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El futuro cada vez más negro que nos ofrece el capitalismo - guerras y tensiones imperialistas; aceleración de la crisis económica con despidos masivos y ataque a las pensiones; barbarie e inseguridad por todas partes- provoca una inquietud creciente en amplias capas de la clase obrera. Como expresión avanzada de ese proceso, minorías de jóvenes tratan de encontrar una alternativa revolucionaria frente a este sistema de explotación.
La burguesía es consciente de ello y responde segregando en su aparato político anticuerpos destinados a desviar y destruir esos esfuerzos de toma de conciencia. El anticuerpo más importante es el llamado “movimiento anti-globalización” [1], un conglomerado de grupos, foros, centros sociales etc., controlado y articulado por un increíble arco iris de fuerzas políticas y sindicales: PSOE, IU, ONG’s, sindicatos, Iglesia, anarquistas, nacionalistas radicales etc.
Lo que promete la Corriente Roja
En apariencia, el movimiento “anti-globalización” nace de “la base”, es “plural, asambleario y democrático”, en realidad, quien mueve los hilos y lo lleva adonde el Capital quiere, es el propio Estado Capitalista, a través de sus fuerzas de izquierda. El PSOE, tan denostado por muchos jóvenes por sus evidentes vínculos con el orden establecido, es, sin embargo, uno de sus promotores, a través de diferentes “Foros Sociales” que defienden “una globalización alternativa al neoliberalismo”
Sin embargo, el mayor protagonismo lo tiene IU. Esta plataforma “plural” (tras la que se esconde el viejo partido estalinista, el PCE), tiene dos caras: una “institucional”, con su cohorte de diputados, alcaldes y concejales, que participa en no pocas parcelas de la gestión del Estado burgués; y, otra, “alternativa” y “radical”, que aglutina toda una serie de foros, corrientes, movimientos sociales etc., que tiene un peso muy importante en el movimiento anti-globalización.
En esta otra cara de IU, se mueven grupos que pretenden representar una posición revolucionaria contra el capitalismo. Es el caso de Corriente Roja que en su Declaración de Principios[2] se propone “la construcción de un bloque político capaz de generar una alternativa global al sistema capitalista” (pag. 1), se reclama del “marco ideológico antiimperialista que inauguraron Lenin, Rosa Luxemburgo y otros marxistas revolucionarios” (ídem.) y denuncia el “reformismo hegemónico en la izquierda, que esteriliza tantas luchas y tanto esfuerzo con la inalcanzable finalidad de suavizar el neoliberalismo” (ídem.) frente a lo cual defiende cómo única alternativa a “la barbarie imperialista mundial”, “la destrucción del orden capitalista internacional y la construcción del socialismo a escala mundial” (pag. 5).
Estas frases resultan, a primera vista, muy atractivas. Se denuncia la barbarie del capitalismo, se plantea la construcción del socialismo a escala mundial, se pretende rescatar a Lenin y Rosa Luxemburgo… Es necesario, sin embargo, analizar de forma concreta el programa de esta Corriente, para juzgar sí nos está dando gato por liebre. En el programa y en el comportamiento político de una organización se puede ver la verdad de sus proclamaciones y promesas, se puede determinar si defiende realmente el proletariado y la lucha por el comunismo, o, por el contrario, es un defensor del sistema capitalista embozado en ropajes radicales.
La cuestión de la guerra
La posición de una organización sobre la guerra imperialista es clave para saber a qué clase pertenece, sí al capital o al proletariado. La Socialdemocracia cruzó el Rubicón cuando en 1914 apoyó la guerra en los diferentes Estados beligerantes con pretextos como la “lucha por la democracia” o la “defensa de la civilización amenazada”. En cambio, los internacionalistas revolucionarios, como Lenin o Rosa Luxemburgo, defendieron la lucha directa por el comunismo contra la guerra imperialista, denunciaron toda defensa del Estado nacional, propugnaron la unidad internacional del proletariado, llamándole a detener la masacre y trazaron la perspectiva de la guerra mundial de clases contra la guerra imperialista.
Corriente Roja denuncia que “el imperialismo ha hecho desembocar a la humanidad en un estado de guerra permanente, y de forma simultánea pretende militarizar al conjunto de la sociedad” (pag. 4), añade que “la lucha contra la guerra no se puede disociar de la lucha contra el capitalismo” (pag. 5). También denuncia que “apostar por el fortalecimiento militar de la UE para constituir un hipotético contrapeso al imperialismo de EE.UU., es colaborar en la construcción de un nuevo imperialismo, cuyas primeras víctimas serán la clase trabajadora y la ciudadanía europea” (ídem.).
La primera impresión sigue siendo muy seductora, pero hilando más fino constatamos que Corriente Roja no plantea la lucha de clase del proletariado como único medio de alcanzar esos objetivos sino que confía para ello en las manifestaciones pacifistas entre febrero y abril de 2003 “contra la guerra”[3] , considerándolas como una “poderosa reacción antibelicista que se ha despertado entre la ciudadanía con motivo de la invasión y ocupación de Irak” (pag. 5). ¡Unas manifestaciones interclasistas donde “todos los ciudadanos” son arrastrados a un movimiento de “unidad nacional y democrática” son consideradas instrumentos de “lucha revolucionaria”!.
Corriente Roja grita ruidosamente contra el imperialismo de USA y de Europa Occidental pero considera “el derecho de autodeterminación de los pueblos parte central de la lucha social. Hoy (…) es incluso más importante que en el pasado. El legítimo derecho de cualquier pueblo a decidir colectivamente su propio futuro, y dentro de este, su organización social y su estructura política, es el reverso de las pretensiones de dominación violenta del imperialismo” (pag. 3).
Aquí tenemos otra de las “contradicciones” habituales de estos grupos: están contra las grandes potencias imperialistas pero están a favor de un instrumento del imperialismo que es el “derecho de autodeterminación”, el cual, sí se le quita la palabrería democrática que lo adorna, se reduce simplemente al derecho de cualquier burguesía nacional a tener su propio cortijo donde explotar obreros y organizar sus propias operaciones imperialistas. El “democrático” derecho de autodeterminación es la bandera de conveniencia que emplean los grandes imperialismos –tan denostados por Corriente Roja- para tener peones de brega contra las posiciones de sus adversarios.
Es de una caradura tremenda que Corriente Roja se reclame de Rosa Luxemburgo cuando esta denunció toda forma de lucha nacional estigmatizándola como un baluarte contra la lucha revolucionaria por el socialismo[4]. La contradicción entre el radicalismo verbal de los “fines” (por el socialismo mundial) y el carácter pro-capitalista de los “medios” (la “movilización ciudadana” y el “derecho de autodeterminación”) nos da una de las claves para comprender lo que hacen estos grupos: su misión es capturar a compañeros con eslóganes radicales para entramparlos y desviarlos hacia métodos que apuntalan y defienden el capitalismo.
Las elecciones y la defensa de la democracia
Corriente Roja afirma: “No nos mueve la finalidad de hundir la democracia, sino la de construir una verdadera democracia. Para ello entendemos que son elementos esenciales la democracia directa –capacidad de decisión del colectivo sobre temas concretos- y el derecho de revocación de dirigentes y cargos públicos” (pag. 2).
¡Y dice reclamarse de Lenin que denunció taxativamente la democracia como hoja de parra de la dictadura del capital[5]! El Estado Capitalista que es una dictadura de la burguesía y que controla de forma totalitaria hasta los aspectos más íntimos de la vida de sus súbditos, se enmascara detrás de la Democracia. Travestido tras este bello concepto (“el poder del pueblo”) deja de ser la dictadura de una minoría para convertirse en “un sistema integrador de todos los ciudadanos”; deja de ser una máquina de opresión y corrupción, para aparecer como “un medio de convivencia”; deja de ser el Consejo de Administración del conjunto de los capitalistas responsable de guerras, despidos y precariedad, para surgir bondadoso como el “árbitro de la justicia y el defensor de los más desfavorecidos”.
¡Y Corriente Roja “no quiere hundir la democracia”!, lo que significa sencillamente que no quiere hundir el Estado Capitalista, que quiere defenderlo con todas sus fuerzas.
Y como esa mística Democracia presenta crecientes fisuras a través de las cuales se puede entrever la dictadura del Capital, Corriente Roja saca el señuelo de luchar “por la verdadera democracia”, grita que “la llaman democracia pero todos sabemos que no lo es” para tenernos encerrados dentro de la cárcel del Estado Capitalista dando vueltas en el tiovivo de “alcanzar la Verdadera Democracia”.
Las elecciones son una farsa donde, a través de diferentes mecanismos de propaganda y manipulación, se decide lo que el Estado capitalista necesita. Lo único que contribuye a la lucha por el comunismo es denunciarlas poniendo en evidencia los objetivos políticos e ideológicos que cada una de ellas encierra. Corriente Roja, llama a participar en ellas. Así, en el 25-M, unas elecciones para hacernos olvidar el fracaso evidente de las movilizaciones pacifistas agitando el señuelo de “todos a por Aznar”[6], Corriente Roja participa de ese objetivo proclamando que “hay que decirle al PP en las urnas lo que le hemos repetido en la calle: ¡QUE SE VAYAN!”. Para guardar su pedigrí vocifera: “ningún voto de izquierdas para el PSOE” reconociendo que “el PSOE ocupa desde Ayuntamientos y Comunidades un espacio de primer orden en el cogobierno del país”, pide el voto para IU porque “en términos generales va a expresar el repudio al gobierno y es el voto más a la izquierda posible” aunque matiza que “este voto no puede representar confianza o apoyo incondicional a la política o a la dirección de IU” pues “IU apuesta por poner todo el rédito electoral al servicio del PSOE”.
Sí estas contorsiones no fueran suficientes, Corriente Roja hace la contorsión suprema: “para nosotros/as el camino de las transformaciones sociales imprescindibles solo puede venir de la mano de la movilización obrera y popular. De ahí que para nosotros/as cualquier cargo electo no es un fin en si mismo y solo tiene verdadera utilidad si se convierte en un tribuno de los trabajadores y la juventud y su cargo está al servicio de alentar la movilización social”.
El sentido de estos malabarismos es devolver al redil electoral a los jóvenes que desconfían de esa farsa empleando los argumentos radicales: “apoyo crítico” y “utilización de las elecciones como auxiliar a la lucha social”, o sea, utilizar la gasolina como “ayuda” para apagar el fuego.
El sujeto revolucionario
El comunismo no surgirá de un “movimiento de hombres de buena voluntad” sino de la lucha masiva y consciente del proletariado. Solo este puede liberar a la humanidad del yugo aniquilador del capitalismo. Los compañeros que quieren luchar por una nueva sociedad no pueden apoyarse sobre las arenas movedizas de un “movimiento anti-capitalista” sino que deben integrarse en la lucha de la clase proletaria, única capaz de derribar el capitalismo.
Una vez más, Corriente Roja empieza con bonitos piropos a la clase obrera: “para nosotros, la clase obrera, aun cuando hoy pueda ser sustancialmente más compleja y fragmentada, abarcadora de grupos sociales más variopintos y con vivencias y grados de conciencia muy diferentes, no solo sigue existiendo como clase social, sino que conforma el sujeto revolucionario central” (pag. 3).
¡Pero tras la zanahoria viene el palo!: resulta que “el movimiento antiglobalización y el movimiento obrero se necesitan hasta el punto de que si el primero se queda en un perfil vago, sin contenido de clase, corre el riesgo de diluirse o incluso ser absorbido a pedazos por le sistema; y si el movimiento obrero no aborda el carácter anticapitalista e internacionalista de la lucha antiglobalización, puede terminar por enquistarse y divorciarse de su propia base social de manera permanente” (pag. 4).
Esto significa que Corriente Roja le pide a la clase obrera que deje de ser clase para diluirse en el interclasismo del movimiento “antiglobalización”, que no es una clase social sino una amalgama, un cajón de sastre, de Foros, redes de Internet, grupos violentos, sindicatos etc.. El proclamado sujeto revolucionario se transforma en objeto amorfo de una expresión del Estado Capitalista, organizado para luchar contra él, que es el “movimiento antiglobalización”.
Pero hay una sorpresa aún más mayúscula: resulta que el “carácter anticapitalista e internacionalista” no estarían en la lucha obrera sino en ese magma indefinido que es el “movimiento antiglobalización”. La clase obrera, creadora del internacionalismo (LOS OBREROS NO TIENEN PATRIA) y la única irreductiblemente anti-capitalista, es desposeída de esos principios para atribuirlos al “movimiento anti-globalización”. ¡La clase obrera con “amigos” como Corriente Roja no necesita enemigos como Aznar o Zapatero!
En el aparato político de la burguesía hay una división del trabajo: por un lado, están la Derecha o la Izquierda “moderada”, cuya función es emplear el palo, con o sin guante de terciopelo. Pero tienen a la extrema izquierda cuya misión es agitar la zanahoria de las “posiciones proletarias” para llevar al mismo sitio: hacernos tragar el palo capitalista. Corriente Roja pertenece a este segundo escalón.
Adalen 16-7-03
Footnote
[1] Ver artículos en Revista Internacional nº 86 y en Acción Proletaria nº 159
[2] Fechada el 11-5-2003, ver www.corrienteroja.org
[3] Ver Revista Internacional nº 113 y Acción Proletaria números 168 a 170
[4] Ver, entre otros, el libro La crisis de la Socialdemocracia. Es cierto, que Lenin defendió la posición errónea del “derecho de autodeterminación”. Pese a ello se mantuvo siempre dentro del internacionalismo aunque ese error fue aprovechado por el estalinismo para justificar su apoyo a “luchas de liberación nacional” en beneficio del imperialismo ruso.
[5] Ver las Tesis sobre la Democracia del Primer Congreso de la Internacional Comunista que hemos publicado en Revista Internacional nº 100
[6] Ver artículo en Acción Proletaria nº 170