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Con la reproducción de este artículo, además de expresar nuestro acuerdo con su contenido político, queremos también dar a conocer a la mayor cantidad de gente que nos es posible, la realidad del desastre económico que está viviendo el capitalismo en México al igual que en las 3/4 partes del planeta. Queremos así denunciar las dramáticas condiciones de existencia de millones y millones de seres humanos en nuestros días. El texto de nuestros compañeros del GPI nos da muestras de que la barbarie capitalista no es una fatalidad y que la clase obrera, aunque no pueda tener la misma fuerza que en las grandes concentraciones industriales de los EEUU y de Europa, está luchando contra la miseria, afirmándose como la única fuerza capaz de ofrecer una perspectiva contra la barbarie, a la totalidad de capas populares, miserables y sin trabajo, de esos países. Sí, el proletariado de México, al igual que en el resto de Latinoamérica, está en la lucha, obligado por las circunstancias, a desarrollar las mismas armas que sus hermanos de clase de los demás continentes, contra idénticas dificultades, contra idénticos obstáculos, y, para empezar, las trampas de los partidos de izquierda, de los sindicatos, y la represión estatal.
La realidad de la combatividad obrera en México se ha visto confirmada, en negativo, por el desarrollo mismo de las últimas elecciones presidenciales, en las que por primera vez desde hace más de 60 años, el candidato del PRI, partido del gobierno, sólo ha sacado 50 % de votos en medio de la mayor confusión y sin duda mediante el clásico fraude. Cuauhtémoc Cárdenas, su adversario, procedente, también él, del... PRI, estaba apoyado por una coalición de partidos de izquierdas, y entre ellos el PC y los trotskistas. Basándose en temas típicamente embaucadores como el de la democracia contra la corrupción y el pucherazo electoral, el del nacionalismo contra el reembolso de la deuda mexicana, contra la “dictadura del FMI” y el imperialismo de Estados Unidos, la burguesía lo ha hecho todo, y parece haberlo conseguido, para organizar una fuerza política de izquierdas en torno a Cárdenas. Con ello, la burguesía pretende canalizar la rabia evidentemente para ella. Esta nueva adaptación de las fuerzas políticas de la burguesía en México se está completando con el desarrollo de un “sindicalismo independiente” (independiente del sindicato único, la CTM), versión mexicana del sindicalismo de base.
En resumen, bajo los condescendientes auspicios de los EEUU, la burguesía mexicana está instalando fuerzas políticas y sindicales de izquierda, en la oposición, para así desnaturalizar las inevitables luchas obreras del futuro, gracias, en particular, a los mitos democráticos, empleados ya en la mayoría de los países latinoamericanos, como hoy está ocurriendo en Chile.
CCI
Durante los últimos años, venimos presenciando una constante agravación de la crisis en México. Por supuesto, esta situación solo puede comprenderse cabalmente tomando en cuenta que el país forma parte del sistema capitalista mundial y, como tal, se halla inmerso en la crisis crónica mundial que desde finales de los sesenta viene extendiéndose y agravándose lenta pero inexorablemente, en la forma de “recesiones” (paralización del crecimiento industrial y comercial) cada vez más duraderas y profundas, seguidas de “recuperaciones” cada vez más cortas y ficticias.
Así, mientras la pasada “recesión” de 1980-82 abarcó literalmente a todo el mundo, la “recuperación” que le siguió del 83 al 86 apenas tocó a las grandes potencias, en tanto la mayoría de los países quedaron sumergidos en el estancamiento. Ahora, el mundo entero se encamina nuevamente a otra “recesión” cuyos efectos previsiblemente serán aún más desastrosos que los de la anterior. En el caso de México, del 82 en adelante asistimos al desmoronamiento de la industria del país. En los últimos cinco años el porcentaje de crecimiento del PIB en promedio ha sido menor a cero... Todos los sectores industriales se hallan estancados o en retroceso... con todo ello la situación de los trabajadores empeora. Durante 1987 “el crecimiento industrial continúa totalmente estancado”1.
Señalemos tan sólo tres signos externos visibles de la agudización de la crisis durante 1987:
1)El magro crecimiento del PIB en 1,4 % que ni siquiera recupera la caída de - 3,8 del 86. Lo cual indica que la producción continúa estancada, ante la falta de motivos para invertir, dada la sobreproducción mundial y la caída de los precios de todas las materias primas, de las que México es productor (como petróleo, minerales, productos agrícolas).
2) Una inflación disparada en 159 % anual. Como el mercado interno se halla estancado, el gobierno intenta reanimarlo mediante un aumento de su gasto. Para ello acelera la elaboración de billetes (papel-dinero) con lo cual paga a empleados, contratistas, etc...
Pero la elaboración indiscriminada de papel-dinero produce en éste el mismo efecto que si por ejemplo una mercancía cualquiera pudiera producirse con una menor inversión: bajaría su valor. A medida que se lanza a la circulación más papel-dinero sin valor, necesariamente se deprecia con relación al conjunto de mercancías, o lo que es lo mismo, las mercancías suben de precio.
Aunque si bien suben de precio todas las mercancías, no lo hacen en la misma proporción, particularmente el precio de la fuerza de trabajo (los salarios), que se va retrasando en relación a los precios de las demás mercancías, mecanismo muy bien conocido por cualquier trabajador y que es utilizado por la clase capitalista para apoderarse de mayores ganancias a costa de la caída del salario.
El problema para el capital es que cada alza de precios empuja a una nueva emisión de billetes, entrando en la «espiral inflacionaria» donde la cantidad de dinero va creciendo al mismo ritmo acelerado en que se va depreciando, hasta llegar a una situación en que los precios suben tan rápido, de un día para otro o incluso cada hora (la llamada «hiperinflación»), que el dinero pierde toda utilidad, pues ya no sirve ni para medir el valor de las mercancías, ni para las operaciones de intercambio, ni para ahorrarse, ni para nada.
De esta manera, el mecanismo que al principio se utilizó para reanimar la circulación de mercancías, se transforma en lo contrario: en un obstáculo más para la misma circulación, agudizando el estancamiento.
La inflación es un ejemplo claro de cómo las medidas de política económica aplicadas por los Estados nacionales actualmente pueden contener momentáneamente la crisis, pero no pueden
terminar con ella. Y en los últimos meses de 1987, la economía mexicana caminaba derecho hacia la “hiperinflación”2.
3) El crecimiento desmesurado de la bolsa mexicana de valores en unos pocos meses y su posterior estallido, con el resto de las bolsas de valores del mundo, a finales de octubre.
La caída de la bolsa de valores en México simultáneamente a las caídas de otras bolsas del mundo no fue una mera coincidencia : obedeció a las mismas causas profundas, puso en evidencia la completa interpenetración de la economía mundial.
Las principales bolsas de valores del mundo (de Nueva York, Europa y Japón) venían creciendo en los últimos dos años, de manera totalmente desproporcionada en relación con el crecimiento industrial. Los capitales huían de la inversión productiva para colocarse en operaciones financieras, especulativas, señal de que la «recuperación» iniciada en 1983 tocaba a su fin. Y al irse saturando las principales arterias financieras, los capitales también llenaban las menores. Así, durante 1987,muchos capitales «retornaron» a México, pero no tanto para invertir en la industria, sino básicamente para ser colocados en el mercado bursátil, en la emisión de valores-papel (acciones), apoderándose del dinero de otros inversionistas, que compraban las acciones atraídos por la promesa de altas ganancias (promesas que en el último momento llegaron a ser del 1000 %). De esta manera, por el puro juego de la oferta y de la demanda, juego alentado por la prensa y por el mismo gobierno, la bolsa mexicana se hinchó en unos meses en 600 %... para derrumbarse a finales del año, con el resto de las bolsas del mundo, cuando resultó que ni la producción mundial ni la nacional habían crecido lo suficiente y las ganancias no eran reales, llegando a perder la bolsa de México el 80 % del «valor» que habían llegado a manejar. Tan sólo unos cuantos lograron altas ganancias (producto de la especulación): aquéllos que conocen y manipulan la información y que pudieron deshacerse rápidamente de las acciones, quedándose con el dinero líquido, mientras dejaban en la ruina a muchos otros inversionistas3.
Así, pues, en condiciones de sobreproducción, de saturación de los mercados, la producción industrial queda estancada, mientras los capitales se orientan hacia la búsqueda de ganancias especulativas.
Es ante esta situación que, a partir de mediados de diciembre del 87,el gobierno mexicano decide adoptar un nuevo programa económico, llamado «Pacto de solidaridad económica». El Estado parte del reconocimiento del fracaso de los planes anteriores para contener la crisis (de que, por tanto, eran mentiras las optimistas declaraciones oficiales), de que la crisis persiste y se agrava, y de la necesidad de dar otro salto para atrás lo más ordenadamente posible, «distribuyendo» (hasta donde el Estado puede hacerlo) las pérdidas entre los diferentes sectores capitalistas, pero, básicamente, incrementando aún más la explotación hacia la clase obrera.
Para echar a andar el programa, el Estado ha levantado una aplastante campaña ideológica, por todos los medios de difusión existentes, para convencer a los trabajadores de que deben aceptarlo, de que « el pacto » sería la base para solucionar los «problemas nacionales», de que tiene que haber «solidaridad» entre todos los «sectores » sociales, en suma, de que deben sacrificarse aún más para salvar las ganancias de los capitalistas.
Por su forma, el «pacto de solidaridad» es un programa «antinflacionario», en cierta medida semejante a los aplicados en otros países como Argentina, Brasil o Israel. A partir de una inicial y repentina alza general de los precios de las mercancías, junto a la contención de las alzas salariales, y de un drástico recorte del gasto gubernamental (que fue en 5,8 % )se trata de ir controlando paulatinamente la inflación. Lo cual no significa otra cosa que una nueva y tremenda contracción del comercio interno, aunque «regulada» por el Estado, y más cierres de industrias, comenzando por las empresas para estatales, cierres que a su vez repercutirán en las privadas.
De hecho, en los últimos cinco años ha sido una constante la liquidación de empresas paraestatales, o su venta a precio de remate. Este proceso que es llamado por el gobierno «desincorporación» ha alcanzado a unas 600 industrias, algunas tan importantes como la fundidora Monterrey, la que, en su liquidación, arrastró a un conjunto de filiales y proveedoras. Con el «pacto», este proceso únicamente se acelera: tan sólo en los primeros tres meses del «pacto», el gobierno ha autorizado la desaparición de unas 40 empresas (el caso más señalado es el de Aeroméxico que contrataba a más de 10 mil trabajadores) y la venta de otras 40 (entre las que se cuenta la mina de cobre Canaena, la más grande del país).
Tal es el significado de la agudización de la crisis: la aceleración del proceso de destrucción-desvalorización del capital, mediante la aniquilación material de los medios de producción o su depreciación, así como la reducción de los salarios y el despido masivo de obreros (lo cual está acompañado de ritmos de trabajo más intensos para los que continúan laborando). Sobre esta base, el capital intenta revertir la caída de las ganancias, apoderándose de mayor plusvalor con relación al capital invertido, lo cual, en términos de mercado internacional, significa presentar productos más competitivos, más baratos.
Con el «pacto de solidaridad», pues, las condiciones de vida de la clase obrera empeoran. El agotamiento físico en el trabajo, el desempleo y la miseria se agudizan. La explotación capitalista se torna aún más insoportable.
Al igual que en todo el mundo, la situación del proletariado en México continúa agravándose. Las cifras dadas a conocer por la burguesía constituyen a penas un pálido reflejo de esta realidad.
El derrumbe de la planta productiva tiene su complemento en el desempleo masivo. Se calcula4 que en México, han sido despedidos en los últimos cinco años más de 4 millones de trabajadores quienes, sumados a la población joven que busca trabajo sin encontrarlo, resulta más de 6 millones de desocupa-dos. Un ejemplo dramático lo constituye el grupo automotriz DINA, que llegó a emplear a 27 mil obreros, pero que para 1982 ya eran menos de 10 mil y para el 87 apenas rebasaba los 5 mil; con el «pacto», esta cantidad se va a reducir aún más ante la decisión de vender siete filiales del grupo, la cual será acompañada de la consiguiente «reestructuración” de las mismas, que para los obreros significa despidos.
La puesta en marcha del «pacto de solidaridad» significó de manera inmediata 30 mil puestos de trabajo menos (17 mil en las industrias paraestatales y 13 mil en el sector central)5, pero los despidos aún continúan.
Y junto al desempleo, la caída del salario real de la clase obrera. Es posible darse alguna idea de esta caída observando la evolución de la «distribución del ingreso», el porcentaje de participación de los salarios en el PIB, en relación con lo que se apoderan el gobierno y los empresarios. En 1977, la parte de salarios en el PIB llegó a ser el 40 %; en 1982 ya era del 36%,y en 1987 apenas alcanzó el 26 %.
Todo el mundo reconoce la caída en picada del salario mínimo (oficialmente la capacidad de compra de éste disminuyó el 6 % tan solo en 1987). Pero además habría que añadir que existe en el país un número desconocido de asalariados que perciben menos del salario mínimo; por ejemplo, los trabajadores del municipio de Tampico realizaron un paro ¡para exigir el pago del salario mínimo! Y además la tendencia de los salarios de las categorías más altas de trabajadores (tanto de obreros como de otros trabajadores), a rasarse con el mínimo; por ejemplo, si en 1976 un catedrático llegó a obtener el equivalente a 4 salarios mínimos y un trabajador universitario 1,5 actualmente el primero recibe sólo 2,8 y el segundo 1,2 salarios mínimos6.
Casos particulares señalados: los salarios en las maquiladoras de la frontera norte del país han caído hasta llegar a ser los salarios de maquiladoras más bajos del mundo7. O las pensiones de los jubilados que equivalen a menos de la mitad de un salario mínimo...
Los investigadores no dejan de reconocer las consecuencias de la reducción de los salarios en las condiciones de vida de los trabajadores. Así, por ejemplo, «en los años de 1981 a 1985, las familias de bajos ingresos (40 % de la población nacional)acusan una caída en sus niveles nutricionales de gran severidad, ubicándose por abajo de los niveles recomendados por la FAO»8. Igualmente se reconoce que mueren anualmente unos 10 mil niños pequeños por causas atribuibles a la miseria (desnutrición, parasitosis...) en el país.
El ”pacto” significó un nuevo y brutal recorte en los salarios, desde dos lados. Por una parte, el recorte del gasto gubernamental trae un nuevo recorte del salario social: educación, salud y otros servicios. Por otra, el mecanismo básico de control de la inflación descansa, como ya apuntábamos arriba, en una contención de las alzas salariales en relación con las alzas de precios (es decir, en una caída del poder de compra del salario).
Al desempleo masivo y la caída del salario, habría que añadir las condiciones de trabajo que viene imponiendo el capital, con el literal despedazamiento de los contratos colectivos, por todas partes, con la sustitución de los puestos de planta por eventuales (con la pérdida de todo tipo de prestaciones como vacaciones, etc.) y el incremento de las cargas de trabajo, medidas que el «pacto» también acelera. Un caso reciente es el de la Nissan, donde los patrones querían acabar con el tiempo de tolerancia (10 minutos a la entrada y 10 a la salida) lo que equivalía a producir 12 automóviles diarios más.
Finalmente, como consecuencia directa del ahorro en capital (que incluye el ahorro en medidas de seguridad) y del aumento de las cargas de trabajo, un aumento de los «accidentes» de trabajo, cuestión también reconocida oficialmente. Un caso reciente fue el «accidente» ocurrido el 25 de enero en la mina CUATRO Y MEDIO de Coahuila, en el que perdieron la vida 49 trabajadores; por más que las autoridades quisieron ocultar las causas del derrumbe que sepultó a los mineros, trascendió que éste se debió a la explosión de un transformador de energía eléctrica que a su vez provocó el estallido del gas grisú altamente concentrado en ese momento, con lo cual se evidenció, tanto la falta de mantenimiento adecuado en las instalaciones, como la carencia de equipo para detectar y extraer el gas. Posteriormente el resto de los mineros fueron obligados a regresar al trabajo, en las mismas condiciones.
Así pues. Toda la situación en México acusa los mismos rasgos del capitalismo mundial. Una crisis crónica que, para el proletariado representa mayor explotación, mayor miseria y hasta su aniquilamiento físico. Una creciente barbarie social, que parece no tener fin. Ninguna «reestructuración », ningún «programa», sacará al capitalismo de esta situación.
Para la clase capitalista mundial (incluida la fracción mexicana de ésta) la única solución a la crisis sería una nueva guerra mundial como medio de una destrucción a escala mil veces mayor de medios de producción, única base que, hipotéticamente, podría abrir paso a nuevas fuerzas productivas y a una nueva repartición del mercado mundial entre los vencedores9.
Pero la crisis capitalista actual, con toda la agravación de las condiciones de vida y de trabajo que acarrea, sacude las cabezas de los millones de proletarios. Despierta su voluntad de luchar contra la explotación capitalista, voluntad que había permanecido aplastada bajo el peso de más de 50 años de contrarrevolución triunfante, pero que nuevamente resurge a nivel internacional, desde finales de los sesenta, con las huelgas masivas. El proletariado en México también ha dado ya algunas muestras de ese despertar.
La clase obrera es una sola a escala mundial. Su condición como la clase productora de la riqueza material y a la vez explotada, le unifica por los mismos intereses y objetivos históricos: la abolición del trabajo asalariado. La crisis crónica que atraviesa todo el planeta hace aún más evidente que las condiciones de la explotación capitalista son básicamente las mismas en todos los países, actualmente, llámense éstos “ desarrollados”, “subdesarrollados” o “socialistas”, patentiza el carácter único, internacional de la clase obrera.
En este mismo sentido, la lucha del proletariado «en México » es apenas una parte de una lucha única, mundial del proletariado, aunque por el momento esta unidad esté determinada sólo «objetivamente», por la agudización de la explotación que empuja a los obreros de todas partes a resistir, y aún requiera de la unidad «subjetiva», es decir, consciente y organizada de la clase obrera a nivel internacional, para poder llevar a término sus objetivos revolucionarios.
En el número anterior de Revolución Mundial, reconocíamos la existencia de una respuesta obrera en el país ante los ataques económicos del capital la cual, con todo lo débil que fuera, a pesar de todas sus limitaciones y de los obstáculos puestos por el capital, se inscribía en el conjunto de luchas que recorre el mundo desde 1983.
Esa respuesta tuvo su eje en la huelga, a principios de 1987, de 36 mil electricistas, la cual, a pesar de haber permanecido bajo el control sindical, logró atraer en una manifestación de protesta a cientos de miles de trabajadores de otros sectores, en los mismos momentos en que otras fracciones de la clase obrera luchaban en otras partes del mundo.
Ahora, en los tres primeros meses del 88, hemos asistido en México a otro impulso de la clase obrera, a una racha de huelgas que, si bien es relativamente pequeña, no alcanza a tener la magnitud e importancia de las habidas recientemente en otros países, sí expresa las mismas tendencias generales, semejantes dificultades, enfrenta los mismos ataques del Estado.
De manera casi simultánea, dado que se trata del período de revisiones de contrato, han estallado huelgas por todo el país, tanto en el «sector público» como en el «privado»: en las plantas automotrices de FORD-CHIHUAHUA, GENERAL MOTORS-D.F., VW-PUEBLA y poco después en la Nissan-Morelos; en otras industrias como QUIMICA Y DERIVADOS y CELANESE en Jalisco; CENTRAL DE MALTA y los transportes en Puebla; PRODUCTOS PESQUEROS en Oaxaca; ACEITERA B Y G en San Luis Potosí; estibadores del puerto de Veracruz; CARROCERIAS CASA en el Distrito Federal. Asimismo, estalló la huelga en unas 25 compañías aseguradoras, y en 10 universidades del país. Los trabajadores de la Secretaría de Agricultura realizaron paros en Tamaulipas y Sinaloa; los del Metro de la ciudad de México una marcha de protesta. Y los trabajadores del IMSS (Seguro Social) realizaron una serie de paros y movilizaciones en la ciudad de México y paros en el interior del país. Todas esas huelgas y movilizaciones tuvieron como demandas centrales aumentos salariales y la oposición a los despidos masivos planeados por el capital.
Sin embargo, todas ellas han permanecido aisladas unas de otras y bajo el férreo control de los sindicatos, tanto «oficiales» (Congreso del Trabajo), como «independientes» (Mesa de Concertación), a excepción del movimiento de IMSS (del que hablaremos más abajo).
El control de los sindicatos se expresó, por ejemplo, en los acuerdos que tomaban, los cuales hacían aparecer como «solidaridad obrera», pero que en realidad tenían como fin someter las luchas. Como el acuerdo de cinco sindicatos de la industria automotriz, de descontar mil pesos a la semana por trabajador en funciones, para «apoyar a los que estuvieran en huelga»; de esta manera cortaron toda posibilidad de una verdadera solidaridad (la que sólo puede consistir en la extensión de la huelga a otras fábricas de cualquier sector), haciendo pasar por «apoyo» lo que en realidad era el mantenimiento de las huelgas en la pasividad y el aislamiento. Otro caso similar es el nuevo aire que toma el SUNTU (especie de federación de sindicatos universitarios), cuya labor se centra en mantener en el marco de las negociaciones por separado a cada universidad en huelga.
Los sindicatos siguen siendo, pues, el primer obstáculo que los obreros encuentran para el desarrollo de sus luchas, el sindicato es el medio principal con que cuenta el capital para impedir que las luchas sobrepasen el ámbito de la protesta aislada y se encaminen a su coordinación y unificación, haciendo a un lado las divisiones sectoriales y regionales (posibilidad dada por la simultaneidad de las luchas).
De aquí la importancia que tuvo la lucha de los trabajadores del Seguro Social, cuyos esfuerzos para sacudirse el control sindical constituían un ejemplo para otros sectores que en esos momentos se planteaban también la lucha.
Y desde el 86 diferentes categorías del IMSS han realizado movilizaciones en diversas regiones del país y ahora lo han hecho conjuntamente: enfermeras, médicos, trabajadores de la intendencia, etc...
El motivo inmediato de esta nueva lucha fue el escamoteo que la empresa y el sindicato hicieron de la revisión del contrato colectivo, exigiendo a los trabajadores que se conformaran con el « aumento » otorgado por el «pacto de solidaridad». En respuesta, los trabajadores empezaron a realizar una serie de paros espontáneos por todas las dependencias de la ciudad de México y en varias ciudades de provincia, paros que se realizaban por encima y en contra del sindicato oficial; los delegados sindicales fueron ubicados explícitamente como parte de las autoridades. El punto culminante de la lucha fue la combativa manifestación del 29 de enero, de unos 50 mil trabajadores, que alcanzó a atraer la solidaridad de trabajadores de otras dependencias del sector salud y de «colonos» (habitantes de los barrios marginales). Los trabajadores realizaron también esfuerzos por dotarse de un organismo representativo (el cual, empero, no llegó a cristalizar).
La lucha fue duramente atacada por el Estado. Los medios de difusión repetían que las autoridades y el sindicato no aceptarían ninguna demanda fuera de los «marcos jurídicos y sindicales». Muchos trabajadores recibieron amenazas de castigo en sus centros de labor; más de cien fueron cesados. Incluso la policía llegó a reprimir algunos de los bloqueos de calles realizados durante los paros. Pero la parte principal del ataque corrió a cuenta de la izquierda del capital.
Como sucede siempre que los trabajadores tienden a salir del control de los sindicatos oficiales, entra en acción la izquierda del capital, impulsando la política, igualmente burguesa y nefasta para los trabajadores, de «democratizar» al sindicato o de crear algún sindicato «independiente». En esta ocasión actuó por dos vías: de una parte, intento formar un “frente” que llamaba a “presionar el sindicato para que cumpliera su papel” ¡como si no lo hubiera hecho al reprimir abiertamente a los trabajadores!; la segunda vía fue corroer al movimiento “desde dentro”, desviando los esfuerzos de autoorganización de los trabajadores, hacia la creación de una «coordinadora» que lejos de levantar las demandas de la lucha, se planteó como objetivo «ganar carteras en el sindicato para democratizarlo». Al mismo tiempo, la izquierda del capital aprovechaba la fuerte tendencia al gremialismo de este sector, para mantenerlo aislado del resto de trabajadores en huelga. Y así, la lucha quedó agotada sin haber logrado obtener ninguna demanda.
A pesar de todo, la lucha del IMSS ha mostrado nuevamente no sólo que el sindicato, como organismo del capital, puede llegar a reprimir abiertamente a los trabajadores, sino, lo más importante, que es posible movilizar sin recurrir al sindicato. En este sentido constituye un paso adelante, un ejemplo a seguir, para el conjunto de la clase obrera. Aunque todavía hace falta romper con las divisiones sectoriales y regionales, romper con el aislamiento de las luchas.
Resumiendo. Las huelgas que hemos presenciado en México reflejan las mismas tendencias observadas en las luchas obreras en otros países actualmente:
- de manera general, una creciente tendencia a la simultaneidad de las mismas. Series de huelgas que estallan, por muchas partes en diferentes sectores, al mismo tiempo;
-intentos de romper el control sindical y de autoorganización, en las luchas puntuales;
-en menor medida, algunas muestras de solidaridad entre diferentes sectores.
Las huelgas enfrentan el ataque concentrado del Estado, cuyo primer frente está constituido por los sindicatos. Los sindicatos no han logrado impedir los estallidos de huelga, pero sí han logrado mantenerlas aisladas y en el marco de las demandas «particulares» de cada sector.
El dominio sindical es capaz de mudar de vestido, ahí donde los obreros intentan romperlo. Ya sea mediante la sustitución de un sindicato oficial por otro «radical» o «independiente»; ya sea presentando como «autoorganización» lo que no es más que un cascarón sin contenido proletario, que cumple las mismas funciones que el sindicato (el aislamiento y desgaste de las luchas).
Al mismo tiempo, con el esfuerzo constante de los cuerpos represivos. Con un enorme despliegue policiaco en las movilizaciones, con la represión directa de ciertas luchas.
Y a lo anterior aún hay que agregar las campañas para mantener el dominio político sobre los trabajadores, mediante el juego a la «democracia », cuestión que en México se halla en pleno apogeo ante el próximo cambio de presidente. Así, los partidos de oposición han intentado canalizar todo el descontento creado por el «pacto de solidaridad» hacia las elecciones, mediante marchas que supuestamente son contra el «pacto», pero que terminan con el apoyo a tal o cual candidato (véase Revolución Mundial)10
En fin. El Estado burgués aparenta ser inconmovible a los ojos del proletariado.
La última expresión de la ola reciente de luchas vivida en México la constituyó la huelga de Aeroméxico. Más de 10 mil trabajadores (básicamente los trabajadores de tierra) se levantaron contra la intención de la empresa de poner fuera de servicio 13 aviones, lo que hubiera significado gran cantidad de despidos.
Con la seguridad de que el sindicato mantenía el control de estos trabajadores, el gobierno, al contrario de lo que temían, no «requisó» la empresa (lo que hubiera significado la entrada de la policía y esquiroles), como lo hace generalmente en los paraestatales, sino que dejó estallar la huelga para, a los pocos días, con el pretexto de las «pérdidas ocasionadas por la huelga», declarar en quiebra a la empresa y hacerla desaparecer, dejando en la calle a los miles de trabajadores.
Es evidente que en esta ocasión, el Estado ha querido dar una «lección», no sólo a este sector, sino al conjunto de la clase obrera. El mensaje, difundido con toda la fuerza de los medios de comunicación del capital, era clarísimo : «los trabajadores deben resignarse ante los planes del capital... la huelga no sirve para nada».
Sin embargo, para la clase obrera, muy otras son las enseñanzas que han dejado estas luchas, son otras las lecciones y las perspectivas que debemos extraer de ahí.
Por el momento, las huelgas en el país han cesado. Sin embargo, no es necesario ser adivino para predecir que, ante le profundización de la crisis, los obreros seguirán siendo empujados a resistir, que no pasará mucho tiempo antes de presenciar nuevas luchas. De hecho, la tendencia actual en todos los países del mundo es hacia la multiplicación de las huelgas, si bien se trata de luchas de carácter defensivo, de huelgas de «resistencia» ante los ataques económicos del capital.
Ahora bien. A medida que las huelgas se extienden, abarcando más fracciones de la clase obrera de por todo el mundo, dando muestras de ruptura con el sindicato, de autoorganización y solidaridad, los contraataques del capital son también cada vez más duros. Cada nueva lucha es más difícil, requiere de mayor decisión, de mayor energía obrera, pues enfrenta un enemigo cada vez menos dispuesto a ceder demanda alguna. Cada fracción nacional del capital mundial intentará aplastar por todos los medios a su alcance las luchas, antes de arriesgarse a perder terreno en la competencia por mercados.
Desde hace tiempo, las huelgas de resistencia aisladas no logran arrancar al capital solución alguna a las demandas. Actualmente ya sólo una lucha verdaderamente masiva y combativa (que abarque a cientos de miles de trabajadores)puede tener la esperanza de detener, por un momento, las embestidas económicas del capital, pero incluso esto también es cada vez más difícil. Esto quiere decir que el desarrollo de las luchas de resistencia no podrá culminar, en modo alguno, en una mejora real para los trabajadores (en la obtención de algunas demandas en forma duradera), en tanto subsiste el marco de la crisis crónica.
El desarrollo de las luchas, en un sentido progresivo, solo puede consistir, entonces, junto a su extensión en una profundización de sus objetivos, en su transformación de luchas aisladas por demandas particulares, en una lucha general y organizada por los objetivos de clase. Los actuales esfuerzos de solidaridad y autoorganización de los obreros señalan la tendencia.
Pero el que las luchas de resistencia se encaminen en ese sentido no constituye un producto automático de la misma crisis, sino que requiere de un esfuerzo adicional de la clase obrera: del esfuerzo de recuperar, asimilar y transmitir la experiencia de sus luchas (históricas y recientes), experiencias que le indican la necesidad de elevarse de las luchas que solamente resisten a los efectos de la explotación capitalista, hasta la lucha dirigida a terminar definitivamente con esta explotación, para lo cual deberá derrocar a la burguesía y tomar el poder político, instaurar la dictadura del proletariado.
Requiere, pues, de que el proletariado se eleve a la con-ciencia de sus objetivos históricos revolucionarios. Es este un esfuerzo colectivo del conjunto de la clase, pero en el que la organización de los revolucionarios (y más allá el Partido Mundial), como la parte más activa y consciente de la clase, juega un papel determinante.
El resultado del combate por la conciencia de clase decidirá, finalmente, el resultado de los enfrentamientos de clase que vendrán.
Mayo de 1988
Ldo.
1 Ver Revolución Mundial, n"1 y 3. EI PIB (Producto Interior Bruto) es una cuenta de la economía burguesa que, de algún modo, expresa el crecimiento de un año para otro. Pero siempre hay que tener presente que, dados los presupuestos teóricos que utiliza (división de la economía en sectores industrial, agrario y financiero; “ valor agregado”, etc...) y la manipulación que hacen de los resultados los «científicos», tal tipo de cuentas presentan una realidad distorsionada según el interés del capital.
2 La tendencia a la “hiperinflación” era evidente para cualquiera que supiera contar dos más dos: INFLACION: PORCENTAJE ANUAL
3 En la siguiente fase del juego, los ganadores recuperan también, a precio regalado, los papeles emitidos, quedándose finalmente tanto con el dinero como con las acciones. Por ello, la bolsa parece recuperarse en cierta medida posteriormente.
4 Según datos de SIPRO «Servicios Informativos y Procesados A. C.», que coinciden con otras informaciones.
5 Informe oficial sobre el “Pacto” de la Secretaría de la Presidencia de marzo del 88.
6 Según información del periódico “Uno más uno”, del 27/1/88.
7 Las maquiladoras son, básicamente industrias de partes electrónicas y automotrices, de capital extranjero cuya producción está dirigida al mercado de Estados Unidos (por ello se instalan preferentemente en la frontera norte). El siguiente cuadro muestra el salario pagado en estas en relación con las maquiladoras instaladas en otros países:
Promedio de salario básico/hora (1986)
Fuente: El Financiero, 10-8-87
8 Le Monde Diplomatique en español, diciembre del 87.
9 Así la burguesía mexicana participa en la segunda guerra mundial, no tanto como soldados (lo cual fue meramente representativo), pero si con el suministro de materias primas. Posteriormente, resultó beneficiada por el período de reconstrucción qui siguió la guerra, permitiéndole una industrialización acelerada del país.
10 Revolución Mundial n°4 (NDLR).
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Desde siempre, una de las ideas principales de la teoría proletaria, el marxismo, es que, en el capitalismo, la paz y la guerra no son ni contradictorias ni mutuamente excluyentes. Son, muy al contrario, dos momentos de la vida misma de ese modo de producción y que la paz no es sino la preparación de la guerra. A pesar del “verano 88”, pese a los acuerdos de “desarme” entre Reagan y Gorbachov, a pesar de toda la propaganda pacifista actual, la alternativa histórica que ante sí tiene la humanidad no es guerra o paz, sino que es y seguirá siendo socialismo o 3ª guerra imperialista mundial, socialismo o barbarie. O para ser más precisos hoy: socialismo o continuación y aumento cada día más dramático, si cabe, de la barbarie capitalista.
Nos encontramos pues frente a dos tesis: la de la propaganda burguesa y la de la teoría revolucionaria del proletariado. Aquélla sirve para procurar seguir manteniendo el orden social actual al hacerlo todo por propagar las ilusiones de que la paz es posible en el capitalismo. La segunda tesis, la del marxismo, afirma que “la guerra es un producto necesario del capitalismo” como decía Lenin en el artículo “ El Congreso socialista internacional de Stuttgart” de septiembre de 1907 (en “Contra la guerra imperialista”, pág.9, Ed. Progreso); afirma, como la Internacional Comunista en 1919, que :”la Humanidad(...) está amenazada de destrucción. Sólo hay una fuerza capaz de salvarla y esa fuerza es el proletariado” (“Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista”, Cuadernos del pasado y del presente, 1 parte,p.62).
Desde 1945, el antagonismo imperialista entre el bloque occidental y el del Este se ha plasmado en constantes guerras (Corea, Indochina, Oriente Medio, etc.) Y hoy, el callejón sin salida económica, la caída en la crisis, no hacen sino agudizar más esos antagonismos, empujando al capitalismo a la huida ciega en la guerra, empujándolo hacia una tercera guerra mundial.
«Desde el momento en que la crisis ya no puede encontrar una salida temporal en una expansión del mercado mundial, la guerra mundial de nuestro siglo expresa y traduce ese fenómeno de autodestrucción de un sistema que, por sí mismo no puede superar sus contradicciones históricas » (“La guerra en el capitalismo”, Revista Internacional, nº41, 1985).
Esa imposibilidad del capitalismo en declive para evitar o cuando menos superar la crisis económica es la base misma de la guerra imperialista, la cual es la plasmación más aguda de la crisis y de la decadencia del modo de producción mismo.
La paz por todas partes, claman los periódicos y las pantallas: Angola, Camboya, Afganistán, y, sobre todo entre Irán e Irak. Y eso, además, tras los acuerdos de desarme entre EE. UU. y la URSS1. Según los media, la razón y la cordura estarían ganando la partida. Como si a Gorbachov y a Reagan se les hubiera aparecido el dios del pacifismo y acabaran logrando el mutuo entendimiento para superar el antagonismo imperialista que al mundo amenaza. O sea que la buena voluntad vencería a las leyes mismas del capitalismo.
Esa sería la prueba fehaciente de que el capitalismo no es obligatoriamente sinónimo de guerra como lo afirma el marxismo. A pesar de los pesares, nosotros seguimos afirmando que es este último quien tiene razón.
Procuremos mirar desde más cerca. Esas diferentes “paces” son todas del tipo “pax americana”: el ejército ruso abandona Afganistán, los cubanos Angola y Camboya los vietnamitas. De hecho, esas retiradas rusas son el resultado del apoyo económico y, sobre todo y cada día más, militar por parte de USA a la resistencia afgana y a la guerra que está llevando a cabo África del Sur y el movimiento guerrillero UNITA contra Angola. Como también ha sido l enorme presión militar y económica del bloque occidental lo que ha hecho entrar en razón a los ayatolás iraníes en el conflicto con Irak. Si algo “razonable” hay en todo eso, sería de la razón del más fuerte, la razón que se expresa sin ambigüedades en la presencia de la armada occidental en el Golfo Pérsico y en la eficacia de los misiles Stinger norteamericanos contra la aviación rusa en Afganistán.
En verdad, esas diferentes “paces” nada tienen que ver con la razón, ni con la buena voluntad pacifista, sino con la relación actual de fuerzas entre ambos bloques. Las “paces” del verano de 1988 son el producto de la guerra.
Productos de la guerra, las “paces” veraniegas del 88 preparan las guerras venideras, lo cual no hace sino confirmar la tesis del marxismo. Únicamente ésta permite sacar a la luz la realidad oculta de los conflictos imperialistas e, incluso a menudo, prever su desembocadura. Así describíamos nosotros en 1984 la evolución de los conflictos imperialistas:
«Contrariamente a la propaganda machacona que día tras día nos dan los media del bloque occidental, la característica principal de la evolución es la de una ofensiva del bloque USA contra el bloque ruso, para con ella rematar el cerco de la URSS por parte del bloque occidental, despojándola de todas las posiciones que ha podido mantener fuera de su bloque inmediato. Tiene la finalidad de expulsarla definitivamente de Oriente Medio, reintegrando a Siria dentro del bloque occidental, haciendo entrar en vereda a Irán para que vuelva a ser en el bloque USA una pieza fundamental de su dispositivo militar. Esa ofensiva tiene además la ambición de continuar con la recuperación de Indochina. Tiene, en fin de cuentas, el objetivo de estrangular por completo a la URSS, retirarle su estatuto de potencia mundial» (Revista Internacional,n°36, 1er trimestre de 1984, p.2, versión francés-inglés).
Estamos hoy viviendo el remate de la segunda fase de esa ofensiva del bloque USA contra el bloque URSS: la sumisión de Irán y, desde hace ya algún tiempo, la reintegración de Siria en el bloque occidental -primera fase de la ofensiva-, con el papel de gendarme de occidente en Líbano. La sumisión de Irán es previa al futuro retorno de ese país a la disciplina del bloque USA, el cual lo había convertido en gendarme occidental del área en tiempos del Sha. Para ello, el imperialismo USA está dispuesto a dejar sus fuerzas militares en el Golfo Pérsico el tiempo que haga falta para así “ayudar” a Irán a comprender bien el papel que le incumbe :ejercer una presión directa en las fronteras meridionales de la URSS.
La URSS, además de su expulsión de Oriente Medio, está ahora prácticamente fuera del continente africano (le queda sólo Etiopía... ( por cuánto tiempo ?) después del proyecto de retirada de las fuerzas cubanas de Angola. Todo ello unido a la retirada de sus tropas de Afganistán. La ofensiva occidental va a proseguir en Indochina: ya se vislumbra con el proyecto de retirada del ejército vietnamita de Camboya.
En eso estamos: la ofensiva tiene como finalidad la de quitarle a la URSS las últimas plazas fuertes que posee fuera de Europa.
El éxito de la ofensiva USA contra la URSS lleva a ésta a una situación cada día más crítica de aislamiento y debilidad. Va a encontrarse cada día más acorralada, y ahogada de hecho, en su glacis del Este europeo.
Si ese proceso de enfrentamientos imperialistas entre el bloque del Oeste y el del Este fuera hasta su término, la URSS se encontraría en una situación similar a la de Alemania antes de las dos primeras guerras mundiales : obligada en última instancia, so pena de morir ahogada, a desencadenar una 3ª guerra mundial. Y eso, a pesar de estar en una situación económica y militar muy desfavorable con relación a su rival occidental ; eso, a pesar de las espantosas consecuencias para el porvenir mismo de la humanidad a causa de las armas actuales, pues ese proceso de enfrentamientos que llevaría a la guerra es algo inherente al capitalismo y sólo puede ser detenido con la destrucción misma de ese modo de producción.
Hoy por hoy, ese proceso que sin duda llevaría a la destrucción de la mayor parte de la humanidad, sino es a su total desaparición, no puede desarrollarse hasta su término. Más lejos volveremos sobre esto.
Todo ello no impide que el capitalismo sigue sobreviviendo como una fruta demasiado madura que no cesa de pudrirse. Por eso, nosotros afirmamos que la alternativa histórica ya no es «socialismo o barbarie», sino socialismo o continuación y desarrollo de la barbarie capitalista. 80 años de decadencia histórica marcada por una miseria nunca antes conocida en la historia de la humanidad (con sus ya 2/3 partes de seres muriéndose de hambre), matanzas sin fin durante continuas guerras y entre ellas dos mundiales y sus millones y millones de muertos, todo ello ha dado la prueba del arcaísmo que es hoy el modo de producción capitalista, el cual, portador de progreso histórico en el pasado, se ha transformado en obstáculo y riesgo mortal para el desarrollo y la supervivencia misma de la humanidad.
Para quienes duden de la validez de la tesis marxista sobre la existencia de la decadencia del capitalismo, recordemos brevemente la realidad macabra del conflicto entre Irán e Irak, provocado a sabiendas y cultivado por EE. UU. y sus aliados occidentales. Según la prensa (22/8/88) ha habido 1 200 000 muertos, 900 000 de ellos del lado iraní, entre los cuales cantidad de niños, ancianos y mujeres. La cantidad de heridos e inválidos es dos veces mayor. Recordemos el uso a mansalva de gases. La economía de ambos países arrasada ; los gastos en armamento de ambos países supera los 200 000 millones de dólares, al igual que el total de las destrucciones.
Y todo ese horror sin fin para no sacar, ni uno ni el otro de los beligerantes, el más mínimo “beneficio” histórico, ni económico, ni siquiera territorial, si no es un lugar privilegiado y seguro en los conflictos venideros.
Ya que, a pesar de los múltiples alto el fuego, no es la paz lo que les espera a los países directamente concernidos. Sea o no sea su destino el de servir de plaza fuerte a un imperialismo, como en el caso de Irán, lo único que en esos países va a desarrollarse es todavía más guerra, más miseria, más descomposición social. Su inmediato futuro es la inestabilidad como en Líbano. Para los países africanos, para Oriente Medio muy especialmente, para Afganistán también, para Camboya, Irán y demás, las alegres paces del 88 son un paso más en la descomposición social, en el hambre y la miseria, y en las guerras interminables entre las diferentes facciones y bandas locales. Para esos países el porvenir no es la paz, sino la «libanización», el aumento todavía más dramático de la putrefacción económica y social del capitalismo.
Esa «libanización» se está plasmando en particular en el explosivo aumento de las matanzas interraciales (cuyo último ejemplo es el de Burundi donde los enfrentamientos entre hutus y tutsis han provocado por lo visto 25 000 muertos), también se plasma en la «explosión de las nacionalidades», acompañada también de matanzas como en India, en Irán e Irak con los kurdos, e incluso en la URSS, en Azerbaiyán. Esos conflictos son una expresión de la creciente descomposición del tejido social en todos los países.
Todo ese horror es la realidad del capitalismo decadente. La guerra y la descomposición son la única perspectiva que esta sociedad en putrefacción pueda ofrecer a la humanidad.
Hemos afirmado antes que el despliegue de los antagonismos imperialistas entre Este y Oeste no consigue desarrollarse hasta su término apocalíptico. A pesar de la profundidad de la crisis económica y de su aceleración, a pesar de que los dos grandes bloques imperialistas existen ya desde 1945, a pesar de que la economía está principalmente dirigida a la producción bélica lo cual significa sobreabundancia de armas, la 3a guerra mundial no ha estallado todavía.
Verdad es que el tiempo juega a favor del bloque USA. Esta potencia se ha permitido el lujo de esperar durante 8 largos años de guerra a que se agotara Irán para meterlo en vereda. Y ha adoptado la misma actitud respecto a la URSS en Afganistán. El bloque occidental puede darse el lujo, pues es él quien lleva la iniciativa, de dejar que la URSS se desgaste en la carrera de armamentos. Y tanto más por encontrarse el bloque del Este en una situación interna difícil, empezando ya muy especialmente por la propia potencia dominante ; la URSS está enfrentándose a la « explosión de las nacionalidades »,que como ya hemos visto es una expresión de la descomposición social.
Por otro lado, la URSS está a la defensiva, asumiendo con cada día mayores dificultades el peso de la economía de guerra y los gastos de sus diferentes ocupaciones militares. Está buscando desesperadamente el aire que la libre del ahogo que la amenaza ; está queriendo darse un respiro para poder enfrentar esa amenaza.
No es ésa, sin embargo, la razón esencial de que no haya estallado hoy un conflicto mundial entre ambos bloques. Todas las condiciones están reunidas, menos una : la adhesión y la sumisión de la población y, ante todo, de los obreros, quienes producen lo esencial de la riqueza social y todas las armas y formarían el grueso de las tropas en caso de conflicto generalizado. Los obreros no están hoy dispuestos para el sacrificio de sus vidas en una guerra. En el momento en que escribimos estas líneas, las huelgas obreras en Polonia2, por muchos que sean los límites con los que topan, por muy específico que sea el caso de ese país, son expresión una vez más de la combatividad del proletariado internacional y de su negativa a aceptar sin reacción los ataques económicos impuestos por la crisis y la inmensa miseria que acompaña inevitablemente el desarrollo de la economía de guerra.
Esta combatividad obrera se ha expresado en las luchas de estos últimos años por la defensa de las condiciones de vida y contra la brutal y creciente deterioración de esas condiciones, especialmente en Europa Occidental3. Esa combatividad es el freno y el obstáculo ante el movimiento capitalista hacia la guerra y su consecuencia lógica de un tercer conflicto imperialista mundial.
Muchos obreros individualmente, cantidad de militantes revolucionarios y casi todos los grupos políticos del proletariado, víctimas de la propaganda burguesa, pierden la esperanza en las luchas de la clase obrera llegando incluso algunos a negar su existencia4. Y ante la pregunta de por qué la guerra no ha estallado ya, ahora que todas las condiciones objetivas están reunidas, esos compañeros pierden confianza en los análisis del marxismo, cuestionando sus principios mismos.
La burguesía, por su parte, no tiene la menor duda en cuanto a la existencia y el peligro de las luchas obreras. En relación con la combatividad obrera, sabe también muy bien que la población civil no está dispuesta a ir al matadero de la guerra. Para eso sirven las campañas de propaganda pacifista, cuyo blanco principal, tanto en el Este como en el Oeste, son los obreros.
A pesar de su prepotencia ideológica, el Estado capitalista norteamericano tendría hoy muchas dificultades para mandar un cuerpo expedicionario de 500 000 soldados de reemplazo al campo de batalla como en la época del Vietnam, sin provocar reacciones populares, y sin duda obreras, muy peligrosas. Y aunque no sea la razón principal de la retirada rusa de Afganistán, sí ha sido importante en la decisión el creciente descontento entre la población de la URSS e incluso entre las tropas, como pudo comprobarse con los disturbios habidos con ocasión de una concentración de más de 8 000 paracaidistas, antiguos soldados de Afganistán, el 2 de Agosto último en Moscú (en la prensa del 9/8/88).
Tras los acuerdos Reagan-Gorbachov sobre los euromisiles, tras los acuerdos y negociaciones sobre África Austral, Irán e Irak, Vietnam, la burguesía internacional utiliza la retirada de la URSS de Afganistán para mantener las ilusiones pacifistas entre la clase obrera. La “paz” impuesta a Irán sirve también para justificar la presencia de la impresionante flota occidental en el Golfo Pérsico como una especie de misión pacificadora y de civilización frente al horrendo fanatismo islámico de los ayatolás.
Esas campañas pacifistas son también organizadas por gobiernos, medios de comunicación, partidos de izquierda y sindicatos para entontecer a la clase obrera haciéndole creer que la paz es posible en el capitalismo. Con ello intentan impedir que aquélla tome conciencia de la dramática alternativa histórica de nuestros días : revolución proletaria o 3ª guerra mundial.
« El pacifismo y la prédica abstracta de la paz son una de las formas de embaucar a la clase obrera. En el capitalismo, y sobre todo en su fase imperialista, las guerras son inevitables ». («El pacifismo y la consigna de paz», resolución de la Conferencia de secciones del POSDR en el extranjero, de Marzo de 1915. Lenin, obra citada,pág.91).
Sobre todo, el pacifismo, en nombre de una paz abstracta, pretende hacer creer que existe una oposición radical entre la guerra y la paz en el sistema ; así, a la lucha de clases, a la lucha de la clase obrera, a la perspectiva de la revolución proletaria, el pacifismo no puede sino identificarlas con ese mal absoluto que sería la guerra. El pacifismo sirve para que la clase obrera abandone sus combates, que acepte la explotación, la miseria y sacrificios en aumento ; sirve para que los obreros se vuelvan impotentes ante el drama histórico que se avecina, haciéndoles abandonar sus trincheras contra los crecientes ataques económicos del capital en crisis.
i La clase obrera no deberá dejarse encandilar por las sirenas del pacifismo !. i La clase obrera no deberá abandonar sus luchas, para así ganar no se sabe qué paz !. Con ello, lo único que ganaría sería la derrota, primero; la guerra generalizada, después.
En el capitalismo, la única paz posible es la de los cementerios. Las «paces del verano 88» están preparando una aceleración hacia la guerra imperialista. Las campañas pacifistas lo único que están buscando es ocultar a los obreros esa monstruosa realidad.
«Históricamente, el dilema ante el que se encuentra hoy la humanidad, se plantea de la manera siguiente : hundimiento en la barbarie o salvación por el socialismo. Es así como hoy estamos viviendo aquella verdad que muy justamente formula-ban Marx y Engels por vez primera, como base científica del socialismo, en el gran documento que es el Manifiesto Comunista : el socialismo se ha convertido en necesidad histórica ».(Rosa Luxemburgo : Discurso sobre el programa del Partido-Comunista de Alemania, 1/1/1919)
RL
26/08/88
1 Sobre la mentira del desarme y la realidad de los acuerdos sobre los euromisiles y el desarrollo armamentístico, véase «Editorial», de nuestra Revista Internacional, n°54.
2 Véase en esta misma revista el artículo sobre las huelgas en Polonia.
3 Sobre la realidad y el significado de las luchas obreras actuales, véanse los artículos de los anteriores números de esta revista y de nuestra prensa territorial.
4 Véase en este número el artículo « Decantación del medio político proletario y oscilaciones del BIPR».
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Una vez más, el proletariado de Polonia, frente a la insoportable degradación de su existir, vuelve a caminar por los senderos delos combates de clase: las luchas de la segunda quincena de Agosto de este año, que suceden a las de primavera, son las más importantes desde las del verano de 1980. Una vez más, la burguesía ha demostrado su virtuosismo para meter en un callejón sin salida y destrozar la combatividad obrera, mediante el notable reparto de tareas entre el gobierno y las fuerzas de “oposición” y, en primera fila de estas, Solidarnosc. Estas luchas son un llamamiento a los obreros de todos los países, y, en especial, a los de los más desarrollados, pues sólo el proletariado de estos países, y en particular de Europa occidental, gracias a su cantidad, determinación u combatividad, pero sobre todo gracias a la experiencia histórica, puede hoy mostrar el camino de la lucha contra las trampas y las mentiras que han conseguido doblegar a los obreros de Polonia.
A ocho años de distancia, dos encuentros entre autoridades gubernamentales y «representantes de la clase obrera» simbolizan la evolución de la situación social y de las relaciones de fuerza entre las clases en ese país.
Del lado gubernamental, los actores han cambiado: el ministro del Interior del 88, Kiszczak, ha sustituido al viceprimer ministro del 80, Jagielski; el mandante, sin embargo, sigue siendo el mismo, o sea, el representante supremo del capital nacional polaco. En frente, en cambio, sigue siendo el mismo interlocutor: Lech Walesa; sin embargo, en Agosto de 1980 era mandatario del órgano que se había dado la clase obrera durante las huelgas, el MKS (Comité de huelga Inter empresas); en cambio, hoy, no es a la clase obrera a quien Walesa representa ; hoy, también él es mandatario del capital nacional.
En Agosto del 80, la clase obrera, en un combate que sigue siendo hasta el día de hoy el más importante habido desde que el proletariado mundial realizó su retorno a la historia, a finales de los años 60, había logrado hacer retroceder de verdad, aunque momentáneamente, al estado burgués. Hoy, la fantástica combatividad demostrada por la clase obrera polaca desde hace varios meses, y más aún en este mes de Agosto, ha sido desviada y liquidada por sórdidas maniobras entre sus enemigos notorios, el gobierno y el partido en el poder (que por cierto se autodenomina «Partido Obrero ») y la organización que, pese a (o más bien, gracias a) su no existencia legal, goza de la confianza de aquélla : el sindicato “Solidaridad”.
El 31 de Agosto de 1980, Lech Walesa no era sino el portavoz de los obreros en lucha, quienes podían en cada momento controlar las negociaciones que aquél estaba llevando a cabo con los representantes del gobierno, que habían estado forzados a acudir al baluarte obrero de los astilleros Lenin. El 31 de agosto del 88, el mismo Lech Walesa acudía a un finca del gobierno de los barrios finos de Varsovia a entrevistarse a puerta cerrada, con el ministro del Interior, o sea, con el especialista gubernamental del “mantenimiento del orden” capitalista; con un único objetivo : encontrar el mejor medio para restablecer ese “orden” que las huelgas obreras cuestionan.
El 31 de Agosto del 80, Walesa llamó a la vuelta al trabajo porque el poder había satisfecho las 21 reivindicaciones elaboradas por los huelguistas. El 31 de Agosto del 88, se aprovecha de la popularidad que sigue teniendo entre los obreros para pedirles que acaben con su movimiento, a cambio de vagas promesas sobre el orden del día de una “mesa redonda” en la que se abordaría la cuestión del “pluralismo sindical”, o, dicho de otro modo, del pluralismo de los órganos destinados a encuadrar a la clase obrera y a reventar sus luchas. Es por eso por lo que esta vez, al contrario de 1980 en que los huelguistas volvieron al trabajo con la idea de que habían ganado, a Walesa le costó una buena parte de la noche para convencer al comité de huelga Inter empresas de Gdansk para que llamara a la vuelta al trabajo, y una mañana suplementaria para conseguir que los obreros de los Astilleros Lenin aceptaran poner fin a la huelga, mientras proseguía la huelga en otras poblaciones hasta la llegada del “bombero volante”.
Resumiendo, en Agosto del 80, la clase obrera obtuvo una victoria (provisional, cierto es, pero sólo así pueden ser las victorias obreras en nuestros tiempos) ; en Agosto de 1988, ha sufrido una derrota.
De esa realidad, ¿cabe sacar la conclusión de que se está produciendo un retroceso general de la clase obrera en todos los países? Los recientes acontecimientos de Polonia, ¿ son significativos de la evolución de las relaciones de fuerza entre las clases a nivel mundial? Ni mucho menos. En realidad, las últimas luchas del proletariado son una demostración patente de la perspectiva que presenta nuestra organización desde hace 20 años: más que nunca, es la hora del despliegue, de la intensificación del combate de clase, por la razón misma de que las condiciones de ese combate se han ido desarrollando desde que se inició su renovación histórica hace dos décadas.
El origen de las luchas obreras que han zarandeado Polonia en estos últimos meses han sido los ataques de una violencia desmedida contra el nivel de vida de la clase obrera. A principios de año, el gobierno decidió que para cada primero de los meses siguientes, febrero, marzo, abril, iba a haber una serie de alzas masivas en alimentos, transportes, servicios...; la inflación para ese período alcanza el 60 %. A pesar de los aumentos de sueldo que acompañan a esas subidas, la pérdida de poder adquisitivo para la población es del 20 %. En un año, algunos precios han dado brincos impresionantes : los alquileres han duplicado, el precio del carbón ha triplicado, el de las peras cuadriplicado, el de los zapatos de tela para los críos se ha multiplicado por cinco, y esos son sólo algunos ejemplos entre otros muchos. Y lo que es peor, habida cuenta de la penuria reinante (por ejemplo, de la carne, la leche para niños, del papel higiénico), muchos bienes de consumo elementales han de comprarse en el mercado negro o en los “Pewex”, en los que hay que pagar en divisas fuertes cuyas tasas de cambio en el mercado negro (que es el único sitio en donde puede un obrero hacerse con ellas) están tan por las nubes que hacen que el salario medio mensual sea de 23 dólares. Ante tal situación no es de extrañar que las autoridades mismas reconozcan que el 60 % de la población vive por debajo del nivel de pobreza.
Son los obreros jóvenes, que forman los batallones más decididos de los combates actuales, quienes peor y más duramente viven esa miseria cotidiana. Según Tygodnik Mazowsze, semanario clandestino de Solidarnosc, los obreros jóvenes forman “una generación sin perspectivas”: “La vida que están viviendo es una pesadilla. Sus posibilidades de encontrar una vivienda propia son prácticamente nulas. La mayoría de ellos viven en autodenominados hogares que proporciona la empresa. A menudo se amontonan 6 en dos habitaciones. Una pareja con tres niños vive en un cuartito con cocina de 4 metros cuadrados con agua fría únicamente”.
Esa increíble degradación de las condiciones de vida de la clase obrera, a pesar, o más bien, a causa de todas las “reformas económicas” sucesivas, instauradas por el régimen desde hace cantidad de años, no es, claro está, ni una excepción, ni una “especialidad” polaca, ni siquiera de los países llamados “socialistas”. Aunque en esos países esa degradación alcanza extremos siniestramente caricaturescos a causa de la intensidad de la crisis económica (la deuda externa de Polonia anda por los 50 000 millones de dólares, 39 000 de los cuales a los países occidentales), existe tanto en Europa del Este como en los países más avanzados. En la URSS, por ejemplo, las penurias nunca habían sido tan catastróficas, a pesar de las subidas de precios que, por lo visto, iban a hacerlas desaparecer. La tan manida reestructuración (“perestroika”) de la economía está totalmente ausente de las neveras, como así lo comprueban con humor los habitantes de la “patria del socialismo”; en cuanto a la transparencia (“glasnost”) debe ser más que nada la de las estanterías de los almacenes, desesperadamente vacías. Lo que ante todo ponen de relieve las huelgas en Polonia, y la catástrofe económica que las nutre, es la quiebra de la política de la perestroika tan encomiada por Gorbachov. En todo esto no hay misterio ninguno :cuando ya la economía de los países más adelantados es incapaz de dar la menor ilusión de una mínima estabilidad, sino es a costa de una huida ciega hacia el abismo de una deuda gigantesca, a las economías más débiles, como las de Europa del Este, y en especial la de Polonia, les toca ser las primeras en pagar las consecuencias del hundimiento mundial del capitalismo. Ninguna “reestructuración” será capaz de corregir esa tendencia. Como por todas las demás partes del mundo, la “reforma económica” sólo puede tener una única consecuencia: ataques más duros todavía contra las condiciones de vida de la clase obrera.
Lo que ante todo pone de manifiesto la situación actual en Polonia es que la crisis del capitalismo es incurable. La ruina económica de ese país, la miseria resultante para la clase obrera, no hacen sino indicar el camino al que también se dirigen los países más avanzados, que hasta ahora han sido menos golpea-dos por la crisis.
La segunda lección que hay que sacar de la situación es que, frente al hundimiento irreversible de la economía mundial, frente a los ataques capitalistas cada día más duros, no le queda a la clase obrera de todos los países más que una salida : la de la reanudación y el desarrollo de sus combates. Las luchas obreras de Polonia son la prueba, una vez más, de que el proletariado mundial está tomando conciencia de esa realidad.
A ese respecto, las luchas actuales en Polonia son muy significativas. En ese país, los obreros sufrieron, tras su fantástico combate y su primera victoria de 1980, una amarga derrota, que se concretó sobre todo en la instauración del estado de guerra en diciembre de 1981. Fueron encarcelados por millares, su resistencia fue doblegada por la fuerza, a base de matar a decenas de entre ellos; han tenido que aguantar apaleamientos, vejaciones y torturas; han tenido que enfrentarse durante estos años al terror policiaco, viviendo constantemente con la preocupación, si se les ocurría resistir a los ataques capitalistas, de perder el empleo, la vivienda, cuando no de ir a pudrirse a la cárcel. Pese a la enorme presión, pese a la desmoralización pegada al cuerpo de muchos de ellos desde 1981, han vuelto a la lucha en la primavera pasada, en cuanto empezaron a llover las agresiones económicas del poder. Nada desarmados por el fracaso de esa primera tentativa (para el que fue necesaria toda la habilidad de Walesa para convencer a los obreros jóvenes de Gdansk a que volvieran al trabajo)1, volvieron a entrar en el combate de clase durante el verano, en un movimiento mucho más amplio que el anterior, lo cual es una evidente ilustración de una de las características principales del período actual : la aceleración de la historia sometida a la presión de una crisis económica en empeoramiento constante, aceleración que se plasma, en el plano de los combates de clase, en una tendencia a oleadas de lucha cada vez más seguidas.
El movimiento se había iniciado el 16 de Agosto, espontáneamente, en el cogollo obrero de Polonia, la cuenca minera de Silesia. Este hecho es muy significativo, pues el movimiento concernía a uno de los sectores más antiguos y experimentados de la clase obrera y, además, de los tradicional-mente más «mimados» por el gobierno (salarios y raciones más altas), debido sobre todo a la importancia económica del carbón, que es la materia prima y fuente de energía más importante del país y la 1/4 parte de sus exportaciones ; lo cual no impidió que los mineros exigieran aumentos de sueldo de hasta 100 %, lo nunca visto hasta ahora en las luchas obreras en Europa. Día tras día, el movimiento se fue extendiendo a nuevas minas y a otras regiones, Szczecin en particular, en donde puerto y transportes quedaron paralizados por la huelga. Por todas partes, la presión por la huelga es muy fuerte, sobre todo entre los obreros jóvenes. En Gdansk, en los Astilleros Lenin, empresa faro para todos los obreros del país, los obreros jóvenes quieren volver a la lucha, a pesar del fracaso del mes de mayo. Y Walesa, una vez más, se dedica a contemporizar; el lunes 22 de Agosto, sin embargo, no le que queda más remedio que convocar una huelga él mismo, huelga que va a paralizar los astilleros. La huelga se extiende en unas cuantas horas a Varsovia (fundiciones de Huta Warszawa, factoría de tractores de Ursus), a Poznan, a Stalowa Wola y a otras empresas de Gdansk. Hay entonces entre 50 y 70 mil obreros en huelga. El martes 23 de Agosto, la huelga sigue extendiéndose en Gdansk, a otros astilleros, y a nuevas minas de Alta Silesia. La clase obrera parece haber vuelto a encontrar la dinámica del verano de 1980 ; en realidad, el movimiento ha alcanzado su auge y empezará a retroceder en los días siguientes, pues, esta vez, la burguesía está mucho mejor preparada que hace ocho años.
Es posible que el gobierno se haya dejado sorprender por la amplitud de las luchas. Sin embargo, su comportamiento durante esas luchas demuestra lo mucho que ha aprendido desde el verano de 1980 : en ningún momento ha estado desbordado por los acontecimientos. Procuró el gobierno en especial, cada vez que una nueva empresa entraba en lucha, rodearla con un cordón de « zomos » (unidades especiales antidisturbios). De este modo, cada ocupación del lugar de trabajo se cerraba en sí misma cual trampa para los obreros en lucha, impidiéndoles entrar en contacto con sus hermanos de clase y por tanto, unificar su combate, unirse en un único frente de lucha. Pero no sólo a eso se limitan la represión y la intimidación. El 22 de Agosto, día en que más se extiende el movimiento, el ministro del Interior, el general Kiszczak, aparece de uniforme en la televisión para anunciar una serie de medidas destinadas a quebrar la extensión : instauración del toque de queda en las tres regiones más afectadas por las huelgas: Katowice, Szczecin y Gdansk; toda persona ajena a la empresa en huelga será evacuada, con posibilidad de ser encarcelada ; el ministro acusa a los huelguistas de estar armados y amenaza con una “efusión de sangre”. Al mismo tiempo, la televisión soviética vino en apoyo de la intervención del ministro, difundiendo imágenes de empresas en huelga, tratando a los huelguistas de «extremistas que ejercen presiones y amenazas contra sus compañeros con huelgas ilegales». Los instrumentos de esas «amenazas contra los compañeros» serían, según la televisión soviética las barras de hierro que los obreros empuñan para hacer frente a una posible intervención policiaca. O sea que cuando se trata de hacer frente a un movimiento de la clase obrera, Gorbachov esconde su “glasnost” y habla con la clásica lengua viperina del terror estalinista: que no se les ocurra a los obreros de Rusia imitar a sus hermanos de clase de Polonia; que éstos sepan que no hay nada que esperar de la «liberalización», de la cual pocas ilusiones se hacen, por cierto, desde la venida de Gorbachov a Polonia, a principios de Julio, cuando éste les dijo que “podían estar orgullosos de tener un líder como Jaruzelski”, al cual presentó como su “amigo personal”.
Las amenazas no quedan, sin embargo, en meras palabras. Los actos vienen a “darles crédito”: Silesia queda cortada del resto del país por controles de la policía y del ejército; cada día, los zomos intervienen en nuevas empresas para desalojar a los obreros (sobre todo en Silesia, en donde a los obreros les empiezan a faltar, en el fondo de las minas, alimentos, medicamentos y mantas); se multiplican las detenciones, las cuales afectan tanto a los huelguistas como a miembros de la oposición y, en especial, a dirigentes de Solidarnosc como Frasyniuk, jefe del sindicato de Wroclaw y miembro de la dirección nacional del mismo. Para con aquéllos se trata de presionarlos para que vuelvan al trabajo y disuadir a los demás obreros a que se unan con ellos en la lucha. Las detenciones de sindicalistas tienen, en cambio, otra función: la de prestigiar a Solidarnosc para que esta organización pueda desempeñar su papel de revienta huelgas. Ya que, una vez más, la derrota obrera es resultado, ante todo, de la acción del sindicalismo.
Los objetivos anti obreros de Solidarnosc sin el menor pudor y ya en el mes de mayo, nos los describe Kuron, uno de los principales «peritos» de Solidarnosc, fundador también del ex-KOR: “sólo un gobierno que tenga la confianza social podrá detener el curso de los acontecimientos, hacer un llamamiento a la austeridad en un marco de reformas. Lo que de verdad está en juego en la batalla actual es la formación de un gobierno así” (entrevista dada al diario francés Liberation del5 de mayo de 1988). Es difícil dejarlo más claro : el objetivo de Solidarnosc es el mismo que el del gobierno: hacer que los obreros acepten la austeridad.
Por eso, ya desde el principio del movimiento, el sindicato se dedicó a desplegar su acción saboteadora. Uno de los elementos esenciales de su estrategia fue meter en un callejón sin salida el descontento obrero. Aun cuando el movimiento se inició por reivindicaciones salariales, Solidarnosc echa el resto de su influencia para que no permanezca más que “una sola reivindicación: la legalización del sindicato”. Y es así como Walesa convoca a la huelga en los talleres de los Astilleros Lenin el 22 de agosto, con la consigna: “¡Basta ya de bromas. Lo que ahora queremos es Solidarnosc!». ¡Como si la defensa de las condiciones de vida más elementales, la resistencia contra la miseria fuera solo...bromas! El presidente del comité de huelga de los Astilleros Lenin, conocido como “radical”, afirmaba por su parte: “la única reivindicación es que se restablezca Solidarnosc”.
Solidarnosc hace sus llamamientos a la huelga de manera muy selectiva. Por un lado, en muchos lugares en donde la presión por la lucha es muy fuerte, Solidarnosc evita a toda costa hacer llamamientos a parar el trabajo, prefiriendo decretar, para que se «desahogue» la combatividad obrera, el «estado de preparación de la huelga», o amenazando con convocarla si las autoridades desencadenaran una represión en masa, cosa que éstas evitaron como es natural. Por otra parte, el llamamiento directo a la huelga en los astilleros Lenin de Gdansk, que son desde el verano del 80 un símbolo para toda la clase obrera de Polonia, es también una maniobra. Es ésa una de las empresas en las que Solidarnosc está mejor implantada ,sobre todo porque es allí donde trabaja Walesa ; será pues más fácil que en otro lugar hacer volver al trabajo, reanudación que servirá a su vez de acto simbólico, pues en el resto del país, los obreros tendrán la impresión de que no les queda más remedio que imitar a sus camaradas de Gdansk. Además, en los astilleros Lenin, Walesa, para facilitar la vuelta al trabajo, había echado el resto desde el principio para presentar la huelga como una calamidad, inevitable a causa de la mala voluntad del gobierno, el cual no ha querido escuchar sus repetidos llamamientos a la negociación: «Yo quería evitar las huelgas. No deberíamos estar en huelga, deberíamos estar trabajando. Pero no nos queda otra alternativa...Seguimos esperando discusiones serias» (22 de Agosto). Y de hecho, para cansar más y mejor a los obreros, el gobierno y Solidarnosc se ponen a jugar al ratón y al gato durante más de una semana, dando pruebas uno y otro de la mayor «intransigencia» sobre la cuestión del pluralismo sindical, polarizando a los obreros sobre un problema falso, hasta el día en que ambas partes «aceptan» el encuentro para discutir «sin tabús» (sic)... sobre la agenda de una hipotética «mesa redonda», la cual sólo podrá verificarse, naturalmente, cuando se haya reanudado el trabajo.
La total complicidad entre las autoridades y Solidarnosc es patente. Es todavía más patente cuando se sabe que uno de los deportes favoritos de los dirigentes de Solidarnosc es franquear impunemente los controles policiacos que aíslan a empresas y regiones en lucha para juntarse a los huelguistas, como Jan Litynski, fundador del KOR y responsable de Solidarnosc de Varsovia, que consiguió llegar al comité de huelga de las minas de Silesia para convertirse en su principal «perito», o el propio Lech Walesa que entra en los astilleros Lenin «saltando la tapia». No hay duda, la policía polaca es de las más nulas del mundo...
En ese reparto de tareas participa, como siempre en Polonia, la Iglesia, que incluso se permite el lujo de echar dos estilos diferentes de sermón: el sermón moderado como el del capellán de los astilleros Lenin, quien, la víspera de la huelga, toma postura en contra de ella afirmando que «la huelga iba a prender fuego a toda Polonia» y el sermón «radical» que da su apoyo entero a los huelguistas y a su reivindicación de «pluralismo sindical». Hasta las propias fuerzas del poder hacen alarde de sus «desacuerdos» para así desorientar mejor a los obreros. El 24 de Agosto, por ejemplo, los sindicatos oficiales (OPZZ), cuyo presidente es miembro del Buró político del Partido, lanzan una advertencia al gobierno para que «oiga su opinión» y «amenazan» con convocar huelga general. ¡Huy qué miedo debió pasar Jaruzelski!
En fin de cuentas, gracias a tanta maniobra, la burguesía logró sus objetivos: el retorno al trabajo sin que los obreros obtuvieran nada. Ha sido una derrota obrera que va a dejar huellas. Y es tanto más derrota por cuanto Solidarnosc ha conseguido hacer su labor de sabotaje sin desenmascararse como organización, dejándole a Walesa, siempre voluntario para esas faenas, el papel de «vende huelgas». Su popularidad va a bajar varios enteros, pero son los riesgos del oficio. Lo esencial es que la mayoría de los obreros conserve sus ilusiones sobre el sindicalismo «libre». Con su negativa a legalizar a Solidarnosc (cuando en realidad esa organización tiene «placa en fachada» con sus numerosos semanarios, colectas y cuotas, reuniones regulares de sus miembros y de sus dirigentes, todo ello tolerado), con sus «persecuciones» a los dirigentes, el poder aportará lo que le corresponde para mantener aquellas ilusiones.
Agosto del 80-Agosto del 88: la comparación de los resultados de las huelgas entre esas dos fechas parece despejar un retroceso muy sensible de la fuerza de la clase obrera. Un examen superficial podría llevar a esas conclusiones, pues es cierto que hace 8 años la clase obrera fue capaz de llevar a cabo combates mucho más masivos, determinados; es cierto, sobre todo, que en 1980, consiguió dotarse de una organización de su lucha que le permitió controlarla desde el principio de punta a cabo hasta la victoria. Pero no podemos limitarnos a esos aspectos. En realidad, la debilidad actual de la clase obrera en Polonia es básicamente la expresión del reforzamiento político de la burguesía en ese país, del mismo modo que su fuerza en Agosto del 80 le venía en parte de la debilidad de la clase dominante. Y ese fortalecimiento de la burguesía se debe no tanto a una mayor habilidad por parte de los dirigentes del país, sino más bien a la existencia de una estructura de encuadramiento de la clase obrera ausente en 1980 : el sindicato Solidarnosc. Eso lo ha expresado muy bien Kuron : “Contrariamente a julio-agosto del 80, la oposición dispone hoy de estructuras organizadas capaces de controlar los acontecimientos”(Ídem).
De hecho, la clase obrera en Polonia se encuentra hoy confrontada al mismo tipo de trampas que los obreros de los países más avanzados han tenido que enfrentar desde hace décadas. Es precisamente porque no había vivido esa experiencia por lo que aquélla ha acabado por dejarse entrampar de tal modo por las maniobras del sindicalismo, después de haber vivido una lucha tan notable como la del verano del 80. En cambio, toda la experiencia acumulada por el proletariado de las grandes metrópolis capitalistas, sobre todo el de Europa Occidental, le permite hoy ir librándose progresivamente del control sindical (como pudo verse cuando la huelga en los ferrocarriles franceses a finales de 1986, e en Italia, durante 1987, en el sector escolar), ir apoderándose de sus luchas, unificándolas, como la hicieran los obreros polacos en 1980. Pero cuando logre con plenitud todo eso, la burguesía ya no podrá hacerlo retroceder como lo había hecho con el proletariado de Polonia. Son los sectores más avanzados del proletariado mundial los que podrán entonces mostrar el camino a sus hermanos de clase, y en particular a los de Polonia y de Europa del Este.
Las luchas de este verano en Polonia no expresan en absoluto ningún retroceso de la clase obrera a escala internacional. Antes al contrario, son la prueba de las enormes reservas de combatividad del proletariado de hoy, al que las derrotas parciales no logran agotar, sino que le sirven de acicate con la intensificación de los ataques capitalistas. Asimismo, la fuerza de las ilusiones sindicalistas, democráticas e incluso nacionalistas, que pesan sobre el proletariado en Polonia pone de relieve los pasos realizados por el proletariado de los centros decisivos, las grandes concentraciones obreras de Europa occidental, y, por lo tanto, del proletariado mundial como un todo; pone en evidencia su avance hacia combates cada día más autónomos, más fuertes y más conscientes.
FM
4/9/1988
1 Respecto a las huelgas de esta primavera en Polonia y su sabotaje por Solidarnosc, puede leerse la Revista Internacional, n° 54.
Links
[1] https://es.internationalism.org/files/es/crisis_y_luchas_obreras_en_mexico.pdf
[2] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/mexico
[3] https://es.internationalism.org/files/es/editorial_las_paces_del_verano_88_o_la_intensificacion_de_los_preparativos_guerreros.pdf
[4] https://es.internationalism.org/en/tag/3/47/guerra
[5] https://es.internationalism.org/en/tag/3/48/imperialismo
[6] https://es.internationalism.org/files/es/luchas_obreras_en_polonia.pdf
[7] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/polonia
[8] https://es.internationalism.org/en/tag/2/29/la-lucha-del-proletariado