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El trotskismo contra la clase obrera

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Corrientes políticas y referencias: 

  • Trotskismo [1]

Herencia de la Izquierda Comunista: 

  • La lucha del proletariado [2]

Presentación a la edición en francés de 1990

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Los acontecimientos que agitan en la hora actual a los países llamados “socialistas”, la desaparición de hecho del bloque ruso, la quiebra patente y definitiva del estalinismo en el plano económico, político e ideológico, constituyen los hechos históricos más importantes desde la segunda guerra mundial junto con el resurgimiento internacional del proletariado al final de los años 60.

Un acontecimiento de tal amplitud repercutirá y ya ha comenzado a repercutir sobre la conciencia de la clase obrera, y ello tanto más por cuanto concierne a una ideología y un sistema político presentados durante más de medio siglo por todos los sectores de la burguesía, como “socialistas” y obreros. Con el estalinismo, es el símbolo y la punta de lanza de la más terrible contrarrevolución de la historia lo que desaparece.

Pero hay actualmente un desencadenamiento de mentiras con esta ocasión y, en primer lugar, la principal y la más canallesca de entre ellas: la que pretende que esta crisis, esta quiebra del estalinismo, es la del comunismo, la del marxismo.

Demócratas y estalinistas siempre se han encontrado, más allá de sus oposiciones, en una santa alianza cuyo primer fundamento es decir a los obreros que es el socialismo quien, más allá de sus limitaciones y deformaciones, reina en el Este.

Para Marx, Engels, Lenin, Luxemburgo y para el conjunto del movimiento marxista, el comunismo siempre ha significado el fin de la explotación del hombre por el hombre, el fin de las clases, el fin de las fronteras, no siendo posible ello más que a escala mundial, en una sociedad donde reine la abundancia, donde “el reino del gobierno de los hombres cede el lugar al de la administración de las cosas” y cuyo fundamento es “a cada uno según sus necesidades, a cada uno según sus capacidades”.

Pretender que habría algo de “comunista” o de entrada en la vía del “comunismo” en la URSS y en los países del Este en tanto que reinan completamente la explotación, miseria, penuria generalizada, representa la más grande mentira de toda la historia de la humanidad.

Los trotskistas no han dejado de asentar y reforzar esta mentira como no han dejado de empujar, en todas partes donde podían, a los obreros en las garras del estalinismo. Ahora que ya no hay ninguna duda sobre la naturaleza burguesa de los países del Este, de sus Estados y de los PC, los trotskistas -cualesquiera que sean sus “denuncias” actuales de los regímenes bárbaros del Este y las “proclamaciones de inocencia” en relación a su colusión permanente con el estalinismo- no pueden ya ocultar lo que son real y profundamente: contrarrevolucionarios, mistificadores y enemigos de la clase obrera.

Esta realidad no es para asombrar o sorprender a los revolucionarios (en particular a la CCI) que siempre lo han puesto en evidencia y que siempre han denunciado a esta corriente izquierdista, tanto a nivel de sus posiciones fundamentales como a nivel de su práctica antiobrera.

Esta denuncia se torna, con el transcurso de los años siempre más acuciante pero toma, actualmente, una significación cada vez más concreta y cada vez más fundamental para el combate de la clase obrera y para el reforzamiento de su conciencia política.

He aquí porque reeditamos este folleto[1] que tiene por objetivo principal poner en evidencia la naturaleza burguesa del trotskismo y la frontera de clase que le separa del proletariado y de sus verdaderas organizaciones revolucionarias.

En esta última edición, nuevos textos (sobre la política de los trotskistas durante la segunda guerra mundial y durante el periodo de los años 70) han sido añadidos para reforzar este objetivo; así como un texto sobre Trotski quien, a pesar de los errores graves que cometió hacia el final de su vida (errores que criticamos sin concesiones), no deja de ser una de las más grandes figuras de la historia del movimiento obrero y debido a esto, no puede ser asimilado a las organizaciones burguesas que se reivindican de él.

Este folleto pone así en evidencia el origen de los errores de Trotski, muestra como fundamentalmente él no supo reconocer a tiempo el fracaso de la revolución proletaria mundial y por ello el de la revolución en Rusia. Desde su expulsión de la URSS, en 1929, hasta su asesinato, Trotski no hizo sino interpretar el mundo a la inversa (cf. el articulo sobre Trotski). En tanto que la tarea de la hora se había vuelto reagrupar las energías revolucionarias sobrevivientes de la derrota para emprender ante todo un balance político completo de la oleada revolucionaria, Trotski no hacía más que ver a un proletariado completamente derrotado como un proletariado “siempre en ascenso”. Debido a esto, la IV Internacional creada hace  ya más de 50 años, no fue más que un cascarón vacío a través del cual el movimiento real de la clase obrera no podía pasar, por la simple y trágica razón del reflujo en la contrarrevolución. Toda la acción de Trotski basado sobre este error contribuyó a dispersar las ya muy débiles fuerzas revolucionarias existentes en los años 30 y aún peor, a meter a la mayor parte en el cenagal capitalista del apoyo “crítico” a los gobiernos de tipo “frentes populares” y de participación en la guerra imperialista. El corolario del análisis erróneo de Trotski sobre el periodo consistía para él en considerar que el movimiento revolucionario siempre en marcha había perdido momentáneamente su dirección política. A partir de ahí todo medio se volvía bueno para intentar impulsar o enderezar a los “partidos obreros degenerados” que eran los sedicentes partidos comunistas estalinistas, en tanto que estos se habían ya pasado al campo de la contrarrevolución. Todo medio se volvía bueno para intentar ponerse a la cabeza del movimiento.

Los epígonos de Trotski no han hecho más que explotar, en beneficio de la burguesía, este razonamiento erróneo del viejo revolucionario para hundir aún más a la clase obrera en la contrarrevolución. Retomando los errores de su maestro y llevándolos hasta su caricatura, las organizaciones trotskistas no han requerido mucho tiempo para llegar a ocupar francamente su lugar en el tablero político burgués, al lado de todos aquellos que de una u otra manera trabajan con el fin de que se perpetúe este sistema de explotación. Su apoyo a la URSS de Stalin, a los PC estalinistas, a la socialdemocracia, a los frentes populares, la participación de la casi totalidad de las organizaciones trotskistas en la Resistencia. Durante la segunda guerra mundial se han  consumado otros tantos eslabones en su pasaje al campo de la burguesía, en su abandono de las posiciones comunistas internacionalistas desembocando en con el apoyo a todas las lucha de liberación nacional[2].

Más allá de la comprensión de las fases históricas que han marcado el pasaje del trotskismo a la burguesía, quedan actualmente para la clase obrera los hechos, los actos cometidos por estas organizaciones contra las luchas obreras mismas. Es por lo cual, en este folleto, hemos estimado fundamental denunciar el papel de los trotskistas en los años 80 (en la tercera parte de éste) porque ha sido particularmente nefasta para la lucha de la clase obrera.

Estas organizaciones no han tomado no importa que lugar en el seno de la burguesía. Porque adoptan un lenguaje radical, usando ampliamente una terminología “marxista”, “revolucionaria”, porque se sitúan de manera critica frente a los partidos de izquierda y los sindicatos que se revelan cada vez más actualmente como antiobreros, pueden aparecer a los ojos de la clase obrera como diferentes, -“más cerca de los obreros”. Desde la reanudación de la lucha de clase a fines de los años 60, la actitud de las organizaciones trotskistas, en sus grandes líneas, puede resumirse así: durante el periodo de los años 70, cuando los partidos de izquierda y los sindicatos dominaban bien la situación, cuando estaban en una posición fuerte donde podían mantener la ilusión en el seno de la clase obrera de que ellos eran capaces de proponer otra política “en favor de los obreros”, y que “permitiría salir de la crisis”, en esos movimientos, los trotskistas han sostenido abiertamente a la izquierda y los sindicatos bajo pretextos falaces: “van en el buen sentido”. Por el contrario, en los años 80, cuando la tendencia era a situaciones de luchas abiertas y masivas en que los partidos de izquierda y sindicatos tendían a perder el control de la situación, el papel de los trotskistas ha consistido, entonces, “al lado de los obreros”, en criticar fuertemente a la izquierda y los sindicatos y en tratar de colocarse como representantes verdaderos, “de base”, de los obreros para sabotear las luchas y devolverlas al regazo de los sindicatos, explicando que no se puede pasar pon encima de ellos y que habría que laborar sobre todo por su renovación, por supuesto eligiéndolos jefes del sindicato.

De hecho, sobre todo desde el inicio de los años 80, con la profundización acelerada de la crisis económica de su sistema, la burguesía tiene cada vez más una sola prioridad: hacer aceptar cada vez mayores sacrificios, por no decir la miseria, a la clase obrera, velando porque ello no provoque situaciones conflictivas capaces de poner en peligro el equilibrio del Estado nacional. He aquí porqué en los países más industrializados, la burguesía se ha puesto a través de sus fracciones de derecha, a hablar con el lenguaje de la “verdad”, aplicando abiertamente la austeridad y los planes de ataque contra la clase obrera, mientras que las fracciones de izquierda se instalan lo más frecuentemente en la oposición al gobierno a fin de ocupar; por adelantado todo el terreno social y vigilar sobre todo que las luchas obreras se circunscriban en un marco que no ponga en peligro los intereses del Estado capitalista. Desde hace 20 años hemos asistido al desarrollo de las luchas de resistencia de la clase obrera mundial con avances y retrocesos, y a través de sus luchas, al desprendimiento progresivo de ésta frente a los órganos de encuadramiento de la burguesía, a su propia afirmación en tanto que clase revolucionaria.

Para contrarrestar este esfuerzo el Estado burgués dispone de un arma esencial que utiliza en el seno de las filas obreras, desde el interior: la izquierda y sus sindicatos. Los izquierdistas -y en particular los trotskistas- ocupan un lugar cada vez más privilegiado en las filas del sindicalismo de base.

Lo propio del sindicalismo de base consiste sobre todo en buscar por medio de una verborrea seudoradical pegarse lo más posible al movimiento de la clase obrera. La clase en lucha arrastra entonces un parásito que hace todo lo posible para sabotear más luchas cuando los sindicatos oficiales no bastan ya para volverla al regazo sindical para que en última instancia se someta a las decisiones del sindicato, en una palabra, para que se deje caer en más manos de su sepulturero titulado.

Deseamos insistir aquí sobre el hecho que esta práctica es por excelencia el mejor camuflaje que puede encontrar la burguesía para infiltrarse entre la clase obrera.

Todo es posible por parte del sindicalista de base, incluido llamar si hace falta a luchar fuera de los sindicatos a fin de poder mantenerse pegado al movimiento para, cuando llegue el momento, sabotearlo. En estas condiciones, cada vacilación, cada ilusión, cada momento de debilidad presentado por el movimiento es aprovechado por el sindicalismo de base para retomar el control, haciendo pasar propuestas de acción que sellan a término el acotamiento de la lucha, con lo que logra crear la situación que permite al sindicato oficial retomar el control de la situación cosechando un fruto ya maduro.

Los últimos ejemplos más característicos son los de la huelga en la SNCF (ferrocarriles) en diciembre 86 / enero 87 y del sector de la salud en octubre del 87 en Francia. Los ferrocarrileros se fueron a la huelga fuera de los sindicatos y se organizaron en asambleas generales. De esta manera, la huelga se extendió rápidamente a todo el sector ferroviario.

Llegado a ese grado, la huelga no podía reforzarse más que si lograba ampliarse a otros sectores, como el sector público por ejemplo muy sensible en ese momento a todo lo que pasaba en la SNCF. El sindicalismo de base, particularmente animado por los militantes trotskistas de la Ligue Communiste Revolutionnaire y de Lutte Ouvriere, lograron cortar el esfuerzo de la clase obrera que tendía hacia este objetivo favoreciendo la formación precipitada y artificial de varios comités de coordinación nacional. De esta manera, focalizando los debates y la atención de los huelguistas sobre la cuestión de la centralización de la huelga únicamente dentro de la SNCF, lograron, aprovechando y utilizando un fuerte sentimiento corporativista entre los ferrocarrileros, mantenerlos aislados en su sector, conduciendo así el movimiento a la derrota, sin aparecer abiertamente como los saboteadores del movimiento. Logrando así despojar a los obreros del control de su propia lucha, y sobre todo participando activamente en su aislamiento con el conjunto de la burguesía, las organizaciones trotskistas tienen la mayor responsabilidad en la derrota del movimiento de la clase obrera en la SNCF en Francia.

Es esta táctica de aislamiento corporativista y de división la que han generalizado en las luchas de la SNECMA, durante la huelga de las enfermeras, hablando de extensión pero intercategorial en la misma corporación, y todo ello mediante coordinaciones-botellón y autoproclamadas que ellos manipulan.

Desde finales de los años 60, la clase obrera ha tenido muchas veces la ocasión de confrontarse tanto con la izquierda como con los izquierdistas. Aún si para nosotros, en tanto que organización revolucionaria, sigue siendo primordial ser capaces de denunciar claramente al trotskismo en un plano político general, cada vez más, el centro de nuestros esfuerzos consiste en encontrarse en la lucha, al lado de los obreros con el fin de, mediante nuestra intervención, contribuir lo mejor posible a contrarrestar el sabotaje de esta por la izquierda y los izquierdistas. Se vuelve cada vez más vital que la clase obrera adquiera una capacidad real para obstaculizar las trampas izquierdistas sabiendo desenmascarar a sus verdaderos enemigos y sus maniobras, principalmente a los que saben camuflarse en su seno, actualmente los trotskistas, porque estos se han pasado más recientemente al campo de la burguesía. En este proceso, la intervención de los revolucionarios es indispensable. Este folleto es un arma esencial.

Febrero de 1990.

 

 

 


[1] En lengua francesa hemos realizado 2 ediciones de este folleto (1981 y 1987) y 3 reediciones de un folleto Ruptura con el Trotskismo, de un exmilitante de Lutte Ouvriere que era en cuanto al fondo muy correcto desde nuestro punto de vista. En total hemos vendido más de 3500 ejemplares de folletos consagrados a la denuncia del trotkismo, lo que es el signo de la necesidad de una critica radical de esta corriente burguesa

[2] Es así que los trotskistas han consolidado su lugar eminente en un campo imperialista burgués: el de los países del pacto de Varsovia y han concurrido a la edificación del mito del socialismo en Argelia, Cuba, Vietnam, Camboya, etc. En estos países numerosos proletarios han sido masacrados en nombre del socialismo.

Trotsky y el trotskismo

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La reaparición del proletariado en la escena de la historia mundial, al final de los años 60, nos impone volver sobre su experiencia histórica y evocar las grandes figuras del movimiento obrero, sus contribuciones, sus papeles. Partiendo de esta necesidad deseamos aquí, señalar el papel inmenso de Trotski en el movimiento revolucionario proletario y, en cambio, disociarlo claramente de sus epígonos quienes son, actualmente, una fracción de la burguesía.

Es imposible encajonar a Trotski en segundos papeles, es un gigante del movimiento obrero a mismo titulo que Lenin o Rosa Luxemburgo. Si Stalin hizo todo por hacerlo desaparecer de la escena de la historia, los trotskistas, momificándolo y retomando para desarrollarlos todos los errores que cometió durante los años 30, limitando su pensamiento únicamente al programa de la IV Internacional, no buscan más que reducir su papel y su aporte verdadero.

Para matar o volver inofensivo un pensamiento revolucionario, es suficiente con fijarlo, encajonarlo en principios o dogmas que no deben o no pueden ya evolucionar. Tal es el objetivo que ha tenido la burguesía al crear dos teorías, el “leninismo” y el “trotskismo”, que jamás existieron durante la vida de Lenin o Trotski. Es fácil citar mil ejemplos de la evolución del pensamiento de Lenin o de Trotski durante su vida para mostrar cómo un pensamiento revolucionario es capaz de evolucionar, de modificarse, para dar cuenta de la complejidad de los movimientos sociales y de la lucha de clases. En lo que nos concierne, tratamos de utilizar el método de Marx que consiste en hacer vivir la teoría revolucionaria -la que nos ha legado el movimiento obrero- no considerando ningún texto como sagrado y pasándolo por el fuego saludable de la crítica y lo aplicamos al pensamiento de Trotski mismo[1]. Para los revolucionarios nada es intangible; sólo el método de investigación, el marxismo, permanece como brújula en la comprensión de más situaciones históricas y políticas.

Los dos términos de “trotskismo” y de “Leninismo” fueron inventados por Zinoviev[2] en 1923 para las necesidades de la lucha contra Trotski, y para soldar la nueva “troika” a la cabeza del PC de la URSS y de la Internacional. A partir del 5º Congreso de la IC, en un curso descendente de la lucha de clase la teoría del “leninismo” sirvió igualmente mediante la “bolchevización” para uniformizar todos los PC excluyendo a todos los oposicionistas. Por tanto, no es correcto hablar de “trotskismo” ni como teoría ni como movimiento político antes de 1940. El trotskismo nace verdaderamente a la muerte de Trotski. Sus epígonos no han sabido hacer vivir su pensamiento y han convertido en un dogma y una teoría contrarrevolucionaria llevando hasta sus últimas consecuencias las posiciones políticas contenidas en el “Programa de transición” de la IV Internacional[3] .

Para nosotros, sin dejar de reconocer al revolucionario Trotski y su papel, no se trata en ningún sentido de evitar someterlo a la crítica, y tenemos numerosos desacuerdos con él, como veremos.

Trotsky en el ascenso revolucionario (1903-1922)

Al inicio del siglo XX Trotski se halla entre quienes, como Rosa Luxemburgo, captan la gran importancia histórica de las luchas de masas que se desenvuelve en Rusia, y en particular la de los consejos obreros desde su aparición en 1905[4]. En tanto que Lenin mismo no comprende enseguida que es -la forma al fin encontrada- de la toma del poder y de la dictadura del proletariado, Trotski escribe: “el soviet deviene inmediatamente la organización misma del proletariado; su objetivo es luchar por la conquista del poder revolucionario”. Porque capta perfectamente la situación política en 1905, Trotski ha podido jugar un papel determinante en el curso de los acontecimientos, y así es elegido presidente del comité ejecutivo del consejo obrero de Petrogrado de octubre de 1905.

En cambio, en los debates fundamentales que al inicio del siglo atraviesa la Socialdemocracia sobre la cuestión del “papel del partido”, él adopta una posición centrista. Así, en el 2º Congreso del POSDR (Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia) en 1903 se encuentra al lado de los mencheviques contra Lenin. Si tenia razón en criticar en “Nuestras tareas políticas” la visión jacobina y sustitucionista de Lenin (visión desarrollada en “Un paso adelante, dos pasos atrás”)[5] en ese momento era más fundamental tomar posición contra la visión laxista de los mencheviques[6].

Este debate habría de provocar la escisión entre bolcheviques y mencheviques. La posición “matizada” de Trotski hacía amplias concesiones al laxismo de los mencheviques, en tanto que la de Lenin habría de permitir a los bolcheviques forjar una organización de combate más sólida más decidida para la lucha de clase.

En cambio, durante la Iª guerra mundial, Trotski está entre el puñado de revolucionarios y de internacionalistas presentes en Zimmerwald que no traicionaron a la clase obrera[7].

No nos extenderemos largamente sobre su papel, de primer plano en el curso de la revolución rusa, porque es, verdaderamente, el hombre de la revolución. Es suficiente con recordar que, desde el inicio del periodo revolucionario, se unifica, con los bolcheviques adhiriéndose a las “Tesis de abril”[8]  que no están muy alejadas de las tesis de “la revolución permanente”[9] que él defendió antes de I Guerra Mundial. Después, durante la insurrección, se muestra como uno de los más decididos y más brillantes organizadores de la toma del poder, él es el animador del Comité Militar Revolucionario, brazo armado del soviet de Petrogrado. Durante todo el periodo que sigue a la revolución, él es junto a Lenin la figura central del partido, del gobierno de los soviets y de la III Internacional. Gracias a su talento de organizador, llega a forjar el Ejército Rojo (1918) a la cabeza del comisariado de guerra, lo que permite ganar la guerra civil (1918-1921) contra los ejércitos blancos apoyados por las potencias de la Entente[10]

La incomprensión del cambio en el curso histórico

Trotski es el hombre, el organizador de la insurrección y de la toma del poder en 1917, pero un nuevo periodo se abre, con mayores dificultades para los revolucionarios y la clase obrera con el final de la oleada revolucionaria mundial. En este periodo, hay que ser capaces de comprender la situación para hacerle frente, y no es fácil para los revolucionarios que acaban de vencer y de tomar el poder, modificar sus orientaciones en la espera de la revolución proletaria en los países centrales particularmente Alemania. Al inicio de los años 20, los revolucionarios rusos deben mantener[11] el poder a la espera de la revolución en Europa.

En medio de esta curva descendente y desfavorable para la acción de la clase obrera interviene la lucha por el poder en la URSS durante la enfermedad de Lenin y que se agrava tras su muerte en 1924, Esta lucha conduciría a la derrota de Trotski, que estuvo a la cabeza de la primera Oposición de 1923, después de “la Oposición unificada” (1925-1926) reagrupando esta vez a los miembros de la primera oposición con Zinoviev y Kamenev y otros “viejos bolcheviques”. En este periodo Trotski se muestra indeciso, incapaz de conducir una lucha consecuente contra la degeneración del Partido y de la Internacional, encajonándose en un combate en el seno del partido ruso[12].

Después de la 6ª Plenaria de la IC, los oponentes comienzan a organizarse en todos los países, aunque de manera dispersa, cada uno por su parte en lugar de unir sus esfuerzos, La Oposición en el PC belga es mayoritaria; en noviembre de 1927 el comité central adopta una resolución protestando contra la exclusión de Trotski del PCUS (15 votos contra 3). La Oposición es muy influyente en España pero sobre todo destaca la Izquierda Italiana que tiene una importancia que sobrepasa su número por su aporte histórico y teórico. Están, en fin, las oposiciones, francesa y alemana, que se hallan inconexas y dispersas en varios grupos, sin homogeneidad política.

Es en 1929, con la expulsión de Trotski de la UR5S, cuando la Oposición Internacional de Izquierda (OII) se organiza de manera más centralizada y consecuente. Este acontecimiento es de una importancia capital para el movimiento revolucionario, es la posibilidad ofrecida a los diferentes grupos o núcleos oposicionistas de reagruparse, de entrar en contacto, de organizarse. El papel de Trotski va a ser decisivo. ¿Qué va a hacer? De hecho, en el curso de este periodo él tendrá un papel negativo, la política personal que va a llevar en el seno de Oposición entraña el derroche y la dispersión de las energías revolucionarias. Su política se funda sobre la convicción de que el periodo sigue siendo favorable para la revolución.

Pero, había que sacar todas las enseñanzas de la oleada revolucionaria de los años 20, hacer un “balance” y sobre esta base establecer una plataforma política, sólida, para consolidar el movimiento revolucionario. Es esto lo que se propone la Fracción italiana: “el problema central de la crisis del movimiento comunista reside en la localización y el análisis de más causas que nos han llevado al desastre actual”. Para la Conferencia de abril de 1930, la Fracción había elaborado un documento que insiste sobre esta necesidad de un balance y un re-examen de los acontecimientos pasados, “lo que se traduce en el establecimiento de una plataforma, único medio que puede guiar una oposición comunista”[13].

En cambio, Trotski prefiere un “avance del movimiento” a un programa político coherente. Esta política condujo a querellas personales de “jefes” en el seno de la Oposición; Trotski apoyó a quienes le seguían ciegamente en sus orientaciones políticas, lo que le condujo frecuentemente a apoyar a los agentes de la GPU infiltrados en el seno de la OII o a individuos problemáticos: Mille, los hermanos Sobolevicius, “Etienne” o Mollinier... Todos los grupos oposicionistas consecuentes: Izquierda belga, alemana, española y militantes revolucionarios de valor serán descartados o expulsados como Rosmer, Nin, Landau y Hennaut. Una vez cumplido este trabajo destructor, podrá reunirse la Conferencia de la Oposición (febrero 1933), con únicamente militantes aduladores de Trotski. Y para terminar, se excluirá a la Izquierda Italiana sin debate (de igual manera que había sido expulsada de la Internacional estalinizada) en tanto que ésta había continuado combatiendo en el seno de la Oposición a pesar de todas las maniobras urdidas contra ella

Pero lo que es más grave en esta época es que Trotski comprende la situación política a la inversa de su evolución real. Él cree que la revolución es aún posible y que basta con una organización política realmente bolchevique para vencer. En 1936, titula en La Lutte Ouvriére “La revolución francesa ha comenzado” y sobre España, “los obreros del mundo entero esperan fervorosamente la nueva victoria del proletariado español”[14]. He aquí lo que condujo a Trotski a malversar los principios y a buscar por todos los medios ganar jóvenes elementos inexperimentados en las ideas revolucionarias, además de recomendar el “entrismo” en los partidos socialdemócratas (agosto 1934 en 1a SFIO por ejemplo) que habían traicionado a la clase obrera al votar los créditos de guerra en 1914 uniéndose al campo burgués. Esta visión errónea de Trotski condujo a la fundación de la IV Internacional en septiembre de 1938.

La Izquierda Italiana, con justa razón, analiza el periodo como contrarrevolucionario, donde el papel de los revolucionarios es hacer el “balance” de la experiencia pasada y preservar los militantes para hallarse preparados cuando el curso se invirtiera hacia un nuevo periodo revolucionario. La tarea de la hora no era por tanto la formación de una nueva internacional.

Los extravíos y los errores fatales de Trotski van, de manera natural, a conducirlo a formar la [IV] Internacional en vísperas de la guerra. Para él, “la crisis de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria”. Esta concepción idealista explica toda su política errónea durante esta época. “El principal obstáculo en la vía de la transformación de la situación prerrevolucionaria en situación revolucionaria, es el carácter oportunista de la dirección del proletariado”. Basándose en esta visión Trotski propone su “Programa de transición”. Se trata de “ayudar a las masas, en el proceso de sus luchas cotidianas a encontrar el punto entre sus reivindicaciones actuales y el programa de la revolución socialista”. Y este puente, Trotski pretende construirlo proponiendo un “sistema de reivindicaciones transitorias”. El movimiento obrero conocía perfectamente este problema, no era nuevo. La Socialdemocracia lo llamaba, antes de la guerra de 1914, programa “intermediario” entre el programa “mínimo” que expresaba más reivindicaciones inmediatas de la clase obrera y el programa “máximo” que expresaba el objetivo final: el socialismo.

Pero actualmente el movimiento obrero se encuentra en un periodo en que la revolución comunista es posible. Es por ello que todo programa intermediario no crea un “puente” sino una verdadera “barrera”, confunde la conciencia de la clase obrera y siembra ilusiones nocivas como la de obtención de reformas posibles y duraderas en el sistema capitalista.

Sobre la base de los errores de la IV Internacional, el “Programa de transición” avanza el principio fundamental de la participación en los sindicatos, el apoyo crítico a los partidos llamados “obreros”, a los “frentes únicos” y a los “frentes antifascistas”, a los gobiernos “obreros y campesinos”, a las medidas capitalistas de Estado (prisionero de la experiencia en la URSS) mediante la “expropiación de los bancos privados”, “la estatización del sistema de crédito”, “la expropiación de ciertas ramas de la industria” y medidas como “el control obrero” sobre la producción o “la escala móvil de salarios”. Está concepción conduce a la defensa del Estado obrero degenerado ruso. Y a nivel político, prevé la revolución democrática y burguesa en las naciones oprimidas debiendo pasar por las “luchas de liberación nacional”. Se reconocerá aquí todo lo que hoy siguen defendiendo los trotskistas, cualesquiera que sea su obediencia.

Sin embargo, aunque Trotski abrió la puerta a sus epígonos quienes, repitiendo el Programa de transición -al cual condujeron sus errores políticos-, han hecho su teoría contrarrevolucionaria de apoyo a un campo imperialista, el de Rusia, durante la segunda guerra Mundial, no debemos confundirlo con los que se reclaman de él actualmente. Trotski siguió siendo toda su vida un militante revolucionario a pesar de la línea “centrista” que defendió durante los años 30 con todos sus errores. Por el contrario, los trotskistas no tienen nada que ver fundamentalmente con Trotski. Trotski no les pertenece, él pertenece a la clase obrera, al movimiento revolucionario. Reivindicamos al hombre de 1917 y somos los únicos en poder defender su memoria y su método que es el método marxista. Es así que durante las premisas de la segunda guerra mundial, tuvo aún la fuerza de revisar integralmente todas sus posiciones políticas particularmente sobre la naturaleza de la URSS. Decía en un último folleto -La URSS en guerra- que si el estalinismo salía vencedor y reforzado de la guerra, entonces habría que revisar el juicio que tenía acerca de la URSS. Es lo que hizo Natalia Trotski utilizando la lógica del pensamiento de su compañero y rompiendo con la IV Internacional sobre la naturaleza de la URSS, el 9 de mayo de 1951, como otros trotskistas especialmente Munis[15]

M. Rx. 16 de abril de 1989, RI No 179 mayo 1989,


[1] Trotski se aplicó a sí mismo este método cuando volvió, por ejemplo, sobre su papel en la represión y aplastamiento de la comuna de Kronstadt (artículo del 25 de julio de 1939)

[2] EI mismo lo explica a los militantes del PC de Leningrado que le habían seguido en la cuestión de “trotskismo” cuando se unieron dos años más tarde, en 1926, con Trotski: “Era la lucha por el poder, Todo el arte consistía en saber releer las antiguas divergencias con las nuevas. Es justamente por ello que el “trotkismo” fue puesto en primer plano...”

[3] Actualmente el término de trotskismo recubre el programa de la IV Internacional, es decir, el programa de “transición” que los trotskistas actuales repiten como pericos, en todo momento, sirviéndose de éste contra la clase obrera

[4] Cf. su libro: “1905”

[5] En julio de 1904, Rosa Luxemburgo hace también la crítica de las concepciones de organización de Lenin en “Cuestiones de organización en la socialdemocracia rusa”

[6] Alrededor de cuestiones prácticas y de cómo se forja el partido se da la ruptura, especialmente al término de la discusión sobre el artículo 1 de los Estatutos que definía lo que es un miembro del partido y sus responsabilidades.

[7] “Era posible transportar a todos los internacionalistas en 4 automóviles”. Trotski, “Mi vida”.

[8] Por el contrario, Lenin debe convencer al partido bolchevique y sus órganos dirigentes sobre el hecho que la revolución proletaria está a la orden del día en Rusia

[9] Esta teoría es desarrollada en su libro “Balance y perspectivas” redactado después de 1905, continuando a Parvus en “Guerra y Revolución” que indica que el sistema capitalista se desarrolla como un sistema mundial, la madurez revolucionaria de la sociedad burguesa no debe ser medida más que con el patrón del mercado mundial considerado como totalidad, y un nuevo ciclo de crisis se abría. El umbral de esta nueva época especialmente de guerra imperialista, se abría con la guerra ruso-japonesa. Ello tenía consecuencias, la guerra debía catalizar la crisis social y económica en Rusia de entrada, entrañando, podía ser, la caída del zarismo. Una vez Rusia inflamada, en esta atmósfera de crisis generalizada y da la intensidad de las conexiones en Europa, la revolución podría extenderse a Occidente. Se nota enseguida toda la importancia del pensamiento de Parvus sobre Trotski de entrada y sobre los bolcheviques enseguida. Sin embargo, se constata igualmente cómo estas concepciones coinciden con las de la Izquierda de la socialdemocracia europea particularmente con la de Rosa Luxemburgo.

[10] El aplastamiento de la comuna de Kronstadt no puede ser imputado únicamente a Trotski. Toda la III Internacional carga la responsabilidad. Los revolucionarios creían entonces en la posibilidad de un nuevo impulso de la oleada revolucionaria en el corazón de Europa, y por consecuencia había que sostenerse, por todos los medios. Estos acontecimientos no se produjeron y nosotros captamos, actualmente, la amplitud del error cometido por todos los revolucionarios de la época

[11] Este periodo llamado del “comunismo de guerra” conoce grandes discusiones en el PCUS. Es cuando nace la “Oposición obrera” que tendía a imponer la preeminencia de los sindicatos sobre el aparato económico. Trotski defiende la “militarización de los sindicatos” para crear una nueva dinámica económica. La mayoría del partido con Lenin remarca la necesaria separación de los sindicatos del Estado y la necesidad del empleo de medidas de “persuasión” para crear la necesaria movilización obrera. En efecto, los campesinos se separaban de la revolución; y se oponían a más requisiciones; en las ciudades la penuria castigaba y los obreros se desmoviIizaban; es en esta atmósfera que se produjeron huelgas en los grandes centros como Petrogrado y la revuelta de Kronstadt

[12] Bordiga le había apremiado para que se volviera en el vocero de una Oposición de izquierda a nivel internacional, especialmente en el 5º Congreso de la IC (junio 1924). Trotski demanda a Bordiga aprobar la moción del 13° congreso del PCUS que condena a la oposición (23-31 mayo) para no hacerse excluir

[13] Ver libro de la CCI La Izquierda Comunista de Italia

[14] Todo ello es ampliamente explicitado en el programa: “El nuevo ascenso revolucionario y las tareas de la IV Internacional” presentado en la Conferencia por la IV Internacional del 29 y 31 de julio de 1936

[15]  Cf. “En memoria de Munís, militante de la clase obrera” Revista Internacional N° 58, 3er. trimestre 1989

El Trotskismo hijo de la contrarrevolución

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Los grupos trotskistas, independientemente de las divergencias que justifican su existencia separada, se presentan todos, sin excepción, como los continuadores de la política revolucionaria del partido bolchevique y de la III Internacional. En esto, no se distinguen de otras fracciones de la izquierda del capital que, para justificar una actividad contrarrevolucionaria en el seno de la clase obrera, se reclaman de las luchas pasadas de ésta y de los órganos de los que se ha dotado. Pero, para dar cuerpo a lo que afirman, los grupos trotskistas se apoyan sobre dos hechos:

1º) En el seno de la III Internacional se desarrolla a partir de 1924 una reacción al “estalinismo” naciente, la “Oposición de Izquierda”, en Rusia primero, internacionalmente enseguida, quien, bajo la dirección de Trotski, daría nacimiento en 1938 a la IV Internacional de la que los grupos trotskistas actuales han salido.

2°) Apoyándose sobre los cuatro primeros congresos de la IC la “Oposición de Izquierda” prosigue su actividad política y es a partir de ciertas posiciones de los 2º , 3º y 4º congresos que Trotski elabora las posiciones políticas comunes a los grupos que se reclaman de él.

De hecho la “relación” que trazan entre los revolucionarios de los años 20 y ellos mismos no tiene consistencia más que en la medida en que:

- por una parte retoman a su cuenta y erigen en principios políticos inmutables lo que constituyeron los “errores” del movimiento obrero de la época y no las posiciones que la oleada revolucionaria de 17-23 había permitido destacar;

- por otra parte, es a partir de estas posiciones erróneas (de las cuales se había hecho ferviente defensor desde el 2º congreso de la IC) como Trotski elaboró las posiciones fundamentales del “trotskismo”, posiciones erróneas que han servido durante 50 años de contrarrevolución de garantía de “izquierda” a la política anti proletaria de la burguesía.

Primeras reacciones obreras a la degeneración de la IC

La guerra de 1914 que enfrentó a las principales potencias imperialistas, marca la entrada del sistema capitalista en su fase de decadencia, “abriendo la era de las guerras, crisis y revoluciones sociales” (I Congreso de la IC). En reacción a esta primera guerra mundial, el proletariado surgió internacionalmente y vio a su fracción rusa tomar el poder a partir de la insurrección de Octubre del 17. La lucha de la clase obrera va a proseguir durante varios años sobre todo en Alemania, Italia y Hungría... Dentro de este contexto general las organizaciones revolucionarias se reagrupan en la IC durante su primer congreso en 1919 y adoptan, a la luz de la revolución rusa, las orientaciones políticas que son la manifestación del paso enorme que acaba de dar la clase obrera mundial. A este titulo rechaza las concepciones de la II Internacional y de los “centristas” tipo Kautsky como burguesas (reformismo, parlamentarismo, nacionalismo...), y llama a la clase obrera a instaurar la dictadura de los Consejos Obreros.

Sin embargo, desde 1919, el fracaso sangriento del proletariado en Alemania de entrada, en Hungría enseguida, anuncia el reflujo de la lucha mundial y viene a reforzar el aislamiento de la revolución en Rusia que los esfuerzos desplegados por la clase obrera en 1920-21 no lograron frenar.

Desde los primeros signos del reflujo, las concepciones que habían prevalecido en el curso del periodo progresivo del capitalismo (parlamentarismo, sindicalismo, en el marco de la lucha por reformas), y que continúan manifestándose en el seno de la clase obrera van a pesar cada vez más sobre la IC. Es lo que traduce el retorno progresivo a las viejas tácticas tomadas del arsenal de la socialdemocracia. Ello desde el 2º Congreso de la IC, y sobre todo desde el 3º y 4º: conquista de los sindicatos, parlamentarismo, alianzas con fracciones de la burguesía, luchas de liberación nacional, gobierno obrero y campesino... En Rusia, donde el proletariado ha tomado el poder, el aislamiento de la revolución va a hacer que las confusiones del partido bolchevique sobre la naturaleza del poder de la clase obrera (es el partido el que ejerce el poder) le llevan a tomar medidas opuestas a los intereses de la clase obrera: sumisión de los soviet al partido, enrolamiento de los obreros en los sindicatos, firma del Tratado de Rappalo (diplomacia secreta de Estado a Estado: derecho para las tropas alemanas de entrenar en el territorio ruso), represión sangrienta de las luchas obreras (Kronstadt, Petrogrado 1921). Pero la adopción de tales orientaciones por el partido bolchevique y la IC que van a jugar un papel de acelerador del reflujo de las que eran expresión, no se hace sin suscitar oposiciones en su seno.

Es así que en el 3º Congreso de la IC, los que Lenin llamó “izquierdistas”, reagrupados en el seno del KAPD, se elevan contra el retorno al parlamentarismo, al sindicalismo, y muestran cómo estas posiciones van en contra de las adoptadas en el primer congreso que intentaban sacar las implicaciones para la lucha del proletariado del nuevo periodo abierto por la primera guerra mundial.

Es también en ese congreso donde la Izquierda Italiana que dirige el Parido Comunista de Italia reacciona vivamente -aunque en desacuerdo profundo con el KAPD- contra la política sin principios de alianza con los “centristas” y la desnaturalización de los PC por la entrada en masa de fracciones salidas de la socialdemocracia.

La significación de la Oposición de Izquierda

Pero es en Rusia misma (cuenta tenida de las confusiones del partido bolchevique que se manifiestan en el contexto de aislamiento de la revolución) donde aparecen las primeras oposiciones. Es así que desde 1918, el “Komunist” de Bujarin y Ossinsky, ponen en guardia al partido contra el peligro de asumir una política de capitalismo de Estado. Tres años más tarde, después de haber sido excluido del partido bolchevique, el “Grupo Obrero” de Miasnikov lleva la lucha en la clandestinidad en estrecha relación con el KAPD y el PCO de Bulgaria hasta 1924 en que desaparece bajo los golpes repetidos de la represión de que es objeto. Este grupo critica al partido bolchevique por sacrificar los intereses de la revolución mundial en provecho de la defensa del Estado ruso, reafirmando que sólo la revolución mundial puede permitir a la revolución mantenerse en Rusia.

Por tanto, contrariamente a lo que dejan creer los trotskistas que guardan silencio sobre esas oposiciones, esas tendencias, que se situaban resueltamente en el punto de vista de los intereses proletarios no esperaron a Trotski y la “Oposición de Izquierda” para luchar por la salvaguarda de las adquisiciones fundamentales de la revolución en Rusia y de la Internacional Comunista.

Solamente después de la quiebra de la política de la IC en Alemania en 1923 y en Bulgaria en 1924, hecha de una mezcla de “frentismo” y “putchismo” [golpismo], cuando comienza a constituirse en el seno del partido bolchevique y más precisamente en sus esferas dirigentes, la corriente conocida bajo el nombre de “Oposición de Izquierda”.

Esta “Oposición de Izquierda” se cristalizará alrededor de jefes prestigiosos del partido bolchevique, como Trotski, Preobrasensky, Ioffé, pero no encuentra verdadero eco en una clase obrera que sale desangrada de la guerra civil. Los puntos sobre los cuales lleva la lucha son expresados, en lo que concierne a Rusia, a través de su consigna: “fuego sobre el kulak, el Keplen, la burocracia”. De una parte critica la política interclasista del “enriqueced a la campiña” recomendada por Bujarin y, de otra parte, ataca la burocracia del partido y sus métodos. Continúa su combate hasta el momento de su exclusión y de la represión a sus miembros (ejecuciones, internamientos, deportaciones, suicidios, exilio de Trotski).

A escala internacional, a partir del 1925-26, la “Oposición de Izquierda” se levanta contra la constitución del “comité anglo-ruso” y la alianza con las trade unions (sindicatos ingleses) que acaban de hacer fracasar la gran huelga general de los obreros ingleses. De otra parte, bajo el impulso de Trotski, la Oposición de Izquierda lleva una lucha resuelta contra la política criminal de la IC “estalinizada” en China preconizando la ruptura del joven Partido Comunista Chino con el Kuomintang y las diversas fuerzas burguesas pseudo-progresistas. Afirma que los intereses del proletariado mundial no deben sacrificarse a la política y los intereses del Estado ruso.

Por otra parte, emprende la lucha contra la teoría del socialismo en un sólo país (desarrollada por Bujarin a cuenta de Stalin). En el 14º congreso del Partido Comunista Ruso, donde se adopta esta tesis, sólo la voz de los miembros de la oposición de izquierda se hace escuchar para rechazarla.

Es pues como reacción proletaria a los efectos desastrosos de la contrarrevolución como aparece, se desarrolla y luego muere la Oposición de Izquierda en Rusia. Pero el hecho mismo que apareciese tan tardíamente pesa duramente sobre sus concepciones y su lucha. Se muestra de hecho incapaz de comprender la naturaleza real del “fenómeno estalinista” y “burocrático”, prisionera como está de sus ilusiones sobre la naturaleza del Estado ruso. Es así que, aún criticando las orientaciones de Stalin, ella es parte actuante de la política de control sobre la clase obrera mediante la militarización del trabajo bajo la égida de los sindicatos. Se hace también el adalid del capitalismo de Estado que quiere impulsar más adelante mediante una industrialización acelerada.

Cuando lucha contra la teoría del socialismo en un sólo país no llega a romper con las ambigüedades del partido bolchevique sobre la defensa de la “Patria soviética”. Y sus miembros, Trotski a la cabeza, se presentan como los mejores partidarios de la defensa “revolucionaria” de la “patria socialista”.

Prisionera de este tipo de concepciones, se prohíbe todo combate verdadero contra la reacción estalinista limitándose a criticar ciertos efectos.

Por otra parte, en la medida en que se concibe, a sí misma no como una fracción revolucionaria buscando salvaguardar teórica y organizacionalmente las grandes lecciones de la Revolución de Octubre, sino solo una oposición leal al Partido Comunista Ruso, no saldrá de un cierto maniobrerismo hecho de alianzas sin principios con miras a cambiar el curso de un partido casi totalmente gangrenado (es así que Trotski buscará el apoyo de Zinoviev y Kamenev quienes no cesan de calumniarlo desde 1923). Por todas estas razones, se puede decir que la Oposición de Izquierda de Trotski en Rusia permanecerá siempre sin llegar a las oposiciones proletarias que se manifestaban desde 1918.

La Oposición de Izquierda Internacional

A nivel internacional comienza a aparecer en diferentes secciones de la Internacional Comunista tendencias e individuos que manifiestan su oposición a la política cada vez más abiertamente contrarrevolucionaria de ésta última. A pesar de un intercambio de correspondencia entre algunas de estas tendencias y miembros de la “Oposición de izquierda” en Rusia, no se logra crear inmediatamente ningún lazo sólido entre ellos. Habrá que esperar hasta 1929, cuando en Rusia los “oposicionistas de izquierda” son perseguidos y asesinados por los estalinistas, para que comience a constituirse, alrededor y bajo el impulso de Trotski exiliado, un reagrupamiento de esas tendencias e individuos que toma el nombre de “oposición de izquierda Internacional”. Esta constituye en muchos aspectos la prolongación de lo que había representado la constitución y la lucha de la Oposición de Izquierda en Rusia. Retoma sus principales concepciones y se reclama de los cuatro primeros congresos de la IC. Por otra parte perpetúa el maniobrerismo que caracterizaba ya a la Oposición de Izquierda en Rusia.

En gran medida esta oposición es un reagrupamiento sin principios que se limita a hacer una crítica de “izquierda” del estalinismo. Se prohíbe toda verdadera clarificación política en su seno y deja a Trotski, a quien ve el símbolo mismo de la Revolución de Octubre la tarea de hacerse vocero y “teórico”. Se mostrará rápidamente incapaz en estas condiciones de resistir a los efectos de la contrarrevolución que se desarrolla a escala mundial sobre la base de la derrota del proletariado internacional.

La Contrarrevolución

La derrota del proletariado mundial, que los fracasos en Alemania en 1923, en China en 1927 vinieron a sancionar, lejos de marcar un retroceso momentáneo del movimiento proletario, abre de hecho el período contrarrevolucionario más largo y más profundo que la clase obrera haya conocido en su historia.

En efecto, desmoralizada por sus fracasos sucesivos, nuevamente atomizada y sometida a la ideología burguesa, la clase obrera se mostrara incapaz de oponerse al curso hacia la guerra en la cual se introduce de nuevo el sistema capitalista que ha entrado en una fase histórica donde no cesa de ser corroído por sus contradicciones insuperables. En todas partes donde, confrontada a la miseria que le impone el capital en crisis, la clase obrera intenta aún resistir mediante su lucha, se enfrenta no solamente a los partidos socialdemócratas que se han ilustrado a todo lo largo de la oleada revolucionaria de los años 20 como los perros guardianes del capital, sino desde entonces también a los partidos “comunistas” estalinistas. Estos pasados en cuerpo y alma al campo del capital asumen su función de desviación de las luchas obreras y enrolamiento en la vía del nacionalismo y en la lógica de los enfrentamientos ínter imperialistas preparando la segunda carnicería imperialista.

En este contexto general de contrarrevolución que se acompaña de un profundo retroceso de la lucha de clase y de la conciencia del proletariado, se vuelve cada vez mas difícil para las fracciones y tendencias que se reclaman de la revolución comunista resistir a la penetración de las ideas burguesas en su seno, de luchar a contracorriente para mantener y desarrollar las adquisiciones del movimiento revolucionario pasado. Tanto más por cuanto que, contrariamente a la contrarrevolución que sigue a la derrota de la Comuna de Paris y que no deja ninguna ilusión sobre la naturaleza de clase de los “versalleses” verdugos de la clase obrera, la contrarrevolución que triunfa, no solamente lo hace dejando tras de sí cientos de miles de cadáveres obreros, sino igualmente mistificando a la clase obrera sobre su naturaleza. En la medida en que triunfa a través de un lento proceso de degeneración de la IC y de la Revolución Rusa, favorecen todas las ilusiones de la clase obrera en el mantenimiento de la naturaleza “proletaria” de Estado ruso y los partidos comunistas quienes, al continuar reclamándose de Octubre 17, van a poder justificar su política de servicio al capital.

La “Oposición de Izquierda” que comparte y por tanto difunde estas ilusiones, se constituye pues en este periodo de contrarrevolución y retoma sin criticarlos, a la vez los errores de la IC que han contribuido activamente al reflujo de la oleada revolucionaria de los años 20 y las concepciones falsas de la oposición de Izquierda rusa que la condujeron al estancamiento en la lucha contra Stalin.

De 1929 a 1933 se concibe como “oposición leal” a la política de la IC, a la que intenta enderezar desde el interior, cuando ya la adopción por esta de la teoría del “socialismo en un solo país” venía a confirmar sus muerte como órgano proletario, y el pasaje de sus partidos al campo del capital. A partir de 1933, aunque “comprendiera” al fin la función contrarrevolucionaria de los partidos estalinistas y se orientara hacia la constitución de organizaciones distintas de los PC, la Oposición de Izquierda continúa considerándolos como “obreros” y actúa en consecuencia, desarrollando hasta el absurdo las concepciones falsas que habían precedido sus constitución, y que van a mostrarse cada vez más crudamente como justificaciones de “izquierda” de la contrarrevolución triunfante.

A todo lo largo del periodo que precede la celebración del congreso de fundación de la IV Internacional en 1938, cuenta tenida de la heterogeneidad de la “Oposición de Izquierda”, es Trotski mismo quien elabora a partir de los errores de la IC las tácticas y orientaciones que, aún hoy, con algunas diferencias de interpretación poco más o menos, sirven de fundamento a la actividad contrarrevolucionaria de los grupos trotskistas en el seno de la clase obrera y que se hallan en su forma acabada en el “programa de Transición”.

A mediados de los años 30 el movimiento trotskista va ser conducido a capitular frente a la contrarrevolución poniéndose a remolque de la política de los Frentes Populares destinados a enrolar al proletariado tras la bandera nacional, es decir, a preparar la guerra. En este sentido, el movimiento trotskista abandona objetivamente el principio fundamental del movimiento obrero, el internacionalismo proletario que, en la época de la decadencia del capitalismo, en la época de las “crisis, guerras y revoluciones” más aún que en el pasado, en que el proletariado podía desarrollar su lucha por reformas en el seno de las fronteras nacionales, constituye el criterio decisivo de pertenencia al campo del proletariado y del comunismo.

 «Estado obrero degenerado» y defensa de la URSS

Prisionero de las concepciones erróneas de la Oposición de Izquierda rusa, Trotski, asimilando la medida de nacionalización de la producción -es decir pasaje de la propiedad privada de los medios de producción a una propiedad del Estado- con una medida “socialista”, va a situarse en el mismo terreno que los estalinistas que justifican el mantenimiento y la intensificación de la explotación de la clase obrera en nombre de la construcción del socialismo en un solo país. En efecto, aunque condenando esta teoría como burguesa, Trotski es llevado a reconocer implícitamente la posibilidad de que sea destruida al menos en parte, dentro de las fronteras nacionales, la ley del valor, es decir la producción para el intercambio, la extorsión y la acumulación de plusvalor mediante el asalariado, la separación de los productores de sus medios de producción.

Incapaz de reconocer en la “burocracia” que se desarrolla en la URSS al enemigo hereditario del proletariado que renacía sobre la base de las relaciones de producción capitalistas que habían persistido aún después de la toma del poder político por el proletariado en 1917, Trotski no comprenderá la función de gestión y conservación de estas relaciones por esta “burocracia” que él cree “obrera” cuando es completamente burguesa. En los hechos Trotski se hará el cantor del capitalismo de Estado ruso circunscribiéndose a promover una revolución “política” que reinstaurara la “democracia proletaria”.

Es así como en 1929 defenderá la intervención del ejército ruso en China donde el gobierno de Tchang Kai Tchek cazaba a los funcionarios rusos encargados de gestionar el ramal del transiberiano que pasa por el territorio chino y reviste una importancia estratégica desde el punto de vista de los intereses nacionales del capital ruso.

En esa ocasión, Trotski lanza la consigna tristemente famosa: “Por la patria socialista siempre, por el estalinismo, jamás”, que disociaba los intereses estalinistas (es decir capitalistas) de los intereses nacionales de Rusia. Con esto presentaba a los proletarios una “patria” que defender, a ellos que no la tienen, que trazaba en fin la vía del apoyo al imperialismo ruso.

Antifascismo, Frentismo, Sindicalismo

Incapaz de distinguir la naturaleza y la función contrarrevolucionaria y burguesa de los partidos estalinistas y aún de los partidos socialdemócratas, Trotski va a ver en las mistificaciones desarrolladas por estos partidos (antifascismo democrático especialmente, frente popular...) medios de reforzar la Oposición de Izquierda, con el fin de lograr el surgimiento de un nuevo partido revolucionario.

En los zigzagueos de los estalinistas y las maniobras socialdemócratas Trotski cada vez va a ver brechas provocadas por la presión de una clase obrera de la cual no alcanza a comprender su derrota histórica. Llamando al frente único, a la unidad sindical, no hace más que jugar el juego de la contrarrevolución misma que tiene necesidad de volver a servir los viejos mitos para desorientar aún más a la clase obrera, la que quiere conducir a una nueva guerra mundial. En la alianza antifascista de los frentes populares español y francés, Trotski va a ver un impulso para la política revolucionaria, una base para el reforzamiento de las posiciones trotskistas mediante el entrismo ... en los partidos socialistas. Cada nueva táctica de Trotski será un paso más en la capitulación y sumisión a la contrarrevolución.

Retomando por otra parte, siguiendo a los bolcheviques, la consigna del “derecho de los pueblos a disponer de sí mismos”, que expresaba la ilusión de estos últimos sobre la posibilidad para una nación bajo dominación imperialista de “liberarse” sin caer bajo la férula de otro imperialismo, Trotski y los grupos que participan en el Congreso de fundación de la IV Internacional calificaron la guerra entre China y Japón como una guerra de liberación nacional de China la cual debería ser apoyada. Desde esta época se encuentran así planteadas las bases que van a fundar el apoyo verbal y algunas veces activo de los grupos trotskistas a las luchas de liberación nacional que, en la época del capitalismo decadente, son otros tantos lugares de enfrentamiento entre los diversos bloques imperialistas en los cuales el proletariado no puede servir más que como carne de cañón.

El programa político adoptado en el congreso de fundación de la IV Internacional, redactado por Trotski mismo, y que sirve de base de referencia a los grupos trotskistas actuales, retoma y agrava las orientaciones de Trotski que han precedido ese congreso (defensa de la URSS, frente único obrero, análisis erróneo del periodo ...) pero además tiene como eje una repetición vacía de sentido del programa mínimo de tipo socialdemócrata (reivindicaciones “transitorias”), programa vuelto caduco por la imposibilidad de reformas desde la entrada del capitalismo en su fase de decadencia, de declive histórico.

Este Programa de Transición abría la vía a la integración definitiva del movimiento trotskista en la cohorte de los partisanos del capitalismo de Estado quienes, en nombre de la instauración de medidas “socialistas”, van a enrolar a la clase obrera después de la segunda guerra mundial en las reconstrucciones nacionales, es decir en la reconstrucción del capital.

Las fracciones comunistas  de Izquierda

Confrontadas a la contrarrevolución más profunda de toda la historia del movimiento obrero, las Fracciones Comunistas de Izquierda que habían aparecido en los años 20 y que habían luchado desde esa época contra la degeneración y los errores de la IC, se hallaron arrastradas también por el flujo de la contrarrevolución. Es así que los elementos de la Izquierda Alemana, quienes estuvieron sin embargo entre los primeros en elevarse contra el retorno en la IC a las tácticas socialdemócratas y en romper con ella, tendieron a perderse bajo diversas vías: abandonando toda actividad política o cayendo en la ideología consejista que rechaza la necesidad del partido y la propia la revolución rusa. Es la Izquierda Comunista Italiana la que va a asegurar, a pesar de las debilidades ciertas e inevitables, lo esencial del trabajo de defensa de las posiciones de clase. Es ella quien, a pesar de un aislamiento dramático, va a asegurar todo un trabajo de comprensión política y teórica de los efectos de la derrota del proletariado, llegando hasta plantear la cuestión de la validez de ciertas posiciones de la IC que Bordiga no había puesto en cuestión (como la cuestión nacional). Sobre cierto número de puntos cruciales, la Izquierda italiana se opondrá a las orientaciones de Trotski (ver los anexos de este folleto).

Pero cualesquiera que hayan sido sus límites, estas fracciones, contrariamente a la Oposición de Izquierda de Trotski han permitido mantener la tradición revolucionaria. Es también gracias a ellas que actualmente la débil corriente revolucionaria ha podido renacer y desarrollarse.

En cuanto a la corriente trotskista desde los años 30, después de sus capitulaciones y a pesar del asesinato de Trotski en 1940 por el estalinismo, se pasará con armas y bagajes al campo del capital enrolándose en el campo del imperialismo democrático y del imperialismo ruso.

La función de los trotskistas actuales

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Treinta años después del congreso de fundación de la IV Internacional, los grupos políticos que perpetuaban la tradición trotskista vegetaban a la sombra de los partidos comunistas estalinistas y a veces aún, algunos, en su seno. Desde finales de los años 60, sin embargo, esos grupos han visto reforzadas sus filas y su importancia en el seno del aparato político del capital. Pero este cambio notable no puede explicarse por una transformación de sus posiciones políticas. Lo que se constata en efecto es más la persistencia de los errores de Trotski llevados hasta el absurdo, es decir, la defensa de los intereses burgueses. Los grupos trotskistas de hoy son todos continuadores de la política contrarrevolucionaria de los trotskistas durante la 2ª guerra mundial y defensores del famoso “Programa de Transición” cualesquiera que sean por otra parte las diferencias de interpretación que cada uno de esos grupos, pueda hacer. Que se juzgue:

Garantía de  izquierda y banderines de enganche de los sindicatos

El programa de transición avanzaba como principio fundamental que los militantes de la IV Internacional deberían participar en los sindicatos. El resultado ha sido que en todas partes los trotskistas se han vuelto fieles guardianes del encuadramiento de las máquinas sindicales. Cierto, ellos critican las eternas “traiciones” de las “direcciones burocráticas” pero se cuidan bien, y con razón, de ayudar a la clase obrera a luchar contra los sindicatos. Para los trotskistas, se trata de cuidar la “forma” sindical, el “contenido” del sindicalismo y solamente eliminar algunos puñados de malos “burócratas”, como si estos últimos no fueran el puro producto de la forma y el contenido del sindicalismo en la fase de decadencia del capitalismo. De hecho para los trotskistas se trata de competir con los burócratas colocados en su mismo terreno, y cuando llegan, a fuerza de maniobras, a ocupar un puesto de mando sindical, los trotskistas se revelan como perfectos dobles de los estalinistas o los socialdemócratas.

Así, cuando la clase obrera ha abandonado la vía sindical, los trotskistas intentan dar una apariencia de vida proletaria a estos verdaderos órganos de policía en las empresas que son los sindicatos. Empotrados en los engranajes de los sindicatos, los trotskistas forman parte de los que preparan las derrotas de las luchas obreras, su sabotaje y su desviación. Militantes de base siempre, delegados sindicales frecuentemente, jefes sindicales a veces, participan en el conjunto de campañas de mistificación organizadas por los diferentes sindicatos y mantienen todas las ilusiones que subsisten en el seno de la clase obrera (reformismo, corporativismo, usinismo, chovinismo, legalismo, etc. ...)

Cuando en las luchas los obreros se enfrentan a los sindicatos, los trotskistas proponen la conciliación con los sindicatos, intentan hacer regresar a las filas sindicales a quienes las abandonan sobre bases ilusorias del tipo: volvamos a los sindicatos para luchar contra las direcciones “traidoras”, lo que desorienta aún más a los obreros ... Ciertos trotskistas llegan a proponer la adhesión a dos sindicatos al mismo tiempo para favorecer la unidad sindical fraudulentamente asimilada a la unidad obrera. En claro se trata para los trotskistas, con múltiples métodos tan sórdidos los unos como los otros, de demandar a los obreros hacer presión para que los que quienes “los traicionan” se unan y se vuelvan más “democráticos” (es decir, otorguen más puestos a los trotskistas y perviertan aún más obreros combativos). En todos los casos el papel de los trotskistas contribuye siempre a mejorar y afirmar el encuadramiento sindical.

Cuando en las luchas surgen comités de huelga, los trotskistas, que tienen la cara dura de presentarse como partidarios de verdaderos órganos unitarios de la clase obrera, son evidentemente los primeros en exigir que los sindicatos puedan continuar expresándose y ser representados. Cada vez, en nombre de la solidaridad y de la unidad obrera y de la extensión de la lucha, demandan o más bien imploran el apoyo de los sindicatos, permitiéndoles así retomar en sus manos el movimiento gracias a su aparato burocrático, de retomar el control de más luchas “salvajes” a fin de poderlas quebrantar.

De hecho, garantía de izquierda y banderines de enganche de los sindicatos, los trotskistas (tal como los otros izquierdistas por lo demás) participan activamente en el desarme de la clase enmascarando la naturaleza y la función real de tales órganos anti proletarios.

Cómplices de las masacres del proletariado

El Programa de Transición preconizaba, mediante la consigna de “frente único obrero” y el de “gobierno obrero y campesino” la lucha por la unión de los partidos que se reclamaban de la clase obrera y aún del campesinado ... más de treinta años después, continúan presentando a los partidos socialdemócratas y estalinistas como partidos “obreros” que tenían la simple falla de ser “reformistas” (cuando la base material del reformismo ha desaparecido desde el inicio del siglo con la entrada del capitalismo en su decadencia), los trotskistas llaman a la unidad de estos últimos e invitan a los trabajadores a llevarlos al poder. Es decir a llevar al poder (ahí donde no están) a los masacradores de los obreros y revolucionarios alemanes en los años 20 o de proletarios rusos o españoles, a los proveedores de carne de cañón de las dos últimas carnicerías mundiales y de todos los enfrentamientos imperialistas después. Cierto, ellos “critican” la política llevada por estos partidos, les piden una y otra vez que “rompan con la burguesía” (!!!), lo que es el colmo del cinismo: cada vez que el Estado capitalista ha tenido necesidad de los partidos de izquierda, para reprimir a la clase obrera, para enrolarla en la guerra, para reconstruir y gestionar la economía nacional, para asegurar el buen funcionamiento de los poderes públicos, de los servicios “sociales”, han respondido y continúan respondiendo “presentes” ... Su demanda de “romper con la burguesía”, es su demanda de cambiar de naturaleza, de mandar al capital que se haga el hara-kiri, demandar a un tanque transformarse en ambulancia. Semejante política, criminal y absurda, conduce a:

- reforzar las ilusiones de los obreros sobre la naturaleza de esos partidos que no tienen de obrero más que la sangre de los proletarios que han hecho derramar;

- hacer volver al regazo de la izquierda, mediante una critica pseudo-radical, a los elementos que se desatan;

- preparar la masacre de la clase obrera a manos de estos mismos partidos de izquierda.

Piezas de repuesto del aparato de Estado

El Programa de Transición afirmaba la necesidad de participar en las elecciones y el parlamento. Desde la posguerra de 1945-continuidad obliga- los trotskistas no han faltado en una sola de las elecciones que acompasan la vida política de la burguesía decadente. Desde finales de los años 60, en Francia por ejemplo, los trotskistas han apostado a fondo en este tipo de intervención.

Empiezan por recordar –a veces, no siempre- que el terreno electoral no es verdaderamente el terreno de lucha para la clase obrera, pero después de estas referencias esmeradas a los principios revolucionarios, sacan la mejor justificación para la participación en el circo electoral burgués destinado a desviar y mistificar la conciencia de la clase obrera. Los pretextos invocados son de lo más “realista”: “Los obreros no comprenderían que en tales circunstancias, los revolucionarios no tuvieran nada que decir”, “es la ocasión, el momento en que toda la atención de los obreros se halla orientada sobre las elecciones, de hacer una agitación revolucionaria, de utilizar las tribunas que nos ofrece la burguesía”. Lo que quiere decir en claro: “los obreros se hallan mistificados, atomizados, conservan ilusiones sobre las elecciones, entonces participamos en el mantenimiento de esta situación de mistificación.”

En cuanto a la agitación “revolucionaria” de los trotskistas, se resume a apoyar de palabra “las justas luchas de los trabajadores” (lo que cualquier cura de izquierda puede hacer), a “exigir” a los partidos “obreros” que defiendan verdaderamente los intereses de los trabajadores y rompan, por supuesto, con la burguesía, a “denunciar a la derecha” en un lenguaje más radical que el de la izquierda misma, de vez en cuando, alguna referencia a los consejos obreros o a la violencia de clase. Todo ello se reserva, por lo demás, para el inicio de la campaña, o para la primera vuelta de las elecciones (según el sistema electoral)... Después de lo cual, bien entendido, fieles a su verdadera naturaleza de “apoyo crítico” de la izquierda del capital, llaman comúnmente a votar por ésta última con el fin, dicen ellos, de “no contrariar” el nivel de “conciencia” de la clase obrera que ellos confunden cínicamente con las ilusiones de los obreros. Como lo decía el grupo trotskista “Lutte Ouvriere”, “ninguna de nuestras voces debe faltarle” ... para poder asumir su función de defensor del capital nacional al más alto nivel del aparato de Estado. Nuevamente, la función de los trotskistas e izquierdistas en general, es hacer volver al terreno electoral y democrático a los obreros que se alejan y ello con toda una fraseología pseudo-revolucionaria que sirve finalmente para enganchar a los obreros en el regazo de la izquierda y especialmente a los que empiezan a perder las ilusiones en ella. Por otra parte hay que recordar que ahí donde los trotskistas han alcanzado un cierto peso electoral, la clase obrera lo ha pagado caro (Ceilán, Bolivia, ...)

Defensa «radical»del capitalismo de Estado

El Programa de Transición destacaba una serie de reivindicaciones económicas llamadas “transitorias” en la medida en que, supuestamente, respondían a las necesidades objetivas de las masas. Aunque fueran integrables por el capitalismo, debían permitir, si la clase obrera luchaba por hacerlas cumplir, una dinámica de lucha de clase en la que los trotskistas aparecerían como los dirigentes “naturales” del proletariado y le conducirían a la revolución. La lógica de las reivindicaciones “transitorias” consistía en dar una naturaleza intrínsecamente revolucionaria a ciertas exigencias económicas formuladas de antemano por los expertos “en revolución” que se suponían los trotskistas.

Treinta años después, esta problemática ha tomado toda su significación contrarrevolucionaria... Actualmente las reivindicaciones salariales “radicales”, la escala móvil de salarios, el reparto de las horas de trabajo, las nacionalizaciones sin indemnización y bajo “control obrero” de las empresas en quiebra, bancos, monopolios, etc., en breve, todo el fárrago reivindicativo que los trotskistas destacan no sirve más que para embaucar e ilusionar a los trabajadores ya sea mediante un relanzamiento del papel de los sindicatos, o bien mediante las mistificaciones “autogestionarias” como el “control obrero”: en lo que concierne a las reivindicaciones saláriales, los trotskistas se contentan con sobrepujar en relación a las reivindicaciones oficiales de la izquierda añadiendo algún porcentaje. La escala móvil de salarios es una medida utópica que no haría más que mantener el nivel de explotación de la clase obrera alcanzado en el momento de su aplicación, e implicaría por lo demás un reforzamiento del peso de los sindicatos encargados evidentemente de “controlar” la aplicación de esta escala móvil. La repartición de las horas entre todos los trabajadores es una propuesta de racionalización de la explotación capitalista que implica la permanencia del trabajo asalariado, el carácter semi-utópico de esta propuesta no debe ocultar su contenido demagógico y reaccionario. En cuanto a las nacionalizaciones, son perfectamente integrables por el capitalismo y desde que son aplicadas a gran escala, ni han mejorado la suerte de la clase obrera, ni facilitado su lucha. En cuanto al “control obrero”, no es más que una forma entre otras de las mistificaciones sacadas por la burguesía para hacer participar a la clase obrera en la gestión de su propia explotación bajo el control del Estado burgués. Se puede juzgar el carácter “revolucionario” de tales reivindicaciones.

Mediante este sistema de reivindicaciones tan elaborado y que varia además según los diferentes grupos trotskistas que, no dejan de pelearse acerca de lo oportuno de tal o cual reivindicación precisa, contribuyen en varios niveles a debilitar y desviar las luchas obreras:

- Refuerzan las ilusiones de los obreros respecto a la posibilidad de obtener mejoras durables en sus condiciones de vida y de trabajo en el capitalismo decadente.

- Participan en el encerramiento de las luchas obreras en el marco económico del capital, en el taller, la fábrica, en la rama o la corporación, y en la nación.

- Actúan como partidarios de las medidas de capitalismo de Estado en el seno de la clase obrera haciendo pasar estas medidas como jalones hacia el “socialismo”. Igual que los otros partidos de izquierda se sitúan por tanto en el terreno del mantenimiento del capitalismo decadente.

- Mantienen, con su hábil separación entre lucha económica y lucha política de la clase obrera, la dificultad para la clase obrera de tomar conciencia de su fuerza, de su papel histórico, del contenido revolucionario de sus luchas reivindicativas.

- Retardan por lo tanto el surgimiento de la revolución proletaria esperando encerrar a la clase obrera en una simple visión “sindicalista” de su lucha.

Por otra parte, los trotskistas continúan sosteniendo que en la URSS la economía tiene algo de “socialista”[1], que el Estado refleja relaciones de producción que la clase obrera debería conservar (dado que las habría instaurado en 1917!!), así que el proletariado ruso no debería: ni destruir al Estado que le oprime, ni transformar radicalmente el sistema económico en el cual es explotado ferozmente. Así, cuando los obreros rusos, como los del mundo entero, luchan contra la explotación furiosa que sufren, se enfrentan violentamente a los sindicatos, a la policía del Estado, al ejército “rojo”, atacan al “Partido Comunista” en el poder, es decir al Estado capitalista garante de su explotación y miseria, los trotskistas preconizan la lucha por un simple cambio de equipo en el seno de los engranajes del aparato de Estado, la lucha por remplazar a los “malos” burócratas por los “buenos.” ... Son los defensores más perniciosos del capitalismo de Estado que proponen a los obreros “democratizar”.

Apóstoles del imperialismo

El Programa de Transición preconizaba la “defensa incondicional de la URSS” en caso de guerra y destacaba por otro lado la consigna de independencia nacional para los países atrasados sometidos al imperialismo.

Fieles a la letra de tales orientaciones, a pesar de sus desacuerdos sobre la manera de concretizarlas actualmente, los trotskistas en su conjunto no han dejado, desde el fin de la segunda guerra mundial, una sola ocasión de apoyar al bloque imperialista ruso contra el bloque imperialista americano.

Detrás de un lenguaje antimperialista demagógico, han militado para que el imperialismo americano abandone su empresa en las regiones y los países del globo que constituyen el reto de la rivalidad entre los dos grandes bloques, es decir para que deje el lugar al imperialismo ruso.

Bajo pretexto de “luchar por la independencia nacional” -es decir por el derecho de cada burguesía de poder explotar sin compartirlo a “su” propia clase obrera en el marco “de las fronteras nacionales de su Estado” los trotskistas han llamado a los obreros de los países del “tercer mundo” a enrolarse y morir detrás de la fracción de la burguesía nacional “más progresista”, “menos reaccionaria” o “más revolucionaria” que se revelará de hecho ser la más “prorusa”.

De hecho los trotskistas han luchado para que los trabajadores del mundo entero apoyen esas “luchas de liberación nacional” abriendo aún más la fosa entre los proletarios de cada país, haciéndolos asesinarse entre ellos, desviándolos de su verdadero enemigo: la burguesía mundial, cada burguesía nacional, cada imperialismo.

Así pues, como se ha visto, la actividad de los grupos trotskistas desde finales de los años 60 se inscribe completamente en la línea de la degeneración de los años 30 y de su pasaje al campo burgués durante la segunda guerra mundial. El crecimiento relativo de los grupos trotskistas estos último años se explica, a la luz de los cambios acaecidos en la vida del capitalismo hacia finales de los años 60 y su entrada en una nueva fase de crisis económica, con el resurgimiento de las luchas del proletariado mundial. Es a la luz de los problemas y necesidades que se imponen al capital que se puede comprender el reforzamiento del lugar de los trotskistas.

LL

(Revolution Internationale N° 26, 27, 28 y 29: 1976)


[1] El artículo se escribió en 1976, mucho antes de la caída de los regímenes estalinistas en 1989

Los errores fatales de Trotsky, un análisis erróneo del ciclo

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Contrariamente a la actividad de los “trotskistas” después de 1945, la de la corriente trotskista de 1938 tal como derivaba del programa de transición, estaba al menos relacionada con una tentativa de apreciación de la naturaleza del periodo (la agonía mortal del capitalismo, la ausencia de desarrollo de más fuerzas productivas, la próxima reemergencia del proletariado revolucionario). Aún si este análisis hubiera sido correcto, no habría justificado los extravíos oportunistas y activistas de Trotski. Pero importa recordar a los campeones actuales del empirismo que el viejo revolucionario tenia aún la preocupación que ellos han perdido: fundar su actividad sobre una comprensión de la situación objetiva.

Todos los segmentos de la obra teórica y política de Trotski están enlazados, en esta época, por un solo y mismo fin: la convicción de un ascenso revolucionario del proletariado. Trotski siempre percibió el retroceso mundial de la revolución como un fenómeno temporal, resultado de una interrupción momentánea del ciclo de luchas iniciado en 1917. En esta perspectiva, la derrotas, lejos de abrir todo un ciclo contrarrevolucionario (crisis/guerra/reconstrucción) lejos de arrebatar todas las adquisiciones organizacionales del ciclo anterior, no representaban ante sus ojos más que una pausa inestable, preludio de nuevas explosiones.

Es esta convicción jamás cuestionada la que se relaciona con su defensa de organizaciones pretendidamente “obreras”, que siguen siendo a pesar de sus jefes “conquistas” a defender. Es este el fundamento de su percepción de la burocracia rusa como una “bola en la cumbre de una pirámide”, de los sindicatos como “adquisiciones” de Octubre. Partiendo de estas premisas, Trotski cometió el error de considerar el fascismo como una reacción a un peligro de revolución proletaria, en tanto que éste no había podido desarrollarse sino porque la curva de la lucha de clase estaba ya en descenso (este error conduciría a Trotski a pensar que en Alemania en 1933, la presión de la clase podría “obligar” al PC y la SD a organizar el contraataque). Es igualmente esta convicción la que justificaba a los ojos de Trotski, la creación de una “Internacional” artificial, andamiaje apresurado destinado a destacar la vanguardia, la cual él estaba persuadido que se mantenía, como adquisición de luchas anteriores en el seno de las organizaciones estalinistas y socialdemócratas.

Sólo semejante visión puede explicar que en plena debacle del proletariado (1936) Trotski haya podido escribir sin dudar: “En Francia, los reformistas han logrado... canalizar y frenar al menos momentáneamente el torrente revolucionario. En los Estados Unidos hacen todo lo que pueden para contener y paralizar la ofensiva revolucionaria de más masas' y en fin en Alemania “los soviets cubrirán al país antes de que Weimar reúna una nueva asamblea constituyente...”

Trotski no había comprendido que desde el aplastamiento de la revolución alemana (1923), última esperanza de una recuperación del movimiento, se había impuesto la contrarrevolución, es decir el capital decadente, el que impone su lógica a todas las conquistas, a todas las organizaciones permanentes y que desviaba para sus propios fines las luchas. Crisis, fascismo, New Deal, Frente Popular, guerras locales y luego guerra generalizada, reparto del mundo, guerra fría, reconstrucción, no serán más que momentos de la contrarrevolución arrogante, segura de ella misma que, sobre el cadáver de la revolución, penetra las adquisiciones anteriores del movimiento y las vacía de su contenido proletario. En el curso de este ciclo sangriento, bárbaro, inhumano, todas las iniciativas de clase son desviadas hacia el terreno de la defensa de una fracción del capital contra otra.

Es verdad que en 1938 el capitalismo se halla en un marasmo espantoso y que hasta 1947-49 jamás la miseria de las masas había sido tan aguda. Pero lo que importaba comprender es que: cuando el proletariado en tanto que clase autónoma había sido eliminado de la escena, era el capitalismo el que superaba la crisis por sus propios medios (guerra/reparto/reconstrucción). Nada será dispensado a la clase obrera: es con su sangre y sus ilusiones como será establecido el nuevo mapa del mundo, de Cataluña a Stalingrado y de Dresde a Varsovia. Y es con el sudor de los trabajadores como será “reconstruida” la economía capitalista mundial.

En estas condiciones, el papel de los revolucionarios no era correr tras las masas desmoralizadas, dejando sus principios a un lado, y tomando parte en cada uno de los episodios de la lucha intestina del capital que es ante todo una lucha unánime contra los trabajadores, ni rumiar la poción milagrosa “transitoria” destinada a crear el “puente” entre su pasividad y la revolución, sino entregarse a un trabajo de estudio crítico de las experiencias pasadas y de preparación teórica, defendiendo los principios de clase y resistiendo a todas las tentaciones activistas e impacientes.

Ese trabajo, lo han cumplido algunas minúsculas fracciones salidas de las “Izquierdas” italiana y alemana, bien o mal, pero lo han cumplido. Que hayan sufrido ellas mismas la presión del periodo, que hayan atrapado en el curso de ésta interminable travesía enfermedades sectarias y dogmáticas o por el contrario empiristas, no cambia nada el hecho que es gracias a su lucidez como nosotros podemos actualmente superar el trotskismo.

La naturaleza de la URSS

Desde la segunda guerra mundial la cuestión de la naturaleza de la URSS no es ya una discusión abierta entre revolucionarios, sino una frontera de clase para los internacionalistas. La caracterización del capitalismo ruso como un Estado “obrero” conduce a la defensa de un imperialismo en un conflicto armado. Reconoce de hecho un papel progresivo al estalinismo y a la acumulación nacional: en una palabra, al capital envuelto con frases “socialistas” conduce por otra parte a la defensa de las nacionalizaciones, es decir a la tendencia del capitalismo decadente al capitalismo de Estado.

Esto siembra la confusión entre los trabajadores porque proclama, lo quiera o no, que no es posible para la clase obrera salir del falso dilema en que ha sido encerrada por décadas y del cual apenas comienza a salir: Elegir entre el capital ruso o el capital occidental.

Esto no es todo, la teoría del “Estado obrero degenerado” oscurece igualmente la comprensión de lo que es el capitalismo. Implícita o explícitamente, el análisis de Trotski que reduce el capitalismo a un cierto número de características, formales, jurídicas, parciales, fijas (la propiedad individual de los medios de producción, su venta, el derecho de herencia, etc..). Se prohíbe a si misma penetrar en el corazón de las contradicciones del sistema. No reconoce esas contradicciones en la URSS porque en realidad no las reconoce tampoco en los países capitalistas tradicionales.

Caracterizar a la URSS como un Estado obrero, es de entrada y ante todo afirmar que en la época de la dominación del capital a escala mundial, seria posible para un Estado nacional escapar al menos parcialmente a las leyes del modo de producción capitalista. Tal concepción monstruosa no puede descansar más que sobre una visión completamente falsa del capitalismo en tanto que sistema histórico y mundial.

Consideremos un instante un caso puramente imaginario y absurdo. Imaginemos que Rusia protegida por una muralla impenetrable, vive en la más completa autarquía frente al mercado mundial. Supongamos también que ninguna de las “categorías” aparentes del capitalismo pueda ser descubierta; que el sistema considerado en sí mismo presenta el aspecto de una gigantesca sociedad de esclavitud generalizada, sin intercambio exterior ni interior, sin dinero, sin capital. Supongamos aún que los esclavos son remunerados en especie y que el Estado “planifica” toda la economía hasta el último tornillo o grano de trigo.

Y bien, aún en este caso extremo y puramente hipotético, tendríamos el derecho de afirmar que sin salariado, sin intercambio, sin capital, las LEYES de la sociedad rusa estarían enteramente determinadas por las del mercado mundial y que sin “valor” reconocible, la LEY del valor constituiría la LEY que se oculta detrás de cada una de las manifestaciones de esta economía.

La autarquía no es más que una forma de la competencia. Aún si la acumulación estatal no revelara la forma capital/dinero, el excedente, el plusvalor y los productos del trabajo, la forma mercancía, la concurrencia con el capital mundial es lo que determinaría directamente la tasa, el ritmo y la forma de esta acumulación, es ella y solamente ella, la que permitiría comprender las relaciones sociales de producción y su dinámica y no la “maldad”, el “autoritarismo”, el “parasitismo” o el “burocratismo”“de los “gerentes”.

La simple necesidad de mantener esta autarquía exigiría la explotación feroz, intensiva, taylorista, sin cesar acrecentada de los trabajadores. Más la competencia internacional capitalista se agudizara, más la productividad del trabajo se acrecentara, más nuevas procedimientos técnicos, nuevas armas aparecieran, y más la autarquía dependería de la capacidad de los “burócratas” de acrecentar la productividad de su parte, de inventar nuevos procedimientos, nuevas armas. No es más que siguiendo paso a paso las necesidades impuestas por la concurrencia mundial que los faraones de este Estado imaginario podrían edificar las murallas que les dieran la ilusión de “escapar” a sus leyes. Es por ello que estaríamos perfectamente en el derecho de calificar a estos faraones como funcionarios del capital, capitalistas, porque no serían más que los representantes en el seno de esta fortaleza de la necesidad ineluctable de acumular, necesidad que es totalmente impuesta por el CAPITAL en tanto que modo de producción mundial. Aunque revistiera el aspecto de una negación aparente de las “categorías” del capitalismo, tal Estado no sería más que la personificación extrema del sistema, porque lejos de ejercerse mediante todo un juego de oferta y demanda y de ser obstaculizadas por restos precapitalistas, las leyes del capitalismo mundial se ejercerían directamente por intermedio de los funcionarios de este Estado, verdaderos sátrapas del capital internacional.

Aún en ese caso extremo sería completamente legitimo llamar a los burócratas rusos capitalistas tal como era legítimo para Marx llamar así a los esclavistas del sur de los Estados Unidos porque, decía él, no son esclavistas más que en (y por relación) a un sistema capitalista. En un mundo capitalista, aún en el país imaginario de los faraones modernos, el despotismo en el seno de la fábrica estaría subordinado a la anarquía del mercado, y la “planificación” a las leyes ciegas de la competencia.

Desgraciadamente para los sostenedores de la absurda teoría del “Estado obrero degenerado”, la realidad contradice aún más implacablemente los fundamentos de su análisis. En efecto, no solamente Rusia no vive en la autarquía, sino además todas las manifestaciones esenciales del capitalismo se hallan abiertamente establecidas en Rusia misma, no solamente en el sentido tomado más arriba, sino igualmente bajo una forma “interna” fácilmente reconocible. Los trabajadores rusos son remunerados bajo la forma de salario-dinero. Este hecho por sí solo implica la existencia del intercambio, de la producción mercantil, de la ley del valor, de la dominación del trabajo muerto sobre el trabajo vivo, del beneficio capitalista y de la baja de su tasa, ¡aún para los miopes trotskistas que analizaran a Rusia aisladamente!

Pero los herederos de la “revolución traicionada” se muestran incapaces de comprender la identidad de las tareas sociales de los proletarios rusos o americanos, chinos o franceses, polacos o alemanes. Los de los países llamados “socialistas” no deben dejarse engañar por las consignas “reformistas” (“democracia”, “reducción de los privilegios”, “autogestión”...) y los de los países capitalistas tradicionales por los discursos sonoros contra los “trusts” y las -especulaciones- o los “parásitos”. Las tareas de los obreros de los dos bloques se confunden: Destruir al Estado burgués primeramente a escala mundial y enseguida destruir la forma valor de los productos del trabajo (es decir, el hecho que sean intercambiados por intermedio de un equivalente general, según el tiempo de trabajo social necesario para su fabricación) aboliendo a escala del globo la separación de los trabajadores de los medios de producción y toda competencia, nacional o internacional. Destruyendo el salariado (intercambio de la mercancía fuerza de trabajo por un salario) y la producción mercantil (intercambio de mercancías). Esto es llevar a la muerte al capital, que no es ni el “poder de los monopolios”, ni de “doscientas familias” sino una relación social. Todo el resto: “nacionalizaciones”, “control obrero sobre las ganancias” no son más que propuestas para administrar mejor el capitalismo.

En los países del Este, el trotskismo se presenta como una corriente reformista que lucha por la revolución “política” que dejaría intactas las relaciones de producción capitalistas añadiéndole simplemente más palabras: “control obrero” y “democracia obrera”. Como no alcanza a comprender que el capitalismo de Estado no es más que la realización de las tendencias intimas del capitalismo tradicional en la época de su declive, se revela incapaz de superar mediante el pensamiento y la práctica el marco de estas tendencias y no hace más que avanzar un programa máximo que se mantiene sin llegar a la destrucción de las relaciones capitalistas.

En la hora en que el capital somete a toda la humanidad a sus propias necesidades, no es posible ser revolucionario en Paris y reformista en Gdansk, o internacionalista en Turín y chovinista en Moscú.

La guerra de España

La toma de posición de Trotski respecto a la guerra de España debía revelar la profundidad de su regresión en relación a los principios comunistas e internacionalistas. Por crítico que fuera, su apoyo al Frente Popular, al Estado burgués democrático y a la guerra imperialista que llevaban a cabo, constituía el signo precursor del hundimiento de la 4ª Internacional en el chovinismo en el curso de la segunda guerra mundial.

La posición de Trotski durante la llamada guerra “civil” es una obra maestra de centrismo. Comienza partiendo en tajos con violencia a la “democracia burguesa” y declarando que sólo la acción independiente del proletariado puede asegurar su propia victoria. Critica ferozmente no solamente el papel contrarrevolucionario de los estalinistas, sino también el de los anarquistas, del POUM, calificado a justo título de “ala izquierda del frente popular”. Sin embargo, el ex gran revolucionario ruso declara aceptar el mando oficial, en tanto que “no seamos tan fuertes como para derribarlo” y pone en guardia al proletariado contra toda tentativa de destrozar actualmente al gobierno de Négrin.., lo que “no serviría más que al fascismo”. (Tomo II de sus Escritos). Extremista en verdad, preconiza “delimitarse netamente de más traiciones y los traidores, sin dejar de ser los mejores combatientes del frente”.

La posición de Trotski se fundaba sobre un análisis completamente falso de las relaciones de clase en España. Consideraba que en el seno de la clase “republicana” se desenvolvía una revolución híbrida, confusa, medio ciega y medio sorda, que se trataba de transformar en revolución socialista. El describía la lucha entre los dos frentes de la lucha entre dos clases sociales, subyugados uno por la democracia burguesa, otro por el “fascismo”. En suma para Trotski, el ejército proletario con jefes burgueses: “si al frente de los obreros y campesinos afiliados, es decir de la España republicana, hubiera habido revolucionarios y no agentes cobardes de la burguesía...”, ¡si hubiera revolucionarios al frente del Estado burgués...! ¡No es Louis Blanc quien habla, es el hombre que un día estuvo al frente del soviet de Petrogrado!

En la época, la fracción de la “Izquierda Italiana” reagrupada alrededor de la revista “Bilan” mantiene un diagnóstico radicalmente diferente al que estaba en la base de esta visión fantasmagórica de una revolución “medio conciente” (?) que avanzaba a pies juntillas a la masacre bajo las órdenes de los “agentes cobardes de la burguesía”. De hecho, como lo muestran los camaradas de BILAN, si el levantamiento de julio del 36 contra los facciosos había constituido una primera emergencia del proletariado sobre sus propias bases de clase (huelga, armamento autónomo de los obreros, milicias...), sin embargo, “la fracción democrática de los representantes del capital había logrado encerrar al proletariado en un terreno antifascista de guerra civil, enrolar a los obreros en un ejército permanente burgués y reemplazar completamente los frentes de clase por frentes territoriales”.

El ataque frontal no había tenido éxito, pues la burguesía democrática había logrado fijar a la clase obrera sobre una base en que no podría ya afirmarse en tanto que fuerza autónoma.

Desde entonces la guerra “republicanos-nacionalistas” no era más que un conflicto intercapitalista, donde los obreros totalmente sometidos al Estado burgués se hacían masacrar por intereses que no eran los suyos. Además, como todo conflicto entre dos Estados burgueses, la carnicería española se volvió inmediatamente un momento de la guerra imperialista mundial donde los diferentes países tomaron más o menos claramente posición, por supuesto bajo la cubierta de “fascismo” o “antifascismo”, y donde los obreros y los campesinos pobres regaron su sangre al son de los cañones franceses, alemanes, rusos, etc.

En tales condiciones, la única oportunidad, por ínfima que fuera, de ver abrirse un proceso revolucionario, era oponer a los frentes imperialistas los frentes de la lucha de clase sin ningún temor de debilitar el frente republicano y llamando a los obreros a ser los “mejores combatientes” del frente de clase que ellos mismos debían instituir en el seno de los dos frentes imperialistas y no del “heroico” ganado del ejercito burgués, Los eternos “realistas” chillarán que ello hubiera favorecido a Franco, Pero la única oportunidad de batir a Franco era llevar la lucha de clase a las regiones que ocupaba y para ello hacía falta para comenzar que esta emergiera sin ningún compromiso, allí donde se encontraban las fracciones más avanzadas del proletariado, en las llamadas zonas “libres”. Aunque se declaraba en general de acuerdo con esta verdad elemental de que los obreros debían cumplir la revolución social contra Caballero y Franco, Trotski fue conducido por su visión superficial de las cosas a tomar partido de manera “crítica” por un ejército imperialista.

Hacia el final de la guerra en 1938-39 Trotski radicaliza su lenguaje al punto de retomar las tesis de la “Izquierda Italiana”, pero sin romper jamás con su catastrófica concepción según la cual en el interior de una guerra conducida por un Estado capitalista puede desarrollarse un proceso revolucionario que no trastorne completamente la disposición de los frentes y que bajo la dirección de un ejercito burgués permanente podía caminar una “revolución inconsciente”.

De esta capitulación a, la del conjunto del movimiento trotskista durante la guerra de 1940-45, no había más que un medio paso.

El programa de transición

El programa de transición es la continuación directa de la estrategia de la Internacional Comunista a partir de sus 2º y 3º Congresos. La discusión sobre la táctica “transitoria” es de una importancia fundamental. Esta saca a la luz la divergencia infranqueable que separa a los revolucionarios de los trotskistas. No podemos aquí agotar la riqueza de la cuestión que es la de la relación dialéctica entre luchas económicas y políticas, el movimiento y el fin, la clase y el programa, etc... Pero podemos intentar delinear el nudo del problema y mostrar al mismo tiempo que Trotski no lo aborda tampoco y se contenta con acomodar los vejestorios socialdemócratas en una salsa “radical izada”.

Un programa mínimo en la época que no puede haberlo ya

Trotski pretende “superar” la tradicional separación entre programa mínimo y máximo, estableciendo un programa de reivindicaciones transitorias susceptibles de entablar una relación entre las demandas inmediatas y la revolución. Este objetivo de ir más allá de la ruptura heredada del siglo XIX es loable. Pero precisamente, Trotski cae exactamente en el defecto que denuncia, al establecer un programa que no es el programa comunista. Trotski reconoce la necesidad ¡de que hubiera dos programas comunistas! Pero el segundo, si quiere tener una razón de ser, debe estar compuesto de reivindicaciones que no sobrepasen el marco burgués (si no, formarían parte del programa comunista), por tanto de reivindicaciones “mínimas”. Al reconocer que pudiera existir en la hora de declive del capitalismo, otro programa diferente al de la revolución comunista, Trotski divide nuevamente el proceso proletario y su curso en dos etapas: actualmente las reivindicaciones inmediatas, mañana el programa revolucionario. Que pretenda que las primeras conduzcan al segundo no cambia nada: ¡los socialdemócratas lo afirmaban también!

Hay que ser coherente: O bien existe un solo programa y este es el programa máximo, o bien existen dos y entonces se recae en la vieja dicotomía programa máximo / programa mínimo.

Por tanto, lejos de establecer la relación entre el movimiento elemental y el objetivo final, el programa de transición los disocia. La mejor prueba del hecho que el programa de transición no es más que un programa mínimo cubierto con una capa de fraseología “radical”, es que abunda en demandas reformistas y que el programa comunista se halla totalmente ausente (aún si Trotski reconocía aquí y allá la necesidad de la revolución).

Es así que se encuentra el “control obrero” (sobre el capital), el gobierno “obrero y campesino”, la reivindicación de las “grandes obras públicas” la expropiación de ciertas (?)ramas de la industria entre las más importantes para la existencia nacional (!) o de ciertos grupos la burguesía entre los más parásitos (!!!)”, “un sistema único de crédito, según un plan racional que corresponde a los intereses de toda la nación (¿!)”, “banca estatal única” y otras sandeces ni aún dignas del programa común de la izquierda. En ninguna parte se encuentra la destrucción del Estado burgués, la dictadura del proletariado, la destrucción de la competencia, de las naciones, del intercambio y de la forma valor de los productos del trabajo, del salariado. Trotski desea modernizar, estatizar el capital y generalizar el salariado, Marx, en cambio, deseaba destruir el capital y abolir el salariado.”

“Pero” nos responderán los trotskistas, “nosotros estamos de acuerdo, solamente que es el programa final y entre tanto, queremos otro programa para movilizar a las masas”, bien, pero entonces dejen de andarse hipócritamente por las ramas y reconozcan que tienen necesidad de dos programas, uno “mínimo” y otro “máximo”, uno para la lucha y otro para los discursos, ¡uno para los días de entre semana y otro para el domingo! y por favor, dejen de mofarse de los socialdemócratas, que al menos ellos lo reconocen abiertamente.

Un esquema utópico y burocrático

Los comunistas no tienen un programa para la sociedad capitalista. Pero es obvio que le conceden una importancia decisiva a las luchas elementales que surgen espontáneamente de su suelo. No comparten el desdén académico de los intelectuales burgueses por esas cuestiones “cuantitativas”. Saben que la crisis social produce una revuelta contra las condiciones sociales de existencia tales como se manifiestan cotidianamente para los trabajadores y que no es más que a partir de esta revuelta que una toma de conciencia de la necesidad de transformar la sociedad puede efectuarse. Saben que es a partir de la lucha elemental espontánea del proletariado que se engrana el proceso que conduce a su propia superación.

Pero es justamente porque conocen las formidables posibilidades de ampliación, de desarrollo de los combates económicos sobre el terreno revolucionario, que no los encierran por adelantado en reivindicaciones rígidas. Todo catálogo de reivindicaciones fijado al inicio de un movimiento de clase obstaculiza la profundización de ese movimiento fijándolo sobre aspectos parciales antes que tenga tiempo de expandirse, de alcanzar su amplitud.

Porque los revolucionarios saben que un movimiento de clase rechaza sus ilusiones y sus fijaciones particulares más rápido que el tiempo que los revolucionarios requieren para editar sus hojas volantes, se cuidan como de la peste de aprisionar como Trotski la riqueza, la fuerza y las potencialidades de la lucha en un programa de reivindicaciones rígidas y en un esquema doctrinario.

No solamente el programa de transición es reformista por el contenido de sus demandas, sino además porque toda su lógica consiste en encerrar al movimiento en el saco estrecho de sus consignas, aún antes de que haya comenzado a desplegar sus gigantescas posibilidades de crecimiento.

Trotski no se contenta con desear fijar el proceso de la lucha de clase sobre aspectos parciales. Tiene además la pretensión de “programar” la sucesión de formas de lucha, desde la huelga hasta la insurrección Trotski desea hacer avanzar el movimiento en una especie de juego de la oca salido de su imaginación dogmática. Cree que la lucha va primero a tal casilla, luego bajo el impulso de tal consigna pasa a la casilla siguiente. Y por fin, después de haber “transitado” dócilmente los pasos previstos, arriba al objetivo final.

El movimiento real no sigue ningún esquema burocrático. Huelgas, luchas económicas, luchas políticas, comités de huelga, iniciativas informales, ocupaciones, Soviet: la lucha no se desenvuelve según un plan preconcebido, sino que sus formas se engendran mutuamente, se ínter penetran, se suceden, desaparecen y vuelven en el momento menos esperado.

Marx escribía que los comunistas no tienen principios particulares sobre los cuales pretenderían modelar el movimiento práctico de la lucha de la clase. Esta frase es más profunda de lo que se piensa. Significa que no corresponde a la organización de revolucionarios definir de manera idealista las formas y las reivindicaciones por adelantado. Ello lo hará el proletariado mismo en el fuego de la acción, según las circunstancias concretas y de una manera mucho más segura que no importa que minoría “esclarecida”.

En nuestra época una gran parte de los movimientos de clase parten sin reivindicaciones precisas y no es más que después de una cierta relación de fuerzas que se plantea el problema de fijar objetivos precisos, negociar, etc. Es esta ausencia de limites a priori que conlleva la posibilidad de la extensión del movimiento; de su profundización, de su radicalización. En estas condiciones, la función de los sindicatos y los trotskistas, es la de desgastar el movimiento clavándolo sobre limitaciones “realistas” desde el inicio.

Los revolucionarios saben dos cosas:

- que detrás de cada huelga se yergue la hidra de la revolución y que su función es únicamente expresar las tendencias revolucionarias inherentes a las luchas;

- que aún los éxitos económicos inmediatos dependen de una relación de fuerzas política a la escala de la sociedad y que menos el movimiento se fije sobre objetivos “realistas” y “razonables” al comienzo, más impondrá una posición de fuerza susceptible de obligar a la clase adversaria a ceder. Lo que tiene evidentemente el efecto de reforzar su determinación.

Movimiento y programa

Los revolucionarios no condenan ni fetichizan ninguna forma de la lucha de clase. Su papel no es modelar el movimiento, sino fecundarlo expresando su sentido general, por tanto haciendo todo por impedir que los sindicatos e izquierdistas limiten sus potencialidades y oculten su significación y su dirección.

Debemos ser a la vez extremadamente flexibles y extremadamente rígidos. Flexibles porque en tanto que miembros de la clase, sabemos en las circunstancias más diversas retomar, amplificar las formas, las reivindicaciones que surgen espontáneamente de la masa, formular lo que las masas sienten, lanzar consignas unificadoras porque van en el sentido de la extensión y de la radicalización del movimiento. Rígidos porque en tanto que organización, defendemos integralmente en cada momento como único programa, el programa comunista (el resto son compromisos efímeros). Tal es nuestra función especifica, porque es en torno a este programa que se reagrupan los trabajadores más concientes que atraen a los otros y es a partir de esta visión del objetivo que destacamos del movimiento las tendencias revolucionarias.

iTrotski está por la flexibilidad en el programa y el abandono del objetivo final y por el dogmatismo rígido frente al movimiento! El comunismo es el sentido del movimiento. Abandonar el comunismo, es traicionar la esencia misma del movimiento, es impedir su única realización: el comunismo.

Extractos del folleto: Ruptura con Lutte Ouvriere y el Trotskismo.

marzo de 1973.


El trotskismo, defensor de la guerra imperialista

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El trotskismo deja de ser una corriente del movimiento obrero cuando pasa definitivamente al campo del capitalismo en el curso de la segunda guerra mundial (1939-45). Durante la segunda carnicería imperialista de éste siglo, la IV Internacional trotskista rechaza la consigna derrotista de los bolcheviques: ¡transformar la guerra imperialista en guerra civil! que había sido el punto de reagrupamiento de las fuerzas revolucionarias proletarias contra la primera guerra mundial. Los trotskistas en efecto, defendieron el campo del imperialismo democrático y del estalinismo contra los imperialistas fascistas llamando a la transformación de la “guerra imperialista en una verdadera guerra por la defensa de la URSS y contra el fascismo”. Es de la mayor importancia para los revolucionarios de hoy comprender el proceso de contrarrevolución que diezmó y corrompió a numerosas fuerzas del movimiento revolucionario en el curso de los cinco décadas (en Rusia y otras partes). La manera en que esta degeneración afectó al trotskismo en particular, hasta quedar perdido para el movimiento proletario constituye el tema de este artículo. El trotskismo no perece físicamente como tendencia política (salvo en países como Rusia) como fue el caso de otras corrientes proletarias en los años 30 o durante la guerra. Perece de manera insidiosa, al dejar de ser un factor de resistencia revolucionaria y de reagrupamiento que había sido durante los años precedentes a la guerra, aún si era profundamente confuso acerca de numerosos puntos fundamentales.

Los trotskistas actualmente se esfuerzan en deformar u ocultar la importancia de sus actividades durante la segunda guerra mundial. sólo los más cínicos y los más estúpidos de ellos defienden esta parte de su carrera sin ninguna vergüenza. Pero en general los trotskistas se muestran muy discretos para discutir sobre sus actividades durante la guerra, en la medida en que ello haría aparecer a la luz del día que sus declaraciones de “internacionalismo” y de “antiestalinismo” auténticos no son otra cosa más que mentiras. La verdad es que los trotskistas durante la última gran guerra llevaron a la práctica lo que hasta entonces sólo habían defendido con palabras (si bien ha que recordar que en el curso de la guerra civil española, en 1936-38, los trotskistas participaron en este conflicto Inter. imperialista alineándose al lado de la república. En esta época, Trotski mismo pretendía que los revolucionarios debían ser ¡”buenos soldados” del ejercito republicano!)[1]

Hacia el campo del capital

En vísperas de la segunda guerra mundial, el trotskismo se hallaba sumergido ya en la política reaccionaria del “mal menor”. Se había incorporado al coro antifascista de la burguesía democrática, es decir, a sus preparativos guerreros, tomando la excusa de que el antifascismo representaba un “puente hacia las masas”. ¡y era efectivamente un puente! Pero un puente construido por las burguesías imperialistas democráticas y estalinistas con el objetivo de militarizar al proletariado y la población en preparación de un nuevo reparto del mercado mundial.

Luego que Hitler llega al poder en 1933, ¡Trotski llega hasta a urgir al imperialismo americano a apropiarse a Rusia para oponerse a la amenaza de Japón y Alemania![2]. Esta perspectiva “transitoria”, “táctica” de apoyo a un campo imperialista contra otro (sin admitirlo abiertamente) fue puesta en práctica por el trotskismo bajo múltiples vocablos en los años 30: apoyo a la “resistencia colonial” en Etiopía, China y México, apoyo a la España republicana, etc. El apoyo del trotskismo a los preparativos de guerra del imperialismo ruso fue igualmente muy claro durante todo este periodo (Polonia, Finlandia 1939) disimulado tras la consigna de “defensa de la patria soviética”.

La guerra comienza

Las actividades de los trotskistas durante la segunda guerra mundial donde, fuera de algunas excepciones, participaron activamente en los movimientos de resistencia financiados por los imperialismos “aliado” y estalinista, constituyeron el paso definitivo, lógico, del movimiento trotskista al campo del capital. A partir de entonces la naturaleza de clase del trotskismo como corriente política no podía ser más que capitalista. Los perros guardianes más radicales y más ruidosos del ala izquierda del capitalismo, es lo que todas las organizaciones trotskistas, grandes o pequeñas, han sido desde la guerra.

En Europa los trotskistas utilizaron tres argumentos principales para justificar su participación en la guerra imperialista al lado de la democracia burguesa y el estalinismo:

1) “La defensa incondicional de la URSS” (lo que significaba el apoyo al imperialismo ruso).

2) La defensa de la democracia burguesa (en tanto que “mal menor”) contra el fascismo (lo que significaba el apoyo a una banda de gángsteres imperialistas contra otra. ¡Lo cual es una posición social-patriota y no una posición comunista. internacionalista!).

3) La cuestión “nacional' en Europa. Esta se había vuelto según el trotskismo una realidad después de la ocupación por el ejército alemán de Francia, Bélgica, Países Bajos, Noruega, etc. Las masas deseaban la “independencia nacional” frente al “invasor nazi” según su lenguaje. El combate de las naciones oprimidas de Europa habría sido “progresista” nada menos y ello obligaría a los trotskistas a encontrar un “puente” hacia las aspiraciones patrióticas de las masas. Las “masas” incluían por supuesto a Roossevelt, Churchill, De Gaulle, la GPU además de todo el aparato de Estado imperialista de Europa que había sido maltrecho por el imperialismo alemán, italiano y japonés. El “puente” que buscaban los trotskistas no era muy difícil de encontrar. Fue ávidamente puesto en pie con la ayuda del oro y las armas de los aliados que financiaron la resistencia y los maquis (guerrillas).

Con esas tres justificaciones, los trotskistas en Francia, Bélgica, Italia, etc. se unieron a la resistencia y fueron muy activos. En Francia, en todas partes donde los trotskistas alcanzaron cierta influencia en el interior del ejército alemán (como en Brest por ejemplo), llamaron a los soldados alemanes a rendir sus armas a la resistencia por “la defensa de la URSS”. Para los trotskistas franceses, el imperialismo alemán era el “enemigo n° 1”[3]. Las publicaciones en alemán de los trotskistas franceses (en particular el grupo “La Verdad”, el Partido Obrero Internacionalista) llamaban a los soldados alemanes en Francia a volver sus armas contra sus oficiales y la Gestapo y a fraternizar con el maquis (es decir con las tropas de una parte de la burguesía francesa), Pero no llamaban a las tropas del maquis a volver sus armas contra sus propios oficiales de la resistencia o contra los agentes estalinistas que dirigían al maquis[4].

Ciertos trotskistas franceses “criticaron” esas “desviaciones nacionalistas” practicadas por los patriotas trotskistas más toscos. Pero defendían las premisas políticas del trotskismo que condujeron implacablemente al abandono del internacionalismo (apoyo a Rusia, a la democracia burguesa, etc.). No fue un accidente si esas criticas jamás llevaron a ninguno de esos grupos “ortodoxos” (incluido el “más puro” de entre ellos, la Unión Comunista de Barta, precursor del grupo francés Lutte Ouvrire) a abandonar las posiciones burguesas del trotskismo. Para todos los trotskistas franceses que criticaban las “desviaciones nacionalistas” en su seno, éstas eran el resultado de “errores” o de “oportunismo” y no una cuestión decisiva que implicara el salto de las fronteras de clase.

Los mejores enemigos de Hitler

En los Estados Unidos el “Socialist Workers Party” (SWP) prometía al gobierno llevar un “verdadero combate” contra Hitler con la única condición de que la administración Roosevelt le permitiera actuar en el “control sindical de la conscripción” y en la economía de guerra. Estas ofertas no fueron aceptadas y esto, por otro lado, no impidió al SWP ser perseguido por error, como “peligro claro y presente” contra el esfuerzo de guerra americano en el juicio de Minneapolis en 1941. Aunque Cannon y el resto de la dirección del SWP se prosternaron a los pies del jurado, ello no les salvó de la condena a penas de prisión, relativamente ligeras. Pero su postración ante la justicia no fue simplemente el resultado de su cobardía personal; era lógica en función de la capitulación, anterior a la guerra, del trotskismo frente a la ideología antifascista del imperialismo democrático.

Algunas semanas después que Trotski fue asesinado por orden de Stalin, Cannon desarrolla hasta el fin la lógica implicada en la propia política oportunista de Trotski frente a la guerra. En ocasión de una conferencia especial que el SWP tuvo en Chicago en septiembre de 1940, Cannon defendía la “proletarización” de las fuerzas armadas americanas: “Deseamos combatir a Hitler. Ningún obrero desea ver a esta banda de bárbaros fascistas en este país o en cualquier país que sea. Pero deseamos combatir al fascismo bajo una dirección en la cual podamos tener confianza... No permitiremos jamás que suceda lo que sucedió en Francia... Los trabajadores por ellos mismos deben tomar este combate contra Hitler, contra todo aquel que usurpe sus derechos... La contradicción entre el patriotismo de la burguesía y el de las masas debe ser el punto de partida de nuestra actividad revolucionaria. Debemos basarnos en la realidad de la guerra y en la reacción de las masas a los acontecimientos de la guerra” (Los marxistas en la segunda guerra mundial- de Brian Pearce).

Así las “aspiraciones de las masas” constituyen la razón dada para determinar el apoyo del trotskismo al imperialismo de los aliados. Pero esta supuesta aspiración “antifascista” del proletariado no existía en ninguna parte en 1939, sobre todo a la escala inventada por el trotskismo. Y aún si ello hubiera sido el caso, habría representado la dominación de la ideología democrática burguesa sobre la conciencia de la clase en el seno del proletariado. Una cosa que los revolucionarios deberían haber combatido (lo que hicieron, por otra parte), exactamente como Lenin y los bolcheviques lucharon contra otras formas de patriotismo nacional que encerraba a las masas durante la primera guerra mundial.

Pero el trotskismo comprendía que este apoyo al imperialismo debía basarse en una cierta voluntad de resistencia del proletariado contra la masacre en masa. Tal era la única vía que podía trazar el capital mismo para arrastrar a los obreros a apoyar un campo de la burguesía contra otro en la guerra imperialista. La ideología antifascista fue la mistificación ideal que requería el capital para esta fin, el estalinismo y el trotskismo fueron sus principales propaladores en el seno de la clase obrera durante la guerra. Los trabajadores ingleses que producían los blindados para el ejército ruso por ejemplo, fueron autorizados a escribir “Greetings to Uncle Jo” (“saludos al tío Stalin”) en el flanco de los blindados, lo que le animaba a trabajar más duro y a producir más blindados en menos tiempo, El trotskismo jamás se opuso a tales campañas. El hecho que los blindados fueran más tarde utilizados para los designios imperialistas de Gran Bretaña, para asesinar y mutilar a otros trabajadores en uniforme, no contaba para los trotskistas desde el momento en que los blindados iban a defender la patria de los trabajadores.

La ideología antifascista de los trotskistas sirvió de justificación para la defensa de todos los imperialismos aliados -inglés, ruso, francés, americano, etc. Ello quiere decir que el trotskismo tenía numerosos grandes jefes en la época, tal como hoy.

Munis y Natalia Trotsky rompen con el trotskismo

Las actas judiciales oficiales del juicio de Minneapolis jamás han sido ofrecidas al público por el SWP americano. La versión editada por el SWP (bajo el título “EI socialismo en juicio”) difiere de las actas oficiales en varios puntos importantes. Los propósitos de Cannon reportados en el acta oficial abogan en efecto en favor de una orientación pro americana y expresan las lamentaciones de un patriota americano incomprendido. Sin embargo, en la versión del SWP los peores excesos de Cannon son propiamente eliminados, aunque el tono vil de la declaración de la defensa no desaparece jamás. El trotskista español Grandizo Munis quien se oponía a la posición defensista del SWP y de sus partidos hermanos escribió en 1942 una crítica fraternal del SWP durante el juicio que se tradujo en “¿Qué política para los revolucionarios? ¿Marxismo o ultraizquierdismo?” La respuesta de Cannon, igualmente publicada en este folleto elude y por tanto confirma las críticas de Munis. Este replica en “El SWP y la guerra imperialista”, una crítica más elaborada de la actitud en el juicio, que reducía a nada los argumentos en favor del socialpatriotismo avanzados por el SWP. Este folleto no fue puesto en circulación por el SWP a pesar del hecho que Munis era aún formalmente miembro dirigente de la IV Internacional (en 1946).

Natalia Trotski que más tarde siguió la vía de Munis y de la mayoría de los trotskistas españoles y rompió con el trotskismo en 1951, levanta las mismas acusaciones contra la IV internacional. Es importante notar que Munis, Péret, Natalia Trotski y otros revolucionarios de este periodo fueron capaces de ver que la “defensa incondicional de la URSS” de Trotski había sido una de las cortinas de humo detrás de las cuales el trotskismo capitulaba frente a sus propios imperialismos nacionales (en Francia, Gran Bretaña, Bélgica, Estados Unidos...) Estos revolucionarios debieron por supuesto, revisar su posición sobre Rusia y reconocerla como capitalista de Estado. Pero las criticas de Munis y Peret sobre el trotskismo iban más allá de la cuestión rusa. Contenían también una denuncia profunda -aunque parcial- de las concepciones y la práctica de la Comintern en el pasado.

El segundo congreso de la IV Internacional, en 1948 ignora naturalmente la sustancia de las criticas de Munis. Así este congreso prueba que el trotskismo se había adherido, sin ser profundamente sacudido en tanto que cuerpo unido, al campo burgués. La traición al internacionalismo, en una guerra imperialista es el criterio definitivo para determinar la naturaleza burguesa de una organización política anteriormente proletaria. El congreso de 1948 ratificó esta traición[5].

Los grupos trotskistas que revisaron ulteriormente su posición sobre Rusia (por ejemplo las tendencias de Chaulieu, Tony Clif, Johnson-Forest, etc...) pero que ignoraron o fueron incapaces de denunciar implacablemente el, papel del trotskismo durante la guerra y por consiguiente la mayor parte de los errores programáticos de fondo de la Comintern en el pasado (apoyo a la liberación nacional, trabajo en los sindicatos, parlamentarismo, frentes unidos etc.) retornaron al izquierdismo o aún a la política de izquierda.

El congreso de 1948 ratificó solamente el patriotismo de los trotskistas durante la guerra y adoptó igualmente la defensa total del estalinismo. Esto constituye una de las razones principales de la existencia del trotskismo actualmente. En 1949 Tito, quien ejecutaba a los trotskistas en Belgrado en 1941, dispondrá del apoyo de la IV Internacional; y en 1950 la “teoría de la asimilación estructural” será retomada por el trotskismo con el fin de demostrar que los países de Europa del Este debían ser defendidos de la misma manera que el Estado “obrero” ruso original.

La segunda guerra mundial no termina con la victoria del proletariado, sino con su derrota más absoluta.. Pero según el trotskismo el balance fue finalmente positivo porque la economía nacionalista rusa había sido exportada hacia Europa del Este. El hecho que esto se hubiera realizado sobre las espaldas de más de 50 millones de cadáveres, después del desmembramiento imperialista de todo el planeta, no tenia más que poca importancia. ¡La lógica bárbara de la política capitalista del trotskismo queda contenida en la afirmación de que las “formas de propiedad socialistas” pueden expandirse en el mundo por intermedio del mayor asesino del proletariado: el estalinismo! La Spartacist League americana lleva esta concepción reaccionaria hasta su conclusión más horrible cuando afirma en 1964 que en “el paraguas nuclear soviético debe cubrir Hanoi!”, para los trotskistas, la consigna original de los bolcheviques contra la guerra se transforma en su contrario: transformar la guerra imperialista en... barbarie imperialista.

En el campo del capital para siempre

El papel del trotskismo actualmente consiste en defender al imperialismo, tal cual lo hizo en 1939-45. La mayoría de estos grupos estalinistas de izquierda en los Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, etc., están ya firme y legalmente asociados al aparato político del Estado capitalista. Son los defensores más encarnizados del capitalismo de Estado y de la política de la izquierda del capital (los sindicatos, los partidos estalinistas y socialdemócratas).

Para el trotskismo actualmente el mundo de la postguerra se halla dividido por una lucha entre dos campos sociales diferentes y enemigos: el mundo imperialista occidental de un lado y Rusia más sus “Estados obreros degenerados estructuralmente asimilados” del otro (además de algunos otros “Estados obreros” que vegetan entre estos dos campos). La lucha de clases descrita por Marx con tanta precisión, pasión y convicción, ha desaparecido completamente de la visión del mundo trotskista. La división en clases que separa al proletariado mundial de la burguesía mundial no es ya la lucha central que forma la base de la sociedad capitalista. En su lugar, la humanidad estaría confrontada a una lucha entre Estados nacionales, entre “sistemas económicos” supuestamente opuestos al capitalista en el Oeste, que serían el “socialismo” en el Este. Lo que significa que el trotskismo pone a la clase obrera mundial a remolque de las políticas adoptadas por el Estado “obrero”. (es decir de la política exterior rusa). Como estas políticas deben ser progresistas, el proletariado debe defenderlas independientemente de las necesidades de su propia lucha de clase. Además, la clase está obligada a defender todos esos Estados que los trotskistas han clasificado como “Estados obreros”. Esto es hecho completamente en la línea de la política “internacional” preconizada en 1928 por la Comintern estalinista al proletariado mundial:

“La Unión Soviética es la verdadera patria del proletariado, es la defensora más firme de sus intereses y el factor principal de su liberación internacional. Esto obliga al proletariado mundial a contribuir al éxito de la edificación socialista en la Unión Soviética, y a defender al país de la dictadura del proletariado por todos los medios contra los ataques de las potencias capitalistas” (Programa de la internacional Comunista, VI congreso, 1928).

Los trotskistas actualmente saludan no una sino numerosas casi innumerables “Uniones Soviéticas”, que “necesitan” la defensa incondicional del proletariado mundial. Aunque Trotski afirma en 1940 que la cuestión de la conservación de la forma de propiedad del Estado nacionalizado en Rusia se hallaba subordinada a la cuestión de la extensión de la revolución mundial, para el trotskismo de hoy, la revolución mundial ha desaparecido por entero y no se trata ya más que de una cuestión de apoyo al estalinismo, aunque de manera “critica”.

En 1940 Trotski realizó la falsa previsión siguiente a propósito del desarrollo del estalinismo:

“la alternativa histórica planteada de manera extrema se presenta como sigue: o el régimen de Stalin es un residuo repugnante en el proceso de transformación de la sociedad burguesa en una sociedad socialista, o el régimen de Stalin es la primera etapa de una nueva sociedad de explotación. Si el segundo pronóstico se revelara correcto, entonces seguramente la burocracia se volverá una nueva clase explotadora. Sin embargo, si el proletariado Mundial tuviera que revelarse actualmente incapaz de cumplir la misión puesta frente a él en el curso del desarrollo, no quedaría nada salvo el reconocimiento de que el programa socialista, basado en las contradicciones de la sociedad capitalista, ha sido una utopía” (En “Defensa del Marxismo”).

Pero Trotski insistía igualmente en el hecho de que el final de La 2ª Guerra mundial decidiría finalmente la naturaleza de clase del estalinismo. Como hemos visto, los trotskistas respondieron a la guerra traicionando el internacionalismo y apoyando al imperialismo ruso que demuestra sin equívocos su naturaleza de potencia capitalista. Sin embargo la mayoría de los trotskistas saludaron, al término de la guerra, el avance del ejercito rojo en Europa del Este y Alemania ¡como una gran victoria del socialismo! En realidad el ejercito rojo -como todos los ejércitos en el conflicto- aplasta toda la posibilidad de resistencia proletaria que surgía en oposición a la guerra. Y el ejército estalinista era aún de los más experimentados y más capaces para desarmar y masacrar al proletariado. He aquí por ejemplo lo que decía la propagandista Ilya Ehrenburg, una hiena estalinista, a propósito de los obreros alemanes a comienzos de los años 40:

“Si los obreros alemanes realizaran una revolución y se aproximaran al ejercito rojo como hermanos, serían abatidos como perros” (citado en “invading Socialist Society” por la tendencia Johnson-Forest, septiembre de 1947).

Al final de la guerra, sus propias manos manchadas de sangre de obreros debido a su carrera “heroica” en la resistencia antifascista, los trotskistas, cómplices de los aliados y del estalinismo, no podían aceptar tal cual el último pronóstico pesimista de Trotski que veta al estalinismo como una nueva clase social en caso de la derrota de su superación por los obreros rusos. Para ellos, la guerra ha sido una gran victoria del proletariado. Paradójicamente el Trotskismo de posguerra siguió a su manera la falsa lógica de la perspectiva pesimista y no marxista de Trotski en 1940. El fin de la guerra vio la consolidación y extensión del estalinismo. ¿y qué hicieron los trotskistas frente a ello? De acuerdo a las tesis de Trotski el estalinismo seria supuestamente completamente reaccionario en el plano internacional. ¡Pero se puso a crear nuevos “Estados obreros” por todas partes! No episódicamente, coyunturalmente, como en Polonia en 1939, sino de manera permanente sin llamarle nueva clase explotadora- (que no lo es, pues el Estado estalinista no es más que una simple fracción de la clase capitalista mundial), los trotskistas le consideran como tal en los hechos. ¡También le atribuyen a la burocracia la tarea progresista de crear todavía más Estados “obreros” en los siglos por venir! (Pablo).

¿Qué papel le resta entonces al trotskismo, el auto nombrado “partido mundial de la revolución socialista”? Ninguno, salvo el de abogado del estalinismo.

En 1951 durante la guerra de Corea, los dirigentes trotskistas -señores Mandel, Frank y otros pequeños Stalin acusaron innoblemente a Natalia Trotski de sucumbir a las “presiones” del imperialismo cuando ella rompió con la IV Internacional y describió a Rusia como una potencia capitalista de Estado. ¡Sólo el envilecimiento total de esos renegados podía hacerles acusar a los revolucionarios de sus propios crímenes! A Stalin lo que es de Stalin! Uno de los principales deberes de los revolucionarios actualmente es la denuncia implacable del trotskismo como un aborto sangriento del estalinismo. El pasado de los trotskistas habla por si mismo.

Nodens. Diciembre de 1987.

(WORLD REVOLUTION N° 21, diciembre 1987, órgano de la CCI en Gran Bretaña)


[1]Las posiciones tomadas por “BILAN” durante la guerra de España han sido publicadas en nuestro libro 1936: Franco y la República masacran a los trabajadores, disponible también en edición digital: es.internationalism.org  

[2] Citado por Isaac Deutscher en el “Profeta en el exilio” Trotski 1920-1940

[3] Citado por Isaac Deutscher en el “Profeta en el exilio” Trotski 1920-1940

[4] Los trotskistas habrían de unirse a los estalinistas para denunciar a los verdaderos internacionalistas como -agentes de Hitler y de Mussolini. Contribuyendo con ello a su persecución y exterminación. Los sobrevivientes de la Izquierda Italiana continuarán sin embargo difundiendo su propaganda derrotista e internacionalista contra la guerra, a pesar de las condiciones difíciles de clandestinidad. En efecto, en el apogeo de la guerra imperialista, las revistas INTERNATONALISME en Francia y PROMETEO en Italia hicieron su primera aparición.

 

[5]  (4) Las actividades patrióticas de los trotskistas franceses durante la segunda guerra mundial son particularmente evocadas en “Los niños del profeta” de J. Roussel en las ediciones Spartacus-Paris 1982. Pero no existe un trabajo, concerniente al movimiento trotskista en su conjunto

La IIª guerra mundial y el paso de los trotskistas a la contrarrevolución

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Actualmente se tiene acceso a los documentos[1] que dan testimonio del papel contrarrevolucionarios de todas las sectas trotskistas durante la segunda guerra mundial. Pero los hechos superan todo entendimiento, y es con aún mayor vigor y repugnancia que se les debe denunciar cuando se leen sus posiciones políticas.

Sea cual fuera el grupo al que pertenecieran, los trotskistas han renegado, abandonado el campo obrero y el internacionalismo proletario en el curso de la segunda guerra mundial. Las posiciones revolucionarias clásicas del movimiento obrero sobre la guerra imperialista en el siglo XX: derrotismo revolucionario, rechazo de toda consigna nacionalista y combate contra la propia burguesía de su propio país, han sido pisoteadas por todos los trotskistas.

La defensa de un campo imperialista: la URSS les lleva naturalmente al terreno nacionalista y burgués a través de tácticas coyunturales muy diversas, pero todas contra revolucionarias.

Es así que enrolados por los intereses de un campo burgués, han participado en la guerra imperialista y lo que es más dramático, han conducido a los obreros que les seguían a hacerse masacrar por los intereses de un campo imperialista que no son los suyos.

De la ocupación de Francia a la entrada de la URSS en guerra (Junio 1940-Junio 1941)

Las dos fracciones trotskistas existentes en Francia en 1939 (provenientes del ex -POI y del ex -PCI) fueron excluidas una tras otra del PSOP de Marceau Pivert[2]. Los trotskistas después de haber realizado toda una política de entrismo en el campo enemigo de los trabajadores, la socialdemocracia, había en efecto recomenzado las mismas políticas de entrismo con los “socialistas de izquierda” del PSOP. Son excluídos durante el otoño de 1939 después de la declaración de guerra. Toman entonces actitudes opuestas pero que apoyan sin embargo ambas a una fracción de la burguesía:

1) el “comité francés por la IV internacional”, que reagrupa a antiguos militantes del POI de preguerra, sostiene a la fracción “democrática” gaullista.

2) Los militantes del ex PCI de preguerra apoyan a la fracción fascista.

El «comité francés por la IVª Internacional

Este salió de los antiguos militantes del ex POI (fracción reconocida por la IV internacional). Publica en 1940 las “ Tesis nacionales” del comité francés (boletín del comité por la IV internacional” 20 de sep. 1940 por unanimidad del comité central) que consideraba a Francia como una “nación oprimida”, “semicolonial”. Estas tesis conducen a esta fracción a defender la idea de que hacia falta liberar al estado nacional antes que hacer la revolución. Es la posición clásica de los trotskistas, valedera para todas las naciones del tercer mundo. Por esta vía, esta fracción apoyará a lo que llama las “aspiraciones liberadoras de las masas” y de manera “crítica” a la “resistencia”. Aún desde un punto de vista trotskista, estas posiciones van tan lejos en la abyección nacionalista y contrarrevolucionaria que serán enseguida condenadas por las “tesis” de la conferencia europea de la IV internacional de febrero de 1944:

«en lugar de distinguir entre el nacionalismo de la burguesía vencida (...) y el “nacionalismo” de las masas (...) la dirección del POI considera como progresista la lucha de su propia burguesía, no toma distancia frente al gaullismo y se conforma con darle una forma terminología más “revolucionaria”. Poniendo a la burguesía francesa imperialista y vencida al mismo nivel que el de las burguesías coloniales, la dirección del POI adquiere una concepción completamente falsa de la cuestión nacional y difunde peligrosas ilusiones en cuanto al carácter de las organizaciones nacionalistas que, lejos de constituir “aliados” hipotéticos para el proletariado revolucionario, como la vanguardia contrarrevolucionaria del imperialismo»

Esta condena no arregla nada desde el punto de vista revolucionario; por el contrario confirma las posiciones nacionalistas de la IV Internacional y su apoyo “critico” al movimiento de masas de la “Resistencia”.

En efecto, si se prosigue la lectura de estas “Tesis” se constata que critican igualmente la actitud de la otra fracción, el exPCI, conocido a partir de 1943 con el nombre de “Comité Comunista Internacionalista” (CCI), de tener una actitud “sectaria”.

Evidentemente esta fracción no es mejor.

El exPCI publica entonces “La Seule Voie” [“La única vía”]. ¿Por qué la conferencia europea de la IV Internacional critica sus política en las “Tesis”? ¡Porque este se aísla de las masas! ¿Quería decir ello que los primeros en mezclarse con las masas nacionalistas tenían entonces la Razón? ¡Sí!. El texto de condena prosigue denunciando al CCI «que rechaza obstinadamente distinguir entre el nacionalismo de la burguesía y el movimiento de resistencia de las masas».

De hecho la conferencia europea confirma oficialmente en estas “Tesis”, el apoyo del movimiento trotskista a la “Resistencia”.

Las orientaciones políticas de esta fracción (del exPCI) son igualmente nacionalistas y no tienen nada que envidiar a las del “Comité francés”. En efecto, la organización les ha dado “como misión” a Henri Molinier y Roger Foirier la de trabajar «en el interior de una organización fascista y entre sus mejores dirigentes». Henri Moliner jugó un papel relativamente importante en el “Rassemblement National Populaire” [“Agrupación Nacional Popular”] (RNP) de Marcel Deat, que era un movimiento favorable al nazismo. Este “entrismo” sería justificado por esta corriente con la idea de que los alemanes iban a ganar la guerra y que el fascismo se iba a instalar por un largo periodo en Europa. En este contexto las organizaciones fascistas se convertían en organizaciones de masas, y había que aprender a vivir con ellas.

La IV Internacional se hallaba desde su creación gangrenada por el centrismo pero con la guerra mundial pierde todo lo que aún le restaba de orientación marxista.

Tanto al uno como al otro grupo, la defensa del “Programa de transición” y la posición de “no aislarse de las masas” les lleva a sostener a una fracción de la burguesía contra otra y mediante esto, conducen a los obreros a la guerra en favor de un campo imperialista.

Volvamos a las orientaciones del “Comité francés” el más apto para mistificar a los obreros al luchar contra el fascismo, la otra fracción era menos peligrosa desde el punto de vista de los trabajadores porque la clase obrera en Francia no pensaba entonces ¡que Hitler o Pétain defendían sus intereses!

“La Verité” (“La Verdad”-órgano del Comité francés-) escribe:

«Integrarnos en el movimiento de patriotismo popular, ampliar nuestra base de acción, (...) no puede más que permitirnos progresar y enraizar nuestra actividad en las masas (...) E lrenacimiento de nuestro país depende de la iniciativa del pueblo de Francia (...) Sólo la iniciativa popular puede revivir a Francia. Sólo los comités formados para crearla, organizarla, dirigirla, pueden reemplazar los engranajes de la Francia difunta (...) Francia no saldrá del atolladero más que por la iniciativa de las masas populares, unidas en la lucha por una Francia nueva».

No se puede hacer nada mejor en materia de chovinismo y en llamados a los obreros a hacerse masacrar en la guerra imperialista a través de la “Resistencia”. Para culminar, “La Verité” (n° 6, 15 nov 1940) lanza la consigna de creación de “Comités de vigilancia nacional” “para controlar el movimiento”. Se trataba de dirigir, organizar el “movimiento de conmemoración del 11 de noviembre de 1918” (fiesta de la victoria del imperialismo francés durante la primera guerra mundial) después de la manifestación nacionalista en París, bajo el Arco del Triunfo el 11 de noviembre de 1940.

La entrada de la URSS en la guerra (Junio 1941)

Desde la entrada en la guerra por parte de la URSS, la política de los trotskistas evoluciona y tiende a homogenizarse en el apoyo común a la URSS. Porque, claro, “hay que defender a la URSS” y por ello “constituir comités obreros de resistencia”. Pero no se atreven aún a hablar abiertamente de la “Resistencia”: la “Resistencia francesa” gaullista contra el ocupante es caracterizada entonces por el “Comité francés” como un movimiento anti-imperialista de la pequeña burguesía. Pero la creación de los “comités obreros de resistencia” son a pesar de todo la preparación y la puerta entreabierta para defender abiertamente la futura “Resistencia”.

En las tesis adoptadas en 1942 se puede encontrar una expresión adornada de verborrea radical para camuflar de hecho, una política también burguesa, guerrera y chovinista: «En la situación actual, la rabia de la pequeña y mediana burguesía  se dirige naturalmente contra la dominación sobre Europa del capital financiero alemán y de la GESTAPO».

He aquí como a través de este apoyo “critico”, los trotskistas se justifican y se arrojan en la guerra imperialista. La Socialdemocracia francesa durante la primera guerra mundial había justificado entonces, su apoyo a la burguesía francesa por la lucha contra la reacción prusiana.

Los trotskistas adornan su participación en la guerra imperialista con justificaciones igualmente falaces. Para éstos últimos se trataba de luchar contra la Gestapo y el capital financiero alemán ¿Dónde está la diferencia? Lenin y los revolucionarios rompieron con la Socialdemocracia y fundaron la 3ª Internacional para romper contra esta política militarista e imperialista. Es toda esta adquisición del movimiento obrero la que los trotskistas pisotean con estas “Tesis sobre la cuestión nacional”.

Estas tesis fueron criticadas por los grupos que publican “La Lutte de Classes” y “La Seule Voie” (el ex-PCI) quienes las consideran como abandonos del derrotismo revolucionario y “estalinismo de izquierda”. ¿Pero qué hicieron estos grupos?

“La Lutte de classes”

Esta crítica que puede parecer revolucionaria oculta de hecho las mismas posiciones burguesas de fondo. Hemos hablado ya del ex-PCI. La política del grupo “la lutte de classes” (o grupo Barta, ancestro de la agrupación Lutte Ouvriere actual que se había escindido del Comité francés por la IV Internacional” en octubre de 1939 para separarse «de un medio pequeño burgués cuyas prácticas organizacionales proceden más de la socialdemocracia que de un bolchevismo verdadero» no se halla muy alejado fundamentalmente de éstos últimos. Toma partido por la URSS, lo que quiere decir que esta capilla trotskista como las otras encadena a la clase obrera en la defensa de un campo imperialista: el campo estalinista contra el campo fascista:  «Hay que ayudar a la URSS mediante una política independiente de clase. Hay que impedir que la máquina de guerra del imperialismo alemán funcione contra la URSS derribando al capitalismo europeo(...) El Grupo Comunista (IV Internacional) llama a los trabajadores franceses a dar una ayuda acrecentada y sistemática a la Unión Soviética (...) Hay que sabotear al máximo la “rehabilitación” imperialista. ¡Ni un voluntario para prolongar la guerra!”. Este texto termina con: “¡viva el ejercito rojo!» (“La Lutte de classes n° 3, nov 1942).

Este apoyo al campo imperialista ruso es justificado por este grupo con el argumento de que la URSS sigue siendo un Estado “rojo” fundado sobre “la economía planificada”. Y ello justifica entonces acciones de sabotaje y una actividad armada contra el aparato militar alemán. Es así, que este grupo trotskista defendía la necesidad de la lucha contra el STO (Servicio de trabajo obligatorio) en Alemania, y ello, aún por medio de la acción de sabotaje.

«Los obreros concientes deben duplicar las posibilidades mínimas de acción legal, mediante la organización de núcleos clandestinos formados por obreros seguros que considerarán todos los medios de propaganda y de acción (NDLR aún el sabotaje) que permitan a la clase obrera ganar terreno».

Es así, que uno de sus militantes, Mathieu Bucholz que se ocupaba del sabotaje al STO, desapareció victima ciertamente de los estalinistas. El grupo “Lutte de masses” justifica esta forma de “resistencia” a Alemania con la idea de que todo obrero francés que partía al trabajo obligatorio en las fábricas alemanas, dejaba libre entonces a un obrero alemán que podía partir a batirse en el frente del Este contra el ejército rojo y el “Estado obrero degenerado”, la URSS(!). Es claro que esta consigna no tiene nada que ver con la consigna internacionalista de denuncia a todos los campos imperialistas para volver sus armas contra su propia burguesía. Esta consigna se aplicaba otro tanto contra el Estado ruso. Para “Lutte de classes” se trata de sabotear los esfuerzos de un campo imperialista ¡para ayudar a otro, la URSS!

Como lo hemos visto, Lutte Ouvriere que actualmente se vanagloria de un supuesto internacionalismo de sus ancestros no tiene nada que envidiar a los otros grupos trotskistas. La defensa del “Estado obrero degenerado”, la URSS, le ha conducido a enviar a los proletarios a la carnicería imperialista.

Y el colmo de la abyección. Frente a la “Resistencia” no solamente LO jamás la denunció, sino al contrario, impulsó a los obreros a participar activamente en, ella. Es así que el número 24 de “La Lutte de masses” del 8 de febrero de 1944 desarrolla una defensa “radical” y “revolucionaria de la Resistencia: «Donde quiera que estés, en Alemania (...) en el maquis o en los grupos de “partisanos”, si no puedes ocultarte en las ciudades, no olvides que eres hijo de la clase obrera que lucha contra los capitalistas. (...) En los grupos de resistencia, en los maquis, exige tu armamento y la elección democrática de los jefes por los miembros de los grupos».

Durante este periodo, es el “Comité francés por la IV Internacional” quien se lleva la palma del chovinismo. El 31 de marzo de 1943, “La Verité” en un artículo titulado “El segundo frente y el frente obrero” escribe: «Los aliados aportaron de entrada las armas: sería indigno de revolucionarios rechazarlas, porque, sin armas, la lucha contra el imperialismo cualquiera que sea es imposible. Pero no es suficiente charlar sobre “la insurrección nacional”, hay que definir los medios y los objetivos. (Liberación del territorio...)».

He ahí como con una fraseología revolucionaria se llama a la clase obrera a hacerse masacrar y continuar la guerra en favor de un campo que no es el suyo. En claro, se dice a los obreros: “Hay que hacer la guerra primero, hay que hacer la unión nacional con la burguesía, liberar el territorio y después... será tal vez cuestión para ustedes, la revolución”.

Los revolucionarios saben lo que este lenguaje chovinista de llamados a la unión nacional entre todas más clases quiere decir. Es el mismo lenguaje que la Socialdemocracia ha utilizado durante la guerra de 1914 para justificar el enrolamiento de la clase obrera en la guerra imperialista. Los revolucionario no tienen más que una sola política, la defensa de los intereses de la clase obrera que son totalmente antagónicos a los de la burguesía, a los del Estado capitalista. La política de los trotskistas, como la de la socialdemocracia conduce al abandono del proletariado de su terreno de clase, a su derrota y a más masacres de millones de los suyos. Pero en un período en que la clase se halla vencida, como era el caso en el momento de la segunda guerra mundial, tales vuelos “revolucionarios” son entonces aún más graves, porque se empuja a la clase obrera a la mayor desmoralización terminando con la derrota. He aquí cómo bajo un lenguaje radical los trotskistas han tocado el fondo de la abyección y jugado para la clase obrera el papel de reclutadores para los intereses imperialistas de la burguesía.

De la reunificación del movimiento trotskista a la «Liberación» (febrero-verano 1944)

El inicio del año 1944 abre para los trotskistas franceses y europeos un periodo clave: el avance del ejército rojo hace retroceder a las tropas alemanas más allá de las fronteras de los Estados bálticos y Polonia y la situación de lucha de clase en Italia anuncian signos de crisis revolucionaria en Europa. Para enfrentar esta situación, los 2 grupos: el “Comité francés” convertido nuevamente en 1940 en POI (Parti ouvrier internationaliste) y el “Comité Communiste internationaliste” se reagrupan en 1944 para formar un nuevo PCI (Parti Communiste Internationaliste).

Los trotskistas apoyan entonces la “Resistencia” y envían así a los obreros a la masacre aún si no jugaron un papel importante cuantitativamente en los “maquis” debido al hecho afortunado de su pequeño número, salvo en Bretaña (región francesa) donde el responsable era André Calves[3].

En las “Tesis” sobre la liquidación de la segunda guerra imperialista y el levantamiento revolucionario (IV Intetnationale n° 4, 5 de feb-mar de 1944) adoptadas en la Conferencia europea de la IV Internacional, se dice «Ante el carácter, en parte espontáneo del movimiento de partisanos, expresión de la revuelta abierta e inevitable de amplias capas trabajadoras contra el imperialismo alemán... los B-L (bolcheviques-leninistas) están obligados a tomar en consideración esta voluntad de lucha de las masas... Así, los B-L no pueden contentarse con denunciar que estas organizaciones trabajan al servicio del imperialismo... Las secciones de la IV Internacional deben continuar esta política, tanto fuera de las organizaciones de partisanos como en el seno de éstas últimas...». Dicho de otra manera, para ser menos enrevesado que la conferencia europea de la IV, “podemos (en tanto que trotskistas) trabajar en el seno de organizaciones de partisanos aunque sean nacionalistas”.

¡Citemos algunos hechos!

- El 26 de mayo de 1944 “La Verité” (órgano del PCl) demanda a los obreros “establecer relaciones con los partisanos rojos (!), los campesinos pobres...”

. Los trotskistas llegan hasta a publicar una revista dirigida a los partisanos, “Ohé partisans” [¡Hey partisanos!] bajo la responsabilidad de André Calves que había entrado en los FTP (Franco-Tiradores Partisanos: grupos armados paramilitares) de la columna Fabien.

- Yvan Craipeau (miembro del comité central del PCI) entra en contacto con Albert Bayet, presidente de la Federación Nacional de la Prensa Francesa, para la legalización de “La Verité” y estudia con él la posibilidad de volverse miembro del Comité Nacional de la Resistencia (CNR). Este último se muestra favorable y acuerda la autorización a “La Verité” para aparecer desde agosto de-l944 con fondos gubernamentales. Es el PCF quien se opondrá enseguida bajo el pretexto de que “La Verité” no era un órgano de la “Resistencia”.

- Pero es el llamado a la “insurrección nacional” lo que los mete definitivamente en la participación de manera efectiva y física en el enrolamiento del proletariado en un campo imperialista: el de los anglo-americanos y rusos. Los grupos obreros creados desde 1943 (creados por el ex-CCI) sobre todo el de la “sección” de Puteaux-Surennes servirán de masa de maniobra durante la “liberación” de Paris al lado del PCF y otras organizaciones nacionalistas. Bajo consignas “radicales” y de coloración “proletaria” como: “estar con las masas” (boletín interior del POI), “huelga general”, “milicias obreras” por oposición a las “milicias patrióticas” del PCF, los obreros serán empujados a servir como carne de cañón en un combate que no es el suyo. En este registro, los trotskistas se enorgullecen aunque se lamentan... ¡de no haber tenido más que una sola “sección” con una organización militar que representa una milicia armada de 80 obreros.

¡Sus grandes hechos de armas...! El responsable militar del PCI, Henri Molinier es muerto desde el inicio de “La insurrección nacional” por un obús; un grupo de trotskistas participa en el asalto del Senado y otros en la acción de los FTPF. Así André Calvés con la compañía FTPF “Saint-Just” ejecuta al alcalde colaborador de Puteaux, Barthélmy, antes de ser nombrado comisario técnico de su compañía durante “la insurrección”.

Nos limitaremos a esos ejemplos. Es ampliamente suficiente para poner en evidencia su participación efectiva en la segunda guerra mundial, para denunciar su política nacionalista y su paso al campo de la contrarrevolución durante la segunda guerra imperialista. No se trata de “errores” aisladas. Es el resultado de la política seguida por el Secretariado europeo de la IV Internacional y por todas sus secciones europeas.

Es lo mismo en cuanto a la sección griega a pesar de lo que dice Munis (fundador de la sección de la IV Internacional en España). Esta sección habría defendido según él la posición clásica del “derrotismo revolucionario”, la de Lenin y los revolucionarios durante la primera guerra mundial. Pero, estos militantes jamás rompieron con la IV Internacional, ni con la posición de defensa de la URSS como “Estado obrero degenerado”. Esta posición de Munis merece ser denunciada porque la sección griega como lo hace el grupo francés Lutte Ouvriere particularmente bajo la cubierta del purismo, sirve para enmendar al resto de la “familia”. Retomemos el razonamiento de LO

- Por una parte LO se reclama del “purismo” trotskista que desearía no haber tenido una posición de defensa de su burguesía nacional . Toda esta jerga hipócrita no impide a LO reclamarse siempre del trotskismo que ha colaborado en todos sus componentes con la burguesía y mantener siempre buenas relaciones con el secretariado Internacional de la IV Internacional y con su sección francesa actual, la LCR. En claro, LO no tiene nada que replicar en el fondo contra, las posiciones contrarrevolucionarias, burguesas y nacionalistas defendidas por la IV Internacional oficial durante la segunda guerra imperialista mundial.

- Por otra parte, el “purismo” de “La Lutte de classes” (ancestro de LO) no existe. Este grupo no tiene nada que envidiar a sus primos trotskistas: “El lugar de todo obrero conciente es en la milicia del pueblo: es solamente ahí donde puede luchar verdaderamente por si mismo y su clase” (“¡Autodefensa obrera contra las bandas fascistas!” artículo en el n° 13 del 22 de junio 1944).

Hay que afirmar alto y claro que LO ha participado como los otros en la “insurrección nacional” y ha enviado a los obreros a hacerse matar sobre un terreno que no es el suyo. A este respecto hay que denunciarla como a los otras grupos trotskistas.

La política de los trotskistas en Estados Unidos

En los Estados Unidos donde se encontraba el secretariado internacional de la IV Internacional, el partido norteamericano (S.W.P “Socialist Workers Party”) que detentaba la mayoría en el seno del Comité ejecutivo internacional, toma una posición pacifista. Así, cuando los Estados Unidos entran en la guerra en 1941 el SWP “acalla” la posición del derrotismo revolucionario que es en “principio” la suya. El partido no organiza ni manifestación, ni mitin contra la entrada en la guerra de los EUA. La burguesía creyendo vérselas con revolucionarios internacionalistas y temiendo que se levanten contra su política guerrera inculpa a 21 de sus dirigentes. No solamente el SWP no reacciona sino que aún mientras estos 21 dirigentes son acusados por el gobierno de ser “internacionalistas” y de querer transformar la guerra en guerra civil, se defenderían firmemente negando tal acusación en su proceso de Minneapolis. ¡No se puede ser más claro en la sumisión al Estado burgués!.

Natalia Trotski y la sección española de la IV Internacional se indignan entonces ante esta actitud pero mantienen aún la ilusión de que las secciones europeas al final de la guerra, podrán “corregir” la corriente trotskista. Tendrían que volver a la realidad cuando la política chovinista y nacionalista de las secciones europeas fue conocida. Natalia Trotski y Munis rompen entonces con el conjunto de la corriente trotskista (22) (23).

El conjunto de los acontecimientos relatados aquí hablan por ellos mismos y denuncian a la corriente trotskista la que se ha pasado como un todo al campo del capital.

M. Rx octubre 1989.


[1] Cf, libro de Bordiga “Historia de la Izquierda Italiana” (1912-1920).

[2] Cf, folleto de la CCI “Las relaciones entre la Fracción de Izquierda del PC de Italia y la Oposición de Izquierda Internacional 1929/1933”.

[3] Resistente desde los primeros momentos escribió un libro en 1984 (“Sin botas ni medallas”) donde se muestra muy crítico con los compartimientos imperantes en el “movimiento de resistencia” aunque lo haga desde una postura democrática y antifascista.

Anexo: Trotsky y la Izquierda italiana (Textos de la Izquierda comunista de los años 30 sobre el trotskismo)

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El combate contra el oportunismo y el centrismo se inscribe en una larga tradición de luchas en el seno del movimiento obrero.

Ya a comienzos de siglo, la Izquierda Italiana de la cual nuestra corriente se reivindica, había llevado un combate que se remonta hasta antes de la primera guerra mundial  contra la Socialdemocracia, después contra todas las corrientes centristas (“terzini”) que dudaban en romper con esta última para participar en la fundación de una Tercera Internacional desembarazada de corrientes vacilantes.

En los años 20, ella va a proseguir este combate en el seno de la IC, primero sola, después con la Oposición de izquierda rusa. Por, fin lo conducirá contra las posiciones centristas de Trotski en el seno de la Oposición de Izquierda Internacional.

En efecto, en los años 30 cuando la contrarrevolución ha triunfado, Trotski persistía en considerar el periodo como revolucionario. Para él, la revolución mundial era aún posible; no le hacía falta más que una dirección revolucionaria que evidentemente habría que construir alrededor de él.

Para la Izquierda Italiana, el análisis del periodo, del curso histórico, era radicalmente diferente: la ola revolucionaria que había iniciado Octubre 17 estaba derrotada. En este periodo de reflujo profundo del movimiento obrero, la Izquierda Italiana se daba, con justa razón, como tarea preservar los principios revolucionarios, enriquecerlos extrayendo el balance del periodo pasado y prepararse en la espera de un periodo histórico más favorable para la clase obrera.

La visión de Trotski, a contra corriente, que veía encaminarse el curso hacia la revolución en tanto que iba hacia la segunda guerra imperialista mundial, le condujo a defender puntos de vista divergentes con la Izquierda Italiana particularmente sobre tres cuestiones importantes:

- la cuestión española y las “consignas democráticas” (enero-febrero 1931),

- la cuestión alemana y el Frente único (julio 1931-marzo 1932).

- la cuestión de la fracción y del partido (cuestión más teórica que abarca todo el periodo).

Los textos de la Izquierda Italiana que publicamos a continuación muestran la importancia y el rigor de los debates de ésta época y son una crítica sin concesión a las posiciones de Trotski. Estas posiciones centristas debían, naturalmente, conducir a los continuadores de Trotski a pasarse al campo de la contrarrevolución al sistematizar sus errores. Lo que se realizó desde su participación en el segundo conflicto ínter imperialista.

Diciembre 1989.

Sobre las consignas democráticas (BULLETIN INTERNATIONAL de la Oposición Comunista de Izquierda, n° 5 - marzo 1931.)

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Resolución de la CE de la fracción de la izquierda italiana

1.- La democracia, bajo sus diferentes aspectos, es una forma de gobierno por medio de la cual el capitalismo ejerce su dominación de clase. El fundamento de la democracia, es decir la pretendida división de la sociedad en diferentes agrupamientos de mayorías y de minorías que pueden establecer un equilibrio político, es por otra parte la forma especifica de la que el capitalismo se sirve para enmascarar su dictadura de clase. Ella define la naturaleza misma del Estado capitalista que, como la doctrina marxista nos enseña tiende a establecer un equilibrio entre las fuerzas del capitalismo y la anarquía económica sobre la cual se funda el régimen burgués y también a coordinar las diferentes maniobras ideológicas destinadas al reclutamiento de las fuerzas que componen el aparato de represión de las masas, a corromper al proletariado, a dispersar la ideología comunista en las masas.

2.- La idea fundamental de que la sociedad se divide no en mayorías y minorías que se expresan en el juego electoral sino en clases y que el Estado es el órgano de una clase determinada, es completada con la otra tesis según la cual jamás el proletariado puede hacer “suya”, ni siquiera provisionalmente, la reivindicación de la democracia que es, en definitiva, una reivindicación del capitalismo.

3.- La democracia, en tanto que forma de vida social, representaba una forma más avanzada solamente cuando el capitalismo aún no se adueñaba del poder, es decir cuando representaba él mismo una clase revolucionaria. En la situación actual por el contrario, donde el capitalismo se halla en el puesto de mando de la economía mundial, la democracia no representa en ningún sentido un paso adelante para el proletariado, al contrario, aparece como un recurso inmediato que el enemigo manipula contra la revolución comunista. Ahí donde la demarcación de clase es menos neta, en la pequeña burguesía y en las poblaciones trabajadoras rurales, la maniobra capitalista para enmascarar su dominación de clase bajo la forma democrática encuentra las mayores posibilidades de éxito. Estas clases son las fuerzas que no podrán jamás ser los protagonistas de una transformación social; pues son justamente las fuerzas que se arrastraran a la cola de una u otra de las clases antagónicas. La democracia es el instrumento fundamental del cual se sirve el capitalismo para manipular estas fuerzas en su propio beneficio. La idea de la dictadura proletaria es la única que, apoyándose en un programa agrario de transformación gradual de la economía agrícola, puede entrañar el indispensable apoyo de los campesinos a la revolución comunista.

5.- Durante la revolución rusa, los bolcheviques han apoyado provisionalmente la consigna de la “Asamblea Constitucional” por el periodo extremadamente limitado que va de la caída del zarismo a la tentativa de una institución de poder capitalista amenazado por el constante avance del movimiento revolucionario de los obreros y los campesinos. A pesar del hecho que la reivindicación de “Asamblea Constituyente” se desarrollaba paralelamente a la constitución de los Soviet, a pesar del hecho que las bases de clase de un poder capitalista que se expresaban a través de la democracia no estaban sólidamente establecidas como en los otros países, a pesar de todo ello, esta reivindicación representa un peligro decisivo de desviación del Partido bolchevique mismo en el momento revolucionario crucial.

6.- Aún cuando las relaciones entre las clases y la apertura del periodo histórico de la guerra civil imponen al capitalismo renunciar a las otras formas específicas de la democracia para recurrir a otros sistemas como el del terror blanco, las consignas democráticas deben ser rechazadas por el proletariado; éstas preparan el terreno sobre el cual actúa la contrarrevolución democrática y socialdemócrata. La experiencia alemana nos prueba que la derrota de 1923 no es la consecuencia del hecho que se detuvo demasiado tarde sobre la ruta del frente unido con los partidos de la socialdemocracia; nos prueba que no había que comenzar a ir en esta dirección.

La experiencia italiana nos prueba que no existen agrupamientos particulares de capitalistas (industriales) democráticos y otros grupos de capitalistas (propietarios de tierras) fascistas.

Por otra parte, en la fase imperialista de la economía capitalista, los choques que oponían fundamentalmente a estas fuerzas del capitalismo han desaparecido; y si tanto la democracia como el fascismo encuentran su personal en el campo agrario, ello depende únicamente de la posibilidad de manipular las capas medias de la población de las campiñas.

7.- Hay que rechazar de manera definitiva la adopción de la consigna democrática en todos los países capitalistas. Aún ahí donde existe el terror fascista, estas reivindicaciones no sirven más que para desanimar al proletariado comunista, para preparar las condiciones políticas susceptibles de desnaturalizar la experiencia rusa. Allí han sido los proletarios quienes han cazado, las armas en la mano, a la Asamblea Constituyente; entre nosotros sería la Asamblea Constituyente la que encontraría las posibilidades de frenar, mediante las armas de la contrarrevolución, la victoria comunista.

8.- Aún en las colonias, en la fase actual del imperialismo, no existe ninguna base que permita afirmar que la democracia tiene un carácter necesariamente anticapitalista y anti burgués. Si allí un poder burgués de tipo europeo o americano no existe, ello depende del hecho que la dominación mundial del capitalismo se acompaña de la imposibilidad, en grandes partes del mundo, de instituir una organización económica francamente capitalista en competencia permanente con los otros capitalistas (...)

9.- Un examen profundo de la situación en China y las colonias en general, donde las condiciones van a presentarse para movimientos de masa, es necesario con toda urgencia. Ello a fin de establecer en la situación actual del imperialismo, en el periodo histórico de las revoluciones proletarias ya afirmadas- si el mareo de las relaciones sociales es tal que permita a los partidos comunistas lanzar consignas democráticas inspiradas en la fórmula de la dictadura democrática de los obreros y los campesinos.

La experiencia y el examen de estas cuestiones para los países imperialistas tales como España, Italia, etc. es francamente negativa y prueba el peligro, aunque se utilicen de forma provisional, de las consignas de naturaleza democrática.

El camarada Trotsky y la política del Frente Unico en Alemania (Fraction de Gauche italienne marzo1932)

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La posición central del camarada Trotski sobre el problema del frente único contra el fascismo en Alemania no parece tener suficientemente en cuenta el papel que corresponde a la socialdemocracia durante el ascenso fascista. En la “Carta al obrero comunista alemán miembro del Partido Comunista Alemán” (“La Verite” de diciembre 26, 1931) el camarada Trotski, después de haber recordado la táctica de los bolcheviques rusos durante el ataque de Kornilov, constata que «1a socialdemocracia, como un todo, con sus antagonismos internos, vive en conflicto agudo con los fascistas» y define así el deber del Partido: «Nuestra tarea consiste en utilizar este conflicto, y no hasta el momento más agudo, para unir a los adversarios contra nosotros». La explicación que el camarada Trotski da sobre el desarrollo de la política de frente único, parece marcar que su objetivo es el de la lucha concreta para batir al fascismo y en esta política, los consejos de fábrica tendrían una gran importancia.

El recuerdo de la experiencia rusa a propósito del ataque de Kornilov no parece muy pertinente. Este ataque se llevaba a cabo en efecto en una situación que debía preceder dos meses solamente a la victoria del Partido, se llevaba a cabo en circunstancias de desagregación que desafortunadamente no tienen nada de común con la fuerza de que dispone actualmente el capitalismo alemán en marcha hacia la victoria de la reacción fascista, en tanto que el marco de las fuerzas sociales en Rusia podía aún asignar al menchevique Kerensky la función de elemento “incapaz” de realizar y defender la democracia. Por el contrario la socialdemocracia en Alemania y en todos los países donde el capitalismo domina desde hace mucho tiempo no es un elemento “incapaz” de defender el nuevo régimen progresivo de democracia, sino que ella es un elemento capaz de defender el poder del capitalismo, en tanto las condiciones se producen para dar a este poder la forma de reacción blanca. Y esta capacidad, la socialdemocracia la prueba con la política que impide el contraataque proletario. Política que consiste en agitar el espectro del fascismo; espectro que se concretiza en la realidad, justamente en la medida en que la socialdemocracia logra evitar los conflictos de clases, las luchas armadas del proletariado y realizar el desarme general de las masas.

En general hay que repetir con Lenin que, en los países capitalistas, jamás se presentaron las condiciones favorables que el proletariado ruso ha conocido en 1917 para realizar su victoria revolucionaria.

El parlamento, en tanto que órgano de control político del capitalismo sobre las masas, ha sido completado por el sindicato, en el periodo imperialista del capitalismo, y esto sobre todo en los países con alto desarrollo industrial. Estos sindicatos están en general adheridos a la dictadura de la burocracia socialdemócrata la cual no ha modificado los estatutos sindicales basados sobre los principios de la lucha de clase. Estos principios son de otra parte los que permiten al partido socialdemócrata mantener su control sobre las masas.

En las situaciones en que las relaciones entre las clases se vuelven muy agudas, el Partido debe sobre todo tender a romper el mecanismo de control sobre la clase obrera, teniendo bien en cuenta que no se trata esencialmente de una incapacidad de las masas para comprender la necesidad de orientaciones preconizadas por los comunistas, sino que si el capitalismo logra la serie de sus éxitos, ello depende del hecho que el partido comunista no ha logrado quebrantar el control socialdemócrata sobre las masas (...)

La URSS y el problema del nuevo partido (BILAN nº 1)

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En el fondo, todas las contradicciones del camarada Trotski se explican por su error sobre la perspectiva general que él aún preconiza. El trabajo de la Oposición Internacional de Izquierda, inspirado directamente por el camarada Trotski, se basaba en la URSS en tanto que polo de concentración del proletariado mundial. De la naturaleza proletaria del Estado ruso, se desprendía la perspectiva fatal de un bloque universal del capitalismo para la guerra contra la Unión Soviética. El deber de los oposicionistas en todos los países era la defensa de la URSS contra este ataque imperialista inevitable y su lugar, en esta guerra, era en los puestos de avanzada de la defensa del Estado soviético.

Toda la política de “rectificación” de los partidos comunistas se fundaba sobre la visión de la lucha del proletariado ruso contra el centrismo incapaz de asegurar la defensa del Estado obrero. Lo que habría determinado las condiciones favorables para la “rectificación” de los partidos comunistas. Se puede decir que todas las escisiones que se desarrollan en el seno de la Oposición Internacional de Izquierda tienen como causa las divergencias sobre la cuestión rusa. El camarada Trotski, procediendo a toda esta serie de rupturas, creía, evidentemente, realizar así -y solamente así- las condiciones políticas favorables para su perspectiva general.

Después de la victoria del fascismo en Alemania, él preconiza la fundación de un nuevo partido con el objetivo de regenerar la IC, para asegurar la defensa del Estado ruso contra el imperialismo. Aún ahora, el camarada Trotski preconiza la fundación de nuevos partidos y de una nueva Internacional para defender a la URSS activamente. Pero, toda la perspectiva del camarada Trotski, si se juzga por las experiencias vividas, es totalmente desmentida por los acontecimientos. En efecto, es después de la derrota del proletariado mundial en Alemania, en febrero último que se ha abierto la fase de mejores relaciones entre los Estados capitalistas y el Estado soviético. Se nos podrá responder que no se trata más que de una fase absolutamente pasajera y que asistiremos mañana al bloque universal contra el Estado ruso. Que no se trata de una fase pasajera, se prueba por el hecho que el Estado ruso consolida sus posiciones económicas, estratégicas y políticas, justo en el momento en que el proletariado mundial se ve presionado por la ofensiva del enemigo (...)

La victoria del centrismo y el desarrollo de su función vuelve cada vez más improbable la hipótesis de la lucha universal del capitalismo contra la URSS. Pero aún si ello debiera verificarse, el lugar del proletariado ruso y mundial sería al lado de la fracción de izquierda y no al lado del centrismo que, durante la guerra, llegaría a la conclusión inevitable de su política, poniendo directamente en juego las características proletarias del Estado. (...)

Sin desear prejuzgar con elementos aún inciertos, es evidente desde ya que la Unión Soviética quedará comprendida en uno u otro de los bloques imperialistas existentes que se enfrentarán. (...)

(La Comisión Ejecutiva de la fracción de izquierda del Partido Comunista Italiano, Agosto 23, 1933.)

Un gran renegado con estilo de pavo real: Leon Trotsky (Bilan nº 45)

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(...) El N° 37 de la “Lútte Ouvriere” publica una declaración de Trotski donde éste, después de haber dicho que «si hay una guerra justa, es la guerra del pueblo chino contra sus conquistadores», afirma que «todas las organizaciones obreras, todas las fuerzas progresistas de China, sin ceder en nada a su programa y su independencia política, cumplirán hasta el fin su deber en esta guerra de liberación, independientemente de su actitud frente al gobierno de Tchang-Kai –Tchek». Concluye con una previsión que ha sido naturalmente plenamente confirmada por los acontecimientos: «la derrota del militarismo japonés es inevitable, y se trata de un asunto de un porvenir no muy lejano». Hemos ya visto que la “Lutte Ouvrière” hablaba tres semanas antes de «fraternización de los soldados japoneses y chinos»... En cuanto a la previsión, no dábamos una importancia excesiva al desmentido que los recientes acontecimientos parecen darle, y si lo hemos informado, es únicamente para poner en evidencia que, según Trotski, el desencadenamiento de las luchas de clase en Japón no es el resultado de la reanudación de la lucha de clases en China, sino el contragolpe de los reveses militares. No es otra cosa que el recurso de los socialistas de 1914 para comprometer al proletariado en la guerra: la derrota militar de Francia habría permitido la extensión de poderosas organizaciones del proletariado alemán, y viceversa, la victoria de Francia, habría sacudido la opresión de los junkers en Alemania y por ello mismo propulsado un movimiento hacia el socialismo,

«Jamás hemos puesto y jamás pondremos sobre el mismo plano todas las guerras» dice Trotski. Y he aquí la vieja canción: Marx estaba por las luchas de independencia de Irlanda y Polonia. «Lenin ha escrito centenares de páginas para demostrar la necesidad capital de distinguir entre las naciones coloniales y semicoloniales que forman la gran mayoría de la humanidad.. La conclusión se desprende con una fuerza inquebrantable: Japón y China no se encuentran en el mismo plano histórico, El patriotismo chino es legítimo y progresivo».

Antaño, Trotski se levantaba contra «el método de las analogías literarias, formales y no según el materialismo histórico». Pero en esa época el luchaba contra Bujarin y Stalin que predicaban el “frente único nacional” con la burguesía china. Pero actualmente que su posición se une a la de Stalin en China y que se halla de acuerdo para rechazar “implacablemente a los peores enemigos del interior”, él tiene necesidad también de esas analogías formales, tal como los socialdemócratas alemanes -a los que Rosa Luxemburgo puso al descubierto en su tiempo- tenían necesidad de citar a Marx para justificar su traición.

Marx, Engels y Lenin (Trotski de 1925-27 igualmente), aunque no han puesto todas las guerras en el mismo plano, sin embargo han puesto en el mismo plano todas las guerras cuya naturaleza es análoga desde el punto de vista social. Lenin, por ejemplo, no ha negado la evidencia en 1914-18. Los dos bloques imperialistas “no se hallaban sobre el mismo plano histórico” y cada uno de ellos no era homogéneo y comportaba al lado de Estados imperialistas, países oprimidos por el imperialismo. Pero Lenin se basa sobre la naturaleza de las clases en el poder para calificar la guerra de imperialista.

Siempre la guerra enfrenta a países que no se hallan “sobre el mismo plano histórico” y desde un cierto punto de vista, es ésta una de las causas de las guerras. Pero todo el problema consiste en determinar que clase conduce la guerra y establecer una política adecuada. En el caso que nos ocupa, es imposible negar que es la burguesía china quien conduce la guerra. Que ella sea agresora o agredida, el deber del proletariado es luchar por el derrotismo revolucionario tal como en Japón. No hacerlo, lo que conduce a hacer lo inverso y, como Trotski, enrolar a los obreros chinos «a cumplir su deber en la guerra contra Japón», porque pretendidamente así resultaría la revolución en Japón, es ponerse sobre el mismo camino que los traidores de 1914-18. Y no es asombroso que Trotski, para cubrir su contrabando y su traición, tenga necesidad de recurrir a todo su arsenal de injurias contra los proletarios que se mantienen fieles al marxismo. Lo que por lo demás no es nada nuevo, no se requiere de una inteligencia excesiva: basta con no tener escrúpulos para triunfar. (...)

Por su traición, Trotski tiene necesidad de cubrirse con todas las plumas de su pasado revolucionario: debe presentarse como el monopolista de la inteligencia, debe terminar la obra de Stalin. Este apunta el revólver contra los “peores enemigos del interior”, Trotski a falta de GPU [policía secreta] pone en acción todos los recursos del diccionario de sinónimos para desacreditar a sus adversarios. Es verdad que él puede así reabsorber las crisis en el seno de las secciones de la IV Internacional (¿) como se ha visto en la rápida cabriola efectuada por la sección belga. Pero el empleo de estos métodos por una parte, y la rapidez de ciertas conversiones por la otra indican muy claramente que no nos encontramos más que con unos renegados que son hoy prácticamente inútiles para el proletariado porque no tienen más que una función suplementaria de dispersión ideológica de las filas de la vanguardia, en tanto que los fascistas, los demócratas y los centristas se ocupan del papel principal de la dispersión violenta del proletariado (...)

El proletariado reivindica una sola guerra: la guerra civil contra la burguesía (Communisme nº 8)

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(...) De nuevo en todos los países la burguesía ha podido sustituir con los frentes nacionales de unión sagrada al frente internacional de la guerra de clases, pero no podía hacerla más que a condición de someterse, luego de su victoria, a la implacable ley capitalista que le empuja a arrojar “el excedente” de fuerzas productivas y humanas en el precipicio de la guerra.

Nos hace asistir actualmente a un entrecruzamiento de manifestaciones de crecimiento de gigantescas economías de guerra con convulsiones de guerra imperialista que, aunque circunscritas, se van multiplicando y amplificando.

Las hogueras prenden, se extinguen, vuelven a prender por los cuatro puntos cardinales: ayer, la guerra incendiaba Manchuria y Shangai, arrasaba Etiopia; desde hace un año, sangra al proletariado español; he aquí que abraza al corazón de China,

¿Será la burguesía la única en recordar Octubre 1917?

Desplegando toda su potencia de clase dominante, conjurando la corrupción y la violencia, movilizando todos sus recursos diplomáticos, alternando el juego de la Sociedad de las Naciones con el de la “no intervención”, enarbolando la mística democracia-fascismo, guerra nacional, imperialismo esta burguesía obsesionada por la visión de su propia decadencia ¿logrará organizar la masacre de un proletariado ciego e impotente?

(...) En España, al lado de la chusma social-staliniana que invita a la defensa de la República burguesa, la coalición trotskista-anarco-sindicalista-pseudo comunistas de izquierda ¿no cubre la guerra antifascista con la bandera del socialismo?; ¿no proclama que esta guerra dirigida por el Estado capitalista, constituiría la inevitable etapa transitoria hacia la Revolución proletaria, mientras que nuestros hermanos españoles inmolados en la unión sagrada “antifascista” eran masacrados en Barcelona en mayo último, en nombre del “orden” republicano?

¿La guerra en China? Otra ocasión de acreditar nuevamente la mentira de la “guerra nacional” de liberación con miras a la “derrota” del imperialismo japonés y la “autopreservación” de la URSS con miras al desarrollo de la “tercera revolución china”. Otra ocasión también de perorar sobre la revolución democrática burguesa, en tanto que la sociedad capitalista no podía ya fecundarla en su seno, porque, económicamente esta revolución tropezaría con el declive de la producción burguesa y que, políticamente, se enfrentaría a un proletariado aspirante a la sucesión de las clases dominantes de las colonias (...) ¡No equivocarse, por tanto! Fuera del proletariado mundial, no existe ninguna fuerza progresiva capaz de edificar la industrialización de las economías atrasadas. Los que hablan de etapa transitoria del capitalismo democrático no son más que agentes, concientes o inconscientes, del imperialismo.

En China como en España, la “revolución” burguesa no ha producido sus “frutos naturales”, sino al contrario, tal como en España, ha arrancado al proletariado chino de su terreno de clase, le ha desviado de su objetivo fundamental: la construcción de la sociedad sin clases en conjunción con el proletariado mundial (...)

Y el Estado soviético, ligado a los destinos de la sociedad capitalista decadente desde que adhirió al socialismo nacional, polo de la contrarrevolución mundial, aporta su eficaz contribución a la labor de masacre organizada de los proletarios chinos. Lo que pasa en China muestra, mejor que una impecable demostración teórica, que por encima de los antagonismos imperialistas se ejerce soberanamente la solidaridad de clase de todos los Estados capitalistas contra el proletariado que, dado que es la única fuerza motriz del progreso social, puede surgir como enterrador del mundo burgués.

Esos que ladran social-stalinianos pueden obstinarse en “temblar” por los intereses de su ala imperialista, amenazados en China por el competidor japonés, ... estos traidores ¿pueden deplorar otra cosa que “1a impotencia” de los Estados democráticos para contener los apetitos del fascismo? Pero la burguesía mundial no tiene que recibir consejos de sus inmundos sirvientes. Su seguro instinto de clase le incita a “resignarse” a todo lo que puede obstaculizar la marcha del proletariado hacia su emancipación.

En China, el heroico proletariado revolucionario de 1925-27 agoniza actualmente bajo los golpes de Japón con la complicidad del Kuomingtang, de la URSS y de las potencias “garantes” de su “independencia”.

Al lado de Tchang-Kai-Tchek, verdugo de Cantón, el estalinismo participa en el asesinato de los obreros y campesinos chinos bajo la bandera de la “guerra de independencia” y sólo su ruptura total con el Frente Nacional, su fraternización con los obreros y los campesinos japoneses, su guerra civil contra el Kuomingtang y todos sus aliados, bajo la dirección de un Partido de clase, puede salvarlos del desastre.

PROLETARIOS, vuestro deber es apoyar a las fracciones de izquierda que laboran por la independencia ideológica, política y orgánica de vuestra clase contra todas las corrientes seudo-comunistas que, al aceptar la guerra “antifascista” de España y la guerra “nacional” de China han traicionado los intereses fundamentales de la revolución proletaria, han volcado en un nuevo 1914.

Ayudad a las fracciones a sentar las bases del Partido que será el arma de vuestra victoria mañana.

Desdeñad el boicot unilateral del Japón imperialista, ¡rehusad toda solidaridad directa o indirecta con cualquier forma de opresión capitalista!

Mediante la huelga, afirmad vuestra solidaridad de clase con vuestros hermanos de todos los países doblegados bajo el yugo fascista o democrático y afirmaros contra la organización de vuestra propia masacre, romped el cerco de hierro de la unión sagrada, empeñaros sin tardar en una batalla contra vuestra propia burguesía (...) ¡Por la revolución mundial!

Fracción Belga de la Izquierda Comunista Internacional


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