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Después de que encabezara diversas movilizaciones que llevaron a la caída de Sánchez de Lozada en octubre 2003 y la renuncia de Carlos Meza en marzo 2005, Evo Morales, personero del Movimiento al Socialismo (MAS), organismo integrante de la izquierda del capital en Bolivia, llega al gobierno. Los medios de difusión burgueses nos marean de nuevo con su campaña mediática ensalzando las ventajas de la democracia, pues a través del voto de los ciudadanos llevó al gobierno a un representante de los oprimidos; pero sobre todo, se destaca el hecho de que el triunfador sea de extracción pobre e indígena, lo cual, nos cuentan, es una verdadera reivindicación de los desposeídos de Bolivia y de Latinoamérica. De nuevo, los corifeos del capitalismo nos venden la idea de que, como en Venezuela, Brasil, Argentina y Paraguay, este tipo de elecciones y los gobiernos que resultan representan una esperanza de mejora de las condiciones de vida y de trabajo de millones de trabajadores.
Un triunfo de la burguesía
Este recambio no es un triunfo de la clase obrera y el resto de capas pauperizadas de Bolivia sino de la burguesía; en primer lugar, es ella quien gana con este apuntalamiento de su sistema electoral pues así refuerza la idea mistificadora de que es sólo a través de las elecciones puede lograrse un cambio.
En las publicaciones de la CCI, particularmente durante los últimos cinco años, hemos analizado este fenómeno de inclinación hacia la izquierda por parte de la burguesía de la región como producto, fundamentalmente, de dos factores interrelacionados entre sí: la situación económica y las dificultades de la burguesía para lograr una cohesión. Después de décadas de pauperización sistemática de los trabajadores quienes han sostenido sobre sus espaldas los planes de choque anticrisis impuestos por sus explotadores, aquéllos se encuentran en una situación por demás desesperada por el grado de miseria en que viven ellos y sus familias, esta situación tiende a presentarse peligrosa para la burguesía, por lo que lo atiende usando la alternancia de partido en el poder, para buscar así inyectar a los trabajadores confianza en el capitalismo.
Ningún beneficio para la clase obrera
Evo Morales no pertenece al proletariado, él es un digno representante de las fuerzas políticas de la burguesía que se han repartido las tareas para integrar un gobierno nacional apegado totalmente a las necesidades económicas y políticas del Estado capitalista. Como en el caso de Lula o Chávez, es de esperarse que Evo Morales impondrá los mismos planes draconianos de austeridad que son exigidos para enfrentar la crisis: contención y, más aún, disminución de los salarios, carestía de la vida, desempleo galopante... De hecho, es este uno de sus mandatos: asegurar que, bajo la cobertura ideológica de un gobierno de izquierda, logren pasar sin muchos conflictos sociales los nuevos planes económicos de que tienen necesidad el capital.
¿Qué otro equipo de gobierno podrá ser más apto para continuar con estos planes bajo las circunstancias actuales? El de Evo Morales resulta perfecto, por ahora, dado que permite sacar adelante las tareas pendientes de la clase dominante. Sin embargo, desde ahora podemos augurarle la misma conducta que cualquier otro gobierno. Muy pronto los requerimientos del capitalismo ante los embates de la crisis le obligará a tomar las mismas medidas antiobreras que sus congéneres y el proletariado estará ante la posibilidad, entonces, de descubrir que ningún gobierno le puede ofrecer mejorar su vida, y que la verdadera solución a las penurias que vive tendrá solución, UNICAMENTE con la destrucción del sistema capitalista.
RR/diciembre-2005