Los medios de comunicación, los telediarios, la prensa entera rebosa de noticias. Desde hace un año, poco a poco se entera uno de cantidad de cosas sobre el pasado nazi del presidente austriaco K. Waldheim; además, en cada país, siempre hay una serie de “noticias importantísimas” que llenan los periódicos durante semanas (por ejemplo, en Francia y Gran Bretaña, las disquisiciones interminables sobre el insulto que Chirac dirigió a Thatcher). En cambio, hay que ser asiduo lector de varios periódicos y muy escudriñador para descubrir las escasísimas noticias referentes a las miserias cotidianas y a las luchas de millones de personas. A veces, en un rincón de tal periódico, se entera uno de que tal huelga se ha acabado..., huelga de la que nadie había oído hablar cuando empezó. O, también, ocurre, por ejemplo, que con ocasión de un artículo sobre el Partido Socialista portugués, uno se entera de que ese país está siendo zarandeado por una marea de descontento social (Febrero del 88). Y cuando las noticias de luchas o de revueltas obreras ya no pueden ser censuradas debido a su amplitud, a las repercusiones y el eco en la sociedad, entonces le toca el turno a las mentiras y a la desinformación más completa. Eso, cuando no son insultos contra los obreros en lucha.
La burguesía lo hace todo por ocultar la realidad de las luchas obreras. Hoy en día, la quiebra económica del capitalismo no puede seguir ocultándose. La burguesía internacional se está preparando para aumentar todavía más duramente sus ataques contra las condiciones de existencia de la humanidad entera, y, en primer término, del proletariado mundial. Con la censura de los media sobre las luchas, se procura limitar, ya que no impedir, el desarrollo de la confianza en sí mismo del proletariado, en su fuerza, en su combate.
Pero no solo son las luchas obreras lo que la burguesía intenta ocultar. A pesar del despliegue guerrero de una autentica gran armada de los principales países del bloque occidental en el golfo Pérsico frente al bloque ruso, con el pretexto de meter en cintura al Irán de Jomeini, lo que predomina en los medios de comunicación es más bien la discreción. Salvo cuando se trata de llevar a cabo una campaña propagandística determinada. Y eso, a pesar de que no pasa un día sin operaciones militares, y sin hablar de la propia continuación de la guerra Irán-Irak. Las grandes potencias están reforzando considerablemente su armamento, ocultándolo tras las campañas sobre el “desarme” Este-Oeste (cumbre Reagan-Gorbachov, cumbre de la OTAN). En todo ello, de lo que se trata es de limitar al máximo la toma de conciencia de que el capitalismo es la guerra y que si no es destruido de arriba abajo, lo único que puede ofrecer a la humanidad es una tercera guerra mundial.
El porvenir que nos esta preparando el capitalismo se plasma con todo su horror en Oriente Medio: la guerra Irán-Irak; no contentos con haber mandado a más de un millón de hombres a la muerte en el frente, ambos Estados se han lanzado con fruición a la “guerra de las ciudades”: la población civil asesinada a golpe de misil lanzado a ciegas en pleno centro de las ciudades, para “presionar al enemigo”. Y Líbano y su conocido horror cotidiano y endémico. Y ahora los “territorios ocupados” por Israel.
Denunciamos aquí la represión bestial que el estado burgués israelí está ejerciendo contra las poblaciones amotinadas de los territorios ocupados. Amotinados contra la miseria, el desempleo masivo, el hambre, la represión sistemática y bestial que en permanencia tienen que aguantar. Cerca de cien muertos. Muertos a balazos. Heridos por millares a causa de la crueldad sistemática : torturas, apaleamientos, y, muy especialmente, fracturas de brazos y de dedos de las manos con piedras, con el casco, que los soldados provocan fría y sistemáticamente, dejado a muchas personas tullidas para toda su vida. En resumen, el terror, el terror capitalista, corriente y moliente, tal como existe cotidianamente por el ancho mundo. Nada que sea excepcional, en verdad.
Pero no basta con denunciar la represión. También hay que denunciar sin la menor ambigüedad todas las fuerzas que están actuando para encauzar esa cólera, esas revueltas, hacia el callejón sin salida del nacionalismo. La O.L.P., evidentemente, pero también y sobre todo el conjunto del bloque occidental, con los USA a la cabeza, claro está, que anima a la OLP, la empuja para que se implante en los territorios ocupados, en donde su presencia era hasta ahora relativamente débil, que la empuja, ya que no a la formación de un estado palestino, al menos a que controle la población, control que Israel, por “buena voluntad” que le eche, es incapaz de garantizar. No se puede esperar de la OLP otra cosa sino el mismo terror estatal que el de Israel. La OLP ya ha dado muestras fehacientes de su capacidad de represión y mantenimiento del orden en los campos palestinos de Líbano.
Digámoslo claramente. Ya sea con Israel ya con un Estado palestino, las poblaciones de los territorios ocupados o del exilio en campos palestinos de Líbano o de otro sitio, van a soportar más miseria, más represión, más guerra permanente, de todo eso que tanto abunda y se desarrolla en esa región del mundo; o sea, lo mismo que las demás poblaciones del área. La única manera de limitar los efectos de esa creciente barbarie, estriba en la capacidad de la clase obrera de esos países para llevar tras sí a las poblaciones en el rechazo de la lógica guerrera y de la miseria. Y eso es posible; recuérdense las manifestaciones callejeras en Líbano contra las subidas de precios; y la realidad del descontento obrero en Israel que se ha plasmado ya en huelgas y manifestaciones.
En tercer lugar, queremos también denunciar al coro de llorones, de demócratas de izquierda y demás humanistas que con la “mejor voluntad” recomiendan que la represión sea más “humana”. Algo así como una represión “no violenta”. ¿Y por qué no una guerra sin muertos y sin sufrimientos?, algo así como una guerra humana, vaya. En realidad, esos individuos no son tan tontos como pudiera parecer. Son, de hecho, unos hipócritas que participan con todo su lagrimeo en la campaña mediática e ideológica del bloque occidental para que la población sea el rehén de la falsa alternativa: o Israel u OLP.
La publicidad de los media en torno a los desmanes del ejército israelí es algo conciente por parte del bloque USA: utiliza la violencia de la represión del mismo modo que utilizó las matanzas en los campos palestinos de Sabra y Chatila en Beirut en septiembre de 1982. Matanzas llevadas a cabo ante la complicidad directa de los soldados israelíes. Matanzas que sirvieron para justificar el envío a Líbano de los ejércitos US, británico, francés e italiano aquel mismo año.
La situación en los territorios ocupados significa que el Estado de Israel está, a su vez, “libanizándose”. Toda la región, todo Oriente Medio se está “libanizando”. Es toda la sociedad lo que se está descomponiendo y pudriendo. Y esa descomposición es el resultado del declive, de la putrefacción del capitalismo. Este se está pudriendo de arriba abajo. Y por todo el ancho mundo.
Quiebra económica, miseria creciente, guerra. Eso es lo que en todo su horror nos ofrece el capitalismo. Y eso, ahora que existe potencialmente en el mundo un desarrollo de fuerzas productivas suficiente para acabar con la miseria en el planeta. Es la realidad de esas contradicciones lo que forja la toma de conciencia de la clase obrera:
En el momento en que escribimos, y a pesar de la censura de hecho, establecida por el conjunto de la prensa internacional el movimiento de luchas en Gran Bretaña sigue: huelgas en el automóvil, luchas y descontento que no cesa entre las enfermeras y en los servicios públicos, en la enseñanza. Sin embargo, cabe señalar que, según las informaciones dadas por nuestros camaradas de Gran Bretaña, podemos decir que hoy el movimiento parece haber entrado en un compás de espera.
Durante los primeros días de Febrero, las enfermeras, 15 mil mineros, 7 mil marineros, 32 mil obreros de Ford y de la General Motors (Vauxhall), de Renault Truck Industries (RVI), los profesores, todos ellos se movilizan a pesar de la oposición y los sabotajes sindicales Desbordados al principio, los sindicatos obtienen una primera victoria al conseguir que la huelga en Ford quede postergada para después de la huelga nacional de las enfermeras del 3 de febrero. A pesar de la simultaneidad de las luchas, a pesar de las diferentes expresiones de solidaridad con los mineros y enfermeras, a pesar del estallido de una huelga “salvaje” el 4 de febrero en las factorías londinenses de Ford, los sindicatos acabarán haciéndose con el control de la situación, evitando el menor intento de extensión y de unificación desde Ford, verdadero corazón del movimiento. Una vez conseguido el aislamiento de los obreros de Ford, cuya vuelta al trabajo se ha obtenido gracias a una promesa de aumente de salario de un 14 % en 2 años, la posibilidad de una primera unificación de las diferentes luchas no ha podido lograrse. Ahora, los sindicatos, dueños momentáneos de la situación, están preparando una serie de jornadas de acción por sectores para así agotar la fuerte combatividad con acciones compartimentadas y sin perspectivas.
A pesar de la propaganda burguesa según la cual los obreros estarían pasivos, resignados y sin combatividad, el movimiento de luchas de Gran Bretaña viene a confirmar la existencia de una oleada internacional de luchas. Este movimiento ocurre tras el de los obreros de Bélgica en la primavera del 86, la huelga de los ferroviarios franceses del invierno pasado, las luchas obreras de la primavera de del 87 en España, tras las luchas y huelgas masivas durante todo 1987 en Italia y los movimientos de cólera y de luchas en Alemania a finales del año pasado. Y eso sin hablar de la cantidad de pequeños conflictos que ni se mencionan, pero que no dejan de ser una gran adquisición de experiencia por parte del proletariado de lo que es el capitalismo. Y las luchas mencionadas, en el corazón de Europa, no están aisladas: ha habido luchas en Suecia, en Portugal, en Grecia; en Yugoslavia, en la URSS, en Rumania y en Polonia, en Corea, en Taiwán, en Japón; por toda Latinoamérica... todo ello desde principios del 87. Incluso en los países en los que la burguesía conseguía impedir que estallaran luchas obreras a pesar del descontento, la aceleración brutal de la crisis está rompiendo el equilibrio frágil.
Son todos los continentes los afectados por el desarrollo de las luchas obreras. Además de la simultaneidad en el tiempo, esos movimientos expresan las mismas características: son masivos; afectan a varios sectores a la vez, entre los más concentrados y más numerosos, y, en particular, en la función pública; todos plantean la necesidad de quebrar el corporativismo y realizar la unificación entre los diferentes sectores en lucha; expresan una desconfianza cada día mayor respecto a los sindicatos, desbordándolos, sobre todo al principio; procurando no dejarles el control y la organización de las luchas.
La situación actual está marcada por una aceleración terrible de la historia en todos los planos: económico por el hundimiento en la crisis; guerrero, con la agudización del antagonismo imperialista; social, por la existencia de luchas obreras de defensa frente a los ataques económicos. Esta aceleración en todos los planos, significa para el proletariado el anuncio de ataques todavía más dramáticos sobre sus condiciones de existencia. Esos ataques van a necesitar por su parte un esfuerzo importante para poder llevar sus luchas hacia cotas mucho más altas. Tendrá que ir asumiendo cada día más los aspectos políticos de sus luchas económicas:
“En las luchas por venir de la clase obrera, una clara comprensión de lo que verdaderamente está en juego, por el hecho de que no constituyen una simple resistencia golpe por golpe contra las crecientes agresiones del capital sino que son la única defensa contra la amenaza de la guerra imperialista, que son los preparativos indispensables hacia la única solución para la humanidad : la revolución comunista; esta comprensión de lo que esta en juego será la condición tanto de su eficacia inmediata como de su aptitud para que sirva de preparación d enfrentamientos decisivos.
“Y, al contrario, toda lucha que se limite al terreno estrictamente económico, defensivo, contra la austeridad, será derrotada más fácilmente, tanto en lo inmediato como en su posible desarrollo futuro, pues se habrá privado del uso de ese arma, hoy tan importante para los trabajadores, como es la generalización, la cual se basa en la conciencia del carácter social y no profesional de la lucha de la clase. Del mismo modo, por falta de perspectivas, las derrotas inmediatas serán sobre todo un elemento de desmoralización en vez de actuar como elementos de una experiencia y de una toma de conciencia” ([1]).
Limitarse a combatir las consecuencias económicas de la crisis del capitalismo sin luchar contra la causa misma, es, al fin y al cabo, hacer ineficaces las luchas mismas en el plano económico. Luchar contra las causa de las desdichas que se ceban en la humanidad, es no sólo luchar contra el modo de producción capitalista, sino también destruirlo de arriba abajo, acabando con las miserias y las guerras. Y eso, sólo el proletariado podrá realizarlo. Para ir más lejos, la clase obrera debe sacar las lecciones de sus luchas pasadas. Los trabajadores británicos acaban de demostrarnos que se han recuperado de la derrota de la huelga de la minería. Sacando, en particular, una primera lección: las luchas aisladas, por largas que sean, acaban fracasando.
Ya durante el Mayo rampante italiano de 1969 ([2]), los obreros se habían enfrentado duramente a los sindicatos. La gran desconfianza que éstos inspiran es, sin duda, una de las principales características del proletariado en ese país. En 1984, los obreros en lucha contra la puesta en entredicho de la escala móvil de salarios, se habían negado a obedecer a los sindicatos oficiales. Y el movimiento fue organizado por los consejos de fábricas, que, de hecho, no eran sino auténticos órganos sindicalistas de base. Su apogeo, y a la vez su entierro, fue la participación de un millón de obreros en la manifestación de Roma en abril de 1984.
El fracaso de esa lucha exigió tres años de digestión, de reflexión, de maduración de la conciencia obrera. El movimiento del 87, que se inició en escuelas y colegios en la primavera, rechaza a los sindicatos oficiales. Se organiza en asambleas y en comités de delegados –los COBAS– para extenderse a todo el país. Cuarenta mil personas se manifestarán en Roma en el mes de mayo tras el llamamiento que únicamente los COBAS habían hecho. Pero no conseguirá extenderse a otros sectores a pesar de la fuerte movilización. Después de las vacaciones de verano, el movimiento de los colegios empieza a deshacerse, y las demás movilizaciones obreras, sobre todo la de los transportes, quedan aisladas y dispersas, sin conseguir recoger el relevo del movimiento en las escuelas, debido a la cada vez mayor presencia dominante del sindicalismo de base sobre los COBAS, que se han implantado en todos los sectores en lucha.
Cuando empieza a decaer la movilización, cuando el movimiento empieza a echar para atrás, esos comités de delegados se convierten en presa fácil para el sindicalismo. Este se dedica a desviar la indispensable búsqueda de la solidaridad y de la extensión entre los diferentes sectores en lucha hacia problemas falsos, verdaderas trampas, para ahogar la combatividad obrera:
En nombre de la extensión, los sindicalistas de base, a la que de hecho son contrarios, no vacilan en provocar cortafuegos, a menudo eficaces, provocando, o demasiado pronto o artificialmente una “centralización” de los primeros e inmaduros intentos de la apropiación por los obreros mismos de sus propias luchas, para así ahogarlas mejor en las asambleas de base. Algo así como esos brotes tempraneros que las últimas heladas de invierno destruyen. El movimiento y la vitalidad de las luchas, las asambleas obreras, la búsqueda de la extensión, el proceso hacia la unificación mediante la apropiación de las luchas por los obreros mismos, todo eso es lo que puede llevar a la centralización indispensable y efectiva de las luchas obreras.
El movimiento de diciembre del 87 que se formó en torno al rechazo de los 5 mil despidos en una factoría de Krupp en Duisburgo ha sido la lucha más importante en Alemania desde los años 20. El proletariado alemán está llamado a desempeñar un papel en el proceso revolucionario debido a su concentración, a su fuerza, su experiencia histórica particularmente rica, sus lazos con el proletariado de la R.D.Alemana y, por ende, de lo países del este. Las luchas de diciembre pasado han tirado por los suelos ese mito de la prosperidad alemana, de la disciplina y la docilidad de los obreros de ese país. Y esto ha sido sólo el principio de las luchas masivas en RFA.
La importancia de esa lucha estriba en que trajo consigo la participación de obreros de diferentes ciudades y sectores en un movimiento clasista de solidaridad. Eso no fue en la huelga misma, sino en las manifestaciones callejeras, en los mítines y delegaciones masivas. Mientras que en la huelga de los ferroviarios franceses de la SNCF, la cuestión central fue siempre la de la extensión de un sector aislado hacia el resto de la clase, en Alemania, la cuestión de la unificación en torno a los obreros de Krupp se planteó desde el principio.
Pero lo primordial de esta lucha estriba en lo que anuncia. Pese a su falta de experiencia en cuanto a enfrentamientos con los sindicatos y sus maniobras, con los partidos de izquierda y el izquierdismo sindicalero de base, el proletariado alemán está marcando claramente la característica principal y la perspectiva de los movimientos venideros: son los sectores centrales, el corazón del proletariado europeo, a los que ahora les toca ser víctimas de los ataques. Las principales concentraciones obreras: el Ruhr, Benelux, las áreas de París y de Londres y el norte de Italia. Son esas fracciones centrales las que ahora van a volver a entrar en la lucha y abrir, ofrecer, al conjunto de la clase obrera, la perspectiva concreta de unificación de los combates obreros en cada país. Y la perspectiva de generalización internacional de la lucha obrera.
Los movimientos en Italia y en Alemania sintetizan y cristalizan las principales necesidades de TODAS las luchas actuales en el mundo, por encima de las peculiaridades locales y nacionales:
Las luchas que van a tener lugar no están ya ganadas de antemano, ni automáticamente. La clase obrera tiene que prepararlas. Eso es lo que ya está haciendo y seguirá haciendo con las luchas mismas; mediante la práctica; desarrollando su experiencia; sacando lecciones; acumulando confianza en sus propias fuerzas. Es así como el conjunto de la clase obrera refuerza su toma de conciencia masiva y colectivamente, en las luchas o fuera de ellas también, de manera invisible, subterránea, al igual que el topo del que hablaba Marx.
En esa tarea, un papel particular les incumbe a las minorías de obreros –organizadas o no- más combativas y más conscientes. Estas deben prepararse para los combates venideros si de verdad quieren desempeñar la función para la que el proletariado las ha engendrado. Y entre esas minorías, los grupos revolucionarios son insustituibles, con su obligación de estar a la altura de las circunstancias.
Estar a la altura que la situación exige significa, primero, ser capaces de reconocer tal situación. Reconocer la oleada internacional de luchas actuales y su significado, lo cual debe servir a los grupos comunistas para asegurar una presencia, una intervención política en el terreno, en las luchas. Una intervención que sea justa y eficaz inmediatamente y a más largo plazo. Para ello, los revolucionarios deben evitar a toda costa caer en las trampas que tiende el sindicalismo de base. Y sobre todo, que no queden aprisionados en sus mallas. Prisioneros, como hemos podido comprobar en estos últimos años:
Los revolucionarios deben, en fin, animar y participar en agrupamientos obreros. En particular, deben favorecer todas las creaciones de comités de lucha, pues los obreros más combativos no deben estar esperando a que estallen movimientos para establecer contactos, para discutir y reflexionar juntos, prepararse para las luchas con el fin de hacer la propaganda de ellas, la agitación. Y además, pese a las maniobras y los obstáculos, cuando no la oposición violenta, de los sindicalistas, intervenir en las huelgas, en las asambleas, en las manifestaciones callejeras defendiendo las necesidades de las luchas para convencer al conjunto de los obreros.
De todo ello depende la defensa inmediata de las condiciones de existencia de la clase obrera. De todo ello depende el porvenir de la humanidad, gravemente amenazada por la absurdez ciega y suicida del capitalismo. Únicamente el proletariado puede hoy frenar los avances dela miseria. Y, sobre todo, únicamente el proletariado puede acabar para siempre con la barbarie capitalista.
R.L., 7/3/88
[1] Revista Internacional, no 21, 2o trimestre de 1980.
[2] Ver Revista Internacional no 140: “El Otoño Caliente Italiano de 1969, un momento de la recuperación histórica de la lucha de clases” (1ª Parte): /revista-internacional/201002/2773/el-otono-caliente-italiano-de-1969-i-un-momento-de-la-recuperacion [1] ;
2ª Parte en Revista Internacional no 143: /revista-internacional/201012/3005/el-otono-caliente-italiano-de-1969-ii-un-momento-de-la-reanudacion [2]
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Mayo de 1968: 10 millones de trabajadores en huelga en Francia anuncian el regreso significativo del proletariado a la escena de la historia e inician una ola de luchas que va adquirir una dimensión internacional y que va a manifestarse en casi todos los países del mundo hasta mediados de los años 70.
Desde la derrota de la oleada revolucionaria que inauguró 1917 y que se agotó a finales de los años 20, no se había vuelto a ver a la lucha de clase desarrollar tal fuerza y amplitud. Después de cuarenta largos años de contrarrevolución que habían visto el triunfo de la burguesía expresarse con un control ideológico sin precedentes en la historia: teorizaciones animadas por la reflexión de intelectuales en búsqueda de novedades sobre <<la integración del proletariado en el capitalismo>>, su <<aburguesamiento>>, su <<desaparición como clase revolucionaria>>; teorizaciones sobre un socialismo identificado con las siniestras dictaduras estalinistas y sus caricaturas <<tercermundistas>>; sobre las selvas de América del Sur y de Indochina presentadas como centro de la revolución mundial. En esa situación, el nuevo despertar del proletariado viene a poner, para la humanidad, las cosas en su sitio. Se ha saltado un obstáculo: el de la contrarrevolución. Un nuevo período histórico se ha abierto.
La lucha obrera renaciente va a polarizar el descontento que se ha ido acumulando durante años, más allá del proletariado, en numerosos estratos de la sociedad. La guerra de Vietnam y se intensifica; los primeros golpes de la crisis económica –cuyo retorno se vuelve a sentir a mediados de los años 60, después del periodo de euforia de la reconstrucción de la posguerra- van a provocar un malestar profundo en una juventud criada en la ilusión de un capitalismo triunfante, sin crisis, y con promesas de un porvenir radiante. La burguesía va a utilizar la revuelta de los estudiantes en todas las universidades del mundo para ocultar con su propaganda el nuevo auge de lucha de clase. Al mismo tiempo en esa revuelta se oye el eco deformado del resurgir de la reflexión política que se desarrolla en el proletariado; y eso se concreta en que vuelve ha manifestarse un interés por la clase obrera, por su historia y sus teorías y, por consiguiente, por el marxismo. <<Revolución>> se convierte en palabra de moda.
Bruscamente, como asombrada por su propia fuerza, una nueva generación de proletarios se afirma en la escena histórica y mundial. Producto de esa dinámica, en una efervescencia juvenil pero también en medio de una gran confusión, sin experiencia, sin lazos con las tradiciones revolucionarias del pasado, sin conocimiento real de la historia de su clase, fuertemente influenciado por la protesta pequeño burguesa, se forma un nuevo medio político. Nace una nueva generación de revolucionarios, en el entusiasmo y... la inexperiencia.
Obviamente, cuando nos referimos al medio proletario no incluimos a las organizaciones que pretenden representar y defender al proletariado y que no son en realidad mas que expresiones destinadas a mistificarlo, a sabotear sus luchas: la <<izquierda>> del aparato político de control de la clase obrera por el Estado capitalista, aunque puedan existir ilusiones en la clase obrera a su respecto. Se trata no solamente de los PC y los PS, integrados desde hace tiempo en los engranajes del aparato del Estado, sino también de sus émulos maoístas, excrecencia tardía del estalinismo, los trotskistas, que abandonaron los principios de clase durante la segunda guerra imperialista mundial al apoyar a un campo imperialista contra otro y cuya traición los excluyó definitivamente del campo proletario.
Aunque en 1968 y los años siguientes esos grupos, llamados <<izquierdista>>, tuvieron una influencia determinante y ocuparon el primer plano, su historia pasada los sitúa radicalmente fuera del proletariado y de su medio político. Es en contra de la actitud política de esos grupos de la <<izquierda>> burguesa que aparece al principio un <<ámbito>> del que va a surgir el renacimiento del medio proletario, y eso a pesar que en medio de la confusión de aquella época las ideas <<gauchistes>> (izquierdistas) tenían mucho peso en el nuevo medio proletario.
Desde los acontecimientos de Mayo del 68, han pasado 20 años. Veinte años durante los cuales la crisis económica ha causado sus estragos en el mercado mundial, ha socavado el campo social, ha barrido las ilusiones de la reconstrucción. Veinte años durante los cuales la lucha de clase ha tenido períodos de avance y de descenso. Veinte años durante los cuales el medio proletario ha tenido que volver a encontrar sus raíces y continuar la clarificación necesaria a la eficacia de su intervención.
Durante estos veinte años, ¿cuál ha sido la evolución del medio político? ¿Qué balance se saca hoy? ¿Qué frutos proletarios ha dado la generación de 1968? ¿Qué perspectivas hay que trazar para fecundar el futuro?
Los grupos políticos que antes del desbarajuste de finales de los años 60, pudieron resistir a la presión de la contrarrevolución y mantener contra viento y marea su existencia con posiciones revolucionarias, no eran más que un puñado, y cada uno agrupaba a un puñado de individuos. Esos grupos se definían en función de su filiación política, Se distinguían esencialmente dos corrientes principales cuyos orígenes se situaban en las fracciones que durante los años 20, se opusieron a la degeneración política de la IIIª Internacional:
- la tradición de las izquierdas <<holandesa>> y <<alemana>> (*) se mantuvo a través de grupos políticos como el <<Spartacusbond>> (1) en Holanda. O círculos más o menos formales como el que existía alrededor de Paul Mattick en Estados Unidos, I.C.O. ( Informaciones y Correspondencia Obreras) en Francia o Daad en Gedachte en Holanda, que surgieron a principios de los años 60. Son un producto degenerado de la tradición del <<comunismo de consejos>>, representada principalmente por el GIK en los años 30. Esa corriente, que se sitúa en la continuidad política de las teorizaciones de Otto Rühle en los años 20, y de Antón Pannekoek y de Canne Meier en los años 30, se caracteriza por una incomprensión profunda del fracaso de la revolución rusa y de la degeneración de la Internacional comunista; eso le conduce a negar el carácter proletario de las mismas y, de paso, a negar la necesidad de organizaciones políticas del proletariado;
- la tradición de la izquierda llamada <<italiana>>, representada en su continuidad organizativa por el PCI (2), fundado en 1945 alrededor de Onorato Damen y de Amadeo Bordiga, y que publica Battglia Comunista. Numerosas escisiones -la principal fue la que se hizo alrededor de Bordiga en 1952, que publicaría Programma Comunista (3)- van a dar lugar a múltiples avatares en el PCI; entre ellos se puede mencionar <<Il Partito Comunista>> de Florencia, Italia. Sin embargo, aunque esas organizaciones hayan podido mantener una continuidad organizativa con las fracciones comunistas del pasado, paradójicamente, no se reivindican del grupo que, en los años 30, representó el nivel más elevado de claridad política de esa tradición: Bilan; desde este punto de vista expresan una continuidad política debilitada por haber rechazado los inmensos aportes teóricos de Bilan. Se traducirá esto en una rigidez dogmática que niega las necesarias clarificaciones que imponían sesenta años de decadencia del capitalismo. Así pues, Bordiga y el PCI (Programa Comunista) se van a reivindicar de modo caricaturesco, de la <<invariación>> del marxismo desde… 1848. Para esas organizaciones, la crítica insuficiente de las posiciones erróneas de la IIIª Internacional se van a traducir en posiciones políticas de lo más vagas y a menudo erróneas, sobre puntos tan centrales como la cuestión nacional o la cuestión sindical. Desgraciadamente, la voluntad justa de defender la necesidad del partido se va a expresar en esos grupos de forma caricaturesca, particularmente en Bordiga, el cual concibe y presenta al partido de manera formal como la solución a todas las dificultades del proletariado, como la panacea universal a la cual todos los proletarios tienen que someterse. De esos grupos, solo el PCI (Programa Comunista) tuvo una existencia internacional, particularmente en Francia y en Italia. Los demás sólo existían en Italia.
En esa tradición de la izquierda <<italiana>> hay que incluir a Internacionalismo de Venezuela, fundado en 1964 bajo el impulso de antiguos miembros de Bilan (1928-1939) (4) y de Internationalisme (1945-1953) (5). Aunque internacionalismo no expresó una continuidad real organizativa, sí fue la expresión más clara de la continuidad política con las posiciones de Bilan y luego de Internationalisme, continuador de la elaboración teórica del primero. Si Internacionalismo se reivindica explícitamente de los aportes de Bilan y de la izquierda <<italiana>>, también supo aprovechar de manera crítica -como lo hicieron antes de él Bilan e Internationalisme- los aportes de las demás fracciones de la izquierda comunista internacional de principios de siglo y esto se concreta en la claridad de sus posiciones sobre la cuestión de la decadencia del capitalismo, sobre la cuestión nacional, sobre la cuestión sindical, así como sobre la función del partido. No es por casualidad si Internacionalismo fue el único grupo que previó el resurgir histórico de la lucha de clase.
El cuadro del medio político antes de 1968 no estaría completo si no se incluyera igualmente a los grupos que se formaron después de la segunda guerra mundial, en reacción a la traición de la IVª Internacional trotskista y que surgieron de esa corriente. Hay que mencionar particularmente al FOR (6) que se forma en torno a Benjamín Peret y G. Munis, y a Socialisme ou Barbarie (Socialismo o Barbarie) en torno a Chaulieu-Cardan. Esos grupos, que provienen de una tradición política -el trotskismo- debilitada por su participación en la degeneración de la IIIª Internacional y su abandono de los principios de clase al haber apoyado la segunda guerra imperialista mundial, tienen una originalidad relacionada con su filiación: su incomprensión de la degeneración de la revolución en Rusia y de los fundamentos económicos del capitalismo de Estado en el período de decadencia del capitalismo, lo cual los conduce a teorizar el final de la crisis económica del capitalismo y desprenderse así de las bases de una comprensión materialista, marxista de la evolución de la sociedad. Socialisme ou Barbarie acabará negando explícitamente al proletariado y al marxismo para desarrollar una teoría confusa en la cual la contradicción fundamental de la sociedad ya no se situaría entre el capital y el trabajo, entre burguesía y proletariado, sino en la relación ideológica entre…dirigentes y dirigidos. Al negar la naturaleza revolucionaria del proletariado, Socialismo ou Barbarie pierde su razón de ser como organización política y desaparece a principios de los años 60. Sin embargo la influencia perniciosa de sus teorías va a pesar muy fuerte no sólo en los medios intelectuales, sino también en el medio político, particularmente en ICO, y en sus márgenes, en la Internacional Situacionista. El FOR, por su parte, no caerá nunca en esos extremos, pero su negación de la realidad de la crisis económica debilita el conjunto de sus posiciones políticas, quitándoles su indispensable coherencia.
Los acontecimientos de la lucha de clase y en particular las huelgas de Mayo del 68 en Francia, el <<Mayo rampante>> italiano en 1969, las luchas de Polonia en 1970, van a impulsar, con el eco internacional que provocan, una reflexión en el proletariado y en toda la sociedad; la teoría marxista revolucionaria vuelve a tener audiencia. En la cresta de esa ola internacional de lucha de clase, una multitud de grupitos, círculos o comités, van nacer dentro de una confusión terrible pero en búsqueda de una coherencia revolucionaria. En ese movimiento informal va a producirse el renacimiento del medio político proletario.
La confrontación concreta con las maniobras de sabotaje de la lucha de clase por parte de los que pretenden ser los defensores más ardientes de los intereses de la clase obrera, va a ser un factor decisivo de la toma de conciencia brutal de la naturaleza antiobrera de los sindicatos y de los partidos <<de izquierda>>. La puesta en tela de juicio de la naturaleza proletaria de las organizaciones sindicales, de los partidos socialistas procedentes de la IIª Internacional difunta, así como de los partidos comunistas estalinistas y de sus émulos <<izquierdistas>> con sus diversos matices -maoístas y trotskistas-, es un resultado inmediato de la lucha de clase que hizo función de revelador. Si embargo, la intuición de posiciones políticas de base del proletariado no puede disimular la fragilidad política profunda de esa nueva generación que reanuda con las posiciones revolucionarias sin un conocimiento real de la historia pasada de su clase, sin lazos con las organizaciones anteriores del proletariado, sin experiencia militante de ninguna clase y bajo la fuerte influencia de las ilusiones pequeño burguesas comunicadas por el movimiento de los estudiantes. El peso de décadas de contrarrevolución se hace sentir fuertemente. << ¡Corre camarada, el viejo mundo está detrás de ti! >>, claman los sublevados de 1968. Pero si bien el rechazo del <<viejo mundo>> permite acercarse a ciertas posiciones de clase tales y como la naturaleza capitalista de los sindicatos, de los partidos llamados de <<izquierda>>, de las supuestas <<patrias del socialismo>>, también, de paso, tienden a rechazar las indispensables lecciones de la experiencia del proletariado. Y en primer lugar la de la naturaleza revolucionaria del proletariado, pero también el marxismo, las organizaciones pasadas del proletariado, la necesidad de la organización política, etc. Inmediatamente, las ideas que van a encontrar más eco en un movimiento marcado con el sello de la inmadurez y la inexperiencia características de la juventud, son las ideas de corrientes <<radicales>> como la Internacional Situacionista que reactualiza y pone al día las teorías de Socialismo o Barbarie y se hace el portavoz más radical del movimiento estudiantil. Al diluir la lucha obrera en la revuelta de las capas pequeño burguesas, al identificarla con un reformismo radical de la vida cotidiana, tratando de amalgamar a Bakunin y Marx, la Internacional Situacionista se esquiva del terreno marxista para reactualizar, con un siglo de atraso, las ilusiones utopistas.
Así va el <<modernismo>> (7), dedicado a su búsqueda de novedades y a deshacerse de lo antiguo, pero que no hace sino volver a descubrir teorías históricamente caducadas. Pero mientras en la corriente <<modernista >> es fundamentalmente ajena a la clase obrera, la corriente consejista (8) se inscribe históricamente en el medio político proletario. ICO en Francia es particularmente representativo de esa tendencia; al reivindicarse de los aportes de las izquierdas <<alemana>> y <<holandesa>>, teoriza, en continuidad con los errores de la izquierda <<holandesa>> de los años 30, el rechazo de la necesidad para el proletariado de dotarse de organizaciones políticas. Esta posición va a tener mucho éxito en una época en que, después de décadas de contrarrevolución victoriosa, de traición de las organizaciones proletarias que sucumben bajo la presión burguesa y se integran al Estado capitalista, y de maniobras antiobreras por parte de las organizaciones que pretenden hablar en su nombre, el sentimiento de desconfianza del proletariado con respecto a esas organizaciones, sean cuales sean, se agudiza. Esa tendencia tiende a culminar en un miedo a la organización en sí. La palabra misma causa miedo.
En un primer tiempo ICO va a polarizar el medio político renaciente en Francia y hasta internacionalmente con el eco planetario de los acontecimientos de mayo del 68 y contribuir a la divulgación y reapropiación de la experiencia proletarias de los revolucionarios del pasado (particularmente del KAPD en Alemania) aunque de manera parcial y deformada. A las conferencias que organiza ICO participan muchos grupos; en Francia: los Cahiers du communisme (Cuadernos del Comunismo de Consejos) de Marsella, el Grupo consejista de Clermont-Ferrand, Revolution Internationale de Toulouse, el GLAT que publicaba Lutte de Classe, la Vieille Taupe (Mouvement Communiste), Noire et Rouge, Archinoir; a la conferencia de Bruselas en 1969 van a participar grupos belgas e italianos así como <<personalidades>> como Daniel Cohn-Bendit y Paul Mattick. Pero esa dinámica de polarización del medio político se hace más bajo la presión de la lucha de clase que gracias a la coherencia política de ICO; con el descenso de la lucha obrera en Francia y a principios de los años 70, las ideas antipartido, antiorganización, de ICO van a pesar cada vez más fuertemente en un medio político inmaduro. Mientras que al principio ICO atrae hacia las posiciones proletarias a grupos y elementos en ruptura con el anarquismo y el academicismo intelectual, con la disminución de las huelgas sucede lo contrario: es ICO quien es víctima de la gangrena del anarquismo y el <<modernismo>>. Finalmente, ICO desaparecerá en 1971.
El itinerario de ICO ilustra muy bien la dinámica del consejismo en el medio político internacional, aunque en otros países fuera de Francia ese fenómeno se produjo más tarde. Las teorizaciones consejistas, al rechazar la necesidad de la organización, al negar la naturaleza proletaria de la revolución rusa, del partido bolchevique y de la IIIª Internacional, constituyen un polo de desorientación y de descomposición en el medio proletario que se está formando, pues pretende cortarle raíces históricas esenciales y privarlo de los medios organizativos y políticos de afirmarse de manera duradera. El consejismo es un polo de dilución de las energías revolucionarias de la clase.
Todos los grupos proletarios que surgen con juvenil entusiasmo a finales de los años 60 están, quien más quien menos, marcados por la influencia perniciosa del <<modernismo>> y del consejismo; ¡cuantos discursos se pudieron oír sobre el final de la crisis con el capitalismo de Estado, sobre los malos bolcheviques y la fatalidad de que todo partido traicione al proletariado, sobre la alineación suprema que constituye el militantismo revolucionario! Discursos de moda que con la moda desaparecerían. La decantación inevitable que ocurre con el descenso de la lucha de clase, a la vez barre las ilusiones e impone una clarificación necesaria que se va a traducir en la desaparición de los grupos políticamente mas débiles. En la primera mitad de los años 70 es la hecatombe: desparece la Internacional Situacionista que no habrá <<brillado>> más que una fugaz primavera; desaparece ICO que muere en el irrisorio campo de la crítica de la vida cotidiana; desaparecen Poder Obrero (Pouvoir Ouvrier), Negro y Rojo (Noir et Rouge) y Movimiento Comunista, en Francia; en Italia desaparecen Lotta Continua y Potere Operaio que no se habían desprendido completamente del izquierdismo maoísta… y esta lista es, claro, muy incompleta. Ahí esta la historia, con la lucha de clase que retrocede y la crisis que se desarrolla, con sus inevitables evidencias y la sanción que impone.
Los diversos PCI provenientes de la izquierda <<italiana>>, incapaces de comprender que el despertar de la lucha de clase a finales de los años 60 significa el final del periodo de contrarrevolución, subestiman totalmente la importancia de las huelgas que se desarrollan ante sus ojos y van a revelarse incapaces de cumplir con la función para la cual existen: intervenir en la clase y en el proceso de formación de su medio político. Los que pretenden ser la única continuidad orgánica y política con las organizaciones revolucionarias de principios del siglo, que hubieran debido reforzar el medio político renaciente acelerando el necesario proceso de reapropiación de las lecciones proletarias del pasado, los que pretendían ser el Partido de Clase, esos mismos brillan por su ausencia hasta mediados de los años 70. Duermen creyendo que la larga noche de la contrarrevolución sigue vigente y se aferran a sus <<tablas de la ley>> del programa comunista. El PCI (Programa Comunista), única organización que tiene una existencia internacional real, trata con soberano desprecio a los elementos que buscan a tientas una coherencia revolucionaria y el PCI (Battaglia Comunista) más abierto a la discusión política, se queda tímidamente replegado en Italia. Aunque las posiciones de esos grupos sobre la cuestión del partido, que los distingue fundamentalmente del consejismo, no podían en un primer tiempo polarizar de la misma manera al medio político renaciente, su relativa ausencia reforzó el peso destructor del consejismo en las jóvenes e inmaduras energías revolucionarias.
Finalmente, sólo la expresión que parecía más <<débil>> entre las corrientes que se reivindican de la izquierda <<italiana>>, puesto que se encontraba aislada en Venezuela pero que no lo estaba a nivel político, que es el que nos interesa, va a lograr dar fruto. Bajo la iniciativa de miembros de Internacionalismo emigrados a Francia, se va a formar el grupo Révolution Internationale en Toulouse, en plena efervescencia de Mayo del 68. Ese grupito, perdido en la multitud de los que surgen en esa época, va a jugar un papel positivo contra la tendencia a la descomposición que se manifestaba en el nuevo medio político bajo la perniciosa influencia del consejismo. Y eso porque en él participan antiguos militantes de la izquierda <<italiana>>, de Bilan y de Internationalisme, que le aportan una experiencia política irremplazable. Y se va esto a concretar en la dinámica de reagrupamiento que va a saber encarnar Révolution Internationale.
Del interior mismo del nuevo medio político, dominado por la confusión, va a aparecer una tendencia que se va a oponer al proceso de descomposición que se manifiesta como expresión del peso de las ideas consejistas. La voluntad de clarificación política, la preocupación de reapropiarse las lecciones políticas del marxismo, se van a concretar en la defensa de la necesidad de una organización política para el proletariado y una crítica de los errores consejistas. Desde su fundación, RI se va a consagrar a esa labor, defendiendo principios revolucionarios sobre la cuestión de la organización, y proponiendo también un marco coherente de compresión de las posiciones de clase y de la evolución del capitalismo en el siglo XX, gracias a la teoría de la decadencia del capitalismo que adoptan de Rosa Luxemburgo y de Bilan, y de los trabajos sobre el capitalismo de Estado heredadas de Internationalisme. Esto le facilita tener mayor claridad sobre cuestiones como las del carácter proletario de la revolución rusa, del partido bolchevique, de la IIIª Internacional, que son las cuestiones que se plantean en el medio después de 1968. Además, la superioridad de la coherencia de los fundamentos políticos de RI se va a expresar en su comprensión de los acontecimientos de Mayo del 68: aún defendiendo la importancia y el significado histórico de las luchas obreras que se desarrollan internacionalmente, RI se opone firmemente a las sobreestimaciones delirantes de aquellos que dentro de la corriente consejisto- modernista veían la revolución la revolución comunista para un futuro inmediato y preparaban así su propia desmoralización. Aunque en un primer tiempo su audiencia es muy limitada y anegada en el consejismo dominante, RI representa un polo de claridad en el medio político de esa época. En Francia, la participación de RI a las reuniones organizadas por ICO le va a permitir combatir la confusión consejista y polarizar la evolución de otros grupos. El proceso de clarificación que comienza entonces permitirá desarrollar una dinámica de reagrupamiento que desembocará en 1972 en la fusión del Grupo Consejista de Clermont-Ferrand y de los Cuadernos del Comunismo de Consejos con RI.
A nivel internacional la dinámica es la misma. Con el descenso de la lucha clases los debates se aceleran en el medio político proletario en los cuales RI e Internacionalismo van a jugar un papel de clarificación determinante. La lucha contra las ideas consejistas se intensifica y empuja a muchos grupos a romper con sus primeros amores libertario-consejista. Internationalism en los Estados Unidos se forma en contacto estrecho con Internacionalismo; las discusiones de clarificación con RI están directamente en la base de la formación de World Revolution y van a tener mucha influencia en grupos como Workers`Voice y Revolutionary Perspective en Gran Bretaña; bajo los auspicios directos de RI fusionan tres grupos para formar Internationalisme en Bélgica, así como en España e Italia se forman Acción Proletaria y Rivoluzione Internazionale en torno a la coherencia de RI.
El llamamiento de Internationalism (US) a la constitución de una red internacional de contactos entre los grupos proletarios existentes va a permitir la aceleración de la clarificación teórica y de la decantación política. Con esa dinámica se reunirá una conferencia en 1974 que prepara y anuncia la fundación de la CCI en 1975 que agrupa entonces a internacionalismo (Venezuela), Révolution Internationale (Francia), Internationalism (USA), World Revolution (Gran Bretaña), Internationalisme (Bélgica), Acción Proletaria (España), Rivoluzione Internazionale (Italia), con una plataforma común. Existente en siete países, lejos de los conceptos anarco-consejista que esconden mal el peso del localismo, la CCI apoyará su existencia en un funcionamiento centralizado a escala internacional, a imagen de la clase obrera que es una sola y no tiene ningún interés particular que defender según los países donde se encuentra.
La oleada de lucha de clase que se inicia de manera explosiva en 1968 empieza a descender a principios de los años 70. La clase dominante, sorprendida en un primer tiempo, reorganiza su aparato de mistificación político para enfrentar mejor a la clase obrera. Esta modificación de la situación que provoca la desbandada del medio consejista marcado por el inmediatismo, y el fracaso de las ideas que lo caracterizan, van también a provocar cierta descomposición de los grupos <<izquierdistas>>, trotskistas y maoístas, sacudidos por numerosas escisiones algunas de entre las cuales tenderán a acercarse a las posiciones revolucionarias. Pero, lastrados por su pesada herencia, esos grupos serán incapaces de integrarse realmente al medio proletario. Así sucede con las dos escisiones de Lutte Ouvriére (Lucha Obrera) en Francia: Union Ouvriére y Combat Communiste; la primera, influenciada al principio por el FOR, atraviesa como un meteorito el medio proletario para desaparecer en el <<modernismo>>; la segunda se revelará congénitamente incapaz de romper con el trotskismo <<radical>>.
La dinámica de salida de los grupos de la extrema izquierda de numerosos elementos más desmoralizados que clarificados, se va a intensificar con la entrada de la lucha de clase en una fase de retroceso a mediados de los años 70. Y sobre esas bases se va a desarrollar el PCI (Programa Comunista). Después de haberse quedado a la orilla de la lucha de clase a finales de los años 60 sin ver nada, el PCI bordiguista comienza a salir de su entorpecimiento a principios de los años 70, pero será para tratar con un soberano desprecio al medio proletario que se había formado, y desarrollar un reclutamiento oportunista con elementos izquierdizantes. Con posiciones erróneas sobre cuestiones tan cruciales como la cuestión nacional o la cuestión sindical, la deriva oportunista del PCI se va a intensificar y acelerar con los años. Así va sucesivamente a apoyar la lucha de liberación nacional en Angola, el terror de los Jmeres Rojos en Camboya y la <<revolución>> palestina. Y el PCI bordiguista se va a hinchar a la medida de la gangrena <<izquierdista>> que lo está carcomiendo.
A finales de los años 70, el PCI (Programa Comunista) será la organización más importante del medio político proletario existente. Pero si el PCI es el polo dominante del medio político durante ese periodo, no se debe esto solamente a su importancia numérica y su real existencia internacional. El retroceso de la lucha de clase siembre dudas sobre la capacidad revolucionaria del proletariado y se desarrolla un nuevo atractivo por los conceptos substitucionistas del partido, en reacción también contra el fracaso evidente de las ideas antiorganizativas del consejismo. El bordiguismo, teorizador del partido como remedio soberano contra todas las dificultades de una clase fundamentalmente tradeunionista a la que debe dirigir y organizar como un estado mayor militar dirige a su ejército, conoce un nuevo auge de interés del cual el PCI se va a beneficiar. Pero, más allá del PCI, es todo el medio político el que se va a polarizar en torno al necesario debate sobre la función y las tareas del partido comunista.
Sin embargo, aunque el PCI (Programa Comunista) es la principal organización del medio proletario en la segunda mitad de los años 70, no es por ello el fruto de una dinámica de clarificación y de reagrupamiento. Al contrario, su desarrollo se produjo gracias a un oportunismo creciente y a un sectarismo constantemente teorizado. El PCI que se considera como la única organización proletaria existente rechaza toda discusión con otros grupos. El desarrollo del PCI bordiguista no es la expresión de la fuerza de la clase sino la de su debilitamiento momentáneo, debido al retroceso de las huelgas. Desgraciadamente el sectarismo no es un atributo exclusivo del PCI de Bordiga, aunque él lo teorice de manera más caricaturesca; el sectarismo pesa sobre el conjunto del medio proletario como expresión de su inmadurez. Esto se concreta particularmente en:
- la tendencia de ciertos grupos a creerse únicos en el mundo y a negar la realidad de la existencia de un medio político proletario; como el PCI, muchas sectas que se reivindican del bordiguismo van a cultivar esa actitud;
- una tendencia a mostrarse más preocupados por distinguirse sobre puntos secundarios para justificar su propia existencia separada que por confrontarse con el medio político para empujar hacia la clarificación. Esa actitud va en general acompañada de una profunda subestimación de la importancia del medio proletario y de los debates que lo animan; así, Revolutionary Perspective, que rechaza la dinámica de reagrupamiento con World Revolution en Gran Bretaña en 1973, invocando una divergencia <<fundamental>>: según ese grupo, después de 1921 el partido bolchevique ya no es proletario. Esa <<fijación>> de RP sobre esa cuestión no era más que un pretexto; unos años después abandonaron esa posición sin sacar las consecuencias del fracaso anterior del reagrupamiento en Gran Bretaña;
- una tendencia a escisiones inmaduras y prematuras como la del PIC que se separa de RI en 1973 con bases activistas e inmediatista mezcladas con consejismo. Ahora bien, las escisiones no son todas sin fundamento; la del GCI (10) en 1977 a partir de la CCI se justifica en la medida en que los camaradas que van a formar el GCI se desprenden de la coherencia de la CCI sobre posiciones fundamentales como el papel del partido y la naturaleza de la violencia de clase, asumiendo concepciones bordiguista. Sin embargo esa escisión expresa también el peso del sectarismo al recoger los conceptos sectarios del PCI sobre muchos puntos;
- paradójicamente, la tendencia hacia el sectarismo va a manifestarse también en tentativas de reagrupamiento que van a remedar la dinámica que fue la de la CCI. Así el PIC iniciará conferencias que tratará, dentro de una confusión tremenda, de unir a grupos más marcados por el anarquismo que por posiciones revolucionarias. La fusión de Workers`Voice y de Revolutionary Perspective en Gran Bretaña en la CWO (11), si bien denota una voluntad positiva hacia el agrupamiento, está también desgraciadamente marcada por una actitud sectaria que esa organización demuestra con respecto a la CCI, aún cuando las posiciones de base son muy cercanas.
E l peso del sectarismo en el medio político es la expresión de la ruptura ocasionada por 50 años de contrarrevolución, y el olvido de la experiencia de los revolucionarios del pasado sobre la cuestión del reagrupamiento y de la formación del partido comunista, situación acentuada todavía más a finales de los años 70 por el descenso de la lucha de clase. Sin embargo, como el medio político no es un reflejo mecánico de la lucha de clase sino la expresión de una voluntad consciente de ésta de luchar contra las debilidades que la estigmatizan, la voluntad de los diferentes grupos del medio político de comprometerse resueltamente en la dinámica de clarificación, con la perspectiva del necesario agrupamiento de las fuerzas revolucionarias, es la expresión concreta de su claridad política sobre su inmensa responsabilidad en el período histórico presente.
En esas condiciones, el llamamiento de Battaglia Comunista a organizar conferencias de los grupos de la izquierda comunista, después de un largo período de gran discreción de ese grupo en la escena internacional, fue la expresión de una evolución positiva para el conjunto del medio que, con el descenso momentáneo de la lucha obrera, estaba soportando duramente el peso del sectarismo y de la dispersión.
En la segunda parte de este artículo veremos cómo se situó la evolución del medio político a finales de los años 70 y durante los años 80, evolución marcada por las conferencias y su fracaso final; la crisis que esa situación abrió dentro del medio y la brutal decantación resultante y que se plasmó muy especialmente en la <<explosión>> del PCI; la reacción del medio ante el desarrollo de una nueva oleada de lucha de clase a partir de 1983 y las responsabilidades que eso implica para los revolucionarios.
J.J. (7/3/88)
Notas:
(*) Nota preliminar: obviamente, en el marco de estas notas no es posible relatar el itinerario y las posiciones de todos los grupos mencionados en este artículo, muchos de los cuales, por cierto, terminaron en las alcantarillas de las historia. Nos limitaremos a referirnos a los grupos de la tradición de la izquierda comunista y a los que siguen existiendo.
(1) Spartakusbond: ver Revista Internacional, nº 38 y nº 39. Sobre la <<izquierda holandesa>>, ver Revista Internacional, nº 30, 45, 46, 47, 48, 49, 50, 52.
(2) Partito Comunista Internazionalista, fundado en 1945, publica Battglia Comunista y Prometeo. Ver, entre otros documentos, Revista Internacional, nº 36, 40 y 41. Dirección: Prometeo, Casella Postale 1753, 20100 Milano, Italia.
(3) Parti Communiste International, escisión en 1952 del precedente, que publica en Francia Le Prolétaire y Programme Communiste. Ver Revista Internacional, nº 32, 33, 34, 36.
(4) Bilan: publicación de la izquierda italiana, formada en 1928, publicada de 1933 a 1938. Ver el folleto de la CCI: La Izquierda Comunista de Italia. Ver Revista Internacional, nº 47.
(5) Internationelisme, publicación de la izquierda comunista en Francia, 1945-1952. Ver las reediciones de artículos en la Revista Internacional. Ver La Izquierda Comunista de Italia.
(6) Fomento Obrero Revolucionario, que publica Alarma, BP 329 75624 Paris Cedex 13. Ver Revista Internacional, nº 52.
(7) Sobre el <<modernismo>>, ver Revista Internacional, nº 34.
(8) Sobre el <<consejismo>>, ver Revista Internacional, nº 37, 40, 41.
(9) Ver Revista Internacional, nº 40: <<10 años de CCI>>. Véase en la contraportada de esta las publicaciones territoriales de la CCI.
(10) GCI, BP 54 BXL 31, Bruselas, Bélgica. Véase Revista Internacional, nº 48, 49, 50, sobre la decadencia del capitalismo.
(11) CWO, PO Box 145, Head Post Office, Glasgow, Gran Bretaña. Ver Revista Internacional, nº 39, 40, 41.
«… El año 67 nos ha dejado la caída de la libre esterlina y el 68 nos trae las medidas de Johnson; (…) he aquí la descomposición del sistema capitalista, que durante algunos años había quedado escondida detrás de la borrachera del “progreso” que sucedió a la Segunda Guerra mundial» (Internacionalismo, nº 8, Enero de 1968)
Hace veinte años teníamos que convencer sobre la existencia de la crisis; hoy tenemos que explicarla y demostrar sus implicaciones históricas.
«… El año 67 nos ha dejado la caída de la libre esterlina y el 68 nos trae las medidas de Johnson; (…) he aquí la descomposición del sistema capitalista, que durante algunos años había quedado escondida detrás de la borrachera del “progreso” que sucedió a la Segunda Guerra mundial» (Internacionalismo, nº 8, Enero de 1968) Hace veinte años teníamos que convencer sobre la existencia de la crisis; hoy tenemos que explicarla y demostrar sus implicaciones históricas.
«En 1967 los primeros síntomas se manifiestan sin dejar lugar a dudas: el crecimiento anual de la producción mundial conoce su nivel más bajo de los últimos diez años. En los países de la OCDE el desempleo y la inflación se aceleran lenta pero constantemente. El crecimiento de las inversiones no deja de disminuir de 1965 a 1967. En 1967 existen oficialmente 7 millones de desempleados en los países de la OCDE y el PNB aumenta un 3’5 %. Son cifras que hoy parecen insignificantes comparadas con el nivel actual de la crisis, pero ya estaban indicando el final de la “prosperidad” de la posguerra (…). La segunda recesión que toca fondo en 1970 es mucho más fuerte que la del 67. Es más profunda en los países de la OCDE y más larga en todo el mundo. Confirma que la recesión del 67 no había sido un accidente “alemán” sino el aviso inequívoco de un nuevo periodo de inestabilidad económica» (de nuestro folleto La Decadencia del Capitalismo). Se habrán necesitado veinte años, una generación, para que lo que no fueron más que las primeras manifestaciones de una crisis que marcó el final del periodo de reconstrucción tras la segunda guerra mundial, aparezca abiertamente como la expresión de la crisis general e insoluble de un modo de producción, espoleado por la carrera por las ganancias, la sed insaciable de nuevos mercados, un modo de producción basado en la explotación del hombre por el hombre. El balance de esos veinte años de crisis, desde un punto de vista mundial e histórico, bien sea en los países llamados “comunistas”, en los países del Este o en China, en los “desarrollados”, o en los que antes se denominaban “en vías de desarrollo”, es catastrófico y la perspectiva que se presenta aún más catastrófica.
Catastrófico de manera absoluta. Por la miseria que en todo el mundo se ha convertido en lo cotidiano para la inmensa mayoría de la población, y con una perspectiva que no es que los países más o menos industrializados acaben alcanzando a los países desarrollados, sino, al contrario, la de un desarrollo de las características de subdesarrollo en las mismísimas metrópolis industriales; lo que los sociólogos llaman «el cuarto mundo». La profundidad y la gravedad extremas de esta crisis se evidencian con mayor rotundidad, cuando se ve que todas las políticas económicas utilizadas para encararla desde hace veinte años, se han revelado, sin excepción, como rotundos fracasos y que las perspectivas de salir del atolladero en el que se hunde cada día más la economía mundial, tanto en el Este como en el Oeste, aparecen hoy como totalmente ilusorias. En realidad, las cuestiones que plantea esta crisis son cuestiones de fondo que afectan al corazón mismo de la organización social, de su estructura, de las relaciones existentes y que condicionan el porvenir de la sociedad mundial.
En vísperas de otra fuerte e inevitable recesión mundial, esta retrospectiva de veinte años de crisis ha de dar cuenta de las ilusiones y los mitos que, en diferentes épocas, han sido fabricados y propuestos tanto por los cauces oficiales del poder como por la oposición de izquierdas. ¿Qué se ha dicho sobre la crisis? Estos últimos veinte años, al compás del ritmo de una crisis jamás yugulada y que progresa a golpes, contienen también la historia del desmoronamiento de las ilusiones que marcaron su recorrido. Durante todos estos años se ha invocado prácticamente de todo para tratar de conjurar al diablo.
1. - La «crisis del petróleo» y la crisis de sobreproducción. En la primera mitad de los años 70, se dijo que la recesión del 74 y la crisis financiera nunca superada se debían a la «crisis del petróleo», «la crisis energética», y la «penuria» de materias primas en general. Según los expertos y los dirigentes mundiales de toda calaña, los sobresaltos económicos se debían a que esa “penuria” «provocaba un aumento de su precio». La economía mundial era, en cierto modo, víctima de un problema “natural”, ajeno y exterior por tanto a su naturaleza profunda.
Sin embargo, unos años después, a partir de 1978-79, cuando los sobresaltos de la economía pasaron a ser convulsiones, lo que sucedió no fue una penuria de fuentes energéticas acompañada de un aumento de su precio, sino una sobreproducción general de las mismas y en particular del petróleo y, por consiguiente, una caída de los precios. La naturaleza evidente de esta crisis se expresa, de manera caricatural, en los sectores de la producción de materias primas y, en particular, en la agricultura: se trata de una patente crisis de sobreproducción que engendra… penuria. Por ello, mientras las naciones se lanzan a la “guerra comercial agrícola más encarnizada que nunca haya existido, asistimos también a un espantoso desarrollo de hambrunas y subalimentación en el mundo. Sucede que «La producción agrícola mundial es suficiente para asegurar a cada individuo más de 3000 calorías por día, o sea 500 más que lo que necesita un adulto por término medio para vivir con un buen estado de salud. Entre 1969 y 1983, el incremento de la producción agrícola (40 %) fue más rápido que el de la producción mundial (35 %)». (L`insécurité alimentaire dans le monde, p. 4, Octubre del 87). Lo que, sin embargo, no impide que como dice un reciente informe Banco Mundial, la inseguridad alimenticia afecta a 700 millones de personas, y esto no puede atribuirse a un problema de capacidad productiva puesto que «El hambre persiste hasta en los países que han alcanzado la autarquía alimenticia. En esos países las hambres afectan simplemente a los que no tienen ingresos suficientes para acceder al mercado.» (Banco Mundial: Informe sobre la pobreza y el hambre, 1987). Por otra parte, las burguesías occidentales se quejaron en esa época amargamente del aumento de los costos de los abastecimientos de materias primas y de fuentes energéticas, puesto que, según ellos, eso “estrangulaba” sus economías. No dicen, sin embargo, donde fueron a parar todos los dólares desembolsados a los países productores de materias primas. Lo cierto es que esa ingente masa de dólares volvió a los países “estrangulados”, pues los países productores los invirtieron en importar, no medios de producción o de consumo para sus poblaciones, sino, sobre todo, armamento: «Entre 1971 y 1985, el Tercer Mundo compró más de 286 mil millones de dólares de armamentos, es decir el 30 % de la deuda acumulada por los países del Sur en ese mismo período (…). Oriente Medio absorbió más de la mitad de las exportaciones (…). Entre 1970 y 1977 el mercado alcanzó una expansión media del 13 %». (Le Monde Diplomatique, Marzo de 1988: Le grand bazar aux canons dans le tiers monde, p. 9). El estado de barbarie avanzada en que se encuentra hoy un Oriente Medio devastado por la guerra y la crisis, ilustra perfectamente la estrecha relación existente entre crisis y guerra. La historia de estos últimos años nos muestra claramente cómo la crisis de sobreproducción se transforma en destrucción pura y simple.
Toda mentira tiene una pizca de verdad, toda ilusión o mito contiene una parte de realidad, pues de no ser así no calarían en el cerebro de la gente. Lo mismo podemos decir de las “explicaciones” con que han ido jalonando la explicación de la crisis en estos últimos 20 años. Al principio la explicación de la crisis basada en «la carestía del petróleo», pudo parecer verosímil. En efecto, el aumento brutal del coste de las fuentes energéticas, cuyo precio relativamente barato hasta entonces contribuyó al periodo de reconstrucción, significó, a partir de 1974, un duro golpe para las economías europeas, pues, a diferencia de las inversiones en material cuyo costo se amortiza durante un largo periodo, los precios de las materias primas se repercuten inmediatamente en el precio total de las mercancías producidas. Por ello el aumento de los precios de la energía y de las materias primas hizo notar inmediatamente sus consecuencias: debilitamiento de su competitividad y baja de la tasa de ganancia. Contrariamente a lo que se dijo, esos aumentos no se debían a una penuria natural de materias primas; las únicas “penurias” que hubo en aquel tiempo fueron las organizadas para especular, anticipando una subida de los precios. El fuerte aumento de los costos de las fuentes energéticas y de las materias primas en general se debían, y ésa es la verdadera causa, a la caída brutal del dólar a partir de 1971, pues dado que todas las compras se hacían en dólares, los países productores al subir el precio del petróleo, no hacían sino repercutir la devaluación del dólar.
Y este es el fondo de la cuestión. La caída del dólar, resultado directo de la decisión tomada por las autoridades norteamericanas en 1973 de dejar flotar la cotización del dólar para aumentar la competitividad de su economía, puso la puntilla al desmantelamiento de los Acuerdos de Bretton Woods firmados en Julio de 1944. Esos acuerdos estaban destinados a reconstruir, una vez restablecida la paz, el sistema monetario internacional, dislocado desde el principio de los años 30…Se trataba precisamente de evitarle al mundo un retorno a la experiencia desastrosa de las devaluaciones “competitivas” y de los “cambios flotantes” que había conocido entre las dos guerras.». ("Balance económico y social de 1987", Le Monde, p. 41). De hecho, la caída “competitiva” del dólar significó un retorno a las condiciones de una economía en crisis que existían antes de la guerra, pues la economía mundial se encontró en un nuevo período de crisis económica aguda en el que se encontraba ante los mismos problemas que habían precipitado la segunda guerra mundial, pero esta vez multiplicados por cien. El preludio a esta situación fue la aparición, en 1967, del déficit comercial norteamericano.
Y si bien la cuantía de ese déficit entonces es muy pequeña comparada con la actual (véase la gráfica), si era ya muy significativa pues señalaba el final del periodo de reconstrucción. Significaba que las economías europeas y asiáticas, ya reconstruidas, no sólo dejaban de ser un mercado sino que venían a sumarse como competidores ante un mercado mundial reducido en igual medida. Desde entonces todo lo que se ha hecho en materia de economía política ha tenido como razón de ser la voluntad de compensar ese desmoronamiento de las posibilidades económicas que representó el período de reconstrucción. El período 1967-1981, representa, desde el punto de vista económico, la historia de la utilización masiva e intensiva de recetas keynesianas para mantener artificialmente la economía. Recordemos rápidamente en qué consisten esas recetas keynesianas: «La aportación básica de Keynes a la economía política burguesa puede resumirse en que reconoció, en pleno marasmo de la crisis de 1929, lo absurdo de aplicar ese principio religioso de la ciencia económica burguesa inventado por el economista francés Jean-Baptiste Say en el siglo XIX, según el cual el capitalismo no puede tener verdaderas crisis de mercados puesto que “toda producción es al mismo tiempo una demanda”. La solución keynesiana consistiría en crear una demanda artificial por el Estado. Si el capital no consigue crear una demanda nacional suficiente para absorber la producción y si, además, los mercados internacionales están saturados, Keynes preconiza que el Estado actúe como comprador general de productos que pagará con “papel mojado” emitido por él. Como todo el mundo necesita ese dinero, nadie protestará por el hecho de que ese papel moneda no representa más que eso: papel» (Del folleto La decadencia del capitalismo, p. 5, publicado por la C.C.I.).
Efectivamente, durante ese período,... «los EEUU se convirtieron – al crear un mercado artificial para el resto de su bloque mediante enormes déficits comerciales – en la “locomotora” de la economía mundial. Entre 1976 y 1980, los EEUU compraron mercancías al extranjero por un valor que superó, en más de 100 mil millones de dólares, el importe de lo que vendieron. Sólo los EEUU, al ser el dólar la moneda de reserva mundial, podían realizar semejante política sin que fuera necesario devaluar masivamente su moneda. Después, los EEUU inundaron el mundo con dólares, con una expansión sin igual del crédito bajo la forma de préstamos a los países subdesarrollados y al bloque ruso. Esta masa de papel moneda creó por un tiempo una demanda efectiva que permitió proseguir el comercio mundial. » (Revista Internacional, nº 26). Igualmente puede verse en Alemania Federal un ejemplo de ese período de ilusiones: «Alemania se ha puesto ha hacer de “locomotora” cediendo a las presiones, hay que reconocerlo, de los demás países (…). El aumento del gasto público se ha duplicado, creciendo 1,7 veces, en la misma proporción que lo ha hecho el producto nacional, hasta el extremo que la mitad de éste es ahora canalizado por los poderes públicos. Por eso el crecimiento de la deuda pública ha sido explosivo. Era estable a principios de los años 70 (más o menos 18 % del PNB). En 1975, esa deuda pasó a ser de repente el 25 %, y este año el 35 %, o sea que su porcentaje se ha duplicado en diez años. Está alcanzando un grado que no se veía desde la bancarrota del período entre guerras. Los alemanes que no se olvidan, ven resurgir el espectro de las carretillas repletas de billetes de la República de Weimar» (Citado de L´Expansion, - semanario económico francés -, 11/81, en la Revista Internacional, nº 31, 1982, p. 24). La crisis del dólar y la amenaza en 1979 de una quiebra financiera general, dio paso a un cambio en la política económica que se operó tras la fachada de la ideología liberal de la “desregulación”, que desembocará sin embargo, en 1982, en la recesión económica más fuerte que haya conocido el mundo desde los años que precedieron a la Segunda Guerra mundial.
2. - La «revolución liberal» Todas las elucubraciones sobre las causas “naturales” de la crisis mundial, como las que tanto se explotaron durante los años 70, no sirvieron para explicar nada de nada, por lo que se olvidaron rápidamente y nadie ha vuelto a hablar de ellas. Pero la crisis mundial siguió desarrollándose, tanto en profundidad como en extensión, hasta llegar al corazón mismo de las metrópolis industriales. Era pues necesario encontrar una nueva justificación que, al menos, sirviera de coartada ideológica a las dolorosas “terapias de choque” que se infligieron a los trabajadores, a partir de 1979 cuando el desempleo se duplicó en pocos años, cuando los salarios fueron bloqueados, cuando en las oficinas y fábricas se imponía una verdadera propaganda de guerra para que obreros y empleados defendieran, como soldados, “su” empresa, “su” nación,... en una guerra económica en la que tenían todo que perder y nada que ganar. Y en la cual, efectivamente, perdieron mucho. Y ¡con qué alborozo nos comunicaron que, por fin, habían descubierto el origen de todos los males que aquejaban a la economía!. Ahora resulta que la dolencia que abate a la sociedad es un exceso de “intervencionismo”, que lo que la enfermó fueron los “malos hábitos de pedigüeño que aspira a un subsidio” que habían imperado desde los “gloriosos” años de la postguerra (1945-75). Ese “demasiado Estado” habría agotado los recursos productivos y sofocado el “afán emprendedor”, creando grandes déficits estatales que hipotecarían el crecimiento productivo. La substancia, si cabe hablar de tal concepto, de estas peregrinas explicaciones es que sería ese “intervencionismo estatal” lo que habría impedido que las “leyes naturales” de la economía mundial jugaran su papel de “autorregulación”. Así, como por ensalmo y de repente, los economistas sintieron que habían descubierto las causas de la crisis, y su euforia fue aún más profunda puesto que de esta revelación se concluía que los remedios necesarios para contrarrestarla eran toda una serie de medidas que “sabían a gloria” a los explotadores: nos referimos a las oleadas de despidos, a la reducción de salarios, supresión de gastos sociales,... que sufrió la inmensa mayoría de la población trabajadora en todo el mundo durante la primera mitad de la década de los 80, a los que en el caso por ejemplo de los funcionarios y empleados del estado se acusaba de “privilegiados” mientras que al Tercer Mundo se le dejaba completamente abandonado.
Pero del mismo modo que antes veíamos que la supuesta penuria de materias primas y de fuentes energéticas escondía, en realidad, una sobreproducción; el pretendido “adelgazamiento del Estado” que se recetaba se convirtió en realidad en “un poco más de Estado”, aunque no fuera más que el aumento de su intervención en todos los aspectos de la vida social, empezando por las intervenciones de la policía, es decir la represión de todas las manifestaciones de revuelta que esa política provocó. O para orientar una parte cada vez más grande del esfuerzo productivo, tecnológico y científico hacia la producción de armamentos, o para encaminar cada vez más la inversión productiva hacia la Bolsa de valores,... Pero en 1984-85 se puso muy de moda el mito de una reactivación económica en los EEUU cuando parecía que las recetas “reaganianas” funcionaban y los principales indicadores económicos (el paro, la inflación,...) se recuperaban. En el mundo entero los financieros, los industriales, los políticos, se maravillaban de esa “revolución”, y ¡hasta la URSS y China! quisieron poner en práctica el “liberalismo”,... Como es sabido tal aventura fracasó en el espectacular colapso de la bolsa de valores en Octubre de 1987, con la amenaza de una recesión más fuerte y un retorno a la inflación.Los déficits presupuestarios y comerciales en lugar de desinflarse se habían encumbrado aún más en unos pocos años y sobre todo en el país en el que esa ideología había encontrado a la vez un trampolín y un terreno de predilección: los EEUU. Es el balance que sacábamos ya en 1986: «El crecimiento americano se ha hecho a crédito. En cinco años, los EEUU, que eran el principal acreedor del planeta, se ha convertido en el principal deudor, el país más endeudado del mundo. La deuda – interna y externa - acumulada por los EEUU, alcanza hoy la suma astronómica de 8 billones de dólares, después de haber sido de 4,6 billones de dólares en 1980 y 1,6 en 1970. Es decir que para poder hacer su papel de locomotora, en espacio de cinco años, el capital americano se endeudó más que durante los diez años precedentes» (Revista Internacional, nº 48).
La producción industrial, en cambio, no conoció un nuevo auge sino un enlentecimiento o incluso – como sucedió igualmente en EEUU – retrocedió. Resultó que ese “afán emprendedor” que iba a verse impulsado al quedar liberado de sus ataduras, huyó a la carrera de la esfera industrial y no encontró otro refugio que el de la especulación financiera y bursátil, única actividad enfebrecida del capital en estos últimos años, y que tuvo el lamentable fin que sabemos.
Esto vale para todas las grandes potencias industriales y particularmente para la más poderosa de ellas: los EEUU. Se ha dicho que una de las principales victorias que allí tuvo esa “revolución liberal” fue la reducción del desempleo, cuando lo cierto es que desaparecieron para siempre cerca de 1 millón de empleos de los sectores industriales, que más de 40 millones de personas pasaron a vivir en condiciones por debajo del “nivel de pobreza”, y que los únicos empleos que se crearon fueron empleos a tiempo parcial en el sector de los servicios: «Mientras en los años 70 un empleo suplementario de cada cinco ganaba menos de 7000 dólares al año; desde 1979 ha ocurrido lo propio con seis nuevos empleos de cada diez. (…) Entre 1979 y 1984 la cantidad de trabajadores que cobran un salario igual o superior al salario medio disminuyó en 1,8 millones (…) La cantidad de trabajadores que gana menos aumentó en 9,9 millones. >> (del periódico francés Le Monde, «Dossier et Documents, bilan économique et social», 1987).
En cuanto a las naciones llamadas del «tercer mundo», que supuestamente se verían favorecidas por la liberación de las “leyes naturales” del mercado y de la competencia, se han visto abocadas en estos años al fondo del precipicio. Y lejos de “emanciparse” de la tutela de las grandes potencias industriales, lo que se ha reforzado ha sido su dependencia pues ha aumentado el agobio de la deuda y de unos intereses que se han multiplicado por dos (por el valor monetario del dólar), mientras su principal fuente de ingresos, es decir la exportación de materias primas, se ha derrumbado puesto que el aparato productivo mundial ya no las absorbe. Así por ejemplo México se vio obligado a devaluar el peso un 50 % en Noviembre del 87.
Publicamos aquí el comunicado del Grupo Proletario Internacionalista de México sobre la agresión de la que ha sido víctima a manos de individuos producto de la descomposición del izquierdismo. Compartimos totalmente las posiciones planteadas en él y afirmamos nuestra total solidaridad con el G.P.I.
Ahora que se están desarrollando las luchas obreras, cada día más en el verdadero terreno de clase proletario, contra los ataques a las condiciones de vida, contra los bloqueos y las bajas de salarios, contra los despidos en todos los países, incluidos los menos desarrollados; ahora que las luchas están poniendo en entredicho abiertamente el marco sindical; ahora que empieza a desarrollarse un medio político proletario resueltamente internacionalista, que defiende la necesidad de las luchas masivas de la clase obrera y denuncia como prácticas burguesas todas las formas de sindicalismo, de nacionalismo y de terrorismo el “izquierdismo“, salido de las “guerrillas” y de los movimientos de “Liberación nacional”, que han dominado la vida política en Latinoamérica desde finales de los años 60, está mostrando su verdadero rostro. Esta ideología “radical” de la pequeña burguesía, predicadora del terrorismo, no sólo no ha puesto nunca, ni en lo más mínimo, en entredicho la dominación estatal de la burguesía, sino que además la impotencia de ayer, en sus actos terroristas contra el Estado, se ha convertido hoy, directamente, en instrumento indispensable del Estado contra los verdaderos grupos comunistas, contra los intereses inmediatos y generales del proletariado. Es así como, apenas transcurridos unos meses desde que salió a la luz Revolución Mundial, publicación del GPI, y en particular desde el nº 2, en el que se denunciaba el carácter burgués de esa ideología izquierdista y el callejón sin salida que para el proletariado son las guerrillas y el terrorismo radical, individuos procedentes de esas ideologías han organizado el ataque, con los métodos de la violencia burguesa y del terror estatal, contra combatientes del proletariado: tortura, robos, intimidación,…
Los grupos políticos proletarios y junto a ellos la clase obrera deben aportar su solidaridad sin reservas con el G.P.I.
El martes 9 de febrero el terror estatal, al que el capital somete en todo el mundo a la clase obrera y a sus fuerzas revolucionarias, se ha manifestado esta vez en la acción gansteril y represiva que ha vivido el GPI a manos de una de las bandas de los residuos del izquierdismo terrorista de este país.
La actividad “revolucionaria” de los grupos que se denominan terroristas o guerrilleros tiene una historia nefasta en esta región del mundo (así como en toda América Latina y otras partes del planeta):
Uno de estos grupos ha atacado a varios militantes del GPI, torturándoles y robándole al grupo material de impresión, documentos políticos, propaganda del medio comunista y la documentación legal de los compañeros. Así ha respondido esta banda a la denuncia política del papel contrarrevolucionario del terrorismo y la guerrilla que ha venido haciendo el GPI en su publicación Revolución Mundial; así es como van a seguir actuando estas bandas en un futuro no muy lejano, en colaboración directa o indirecta con la labor represiva del capital.
Ante la acción de esta banda y las acciones que en conexión con ella vendrán en el futuro; y que, de acuerdo a la realidad de la lucha de clases, constituyen un ataque contra el proletariado, contra sus nacientes fuerzas revolucionarias en el país y contra el conjunto del medio comunista internacional; acciones que se inscriben de lleno en la lógica de la actividad terrorista estatal, el GPI manifiesta:
Grupo Proletario Internacionalista
México, 15 de Febrero de 1988
En la primera parte de este artículo pusimos en evidencia el carácter perfectamente irracional de la guerra en el período de decadencia del capitalismo. Mientras que en el siglo pasado, pese a las destrucciones y matanzas que ocasionaban, las guerras eran un medio en el avance del capitalismo, favorecían la conquista del mercado mundial y estimulaban el desarrollo de las fuerzas productivas del conjunto de la sociedad, las guerras del siglo XX no son, en cambio, sino la expresión extrema de la barbarie en que la decadencia del capitalismo hunde a la sociedad. Esa primera parte del artículo ponía de manifiesto, en particular, que las guerras mundiales, pero también las múltiples guerras localizadas, al igual que todos los gastos militares devorados en su preparación y mantenimiento, no pueden ser considerados como el precio a pagar por el desarrollo de la economía capitalista, sino que se inscriben de forma exclusivamente negativa en el balance de dicha economía en su conjunto; al ser el principal resultado de las contradicciones sin solución que minan la economía, las guerras son un factor poderoso de agravación y aceleración de su hundimiento. En fin de cuentas, la absurdez total de la guerra en nuestra época queda ilustrada por el hecho de que una nueva guerra generalizada, que es la única perspectiva que el capitalismo es capaz de proponer pese a todas las campañas pacifistas actuales, significaría pura y simplemente la destrucción de la humanidad.
Otra demostración del carácter completamente irracional de la guerra en el período de decadencia del capitalismo, expresión de lo absurdo que es para el conjunto de la sociedad la supervivencia de ese sistema, es el hecho de que el bloque que, en última instancia desencadena la guerra, acabe siendo el “perdedor” (eso si cabe decir que haya un “ganador”). Así, en Agosto de 1914 son Alemania y Austria-Hungría quienes declaran la guerra a los países de la “Entente”. Igualmente, en septiembre de 1939, es la invasión alemana de Polonia la que abre las hostilidades en Europa mientras el bombardeo japonés de la flota norteamericana en Pearl Harbour en diciembre de 1941 fue la causa inmediata de la entrada en guerra de Estados Unidos.
La postura suicida de los países que, al fin y al cabo, iban a ser los principales perdedores de la conflagración mundial no puede explicarse evidentemente por la “locura” de sus dirigentes. En realidad, esa aparente locura en la dirección de los asuntos de esos países no es más que la traducción de la locura general del sistema capitalista actual; esta postura suicida es ante todo la del capitalismo en su conjunto desde que entró en su época decadente y no hace más que agravarse a medida que se hunde en esa decadencia. Más precisamente, la conducta “irracional” de los futuros “perdedores” de las guerras mundiales no hace sino expresar dos realidades:
El primer punto forma parte del patrimonio clásico del marxismo desde principio de siglo. Es uno de los fundamentos de toda la perspectiva de nuestra organización sobre el período actual y ha sido ampliamente desarrollado en otros artículos de nuestra prensa. Lo que queremos señalar especialmente aquí es la ausencia de un control verdadero de ese fenómeno por parte de la clase dominante. De la misma forma que todos los esfuerzos, todas las políticas de la burguesía por intentar superar la crisis de la economía capitalista no pueden evitar su agravación inexorable, todas las gesticulaciones de los gobiernos, incluidos los que intentan “sinceramente” preservar la paz, no pueden detener el engranaje que conduce a la humanidad hacia la carnicería generalizada, derivando el segundo fenómeno del primero.
En efecto, ante el callejón sin salida total en el que se encuentra el capitalismo y el fiasco de todos sus remedios económicos, incluso los más brutales, la única vía que tiene abierta la burguesía para intentar salir del atolladero es la huída hacia delante por otros medios, igualmente ilusorios, que no pueden ser más que militares. Desde hace ya varios siglos, la fuerza de las armas es uno de los instrumentos esenciales de la defensa de los interese capitalistas. Especialmente mediante guerras coloniales, este sistema ha abierto el mercado mundial creando cada potencia burguesa un coto privado donde vender sus mercancías y abastecerse de materias primas. La explosión del militarismo y de la fabricación de armamentos a finales del siglo pasado expresó el fin de este reparto del mercado mundial entre las grandes (e incluso las pequeñas) potencias burguesas. Desde entonces, para cada una de ellas, un crecimiento (y por tanto la preservación) de su parte de mercado pasa necesariamente por el enfrentamiento con las demás potencias y los medios militares que en un primer momento bastaban para dominar a las poblaciones indígenas, armadas con lanzas y flechas, se multiplicaron y perfeccionaron a gran escala para poder enfrentarse a otras naciones industriales. Desde aquella época, e incluso la descolonización ha dado lugar a otras formas de dominación imperialista, este fenómeno no ha hecho sino amplificarse hasta adquirir proporciones monstruosas que han transformado completamente sus relaciones con el conjunto de la sociedad.
En efecto, en la decadencia capitalista sucede con la guerra y el militarismo lo mismo que con otros instrumentos de la sociedad burguesa y especialmente de su Estado. En el origen éste es un instrumento de la sociedad civil (de la sociedad burguesa en el caso del Estado burgués) para asegurar un cierto “orden” en su seno e impedir que los antagonismos que la dividen no la lleven a la dislocación. Con la entrada del capitalismo en su época de decadencia, con la amplificación de las convulsiones del sistema, se desarrolla el fenómeno del capitalismo de Estado en el que éste adquiere un peso sin cesar creciente hasta absorber el conjunto de la sociedad civil, hasta convertirse en el principal patrón o incluso en el único. Aunque continúa siendo un órgano del capitalismo, y no a la inversa, en tanto que representante supremo del sistema, como garante de su preservación, tiende a librarse del control inmediato de los distintos sectores burgueses en la mayor parte de sus funciones, para imponerles sus propias necesidades globales y su lógica totalitaria. Lo mismo ocurre con el militarismo que constituye un componente esencial del Estado y cuyo desarrollo es justamente uno de los factores fundamentales de intensificación del capitalismo de Estado. De ser en un principio simple medio de la política económica de la burguesía, adquiere con el Estado y en su seno cierto nivel de autonomía y tiende cada vez más, con la amplificación de su función en la sociedad burguesa, a imponerse a ella y a su Estado.
Esta tendencia a la colonización del aparato estatal por la esfera militar se ilustra especialmente por la importancia del presupuesto de los ejércitos en el presupuesto total de los Estados (suele ser en general la partida más elevada). Pero no es ésa la única manifestación; en realidad, es el conjunto de los asuntos del Estado lo que sufre de forma masiva el control del militarismo. En los países más débiles, este control toma a menudo la forma de dictaduras militares pero no por ello es menos efectivo en los países donde un personal especializado de políticos dirige el Estado, de la misma forma que la tendencia al capitalismo de Estado no es menos fuerte en los países donde, a diferencia de los llamados “socialistas”, no hay una identificación completa entre el aparato económico y el aparato político del capital. Por otra parte, incluso en los países más desarrollados, no faltan ejemplos, desde la 1ª Guerra Mundial, de participación de los militares en las instancias supremas del Estado: papel eminente del General Groener, primer jefe de Estado Mayor, como inspirador de la política del canciller socialdemócrata Ebert en la represión de la revolución alemana de 1918-19, elección del mariscal Heindenburg para la presidencia de la República en 1925 y 1932 (quien llamará a Hitler para la cancillería en 1933), nombramiento del mariscal Petain en 1940 y del general De Gaulle en 1944 y 1958 para la jefatura del Estado francés, elección del general Eisenhower en 1952 y 1956 etc. Mientras que en el marco de la “democracia” el personal y los partidos políticos suelen cambiar en la cumbre del Estado, el estado mayor y las jerarquías militares gozan de una notable estabilidad lo que no puede sino reforzar su poder real.
Debido a esta dominación del militarismo sobre la sociedad a medida que las “soluciones” a la crisis preconizadas y puestas en práctica por los aparatos económicos y políticos de la sociedad burguesa manifiestan su impotencia, las “soluciones” específicas promovidas por los aparatos militares tienden a imponerse cada vez más. Es así como podemos entender el acceso al poder del partido nazi en 1933: este partido representaba con la máxima determinación la opción militarista frente a la catástrofe económica que golpeaba Alemania de forma particularmente aguda. Así, a medida que el capitalismo se hunde en la crisis se le impone de forma creciente, irreversible e incontrolable, la lógica del militarismo aunque éste no esté ni más ni menos capacitado que las demás políticas para proponer (como hemos visto en la primera parte de este artículo) la menor solución a las contradicciones económicas del sistema. Y esta lógica del militarismo en un contexto mundial en el cual todos los países están dominados por ella, en el que el país que no prepara la guerra, que no emplea los medios militares que se imponen, se convierte en víctima de los demás, no puede conducir más que a la guerra generalizada aunque ésta no aporte a todos los beligerantes sino masacres y ruinas e incluso la destrucción total.
Esta presión hacia el enfrentamiento generalizado se ejerce tanto más fuertemente sobre las grandes potencias que se han visto menos favorecidas en el reparto del botín imperialista mientras que las mejor dotadas tienen mucho más interés en preservar el statu quo. Por eso en la 1ª Guerra mundial las dos potencias que más empujaron hacia el enfrentamiento guerrero fueron Rusia y sobre todo Alemania siendo el bloque dominado por esta última el que más se comprometió en el conflicto porque Alemania, aunque se había convertido en la primera potencia económica europea, tenia un imperio colonial de tamaño inferior a los de Bélgica o Portugal. Esta situación es todavía más clara cuando la 2ª Guerra mundial, pues la posición de Alemania se había agravado mucho más, debido a que el tratado de Versalles de 1919 no sólo le había despojado de sus escasas posesiones coloniales sino además de una parte de “su” territorio nacional. Igualmente, Japón destruye en 1941 la flota americana del Pacífico con la esperanza de ampliar en este océano su imperio colonial que estimaba insuficiente frente a las exigencias de su poderío económico (sólo contaba con Manchuria desde 1937 a expensas de China). Es así como son los bandidos imperialistas que precipitan la guerra debido a la estrechez de su “espacio vital” lo que en fin de cuentas están menos capacitados para ganarlas:
En cantidad de aspectos, la URSS y su bloque se encuentran hoy en situación similar a la de Alemania en 1914 y 1939. En particular, la causa principal de la situación que han padecido ambas potencias es su llegada tardía al desarrollo industrial y el mercado mundial lo que las obliga a contentarse con las migajas de las potencias imperialistas más antiguas (como Francia e Inglaterra especialmente) en el reparto del pastel imperialista. Sin embargo, es preciso notar una diferencia importante entre la Rusia de hoy y la Alemania de antaño. Aunque, como Alemania en 1914 y 1939, la URSS es hoy la 2ª potencia económica del mundo (aunque en términos de PNB ha sido superada por Japón) se distingue de aquel país porque no posee una industria y una economía de vanguardia. Al contrario: en este dominio adolece de un retraso considerable e insuperable. Aquí reside uno de los fenómenos más destacados de la decadencia capitalista: la imposibilidad para los capitales nacionales recién llegados de alzarse al nivel de desarrollo de las potencias ya instaladas. El crecimiento industrial de Alemania tiene lugar a finales del siglo XIX cuando el capitalismo conoce su máxima prosperidad lo que permite hacer de la economía de este país la más moderna del mundo. En cambio, el crecimiento industrial de la Rusia actual tiene lugar en plena decadencia del capitalismo (finales de los años 20, principios de los 30), agravado además por las terribles destrucciones provocadas por la guerra mundial y por la guerra civil que siguió a la revolución. Por ello, este país no ha sido jamás capaz de salir realmente de su subdesarrollo y se encuentra entre los países más atrasados de su propio bloque[1].
Así, a la menor extensión de su imperio se añade, para Rusia, unas debilidades económicas y financieras enormes respecto a su rival occidental. Este desnivel económico es aún más evidente a escala de los dos bloques: así, entre las 8 primeras potencias (según su PNB), 7 forman parte de la OTAN o son como Japón aliados seguros de USA. En cambio, los aliados de Rusia del Pacto de Varsovia se sitúan respectivamente en los lugares 11, 13, 19, 32, 40 y 45. Estas debilidades se repercuten en toda una serie de dominios en el período actual.
Una de las consecuencias primordiales de la superioridad económica y especialmente de las EEUU consiste en la variedad de medios de que dispone para asentar y mantener su dominación imperialista. Así, Estados Unidos puede establecer su dominio tanto sobre los países gobernados por regímenes “democráticos”, como los que están en manos del ejército, de partidos únicos o incluso de partidos de corte estalinista. En cambio, Rusia no puede controlar más que regímenes directamente a su imagen (¡y aún con dificultades!) o regímenes militares que disponen del apoyo directo de las tropas del bloque.
Igualmente, el bloque occidental puede hacer un amplio uso, junto a la baza militar, de la economía en el control de sus vasallos (ayudas bilaterales, intervención de organismos como el FMI o el Banco Mundial). Este no es el caso de la URSS que no tiene ni ha tenido jamás los medios para jugar semejante baza. La cohesión de su bloque se basa únicamente en la fuerza militar.
Así, la debilidad económica del conjunto del bloque ruso explica su situación estratégica netamente desfavorable a escala mundial: sus medios limitados no le han permitido jamás librarse verdaderamente del cerco que le impone el bloque USA. Ello explica que incluso en lo estrictamente militar –que es lo único que le queda- no ha tenido jamás la menor posibilidad de enfrentar victoriosamente a su rival.
En efecto, mientras que Alemania a principios de siglo o en los años 30 pudo, gracias a su potencial industrial moderno, tener momentáneamente, antes de los enfrentamientos decisivos cierta superioridad militar frente a sus rivales, la URSS y su bloque, debido a su atraso económico y tecnológico, han estado siempre retrasados respecto al bloque americano desde el punto de vista del armamento. Además, este retraso se ha agravado por el hecho de que, después de la 2ª Guerra mundial -como manifestación de la acentuación constante de las grandes tendencias de la economía capitalista- el mundo entero no ha podido disfrutar del menor instante de pausa en los conflictos localizados y en los preparativos militares, contrariamente a lo que prevaleció después de la 1ª Guerra mundial.
Desde la 2ª Guerra mundial, Rusia no ha podido más que ir corriendo -y de lejos- tras la potencia militar del bloque del Oeste sin jamás conseguir igualarlo[2]. Los enormes esfuerzos que ha consagrado a las armas, especialmente en los años 60-70, si bien le han permitido cierta paridad en algunos dominios (por ejemplo, en la potencia de fuego nuclear), han tenido como consecuencia una agravación aún más dramática de un retraso industrial y de su fragilidad frente a las convulsiones de la crisis económica mundial. En cambio, no le han permitido preservar las posiciones (a excepción de Indochina) que las guerras de descolonización (llevadas contra los países del bloque del Oeste) le habían permitido conquistar en Asia (China) y África (Egipto).
En el tránsito entre los años 70 y los 80 se produce una modificación importante del contexto general en el que se han desplegado los conflictos imperialistas desde el final de la guerra fría. En la base de esta modificación se sitúa la evidencia cada vez más neta del callejón sin salida de la economía capitalista cuya recesión de 1981-83 constituye una ilustración particularmente clara. Ese atolladero económico no puede sino acelerar fuertemente la carrera ciega de todos los sectores de la burguesía mundial hacia la guerra (ver, en particular, el artículo “ años 80, años de la verdad” en la Revista Internacional, nº 20).
En ese contexto, asistimos a una modificación cualitativa de los conflictos imperialistas. Su principal característica estriba en una ofensiva general del bloque USA contra el bloque ruso. Una ofensiva que Carter -con su campaña sobre los “derechos humanos” y sus decisiones clave en el plano de los armamentos (sistema de misiles MX, euromisiles, fuerza de intervención rápida) puso las bases y ha sido ampliamente desplegada por Reagan con aumentos considerables en los presupuestos militares, envío de cuerpos expedicionarios a Líbano en 1982, a la isla de Granada en 1983, el despliegue del dispositivo llamado “Guerra de las galaxias” y, más recientemente, bombardeos de Libia en 1986 y despliegue de la flota USA en el golfo Pérsico.
Esta ofensiva busca rematar el cerco de la URSS, despojándola de todas las posiciones que ha podido conservar fuera de su zona de influencia directa. Esa ofensiva pasa por la expulsión definitiva de Rusia de Oriente Medio -hoy ya realizada con la inserción de Siria a mediados de los 80 en los planes imperialistas occidentales-, por meter en cintura a Irán y su reinserción en el dispositivo americano como una pieza importante. Tiene por ambición continuar con la recuperación de la antigua Indochina. Quiere conseguir el estrangulamiento de Rusia, retirándole su estatuto de potencia mundial.
Una de las características más destacadas de esta ofensiva es el empleo cada vez más masivo por parte del bloque USA de su potencia militar, especialmente mediante el envío de cuerpos expedicionarios norteamericanos o de otros países centrales del bloque (Francia, Gran Bretaña e Italia principalmente) al campo de enfrentamientos, como pudo verse en Líbano en 1982 y en el Golfo Pérsico en 1987. Esto corresponde a que la baza económica, empleada abundantemente en el pasado para quitar posiciones al adversario, no basta ya:
Sobre esto último, los acontecimientos de Irán han sido de lo más revelador. El hundimiento del régimen del Sha y la parálisis que ello ocasionó en el dispositivo militar de los USA en la región permitió a Rusia marcar puntos en Afganistán, instalando sus tropas a unos cientos de kilómetros de los “mares calientes” del Océano Indico. Eso convenció a la burguesía norteamericana para organizar su fuerza de intervención rápida y reorientar su estrategia imperialista, decisiones que la explotación del asunto de los rehenes de la embajada norteamericana en Teherán, en 1980, pudo hacer tragar fácilmente a una población traumatizada.
La situación actual se diferencia, por lo tanto, de la anterior de la 2ª Guerra Mundial, pues es hoy el bloque mejor dotado el que está a la ofensiva:
Aunque, en fin de cuentas, el esquema de 1914 y 1939 sigue siendo válido en lo esencial, o sea que es el bloque menos favorecido el que da el paso decisivo, lo que hemos de presenciar en el período actual es un avance progresivo del bloque USA, el cual va a seguir marcando puntos, contrariamente a los años 30 durante los cuales era Alemania la que iba avanzando (Anschluss en 1937, Munich en 1938, Checoslovaquia en 1939). Ante ese avance es de prever una resistencia encarnizada por parte del bloque ruso en todos los lugares donde pueda hacerlo, lo cual va concretarse en una continuación de enfrentamientos militares en los que el bloque va a comprometerse cada vez más directamente. De ahí que, si bien la baza diplomática va a seguir jugándose, va a ser más bien el resultado de una relación de fuerzas obtenida de antemano en el terreno militar. Eso es lo que ha sucedido recientemente con la firma, el 8 de diciembre de 1987, del acuerdo de Washington entre Reagan y Gorbachov sobre los misiles de de “alcance intermedio” (entre 500 y 5500 Km.) y las negociaciones que continúan actualmente sobre una eventual retirada de tropas rusas de Afganistán. En caso de que se produjera esa retirada, sería el resultado del atolladero en que se ha metido la URSS desde que USA abastece abundantemente a la guerrilla con material ultramoderno como los misiles tierra-aire Stinger que provocan daños considerables en los aviones y helicópteros rusos.
En cuanto a los acuerdos sobre la eliminación de los euromisiles cabe señalar que son también el resultado de la presión militar ejercida por EEUU sobre su adversario, especialmente mediante la instalación de los cohetes Pershing II y los misiles de crucero en varios países de Europa Occidental (Gran Bretaña, RFA, Holanda, Bélgica e Italia) desde noviembre de 1983. El que este acuerdo resulte principalmente de una iniciativa rusa y que el número de misiles y cabezas nucleares suprimidos por la URSS sea más elevado que por la parte americana (857 misiles y 1667 cabezas contra 429 y las mismas cabezas) ilustra claramente que es Rusia la que se encuentra en situación de debilidad, especialmente porque sus cohetes SS20 son mucho menos precisos que los Pershing II que pueden golpear objetivos situados a una distancia de 1800 Km., por no hablar de los misiles de cruceros que tras 3000 Km. de vuelo son todavía más precisos.
Para el director de orquesta del bloque occidental, la operación es tanto más interesante por cuanto la retirada de sus propios euromisiles no implica ni retirada ni parada en el despliegue de los de sus aliados: de hecho, tras los acuerdos de Washington se esconde la voluntad americana de cargar sobre sus socios europeos una parte del enorme fardo militar. Esa mayor implicación de estos países en el esfuerzo de defensa del bloque se ha manifestado de manera patente durante el verano del 87 con su participación, en muchos casos masivos, en la flota occidental desplegada en el golfo Pérsico. A finales del 87 se ha vuelto a confirmar más claramente todavía, con la decisión franco-británica de construir en común un misil nuclear de más de 500 Km. de alcance y, también, con las maniobras militares conjuntas franco-alemanas que prefiguran una mayor integración de los ejércitos de todos los países de Europa del Oeste. Y de nuevo, con la reciente cumbre de la OTAN en marzo del 88 en la que todos sus miembros se han comprometido a modernizar regularmente su armamento, o sea aumentar más y más los gastos militares.
Los acuerdos de Washington no significan, por lo tanto, el menor cuestionamiento de las características generales de los antagonismos imperialistas que hoy dominan el mundo. La supresión de los euromisiles no es más que un granito de arena en la colosal capacidad de destrucción de que disponen las grandes potencias. Pese al espantoso potencial de destrucción que representan las 2100 bombas atómicas que van a ser eliminadas (cada una de ellas más potente que la que destruyó Hiroshima en Agosto del 45) eso no es sino una mínima parte de las más de 40000 bombas listas para ser lanzadas por misiles de todo tipo instalados en tierra o a bordo de aviones, submarinos o barcos; eso sin contar todos los obuses nucleares, probablemente decenas de miles que pueden ser disparados por 6800 cañones.
Si los acuerdos de Washington ni siquiera implican una reducción sensible del inmenso potencial de destrucción que poseen las grandes potencias, tampoco significan ni mucho menos, la apertura de un proceso de desarme y desaparición de la amenaza de guerra mundial. El “recalentamiento” actual en las relaciones entre los dos “grandes”, las zalamerías que se hacen mutuamente Reagan y Gorbachov, que han venido a sustituir las rociadas de insultos de hace unos años, no significan que la “cordura” esté empezando a imperar en las relaciones internacionales en detrimento de la “locura” que sería el enfrentamiento entre las dos `potencias:
“En realidad, los discursos pacifistas, las grandes maniobras diplomáticas, las Conferencias internacionales de todo tipo, han formado siempre parte de los preparativos burgueses hacia la guerra imperialista (como lo demostraron, por ejemplo, los acuerdos de Munich en 1938, un año antes del inicio de la IIª Guerra Mundial). Se alterna con discursos belicistas con los cuales tienen una función complementaria. Mientras que estos últimos tienen por misión hacer aceptar a la población y en especial a la clase obrera los enormes sacrificios exigidos por el aumento sin límites del armamento, de prepararla para la movilización general, los primeros tienen por función la de hacer aparecer a cada Estado como “amante de la paz”, que “ no tendría ninguna culpa en la agravación de las tensiones”, a fin de justificar a continuación la “necesidad” de la guerra contra el otro que “cargaría con toda la responsabilidad”.” (Resolución sobre la situación internacional del VIIº Congreso de la CCI en Revista Internacional nº 49/51).
Podríamos además precisar que el ejemplo de la conferencia de Munich que se presentó como un “gran paso hacia la paz en Europa”, después de todo un período de tensiones diplomáticas y despliegue de discursos belicistas, nos ha enseñado que los períodos pacifistas de la propaganda burguesa no significan en ningún caso que el peligro de guerra sea menos inminente que durante los períodos belicistas. En realidad, la función específica de cada uno de esos dos tipos de campañas hace que se utilicen los discursos pacifistas en vísperas de un desencadenamiento de los conflictos para así sorprender más fácilmente a la clase obrera y paralizar la menor resistencia por su parte, mientras que los discursos belicista corresponden a la fase anterior de desarrollo del esfuerzo armamentístico.
Aunque el desencadenamiento de una IIIª Guerra Mundial no está actualmente al orden del día, por la sencilla razón de que el proletariado de hoy no ha sido derrotado sino que, al contrario, se encuentra en un período histórico de desarrollo de sus luchas “hemos asistido en los últimos años a una alternancia entre discursos belicistas y pacifistas por parte de la Administración de Reagan, cuyo “extremismo” de los primeros años de su mandato, destinado a justificar el enorme crecimiento de los gastos militares así como las diversas intervenciones en el exterior, ha dado paso a una “apertura” frente a las iniciativas soviéticas, desde que quedó afirmada la nueva orientación de crecimiento de los preparativos militares y convenía dar prueba de “buena voluntad”.” (Ídem).
El que el principal destinatario de esas campañas sea el proletariado mundial queda ilustrado por el momento en que se ha desarrollado cada una de ellas. El punto culminante de la campaña belicista se sitúa al iniciarse los años 80 cuando la clase obrera acababa de sufrir una derrota importante concretada y agravada por la represión de los obreros polacos en diciembre de 1981. Lo que entonces predominaba en la clase obrera era un sentimiento de impotencia y de fuerte desorientación. En aquel contexto, las campañas belicistas promovidas por los diferentes gobiernos, los discursos guerreros cotidianos, aunque también provocaron entre los obreros una inquietud justificada ante las terribles perspectivas que el sistema “propone” a la humanidad, el principal resultado que tuvieron fue el de aumentar el sentimiento de impotencia, la desesperanza entre ellos, transformándolos en presa fácil para las grandes y embaucadoras manifestaciones pacifistas organizadas por las fuerzas de izquierda en la oposición. En cambio, la campaña pacifista de los gobiernos occidentales orquestada por Reagan se despliega en 1984 justo después de que toda una serie de luchas masivas en Europa demostraran que la clase obrera estaba saliendo de su momentáneo desamparo y volviendo a tomar confianza en sí. En una situación así, la inquietud provocada por los discursos guerreros no produce en los obreros un sentimiento de impotencia, sino que, al contrario, pude acelerar en ellos la toma de conciencia de que sus luchas actuales contra los ataques económicos del capitalismo son el único obstáculo verdadero contra el desencadenamiento de otra guerra mundial, son las primicias en el camino de la destrucción de este sistema inhumano. Las campañas pacifistas actuales intentan precisamente conjurar ese peligro. Al no poder hacer que los obreros acepten con fatalismo la perspectiva de un nuevo endurecimiento de los conflictos imperialistas y las espantosas consecuencias que ello acarrea, la burguesía intenta adormecerlos, haciéndoles creer que la “sabia cordura” de los dirigentes de este mundo es capaz de poner término a la amenaza de una IIIª Guerra mundial.
De hecho, la idea esencial que se preponen meter en las mentes obreras esos dos tipos de campañas con argumentos diferentes, es que los problemas fundamentales de la vida de la sociedad y, en particular, la cuestión de la guerra, se dirimen sin que la clase obrera tenga la menor posibilidad de aportar su propia respuesta como clase. Los revolucionarios debemos defender permanentemente la idea opuesta: todas las conferencias de “paz”, todos esos acuerdos entre los bandidos imperialistas, toda esa “sabia cordura” de los hombres de Estado, no resuelven absolutamente nada; sólo la clase obrera puede impedir que la crisis actual desemboque en una carnicería imperialista mundial y por lo tanto, en destrucción de la humanidad, sólo la clase obrera, destruyendo al capitalismo, puede liberar a la humanidad de la plaga de la guerra.
Ahora que la burguesía occidental está haciendo todo lo posible por ocultar la auténtica gravedad del envío de la flota al Golfo Pérsico (pues contiene en perspectiva una nueva agravación del conflicto entre los dos bloques), ahora que aquélla presenta la última cumbre de la OTAN como un llamamiento a la continuación del desarme y a la acentuación de las tensiones cuando en realidad son todo lo contrario, ahora que Gorbachov se presenta por todas partes y de forma ostensible como “gran campeón de la paz”, incumbe a los revolucionarios recordar y señalar, como este artículo se ha propuesto hacer, la dimensión y lo ineluctable, en el capitalismo, de la barbarie en que este sistema está hundiendo y hundirá a la sociedad. Le incumbe reforzar la denuncia de las ilusiones pacifistas, siguiendo así el combate librado por sus mayores desde el siglo pasado: “Las fórmulas del pacifismo: desarme universal bajo el capitalismo, tribunales de mediación etc. aparecen no sólo como una utopía reaccionaria sino como una verdadera engañifa contra los trabajadores, para desarmar al proletariado y desviarlo de su verdadera tarea de desarmar a los explotadores” (Lenin: Programa del Partido Bolchevique).
F.M.
[1] Nuestra Revista ha puesto ampliamente en evidencia el retraso considerable que Rusia no consigue superar (véase el Informe sobre la situación internacional del III Tercer Congreso de la CCI en la Revista Internacional nº 37).
[2] Es, además, uno de los elementos que explican por qué los conflictos de la “guerra fría” a finales de los 40 y principios de los 50 no degeneraron en conflagración mundial: los fracasos de Rusia en sus intentonas en Berlín (bloqueo de Berlín Oeste entre Abril 48 y Mayo del 49 roto por un puente aéreo organizado por los occidentales) y en Corea (invasión de Corea del Sur por Corea del Norte en Junio de 1950 con la respuesta de las tropas americanas y que termina en armisticio en julio del 53, por el cual Corea del Norte pierde una parte de su territorio) han demostrado que, ya desde entonces, no tenía los medios a la altura de sus objetivos. Los intentos posteriores de la URSS por mejorar sus posiciones se han saldado en la mayor parte de los casos en fracaso. Así ocurrió, por ejemplo, con su tentativa de instalar en Cuba cohetes nucleares amenazando directamente el territorio norteamericano. Los discursos sobre la pretendida superioridad militar del Pacto de Varsovia sobre la OTAN, sobre todo en Europa, son pura propaganda. En 1982, la batalla aérea en la Bekaa libanesa fue concluyente: 82 aviones derribados por Israel, equipado con material USA, contra 0 por Siria equipada con material URSS. En Europa, la OTAN no necesita la cantidad de aviones y tanques con que cuenta el Pacto de Varsovia para disponer de una superioridad aplastante.
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[1] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201002/2773/el-otono-caliente-italiano-de-1969-i-un-momento-de-la-recuperacion
[2] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201012/3005/el-otono-caliente-italiano-de-1969-ii-un-momento-de-la-reanudacion
[3] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/alemania
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[7] https://es.internationalism.org/en/tag/noticias-y-actualidad/lucha-de-clases
[8] https://es.internationalism.org/en/tag/6/408/represion
[9] https://es.internationalism.org/en/tag/6/589/motines
[10] https://es.internationalism.org/files/es/rint53_mpp.pdf
[11] https://es.internationalism.org/en/tag/21/380/mayo-de-1968
[12] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista
[13] https://es.internationalism.org/en/tag/historia-del-movimiento-obrero/1968-mayo-frances
[14] https://es.internationalism.org/en/tag/noticias-y-actualidad/crisis-economica
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[16] https://es.internationalism.org/en/tag/2/25/la-decadencia-del-capitalismo
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