de una gran importancia política. De 19 países miembros que había hasta entonces se ha pasado a 26 al integrarse nada más y nada menos que 7 países (tras Polonia y Hungría que ya se habían adscrito en 1999, Bulgaria, Estonia, Lituania, Letonia, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia), antaño integrantes del bloque soviético. Esta ampliación no tiene desde luego sentido alguno en una organización dedicada inicialmente a combatir un bloque que ya no existe. Pero es que el papel de la OTAN ha evolucionado. Siempre bajo el control de los USA, la OTAN actual forma parte hoy del arsenal de la política imperialista norteamericana en Europa contra Francia y Alemania.

Cuando esos mismos países se integraron en la Unión Europea, poco después de hacerlo en la OTAN el periódico Herald Tribune no podía por menos que reconocer: «Washington es el gran triunfador de la ampliación de la Unión Europea (…) Según un alto cargo alemán, la entrada en la Unión Europea de estos países fundamentalmente pro americanos de la Europa Central y Oriental, significa el fin de todas las tentativas de la Unión por definirse a si misma y a sus políticas exterior y de seguridad, como algo alineado contra los Estados Unidos». Por esas mismas razones el Estado norteamericano presiona para acelerar la integración de Turquía, dado que este país es, por el momento, una base avanzada norteamericana en Oriente Próximo.

Por su parte Alemania no puede quedarse de brazos cruzados ante esta ofensiva en países a los que históricamente ha considerado integrantes de su zona de influencia. Hace ya tiempo que Alemania se empeña en acercarse a Turquía así como a varios países de la Europa Central. De hecho la Constitución Europea defendida a capa y espada por Alemania, Francia y España, aunque incluye desde luego preocupaciones de tipo económico, es en primer lugar un instrumento para reafirmar el poder del eje franco-alemán en esta Europa ampliada.

Es cierto que esto le permitía sobre todo a Alemania afirmarse en Europa del Este, algo que irritaba considerablemente a Francia que no puede aspirar ni de lejos a conquistar una influencia comparable a la de su compinche, y que además, por eso mismo, le debilita respecto a su potente aliado. En esta zona del mundo en la que las tensiones ínter imperialistas se expresan en su versión más concentrada, el fracaso de la Constitución Europea espoleará sin duda con más fuerza un período de crisis grave y de aceleración de esas mismas tensiones.


El fiasco de la cumbre de Bruselas: la crisis de la Unión Europea
se acrecienta


Según el Financial Times : «Llegó la hora de la confrontación». El presidente en ejercicio de la Unión Europea, el luxemburgués Junker, declaraba amargamente el 18 de Junio, al final de la cumbre que se había celebrado en Bruselas: «Europa está en una grave crisis». El presupuesto comunitario ha quedado atascado. Como analizó Courrier Internacional el 16 de Junio: «Finalmente el Reino Unido ha estimado que la declaración que proponía la presidencia no daba las garantías necesarias». Más adelante, citaba a Tony Blair que replicaba a los ataques franceses y alemanes en temas presupuestarios: «Debemos adaptar nuestra velocidad al mundo en que vivimos (…) Es un momento de renovación.

Pero de renovación nada de nada. Lo que sí es verdaderamente “novedoso” es que la burguesía en Europa empiece a deshacer lo que tanto le ha costado construir: el espacio económico europeo, la Unión Europea.

Más que renovación, a lo que asistimos hoy es a una auténtica sobrepuja irracional de reivindicaciones nacionales en perjuicio de la coherencia que imperaba hasta ahora. Lo señala el propio Financial Times: «Empezando por Alemania que no quiere ser la ubre de la UE, como si aceptara en la cumbre de Berlín en 1999; esta vez los países que se han mostrado más intransigentes en el debate sobre el presupuesto europeo han sido los que pagan las cuentas y no los más pobres. Junto a Alemania, Austria y el Reino Unido, Francia, los Países Bajos y Suecia han solicitado una reducción de dicho presupuesto que podría alcanzar como mínimo los 800 mil millones de € en el período 2007-2013» (citado en Courrier Internacional del 16 de Junio 2005).

Cada una de las principales potencias económicas de Europa se niega a financiar lo que entiende que interesa a otros países de la UE. Desde hace diez años se acentúa la competencia entre varios de estos países. La incapacidad para lograr un acuerdo sobre como gobernar Europa, por la presión de la descomposición, del “cada uno a la suya”, y de los antagonismos económicos y políticos entre todas las naciones, es lo que marca el devenir y la amplitud de la crisis actual, de la que el fracaso del referéndum ha sido un formidable acelerador. Contrariamente a lo que trata de de inculcarnos la burguesía, la crisis actual no se debe a la cerrazón de Blair para aceptar un presupuesto, como tampoco a que los trabajadores hayan votado “No” en el referéndum (ver artículo “No a la papeleta,…” en este mismo número de AP).


Esta crisis en Europa se debe a la incapacidad de la burguesía para hacer frente a la profundización de la descomposición, a la quiebra histórica de su propio sistema. Al tener que ceder a los imperativos económicos, inmediatos y egoístas, lo que se debilita es el espacio económico europeo, es decir la capacidad de dotarse de reglas comunes de funcionamiento que les permitan organizarse frente a la concurrencia económica proveniente de América o de Asia. En el terreno económico, todos los países europeos saldrán perdiendo en mayor o menor medida. En el plano imperialista, la crisis en Europa y el debilitamiento del “duetto” franco-alemán sólo puede beneficiar a Estados Unidos y a Inglaterra. La clase obrera debe prepararse para hacer frente a una perspectiva de desarrollo de tensiones imperialistas y a una aceleración a mayor ritmo todavía de la crisis económica. La crisis en Europa es un paso más en el caos y la descomposición, en el desarrollo de la creciente irracionalidad del capitalismo.


Tino.

Traducido de Révolution Internationale, órgano de la CCI en Francia, nº 359 (Julio-Agosto 2005).

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