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Elecciones en México - PRI, PAN, PRD… ¡la misma puerca pero revolcada!
Movilizaciones en España - Un esfuerzo de desarrollo de la conciencia...
¡Indignaos! y Comprometeos!, de Stéphane Hessel - Indignarse, ¡sí!, pero ¡contra la explotación capitalista!
China - Protestas contra la represión del Estado
Grecia - La miseria y la cólera estallan
La izquierda al poder en Perú con Ollanta Humala… - La dictadura del capital cambia de máscara
La Comuna de París, primer asalto revolucionario proletariado
Luego de sufrir el gran colpaso recesivo que explota en diciembre del 2007 y que se prolonga en realidad hasta 2010, la clase dominante insistía que todo había pasado y convocaba a confiar y hacer renacer la esperanza en la inmortalidad del sistema capitalista.
Pero ni un par de años siquiera han pasado de sus declaraciones alentadoras cuando el escenario económico internacional muestra que lejos de haber encontrado una fase de “estabilidad y crecimiento”, se abre un nuevo período de aceleración de la crisis capitalista. La economía capitalista, desde finales de la década de los sesenta del siglo XX, se desbarranca en una crisis y cada proceso recesivo que pasa la profundiza aún más. No han valido las diversas políticas económicas que la clase dominante ha invocado a lo largo de cuatro décadas para intentar solucionarla, lo único que ha resultado de ellas es la agudización de sus problemas y contradicciones internas y, por supuesto, el incremento de la explotación de los trabajadores.
Para crear un clima de confusión o tal vez para consuelo de la clase dominante, o quizá simplemente porque la visión mistificada de la burguesía no puede entender el desarrollo de la realidad, se lanzan discursos alegando que “todo va bien”, pero luego al desatarse los conflictos económicos fingen asombro y buscan señalar a un “culpable” que les permita cubrir la realidad que vive el sistema. Así, cuando la quiebra de los gigantes financieros de norteamérica y el subsecuente “rescate” por parte del gobierno, se afirmaba que la culpa era de los “banqueros irresponsables”, luego cuando los problemas se extienden y la insolvencia empieza a afectar a los Estados en Europa, como en Grecia, Italia y España, el discurso se ajusta y ahora los culpables son los “gobiernos irresponsables”… de manera que nunca, para la clase dominante, los orígenes de los problemas económicos se encuentran en el capitalismo.
Al concentrar la atención en los llamados “PIIGS” (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) la burguesía y sus “expertos” pretendían hacer creer que la profundidad de la crisis se concentraría solamente en algunas regiones “frágiles” que habían sido “víctimas del capital financiero”, en tanto la masa de deudas se volvían impagables. Lo que han “olvidado” decirnos esos “expertos”, es que la deuda a que se ha recurrido por todos los Estados ha sido justamente lo que ha permitido sobrevivir al sistema, y particularmente construir proyectos como la creación de la “zona Euro” que otrora presentaban como ejemplo del fortalecimiento del capitalismo; pero además, otra vez, han de buscar ocultar que es el capitalismo, como sistema el que crea sus propias crisis y no sólo son los sectores financieros y especuladores los creadores de los males del este modo de producción. Justamente, el desarrollo monstruoso de las finanzas especulativas, no es sino el producto de la dificultad creciente del capitalismo para impulsar el proceso de acumulación.
Pese a los discursos de animo y de fanfarroneo sobre el “blindaje” de las economías, el verano de 2011 ha dejado ver que la crisis sigue avanzando y profundizándose por todo el mundo y el epicentro de los conflictos no son los “países frágiles” sino son nada menos que los EUA y las principales economías de Europa.
Las políticas de “urgencia” sustentadas en emisión monetaria (y que el gobierno de los EUA ha denominado QE1 y QE2, siendo la finalidad de QE1 el rescate de los gigantes financieros Fannie y Freddie, mientras que el QE2 tiene como base una creciente emisión de bonos del Tesoro) aunque son paliativos que tuvieron efecto de corto plazo, desató problemas mayores, que se perciben por las mismas instituciones financieras, primero definiendo como riesgoza la deuda norteamericana y luego, como lo han hecho en los primeros días de agosto los bancos estadounidense JP Morgan Chase y Citigroup, declarando que “… los Estados Unidos y Europa se encuentran peligrosamente cerca de una recesión”.
A lo largo del planeta se asiste a un pánico generalizado de los gobiernos, de los dirigentes, de los bancos centrales y otras instituciones financieras internacionales. Los amos de este mundo parecen haber perdido completamente la brújula, incluso sus más “connotados” economistas ofrecen “soluciones” díficiles de ver con seriedad. Ejemplo de esto se encuentra en la propuesta del premio nobel de economía en 2008, Paul Krugman, que plantea como solución abrir aún más la llave del gasto público e incrementar aún más la deuda… Esta idea de Krugman se vuelve aún más ridícula por el tono que usa para presentarla: “… si descubriéramos que los extraterrestres estaban planeando atacar y necesitáramos una inversión masiva para contrarrestar la amenaza, la inflación y el déficit presupuestario serían un problema secundario y esta recesión podría terminar en 18 meses”.
Con actuaciones igual de erráticas responde la burguesía en Europa. Actualmente, el Banco Central Europeo (BCE) se ve obligado a comprar diariamente deuda italiana y española por una suma de cerca de 2 mil millones de euros, so pena de que estos países se hundan. Pero si estas medidas son irremediablemente indispensables para la supervivencia del sistema, no tiene ni efectos de largo plazo, ni capacidad para solucionar los problemas de insolvencia de esos países y menos aún de impulsar el proceso de acumulación.
El sistema capitalista se sustenta sobre la explotación del trabajo asalariado, son los trabajadores los creadores del valor y la base de la ganancia capitalista, por eso su situación es la de vivir en un sometimiento continuo y sin la menor posibilidad de mejorar su situación de vida, pero la crisis económica acelera aún más la degradación de su vida. Las medidas y programas que la clase dominante presenta para responder a la crisis (y que las llaman “reformas estructurales”) son a fin de cuentas instrumentos destinados a facilitar la aceleración de la explotación, lo que implica, para los asalariados una pauperización superior.
Por esa razón la agudización de la crisis va asociada con el ataque en contra de los salarios, las pensiones y la ampliación del desempleo; la realidad ha mostrado que esto ha sido la respuesta de la clase dominate en todos los países del mundo, buscando con ello cargar el peso de la crisis sobre la espalda de los explotados. Y si hasta ahora la vida de los trabajadores soporta niveles de degradación increíbles, la aceleración de la crisis anuncia mayores golpes. Pero si la misería habrá de extenderse, también la reflexión sobre lo que significa y ofrece el capitalismo debe de expandirse, los trabajadores ante los ataques a sus condiciones de vida no tienen más camino que la reflexión, la organización y la movilización.
Tatlin, 24/8/2011
Elecciones presidenciales 2012
Se acercan ya los próximos “comicios” y todos sabemos lo que eso significa… Acoso hasta la náusea. Todos los partidos y coaliciones, sin distinción, van a atascar con propaganda electoral hasta el más mínimo reducto del campo visual y auditivo. Saldrá lo peor de la “cultura política mexicana” caracterizada por su vulgaridad y corruptelas, evidenciando claramente su complicidad directa o indirecta con el narcotráfico y la violencia. Un verdadero circo infame para hacer tragar al proletariado y a la población entera el cuento de que cada uno en su rincón puede, mediante el ejercicio del “derecho al voto”, escoger si no al mejor, por lo menos al “menos peor” de los fantoches que cada facción lanza al ruedo. Intentarán desviar la atención del desprestigio en el que actualmente está el conjunto del espectro político burgués y su mecanismo electoral, enterrando bajo capas y capas de spots y espectaculares la intuición que recorre las mentes de la mayoría: que las elecciones no sirven para nada, que todos los partidos son lo mismo y que seguramente gane quien gane la cosa será igual o peor.
Si esto es lo que muestra la realidad, entonces ¿por qué la burguesía permite la existencia de una bola de parásitos inútiles que sólo sirven para dar pena?, ¿por qué los mantiene y los aglutina en diversos partidos políticos si éstos no pueden tener más que el mismo programa?, es más, ¿por qué si se supone que es una clase “buena para los negocios” despilfarra millones y millones en un sistema electoral, “garante de nuestra democracia”, cuando sería más barato ahorrarse el numerito y designar pura y llanamente al siguiente gobernante?
Estas preguntas son muy válidas y detrás de ellas se agazapan dudas profundas como las que han desatado “huracanes” debido a las recientes movilizaciones de explotados en Grecia y España. Por ello la burguesía tiene toda la razón del mundo para temer que estas dudas arraiguen e irrumpan en las masas explotadas. Por eso siempre tiene fieles servidores que están ahí recordándonos que es mejor una “democracia inmadura” a las “dictaduras”, que sólo es cosa de seguir “madurando”. Otros aceptan que esto es un asco pero ufanos concluyen: “claro, ¡¿y qué querían después del PRI!?”. Otros dicen que debemos aspirar al “menos peor” porque ese “salvador” algún día sentará las bases de una “verdadera democracia”. Total, que los sesudos intelectuales de la burguesía son incapaces de concebir nada fuera de los estrechísimos muros de la sociedad capitalista, y no es de extrañar…
Pero nosotros, el proletariado, tenemos que hacer el esfuerzo para dar respuesta a estas interrogantes y otras más que surgen conforme avanzamos más y más en el camino hacia nuestra emancipación y la de la humanidad toda. No podemos dejar que los compañeros que se plantean estas dudas se queden sin una respuesta, que si no les satisface, por lo menos les permita seguir reflexionando.
Que no nos vengan con el chisme de que lo que se entiende por democracia ha sido siempre lo mismo. Desde sus orígenes la palabra democracia –“gobierno del pueblo”– ha revestido la más dispar serie de significaciones y prácticas políticas, pero es una vil mentira que la democracia burguesa sea la forma de gobernar “más acabada y mejor”, la última posible. En el periodo ascendente del capitalismo, la democracia, expresada en el parlamentarismo, era la forma en la que se organizaba la vida política de la burguesía, “… jamás ha sido un terreno predilecto para la acción de la clase obrera… Sin embargo… cuando el proletariado podía aún arrebatar reformas favorables dentro del sistema, tal participación en el parlamento permitió a la clase hacer presión a favor de reformas y utilizarlo como tribuna para denunciar la ignominia de la política burguesa… Cuando el sistema entró en su fase decadente, el parlamento dejó de ser un instrumento para las reformas (y) el único papel que podía jugar desde aquel momento y que explica su supervivencia, es la mistificación” ([1]). Por ello desde entonces, después de 100 años de decadencia burguesa, su democracia, el parlamento y las elecciones sólo muestran la pestilencia y putrefacción de su muerte.
Ahora la función ideológica de las elecciones es mistificar –mentir y manipular– al conjunto de la población y en particular al proletariado. Las elecciones existen para hacernos creer que el capitalismo es una sociedad de “iguales”, de ciudadanos que “deciden su destino”, para ocultar las obvias diferencias de clase, haciéndonos creer que la vida de explotación es “natural” y que nosotros hemos elegido con el voto las calamidades que este sistema agónico nos ofrece y que no hay otra opción, sino seguir escogiendo entre sus inmundas “opciones”. Las elecciones existen para hacernos creer que así podemos cambiar y mejorar la situación presente. La realidad es que no hay opciones en el capitalismo decadente, todos los partidos políticos de la burguesía, en todo el mundo, tienen los mismos objetivos: ocultar la bancarrota económica, política y moral de su clase y tratar de sobrevivir a costa de los trabajadores aumentando la explotación para mantener a flote su sistema descompuesto. ¡No hay ninguna diferencia si el partido es de derecha, de izquierda o del centro; son la misma puerca, pero revolcada!
Para probar que todos los partidos son lo mismo, sólo como botones de muestra, recordemos que el PRD surge como hijo no tan bastardo del PRI. Cuauhtemoc Cárdenas, después de aplicar su política antiobrera en el PRI, sale de éste para “rescatar los principios nacionalistas y revolucionarios” y se apoyó en el Frente Democrático Nacional para la candidatura presidencial, ese sería el origen del PRD. Pero no es el único que ha salido del PRI para construir una opción creíble de izquierda: Camacho Solís, hoy operador político de Marcelo Ebrard y, este último, titular del GDF y potencial candidato del PRD, fueron fieles colaboradores de Salinas de Gortari. Porfirio Muñoz Ledo (coordinador del FAP) fue líder nacional del PRI. Dante Delgado, líder de Convergencia, también ocupó cargos relevantes en el PRI; fue colaborador de Mario Moya Palencia (secretario de gobernación con Luis Echeverría) y formó parte del gabinete de Fernando Gutiérrez Barrios (que fue gobernador de Veracruz y secretario de gobernación con Salinas). Arturo Núñez senador del PRD estuvo 37 años en el PRI. Monreal y Leonel Cota dejaron las filas del tricolor para ser candidatos y luego gobernadores por el PRD en Zacatecas y Baja California Sur. Luis Maldonado, fue un connotado colosista ([2]); el mismo López Obrador fue también un connotado priísta que hasta tiene en su curriculum el haber compuesto el himno al PRI.
El PAN, por años la “oposición al caciquismo e ineptitud del PRI”, supuesto crítico del retraso del país y esperanza de cambio ya mostró el “cambio” que podía llevar a cabo: aún más caciquismo e ineptitud sólo que matizado con vetas abiertamente religiosas y fanáticas y un populismo idéntico a las migajas que ofrece el PRD. La agudización de la crisis capitalista no da margen para otra cosa, independientemente del personaje o del partido, la burguesía sólo puede ofrecer unas migajas a cambio de toda la riqueza que es producida por la clase obrera. El PRD, el PRI “renovado” o las “alianzas” mostrarán nuevamente que las elecciones no son la vía del cambio.
La supuesta diferencia entre izquierda, centro y derecha se borra y su naturaleza idéntica sale a luz en las alianzas de todo tipo, donde lo que importan es ganar o no perder el “hueso” de frente a sus contrincantes, para mantener la vida de holgazanería y privilegios, incluso descuidando la imagen que deben presentar ante los explotados y los intereses globales de la burguesía en la dinámica del “sálvese quien pueda” propia de la descomposición capitalista.
Las alianzas “contra-natura” como PAN-PRD en Oaxaca, Baja California y Puebla demuestran claramente que todos son la misma cosa. Los “políticos ortodoxos” critican estas coaliciones pero en esencia éstas no son más que expresiones de su misma naturaleza. El caso de la maestra Gordillo (presidenta del sindicato más grande de América latina) y sus alianzas con el PRI, con el PAN y otra vez con el PRI son muy ilustrativos. También muestran el reciclaje de la misma porquería y que los políticos cada vez son más sinvergüenzas. Agreguemos que el papel de los partidos “chicos” es de aderezo para el plato fuerte. Capitalizan descontentos y preocupaciones genuinas como la preocupación por el medio ambiente pero son en esencia el mismo veneno.
Así, la intuición de que “todos son lo mismo” es correcta. Esta arma ideológica sirve para impedir que el proletariado se reconozca a sí mismo, reflexione sobre su situación real y consiga alzar la cabeza y criticar radicalmente a esta sociedad. Para esto se despliega todo un espectro de “opciones”, de partidos y grupos políticos que permiten mantener la ilusión de cambio, aunque sea un poco, si tal o cual partido asume el poder (recuérdese la idea de que “al menos sean otros los que roben”). He ahí la razón de ser de los sistemas multipartidistas –de izquierda, derecha y centro con matices– o bipartidistas, tan típicos en las democracias burguesas del mundo que sirven sólo para recambiar las mismas aguas negras de un lado a otro. Lo demuestran los casos de España y Grecia, donde el gobierno de izquierda “socialista” es quien lleva la batuta en los criminales planes de austeridad. Se argumenta que la solución en España es dejar de lado el bipartidismo pero casos como el mexicano demuestran que gobierne quien gobierne e independientemente de las opciones, la cosa es la misma. En México han gobernado el centro, la derecha y en el DF, Zacatecas y Michoacán la izquierda, y la cosa no hace sino empeorar ¡no importa quién esté a la cabeza!
Y el problema no es el “fraude”, que los candidatos sean ineptos, corruptos o que los transforme el poder; el problema es que en sí mismo el mecanismo democrático no tiene nada que ofrecer a los explotados ni en este país ni en todo el mundo. La democracia y las elecciones tienen como única función recambiar en el gobierno a elementos de la misma clase, la burguesa. Gane quien gane, lo único que puede hacer en tanto que defensor del capital nacional, será arreciar los ataques contra la clase trabajadora.
La pregunta central es: ¿hay otra opción aparte de la descomposición social que nos ofrece la burguesía? La historia nos dice que sí, que los sistemas sociales no son eternos, que todos nacen, se desarrollan y mueren y al capitalismo ya le llegó su hora. Falta sólo que la clase trabajadora cumpla su tarea histórica y plantee la revolución mundial que ponga fina a este mundo injusto e inhumano.
Caribú-Héctor, 20/8/2011
Las obras ¡Indignaos! y ¡Comprometeos!, del escritor, poeta y diplomático francés Stéphane Hessel ([1]), son ya dos auténticos “best-sellers” y una referencia para aquellos que quieran reflexionar sobre la injusticia de este mundo. Es más, al movimiento de protesta social que recorre España (y en bastante menor medida otros Estados de Europa) se le ha llamado de los Indignados, refiriéndolo explícitamente al primero de estos libros.
¡Indignaos! es un librito de unas treinta páginas que ha sido traducido a varios idiomas y sin la menor duda su título es en sí mismo un grito de rebelión contra la barbarie de este mundo y coincide perfectamente con el sentimiento generalizado, que crece en las filas de los oprimidos, de que los horrores que arrasan el planeta, desde la miseria a la guerra, se hacen cada vez más insoportables y más indignantes. La “primavera árabe”, en Túnez y en Egipto y el movimiento de los Indignados son una clara expresión de ese sentimiento y del hartazgo.
Stéphane Hessel es un hombre de 93 años que saca todavía fuerzas para gritar su indignación frente a este mundo inicuo. Como tal, no nos puede sino inspirar admiración y provocar simpatía; pero al fin de cuentas ¿por qué tipo de mundo quiere Stéphane Hessel que luchemos?
Desde el comienzo de su libro, Stéphane Hessel hace apología de los principios y valores que llevaron al Consejo Nacional de la Resistencia (CNR) ([2]) a desarrollar, al final de la Segunda Guerra Mundial, un programa económico adecuado a las circunstancias.
A la pregunta “¿siguen estando de actualidad estas medidas?”, Hessel responde: “Por supuesto que las cosas han cambiado en sesenta y cinco años; los retos no son los mismos que conocimos en la época de la Resistencia. El programa que propusimos entonces no se puede aplicar plenamente hoy ni tampoco debemos seguirlo a ciegas. Sin embargo, los valores que planteamos son constantes y debemos adherirnos a ellos. Son los valores de la República y la democracia y creo que debemos juzgar a los sucesivos gobiernos en relación a estos valores. En el programa del Consejo de la Resistencia había contenida una manera de ver las cosas que sigue siendo válida hoy: rechazar la dictadura –el diktat– de la ganancia y el dinero, indignarse contra la coexistencia de la pobreza extrema y la riqueza arrogante, rechazar los sistemas económicos feudales, reafirmar la necesidad de una prensa verdaderamente independiente, garantizar la seguridad social en todas su formas... Muchos de estos valores y adquisiciones que defendimos ayer están hoy en dificultades y corren peligro. Muchas de las medidas que han adoptado los gobiernos recientemente les sorprenden a mis camaradas resistentes, ya que son contrarias a esos valores fundamentales. Creo que hay que indignarse, en particular los jóvenes. Y ¡resistir!” ([3]).
¿A quién hace S. Hessel responsable de esta situación? Dice: “... el poder del dinero, tan combatido por la Resistencia nunca fue tan grande, tan insolente, egoísta, incluso en las más altas esferas del Estado. Los bancos, sucesivamente privatizados, están más preocupados por sus dividendos y por los altos salarios de sus dirigentes que por el interés general. La brecha entre los ricos y los pobres nunca ha sido tan abismal; y la carrera tras el dinero jamás tan feroz, tan competitiva” ([4]).
Para Hessel, la democracia debe guiar la acción de los dirigentes; una democracia preocupada por el interés general frente al egoísmo de los financieros y otros banqueros: “los responsables políticos, económicos, intelectuales y el conjunto de la sociedad no deben abandonar, ni dejarse impresionar por la actual dictadura de los mercados financieros que amenaza la paz y la democracia” ([5]). He aquí el sacrosanto interés general que uniría a los políticos, a los patrones de la industria codo con codo con los trabajadores, desempleados, estudiantes, jubilados, los precarios... En otras palabras, la democracia de Stéphane Hessel es el mito, la estafa, que iguala a explotadores y explotados que tendrían los mismos “derechos y deberes” y los mismos intereses democráticos, en tanto que ciudadanos, frente a la dictadura de los financieros. ¿Para alcanzar qué y cómo? Hessel nos sugiere: “Confiamos en que reflexionando, escribiendo, participando democráticamente en la elección de los gobernantes es como se puede hacer hoy evolucionar de manera inteligente las cosas... en fin, por medio de acciones a muy largo plazo” ([6]). Y ¿qué campo propone Hessel que hemos de defender? “Siempre me he considerado socialista; es decir, en el sentido que yo doy a este término, consciente de la injusticia social. Pero los socialistas deben ser estimulados. Espero ver surgir una izquierda valiente, contestataria si es necesario, que pueda hacerse fuerte y defender una visión y una concepción coherente de las libertades de los ciudadanos; además, me parece importante que haya Verdes en las instituciones, para que se extienda la idea de preservar el planeta” ([7]). Finalmente, para Hessel nuestra indignación debe conducir a una consigna ya conocida, el famoso “Hay que ir a votar”... por un nuevo programa alternativo (que será objeto de una nueva publicación) inspirado en el CNR, que reúna a toda clase de elementos, desde los de la izquierda radical a los de “otro mundo es posible” pasando por los sindicalistas; en fin, a partidos y organizaciones que asumen como suyo el interés general.
Afortunadamente estos millones de jóvenes han tenido la oportunidad de ver a los gobiernos Socialistas de sus respectivos países manos a la obra; han podido ver qué medidas drásticas de austeridad eran capaces de adoptar los partidos socialistas, de forma totalmente democrática (lo mismo que en Grecia); han probado en sus carnes las porras de la policía ¡del muy democrático Gobierno socialista de Zapatero!...
Sin embargo, Hessel persiste en su apoyo a estos partidos, declarando: “¿Cuál es la tarea que deben imponerse los miembros de la generación más joven? Tomarse en serio los valores sobre los cuales basan su confianza o desconfianza en quienes los gobiernan, este es el principio de la democracia, con el que podemos influir en quienes toman las decisiones” ([8]).
¿Qué influencia puede tener esta joven generación en los Estados democráticos que le imponen tanta miseria? Puede sustituir a un ministro cuya impopularidad es escandalosa... ¿y después qué pasa? ¿Habrá un cambio real? ¡No, ninguno! En todos los países, sean los gobiernos de derechas o de izquierdas (o de extrema izquierda, como en América Latina), la brecha es cada vez más profunda entre la gran mayoría de la población que padece un deterioro generalizado de las condiciones de vida y el poder democrático del Estado burgués, que preconiza duras políticas de austeridad con las que evitar la quiebra económica. No puede ser de otra manera: ¡Detrás de la máscara democrática del Estado se oculta siempre la dictadura del Capital!
“Mi generación ha contraído una verdadera alergia a la idea de la revolución mundial. En parte porque hemos nacido con ella. En mí caso –nací en 1917, año de la Revolución Rusa– es una característica de mi personalidad. Siempre he tenido la impresión, tal vez injusta, que no es mediante la acción violenta, revolucionaria, cómo se puede derrocar a las instituciones existentes ni cómo se puede hacer avanzar la historia.” ([9]) Hessel sigue en sus trece: “En todas las sociedades existe una violencia latente que es capaz de expresarse sin restricciones. Lo hemos conocido con las luchas de liberación colonial. Debemos ser conscientes de que las revueltas, las de los trabajadores por ejemplo, siguen siendo posibles pero es poco probable que resurjan dada la forma en que la economía se ha desarrollado y globalizado. El biotipo Germinal ha quedado ya superado” ([10]). Este es el llamamiento que hace Hessel a la generación más joven: ¡Quitaos de la cabeza cualquier idea de una revolución mundial, la idea de la lucha de clases! ¡Eso está anticuado! En lugar de eso, tratad de mejorar el funcionamiento de este sistema. ¿Cómo? Aquí es donde Hessel dice tener una idea “brillante e innovadora” obviando que ha sido pregonada, una y mil veces, por toda la izquierda desde hace un siglo: la creación de un Consejo de Seguridad Económico y Social, que reúna a los estados más poderosos del mundo; una especie de gobierno mundial. Este organismo mundial tendría como objetivo regular la economía. Y según Hessel esto es lo que evitaría las crisis el ejercer un control eficaz sobre todas las grandes instituciones financieras, ansiosas de ganancias y poder. Simplemente, recordemos que la Sociedad de Naciones (SDN), que más tarde se convirtió en Naciones Unidas (ONU), fue creada tras la Primera Guerra Mundial siguiendo un razonamiento formal casi idéntico al de este ideólogo: impedir el retorno de la guerra por medio de una organización internacional que conciliase los intereses de las naciones. ¿Cuál fue el resultado? ¡La Segunda Guerra Mundial y... 14 días de paz en el mundo desde 1950! De hecho, este mundo está dividido en naciones capitalistas que compiten entre sí; que libran una guerra económica sin concesiones y, cuando es necesario, a punta de pistola. Todos los “gobiernos mundiales” que existen (OMC, FMI, ONU, OTAN...) son refugio de granujas en el que los Estados prosiguen su lucha sin cuartel. Pero admitir esto significaría reconocer lo que quiere eludir a toda costa Stéphane Hessel: ¡la necesidad de un nuevo sistema mundial y por lo tanto una revolución internacional!
“La historia está hecha de conflictos sucesivos y hay que contar con los retos que plantean. Las sociedades progresan con la historia y al final el hombre alcanzará su plena libertad; es el Estado democrático en su forma ideal”, nos dice Hessel en ¡Indignaos!. Sí, es cierto, la humanidad se encuentra ante un reto: encontrar la solución a todos los males o desaparecer. En el núcleo de este dilema: la necesidad de transformar la sociedad. Pero ¿qué transformación se necesita? ¿Es posible reformar el capitalismo o hay que destruirlo para construir otra sociedad?
La reforma del capitalismo es una ilusión, es someterse a sus leyes, a sus contradicciones que llevan a la humanidad a la miseria, la guerra, el caos, la barbarie... ¿Podemos hacer humano un sistema cuyo único propósito es permitir que una clase acumule riquezas en su provecho a costa del esfuerzo de millones de trabajadores? Cuando la competencia entre capitalistas se agudiza efecto de la crisis económica, es la clase obrera quien paga el precio más alto: el desempleo masivo, la inseguridad generalizada, la sobreexplotación en el lugar de trabajo, salarios más bajos...
Por tanto, para que los seres humanos puedan satisfacer sus necesidades elementales deben construir una sociedad sin clases, sin injusticias ni barbarie guerrera, en la que hayan sido abolidas las fronteras. De alguna manera un objetivo así se va gestando en el movimiento de los Indignados: una perspectiva que se expresa en ayudarse mutuamente, en compartir, en la solidaridad, la dedicación y la acción desinteresada, la alegría de estar juntos... El gran movimiento social que hemos vivido en España no es humo de paja, lo que anuncia son las batallas futuras que se desarrollarán en todo el mundo, las luchas en las que la clase obrera estará movilizada masivamente y arrastrará con ella a las capas oprimidas por este sistema. Luchas que van a afirmarse contra la inhumanidad del capitalismo y de donde emergerá una conciencia más clara de un necesario cambio de sociedad para construir una nueva humanidad.
Antoine, 2/7/2011
[1]) Stéphane Hessel es casi tan conocido en España como en Francia. Vive allí y es amigo de José Luis Sampedro, escritor y economista español y, por encima de todo, iniciador de Democracia Real Ya. José Luis Sampedro ha escrito un folleto inspirado por su alter ego y prologado la edición en español de ¡Indignaos!.
[2]) Para Stéphane Hessel el CNR es la referencia histórica, el ejemplo a seguir. Vamos a volver pronto y con más detalle sobre este tema.
[3]) ¡Indignaos!, p. 15.
[4]) Ídem, p. 11.
[5]) Ídem, p. 12.
[6]) ¡Comprometeos!, p. 16.
[7]) Ídem, p. 43 y 44.
[8]) Ídem, p. 22.
[9]) Ídem, p. 20.
[10]) Ídem, p. 21.
El área de Xintang Zengcheng, en el sur de la provincia china de Guangzhou, produce anualmente 260 millones de pares de jeans (pantalones vaqueros), que son el 60 % de la producción de China y un tercio de la producción mundial que implican más de 60 marcas internacionales. Conocida como la “capital mundial de los jeans” es en algunos aspectos un símbolo del desarrollo económico de China durante los últimos treinta años ([1]).
En junio, las manifestaciones y enfrentamientos con la policía en protestas de miles de trabajadores furiosos por el maltrato y agresión hacia una mujer embarazada de 20 años de edad ([2]), apuntan a la realidad que viven los trabajadores en el corazón de un “milagro económico” ([3]). Los trabajadores atacaron edificios gubernamentales, volcaron autos policiales y se enfrentaron con la policía. El Estado chino envió contra los manifestantes 6 000 policías paramilitares con vehículos blindados, desplegando un ataque con gases lacrimógenos contra más de 10 mil trabajadores ([4]).
Después de las huelgas en Honda acontecidas a lo largo del año pasado, la empresa concedió un aumento sustancial de salarios. En vista de estas protestas recientes de los trabajadores, muchos de los cuales eran inmigrantes rurales, el Estado ofreció los derechos de residencia a cualquier persona que identifique a los manifestantes. En las ciudades chinas, aquellos quienes no tienen registro domiciliario no tienen derecho a la salud, la educación y otros beneficios sociales.
Los días de protestas en Zengcheng no son incidentes aislados. Una semana antes “migrantes de Sichuan se enfrentaron con la policía y volcaron coches en Chaozhou, unos 210 kilómetros al este de Guangzhou, después de que un trabajador fuera agredido por el jefe de la fábrica de cerámica donde había trabajado al exigir dos meses de salarios atrasados” (Los Angeles Times 13/6/11) ([5]).
Tal como el Financial Times (17/6/11) lo dijo “A pesar de que manifestaciones similares son relativamente comunes en China, en ambos casos un enfrentamiento entre policías y ciudadanos furiosos devino rápidamente en violencia.” La prensa burguesa ha puesto de relieve el hecho de que los trabajadores migrantes han estado involucrados en estos conflictos. En China hay 153 millones de trabajadores migrantes que viven fuera de sus lugares de origen. Abandonan las zonas rurales para trabajar en obras de construcción, fábricas, restaurantes y nuevos proyectos a medida que aparecen. El sesenta por ciento de ellos son menores de 30 años, y, cuando se les preguntó en las encuestas, los trabajadores más jóvenes son mucho más propensos a decir que iban a participar en acciones colectivas a diferencia de los trabajadores de mayor edad.
Ya se trate de huelgas y otras protestas, la primera reacción del gobierno de China, tanto a nivel local o nacional, es el uso de la fuerza. La supresión puede funcionar por un tiempo. Bloomberg (6/3/11) informó que “China gastó más en su fuerza interna policial que en sus fuerzas armadas en 2010, y planea hacer lo mismo este año, el gobierno desplegó fuerzas de seguridad en todo el país para controlar el creciente malestar social”. Como continúa el artículo “El aumento en el gasto de seguridad pública se presenta al mismo tiempo que los llamados ‘incidentes de masas’, de todo tipo desde huelgas, disturbios y manifestaciones, están en aumento. Hubo por lo menos 180 mil incidentes de este tipo en 2010, el doble que en 2006”, según Sun Liping, un profesor de sociología en la Universidad Tsinghua de Beijing. La preocupación de la clase dirigente china se debe en parte a la proliferación de los “incidentes de masas”, pero también a que “La percepción de que las protestas locales podrían estar ganando una amplia coherencia nacional lo que resulta ser profundamente amenazante para el Partido Comunista Chino” (FT, 19/6/11).
Esto no significa que la burguesía china puede hacer frente a las “causas subyacentes” de los disturbios. ¿Qué se esconde detrás de las protestas y las huelgas?, fundamentalmente, son las condiciones en que trabajan y viven los trabajadores chinos. Sin la imposición de estas condiciones al proletariado el crecimiento económico de China no habría sido posible.
El capitalismo chino no puede ofrecer significativas mejoras materiales a los millones de trabajadores, y por eso corre el riesgo de una “explosión”. Pero sabe que necesita algo más que la represión. Tal como señala el artículo de Bloomberg, “Zhou Yongkang, miembro del Comité Permanente del Politburó del gobernante Partido Comunista que supervisa las fuerzas de seguridad del país, dijo el 21 de febrero en el artículo del Diario Popular, vocero oficial del partido, que el gobierno debe calmar los conflictos y controversias sociales en cuanto estos “germinen”.”
En general la burguesía china carece de medios para resolver los conflictos en sus primeras etapas. Los sindicatos oficiales son inflexibles, se confía muy poco en ellos ya que los trabajadores correctamente los consideran como parte del Estado. Los “sindicatos independientes” han existido a una escala muy limitada. Es interesante, también, tener en cuenta que Dongfan Han, un activista que creó un sindicato durante las protestas de Tiananmen en 1989, está revisando su punto de vista acerca de los sindicatos oficiales.
En The Guardian (26/6/11) un artículo dice que las recientes protestas y demandas por mejores salarios y condiciones muestran que “sin un sindicato que verdaderamente pueda articular estas demandas, los trabajadores no tienen sino la pequeña opción de tomar las calles”. El autor del artículo cree que “esta nueva era de activismo ha forzado al sindicalismo oficial chino, a toda la Federación de Sindicatos Chinos a reexaminar su rol y buscar maneras de convertirse en una organización que realmente represente los intereses de los trabajadores”. La clase gobernante china ciertamente desea que los sindicatos oficiales tengan más influencia en la clase obrera, pero para los trabajadores no hay ninguna forma de organización sindical que pueda responder a sus necesidades.
Para la clase obrera no es una cuestión de intercambiar un tipo de sindicato por otro, sino de encontrar los medios para una acción colectiva más eficaz. El hecho de que las huelgas y manifestaciones tan rápidamente terminan en enfrentamientos con la policía es una pieza de evidencia que demuestra a los trabajadores, en definitiva, la necesidad para sus luchas de crear una fuerza que sea capaz de destruir el Estado capitalista chino.
Car, 1/7/2011
[1]) También es conocida por sus altos índices de contaminación ambiental producida por los desechos de las fábricas de jeans. Los trabajadores de esta zona mueren literalmente sumergidos y envenenados por los desechos de la industria:
www.madeinprc.es/2010/12/la-contaminacion-en-xintang-jeans-capital-of-th... [5]
[2]) La joven era una mujer inmigrante que trabajaba como vendedora ambulante, quien fue arrojada al suelo por los cancerberos a pesar de estar conscientes de su estado grávido.
www.irishtimes.com/newspaper/world/2011/0614/1224298864155.html [6].
[3]) Ver video de la carga policial contra los manifestantes:
[4]) Ver video en el que los habitantes de la ciudad hablan de los hechos, estableciendo parangones con la represión vivida en Medio Oriente, llamando mentiroso al PCCh y ubicando el origen de los choques en la gran pobreza de la población trabajadora:
En Grecia la miseria y la injusticia empiezan a rozar cotas verdaderamente insoportables para los explotados. Los planes de austeridad de una ferocidad brutal se suceden unos a otros cada vez más frecuentemente. Cada nueva tanda de medidas para aplazar, aunque sea provisionalmente, la quiebra del país supone en realidad, más y más sacrificios para toda la población. Pero eso no pone fin al hundimiento de la economía. De ahí que estallen su miseria y su cólera.
Aplastado por el peso de una montaña de deudas, el Estado griego, así como los bancos y las empresas, están al borde la asfixia. Y todas las medidas adoptadas por el gobierno del “socialista” Papandreu para evitar la suspensión de pagos solo sirven para empeorar la situación y adentrarse aún más en un porvenir cada vez más oscuro. Así, para poder obtener de la Unión Europea el dinero necesario para garantizar un mínimo funcionamiento del Estado, el gobierno griego debe inmolar las condiciones de vida y trabajo de la población: reduciendo continuamente las plantillas de funcionarios, recortando todos los salarios, eliminando pensiones de jubilación, subsidios de desempleo, así como otros gastos sociales en sanidad, etc. Pero este tsunami de miseria hunde al país aún más profundamente en la recesión, lo que conlleva... ¡mayor necesidad de endeudamiento! Se trata de un verdadero círculo vicioso del que Grecia no podrá escaparse.
La burguesía griega dirige su dedo acusador sobre el FMI, la Unión Europea, las agencias de calificación, Alemania... queriendo hacernos creer que éstos y sólo éstos son los verdaderos responsables de esta desastrosa situación económica. En el resto del mundo tratan de convencernos de lo contrario: que Grecia estaría en una situación “excepcional” y “particular”, debida a la falta de rigor de sus dirigentes, a la corrupción generalizada en la sociedad helénica (se presenta el fraude fiscal como un auténtico deporte nacional), incluso a la pereza de los trabajadores griegos (tal y como declaró a mediados de junio la canciller Angela Merkel). Esta propaganda nauseabunda y falsaria ha tenido, sin embargo, cierto impacto que se ha traducido en una exacerbación del nacionalismo, tanto en las manifestaciones de Atenas en las que ondeaban banderas nacionales griegas y en las que se coreaban consignas “FMI go home” o “Alemania go home”, o en Alemania donde se desliza la idea de “¿por qué hemos de pagar nosotros lo que han ocasionado los griegos?”.
En resumidas cuentas: la burguesía quiere enfrentar a unos explotados contra otros.
Pero Grecia simboliza en realidad la quiebra histórica del capitalismo. En el terreno económico, señala el camino que aguarda una tras otra a las distintas economías nacionales: Portugal, Irlanda, España, etc.
Pero si bien el nacionalismo es un veneno que afecta hoy en gran medida a los trabajadores en Grecia, no es menos cierto que, en los movimientos de protesta que se están desarrollando, aparecen también líneas de fuerza.
En particular entre los jóvenes precarizados se ha sabido levantar la vista más allá de las fronteras nacionales para inspirarse en el movimiento de los “indignados” de España. Y así, desde finales de mayo, y en la plaza Syntagma de Atenas, miles de Aganaktismeni (palabra griega que significa tanto indignación como cólera ([1])) han comenzado a reunirse para debatir y construir colectivamente la lucha. Como en España, este movimiento también está muy marcado por una enorme desconfianza hacia los partidos (sobre todo en el Partido Socialista que, aquí también, detenta el poder), y en los Sindicatos (en particular al GSEE, el principal sindicato del país, al que muchos denuncian como agente de la burguesía). La similitud entre la reflexión que está teniendo lugar entre los jóvenes precarizados que viven en España y los de Grecia es asombrosa. El pasado 25 de Mayo, en la mencionada Plaza Syntagma, tuvo lugar una asamblea de más de 3 horas de duración, en la que más de 83 personas tomaron la palabra. Algunas de estas intervenciones han destacado la importancia de la auto-organización de la clase obrera y la necesidad de una lucha revolucionaria. Esta reflexión aunque, por el momento, sea expresada únicamente por una ínfima minoría es, sin embargo, muy significativa. El simple hecho de que algunos postulen públicamente una revolución es indicativo de un cambio en el clima social, ya que sienten que están proclamando alto y claro lo que muchos están pensando de forma más o menos difusa o tímida. Por otra parte, en todas las asambleas de Indignados en Europa, tanto en Grecia como en España, en Francia o en Inglaterra, esas intervenciones a favor de la auto-organización de las masas y de la abolición del capitalismo son, a menudo, de las más aplaudidas.
Así pues Grecia no es, en absoluto, un caso aparte. La crisis que la devasta es la misma que sacude a todo el sistema capitalista mundial. Y la lucha que se desarrolla contra sus efectos es un eslabón más de la cadena del combate internacional de la clase obrera.
Laurence, 1/7/2011
[1]) Una cólera creciente pues a la miseria se le suma una represión feroz y sanguinaria.
La dictadura del capital cambia de máscara
Este 28 de julio asumió la jefatura del Estado peruano Ollanta Humala, líder de la alianza “Gana Perú” (apoyada por el expresidente Toledo y el “premio Nobel” Vargas Llosa). ¿Se abre una esperanza, los explotados de Perú cambiarán su destino con Ollanta? o ¿será “pan con lo mismo”?
Tinta corre a raudales para tratar de machacarnos la noble idea de un coronel retirado que, por medio de un misticismo propio del esoterismo, de dio cuenta que el camino al poder no son los golpes de Estado como el que Ollanta organizó contra Alberto Fujimori en el 2000 sino la democracia, las urnas electorales. La trayectoria personal de este exmilitar se basa en su educación en la Escuela de la Américas, bastión de los USA para la lucha contrainsurgente en este continente durante la “guerra fría”, combatió a la guerrilla maoísta de Sendero Luminoso por ejemplo. Hay una tenebrosa historia de Ollanta (“Comandante Carlos”) en la “guerra sucia” en Perú pues a pesar del fracasado golpe de Estado a Fujimori, fue mandado como agregado militar a Corea y Francia, en el 2004 dice “adiós a las armas” y decide “tomar la vía política” fundando un nuevo partido. En 2006 intentó llegar al poder compitiendo con Alan García… tuvo que esperar 6 años más.
A pesar de lo que se dice sobre lo “acertado” de su decisión de adoptar la “vía política y pacífica”, el ser un gobernante militar o civil no ha representado nunca un cuestionamiento del trabajo asalariado. Lo podemos ver desde Pinochet, Getulio Vargas, Videla, Strosner, etc., hasta el bolivariano de Hugo Chávez pasando por el aprista Alan García o el indigenista de Toledo, todos sin excepción defienden esta sociedad basada en la explotación del trabajo asalariado, todos protegen a los capitalistas y están listos para aplastar cualquier movimiento que intente rebelarse contra la opresión.
La estructura militar, el ejército y sus jerarquías, forman parte completa del estado capitalista. Su función es “mantener la paz social” y “defender la patria ante las amenazas extranjeras”. ¿Qué es la paz social bajo el capitalismo?...que el capital siga explotando en paz y sin disturbios a los trabajadores, la defensa de la “paz social” es la defensa del actual estado de cosas, es decir, la defensa de esta sociedad de explotación. Las “amenazas extranjeras” no es otra cosa que las pugnas entre burguesías nacionales donde la clase obrera no tiene nada por ganar y sí todo por perder. Es por ello que es falso equiparar una dictadura a un gobierno militar y la democracia a un gobierno civil. Es un lugar común decir que cuando hay un gobierno militar “no hay democracia”, por tanto, estaríamos diciendo que los gobiernos civiles serían sinónimo de “libertad”. Lo cierto es que ambos son expresión de la misma sociedad, ambos son dos caras de una misma moneda. La única diferencia sería que los militares imponen por la fuerza su poder mientras que un triunfo electoral esconde su imposición detrás de una supuesta “voluntad popular”. Que un militar aplaste una protesta desde su tanqueta o que encuadre las ilusiones de los explotados creando un nuevo partido para el capital cumple una función valiosa. Si bien Ollanta Humala dejó las armas para fundar un partido que hoy lo llevó al poder en el marco de una alianza eso no significa que ahora, ni mucho menos, defenderá a los explotados contra la sed de ganancia de los capitalistas.
Las campañas alrededor de las elecciones nos presentan a la izquierda del capital como una opción mejor o “menos mala” que la derecha. La función social de la izquierda es presentarse como los defensores de los pobres, como los defiende obreros y los partidarios del “enfoque social” de todos los programas de gobierno. Sin embargo, una vez en el poder deben llevar a cabo las mismas medidas contra los trabajadores como bien lo hemos podido constatar con los socialistas en España, en Gracia o los demócratas en EUA. Si volteamos a ver nuestro continente veremos rápidamente que las cosas no son diferentes. Bajo esta sociedad capitalista cuando un país presume de crecimiento y desarrollo no nos dicen que eso siempre es a costa de un empobrecimiento y explotación mayores de los trabajadores, el Brasil de Lula está ahí para confirmarlo. El “bolivariano” Chávez, el más cercano a la “revolución cubana de Fidel castro”, parece ver desinflarse sus ínfulas de bienestar a una población sometida a la mayor inflación del continente; el Ecuador de Correa, Uruguay, el sandinista Daniel Ortega en Nicaragua, etc., caso por caso nos encontramos con una situación de miseria creciente. México y Colombia estarían derechizados y sería “normal” que decidan a favor de los ricos… ¡menuda ironía para engañarnos a todos! Tanto unos como otros no están del lado de los explotados, todos los Estados son Estados capitalistas, defienden las ganancias de los empresarios y legislan y trabajan para someter y engañar a los trabajadores. La democracia no es neutral, es el engaño más colosal que permite que el capitalismo siga explotando y oprimiendo hasta la indecible a la clase trabajadora bajo la cobertura de procesos electorales que supuestamente recogerían la voluntad popular para perpetuar hasta el infinito este sistema inmundo.
El caso de Ollanta Humala es significativo, su discurso de 2006, cuando perdió con Alan García, era un discurso al puro rancio estilo del bolivarismo, del “antiimperialismo yanqui”, de las camisas rojas, de los ataques a la “economía de mercado”, de la beligerancia contra los vecinos (Chile)… ¡Ese Ollanta cambió! Hoy la ONG Transparencia lo pone como un hombre que busca “la unión, el progreso, la justicia, la redistribución del ingreso”; el mismo Ollanta declaró que “emplearemos los mecanismos propios del TLC para defender los intereses nacionales”… ¡lejos estamos de los ataques de Ollanta contra los socios de Washington! La alianza de Ollanta Humala se emparenta más con los proyectos de Brasil y Uruguay que con los de Hugo Chávez o Correa. No es casual que hoy, a diferencia del 2006, los asesores de Ollanta vengan directamente del PT brasileño, es decir, de un “modelo exitoso” de la gestión de la economía… la camisa roja se convirtió en traje de saco y corbata, juró sobre la Biblia defender la Constitución y la democracia. En su “Hoja de ruta” promete Humala “mantener la apertura económica y resguardar la estabilidad macroeconómica”, el mismo Ollanta aseguró, después de la primera vuelta, “continuar con el rumbo económico de Toledo y Alan García”. El “primer gobierno de izquierda en Perú” está a todas luces prometiendo continuar trabajando por mejorar la economía capitalista, es decir, “Gana Perú” va a tratar de mejorar esta sociedad basada en la explotación y la ganancia. Sería una ilusión terrible el suponer que un día los capitalistas compartirían sus ganancias con los trabajadores… Esta fracción de la burguesía que asciende al poder en Perú muy pronto demostrará que se debe al capital contra los trabajadores, a pesar de su lenguaje engañabobos tan característico de la izquierda burguesa.
Muchos periodistas hablan de una “pérdida de memoria” de la sociedad peruana al comparar al Ollanta Humala del 2006 y al del 2011, su plataforma ultranacionalista a la Hugo Chávez cambió por una de “centro izquierda” sin explicación pública alguna. En realidad, de nuevo, buscan descargar en las espaldas de las masas trabajadoras la “culpa” pues si las cosas van mal (lo que no puede ser de otra forma para los explotados) la clase obrera tendrá que aguantarse pues su voto fue, al final de cuentas , lo que encumbró al gobernante en turno. Lo que nunca dirán es que los mecanismos estatales de la democracia electoral y representativa están tras la inducción del voto masivo hacia tal o cual opción que el mismo Estado ofrece glorificando a uno y satanizando a otro, como acaba de pasar efectivamente en Perú donde la otra candidata fuerte Keiko Fujimori (hija del expresidente Alberto Fujimori) fue presentada como lo peor del pasado corrupto del país frente a la opción “menos mala” (el mismo cuento) del indígena Ollanta Humala, una caracterización que usa mucho la burguesía para ganar adeptos aprovechando la carga histórica que tiene el indigenismo en esta región.
Nos han hecho creer, y es justamente el trabajo del mito de la democracia, que no tenemos más remedio que elegir a alguien que imponen los grupos de la burguesía cada seis o cuatro años, dependiendo de los plazos. Toda nuestra libertad se reduce a eso, a hacernos elegir a nuestros verdugos por medio de una papeleta electoral y eso después nos los restriegan en la cara como una “voluntad de todos, de las mayorías”. La democracia culpabiliza a todo mundo, a los que ganaron porque ganaron y no hicieron lo correcto, a los que no votaron por fulano por no haberlo hecho, a los que se abstuvieron por haber “regalado su decisión a otros”… en fin, la democracia es la expresión pura de personas aisladas, atomizadas y bajo la ilusión de que deciden su destino cuando en realidad solo estamos legitimando a los futuros explotadores.
Es por ello que los trabajadores debemos voltear a otro lado, no a las urnas de la democracia sino a las luchas de nuestros hermanos en otras partes del mundo. Las luchas desarrolladas en diversas partes del mundo como en el norte de África, Grecia, Inglaterra, Francia o España son la perspectiva a seguir, rebelarse contra las condiciones inhumanas existentes pasa por rechazar los “medios” que la burguesía nos ofrece, pasa por rechazar sus cantos de sirena y desarrollar medios propios como las asambleas generales done todos podemos discutir, hablar, decir lo que sentimos, pensar juntos en cómo cambiar el mundo, eso es altamente peligroso y opuesto a una urna electoral donde estamos divididos y contrapuestos los unos contra los otros. Por ello, el camino es la lucha de clases. “La crisis va a seguir atacando cada vez más cruelmente a la clase obrera mundial. Sean cuales sean las trampas de la burguesía, sean cuales sean las vacilaciones que tendrá frente a la inmensidad de la tarea que ha de cumplir, el proletariado será llevado a luchar de forma siempre más masiva y consciente. Toca a los revolucionarios tomar todo su lugar en esos combates que se anuncian para que el proletariado logre cumplir con la tarea que la historia le ha confiado: el derrocamiento del capitalismo y su barbarie, la edificación de la sociedad comunista, la salida de la humanidad del reino de la necesidad para entrar al de la libertad” (Resolución sobre la Situación Internacional, XIX Congreso de la CCI).
Marsan, 16/8/11
Hace 140 años, con la matanza de más de 20 mil trabajadores durante la Semana Sangrienta, la burguesía ponía fin a la primera gran experiencia revolucionaria del proletariado. Con la Comuna de París, era la primera vez que la clase obrera se manifestaba con tal fuerza sobre la escena de la historia. Por primera vez mostraba su capacidad de afirmarse como la única clase revolucionaria de la sociedad. La formidable experiencia de la Comuna de París está allí para testificar que, a pesar de la falta de madurez de las condiciones históricas de la revolución mundial, el proletariado se mostraba ya en 1871 como la única fuerza capaz de poner en tela de juicio el orden capitalista.
Tras la guerra de 1870 entre Prusia y Francia, la Comuna de París se constituye siete meses después de la derrota de Luis Napoleón Bonaparte en Sedán. El 4 de septiembre de 1870, el proletariado parisino se subleva contra las condiciones de pobreza impuestas por la aventura militar de Bonaparte. La república se proclama mientras las tropas de Bismarck están a las puertas de París. La Guardia Nacional, compuesta originalmente por tropas pequeño burguesas, ahora asegurará la defensa de la capital contra el enemigo prusiano. Los trabajadores, que empiezan a sufrir hambre, se enrolan en masa y pronto constituirán el grueso de sus tropas. Pero, al contrario de las mentiras de la burguesía que quiere hacernos ver en este episodio la resistencia del “pueblo” de París contra los invasores prusianos, muy rápidamente, esta lucha por la defensa de París asediado dará lugar a la explosión de antagonismos irreconciliables entre las dos clases fundamentales de la sociedad, el proletariado y la burguesía. De hecho, después de 131 días de asedio de la capital, el Gobierno capituló y firmó un armisticio con el ejército prusiano. Al final de las hostilidades con Bismarck, Thiers, nuevo jefe del gobierno republicano, comprende que debe desarmar inmediatamente al proletariado parisino porque constituye una amenaza para la clase dominante. El 18 de marzo de 1871 Thiers intentará utilizar la astucia para lograr sus fines: con el pretexto de que las armas son propiedad del Estado, envía tropas a robar la artillería de la Guardia Nacional, conformada por más de 200 cañones, que los trabajadores habían escondido en Montmartre y Belleville ([1]). Pero esta tentativa fracasa gracias a la feroz resistencia de los trabajadores y el movimiento de fraternización entre los soldados y la población parisina. Es el fracaso de este intento de desarme de la capital lo que prende fuego a la pólvora y desencadena la guerra civil entre los trabajadores parisinos y el gobierno burgués refugiado en Versalles. El 18 de marzo, el Comité central de la Guardia Nacional, que asumía provisionalmente el poder, declara: “Los proletarios de la capital, en medio de los fracasos y traiciones de la clase gobernante, han entendido que ha llegado el momento para ellos de salvar la situación tomando en sus manos la dirección de los asuntos públicos. (...) El proletariado ha entendido que era su deber ineludible y su derecho absoluto tomar en sus manos sus destinos y para asegurar el triunfo asume el poder.” El mismo día anuncia la celebración inmediata de elecciones por sufragio universal. La Comuna, elegida el 26 de marzo y compuesta por delegados de los diferentes distritos, será proclamada dos días más tarde. Varias tendencias estarán representadas en su seno: la mayoría, donde dominan los blanquistas y la minoría, cuyos miembros son sobre todo socialistas proudhonianos pertenecientes a la Asociación Internacional de Trabajadores (la Primera Internacional). Inmediatamente, el Gobierno de Versalles toma represalias para retomar París ahora en manos de la clase trabajadora, esa “vil chusma”, según términos de Thiers: el bombardeo de la capital, que denunciara la burguesía francesa cuando éstos eran obra del ejército prusiano, no cesaron durante los dos meses que durará la Comuna. Así, lejos de haber sido un movimiento por la defensa de la patria contra el enemigo exterior, realmente fue para defenderse contra el enemigo interior, contra “su” propia burguesía representada por el gobierno de Versalles, que el proletariado de París se negó a entregar las armas a sus explotadores e instaura la Comuna.
La burguesía siempre ha tenido necesidad, tergiversando la historia, de apoyarse en apariencias para destilar las peores mentiras. Por lo tanto, basándose en el hecho de que la Comuna se reclamaba realmente de los principios de la revolución burguesa de 1789 siempre ha tratado de degradar esta experiencia revolucionaria del proletariado al nivel de una vulgar lucha por libertades republicanas, por la democracia burguesa, contra las tropas monárquicas detrás de las cuales estaba alineada la burguesía francesa. Pero no fue en la vestimenta con la que se había cubierto la joven clase trabajadora de 1871 donde estaba el verdadero espíritu de la Comuna. Es lo que ya portaba como perspectiva para el futuro lo que hace de este movimiento un paso de gran importancia en la lucha del proletariado mundial por su emancipación. Fue la primera vez en la historia que, en una capital, el poder oficial de la burguesía había sido derribado. Y esta lucha gigantesca fue obra del proletariado, de un proletariado sin duda todavía muy poco desarrollado, apenas recién salido del artesanado, cargando todavía con el peso de la pequeña burguesía y con múltiples ilusiones emanadas de la revolución burguesa de 1789. Pero fue esta clase, y no otra, la que había sido el motor y el elemento dinámico de la Comuna. Así, mientras que la revolución proletaria mundial todavía no estaba al orden del día (debido tanto a la inmadurez de la clase obrera como a una situación donde el capitalismo aún no había agotado todas sus capacidades para desarrollar las fuerzas productivas en el mundo), la Comuna anunciaba ya con nitidez la dirección en la cual debían comprometerse los futuros combates proletarios.
Y si la Comuna ha podido retomar por su propia cuenta los principios de la revolución burguesa de 1789 no es, sin duda, para darle el mismo contenido. Para la burguesía, “libertad” significa libertad de comercio y de explotar el trabajo asalariado; “la igualdad” no es otra cosa sino la igualdad jurídica entre capitalista y contra los privilegios de la nobleza; la “fraternidad” es interpretada como la armonía entre el capital y el trabajo, es decir, la sumisión de los explotados a sus explotadores. Para los trabajadores de la Comuna, “Libertad, igualdad, fraternidad” significaba la abolición de la esclavitud asalariada, de la explotación del hombre por el hombre, de la sociedad dividida en clases. Así, dos días después de su proclamación, la Comuna afirma su poder arremetiendo inmediatamente el aparato de Estado a través de la adopción de una serie de medidas políticas: eliminación de la policía, del ejército permanente y del servicio militar obligatorio (la única fuerza armada reconocida era la Guardia Nacional), la eliminación de todas las administraciones del Estado, confiscación de bienes del clero, declarados propiedad pública, destrucción de la guillotina, escuela gratuita y obligatoria, etc., sin contar las diferentes medidas simbólicas tales como la demolición de la columna de Vendôme, emblema de chauvinismo de la clase dominante erigida por Napoleón. El mismo día, la Comuna afirma su carácter proletario declarando que “la bandera de la Comuna ([2]) es la de la República Universal”. Este principio del internacionalismo proletario se muestra claramente por el hecho de que los extranjeros elegidos a la Comuna (tales como el polaco Dombrowski, responsable de la defensa y el húngaro Frankel, encargado del trabajo) serán confirmados en sus funciones.
Y entre todas estas medidas políticas, hay una que viene particularmente a desmentir la idea según la cual el proletariado parisino se habría sublevado para la defensa de la República de democrática: la revocabilidad permanente de los miembros de la Comuna, responsables ante la asambleas que los habían elegido. Así, antes de surgir con la revolución rusa de 1905, los consejos de los trabajadores, esa “forma que finalmente encontró la dictadura del proletariado”, como dijo Lenin, este principio de la revocabilidad de los cargos que se dio el proletariado para la asunción del poder confirma una vez más la naturaleza proletaria de la Comuna. En efecto, mientras que la dictadura burguesa, cuyo gobierno “democrático” es la variante más perniciosa, concentra todo el poder del Estado de la clase explotadora en manos de una minoría para oprimir y explotar a la inmensa mayoría de los productores, el principio de la revocabilidad permanente es la condición para que ninguna instancia de poder se imponga por encima de la sociedad. Y precisamente porque las medidas políticas adoptadas por la Comuna reflejaban claramente el carácter proletario de este movimiento que las medidas económicas, aunque limitadas, podrían ir en el sentido de la defensa de los intereses de la clase obrera: alquiler gratuito, abolición del trabajo nocturno para ciertas empresas como la de panaderos, abolición de las multas patronales y reducciones a los salarios, reapertura y gestión por parte de los propios trabajadores de los talleres cerrados, remuneración a los miembros de la Comuna equivalente al salario del obrero, etc..
Por lo tanto, es evidente que este modo de organización de la vida social no iba en la dirección de la “democratización” del Estado burgués, sino de su destrucción. Es esta enseñanza fundamental la que legó la experiencia de la Comuna para todo el movimiento obrero del futuro. Esta es la lección que el proletariado en Rusia, bajo el liderazgo de Lenin y los bolcheviques, iba a implementar de una forma mucho más clara en octubre de 1917. Como Marx señaló ya en 1852 en El 18 Brumario de Luis Bonaparte: “todas las revoluciones políticas hasta el momento no han hecho otra cosa que perfeccionar la máquina del Estado en lugar de romperla.” Aunque todavía las condiciones para el derrocamiento del capitalismo no se hayan reunido, esta última revolución del siglo XIX que fue la Comuna de París, ya anunciaba los movimientos revolucionarios del siglo XX: mostró en la práctica que “la clase obrera no puede simplemente contentarse con tomar tal cual la máquina del Estado y de hacerla funcionar por su propia cuenta. Porque el instrumento político de su sometimiento no puede servir como un instrumento político para su emancipación” (Marx, La guerra civil en Francia).
La clase dominante no puede aceptar que el proletariado se haya atrevido a desafiar su orden. Es por esto que retomando París por medio de las armas, la burguesía se dio como objetivo no sólo el restablecer su poder en la capital, sino especialmente el de infligir un durísimo e inolvidable castigo dentro de las filas obreras para dar una lección final al proletariado. Y la furia que desató en la represión de la Comuna estaba a la altura del miedo que le inspiraba la clase obrera. Desde los primeros días de abril se organiza, para aplastar a la Comuna, la santa alianza entre Thiers y Bismarck, cuyas tropas ocuparon los fuertes del Norte y del este de París. Así, ya en ese momento, la burguesía mostró su habilidad para relegar a segundo plano sus antagonismos nacionales para hacer frente a su enemigo de clase. Esta estrecha colaboración entre el ejército francés y prusiano permitió de entrada el establecimiento de un doble cordón sanitario alrededor de la capital. El 7 de abril, los Versalleses habían capturado los fuertes en el oeste de París. Ante una feroz resistencia de la Guardia Nacional, Thiers obtiene de Bismarck la liberación de 60 mil soldados franceses que había hecho prisioneros en Sedán, lo que dará al Gobierno de Versalles una superioridad decisiva desde principios de mayo. En la primera quincena de mayo el frente sur capituló. El 21, los Versalleses, dirigidos por el General Galliffet, entran en París por el norte y es gracias a una brecha abierta por el ejército prusiano. Es entonces que se va a desatar toda la furia sangrienta de la burguesía. Durante ocho días, los combates hacen estragos en los barrios de la clase obrera; los últimos combatientes de la Comuna caerán como moscas en las colinas de Belleville y Ménilmontant. Pero la represión sangrienta de los comuneros no podía parar allí. Faltaba todavía que la clase dominante pudiera disfrutar de su triunfo desatando su odio vengativo contra un proletariado desarmado y vencido, contra esta “vil chusma” que había tenido la audacia de rebelarse contra su dominación de clase: mientras que las tropas de Bismarck recibieron la orden de no dejar pasar ningún fugitivo, hordas de Galliffet perpetraban masacres masivas de hombres, mujeres y niños indefensos: cientos fueron fríamente asesinados bajo metralla incluso sin previo aviso.
Así terminó la semana sangrienta en una atroz carnicería que sumó más de 20 mil muertos. Luego vinieron las detenciones en masa, las ejecuciones de prisioneros “como escarmiento”, deportaciones a las prisiones en las colonias y varios cientos de niños fueron enviados a las correccionales.
Con el aplastamiento de la Comuna, que condujo a la desaparición de la Primera Internacional después de 1872, la burguesía ha logrado infligir una derrota a los trabajadores del mundo. Y esta derrota fue aplastante especialmente para la clase obrera en Francia, ya que dejó de ser, después de esta tragedia, la vanguardia de la lucha del proletariado mundial, como había sido el caso desde 1830. Esta posición de vanguardia, el proletariado de Francia la reencontrará en ocasión de la masiva huelga de mayo de 1968, que abrirá una nueva perspectiva al afirmar la reanudación histórica de la lucha de clase después de cuarenta años de contrarrevolución.
Avril, 15/5/91
[1]) De hecho, estos cañones habían sido comprados con el dinero de los miembros de la Guardia Nacional.
[2]) El hecho que desde su proclamación la Comuna ondeó sobre París la bandera roja en detrimento de la tricolor, símbolo de la ideología nacionalista de la burguesía, revela el carácter proletario y no patriótico de ese movimiento. Habría que esperar hasta la década de 1930 para que, con la traición de los partidos comunistas, los estalinistas (e incluyendo el PCF) envilecieran la bandera del internacionalismo proletario al asimilarlo con la bandera nacional de la burguesía.
Links
[1] https://es.internationalism.org/files/es/RM_124.pdf
[2] https://www.eluniversal.com.mx/notas/473203.html
[3] https://es.internationalism.org/en/tag/situacion-nacional/conflictos-interburgueses
[4] https://es.internationalism.org/en/tag/situacion-nacional/espana
[5] http://www.madeinprc.es/2010/12/la-contaminacion-en-xintang-jeans-capital-of-the-world
[6] http://www.irishtimes.com/newspaper/world/2011/0614/1224298864155.html
[7] https://www.bbc.co.uk/news/world-asia-pacific-13750035
[8] https://www.youtube.com/watch?v=4oeROrTgWbQ&NR=1
[9] https://www.latimes.com/nation/la-xpm-2011-jun-13-la-fg-china-riot-20110614-story.html
[10] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/china
[11] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/grecia
[12] https://es.internationalism.org/en/tag/historia-del-movimiento-obrero/1871-la-comuna-de-paris