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"El G20 en busca de un nuevo método de gobernar el mundo" ¡Menuda ambición le otorgaban los medios de comunicación ([1]) a esa nueva cumbre de los "grandes" de este mundo, una ambición que pretendía estar a la altura del estado catastrófico del planeta...
Es evidente que existe un sentimiento de esperanza en que mejoren las cosas, cuando llevamos más de dos años de ataques a un ritmo acelerado contra la clase obrera. Pero la economía mundial, a pesar de los anuncios casi cotidianos de una reanudación inminente o de una mejora de hecho, sigue estancada y con un futuro cada día más oscuro. Frente a tal situación, esa reunión de los mandamases de quienes depende la gestión de la economía mundial y, por lo tanto, del futuro de los habitantes del planeta, parecía que iba a servir para decidir qué medios podrían mejorar las cosas.
En la reunión de los países del G8 (preparatoria del G20) se iba, pues, a decidir qué política seguir que permita a la economía mundial salir de la crisis: continuación de los planes de relanzamiento tal como Estados Unidos lo recomienda y lo está llevando a cabo, o, también, el instaurar planes de austeridad para evitar las amenazas de quiebra que planean sobre una cantidad creciente de Estados, tal como lo recomiendan y lo están aplicando ya los países más importantes de la Unión Europea. Y, por su parte, el G20 debía decidir, por un lado, la tasa a los bancos para constituir un "fondo de riesgo" contra las crisis financieras, pues ni siquiera la que comenzó en 2007 está por resolverse por mucho que se hayan frenado sus efectos más devastadores; y, por otro, debía instaurar una "regulación del sistema financiero" para evitar, entre otras cosas, las acciones especulativas "especialmente peligrosas" para dicho sistema y orientar la capacidades financieras "liberadas" gracias a ello, hacia el progreso de la producción. ¿Y qué ha salido de esa cumbre? Nada de nada: no es que la montaña de tal cumbre haya parido un ratón, es que no ha parido nada. No se ha tomado la más mínima decisión para solucionar ningún problema; como veremos más detalladamente más abajo en este artículo, lo único que han podido constatar los participantes es su total desacuerdo: "Sobre los asuntos que debían ser la parte importante de dicho G20 poco se ha hecho, y los participantes de la cumbre de Toronto han decidido que lo urgente era... esperar. Las divergencias siguen siendo muy importantes, y la falta de preparación también" ([2]).
La guinda la tuvo que poner el presidente francés Sarkozy, intentando relativizar ese fracaso palmario, esa impotencia de la burguesía mundial, diciendo que "no se pueden tomar decisiones históricas en cada cumbre"...
Los G20 anteriores prometieron imponer reformas apoyándose en las lecciones de las "subprimes" y de la crisis financiera que acarrearon. Esta vez ni promesas ha habido. ¿Por qué los grandes gestores del capitalismo mundial aparecen incapaces de tomar la más mínima decisión? La base del problema es que no hay solución a la crisis del capitalismo si no es la de echar abajo ese medio de producción históricamente senil. También hay otra explicación posible, más circunstancial: los jefes de Estado y de gobierno que a veces tienen la lucidez de que la economía mundial se hunde cada día más en una sima sin fondo, intentan, prudentemente, evitar encontrarse, dentro de unos cuantos meses, diciendo absurdeces como aquella famosa del que fue presidente de Costa de Marfil, F. Houphouët Boigny : "Ayer estábamos al borde del abismo, hoy hemos dado un gran paso adelante" ([3]), pero esta vez, debido a las circunstancias, semejante frase no haría gracia a nadie.
Fin de los planes de relanzamiento y retorno de la depresión
El estallido de la crisis financiera en 2008, acarreó la caída de la producción de la mayoría de los países del mundo (una disminución en el caso de India y China). Para intentar contener ese fenómeno, la burguesía de la mayoría de los países se vio obligada a establecer planes de recuperación, siendo, con mucho, los de China y Estados Unidos los más importantes. Si bien esos planes han permitido cierta recuperación parcial de la actividad económica mundial y una estabilización de la de los países desarrollados, sus efectos en la demanda, la producción y los intercambios se están agotando ya.
Por mucha propaganda que hagan sobre una recuperación en la que ya estaríamos inmersos, la clase dominante está obligada ahora a reconocer que las cosas no van como lo pretende. En EEUU, el crecimiento, previsto de 3,5 % para 2010 se ha revisado a la baja a 2,7 %; el número de desempleados está volviendo a incrementarse semana tras semana y la economía estadounidense vuelve a destruir empleos ([4]) ; en general, los múltiples indicadores que miden la actividad económica de EEUU muestran que el crecimiento se debilita. En la zona Euro, el crecimiento solo ha sido de 0,1 % en el primer trimestre y el Banco Central Europeo prevé que será de 1 % para todo el año 2010. Las malas noticias se acumulan sin cesar: el crecimiento de la producción manufacturera es cada vez menor y el desempleo ha vuelto a crecer, excepto en Alemania. Se prevé que el PIB de España seguirá bajando en 2010 (- 0,3 %). Es significativo que tanto en Estados Unidos como en Europa, la inversión siga disminuyendo, lo cual significa que las empresas no prevén un aumento de la producción.
Y, sobre todo, Asia, la zona del mundo que debía convertirse en nuevo centro de gravedad de la economía mundial, está viviendo una reducción de su actividad. En China, el índice del Conference Board previsto al alza en 1,7 % para el mes de abril, sólo aumentó en 0,3 %; y esta cifra está confirmada por todas las publicadas últimamente. Cierto que las cifras de un mes sobre un país no son necesariamente significativas de una tendencia general, pero el que en los grandes países de la zona, la actividad siga las mismas pautas al mismo tiempo sí que es significativo de una tendencia: el índice de la actividad económica en India expresa también un reducción y, en Japón, han bajado las cifras del mes de mayo para la producción industrial y el consumo de las familias.
Y para confirmar esa inflexión que desmiente todas las alharacas de los medios sobre la recuperación económica, el índice "Baltic Dry Index" que mide la evolución del comercio internacional, también está orientado a la baja.
La quiebra de los Estados
A la vez que la evolución de los diferentes índices económicos muestran la recaída en la depresión, hay Estados que tienen cada día más dificultades para reembolsar su deuda. Esto recuerda la crisis de las "subprimes", cuando cantidad de familias se vieron incapaces de reembolsar los créditos que se les había otorgado. Hace unos meses, el Estado griego se sentó en el banquillo por una situación en sus finanzas mucho más grave de lo que se había anunciado. Al mismo tiempo, las agencias de notación financiera pusieron en duda la solvencia de varios otros Estados europeos ("afectuosamente" tildados con el nombrecito de PIIGS, formado por sus iniciales, que suena como la palabra "cerdo" en inglés), Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España. Cierto es que la especulación contra esos países ha puesto las cosas peor y que el papel desempeñado por esas agencias de marras (creadas por los grandes bancos) no es de lo más diáfano. Lo cual no quita que lo importante en la crisis de confianza que afecta a esos países es la amplitud de sus déficits presupuestarios (a niveles nunca antes alcanzados desde la Segunda Guerra Mundial) y de su deuda pública, una situación en la que, ni para mejor ni para peor, nada tienen que ver las políticas de relanzamiento de los diferentes Estados. La consecuencia es el descenso de las reservas monetarias de las diferentes Haciendas Públicas y, por consiguiente, las dificultades en aumento de esos Estados para reembolsar los intereses de los préstamos que les fueron otorgados. El pago del servicio de la deuda es la condición mínima e indispensable para que los grandes organismos mundiales bancarios sigan prestando. Y no solo los PIIGs conocen un fuerte incremento de los déficits públicos y, por lo tanto, de la deuda pública. Las agencias de notación han amenazado explícitamente a Gran Bretaña con bajarle su nota y ponerla en el rango poco honroso de los PIIGS, si no hiciera enormes esfuerzos por disminuir sus déficits públicos. Cabe añadir, para dejar las cosas más claras, que Japón (país al que en los años 1990 se consideraba como sustituto de Estados Unidos en el liderazgo económico mundial) ha alcanzado una deuda pública equivalente al doble de su PIB ([5]). En realidad, esa lista, que podría alargarse más todavía, nos lleva a la conclusión de que la tendencia al incumplimiento en el pago de la deuda soberana de los Estados es una tendencia mundial porque todos están afectados por la agravación de la crisis de la deuda a partir de 2007 y todos han sufrido desequilibrios parecidos a los de Grecia y Portugal.
Pero no son solo los Estados los que están en una situación financiera rayana en la insolvencia. También el sistema bancario está en una situación más y más grave y eso por las razones siguientes:
- todos los especialistas saben y medio lo dicen, que las cuentas de los bancos no se han limpiado de los "productos tóxicos" provocados por la quiebra de numerosas instituciones financieras ocurrida a finales de 2008;
- los bancos, enfrentados a esas dificultades, no por eso han dejado de especular en el mercado financiero mundial, comprando productos financieros de alto riesgo. Por la sencilla razón de que deben seguir haciéndolo para intentar hacer frente a las pérdidas masivas que sufrieron;
- la agravación de la crisis desde finales de 2007 ha acarreado cantidad de quiebras de empresas, de modo que muchas familias, al encontrarse desempleadas, no han podido, contrariamente a los años anteriores, devolver los préstamos contraídos.
Una ilustración de la situación es la Caja de ahorros española Cajasur, que ha tenido que ser intervenida por el Estado. Pero eso no es más que un ejemplo, aparentemente local, de las dificultades que tienen los bancos en los últimos meses. Otros bancos o cajas en Europa han visto sus notas rebajadas por las agencias (Caja Madrid en España, BNP en Francia). El Banco Central Europeo (BCE) ha informado al mundo financiero que los bancos europeos tenían que rebajar la estimación de sus activos en 195 mil millones de euros en los dos años venideros y que sus necesidades de capitales ascendían de aquí a 2012 a 800 mil millones de euros. Un hecho ocurrido recientemente es, en otro plano, una confirmación esclarecedora de lo frágil que está el sistema bancario actualmente: la empresa alemana Siemens ha decidido crear su propio banco, una institución que estaría así a su servicio y al de sus clientes. La razón es muy sencilla: Siemens perdió nada menos que 140 millones de euros con la bancarrota de Lehman Brothers, y ahora tiene miedo de que se reproduzca lo mismo con el dinero que tenga que depositar en los bancos "clásicos". Y con esto se ha sabido que Siemens no ha inventado nada, pues la empresa Veolia, aliada a British American Tobacco y otras empresas de menor calibre hicieron lo mismo en enero de 2010 ([6]). Está claro que si unas empresas, cuya solidez no está por ahora en entredicho, no depositan sus haberes en los grandes bancos, es de suponer que la situación de éstos no será muy boyante, ni se va a arreglar...
Lo que sí es importante subrayar es que los problemas de insolvencia de los Estados y de los bancos se acumulan mutuamente. Ya está siendo así, pero ese fenómeno se ampliará en las semanas y meses venideros: la "quiebra" de un Estado, si los demás no van en su "auxilio" como sí lo hicieron con Grecia, acarrearía la bancarrota de los bancos que le prestaron masivamente. Los créditos de los bancos alemanes y franceses otorgados a los Estados agrupados bajo esas siglas PIIGS alcanzan el billón de euros (un millón de millones): es evidente que la insolvencia de esos países tendría consecuencias incalculables en Alemania y Francia y, de rebote, en toda la economía mundial.
Hoy es España la que está en el ojo del huracán de la crisis financiera. El BCE ha anunciado que los bancos españoles, poco solventes para pedir prestado en los mercados, se han refinanciado en el BCE al desmesurado nivel de 85 600 millones de euros, sólo para el mes de mayo. Se dice además, en los pasillos de los mercados, que el Estado español debería pagar, a finales de julio o principios de agosto, una cantidad considerable ([7]). Son, pues, plazos muy cortos para encontrar tales cantidades y por eso, ante tan dramática situación, han acudido a Madrid el director del FMI, D. Strauss-Kahn, y el Secretario de Estado adjunto del Tesoro de EEUU, C. Collins. Se estaría estudiando un plan de salvamento de la deuda soberana española de un monto de 200 mil o 250 mil millones.
Si hay tanta gente en torno a España es porque los problemas planteados por su situación financiera podrían tener consecuencias muy graves:
- si no lo auxilian y el Estado español "quiebra", eso provocaría una desconfianza general respecto al euro y a todos los pagos realizados en dicha moneda; o sea que la zona Euro se encontraría en una situación harto difícil;
- Francia y Alemania, las economías más fuertes de la zona Euro, no pueden tomar a su cuenta los compromisos que España no puede cumplir, a riesgo de una grave desestabilización de sus propias finanzas y, al cabo, de toda su economía (análisis desarrollado por el economista francés P. Artus ([8])).
Eso quiere decir que ayudar al Estado español para que evite la suspensión de pagos de su deuda soberana sólo podría hacerse mediante un entendimiento de los países occidentales y el precio sería la deterioración de sus propias situaciones financieras. Y como la mayoría de los Estados están en una situación no muy lejana a la de España, tendrían que instaurar una política para evitar la insolvencia en cascada en el reembolso de su deuda soberana.
De todo eso se deduce que el capitalismo ya no tiene los medios para atajar la agravación de la crisis, tal como ésta surgió desde 2007.
Las divergencias de los Estados sobre qué política seguir
"Rigor o relanzamiento: el desacuerdo persistente de los dirigentes del G8", titulaba Le Monde en su edición del 27-28 de junio. Tras el lenguaje diplomático empleado aparece claramente el desacuerdo completo entre los diferentes países. Gran Bretaña y Alemania, arrastrando tras ella a la zona Euro, quieren rigor: EEUU, y China en menor medida, son favorables a un relanzamiento. ¿Cuál es el contenido y las razones de ese desacuerdo?
La constatación de la gravedad de lo que implicaba, para Europa y el mundo, la bancarrota del Estado griego, llevó a Europa y al FMI a acabar organizando el salvamento de la deuda soberana griega, a pesar de las diferencias que habían aparecido en los Estados que debían colaborar en tal salvamento. Y esto provocó un cambio importante en la política en el conjunto de países de la zona Euro:
- Primero, todos acabaron poniéndose de acuerdo en que había que auxiliar a los Estados que lo necesitaban, pues la insolvencia de éstos sacudiría todo el sistema financiero europeo, con el riesgo de que se desmorone. Y se ha creado así un fondo de apoyo de 750 mil millones de euros, alimentado en dos tercios por los países miembros de la zona Euro y un tercio por el FMI, un fondo que serviría, pues, para que cuando un Estado se encuentre en situación insolvente, pueda hacer frente a sus compromisos. En el mismo sentido, el BCE, habida cuenta de la situación de los bancos de la zona Euro, acepta endosar las deudas más o menos dudosas que esos le presenten; y así ha ocurrido, como hemos visto, con los bancos españoles.
- Después, para reducir los riesgos de insolvencia, los Estados han decidido sanear su propia Hacienda Pública y su propio sistema bancario. Para ello han puesto en marcha planes de austeridad que significarán una baja en el nivel de vida de la clase obrera, comparable a la que se vivió en los años 1930. La cantidad de ataques es tal que enumerarlos superaría con creces el tamaño de este artículo. Valgan algunos ejemplos significativos: en España, el salario de los funcionarios se ha disminuido en un 5 % y se han suprimido 13 000 plazas. En Francia, reforma de las pensiones de jubilación con el objetivo de retrasar dos años como mínimo la jubilación; solo cubrirán la plaza de un funcionario de cada dos que se jubila; han decidido suprimir 100 000plazas en la función pública entre 2011 y 2013; han cesado las medidas de relanzamiento decididas en 2009; la subida del monto recaudado en impuestos deberá ser de 5mil millones de euros. En Gran Bretaña, el plan Osborne prevé una disminución de los gastos de los ministerios de 25 % en cinco años ("los ministerios protegidos" como el de la Salud no serían, sin embargo, afectados por esas medidas); se "congela" toda una serie de subsidios sociales para los más necesitados; el IVA pasa de 17,5 % a 20 %; se ha calculado que el plan Osborne desembocaría en la supresión de 1,3 millón de empleos. En Alemania, se suprimirán 14.000empleos de funcionarios de ahora a 2014 y se rebajará la indemnización de los desempleados de larga duración. Y en todos los países se reducen los gastos públicos.
La lógica proclamada de esas medidas es la siguiente: a la vez que se salva al sistema financiero mediante el apoyo a los bancos en dificultad y a los Estados que puedan encontrarse en dificultades para reembolsar sus deudas, hay que sanear las finanzas públicas para así poder, más tarde, seguir pidiendo préstamos, y así permitir que vuelva el crecimiento en el futuro. En realidad, detrás de ese objetivo declarado, está primero la voluntad de la burguesía alemana de preservar sus intereses económicos: para ese capital nacional, que ha apostado siempre por su capacidad para vender mercancías, especialmente sus máquinas-herramientas y su química, al resto del mundo, es impensable una subida de sus costes de producción para pagar los gastos de un relanzamiento (más allá de cierto grado) de otros países europeos en dificultad. Pues eso acarrearía una pérdida de competitividad de sus mercancías. Y como ese país es el único en poder apoyar a los demás países europeos, lo que hace es imponer a todos una política de austeridad, por mucho que ésta no corresponda a los intereses de ésos.
El que Reino Unido, que no sufre las imposiciones de la zona Euro, imponga la misma política, da una idea de la profundidad de la crisis. Para ese Estado, no es el momento de andar con relanzamientos ahora que su déficit presupuestario para el año 2010 ha alcanzado 11,5 % del PIB. El resultado sería correr demasiados riesgos de suspensión de pagos de la deuda soberana y, a causa de ello, de hundimiento de la libra esterlina. Hay que añadir que Japón, también, a causa del tamaño de su deuda pública, ha adoptado la misma política de austeridad. Cada vez hay más países en los que se piensa que sus déficits y su deuda pública son muy peligrosos, pues la insolvencia en el pago de intereses de su deuda soberana significaría un debilitamiento considerable del capital nacional. De modo que acaban optando por una política de austeridad que acabará llevándolos a la deflación ([9]).
Y es esa dinámica deflacionista lo que da miedo a Estados Unidos. EEUU acusa a los europeos de entrar en un "episodio Hoover" (nombre del presidente de EEUU en 1930), lo que significa acusar a los Estados europeos de meter al mundo en una depresión y una deflación como las de los años 1929-1932. Según EEUU, por muy legítimo que sea disminuir los déficits públicos, habrá que hacerlo más tarde, cuando la "recuperación" haya comenzado a realizarse. Cuando defiende esa política, Estados Unidos defiende sus propios intereses, pues al ser los emisores de la moneda de reserva mundial, crear moneda suplementaria para alimentar la recuperación sólo les cuesta lo que cuesta escribirlo en libros de cuentas. Pero eso no quita que su temor de ver la economía mundial entrar en deflación es muy real.
En resumen, sea cual sea la opción deseada o adoptada, los cambios de política efectuados en estos últimos tiempos así como los temores expresados por las diferentes fracciones de la burguesía del mundo son reveladores del desconcierto que las domina: sencillamente, ¡ya no existe la buena solución!
¿Qué perspectivas?
Se acabaron los efectos de las políticas de relanzamiento y lo que se anuncia es la recaída en la depresión. Esta dinámica implica para las empresas unas dificultades crecientes para sacar ganancias suficientes, aunque sólo sea para no desaparecer. La política de austeridad que van a instaurar muchos países va a agravar más la caída en la depresión y engendrar una deflación que ya empieza a despuntar.
La esperanza de que una política de austeridad vaya a sanear la Hacienda Pública y permitir un futuro endeudamiento es pura ilusión. Según los cálculos del FMI, el plan de austeridad griego acarreará una pérdida de 8 % del PIB del país. Y ya está prevista una baja del PIB español. Los planes de austeridad provocarán una baja de ingresos fiscales, o sea, más déficits ¡que es lo que se quería reducir con las medidas de austeridad! Se prevé una caída de la producción en la mayoría de los países del mundo y del comercio mundial entre finales de 2010 e inicios de 2011 con todas las consecuencias que todo eso tendrá en la intensificación de la miseria de una parte cada vez mayor de la clase obrera y una degradación de las condiciones de vida de todos los obreros.
Es posible que, en vista de la caída acelerada en la depresión resultante de los planes de austeridad, haya, al cabo de unos meses, un cambio de política y se acabe adoptando la propuesta por Estados Unidos. Los últimos seis meses nos han mostrado que la burguesía, al apenas quedarle margen de maniobra, es ya incapaz de prever más allá del corto plazo: ¡no hace más de un año se hacía una política de relanzamiento! De adoptarse una nueva política de relanzamiento, eso implicaría una fuerte emisión monetaria (algunos dicen que EEUU se dispondría a hacerlo). Y entonces habría una caída general del valor de las monedas, o sea una explosión de la inflación y, hablando concretamente, eso significaría nuevos ataques brutales contra el nivel de vida de los trabajadores.
Vitaz (03/07/2010)
[1]) Por solo citar los titulares de portada del diario francés Le Monde del 26 de junio de 2010.
[2]) Le Monde, 29 de junio de 2010.
[3]) Cita que otros atribuyen a Pinochet.
[4]) Tras cinco meses consecutivos de creación de empleo, han sido 125 000 los desaparecidos en junio, más de lo que temían los analistas. Ver el artículo de Le Monde, en francés "Après cinq mois de créations d'emplois, les États-Unis se remettent à en détruire", https://www.lemonde.fr/economie/article/2010/07/03/apres-cinq-mois-de-cr....
[5]) Es, entre otras cosas, porque posee hoy las segundas reservas monetarias del mundo lo que permite a Japón no ser calificado por las agencias de notación con tanta severidad como a otros países mucho menos endeudados que él.
[6]) https://abonnes.lemonde.fr/economie/article/2010/06/29/siemens-cree-sa-b...
[7]) Serían 280 mil millones de euros. Claro está, esas cifras, cuyo origen son los pasillos de los mercados, son oficiosas y, evidentemente, han sido desmentidas por las autoridades, pues si no, el silencio significaría confirmación que provocaría un pánico indescriptible.
[8]) Le Monde, 16 /04/2010.
[9]) Baja duradera de los precios, provocada en este caso por la demanda insuficiente, consecuencia de los programas de austeridad.