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Carta del compañero:
Ya tenemos aquí la normativa cínica de la ciudad de karcelona y gracias a ella ya no tendremos que soportar mas a las putas de calle, a los mendigos, a los músicos y artistas, a los que cuestionan de forma radical el sistema o tan solo algún aspecto de el, a los skaters, a los que se divierten en la calle y a los que cruzan mal la calle. Sobre esta norma se le suele echar la culpa al alcalde Joan Clos cuando, a pesar de ser bastante responsable, solo es un títere; detrás de la norma del civismo están quienes se benefician de que Barcelona sea la mayor tienda del mundo y un importante foco del negocio turístico, porque quieren una ciudad atractiva para los negocios y el turismo. La cuestión es que en su modelo de ciudad sobra la humanidad y las personas, ya no son ni siquiera capaces de permitir la existencia de ciertos lugares donde las personas actúen de una forma mínimamente no-consumista, para ellos las calles no son un espacio de sociabilidad donde se tejan relaciones humanas, sino un espacio para trasladarte de un centro de consumo a otro. O con los/as cívicos/as o con las personas normales y corrientes que quieren usar los espacios de su ciudad, tu eliges.
Las campañas del Fem-ho Be del ayuntamiento complementan la función de la ley del civismo señalando al ciudadano como responsable de todos los males de la ciudad; nos dicen que debemos apagar nuestra bombilla para no gastar energía mientras las empresas mantienen sus luces encendidas, aún cuando no hay nadie, mantienen las luces de sus escaparates encendidas aún cuando no están abiertos, ponen iluminación navideña EXCLUSIVAMENTE en las calles pobladas de centros de consumo(los que vivimos en calles sin comercios no tenemos derecho a disfrutar de ellas). Nos dicen que no debemos gastar demasiada agua, pero existen piscinas privadas y campos de golf....Hay mil ejemplos de la profunda hipocresía de sus argumentos demagógicos, aunque el mas sangrante es el del reciclaje, antes llevabas las botellas al supermercado y te daban un ticket que te descontaban de lo que comprases, ahora tienes que separar todo lo que reciclas en 3 bolsas, porque así no tienen que pagar a nadie para que separe los materiales reciclables, y no solo no ves ni un duro por el material entregado sino que además tienes que pagar por el material reciclado que compres.
El tema mas visible es el de la prostitución, no es que el ayuntamiento esté en contra de la prostitución, sino contra ejercer esta de forma independiente sin necesidad de chulos, proxenetas, ni un local que pague impuestos al ayuntamiento. El ayuntamiento no prohíbe la prostitución, solo quiere que esta le deje buenos impuestos. Si quisiese impedir la prostitución debería echar un ojo a ferias ,como el construmat, donde se reúnen los empresarios de la construcción que suelen traer bastantes mujeres de menor edad que ellos que, por supuesto, seguro que les ha enamorado algo mas que su cartera y yo soy un malpensado. Otro punto es dibujar a la prostituta como una mujer humillada por quien paga sus servicios, personalmente, no siento que se las humille por pagarles dinero por sus servicios si se las trata con el debido respeto; no veo diferencia alguna con quien paga a una limpiadora, a una abogada, a una camarera o a una secretaria, no hay humillación en ese acto y si lo hay cuando se insulta o se trata como seres inferiores a otras personas, independientemente de que se tenga una relación comercial o no.
Los mendigos son los que mas sobran en este modelo de ciudad, ya que no ofrecen nada positivo para su ciudad-comercio y afean la imagen de esta. Al margen de lo que pienso de que alguien tenga que vivir de la caridad de los demás en lugar de ser autosuficiente a través de la obtención de ingresos, de forma legal o ilegal, o de exhibir sus defectos físicos, como si de un circo urbano se tratase, los mendigos tienen el mismo derecho que el consumidor a usar los espacios públicos. Por otro lado el ayuntamiento y su cinismo solo ataca al mendigo, y deja indemnes a las mafias que les controlan y les explotan, demostrando claramente el nulo interés humanitario de sus normas cívicas. Las mendigas que son explotadas por mafias se pueden reconocer claramente en 2 modelos, el primero son las mujeres sentadas en la calle descalzas y son ropa negra y el modelo "elegante" es la mujer india con pañuelo en la cabeza con el complemento de un bebe para dar mas pena. El tema de los músicos hasta ahora había formado parte durante décadas de una característica bonita de Barcelona donde podías escuchar música en directo sin tener que pagar una carísima entrada de un local comercial. Ahora no está prohibida, pero si restringida para quien no obtenga el permiso de la autoridad ¿competente? Básicamente, es que en lugar de decidir tu donde tocas y cuando tocas ellos te dan el permiso si les da la gana. En principio esto parece bueno, ya que se puede hacer una programación de los espectáculos en la calle, pero es el primer paso para tener que pagar impuestos por hacer música en la calle y para eliminar al artista que sea molesto para esta ciudad mercantilizada. Por otro lado es una norma totalmente innecesaria ya que no se conoce ninguna queja por parte de los músicos ni de los habitantes de "la tienda mas grande del mundo". Acerca de los "antisistema" tienen sus políticas de tolerancia 0 y firmeza 10 a la vez que ellos nos acusan de intolerantes, entre varios piropos. Han procedido a retirar paradas que cuestionan aspectos del orden establecido, han decidido no dar permiso para fiestas alternativas y criminalizarlas cuando lo han dado, han exigido estrictísimo cumplimiento de la ley a la vez que fiestas coorganizadas por el ayuntamiento se la pasaban, literalmente, por el forro de los cojones. Luego cuando les boicoteas justificadísimamente sus actos, sacan a través de sus medios de manipulación e intoxicación mediática llamadas en defensa de la libertad de expresión (¿Que libertad de expresión?, será la suya porque los demás la tenemos a condición de no usarla), en contra de la intolerancia, en defensa del estado de derecho y demás demagogias democretinas.
En el asunto de los skaters, el problema no es que haya gente que se dedique a usar el monopatín o artilugios con ruedas, sino que no lo hacen en espacios específicos de entrenamiento y en espectáculos autorizados por el ayuntamiento donde saque sus beneficios económicos; el problema es que lo sacan gratuitamente a la calle convirtiéndolo en un bien social y en una cultura popular, que patinan por divertirse sin ánimo de lucro, que no se puede sacar ningún tipo de negocio de ello y, por lo tanto, en la ciudad-negocio no tiene sentido que eso exista.
La gente que se divierte en la calle es otro problema para el ayuntamiento, ya sean niños jugando a la pelota como se ha hecho toda la vida, ya sean personas consumiendo las mismas bebidas que se consumen, a un precio MUCHO mas alto, en los locales que pagan impuestos. Contra estos últimos usan el argumento de que mean en la calle considerando eso el problema, cuando la realidad es que el único problema es la inexistencia en Barcelona de lavabos que no pertenezcan a los locales comerciales; por lo tanto es imposible mear en algún lugar publico adecuado por culpa del cinismo del ayuntamiento. Además es falso que los que mean en los portales sean exclusivamente quienes practican el botellón(que ya les vale, teniendo inmobiliarias, comisarías, bancos, sedes de partidos... pues que meen en el portal de la gente), ya que estoy convencido de que los que consumen bebidas en los bares también mean fuera de esos locales.
Las multas están a la orden del día, ahora te pueden multar por extender la ropa y dar "mala imagen" a la ciudad, por pasar mal el semáforo, por aparcar en tu barrio o en el barrio vecino(menos mal que las zonas azules eran la solución a los problemas de aparcamiento como en su día se dijo), por salir a las fiestas legales y mear en la calle debido a que no has encontrado un lavabo y sufres de incontinencia urinaria, por ejercer la prostitución, por hacer música sin animo de lucro en la calle y sin pactar con el ayuntamiento(a Carlinhos Brown no le multarán)... realmente es que acababa antes diciendo lo que se puede hacer sin ser multado.
El tema que finalmente me saca de mis casillas es el metro; pese a ser un servicio publico pagado con los impuestos tienes que pagar tu billete; pero tus penalidades no acaban aquí, después de pagar el caro billete tienes que sufrir la violencia publicitaria de carteles iluminados permanentemente gastando energía, tienes que soportar la presencia de comercios, tienes que observar como existen maquinas que te dan bebida y comida a precios desorbitados para ser un espacio público, tienes que soportar ser filmado durante tu estancia en las estaciones con la excusa de "tu seguridad", tienes que ser tratado como si fueses un peligroso delincuente cuando un revisor acompañado de 2 seguratas y un perro(como mínimo) te pide el billete, tienes una fantástica televisión publica del metro donde no paran de meter publicidad y , por si eso fuera poco, tienen mucho avance tecnológico pero siguen habiendo goteras y ratas.
A modo de conclusión, mientras las empresas mantengan sus escaparates encendidos a todas las horas del día, mientras las empresas que reparten propaganda por la calle no sufran represión alguna, mientras no haya lavabos públicos, mientras no se permita a las prostitutas ejercer su oficio como les venga en gana, mientras el tram baix siga teniendo accidentes y matando gente, mientras el metro no sea gratis, mientras no se permita divertirse o usar los espacios públicos por la sociedad sin pedir permiso a nadie, mientras no pueda aparcar gratis en mi barrio.... Mientras en esta maldita ciudad las personas no tengamos capacidad para usar el espacio público libremente, me niego a ser un cívico de mierda como todos/as los/as defensores/as de una ciudad comercial y totalitaria.
Xabiel
Nuestra respuesta:
El texto responde a una reciente normativa, adoptada por el Ayuntamiento socialista de Barcelona, cuyo carácter represivo, totalitario y humillante para una buena parte de la población es realmente intolerable. De forma viva y mordaz ve en esas medidas –la más publicitada es la que supuestamente “regularía” la prostitución- elementos que caracterizan la actual evolución del capitalismo.
Pone de relieve la creciente deshumanización que impera en las relaciones sociales: «La cuestión es que en su modelo de ciudad sobra la humanidad y las personas (…) para ellos las calles no son un espacio de sociabilidad donde se tejan relaciones humanas, sino un espacio para trasladarte de un centro de consumo a otro»[1].
Desvela igualmente la hipocresía y la doble moral del Estado burgués democrático: «El ayuntamiento no prohíbe la prostitución, solo quiere que esta le deje buenos impuestos. Si quisiese impedir la prostitución debería echar un ojo a ferias, como el construmat, donde se reúnen los empresarios de la construcción que suelen traer bastantes mujeres de menor edad que ellos»[2].
El texto muestra, del mismo modo, la escalada en las medidas de represión, prohibición y control por parte del Ayuntamiento (expresión del Estado en la vida más cercana al “ciudadano”): «Las multas están a la orden del día, ahora te pueden multar por extender la ropa y dar "mala imagen" a la ciudad, por pasar mal el semáforo, por aparcar en tu barrio o en el barrio vecino(menos mal que las zonas azules eran la solución a los problemas de aparcamiento como en su día se dijo), por salir a las fiestas legales y mear en la calle debido a que no has encontrado un lavabo y sufres de incontinencia urinaria, por ejercer la prostitución, por hacer música sin animo de lucro en la calle y sin pactar con el ayuntamiento(a Carlinhos Brown no le multarán)... realmente es que acababa antes diciendo lo que se puede hacer sin ser multado».
A propósito de la manoseada cuestión de la “defensa del medio ambiente” el texto denuncia de forma certera la voluntad que tiene el Estado burgués y todos sus medios de “comunicación” de culpabilizar a la población y muy especialmente a la clase obrera de los males crecientes engendrados por el capitalismo en crisis. « nos dicen que debemos apagar nuestra bombilla para no gastar energía mientras las empresas mantienen sus luces encendidas, aún cuando no hay nadie (…) Nos dicen que no debemos gastar demasiada agua, pero existen piscinas privadas y campos de golf.... Hay mil ejemplos de la profunda hipocresía de sus argumentos demagógicos, aunque el mas sangrante es el del reciclaje, antes llevabas las botellas al supermercado y te daban un ticket que te descontaban de lo que comprases, ahora tienes que separar todo lo que reciclas en 3 bolsas, porque así no tienen que pagar a nadie para que separe los materiales reciclables, y no solo no ves ni un duro por el material entregado sino que además tienes que pagar por el material reciclado que compres»[3].
Este último elemento –culpabilizar- es un arma muy perniciosa y destructiva del Estado burgués[4]. Políticos, sindicalistas, partidos, ONG etc., actúan para que nos sintamos culpables de todos los males habidos o por haber. ¿Por qué hay sequía? ¡Pues –según ellos- porque tendríamos la maldita costumbre de ducharnos todos los días! ¿Por qué hay hambre en el mundo? ¡Pues porque tendríamos la “egoísta necesidad” de comer 3 veces al día para poder mantenernos como fuerza de trabajo! ¿Por qué hay contaminación? ¡Pues por nuestra “irresponsable voluntad” de ir en coche a un trabajo que está en el quinto pino y para el que no hay medios de transporte colectivo adaptados a los horarios cada vez más largos y encima más variables!
¿”Sociedad de consumo” o una sociedad que se consume en su descomposición?
El texto atribuye la causa de estas tendencias a que se quiere imponer un “modelo consumista”, un “modelo de ciudad para el negocio”. No negamos que ese aspecto juega su papel. Sin embargo, es necesario precisar. En primer lugar, la tendencia general del capitalismo actual no es hacia un mayor consumismo sino hacia una reducción de la capacidad de consumo de la inmensa mayoría. Esto es ya un espantosa realidad para dos tercios de la población mundial que viven en la extrema pobreza y cuya capacidad de consumo no alcanza siquiera al agua potable. Pero es también una tendencia creciente e imparable en las grandes metrópolis del capitalismo donde supuestamente reinaría la “sociedad del consumismo desaforado”. Cabe preguntarse en qué pecado “consumista” van a caer los despedidos de SEAT, de ONO, de RTVE y de tantas y tantas empresas con expedientes de despidos en curso. Habría que preguntarse qué consumismo pueden permitirse las innumerables víctimas de los contratos basura. Sería bueno aclarar qué irresistibles tentaciones consumistas pueden asaltar a los numerosos jóvenes “mileuristas”[5], podemos preguntarnos finalmente en qué canto de sirena consumista va a caer una familia obrera que todos los meses tiene que pagar la hipoteca por el piso de 90 m2 …
Hecha esta aclaración, es evidente que vender cómo sea es una necesidad imperiosa para un capitalismo cada vez más acogotado por la crisis de sobreproducción. Esto le obliga a buscar desesperadamente nuevos medios que pueden ser objeto de la mercantilización y la compraventa. Todo es transformado en una mercancía que puede lanzarse al mercado. Una ilustración de ello es lo que se llama la “industria del turismo”. Hasta el más recóndito ayuntamiento trata de vender sus atracciones turísticas: desde un plato típico hasta unas ruinas que no pasan de ser un montón de piedras. En este desesperado intento por rebanar en los bolsillos de posibles clientes rivalizan Ayuntamientos, Comunidades Autónomas etc., en una carrera desenfrenada por atraer incautos que gasten euros en guías turísticos pagados con contratos basura, restaurantes atendidos por emigrantes que apenas cobran 500 €, comercios donde jóvenes obreras tienen que lucir tallas al borde de la anorexia, ir supermaquilladas y ponerse un vestido nuevo cada día por un sueldo miserable etc. ¡Todo se convierte para el Capital en lujurioso objeto de deseo mercantil: desde un Museo hasta un riachuelo, pasando por el parque temático o una chimenea resto del naufragio de la industria pesada!
Para que el negocio turístico funcione bien, los Ayuntamientos se encargan de las tareas sucias. Hay que limpiar las calles involucradas en los trayectos turísticos o comerciales de todo lo que estropee su imagen: desde mendigos hasta prostitutas no homologadas e incluso músicos callejeros. Fuera de esas zonas privilegiadas, el abandono es patente: barrios obreros –o incluso de clase media- padecen la falta más absoluta de seguridad y de limpieza: por ejemplo, las meadas y las cagadas de perros –e incluso de humanos- reinan por doquier haciendo de pisar el suelo algo más complicado que transitar un campo de minas.
Pero las ciudades –fuera de esas zonas “turísticamente correctas”, auténticos gethos de un lujo de cartón piedra destinado a fascinar incautos- sufren algo mucho peor: el desastre urbanístico, la ausencia más extrema de servicios, el deterioro de las infraestructuras de todo tipo. Los Ayuntamientos limitan sus esfuerzos a un reducido número de calles y zonas “espectáculo” y a aquellas áreas de especulación urbanística desenfrenada cuya imagen impresionante de modernidad dará paso al cabo de los años a edificios ruinosos y barrios destartalados con jardines marchitos que sólo conservaron el verde mientras había que deslumbrar al comprador “inversor”.
Es verdad que en esa escalada represiva, en esa persecución encarnizada, que muy certeramente denuncia el texto, influye el ansía desesperada de beneficios mercantiles. Sin embargo ese no es el aspecto más importante. El factor central es una sociedad en descomposición, dominada por una tendencia creciente al individualismo, al todos contra todos, a la desarticulación general de las relaciones humanas. Frente a esa tendencia imparable, nacida de las propias relaciones capitalistas, el Estado, garante último de la cohesión mínima de esta sociedad, endurece sus mecanismos de control social. Como expresión de ello, no solo vemos como los Estados inglés, americano o francés refuerzan considerablemente su represión, sus mecanismos policiales, hasta el extremo de saltarse a la torera muchas de sus normas “democráticas”, sino que Ayuntamientos regidos por “socialistas” como el Señor Clos, multiplican sus reglamentos, sus multas, sus controles, sus exacciones policiales o recaudatorias rivalizando en celo represor con sus opositores del PP o sus predecesores del franquismo. Vemos con cada vez mayor frecuencia escenas desagradables en la calle o en estaciones de metro, adonde jóvenes, emigrantes o cualquier otro elemento “sospechoso” son humillados, sometidos a controles y cacheos ridículos, por toda clase de guardias, desde la urbana hasta las de empresas de seguridad.
El Estado “democrático” se vuelve cada vez más abiertamente represivo. El lenguaje “liberal” y “reformista” basado en persuadir, ser tolerantes o “reformar” las situaciones sociales -esas viejas y cínicas promesas que tanto abundaron en los años 70- es descaradamente sustituido por un lenguaje donde imperan el castigo, la persecución y la culpa. A este discurso duro y deshumanizador se apuntan todos los partidos, tanto de derechas como de izquierdas. Naturalmente, con su habitual desvergüenza, los políticos –principalmente los de izquierdas- justifican tal orientación diciendo que “se lo pide el electorado”. Es el truco habitual de los “demócratas”: envolver las necesidades que tienen el Estado y el Capital bajo la capa mentirosa de la “voluntad del pueblo”. De esta manera matan dos pájaros de un tiro: por una parte, dan una justificación “democrática”; por otro lado, culpabilizan a la población dando a entender que es ella quien grita “Vivan las cadenas”.
Para ilustrar este rumbo represivo podemos analizar un ejemplo de actualidad: el tráfico. Los accidentes de carretera crecen sin cesar y la “respuesta” que ofrece la “democracia”, con la intervención del “dialogante” Zapatero, es el palo y tentetieso. Se impone el carné por puntos, se habla de perseguir penalmente a los infractores de las normas de tráfico, se saca hasta el hastío el caso de un joven descerebrado que conduciendo a 140 por hora provoca varias muertes, para meter en el saco de la irresponsabilidad y la demencia criminal a muchos conductores que se ven forzados a llegar a toda prisa a sus trabajos, a pasarse jornadas enteras al volante para alcanzar el número de clientes exigido, a chóferes de camiones o autobuses sometidos a jornadas maratonianas.
Se trata de una tendencia imparable pues es la expresión de una sociedad en crisis, sin futuro ni perspectiva que naufraga en una creciente descomposición de sus relaciones sociales frente a lo cual no tiene más respuesta que el férreo control estatal, la represión y la culpabilización.
¿Cómo luchar contra esta situación?
El texto finaliza así: «A modo de conclusión, mientras las empresas mantengan sus escaparates encendidos a todas las horas del día, mientras las empresas que reparten propaganda por la calle no sufran represión alguna, mientras no haya lavabos públicos, mientras no se permita a las prostitutas ejercer su oficio como les venga en gana, mientras el tram baix siga teniendo accidentes y matando gente, mientras el metro no sea gratis, mientras no se permita divertirse o usar los espacios públicos por la sociedad sin pedir permiso a nadie, mientras no pueda aparcar gratis en mi barrio.... Mientras en esta maldita ciudad las personas no tengamos capacidad para usar el espacio público libremente, me niego a ser un cívico de mierda como todos/as los/as defensores/as de una ciudad comercial y totalitaria».
Aquí se está expresando un sentimiento de repulsa y hastío frente a una sociedad cada vez más inhumana, más opresiva y explotadora. Sin embargo, no se está planteando una alternativa que vaya más allá del rechazo individual. Para responder a ello debemos preguntarnos ¿cómo luchar contra esa situación? ¿Qué clase social puede encabezar la rebelión legítima contra ella? ¿Cuáles son los medios de ese combate?
El texto no se plantea responder a esas cuestiones. Probablemente porque se limita a alzar simplemente un grito de rebeldía contra esa situación insostenible. No obstante, todos los compañeros que queremos luchar por erradicarla nos debemos plantear esas preguntas.
En el ámbito limitado de estos comentarios no vamos a entrar en ello pues hemos publicado numerosos artículos aportando una respuesta. Lo único que queremos insistir aquí es que el problema no es municipal ni barcelonés sino que abarca todos los ámbitos de la existencia y las relaciones humanas y tiene una escala mundial. Por tanto, únicamente a través de la lucha global y mundial del proletariado podrá dársele una dinámica de respuesta.
Corriente Comunista Internacional 22-5-06
[1]Aquí, quisiéramos precisar, sin embargo, que no es el “modelo de ciudad” el que impide tejer relaciones humanas sino la sociedad toda entera con su creciente individualismo y atomización.
[2]Añadamos que no es sólo el Ayuntamiento barcelonés sino todo el Estado democrático quien practica la hipocresía moral más repugnante y no se limita al tema de la prostitución sino que se extiende a cualquier ángulo de las relaciones humanas. Basta con citar las cínicas campañas de “defensa de la mujer maltratada” que no solo no remedian absolutamente nada (la prueba es que hay cada vez más muertes) sino que atizan el odio entre sexos, la desconfianza generalizada, a la vez que en la publicidad se repite machaconamente la imagen de una mujer “objeto de deseo” que no hace sino echar leña al fuego de la atomización y a la frustración en las relaciones humanas.
[3] Los Ayuntamientos que tanto exigen al “ciudadano” en el respeto al medio ambiente son los primeros responsables de la descomunal catástrofe medioambiental que está causando la desmedida especulación urbanística. Terrenos agrarios son recalificados como suelo urbanizable buscando desesperadamente medios con los que financiar el déficit monumental contraído por los municipios. Esto, además de corruptelas varias, está haciendo que el agua escasee cada vez más, que se talen árboles y se desequilibre totalmente el medio que rodea no sólo a las grandes ciudades sino a poblaciones medias o pequeñas.
[4] La moral burguesa oscila sin cesar entre dos polos: de un lado, el hedonismo destructor e inmoral de “yo soy libre y hago lo que me da la gana” –lo que se llama el utilitarismo-, del otro lado, el sentimiento de culpabilidad y el sacrificio masoquista como únicas formas de tener un mínimo de respeto hacia el resto de la sociedad –que corresponde al imperativo moral kantiano o cristiano. Ambos polos destruyen y perturban seriamente a los individuos. Frente a ello, una auténtica moral revolucionaria se basa en la unidad de intereses que tiene el proletariado en todos los países y que permite una fraternidad y una solidaridad libremente queridas y deseadas.
[5] Para los lectores que no sean de España aclaremos que se llama “mileuristas” a los jóvenes entre 25 y 35 años que tras haber conseguido 2 y 3 títulos universitarios y haber pasado no se sabe cuantos master trabajan (sí tienen esa “suerte”) por salarios de 1000 € al mes o menos.