A menos de cuatro meses de las elecciones presidenciales del 3 de diciembre, los sectores de la burguesía venezolana opuestos al chavismo han prácticamente “parido” un candidato único: Manuel Rosales. Han logrado, lo que hace pocas semanas parecía imposible, cuando Teodoro Petkoff, Julio Borges (del partido Primero Justicia) y el propio Manual Rosales, entre otros, competían por la candidatura opositora.
Este acuerdo, casi de última hora, obedece a la necesidad de los sectores de oposición de la burguesía venezolana de presentarse como un frente único para intentar desplazar del poder al gobierno populista izquierdista de Chávez, quien, basado en su carisma y apoyo popular tomó por asalto las instituciones del estado y ha implantado un modelo de gobierno excluyente de varios de los sectores del capital nacional que habían gobernado hasta 1998.
Es indudable que este acuerdo revitaliza a la oposición, y abona el terreno para fortalecer la polarización chavismo-oposición, con el único objetivo de embaucar al proletariado y al resto de la población tras una nueva andanada de ofrecimientos electorales. Ahora no sólo el chavismo tendrá un escenario de confrontación para seguirnos vendiendo la “revolución bolivariana” y el “socialismo del siglo XXI” como la panacea que supuestamente nos sacará de la pobreza para el año 2021; sino que, las fuerzas unificadas de la oposición ahora vienen con su arsenal de ilusiones para vendernos la tan anhelada “redistribución de la riqueza petrolera”.
En realidad con este acuerdo electoral, las diferentes facciones del capital nacional, pese a sus divisiones, lo que fortalecen es un frente común contra el proletariado venezolano, para potenciar las ilusiones de que participando en las elecciones, votando por tal o cual candidato, sea derecha o izquierda, se podrá superar su situación de pobreza y pauperización. Ilusiones, sólo ilusiones es lo único que en realidad nos pueden ofrecer tanto Chávez como Rosales, tal como nos las ofrecieron Chávez y Salas Romer en las elecciones de 1998, pues tanto unos como otros son defensores del capital nacional, que no se puede sostener sin acentuar las condiciones de miseria y pauperización sobre el proletariado y el conjunto de la población.
Las fuerzas de oposición que hoy se aglutinan alrededor de la figura de Manuel Rosales (exmilitante del partido socialdemócrata Acción Democrática), son las mismas que se han confrontado con Chávez desde que asumió la presidencia a comienzos de 1999. Durante este período, chavistas y opositores han desatado una lucha a muerte por el poder, arrastrando al conjunto de la sociedad, polarizándola a favor de una u otra facción; lucha que ha dejado su secuela de muertos y heridos. En esta contienda ha sido el proletariado quien ha llevado la peor parte, ya que la burguesía (oficialista y opositora) ha podido dividirlo y debilitarlo de tal manera, que ha proseguido con sus ataques contra las condiciones de vida de las masas trabajadoras, sin que éstas hayan podido dar una respuesta unificada y contundente.
Tanto los chavistas como opositores que hoy se confrontan en la arena electoral, han sabido utilizar el ambiente de polarización de la confrontación, para acentuar el desempleo, la precarización del empleo y la desmoralización en las filas obreras. El momento estelar de esta emboscada contra los trabajadores fue durante el paro petrolero de finales del 2002 e inicios del 2003 promovido por la oposición para intentar salir de una vez por todas del gobierno de Chávez, ya que no lo pudo hacer por la fuerza durante el golpe de estado de abril de 2001. El gobierno de Chávez se aprovechó del fracaso del paro para lograr lo que pretendieron pero no pudieron hacer los anteriores gobiernos: reducir casi en un 50% la nómina de la industria petrolera, al despedir sin pago de ninguna indemnización laboral a mas de 20.000 empleados, siendo en su gran mayoría obreros, empleados administrativos y técnicos. Por su parte, los empresarios privados, aprovecharon la situación para despedir a miles de trabajadores sin pago de prestaciones sociales y precarizar aun mas las condiciones de trabajo pagando salarios por debajo del mínimo oficial. Así, la burguesía chavista y la opositora aprovecharon este momento para asestar el mas duro golpe que haya recibido el proletariado venezolano en muchas décadas, tanto en sus condiciones de vida como en su conciencia de clase, pues pudieron crear una división entre los proletarios que se manifestó en una falta de solidaridad de los trabajadores activos con los miles de trabajadores despedidos.
A partir de entonces, el conjunto de la burguesía, y en particular el gobierno chavista ha tenido las manos libres para proseguir con los mas brutales ataques a las condiciones de vida de los trabajadores: violación de las contrataciones colectivas; aumentos salariales sólo por vía de decretos; bonificación de los aumentos de sueldos y salarios, sin incidencia en las prestaciones sociales; incremento de los impuestos, en particular del IVA; precarización del empleo a través de las misiones y cooperativas, etc. Medidas asumidas en un ambiente de amenazas de despido contra los trabajadores que intenten hacer huelga, y de intimidación, no sólo de los cuerpos represivos, sino de las bandas fascistas del chavismo.
La polarización interburguesa durante este período también ha sido un duro ataque contra la conciencia de clase, pues no sólo ha socavado la imprescindible solidaridad proletaria, sino que se ha desvirtuado la propia visión del comunismo. Por una parte, los chavistas promoviendo una supuesta “revolución” que echa mano de todo el espectro ideológico que ha utilizado la izquierda de la burguesía contra el proletariado durante el siglo pasado (estalinismo, maoismo, antiimperilismo, altermundialismo, etc.), que sólo le sirve de ropaje ideológico para acentuar la precariedad, el hambre y la miseria; que nada tiene que ver con la revolución proletaria, que tiene como objetivo destruir de raíz el sistema capitalista de explotación e instaurar una sociedad basada en la abundancia. Por la otra, la oposición, también ha puesto a trabajar a toda su andanada de intelectuales para martillar en el cerebro de los trabajadores, que luchar contra Chávez es luchar contra “el comunismo” y que la única forma de superación de la actual situación es a través del fortalecimiento de la democracia.
Una de las lecciones que debe sacar el proletariado es que su terreno de lucha no es el de las confrontaciones entre las fracciones del capital nacional; en ese terreno sólo gana la burguesía. Y el electoral, es el terreno de confrontación por excelencia de las fracciones burguesas, así que los trabajadores no tienen nada que buscar participando en el carnaval electoral. Al proletariado retomar las luchas en su propio terreno (luchas por sus reivindicaciones, sustentadas en asambleas controladas por los propios trabajadores y no por los sindicatos), se verá obligado a tirar al basurero de la historia a la “revolución bolivariana”, junto con la democracia participativa y representativa, engendros ideológicos de las clases dominantes para mantener el sistema capitalista de explotación.
Con Rosales, la burguesía le da mas “brillo” mistificador a las elecciones, ya que la oposición reorienta su estrategia contra el chavismo, con miras a disminuir los niveles de abstención, que en las últimas elecciones a la Asamblea Nacional fue del orden del 80%. Antes de caer en la provocación, la oposición trata de evitar “los trapos rojos” que le lanza el chavismo y se orienta a “ganar la calle” atacando el desprestigio del equipo de gobierno. De hecho, a pesar de lo que intentan reflejar las campañas mediáticas (nacionales e internacionales) del chavismo, de los supuestos logros de la “revolución bolivariana” a favor de los pobres, varias encuestas muestran lo contrario: una de junio de 2006 de la firma Hinterlaces[1], dice que el equipo de gobierno tiene un rechazo del 73%; un 87% dice que el problema mas grave es la inseguridad; 50% considera que el desempleo ha aumentado; un 49% considera que la pobreza ha empeorado; un 59%, que el costo de la vida ha aumentado; un 53% que la corrupción ha aumentado. La paradoja, es que un 56% considera que la gestión de Chávez como gobernante ha sido buena o muy buena.
Estas cifras, que le sirven de caballo de batalla a la oposición, se ven corroboradas por la realidad cotidiana: el incremento de la indigencia y la mendicidad, principalmente entre los niños y jóvenes[2]; el incremento de la prostitución juvenil; las protestas mediante bloqueos de avenidas y autopistas, que realizan casi a diario las propias masas chavistas protestando por el incumplimiento del gobierno, principalmente en materia de vivienda y empleos; la alta criminalidad[3], que es protestada mediante bloqueos de avenidas y autopistas que realizan los conductores de taxis y transportes públicos debido a que diariamente son atracados tanto ellos como los pasajeros, y algunas de las veces, asesinados. A este drama, que se vive de cotidiano en la que el chavismo llama “la revolución bonita” hacia “el socialismo del siglo XXI” y que no es transmitido por Tele Sur (canal internacional financiado por el gobierno venezolano), se unen las luchas y manifestaciones que también casi a diario realizan los trabajadores por sus reivindicaciones.
El gobierno, buscando la polarización, ha centrado su campaña electoral identificando a los candidatos de la oposición con Bush. En una reciente concentración del candidato-presidente Chávez, luego de regresar de su último periplo por China y Siria, dijo: “Hay 2 candidatos: Hugo Chávez y el diablo Bush. Que los venezolanos escojan si quieren ser una república independiente o una colonia norteamericana”. Sin embargo, parece ser que la estrategia electoral antiamericanista no logra calar en las masas chavistas, ávidas de pan y trabajo. Según la encuestadora referida, hay una oposición de la población a los planes geopolíticos del gobierno y a las “donaciones” de dólares e hidrocarburos que éste hace a otros gobiernos de la región, entre ellos los de Cuba y Bolivia. Esta aparente bonanza contrasta con el alto deterioro de los servicios públicos.
Este cuadro expresa una situación realmente explosiva a nivel social, que de no ser contenida podría desembocar en revueltas con su secuela de destrucción y muertes. Chávez, que se vendió a las clases dominantes como el más indicado para controlar la conflictividad social (imprescindible para que pueda funcionar la máquina capitalista) parece que ha descuidado o se presenta incapaz de acometer esta tarea. Por otra parte, desarrolla una política económica que le ha restado competitividad a la economía venezolana y una geopolítica “radical” basada en la confrontación, que parece no está trayendo beneficios al conjunto de la burguesía nacional.
De allí la estrategia de “parir” un Rosales, que aparentemente es una estrategia más coherente de la oposición, la cual se inscribe dentro de una estrategia mas global donde participan varias burguesías de la región encabezadas por la de EEUU, que incluye dentro de ellas a burguesías “aliadas” del chavismo, como la brasileña. El objetivo es crear fuerzas internas y externas que socaven al chavismo, y que contrarresten la influencia de su movimiento a corto y mediano plazo. En ese sentido, no es de descartar que, de darse un ascenso importante de Rosales, intervengan organismos internacionales como la OEA, CE, etc., para invalidar cualquier salida forzada del chavismo por mantenerse en el poder.
Después de un receso de un año, se abre un nuevo proceso eleccionario, un período donde oficialistas y opositores convergen para aturdir a los trabajadores con su carga de ilusiones para supuestamente tener “un futuro mejor” que nunca llega. De esta manera unos y otros oxigenan la democracia burguesa llamándonos a votar por uno u otro verdugo, para que nos montemos en el circo electoral, el mecanismo ideal mediante el cual la clase dominante perpetúa su dominación de clase.
En los 8 años de gobierno de Chávez, las condiciones de vida del proletariado y de las masas excluidas que depositaron sus esperanzas en él, han continuado el deterioro que no se ha detenido desde la época en que se alternaban el gobierno adecos y copeyanos. Los que mas se han beneficiado durante el gobierno chavista son esos sectores de la burguesía y la pequeña burguesía “excluidos” de los gobiernos anteriores, quienes son los que hoy se reparten la botija junto al sector de la clase dominante que se opone al chavismo. Son todos ellos quines ganan con las elecciones.
No son Chávez ni Rosales quienes nos van “a sacar de abajo”. Tanto uno como otro son defensores del capital nacional, aunque con modelos de gobiernos aparentemente diferentes, pero ambos sustentados en la explotación de los trabajadores.
El proletariado no debe caer en las ilusiones del carnaval electoral. No debe hacerse la ilusión que sus condiciones de vida van a mejorar con un cambio de gobierno o con la continuación del gobierno chavista. La burguesía no tiene otra opción que abrirse camino en la crisis capitalista, y para ello necesita acentuar la pauperización de la clase y la población.
Es necesario retomar el camino de la lucha, desviado y afectado por las ilusiones del “mundo mejor” que nos pintó el chavismo, que ahora también trata de pintarnos la oposición con su candidato recién parido.
Internacionalismo 15-9-06
[1] Para esta encuesta, Hinterlaces contrató a Dick Morrison, quien fue asesor de las campañas de Fox y Felipe Calderón en México, entre otras. Descifrado 13-07-06.
[2] Según las manoseadas cifras del oficial Instituto Nacional de Estadísticas, la tasa de desocupación juvenil a finales de julio 2006 (18,4%) dobla la media nacional. Casi un 40% de la población desocupada se compone de jóvenes.
[3] Clara manifestación de la crisis capitalista que ubica a los países de América Latina como los de mayores índices de criminalidad. Según un informe preparado por uno de los alcaldes de la ciudad de Caracas, opositor al chavismo, Venezuela, con un índice de 40 homicidios por cada 100 habitantes, supera el promedio de la región de 30. En promedio 44 personas son asesinadas diariamente en el país. Entre 1998 y 2004 murieron 90.027 personas de manera violenta, cifras mayores a las registradas en regiones con conflictos armados como Afganistán, Colombia o Irak (El Nacional, 13-08-06). Esta es la cruda realidad de la “revolución bolivariana” chavista.
A pesar de que en marzo del 2003, el gobierno de Chávez sancionó una “Ley contra la corrupción”, Venezuela (junto a Paraguay y Haití) figuran hoy día entre los países más corruptos del mundo. El soborno, se ha convertido en una de las figuras principales que expresa la corrupción a nivel mundial y ni hablar del lavado de dinero efectuado por los bancos, así como la no investigación por parte de éstos de la procedencia de altas sumas de dinero que son colocadas en sus arcas. Esta situación ha llevado a las agencias de investigación financiera, ONG´s y demás organizaciones burguesas a expresar su “preocupación” por la corrupción. Un ejemplo de ello es el “Informe Global de la Corrupción 2005” de Transparencia Internacional, el cual señala cómo la corrupción en proyectos de construcción en gran escala, se refleja en la mala calidad y manejo deficiente de las estructuras, a propósito de las reconstrucciones en Irak, o en los países del sudeste asiático afectados por el tsunami, poniendo en peligro la vida de sus respectivas poblaciones. Todo esto con la intención de hacer ver al proletariado que la corrupción es sólo el producto de los “malos manejos” de elementos inescrupulosos, o que es la causa de la crisis y de la pobreza, tratando de esconder el hecho de que la corrupción brota de las mismas entrañas del capitalismo y que se ha vuelto el modus vivendi propio de la descomposición que vive este sistema decadente.
Aunque el chavismo y la oposición se acusan mutuamente de ser uno más corrupto que el otro, el proletariado no puede caer en esta visión maniquea que lo llevaría a apoyar a tal o cual fracción del capital nacional, sino desarrollar su punto de vista de clase sobre este aspecto en particular, cuestión que nos proponemos hacer en este artículo.
La corrupción es un fenómeno que ha estado presente en los diferentes modos de producción. El hecho de que las clases dominantes que corresponden a cada una de las sociedades que han conformado el proceso histórico humano (antiguo, feudal, capitalista), hayan podido reunir bajo su dirección el poder económico y político, controlando todos los mecanismos administrativos y jurídicos y gozando de muchos privilegios, constituye un caldo de cultivo para la corrupción.
Es necesario comprender este fenómeno de manera más profunda, es decir, llevándolo al contexto de la sociedad capitalista, como sociedad que vive de la explotación del trabajo asalariado. La burguesía en su período ascendente (y puede decirse más floreciente en términos económicos e ideológicos, entre los siglos XVI y XIX) consideraba el problema de la corrupción en dos dimensiones. La primera implicaba la apropiación indebida de los recursos económicos del Estado; la segunda, la violación de una ética basada en la “naturaleza humana”, la cual según los filósofos burgueses, estaba orientada a establecer una sociedad garante del bien común a través de la observancia de las leyes, asegurando así el bienestar social y el pleno goce de la propiedad privada. Ese período de ascendencia se caracterizó por la unificación del mercado mundial, el establecimiento de la relaciones capitalistas para suplantar las viejas relaciones feudales, el comercio a gran escala facilitado por el perfeccionamiento de los medios y vías de comunicación, la implantación del trabajo asalariado y la industrialización creciente, por lo cual era imprescindible una moral hecha a la medida de las necesidades de la burguesía como clase dominante. Se suponía que cualquier acto que fuera en contra de este estado de cosas, significaba la corrupción del espíritu republicano y democrático. Desde entonces, ha sido considerado por la ideología burguesa, que sin estos “principios éticos” no sería posible el progreso social y humano.
Aunque el marxismo nunca ha dejado de reconocer a la burguesía su dimensión revolucionaria, en el sentido de ser una clase que al derrocar a la clase feudal permitió el desarrollo de las fuerzas productivas, siempre ha puesto en alerta al proletariado sobre esa visión idealizada que difundía la burguesía y sobre la profunda hipocresía que se escondía detrás de sus declaraciones de principios, al tiempo que dejaba claro que a esa sociedad que la burguesía identificaba teóricamente como aquella basada ética y moralmente en el respeto a la propiedad, igualdad, libertad y fraternidad entre los hombres, reunidos en un estado garante de los derechos humanos, se oponía en la realidad un nuevo régimen que vivía de la explotación del trabajo, que acumulaba capital basándose en las formas más brutales de esclavización y dominación de clase que haya conocido la humanidad; una sociedad cuya base es el antagonismo irreconciliable entre el proletariado y la burguesía, y en la cual no están ausentes ni la trampa, ni la estafa, ni el robo.
La burguesía, al establecer ese marco jurídico de acuerdo a las necesidades de un sistema social en plena expansión, logró mantener cierto nivel de recato y respeto por la cosa pública (y aún en los negocios entre burgueses), en la medida en que las ganancias, tendientes al aumento en un mercado en expansión, garantizaban unos niveles de ganancia y de reparto de los beneficios suficientes como para que no se desataran el fraude o la corrupción. Al igual que las sociedades de clases del pasado, el capitalismo después de atravesar un período de ascendencia (el cual se extiende hasta finales del siglo XIX y principios del XX) ve la llegada de un período de decadencia, que se caracteriza por el agotamiento de nuevos mercados que puedan absorber la incesante producción de mercancías. Entonces las crisis periódicas que vivió el capitalismo en el siglo XIX (entendidas como crisis de sobreproducción), se vuelven un fenómeno cada vez más extenso y profundo, donde la lucha por mercados se va a trasladar de manera permanente del campo de la economía y las finanzas al de las armas, la destrucción y las guerras, sometiendo a la humanidad a una espiral de barbarie y violencia jamás conocida.
Una característica fundamental del período de decadencia es el desarrollo del capitalismo de Estado, mediante el cual cada estado-nación se prepara mejor para las guerras y para enfrentar como un todo la acentuada competencia entre países. Los partidos y sindicatos le harán la tarea a la burguesía para encuadrar las luchas y desatar campañas mistificadoras contra los trabajadores; además, han formado una verdadera clientela en torno a ellos, que se beneficia de las prebendas económicas y políticas. Ello hace que crezca la burocracia estadal, poniendo en manos de altos funcionarios públicos la posibilidad de manejar los mecanismos administrativos para las inversiones y administración de los presupuestos del Estado. Es en este contexto donde la corrupción experimenta un crecimiento vertiginoso; la búsqueda de beneficios en un mercado cada vez más sobresaturado y los riesgos cada vez mayores para la inversión y reproducción de los capitales en un marco de competencia aguda, incluso la lucha por la subsistencia misma en una sociedad donde crece la pobreza y el desempleo, llevan a toda clase de chantaje, extorsión o estafa. Pero también en el plano de la misma ideología burguesa se plasma esa decadencia, al recurrir a la trampa y a métodos verdaderamente delictivos, en búsqueda de la riqueza fácil y rápida, recurriendo a la especulación e incluso a la manipulación de las estadísticas de crecimiento a nivel de las empresas públicas y privadas, con tal de mantener una imagen “sana” y los beneficios particulares.
En Venezuela, el gobierno de Chávez, quien utilizó en los años 90 la lucha contra la corrupción como una de sus principales banderas electorales, resulta que ha llevado los niveles de corrupción a grados superlativos. Amparado en una supuesta “superioridad moral” frente a los gobernantes que le precedieron, en realidad el chavismo ha sido permisivo ante la corrupción, la cual utiliza a todos los niveles como un arma para ganar fidelidad política y de chantaje, ya que de la corrupción no escapa prácticamente ningún burócrata importante del chavismo. Es así como a medida que se profundiza el proceso de descomposición política y se agudiza la pugna entre facciones de la misma burguesía (incluso entre altos funcionarios públicos del partido de gobierno – MVR -, pero también a niveles medios, en las Alcaldías y Gobernaciones), las acusaciones de corrupción se han utilizado como un mecanismo de chantaje, pase de factura o reprimenda, hacia aquellos que en un momento determinado han querido jugar a sus propias ambiciones, o han actuado en función de intereses contrarios a las intenciones políticas del chavismo. Es en esta dinámica, que se inscriben casos como el de Luis Velásquez Alvaray (ex parlamentario del MVR y ex jefe de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura), uno de los principales abanderados y piezas clave del chavismo hasta hace pocos meses. Existe en la actualidad una red instalada en el Poder Judicial, reconocida por los altos funcionarios chavistas, involucrada en la extorsión e incluso en el asesinato de altos funcionarios adeptos al chavismo, lo que muestra a las claras el lodazal en el que éste nada.
El chavismo, al igual que los gobiernos que le precedieron, es incapaz de controlar la corrupción. Los hechos de corrupción que han salido a la luz pública, se deben a las pugnas dentro del propio chavismo, al descaro con que se han perpetrado y al escándalo que han generado debido a las astronómicas sumas de dinero sustraídas [1]. Ni siquiera las llamadas “contralorías sociales” implantadas por el proyecto chavista han impedido la multiplicación de hechos de corrupción; además de que estas organizaciones, han sido creadas realmente con la finalidad de perfeccionar el control social del chavismo en las diferentes instituciones y empresas del estado, sobre todo para aislar y reprimir a los trabajadores que muestren su indignación y critica al gobierno.
El que los sectores de la oposición intenten esconder sus miserias, denunciando a viva voz los hechos de corrupción, no oculta el hecho de que fueron ellos los maestros de los nuevos corruptos del chavismo. También intentan jugar a la “victima”, al identificar las acciones que el chavismo emprende contra sus líderes y representantes, como un atropello “contra los derechos humanos” contra el “estado de derecho”, explotando casos como el del ex gobernador del Estado Yaracuy, Eduardo Lapi, para intentar encubrir el hecho de que su principal objetivo es desplazar a la facción chavista de la burguesía ahora en el poder para ponerle de nuevo las manos a los copiosos ingresos petroleros. Todas sus acciones de denuncia de la corrupción y contra el gobierno, lo que buscan es, al igual que el chavismo, la defensa de sus propios intereses y llevar a los trabajadores tras las falsas banderas de la “lucha contra la corrupción” para llevarlo fuera de su terreno de clase, es decir a la defensa de la democracia burguesa.
En realidad, esa “cultura de la corrupción” que se desarrolló en los períodos gubernamentales anteriores, es continuada y profundizada por el chavismo. Esto muestra de manera más que evidente, que la tan cacareada “pulcritud” y “superioridad moral” con la cual se autoidentifica el gobierno chavista, no es más que la expresión de una gestión podrida de arriba a abajo. Es más, el relajamiento, la mayoría de las veces permitido conscientemente por el gobierno en los medios de control y manejo de los recursos económicos, se convierte en la práctica en un aval del robo y la estafa a diferentes niveles. Es éste un mecanismo por medio del cual Chávez paga la fidelidad de sus compañeros de partido o de armas (personal activo de las FAN, gobernadores, alcaldes). La corrupción es así un fenómeno cuya responsabilidad recae directamente sobre Chávez, a pesar de que se trata de crear una diferencia entre él y su entorno más inmediato.
La corrupción ha sido ciertamente, uno de los factores que ha permitido a muchos funcionarios públicos enriquecerse de diversas maneras, ya sea por la vía de jugosas comisiones, apropiándose directamente del dinero, haciendo diversos negocios con los recursos económicos del Estado o aprovechando las posibilidades que puede darle el cargo que desempeñan[2]. Este último aspecto ha sido aprovechado por los políticos y hombres de Estado “revolucionarios”, para gozar de jugosos sueldos que hoy le permiten un nivel de vida opulento, mientras hablan desde su tribuna (Asamblea Nacional, Gobernaciones, Alcaldías) de la pobreza como algo inmoral e inhumano, o declarando con el mayor cinismo que “ser rico es malo”. No hay que ocultar que muchos trabajadores, principalmente del sector público, han terminado siendo cómplices o ejecutando directamente hechos corruptos. Esto muestra que el proletariado no es impermeable a la ideología decadente y a las conductas descompuestas de la burguesía.
Es fundamental que el proletariado se mantenga fiel a sus principios y a una ética verdaderamente proletaria, no para arrimar el hombro a la burguesía en su “lucha contra la corrupción”, sino para mostrar a la humanidad que es la única clase portadora de una nueva sociedad, la cual sólo será posible mediante su lucha revolucionaria a nivel mundial que libre a la humanidad de la inmundicia del capitalismo.
Augusto. Junio de 2006
[1] Casos como el del Central azucarero Ezequiel Zamora ocurrido en este año, donde se “extraviaron” tres mil millones de bolívares, o de la Planta procesadora de tomates en la cual se invirtieron más de 1500 millones de bolívares , sin llegar a producir las tres mil toneladas de pulpa de tomate ni los 600 empleos directos que esperaba generar, son algunos de los proyectos en los cuales resultaron involucrados en hechos de corrupción, militares activos de alto rango de las Fuerza Armada .Sin embargo, allí no para la interminable lista: la red de comercialización de productos alimenticios (MERCAL) creada por el gobierno actual, exhibía sólo para el año 2005 unos 100 casos de corrupción; el denominado “Plan Bolívar 2000” a través del cual el gobierno ofrecía recursos para obras de construcción, sobre todo viviendas, fue responsable de la “desaparición” de más de 2000 millones de bolívares sólo en el año 2001. Son casos donde estuvieron implicados Ministros y generales de las FAN. La ostentosidad y la opulencia de la nueva burguesía en el poder es exhibida sin ningún rubor. Barinas, cuna de la familia del Presidente Chávez, ha sido testigo no sólo de la malversación de fondos (se habla de 58 mil millones de bolívares nada más en la gestión de Hugo Chávez padre, gobernador de ese estado en el año 2000) sino del aumento de las propiedades familiares, sobre todo fincas y haciendas que superan las mil hectáreas.
[2] Según el economista Orlando Ochoa, existen tres formas de corrupción históricamente utilizadas en el país: el cobro de comisiones por congelar dinero del Estado en los bancos (calcula que se mantienen en la actualidad cifras de 20 billones de bolívares, que son más de 10 mil millones de dólares en promedio, inmovilizados en el sistema financiero), por asignación de créditos y por otorgamiento de contratos. Agrega, que según investigaciones hechas por Eliécer Otaiza, funcionario del chavismo, 95 de cada 100 contratos se ha hecho por excepción y no por licitación. Revista Zeta N° 1564. Caracas (del 2 al 9 de junio de 2006)
El gobierno de Chávez y sus consortes, utilizando como justificación la “casi inminente” invasión de EEUU, nos repite una y otra vez que: “La mejor forma de garantizar la paz, es armándonos para la guerra”; que “Somos un pueblo de paz, nos armamos para la defensa de nuestra soberanía”. Como todos los gobiernos capitalistas, en nombre de la paz, el estado venezolano justifica uno de los más ambiciosos planes armamentistas.
A pesar de la oposición de EEUU, quien ha bloqueado la compra de armas a Brasil y España, el gobierno venezolano ha llegado a acuerdos con Rusia para adquirir: 24 aviones de combate Suhoi 30, 53 helicópteros, 100 mil fusiles Kalashnikov AK-103 (de los cuales han llegado 33 mil), y la instalación en el país de una fábrica de éstos fusiles y sus municiones; acuerdos que ascienden a los 3 mil millones de dólares. También con Rusia está prevista una compra de misiles tierra-aire TOR-M1, barcos de patrulla y eventualmente un submarino de tipo Amour. Con España, aunque paralizada por los momentos, sigue prevista la compra de 12 aviones de transporte militar a la empresa EADS-Casa, y 31 patrulleras al grupo español Rodman Polyships. Según declaraciones de especialistas en armamentos, con la compra del armamento ruso, Venezuela se convierte en una potencia militar importante en América del Sur[1]; y según el último informe de junio pasado del Instituto Internacional Estocolmo para la Investigación Sobre la Paz, al analizar los gastos militares de Venezuela en el 2005, concluyen que “el país se convirtió en el tercero de América del Sur que mas elevó esos gastos, después de Brasil y de Chile”[2] .
Toda burguesía nacional requiere de cuerpos o fuerzas armadas para mantener su dominación de clase, principalmente para mantener la “paz social” a nivel interno, y para contrarrestar cualquier acción de rapiña de sus burguesías vecinas. Esto ha sido una norma en el capitalismo, mucho mas en su período de decadencia, cuando cada estado, grande o pequeño, tiende a dominar a naciones mas débiles; es decir, cuando el imperialismo se ha transformado en el modo de vida de los estados capitalistas.
Existen precedentes en el siglo pasado en América Latina que evidencian que varias burguesías de la región tuvieron que recurrir a la fuerza bélica, no sólo para reprimir revueltas sociales o luchas obreras, sino para enfrentar a otros estados: guerra de las Malvinas, guerra entre Ecuador y Perú, conflicto de Venezuela con Colombia y Guyana por problemas limítrofes, etc. Durante este periodo, los propios EEUU permitían y suministraban los armamentos necesarios para mantener cierto equilibrio bélico entre las naciones, con el fin principal de permitirles contrarrestar la influencia del imperialismo rival ruso en la región.
Esta situación ha cambiado radicalmente en la región y en el mundo después de la caída del bloque ruso en 1989. A partir de entonces, cuando se pensaba que con la desaparición del “imperio del mal” disminuirían los conflictos bélicos, más bien éstos se han multiplicado. Se ha roto la situación de equilibrio forzado que existía en la época de los bloques y se ha abierto una verdadera “caja de Pandora”, donde no sólo las grandes potencias buscan posicionarse mejor en la arena imperialista, sino que estados medianos o pequeños tienden a jugar su propia política imperialista, lo que lleva a unos y otros a enfrentarse con el “gendarme del mundo”, los EEUU.
En este contexto, el gobierno izquierdista de Chávez, en nombre del conjunto de la burguesía venezolana se ha trazado una agresiva estrategia geopolítica para posicionarse mejor en sus áreas de influencia (El Caribe, Centro América, países andinos de América del Sur), lo que inevitablemente lo lleva a una confrontación con los EEUU y sus principales aliados en la región, dentro de ellos Colombia. En ese sentido, la política armamentista de Venezuela es en parte para responder al desproporcionado suministro de armamentos de EEUU a Colombia a través del Plan Colombia, que ha creado un desbalance bélico en la región.
Conciente de esta situación, el gobierno de USA considera “desproporcionada” la cantidad de armamentos a adquirir por Venezuela; y muestra preocupación por que este armamento vaya a caer en manos de la guerrilla colombiana. El gobierno venezolano ha respondido que sólo se está “rearmando”, debido a la obsolescencia del armamento, y que lo adquiere en Rusia debido al “bloqueo” del imperialismo norteamericano al oponerse a vender armas al país.
Vemos como el gobierno de Chávez, astuto militar izquierdista, utiliza los petrodólares para hacerse de un espacio geopolítico, aprovechando el crecimiento del malestar social de las masas depauperadas y el consiguiente desprestigio de muchos gobiernos de la región; además del rechazo y las dificultades de la política imperialista de EEUU en el mundo. En recientes declaraciones, Bush dijo que “Chávez no representa una amenaza en el plano militar, pero que es un factor de desestabilización de la democracia en la región”. Bien sabe la burguesía americana que esa “desestabilización” es aprovechada por otras potencias mayores o menores, como Francia, Rusia, China, España, Irán, etc. que brindan su apoyo a “la revolución bolivariana” como una forma de tener más influencia en América Latina y para “molestar” al imperio americano en su propio patio trasero.
No es sólo el gobierno americano quien ve como un factor de desestabilización al populismo izquierdista de Chávez y sus planes, sino que así lo consideran varios sectores de las burguesías de la región; incluso burguesías “aliadas” como la de Brasil, cuyos intereses se han visto afectados por las recientes medidas de nacionalización de los hidrocarburos del gobierno de Evo Morales en Bolivia, apoyado abiertamente por Chávez.
Los EEUU no se han quedado de brazos cruzados ante este “infant terrible” que quiere jugar a su propia política imperialista en la región. Han desarrollado una estrategia diplomática con varias burguesías de la región no sólo para detener las veleidades de Chávez en la región, sino los avances del populismo de izquierda más radical; de allí los fracasos electorales de Oyanta Humala en Perú, de López Obrador en México, y las dificultades que está teniendo Evo Morales para concretar sus planes. Para fortalecer esta estrategia, John Negroponte, jefe del Servicio de Inteligencia del Departamento de Estado, nombró recientemente un director para Cuba y Venezuela, al nivel de cargos similares para Corea del Norte, Irán y la lucha contra el terrorismo.
Este acoso al chavismo, no sólo se da a nivel externo, sino en el plano interno a través de sectores opositores de la burguesía venezolana. Esto explica el hecho de que, ante las próximas elecciones presidenciales de diciembre de este año, los grupos y partidos de oposición han logrado lo que hace apenas unos meses parecía imposible: aglutinarse alrededor de la candidatura única de Manuel Rosales, gobernador del estado Zulia (uno de los 2 estados gobernados por la oposición de un total de 24), que según las encuestas tendría posibilidades de retar a Chávez (ver artículo en esta revista).
Por otra parte, a nivel de la Fuerza Armada, hechos recientes muestran que parece ser que no es tan monolítico su respaldo al “comandante”: por una parte, parece ser que existen sectores que se oponen a la entrega de armamento a las milicias promovidas por el chavismo[3]; hace pocas semanas (precisamente cuando Chávez abrió su campaña por la reelección) se fugó de una cárcel militar Carlos Ortega[4], uno de los presos políticos mas importantes del régimen, supuestamente con colaboración de militares de rangos medios y altos.
El armamento adquirido por el chavismo, como el de todos los gobiernos burgueses, se hace en detrimento de las condiciones de vida del proletariado y del conjunto de la población. Y en última instancia estas armas van a utilizarse contra el proletariado, a quien no le quedará otro camino que enfrentar de manera abierta y decidida al estado venezolano. Pero también van a apuntar contra esa masa de excluidos sociales que ya comienza a mostrar su frustración ante el gobierno chavista, que como todos los anteriores le ha sembrado la esperanza de salir de la pobreza y tener una vida mejor. Ni Chávez ni cualquier otro gobernante va a sacarnos de la pobreza, pues el crecimiento de la pauperización tiene su génesis en las propias contradicciones del modo de producción capitalista, el cual sólo puede ser superado por la revolución proletaria a nivel mundial, y no por una supuesta “revolución” que lo que ha logrado es desplazar a un sector de la clase dominante para colocar a otro con un “nuevo” proyecto capitalista de estado de corte radical. En ese sentido, la represión está a la orden del día.
Y el chavismo ya tiene quien empuñe estas armas: no sólo están preparadas la Fuerza Armada y todas las policías del país como en cualquier otro estado burgués, sino que al mejor estilo fascista y estalinista, ha conformado una serie de organizaciones donde destacan La Reserva y las Guardias Territoriales, de los cuales ya han sido entrenados alrededor de 250.000 del total de un millón que espera formar el gobierno, según declaraciones del anterior jefe del Comando de la Reserva y Movilización Social, adscrito a la presidencia de la República. Según el Ministro del Interior Jesse Chacón, éstas fuerzas intervendrán en caso de “presentarse una agresión externa a la soberanía del país o una subversión interna”. ¡Mas claro no canta un gallo!
Pero dentro de estas fuerzas chavistas paralelas a los cuerpos represivos formales, tal como lo hicieron Mussolini o Hitler en su momento, se ha conformado una verdadera Guardia Pretoriana, un cuerpo de elite llamado Frente Francisco de Miranda. Este grupo lo conforman entre 15 y 20 mil jóvenes, adiestrados en Cuba y Venezuela, que tienen como grito de guerra, a la usanza cubana: ¡Ordene Comandante! Cada uno de sus miembros recibe una “beca-trabajo” mensual de Bs. 350.000 (alrededor de $160), que no llegan a ganar muchos trabajadores. Chávez en un acto de masas del 30 de junio pasado, llamó a este Frente “hijo prodigioso de la revolución” y ordenó asignarles el próximo lote de fusiles Kalashnikov.
Ya hay precedentes de cómo estos grupos de choque del chavismo han amedrentado e incluso atacado a trabajadores en lucha por reivindicaciones laborales, tal como ha sucedido con trabajadores del Metro de Caracas y con trabajadores de la Maternidad Concepción Palacios en Caracas, para solo mencionar algunos casos. También han sido asesinados varios trabajadores en diferentes ciudades del país y en condiciones muy dudosas, algunos de ellos sindicalistas de base de partidos o grupos opositores al gobierno; así como trabajadores de la Alcaldía Metropolitana en la zona del 23 de Enero en Caracas; su muerte, que nunca ha llegado a esclarecerse, ha sido presentada como acciones del “hampa común”. No es de sorprender que el gobierno eche mano al sicariato para hacer callar o desaparecer a sus opositores.
Pero tampoco se descarta que estas armas e incluso las milicias chavistas sean utilizadas contra proletarios y pobladores de otros países. Ya Cuba, cuando estaba bajo la órbita del imperialismo ruso, intervino militarmente en otros países. También las fuerzas armadas de Venezuela formaron parte de las “fuerzas de paz” en los años 70 cuando la guerra de guerrillas en Centroamérica. Hoy, no se descarta que ante cualquier “agresión del imperialismo” contra un “aliado”, el “gobierno revolucionario” envíe armas y/o tropas a otros países.
El proletariado debe rechazar esta locura armamentista y guerrerista de la burguesía. La única forma efectiva de detenerla, en Venezuela y en el mundo, es a través de la lucha frontal del proletariado contra su propia burguesía. De esta manera, la lucha le traerá al proletariado el doble beneficio de fortalecer su conciencia de clase e impedir que la burguesía, sea chavista o no, derrame sangre obrera en Venezuela y en el mundo.
P. 15-09-06
[1] El Nacional, 28-07-06
[2] Descifrado, 17-08-06
[3] El actual Ministro de la Defensa, Luís Baduel, declaró a la prensa no haber recibido órdenes de armar a civiles, refiriéndose a la entrega de fusiles rusos a grupos de elite, anunciada por el propio Chávez.
[4] Presidente de la Confederación de Trabajadores de Venezuela, principal organización sindical no oficial. Lideró junto con empresarios y lideres de oposición varias acciones para derrocar a Chávez; dentro de ellas el paro de la industria petrolera a finales de 2002.
En la esfera de la geopolítica
regional, hemos asistido en los últimos años a una serie de acontecimientos que
marcan un cambio cualitativo en las relaciones de EEUU y su patio trasero, la América Latina.
Estos acontecimientos han tenido, en algunas oportunidades, un cariz tenebroso,
como fue el caso de la intervención de EEUU en la crisis vivida en Haití, y que
determino, tanto la salida de Aristide mediante maniobras que fueron
calificadas como secuestro, así como la intervención de una fuerza de “paz” con
fuerzas francesas. Otras veces, han sido expresiones tragicómicas, como lo fue
la crisis generada por el huracán que azotó a Nueva Orleans, la cual fue
precedida por criticas por parte del gobierno venezolano presidido por Hugo Chávez,
que demostraban la incapacidad y la indolencia de la burguesía americana frente
a tal tragedia, al tiempo que ofrecía ayuda tales como gasolina a “precios
solidarios” para los afectados así como ayuda para sanear un río en Nueva York.
Debemos recordar que cuando la
tragedia del estado Vargas en Venezuela en 1999, el mismo gobierno de Chávez
rechazo un convoy de ayuda enviado por EEUU, y que aun hoy, las victimas de esa
tragedia vagan a lo largo y ancho del país. Hay otros acontecimientos que
tienen que ver con la oferta de EEUU de crear un área de libre comercio para
las Américas –ALCA-, y que ha tenido rechazo claramente por parte de Argentina
y Brasil, principalmente por los productos agro industriales, pero también ha
habido un rechazo de carácter “ideológico” de parte de Chávez por considerarlo
un proyecto neo liberal. Chávez ha opuesto a ese proyecto, el ALBA, que oferta
la unión “solidaria” de los países latinoamericanos para superar la pobreza. No
obstante, ha sido en el MERCOSUR, proyecto de mercado común que trata de
conciliar los apetitos imperialistas, nada solidarios, de los países del sur,
donde se ha integrado Venezuela. Por otra parte, se observan enfrentamientos
cada vez mas frecuentes entre diferentes países : Colombia mantienen un
permanente forcejeo con Venezuela por el posible apoyo de este último a la
lucha de la guerrilla, México se enfrenta con Venezuela por los intereses
comunes en El Caribe, Argentina se enfrenta a Uruguay por la instalación de una
planta productora de papel.
Para el proletariado es necesario
profundizar esos acontecimientos para evitar ser confundido por las campañas
que pretenden vender modelos tanto “neo liberales”, así como “neo socialistas”,
como salida a la mas profunda crisis que enfrenta la humanidad a lo largo de su
historia. Y que en realidad no hacen sino reflejar los apetitos imperialistas
que animan las distintas propuestas de cada burguesía nacional, tal como lo muestra
el presente documento presentado en la Conferencia Territorial
de Internacionalismo celebrada en mayo pasado. Al contrario, ver con claridad
que estos modelos son trampas ideológicas para desviarlo de su camino histórico,
es lo que permitirá que el curso de los acontecimientos se oriente hacia la
salida real, la revolución proletaria mundial.
Para la CCI el derrumbe del bloque
ruso en 1989 marca un hito de una importancia trascendental, ya que este
acontecimiento abre un período de resquebrajamiento del sistema de bloques
imperialistas que se conformó después de la segunda guerra mundial. Esta
implosión del imperialismo ruso no sólo ha traído consecuencias en la arena
imperialista, sino que es la manifestación de un fenómeno mucho mas amplio que
se venía gestando a lo interno del capitalismo producto de sus propias
contradicciones, al cual las clases decisivas de la sociedad (la burguesía y el
proletariado) no han podido dar una salida: la crisis del capitalismo
decadente. Es por eso que decimos que el derrumbe del bloque ruso marca el
inicio de una fase inédita en el capitalismo: la descomposición del modo de
producción capitalista, que presenta de manera dramática la disyuntiva en que
se encuentra la sociedad: socialismo o barbarie.
La descomposición tiene
repercusiones en todos los órdenes: económico, político, social, ideológico,
etc. Pero donde se expresan de manera más dramática sus efectos es en la arena interimperialista,
en la conflictividad social y en los conflictos de intereses de las clases
dominantes de cada nación para adaptarse a la nueva situación; en un contexto
donde la crisis capitalista iniciada en los años 60 prosigue su inexorable
agudización.
El objeto de estas notas es
analizar las consecuencias de la descomposición en la geopolítica en América Latina
(AL) y trazar las perspectivas.
De acuerdo con las posiciones de
la izquierda comunista, la entrada del capitalismo en su fase de decadencia, se
expresa (entre otros aspectos) a través de las políticas imperialistas que
necesariamente tiene que desarrollar cada nación para intentar sobrevivir en el
mercado mundial. Los países tendrán mayor o menor capacidad para desarrollar su
política imperialista, dependiendo de su poder económico y militar, así como su
ubicación estratégica en la geopolítica.
El resquebrajamiento del sistema
de bloques, se expresa en la tendencia cada vez mas abierta a romper la
disciplina y el dominio que ejercía EEUU como cabeza de bloque y como potencia
imperialista. Desde el siglo XIX EEUU ha considerado a los países de AL como su
“patio trasero”. En ese sentido, ha sido el país que mayor influencia ha tenido
en el siglo XX en la implantación del modo de producción capitalista en la
región para hacer un uso más eficiente de esos mercados y explotar las materias
primas de la región. A lo largo del siglo XX, con mayor énfasis después de la
II Guerra Mundial, desarrolló una
estrategia geopolítica para contrarrestar la influencia de las otras potencias
imperialistas, principalmente las del imperialismo ruso. “América para los
americanos”, rezaba el lema del imperialismo americano después del reparto de
Yalta al finalizar la II Guerra
Mundial. Debido a esta dominación, el imperialismo norteamericano tuvo una
ingerencia abierta y directa sobre los gobiernos de la región hasta la década
de los 90, apartando los gobiernos contrarios a sus intereses, incluso a través
de invasiones militares: recordemos las invasiones a República Dominicana,
Grenada y Panamá. De esta manera, las tendencias antiamericanas de las
burguesías de la región (que siempre han existido) quedaban asfixiadas o
disminuidas debido al poder absoluto del imperialismo EEUU. Esto no impidió que
se instauraran gobiernos con claras tendencia antiamericanas, como por ejemplo el
de Velasco Alvarado (militar venerado por Chávez) en Perú en los años 70.
Para garantizar su dominio, EEUU
se apoyó en el plano político, desde dictaduras abiertamente sanguinarias como
las de Cono Sur o la de Somoza en Nicaragua, hasta gobiernos dirigidos por
partidos socialdemócratas y socialcristianos, mediante los cuales mantuvo una
convivencia política hasta la década de los 90, que marca la caída de los
partidos tradicionales en la mayoría de los países de la región. También EEUU
formó unas fuerzas armadas que fueron las que en última instancia garantizaron
la estabilidad, ante una burguesía débil históricamente, en parte debido a la
propia acción de los EEUU que se encargaron de “cortar las alas” a los sectores
más nacionalistas de la burguesía de la región.
Hoy, con el cuestionamiento del
dominio americano a nivel mundial, la intervención de otras potencias, aunque
no del mismo calibre, se hace cada vez mas evidente: intervención de Francia en
el conflicto de Chiapas y en Haití; intervención de España en diversos países,
bien sea mediante “ayudas humanitarias” cuando los huracanes en El Caribe o
mediante intervención en elecciones para apoyar tal o cual candidato (en Venezuela
esta pendiente dilucidar la intervención del gobierno español de turno a través
del BBVA en la campaña de Chávez); intervención rusa con ventas de armas a
Venezuela cuestionada por EEUU. Intervención de China con sus mercaderías
baratas y sus necesidades cada vez mas importantes de materias primas.
En materia económica, la
agudización de la crisis capitalista mundial tuvo repercusiones importantes en
la región en los años 80 y 90. Las crisis de México en los años 80, y las de
Argentina y Brasil en los 90, fueron la expresión mayor de una crisis
generalizada a toda la región. El oxigeno que se inyectó a las economías de la
región a través del monstruoso endeudamiento de los años 70, no impidió que
sucumbieran ante la crisis; por ello los economistas se refieren a la de los 80
como la “década perdida”.
Esta situación tuvo repercusiones
a nivel social, ya que desaparecieron muchos de los empleos que se habían
creado en la década de los 70, pasando muchos proletarios a engrosar la masa de
excluidos sociales que se había venido formando desde mediados de siglo, y que
progresivamente migraba hacia las principales ciudades para conformar los
cinturones de miseria que hoy conocemos. Es así que conseguimos un cuadro mas o
menos generalizado en la región donde el 50% o mas de la fuerza de trabajo,
labora en la llamada “economía informal” en condiciones de alta precariedad. Se
calcula que un porcentaje importante de la población de la región (80 %) vive
en situación de pobreza. Masas importantes de esta población ha tenido que emigrar
a EEUU (alrededor de 40 Millones) o a Europa en busca de mejores condiciones de
trabajo, por lo que parte importante del PIB de países de El Caribe y
Centroamérica esta constituido por las remesas que éstos envían a sus familiares
(las remesas constituyen para Honduras el 30 % de PIB).
Como respuesta a la crisis, las
burguesías de la región implantan las medidas de corte neoliberal a finales de
la década de lo 80, situación que acentuó la pauperización y creo una serie de
convulsiones sociales, las que los partidos tradicionales de la región
(socialdemócratas y socialcristianos) no tuvieron la capacidad de controlar,
debido en parte al alto grado de descomposición en sus filas (corrupción,
inamovilidad política, clientelismo político, etc.), expresión de la
descomposición de la clase burguesa en su conjunto.
Por su parte, EEUU (así como el
resto de las grandes potencias), como una forma de enfrentar la crisis
económica a nivel interno y descargar los efectos de la crisis sobre las
burguesías de su patio trasero, intenta imponer en los años 90 planes
comerciales como el TLC. De hecho, con México se firma el primer tratado de
libre comercio, que se suponía era el inicio de la extensión del TLC hasta La Patagonia para inicios
de 2005 a
través del ALCA.
Pero las expectativas del capital
americano no se han cumplido: la implantación del ALCA es evidente que es vista
por varias burguesías nacionales como una amenaza a sus propios intereses. En
el caso de Argentina y Brasil la oposición al ALCA se debe fundamentalmente a
que la producción agrícola de estos países se vería bastante perjudicada. Es
por ello que la burguesía brasileña, la más importante de la región, hasta
ahora se ha opuesto a firmar tales acuerdos, al igual que otros países de la
región. Por ello EEUU ha optado por la vía de acuerdos bilaterales con
economías más débiles, como las de Centroamérica, El Caribe y de varios países
suramericanos (Colombia, Perú, Ecuador, Uruguay, etc.).
Mas bien, la bandera contra el
ALCA ha sido una de las que mas han explotado los partidos de izquierda e
izquierdistas de la región para ganarse a las masas que han sido afectadas por
las políticas económicas de corte neoliberal, que son las mayorías de la
población. Por otra parte, ya que el promotor del ALCA son los EEUU, a los
sectores de izquierda les viene como “anillo al dedo”, la bandera
“antiimperialista” que le sirve de base para ganar a la población y desarrollar
sus propios planes de gestión del estado y de explotación.
Sin embargo, es difícil para las
burguesías de la región, en su gran mayoría débiles económicamente, deshacerse
de las relaciones con EEUU, así que no les queda otro camino que aceptar las
condiciones impuestas por éste. Por otra parte, potencias regionales como
Brasil, México, Argentina o Venezuela, es posible que no le inspiren la misma
confianza que los EEUU, ya que a pesar de todo, ésta sigue siendo la primera
potencia económica del mundo.
El desarrollo de esta política antiamericana ha tenido resonancia debido a la disgregación del exbloque americano, que ha desatado la tendencia a que cada país, grande o pequeño, que antes pertenecía al bloque, tienda a jugar su propia política imperialista, desobedeciendo a la antigua potencia cabeza de bloque e incluso retándola como se observa en el caso de Chávez en Venezuela.
Este contexto explica el ascenso
de la izquierda a la mayoría de los gobiernos de la región, y en particular la
implantación de gobiernos populistas de izquierda, como los de Chávez y Evo Morales.
Existen unas condiciones geopolíticas y económicas, para que este tipo de
gobiernos exploten a su favor la pauperización reinante en la región, con
políticas orientadas a las capas más excluidas de la sociedad, que son las
mayorías de las que habitan la región. Al igual que en el pasado, con los
gobiernos populistas de Perón en Argentina, Getulio Vargas en Brasil, Velasco
Alvarado en Perú, Noriega en Panamá, etc.; varias burguesía de la región
recurren a estos esquemas de gobierno, ante la profundidad de la crisis
económica y política, y como única opción para controlar el malestar social,
así sea por algún tiempo. Sin embargo, aunque en estos nuevos gobiernos existen
los elementos fundamentales que caracterizan al populismo, también existe una
notable diferencia con los populismos del pasado consecuencia de la
descomposición: las dificultades para lograr una estabilidad política y el obligatorio
antiamericanismo, que se transforman en factores de inestabilidad regional.
Si bien el gobierno de Chávez, y
ahora el de Evo Morales, son expresiones caricaturales de este populismo por su
“radicalismo”, el populismo es un recurso que ninguna burguesía puede desdeñar,
de allí que gobiernos como el de Lula o Kirchner coqueteen con el populismo, o
burguesías como la mexicana tengan un candidato como López Obrador, y ni hablar
de Oyanta Humala en Perú, quien ganó la primera vuelta de las elecciones.
Sin embargo, el “nuevo” populismo
de izquierda no es la solución mágica para la burguesía, ya que son gobiernos
que por su tendencia a perpetuarse en el poder exacerban las contradicciones en
todos los órdenes, con el agravante de que en la fase actual de descomposición
el populismo no puede sobrevivir sin repercutir en la geopolítica regional y
mundial.
De la misma manera, EEUU no se
queda de brazos cruzados, ante un “sarampión” que afecta sus intereses
geopolíticos e incluso económicos. De allí la mayor atención que se le presta a
la región durante el segundo gobierno de Bush y a una adaptación de su
estrategia geopolítica a las nuevas condiciones: ya no se trata de aplicar
medidas de fuerza unilaterales, sino buscar el consenso de varios países de la
región, principalmente los de mayor peso económico y político, como Brasil y
México, para crear un frente que limite los efectos de las políticas
populistas. EEUU ha aprendido del gobierno de Chávez, al que en un principio
subestimó: por un lado juega al agotamiento de estos gobiernos; y por otro,
explota a su favor los efectos negativos de los gobiernos populistas a los propios
países de la región, como se acaba de ver con la declaratoria de
nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia, donde es inocultable la acción
geopolítica de Cuba y Venezuela, y que afecta principalmente a Brasil y
Argentina. La orientación de EEUU, en boca de su Secretaria de Estado C. Rize
es a fortalecer a la OEA,
buscando posiciones mayoritarias en su seno contra el populismo. Para apoyar
esta estrategia, EEUU se apoya con México en el norte, Brasil en el sur, y
Colombia como frente militar en la frontera con Venezuela a través del Plan
Colombia.
No obstante, EEUU de la misma
manera que arma sus dispositivos militares en el Medio y Lejano Oriente y en Asia
Central, también refuerza sus bases militares, sobre todo las del Comando Sur,
alrededor de 30 bases, que tiene un papel fundamental en el área de El Caribe y
en Suramérica. Además, su intervención militar con la excusa de luchar contra
el narcotráfico ha llevado a un reforzamiento de su presencia en Colombia (Plan
Colombia), Ecuador (Plan Patriota, base de Manta) y en Paraguay donde existe
una base militar cercana al altiplano boliviano.
Es necesario analizar el papel de
Venezuela en la geopolítica regional, que hasta ahora se ha fortalecido debido
a varios factores:
-a las condiciones políticas,
sociales y económicas de la región, que como dijimos son un caldo de cultivo
propicio para vender esperanzas a los pobres de salir de su situación;
-a la alianza con Cuba, quien ha
adaptado sus planes “socialistas” de las 3 primeras décadas de gobierno (en
materia de salud, educación, deporte, de control social, etc.) para vender su “asesoría”
a los gobiernos populistas de izquierda, y desarrollar una geopolítica basada
en la astucia;
-a la explotación de los recursos
energéticos como un arma geopolítica;
-a los altos ingresos de
Venezuela por concepto de petróleo, quien dedica importantes recursos a su sobrevivencia
geopolítica;
-a las debilidades y desprestigio
del imperialismo americano a nivel mundial.
La burguesía venezolana siempre
ha mantenido una atención sobre su mercado natural: Centroamérica, El Caribe y
los países andinos; donde ha utilizado su poder energético y económico como
arma de negociación. Esta política la sostenía en “armonía” con el capital
americano, competidor natural del capital venezolano en la región; a pesar de
gobiernos como el primero del socialdemócrata Carlos Andrés Pérez en los años
70, que intentó jugar sus propias cartas en la región a través de una política
de corte populista.
Antes del chavismo no se había
visto una política tan “agresiva” contra EEUU de parte de la burguesía
venezolana, donde con frecuencia se utiliza el chantaje de no suministrarle
petróleo. Hay que ver el carácter contradictorio de esta “agresiva” política de
Chávez: en sus casi 8 años de gobierno, aun durante el paro petrolero de
diciembre de 2002, el gobierno ha respetado los suministros a EEUU; por otra
parte, EEUU es el principal cliente comercial de Venezuela. Según varios
análisis económicos, de suspenderse la venta de petróleo a EEUU, la principal
perjudicada sería Venezuela., debido a que las refinerías de este país tienen
la capacidad de procesar el crudo pesado y extra pesado que produce Venezuela.;
por otra parte, se incrementarían los costos al colocar el petróleo en zonas
mas alejadas del mundo. También hay que tomar en cuenta que el gobierno
venezolano, en su huída hacia adelante para intentar sobrevivir, podría llegar
a cumplir sus promesas.
El chavismo para poder sobrevivir
necesita fortalecerse geopolíticamente, de allí que no escatime recursos para
tener mayor influencia a nivel regional, lo que inevitablemente lo lleva a
tener confrontaciones con EEUU en primer lugar, pero también con el resto de
los países, principalmente Brasil y México. En la medida que estos países se
debilitan, el papel de Venezuela se ve fortalecido. La estrategia que
desarrolla el chavismo es de desestabilización de la región: esto explica, por
una parte, el apoyo irrestricto a Evo Morales en Bolivia, pues este país ocupa
un lugar geográficamente estratégico, además de ser el principal proveedor
energético a Brasil; así mismo, explica el apoyo a Humala, quien podría
bloquear las aspiraciones de una vía terrestre de Brasil hacia el Pacífico.
También esta estrategia explica el retiro de Venezuela de la Comunidad Andina
de Naciones, que desestabiliza económicamente a Colombia, ya que Venezuela es
su segundo mercado mas importante; las declaraciones contra el MERCOSUR; el
retiro del Pacto de los Tres y el Pacto de San José, como una forma de dejar
mal parados a Colombia y México en el área de El Caribe. Sin embargo, esta
estrategia de ruptura con acuerdos comerciales que llevaba el estado venezolano
desde hace varias décadas, apunta a una eventual ruptura con la OEA, de llegar ésta a
presionarlo. ¿Si la burguesía cubana ha sobrevivido más de 40 años, gracias a
su antiimperialismo; por qué no podría hacerlo el chavismo contando con mayores
recursos económicos?
Sin embargo, la geopolítica de Venezuela
está mostrando sus límites: a nivel externo, la declaración oficial de Brasil
de declarar a Chávez como un elemento que atenta contra la integración
regional, marca un paso importante de distanciamiento de ese país con respecto
al chavismo y de acercamiento a EEUU en este orden; el descenso de Humala en
Perú y Obrador en México (según indica la prensa burguesa), mostraría que las
burguesías de la región están reaccionando en contra de los efectos negativos
del populismo de izquierda. A nivel interno, la geopolítica chavista está generando
una oposición dentro de la propia población chavista que se opone a los altos
gastos de recursos del estado en otros países, mientras se acentúan sus
condiciones de miseria.
Sin embargo, el drama que vive la
burguesía es que sus “salidas” son cada vez mas de corta duración y que se
agotan sus campañas de generación de esperanzas, ya que el capitalismo no tiene
salidas reales a la actual situación. Esto no quiere decir que el populismo de
izquierda se haya agotado, y que a lo mejor sus efectos no se hayan diseminado
por la región. En todo caso, mientras el proletariado mundial y regional no se
reafirme en su terreno de clase, la perspectiva no es sólo hacia mayores
niveles de pauperización, sino hacia mayores niveles de descomposición social.
La situación actual muestra la gravedad de la crisis mundial del capitalismo con sus interminables guerras y masacres llevadas a cabo en nombre de la defensa de la paz y la democracia. Con sus interminables hambrunas justificadas por los errores de los facciones burguesas contrarias. Y que se reflejan en el continente americano en un deterioro cada vez más débil del equilibrio de las facciones internas como de las burguesías nacionales en su conjunto atizadas por las necesidades imperialistas. Frente a ello el proletariado debe estar alerta frente a las mistificaciones que se alzan para aplacar su lucha y plantear su salida: la revolución proletaria, la única forma de salvar a la humanidad de la barbarie capitalista.
Mayo 2006
Links
[1] https://es.internationalism.org/en/tag/situacion-nacional/venezuela
[2] https://es.internationalism.org/en/tag/situacion-nacional/conflictos-interburgueses-0
[3] https://es.internationalism.org/en/tag/situacion-nacional/lucha-de-clases-2
[4] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/chavismo
[5] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/america-central-y-sudamerica
[6] https://es.internationalism.org/en/tag/vida-de-la-cci/resoluciones-de-congresos