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Rev. internacional n° 136 - 1er trimestre 2009

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sumario

Debate interno en la CCI (III): Las causas de la prosperidad consecutiva a la Segunda Guerra mundial

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Proseguimos en este número de la Revista internacional la publicación de nuestro debate interno sobre cómo explicar el período de prosperidad de los años 50 y 60 del siglo xx. Recordemos que este debate se inició por las críticas que hicimos a nuestro folleto la Decadencia del capitalismo sobre el análisis que en él se hace acerca de las destrucciones habidas durante la Segunda Guerra mundial. Éstas se consideraban en efecto como la base del mercado de la reconstrucción que constituiría una salida para la producción capitalista. Une posición (llamada "la economía de guerra y el capitalismo de Estado") se expresó desde el principio "en defensa del enfoque defendido por nuestro folleto", según el cual "el dinamismo económico de que se trata se debió sobre todo a las consecuencias de la guerra: el reforzamiento extraordinario de los Estados Unidos en el plano económico e imperialista, y la economía de guerra permanente característica del capitalismo decadente". Otras dos posiciones, que entonces compartían la crítica al análisis de la reconstrucción defendido en la Decadencia del capitalismo, se oponían, sin embargo, en el análisis de los mecanismos que explican la prosperidad de los años 1950 y 60: mecanismos keynesianos para una de las posiciones (llamada "el capitalismo de Estado keynesiano-fordista"); para la otra: explotación de los últimos mercados extracapitalistas e inicio de la huida ciega por la vía del endeudamiento (llamada "mercados extracapitalistas y endeudamiento").

En la Revista internacional no 133 se publicó la presentación del debate y tres contribuciones que exponían de manera sintética las tres posiciones principales. En el no 135 de nuestra Revista, se publicó un artículo, "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista", que desarrollaba más exhaustivamente la tesis del "capitalismo de Estado ­keynesiano-fordista".

En este número se exponen las otras dos posiciones con los siguientes textos "Les bases de la acumulación capitalista" y "Economía de guerra y capitalismo de Estado" (en defensa respectivamente de las posiciones "Mercados extracapitalistas y endeudamiento" y "Economía de guerra y capitalismo de Estado"). Queremos, sin embargo, introducir esa exposición con unas consideraciones relativas, por un lado, a la evolución de las posiciones en presencia y, por otro, al rigor del debate.

La evolución de las posiciones presentes

Durante un período del debate, todos los diferentes enfoques expresados se reivindicaban del marco de análisis de la CCI ([1]). Ese marco solía incluso servir de referencia para argumentar las críticas que una posición podía hacer a otra. Ya no es así hoy y esto desde hace algún tiempo. Tal evolución es una de las posibilidades inherentes de cualquier debate: unas diferencias que aparecen mínimas al principio pueden, a medida que se discute, revelarse más profundas de lo que se pensaba, hasta poner en entredicho el marco teórico inicial de la discusión. Y eso ha ocurrido en este debate nuestro, en particular con la tesis llamada "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista". Esto puede apreciarse leyendo el artículo "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista" (Revista internacional no 135). Esta tesis asume ahora abiertamente la puesta en entredicho de diferentes posiciones de la CCI. Esos cuestionamientos deberán integrarse en el debate mismo, por eso nos limitamos aquí a dejar constancia de su existencia. Otras contribuciones posteriores tratarán sobre esos cuestionamientos. Así, para esa tesis:

- "El capitalismo genera en permanencia la demanda social que es la base del desarrollo de su propio mercado", mientras que para la CCI, "Contrariamente a lo que pretenden los adoradores del capital la producción capitalista no crea automáticamente y a voluntad los mercados necesarios para su crecimiento" (Plataforma de la CCI).

- El apogeo del capitalismo corresponde a cierto estadio de "la extensión del salariado y su dominación mediante la constitución del mercado mundial". Para la CCI, en cambio, este apogeo se alcanza cuando las principales potencias económicas se han repartido el mundo y se "alcanza un grado crítico de saturación de esos mismos mercados que le habían permitido la formidable expansión del siglo xix" (Plataforma de la CCI).

- La evolución de la cuota (o tasa) de ganancia y el tamaño de los mercados son dos cosas totalmente independientes, mientras que para la CCI, "la dificultad creciente que tiene el capital para encontrar los mercados donde realizar su plusvalía, acentúa la presión a la baja que ejerce sobre la tasa de ganancia el crecimiento constante de la proporción entre el valor de los medios de producción y el de la fuerza de trabajo que los pone en funcionamiento" (ídem).

Llevar el esclarecimiento sistemático y metódico de las divergencias hasta la raíz, sin temer los cuestionamientos que pudiera producir, es lo normal en un debate proletario que sirva realmente para reforzar las bases teóricas de las organizaciones que se reivindican del proletariado. Las exigencias de claridad de un debate así, imponen, por lo tanto, el mayor rigor militante y científico especialmente en las referencias a los textos del movimiento obrero, en su uso para tal o cual demostración o polémica. Y precisamente el artículo "Origen, dinámica et límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista", de la Revista no 135, plantea problemas en ese sentido.

El debate exige un rigor a veces mal asumido

El artículo en cuestión empieza citando Internationalisme no 46 (publicación de la Izquierda comunista de Francia): "Nuestros antepasados de la Izquierda comunista de Francia, en 1952, decidieron cesar su actividad de grupo porque: "La desaparición de los mercados extracapitalistas acarrea una crisis permanente del capitalismo (...) ya no puede ampliar su producción. Ahí se podrá ver la confirmación brillante de la teoría de Rosa Luxemburg: el estrechamiento de los mercados extracapitalistas provoca una saturación del mercado propiamente capitalista. (...) De hecho, las colonias han dejado de ser un mercado extracapitalista para las metrópolis, al haberse transformado en nuevos países capitalistas. Han perdido así su carácter de salidas mercantiles. (...) la perspectiva de guerra... está llegando a su realización. Estamos viviendo en un estado de guerra inminente...". La paradoja es que ese error de perspectiva haya sido anunciado ¡en vísperas de los Treinta gloriosos!".

De la lectura del pasaje citado surgen las dos ideas siguientes:

- En 1952 (fecha en que se escribió el artículo de Internationalisme), los mercados extracapitalistas han desaparecido, de ahí la situación de "crisis permanente del capitalismo".

- La previsión del grupo Internationalisme de lo ineluctable e inminente de la guerra se deriva de su análisis del agotamiento de los mercados extracapitalistas.

Ahora bien, ese no es el verdadero pensamiento de Internationalisme. Es una deformación de él mediante una cita (la reproducida arriba) que recoge pasajes del texto original, respectiva y sucesivamente, de las páginas 9, 11, 17 y 1 de la revista Internationalisme.

El primer pasaje citado, "La desaparición de los mercados extracapitalistas acarrea una crisis permanente del capitalismo", viene inmediatamente seguido, en Internationalisme, de la frase siguiente no citada: "Rosa Luxemburg demuestra por otra parte que el momento de apertura de esa crisis se realiza mucho antes de que esa desaparición sea absoluta".

O, en otras palabras, para Rosa Luxemburg como para Internationalisme, la situación de crisis que prevalecía cuando se escribía ese artículo no implica en absoluto el agotamiento de los mercados extracapitalistas, "pues la crisis se inicia mucho antes de esa situación". Esta primera alteración del pensamiento de Internationalisme tiene consecuencias en el debate pues alimenta la idea (defendida por la tesis del "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista") de que los mercados extracapitalistas tienen muy poca importancia en la prosperidad de los años 1950 y 60.

La segunda idea atribuida a Internationalisme, "lo ineluctable de la guerra inminente resultante del agotamiento de los mercados extracapitalistas", no es, en realidad, una idea del grupo Internationalisme como tal, sino de algunos camaradas en su seno con los que se había entablado una discusión. Esto lo demuestra el siguiente pasaje de Internationalisme, utilizado también en la cita pero con cortes importantes y significativos (amputaciones en negrita en el texto siguiente): "Para algunos de nuestros camaradas, en efecto, la perspectiva de guerra, que nunca han dejado de considerar como inminente, está llegando a su realización. Estamos viviendo en un estado de guerra inminente y la cuestión que debe analizarse no es estudiar los factores que llevan hacia la conflagración mundial -estos factores ya están presentes y funcionando-, sino, al contrario, examinar por qué la guerra mundial no ha estallado todavía a escala mundial". Esta segunda alteración del pensamiento de Internationalisme tiende a desprestigiar la postura defendida por Rosa Luxemburg e Internationalisme, puesto que la tercera guerra mundial, que debería haber sido la consecuencia de la saturación de los mercados, no ocurrió.

El objetivo de esta puntualización no es discutir sobre el análisis de Internationalisme, el cual contiene errores efectivamente, sino poner de relieve la interpretación tendenciosa que de ese análisis se ha hecho en las columnas de esta Revista internacional nuestra. Tampoco se trata de perjudicar el fondo del análisis del artículo "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista", que debe diferenciarse completamente de los argumentos litigiosos que acabamos de criticar. Una vez hechas estas aclaraciones necesarias, prosigamos serenamente la discusión sobre las divergencias en el seno de nuestra organización.

Las bases de la acumulación capitalista

La tesis llamada de los "Mercados extracapitalistas y del endeudamiento", como su nombre indica, considera que es la venta en los mercados extracapitalistas y la venta a crédito lo que constituyó los mercados que permitieron la realización de la plusvalía necesaria a la acumulación del capitalismo durante los años 1950 y 60. Durante este período, el endeudamiento fue tomando progresivamente el relevo de los mercados extracapitalistas todavía existentes en el mundo, a medida que éstos se iban haciendo insuficientes para dar salida a las mercancías producidas.

Se plantean dos cuestiones sobre esta tesis:

- ¿Puede verificarse su validez mediante el análisis de los intercambios entre diferentes zonas económicas con niveles diferentes de integración en las relaciones de producción capitalistas? ¿Puede hacerse lo mismo con el análisis del endeudamiento en esa época? Una próxima contribución tratará este problema.

- ¿En qué se diferencia de las otras dos tesis principales en presencia? ¿En qué es compatible o no con ésas? El objeto de esta contribución es precisamente hacer un análisis crítico de la tesis llamada del "capitalismo de Estado keynesiano-fordista". Más tarde habrá otra para comentar la tesis de "La economía de guerra y el capitalismo de Estado".

Ya lo adelantamos en el texto de presentación de la tesis de los "Mercados extracapitalistas y el endeudamiento" aparecido en la Revista internacional no 133: ni el aumento del poder adquisitivo de la clase obrera, ni los pedidos del Estado - de los que una gran parte es improductiva, como lo ilustra el ejemplo de la industria de armamento - en nada pueden participar en el enriquecimiento del capital global. Dedicamos lo esencial de este artículo a este tema que, a nuestro parecer, es objeto de una importante ambigüedad en la tesis del "capitalismo de Estado keynesiano-fordista", en especial a causa de las virtudes que atribuye, para la economía capitalista, al aumento del poder adquisitivo de la clase obrera.

Para esa tesis,

"Este sistema pudo momentáneamente garantizar la cuadratura del círculo que consiste en hacer crecer en paralelo las ganancias y los mercados, en un mundo ya plenamente dominado por la demanda salarial" ([2]).

¿Qué significa hacer crecer las ganancias? Producir mercancías y venderlas, pero para satisfacer ¿qué demanda? ¿La procedente de los obreros? La frase siguiente del artículo es igual de ambigua y no nos informa mejor:

"El crecimiento garantizado de las ganancias, de los gastos del Estado y el aumento de los sueldos reales pudieron garantizar la demanda final tan indispensable para que quede plenamente cumplida la acumulación capitalista" ([3]).

Si el incremento de las ganancias está asegurado, lo está también la acumulación capitalista, y en este caso es inútil invocar el aumento de los salarios y de los gastos del Estado para explicar una acumulación "plenamente cumplida".

Esa imprecisión en la formulación de lo central del problema no nos deja otra opción que la de interpretar a riesgo de equivocarnos. ¿Quiere decirse que los gastos del Estado y el aumento de los salarios reales garantizan la demanda final, permitiendo así que crezcan las ganancias, base de la acumulación capitalista? ¿Es ésa la buena interpretación, como parece sugerirlo todo el texto? Si es así, hay realmente un problema con esta tesis, pues, a nuestro parecer, pone en entredicho las bases mismas del análisis marxista de la acumulación capitalista, como lo veremos luego. Si, en cambio, no es ésa la buena interpretación, habrá que decirnos qué demanda garantiza la realización de la ganancia gracias a la venta de las mercancías producidas.

Lo que los capitalistas acumulan es lo que queda de la plusvalía extraída de la explotación de los obreros, una vez pagados todos los gastos improductivos. Al no poder hacerse un aumento de sueldos reales sino es en detrimento de la plusvalía total, también se hace, por lo tanto, en detrimento de la parte de la plusvalía destinada a la acumulación. De hecho, un aumento de salario significa, en la práctica, devolver a los obreros una parte de la plusvalía resultante de su explotación. El problema de esa parte de la plusvalía "devuelta" a los obreros es que, al no estar destinada a la reproducción de la fuerza de trabajo (que ya está asegurada por el salario "no aumentado"), tampoco puede participar en la reproducción ampliada. En efecto, servirá para la alimentación, la vivienda o el ocio de los obreros, pero ya no podrá participar en el incremento de los medios de producción (máquinas, salarios para nuevos obreros, etc.). Por eso, aumentar los salarios por encima de lo necesario para reproducir la fuerza de trabajo es pura y simplemente, desde un enfoque capitalista, un despilfarro de plusvalía que de ningún modo puede participar en el proceso de la acumulación.

Es verdad que les estadísticas de la burguesía ocultan esa realidad, pues el cálculo del PIB (Producto interior bruto) integra sin más todo lo relativo a la actividad económica improductiva, gastos militares o publicitarios, ingresos de curas o policías, consumo de la clase explotadora o aumentos de salarios a la clase obrera. Al igual que las estadísticas burguesas, la tesis del "capitalismo de Estado keynesiano-fordista" confunde "incremento de la producción", o sea el incremento del PIB y "enriquecimiento del capitalismo", dos cosas que no son, ni mucho menos, equivalentes, pues el "enriquecimiento del capitalismo" significa aumento de la plusvalía realmente acumulada, excluyendo la plusvalía esterilizada en gastos improductivos. Esta diferencia no es mínima, especialmente en el período considerado que se caracteriza por el despegue de los gastos improductivos:

"La creación por el keynesianismo de un mercado interior capaz de dar una solución inmediata a la comercialización de una producción industrial masiva pudo dar la ilusión de un retorno duradero a la prosperidad de la fase de ascendencia del capitalismo. Pero al estar completamente desconectado de las necesidades de valorización del capital, ese mercado acabó en la esterilización de una porción significativa de capital" ([4]).

La idea de que el aumento de los salarios de la clase obrera podría ser, en ciertas circunstancias, un factor favorable a la acumulación capitalista es totalmente contradictoria con la posición de base del marxismo (y no sólo de éste, dicho sea de paso). Para el marxismo "el carácter esencial de la producción capitalista (...) es la valorización del capital y no su consumo" ([5]).

Sin embargo, replicarán los compañeros que defienden la tesis del capitalismo de Estado keynesiano-fordista, también esta tesis se basa en Marx. La explicación que da esa tesis sobre el éxito de las medidas de capitalismo de Estado para evitar la sobreproducción se basa en efecto en la idea de Marx de que:

"la masa de un pueblo nunca puede consumir más que la cantidad media de los bienes de primera necesidad, que su consumo no aumenta por lo tanto al ritmo del aumento de la productividad del trabajo" (Marx, Teorías sobre la plusvalía, libro IV).

Gracias a esa frase de Marx, la tesis mencionada entrevé la solución para superar una contradicción de la economía capitalista: mientras existan incrementos de productividad bastante altos que permitan que el consumo aumente al ritmo del aumento de la productividad del trabajo, el problema de la sobreproducción queda solucionado sin impedir la acumulación puesto que, por otra parte, las ganancias, también en aumento, son suficientes para asegurar la acumulación. Marx, en vida suya, no dejó nunca constancia de un aumento de salarios al ritmo de la productividad del trabajo. Pensaba incluso que eso no podía producirse. Y sin embargo, sí se produjo en ciertos momentos de la vida del capitalismo, pero eso no permite en absoluto que se deduzca que el problema fundamental de la sobreproducción, tal como Marx lo puso de relieve, se vería solucionado gracias a esos aumentos, ni siquiera momentáneamente. El marxismo no reduce esa contradicción (la sobreproducción) a una cuestión de proporción entre aumento de salarios y aumento de productividad. Una cosa es que el keynesianismo hubiera visto en ese mecanismo de reparto de la riqueza el medio para mantener momentáneamente cierto nivel de actividad económica en un contexto de fuerte aumento en la productividad del trabajo. Otra cosa, ilusoria, es que los "mercados" así creados hayan permitido efectivamente un desarrollo del capitalismo. Tenemos que examinar aquí más detenidamente cómo esa manera de "resolver" el problema de sobreproducción gracias al consumo obrero repercute en los engranajes de la economía capitalista. Es cierto que el consumo obrero y los gastos del Estado permiten dar salida a una producción creciente. Pero eso tiene una consecuencia, como hemos visto, que es la esterilización de una riqueza producida que no encuentra dónde emplearse útilmente para valorar el capital. La burguesía ya ha experimentado otros recursos del mismo estilo con los que controlar la sobreproducción: la destrucción de excedentes agrícolas, sobre todo en los años 1970 (y eso que la hambruna ya asolaba el mundo), la fijación de cupos a escala europea y también mundial de la producción de acero, petróleo, etc. Sean cuales sean los medios utilizados por la burguesía para absorber o hacer desaparecer la sobreproducción, esos medios se resumen, en fin de cuentas, en una esterilización de capital.

Paul Mattick ([6]), citado por la tesis del "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista" ([7]), constata también él, que en el período que estamos tratando, hay un aumento de salarios al ritmo del incremento de productividad:

"Es innegable que en la época moderna han aumentado los salarios reales. Pero sólo en el marco de la expansión del capital, la cual supone que la relación entre salarios y ganancias permanece generalmente constante. La productividad del trabajo debía entonces aumentar con una rapidez que permita a la vez acumular capital e incrementar el nivel de vida de los obreros" ([8]).

Es, sin embargo, una lástima que la tesis del "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista" no haya ido más lejos en su uso de la obra de Mattick. En efecto, para él como para nosotros, "toda prosperidad se basa en el incremento de la plusvalía encaminado a la ulterior expansión del capital" ([9]). En otras palabras, la plusvalía no se incrementa gracias a las ventas en mercados resultantes de los aumentos de sueldos o de los gastos improductivos del Estado:

"Todo el problema se reduce en último término al simple hecho de que lo que se consume no puede ser acumulado, de manera que el «consumo público» creciente no puede ser ningún medio para transformar en su contraria a una tasa de acumulación que haya llegado a detenerse o que sea descendente" ([10]).

Ahora bien, esta particularidad de la prosperidad de los años 1950 y 60 pasó desapercibida para la economía burguesa oficial y para la tesis del capitalismo de Estado keynesiano-fordista:

"Como los economistas no distinguen entre economía y economía capitalista, tampoco se dan cuenta de que productividad y "productivo en el sentido capitalista" son dos cosas diferentes, que tanto los gastos públicos como los privados sólo son productivos si generan plusvalía y no porque produzcan bienes materiales o amenidades" ([11]).

Esto es tan cierto que:

"la producción adicional obtenida mediante la financiación deficitaria, se presenta como demanda adicional, pero es una demanda de un tipo especial, ya que si bien resulta del incremento de la producción, de lo que se trata es de una producción total que aumenta sin que al mismo tiempo aumente correlativamente la ganancia total" ([12]).

De lo precedente se deduce que la prosperidad real de las décadas 1950 y 60 no fue tan importante como lo quiere presentar la burguesía, cuando ésta alardea de los PIB de los principales países industrializados de entonces. La constatación que hace Mattick al respecto, es perfectamente válida:

"En Estados Unidos, no obstante, persistió la necesidad de mantener estable el nivel de la producción mediante el gasto público, lo que condujo a un más amplio aunque más lento incremento del endeudamiento del Estado. Esta situación pudo justificarse también con la política imperialista de EEUU y más tarde particularmente con la guerra de Vietnam. Pero como el desempleo no descendió por debajo del cuatro por ciento de la ocupación total ni la capacidad productiva se utilizó a pleno rendimiento, es más que posible que sin el "consumo público" de los armamentos y de las matanzas de hombres, la cifra de desempleados se hubiese situado muy por encima de lo que realmente fue. Y como aproximadamente la mitad de la producción mundial corresponde a Estados Unidos, no es posible hablar, a pesar del auge del Japón y de Europa occidental, de una superación total de la crisis mundial y no se puede hablar en estos términos sobre todo si se incluye a los países subdesarrollados en el análisis. Por muy vivo que fuese el auge de la coyuntura, se limitó únicamente a algunas partes del capital mundial sin comportar un auge general del conjunto de la economía mundial" ([13]).

La tesis del "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista" subestima esa realidad.

Para nosotros, el origen real de la acumulación no está ni mucho menos en las medidas keynesianas impuestas en aquella época ([14]), sino en la realización de la plusvalía gracias a la venta en mercados extracapitalistas y en la venta a crédito. La tesis del "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista", si la hemos interpretado correctamente, comete un error teórico en ese plano que abre la vía a la idea de que es posible, para el capitalismo, sobrepasar su crisis con tal de que consiga de manera continuada aumentar la productividad del trabajo e incrementar en la misma proporción los salarios de los obreros.

La tesis del "Capitalismo de Estado keynesiano-fordista" se reivindicaba, al iniciarse nuestro debate, de la continuidad con el marco teórico desarrollado por Marx y enriquecido por Rosa Luxemburg sobre las contradicciones económicas del modo de producción capitalista, pero ya no es lo mismo hoy en lo que a Rosa Luxemburg se refiere. Sin embargo, a nuestra manera de ver, tanto si esa tesis se reivindica de la teoría de Rosa Luxemburg como si la rechaza, eso no cambia para nada su incapacidad para explicar las contradicciones que socavan la sociedad capitalista durante el período llamado de los Treinta Gloriosos. En efecto, como hemos visto en las diferentes citas de Paul Mattick en las que nos hemos apoyado para criticar esa tesis, el debate con ella no tiene nada que ver con el debate más clásico, que opone la necesidad de mercados extracapitalistas para el desarrollo del capitalismo (defendida por Rosa Luxemburg) y el análisis de los defensores de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia como explicación única y exclusiva de la crisis del capitalismo (defendida por Paul Mattick).

En cuanto a la otra pregunta de saber si la venta a crédito puede ser un medio duradero para una acumulación real, sí que entra plenamente en el debate entre baja de la cuota de ganancia y saturación de los mercados extracapitalistas. La respuesta a esa pregunta está en la capacidad que tenga o deje de tener el capitalismo para reembolsar sus deudas. Ahora bien, el incremento continuo de la deuda, ya desde finales de los años 1950, es un signo de que la actual crisis abierta del endeudamiento hunde sus raíces hasta e incluido el período de "prosperidad" de los años 1950 y 60. Pero esto es otro debate sobre el que habremos de volver cuando haya que comprobar, en la realidad de los hechos, la tesis de los mercados extracapitalistas y del endeudamiento.

Silvio

Economía de guerra y capitalismo de Estado

El objetivo principal de este artículo es desarrollar algunas de las bases para el análisis del periodo del boom económico ocurrido tras la Segunda Guerra mundial que fueron expuestas, esquemáticamente, en la Revista internacional no 133 con el título: "Capitalismo de Estado y economía de guerra" ([15]). Nos parece además de utilidad, examinar brevemente algunas de las objeciones planteadas a ese análisis por otros participantes en el debate.

Como se señalaba justamente en la introducción al debate en la Revista internacional no 133, la importancia de este debate va más lejos del análisis sobre el boom de posguerra y, puesto que toca aspectos fundamentales de la crítica marxista de la economía política, debe contribuir sobre todo a una mejor comprensión de las principales fuerzas que gobiernan la sociedad capitalista; fuerzas que determinaron a su vez tanto el extraordinario dinamismo del periodo ascendente del capitalismo, que le hicieron progresar desde el inicio de su existencia, en las ciudades-Estado de Italia y de Flandes, hasta la creación de la primera sociedad planetaria, como el carácter sumamente destructivo del periodo decadente de este sistema en el curso del cual la humanidad ha sufrido dos guerras mundiales cuya barbarie enmudecería al mismísimo Gengis Khan y que amenaza hoy día la existencia misma de nuestra especie.

¿Cuál es la base de la dinámica expansionista de la economía capitalista?

La clave del dinamismo del capitalismo está en el corazón mismo de las relaciones sociales capitalistas:

- La explotación de la clase productiva por parte de la clase dominante toma la forma de compra de la fuerza de trabajo, entendida ésta como mercancía;

- El producto del trabajo de la clase explotada debe necesariamente tomar la forma de mercancía lo que a la vez significa que la expropiación del trabajo excedente (trabajo añadido, sobretrabajo o plustrabajo) implica necesariamente la venta de estas mercancías en el mercado ([16]).

Lo explicaremos más sencillamente con un ejemplo: el señor feudal se adueñaba del excedente producido por sus siervos y lo utilizaba directamente para mantener su tren de vida; el capitalista, en cambio, extrae la plusvalía de los obreros bajo la forma de mercancías, que no siéndole útiles como tales mercancías, deben ser vendidas en el mercado a fin de ser transformadas en capital monetario. Esto le crea inevitablemente un problema al capitalista: ¿quién le va a comprar las mercancías que representan la plusvalía creada por el plus-trabajo de los obreros? Dicho muy esquemáticamente, dos respuestas se han aportado a esta pregunta en la historia del movimiento obrero:

- Según ciertas teorías el problema no existiría, puesto que el proceso de acumulación de capital y las operaciones normales de crédito permitirían a los capitalistas invertir en un nuevo ciclo de producción; ciclo que, al desarrollarse a una escala más amplia, absorbe la plusvalía producida a lo largo del ciclo precedente; con lo que el conjunto del proceso no hace sino repetirse ([17]).

- Según la mayoría de la CCI, esa explicación es inadecuada ([18]). Veamos: primero, si el capitalismo puede extenderse infinitamente, sin ningún problema, sobre sus propias bases ¿por qué la clase capitalista está obsesionada por las conquistas exteriores?, ¿por qué la burguesía no se queda tranquilamente en casa y sigue ampliando su capital sin lanzarse a la empresa, arriesgada, costosa y violenta, de extender constantemente su acceso a nuevos mercados? R. Luxemburg, en su Anticrítica, responde a estas cuestiones de la siguiente manera:

"(...) Ha de tratarse pues de clientes que obtengan sus medios adquisitivos de los frutos de un intercambio de mercancías; por tanto, de una producción de mercancías, que se desarrolle necesariamente al margen, fuera, del sistema capitalista de producción; ha de tratarse en consecuencia de productores cuyos medios de producción no tengan concepto de capital y a quienes no pueda incluirse en ninguna de las dos categorías: capitalista u obrero, aunque por unas razones o por otras ofrezcan un mercado, o se ofrezcan como mercado a las mercancías del capitalismo" ([19]).

Hasta la publicación de su último artículo en la Revista internacional no 135, parecía razonable pensar que el camarada C. Mcl compartía esa visión de la expansión del capitalismo en su fase ascendente ([20]). En su artículo titulado "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista", el camarada parece haber cambiado de opinión al respecto. Eso demuestra, como mínimo, que las ideas cambian en el curso de los debates; sin embargo, nos parece necesario detenernos un momento para examinar algunas de las nuevas ideas que nos avanza.

Hay que decir que esas ideas no están, a primera vista, muy claras. Por un lado C. Mcl nos dice, y en eso estamos de acuerdo, que el entorno extra-capitalista le "proporcionó [al capitalismo] toda una serie de oportunidades" para, entre otras cosas, vender las mercancías sobrantes ([21]). Sin embargo, por otro lado, C. Mcl nos dice que no solamente estas "oportunidades externas" no son necesarias, pues el capitalismo es perfectamente capaz de desarrollar su propia "regulación interna", sino que la expansión exterior del capitalismo frena efectivamente su desarrollo. Si comprendemos bien al camarada C. Mcl, parece que las mercancías vendidas en los mercados extracapitalistas dejan de comportarse como capital y no contribuyen a la acumulación, mientras que las mercancías vendidas en el seno del capitalismo permiten a la vez la realización de la plusvalía (por la conversión del capital en forma de mercancías en capital en forma de dinero) y funcionan igualmente como elementos de acumulación, ya sea en forma de máquinas (medios de producción, capital constante) o de bienes de consumo (medios de consumo para la clase obrera, capital variable). Para hacer válida esta idea, el camarada C. Mcl nos informa que los países capitalistas, que en el siglo xix no tenían colonias, conocieron tasas de crecimiento superiores a las de los países coloniales ([22]). Este punto de vista nos parece erróneo, tanto desde el punto de vista empírico como teórico. Expresa una visión fundamentalmente estática, en la que el mercado extracapitalista no es sino una especie de salida para el demasiado lleno mercado capitalista, cuando éste se desborda.

Los capitalistas no solamente venden en el mercado extracapitalista sino que también compran. Los navíos que transportaban mercancías baratas a los mercados de India y de China ([23]) no volvían vacíos: regresaban cargados de té, especias, algodón y otras materias primas. Hasta los años sesenta de mil ochocientos, el principal proveedor de algodón para la industria textil inglesa fue la economía esclavista de EEUU. Durante la "crisis del algodón", causada por la Guerra civil, India y Egipto se convirtieron en los nuevos proveedores.

En realidad,

"... Dentro de su proceso de circulación, en que el capital industrial funciona como dinero o como mercancía, el ciclo del capital industrial, ya sea capital-dinero o capital-mercancías, se entrecruza con la circulación de mercancías de los más diversos tipos sociales de producción, siempre y cuando que sean, al mismo tiempo, sistemas de producción de mercancías. No importa que la mercancía sea producto de un tipo de producción basado en la esclavitud o del trabajo de campesinos (chinos, ryots indios, etc.), de un régimen comunal (Indias orientales holandesas) o de la producción del estado (como ocurre en ciertas épocas primitivas de la historia de Rusia, basadas en la servidumbre), de pueblos semisalvajes dedicados a la caza, etc.; cualquiera que sea su origen, se enfrentan como mercancías y dinero al dinero y a las mercancías que representan el capital industrial y entran tanto en el ciclo de éste como en el de la plusvalía contenida en el capital-mercancías, siempre y cuando que ésta se invierta como renta; (...) El carácter del proceso de producción de que procedan es indiferente, para estos efectos; funcionan como tales mercancías en el mercado y entran como mercancías tanto en el ciclo del capital industrial como en la circulación de la plusvalía adherida a él" ([24]).

¿Qué pasa con el argumento según el cual la expansión colonial frena el desarrollo del capitalismo?

A nuestro parecer aquí se cometen dos errores:

- como ha señalado la CCI (en la serie sobre Marx y Luxemburg) en numerosas ocasiones, el problema del mercado extracapitalista se plantea a nivel global y no a nivel del capital individual ni siquiera del nacional ([25]);

- la colonización no es la única forma que adopta la expansión capitalista en los mercados extracapitalistas (mercados al margen, fuera del capitalismo).

La historia de EEUU proporciona una ilustración particularmente clara de ese punto, tanto más importante, debido al creciente papel que tuvo la economía americana a lo largo del siglo xix. En primer lugar, la inexistencia de un imperio colonial norteamericano durante el siglo xix no se debió a no se sabe qué "independencia" de la economía de EEUU respecto a un entorno extra-capitalista, sino que encontró dicho imperio en el interior mismo de las fronteras estadounidenses ([26]). Hemos mencionado ya la economía esclavista de los estados del Sur; tras la destrucción de éstos por la Guerra civil (1861-1865) el capitalismo se extendió durante los treinta años siguientes hacia el Oeste americano, siguiendo un proceso continuo que se puede describir así: masacre y limpieza étnica de la población indígena; establecimiento de una economía extracapitalista mediante la venta y concesión de nuevos territorios, anexionados por el Gobierno, a colonos y pequeños ganaderos ([27]); exterminio de esta economía extracapitalista por la deuda, el fraude y la violencia; y extensión de la economía capitalista ([28]). En 1890, el Servicio estadounidense del Censo declara la "Frontera" interna cerrada ([29]). En 1893, los EEUU conocieron una depresión severa y, durante los años 90 de ese siglo, la burguesía americana estaba cada vez más preocupada por la necesidad de extender sus fronteras nacionales ([30]). En 1898 un documento del Departamento de Estado americano explicaba:

"parece que hay un acuerdo general sobre el hecho de que vamos a encontrarnos cada año con un exceso creciente de productos manufacturados que deberemos destinar a los mercados extranjeros si queremos mantener el empleo de los obreros y los artesanos americanos. La ampliación del consumo en el extranjero de productos de nuestras fábricas y talleres se presenta como un problema serio no solamente comercial sino político" ([31]).

Le siguió una rápida expansión imperialista: Cuba (1898), Hawai (1898), Filipinas (1899) ([32]), la zona del Canal de Panamá (1903). En 1900, Albert Beveridge (uno de los principales partidarios de la política imperialista de EEUU) declaraba en el Senado:

"Las Filipinas son nuestras para siempre (...). Y tras las Filipinas están los mercados ilimitados de China (...). El Pacífico es nuestro océano (...) ¿Dónde encontrar consumidores para nuestros excedentes? La geografía nos da la respuesta: China es nuestro cliente natural" ([33]).

La decadencia y la guerra

Los europeos hablan, con frecuencia, del frenesí imperialista de finales del siglo xix como de una "carrera hacia África", Sin embargo, en muchos informes se contempla la conquista estadounidense de Filipinas como algo de una importancia mayor, en la medida que simbolizaba el momento en que la expansión imperialista europea hacia el Este se enfrentaba a la expansión norteamericana hacia el Oeste. La primera guerra de esta nueva época imperialista la hicieron dos potencias asiáticas - Rusia y Japón - por el control de Corea y el acceso a los mercados chinos. Esta guerra fue un factor clave en la primera sublevación revolucionaria del siglo xx: la de Rusia en 1905.

¿Qué es lo que esta nueva "época de guerras y revoluciones" (como la llamó la Internacional comunista) implicaba para la organización de la economía capitalista?

De forma muy esquemática, implica la inversión de la relación entre la economía y la guerra: mientras que en el periodo ascendente del capitalismo la guerra tiene la función de expansión económica; en la decadencia, al contrario, la economía está al servicio de la guerra imperialista. La economía capitalista en la decadencia es una economía de guerra permanente ([34]). Es el problema fundamental que está en la base de todo el desarrollo de la economía capitalista desde 1914 y en particular de la economía del boom que acompañó la posguerra, desde 1945.

Antes de continuar con el examen del boom de posguerra desde ese punto de vista, es necesario volver a considerar, brevemente, algunas otras posiciones que están presentes en el debate.

1) El papel de los mercados
extracapitalistas tras 1945

Vale la pena recordar que, en su folleto la Decadencia del capitalismo, la CCI atribuía ya un papel a la destrucción continuada de mercados extra-capitalistas durante todo este periodo ([35]) y es posible que hayamos subestimado su papel en el boom de posguerra; de hecho, la destrucción de esos mercados (en el sentido clásico, descrito por Luxemburg) continúa aun hoy con las formas más dramáticas, como vemos con las decenas de miles de suicidios habidos entre los granjeros de la India, incapaces de devolver las deudas que adquirieron para comprarle semillas y abonos a Monsanto y a otros ([36]).

No es menos difícil ver cómo pudieron contribuir esos mercados, de manera decisiva, al boom de posguerra si se tiene en cuenta:

- la enorme destrucción que sufrió la pequeña economía campesina en muchos países, entre 1914 y 1945, como resultado de la guerra y de la catástrofe económica ([37]).

- el hecho de que todas las economías europeas subvencionaron masivamente la agricultura durante el periodo de posguerra: la economía campesina supuso para estas economías más que un mercado un verdadero coste.

2) El progreso de la deuda

El argumento de la deuda es mucho más sólido cuando se observan los datos. Es verdad que comparados con los niveles astronómicos alcanzados hoy, tras treinta años de crisis, el incremento de la deuda durante el boom de la posguerra podrá parecer a primera vista insignificante. Sin embargo, comparado con lo que pasaba antes, su subida fue espectacular. En Estados Unidos, sólo ya la deuda federal bruta pasó de 48 mil 200 millones de $ en 1938 a 4,839 billones de $ en 1973, o sea, diez veces más ([38]).

El crédito al consumo en Estados Unidos pasó de 4 % del PIB en 1948 a más de 12 % a principios de los años 1970.

Los préstamos inmobiliarios pasaron igualmente de 7 mil millones de $ en 1947 a 70 mil 500 millones en 1970 - o sea diez veces más a causa del nivel importante de créditos, de bajo interés y fácil acceso, acordados por el gobierno: en 1955, la Federal Housing Administration y la Veterans Administration poseían solo ellas dos el 41 % de todas las hipotecas ([39]).

3) El aumento de sueldos

Para el camarada C. Mcl, la prosperidad del boom de posguerra se debió en gran parte a que los salarios aumentaron al mismo tiempo que la productividad gracias a una política keyne­siana deliberada cuyo objetivo era absorber la producción excedentaria y permitir que continuara la expansión del mercado.

Es cierto, como así lo subrayó Marx en el Capital, que los salarios pueden aumentar sin inquietar las ganancias mientras aumente también la productividad. También es cierto que la producción masiva de bienes de consumo es imposible sin el consumo masivo de la clase obrera. Y también es muy cierto que hubo una política deliberada de subida de salarios y del nivel de vida de los obreros después de la Segunda Guerra mundial para preservarse contra las revueltas sociales. Sin embargo, nada de todo eso resuelve el problema básico, identificado por Marx y Luxemburg, según el cual la clase obrera no puede absorber todo el valor de lo que produce.

Además, la hipótesis de C. Mcl se basa en dos suposiciones principales que, a nuestro parecer, no se justifican empíricamente:

- La primera es que el aumento de salarios estaba garantizado por su reajuste con la productividad; pero no hemos encontrado que esa política esté testificada como política general, salvo en casos de menor importancia como en Bélgica ([40]). Tomando dos contraejemplos, la escala móvil implantada en Italia en 1945 vinculaba los salarios a la inflación (lo cual es, evidentemente, algo muy distinto) y el "Contrato social" implantado por el gobierno laborista de Wilson en Gran Bretaña al final del boom fue una tentativa desesperada de reducir los salarios en un período de elevada inflación ajustándolos a la productividad.

- La segunda es que el capital occidental no habría buscado una mano de obra barata hasta el principio del período de "globalización" en los años 80. Eso es sencillamente falso: en Estados Unidos, la emigración del campo a las ciudades redujo la población rural de 24,4 millones en 1945 a 9,7 millones en 1970 ([41]). Y, en Europa, el mismo fenómeno fue aún más espectacular: unos 40 millones de personas emigraron del campo y de fuera de los países de Europa hacia las grandes zonas industriales ([42]).

Los frutos de la guerra

La Segunda Guerra mundial - más todavía que la Primera - demostró la irracionalidad absoluta de la guerra imperialista en la era de la decadencia del capitalismo. Lejos de ser beneficiosa para la conquista de nuevos mercados, la guerra arruinó tanto a los países vencedores como a los vencidos. Con una única excepción: los Estados Unidos de América, único país beligerante que no sufrió ninguna destrucción en su territorio. Esta excepción fue la base del boom de posguerra tan excepcional y que, por eso mismo, no podrá repetirse.

Uno de los defectos principales de las demás posiciones en este debate es que: a) tienden a plantear el problema en términos puramente económicos, y b) sólo consideran el boom de posguerra en sí mismo, no logrando, por eso mismo, comprender que ese boom vino determinado por la situación creada por la guerra.

¿Qué situación era ésa?

Entre 1939 et 1945, se duplicó la capacidad de la economía estadounidense ([43]). Las industrias existentes (la construcción naval, por ejemplo) instauraron técnicas de producción masiva. Se crearon nuevas industrias enteras: producción en cadena de aviones, electrónica, informática (los primeros ordenadores se utilizaron para calcular las trayectorias balísticas), productos farmacéuticos (descubrimiento de la penicilina), plásticos - la lista es interminable. Y aunque la deuda gubernamental alcanzó un vértice durante la guerra, para Estados Unidos la mayor parte de ese desarrollo fue pura acumulación de capital, pues EEUU vació de su sangre a los imperios británico y francés, apoderándose de sus riquezas acumuladas a cambio de entregas de armamento.

A pesar de esa aplastante superioridad, los Estados Unidos conocieron, eso sí, algunos problemas al final de la guerra. Los resumiremos así:

- ¿Dónde encontrar mercados para la producción industrial americana que se había duplicado durante la guerra? ([44])

- ¿Cómo defender los intereses nacionales estadounidenses - que por primera vez se situaban a una escala auténticamente mundial - contra la amenaza de expansión soviética?

- ¿Cómo evitar levantamientos importantes y la amenaza potencial que representaba la clase obrera (ninguna fracción de la burguesía se había olvidado de Octubre 1917), especialmente en Europa?

Comprender cómo intentó Estados Unidos resolver esos problemas es la clave para comprender el boom de la posguerra y de su final en los años 70. Hemos de volver sobre este tema en un próximo artículo; vale la pena, sin embargo, subrayar que Rosa Luxemburg, que escribió antes del pleno desarrollo de la economía capitalista de Estado que se realizó durante la Primera y, sobre todo, la Segunda Guerra mundial, ya dio algunas indicaciones sobre las consecuencias económicas de la militarización de la economía :

"Además, en vez de un gran número de pedidos de mercancías diseminadas y separadas en el tiempo, que en buena parte serían satisfechos por la simple producción de mercancías y, por tanto, no influirían en la acumulación del capital, surge aquí un solo y voluminoso pedido del Estado. Pero la satisfacción de este pedido supone, de antemano, la existencia de una industria en gran escala y, por tanto, condiciones favorables para la producción de plusvalía y de acumulación. Por otra parte, en forma de pedidos militares del Estado, el poder de compra concentrado en una enorme cuantía de las masas consumidoras, se salva de la arbitrariedad de las oscilaciones subjetivas del consumo personal, y está dotado de una regularidad casi automática, de un crecimiento rítmico. Finalmente, la palanca de este movimiento automático y rítmico de la producción capitalista para el militarismo, se encuentra en manos del capital mismo, merced al aparato de la legislación parlamentaria y de la organización de la prensa destinada a crear la llamada opinión pública. Merced a ello, este campo específico de la acumulación del capital parece tener, al principio, una capacidad ilimitada de extensión. Mientras cualquiera otra ampliación del mercado y de la base de operación del capital depende, en gran parte, de elementos históricos, sociales, políticos, que se hallan fuera de la influencia del capital, la producción para el militarismo constituye una esfera cuya ampliación sucesiva parece hallarse ligada a la producción del capital" ([45]).

Menos de 50 después de la redacción de ese libro, alguien describía así la realidad del militarismo imperialista:

"La conjunción de un inmenso aparato militar y de una gran industria de armamento es une experiencia nueva para Estados Unidos. Cada ciudad, cada gobierno de estado, cada despacho del gobierno federal siente plenamente su influencia - económica, política e incluso espiritual (...) debemos comprender sus grandes implicaciones. Nuestro trabajo, nuestros recursos, nuestros medios de existencia, todo está implicado; la estructura misma de nuestra sociedad está implicada por esa conjunción.

"En las reuniones gubernamentales, debemos poner en guardia contra la influencia injustificada - voluntaria o no - del complejo militar-industrial. Existe y seguirá existiendo la posibilidad de un incremento desastroso de potencia incontrolada.

"(...) En ese mismo sentido, la revolución tecnológica de las últimas décadas es responsable en gran parte del cambio radical de nuestra posición militar-industrial.

"En esta revolución, la investigación se ha vuelto algo central; se ha vuelto también más oficial, más compleja y más costosa. Una parte de esa investigación, que se incrementa de modo regular, se realiza para y por el gobierno federal y bajo su dirección."

Ese "alguien" que pronunció esas palabras en 1961, no era un intelectual de izquierda, sino el presidente de los Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower.

Jens, 10 de diciembre de 2008.

 

 


 

[1]) Ya lo pusimos de relieve en la presentación del marco del debate (Revista internacional no 133).

[2]) En "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista", Revista internacional n° 135.

[3]) ídem.

[4]) "Las causas del período de prosperidad consecutivo a la Segunda Guerra mundial (I); Los mercados extracapitalistas y el endeudamiento", Revista internacional nº 133, 2008.

[5]) Libro III, sección 3ª: "Ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia", XV: Desarrollo de las contradicciones internas de la ley, Exceso de capital y exceso de población", pp. 254-255, el Capital, t. III, ed. FCE, 1946, México.

[6]) Miembro de la Izquierda comunista. Militó en el KAPD durante la revolución alemana. Emigrado a Estados Unidos en 1926, milita en IWW y escribe múltiples textos políticos y también sobre temas económicos. Citemos dos obras conocidas: Marx y Keynes - Los límites de la economía mixta, publicada en 1969, y Crisis y teoría de la crisis, en 1974. Paul Mattick hace derivar la crisis de capitalismo, fundamentalmente, de la contradicción evidenciada por Marx de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia. En esto diverge de la interpretación luxemburguista de las crisis, la cual, sin negar la baja de la cuota de ganancia, insiste esencialmente en la necesidad de mercados exteriores a las relaciones de producción capitalistas para que el capitalismo pueda desarrollarse. Hay que subrayar la magistral capacidad de Mattick para resumir en Crisis y teoría de la crisis las contribuciones a la teoría de las crisis de los continuadores y epígonos de Marx, desde Rosa Luxemburg a Grossmann, pasando por Tugan Baranowsky, sin olvidar a Pannekoek. Sus desacuerdos con Rosa Luxemburg en nada le impidieron dar cuenta con plena objetividad y de modo inteligible de la obra económica de la gran revolucionaria.

[7]) Esta cita no está en la versión de este artículo publicada en nuestra página WEB. Sí está en la versión impresa de la Revista internacional n° 135.

[8]) Paul Mattick, Integración capitalista y ruptura obrera, citado en el artículo de la Revista n° 135, "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista".

[9]) Paul Mattick, Crisis y teoría de la crisis, Ediciones de bolsillo nº 499, Editorial Península.

[10]) ídem.

[11]) ídem.

[12]) ídem.

[13]) ídem.

[14]) Como lo afirma también Mattick, el keynesianismo, concebido en su origen como un medio para librarse de la crisis, no es, en el fondo, sino un factor agravante de ella: "La producción compensadora estatalmente inducida se convierte así de lo que era inicialmente, un medio para solucionar la crisis, en un medio de profundización de la crisis, ya que arrebata a una parte creciente de la producción social su carácter capitalista, es decir, la capacidad de producir capital adicional" (ídem).

[15]) Por razones de espacio, es imposible referirse a todo el período de 1945 a 1970. Nos proponemos aquí pues, introducir únicamente un análisis de los fenómenos del boom de posguerra que trataremos más en detalle más tarde.

[16]) No es casualidad si el primer capítulo de el Capital se titula "La mercancía"

[17]) Dejamos por ahora de lado la cuestión de las crisis cíclicas a través de las cuales ese proceso evoluciona históricamente.

[18]) No repetiremos aquí lo que la CCI ya ha escrito en múltiples ocasiones para defender la visión de Marx y Engels - y de Rosa Luxemburg, en especial, entre los marxistas de la generación siguiente - para quienes el problema de la inadecuación del mercado capitalista es une dificultad fundamental en el proceso de acumulación ampliada del capital.

[19]) "Apéndice. Una Anticrítica", la Acumulación del capital.

[20]) Véase el artículo escrito por dicho compañero en la Revista internacional no 127, en el cual, bajo el titulo "Marx y Rosa Luxemburg: un análisis idéntico sobre las contradicciones económicas del capitalismo", demuestra de modo muy claro y documentado la continuidad entre el análisis de Marx y el de Luxemburg.

[21]) "Ese entorno le siguió proporcionando toda una serie de oportunidades a lo largo de su fase ascendente (1825-1914) como fuente de beneficios, salida para la venta de sus mercancías en sobreproducción y masa complementaria de mano de obra."

[22]) "En el siglo XIX, allí donde los mercados coloniales cuentan más, TODOS los países capitalistas no coloniales registraron crecimientos claramente más rápidos que las potencias coloniales (71 % más rápido en término medio). Esta constatación es válida para toda la historia del capitalismo. En efecto, la venta al exterior del capitalismo puro permite a los capitalistas individuales realizar sus mercancías, pero frena la acumulación global del capitalismo ya que, al igual que para el armamento, corresponde a una salida de medios materiales del circuito de la acumulación."

[23]) Por ejemplo, el opio en el caso de China: la tan "virtuosa" burguesía británica hizo dos guerras para forzar al gobierno chino a que siguiera permitiendo a la población que se envenenara con el opio británico.

[24]) Marx, el Capital, libro II, cap. IV, p. 98. FCE, México.

[25]) Esquemáticamente, si la industria de Alemania (que no poseía colonias) acabó adelantándose a la de Gran Bretaña (que sí que tenía) y conoció una cuota de ganancia superior, es porque se aprovechó también de los mercados extracapitalistas conquistados por el imperialismo británico.

[26]) Cuando Estados Unidos, por la fuerza y a base de mentiras, despojó a México de Tejas (1836-1847) y de California (1845-47), esos nuevos estados no se integraron en un "imperio", sino en el territorio nacional de Estados Unidos.

[27]) Por ejemplo, el "Oklahoma Land Rush" (la "carrera hacia el territorio de Oklahoma") en 1889. Esa "carrera" empezó el 22 de abril de 1889 a las doce del mediodía con unas 50 000 personas en la línea de salida para adquirir una parte de los 2 millones de acres (8 000 km2) disponibles.

[28]) La historia del desarrollo capitalista de los Estados Unidos merecería una serie de artículos ya sólo ella y no tenemos aquí espacio para desarrollar este tema. Por otra parte, cabe subrayar que esos mecanismos de la expansión capitalista no se limitaron a Estados Unidos, sino que también se encuentran (como puede leerse en la Introducción a la economía política de Rosa Luxemburg) en la expansión de Rusia hacia el Este y en la incorporación en la economía capitalista de China, Egipto y Turquía - países que nunca fueron colonias.

[29]) En la sociedad norteamericana, Frontera (the Frontier) tiene un sentido específico vinculado a su historia. Fue, durante el siglo xix, uno de los aspectos más importantes del desarrollo de Estados Unidos mediante la extensión del capitalismo industrial hacia el Oeste, que se plasmó en la repoblación de esas regiones con gentes sobre todo de origen europeo o africano.

[30]) Esta preocupación se había plasmado ya en la llamada "Doctrina Monroe" adoptada en 1823 que afirmaba sin ambages que Estados Unidos consideraba a todo el continente americano, desde el Norte hasta el Sur, como su propia y exclusiva esfera de interés. La Doctrina Monroe se impuso mediante intervenciones militares estadounidenses a repetición en Latinoamérica.

[31]) Citado en Howard Zinn, History of American People, traducido por nosotros.

[32]) La conquista de Filipinas, en donde Estados Unidos empezó quitando de en medio a la potencia colonial española, para después llevar a cabo una guerra sin cuartel contra los insurrectos filipinos, es un ejemplo especialmente repulsivo de la hipocresía y la barbarie capitalistas.

[33]) Howard Zinn, ídem.

[34]) Vamos a ilustrarlo con un ejemplo: en 1805, la revolución industrial ya estaba muy avanzada en Gran Bretaña: el uso de la máquina de vapor y la producción mecanizada de textiles se habían ido desarrollando con rapidez desde los años 1770. Sin embargo, cuando aquel año los británicos destruyeron las flotas francesa y española en la batalla de Trafalgar, el navío almirante de Nelson, el HMS Victory, ya tenía cerca de 50 años (sus planos se diseñaron en 1756 y el navío fue finalmente botado en 1765). Basta con compararlo con la situación actual en la que las tecnologías más avanzadas dependen de la industria del armamento.

[35]) El folleto la Decadencia del capitalismo - muy justamente a nuestro parecer - asocia ese fenómeno al militarismo creciente de las economías del "Tercer Mundo.

[36]) Podría hablarse también de la eliminación de los pequeños comerciantes en los países desarrollados con la expansión de los supermercados y la comercialización de masas de los productos de consumo más corrientes (incluida la alimentación, evidentemente), fenómenos que empezaron claramente en los años 1950 y 1960.

[37]) El programa de colectivización forzada de Stalin en la URSS durante los años 30, las guerras entre señores y la guerra civil en China entre ambas guerras, la conversión de la economía campesina en economía de mercado en países como Rumania, Noruega o Corea para las necesidades del imperialismo alemán y japonés de ser autónomos en su abastecimiento alimenticio, los efectos de la Gran Depresión sobre los pequeños granjeros norteamericanos (Oklahoma Dust Bowl, tormentas de polvo en Oklahoma), etc.

[38]) Salvo mención contraria, las cifras y gráficos está sacados de las estadísticas gubernamentales estadounidenses disponibles en https://www.economagic.com/ [1]. Nos centramos, para este artículo, en la economía de EEUU, porque las estadísticas del gobierno están más fácilmente disponibles, pero, sobre todo, a causa del peso aplastante de la economía norteamericana en la economía mundial en ese período.

[39]) James T. Patterson, Grand expectations.

[40]) De hecho, según un estudio (cedar.barnard.columbia.edu/-econhist/papers/Hanes_sscaled4.pdf), ya habían existido acuerdos de escala móvil de salarios en algunas industrias norteamericanas y británicas desde mediados del siglo xix hasta los años 1930 y sólo se abandonarían después de la guerra.

[41]) Patterson (op. cit.). Fue "uno de los cambios más dramáticos de la historia norteamericana moderna".

[42]) "En Italia, entre 1955 y 1971, unos 9 millones de personas cambiaron de región. (...) 7 millones de italianos dejaron el país entre 1945 y 1970. En los años 1950-70, una cuarta parte de la fuerza de trabajo griega se fue a buscar trabajo al extranjero. (...) Se estima que entre 1961 y 1974, un millón y medio de obreros portugueses encontraron trabajo en el extranjero - el movimiento de población más importante de toda la historia de Portugal, dejando detrás una fuerza de trabajo de sólo 3,1 millones de personas. (...) En 1973, sólo en Alemania del oeste, había casi medio millón de italianos, 535 000 yugoslavos y 605 000 turcos" (Tony Judt, Postwar, A History of Europe since 1945).

[43]) Los Estados Unidos poseían en torno al 40 % de la producción industrial mundial; solo EEUU producía en 1945 la mitad del carbón mundial, los dos tercios del petróleo y la mitad de la electricidad. Además poseía más del 80 % de las reservas mundiales de oro.

[44]) Howard Zinn, ídem, cita a un miembro del Departamento de Estado en 1944: "Como ya saben ustedes, tenemos que prever un aumento enorme de la producción en este país después de la guerra, y el mercado interior norteamericano no podrá absorber indefinidamente toda esta producción. La necesidad de aumentar enormemente los mercados extranjeros es evidente."

[45]) "El militarismo como campo de la acumulación del capital" (subrayado nuestro), en la Acumulación del capital (escrito en 1912), Grijalbo, 1978.

Series: 

  • Las causas del período de prosperidad consecutivo a la Segunda Guerra mundial [2]

Cuestiones teóricas: 

  • Economía [3]

IV - 1918-1919: la guerra civil en Alemania

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En las tres partes anteriores de esta serie sobre la revolución alemana de 1918-19, mostramos cómo, después del hundimiento de la Internacional socialista ante la Primera Guerra mundial, se invirtió el curso en favor del proletariado, culminando con la revolución de noviembre de 1918. Al igual que la revolución de Octubre en Rusia el año anterior, noviembre de 1918 en Alemania fue el desenlace de un proceso de luchas y de revueltas contra la guerra imperialista. Mientras que Octubre había sido el primer golpe fuerte de la clase obrera contra la "Gran Guerra", la acción del proletariado alemán fue la que finalmente acabaría con ella.

Según los libros de historia escritos por la clase dominante, ahí se acaba el paralelo entre los movimientos en Rusia y en Alemania. El movimiento revolucionario en Alemania, según esos libros, se limita a los acontecimientos de 1918 contra la guerra. Y contrariamente a Rusia, nunca hubo en Alemania movimiento socialista de masas contra el propio sistema capitalista. Según ellos, los "extremistas" que luchaban para que estallara una revolución "bolchevique" en Alemania pagaron con su vida el hecho de no haberlo entendido. Eso es lo que hoy dicen.

Sin embargo, la clase dominante de aquel entonces no compartía la inconsistencia de los historiadores actuales sobre el carácter indestructible de la dominación capitalista. Para la clase dominante de entonces el programa era ¡la guerra civil!

El "doble poder" y el sistema de consejos

La existencia de una situación de doble poder resultante de la revolución de noviembre explica esa consigna. El principal resultado de la revolución de noviembre fue haber terminado con la guerra imperialista; su principal producto fue la creación de un sistema de consejos de obreros y soldados que, como en Rusia y Austria-Hungría, se extendió por todo el país.

La burguesía alemana, en particular la socialdemocracia, sacando rápidamente conclusiones de lo que había ocurrido en Rusia, intervino inmediatamente para transformar esos órganos en cáscaras vacías. En varios casos impuso la elección de delegados en base a listas de partidos, o sea el partido socialdemócrata (el SPD) y el USPD vacilante y conciliador, excluyendo así de hecho de esos órganos a los revolucionarios. En el Primer Congreso de Consejos de obreros y soldados en Berlín, esa ala izquierda del capital impidió intervenir a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg. Y, sobre todo, hizo adoptar una moción declarando que todo el poder sería devuelto al futuro gobierno parlamentario.

Esos éxitos de la burguesía siguen alimentando el mito según el cual los consejos en Alemania no eran revolucionarios, contrariamente a los de Rusia. Pero con eso se olvida de que al principio de la revolución, tampoco en Rusia los consejos tenían una orientación revolucionaria, que la mayoría de los delegados elegidos no eran revolucionarios y que, allí también, se había animado a los "soviets" a que abandonaran rápidamente el poder.

Después de la revolución de noviembre, la burguesía alemana no se hacía la menor ilusión sobre el carácter supuestamente inofensivo del sistema de consejos. Éstos, sin dejar de reivindicar el poder para sí mismos, seguían permitiendo coexistir, junto a ellos, al aparato de Estado burgués. Pero, por otra parte, el sistema de consejos, por su naturaleza dinámica y flexible, por su composición, por su actitud, por su método de acción, era capaz de adaptarse a todos los cambios de dirección y radicalizarse. Los espartaquistas, que lo entendieron inmediatamente, empezaron una agitación incesante para que los delegados fueran reelegidos, lo que se habría concretado en un fuerte giro hacia la izquierda del conjunto del movimiento.

Nadie entendía mejor el peligro de esta situación de "doble poder" que la dirección militar alemana. El general Groener, designado para llevar las operaciones de respuesta, activó inmediatamente la conexión telefónica secreta 998 con el nuevo canciller, el socialdemócrata Ebert. Y al igual que el legendario senador Catón, dos mil años antes, concluía todos sus discursos con las palabras "Cartago (el enemigo mortal de Roma) debe ser destruida", Groener solo pensaba en destruir los consejos obreros y sobre todo de soldados. Aunque durante y después de la revolución de noviembre, los consejos de soldados habían sido en parte un peso muerto conservador que arrastró hacia atrás a los obreros, Groener sabía que la radicalización de la revolución invertiría esa tendencia y que los obreros comenzarían a llevarse tras ellos a los soldados. Y, sobre todo, la ambición de los consejos de soldados era imponer su mando propio, rompiendo el mando de los oficiales sobre las fuerzas armadas. Eso era, ni más ni menos, armar la revolución. Nunca una clase dominante ha aceptado voluntariamente que se cuestione su monopolio sobre las fuerzas armadas. Por eso la existencia misma del sistema de consejos ponía la guerra civil a la orden del día.

Es más, la burguesía comprendió que tras la revolución de noviembre, el tiempo ya no jugaba a su favor. La tendencia espontánea contenida en la situación era la radicalización de la clase obrera, la pérdida de sus ilusiones sobre la socialdemocracia y la "democracia", el desarrollo de la confianza en sí misma. Sin la menor vacilación, la burguesía alemana se lanzó a una política de provocación sistemática y de choques militares. Quería imponer enfrentamientos decisivos a su enemigo de clase antes de que llegara a madurar la situación revolucionaria; concretamente, "descabezar" al proletariado mediante una derrota sangrienta de los obreros en la capital, Berlín, centro político del movimiento obrero alemán, antes de que las luchas alcanzaran una fase "crítica" en las regiones.

La coexistencia entre dos clases, cada una determinada a imponer su propio poder, teniendo cada una sus propias organizaciones de dominación de clase, no puede ser sino temporal, inestable. Una situación de "doble poder" así, desemboca necesariamente en guerra civil.

Las fuerzas de la contrarrevolución

Contrariamente a la situación en Rusia de 1917, la revolución alemana se enfrentaba con las fuerzas hostiles del conjunto de la burguesía mundial. La clase dominante ya no estaba dividida por la guerra imperialista en dos campos rivales. Por lo tanto, la revolución no sólo debía enfrentarse a la burguesía alemana, sino también las fuerzas de la Entente ([1]) que se habían concentrado en la orilla occidental del Rin, listas para intervenir si el Gobierno alemán perdía el control de la situación social. Estados Unidos, recién llegado, en cierta medida, a la escena política mundial, jugaba las bazas de la "democracia" y del "derecho de los pueblos a la autodeterminación", presentándose como la única garantía de paz y de prosperidad. Con ello pretendían formular una alternativa política a la Rusia revolucionaria. La burguesía francesa, por su parte, obsesionada por su sed de venganza chauvinista, ardía en deseos de penetrar más adelante en territorio alemán y, de paso, ahogar la revolución en sangre. Fue Gran Bretaña, potencia dominante de entonces, la que asumió la dirección de la alianza contrarrevolucionaria. En vez de suprimir el embargo impuesto a Alemania durante la guerra, lo mantuvo e incluso lo reforzó parcialmente. Londres estaba determinado a dejar a la población alemana morirse de hambre mientras no se instalase en el país un régimen político aprobado por el Gobierno de su Majestad.

En Alemania, el eje central de la contrarrevolución era la alianza de dos fuerzas principales: la socialdemocracia y el ejército. La socialdemocracia era el caballo de Troya del terror blanco; operaba detrás de las líneas de la clase enemiga de la burguesía, saboteando la revolución desde dentro, utilizando la autoridad que le quedaba por haber sido un antiguo partido obrero (y lo mismo con los sindicatos) para crear un máximo de confusión y desmoralización. Los militares proporcionaban las fuerzas armadas, así como la crueldad, la audacia y la capacidad estratégica que los caracteriza.

¡Ni punto de comparación entre el grupo de socialistas rusos, vacilantes y desanimados, agrupados en torno a Kerensky en 1917, y la sangre fría de los contrarrevolucionarios del SPD alemán! ¡Ni punto de comparación entre el tropel desorganizado de los oficiales rusos, y la siniestra eficacia de la élite militar prusiana! ([2])

Durante los días y las semanas que siguieron la revolución de noviembre, esa siniestra alianza se preparó a solucionar dos problemas principales. Ante la disolución de los ejércitos imperiales, debía consolidar en un núcleo duro a una nueva fuerza, un ejército blanco del terror. Extrajo su materia bruta de dos fuentes: del antiguo cuerpo de oficiales y de los chivatos profesionales, desarraigados, enloquecidos por la guerra, incapaces de reintegrarse en la vida "civil". Ellos mismos eran víctimas del imperialismo pero eran víctimas destrozadas, antiguos soldados en búsqueda de una salida a su odio ciego, y de una paga por esa faena. Fue con esos desesperados con lo que los oficiales de la aristocracia - apoyados políticamente y protegidos por el SPD - reclutaron y adiestraron lo que iban a ser los Freikorps (Cuerpos francos), los mercenarios de la contrarrevolución, el núcleo de lo que sería más tarde el movimiento nazi. Estas fuerzas armadas se completaron con una serie de redes de espías y agentes provocadores coordinados por el SPD y el estado mayor del Ejército.

El segundo problema era cómo justificar ante los obreros el uso del terror blanco. Esto lo solucionó la socialdemocracia. Durante cuatro años, había defendido la guerra imperialista en nombre de la paz. Ahora, predicaba la guerra civil para... impedir la guerra civil. ¡Nadie quiere un baño de sangre!, proclamaba - ¡excepto Spartakusbund! (Liga Espartaco); ¡la Gran Guerra hizo verter demasiada sangre obrera!, pero ¡Espartaco quiere más!

Los medios de comunicación expandieron esas infames mentiras: Espartaco asesina, saquea, recluta a soldados para la contrarrevolución y colabora con la Entente, recibe oro de los capitalistas y prepara una dictadura. ¡El SPD acusaba a Espartaco de lo que estaba haciendo él!

La primera gran caza al hombre del siglo xx en una de las naciones industriales altamente "civilizadas" de Europa Occidental fue dirigida contra Espartaco. Y mientras que capitalistas y militares de alto rango, guardando el anonimato, ofrecían enormes recompensas para la liquidación de los dirigentes de Espartaco, el SPD llamaba abiertamente en la prensa del partido al asesinato de Karl Liebknecht y de Rosa Luxemburg. Contrariamente a sus nuevos amigos burgueses, en esta campaña, el SPD no sólo estaba animado por su instinto de clase (burgués) y por consideraciones estratégicas, sino también por un odio tan furibundo como el de los Cuerpos francos.

La burguesía no se dejó engañar por la impresión superficial y fugitiva del momento: Espartaco parecía ser un pequeño grupo, marginal. Pero sabía que en él palpitaba el corazón del proletariado y se preparó a darle su golpe mortal.

Diciembre de 1918: las primeras victorias del proletariado

La ofensiva contrarrevolucionaria comenzó el 6 de diciembre en Berlín: un ataque en tres direcciones. Una incursión tuvo lugar sobre el cuartel general de Rote Fahne (Bandera roja), el periódico de Spartacusbund. Otro grupo de soldados intentó detener a los jefes del órgano ejecutivo de los consejos obreros reunido en sesión. La intención de eliminar a los consejos como tales era clara. En la esquina de la calle, otro grupo de soldados llamaba servilmente a Ebert a que prohibiera el Consejo ejecutivo. Y se tendió una emboscada a una manifestación de Espartaco cerca del centro de la ciudad, en Chausseestrasse: 18 muertos, 30 heridos. El valor y la ingeniosidad del proletariado permitieron evitar un drama mayor. Mientras que los jefes del ejecutivo de los consejos conseguían discutir largamente con los soldados implicados en esa acción, un grupo de presos de guerra rusos, llegando por detrás a lo largo de la Friedrichstrasse, sorprendió y controló a mano desarmada los puestos de ametralladoras ([3]).

Al día siguiente, Karl Liebknecht escapó a un intento de secuestro y asesinato en los locales de Rote Fahne. Su sangre fría le permitió salvar la vida.

Estos actos provocaron las primeras manifestaciones gigantescas de solidaridad con Espartaco por parte del proletariado berlinés. A partir de entonces, todas las manifestaciones de Espartaco fueron armadas, acompañadas por camiones cargados con baterías de ametralladoras. También en el mismo momento, la gigantesca oleada de huelgas, que había estallado a finales de noviembre en las regiones de industria pesada de Alta Silesia y del Ruhr, se intensificó ante esas provocaciones.

El objetivo siguiente de la contrarrevolución era la Volksmarinedivision (División de la marina del pueblo) compuesta de marinos armados que habían ido desde los puertos de la costa hasta la capital para extender la revolución. Para las autoridades, su presencia era una provocación, sobre todo teniendo en cuenta que, desde entonces, la Volksmarinedivision ocupaba el Palacio de los "venerados" reyes de Prusia ([4]).

Esta vez, el SPD preparó el terreno más cuidadosamente. Esperó los resultados del Congreso nacional de los consejos que se pronunció a favor de entregar el poder al Gobierno socialdemócrata y de la convocatoria de una asamblea nacional. Una campaña mediática acusó a los marinos de latrocinios y saqueos. ¡Eran criminales, eran espartaquistas!

Por la mañana del 24 de diciembre, en vísperas de Navidad, el Gobierno dirigió un ultimátum a los 28 marinos que ocupaban el palacio y a los 80 que estaban en el Marstall (el arsenal) ([5]): rendición sin condiciones. La guarnición mal armada juró que lucharía hasta la muerte. A los diez minutos exactamente (ni siquiera dio tiempo para evacuar a mujeres y niños de los edificios), empezó el estruendo de la artillería, despertando a la ciudad.

"A pesar de toda la tenacidad de los marinos, no podía ser sino una batalla perdida puesto que estaban muy mal armados, fuera donde fuera la batalla. Pero se hizo en el centro de Berlín. Se sabe que, en las batallas, ríos, colinas y dificultades topográficas desempeñan un papel importante. En Berlín, las dificultades topográficas eran los seres humanos.

"Cuando los cañones empezaron a tronar, orgullosos y muy fuerte, los civiles salieron de su sueño y entendieron inmediatamente lo que decían los cañones" ([6]).

Contrariamente a Gran Bretaña o Francia, Alemania no era una monarquía centralizada desde hacía mucho tiempo. Contrariamente a Londres o París, Berlín no se había convertido en una metrópoli mundial desarrollada siguiendo un plan gubernamental. Como el valle del Ruhr, Berlín había crecido como un cáncer. Por eso los barrios gubernamentales acabaron estando cercados por tres lados por un "cinturón rojo" de gigantescos barrios obreros ([7]). Los obreros armados se precipitaron para defender a los marinos. Mujeres y niños de la clase obrera se interpusieron entre las ametralladoras y sus objetivos, armados con su solo valor, su humor y su capacidad de persuasión. Los soldados tiraron las armas y desarmaron a sus jefes.

Al día siguiente, la manifestación más masiva en la capital desde el 9 de noviembre tomó el centro ciudad - esta vez contra el SPD -, para defender la revolución. El mismo día, grupos de obreros ocuparon las oficinas del Vorwärts, el diario del SPD. No cabe duda de que esta acción fue el resultado espontáneo de la profunda indignación del proletariado. Durante décadas, el Vorwärts había sido el portavoz de la clase obrera - hasta que la dirección del SPD hizo que dejara de serlo durante la guerra mundial. Ahora se había vuelto el órgano más ignominioso y deshonesto de la contrarrevolución.

El SPD vio inmediatamente la posibilidad de explotar esta situación por otra provocación, comenzando por una campaña contra un supuesto "ataque contra la libertad de prensa". Pero los delegados revolucionarios, los Öbleute, fueron corriendo a la sede del Vorwärts para convencer a los que lo ocupaban de que, tácticamente, para evitar un enfrentamiento prematuro, sería prudente retirarse temporalmente (véase nota 26).

El año se terminó entonces por otra manifestación de determinación revolucionaria: el entierro de los 11 marinos asesinados en la batalla del Marstall. El mismo día, la izquierda del USPD rompió la coalición gubernamental con el SPD. Y, mientras que el Gobierno de Ebert estaba considerando la posible huida de la capital, empezaba el Congreso de fundación del KPD.

El caso Eichhorn y la segunda ocupación del Vorwärts

Los acontecimientos de diciembre de 1918 significaron que la revolución comenzaba a consolidarse en profundidad. La clase obrera ganó los primeros enfrentamientos de la nueva fase tanto por la audacia de sus reacciones como por la sabia prudencia de sus retiradas tácticas. El SPD, finalmente, había comenzado a revelar su carácter contrarrevolucionario ante el conjunto de la clase. Se reveló rápidamente que la estrategia burguesa de provocación era difícil de realizar e incluso peligrosa.

Entre la espada y la pared, la clase dominante sacó lecciones de aquellas primeras escaramuzas con una lucidez impresionante. Tomó conciencia de que apuntar directa y masivamente contra los símbolos y figuras con los que se identificaba la revolución - Espartaco, la dirección de los consejos obreros o la división de los marinos - podía resultar contraproducente al provocar la solidaridad del conjunto de la clase obrera. Era preferible atacar a figuras de segundo orden que solamente suscitarían el apoyo de una parte de la clase, lo que permitiría así dividir a los obreros de la capital y aislarlos del resto del país. Emil Eichhorn era una de esas figuras; pertenecía al ala izquierda del USPD. Un capricho del destino, una paradoja como las que ocurren en toda gran revolución, lo había hecho jefe de la policía de Berlín. En esta función, había comenzado a distribuir armas a las milicias trabajadoras. Era una provocación para la clase dominante. Atacar a ese hombre permitiría galvanizar las fuerzas de la contrarrevolución que seguían vacilando tras sus primeros reveses. Y, al mismo tiempo, ¡la defensa de un jefe de la policía no dejaba de ser una causa ambigua para movilizar a las fuerzas revolucionarias! Pero la contrarrevolución preparaba arteramente otra provocación rastrera, aun más ambigua y que contenía por lo menos tanto potencial para dividir a la clase obrera y hacerla vacilar. La dirección del SPD se había dado cuenta de que la breve ocupación de las oficinas del Vorwärts había chocado a los obreros socialdemócratas, cuya mayoría estaba avergonzada por el contenido de ese diario, pero su preocupación era otra: la del espectro de un conflicto militar entre obreros socialdemócratas y obreros comunistas - amenaza utilizada con creces por el SPD - que podría resultar de este tipo de acciones de ocupación. Esta inquietud pesaba tanto más - la dirección del SPD lo sabía - porque estaba motivada por una auténtica preocupación proletaria de defender la unidad de la clase.

Toda la máquina de la provocación se puso de nuevo en marcha.

Un torrente de mentiras: ¡Eichhorn es un corrupto, un criminal pagado por los rusos, está preparando un golpe contrarrevolucionario!

Un ultimátum: ¡Eichhorn debe dimitir inmediatamente o ser forzado a hacerlo!

El alarde de la fuerza bruta: Esta vez, se dispuso a 10 000 soldados en el centro de la ciudad, 80 000 más concentrados en las afueras. Ese dispositivo militar incluía las divisiones de élite muy disciplinadas del general Maercker, tropas de infantería, una "brigada de hierro" en la costa, las milicias de los barrios burgueses y los primeros Cuerpos francos. Pero también incluía la "Guardia republicana", milicia armada del SPD, e importantes destacamentos de las tropas que simpatizaban con la socialdemocracia.

La trampa estaba lista para cerrarse.

La trampa fatal de enero de 1919

Como preveía la burguesía, el ataque contra Eichhorn no movilizó a las tropas de la capital que simpatizaban con la revolución. Tampoco movilizó a los obreros de las regiones, que ni siquiera conocían el nombre de Eichhorn ([8]) .

En la nueva situación hubo sin embargo un componente que cogió a todo el mundo por sorpresa. Fue la reacción tan masiva e intensa del proletariado de Berlín. El domingo 5 de enero, 150 000 personas respondieron al llamamiento de los Öbleute a manifestar frente a la policía en la Alexanderplatz. Al día siguiente, más de medio millón de obreros dejaron sus herramientas y máquinas y tomaron el centro de la ciudad. Estaban dispuestos a luchar y a morir. Habían entendido inmediatamente que la verdadera cuestión no era Eichhorn, sino la defensa de la revolución.

Aunque desconcertada por el vigor de la respuesta, la contrarrevolución tuvo bastante sangre fría para proseguir sus planes. Los locales del Vorwärts fueron ocupados de nuevo, como también los de otras oficinas de prensa de la ciudad. Y, esta vez, fueron los agentes provocadores de la policía quienes tomaron esa iniciativa ([9]).

El joven KPD lanzó inmediatamente una advertencia a la joven clase obrera. En un volante y en artículos de primera plana de Rote Fahne, llamaba al proletariado a elegir nuevos delegados en sus consejos y a armarse pero, también, a tomar conciencia de que aún no había llegado el momento de la insurrección armada. Tal insurrección exigía una dirección centralizada en todo el país. Sólo podrían proporcionarla unos consejos obreros en los que predominaran los revolucionarios.

Por la mañana del 5 de enero, los jefes revolucionarios se reunieron para consultarse en el cuartel general de Eichhorn. Unos 70 Öbleute estaban presentes: en líneas generales, 80 % apoyaban a la izquierda del USPD, los demás al KPD. Los miembros del Comité central de la organización berlinesa del USPD estaban presentes, así como dos miembros del Comité central del KPD: Karl Liebknecht y Wilhelm Pieck.

Al empezar, los delegados de las organizaciones trabajadoras no estaban convencidos de la forma con la que había que replicar. Luego fue cambiando el ambiente, electrizado por los informes que iban llegando. Éstos se referían a las ocupaciones armadas en el barrio de la prensa y a la supuesta preparación de las diversas guarniciones para unirse a la insurrección armada. Liebknecht declaró entonces que en tales circunstancias, no solo era necesario rechazar el ataque contra Eichhorn sino también lanzar la insurrección armada.

Los testigos presenciales de aquella dramática reunión indican que la intervención de Liebknecht provocó un giro fatal. Durante toda la guerra, él había sido la brújula y la conciencia moral del proletariado alemán e incluso mundial. Ahora, en ese momento crucial de la revolución, perdía la cabeza y sus marcas. Y sobre todo dejaba el camino abierto a los Unabhängigen, los independientes, que seguían siendo la fuerza principal en aquel momento. Sin principios políticos claramente definidos, sin una perspectiva clara y a largo plazo y sin una confianza profunda en la causa del proletariado, esa corriente "independiente" estaba condenada a la vacilación constante bajo la presión de la situación inmediata y, por lo tanto, a la conciliación con la clase dominante. Y además, la otra cara de ese "centrismo" era su permanente necesidad de participar en cualquier "acción" aunque no correspondiera a las necesidades del momento, aunque sólo fuera para demostrar su propia determinación revolucionaria.

"El partido independiente no tenía programa político claro; y tampoco tenía la menor intención de derrocar al Gobierno Ebert-Scheidemann. En esta conferencia, las decisiones estaban en manos de los independientes. Y se vio claramente entonces que las figuras vacilantes que celebraban sesión en el Comité del partido de Berlín, esas figuras a las que ya en tiempo normal no les gustaba correr riesgos pero que querían sin embargo participar en todo, aparecieron como los más chillones, presentándose como los "más revolucionarios" del mundo" ([10]).

Según Richard Müller, hubo una especie de escalada entre los jefes del USPD y la delegación del KPD: "Ahora los independientes querían demostrar su valor y su seriedad, sobrepujando los objetivos propuestos por Liebknecht. ¿Liebknecht podía retenerse, frente al "ardor revolucionario" de aquellos "elementos que dudaban y vacilaban"? No era ése su carácter" (ídem).

No se escucharon las advertencias de los delegados de soldados que expresaron dudas sobre la preparación de las tropas para la lucha.

"Richard Müller se expresó de la manera más aguda contra el objetivo propuesto, la caída del Gobierno. Destacó que no existían ni las condiciones políticas ni las condiciones militares. El movimiento crecía día tras día en el país, por eso se alcanzarían muy rápidamente las condiciones políticas, militares y psicológicas. Una acción prematura y aislada en Berlín podría poner en entredicho esa evolución posterior. Con muchas dificultades logró expresar ese rechazo ante objeciones que venían de todas partes.

"Pieck, como representante del Comité central del KPD, se expresó enérgicamente contra Richard Müller y pidió, en términos muy precisos, un voto inmediato y que se entablara la lucha" ([11]).

Se sometieron a votación y se adoptaron tres decisiones principales. El llamamiento a la huelga general se adoptó por unanimidad. Las otras dos decisiones, el llamamiento a derrocar el Gobierno y proseguir la ocupación de las oficinas de prensa, fueron adoptadas por una amplia mayoría pero con seis votos en contra ([12]).

Se constituyó entonces un Comité provisional de acción revolucionaria, compuesto de 53 miembros y tres Presidentes: Liebknecht, Ledebour et Scholze.

El proletariado había caído en la trampa.

La semana llamada "de Espartaco"

Ocurrió entonces lo que habría de ser "la semana sangrienta" de Berlín. La burguesía la llamó "la semana Espartaco", en la que, según ella, "unos héroes de la libertad y de la democracia" hicieron fracasar un "golpe comunista". El destino de la revolución mundial se jugó en gran parte entonces, del 5 al 12 de enero de 1919.

La mañana que siguió la constitución del Comité revolucionario, la huelga era casi total en la ciudad. Un número de obreros aún mayor que la víspera tomó el centro de la ciudad, muchos de entre ellos estaban armados. Pero al mediodía, todas las esperanzas de un apoyo activo de las guarniciones se habían evaporado. Incluso la división de los marinos, leyenda viva, se declaró neutral, deteniendo incluso a su propio delegado, Dorrenbach, por considerar irresponsable su participación en el llamamiento a la insurrección. Esa misma tarde, la misma Volksmarinedivision hizo salir al Comité revolucionario del Marstall dónde se había refugiado. ¡De la misma forma, se neutralizaron o incluso se ignoraron las medidas concretas para expulsar al gobierno, puesto que era evidente que ninguna fuerza armada las apoyaba! ([13])

Todo el día estuvieron las masas en las calles, esperando instrucciones de sus dirigentes. Pero éstas no llegaban. El arte de realizar con éxito las acciones de masas estriba en saber concentrar y orientar la energía hacia un objetivo que vaya más allá de la situación inicial, que haga avanzar el movimiento general, que dé a sus participantes el sentimiento de éxito y de fuerza colectivo. En la situación de entonces, no bastaba la simple repetición de la huelga y las manifestaciones masivas de los días anteriores. Un paso adelante habría sido, por ejemplo, poner cerco a los cuarteles y hacer propaganda para ganarse a los soldados para la nueva etapa de la revolución, desarmar a los oficiales y jefes, comenzar a armar más ampliamente a los obreros mismos ([14]). Pero el Comité revolucionario autoproclamado no propuso esas medidas, porque ya había lanzado una serie de acciones más radicales pero desgraciadamente irrealistas. Tras haber llamado a nada menos que la insurrección armada, unas medidas más concretas, por poco espectaculares que fueran, habrían aparecido como un revés, una espera decepcionante, un retroceso. El Comité, y el proletariado con él, estaban encerrados en un radicalismo erróneo y vacío.

La dirección del KPD se quedó espantada cuando recibió las noticias de la propuesta de insurrección. Rosa Luxemburg y Leo Jogiches en particular acusaron a Liebknecht y Pieck de haber dejado de lado no sólo las decisiones del Congreso del partido sino el propio programa del partido ([15]).

Pero no se podían deshacer esos errores y, como tales, (aún) no era el momento de ocuparse de ellos. El curso de los acontecimientos puso el partido ante un terrible dilema: ¿cómo sacar el proletariado de la trampa donde ya estaba metido?

Esta tarea era mucho más difícil que la que realizaron los bolcheviques durante los famosos "días de Julio" del 17 en Rusia, cuando el partido logró ayudar a la clase obrera a evitar la trampa de un choque militar prematuro.

La respuesta asombrosa, paradójica, que dio el partido, bajo el impulso de Rosa Luxemburg, fue la siguiente: el KPD, opositor más determinado a una revolución armada hasta ahora, debía pasar a ser su protagonista más entusiasta. Por una simple razón: tomar el poder en Berlín era el único medio de impedir la masacre sangrienta que se estaba haciendo inminente, de impedir la decapitación del proletariado alemán. Una vez solucionado ese problema, el proletariado de Berlín podría dedicarse a resistir o retroceder en buen orden hasta que la revolución estuviera madura en el país entero.

Karl Radek, emisario del partido ruso, escondido en Berlín, propuso una orientación alternativa: retirada inmediata guardando las armas pero, si fuera necesario, devolviéndolas. Pero resulta que la clase en su conjunto no tenía armas todavía. El problema era que un "golpe" comunista "no democrático" le daba al Gobierno el pretexto que necesitaba para imponer un baño de sangre. Ningún retroceso de los combatientes podía deshacer eso.

La acción que había propuesto Rosa Luxemburg se basaba en que la relación de fuerzas militar en la capital no era desfavorable al proletariado. Y, realmente, aunque el 6 de enero destruyó las esperanzas que el Comité revolucionario había puesto en "sus" tropas, resultó rápidamente claro que la contrarrevolución también había calculado mal. La Guardia republicana y las tropas que simpatizaban con el SPD se negaban ahora a utilizar la fuerza contra los obreros revolucionarios. En sus actas de los acontecimientos, el revolucionario Richard Müller y el contrarrevolucionario Gustav Noske confirmaron ambos posteriormente la exactitud del análisis de Rosa Luxemburg: desde el punto de vista militar, la relación de fuerzas a principios de la semana estaba a favor del proletariado.

Pero la cuestión decisiva no era la relación de fuerzas militar sino la relación de fuerzas política. Y ésta iba contra el proletariado por la sencilla razón de que la dirección del movimiento estaba todavía en manos de los "centristas", de los elementos vacilantes, y todavía no en las de los revolucionarios consecuentes. Según "el arte de la insurrección" marxista, la insurrección armada es la última etapa del proceso de reforzamiento de la revolución, barriendo las últimas posiciones de resistencia.

Tomando conciencia de la trampa en la que se había metido, el Comité provisional, en vez de armar al proletariado, comenzó a negociar con ese Gobierno que acababa de declarar caduco y sin siquiera saber lo que quería negociar. Ante esta actitud del Comité, el KPD obligó a Liebknecht y a Pieck a dimitir el 10 de enero. Pero el mal estaba hecho. La política de conciliación paralizó al proletariado, haciendo remontar a la superficie todas sus dudas y vacilaciones. Los obreros de toda una serie de fábricas importantes hicieron declaraciones que condenaban al SPD pero también a Liebknecht y a los espartaquistas, llamando a la reconciliación de los "partidos socialistas".

En aquel momento en que la contrarrevolución se tambaleaba acudió en su auxilio el socialdemócrata Noske. "Es necesario que alguien desempeñe el papel de perro sangriento. No me asusta esa responsabilidad", declaró. Tras pretender "negociar" para ganar tiempo, el SPD convocó abiertamente a oficiales, estudiantes y milicias burguesas para ahogar la resistencia obrera en la sangre. Con un proletariado dividido y desmoralizado, la vía estaba ahora abierta al terror blanco más salvaje. Entre las atrocidades cometidas están el bombardeo de edificios por la artillería, el asesinato de los presos e incluso de los delegados que acudían a negociar, el linchamiento de obreros y también de soldados que habían apoyado a los revolucionarios, la persecución de mujeres y niños en los barrios obreros, la profanación de los cadáveres y también la caza sistemática y el asesinato de revolucionarios como Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht. Volveremos de nuevo sobre el carácter y el significado de ese terror en el último artículo de esta serie.

La huelga de masas revolucionaria, enero-marzo de 1919

En un famoso artículo publicado en Rote Fahne el 27 de noviembre de 1918, "el Aqueronte se ha puesto en movimiento", Rosa Luxemburg anunciaba el principio de una nueva fase de la revolución: la de la huelga de masas. Eso iba a confirmarse con rapidez y una claridad meridiana. La situación material de la población no se había mejorado con el final de la guerra, al contrario. La inflación, los despidos, el desempleo masivo, el trabajo precario y la baja de los salarios reales provocaron más miseria todavía para millones de obreros, de funcionarios y también para amplias capas de las clases medias. Cada vez más, la miseria material y también la amarga decepción con respecto a los resultados de la revolución de noviembre impulsaban a las masas a defenderse. Los estómagos vacíos eran un poderoso argumento contra los supuestos beneficios de la nueva democracia burguesa. Olas de huelgas sucesivas recorrieron el país, sobre todo durante el primer trimestre de 1919. Alejados de los centros tradicionales del movimiento socialista organizado como Berlín, los puertos de mar o los sectores de ingeniería civil y alta tecnología ([16]), amplios sectores del proletariado con menos experiencia política, se implicaron en el proceso revolucionario. Incluían a aquellos a los que Rosa Luxemburg llamaba, en su folleto sobre la huelga de masas, "la masa de los ilotas". Eran sectores especialmente oprimidos de la clase obrera que no se habían beneficiado de ninguna educación socialista y que, por lo tanto, eran a menudo considerados con desprecio por los funcionarios de la socialdemocracia y los sindicatos antes de la guerra. Rosa Luxemburg predijo que desempeñarían un papel importante en la lucha futura por el socialismo.

Y ahora ahí estaban. Por ejemplo, millones de mineros, siderúrgicos, obreros de la industria textil de las regiones industriales del Bajo Rin y Westfalia ([17]). Ahí las luchas obreras defensivas se enfrentaron inmediatamente con la alianza brutal de la patronal, los guardias armados de sus fábricas, los sindicatos y los Cuerpos francos. A partir de esos primeros choques se cristalizaron dos reivindicaciones principales del movimiento de huelga, formuladas en la conferencia de los delegados de toda la región a principios de febrero en Essen: ¡todo el poder a los consejos de obreros y soldados! ¡Socialización de las fábricas y las minas! La situación se agudizó cuando los militares intentaron desarmar y desmantelar los consejos de soldados y mandaron 30 000 miembros de los Cuerpos francos a ocupar el Ruhr. El 14 de febrero, los consejos de obreros y soldados llamaron a la huelga general y a la resistencia armada. La determinación y la movilización de los obreros eran tan grandes que el ejército blanco mercenario ni siquiera hizo el menor amago de atacar. La indignación contra el SPD que apoyaba abiertamente a los militares y denunciaba la huelga fue indescriptible. El 25 de febrero, les consejos - apoyados par los delegados comunistas - decidieron acabar la huelga. Los dirigentes temían que los obreros inundasen las minas o atacasen a los obreros socialdemócratas ([18]). En realidad, los obreros mostraron un alto grado de disciplina y una amplia minoría respetó la llamada a la vuelta al trabajo - aunque no estuviesen de acuerdo con esta decisión. ¡Y fue, por desgracia, precisamente entonces cuando la huelga comenzaba en Alemania central!

Una segunda huelga de masas gigantesca estalló a finales de marzo y duró varias semanas a pesar de la represión de los Cuerpos francos.

"Todo indicó claramente que el Partido socialdemócrata y los dirigentes sindicales habían perdido su influencia sobre las masas. La potencia del movimiento revolucionario de los meses de febrero y marzo no estaba en la posesión ni en la utilización de las armas, sino en la posibilidad de retirar al Gobierno socialista burgués su fundamento económico, paralizando las áreas más importantes de producción. (...) Ni la enorme movilización militar, ni el armamento de la burguesía ni la brutalidad de la soldadesca pudieron quebrar esa fuerza, no pudieron forzar a los obreros en huelga a volver al trabajo" ([19]).

El segundo gran centro de la huelga de masas fue la región llamada Alemania central (Mitteldeutschland) ([20]). El movimiento de huelgas estalló allí a mediados de febrero, no solamente como respuesta al empobrecimiento y a la represión, sino también en solidaridad con las víctimas de la represión en Berlín y con las huelgas del Rin y del Ruhr. Como en la región precedente, el movimiento sacó sus fuerzas gracias a la dirección que se dio en los consejos de obreros y soldados en los que los socialdemócratas perdieron rápidamente su influencia.

Pero mientras que en la región del Ruhr, los obreros de la industria pesada formaban la parte fundamental de las tropas, aquí el movimiento incorporó no solo a los mineros, sino a casi todas las profesiones y ramas industriales. Por primera vez desde el principio de la revolución, los ferroviarios se unieron al movimiento. Esto tenía una importancia especial. Una de las primeras medidas del gobierno de Ebert a finales de la guerra fue aumentar sustancialmente el sueldo de los ferroviarios. La burguesía necesitaba "neutralizar" ese sector para poder transportar a sus brigadas contrarrevolucionarias por toda Alemania. Ahora, por primera vez, esta posibilidad estaba comprometida.

También significativo fue que los soldados de las guarniciones salieran a apoyar a los huelguistas. La Asamblea nacional, que había huido de los obreros de Berlín, se desplazó a Weimar para celebrar su sesión parlamentaria constitutiva. Llegó justo en medio de una lucha de clases aguda y de soldados hostiles, debiendo reunirse detrás de un batería protectora de artillería y de ametralladoras ([21]).

La ocupación selectiva de las ciudades por los Cuerpos francos provocó batallas callejeras en Halle, Merseburg y Zeitz, explosiones de unas masas "furiosas hasta la locura" como lo escribió Richard Müller. Como en el Ruhr, aquellas acciones militares no lograron romper el movimiento de huelgas.

El llamamiento de los delegados de fábricas a la huelga general para el 24 de febrero iba a revelar otro proceso muy significativo. Los delegados apoyaron ese llamamiento unánimemente, incluidos los del SPD. En otros términos, la socialdemocracia perdía el control incluso de sus propios miembros.

"Desde el principio, la huelga se extendió al máximo. Ya no era posible una mayor intensidad, sino mediante la insurrección armada algo que los huelguistas rechazaban y parecía injustificado. El único medio de hacer la huelga más eficaz estaba en manos de los obreros de Berlín ([22])".

Por ello los obreros pidieron al proletariado de Berlín que se uniera, que dirigiera en realidad, el movimiento que abarcaba el centro de Alemania, el Rin y el Ruhr.

Y los obreros de Berlín respondieron lo mejor que pudieron, a pesar de la derrota que acababan de sufrir. El centro de gravedad había pasado de la calle a las asambleas masivas. Los debates que animaban a fábricas, oficinas y cuarteles debilitaban continuamente la influencia del SPD, reduciéndose el número de sus delegados en los consejos obreros. Los intentos del partido de Noske para desarmar a los soldados y liquidar sus organizaciones no hicieron más que acelerar ese proceso. Una asamblea general de los consejos obreros en Berlín el 28 de febrero llamó a todo el proletariado a defender sus organizaciones y prepararse a la lucha. Los propios delegados del SPD hicieron fracasar el intento de impedir esta resolución por parte de ese partido.

La asamblea reeligió a su Comité de acción. El SPD perdió la mayoría. En la elección siguiente del Comité, el KPD tuvo casi tantos delegados como el SPD; en los consejos en Berlín, el curso se orientaba a favor de la revolución ([23]).

Tomando conciencia de que el proletariado no podría vencer sino dirigido por una organización unida y centralizada, comenzó la agitación de masas para la reelección de los consejos de obreros y soldados en todo el país y a favor de la celebración de un nuevo congreso nacional de los consejos. A pesar de la oposición histérica del Gobierno y del SPD a esta propuesta, los consejos de soldados empezaron a declararse a favor de esa propuesta. Plenamente conscientes de las dificultades prácticas para aplicar esos proyectos, los socialdemócratas optaron por dar largas y dejar pasar el tiempo.

Pero el movimiento en Berlín se enfrentaba a otro problema muy urgente: la llamada de apoyo por parte de los obreros de Alemania central. La asamblea general de los consejos obreros de Berlín se reunió el 3 de marzo para decidir sobre ese problema. El SPD, sabiendo que la pesadilla de la semana sangrienta de enero seguía atormentando al proletariado de la capital, estaba determinado a impedir una huelga general. Y en realidad, los obreros vacilaron en un primer tiempo. Gracias a su agitación para aportar la solidaridad a la Alemania central, los revolucionarios invirtieron poco a poco las cosas. Mandaron delegaciones de todas las fábricas principales de la ciudad a la asamblea de los consejos para informarle de que las asambleas en las factorías y tajos ya habían decidido cesar el trabajo. Resultaba claro que comunistas e independientes de izquierda tenían la mayoría de los obreros detrás de ellos.

La huelga fue casi total también en Berlín. Sólo trabajaban las fábricas designadas por los consejos obreros para hacerlo (bomberos, proveedores de agua, electricidad y gas, salud, producción alimenticia). El SPD - y su portavoz el Vorwärts - denunció inmediatamente la huelga, requiriendo a los delegados miembros del partido a que hicieran lo mismo. Y éstos se pronunciaron entonces en contra de la posición de su propio partido. Además, los impresores, que siempre habían estado fuertemente influidos por la socialdemocracia y habían sido una de las pocas profesiones que no se habían incorporado al frente huelguista, se unieron entonces a él para protestar contra la actitud del SPD. Así fue como se redujo en gran parte al silencio la campaña de odio.

Pero el traumatismo de enero resultó fatal a pesar de todas esas señales de maduración. La huelga general en Berlín llegó demasiado tarde, cuando estaba acabándose en Alemania central. Peor aun, los comunistas, traumatizados por la derrota de enero, se negaron a participar en la dirección de la huelga junto con los socialdemócratas. La unidad del frente de la huelga empezó a agotarse, se extendieron la división y la desmoralización.

Era el momento para los Cuerpos francos de invadir Berlín. Sacando las lecciones de los acontecimientos de enero, los obreros se reunieron en las fábricas y no en la calle. Pero en lugar de atacar inmediatamente a los obreros, los Cuerpos francos atacaron en primer lugar las guarniciones y los consejos de soldados, primero contra los regimientos que habían participado en la represión de los obreros en enero, o sea, contra los que gozaban de menos simpatía entre los trabajadores. Luego se volvieron contra el proletariado. Como en enero, hubo ejecuciones sumarias en las calles, fueron asesinados revolucionarios (entre ellos Leo Jogiches); los cadáveres se tiraban al río. Esta vez, el terror blanco fue todavía más salvaje que en enero y ascendió a más de 1000 muertos. El barrio obrero de Lichtenberg, al este del centro de la ciudad, fue bombardeado por la aviación.

Sobre las luchas de enero-marzo, Richard Müller escribe: "Fue el levantamiento más gigantesco del proletariado alemán, de los obreros, empleados, funcionarios e incluso de partes de las clases medias pequeño-burguesas, a una escala desconocida hasta entonces y que no será alcanzada después, sino una sola vez, durante el golpe de Kapp. Las masas populares estaban en huelga general no solo en las regiones de Alemania en las cuales nos centramos, sino en Sajonia, Bade, Baviera; por todas partes, las olas de la revolución socialista asaltaban los muros de la producción capitalista y de la propiedad. Las masas trabajadoras avanzaban a grandes pasos por el camino que continuaba la transformación política de noviembre de 1918" ([24]).

Sin embargo, "el curso tomado por los acontecimientos de enero seguía siendo un lastre que pesaba sobre el movimiento revolucionario. Su comienzo absurdo y sus consecuencias trágicas habían quebrado a los obreros de Berlín y se necesitaron semanas de trabajo obstinado para que fueran capaces de entrar de nuevo en lucha. Si el golpe de enero no se hubiese intentado, el proletariado de Berlín habría podido ayudar a tiempo a los combatientes del Rin, Westfalia y Alemania central. La revolución habría continuado y la nueva Alemania tendría un aspecto económico y político muy diferente" ([25]).

¿Habría podido triunfar la revolución?

La incapacidad del proletariado mundial para impedir la Primera Guerra mundial había creado condiciones difíciles para la victoria de la revolución. En comparación con una revolución que replicara fundamentalmente a una crisis económica, una revolución contra la guerra mundial acarrea inconvenientes considerables. En primer lugar, la guerra había matado o herido a millones de obreros; muchos de ellos eran socialistas experimentados con una conciencia de clase. En segundo lugar, la burguesía puede acabar la guerra si ve que su continuación amenaza su sistema, cosa imposible con la crisis económica. Eso es lo que ocurrió en 1918. Eso creó divisiones entre los obreros de cada país, entre los que se satisfacían con el fin de las hostilidades y los que consideraban que solo el socialismo podía solucionar el problema. En tercer lugar, el proletariado internacional estaba dividido, para empezar por la propia guerra, y después entre obreros de los países "vencidos" y los de los países "vencedores". No es ninguna casualidad si una situación revolucionaria se desarrolló en los países donde la guerra estaba perdida (Rusia, Austria-Hungría, Alemania) y no en los países de la Entente (Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos).

¿Pero quiere decir eso que, en aquellas circunstancias, un triunfo de la revolución proletaria era imposible desde el principio? Recordemos que éste fue uno de los principales argumentos formulados por la socialdemocracia para justificar su papel contrarrevolucionario. Pero en realidad, distaba mucho de ser así.

En primer lugar, aunque la "Gran Guerra" diezmó físicamente y debilitó psicológicamente al proletariado, eso no impidió que la clase obrera se lanzara con fuerza al asalto contra el capitalismo. La matanza que se le impuso era inmensa, pero menos que la infligida más tarde por la Segunda Guerra mundial; y no hay comparación posible con la que provocaría una tercera guerra mundial con armas termonucleares.

En segundo lugar, aunque la burguesía hubiera podido poner fin a la guerra, eso no significa que pudiera eliminar sus consecuencias materiales y políticas, o sea el agotamiento del aparato productivo, la desorganización de la economía y la sobreexplotación de la clase obrera en Europa. En los países vencidos en particular, el fin de la guerra no permitió una restauración rápida del nivel de vida de anteguerra para las masas de la población. Al contrario. Aunque la reivindicación de la "socialización de la industria" haya contenido el peligro de desviar a la clase obrera de la lucha por el poder hacia una especie de proyecto autogestionario que apoyaban anarquistas y anarcosindicalistas, la fuerza principal de esa reivindicación en 1919 en Alemania era la preocupación de la supervivencia física del proletariado. Los obreros, cada vez más convencidos de la incapacidad del capitalismo para producir los suficientes bienes alimenticios, de carbón y demás, a precios accesibles para que la población pudiera pasar el invierno, empezaron a darse cuenta de que una fuerza de trabajo insuficientemente alimentada y agotada, amenazada por epidemias e infecciones, debía hacerse cargo del problema antes de que fuera demasiado tarde.

En este sentido, las luchas que se habían desarrollado contra la guerra no se terminaron con la propia guerra. Además, el impacto de la guerra en la conciencia de clase era profundo. Con la guerra moderna había desaparecido por completo toda imagen de heroísmo.

En tercer lugar, tampoco era insuperable la brecha entre obreros de los países "vencedores" y "vencidos". En Gran Bretaña en particular, hubo fuertes movimientos de clase tanto durante como al final de la guerra. El aspecto más sorprendente de 1919, "año de la revolución" en Europa central, fue la ausencia relativa del proletariado francés. ¿Dónde estaba esta parte de la clase que, desde 1848 hasta la Comuna de París de 1871, había sido la vanguardia de la insurrección proletaria? En cierta medida, fue contaminado por el frenesí chovinista de la burguesía que prometía a "sus" obreros una nueva era de prosperidad gracias a las reparaciones que iba a imponer a Alemania. ¿No había antídoto a ese veneno nacionalista? Sí, había uno. La victoria del proletariado alemán habría sido ese antídoto.

En 1919, Alemania era la bisagra indispensable entre la revolución al Este y la adormecida conciencia de clase al Oeste. La clase obrera europea de 1919 se había educado en el socialismo. Su convicción sobre la necesidad y la posibilidad del socialismo aún no estaba socavada por la contrarrevolución estalinista. La victoria de la revolución en Alemania habría socavado las ilusiones sobre la posibilidad de un retorno a la aparente "estabilidad" del mundo de anteguerra. La reanudación por el proletariado alemán con su papel dirigente en la lucha de clase habría reforzado enormemente la confianza en el futuro del socialismo.

¿Pero era una posibilidad realista la victoria de la revolución en Alemania? La revolución de noviembre reveló la fuerza y el heroísmo de la clase, pero también sus enormes ilusiones, sus confusiones y vacilaciones. Sin embargo, había ocurrido lo mismo en febrero de 1917 en Rusia. Durante los meses que siguieron a febrero, el curso de la Revolución rusa reveló la maduración progresiva del inmenso potencial que condujo a la victoria de Octubre. En Alemania, a partir de noviembre de 1918 - a pesar del final de la guerra - se aprecia una maduración muy similar. Durante el primer trimestre de 1919, ya hemos visto el desarrollo de la huelga de masas, la entrada de toda la clase obrera en la lucha, el papel creciente de los consejos obreros y, en ellos, de los revolucionarios, los primeros esfuerzos por crear una organización y una dirección centralizada del movimiento, el descubrimiento progresivo del papel contrarrevolucionario del SPD y de los sindicatos así como los límites de la eficacia de la represión estatal.

Durante 1919, fueron aniquilados levantamientos locales y "Repúblicas de consejos" en ciudades costeras, en Baviera y en otros lugares. Estos episodios rebosan de ejemplos del heroísmo del proletariado y de lecciones amargas para el futuro. No fueron, sin embargo, decisivos para el desenlace de la revolución en Alemania. No eran los centros determinantes. Éstos eran en primer lugar la enorme concentración industrial de lo que es hoy la región Rin-Westfalia. Para la burguesía, esta región estaba poblada por una especie humana lúgubre que vivía en una especie de submundo, que nunca veía la luz del día, que vivía más allá de las fronteras de la civilización. La burguesía se horrorizó cuando vio a aquel inmenso ejército gris de ciudades tentaculares, donde nunca brillaba el sol y donde la nieve caía negra, salir de las minas y los altos hornos. Horrorizada, todavía más horrorizada cuando supo la inteligencia, el calor humano, el sentido de la disciplina y de la solidaridad de aquel ejército que no era ya la carne de cañón de las guerras imperialistas sino el protagonista de su propia guerra de clase.

Ni en 1919, ni en 1920, la brutalidad combinada de los militares y Cuerpos francos fue capaz de aplastar a aquel enemigo en su propio terreno. No fue vencido hasta que, tras haber triunfando contra el golpe de Kapp en 1920, los obreros cometieron el error de mandar su "Ejército Rojo del Ruhr" fuera de las ciudades y de las minas para librar una batalla convencional. Y después le tocó el turno a la Alemania central con su veterana clase obrera, altamente cualificada, inmersa en la tradición socialista ([26]). Antes y durante la guerra, allí se establecieron industrias muy modernas como la química, la aviación, atrayendo a decenas de miles de jóvenes obreros inexpertos pero radicales, combativos, con un gran sentido de la solidaridad. Este sector también iba a comprometerse en las luchas masivas de 1920 (Kapp) y 1921 (Acción de marzo).

Pero si el Rin, el Ruhr y Alemania central eran los pulmones, el corazón y el tubo digestivo de la revolución, Berlín era el cerebro. Tercera ciudad del mundo por su tamaño (después de Nueva York y Londres), Berlín era en aquel entonces el "Silicón Valley" de Europa. La base de su desarrollo económico residía en la ingeniosidad de la fuerza de trabajo, altamente cualificada. Ésta tenía una vieja educación socialista y estaba en el centro del proceso de formación del partido de clase.

En el primer trimestre de 1919, la toma del poder no estaba todavía al orden del día. La tarea era todavía ganar tiempo para que la revolución madurase en el conjunto de la clase, evitando así una derrota decisiva. El tiempo, en ese momento crucial, jugaba a favor del proletariado. La conciencia de clase se profundizaba. El proletariado luchaba para crear los órganos necesarios para su victoria, el partido y los consejos. Los principales batallones de la clase se incorporaban a la lucha.

Pero con la derrota de enero de 1919 en Berlín el factor tiempo cambió de campo, pasando a favor de la burguesía. La derrota de Berlín ocurrió en dos tiempos: enero y marzo-abril de 1919. Pero enero fue determinante, ya que no solo fue una derrota física sino también una derrota moral. La unificación de los sectores decisivos de la clase en la huelga de masas constituía la fuerza capaz de desbaratar la estrategia de la contrarrevolución y abrir la vía hacia la insurrección. Pero este proceso de unificación - similar al que ocurrió en Rusia a finales del verano de 1917 frente al golpe de Kornilov - dependía sobre todo de dos factores: el partido de clase y los obreros de la capital. La estrategia de la burguesía, consistente en infligir preventivamente lesiones serias a esos elementos decisivos, fue un éxito. El fracaso de la revolución en Alemania frente a sus propias "jornadas de Kornilov" fue, ante todo, el resultado de su fracaso ante la versión alemana de los "días de julio" ([27]).

La diferencia más sorprendente con Rusia es la ausencia de un partido revolucionario capaz de formular y defender una política lúcida y coherente frente a las tempestades inevitables de la revolución y las divergencias en sus filas. Como lo escribimos en el artículo anterior, la revolución pudo triunfar en Rusia sin que previamente se hubiera constituido un partido de clase mundial, pero no en Alemania.

Por eso hemos dedicado un artículo específico de esta serie al Congreso de fundación del KPD. El Congreso trató muchas cuestiones, pero no las cuestiones candentes del momento. Aunque formalmente adoptara el análisis de la situación presentado por Rosa Luxemburg, demasiados delegados subestimaban en realidad al enemigo de clase. Sin dejar de insistir constantemente en el papel de las masas, su visión de la revolución seguía estando influida por los ejemplos de las revoluciones burguesas. Para la burguesía, la toma del poder es el último acto de su ascenso al poder, preparado desde mucho tiempo antes por el auge de su poder económico. El proletariado, al no poder acumular la menor riqueza porque es una clase explotada, sin propiedad, debe preparar su victoria por otros medios. Debe acumular la conciencia, la experiencia, la organización. Debe ser activo y aprender a tomar su destino en sus propias manos ([28]).

El desarrollo de una revolución

El método de producción capitalista determina el carácter de la revolución proletaria. La revolución proletaria revela el secreto del modo de producción capitalista. Al ir pasando por las etapas de la cooperación, de la manufactura y de la industrialización, el capitalismo ha ido desarrollando las fuerzas productivas, condición necesaria para la instauración de una sociedad sin clases. Lo hace estableciendo el trabajo asociado. El "trabajador colectivo", creador de la riqueza, está sometido a las relaciones de propiedad capitalistas por la apropiación privada, competitiva y anárquica de los frutos del trabajo asociado. La revolución proletaria suprime la propiedad privada, permitiendo al nuevo modo de apropiación estar en acuerdo con el carácter asociado de la producción. Bajo el imperio del capital, el proletariado desde su origen ha creado las condiciones de su propia liberación. Pero los sepultureros de la sociedad capitalista sólo pueden cumplir su misión histórica si la propia revolución proletaria es el producto del "trabajador colectivo", de los obreros del mundo actuando, por así decirlo, como una única persona. El carácter colectivo del trabajo asalariado debe pasar a ser la asociación colectiva consciente de lucha.

Reunir a la vez en la lucha al conjunto de la clase y sus minorías revolucionarias lleva tiempo. En Rusia, eso tomó una docena de años, desde la lucha por "un nuevo tipo de partido de clase" en 1903, pasando por la huelga de masas de 1905-1906 y la víspera de la Primera Guerra mundial hasta las apasionantes jornadas de 1917. En Alemania y en el conjunto de los países occidentales, el contexto de guerra mundial y la brutal aceleración de la historia que significó, dieron poco tiempo a esa necesaria maduración. La inteligencia y la determinación de la burguesía después del Armisticio de 1918 redujeron aún más el tiempo necesario para ello.

Hemos hablado varias veces, en esta serie de artículos, del golpe a la confianza en sí misma de la clase obrera y de su vanguardia revolucionaria que causó el naufragio de la Internacional socialista ante el estallido de la guerra. ¿Qué queríamos decir?

La sociedad burguesa concibe la cuestión de la confianza en sí desde el punto de vista del individuo y sus capacidades. Esta concepción olvida que la humanidad, más que cualquier otra especie conocida, depende de la sociedad para sobrevivir y desarrollarse. Todavía es más verdad para el proletariado, el trabajo asociado, que produce y lucha no individual sino colectivamente, y que no hace surgir individuos revolucionarios sino organizaciones revolucionarias. La impotencia del obrero individual - mucho más extremo que la del capitalista o incluso del pequeño propietario individual - se trastoca en la lucha revelándose la fuerza oculta de esta clase. Su dependencia respecto al colectivo prefigura el carácter de la futura sociedad comunista en la cual la afirmación consciente de la comunidad permitirá por primera vez el pleno desarrollo de la individualidad. La confianza en sí del individuo presupone la confianza de sus partes en el todo, la confianza mutua de los miembros de la comunidad de lucha.

Dicho de otra forma, solo forjando una unidad en la lucha puede la clase obrera desarrollar el valor y la confianza necesarios para su victoria. Sus herramientas teóricas y de análisis no pueden afilarse suficientemente sino es de manera colectiva. Los errores de los delegados del KPD en el momento decisivo en Berlín eran en realidad el producto de una madurez aún insuficiente de esta fuerza colectiva del joven partido de clase en su conjunto.

Nuestra insistencia sobre el carácter colectivo de la lucha proletaria no niega en modo alguno el papel del individuo en la historia. Trotski, en su Historia de la Revolución rusa, escribió que sin Lenin, los bolcheviques en octubre de 1917 habrían comprendido quizás demasiado tarde que había llegado el momento de la insurrección. El partido casi falló "su cita de la historia". Si el KPD hubiese mandado, la noche del 5 de enero, a Rosa Luxemburg y Leo Jogishes - sus analizadores más claros - en vez de a Karl Liebknecht y Wilhelm Pieck, a la reunión en el cuartel general de Emil Eichhorn, la salida histórica hubiera podido ser diferente.

No negamos la importancia de Lenin o de Rosa Luxemburg en las luchas revolucionarias de aquel entonces. Lo que rechazamos es la idea de que su papel se debería sobre todo a su inteligencia personal. Su importancia se debe sobre todo a su capacidad para ser colectivos, para concentrar y devolver como un prisma toda la luz irradiada por la clase y el partido en su conjunto. El papel trágico de Rosa Luxemburg en la revolución alemana, su influencia limitada en el partido en el momento decisivo se debió a que personificaba la experiencia viva del movimiento internacional en un momento en que el movimiento en Alemania seguía sufriendo de su aislamiento del resto del proletariado mundial.

Queremos insistir en que la historia es un proceso abierto y que la derrota de la primera ola revolucionaria no era una conclusión inevitable. No tenemos la intención de contar la historia de "lo que hubiera podido ser". No hay vuelta atrás en la historia, sino marcha hacia adelante. Con la distancia, el curso seguido por la historia siempre parece "inevitable". Pero ahí olvidamos que la determinación - o su ausencia - del proletariado, su capacidad para sacar conclusiones - o la ausencia de esta capacidad - forman parte de la ecuación. Dicho de otra forma, lo que se hace "inevitable" también depende de nosotros. Nuestros esfuerzos activos hacia un objetivo consciente son un componente activo de la ecuación de la historia.

En el próximo y último artículo de esta serie, examinaremos las inmensas consecuencias de la derrota de la revolución alemana y la validez de estos acontecimientos para hoy y mañana.

Steinklopfer


[1]) La "Triple Entente" era la coalición de Gran Bretaña, Francia y Rusia, a la que se añadieron los Estados Unidos al final de la guerra.

[2]) Esa alianza entre militares y el SPD, decisiva para el triunfo de la contrarrevolución, no hubiese sido posible sin el apoyo de la burguesía británica. Destruir la potencia de la casta militar prusiana era uno de los objetivos de guerra de Londres, pero se abandonó este objetivo para no debilitar las fuerzas de la reacción. En este sentido, no resulta exagerado decir que la alianza entre las burguesías alemana y británica fueron el pilar de la contrarrevolución internacional de aquel entonces. Volveremos sobre esta cuestión en la última parte de la serie.

[3]) Miles de presos, rusos y otros, seguían detenidos y condenados a trabajos forzados por la burguesía alemana, a pesar de que guerra se hubiera terminado. Participaron activamente en la revolución junto a sus hermanos de clase alemanes.

[4]) Este monumental edificio barroco, que sobrevivió a la Segunda Guerra mundial, fue destruido por la República democrática alemana y sustituido por el "Palacio de la República" estaliniano. Se le retiró previamente el pórtico desde el cual Karl Liebknecht había declarado la República socialista cuando la revolución de noviembre, y se integró en la fachada adyacente del "Consejo de Estado de la RDA". De este modo, el lugar desde el que Liebknecht había llamado a la revolución mundial se transformó en símbolo nacionalista del "socialismo en un solo país".

[5]) Este edificio, situado detrás del palacio, sigue en pie.

[6]) Así lo formula el autor, Alfred Döblin, en su libro Karl y Rosa, en la última parte de su novela en 4 volúmenes: Noviembre de 1918. Como simpatizante del ala izquierda del USPD, fue el testigo ocular de la revolución en Berlín. Su relato monumental fue escrito en los años treinta y está marcado por la confusión y la desesperación generada por la contrarrevolución triunfante.

[7]) Durante la reconstrucción del centro ciudad después de la caída del muro de Berlín, salieron a la luz túneles para huir realizados por los distintos Gobiernos del siglo xx que no estaban indicados en ningún mapa oficial, son monumentos al miedo de la clase dominante. No se sabe si se han construido nuevos túneles.

[8]) Hubo huelgas de simpatía y ocupaciones en varias ciudades, entre ellas Stuttgart, Hamburgo y Dusseldorf.

[9]) Esta cuestión, documentada de sobra por Richard Müller en su Historia de la revolución alemana escrita en los años veinte, es un hecho hoy aceptado por los historiadores.

[10]) Historia de la revolución alemana: la guerra civil en Alemania, Volumen III.

[11]) Müller, idem. Richard Müller era uno de los jefes más lúcidos y experimentados del movimiento. Se puede hacer un determinado paralelo entre el papel desempeñado por Müller en Alemania y el de Trotski en Rusia en 1917. Ambos fueron Presidentes del Comité de acción de los consejos obreros en una ciudad central. Ambos iban a convertirse en historiadores de la revolución en la que habían participado directamente. Es lamentable ver con qué desprecio Wilhem Pieck hizo caso omiso de las advertencias de un dirigente tan experimentado y responsable.

[12]) Los seis que se opusieron fueron Müller, Däuming, Eckert, Malzahn, Neuendorf y Rusch.

[13]) El caso de Lemmgen, un marino revolucionario, forma parte de la leyenda pero es desgraciadamente verdad. Después del fracaso de sus tentativas repetidas de confiscar el banco estatal (un funcionario apellidado Hamburguer puso en duda la validez de las firmas de esa orden), el pobre Lemmgen se desmoralizó tanto que volvió a su casa y se fue furtivamente a dormir.

[14]) Es precisamente esta propuesta de acción la que fue presentada públicamente por el KPD en su órgano de prensa el Rote Fahne.

[15]) En particular el pasaje del programa que declara que el partido asumiría el poder solamente con el apoyo de las grandes masas del proletariado.

[16]) Como Turingia, la región de Stuttgart o el valle del Rin, bastiones del viejo movimiento marxista.

[17]) En la región de los ríos Ruhr y Wupper.

[18]) El 22 de febrero, los obreros comunistas de Mülheim en el Ruhr atacaron con pistolas una reunión pública del SPD.

[19]) R. Müller, op.cit., Vol. III.

[20]) Las regiones de Sajonia, Turingia y Sajonia-Anhalt. El centro de gravedad era la ciudad de Halle y, cerca de ésta, el cinturón de industrias químicas alrededor de la fábrica gigante de Leuna.

[21]) La expresión "República de Weimar" que abarca el período de la historia alemana que va de 1919 a 1933, tiene su origen en ese episodio.

[22]) Müller, idem.

[23]) Durante los primeros días de la revolución, el USPD y Espartaco juntos sólo tenían tras ellos a una cuarta parte de todos los delegados. El SPD dominaba en masa. Los delegados miembros de los partidos a principios de 1919 se distribuían así: el 28 de febrero: 305 USPD, 271 SPD, 99 KPD, 95 demócratas; el 19 de abril: 312 USPD, 164 SPD, 103 KPD, 73 demócratas. Hay que señalar que, durante este período, el KPD no podía actuar sino en la clandestinidad y que un número considerable de delegados nombrados como miembros del USPD simpatizaban, en realidad, con los comunistas e iban rápidamente a unirse a ellos.

[24]) Müller, idem.

[25]) Müller, idem.

[26]) No es casualidad si la infancia del movimiento marxista en Alemania se asocia a los nombres de ciudades de Turingia: Eisenach, Gotha, Erfurt.

[27]) Los días de julio de 1917 son uno de los momentos más importantes no solo de la Revolución rusa sino de toda la historia del movimiento obrero. El 4 de julio, una manifestación armada de medio millón de participantes asedia la dirección del soviet de Petrogrado, llamándole a que tome el poder, pero se dispersa pacíficamente por la tarde, respondiendo a la llamada de los bolcheviques. El 5 de julio, las tropas contrarrevolucionarias reocupan la capital de Rusia, lanzan una caza a los bolcheviques y reprimen a los obreros más combativos. Sin embargo, al evitar una lucha prematura por el poder, el conjunto del proletariado va a mantener intactas sus fuerzas revolucionarias. Es lo que permitirá a la clase obrera sacar lecciones esenciales de aquellos acontecimientos, en particular la comprensión del carácter contrarrevolucionario de la democracia burguesa y de la nueva izquierda del capital: mencheviques y social-revolucionarios (eseristas) que traicionaron la causa de los trabajadores y campesinos pobres, pasándose al campo enemigo. En ningún otro momento de la Revolución rusa fue tan agudo el peligro de una derrota decisiva del proletariado y la liquidación del Partido bolchevique como durante aquellas 72 horas dramáticas. En ningún otro momento tuvo tanta importancia la confianza profunda de los batallones más avanzados del proletariado en su partido de clase, en la vanguardia comunista.

Con la derrota de julio, la burguesía cree poder terminar con esta pesadilla. Para ello, repartiéndose la faena entre el bloque "democrático" de Kerenski y el bloque abiertamente reaccionario de Kornilov, jefe de los ejércitos, organiza el golpe de Estado que reúne regimientos de Cosacos, de Caucasianos, etc., que aún parecen fieles al poder burgués e intenta lanzarlos contra los soviets. Pero la tentativa falla de manera estrepitosa. La reacción masiva de los obreros y soldados, su firme organización en el Comité de defensa de la revolución - que, bajo el control del Soviet de Petrogrado se transformaría más tarde en Comité militar revolucionario, órgano de la insurrección de Octubre - hacen que las tropas de Kornilov o permanezcan inmovilizadas y se rindan, o deserten y se unan a los obreros y los soldados, lo que ocurre en la mayoría de los casos.

[28]) Contrariamente a Luxemburg, Jogiches y Marchlewski que estaban en Polonia (en aquel entonces formaba parte del imperio ruso) durante la revolución de 1905-06, la mayoría de los fundadores del KPD no tenían experiencia directa de la huelga de masas y tenían dificultades para comprender que era algo indispensable para la victoria de la revolución.

Series: 

  • Hace 90 años, la revolución en Alemania [4]

Historia del Movimiento obrero: 

  • 1919 - la revolución alemana [5]

Las revueltas de la juventud en Grecia confirman el desarrollo de la lucha de clases

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Las revueltas de la juventud en Grecia confirman el desarrollo de la lucha de clases

Al final del año 2008, hubo simultáneamente en varios países de Europa movimientos masivos de la juventud estudiantil (universitarios y estudiantes de secundaria). En Grecia, en las asambleas generales masivas de estudiantes se evocó incluso un nuevo "Mayo del 68". En efecto, no sólo se movilizaron los jóvenes contra los ataques del gobierno y la represión policíaca del Estado, sino también varios sectores de la clase obrera en solidaridad con las jóvenes generaciones. La agravación de la crisis económica mundial pone cada vez más de relieve la quiebra de un sistema que no tiene ningún porvenir que ofrecer a los hijos de la clase obrera. Pero esos movimientos sociales no sólo son de la juventud. Se integran en las luchas obreras que se están desarrollando a escala mundial. La dinámica actual de la lucha de clases internacional, marcada por el ingreso de las jóvenes generaciones en el escenario social, confirma que el porvenir está en manos de la clase obrera. Frente al desempleo, a la precariedad, a la miseria y la explotación, la vieja consigna del movimiento obrero "Proletarios de todos los países, uníos" es más actual que nunca.

La explosión de cólera y la revuelta de las jóvenes generaciones proletarizadas en Grecia no son, ni mucho menos, un fenómeno aislado o particular. Hunden sus raíces en la crisis mundial del capitalismo y su enfrentamiento a la represión ha puesto al desnudo la verdadera naturaleza de la burguesía y de su terror de Estado. Siguen el mismo camino que las movilizaciones, en un terreno de clase, de las generaciones jóvenes en Francia contra el CPE (Contrato de primer Empleo) de 2006 y la LRU (Ley de Reforma de la Universidad) de 2007 en las que los estudiantes de instituto y universidad se consideraban ante todo como proletarios luchando contra sus futuras condiciones de explotación. La burguesía de los principales países europeos lo ha comprendido muy bien, reconociendo su temor a un contagio que provocaría explosiones sociales similares ante la agravación de la crisis. Por ejemplo y significativamente, la burguesía en Francia acabó retrocediendo precipitadamente y dejando "para más tarde" su reforma de la secundaria. El carácter internacional de la contestación y de la combatividad estudiantil, sobre todo en la secundaria, se está expresando con fuerza.

En Italia, dos meses de movilización estudiantil estuvieron marcados por manifestaciones masivas entre el 25 de octubre y el 14 de noviembre. Se hicieron tras el lema "No queremos pagar por la crisis", contra el decreto Gelmini y sus recortes presupuestarios en Educación Nacional y sus consecuencias: entre otras, la no renovación de los contratos de 87 000 docentes precarios y de 45 000 trabajadores ABA (personal técnico empleado por Educación Nacional) y, también, contra la reducción de fondos públicos para la Universidad[1].

Alemania, 12 de noviembre, 120 000 estudiantes de secundaria bajan a las calles de las ciudades principales del país con consignas como: "Capitalismo es crisis". Así fue en Berlín o en el asedio del parlamento regional en Hanover.

España, 13 de noviembre, miles de estudiantes se manifiestan en más de 70 ciudades contra las nuevas directivas europeas (llamadas "de Bolonia") de la reforma de la enseñanza superior que tienden a la privatización de las facultades y multiplican las prácticas en empresas.

La revuelta de las jóvenes generaciones de proletarios frente a la crisis y la deterioración de su nivel de vida se ha extendido a otros países: sólo ya en enero de 2009, Vilna (Lituania), Riga (Letonia) y Sofía (Bulgaria) han vivido amotinamientos severamente reprimidos por la policía. Senegal, diciembre de 2008: enfrentamientos violentos contra la miseria creciente de unos manifestantes que reclamaban la parte correspondiente de las minas explotadas por Arcelor Mittal; dos muertos en Kégoudou, a 700 km al sureste de Dakar. En Marruecos, 4000 estudiantes de Marraquech se habían alzado a principios de mayo de 2008 contra una intoxicación alimentaria que afectó a 22 de ellos en un comedor universitario. Represión violenta del movimiento, detenciones, penas de cárcel y torturas se han multiplicado desde entonces.

Muchos de ellos se han reconocido en el combate de los estudiantes griegos.

La amplitud de esas movilizaciones ante las mismas medidas del Estado no es de extrañar. La reforma del sistema educativo emprendida a escala europea debe servir para preparar a las jóvenes generaciones obreras a un "porvenir" obstruido y a la generalización de la precariedad y del desempleo.

La negativa y la revuelta de las nuevas generaciones de proletarios escolarizados ante ese muro del desempleo y ese océano de la precariedad que les reserva el sistema capitalista en crisis, se granjean también, por todas partes, la simpatía de los proletarios de todas las generaciones.

¿Violencia minoritaria o lucha masiva contra la explotación y el terror del Estado?

Los medios, que se cuadran a las órdenes de la propaganda del capital, no han cesado de intentar deformar la realidad de lo ocurrido en Grecia desde el asesinato por la policía del joven de 15 años, Alexandros Grigoropulos el 6 de diciembre último. Han presentado los enfrentamientos con la policía como cosa de un puñado de autónomos anarquistas y estudiantes de "ultraizquierda" de medios sociales acomodados, o de vándalos marginales. Y no han parado de transmitir por la tele imágenes de choques violentos con la policía, poniendo sobre todo en escena amotinamientos de muchachos enmascarados quemando coches, haciendo reventar escaparates de tiendas y bancos, cuando no escenas de saqueo de almacenes.

Es exactamente el mismo método de falsificación de la realidad que la que pudimos comprobar cuando la movilización anti-CPE de 2006 en Francia, asimilada a las revueltas de las barriadas suburbanas del año anterior. Es el mismo método al que asistimos cuando los estudiantes en lucha contra la LRU en 2007 en Francia fueron asimilados a "terroristas" y hasta ¡"jemeres rojos"!.

Aunque el foco de los disturbios era el barrio ateniense de Exarchia, es hoy difícil de hacer tragar semejante patraña: ¿cómo es posible que esos movimientos de revuelta se deban únicamente a unos vándalos o a activistas anarquistas cuando se extendieron cual reguero de pólvora a las principales ciudades del continente y hasta las islas y ciudades más turísticas como Chios, Samos, Corfú y Heraclion en Creta?

De hecho, las revueltas se extendieron hasta 42 prefecturas de Grecia, incluso a ciudades en las que nunca antes hubo manifestaciones. Se ocuparon más de 700 establecimientos de secundaria (gimnasios) y unas cien universidades.

Las razones de la cólera

Todas las condiciones estaban reunidas para que el hastío de una gran parte de las jóvenes generaciones obreras atenazadas por la angustia y sin porvenir alguno, estallara en Grecia, país que concentra todos los problemas del callejón sin salida que el capitalismo "abre" a las generaciones obreras jóvenes: cuando a quienes se nombra "generación 600 euros" entran en la vida activa, tienen la impresión de que se les está estafando. La mayoría de los estudiantes deben acumular dos empleos por día para sobrevivir y proseguir sus estudios: suelen ser empleos no declarados y remunerados a patadas; no se les declara una parte del salario, lo cual les recorta sus derechos sociales; se encuentran, sobre todo, privados de seguridad social; no se les pagan las horas extras y les es muy difícil dejar la casa paterna a veces hasta los 35 años por faltarles renta suficiente para pagarse un alquiler. 23 % de los desempleados en Grecia son jóvenes (la tasa de sin empleo entre los 15-24 años es oficialmente de 25,2 %). Como lo dice un artículo de prensa en Francia[2]: "Esos estudiantes no se sienten protegidos en nada ni por nadie: la policía les dispara, la educación los entrampa, el empleo los abandona, el gobierno les miente". El desempleo de los jóvenes y sus dificultades para entrar en el mundo laboral ha ido así creando un clima de inquietud, de cólera y de inseguridad general. La crisis mundial está acarreando nuevos montones de despidos. En 2009, se prevé una nueva pérdida de 100 000 empleos en Grecia, o sea 5% de paro suplementario. Y, al mismo tiempo, 40% de trabajadores ganan menos de 1100 € bruto y Grecia posee la tasa más alta de trabajadores pobres de los 27 Estados de la Unión Europea (UE): 14%.

Y, por cierto, no sólo se echaron a la calle los jóvenes, sino también profesores mal pagados y muchos otros asalariados atenazados por los mismos problemas, la misma miseria y animados por el mismo sentimiento de rebelión. La represión brutal del movimiento, cuyo episodio más dramático fue el asesinato del adolescente de 15 años, no hizo sino incrementar una solidaridad alimentada por un descontento social general. Como decía un estudiante, muchos padres de alumnos estaban también profundamente indignados y airados: "Nuestros padres han descubierto que sus hijos pueden morir así en la calle, a tiros, matados por un policía"[3] y han tomado conciencia de la putrefacción de una sociedad en la que sus hijos no tendrán, ni mucho menos, el mismo nivel de vida que ellos. Han sido testigos, en muchas manifestaciones, de las palizas brutales, de las detenciones sin miramientos, de los disparos con fuego real y brazo tendido de los policías antidisturbios (los MAT) con sus armas de servicio.

Los ocupantes de la Escuela Politécnica, centro de la protesta estudiantil, denunciaron el terror del Estado, pero se oyó esa misma cólera contra la brutalidad de la represión en todas las manifestaciones con consignas como: "Balas para los jóvenes, dinero para los bancos." Y más claro todavía, un participante en el movimiento declaró: "No tenemos trabajo, ni dinero, un Estado en bancarrota por la crisis, y todo lo que se le ocurre como respuesta es dar más armas a la policía."[4]

Esa cólera no es nueva: los estudiantes griegos ya se habían movilizado ampliamente en junio de 2006 contra la reforma de las universidades cuya privatización acarrearía la exclusión de los estudiantes venidos de los medios más modestos. La población también había expresado ya su cólera contra la desidia gubernamental durante los incendios del verano de 2007 que provocaron 67 muertos, un gobierno que no ha indemnizado todavía a las numerosas víctimas que perdieron sus bienes y viviendas. Pero fueron sobre todo los asalariados los que se movilizaron en masa contra la reforma del régimen de pensiones, a principios de 2008 con dos jornadas de huelga general en dos meses que fueron muy seguidas, con manifestaciones que reunían, cada vez, a más de un millón de personas contra la supresión de la jubilación anticipada para las profesiones más duras y la propuesta de anulación del derecho de las obreras a jubilarse a los 50 años.

Ante la cólera obrera, la huelga general del 10 de diciembre encuadrada por los sindicatos sirvió de cortafuegos con el que intentar desviar el movimiento, con el PS y el PC en cabeza, exigiendo la dimisión del gobierno actual y elecciones legislativas anticipadas. Eso no bastó para canalizar la indignación y hacer que cesara el movimiento, a pesar de todas las maniobras de izquierda y sindicatos para atajar la dinámica de extensión de la lucha y los esfuerzos de toda la burguesía y sus medios para aislar a los jóvenes de las demás generaciones y de la clase obrera en general, azuzándolos hacia enfrentamientos estériles con la policía. A lo largo de todos aquellos días y noches, los enfrentamientos fueron incesantes: las violentas cargas policiales a porrazos y lacrimógenos acabaron en detenciones y palizas a mansalva.

Las jóvenes generaciones obreras son las que más claramente expresan el sentimiento de desilusión y de repulsión hacia un aparato político corrupto hasta los tuétanos. Desde la posguerra (1945), tres familias se reparten el poder. Desde hace décadas, las dinastías Karamanlis (derecha) y Papandreu (izquierda) reinan alternativa y exclusivamente en el país a base de componendas y sus correspondientes escándalos. Los conservadores llegaron al poder en 2004 tras un período de chanchullos de todo tipo en los primeros años 2000. Mucha gente aborrece el encuadramiento de un aparato político y sindical totalmente desprestigiado: "El fetichismo del dinero se ha apoderado de la sociedad. Lo que quieren los jóvenes es un ruptura con esta sociedad sin alma ni visión"[5]. Hoy, con el desarrollo de la crisis, esta generación de proletarios no sólo ha desarrollado su conciencia de una explotación capitalista que está viviendo en carne propia, sino que expresa además su conciencia de un combate colectivo proponiendo espontáneamente unos métodos y una solidaridad de clase. En lugar de hundirse en la desesperación, esta generación hace surgir su confianza en sí misma porque está segura de llevar en sí otro porvenir, desplegando toda su energía en alzarse contra la putrefacción de la sociedad que les rodea. Y así, con orgullo, los manifestantes se reivindican de su movimiento: "Somos una imagen del futuro frente a la imagen tan sombría del pasado."

La situación recuerda, sí, Mayo del 68, pero la conciencia de lo que está en juego va mucho más lejos.

La radicalización del movimiento

El 16 de diciembre, los estudiantes ocupan durante unos minutos la emisora de la televisión gubernamental NET y despliegan una banderola que dice: "¡Dejad de mirar la télé. Todos a la calle!" y lanzan este llamamiento: "El Estado mata. Vuestro silencio le da armas. ¡Ocupación de todos los edificios públicos!". Es atacada la sede de la policía antidisturbios de Atenas y se incendia un furgón de la policía. Esas acciones fueron inmediatamente denunciadas por el gobierno como "una intentona de echar abajo la democracia", y también condenadas por el PC griego (KKE). En Salónica, las secciones locales de los sindicatos GSEE (Confederación sindical mayoritaria) y ADEDY (Federación de funcionarios), intentaron confinar a los huelguistas en una concentración frente a la Bolsa del Trabajo. Los estudiantes de secundaria y los universitarios se mostraron entonces decididos a llevarse con ellos a los huelguistas en manifestación y lo lograron. 4000 estudiantes y trabajadores marcharon por las calles de la ciudad. Ya el 11 de diciembre, militantes de la organización estudiantil del Partido comunista (PKS) intentaron bloquear las asambleas para impedir las ocupaciones (Universidad del Panteón, Facultad de Filosofía de la Universidad de Atenas). Esos intentos fracasaron y las ocupaciones se fueron desplegando por Atenas y el resto del país. En el barrio de Agios Dimitrios, el ayuntamiento es ocupado, organizándose una asamblea general en la que participan más de 300 personas de todas las generaciones. El 17, los trabajadores ocupan el edificio sede del sindicato más importante del país, la Confederación General de Trabajadores de Grecia (GSEE) en Atenas. Se proclaman insurgentes e invitan a los proletarios a que acudan para transformar esa sede en lugar de asambleas generales, abierto a todos los asalariados, los estudiantes y los desempleados.

Y lo mismo ocurre, ocupación y asamblea general abierta a todos, en la Facultad de Economía de Atenas y en la Escuela Politécnica

Publicamos aquí la declaración de esos trabajadores en lucha, contribuyendo así en romper el "cordón sanitario" mediático que rodea las luchas con sus mentiras, presentándolas como meras revueltas animadas por unos cuantos jóvenes vándalos más o menos anarquistas que aterrorizarían a la población. Este texto muestra claramente lo contrario: la fuerza del sentimiento de solidaridad obrera que anima a ese movimiento, estableciendo vínculos entre las diferentes generaciones de proletarios.

"O decidimos nuestra historia nosotros mismos o, si no, dejaremos que se decida sin nosotros. Nosotros, trabajadores manuales, empleados, desempleados, interinos y precarios, nacidos aquí o emigrantes, no somos unos televidentes pasivos. Desde el asesinato de Alexandros Grigoropulos el sábado 6 por la noche, hemos participado en manifestaciones, choques con la policía, ocupaciones del centro ciudad y de los arrabales. En múltiples ocasiones hemos tenido que dejar el trabajo y nuestras obligaciones cotidianas para echarnos a la calle junto con alumnos, estudiantes y demás proletarios en lucha.

HEMOS DECIDIDO OCUPAR EL EDIFICIO DE LA CONFEDERACIÓN GENERAL DE TRABAJADORES DE GRECIA (GSEE):

-Para transformarla en un espacio de expresión libre y lugar de encuentro para los trabajadores.

-Para desmentir esas patrañas alentadas por los medios sobre la ausencia de obreros en los choques, sobre la cólera de estos últimos días que sólo se debería a unos 500 "encapuchados", "hooligans", y demás historias ridículas, sobre la presentación de los trabajadores por los telediarios como víctimas de esos choques, ahora que la crisis capitalista en Grecia y el mundo entero está acarreando despidos innumerables, una crisis que los medios y sus dirigentes consideran algo así como "un fenómeno natural".

-Para arrancarle la careta a la burocracia sindical en su vergonzosa labor de zapa contra la insurrección, y, en general, por su función, pues la Confederación general de Trabajadores de Grecia (GSEE), y todo su maquinaria sindical en la que se apoya desde hace tantos años, socava las luchas, negocia nuestra fuerza de trabajo por migajas, perpetúa el sistema de explotación y de esclavitud asalariada. La actitud de la GSEE el miércoles último habla por sí sola: la GSEE anuló la manifestación de los huelguistas que, sin embargo, estaba programada, reduciéndola precipitadamente a una breve concentración en la plaza Sintagma, asegurándose, eso sí, de que los participantes se dispersaran cuanto antes, por miedo a que fueran infectados por el virus de la insurrección.

-Para abrir este espacio por primera vez, como continuidad de la apertura social creada por la insurrección misma, espacio que ha sido construido gracias a nuestras cuotas, pero hasta hoy estábamos excluidos de él. Durante años hemos puesto nuestro destino en manos de salvadores de todo tipo y hemos acabado perdiendo nuestra dignidad. Como trabajadores, debemos comenzar a asumir nuestras responsabilidades y no dejar nuestras esperanzas en manos de líderes "prudentes" o representantes "competentes". Debemos empezar a hablar con nuestras propias voces, encontrarnos, discutir, decidir y actuar por nosotros mismos contra los ataques que nos asedian por todas partes. La creación de colectivos de resistencia "de base" es la única solución.

-Para proteger la idea de autoorganización y de solidaridad en los lugares de trabajo, proteger el método de los comités de lucha y de los colectivos de base, abolir las burocracias sindicales.

Durante todos estos años hemos tolerado miseria, resignación, violencia en el trabajo. Nos hemos ido acostumbrando a contar nuestros heridos, nuestros muertos en esos pretendidos "accidentes" de trabajo. Nos hemos acostumbrado a mirar para otro lado cuando emigrantes, hermanos nuestros de clase, eran asesinados. Estamos hastiados de vivir con la ansiedad de tener que asegurar nuestro salario, poder pagar nuestros impuestos y garantizarnos una jubilación que ahora nos aparece como algo inalcanzable.

¡Estamos luchando para no dejar nuestras vidas en manos de patronos y representantes sindicales, tampoco dejaremos a los insurgentes detenidos en manos del Estado y de su aparato jurídico!

¡LIBERACIÓN INMEDIATA DE LOS DETENIDOS!

¡SOBRESEIMIENTOS DE CARGOS CONTRA LOS INTERPELADOS!

¡AUTOORGANIZACION DE LOS TRABAJADORES!

¡HUELGA GENERAL!

LA ASAMBLEA GENERAL DE LOS TRABAJADORES EN LOS EDIFICIOS LIBERADOS DE LA GSEE"[6]

En la noche del 17 de diciembre, unos cincuenta peces gordos sindicales acompañados de sus fornidos escoltas intentan reocupar los locales, pero acaban huyendo ante los refuerzos estudiantiles, anarquistas en su mayoría, de la Facultad de Economía, ocupada también y transformada en lugar de reunión y discusión abiertas a todos los obreros, que acudieron en ayuda de los ocupantes pregonando a voz en grito: "¡Solidaridad!".

La asociación de inmigrantes albaneses difunde, entre otras cosas, un texto con el que proclama su solidaridad con el movimiento, titulado "¡Estos días también son los nuestros!"

Es significativo el mensaje siguiente difundido por una pequeña minoría de ocupantes: "Panagópulos, secretario general de la GSEE, ha declarado que nosotros no somos trabajadores, puesto que los trabajadores están en el trabajo. Esto, entre otras cosas, pone bien en evidencia cuál es, en realidad, la labor de Panagópulos. Su "labor" consiste en asegurarse de que los obreros estén en su lugar de trabajo, y hacer todo lo posible para asegurarse de que los trabajadores acudan al tajo.
Lo que ocurre es que desde hace unos diez días, los trabajadores no sólo están en su trabajo, sino también fuera, en las calles. Y eso es una realidad que ningún Panagópulos del mundo podrá ocultar (...) Somos gente trabajadora, pero también somos desempleados, a quienes se nos ha pagado con despidos la participación en huelgas convocadas por la GSEE, mientras que ellos, los sindicalistas, han sido recompensados con ascensos, nosotros trabajamos con esos contratos basura entre trabajillo y chapuza, trabajamos sin seguridad, de manera formal o informal, en programas de cursillos o en empleos subvencionados con los que rebajar las estadísticas del desempleo. Nosotros somos una parte del mundo y aquí estamos.
Somos trabajadores insurgentes y punto.
Cada una de nuestras hojas de paga está regada con nuestra sangre, nuestro sudor, es una hoja llena de violencia en el trabajo, de cabezas, rodillas, puños, manos y pies rotos a causa de los accidentes de trabajo.
El mundo entero es fabricado por nosotros, los trabajadores. (...)

Proletarios del edificio liberado de la GSEE"

Se multiplican los llamamientos a una huelga general de tiempo indefinido a partir del 18. Los sindicatos se ven obligados a convocar una huelga de tres horas en los servicios públicos para ese día.

En la mañana del 18, otro alumno de secundaria de 16 años que participaba en una sentada cerca de su instituto en las afueras de Atenas es herido por bala. El mismo día varias emisoras de radio y televisión son ocupadas por manifestantes, en Tripoli, Kaniá (Creta) y Salónica. El edificio de la cámara de comercio fue ocupado en Patras donde hubo nuevos choques con la policía. En Atenas la manifestación enorme allí convocada fue violentamente reprimida: por primera vez, las fuerzas antidisturbios usaron armas de nuevo tipo: gases paralizantes y granadas ensordecedoras. Una hoja dirigida contra el "terror del Estado", firmada por "muchachas en rebeldía" circula a partir de la Facultad de Economía.

El movimiento percibe confusamente sus propios límites geográficos. Por eso acoge con gran entusiasmo las expresiones de solidaridad internacional, por ejemplo en Berlín, Roma, Moscú, Montreal o Nueva York y se hace eco de esa solidaridad: "ese apoyo es importantísimo para nosotros". Los ocupantes de la Politécnica llaman a una "jornada internacional de movilización contra los asesinatos de Estado" para el 20 de diciembre. Para vencer el aislamiento del movimiento proletario en Grecia, el único camino, la única perspectiva, es el desarrollo de la solidaridad y de la lucha de clases a escala internacional que se está expresando con cada vez más claridad ante la crisis mundial.

Una maduración portadora de porvenir

A partir del 20 de diciembre, se producen combates de clase violentos. La tenaza se empieza a apretar especialmente en torno a la Politécnica, asediada por las fuerzas policiales que amenazan con asaltarla. El edificio ocupado del sindicato GSEE le ha sido devuelto a éste el 21/12, tras una decisión del comité de ocupación y votado en Asamblea General. El comité de ocupación de la Escuela Politécnica de Atenas publicaba el 22 de diciembre un comunicado que declaraba: "Estamos a favor de la emancipación, la dignidad humana y la libertad. De nada sirve que nos lancéis gases lacrimógenos, bastante lloramos ya nosotros solos."

Con mucha madurez, siguiendo la decisión tomada en las asamblea general en la facultad de Ciencias Económicas, los ocupantes de esa facultad utilizan el llamamiento a la manifestación del 24 contra la represión policial y en solidaridad con los presos, como un momento apropiado para evacuar el edificio en masa y en seguridad: "por haber surgido un consenso sobre la necesidad de dejar las universidades y sembrar el espíritu de revuelta en la sociedad entera." Este ejemplo será seguido en las horas siguientes por las AG de las demás universidades ocupadas, no cayendo así en la trampa del aislamiento y del enfrentamiento directo con la policía. Se evita así el baño de sangre y una represión más violenta todavía. Las A.G. denunciaron claramente como acto de provocación policial, los disparos contra un furgón de policía, reivindicados por una denominada "Acción Popular".

El comité de ocupación de la Politécnica evacuó el último baluarte de Atenas simbólicamente el 24 de diciembre a medianoche. "Sólo la asamblea general decidirá si (y cuándo) abandonaremos la universidad (...) La decisión de la ocupación de la Asamblea se decide políticamente aquí. El momento de abandonar el edificio lo deciden las personas que lo ocupan y no la policía."

Anteriormente, el comité de ocupación había publicado una declaración: "Al término de la ocupación de la Escuela Politécnica después de 18 días, mandamos nuestra solidaridad más calurosa a todas las personas que han participado en esta revuelta de diferentes maneras, no sólo en Grecia sino también en muchos países de Europa, de las Américas, en Asia y Oceanía. Por todos aquellos con los que nos hemos encontrado y con quienes seguiremos combatiendo por la liberación de los presos por esta revuelta y también para que se prolongue hasta la liberación social mundial."

En algunos barrios, los habitantes se apoderaron del sistema de sonorización instalado por el ayuntamiento para los villancicos de Navidad, y leyeron comunicados exigiendo entre otras cosas la liberación inmediata de los detenidos, el desarme de la policía, la disolución de las brigadas antidisturbios. En Volos, la emisora municipal de radio y las oficinas del diario local fueron ocupadas para que se hablara de los acontecimientos y de las reivindicaciones. En Lesbos, unos manifestantes instalaron una sonorización para transmitir mensajes. En Ptolemaida o en Ioannina, un árbol de Navidad fue decorado con fotos del alumno asesinado y de las manifestaciones junto con reivindicaciones del movimiento.

El sentimiento de solidaridad volvió a expresarse espontáneamente y con fuerza el 23 diciembre, tras la agresión a una empleada de la empresa de limpieza Oikomet, en subcontrata con la compañía del metro de Atenas (Athens Piraeus Electric Railway -ISAP-): le habían echado ácido sulfúrico en la cara cuando volvía del trabajo. Hubo manifestaciones de solidaridad y la sede del metro de Atenas fue ocupada el 27 de diciembre de 2008, mientras que, en Salónica, era a su vez ocupada la sede de la GSEE. Las dos ocupaciones desembocaron en una serie de manifestaciones, conciertos de solidaridad y acciones de "contra-desinformación" (usando, por ejemplo, el sistema de altavoces de la estación del metro para leer los comunicados).

La asamblea de Atenas declaraba en su texto:
"¡Cuando atacan a uno de nosotros, nos atacan a todos nosotros!
Ocupamos hoy las oficinas centrales de ISAP (metro de Atenas) como primera respuesta al ataque asesino con vitriolo lanzado al rostro de Konstantina Kuneva el 23 de diciembre, al volver ella del trabajo. Konstantina está en cuidados intensivos. La semana pasada se peleó contra la compañía al reivindicar la prima de Navidad para ella y sus colegas, denunciando los actos ilegales de los patronos. Antes de eso, su madre había sido despedida por la compañía. A Konstantina ya la habían trasladado lejos de su primer puesto de trabajo. Son prácticas muy corrientes en el sector de las compañías de limpieza que contratan a trabajadores precarios. (...) El dueño de Oikomet (...) es un miembro del PASOK (partido socialista griego). Emplea oficialmente a 800 trabajadores (los trabajadores afirman que es el doble, y en los tres últimos años más de 3000 han trabajado en dicha empresa). El comportamiento mafioso ilegal de los patronos es algo cotidiano. Por ejemplo, los trabajadores están obligados a firmar los contratos en blanco y los patrones escriben después unas cláusulas que aquéllos no conocerán nunca. Trabajan 6 horas y solo se les pagan 4 y media (salario bruto) para no superar las 30 horas (si no tendrían que ser inscritos en la categoría de trabajadores de alto riesgo). Los patronos los aterrorizan, los desplazan, los despiden y los amenazan con dimisiones forzadas. Constantina es una de nosotros. La lucha por la DIGNIDAD y la SOLIDARIDAD es NUESTRA lucha."

Paralelamente, la asamblea de ocupación de la GSEE de Salónica publicaba un texto del que reproducimos algunos pasajes: "estamos hoy ocupando la sede de los Sindicatos de Salónica para oponernos a una opresión que se plasma en asesinatos y terrorismo contra los trabajadores; (...) llamamos a todos los trabajadores a que se unan a esta lucha común. (...) La asamblea abierta de quienes ocupan la central sindical, que vienen de medios políticos diferentes, sindicalistas, estudiantes, inmigrados y camaradas del extranjero han adoptado esta decisión común:
- Mantener la ocupación;
- Organizar una concentración en solidaridad con K. Kuneva; (...)
- Organizar acciones de información y de toma de conciencia en los alrededores de la ciudad;
- Organizar un concierto en el Centro para recoger dinero para Konstantina."

Esa asamblea declaraba además:
"En ningún lugar de la plataforma [de los sindicatos], se mencionan las causas de la desigualdad, de la miseria, de las estructuras jerárquicas en esta sociedad. (...) Las Confederaciones Generales y las Delegaciones sindicales en Grecia son intrínsecamente partícipes del régimen en el poder; sus miembros de base y los obreros en general deben darles la espalda, y (...) optar por la creación de un polo autónomo de lucha dirigido por y para ellos (...) Si los trabajadores toman en manos sus luchas y rompen la lógica de su representación por los cómplices de la patronal, volverán a confiar en sí mismos y miles de ellos llenarán las calles en las próximas huelgas. El Estado y sus sicarios asesinan a la gente.
¡Autoorganización! ¡Luchas de autodefensa social! ¡Solidaridad con los trabajadores inmigrados y Konstantina Kuneva!"

A primeros de 2009, ha habido todavía manifestaciones por todo el país en solidaridad con los presos. 246 personas fueron arrestadas y 66 siguen todavía en prisión preventiva. En Atenas, se detuvo a 50 inmigrantes en los tres primeros días de la revuelta, con penas que iban hasta 18 meses de cárcel en juicios sin traductores. Todos ellos están amenazados de expulsión.

El 9 de enero, jóvenes y policías volvieron a enfrentarse en Atenas, tras una marcha por el centro ciudad de cerca de 3000 docentes, estudiantes y alumnos. En sus banderolas podían leerse lemas como: "El dinero para la educación y no para los banqueros", "Abajo este gobierno de asesinos y generador de pobreza". Hubo importantes fuerzas antidisturbios que realizaron sucesivas cargas para dispersar a los manifestantes y efectuaron múltiples interpelaciones.

Por todas partes como en Grecia, con la precariedad, los despidos, el desempleo, los salarios de miseria que impone la crisis mundial, lo único que el Estado capitalista puede aportar es más policía y más represión. El desarrollo internacional de la lucha y la solidaridad de clase entre obreros, empleados, estudiantes, desempleados, precarios, jubilados, de todas las generaciones, puede abrir el camino hacia una perspectiva de futuro para abolir este sistema de explotación.

W. (18 de enero)



[1]. Cf. Sobre las luchas estudiantiles en Italia, ver nuestra página Web en italiano "Noi la crisi non la paghiamo!" o "La lotta degli studenti, in Italia come in Europa, una tappa importante della lotta di classe" (https://it.internationalism.org/ [6]) o en francés: "Mobilisation massive contre la réforme de l'enseignement en Italie" (https://fr.internationalism.org [7])

[2]. Marianne, semanario francés, n° 608, 13 de diciembre : "Grèce : les leçons d'une émeute" (Grecia: lecciones de una revuelta)

[3]. Libération, diario francés 12/12/2008

[4]. Le Monde, 10/12/2008

[5]. Marianne 13 de diciembre

[6]. La mayoría de los textos reproducidos o las informaciones de la prensa local han sido traducidos en páginas WEB anarquistas: indymedia, cnt-ait.info, dndf.org, emeutes.wordpress.com (en francés) o en libcom.org (en inglés)

Geografía: 

  • Grecia [8]

La crisis económica más grave de la historia del capitalismo

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La crisis económica más grave de la historia del capitalismo

La burguesía ha pasado un buen susto. Entre agosto y octubre sopló un vendaval de pánico sobre la economía mundial. Lo atestiguan las declaraciones grandilocuentes de políticos y economistas: "Al borde del abismo", "Un Pearl Harbor económico", "Se nos cae encima un tsunami", "El 11 de Septiembre de las finanzas"[1]... ¡lo único que faltaba es la alusión al Titanic!

Hay que decir que los mayores bancos del planeta estaban cayendo en quiebra unos tras otros, las Bolsas se hundían, perdiendo 32 billones (32+12 ceros) de dólares desde enero de 2008, lo equivalente a dos años de producción en Estados. La Bolsa islandesa se hundió 94 % y la de Moscú a 71 % !

Al cabo, la burguesía, entre un plan de "salvamento" y otro de "relanzamiento" ha logrado evitar la parálisis total de la economía. ¿Significa eso que ya pasó lo peor? ¡Ni mucho menos! La recesión en la que acaban de meternos se anuncia como la más devastadora desde la Gran Depresión de 1929.

Los economistas lo reconocen sin rodeos: la "coyuntura" actual es "la más dura desde hace décadas" anunciaba el HSBC, el "mayor banco del mundo", el 4 de agosto[2]. "Nos enfrentamos a una de las situaciones económicas y de política monetaria más difíciles y nunca vistas" insistía el presidente de la Reserva federal norteamericana (FED), el 22 de agosto[3]. Tampoco se equivoca la prensa internacional cuando compara sin cesar el período actual con el marasmo económico de los años 1930, como la primera plana del Time anunciando "The New Hard Times" bajo una foto con obreros haciendo cola para la "free soup" (la sopa para los pobres). En efecto, tales escenas se están volviendo a repetir sin lugar a dudas: las asociaciones caritativas que reparten comida están saturadas por completo y en muchos países se forman colas de cientos obreros sin trabajo delante de las oficinas de empleo.

Y qué decir de la intervención televisada del 24 de septiembre de 2008 de George W. Bush, Presidente de EEUU: "Estamos inmersos en una crisis financiera grave (...) toda nuestra economía está en peligro. (...) Sectores clave del sistema financiero de Estados Unidos podrían desmoronarse. (...) Norteamérica podría hundirse en el pánico financiero, y entonces asistiríamos a un espectáculo desolador. Quebrarían más bancos (...) Los mercados bursátiles caerían más abajo todavía lo que reduciría el valor de vuestras pensiones. Caería el valor de vuestras casas y se multiplicarían los desahucios. (...) Se cerrarían muchas empresas y millones de americanos perderían su empleo. (...) Al cabo, nuestro país podría hundirse en una larga y dolorosa recesión".

Pues bien, ese "espectáculo desolador" de una "larga y dolorosa recesión" es lo que está ocurriendo, afectando no sólo al "pueblo americano", ¡sino a los obreros del mundo entero!

Une recesión brutal...

Desde la ya célebre "crisis de las subprimes" del verano de 2007, las malas noticias económicas no cesan de caer, día tras día.

La hecatombe del sector bancario sólo para el año 2008 es impresionante. Muchos bancos, o los ha comprado un competidor, o reflotados por un Banco central o sencillamente nacionalizados: Northern Rock (octavo banco inglés), Bear Stearns (quinto de Wall Street), Freddie Mac et Fannie Mae (dos organismos estadounidenses de refinanciación hipotecaria con unos activos de casi 850 mil millones de dólares), Merrill Lynch (otro de los grandes de EEUU), HBOS (segundo banco escocés), AIG (American International Group, una de las mayores aseguradoras del mundo) y Dexia (organismo financiero luxemburgués, belga y francés). Este año de crisis ha estado marcado también por quiebras espectaculares e históricas. En julio, las autoridades federales sometían a su tutela a Indymac, uno de los mayores prestamistas hipotecarios de EEUU. Era entonces el establecimiento bancario más importante de Estados Unidos en quebrar desde hace 24 años. Pero ese récord no duraría mucho. Unos días más tarde, Lehman Brothers, cuarto banco norteamericano se declara en quiebra a su vez. El total de deudas alcanza 613 mil millones de dólares. La mayor quiebra de un banco norteamericano hasta entonces era la de la Continental Illinois en 1984, en la que se perdió una cantidad dieciséis veces menor (o sea 40 mil millones de dólares). En cambio, sólo dos semanas después ese récord queda ya superado: le toca ahora a Washington Mutual (WaMu), la caja de ahorros más importante de EEUU.

Tras esa especie de infarto del corazón mismo del capitalismo, el sector bancario, es ahora la salud de todo el cuerpo la que se tambalea y declina; es ahora "la economía real" la plenamente afectada. Según el Agencia nacional de investigación económica (NBER), Estados Unidos está oficialmente en recesión desde diciembre de 2007. Nouriel Roubini, el economista más respetado hoy en Wall Street, piensa que es probable que la actividad de la economía estadounidense se contraiga en torno ¡al 5 % en 2009 y otro 5 % en 2010[4]! No podemos saber si será así, pero el solo hecho de que uno de los economistas más eminentes del planeta pueda entrever semejante guión catastrófico, da toda su relevancia a la inquietud real de la burguesía. La Organización para la cooperación y el desarrollo económicos (OCDE) prevé que toda la Unión Europea estará en recesión en 2009. Para Alemania, el Deutsche Bank prevé un retroceso del PIB que alcanzaría 4 %[5]. Para darse una idea de la amplitud de tal recesión, cabe recordar que el peor año desde la IIª Guerra mundial ha sido hasta hoy 1975, cuando el PIB alemán bajo "sólo" 0,9 %. Y ningún continente estará a salvo. Japón ya está en recesión e incluso China, esa nueva Jauja capitalista, no podrá evitar ese freno brutal. Resultado: la demanda se ha desmoronado hasta el punto de que todos los precios, incluido el petróleo, están a la baja. Resumiendo: la economía mundial anda muy mal.

... y una oleada de pauperización sin precedentes desde los años 30

La primera víctima de la crisis es evidentemente el proletariado. En Estados Unidos, la degradación de las condiciones de vida es algo espectacular. 2,8 millones de trabajadores incapaces de hacer frente a los reembolsos de sus hipotecas, están en la calle desde el verano de 2007. Según la Asociación de banqueros hipotecarios MBA, un norteamericano de cada diez con un préstamo inmobiliario está hoy potencialmente amenazado de expulsión. Y este fenómeno ya ha empezado a afectar a Europa, sobre todo a España y Gran Bretaña.

Y se multiplican los despidos. En Japón, Sony ha anunciado un plan sin precedentes de 16 000 supresiones de empleo, entre los cuales 8 000 asalariados con empleo fijo. Este grupo emblemático de la industria nipona nunca antes había despedido a empleados de plantilla. El sector de la construcción, tras la crisis inmobiliaria, está funcionando al ralentí. La construcción y obras públicas en España van a perder nada menos que ¡900 000 empleos de aquí a 2010! Y lo que pasa en los bancos es como el pimpampum de las ferias. Citigroup, uno de los mayores del mundo va a suprimir 50 000 empleos cuando ya ha destruido 23 000 desde principios de 2008. En 2008, sólo en ese sector, se suprimieron 260 000 en EEUU y Gran Bretaña. Y un empleo en las finanzas genera una media de cuatro empleos directos. El hundimiento de las instituciones financieras significa desempleo para cientos de miles de familias obreras. Otro sector muy afectado es el de la automoción. Este otoño, por todas partes, se han desmoronado las ventas de vehículos en más de 30%. Renault, primer constructor francés ha parado prácticamente su producción desde mediados de noviembre; no sale ningún coche de sus talleres y eso que ya sus cadenas de montaje funcionaban desde hace meses al 54 % de sus capacidades. Toyota va a suprimir 3000 empleos temporales de 6000 (o sea 50 %) en sus factorías de Japón. Pero es, una vez más, de Estados Unidos de donde llegan las noticias más alarmantes: las famosas Big Three de Detroit (General Motors, Ford y Chrysler) están al borde de la quiebra. El monto de 15 mil millones de dólares entregado por el Estado US no bastará para sacarlos durablemente de la marasmo[6] (las Big Three piden un mínimo de 34 mil millones). Necesariamente, va a haber reestructuraciones masivas en los meses venideros. Hay entre 2,3 y 3 millones de empleos amenazados. Y aquí, los obreros despedidos perderán junto al empleo su seguro de enfermedad y de jubilación

Ni que decir tiene que la consecuencia evidente de esa destrucción masiva de empleos es la explosión del paro. En Irlanda, "modelo económico de la última década", la cantidad de desempleados se ha más que duplicado en un año, o sea la mayor subida nunca antes registrada. España acaba el año con 3,13 millones de parados, o sea ¡un millón más que en 2007[7]. En Estados Unidos, se destruyeron 2,6 millones de empleos en 2008, lo nunca visto desde 1945[8]. El fin de año ha sido especialmente desastroso con más de 1,1 millones de puestos de trabajo perdidos entre noviembre y diciembre. A un ritmo así, podría haber 3 o 4 millones más de desempleaos de aquí al principio del verano de 2009.

Y para los "suertudos" que ven cómo sus colegas son despedidos, el porvenir va a ser "trabajar mucho para ganar mucho menos"[9]. Así, según el último informe de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT) titulado Informe mundial sobre los salarios 2008/09, "Se avecinan tiempos difíciles para los mil millones y medio de asalariados en el mundo", "la crisis económica mundial desembocará en dolorosos recortes salariales".

El resultado inevitable de todos esos ataques es el incremento importante de la miseria. De Europa a Estados Unidos, todas las asociaciones caritativas han podido comprobar el aumento de al menos 10 % de la afluencia a los comedores de beneficencia. Esta ola de pauperización significa que alojarse, curarse y alimentarse va a ser cada día más difícil. También significa que para los jóvenes de hoy este mundo capitalista no le ofrece ningún porvenir.

¿Cómo explica la crisis la burguesía?

Los mecanismos económicos que han causado la crisis actual empiezan a ser bastante conocidos. La televisión nos abruma con reportajes con los que pretenden "revelarnos" los entresijos de la crisis. Para decirlo simplemente, durante años, el consumo de las "familias norteamericanas" (o sea, las familias obreras) se mantuvo artificialmente mediante todo tipo de créditos, especialmente un crédito con un éxito fulgurante: los préstamos hipotecarios de alto riesgo o "subprimes". Bancos, instituciones financieras, fondos de pensión...todos a prestar a mansalva sin preocuparse de la capacidad real de esos obreros para rembolsar (de ahí lo de "alto riesgo") con tal de que poseyeran un bien inmobiliario (de ahí lo de "hipotecario"). En el peor de los casos, pensaban, serían compensados mediante la venta de las casas hipotecadas de los deudores que no consiguieran rembolsar sus deudas. Se produjo entonces un efecto bola de nieve: cuanto más préstamos pedían los obreros - especialmente para comprarse la vivienda- más subían los inmuebles; y cuando más subían éstos más podían pedir prestado los obreros. Y todos los especuladores del planeta se metieron en la danza: se pusieron también ellos a comprar casas para venderlas después más caras y, sobre todo, se pusieron a venderse unos a otros esas famosas subprimes mediante la llamada "titulización", o sea la transformación de esos préstamos en valores mobiliarios intercambiables en el mercado mundial como las acciones y las obligaciones. En una década, la burbuja especulativa se volvió enorme; todas las instituciones financieras del planeta realizaron operaciones de ese tipo a alturas de miles de miles de millones de dólares. Dicho de otra manera: las familias consideradas insolventes se convirtieron en gallinas de huevos de oro de la economía mundial.

Evidentemente, le economía real acabó por llamar a todo el mundo a la dura realidad. En la "vida verdadera", todos los obreros súperendeudados han conocido también la subida de los precios y la congelación salarial, los despidos, la baja de los subsidios de desempleo ... En resumen, se empobrecieron de tal modo que la mayoría fue incapaz de hacer frente a los plazos de sus hipotecas. Los capitalistas expulsaron entonces manu militari a los morosos para vender de nuevo los bienes inmobiliarios... pero las casas en venta eran tantas[10] que los precios empezaron a bajar y... ¡cataplum!... bajo el sol veraniego del verano de 2007 se derritió de repente la enorme bola de nieve. Los bancos se encontraron con cientos de miles de deudores insolventes y otras tantas viviendas que ya no valían nada. Y llegó la quiebra, el krach.

Cuando se resume así, parece algo absurdo. Prestar a personas sin medios para devolver el dinero es algo contrario al sentido común capitalista. Y, sin embargo, la economía mundial ha basado lo esencial de su crecimiento en semejante patraña. ¿Por qué? ¿Por qué una locura así? La respuesta que dan periodistas, políticos y economistas es sencilla y unánime: ¡la culpa es de los especuladores!, ¡Los culpables son esos "patronos truhanes" y su codicia! ¡La culpa la tienen esos "banqueros irresponsables"! Y hoy todos se ponen a cantar en coro las cantinelas tradicionales de la izquierda y la extrema izquierda sobre los desastres de la "desregulación" y el "neoliberalismo" (una especie de liberalismo desbocado), llamando a que vuelva el Estado..., lo cual revela, por otra parte, la verdadera naturaleza de las propuestas "anticapitalistas" de la izquierda y la extrema izquierda. Y así, Sarkozy proclama que "el capitalismo debe refundarse sobre bases éticas". Merkel insulta a los especuladores. Zapatero señala con dedo acusador a los "fundamentalistas del mercado". Y Chávez, ilustre paladín del "socialismo del siglo XXI", comenta las medidas nacionalizadoras tomadas en urgencia por Bush diciendo: "El camarada Bush está tomando algunas medidas propias del camarada Lenin" [11]. Todos vienen a decirnos que la esperanza se está ahora volviendo hacia "otro capitalismo", más humano, más moral... ¡más estatal!

¡Mentiras! Todo lo que cuentan esos políticos es falso empezando por su explicación de la recesión.

La catástrofe económica actual es fruto de cien años de decadencia

En realidad es el propio Estado el que organizó ese endeudamiento general de las familias. Para mantener artificialmente la economía, los Estados han abierto de par en par las compuestas del crédito disminuyendo los tipos de interés de los bancos centrales. Estos bancos estatales prestaban a bajo interés, a menos de 1% a veces, permitiendo así que el dinero circulara a espuertas. El endeudamiento mundial fue así el resultado de una opción deliberada de la burguesía y no de no se sabe qué "desregulación". ¿Cómo entender, si no, la declaración de Bush al día siguiente del 11 de septiembre de 2001?. Ante a la recesión que se estaba iniciando entonces, lanzó a los obreros: "Sean buenos patriotas, ¡consuman!". El Presidente norteamericano lanzaba un mensaje claro a todo el ámbito financiero: multipliquen los créditos al consumo, sino la economía nacional se hundirá[12]

En realidad hace ya décadas que el capitalismo sobrevive de esa manera, a crédito. El gráfico 1 [13], que presenta la evolución de la deuda total estadounidense (o sea, la del Estado, de las empresas y de las familias) desde 1920, habla por sí solo. Para comprender el origen de ese fenómeno e ir más allá de la explicación tan simplista como fraudulenta de la "locura" de los banqueros, de los especuladores y de los patronos, hay que desvelar "el gran secreto de la sociedad moderna": "la fabricación de plusvalía" [14], según la expresión de Marx.

El capitalismo lleva en sí, desde siempre, una especie de enfermedad congénita: produce una toxina que su organismo no consigue eliminar, la sobreproducción. Fabrica, en efecto, más mercancías de las que su mercado puede asimilar. ¿Por que? Pongamos un ejemplo puramente teórico: un obrero que trabaja en una cadena de montaje o ante un ordenador y a quien pagan a fin de mes 800 euros. En realidad no ha producido lo equivalente a 800 euros, lo que cobra, sino por el valor de 1200 euros. Ha realizado un trabajo no remunerado o, dicho de otra manera, una plusvalía. ¿Qué hace el capitalista con los 400 euros que le ha robado al obrero (a condición de que consiga vender la mercancía producida)? Una parte se la queda él, pongamos 150 euros, y los 250 restantes los reinvierte en el capital de su empresa, comprando máquinas más modernas la mayoría de las veces, etc. ¿Por qué actúa así el capitalista? Pues porque no tiene otra opción. El capitalismo es un sistema de competencia, hay que vender más barato que otro que fabrica el mismo tipo de productos. Por consiguiente, el patrón está obligado no sólo a bajar sus costes de producción, o sea los salarios[15], sino además a usar una parte cada vez mayor del trabajo extraído y no pagado para reinvertirlo en máquinas mejores y más idóneas[16] para aumentar la productividad. Y si no lo hace, no podrá modernizarse y tarde o temprano la competencia sí lo hará, venderá más barato y echará mano del mercado. El sistema capitalista está así afectado por un fenómeno contradictorio: al no retribuir a los obreros lo equivalente a lo trabajado y al obligar a los patronos a renunciar al consumo de una gran parte de la ganancia así extraída, el sistema produce más valor que el que reparte. Ni los obreros ni los capitalistas reunidos nunca podrán absorber ellos solos todas las mercancías producidas. Ese sobrante de mercancías ¿quién lo consumirá? Para ello, el sistema debe forzosamente encontrar nuevos mercados fuera del marco de la producción capitalista; eso es lo que se llama marcados extracapitalistas (en el sentido de exteriores al capitalismo, que no funcionan en una relación capitalista).

Por eso en el siglo XVIII y sobre todo en el XIX, el capitalismo se lanzó a la conquista del mundo: tenía que encontrar constantemente nuevos mercados, en Asia, en África, en las Américas, para sacar beneficios vendiendo sus mercancías sobrantes, si no su economía quedaría paralizada. Y esto ocurría regularmente cuando no conseguía realizar rápidamente nuevas conquistas. El Manifiesto comunista de 1848 hace una descripción magistral de ese tipo de crisis: "...una epidemia social que en todas las épocas anteriores hubiese parecido un contrasentido: la epidemia de la superproducción. Súbitamente, la sociedad se halla retrotraída a una situación de barbarie momentánea; una hambruna, una guerra de exterminio generalizada parecen haberle cortado todos sus medios de subsistencia; la industria, el comercio parecen aniquilados. ¿Y ello por qué? Porque posee demasiada civilización, demasiados medios de subsistencia, demasiada industria, demasiado comercio". En aquel tiempo, sin embargo, al estar el capitalismo en pleno crecimiento, y que podía precisamente conquistar nuevos territorios, cada crisis dejaba el sitio a un nuevo período de prosperidad. "La necesidad de una venta cada vez más expandida de sus productos lanza a la burguesía a través de todo el orbe. Ésta debe establecerse, instalarse y entablar vinculaciones por doquier. (...) Los bajos precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada con la cual demuele todas las murallas chinas, con la cual obliga a capitular a la más obcecada xenofobia de los bárbaros. Obliga a todas las naciones a apropiarse del modo de producción de la burguesía, si es que no quieren sucumbir; las obliga a instaurar en su propio seno lo que ha dado en llamarse la civilización, es decir, a convertirse en burguesas. En una palabra, crea un mundo a su propia imagen y semejanza" (Manifiesto comunista). Pero ya entonces Marx entreveía en esas crisis periódicas algo más que un simple ciclo eterno que acabaría desembocando siempre en la prosperidad. Veía en ellas la expresión de las contradicciones profundas que socavan el capitalismo. Al "apoderarse de nuevos mercados", la burguesía "prepara crisis más generales y profundas, a la vez que reduce los medios para prevenirlas". (Ídem) y, también, en Trabajo asalariado y Capital, "ya por el solo hecho de que a medida que crece la masa de producción y, por tanto, la necesidad de mercados más extensos, el mercado mundial va reduciéndose más y más, y quedan cada vez menos mercados nuevos que explotar, pues cada crisis anterior somete al comercio mundial un mercado no conquistado todavía o que el comercio sólo explotaba superficialmente ».

A lo largo de los siglos XVIII y XIX, las potencias capitalistas principales se lanzaron a una carrera por conquistar el mundo; se repartieron progresivamente el planeta en colonias, formando verdaderos imperios. De vez en cuando echaban el ojo al mismo territorio y se encontraban frente a frente; estallaba entonces una guerra y el vencido se iba rápidamente a otro rincón del planeta a encontrar otra tierra por conquistar. Pero a principios del siglo XX, las grandes potencias se habían repartido la dominación el mundo. Ya no se trataba para ellas de echar carreras en África, Asia o las Américas, sino lanzarse a una guerra sin cuartel para defender sus zonas de influencia y echar mano a cañonazos de las de sus competidores imperialistas. Era una cuestión de supervivencia para las naciones capitalistas, necesitaban imperativamente poder mandar su sobreproducción a los mercados no capitalistas. No es casualidad si fue Alemania la que, con pocas colonias y dependiente de la buena voluntad del Imperio Británico para comerciar en sus posesiones (dependencia insoportable para una burguesía nacional), se mostró más agresiva hasta la declaración, en 1914, de la Iª Guerra mundial. Esta carnicería hizo 11 millones de muertos, causó sufrimientos horribles y provocó un traumatismo moral y psicológico a generaciones sucesivas. Aquel horror anunció la entrada en una nueva época, la era más brutal de la Historia. El capitalismo alcanzó entonces su apogeo y entró en su período de decadencia. El krach de 1929 será una confirmación patente.

Y sin embargo, tras más de cien años de lenta agonía, ese sistema sigue en pie, tambaleándose, medio enfermo, pero ahí sigue. ¿Cómo hace para sobrevivir? ¿Por qué su organismo no está totalmente paralizado por la toxina de la sobreproducción? Es aquí donde entra en juego el recurso al endeudamiento. La economía mundial ha logrado evitar un desmoronamiento espectacular usando ese recurso de manera cada vez más masiva.

Como lo demuestra el gráfico 1, desde principios del s. XX, la deuda total estadounidense pierde pie para acabar disparándose en los años 1920. Las deudas aplastan a hogares, empresas y bancos. La caída brutal de la curva del endeudamiento en los años 1930 y 1940 es engañosa. En efecto, la gran Depresión de los años 1930 es la primera gran crisis económica de la decadencia. La burguesía no estaba todavía preparada para un choque semejante. Al principio no reaccionó o lo hizo mal. Al cerrar las fronteras (proteccionismo), se acentuó la sobreproducción y la "toxina" causó estragos. Entre 1929 y 1933, la producción industrial norteamericana cayó a la mitad[17]; el desempleo golpeó a 13 millones de obreros, desplegándose las sombrías alas de una miseria sin nombre: dos millones de norteamericanos se encontraron de repente sin techo[18]. En un primer tiempo, el gobierno no acudió en auxilio del sector financiero: de los 29 000 bancos existentes en 1921, sólo quedarían 12 000 a finales del mes de marzo de 1933; y la hecatombe continuaría hasta 1939[19]. Todas esas bancarrotas son sinónimo de desaparición pura y simple de montañas de deudas[20]. En cambio, lo que no aparece en ese gráfico es el incremento de la deuda pública. Tras cuatro años de política de espera, el Estado US acabó tomando medidas: fue el New Deal de Roosevelt. ¿En qué consistía dicho plan del que tanto se habla hoy? Era una política consistente en realizar grandes obras basada en...recurrir masivamente y a un nivel desconocido al endeudamiento estatal (de 17 mil millones en 1929, la deuda pública pasó a 40 mil millones en 1939[21]).

La burguesía sacaría más tarde las lecciones de aquel naufragio. Al terminar la IIª Guerra mundial, instauró a nivel internacional unos organismos monetarios y financieros (en la conferencia de Bretton Woods) y, sobre todo, sistematizó el recurso al crédito. Así, tras haber bajado al máximo en 1953-1954 y a pesar de la corta calma de los años 1950 y 1960 [22], la deuda total estadounidense volvió a incrementarse lenta pero firmemente desde mediados de los años 1950. Y cuando volvió a aparecer la crisis en 1967, la clase dominante no esperó esta vez cuatro años para reaccionar. Recurrió inmediatamente a los créditos. Estos cuarenta últimos años pueden efectivamente resumirse en una sucesión de crisis y de incremento exponencial de la deuda mundial. En Estados Unidos hubo, oficialmente, recesiones en 1969, 1973, 1980, 1981, 1990 y 2001[23]. La solución utilizada por la burguesía de EEUU para encararlas también es observable en el gráfico: la pendiente de la deuda empieza a empinarse fuertemente a partir de 1973 y más todavía a partir de los años 1990. Y todas las clases dominantes del mundo han actuado de la misma manera. El endeudamiento no es ni mucho menos la solución mágica. El gráfico 2 [24] muestra que desde 1966, el endeudamiento es cada vez menos eficaz para engendrar el crecimiento[25]. Es un círculo vicioso: los capitalistas producen más mercancías que las que puede absorber normalmente el mercado; y después, el crédito crea un mercado artificial; los capitalistas venden, pues, sus mercancías y reinvierten así sus ganancias en la producción y... vuelta a empezar: se necesitan nuevos créditos para vender las nuevas mercancías. No solo se acumulan así las deudas, sino que, en cada nuevo ciclo, las deudas deberán ser más grandes todavía para poder mantener una tasa de crecimiento idéntico puesto que la producción se ha ampliado. Además no se inyecta en el circuito de producción una parte cada vez mayor de créditos, sino que desaparece inmediatamente tragada por el abismo de los déficits. En efecto, los hogares súper-endeudados suelen contraer un nuevo préstamo para rembolsar sus deudas anteriores. Y los Estados, las empresas y los bancos funcionan de la misma manera. En fin, durante estos últimos 20 años, al estar la "economía real" constantemente en crisis, una parte creciente del dinero creado se iba a alimentar las burbujas especulativas (la burbuja Internet, la de las Telecomunicaciones, la inmobiliaria...) [26]. Era en efecto más rentable y, al cabo, menos arriesgado especular en la Bolsa que invertir en la producción de unas mercancías que no logran venderse. Hay hoy 50 veces más de dinero circulando en las Bolsas que en la producción[27].

Y la huida ciega por el camino del endeudamiento no solo es cada vez menos eficaz, sino que sobre todo, desemboca irremediable y sistemáticamente en una crisis económica devastadora. El capital no puede andar sacando dinero del sombrero. Es el abecé de comercio: toda deuda debe reembolsarse pues, si no, se pondría al acreedor en una situación difícil que podría llevarlo a la bancarrota. Volvemos así al principio de lo que decíamos: lo único que está haciendo el capitalismo es ganar tiempo frente a su crisis histórica. ¡Peor todavía!, al ir dejando para el día siguiente los efectos de su crisis, está preparando cada vez unas convulsiones económicas más violentas todavía. ¡Eso es lo que hoy está ocurriendo con el capitalismo!

¿Puede el Estado salvar la economía capitalista?

Cuando un particular se arruina, lo pierde todo y lo largan a la calle. La empresa, por su parte, cierra sus puertas. ¿Y un Estado puede hacer bancarrota? Cierto, nunca se ha visto que un Estado "eche el cerrojo". No, desde luego, ¡pero sí que algunos han caído en suspensión de pagos!

En 1982, catorce países africanos súper-endeudados se vieron obligados a declararse oficialmente en suspensión de pagos. En los años 90, hubo países de Latinoamérica y Rusia que se declararon insolventes. Más recientemente, en 2001, Argentina se vino abajo. Claro, concretamente, esos Estados siguieron existiendo, y tampoco se paró la economía nacional. Pero lo que sí se produce cada vez es una especie de seísmo económico: el valor de la moneda nacional se hunde, los acreedores (en general otros Estados) lo pierden todo o gran parte de sus inversiones y, sobre todo, el Estado reduce drásticamente sus gastos despidiendo una buena parte de sus funcionarios y dejando de pagar durante algún tiempo a los que quedan.

Hay hoy muchos países que se encuentran al borde de ese abismo: Ecuador, Islandia, Ucrania, Serbia, Estonia... ¿Y qué ocurre con las grandes potencias? El gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, declaró a finales de diciembre que su estado estaba en "situación de emergencia fiscal". El más rico de los estados norteamericanos, el "Golden State", se dispone a despedir a una buena parte de sus 235 000 funcionarios (los que se queden deberán tomar dos días de paro por mes no pagados a partir del 1º de febrero de 2009) Al presentar el nuevo presupuesto, la ex estrella de Hollywood avisó que "cada cual deberá aceptar sacrificios". Es ése un símbolo fuerte de las enormes dificultades económicas en que está inmersa la primera potencia mundial. Estamos lejos todavía de una suspensión de pagos por parte del propio Estado US, pero ese ejemplo muestra a las claras que los márgenes de maniobra financieros son hoy muy limitados para todas las grandes potencias. El endeudamiento mundial parece haber llegado a saturación: era de 60 billones de dólares (60+12 ceros) en 2007 y, desde entonces se ha hinchado con varios billones más; obligada a seguir por ese camino, la burguesía va a seguir provocando sacudidas económicas devastadoras. El FED ha bajado sus tipos de interés para el año 2009 a 0,25% ¡por primera vez desde su creación en 1913! El Estado norteamericano presta así dinero casi gratuitamente, cuando no perdiéndolo si se tiene en cuenta la inflación. Todos los economistas del planeta llaman a un "new New Deal", soñando con ver a Obama como el nuevo Roosevelt, capaz de volver a arrancar la economía, como en 1933, mediante un gigantesco plan de obras públicas financiado...a crédito[28]. La burguesía lanza regularmente planes de endeudamiento estatal equivalentes al New Deal, desde 1967, sin verdaderos resultados. El problema es que una política así de huida hacia adelante puede arrastrar al dólar hacia el abismo. Son muchos los países que hoy dudan de la capacidad de EEUU para reembolsar algún día sus empréstitos y que podrían acabar por retirar sus inversiones. Así ha sido con China, país que a finales de 2008, ha amenazado al Tío Sam, en lenguaje diplomático eso sí, con dejar de apoyar la economía estadounidense con la compra de los Bonos del Tesoro US: "Cualquier error sobre la gravedad de la crisis acarrearía dificultades tanto para los acreedores como a los deudores. El apetito aparentemente creciente del país por los bonos del Tesoro estadounidense no significa que seguirán siendo una inversión rentable a largo plazo o que el gobierno norteamericano seguirá dependiendo de los capitales extranjeros". Así, en una sola frase, el Estado chino amenaza al norteamericano con cerrar el grifo de dólares chino que alimenta la economía estadounidense desde hace años. Si China realizara su amenaza[29], el desorden monetario internacional subsiguiente sería entonces apocalíptico y los estragos sobre las condiciones de vida de la clase obrera serían enormes. Pero no sólo es China la que empieza a dudar: el miércoles 10 diciembre, por primera vez en su historia, al Estado norteamericano le costó Dios y ayuda para encontrar compradores de un empréstito de 28 mil millones de $. Y como todas las grandes potencias tienen vacías las arcas, interminables listas de deudas y una economía con mala salud, al Estado alemán le pasó el mismo revés: él también, por vez primera desde los años 20, se ha encontrado con las peores dificultades para encontrar compradores de un empréstito de 7 mil millones de euros.

El endeudamiento, claramente, ya sea de las familias, de las empresas o de los Estados, no es sino un paliativo, pero no cura al capitalismo, ni mucho menos, de la enfermedad de la sobreproducción; a lo más, permite sacar del bache momentáneamente a la economía, pero a la vez que prepara otras crisis venideras todavía más violentas. Y a pesar de todo, la burguesía va a proseguir esta política desesperada, sencillamente porque no le queda otra alternativa, como lo demuestra, un ejemplo más, la declaración de Angela Merkel el 8 de noviembre de 2008 en la Conferencia Internacional de París: "No hay otra solución para luchar contra la crisis que acumular montañas de deudas" o la última intervención del jefe economista del FMI, Olivier Blanchard : "Estamos ante una crisis de una amplitud excepcional, cuyo componente principal es el hundimiento de la demanda [...] Es imperativo relanzar [...] la demanda privada, si queremos evitar que la recesión se transforme en Gran Depresión". ¿Y cómo, pues?, pues "incrementando el gasto público".

Y si no es gracias a esos planes de relanzamiento, ¿podrá ser, sin embargo, el Estado el salvador nacionalizando una gran parte de la economía, en particular los bancos y el sector de la automoción? Pues tampoco. Primero, pese a las mentiras tradicionales de la izquierda y de la extrema izquierda, las nacionalizaciones nunca han sido una buena cosa para la clase obrera. Tras la IIª Guerra mundial, el objetivo de la oleada importante de nacionalizaciones era enderezar el aparato productivo destruido, aumentando los ritmos laborales. No olvidemos las palabras de Thorez, Secretario general del Partido Comunista francés y vicepresidente del entonces gobierno dirigido por De Gaulle, que lanzó a la cara de la clase obrera en Francia, y especialmente de los obreros de las empresas públicas: "Si hay mineros que deben morir en el tajo, sus mujeres los sustituirán.", o "¡Arremánguense y manos a la obra por la reconstrucción nacional!" o también "la huelga es el arma de los trusts". ¡Bienvenidos al maravilloso mundo de las empresas nacionalizadas! Eso no es nada nuevo. Los comunistas revolucionarios siempre han puesto en evidencia, desde la experiencia de la Comuna de París de 1871, el papel visceralmente antiproletario del Estado. "El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, un Estado de los capitalistas: el capitalista colectivo ideal. Cuantas más fuerzas productivas asume en propio, tanto más se hace capitalista total, y tantos más ciudadanos explota. Los obreros siguen siendo asalariados, proletarios. No se supera la relación capitalista, sino que, más bien, se exacerba." (Anti-Düring, F. Engels, 1878)

Una nueva oleada de nacionalizaciones no aportará nada bueno a la clase obrera. Y tampoco permitirá a la burguesía reanudar con un crecimiento verdadero. ¡Muy al contrario! Lo que anuncian esas nacionalizaciones son borrascas económicas todavía más violentas. En efecto, en 1929, los bancos estadounidenses en bancarrota se desmoronaron llevándose por delante los depósitos de una gran parte de la población norteamericana, hundiendo en la miseria a millones de obreros. Desde entonces, para que no se reprodujera otro desastre parecido, se separó en dos el sistema bancario: por un lado, los bancos de negocios que financian las empresas y se dedican a operaciones financieras de todo tipo, por otro, los bancos de depósito que reciben el dinero de los depositarios y sirven para inversiones relativamente seguras. Ahora bien, barridos por el vendaval de quiebras del año 2008, esos bancos de negocios ya casi ni existen. El sistema financiero de EEUU se ha recompuesto quedando como era antes del 24 de octubre de 1929... Al próximo temporal, todos los bancos "supervivientes" gracias a nacionalizaciones parciales o totales, podrían desaparecer a su vez, pero llevándose por delante esta vez los exiguos ahorros y los salarios de las familias obreras. Si la burguesía nacionaliza hoy, no es desde luego siguiendo un no se sabe qué nuevo plan de relanzamiento económico, sino para evitar la insolvencia inmediata de los mastodontes de las finanzas o de la industria. Se trata de evitar lo peor, de "salvar los muebles"[30].

La montaña de deudas acumuladas durante cuatro décadas se ha convertido en un Everest y nada puede hoy impedir que el capital resbale pendiente abajo. El estado de la economía es patentemente desastroso. Pero tampoco hay que creer que el capitalismo se va a desmoronar así, de golpe. La burguesía no puede dejar que su mundo desaparezca sin reaccionar; intentará desesperadamente, por todos los medios, prolongar la agonía de su sistema, sin preocuparse de los males con los que tortura a la humanidad. Va a continuar su alocada huida ciega hacia más y más deudas y habrá quizás en el futuro, por aquí y allá, cortos momentos de retorno del crecimiento. Lo que sí es seguro es que la crisis histórica del capitalismo acaba de cambiar de ritmo. Tras cuarenta años de lento descenso a los infiernos, el porvenir será de sobresaltos violentos, de espasmos económicos a repetición, que sacudirán no sólo ya a los países del Tercer mundo, sino también a Estados Unidos, Europa, Asia...[31]

El lema de la Internacional comunista de 1919 "¡Para que la humanidad pueda sobrevivir, el capitalismo debe perecer!" es hoy más vigente que nunca.

Mehdi (10 de enero de 2009)

 


 

[1] Respectivamente: Paul Krugman (último premio Nóbel de economía), Warren Buffet (inversor americano, apodado "oráculo de Obama" por lo muy respetada que es la opinión de ese millonario de una pequeña ciudad de Nebraska), Jacques Attali (economista y consejero de los presidentes franceses Mitterrand y Sarkozy) y Laurence Parisot (presidenta de la patronal francesa).

[2] Libération, diario francés, 4.08.08

[3] Le Monde diario francés, 22.08.08.

[4] Fuente : https://www.contreinfo.info/ [9]

[5] Les Echos, diario francés, 05.12.08

[6] Este dinero se ha sacado de las arcas del plan Paulson, que, sin embargo, ya es insuficiente para el sector bancario. La burguesía estadounidense está obligada a "desvestir a un santo para vestir a otro", lo que pone de relieve el estado lamentable de las finanzas de la primera potencia mundial.

[7] Les Echos, 08.01.09

[8] Según el Informe publicado el 9 de enero por el departamento de Trabajo de EEUU (Les Echos, 09.01.09)

[9] Uno de los eslóganes principales de la campaña del presidente francés, Nicolas Sarkozy, en 2007, era "Trabajar más para ganar más" (¡sic!).

[10] En 2007, cerca de tres millones de hogares estadounidenses están en incapacidad de pagos (en "Subprime Mortgage Foreclosures by the Numbers" - https://www.americanprogress.org/issues/2007/03/foreclosures_numbers.html [10]).

[11] Por una vez estamos de acuerdo con Chávez. Bush es efectivamente su "camarada". Aunque opuestos en la lucha sin cuartel entre sus dos naciones imperialistas respectivas, no por eso dejan de ser "camaradas" en la defensa del capitalismo y de los privilegios de su clase, la burguesía.

[12] A Alan Greenspan, ex presidente del FED y director de orquesta de esa economía a crédito, hoy lo linchan casi todos los economistas y demás doctores de la ley. ¡Corta memoria tiene toda esa recua de sabiondos!, ¡ya se han olvidado de todas las flores que le echaban cuando lo nombraban "gurú de las finanzas"!

[13] Fuente: eco.rue89.com/explicateur/2008/10/09/lendettement-peut-il-financer-leconomie-americaine.

[14] El Capital, Libro 1.

[15] o, dicho de otro modo, el capital variable.

[16] El capital fijo.

[17] A. Kaspi, Franklin Roosevelt, París, Fayard, 1988, p.20

[18] Esas cifras son tanto más importantes porque la población estadounidense de aquel entonces sólo era de 120 millones. Fuente: Lester V. Chandler, America's Greatest Depression 1929-1941, Nueva York, Harper and Row, 1970, p.24. y sig..

[19] Según Frédéric Valloire, en Valeurs Actuelles, 15.02.2008.

[20] Para ser completos, esa caída de la deuda total se explica también por un mecanismo económico complejo: la creación monetaria. En efecto, el New Deal no fue íntegramente financiado por la deuda, sino también por la simple creación monetaria. Así, el 12 mayo 1933, se autoriza al Presidente a aumentar los créditos a los bancos federales en 3 mil millones de $ y la creación de billetes sin contrapartida en oro o igualmente 3 mil millones de $. El 22 de octubre del mismo año se devalúa el dólar 50 % respecto al oro. Todo eso explica la relativa moderación de los cocientes del endeudamiento.

[21] Source : www.treasurydirect.gov/govt/reports/pd/histdebt/histdebt_histo3.htm [11].

[22] Entre 1950 y 1967, el capitalismo conoce una fase de crecimiento importante, llamado "[los] 30 [años] Gloriosos" o "Edad de oro". El objetivo de este artículo no es analizar las causas de esta especie de paréntesis en medio del marasmo económico del s. XX. Un debate se esta desarrollando hoy en la CCI para entender mejor los resortes de ese período fasto, debate que hemos empezado a publicar en nuestra prensa (leer "Debate interno en la CCI: Les causas del período de prosperidad consecutiva a la IIª Guerra mundial" [12] en Revista internacional n° 133, 2º trimestre 2008). Animamos a todos nuestros lectores a que participen en esta discusión en nuestras reuniones (permanencias, reuniones públicas) por correo [13]o e-mail [14].

[23] Fuente : https://www.nber.org/cycles.html [15].

[24] Fuente: eco.rue89.com/explicateur/2008/10/09/lendettement-peut-il-financer-leconomie-americaine.

[25] En 1966, un dólar de endeudamiento suplementario producía 0,80 dólares de producción de riqueza añadida, mientras que en 2007, ese mismo dólar sólo crea 0,20 de dólar de PIB suplementario.

[26] Los activos y el sector inmobiliario no están contabilizados en el PIB.

[27] O sea que contrariamente a lo que nos cuenta la mayoría de economistas, periodistas y demás cantamañanas, esa "locura especulativa" es el producto de la crisis y no lo contrario.

[28] Cuando ya este artículo estaba ya redactado, Obama acaba de anunciar su plan de relanzamiento tan esperado, que, según los propios economistas, es "muy decepcionante": se van a liberar 775 mil millones para, a la vez, permitir un "regalo fiscal" de 1000 dólares a los hogares americanos (la medida concierne a 95% de éstos) para incitarlos a "volver a gastar", y lanzar un programa de grandes obras en el ámbito de la energía, de las infraestructuras y de la escuela. Ese plan, promete Obama, creará tres millones de empleos "durante los años venideros".. Para la economía estadounidense, que está destruyendo actualmente más de 500 000 empleos al mes, a ese nuevo New Deal (incluso si funciona según las mejores previsiones, lo cual es poco probable) no le salen bien las cuentas.

[29] Esa amenaza revela, por sí misma, el atolladero y las contradicciones en las que está inmersa la economía mundial. En efecto, vender masivamente sus dólares sería para China como cortar la rama en la que está sentada, pues EEUU es la salida mercantil principal de sus mercancías. Por eso China sigue por ahora apoyando en gran parte la economía norteamericana. Pero, por otro lado, también se da cuenta de que la rama está medio podrida, carcomida, y tampoco desearía estar sentada en ella cuando empiece a resquebrajarse.

[30] Pero también, así, está creando un terreno más propicio para el desarrollo de las luchas. En efecto, al transformarse en su patrono oficial, los obreros tendrán todos enfrente directamente al Estado en sus luchas. En los años 80, la oleada importante de privatización de grandes empresas (bajo Thatcher en Gran Bretaña, por ejemplo) fue una dificultad suplementaria con la que desviar la lucha de clases. Los obreros, no sólo eran convocados por los sindicatos a la lucha para salvar las empresas públicas o, dicho de otra manera, a ser explotados por un patrono (el Estado) más que por otro (privado), sino que además ya se enfrentaban no al mismo patrón (el Estado), sino a una serie de patronos privados diferentes. Así, sus luchas eran a menudo dispersas y, por lo tanto, impotentes. En el futuro, al contrario, será más fértil el terreno para las luchas de los obreros unidos contra el Estado.

[31] El subsuelo económico está tan minado que es difícil saber qué bomba va a estallar en el futuro. Pero hay un nombre que se repite a menudo en las revistas de economía en la pluma de sus angustiados especialistas: los CDS, por "credit default swap", una especie de seguro mediante el cual un establecimiento financiero se protege del riesgo de morosidad en el pago de un crédito. El total del mercado de los CDS se estimaba en 60 billones (60+12 ceros) dólares en 2008. O sea, si una crisis de esos CDS según el modelo de la crisis de las subprimes sería terriblemente asoladora. Se llevaría por delante, en particular, a todos los fondos de pensión norteamericanos y, por lo tanto, las pensiones obreras.

Situación nacional: 

  • Situación económica [16]

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