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En diferentes lugares de todo el mundo, la población, este verano, ha estado especialmente machacada por violentas catástrofes: en Rusia y Portugal los incendios provocados por las canículas han arrasado miles de hectáreas; los devastadores monzones han anegado Paquistán, India, Nepal, China... donde sus habitantes y millones de seres vivos se mueven dentro de inabarcables riadas de lodo[1]. Las inundaciones han cubierto también amplias zonas de Europa del Este y parte de Alemania. La lista es larga...
La multiplicación de estos fenómenos y su creciente gravedad no es fruto del azar (de la suerte o la desgracia) ni una fatalidad contra la que no habría nada que hacer y de la que nadie es, por lo tanto, culpable; todo lo contrario, tanto del origen como de la gestión y las consecuencias de las catástrofes, el capitalismo y sus leyes fundamentales tienen una enorme y grave responsabilidad.
El capitalismo destruye el planeta
Según los pronósticos de numerosos científicos, el calentamiento del planeta influye decisivamente en la multiplicación de fenómenos climáticos extremos; es el caso de las canículas, de las lluvias torrenciales, los ciclones, etc. «Son fenómenos que se reproducirán e intensificarán en un clima alterado por la polución que producen los gases de efecto invernadero»[2]. Desde1997 a 2006, periodo en el que la temperatura del planeta no ha parado de subir, el número de catástrofes, cada vez más violentas, ha aumentado el 60% en relación a la época precedente. Como un símbolo de este recalentamiento global del planeta, el mes de agosto un gigantesco iceberg de 250 Km2 se ha desprendido del océano Glacial Ártico. Este suceso, que con mayor o menor dimensión viene ocurriendo consecutivamente desde hace cuatro años, ha reducido la dimensión del Glacial a menos de 4 millones de Km2. Este verano han sido registradas temperaturas récord, tales como la alarmante cifra de 53,5ºC en Paquistán el día 26 de mayo: «La temperatura media del planeta muestra, según las anotaciones y análisis del equipo de James Hansen del Goddard Institute for Espace Estudies (NASA), que los seis primeros meses del año 2010 detentan el récord de calor en ciento treinta años»[3].
Los científicos de las compañías petroleras, los políticos y los cronistas de TV pueden discutir entre ellos sobre si el calentamiento planetario es o no resultado de una polución masiva de la atmósfera, pero el conjunto de los descubrimientos científicos serios demuestran una correlación evidente entre el vertido a la atmósfera de gases de efecto invernadero, el calentamiento climático y la multiplicación de catástrofes naturales. Sin embargo, los científicos se equivocan cuando afirman que un poco de voluntad política de los gobiernos podría cambiar las cosas. El capitalismo es incapaz de limitar los vertidos de gases de efecto invernadero, porque entonces tendría que oponerse a sus propios principios: el del beneficio, el de la producción con gastos menores, el de la competencia,... La burguesía tiene, necesariamente, que polucionar para satisfacer estas leyes. La industria pesada es un ejemplo; otro, el transporte para desplazar sus mercancías a miles de kilómetros.
La responsabilidad del capitalismo en la magnitud de estas catástrofes no se limita sólo a la polución atmosférica y al desorden climático: la destrucción metódica de los ecosistemas por medio de la deforestación masiva, por ejemplo; el almacenaje de desechos en las zonas naturales de drenaje o la urbanización anárquica -ocupando incluso lechos de ríos desecados- ha agravado enormemente la intensidad de las catástrofes.
Los incendios en Rusia manifiestan las contradicciones del capitalismo
Mientras escribimos estas líneas cientos de fuegos continúan ardiendo en una amplia región alrededor de Moscú, quemando cientos de miles de hectáreas de bosque, de turberas, de sembrados, de urbanizaciones, etc. El fuego ha matado ya más de cincuenta personas y dejado a miles sin hogar[4]. Una espesa humareda, de consecuencias catastróficas para la salud, hasta el punto de doblar la tasa de mortalidad, ha invadido la capital durante muchos días. Hay que añadir a todo esto los riesgos nucleares y químicos que amenazan a la población más allá de las fronteras rusas, a causa de los incendios en tierras contaminadas por la explosión de la central de Chernóbil; las propias nucleares amenazadas por las llamas; los depósitos de armas y de productos químicos abandonados en el campo sin control; que no han gozado, curiosamente, de la misma atención por parte de prensa, radio y TV.
Estos incendios han dado ocasión para mostrar toda la negligencia de la burguesía y el desgarro de la sociedad capitalista. Uno de los aspectos más sorprendentes de estos sucesos es la incapacidad del Estado ruso para dominar los incendios. ¡Ya le vale! al Primer ministro, V. Putin, jugar a los superhéroes delante de las cámaras de TV pilotando un camión de bomberos; el hecho es que este desastre es el resultado de décadas de políticas típicamente burguesas, cegadas cínicamente por las ansias de beneficio.
Un elemento esencial para comprender el papel de la burguesía en la envergadura de los incendios es el alucinante estado de abandono de los bosques. Rusia es un país inmenso dotado de un parque forestal muy denso e importante que necesita un cuidado particular para cercar rápidamente el foco inicial de los incendios, medida con la que se evitaría su rápida extensión y que acaben siendo incontrolables. Pero muchos de estos macizos forestales carecen de vías de acceso, lo que imposibilita que los camiones de bomberos puedan acceder al núcleo de la mayoría de los incendios. Rusia cuenta únicamente con 22.000 bomberos, menos que un país tan pequeño como Francia, para luchar contra fuegos tan devastadores; además, sus gobiernos regionales están tan corrompidos que prefieren emplear los pocos medios de que disponen para el cuidado de los bosques en la compra de coches de lujo, como se ha visto en numerosos escándalos difíciles de ocultar.
El mismo cinismo lo vemos ante los famosos incendios de las turberas, zonas en las que el suelo está formado por materia orgánica en descomposición particularmente inflamable -sobre todo en épocas de sequía y calor intenso[5]: además de dejarlas abandonadas, la burguesía rusa ha favorecido la construcción de casas en estas zonas donde los incendios habían hecho ya grandes estragos, en 1972.
Las cuentas son bien simples: en estos espacios tan peligrosos las promotoras inmobiliarias han podido comprar terrenos, declarados por Ley urbanizables, a precio de ganga. Esta es la manera en que el capitalismo transforma fenómenos naturales humanamente controlables en verdaderas catástrofes.
En Paquistán millones de damnificados son víctimas de las luchas imperialistas
En Paquistán está lloviendo torrencialmente desde el pasado mes de Julio[6] ocasionando grandes inundaciones, deslizamiento de tierras, millones de víctimas, más de 20 millones de siniestrados y estragos materiales considerables. El hambre y la propagación de enfermedades, especialmente el cólera, han venido a empeorar esta situación ya de por sí desesperada. Durante más de un mes, en medio de este horrible cuadro, la burguesía paquistaní y su ejército han mostrado su incompetencia y un cinismo espantoso, acusando a la naturaleza de implacable mientras que lo mismo que en Rusia, entre urbanismo anárquico y servicios de socorro impotentes, las leyes del capitalismo aparecen claramente como el elemento esencial para comprender la dimensión de la catástrofe.
Un aspecto particularmente repugnante en esta tragedia es la manera en que las grandes potencias imperialistas intentan sacar provecho de la situación, en detrimento de las víctimas, utilizando las operaciones humanitarias como pretexto: Estados Unidos (USA), que sostiene al Gobierno (un gobierno puesto ampliamente en cuestión) de Yousaf Raza Gillani, ha aprovechado rápidamente los acontecimientos para desplegar un importante contingente militar formado por portahelicópteros, naves de asalto anfibias, etc. En nombre de la lucha contra el terrorismo[7] EEUU ha dividido Paquistán en franjas, controlando en todo momento la llegada de la "ayuda internacional" enviada por otros países, "ayuda humanitaria" constituida también por militares, diplomáticos, inversores sin escrúpulos,...
Como en cada catástrofe de grandes dimensiones. todos los Estados ponen en funcionamiento todos los medios para defender sus intereses imperialistas; entre estos medios, la "promesa de ayuda" se emplea de modo sistemático: todos los Gobiernos anuncian oficialmente una sustanciosa ayuda financiera que es oficiosamente acordada a cambio de satisfacer las ambiciones particulares de los donantes. Por ejemplo, a día de hoy sólo el 10% de la ayuda internacional prometida en enero de 2010 después del terremoto en Haití ha sido entregada en efectivo a la burguesía haitiana. Paquistán no ha sido la excepción a la regla, los millones prometidos sólo se darán a título de Comisión al Estado por los servicios prestados.
El capitalismo y la burguesía son, sin duda, directamente responsables de la multiplicación y la amplitud mortífera de las catástrofes climáticas.
La clase obrera no debe hacerse ninguna ilusión de la capacidad que dice tener la clase dominante para proteger a la humanidad de los fenómenos naturales violentos: sustituir a los gobiernos corruptos en el poder por dirigentes más "verdes" o legislar reformas ecológicas que salven el planeta -opciones que nos vende la burguesía-, no lograrán librar ni a la humanidad ni al planeta del caos medioambiental. Las bases del capitalismo: búsqueda del beneficio, la competencia,... están, a todos los niveles, en el núcleo del problema. Necesitamos destruir este sistema bárbaro y atroz.
V. 25 de agosto de 2010.
[1] Además de numerosas inundaciones y riadas de lodo en numerosas provincias, China padeció una gigantesca marea negra derivada de la explosión de un oleoducto
[2] Jean-Pascal van Ypersele, vicepresidente del Grupo Intergubernamental de Expertos en Evolución del Clima (GIEC). AFP-noticias.
[3] Sylvestre Huet (periodista científico) en Liberatión; 12 de agosto de 2010.
[4] Estas cifras hay que leerlas con mucha precaución porque el Gobierno ruso es maestro insuperable en el arte de la desinformación. Pero mentir sobre las cifras no es una especialidad eslava, hay muchos testimonios de que en las inundaciones en el Var (Sur Este de Francia), que tratamos en RI nº 314, hubo más víctimas y daños que los que comunicó el Gobierno francés.
[5] Las autoridades rusas se han limitado a esperar que el hielo del invierno extinga a fondo los incendios de las turberas.
[6] Afganistán, China, India y Nepal están igualmente duramente afectados.
[7] El Gobierno paquistaní, que pasa por una situación particularmente inestable, ha advertido rápidamente de la inminencia de una insurrección de los talibanes refugiados en la frontera de Afganistán, para justificar numerosas medidas represivas. Lo ocurrido: a finales de agosto, a modo de insurrección, una banda de merodeadores islamistas vinculados a Al Qaeda ataca (¡vaya, por fin!) a una oscura milicia a sueldo del Gobierno, causando dos muertos.