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Elecciones presidenciales 2012
PRI, PAN, PRD… ¡la misma puerca pero revolcada!
Se acercan ya los próximos “comicios” y todos sabemos lo que eso significa… Acoso hasta la náusea. Todos los partidos y coaliciones, sin distinción, van a atascar con propaganda electoral hasta el más mínimo reducto del campo visual y auditivo. Saldrá lo peor de la “cultura política mexicana” caracterizada por su vulgaridad y corruptelas, evidenciando claramente su complicidad directa o indirecta con el narcotráfico y la violencia. Un verdadero circo infame para hacer tragar al proletariado y a la población entera el cuento de que cada uno en su rincón puede, mediante el ejercicio del “derecho al voto”, escoger si no al mejor, por lo menos al “menos peor” de los fantoches que cada facción lanza al ruedo. Intentarán desviar la atención del desprestigio en el que actualmente está el conjunto del espectro político burgués y su mecanismo electoral, enterrando bajo capas y capas de spots y espectaculares la intuición que recorre las mentes de la mayoría: que las elecciones no sirven para nada, que todos los partidos son lo mismo y que seguramente gane quien gane la cosa será igual o peor.
Si esto es lo que muestra la realidad, entonces ¿por qué la burguesía permite la existencia de una bola de parásitos inútiles que sólo sirven para dar pena?, ¿por qué los mantiene y los aglutina en diversos partidos políticos si éstos no pueden tener más que el mismo programa?, es más, ¿por qué si se supone que es una clase “buena para los negocios” despilfarra millones y millones en un sistema electoral, “garante de nuestra democracia”, cuando sería más barato ahorrarse el numerito y designar pura y llanamente al siguiente gobernante?
Estas preguntas son muy válidas y detrás de ellas se agazapan dudas profundas como las que han desatado “huracanes” debido a las recientes movilizaciones de explotados en Grecia y España. Por ello la burguesía tiene toda la razón del mundo para temer que estas dudas arraiguen e irrumpan en las masas explotadas. Por eso siempre tiene fieles servidores que están ahí recordándonos que es mejor una “democracia inmadura” a las “dictaduras”, que sólo es cosa de seguir “madurando”. Otros aceptan que esto es un asco pero ufanos concluyen: “claro, ¡¿y qué querían después del PRI!?”. Otros dicen que debemos aspirar al “menos peor” porque ese “salvador” algún día sentará las bases de una “verdadera democracia”. Total, que los sesudos intelectuales de la burguesía son incapaces de concebir nada fuera de los estrechísimos muros de la sociedad capitalista, y no es de extrañar…
Pero nosotros, el proletariado, tenemos que hacer el esfuerzo para dar respuesta a estas interrogantes y otras más que surgen conforme avanzamos más y más en el camino hacia nuestra emancipación y la de la humanidad toda. No podemos dejar que los compañeros que se plantean estas dudas se queden sin una respuesta, que si no les satisface, por lo menos les permita seguir reflexionando.
El mito del parlamento y de la democracia
Que no nos vengan con el chisme de que lo que se entiende por democracia ha sido siempre lo mismo. Desde sus orígenes la palabra democracia –“gobierno del pueblo”– ha revestido la más dispar serie de significaciones y prácticas políticas, pero es una vil mentira que la democracia burguesa sea la forma de gobernar “más acabada y mejor”, la última posible. En el periodo ascendente del capitalismo, la democracia, expresada en el parlamentarismo, era la forma en la que se organizaba la vida política de la burguesía, “… jamás ha sido un terreno predilecto para la acción de la clase obrera… Sin embargo… cuando el proletariado podía aún arrebatar reformas favorables dentro del sistema, tal participación en el parlamento permitió a la clase hacer presión a favor de reformas y utilizarlo como tribuna para denunciar la ignominia de la política burguesa… Cuando el sistema entró en su fase decadente, el parlamento dejó de ser un instrumento para las reformas (y) el único papel que podía jugar desde aquel momento y que explica su supervivencia, es la mistificación” ([1]). Por ello desde entonces, después de 100 años de decadencia burguesa, su democracia, el parlamento y las elecciones sólo muestran la pestilencia y putrefacción de su muerte.
¡Todos sus partidos nos llevan a más explotación!
Ahora la función ideológica de las elecciones es mistificar –mentir y manipular– al conjunto de la población y en particular al proletariado. Las elecciones existen para hacernos creer que el capitalismo es una sociedad de “iguales”, de ciudadanos que “deciden su destino”, para ocultar las obvias diferencias de clase, haciéndonos creer que la vida de explotación es “natural” y que nosotros hemos elegido con el voto las calamidades que este sistema agónico nos ofrece y que no hay otra opción, sino seguir escogiendo entre sus inmundas “opciones”. Las elecciones existen para hacernos creer que así podemos cambiar y mejorar la situación presente. La realidad es que no hay opciones en el capitalismo decadente, todos los partidos políticos de la burguesía, en todo el mundo, tienen los mismos objetivos: ocultar la bancarrota económica, política y moral de su clase y tratar de sobrevivir a costa de los trabajadores aumentando la explotación para mantener a flote su sistema descompuesto. ¡No hay ninguna diferencia si el partido es de derecha, de izquierda o del centro; son la misma puerca, pero revolcada!
Para probar que todos los partidos son lo mismo, sólo como botones de muestra, recordemos que el PRD surge como hijo no tan bastardo del PRI. Cuauhtemoc Cárdenas, después de aplicar su política antiobrera en el PRI, sale de éste para “rescatar los principios nacionalistas y revolucionarios” y se apoyó en el Frente Democrático Nacional para la candidatura presidencial, ese sería el origen del PRD. Pero no es el único que ha salido del PRI para construir una opción creíble de izquierda: Camacho Solís, hoy operador político de Marcelo Ebrard y, este último, titular del GDF y potencial candidato del PRD, fueron fieles colaboradores de Salinas de Gortari. Porfirio Muñoz Ledo (coordinador del FAP) fue líder nacional del PRI. Dante Delgado, líder de Convergencia, también ocupó cargos relevantes en el PRI; fue colaborador de Mario Moya Palencia (secretario de gobernación con Luis Echeverría) y formó parte del gabinete de Fernando Gutiérrez Barrios (que fue gobernador de Veracruz y secretario de gobernación con Salinas). Arturo Núñez senador del PRD estuvo 37 años en el PRI. Monreal y Leonel Cota dejaron las filas del tricolor para ser candidatos y luego gobernadores por el PRD en Zacatecas y Baja California Sur. Luis Maldonado, fue un connotado colosista ([2]); el mismo López Obrador fue también un connotado priísta que hasta tiene en su curriculum el haber compuesto el himno al PRI.
El PAN, por años la “oposición al caciquismo e ineptitud del PRI”, supuesto crítico del retraso del país y esperanza de cambio ya mostró el “cambio” que podía llevar a cabo: aún más caciquismo e ineptitud sólo que matizado con vetas abiertamente religiosas y fanáticas y un populismo idéntico a las migajas que ofrece el PRD. La agudización de la crisis capitalista no da margen para otra cosa, independientemente del personaje o del partido, la burguesía sólo puede ofrecer unas migajas a cambio de toda la riqueza que es producida por la clase obrera. El PRD, el PRI “renovado” o las “alianzas” mostrarán nuevamente que las elecciones no son la vía del cambio.
La supuesta diferencia entre izquierda, centro y derecha se borra y su naturaleza idéntica sale a luz en las alianzas de todo tipo, donde lo que importan es ganar o no perder el “hueso” de frente a sus contrincantes, para mantener la vida de holgazanería y privilegios, incluso descuidando la imagen que deben presentar ante los explotados y los intereses globales de la burguesía en la dinámica del “sálvese quien pueda” propia de la descomposición capitalista.
Las alianzas “contra-natura” como PAN-PRD en Oaxaca, Baja California y Puebla demuestran claramente que todos son la misma cosa. Los “políticos ortodoxos” critican estas coaliciones pero en esencia éstas no son más que expresiones de su misma naturaleza. El caso de la maestra Gordillo (presidenta del sindicato más grande de América latina) y sus alianzas con el PRI, con el PAN y otra vez con el PRI son muy ilustrativos. También muestran el reciclaje de la misma porquería y que los políticos cada vez son más sinvergüenzas. Agreguemos que el papel de los partidos “chicos” es de aderezo para el plato fuerte. Capitalizan descontentos y preocupaciones genuinas como la preocupación por el medio ambiente pero son en esencia el mismo veneno.
¿Ante esto, hay otra perspectiva?
Así, la intuición de que “todos son lo mismo” es correcta. Esta arma ideológica sirve para impedir que el proletariado se reconozca a sí mismo, reflexione sobre su situación real y consiga alzar la cabeza y criticar radicalmente a esta sociedad. Para esto se despliega todo un espectro de “opciones”, de partidos y grupos políticos que permiten mantener la ilusión de cambio, aunque sea un poco, si tal o cual partido asume el poder (recuérdese la idea de que “al menos sean otros los que roben”). He ahí la razón de ser de los sistemas multipartidistas –de izquierda, derecha y centro con matices– o bipartidistas, tan típicos en las democracias burguesas del mundo que sirven sólo para recambiar las mismas aguas negras de un lado a otro. Lo demuestran los casos de España y Grecia, donde el gobierno de izquierda “socialista” es quien lleva la batuta en los criminales planes de austeridad. Se argumenta que la solución en España es dejar de lado el bipartidismo pero casos como el mexicano demuestran que gobierne quien gobierne e independientemente de las opciones, la cosa es la misma. En México han gobernado el centro, la derecha y en el DF, Zacatecas y Michoacán la izquierda, y la cosa no hace sino empeorar ¡no importa quién esté a la cabeza!
Y el problema no es el “fraude”, que los candidatos sean ineptos, corruptos o que los transforme el poder; el problema es que en sí mismo el mecanismo democrático no tiene nada que ofrecer a los explotados ni en este país ni en todo el mundo. La democracia y las elecciones tienen como única función recambiar en el gobierno a elementos de la misma clase, la burguesa. Gane quien gane, lo único que puede hacer en tanto que defensor del capital nacional, será arreciar los ataques contra la clase trabajadora.
La pregunta central es: ¿hay otra opción aparte de la descomposición social que nos ofrece la burguesía? La historia nos dice que sí, que los sistemas sociales no son eternos, que todos nacen, se desarrollan y mueren y al capitalismo ya le llegó su hora. Falta sólo que la clase trabajadora cumpla su tarea histórica y plantee la revolución mundial que ponga fina a este mundo injusto e inhumano.
Caribú-Héctor, 20/8/2011