Para la burguesía nacional, y particularmente para su facción chavista, se convirtió en una prioridad someter a los obreros de Guayana a condiciones de existencias precarizadas, al igual que lo hizo con los trabajadores de la industria petrolera. Ello es así, ya que la reducción de costos, sobre todo de la mano de obra en las industrias básicas de la región productoras de hierro, acero, aluminio, etc., es una necesidad imperativa para afrontar la competencia internacional y debido a la agravación de la crisis del sistema capitalista.
Para lograr ese propósito, tal como ocurrió en la industria petrolera, los obreros de Guayana han sido sometidos a una campaña en la cual son acusados de formar parte de una "aristocracia obrera" que obtiene ingresos y beneficios que la industria no puede seguir cancelando, so pena de llevarla a la quiebra. El camino propuesto es la igualación hacia abajo, es decir, la caída brutal de sus salarios y beneficios, tal como ocurrió con los trabajadores petroleros.
Sin embargo, los obreros de Guayana desde el punto de vista de las condiciones de su lucha representan un reto y un riesgo mayor para la burguesía: su alta concentración, su tradición de luchas, por cierto contra el Estado; y, la amplia existencia de actividades industriales, de servicio y comerciales conexas a este conglomerado industrial, potencia la respuesta de la clase contra los ataques a sus condiciones de vida.
El Estado diseño la estrategia del "Plan Guayana Socialista", a través del cual se implantaría la consigna, por cierto sacada de la jerga trotskista, del "control obrero de la producción". Con ésta han pretendido convencer a los trabajadores que ellos son los que tienen el "control" de la producción, por lo tanto, de su esfuerzo y sacrificio dependerá que las industrias se fortalezcan; y, en consecuencia, no deberían realizar paros o huelgas contra una industria que esta en sus propias manos. La defensa de este Plan constituiría un paso hacia el "Socialismo del Siglo 21"; por supuesto el de Chávez y su camarilla, y no la alternativa que históricamente se ha planteado el proletariado ante la anarquía de la producción capitalista y su decadencia: el comunismo[1].
Es necesario recordar que este Plan fue precedido por el fracasado plan para desarrollar la cogestión en ALCASA, empresa del Estado que se encarga del procesamiento del aluminio. Dirigido por el sociólogo Carlos Lanz Rodríguez, este plan apuntaba a hacer creer a los trabajadores:
Plan fracasado, porque en general los trabajadores, ante el resultado desastroso para sus intereses, no dieron crédito a las bellas palabras con las cuales Carlos Lanz introducía el veneno del sometimiento al estado capitalista y la capitulación a sus reivindicaciones laborales. De esta manera, la resistencia de los trabajadores logró que no funcionara la vitrina que pretendía mostrar el Estado venezolano para vender las bondades de su "Socialismo del Siglo 21" al resto de los trabajadores del país.
El nuevo "Plan Guayana Socialista" que consiste básicamente en:
Fue presentado como resultado de la participación de alrededor de "600 trabajadores representantes de la clase obrera de Guayana" en unas "mesas de trabajo" dirigidas por los actuales "trabajadores-directores" de las empresas básicas, Elio Sayago y Rada Gameluch, entre otros. Este grupo de trabajadores, escogidos entre los que participaron en un proceso de adoctrinamiento sobre el "Socialismo del Siglo 21" y el "desarrollo endógeno", fueron convencidos, además, de combatir a los que se oponen a este plan por supuestamente ser parte de la "aristocracia obrera".
En adelante, se ha tratado de polarizar a los trabajadores entre los que apoyan a los sindicatos, cualquiera sea su tendencia, aun si es del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela, y los que apoyan el llamado "control obrero".
El Estado hace todo lo posible para crear divisiones entre los trabajadores. En primer lugar, creando una polarización entre los dirigentes que defienden los sindicatos y los representantes del "control obrero". También entre los trabajadores que conforman la supuesta "aristocracia obrera", que sólo defienden sus "egoístas intereses", que sólo buscan "mantener o mejorar su salario"; y, por otra parte, los que invitan a los trabajadores a sumarse a los defensores de la patria, a los que defienden las nacionalizaciones como paso al "Socialismo del Siglo 21", a los que no son egoístas y se sacrificaran por "la patria de Bolívar".
Últimamente, el estado ha utilizado todo tipo de bandas, mafias y sicarios para implantar el terror en el seno de los trabajadores. Ello obedece a que las presiones judiciales contra los trabajadores que deben presentarse en los tribunales, no han detenido las acciones de los trabajadores en defensa de sus intereses sino que mas bien se han incrementado. La inefectividad de la llamada "criminalización de la protesta" se ha puesto en evidencia cuando el Estado se ha visto obligado liberar algunos detenidos para evitar la ira de los trabajadores, la cual llevó a sindicatos y sindicalistas afectos al gobierno, sobre todo de la corriente de Maspero (dirigente sindicalista del oficialismo), a apoyar la lucha por la liberación del dirigente sindical Rubén González, afecto al llamado "proceso", encarcelado por varios meses. También, con esta medida, el Estado intentó mostrar su cara "obrerista" y ocultar su vocación de "dictadura totalitaria".
Esta acción ha tenido el efecto de repotenciar a ciertos sindicatos para poder ejercer mejor el control sobre la clase obrera; sobre todo, al tratar de mantenerla atrapada en el corsé corporativo, en la lucha por la defensa de tal o cual cláusula de los contratos colectivos, y la lucha contra la corrupción, cuyo nauseabundo hedor hace insoportable el ambiente laboral.
Por otra parte, se tiende a atrapar a los trabajadores en las luchas intestinas entre las mafias sindicales y defensoras del "control obrero", que a su vez forman parte de los grupos de poder que han formado el Gobernador del Estado Bolívar, los alcaldes, militares y sectores del capital privado, que realizan sus jugosos negocios que contribuyen al hundimiento da las industrias básicas, expresión de la descomposición reinante en todos los sectores y lugares del país.
Si el polvorín proletario que existe en Guayana no ha estallado, ello se debe en gran parte a la polarización y fragmentación de las propuestas que los diferentes "representantes" sindicales, profesionales, estadales que defienden sus feudos, intentan por todos los medios que las discusiones en las asambleas se desvíen de las acciones que el proletariado unido debería tomar para acabar con el caos que existe en la zona. Debemos entonces rescatar las discusiones de las asambleas y plantear en primer lugar la unificación de las luchas
Las nuevas generaciones obreras de Guayana tratan de hacer su propia experiencia de lucha y aprender de las anteriores generaciones de obreros de la región, que enfrentaron de manera decidida al Estado con luchas ejemplares en los años 60 y 70 del siglo pasado. A pesar de todos los obstáculos que impone la burguesía a los obreros de Guayana, están mostrando a los obreros del resto del país y el mundo que están dispuestos a también dar la batalla contra el capitalismo chavista disfrazado de "socialismo".
Internacionalismo
Julio 2011
[1] En su época, Marx prefirió hablar de comunismo y no de socialismo, ya que bajo esta ultima denominación, operaban toda clase de organizaciones y personalidades que no estaban cercanos al campo proletario sino al de las reformas democráticas burguesas. El comunismo del que hablaba Marx y del cual se reivindica la izquierda comunista, significa la abolición del trabajo asalariado y de toda forma de explotación, no la continuación de una camarilla que en nombre de los trabajadores, "el pueblo" o "los excluidos", se posesiona de la maquina del Estado para continuar la explotación de los trabajadores.