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En 1914 los señores «buenos oficios» de gobernantes, reyes, políticos, militares, como expresiones y agentes de un sistema social que entraba en su época de decadencia, llevaron el mundo al cataclismo de la Primera Guerra mundial: más de 20 millones de muertos, destrucciones jamás vistas hasta entonces, desabastecimiento, penuria y hambre en la retaguardia; muerte, salvajismo de la disciplina militar, sufrimientos sin límite en el frente; toda Europa se vio anegada en el caos, la barbarie, la aniquilación de industrias, edificios, monumentos...
El proletariado internacional, tras haberse dejado arrastrar por los venenos patrióticos y las falacias democráticas de los gobiernos, avalados por la traición de la mayoría de partidos socialdemócratas y de los sindicatos, empezó a reaccionar contra la barbarie guerrera desde finales de 1915. Huelgas, revueltas contra el hambre, manifestaciones contra la guerra, estallan en Rusia, Alemania, Austria, etc. En el frente, sobre todo en los ejércitos ruso y alemán, surgen motines, deserciones colectivas, fraternizaciones entre soldados de ambos bandos... A la cabeza del movimiento están los internacionalistas –los bolcheviques, los espartaquistas, toda la Izquierda de la Segunda internacional– que desde el estallido de la guerra en agosto de 1914, la denuncian sin vacilar como una rapiña imperialista, como una manifestación de la debacle del capitalismo mundial, como la señal para que el proletariado cumpla su misión histórica: la revolución socialista internacional.