Al comienzo de la guerra en Ucrania, la Corriente Comunista Internacional propuso una declaración internacionalista conjunta sobre la guerra a los otros grupos de la izquierda comunista. De estos grupos, tres afirmaron su voluntad de participar y se discutió, acordó y publicó una declaración por parte de los diferentes grupos.
El principio detrás de la declaración conjunta era que, en la cuestión fundamental de la guerra imperialista y la perspectiva internacionalista contra ella, los diferentes grupos de la izquierda comunista acordaron adoptar una posición común sobre esta cuestión y, de este modo, dar más fuerza al planteamiento de una clara alternativa política a la barbarie capitalista para la clase trabajadora en diferentes países.
Sin embargo, sobre otras cuestiones, en particular sobre el análisis de la guerra imperialista actual, sus orígenes y perspectivas, hubo diferencias entre los grupos constituyentes que deben ser discutidas y aclaradas. En consecuencia, los grupos decidieron elaborar breves declaraciones sobre estas cuestiones y publicarlas en un boletín. Así, se publicó un primer boletín en inglés, farsi e italiano:
https://en.internationalism.org/content/17331/discussion-bulletin-groups-communist-left [2] (inglés)
https://en.internationalistvoice.org/wp-content/uploads/BulletinE1.pdf (inglés) [3]
https://fa.internationalistvoice.org/wp-content/uploads/BulletinF1.pdf (farsi) [4]
https://it.internationalism.org/content/1739/bolletino-di-discussione-di-gruppi-dellasinistra-comunista [5] (italiano)
Posteriormente fue traducido también al español y se puede encontrar en la web de la CCI en el siguiente enlace: https://es.internationalism.org/content/5177/boletin-discusion-izquierda-comunista-no-12023 [6]
Como resultado del debate que se desarrolló entre estos tres grupos, se elaboraron nuevos textos en los que se criticaban mutuamente sus posiciones. Esta crítica es muy necesaria y valiosa, ya que permite definir y aclarar las posiciones de clase, y ofrece un balance tras un año de guerra en Ucrania.
Este segundo boletín contiene, por lo tanto, tanto el debate como los textos del balance elaborado por los distintos grupos. También hemos reeditado, al principio del boletín, la declaración conjunta de los tres grupos para que pueda seguir circulando entre los camaradas y las distintas organizaciones que pertenecen a la clase trabajadora.
¡Los trabajadores no tienen patria!
¡No hay que hacerse ilusiones con el pacifismo: el capitalismo solo puede sobrevivir a través de guerras interminables!
¡Solo la clase obrera puede poner fin a la guerra imperialista a través de su lucha de clase contra la explotación, que conduzca al derrocamiento del sistema capitalista!
Las organizaciones de la izquierda comunista deben organizar una defensa unida de su patrimonio común de adhesión a los principios del internacionalismo proletario, especialmente en un momento de gran peligro para la clase obrera mundial. El regreso de la carnicería imperialista a Europa con la guerra en Ucrania es uno de esos momentos. Por eso publicamos a continuación, junto con otros firmantes de la tradición de la Izquierda Comunista (y un grupo con una trayectoria diferente que apoya plenamente la declaración), una declaración común sobre las perspectivas fundamentales para la clase obrera frente a la guerra imperialista.
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¡Los trabajadores no tienen patria!
¡Abajo todas las potencias imperialistas!
¡En lugar de la barbarie capitalista: el socialismo!
La guerra en Ucrania se libra en función de los intereses contrapuestos de todas las potencias imperialistas, grandes y pequeñas, y no en interés de la clase obrera, que es la clase de la unidad internacional. Es una guerra por territorios estratégicos, por la dominación militar y económica, librada de forma abierta y encubierta por los belicistas al mando de EE.UU, Rusia y las maquinarias estatales de Europa occidental, con la clase dominante ucraniana actuando como un peón nada inocente en el tablero imperialista mundial.
La clase obrera, y no el Estado ucraniano, es la verdadera víctima de esta guerra, ya sea en forma de mujeres y niños indefensos masacrados, refugiados hambrientos o carne de cañón reclutada en cualquiera de los dos ejércitos, o en la creciente indigencia que los efectos de la guerra traerá a los trabajadores de todos los países.
La clase capitalista y su modo de producción burgués no pueden superar las divisiones nacionales de competencia que conducen a la guerra imperialista. El sistema capitalista no puede evitar hundirse en una mayor barbarie.
Por su parte, la clase obrera mundial no puede evitar desarrollar su lucha contra el deterioro de los salarios y su nivel de vida. La última guerra, la mayor en Europa desde 1945, advierte del futuro del capitalismo para el mundo si la lucha de la clase obrera no conduce al derrocamiento de la burguesía y su sustitución por el poder político de la clase obrera, la dictadura del proletariado.
El imperialismo ruso quiere revertir el enorme revés que sufrió en 1989 y volver a convertirse en una potencia mundial. EE.UU quiere conservar su estatus de superpotencia y su liderazgo mundial. Las potencias europeas temen la expansión rusa, pero también el dominio aplastante de EE.UU. Ucrania busca aliarse con el hombre fuerte de la más poderosa potencia imperialista.
Seamos realistas, EE.UU y las potencias occidentales tienen las mentiras más convincentes y la mayor maquinaria mediática para justificar sus verdaderos objetivos en esta guerra: supuestamente están reaccionando a la agresión rusa contra pequeños estados soberanos, defendiendo la democracia contra la autocracia del Kremlin y defendiendo los derechos humanos frente a la brutalidad de Putin.
Los gánsteres imperialistas más fuertes suelen tener la mejor propaganda bélica, la mentira más grande, porque pueden provocar y maniobrar a sus enemigos para que disparen primero. Pero recordemos la actuación tan pacífica de estas potencias recientemente en Medio Oriente, en Siria, Irak y Afganistán, cómo el poder aéreo estadounidense arrasó recientemente la ciudad de Mosul, cómo las fuerzas de la coalición pasaron a cuchillo a la población iraquí con la falsa excusa de que Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva. Recordemos también los innumerables crímenes de estas democracias contra la población civil durante el siglo pasado, ya sea en la década de 1960 en Vietnam, en la década de 1950 en Corea, durante la Segunda Guerra Mundial en Hiroshima, Dresde o Hamburgo. Las atrocidades rusas contra la población ucraniana se inspiran esencialmente en el mismo manual imperialista.
El capitalismo ha catapultado a la humanidad a la era de la guerra imperialista permanente. Es una ilusión pedirle que «detenga» la guerra. La «paz» solo puede ser un interludio en el capitalismo belicoso.
Cuanto más se hunde en una crisis irresoluble, mayor será la destrucción militar que traerá el capitalismo, junto con sus crecientes catástrofes de contaminación y plagas. El capitalismo está suficientemente maduro para un cambio revolucionario.
El sistema capitalista, cada vez más un sistema de guerra con todos sus horrores, no encuentra actualmente ninguna oposición de clase significativa a su dominio, a tal punto que el proletariado sufre el empeoramiento de la explotación de su fuerza de trabajo y los sacrificios definitivos que el imperialismo le exige en el campo de batalla.
El desarrollo de la defensa de sus intereses de clase, así como su conciencia de clase estimulada por el papel indispensable de la vanguardia revolucionaria, esconde un potencial aún mayor de la clase obrera: la capacidad de unirse como clase para derrocar por completo el aparato político de la burguesía, como lo hizo en Rusia en 1917 y amenazó con hacer en Alemania y otros lugares en ese momento. Es decir, derrocar el sistema que conduce a la guerra. De hecho, la Revolución de Octubre y las insurrecciones que provocó en las demás potencias imperialistas son un ejemplo brillante no solo de oposición a la guerra, sino también de ataque al poder de la burguesía.
Hoy en día, todavía estamos lejos de un período revolucionario. Del mismo modo, las condiciones de la lucha del proletariado son diferentes de las que existían en la época de la primera matanza imperialista. Por otra parte, lo que sigue siendo igual, ante la guerra imperialista, son los principios fundamentales del internacionalismo proletario y el deber de las organizaciones revolucionarias de defender estos principios con uñas y dientes, a contra corriente si es necesario, dentro del proletariado.
Las aldeas de Zimmerwald y Kienthal, en Suiza, se hicieron famosas por ser el lugar de reunión de los socialistas de ambos bandos durante la Primera Guerra Mundial para iniciar una lucha internacional con el fin de poner fin a la matanza y denunciar a los líderes patriotas de los partidos socialdemócratas. Fue en estas reuniones donde los bolcheviques, apoyados por la Izquierda de Bremen y la Izquierda holandesa, plantearon los principios esenciales del internacionalismo contra la guerra imperialista que siguen vigentes hoy en día:
No apoyar a ninguno de los bandos imperialistas; rechazar todas las ilusiones pacifistas; y reconocer que solo la clase obrera y su lucha revolucionaria pueden poner fin al sistema basado en la explotación de la fuerza de trabajo y que genera permanentemente guerras imperialistas.
En las décadas de 1930 y 1940 solo la corriente política que ahora se denomina Izquierda Comunista se mantuvo fiel a los principios internacionalistas desarrollados por los bolcheviques durante la Primera Guerra Mundial. La Izquierda Italiana y la Izquierda Holandesa se opusieron activamente a ambos bandos en la Segunda Guerra Mundial imperialista, rechazando tanto las justificaciones fascistas como antifascistas de la matanza, a diferencia de otras corrientes que reivindicaban la revolución proletaria, incluido el trotskismo. Al hacerlo, estas Izquierdas Comunistas se negaron a apoyar al imperialismo de la Rusia estalinista en el conflicto.
Hoy en día, ante la aceleración del conflicto imperialista en Europa, las organizaciones políticas basadas en el legado de la Izquierda Comunista siguen enarbolando la bandera del internacionalismo proletario coherente y constituyen un punto de referencia para quienes defienden los principios de la clase obrera.
Por eso, las organizaciones y grupos de la Izquierda Comunista de hoy, pocos en número y poco conocidos, han decidido emitir esta declaración común y difundir lo más ampliamente posible los principios internacionalistas que se forjaron contra la barbarie de dos guerras mundiales.
Ningún apoyo a alguna de las partes en la carnicería imperialista de Ucrania.
No hacerse ilusiones con el pacifismo: el capitalismo solo puede sobrevivir mediante guerras interminables.
Sólo la clase obrera puede poner fin a la guerra imperialista mediante su lucha de clases contra la explotación que conduzca al derrocamiento del sistema capitalista.
¡Trabajadores del mundo, uníos!
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Corriente Comunista Internacional https://world.internationalism.org/es [9]
Istituto Onorato Damen http://www.istitutoonoratodamen.it [10]
Internationalist Voice (en.internationalistvoice.org) [11]
Internationalist Communist Perspective (Corea) apoya completamente la Declaración Conjunta (국제코뮤니스트전망 - International Communist Perspective (jinbo.net) [12]
Los camaradas evalúan correctamente todas las guerras bajo cualquier título, ya sea el de guerra religiosa, guerra de liberación nacional, guerra humanitaria, etc., como guerras imperialistas, lo cual muestra la lealtad de los camaradas al internacionalismo, y escriben muy claramente:
“En nuestra época, toda guerra, aunque se disfrace de guerra religiosa o de liberación nacional, guerra «humanitaria» en defensa de los derechos humanos y el respeto del derecho internacional, etc., es siempre un momento de esa guerra imperialista permanente que se libra desde hace décadas en todo el mundo, sembrando muerte, hambre y destrucción”. [P 160]
Los camaradas enfatizan acertadamente que mientras exista el brutal sistema del capital, la guerra será una parte inseparable del sucio sistema del capitalismo y escriben:
“El recurso a la guerra será inevitable mientras exista el capitalismo” [p. 186].
Los camaradas evalúan acertadamente la lucha de clases como la única forma de combatir la guerra.
Pero los camaradas tienen una visión económica de las guerras y, lo que es peor, creen que el petróleo es la causa de todas las guerras y escriben así:
“La guerra se libra en cualquier lugar donde haya aunque sea un solo rastro de petróleo”. [P 10]
Tal visión no puede explicar las guerras en los Balcanes, Afganistán, Siria, Ucrania, etc. La guerra no se debe a la amenaza de la hegemonía del dólar, sino a la amenaza de la hegemonía imperialista. La amenaza de la hegemonía imperialista hace que el dólar pierda su hegemonía. Tal visión no puede explicar la guerra de Irán en Irak, Siria, Líbano, etc. ¿Perderá el rial (moneda de Irán) su hegemonía? Además del equipamiento militar, Irán ha gastado más de 30 000 millones de dólares estadounidenses en el sistema económico sirio en los últimos años para mantener a flote la economía de Siria. Irán envía petróleo gratis al Líbano. Exporta electricidad a Irak, sin recibir dinero a cambio. Todo ello mientras la economía de Irán se derrumba por completo y necesita desesperadamente esos fondos para hacer frente a la inflación. Irán gasta tanto porque quiere mantener su hegemonía como potencia regional.
No estamos de acuerdo con la opinión de los camaradas de que Saddam fue eliminado porque quería sustituir el euro por el dólar o que Gadafi fue eliminado porque quería sustituir el dólar por la moneda africana cuando los camaradas escriben:
«El régimen de Saddam Hussein fue eliminado primero y luego el de Gadafi. El primero quería cotizar el petróleo iraquí en euros y el segundo incluso quería utilizar las reservas de oro libias para crear una moneda panafricana con la cual sustituir, al menos en el comercio intercontinental africano, tanto al dólar como al franco de la Comunidad Francesa de África» [P 22].
Esta opinión no puede explicar, por ejemplo, ¿Por qué EEUU no elimina a Bin Salman (el príncipe heredero de Arabia Arabia), que quiere vender parte de su petróleo en yuanes, o no responde al teléfono de Biden para aumentar la producción de petróleo?
“Según el Wall Street Journal, Arabia Saudita está negociando con Pekín la fijación de precios en yuanes para algunas de sus ventas de petróleo a China, en una medida que, según los observadores, podría afectar la supremacía del dólar en el mercado mundial del petróleo”[1].
Curiosamente, los propios camaradas están de acuerdo en que Arabia Saudita ha aceptado vender su petróleo en yuanes, y escriben:
«Ya no están dispuestos a pagar tal soborno, hasta tal punto que el gobierno saudita ha amenazado a EEUU con vender su petróleo a China y que se le pague en yuanes”. [P 144]
La pregunta es por qué EEUU no derriba a Arabia Saudita, mientras que Arabia Saudita quiere destruir la industria estadounidense del esquisto, y los camaradas escriben:
“En caso de aprobación: Arabia Saudita y muchos países de la OPEP han hecho saber que se adoptará una política para empujar los precios del petróleo por debajo de los 30 dólares por barril «para destruir la industria del esquisto de EEUU”. [P 26]
No aceptamos la opinión de los camaradas sobre la causa de la guerra en Afganistán, que creen que EEUU derrocó a los talibanes porque Afganistán se encuentra en la frontera con algunas antiguas repúblicas soviéticas con grandes reservas de gas natural, cuando escriben:
“EEUU, al ocupar Afganistán y poner bajo su control directo una de las principales fuentes de petróleo, además de los enormes beneficios que Unocal y sus socios habrían obtenido de ello —el precio del petróleo y el gas se denomina en dólares—, también habría fortalecido su propio poder imperialista”. [P 144]
Y la negativa de los talibanes a construir el oleoducto y el gasoducto que la compañía petrolera estadounidense quería, y los camaradas escriben lo siguiente:
“La negativa de los talibanes a la construcción por parte de la compañía petrolera estadounidense Unocal —en la que el entonces vicepresidente Cheney y la Secretaria de Estado Condoleezza Rice tenían fuertes intereses— de un oleoducto para transportar el petróleo y el metano extraídos del fondo del mar Caspio desde las costas de Turkmenistán hasta el puerto de Karachi, capital de Pakistán”. [Págs. 143-144]
Durante 20 años, EEUU gastó más de 3 billones de dólares en Afganistán. Pero ¿qué fuentes de petróleo se utilizaron? ¿Qué oleoducto o gasoducto se tendió a través de Afganistán? ¿Podrían esos recursos petrolíferos haber aportado 3 billones de dólares a EEUU?
Los camaradas señalan la hegemonía imperialista, pero no sacan conclusiones lógicas de ella. En primer lugar, echemos un vistazo a las declaraciones de los camaradas:
“Se otorgaron a sí mismos el poder de apropiarse de una parte significativa de la plusvalía producida a escala mundial interfiriendo en el proceso de fijación del precio del petróleo y, por lo tanto, también del dólar, en su exclusivo beneficio”. [P 60] [El énfasis es nuestro]
«De los teléfonos móviles «Apple», por ejemplo, ni un solo componente se produce en EEUU: se producen en unos cien países diferentes, desde América Latina hasta Europa del Este, Japón, Vietnam, etc., y luego son ensamblados por la infame empresa china Foxxcon. El resultado es que, de la plusvalía total extorsionada a los proletarios en las diversas fases de producción, el 50 % termina en «Apple», que es propietaria de la patente y la marca comercial, ya que todas las transacciones se liquidan en dólares. Solo alrededor del 2 % permanece en China”. [P 30]
Es innegable que el capital acumulado en EEUU no solo proviene de la explotación de la clase trabajadora estadounidense. A pesar de la mayor productividad laboral de EEUU, la clase trabajadora estadounidense es incapaz de acumular tal cantidad de capital. Debido a los monopolios, una gran parte de la plusvalía producida por los trabajadores de otros países también fluye hacia EEUU. Es la hegemonía imperialista la que garantiza la seguridad y la continuidad de los monopolios imperialistas. Sin la hegemonía imperialista estadounidense, Apple, Microsoft, Google, Amazon, etc., no podrían desempeñar tal papel en el mundo.
Aparentemente, los camaradas han dejado de lado la cuestión del petróleo en relación con la guerra en Ucrania y creen que el Kremlin y la Casa Blanca han llegado a un acuerdo más o menos tácito a expensas de la UE y de la propia Ucrania, y escriben:
“No obstante, sopesando todos los pros y contras, no se puede descartar que se haya alcanzado algún tipo de acuerdo, más o menos tácito, entre el Kremlin y la Casa Blanca, a expensas de la UE y de la propia Ucrania, que corre el riesgo de acabar convertida en un montón de escombros”. [Págs. 163-164]
Los camaradas continúan diciendo que EEUU, Rusia y China tienen un interés común en debilitar a la Unión Europea para poder competir más fácilmente en la escena mundial, y escriben:
“Sin duda, en esta enésima guerra, EEUU, Rusia y China tienen un interés común en impedir que la UE tenga una política exterior común y un ejército común, para poder competir con ellos en el escenario geoestratégico mundial en igualdad de condiciones”. [P 161]
Los camaradas han señalado acertadamente que, hasta ahora, los gánsteres libraban principalmente guerras por poder, pero ahora esto ha llevado a la intervención directa de las grandes potencias imperialistas y, por lo tanto, veremos más tensiones. Los camaradas escriben:
“Hasta ahora, casi siempre librada por «intermediarios», la participación directa de las principales potencias imperialistas se ha vuelto inevitable». [P 82]
Este argumento correcto de los camaradas no puede explicarse por la justificación económica de la guerra y, lo que es peor, por la cuestión del petróleo. Los costes de la guerra son muy elevados, y la clase obrera mundial está pagando el precio. La inflación no solo en los países implicados en la guerra, sino también en los países con inflación negativa, ha alcanzado dos dígitos.
Los camaradas consideran acertadamente que la contención del avance de China es una de las prioridades de la burguesía estadounidense:
“Contener el avance chino es, por lo tanto, una cuestión de vital importancia”. [P 80]
Una vez más, los camaradas señalan acertadamente que la evacuación de Afganistán fue simplemente un traslado de fuerzas para hacer frente a un enemigo más importante, es decir, para hacer frente al avance de China:
“Y así, adiós a Afganistán, pero no para volver a casa a lamerse las heridas, sino solo para reposicionar sus fuerzas en un intento de contrarrestar el avance de China y el mayor declive del dólar”. [P 148]
Los camaradas también han considerado acertadamente la cercanía entre Rusia y China no como una alianza real, sino como una convergencia, en la que cada uno persigue sus intereses independientes:
“Rusia, en primer lugar, es muy cautelosa para no verse aplastada por el poderoso «amigo» que la supera económica y financieramente. La pomposa declaración de una «asociación estratégica integral para la coordinación en una nueva era”, firmada por Putin y Xi Jinping en junio de 2019, expresa bien la vaguedad de los compromisos y la prudencia de la relación. No se trata de una alianza real, sino de un acercamiento no vinculante, en el que ambas partes quieren mantener las manos libres”. [P 93]
Un examen de las relaciones entre China, Rusia e Irán muestra que cada uno ha perseguido sus intereses imperialistas, y la divergencia en sus intereses imperialistas se puede ver claramente. Sin embargo, los tres países parecen converger en la cuestión de la competencia con Occidente, liderado por EEUU.
A pesar de las correctas afirmaciones de los camaradas, la nueva configuración de las potencias imperialistas y el equilibrio de fuerzas entre las clases sociales en las nuevas condiciones globales, es decir, por un lado, China, Rusia e Irán, y por otro, los países miembros de la OTAN liderados por EEUU y sus seguidores, no pueden justificarse por la hegemonía del dólar, el petróleo, etc. Examinamos esta cuestión hace unos años en un folleto titulado “El nuevo acuerdo de las potencias imperialistas en las nuevas condiciones globales”[2].
En cuanto a la tensión entre Francia y Australia, que trató de cancelar la compra de un submarino de miles de millones de dólares a Francia para unirse al nuevo tratado de seguridad con el Reino Unido y EEUU, los compañeros escriben:
“Tenemos más de una razón, en cambio, para creer que se eligió golpear a Francia porque no forma parte de la OTAN y así decirle a ella y a todos los demás países de la UE que si no apoyan en todos los sentidos a EEUU, serán tratados como enemigos”. [P 149]
Los camaradas señalan acertadamente el castigo de EEUU a Francia, pero no estamos de acuerdo con ellos en cuanto a su causa y razón. Al igual que Italia, Francia fue miembro fundador de la OTAN, de la que se retiró en 1966 en busca de un sistema de defensa independiente, pero a la que volvió a adherirse como miembro con plenos derechos el 3 de abril de 2009. La razón para castigar a Francia es que, en la UE, Francia, más que ningún otro país, ha enfatizado abiertamente sus intereses imperialistas, que en ocasiones han entrado en conflicto con los intereses estadounidenses. Alemania, el motor económico de Europa, solo ha murmurado sobre sus intereses imperialistas. En el futuro seremos testigos del énfasis de las principales potencias europeas, Francia, Alemania, Italia, etc., en sus intereses imperialistas, que interferirán con los intereses de las demás y con los intereses de EEUU. En otras palabras, veremos más tensión entre las grandes potencias imperialistas en el futuro.
Los camaradas se refieren a una cita del camarada Bordiga sobre el derrotismo revolucionario hoy en día: “Convertir la guerra de los estados burgueses en una guerra civil de todo el proletariado contra la burguesía de todos los países”. [P 167]
La transformación de la guerra imperialista en una guerra civil era completamente lógica y correcta en aquel momento, pero esta consigna no es lógica en las condiciones actuales y no puede reflejarse en la clase obrera. Por lo tanto, el énfasis en la lucha de clases es la única alternativa.
Los camaradas evalúan la formación del partido internacionalista y comunista internacional como una condición para poner fin a la guerra y escriben:
”Se necesita un nuevo partido comunista e internacionalista para detener la guerra”. [P 160]
Necesitamos un partido internacionalista y comunista internacional, pero solo la clase obrera puede poner fin a la guerra imperialista, no un partido internacionalista y comunista internacional.
Internationalist Voice
Camaradas:
Hemos leído vuestras críticas a nuestro análisis de la guerra con mucha atención, y muy francamente no habíamos pensado que nuestras divergencias sobre la cuestión fueran tan grandes. Vosotros decís: «Los camaradas tienen una visión economicista de la guerra y, lo que es peor, piensan que el petróleo es la causa de todas las guerras... La amenaza no es por la hegemonía del dólar sino porque existe una amenaza a la hegemonía imperialista». En primer lugar, queremos dejar claro que no pensamos que el petróleo como tal sea “la causa de todas las guerras”, sino más bien el petróleo como base para determinar el valor del dólar, como medio de pago y reservas internacionales; esto es algo que vosotros no tenéis en cuenta a pesar de que proporciona a Estados Unidos enormes ventajas económicas y financieras y constituye, junto con su capacidad militar, una de las mayores fortalezas del imperialismo estadounidense.
En el intento de demostrar la falacia de nuestro análisis, vosotros decís: «Tal punto de vista
no puede explicar la guerra de Irán en Irak, Siria, Líbano, etc. ¿Perderá el rial (la moneda iraní) su hegemonía? En los últimos años, además de suministrar equipamiento militar, Irán ha inyectado más de 30,000 millones de dólares en el sistema económico sirio para mantenerlo a flote. Irán envía petróleo gratuitamente al Líbano, exporta electricidad a Irak y no recibe dinero a cambio... Irán paga todo esto porque quiere mantener su hegemonía como potencia regional».
Camaradas, vosotros ponéis al mismo nivel el rial, una moneda no convertible que sólo sirve para la circulación interna, que el dólar, que ha sido utilizado como medio de pago y para las reservas internacionales desde hace más de 70 años. Cualquiera que conozca el mero a, b, c de la política monetaria y del sistema de cambio internacional puede ver que esto es como poner al oro y al papel moneda al mismo nivel. El rial se emite en proporción directa a la riqueza real producida en Irán (véase la ecuación monetaria de Keynes y Fisher); el dólar, por otra parte, como medio de pago y de reservas internacionales, se emite no sólo en proporción a la riqueza producida en EE. UU., sino también en una proporción mayor o menor de la producida en el extranjero por aquellos países que tienen que utilizar el dólar para regular su intercambio.
La ventaja es tan considerable que no es casualidad que en febrero de 1945 -en su regreso de la conferencia de Yalta- Franklin Delano Roosevelt, el presidente de los EE. UU. en aquel momento, hiciera escala en Arabia Saudita para firmar un acuerdo vinculante que establecía que los EE. UU. defenderían a la monarquía saudí de cualquier amenaza externa o de rivales internos a condición de que su petróleo fuera cotizado y vendido en dólares. Eso fue seis meses después de la firma del Tratado de Bretton Woods (julio de 1944), por medio del cual Estados Unidos obligaba a sus aliados a utilizar el dólar en lugar del oro para su intercambio. Keynes, que estaba presente en el B.W. como representante de Gran Bretaña, se dio cuenta de que tal sistema daría una enorme ventaja a EE.UU. en detrimento de sus socios y propuso -sin éxito- un sistema internacional de pagos basado en una unidad monetaria internacional (Bancor) que no tendría valor como moneda de reserva, sino que sólo serviría para realizar intercambios entre los países que se adhirieran al acuerdo y se basaría únicamente en la balanza comercial neta de cada país. EE. UU. objetó que el oro seguiría siendo fundamental ya que sería posible en cualquier momento convertir dólares en oro a razón de una onza (aproximadamente 28 grs.) por 35 dólares. De hecho, esto no reducía ni un solo centavo los ingresos que los EE. UU. obtendrían del nuevo sistema de pagos internacional y al cual no habrían renunciado por nada del mundo.
¿Qué forma adoptó -y adopta- esta ventaja? El economista estadounidense John Mueller lo explica: «Imagina por un momento que todas las personas con las que te encuentras aceptan los cheques que imprimes como pago. Además, los beneficiarios de tus cheques en todo el mundo no los cobran, sino que los utilizan como dinero para pagar sus propios gastos (por ejemplo, sus importaciones de petróleo -nota del editor). Esto tendría dos consecuencias importantes para tus gastos. La primera es que, si todo el mundo aceptara tus cheques, ya no necesitarías dinero (real -nota del editor). Tu talonario de cheques sería suficiente. La segunda consecuencia sería que cuando consultaras tu cuenta bancaria, te sorprenderías al encontrar que el saldo es superior a la cantidad que no habías gastado. ¿Por qué? Por la razón ya mencionada, es decir, los cheques que imprimieras circularían (de mano en mano) sin ser nunca cobrados. El resultado práctico es que esto pondría a tu disposición más recursos para consumir e invertir. Cuanto más otros utilicen tus cheques como dinero, más abundantes son los recursos adicionales que tendrás a tu disposición»[1].
De hecho, para financiar el Estado del bienestar de EE. UU., la guerra de Corea, la de Vietnam y el enorme gasto militar estadounidense, la Reserva Federal imprimió tantos cheques, que a finales de los años 60 del siglo pasado estaba claro que muchos de ellos estaban ‘sobregirados’ cuando se emitieron, es decir, que no estaban cubiertos por la cantidad acordada de oro. En consecuencia, primero Francia, luego Japón, Alemania y gradualmente la mayoría de los demás países que habían firmado el acuerdo, empezaron a pedir que los dólares que poseían se convirtieran en oro. Sin embargo, sólo consiguieron hacerlo hasta el 15 de agosto de 1971, cuando el entonces presidente Nixon suspendió la convertibilidad del dólar. Por primera vez en la historia una moneda completamente inconvertible asumió el papel que hasta entonces había sido prerrogativa exclusiva del dinero mercancía, es decir, un dinero cuyo valor intrínseco corresponde a su valor nominal, como el oro u otro metal precioso.
Sin embargo, esto también dio lugar a la necesidad de controlar a toda costa el mayor número posible de recursos de petróleo, junto con sus rutas comerciales, con el fin de manipular su precio -subiéndolo o bajándolo (subiéndolo especialmente)- en proporción directa al número de ‘cheques’ que era necesario hacer circular para maximizar los ingresos resultantes. Desde entonces, no hay país productor de petróleo, que haya intentado escapar a la dictadura del dólar, que EE. UU. no haya atacado militarmente o con sanciones importantes.
Volviendo al rial: es obvio que, como moneda de circulación exclusivamente interna, no puede perder una hegemonía que nunca ha tenido. Ahora, haced el esfuerzo de imaginar que poséeis el mayor ejército del mundo con algo menos de 800 bases repartidas por el planeta y que sois vosotros los que disfrutáis del privilegio de imprimir esos famosos ‘cheques’ y, de repente, alguien se niega a cambiar su petróleo o su gas o alguna otra mercancía por ellos porque le parece más rentable que le paguen en su propia moneda (como a la Libia de Gadafi) o en la moneda de tu rival (Sadam y el euro). ¿Le enviarías flores para felicitarle, o movilizarías tu ejército para doblegar al rebelde? Tal vez -para demostrar que la causa de la guerra no es económica- vosotros sí le enviariáis flores, pero Estados Unidos, el país en el que no se mueve ni una hoja a menos que el dios del dinero lo decrete, puso en marcha –'lógicamente’, para usar vuestros términos- a su ejército. Lo hicieron contra Irak, contra Gadafi y contra Afganistán. Ustedes lo niegan, pero existe una amplia literatura, incluso de Estados Unidos, que confirma esto y que hariáis bien en leer antes de acusarnos de falsedad.
Pasemos ahora a Afganistán. Vosotros decís: «En los últimos 20 años Estados Unidos ha gastado más de 3 billones de dólares en Afganistán, pero ¿qué fuentes de petróleo se utilizaron? ¿Qué oleoducto o vía de petróleo se ha construido en Afganistán? ¿Dónde están los recursos petrolíferos que podrían haber hecho ganar a Estados Unidos 3 billones de dólares?». Y con eso creéis haber desmontado completamente todo nuestro análisis, calificando nuestras conclusiones de ‘ilógicas’.
Apenas un mes después de la invasión, una validación de nuestro análisis fue proporcionada por el entonces presidente de EE. UU. y un hombre del petróleo, George Bush. Esto es lo que dijo en una entrevista en San Francisco Chronicle, del 2 de noviembre de 2001: «No se equivoquen, esto es por el petróleo. Siempre se trata del petróleo. Puede resultar aburrido repetir un cliché de finales de los 90, pero es cierto». Ciertamente es verdad que EE. UU. no pudo construir el oleoducto que había planeado porque los talibanes se resistieron tan enérgicamente, pero también es cierto que ningún otro país consiguió hacerlo tampoco. También es cierto que se retiraron de Afganistán (llevándose todas las reservas en dólares que tenía el banco central afgano como compensación por los daños de guerra) y sólo después de que una nueva red de oleoductos y la construcción de la nueva ruta de la seda hubiera hecho totalmente superflua la planeada ruta afgana. Pero no era superflua veinte años antes, cuando el coste de la guerra podía verse como una inversión muy rentable ya que podía aumentar sustancialmente la cantidad de esos famosos ‘cheques’ que EE. UU. -repetimos- no obtiene de la venta de petróleo o gas que produce por sí mismo o toma de otros, sino del hecho de que estas mercancías se negocian principalmente en dólares. En 1990, Mueller, el economista estadounidense antes citado, estimó que los ingresos de EE. UU. por este concepto eran unos «500,000 millones más de lo que recaudaba de los contribuyentes estadounidenses y con valores suscritos por estadounidenses y ahorradores extranjeros»[2]. Hoy es más difícil calcular esta cifra porque, desde que Alan Greenspan se convirtió en presidente de la Fed, ésta ha dejado de hacer públicos los datos necesarios para ello. El analista chino Quiao Liang dice en su libro The Arc of Empire (El Arco del Imperio), traducido recientemente al italiano, que el día de su toma de posesión, Greenspan advirtió a sus colegas: «Aquí se puede hablar de todo excepto del dólar» y Quiao Liang comenta: «Esta cuestión es tabú; concierne a la supervivencia de la nación y los estadounidenses son reacios a hablar de ello”[3]. Sin embargo, en el transcurso del tiempo la deuda pública estadounidense, gran parte de la cual está en forma de estos ‘cheques’ sin fecha de caducidad, ha seguido creciendo ininterrumpidamente. Según datos de los analistas de Teleborsa, «al final del tercer cuatrimestre de 2020 la deuda pública y la deuda externa neta de Estados Unidos eran, respectivamente, el 132,8% y el 109% del PIB. Al final del tercer cuatrimestre de 2020 la posición deudora neta externa de Estados Unidos había alcanzado la cifra récord de 13,950 billones de dólares». Esto convierte a Estados Unidos en el país más endeudado del mundo en términos absolutos. Sin embargo, el dólar sigue siendo –‘ilógicamente’ según vuestro criterio- la principal moneda de referencia para la mayoría de las transacciones financieras y comerciales internacionales.
En el intento de demostrar que nuestros análisis carecen de fundamento, al ejemplo de Afganistán, añadís el de Arabia Saudí -de una forma totalmente fuera de lugar en nuestra opinión. Decís: «Según el Wall Street Journal, se supone que Arabia Saudí está negociando con Beijing para fijar el precio de algunas ventas de petróleo a China en yuanes, lo que, según los observadores podría afectar al predominio del dólar en el mercado mundial del petróleo...Uno se pregunta por qué Estados Unidos no derroca a Arabia Saudí, ya que está intentando destruir la industria estadounidense del petroleo, etc., etc.» ¿Por qué? Porque:
a) Arabia Saudí es uno de los mayores clientes de la industria bélica estadounidense.
b) Junto con Israel es un importante baluarte contra la expansión de Irán en Medio Oriente.
c) Es el mayor país exportador de petróleo del mundo que, salvo algunos envíos a China, sigue cotizando y vendiendo petróleo en dólares.
Sin embargo, desde hace algún tiempo la relación entre Arabia Saudí y EE. UU. no ha sido tan idílica como lo fue en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial: particularmente tras la reciente decisión de la OPEP+ de reducir la producción de petróleo en dos mil millones de barriles diarios. Incluso mientras escribimos, la prensa italiana ha publicado una declaración a la CNN del portavoz de seguridad nacional, John Kirby, en la que afirma sin rodeos que la relación entre ambos países ha llegado a su fin: «Creo que el presidente ha dejado claro que debemos replantearnos esta relación a la luz de la decisión tomada por la OPEP+». El presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado es aún más explícito, pidiendo a Biden que «congele toda cooperación con Riyad, incluida la venta de armas» porque, como ha subrayado Richard Blumenthal, el senador por Connecticut, se ha «aliado con un enemigo», Rusia[4]. Si esto no es el preludio de un ataque a gran escala, desde luego se acerca.
¿Y vosotros creéis que la decisión de vender petróleo a China a cambio de renminbi (divisa china) no tiene nada que ver con todo esto? Ahora veamos lo que escribís en la página 3 de vuestro documento: «Los camaradas parecen haber prescindido de la cuestión del petróleo en lo que respecta a la guerra en Ucrania y mantienen que el Kremlin y la Casa Blanca han llegado a un acuerdo más o menos tácito a expensas de la UE y de la propia Ucrania». Esto nos hace sospechar fuertemente que os resulta muy difícil interpretar la realidad en términos de materialismo histórico, que para nosotros es el único método que permite captar la realidad con todas sus contradicciones. Esperamos que vuestra interpretación errónea de lo que hemos escrito se deba a una mala traducción o a una lectura superficial de nuestro artículo «Sobre la invasión rusa (¿y estadounidense?) de Ucrania» (Sull’invasione russa (e americana?) dell’Ucraina [15]) y nosotros sólo podemos invitaros a leerlo de nuevo con más atención, especialmente el segundo apartado, «Condivisione e conflito». Veréis fácilmente que “en lo que respecta a la guerra en Ucrania” la “cuestión del petróleo” y de la moneda en la que se comercia sigue siendo central en nuestro análisis.
Ahora llegamos al razonamiento que os lleva a la conclusión de que la permanencia de la guerra imperialista, de la que la de Ucrania es el episodio más reciente, no tiene ninguna lógica económica. Vosotros decís: «Es innegable que el capital acumulado en Estados Unidos no se deriva únicamente de la explotación de la clase obrera estadounidense. Aunque los Estados Unidos tienen una tasa de productividad del trabajo más elevada, la clase obrera estadounidense no es capaz de acumular una cantidad tan grande de capital. Debido a los monopolios, una gran parte de la plusvalía producida por los trabajadores de otros países acaba en Estados Unidos. La hegemonía imperialista garantiza la seguridad y la continuidad del monopolio imperialista». Camaradas, no es en absoluto el caso que la productividad del trabajo sea más alta en los Estados Unidos que en otras partes. De hecho, debido al constante aumento de la apropiación parasitaria de la plusvalía, desde los tiempos de Ronald Reagan en adelante, se ha vuelto más barato para los Estados Unidos importar mercancías que producirlas internamente, hasta el punto de que el sector manufacturero vale ahora poco más que el 8% del PIB. Sobre este punto, permitidnos recomendaros el libro de Anne Case y Angus Deaton, “Deaths of Despair and the Future of Capitalism” (Muertes por desesperación y el futuro del capitalismo) – Princeton University Press 2020 o, si os resulta más fácil, nuestro ensayo “Sul declino degli Usa e l'inasprirsi della guerra imperialista permanente [16]” (“Sobre el declive de EE. UU. y la escalada de la guerra imperialista permanente”, Istituto Onorato Damen [17]).
Volviendo al tema: vosotros rechazáis el hecho de que la guerra tenga una justificación económica, pero admitís que Estados Unidos se apropia de una parte sustancial de la plusvalía producida en el extranjero, sin embargo, decís que esto no es por el dólar sino “a causa de los monopolios” y sacáis la conclusión de que: «La hegemonía imperialista garantiza... la continuidad del monopolio imperialista». Camaradas, esto es una tautología: hegemonía imperialista y monopolio imperialista son dos caras de la misma moneda: el imperialismo. Es como decir: Es el imperialismo el que garantiza la continuidad del…imperialismo, lo que parece explicar todo, pero en realidad no explica nada de nada.
Con el nacimiento del euro, alianzas que se habían consolidado con el tiempo, se resquebrajaron; otras se formaron con el objetivo declarado de excluir al dólar del comercio internacional pero, para vosotros, la manzana de la discordia se supone que es una vaga “hegemonía imperialista”, que, por alguna misteriosa razón, no tiene nada que ver con el dominio del dólar. Tenemos que decir que éste es un caso por excelencia de la ilógica de... la lógica. Libia, por ejemplo,ha sido reducida a escombros, no porque quisiera crear una moneda alternativa al franco CFA[5] y al dólar, sino porque, siguiendo la lógica de ustedes, constituía una amenaza para la “hegemonía imperialista” de EE. UU., simplemente por existir.
Lo mismo para Irak, Siria, las sanciones contra Venezuela, etc. Básicamente, defienden defendéis una versión más cruda de la posición de la CCI. Ellos también piensan que la guerra “no tiene una lógica económica” y que dejó de tenerla a partir de la primera guerra mundial: «La política económica en la posguerra es una política de crisis permanente...el resultado final de la producción es el caos», al contrario que en el siglo XIX cuando la guerra era todavía: «un medio de conquistar nuevos mercados para desarrollar las fuerzas productivas»[6] Como diría Carlo Levi, Cristo se detuvo...a finales del siglo XIX aunque ha sido durante el siglo XX, y después de dos guerras mundiales, cuando se ha producido un desarrollo más vigoroso de las fuerzas productivas y de la productividad del trabajo que en toda la historia anterior de la humanidad.
Esto es lo que ocurre cuando se abandona la crítica marxista de la economía política y la concepción materialista de la historia que la produce, en la creencia de que la historia las ha superado, y las sustituyen por una especie de teleología histórica, en la que la fuerza motriz ya no es, o no es principalmente, la lucha entre la burguesía y el proletariado, sino más bien “el caos y la irracionalidad”. De esta manera se pierde de vista el suelo bajo los pies. Sin embargo, volveremos a esto, si es necesario, en otro momento y en otro lugar. Volviendo a vuestras críticas, concretamente a la última. Leemos: «Los camaradas -es decir, nosotros de la IOD- sostienen que la formación del partido internacionalista e internacional es una condición para poner fin a la guerra, escriben: “Para detener la guerra es necesario un nuevo partido internacionalista y comunista”, y añaden: “Necesitamos un partido internacionalista y comunista internacional, pero sólo la clase obrera puede poner fin a la guerra imperialista, no un partido internacionalista y comunista internacional”». No, camaradas, no pensamos que sea el partido el que haga la revolución y ponga fin a la guerra; esa es tarea de la clase. Sin embargo, sí pensamos -y lo repetimos aquí- que, sin la presencia organizada y organizadora del partido en el seno de la clase, ésta no podrá alcanzar espontáneamente una conciencia revolucionaria. Este es aún más el caso de hoy, dividida como está, por la nueva organización y la división internacional del trabajo, en una plétora de segmentos dispersos por todo el planeta. Es incapaz de oponerse, ni siquiera mediante la lucha económica, a los ataques contra sus condiciones de vida y de trabajo que la burguesía lanza a diario; menos podemos hablar de oponerse a la guerra imperialista. Por esta razón, en nuestra opinión, el partido no sólo es ‘necesario’ sino indispensable. Por la misma razón sostenemos que es deber primordial de los revolucionarios de hoy dedicar su energía y su inteligencia a su construcción. En ausencia del partido comunista en todo el mundo, la revolución comunista está destinada a seguir siendo una utopía.
En conclusión, camaradas, firmamos la declaración conjunta contra la guerra porque estamos de acuerdo con el marco de clase que identifica al capital como único responsable del conflicto y al proletariado como la verdadera víctima. Sin embargo, pensamos que sobre las causas de la guerra y sobre el análisis del imperialismo vemos las cosas de manera muy diferente y esto no puede ser ignorado al considerar la perspectiva de continuar la discusión.
Con nuestros saludos más fraternales.
Istituto Onorato Damen
[1] Michel Albert - Capitalismo contro Capitalismo, edición Il Mulino, pp. 41-42 o Capitalisme contre Capitalisme, edición Seuil.
[2] Ibid – p.42.
[3] Quia Liang - L'Arco dell'Impero, edición italiana LEG, p.93.
[4] Véase Il Fatto quotidiano del 14 de octubre 2022.
[5] El franco CFA es el nombre de dos monedas: el franco CFA de África Occidental, utilizado en ocho países de África Occidental, y el franco CFA de África Central, utilizado en seis países de África Central. Los códigos de moneda ISO son XAF para el franco CFA de África Central y XOF para el franco CFA de África Occidental. Aunque las dos monedas comúnmente reciben el mismo nombre de franco CFA y tienen el mismo valor, no son intercambiables.
[6] Como dijo el camarada Ramon de la CCI en su intervención escrita para la Reunión Pública en los Estados Unidos del 28 de septiembre.
En opinión de la CCI, la contribución de los camaradas del IOD (Instituto Onorato Damen) tiene dos méritos importantes:
En cuanto al segundo punto, queremos manifestar nuestro total acuerdo con el siguiente pasaje de la contribución del IOD: “En nuestra época, toda guerra, incluso si es disfrazada de guerra religiosa o de liberación nacional, como una guerra "humanitaria" por la defensa de los derechos humanos y el respeto del derecho internacional, etc., es siempre un momento de la guerra imperialista permanente que se ha estado librando desde hace décadas en todo el mundo, sembrando muerte, hambre y destrucción.
La narrativa que distingue entre "atacado" y "agresor" es una estratagema miserable para ocultar la verdadera naturaleza de la guerra imperialista, y para enlistar en el esfuerzo bélico a quienes son sus verdaderas víctimas, es decir, los millones de proletarios obligados a luchar, morir bajo las bombas o huir de sus hogares para no acabar bajo un montón de escombros”.
“El conflicto en Ucrania demuestra una vez más cómo la guerra se genera por los mecanismos contradictorios del sistema capitalista y que las verdaderas víctimas de los desastres bélicos son principalmente los trabajadores: todo el proletariado, tanto el ucraniano como el europeo, tanto el ruso como el estadounidense, el chino; el proletariado de todo el mundo”.
Dicho esto, consideramos que el texto contiene no solo algunas contradicciones, sino también un análisis erróneo del período actual de la vida del capitalismo, lo que lleva al IOD a explicar erróneamente las causas de la guerra en Ucrania.
No podemos entrar en detalles sobre todas las formulaciones que consideramos erróneas, como lo ha hecho el IOD. Queremos que esta contribución sea lo más breve posible. Creemos que es más importante mostrar el marco analítico de la CCI y destacar sus diferencias con el del IOD.
El llamamiento conjunto firmado por el IOD, IV, la CCI y el PCI señala acertadamente que corresponde a la Izquierda Comunista dar la respuesta proletaria más clara a la guerra imperialista. Esto tiene dos implicaciones:
La contribución del IOD afirma que el método marxista es indispensable para comprender la guerra actual. Sin embargo, lo que dice sobre este método, en particular sobre el significado de las crisis, se aplica a la situación prevaleciente en el siglo 19º con sus crisis comerciales cíclicas, y no al siglo 20º (y al 21º). Debemos ser muy claros sobre la diferencia fundamental entre estos dos períodos en la vida del modo de producción capitalista. En un texto que resume muy claramente el materialismo histórico, Marx escribió:
«En una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en conflicto con las relaciones de producción existentes o -esto simplemente expresa lo mismo en términos legales- con las relaciones de propiedad en cuyo marco han operado hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en sus grilletes. Entonces comienza una era de revolución social». (Prefacio a Una contribución a la Crítica de la Economía Política, 1859).
Lo que distingue la vida del modo de producción capitalista en el siglo 20º de la del siglo 19º es que las relaciones de producción capitalistas que hicieron posible el enorme desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad se han convertido en un impedimento. Se trata de dos períodos radicalmente diferentes en la vida del capitalismo, y esto se expresa muy claramente en la Plataforma de la Internacional Comunista de marzo de 1919:
“Ha nacido una nueva época. La nuestra es la época del colapso del capital, de su desintegración interna, la época de la Revolución Comunista del proletariado”.
Este cambio radical en la vida del capitalismo afecta a todos los aspectos de la sociedad. En primer lugar, a su base económica; la naturaleza de sus crisis obviamente cambia, además, la naturaleza y el significado de la guerra también cambian, y con ello la actitud que el proletariado debe tener ante ella. Lenin lo afirma muy claramente. En 1915 escribió:
“Quien hoy se refiere a la actitud de Marx hacia las guerras de la época de la burguesía progresista y olvida la afirmación de Marx de que “los trabajadores no tienen patria”, afirmación que se aplica precisamente a la época de la burguesía reaccionaria y obsoleta, a la época de la revolución socialista, distorsiona descaradamente a Marx y sustituye el punto de vista socialista por el burgués.” (Socialismo y Guerra, Capítulo 1).
En este punto, el IOD comete varios errores cuando escribe: “Según el marxismo revolucionario, la guerra siempre es el resultado de las contradicciones capitalistas y la crisis económica. Como el capitalismo es la forma económica y social dominante internacionalmente, las guerras se libran en nombre y en beneficio de los intereses capitalistas. La guerra es siempre una guerra capitalista librada contra los intereses proletarios. Éstas son declaraciones de principio, que han sido ciertas a lo largo de la historia del capitalismo; no podemos hacer una reelaboración escolástica de las elaboraciones teóricas llevadas a cabo por el movimiento revolucionario durante su centenaria historia”.
Es correcto decir que, “Como el capitalismo es la forma económica y social dominante internacionalmente, las guerras se libran en nombre y en beneficio de los intereses capitalistas”. Sin embargo, la afirmación de que “la guerra siempre es el resultado de las contradicciones capitalistas y la crisis económica” es errónea y no resiste la prueba de los hechos históricos. Podemos dar el ejemplo de tres de las guerras más importantes del siglo 19º: la guerra de Crimea (1853-56), la Guerra Civil Norteamericana (1861-65) y la Guerra Franco-prusiana (1870-71). Ninguna de ellas siguió a una crisis económica.
Asimismo, es erróneo decir que “la guerra es siempre una guerra capitalista librada contra los intereses proletarios”. En la época de la Guerra de Crimea, Marx y Engels apoyaron a Francia e Inglaterra, que estaban aliadas con Turquía contra la Rusia zarista, porque, para ellos, la derrota de esta última representaba un debilitamiento del principal defensor del antiguo orden feudal en Europa que bloqueaba el avance del capitalismo, que crearía las condiciones económicas para el socialismo. Dieron su pleno apoyo a Lincoln en la Guerra Civil Norteamericana porque sostenían que la victoria del norte industrial contra el sur agrícola y esclavista promovería el desarrollo del capitalismo y, por ende, de la clase trabajadora en Norteamérica.
El IOD tiene toda la razón al invocar el marxismo y el materialismo histórico, pero creemos que su interpretación es algo errónea. En primer lugar, esta interpretación, que ignora o subestima los desarrollos o rupturas que ocurrieron dentro del capitalismo entre los siglos 19º y 20º, puede ser ‘materialista’, pero no es muy ‘histórica’. En segundo lugar, al intentar encontrar una causa económica inmediata para cada guerra, este ‘materialismo’ da la espalda a la visión dialéctica desarrollada por Marx y Engels. Engels es particularmente categórico en este punto: “Según la concepción materialista de la historia, el último elemento determinante de la historia es la producción y reproducción de la vida real. Aparte de esto, ni Marx ni yo hemos afirmado otra cosa jamás. Por lo tanto, si alguien tergiversa esto diciendo que el elemento económico es el único determinante, transforma esa proposición en una frase sin significado, abstracta, sin sentido. La situación económica es la base, pero los diversos elementos de la superestructura -las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, a saber: las constituciones establecidas por la clase victoriosa tras una batalla exitosa, etc., las formas jurídicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en las mentes de los participantes, las teorías políticas, jurídicas y filosóficas, las concepciones religiosas y su posterior desarrollo en sistemas de dogmas- también ejercen su influencia en el curso de las luchas históricas y, en muchos casos, contribuyen a determinar su forma. Existe una interacción de todos estos elementos en la que, en medio de la interminable multitud de accidentes (…), el movimiento económico finalmente se afirma como necesario.” (Carta a Joseph Bloch, septiembre de 1890).
La crisis histórica en la que se ha sumido el capitalismo desde la Primera Guerra Mundial es, obviamente, la base económica: las relaciones capitalistas de producción se han convertido en un ‘obstáculo’ para el desarrollo de las fuerzas productivas, por usar la expresión de Marx. La dinámica del capitalismo se basa, como dice el Manifiesto Comunista de 1848, en la conquista permanente de nuevos mercados, lo que llevó a los estados capitalistas europeos a embarcarse en la conquista colonial. A finales del siglo 19º, la mayor parte del planeta había sido repartida entre estos Estados, lo que asestó un duro golpe a esta dinámica. A partir de entonces, la conquista de nuevos mercados y nuevos territorios coloniales por parte de cualquier burguesía nacional sólo podía hacerse a expensas de las burguesías rivales. Un ejemplo importante de esto es la crisis de Fachoda en 1898, que fue un enfrentamiento entre las dos principales potencias coloniales de la época, el Reino Unido y Francia. El primero pretendía establecer su dominio sobre una zona continua de norte a sur desde Egipto hasta Sudáfrica, dos regiones que controlaba y que eran esenciales para la ruta hacia las Indias, la ‘joya de la Corona Británica’. Francia quería establecer una conexión oeste-este entre sus posesiones en África Occidental y Yibuti, en el Mar Rojo, que fue de vital importancia estratégica para la ruta a las Indias. Las dos líneas se cruzaban en el actual Sudán, concretamente en Fachoda. La bandera francesa se izó allí el 10 de julio de 1898, pero, ante las amenazas del Reino Unido, el gobierno francés se vio obligado a arriarla el 12 de noviembre del mismo año y fue reemplazada por la bandera británica. Este enfrentamiento entre Francia y el Reino Unido se resolvió poco después, en 1904, con la ‘Entente Cordiale’, un acuerdo entre ambos países contra un rival que se estaba haciendo cada vez más poderoso y amenazante: el Imperio Alemán. Este último estaba construyendo una armada naval para rivalizar con la del Reino Unido y tenía planes para las posesiones francesas, especialmente las de África. Como su formación como país había llegado tarde, Alemania había sido prácticamente excluida de la partición colonial del mundo; tenía menos posesiones que los ‘países pequeños’ como Bélgica, Holanda y Portugal. Además, con la construcción del ferrocarril Berlín-Bagdad, pretendía abrir una ruta hacia Oriente Medio con su riqueza petrolera. Esta ambición entraba en conflicto con las de las dos potencias coloniales de la región, Francia y, sobre todo, el Reino Unido, así como con las de Rusia, que pretendía acceder a “aguas cálidas” mediante el control del Bósforo y Los Dardanelos, conectando el Mar Negro con el Mediterráneo. De esta manera, se establecieron las condiciones y las causas de la Primera Guerra Mundial y se decidieron las alianzas entre los distintos beligerantes.
Como ya hemos dicho, para los revolucionarios de la época era claro que la Primera Guerra Mundial marcó un punto de inflexión fundamental en el significado de la guerra en la vida del capitalismo. Las guerras del siglo anterior -guerras de conquista colonial y guerras nacionales- que contribuyeron a la expansión del capitalismo ya habían tenido su época. A partir de entonces, todas las guerras fueron reaccionarias, al igual que la dominación capitalista del mundo en su totalidad. Por eso es imposible para el proletariado apoyar esta o aquella guerra, sin importar de qué se disfrace, porque su tarea ahora es derrocar al capitalismo.
La Primera Guerra Mundial, que fue una guerra imperialista para repartirse el mundo entre las potencias capitalistas, también marcó el surgimiento de dos aspectos importantes de la vida social: el capitalismo de Estado y el creciente predominio del militarismo. A lo largo del siglo 20º, el capitalismo de Estado ha adoptado diferentes formas: el fascismo en Italia y Alemania, el régimen estalinista en Rusia, el New Deal en Estados Unidos (con su posterior materialización como el ‘Estado del Bienestar’), etc., pero siempre expresa la necesidad de las distintas burguesías de conceder al Estado, su máximo defensor, el control de la vida económica y social de un sistema moribundo (esto incluye la integración en el Estado de las organizaciones sindicales creadas por la clase trabajadora en el siglo 19º). El predominio del militarismo demuestra que las confrontaciones imperialistas se han vuelto cada vez más permanentes durante el siglo 20º y hasta la actualidad, ya sea que estas confrontaciones involucran directamente a las principales potencias a nivel militar (como en las dos guerras mundiales) o se manifiestan como apoyo a éste o aquel beligerante menor. Desde la Segunda Guerra Mundial, el mundo no ha experimentado un solo momento de paz; ha estado azotado por más de cien guerras, que se han cobrado tantas o más víctimas que en la segunda carnicería imperialista. El predominio del militarismo sobre todos los aspectos de la vida social significa que este importante fenómeno surgido durante la Primera Guerra Mundial, junto con el capitalismo de Estado, se perpetúa de diferentes formas: es la economía la que se pone al servicio de la guerra o de su preparación; ya no es la guerra la que se pone al servicio de las necesidades de la economía, aunque sean las contradicciones económicas de un modo de producción moribundo el “elemento determinante último” (como dice Engels en el pasaje anterior) del predominio del militarismo.
Por esta razón, desde la Primera Guerra Mundial, la guerra se ha vuelto cada vez más irracional desde el punto de vista de la economía capitalista en su conjunto, incluso para la mayoría de los ‘vencedores’. Basta con observar la terrible destrucción sufrida por las potencias aliadas durante la Segunda Guerra Mundial, de la cual la única potencia que se benefició de alguna manera fue Estados Unidos. Además, en las guerras posteriores libradas por este último (en Vietnam hasta 1975, en Afganistán e Irak desde principios de la década del 2000), ha gastado billones de dólares con una ganancia económica prácticamente nula, sin mencionar el abismo creado por su presupuesto militar, que contribuye al declive de su competitividad en el mercado mundial.
Esta es la situación en la que se desarrolla la actual guerra en Ucrania. Por mucho que se intente, no se puede encontrar una causa económica inmediata. Desde el punto de vista de Rusia, la guerra no podría haberla beneficiado mucho, incluso si hubiera sido más exitosa militarmente. Esto es especialmente así, ya que las plantas industriales en el este de Ucrania han quedado reducidas a escombros. Desde el punto de vista de los ‘amigos de Ucrania’, el costo económico de la guerra ya se está sintiendo, en particular en una explosión a nivel de la inflación. De hecho, esta guerra solo puede entenderse en el marco de cuestiones estratégicas generales e históricas.
Obviamente, Estados Unidos es en gran medida responsable de generar esta guerra, al integrar en la OTAN -la organización militar bajo su control a la mayoría de los países del antiguo Pacto de Varsovia e incluso a algunos de los que alguna vez fueron miembros de la antigua república soviética, como los países bálticos. No pudo extender esta política a la inclusión de Ucrania en la OTAN debido a la oposición de Francia y Alemania. Por otro lado, la guerra le está permitiendo a Estados Unidos reforzar su control sobre aquellos países que tienden a seguir una política más independiente. De hecho, detrás de los intentos de Estados Unidos de someter a Rusia, se encuentra su necesidad y su voluntad de contener el creciente poder de su verdadero rival internacional, China. Esta última ha comprendido el mensaje a la perfección: apoya a su ‘amigo’ ruso solo verbalmente y lo hace cada vez con menos decisión.
Que esta aventura militar de Putin es totalmente irracional desde el punto de vista de los intereses del capital ruso es cada vez más evidente. Su misma irracionalidad convenció a la mayoría de los gobiernos y ‘expertos’ de que la presencia de armas rusas en las fronteras de Ucrania a principios de 2022 no era una preparación para una intervención militar. De hecho, las intenciones de Putin y su régimen eran básicamente políticas: restaurar el estatus de gran potencia a una Rusia que se había derrumbado catastróficamente en 1990. Como dijo el estratega Brzezinski, asesor de Seguridad Nacional del presidente Carter, “sin Ucrania, Rusia es un país, con Ucrania es un imperio”. Para restaurar su estatus de gran potencia, Rusia tenía que recuperar el control de Ucrania, que corría el riesgo de ser integrada en la OTAN, de acuerdo con su constitución.
Desafortunadamente para Putin y sus seguidores, el poder militar y económico de Rusia no estuvo a la altura de sus ambiciones. Es muy posible que Putin pierda su cargo (o incluso la vida) tras este fracaso. Obviamente, no merece la compasión del proletariado internacional ni de los comunistas. Sin embargo, también es vital que estos últimos denuncien rigurosamente todas las campañas mentirosas del llamado campo ‘democrático’ y de la ‘libertad’, que pretenden arrastrar a los explotados a las actividades belicistas de la burguesía en su conjunto; que denuncien a los profetas de los ‘apóstoles de la paz’, quienes ‘olvidan’ especificar que la barbarie de la guerra solo puede terminar cuando el proletariado derribe el sistema que genera esta barbarie: el capitalismo.
Corriente Comunista Internacional
Han pasado diez meses desde que Rusia invadió Ucrania. Estados Unidos y los países occidentales han impuesto sanciones generales contra Rusia, pero Rusia no ha detenido su agresión. En la guerra, la Unión Europea (UE) fue la primera en financiar la adquisición de armas por parte de Ucrania, y Putin advirtió contra el uso de armas nucleares. Esta guerra no tiene precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, y la humanidad en su conjunto se enfrenta a una crisis bélica más generalizada.
En 2006, la crisis bélica también se intensificó en la península de Corea, y en la primera «Conferencia Comunista Internacional» celebrada en Corea en ese momento, se aprobó una «Declaración internacionalista contra la amenaza de guerra». La declaración dejaba claro que es la lucha mundial de la clase obrera la que puede sostener la «defensa de los principios internacionalistas» y detener la guerra imperialista. «Declaramos que es la lucha mundial de los trabajadores la que puede poner fin para siempre a la barbarie y las guerras imperialistas y a la amenaza de destrucción nuclear que acechan a la humanidad bajo el capitalismo».
Quince años han pasado desde la Declaración Internacionalista. El peligro de guerra en la península de Corea persistió, la crisis económica capitalista intensificó el choque imperialista y se provocó otra guerra en Europa. En esta crisis, la solidaridad internacional de la clase obrera en defensa del internacionalismo proletario y el derrocamiento revolucionario del sistema capitalista, causa de la guerra, se ha vuelto cada vez más importante.
La prolongada crisis capitalista, que no se ha resuelto desde el colapso de la burbuja especulativa en 2008, se ha acelerado desde la pandemia de COVID-19. Ahora, en el mundo capitalista, la amenaza de una guerra imperialista se intensifica en medio de la profundización de la crisis económica, el riesgo de enfermedades infecciosas y el aumento de los desastres ambientales, creando grietas por todas partes. La guerra en Ucrania que se produjo en estas circunstancias no fue una acción repentina de Putin, sino que significó una nueva fase del choque imperialista que estaba al borde de una guerra generalizada en medio de una prolongada crisis económica. Tras el colapso de la Unión Soviética, la OTAN siguió ampliando su influencia en Europa del Este, y Rusia intentó recuperar su estatus de potencia imperialista. La guerra en Ucrania unió a la OTAN y a la Unión Europea (UE) en torno a Estados Unidos y llevó a Rusia a los brazos de China, sentando las bases para una guerra imperialista a gran escala.
Todo el daño de la guerra por los intereses de la clase dominante recayó miserablemente sobre el proletariado. Decenas de miles de civiles ucranianos y soldados de ambos bandos ya han muerto y millones de refugiados se han visto obligados a huir. La guerra provocará nuevos aumentos en los precios de la energía y los cereales, lo que agravará la pobreza y empeorará las condiciones de vida de los trabajadores en todo el mundo. Quienes se benefician de esta guerra que destruye las vidas de la clase trabajadora es la clase dominante que explota a la clase trabajadora. Hacen que la clase trabajadora muera y se mate entre sí a través de la ideología nacionalista y las máquinas de propaganda bélica con el fin de obtener dominio económico, político y militar y beneficios.
Todas las guerras actuales tienen el carácter de guerras imperialistas, que solo han traído sufrimiento, muerte y más destrucción a la humanidad. En estas guerras, el resultado de la lucha por la liberación nacional no fue el debilitamiento del imperialismo, sino la sustitución de unas fuerzas imperialistas por otras. Esto demostró que la llamada «lucha de liberación nacional» está lejos de ser una «lucha antiimperialista», ya que obliga a la clase obrera a elegir un bando de la clase dominante u otro, del imperialismo, para identificarse con alguna parte de la clase dominante.
En medio de la profundización del conflicto imperialista, la posición de los internacionalistas contra la ideología nacionalista que sigue insistiendo en la defensa de la patria y la independencia nacional no ha cambiado. Es el internacionalismo proletario el que convierte la «guerra imperialista en guerra civil», planteada por los revolucionarios en la primera guerra imperialista genocida mundial. En 1917-18, la clase obrera puso fin al genocidio imperialista obligando a la burguesía a través de la lucha revolucionaria. Lo mismo ocurre con la actitud de la clase obrera ante la guerra en Ucrania. Se trata de convertir la guerra imperialista en una «guerra de clases» contra la clase dominante sin tomar partido en la guerra entre las clases dominantes, en la que la clase obrera se mata entre sí.
Apoyar a uno de los bandos en una guerra imperialista es apoyar a la clase dominante, y el pacifismo que se niega a convertir una guerra imperialista en una guerra de clases neutraliza la lucha de clases. Solo hay una forma de que la clase obrera escape de las crisis del capitalismo, el sufrimiento y la amenaza mortal de la guerra. Es rechazar todas las ideologías dominantes, incluido el nacionalismo, y luchar en solidaridad internacional por los intereses comunes de la clase obrera. Es detener la guerra imperialista mediante la lucha de clases internacional, reconociendo que la única guerra por la que vale la pena luchar para los trabajadores es una guerra de clases, una guerra contra los explotadores.
La guerra en Ucrania expresa la profunda y antigua crisis del capitalismo. Hoy en día, la guerra no solo tiene lugar en Ucrania, sino también en más de 60 regiones. La crisis de la humanidad en su conjunto avanza no solo a través de la guerra, sino también a través de la pobreza, las enfermedades infecciosas y la destrucción del medio ambiente. Vivimos en un mundo cada vez más peligroso. La guerra destruye las vidas de la clase trabajadora y sus familias, pero la clase dominante lucha por su propio beneficio. La carrera hacia la guerra es el resultado del funcionamiento del propio sistema capitalista. No se debe a unos malos líderes, sino a un problema del sistema capitalista. La clase trabajadora no tiene perspectivas sin el derrocamiento revolucionario del capitalismo. Por lo tanto, la verdadera alternativa a la que nos enfrentamos es «¿Guerra o revolución?». Para poner fin de manera definitiva a la guerra imperialista, que conducirá a la destrucción de la humanidad, es necesario el derrocamiento revolucionario del capitalismo mediante una guerra de clases internacional y construir un nuevo sistema, una comunidad mundial de productores libremente unidos.
La clase obrera debe rechazar toda la lógica de la guerra y la paz utilizada por la clase dominante ante la guerra imperialista y adoptar una posición propia. Además, es necesario aclarar la posición internacionalista contra la hipocresía de todos los movimientos pacifistas contra la guerra que no están asociados con el movimiento para cambiar el sistema capitalista, y contra el apoyo de la parte «menos mala» del imperialismo que reclaman los pseudo socialistas.
Aunque los trabajadores internacionalistas sean ahora una minoría y no exista un movimiento revolucionario como el de hace 100 años, la acción internacional de la izquierda comunista y los internacionalistas contribuirá al resurgimiento de la lucha de clases, a la creación de métodos propios de la clase obrera y al surgimiento de un nuevo sujeto.
¡Los trabajadores no tienen patria!
¡No apoyemos a ninguno de los bandos en la carnicería imperialista de Ucrania!
¡Ninguna Guerra Salvo la Guerra de Clases!
¡Difundamos la lucha por el derecho a vivir y en contra de que los trabajadores paguen por la crisis capitalista!
¡Acabemos con la guerra imperialista con la lucha de clases internacional derrocando el sistema capitalista!
Diciembre de 2022
Internationalist Communist Perspective
La guerra imperialista ruso-ucraniana (OTAN) ha cumplido un año. Es necesario hacer un balance de las tareas de los revolucionarios e internacionalistas frente a esta guerra imperialista; un balance de las fuerzas de las potencias imperialistas y, lo que es más importante, de la posición de la clase trabajadora a raíz de esta guerra, para que podamos determinar el horizonte y la perspectiva internacionalista, mirando en retrospectiva el año pasado.
Algunos grupos dentro de la izquierda comunista internacional han declarado que los trabajadores no tienen patria que defender, y que la sangre de los trabajadores no debe ser derramada en un intento de definir las fronteras de la patria de los capitalistas. La lucha de los esclavos asalariados se enfrenta a la explotación y brutalidad del capitalismo global. Estos grupos han declarado su lealtad a la tradición de la Conferencia de Zimmerwald, una tradición política que ha luchado por el internacionalismo contra las guerras imperialistas (y continúa haciéndolo), y han emitido una declaración conjunta. La declaración conjunta enfatiza que, aunque las condiciones actuales son diferentes a las de 1915, los principios básicos del internacionalismo —adoptados en la Conferencia de Zimmerwald— contra el poder del imperialismo siguen siendo válidos hoy:
Ningún apoyo a cualquiera de los campos imperialistas; rechazo de todas las ilusiones pacifistas; reconocimiento de que solo la clase trabajadora y su lucha revolucionaria pueden poner fin al sistema basado en la explotación de la fuerza de trabajo, que genera perpetuamente guerras imperialistas.
En oposición a la retórica de los demagogos en los países democráticos, -que han declarado que el ataque de Putin a Ucrania constituye un ataque a la democracia, y han hecho llamados a defender la democracia contra la brutalidad de este dictador-, los fundamentos materiales de esta guerra imperialista deben ser expuestos al público. En una era de declive capitalista, la guerra se ha vuelto ineludible para muchos países, y no ha pasado un solo año sin alguna forma de guerra en algún lugar del planeta. Si dejamos de lado las mentiras de los demócratas, el objetivo de EE. UU. y la OTAN ha sido cercar a Rusia mediante la incorporación de antiguos países del Bloque del Este a la OTAN o lanzar “revoluciones de colores” en países que no eran anteriormente miembros de la OTAN. Después de la caída de la Unión Soviética, Rusia tardó en afirmar sus aspiraciones imperialistas como potencia mundial. Rusia no quería que Ucrania y Georgia se unieran a la OTAN; más bien, esperaba la retirada del equipo militar de la OTAN en estos países y el fracaso del bloqueo de la OTAN, para que así Rusia pudiera expandir su esfera de influencia.
Tras el colapso del mundo bipolar, EE. UU. ya no pudo ejercer su hegemonía como lo había hecho durante la Guerra Fría. Por lo tanto, para mantener su hegemonía en el nuevo orden mundial y debilitar a sus rivales, EE. UU. intentó alinear a las otras potencias imperialistas detrás de sí, librando guerras aunque con discursos humanitarios.
En los últimos años, sin embargo, los países que conformaban el antiguo bloque occidental se han fragmentado más que antes. Aunque la OTAN se expandió después del fin de la Guerra Fría, con la incorporación de Francia y varios países de Europa del Este, las divisiones internas entre los estados miembros de la OTAN se intensificaron. El presidente francés Macron llegó a declarar públicamente que la OTAN ha sufrido una “muerte cerebral”[1]. EE. UU. ha tratado de minimizar su presencia en la OTAN, y John Bolton, exasesor de seguridad nacional de Trump, declaró que si Trump ganaba las elecciones, EE. UU. optaria por salirse de la OTAN[2]. Italia, un importante miembro europeo de la OTAN y donde se encuentran bases con armas nucleares de EE. UU., ha mostrado interés en la Nueva Ruta de la Seda. EE. UU. ha impuesto sanciones a Turquía, que es miembro de la OTAN y también alberga armas nucleares estadounidenses. Las tensiones entre Turquía y Grecia -los dos miembros de la OTAN-, por la exploración y perforación de petróleo, escalaron hasta el punto en que Francia envió un buque de guerra al mar Mediterráneo con fines de “control regional”. Gran Bretaña se ha mantenido muy alejada de los otros países europeos.
Por otro lado, China es un gran competidor económico para EE. UU. La estrategia de tratar de contener a China comenzó mucho antes de la presidencia de Trump, y Biden ha seguido aplicando esta política. El examen de los acontecimientos ocurridos mientras la guerra en Ucrania causa estragos muestra que, en las nuevas condiciones, EE. UU., al alinear a la OTAN y a otros países detrás de sí, ha tratado de crear serios obstáculos al progreso de China y sus ambiciones imperialistas en nombre de la “Nueva Ruta de la Seda”.
Los eventos del último año también muestran que, a corto plazo, la operación militar rusa ha beneficiado a Estados Unidos, permitiéndole consolidar su hegemonía por el momento. Al cortar los lazos comerciales con Rusia, la Unión Europea se ha vuelto parcialmente dependiente de EE. UU. en el ámbito energético. Aparentemente Rusia malinterpretó la humillante retirada de Estados Unidos de Afganistán y pensó que, dadas las diferencias entre los países occidentales, EE. UU. no sería capaz de organizar una resistencia contra Rusia, y que Rusia no solo podría aprovechar esas diferencias existentes, sino también avivarlas.
La OTAN ha aumentado significativamente su presencia en Europa del Este, y dos nuevos países, Finlandia y Suecia, se han unido a la alianza. El punto importante aquí es que Suecia fue un país “neutral” durante la Primera y Segunda Guerra Mundial y, sin haber entrado en ninguna guerra en los últimos 200 años, ahora siente la necesidad de unirse a la alianza militar de la OTAN. Esto muestra la nueva disposición de las potencias imperialistas en las nuevas condiciones mundiales.
Aunque EE.UU. ha alineado a los países miembros de la OTAN, Japón y Australia, entre otros, detrás de sí, formando aparentemente un frente unido, el frente de hierro de la OTAN ha tenido grietas desde el principio. Dos miembros clave de la OTAN, Francia y Alemania, persiguen abiertamente sus propios intereses imperialistas, y este problema amenazará la alianza de la OTAN a largo plazo. La revista estadounidense Politico publicó recientemente un artículo titulado “Berlín no confía en Washington”[3], discutiendo los desacuerdos internos de la OTAN con respecto al envío de tanques. Francia no habrá olvidado el reciente castigo impuesto por EE.UU. y el Reino Unido, que le obligó a poner fin a su contrato de submarinos con Australia. La objeción de Turquía a la aceptación de Finlandia y Suecia en la OTAN muestra la debilidad del frente unido. Turquía es miembro de la OTAN, pero recientemente, Ibrahim Kalin, portavoz de la presidencia turca, señaló que Turquía no apoya las sanciones occidentales contra Rusia, y declaró:
«Ankara no se unirá a las sanciones de Occidente contra Moscú, las cuales harían más daño a la economía de Turquía que a la de Rusia... la comunidad mundial no muestra suficiente deseo de crear las condiciones para negociaciones serias entre Rusia y Ucrania, lo que hace imposible negociar un acuerdo de paz sobre el conflicto ucraniano... Europa y EE.UU. también deberían participar en posibles negociaciones para la solución de la situación en Ucrania; al mismo tiempo, cualquier plan de paz con respecto a Ucrania estará condenado al fracaso si no se tiene en cuenta la opinión de Rusia.»[4]
Otro tema importante es que, mientras Rusia busca expandir su esfera de influencia a través de la guerra de Ucrania, Turquía también está expandiendo su influencia en Asia Central, considerada el "patio trasero" de Rusia. Turquía, con la ayuda de Azerbaiyán, quiere desarrollar una ruta alternativa para el petróleo y el gas de Kazajistán y Turkmenistán, sin pasar por Rusia. Esta interferencia en los intereses imperialistas sin duda se manifestará de alguna manera.
Hungría, otro país miembro de la OTAN y también miembro de la UE, expresó su oposición a las sanciones de la UE contra Rusia el año pasado. El Ministro de Asuntos Exteriores húngaro, Péter Szijjártó, afirmó:
«Queremos la paz, no otro paquete [de sanciones]. Somos un vecino directo de Ucrania. El impacto de la guerra sobre nosotros es inmediato y severo.»[5]
Un día después de la declaración del Ministro de Asuntos Exteriores húngaro, la UE intentó castigar a Hungría. Así, la presidenta de la Comisión Europea anunció que recomendaría la congelación de los pagos a Hungría provenientes del fondo de recuperación de la UE tras la pandemia, así como de los fondos de cohesión regulares de la UE, debido a la preocupación por el estado de derecho en Hungría[6].
Recientemente, el Ministro de Asuntos Exteriores húngaro ha vuelto a declarar que Hungría no apoyará ninguna sanción de la UE que limite la cooperación nuclear entre Hungría y Rusia. Respecto al nuevo paquete de sanciones planeado por la UE contra Rusia, dijo:
«No apoyaremos ningún paso, por pequeño que sea, que restrinja la cooperación nuclear húngaro-rusa... Las sanciones han llevado a la UE a un callejón sin salida. Las sanciones nos perjudican más a los europeos que a los rusos. Todo el mundo puede verlo. Esto no es una declaración política, es un hecho.»[7]
Históricamente, los países árabes de la región del Golfo Pérsico estaban unidos bajo la nfluencia de Occidente y seguían a EE.UU. Pero recientemente, contra la voluntad de EE.UU., la OPEP+ reforzó su decisión previa de no aumentar el nivel de producción de crudo, una decisión que equivalía a un rechazo a Biden, quien había visitado Oriente Medio. Esta decisión de la OPEP+ causó aún más insatisfacción de EE.UU., que la calificó como una forma de alineamiento con Rusia en la guerra de Ucrania. China, que se ha convertido en un rival económico de Estados Unidos, ha aprovechado las tensiones en las relaciones de Estados Unidos con los países del Golfo Pérsico, especialmente Arabia Saudita, y quiere aumentar su influencia en Oriente Medio.
Mientras las relaciones entre Arabia Saudita y EE.UU. son particularmente tensas en lo que respecta a la seguridad energética, Xi Jinping realizó una visita de varios días a Arabia Saudita el 7 de diciembre, donde participó en reuniones, incluyendo la cumbre filtrada de “Jefes de Estados árabes y China”. Antes de su viaje, Xi Jinping publicó un artículo en el periódico saudita Al-Riyadh para preparar el terreno y lograr los resultados deseados. En este artículo, habló de la visión estratégica de China y del hecho de que las relaciones entre China y los países árabes se remontan a 2000 años, a las civilizaciones china y árabe. Xi Jinping enfatizó que la Ruta de la Seda hizo posible el intercambio entre civilizaciones.
Durante esta reunión, se firmaron docenas de memorandos y acuerdos entre las partes, siendo el más importante el documento sobre la estrategia para 2030 del Reino de Arabia Saudita respecto al Plan de la Belt and Road de China (Nueva Ruta de la Seda). El punto importante a destacar es que, en 2022, Arabia Saudita atrajo la mayor inversión china en todo el mundo en el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda. En el mismo año, el comercio entre China y Arabia Saudita creció aproximadamente un 30% y fue varias veces mayor que el comercio entre China e Irán; por otro lado, los medios iraníes informaron que «los chinos están dejando de invertir en Irán»[8].
Las diferencias surgidas tras la guerra imperialista en Ucrania incluso se han extendido a América Latina debido a los intereses imperialistas de las partes involucradas. A lo largo de la guerra en Ucrania, Argentina ha expresado su descontento con las sanciones impuestas a Rusia, afirmando que estas sanciones no contribuirán a resolver la crisis y tendrán un impacto negativo en su economía. Debido a las sanciones, el volumen de comercio entre Rusia y Argentina ha disminuido en un 30%.
Durante el estallido de la guerra imperialista, anunciamos que, aunque Rusia, China e Irán han encontrado una especie de convergencia en la oposición a EE.UU., cada uno de ellos persigue sus propios intereses imperialistas, que a veces entran en conflicto con los intereses de los demás. Contrariamente a la noción de que China considera a Irán como su aliado estratégico, la visita del presidente chino a Arabia Saudita y la declaración final de la cumbre conjunta de los líderes de China y seis emiratos del Golfo Pérsico en la capital de Arabia Saudita sorprendieron a todos y confirmaron la creencia de los internacionalistas de que cada uno de los gánsteres persigue sus propios intereses imperialistas. La declaración destacó el «expediente nuclear, misiles balísticos, drones militares y apoyo a grupos terroristas» de Irán como problemáticos para los países del Golfo en sus relaciones con Irán. La declaración instó a la República Islámica a abstenerse de «interferir en los asuntos internos de los países», a respetar los «principios de buena vecindad», a observar el «régimen de no proliferación» de armas nucleares y a cooperar con la Agencia Internacional de Energía Atómica. El presidente de China también pidió la resolución de las disputas de Irán con los Emiratos Árabes Unidos sobre las tres islas de Abu Musa, Gran Tunb y Pequeña Tunb. En otras palabras, el presidente chino incluso cuestionó la integridad territorial de Irán. Mientras Arabia Saudita lidera una coalición militar respaldada por Occidente en la guerra contra los hutíes apoyados por Irán, la declaración chino-saudí enfatiza que los hutíes deben comprometerse a un alto el fuego y cooperar con la ONU para establecer la paz.
Aunque Rusia mantiene estrechas relaciones con Irán, y este último ha ayudado recientemente a Rusia enviándole drones, los intereses imperialistas también son evidentes en la relación con Rusia. Irán no ha podido vender su petróleo debido a las sanciones que le han sido impuestas. China era anteriormente uno de los clientes petroleros de Irán, comprando su petróleo con un descuento especial. Sin embargo, tras la imposición de las sanciones rusas, la venta de petróleo ruso a China, a un precio con descuento, ha eclipsado la venta de petróleo iraní y ha limitado los ingresos de Irán, en detrimento de su economía. En línea con sus intereses imperialistas y su deseo de mantener algún tipo de relación con Azerbaiyán, Rusia ha arrestado recientemente a cinco ciudadanos de la República de Azerbaiyán, incluido Yusufov, quien quería formar un grupo religioso relacionado con la Fuerza Quds, llamado Unidad Musulmana de Azerbaiyán. Estos individuos fueron entregados a Azerbaiyán el 21 de diciembre de 2022[9]. Considerando la influencia de Israel en Azerbaiyán, este hecho fue un duro golpe para Irán.
Con el “visto bueno” de EE.UU., Israel ha llevado a cabo repetidamente ataques aéreos y con misiles a gran escala contra posiciones iraníes en Siria, y los "gánsteres" iraníes han permanecido en silencio y humillados. La información de Rusia sobre los ataques de Israel a posiciones iraníes en Siria y a posiciones sirias mismo, junto a la falta de esfuerzo por parte de Rusia para prevenir estos ataques, indica que Putin prefiere perseguir los intereses imperialistas de Rusia y mantener algún tipo de equilibrio en sus relaciones con Irán e Israel.
La Unión Europea está intentando aprovechar la situación actual (la participación de Rusia en la guerra de Ucrania) y expandir su influencia en Asia Central. En este contexto, la UE, con el apoyo de EE.UU., ha enviado a 100 observadores (EUMA:; European Union Mission in Armenia) a vigilar las fronteras de Armenia durante dos años. Rusia ha acusado a la UE de intentar alimentar el conflicto geopolítico en la región y de buscar expandir su influencia en ella[10].
Aunque existe una especie de sinergia entre Rusia y China, y algunas de las acciones militares de Rusia cuentan con el apoyo tácito de China, no debemos olvidar que cada uno de ellos persigue sus propios intereses imperialistas, a veces enfrentados. En este contexto, el Financial Times ha informado que las nuevas inversiones de China en el tramo ruso de la Nueva Ruta de la Seda se han reducido a cero tras la imposición de sanciones occidentales en protesta contra la guerra de Ucrania[11].
En consonancia con sus intereses imperialistas y una especie de balance de fuerzas en el tablero imperialista, China invitó recientemente al presidente iraní Raisi a China. El 14 de febrero de 2023, Raisi llegó a China para una visita de tres días. Previamente, funcionarios iraníes habían dicho que Raisi viajaría a China para poner en práctica el acuerdo de 25 años entre Irán y China, pero más tarde se anunció que se habían firmado 20 documentos de cooperación durante esta reunión. Los periódicos iraníes cuestionaron el viaje de Raisi antes de recibir una disculpa de China y escribieron:
«¿Por qué el presidente de la República Islámica de Irán visitó Beijing antes de que el presidente de China se disculpara o corrigiera su postura contraria a la integridad territorial de Irán durante su visita a Arabia Saudita en diciembre?»[12]
En la reunión entre los presidentes de Irán y China, Xi Jinping no mencionó las cuestiones planteadas en la declaración final de la reunión conjunta de los líderes de China y los seis emiratos de la región del Golfo y sólo enfatizó la soberanía nacional de Irán:
«Xi Jinping enfatizó que China apoya a Irán en la defensa de su soberanía, independencia, integridad territorial y dignidad nacional; respalda a Irán en su resistencia al unilateralismo y al acoso, y se opone a que fuerzas externas interfieran en los asuntos internos de Irán o socaven su seguridad y estabilidad.»[13]
China, ahora la segunda economía más grande del mundo, proyecta convertirse en la economía más grande del mundo para 2030, superando a EE.UU. Mientras el crecimiento económico de China fue inicialmente lento, los países occidentales (liderados por EE.UU.) apoyaron el crecimiento económico de China. Pero cuando China emergió como la segunda economía más grande del mundo, las tensiones tomaron un giro grave. El ascenso de China como potencia económica está directamente relacionado con el declive de EE.UU., que se encuentra en el centro de la crisis capitalista global. China presenta ahora un desafío serio para EE.UU.
El hecho innegable es que las tensiones actuales son un anticipo de futuras tensiones imperialistas. Los principales enfrentamientos serán entre EE.UU. y China. Estado Unidos quiere contener a China, que es un enemigo estratégico, y su estrategia de contención comenzó mucho antes de Trump. Biden continúa esta política, queriendo crear problemas serios para frenar el progreso imperialista de China y frustrar sus ambiciones en nombre de la Ruta de la Seda. La Nueva Ruta de la Seda, con su infraestructura, permitirá a China acceder a los confines de la tierra y expandir su poder imperialista en todas partes.
En décadas anteriores, el dominio de los recursos petroleros podía ser una herramienta para la hegemonía, pero los semiconductores y los chips ahora rivalizan con la supremacía del petróleo. Quien controle esta industria tendrá el poder económico. Estados Unidos ha sido un actor clave en la tecnología informática, pero su dominio ahora está siendo desafiado por China, que tiene la intención de desarrollar tecnología de semiconductores moderna (componentes de tamaño nanométrico)[14].
EE.UU. ha prohibido las ventas y exportaciones de producción de tecnología de semiconductores, incluida la mano de obra especializada. Los semiconductores modernos se diseñan en EE.UU., se fabrican en Taiwán, Corea del Sur y Japón, pero se ensamblan en China. La mayor parte de la tecnología moderna de semiconductores se produce actualmente en Taiwán, y China por sí sola compra más del 50% de los semiconductores fabricados a nivel mundial. El acceso a los semiconductores modernos no solo es deseable sino vital para el crecimiento económico de China, y Taiwán desempeña un papel vital tanto para China como para EE.UU.
La búsqueda de intereses imperialistas ha sido claramente visible tanto en el frente de la OTAN como entre los países que de alguna manera han convergido en oposición a EE.UU., y esta interferencia imperialista significa que seremos testigos de una nueva ronda de tensiones imperialistas y más caos en todo el mundo. La inestabilidad se extenderá desde Europa hasta el Oriente Medio, y desde el Cáucaso hasta el Sudeste Asiático.
A raíz de la guerra, muchos países han aumentado sus gastos de guerra (presupuestos de defensa) a un nivel sin precedentes. Naturalmente, los aumentos en los presupuestos militares tendrán un efecto dominó en los niveles de vida de la clase trabajadora. La clase trabajadora está, de nuevo, pagando el precio de la guerra, con una inflación galopante y la caída de los niveles de vida. La inflación ha alcanzado los dos dígitos, no en el capitalismo periférico, sino en las metrópolis capitalistas.
Una era de guerra imperialista no es un terreno favorable para el florecimiento y la expansión de las batallas proletarias, pero la crisis capitalista sí proporciona condiciones ideales para el crecimiento de la conciencia de clase y las luchas proletarias. Las condiciones de la clase trabajadora durante la guerra de Ucrania no son comparables a las de 1914; de hecho, la clase trabajadora se encontraba en una situación incluso más desesperada que en 1914. Sin embargo, los internacionalistas han declarado, con respecto a la situación actual, que los revolucionarios no deben esperar un movimiento de clase. Las actividades de los revolucionarios no se llevarán a cabo en el vacío y no serán en vano. Lo más importante es que esta guerra imperialista nos recuerda la necesidad de levantar la bandera del internacionalismo incluso si aísla a los revolucionarios de las masas de las clases trabajadoras. Esta es una de las doctrinas de Lenin y Luxemburgo, y esta doctrina sigue inspirando a los revolucionarios.
La izquierda comunista ha proclamado que los carnavales por la paz y las campañas anti-guerra en los países occidentales y europeos son parte de la propaganda de guerra de la OTAN, de acuerdo con los objetivos imperialistas de la OTAN. Mientras permanezcamos bajo el yugo del capitalismo, no habrá paz. Las llamas de la guerra seguirán avivándose. Solo la clase trabajadora puede ofrecer paz real a la humanidad, a través de la lucha de clases y desafiando al capitalismo.
Los internacionalistas afirmaron, en la misma declaración conjunta, que el internacionalismo proletario es una reacción a la guerra imperialista y que el proletariado internacional es la única fuerza capaz de detener la guerra imperialista. La clase trabajadora mundial, por su parte, debe seguir luchando contra el deterioro de los salarios y los niveles de vida.
Hoy, podemos ver confirmadas las predicciones de la declaración conjunta de hace un año. Estamos siendo testigos de protestas laborales masivas y huelgas de la clase trabajadora en defensa de los niveles de vida en todo el mundo, desde Europa hasta Asia y desde África hasta América. En otras palabras, estamos presenciando actualmente un resurgimiento de la lucha de clases en todo el mundo. Los internacionalistas declararon que la clase trabajadora se verá obligada a defender su nivel de vida, lo que probablemente implicará una confrontación con la guerra imperialista.
Sangre, inmundicia y lodo caen de pies a cabeza del cruel sistema capitalista. De la paz capitalista, solo prenderán las llamas de la guerra.
Mientras el capitalismo siga sin ser desafiado, la esclavitud asalariada, la guerra, las pandemias, etc., serán parte de nuestra vida diaria. Nuestros intereses radican en la lucha de clases, donde los trabajadores se unen y luchan por intereses de clase comunes. En lugar de ser carne de cañón en la guerra de los gánsteres, en lugar de continuar la barbarie, en lugar de adherirse al inmundo sistema capitalista, debemos luchar por la revolución comunista y poner fin a la perversidad y la miseria del capitalismo.
¡Viva la guerra de clases!
Internationalist Voice
26 de febrero de 2023
[1] Emmanuel Macron [BBC 7 November 2019]
[2] Bolton [“The Source" de CNN]
[3] Politico [02/01/2023]
[4] Ibrahim Kalın
[5] France 24 [25/11/2022]
[6] Vease nota 5
[7] Ministro de asuntos exteriores Pedro Szijjarto
[8] Etemad on line
[9] Deutsche Welle
[10] Euronews
[11] Financial Times
[12] Donyaeeqtesad
[13] Embajada de China
[14] Los semiconductores más recientes son cerca de 3 nanómetros de tamaño, comparado con un cabello humano, cuyo grosor es de entre 50,000 y 100,000 nanómetros. Cuanto menor sea su tamaño, mejor será la calidad, ya que se pueden insertar más transistores.
Más de un año de espantosa carnicería; cientos de miles de soldados masacrados en ambos bandos; más de un año de bombardeos y ejecuciones indiscriminadas, asesinando a decenas de miles de civiles; más de un año de destrucción sistemática que ha convertido el país en un gigantesco campo de ruinas, mientras que las poblaciones desplazadas se cuentan por millones; más de un año de enormes presupuestos invertidos en esta carnicería por ambos bandos (Rusia destina ahora alrededor del 50% de su presupuesto estatal a la guerra, mientras que la hipotética reconstrucción de la Ucrania en ruinas requeriría más de 400 mil millones de dólares). Y esta tragedia está lejos de terminar.
En términos de confrontaciones imperialistas, el estallido de la guerra en Ucrania también representó un importante paso cualitativo en el hundimiento de la sociedad capitalista en la guerra y el militarismo. Si bien es cierto que desde 1989, diversas aventuras bélicas han sacudido el planeta (las guerras en Kuwait, Irak, Afganistán, Siria...), estas nunca habían implicado una confrontación entre grandes potencias imperialistas. El conflicto ucraniano es el primer enfrentamiento militar, de esta magnitud entre Estados que se produce a las puertas de Europa desde 1940-45, que implica a los dos países más grandes de Europa, uno de los cuales posee armas nucleares u otras armas de destrucción masiva y el otro cuenta con el apoyo financiero y militar de la OTAN, y tiene el potencial de resultar en una catástrofe para la humanidad.
Más allá de la indignación y el disgusto provocados por esta masacre a gran escala, es responsabilidad de los revolucionarios no limitarse a condenas generales y abstractas, sino extraer las principales lecciones del conflicto ucraniano para comprender la dinámica de las confrontaciones imperialistas y advertir a los trabajadores sobre la exacerbación del caos y la intensificación de la barbarie militar.
Si bien Rusia invadió Ucrania, una lección clave de este año de guerra es sin duda que, tras los protagonistas en el campo de batalla, el imperialismo estadounidense está a la ofensiva.
Ante el declive de su hegemonía, Estados Unidos ha aplicado una política agresiva para defender sus intereses desde la década de 1990, especialmente hacia Rusia, antiguo líder del bloque rival. A pesar del compromiso asumido tras la desintegración de la URSS de no ampliar la OTAN, Estados Unidos ha integrado a todos los países del antiguo Pacto de Varsovia en esta alianza. En 2014, la «Revolución Naranja» sustituyó al régimen prorruso de Ucrania por un gobierno prooccidental, y una revuelta popular amenazó al régimen prorruso de Bielorrusia unos años después. El régimen de Putin respondió a esta estrategia de cerco empleando su fuerza militar, vestigio de su pasado como líder del bloque. Tras la toma de Crimea y el Donbás por parte de Putin en 2014, Estados Unidos comenzó a armar a Ucrania y a entrenar a su ejército para el uso de armas más sofisticadas. Cuando Rusia desplegó su ejército en las fronteras de Ucrania, reforzó la trampa afirmando que Putin invadiría Ucrania, al tiempo que aseguraba que ellos mismos no intervendrían sobre el terreno. Mediante esta estrategia para cercar y asfixiar a Rusia, Estados Unidos ha ejecutado un golpe maestro que tiene un objetivo mucho más ambicioso que simplemente detener las ambiciones rusas:
- Actualmente, la guerra en Ucrania ha provocado un claro debilitamiento del poder militar restante de Moscú y una disminución de sus ambiciones imperialistas. También demuestra la absoluta superioridad de la tecnología militar estadounidense, base del "milagro" de la "pequeña Ucrania" al hacer retroceder al "oso ruso".
- El conflicto también les permitió apretar las tuercas dentro de la OTAN, ya que los países europeos se vieron obligados a alinearse tras la postura estadounidense, especialmente Francia y Alemania, que desarrollaban sus propias políticas hacia Rusia e ignoraban a la OTAN, a la que el presidente francés Macron consideraba en estado de “muerte cerebral” hasta hace dos años.
- El principal objetivo de los estadounidenses al dar una lección a Rusia fue, sin duda, una advertencia inequívoca a su principal rival, China. Durante los últimos diez años, Estados Unidos ha defendido su liderazgo frente al ascenso del rival chino: primero, durante la presidencia de Trump, mediante una guerra comercial abierta; pero ahora, la administración Biden ha intensificado la presión militar (las tensiones en torno a Taiwán). Así, el conflicto en Ucrania ha debilitado al único aliado militar importante de China y está poniendo a prueba el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, uno de cuyos ejes pasa por Ucrania.
Si bien ha surgido gradualmente una polarización de las tensiones imperialistas entre Estados Unidos y China, esto es producto de una política sistemática implementada por la potencia imperialista dominante, Estados Unidos, en un intento por frenar el declive irreversible de su liderazgo. Tras la guerra de Bush padre contra Irak y la polarización de Bush hijo contra el "eje del mal" (Irak, Irán, Corea del Norte), la ofensiva estadounidense actual busca prevenir el surgimiento de rivales importantes. Treinta años de esta política no han aportado disciplina ni orden a las relaciones imperialistas. Al contrario, han exacerbado el sálvese quien pueda, el caos y la barbarie. Estados Unidos es hoy un vehículo importante para la aterradora expansión de las confrontaciones militares.
Contrariamente a las superficiales declaraciones periodísticas, el desarrollo de los acontecimientos demuestra que el conflicto en Ucrania no ha llevado en absoluto a una “racionalización” de las contradicciones. Además, ante la presión de la ofensiva estadounidense, los grandes imperialismos provocan una explosión de múltiples ambiciones y rivalidades que acentúa el carácter caótico e irracional de las relaciones imperialistas.
La creciente presión estadounidense sobre los demás grandes imperialismos solo puede impulsarlos a reaccionar:
- Para el imperialismo ruso, es una cuestión de supervivencia, pues ya es evidente que, sea cual sea el resultado del conflicto, Rusia saldrá claramente debilitada de la aventura que ha puesto de manifiesto sus límites militares y económicos. Es decir, estando militarmente agotada, tras haber perdido doscientos mil soldados, especialmente entre sus unidades de élite más experimentadas, así como una gran cantidad de tanques, aviones y helicópteros modernos. está económicamente debilitada por los enormes costos de la guerra y el colapso de su economía causado por las sanciones occidentales. Mientras la facción de Putin intenta por todos los medios mantenerse en el poder, surgen tensiones dentro de la burguesía rusa, especialmente con las fracciones más nacionalistas o ciertos "señores de la guerra" (por ejemplo, Prigozhin, líder del Grupo Wagner de mercenarios). Entonces estas condiciones militares desfavorables bajo una inestabilidad política podrían incluso llevar a Rusia a recurrir a armas nucleares tácticas.
- Las burguesías europeas, especialmente Francia y Alemania, que habían instado a Putin a no ir a la guerra mostraron que incluso estaban dispuestas, como revelaron las indiscreciones de Boris Johnson, a respaldar un ataque limitado en escala y tiempo para reemplazar al régimen de Kiev. Luego ante el fracaso de las fuerzas rusas y la inesperada resistencia de las ucranianas, Macron y Scholz tuvieron que adherirse tímidamente a la postura de la OTAN, liderada por Estados Unidos. Sin embargo, como lo ilustran los recientes viajes de Scholz y Macron a Pekín ilustran que no se trata de someterse a la política estadounidense ni de abandonar sus propios intereses imperialistas. Además, ambos países han incrementado drásticamente sus presupuestos militares con vistas a un reequipamiento masivo de sus fuerzas armadas (el doble para Alemania, es decir, 107 mil millones de euros). Pero estas iniciativas también han aumentado las tensiones en la pareja franco-alemana, en particular por el desarrollo de programas armamentísticos conjuntos y por la política económica de la UE.
- China se ha posicionado con mucha cautela en relación con el conflicto ucraniano, ante las dificultades de su "aliado" ruso y las amenazas apenas veladas de Estados Unidos. Para la burguesía china, la lección es amarga: la guerra en Ucrania ha demostrado que cualquier ambición imperialista global es ilusoria en ausencia de una fuerza militar y económica capaz de competir con la superpotencia estadounidense. Hoy, China, que aún no cuenta con unas fuerzas armadas a la altura de su expansión económica, es vulnerable a la presión estadounidense y al caos bélico que la rodea. Por supuesto, la burguesía china no renuncia a sus ambiciones imperialistas, en particular a la reconquista de Taiwán, pero solo puede avanzar a largo plazo, evitando ceder a las numerosas provocaciones estadounidenses (globos espía, prohibición de la aplicación TikTok...) y llevando a cabo una amplia ofensiva diplomática para evitar cualquier aislamiento internacional, como la recepción en Pekín de un gran número de jefes de Estado, el acercamiento entre Irán y Arabia Saudí patrocinado por China, la propuesta de un plan para detener los combates en Ucrania...
Por otro lado, el cada quien por su lado imperialista está provocando un aumento explosivo del número de posibles zonas de conflicto. En Europa, la presión sobre Alemania está generando disensiones con Francia, y la UE ha reaccionado con indignación al proteccionismo de la Ley de Reducción de la Inflación de Biden, considerada una auténtica declaración de guerra a las exportaciones europeas a Estados Unidos. En Asia Central, el declive del poder ruso va de la mano de una rápida expansión de la influencia de otras potencias, como China, Turquía, Irán o Estados Unidos, en las antiguas repúblicas soviéticas. En el Lejano Oriente, persiste el riesgo de conflicto entre China, por un lado, e India (con frecuentes enfrentamientos fronterizos) o Japón (que se está rearmando masivamente), por no mencionar las tensiones entre India y Pakistán y las recurrentes entre las dos Coreas. En Medio Oriente, el debilitamiento de Rusia, la desestabilización interna de importantes protagonistas como Irán (revueltas populares, luchas entre facciones y presiones imperialistas) o Turquía (desastrosa situación económica) tendrán un gran impacto en las relaciones imperialistas. Por último, en África, mientras la crisis energética y alimentaria y las tensiones bélicas se desatan en varias regiones (Etiopía, Sudán, Libia, Sáhara Occidental), la competencia agresiva entre buitres imperialistas está estimulando la desestabilización y el caos.
Un año de guerra en Ucrania ha destacado sobre todo que la descomposición capitalista acentúa uno de los aspectos más perniciosos de la guerra en la época de decadencia: su irracionalidad. De hecho, los efectos del militarismo son cada vez más impredecibles y desastrosos, independientemente de las ambiciones iniciales.
- Estados Unidos luchó en ambas Guerras del Golfo, así como en la guerra de Afganistán, para mantener su liderazgo en el planeta, pero en todos estos casos el resultado fue una explosión de caos e inestabilidad, así como corrientes de refugiados;
- Cualesquiera que hayan sido los objetivos de los numerosos buitres imperialistas (rusos, turcos, iraníes, israelíes, estadounidenses o europeos) que intervinieron en las terribles guerras civiles sirias o libias, heredaron un país en ruinas, fragmentado y dividido en clanes, con millones de refugiados que huyen a países vecinos o a los países industrializados.
La guerra en Ucrania es una confirmación ejemplar de ello: cualesquiera que sean los objetivos geoestratégicos del imperialismo ruso o estadounidense, el resultado es un país devastado (Ucrania), un país económica y militarmente arruinado (Rusia), una situación imperialista aún más tensa y caótica en el mundo, y millones de refugiados.
La creciente irracionalidad de la guerra implica una aterradora expansión de la barbarie militar por todo el mundo. En este contexto, pueden formarse alianzas circunstanciales en torno a objetivos específicos. Por ejemplo, Turquía, miembro de la OTAN, está adoptando una política de neutralidad hacia Rusia en Ucrania, con la esperanza de utilizarla para aliarse con Rusia en Siria contra las milicias kurdas respaldadas por Estados Unidos.
Sin embargo, y en contra de la propaganda burguesa, el conflicto ucraniano no conduce a un reagrupamiento de los imperialismos en bloques, y por lo tanto no abre una dinámica hacia una tercera guerra mundial, sino más bien hacia una aterradora expansión del caos sangriento: potencias imperialistas importantes como India, Sudáfrica, Brasil e incluso Arabia Saudita conservan claramente su autonomía frente a los protagonistas; el vínculo entre China y Rusia no se ha estrechado, sino todo lo contrario; y mientras Estados Unidos utiliza la guerra para imponer su visión dentro de la OTAN, países miembros como Turquía o Hungría actúan abiertamente por cuenta propia, mientras que Alemania y Francia intentan desarrollar sus propias políticas por diversos medios. Además, el líder de un bloque potencial debe ser capaz de generar confianza entre los países miembros y garantizar la seguridad de sus aliados. China, sin embargo, ha sido muy cautelosa en su apoyo a su aliado ruso. En cuanto a Estados Unidos, tras el enfoque de “América Primero” de Trump, que enfrió a los “aliados”, Biden sigue básicamente la misma política: les hace pagar un alto precio energético por el boicot a la economía rusa, mientras que Estados Unidos es autosuficiente en ese ámbito, y las leyes “anti-China” afectarán duramente a las importaciones europeas. Es precisamente esta falta de garantías de seguridad lo que llevó a Arabia Saudita a concluir un acuerdo con China e Irán. Finalmente, como gran obstáculo para una dinámica hacia una tercera guerra mundial, el proletariado no está derrotado ni movilizado ideológicamente al servicio de la nación en los países centrales industrializados, como lo ilustran las luchas actuales en varios países europeos. Hoy no existe un arma ideológica capaz de movilizar al proletariado, como lo fueron el fascismo y el antifascismo en los años treinta.
La situación es aún más delicada porque la “crisis ucraniana” no se presenta como un fenómeno aislado, sino como una de las manifestaciones de esta “policrisis”[1] , la acumulación e interacción de las crisis sanitarias, económicas, ecológicas, alimentarias y bélicas que caracterizan los años veinte del siglo XXI. Y la guerra en Ucrania constituye, en este contexto, un verdadero multiplicador e intensificador de la barbarie y el caos a nivel global.
La agregación e interacción de estos fenómenos destructivos produce un 'efecto torbellino' (...) es importante destacar la fuerza impulsora de la guerra, como una acción deliberadamente perseguida y planificada por los Estados capitalistas.[2] De hecho, la guerra en Ucrania y sus repercusiones económicas han favorecido rebrotes de Covid (como en China), acentuado el aumento de la inflación y la recesión en varias regiones del mundo, provocado una crisis alimentaria y energética, causado un retroceso en las políticas climáticas (las centrales nucleares e incluso de carbón han vuelto a funcionar) y provocado una nueva afluencia de refugiados. Sin mencionar el riesgo siempre presente de bombardeo de centrales nucleares, como todavía se ve alrededor del sitio de Zaporizhia, o el uso de armas químicas, bacteriológicas o nucleares.
En resumen, un año de guerra en Ucrania pone de relieve cómo se ha intensificado el “gran rearme del mundo”, simbolizado por las masivas inversiones militares de los dos grandes perdedores de la Segunda Guerra Mundial, Japón, que ha comprometido 320 mil millones de dólares en su ejército en 5 años, el mayor esfuerzo armamentístico desde 1945, y sobre todo Alemania, que también aumenta su presupuesto de defensa.
Como producto obviamente deliberado de la clase dominante, la masacre en Ucrania ilustra claramente la bancarrota del sistema capitalista. Sin embargo, los sentimientos de impotencia y horror generados por la guerra no favorecen el desarrollo de una oposición proletaria al conflicto actual. Por otro lado, el significativo agravamiento de la crisis económica y los ataques contra los trabajadores que se derivan directamente de ella impulsan a estos últimos a movilizarse en su propio terreno de clase para defender sus condiciones de vida. En esta dinámica de luchas renovadas, la barbarie bélica acabará constituyendo una fuente de concientización sobre la bancarrota del sistema, que hoy en día sigue estando limitado a pequeñas minorías de la clase.
Corriente Comunista Internacional
25 de marzo de 2023
[1] El término es utilizado por la propia burguesía en el Informe de Riesgos Globales 2023 presentado en el Foro Económico Mundial en enero de 2023 en Davos.
[2] “Los años 20 del siglo XXI: La aceleración de la descomposición capitalista plantea la clara posibilidad de la destrucción de la humanidad ” [18], Revista Internacional , Nº 169 (2022).
Esa guarida de asesinos,
que ensangrienta la tierra,
sabe muy bien que la guerra
es un gran negocio,
allanando el camino
para los ladrones de la bolsa de valores.
(Trilussa)[1].
Ya ha pasado más de un año desde que estalló la guerra entre Rusia y Ucrania, y parece que está destinada a prolongarse durante mucho más tiempo. ¿Paz? Por mucho que todos la reclamen, en realidad ni la quieren ni pueden permitírselo.
En primer lugar, Estados Unidos: para ellos era especialmente importante impedir la formación de una zona económico-financiera que hubiera permitido a sus miembros prescindir del dólar como moneda de reserva internacional y medio de pago para el intercambio comercial. Desde un punto de vista geopolítico, esto significa impedir que el eje Berlín (UE)/Moscú-Beijing se consolide hasta el punto de que se vuelva irreversible, lo que habría ocurrido si se hubiera llevado a cabo el proyecto Nord Stream 2.
Tras un año de guerra, han logrado:
1. Poner fuera de servicio tanto el North Stream 1 como el 2 mediante ataques militares, tal y como ha informado el periodista ganador del Premio Pulitzer Seymour Hersh[2].
2. De este modo, han obligado a Alemania y a la mitad de la Unión Europea a comprarles gas, aunque es mucho más contaminante y caro que el de Rusia.
3. Asestar un duro golpe al eje Berlín (UE)/Moscú/Pekín.
4. Revalorizar el dólar gracias al vertiginoso aumento de los precios de todos los productos energéticos y materias primas, lo que ha supuesto un impulso para su situación financiera, lastrada por un enorme déficit presupuestario y una deuda comercial.
5. Lograr la sumisión total de sus renuentes «aliados» europeos dentro de la OTAN. Sin embargo, aunque Biden no pierde ocasión de cantar victoria, en realidad no ha logrado su objetivo más importante: aislar a Rusia del resto del mundo, incluida China, para reducirla a un estatus semicolonial y obligarla a vender sus ricas reservas de materias primas exclusivamente en dólares.
Como han reconocido a regañadientes David H. Rundell, jefe de misiones de la embajada estadounidense en Arabia Saudí, y Michael Gfoeller, exasesor político del Mando Central estadounidense: «Nuestro conocido sistema de alianzas políticas y económicas globales (las de Estados Unidos, nota del editor) está cambiando, y nada ha dejado más claro este cambio que las diversas reacciones a la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Mientras que Estados Unidos y sus aliados más cercanos en Europa y Asia han impuesto duras sanciones económicas a Moscú, el 87 % de la población mundial se ha negado a seguirnos»[3].
Además, ese 87 % incluye no solo a China, sino también a algunos de sus aliados históricos, como India y Arabia Saudí.
India: «A pesar de su estrecha relación con Washington - consecuencia de su rivalidad con China - (…), además de su habitual adquisición de armamento (de Rusia, nota del editor), ahora ha firmado importantes contratos petroleros con Rusia (casi un millón de barriles al día), (y) Arabia Saudí, pilar de la influencia estadounidense en Oriente Medio, se ha aliado con Rusia dentro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP plus) para sabotear la iniciativa (de Estados Unidos, nota del editor) de limitar el precio del petróleo. El cártel tomó la decisión de reducir su producción a espaldas de Washington, a pesar de la visita a Riad, los días 14 y 15 de julio, del presidente de los Estados Unidos, quien ahora declara que habrá repercusiones».[4] Además de la India y Arabia Saudí, otros países también se han negado a obedecer la voluntad de Washington: Brasil, la mitad del continente africano (incluido Sudáfrica) e incluso Hungría y Turquía, aunque ambos son miembros de la OTAN. Esto no es una sorpresa total, ya que las condiciones para que esto ocurriera llevan mucho tiempo presentes.
Ya en 2006, el economista estadounidense James K. Galbraith escribió: «A lo largo de los años (...) hemos permitido que nuestra posición comercial dentro de la economía mundial se deteriorara (era mucho más barato importar bienes y servicios del extranjero que producirlos en casa, nota del editor), pasando así de la supremacía absoluta (...) a la situación actual (...). Para mantener nuestro nivel de vida, nos hemos vuelto dependientes de la voluntad del resto del mundo de aceptar activos en dólares (acciones, bonos, efectivo) a cambio de bienes y servicios reales: producidos por el arduo trabajo de personas mucho más pobres que nosotros a cambio de billetes que se producen sin ningún esfuerzo. Durante décadas, el mundo occidental ha tolerado el 'privilegio exorbitante' de una economía basada en el dólar como moneda de reserva internacional porque Estados Unidos tenía la fuerza necesaria para garantizar una protección fiable contra el comunismo»[5].
El miedo al comunismo ha desaparecido, pero, sobre todo, la capacidad del sistema «estadounidense» ha fracasado en general en: «inyectar directamente valor añadido en las industrias de otros países. El valor añadido generado (...) en el resto del mundo por Estados Unidos durante casi 20 años (2008-2020) ha disminuido del 11% al 5,5% (...), se ha reducido en un tercio dentro de la economía y la producción mundiales (...). Según datos del CEPII-BACI, su cuota en el comercio mundial (...) ha caído (...) del 23,3% al 16,9%. Su cuota en los bienes intermedios, que muestran la interacción entre las organizaciones productivas, ha caído aún más drásticamente: del 24,5% al 16,1%. La misma tendencia se observa si limitamos las cifras a la industria manufacturera pura: entre 2000 y 2018, la cuota de productos manufacturados de América descendió del 23,2% al 15,7%, y la de productos manufacturados intermedios, del 24,6% al 16,1%»[6]
En otras palabras, Estados Unidos toma mucho más de otros países de lo que da, y a cambio solo proporciona «billetes que se producen sin ningún esfuerzo». El analista y exgeneral de división de la Fuerza Aérea China, Quiao Liang, se queja: «El desarrollo económico de China depende en gran medida de los dividendos de la mano de obra barata. En el contexto de la globalización económica (tan deseada por Estados Unidos, nota del editor), China ha obtenido unos dividendos bastante reducidos de la mano de obra barata, mientras que Estados Unidos y los demás países occidentales han obtenido unos dividendos mucho mayores»[7].
Volviendo al trabajo de Rundell y Gfoeller que ya hemos citado: «La globalización solo puede funcionar si la mayoría de los participantes creen que favorece sus intereses. Si el resto cree que Occidente está utilizando injustamente el sistema en su propio beneficio, el orden internacional basado en normas se desmorona y surgen alternativas»[8].
El objeto de la disputa es el siguiente: cada uno quiere hacerse con la mayor parte posible de los «dividendos de la mano de obra barata», es decir, la plusvalía extorsionada a los trabajadores del mundo.
Así pues: por un lado tenemos a Estados Unidos y sus aliados más cercanos, que se apropian de la mayor parte mediante la «producción de papel moneda», y por otro lado, a las numerosas «Chinas» que se oponen a ello rechazando cada vez más el dólar, que es el arma principal utilizada en el robo.
El comportamiento reciente de Arabia Saudí nos puede enseñar mucho al respecto: ha desafiado a Estados Unidos, primero mediante la firma de un acuerdo con China para regular sus respectivas monedas entre ellos, y luego, hace unas semanas, mediante la firma de un acuerdo similar con Irán, a pesar de «los intentos liderados por Estados Unidos de aislar económicamente a Irán mediante sanciones»[9]. Sin embargo, lo hizo solo después de que «China lograra tomar la delantera, gracias a su peso económico y geopolítico»[10].
Sí, China, el país que Estados Unidos considera un enemigo para su propia existencia. Como dijo el ministro de Asuntos Exteriores saudí, el príncipe Faisal bin Farhan al-Saud, China «es nuestro principal socio comercial. También es el mayor socio comercial de la mayoría de los países. Esta es una realidad que debemos tener en cuenta»[11].
En otras palabras: podemos prescindir de Estados Unidos y del dólar, pero no podemos prescindir de China, «la fábrica del mundo». Por paradójico que parezca, lo que ha complicado aún más la situación para Estados Unidos son, de hecho, esas sanciones «sin precedentes»[12] contra Rusia.
Hace solo un año, Biden, convencido de que las sanciones, como arma, «son tan dañinas como el poderío militar»[13], estaba seguro de que habrían puesto a Rusia de rodillas en pocos meses.
Elina Ribakove, economista jefe adjunta del Instituto de Finanzas Internacionales de Washington, también estaba firmemente convencida de ello cuando, en febrero del año pasado, predijo: «un colapso de la moneda y presión sobre las reservas, y posiblemente el colapso total del sistema financiero ruso». A finales de abril, tuvo que reconocer que: «Rusia está (estaba) nadando en liquidez»[14].
A menudo ocurre que quienes tienen poder, tal vez cegados por la arrogancia, sostienen que lo que es bueno para ellos también lo es para el resto del mundo; por lo tanto, ni Biden ni su séquito previeron lo que se desprende del artículo de Rundell y Gfoeller ya citado:
«Las sanciones económicas han convertido en armas a partes de los sectores bancario y asegurador internacionales, incluido el sistema de transferencia de fondos SWIFT. Se han incautado activos y cancelado contratos de materias primas, y se han intensificado los llamamientos a la desdolarización. Cuando Rusia exigió que los pagos por energía se realizaran en rublos, yuanes o dirhams de los Emiratos Árabes Unidos, China y la India accedieron»[15].
No solo Rusia no se ha derrumbado, sino que además ha descubierto que tiene muchos más «aliados» de los que quizá incluso Putin esperaba antes del ataque a Ucrania.
Lo que es seguro es que, gracias a ellos, Rusia ha mejorado aún más su situación financiera durante 2022: «el rublo alcanzó su tipo de cambio más alto de la historia. El superávit comercial de Rusia en 2022, de 227 000 millones de dólares, aumentó un 86% con respecto a 2021. El déficit comercial de Estados Unidos durante el mismo periodo aumentó un 12,2%»[16].
Estados Unidos, por su parte: «a finales de 2022 tenía un déficit comercial de 1,181 billones de dólares, un déficit presupuestario de 1,400 billones de dólares y una deuda federal de 31,420 billones de dólares. Pero eso no es todo. Tras una mejora entre el cuarto trimestre de 2021 y el segundo trimestre de 2022, con una caída de 18.124.293 a 16.285.837 millones de dólares en pasivos (-1.838.456), su posición financiera neta volvió a deteriorarse rápidamente, alcanzando los 16.710.798 millones de dólares, a pesar de la enorme salida de capitales del lado europeo al lado americano del Atlántico, que se produjo tras la degeneración del conflicto entre Rusia y Ucrania. (…) En general, el volumen de bonos del Tesoro estadounidense en manos internacionales disminuyó en 170,9 mil millones de dólares entre septiembre y octubre (2022) (de 7302,6 a 7131,7 mil millones de dólares), además de los 243 mil millones de dólares en pasivos (de 7545,6 a 7302,6 mil millones) registrados el mes anterior, a pesar de que la Reserva Federal subió el tipo de interés del 0,25 al 2,5 % entre marzo y septiembre»[17].
Las cifras hablan por sí solas: el país que hoy corre mayor riesgo de impago es el propio Estados Unidos, como lo demuestran el impago parcial reciente del fondo inmobiliario Blackstone (un coloso que gestiona alrededor de mil millones de dólares) y la quiebra del Silicon Valley Bank, el decimosexto banco más grande de Estados Unidos, así como del First Republic Bank.
A la luz de todo esto, no hace falta una bola de cristal para predecir que, dado que lo que está en juego para todos los antagonistas es su propia existencia, el único final posible para esta guerra (que ya es internacional) es la derrota de uno u otro bando, lo que pone en peligro la supervivencia misma de la humanidad. O bien, mediante la revolución comunista que, al poner fin al sistema capitalista y a la explotación del trabajo asalariado, erradicaría la causa principal de todas las guerras.
Isituto Onorato Damen
[1]Trilussa - La Ninna nanna de la guerra - Poemas Completos –A. Mondadori ed. 1954 – p.500. (en italiano)
[2]Seymour Hersh es un periodista estadounidense que ganó el premio Pulitzer en 1970 por haber sacado a la luz la masacre de My Lai en Vietnam, donde soldados estadounidenses mataron entre trescientos y quinientos civiles desarmados.
[3]D.H. Rundell e Michael Gfoeller - Nearly 90 percent of the world isn’t following us on Ukraine – Newsweek de 15.09.2022 https://www.newsweek.com/nearly-90-percentworld-isnt-following-us-ukrain... [19] (en inglés)
[4]Helen Richard – Ucrania, la escalada – Sanciones de doble filo – Le Monde Diplomatique en español – Nov. 2022.
[5]J.K. Galbraith - Unbearable Cost. Bush, Greenspan and the Economics of Empire. La cita fue sacada y retraducida de: G. Gabellini – Crisis - the formation and crumbling of the United States’ economic order - p.246 – Editor Mimesis – 2021.
[6]Paolo Bricco - Così l’America ricerca i suoi anni migliori, persi nel deserto manifatturiero - Il sole 24 ore del 17.09.2022. (en italiano)
[7]Qiao Liang - L'arco dell’impero. Con la Cina e gli Stati Uniti alle estremità - LEG edzioni – p.233. (en italiano)
[8]D.H. Rundell e M. GFoeller, ver nota 3
[9]Robert Zunini - La Cina fa fare pace ai dirimpettai del Golfo Iran e Arabia da nemici a compagni d’affari - Il fatto quotidiano de 11.03.2023 (en italiano)
[10] Ibídem
[11] Ibídem
[12] «Sin precedentes», así lo afirma Mario Draghi, quien las ha tramitado basándose en las aportaciones de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
[13] Artículo citado en nota 4
[14] Ibídem
[15]Artículo citado en nota 3
[16]Robert Freeman – Ukraine and the Tunnel at the End of the Light - https://www.commondreams.org/opinion/ukraine-and-the-tunnel-at-the-end-o... [20]. (en inglés)
[17]Giacomo Gabellini – Lo stato dell'economia Usa: verso il punto di non ritorno? - https://www.sinistrainrete.info/articoli-brevi/24890-giacomo-gabellinilo... [21] (en italiano)
Links
[1] https://es.internationalism.org/files/es/pdf/boletin_de_discusion_izquierda_comunista_2.pdf
[2] https://en.internationalism.org/content/17331/discussion-bulletin-groups-communist-left%20
[3] https://en.internationalistvoice.org/wp-content/uploads/BulletinE1.pdf%20(inglés)
[4] https://fa.internationalistvoice.org/wp-content/uploads/BulletinF1.pdf%20(farsi)
[5] https://it.internationalism.org/content/1739/bolletino-di-discussione-di-gruppi-dellasinistra-comunista
[6] https://es.internationalism.org/content/5177/boletin-discusion-izquierda-comunista-no-12023
[7] https://es.internationalism.org/en/tag/vida-de-la-cci/correspondencia-con-otros-grupos
[8] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista
[9] https://world.internationalism.org/es
[10] https://www.istitutoonoratodamen.it/
[11] https://en.internationalistvoice.org/
[12] http://communistleft.jinbo.net/xe/
[13] https://www.asiafinancial.com/saudiarabia-could-accept-yuan-for-chinese-oil%20-sales-wsj
[14] https://en.internationalistvoice.org/wp%20-content/uploads/NewArrangementE.pdf
[15] https://www.istitutoonoratodamen.it/index.php/documenti/577-sull-invasionerussa-e-americana-dell-ucraina
[16] https://www.sinistrainrete.info/estero/20053-giorgio-paolucci-sul-declino-degli-usa-e-l-inasprirsi-della-guerra-imperialista-permanente.html
[17] https://www.istitutoonoratodamen.it/index.php?start=20
[18] https://es.internationalism.org/content/4897/los-anos-20-del-siglo-xxi-la-aceleracion-de-la-descomposicion-capitalista-plantea
[19] https://www.newsweek.com/nearly-90-percentworld-isnt-following-us-ukraine-opinion-1743061
[20] https://www.commondreams.org/opinion/ukraine-and-the-tunnel-at-the-end-of-thelight
[21] https://www.sinistrainrete.info/articoli-brevi/24890-giacomo-gabellinilo-stato-dell-economia-usa-verso-ilpunto-di-non-ritorno.html