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Una oleada de luchas ha recorrido el país de arriba abajo: huelgas en las universidades y en la formación continuada; también entre los estudiantes de las escuelas universitarias y los liceos, ocupaciones de una larga lista de universidades, así como multitud de reuniones para discutir como proseguir la lucha,... La revuelta de los universitarios y otros estudiantes contra el alza de las tarifas escolares y las tasas EMA continúa. Los estudiantes y todos los que les secundan acuden a las manifestaciones con entusiasmo fabricándose ellos mismos sus pancartas e ideando sus propios eslóganes. Para muchos de ellos es la primera vez que participan en un acto de protesta. Muchos son también los que se implican en encontrar formas nuevas de organizar las manifestaciones. Estas huelgas, manifestaciones, y ocupaciones han sido todo menos los manidos actos que acostumbran a montar los sindicatos y las organizaciones de la izquierda "oficial". Por el contrario hemos asistido a un despliegue de iniciativas y de imaginación como las concentraciones espontáneas, la invasión de la sede del partido conservador en Millbank, los desafíos al cerco policial de las manifestaciones, así como la ocupación de ayuntamientos y otros centros públicos,... y otras tantas expresiones de esta actitud abiertamente rebelde. Hasta el extremo de que la condena por parte de Porter Aaron - presidente del Sindicato Nacional de Estudiantes (NUS) - de las manifestaciones de Millbank, le valió tal cantidad de críticas que se vio obligado a disculparse inmediatamente.
Este clima de resistencia, a duras penas controlado, inquieta a quienes nos gobiernan. Prueba de ello es el nivel de la represión policial que se ha empleado contra las manifestaciones. El 24 de Noviembre, en Londres, miles de manifestantes fueron sitiados por la policía apenas minutos después de partir de Trafalgar Square. Y, a pesar de algunas tentativas exitosas de romper ese cerco, consiguieron tener bloqueados a miles de manifestantes durante horas y padeciendo un intenso frío. En un momento dado la policía a caballo se lanzó a atravesar la multitud concentrada. En Manchester, en Lewisham Town Hall y en otros sitios, ha habido testimonios muy similares en cuanto a la brutalidad de las fuerzas policiales. Después de los sucesos de Millbank, los periódicos se han dedicado a su habitual papel, publicando las fotos de los supuestos "vándalos" y elucubrando historias terroríficas sobre grupos revolucionarios que se aprovecharían de los jóvenes británicos mediante su maléfica propaganda. ¡Esa es la verdadera naturaleza de la democracia baja la que vivimos!
La revuelta estudiantil en Reino Unido es la mejor respuesta que puede darse a quienes dicen que la clase obrera de este país sigue estando pasiva ante el torrente de ataques que le lanza este gobierno - en continuidad con los que lanzó el anterior -, y que atañen a todos los aspectos de la vida de los trabajadores: los despidos, los salarios, la sanidad, el desempleo, las prestaciones de invalidez, y también la educación. Es una advertencia a los dirigentes que hay una clase explotada que no acepta su lógica de sacrificios y de austeridad. A este respecto los estudiantes británicos se hacen eco de las luchas masivas que han sacudido Grecia, Francia e Italia, que amenazan con estallar en Irlanda, Portugal, y tantos otros países.
Pero ante la peor crisis de su historia, la clase capitalista no puede hacer otra cosa que hacer oídos sordos a nuestras exigencias. Si nos atacan a muerte no es por razones ideológicas, sino obedeciendo la lógica material misma de su moribundo sistema. Por ello, para arrancarles la más mínima concesión, incluso aunque sea momentánea, hemos de levantar nuestra mayor fuerza, lo que nuestros explotadores más se temen: una clase obrera organizada, unida y consciente de por lo que lucha.
Esto no es una utopía, sino algo que se está desarrollando ante nuestros ojos. La capacidad de autorganización se pone de manifiesto en la multitud de iniciativas que se están tomando en la calle, o en la fuerte insistencia que hay en las ocupaciones, y en general en todas las reuniones, para que las decisiones se tomen colectivamente, rechazando las manipulaciones que pretenden los aspirantes a burócratas aunque estos digan pertenecer a la "izquierda". Igualmente la tendencia a la unificación de la clase obrera se percibe en la participación en las asambleas que tienen lugar en los centros universitarios que se han ocupado, de profesores, padres de alumnos, jubilados, trabajadores de otros sectores y parados; y en que estos también se suman a las manifestaciones de estudiantes, de igual modo que estos se suman a los piquetes de la huelga del metro. Y otro tanto podemos decir respecto a la conciencia de cuáles son los objetivos del movimiento que se manifiesta tanto en la formulación de exigencias claras para el presente, y también de una creciente conciencia de que esta sociedad capitalista ya no puede ofrecer un porvenir a la humanidad.
Pero hemos de seguir discutiendo de cómo hemos de continuar estos esfuerzos que apenas están en sus inicios. Desde nuestro punto de vista basado, pensamos, en las experiencias pasadas y presentes de la clase obrera, hay toda una serie de medidas que deben ponerse en marcha desde ahora misma, aunque la forma en que se haga pueda variar de un lugar a otro. Y son:
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Para que sigamos controlando de verdad la lucha, y para hacer eficaces las decisiones que se toman colectivamente y no impuestas desde arriba, tenemos que organizar reuniones masivas en los distintos centros de enseñanza, y que éstas estén abiertas a la participación de los estudiantes y de los empleados. Todos los comités o las coordinadoras que hablen en nombre de estas reuniones deben ser elegidos y revocables.
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Hemos de establecer vínculos directos entre los distintos centros. No dejar esta coordinación en manos de los aparatos sindicales o de líderes autoproclamados.
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Para extender el movimiento más allá del sector de la educación, los estudiantes necesitan ir en busca de trabajadores asalariados de las fábricas, de las oficinas y de los hospitales más próximos, y pedirles que vengan a las reuniones, que se unan a las ocupaciones y a las manifestaciones, que marchemos juntos incorporando sus reivindicaciones a una lucha común contra la austeridad y la represión.
David Cameron (el primer ministro británico) no para de repetirnos que todos vamos en un mismo barco. Él, desde luego, va en el mismo barco que su clase social, su Estado y sus partidos, incluido el partido laborista, tanto liberal-demócratas como conservadores. Todos ellos sí van en ese mismo barco de salvar el sistema capitalista a nuestra costa. Nosotros, en cambio, estamos unidos a todos los explotados y los oprimidos por este sistema en todos los países del mundo. Hoy estamos unidos para defendernos contra una más bestial explotación. Mañana nos uniremos para acabar con la explotación.
2/Diciembre/2010