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El capitalismo vive desde finales de los años 60 del siglo XX, una feroz crisis económica a la que la burguesía no le ha podido encontrar solución. Son ya más de cuarenta años en los que se extiende esta crisis, sin dejar a un solo lugar del planeta exento de las secuelas recesivas. La clase dominante continuamente decreta en sus discursos el fin de ésta y con ello la llegada de años de prosperidad, pero embellecer al sistema mediante palabras es lo único que puede hacer, porque la realidad se presenta más pesada que sus simples deseos y en sentido contrario a ellos, los problemas toman mayor agudeza, exponiendo, sin duda la pobreza teórica de la burguesía y lo poco consistente de sus "recetas económicas", pero fundamentalmente se resalta el hecho que el sistema capitalista se levanta sobre contradicciones que irremediablemente estallan y provoca la crisis y con ello la mayor degradación de la vida de los asalariados. Y aunque los expertos del capital buscan negar y esconder esta realidad, han tenido que reconocerla, de manera muy sutil lo hacen cuando comparan los efectos y la magnitud de cada recesión, ya que sistemáticamente suelen caen en la cuenta de que cada vez que estallan lo problemas y se presentan las secuelas recesivas lo hacen con una violencia mayor.
Por eso, cada período recesivo que se presenta no hace sino revelarnos que la crisis capitalista avanza sin parar, y que lo único que la burguesía puede hacer para acompañar sus lamentos es trasladar los efectos hacia los trabajadores, arreciando los ataques y degradando sus condiciones de vida.
Viejas convulsiones del capital, nuevos golpes contra los trabajadores
Cuando a fines de los años sesenta reaparecía la crisis en el plano mundial, y más aún durante los 70 cuando la aceleración que toma conduce al derrumbe de los acuerdos de Breton Woods, adoptados desde fines de la 2ª Guerra Mundial, la burguesía explicaba el fenómeno usando lo mismo el argumento de que era un momento pasajero debido al incremento de los precios del petróleo, o bien aduciendo que se debía a la irresponsabilidad de los gobernantes en el tratamiento de la oferta de dinero. De manera que para la burguesía se enfrentaba a un problema que no comprendía y menos aún podía resolverlo, por eso sus respuestas exponían una gran desesperación. Herbert Stein, quien era asesor económico del presidente norteamericano Richard Nixon (1969-1974), pinta bien el desazón presente entre la clase dominante; en una entrevista realizada en 1996 confiesa que "... el consejo de asesores económicos del presidente lucharon contra problemas para los cuales la profesión económica no estaba preparada..." La crisis que habían presumido se había quedado como un problema del pasado, volvía a presentarse haciendo que sus sueños de prosperidad continua y los "modelos de crecimiento" creados en los años de posguerra se vayan a la basura, teniendo que recuperar su vieja receta para dar soporte temporal a la estructura económica, a saber: el crédito. Así el endeudamiento de los Estados y de los capitalistas individuales, aparece otra vez como el "gran salvavidas". A partir de 1975 el endeudamiento toma altas dimensiones, aunque en comparación con lo que vendrá décadas posteriores estas cifras no son sino una minucia. Para ilustrar este proceso, bien se puede recordar que si los EUA desde 1914 era el primer acreedor mundial, a partir de 1985 se torna en deudor neto y, desde 1988, en el primer deudor mundial.
Pero estas medidas no hubieran tenido un efecto ante la caída de la economía, si no son combinadas con una elevación de los niveles de explotación de la clase trabajadora: Un ejemplo claro de cómo los asalariados empiezan a cargar la crisis sobre sus espaldas, es el incremento del desempleo, mientras que en los países pertenecientes a la OCDE en 1968 contaban (según los datos oficiales) con 7 millones de cesantes, para 1979, la cifra ya alcanza los 18 millones, al tiempo que va expandiendo la degradación en forma intensa de los salarios y los procesos de trabajo.
Ni keynesianismo, ni neoliberalismo... destrucción del capitalismo
Ante la agudización de la crisis, las viejas medidas keynesianas se convirtieron en un inservible zurrón para la burguesía por lo que requería deshacerse de ellas. En su obnubilada asimilación de la realidad, sectores de la clase dominante suelen asegurar que fueron las políticas keynesianas las causantes de la crisis, por ejemplo, el economista muerto recientemente, Paul Samuelson, afirmaba: "La del capitalismo es una historia de auges y depresiones. La diferencia es que esta recesión ‘la de los 70' ha sido deliberadamente fabricada por los gobiernos." (La economía mundial a finales del siglo. Comercio Exterior, nº 8, 1980). Otros miembros de la clase en el poder, en forma opuesta afirman (con el coro de voces de su aparato de izquierda) que la aplicación de las medidas ortodoxas neoliberales son las que han traído la crisis, por lo que siguen esperando el retorno de las políticas del pasado. Pero una y otra afirmación son caras de la misma moneda con la que se busca confundir a la clase obrera y hacerle creer que el capitalismo puede ofrecer otra salida que no sean la miseria y la explotación.
Es cierto que a partir de la recesión de los años 1980-82, las medidas "neoliberales" tomaron el control del escenario económico y político y los golpes contra los trabajadores se aceleraron, pero esto no significa que las política económica puestas en práctica anteriormente tuvieran como objetivo mejorar la vida de los trabajadores, sino que en la medida en que la crisis se agudiza las políticas aplicadas son cada vez más brutales y tienden a degradar de forma aguda a la clase obrera. No se trata por ello de añorar o tomar partido por algún tipo de políticas aplicadas por la clase dominante, las estatistas-keynesianas o las ortodoxas liberales, buscan lo mismo, es decir, perpetuar el sistema de explotación. Y si en su formalidad tienen instrumentos diferenciados y discursos de color aparentemente opuestos, se debe a que responden a necesidades del capital en diferente momento. Si no fuera así ¿cuál es la razón para que la burguesía vuelva a invocar ante la recesión iniciada en 2007 a Keynes?. El economista Josph Stiglitz (ex asesor de Clinton, ex vicepresidente del Banco Mundial y premio Nobel) dibuja la actitud de la clase a la que representa, cuando reconoce que en la práctica de los gobiernos, a partir de la "crisis hipotecaria" se ven urgidos de estrategias anti-recesión, y la encuentran en Keynes: "ahora somos todos keynesianos, incluso la derecha en Estados Unidos se sumó al bando keynesiano con un entusiasmo desenfrenado..."
La crisis expone claramente la posibilidad y necesidad de la revolución comunista
La crisis que se abrió desde fines de los 60, aunque ha tenido momentos en los que las secuelas más perversas parecen limitarse, la verdad es que no son sino períodos en que se esconden algunos efectos pero que al reaparecer lo hacen con una fuerza mayor. En ciertos momentos los efectos aparentes que el crédito ha provocado, ha hecho creer a muchos que la crisis había sido eliminada, por ejemplo el crecimiento de la economía de los EUA durante los años 90, sustentado en la deuda[1], no hizo sino alimentar la recesión que se presentaría en 2001 y nuevamente las medidas que aplacaban la "furia de los dioses de la economía", preparaban, aún sin quererlo, la recesión marcada por los subprime (hipotecas de alto riesgo).
Es un hecho irrefutable que el sistema capitalista sustenta su existencia en la explotación y sometimiento de los trabajadores, la riqueza que gozan los patrones esta sustentada en la miseria de los millones de asalariados; por eso cuando la crisis aparece, y más aún cuando se prolonga por tantos años profundizándose cada día, la esencia del capitalismo queda desnuda y su rostro sanguinario se descubre cada vez aplicando sus feroces medidas para salvaguardar su ganancia y al sistema en general. Los trabajadores de todo el mundo son testigos cotidianos de este hecho: el despido o incluso la amenaza de ser lanzados al desempleo es una realidad que muestra lo que ofrece el capitalismo.
Los trabajadores de la electricidad en México, son ejemplo claro de lo que importa un trabajador en el capitalismo: de un día para otro son despedidos más de 40 mil trabajadores y para poner en claro que esto no es sino un pequeño golpe, personeros del capital exigen mayor "flexibilidad" para poder despedir a trabajadores. Pero estos golpes que recibe la clase trabajadora no son exclusivos de un país, los trabajadores por el mundo entero viven la misma realidad. En EUA, siendo el corazón de la economía mundial, cuenta con una tasa de desempleo (oficial) que se ubica en el 9.7%, por arriba incluso de Alemania, que cuenta con una altísima tasa de cesantes de 8.5%, o de Gran Bretaña, que contabiliza como desempleados al 7.8% de la Población Económicamente Activa. Solamente España rebasa con mucho estos niveles, alcanzando tasas de desempleo que oscilan entre el 19 y 21%.
Pero si el desempleo es ya un severo castigo con el que se golpea la vida de los requieren vender su fuerza de trabajo para poder vivir, se tienen preparados nuevos ataques mediante las medidas de austeridad que se plantean por diversos gobiernos. Por ejemplo, en España y Grecia se pretende comprimir el salario y afectar nuevamente las condiciones de jubilación, y en México, la elevación continua de precios y de impuestos comprime aún más las condiciones de vida de los explotados... pero son estos sólo algunos ejemplos de los diversos ataques que en cada país reciben los trabajadores.
Pero ante las degradantes condiciones de vida que impone el capitalismo, ya se han visto en algunas partes del planeta, incipiente respuestas de los explotados. En Inglaterra, Grecia y Turquía son lugares en los que los obreros han llevado a cabo importantes movilizaciones, y aún cuando el efecto que puedan tener es reducido, muestran claramente que ante la miseria creciente y sin fin que impone el sistema capitalista a los explotados no hay más camino que la movilización masiva y conciente.
Tatlin/15-abril-2010
[1] Para ilustrar el argumento recordemos que entre 1987 y 1997 el endeudamiento total de EUA creció a un ritmo diario de 628 millones de dólares y en 1996 se reveló un hecho, que no había ocurrido desde hacía 53 años: la tasa de ahorro tomó valores negativos.