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A continuación publicamos extractos de un extenso artículo de los compañeros del Núcleo comunista internacional de Argentina dedicado a analizar en profundidad el llamado movimiento piquetero, denunciar su carácter antiobrero y combatir las mentiras interesadas con las que los grupos izquierdistas de todo pelaje “se dedicaron a engañar al proletariado con falsas expectativas haciéndole creer que los objetivos y los medios del movimiento piquetero contribuyen a hacer avanzar su lucha”.
A esta tarea de engañar, falsificar e impedir que el proletariado saque las verdaderas lecciones y se arme contra las trampas de su enemigo de clase, se apresta a hacer su contribución inestimable un grupo de tendencia anarquista como el GCI con su lenguaje pseudomarxista, como muy bien denuncian los compañeros del NCI.
Los orígenes y la naturaleza del movimiento piquetero
Tal vez pueda suceder que muchos consideren que estas corrientes de desocupados se han iniciado en estos últimos cinco ó seis años cuando la miseria, la desocupación y el hambre arreciaban en las grandes barriadas del Gran Buenos Aires, Rosario, Córdoba, etc. Ello no es así, las corrientes piqueteras, tienen un origen diferente, y este es las llamadas “Manzaneras” que comandaba la esposa del entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, en la década del 90, y que cumplían una doble función: una de un control social y político y tejer la capacidad de movilización de las amplias capas desesperadas a favor de la fracción burguesa que representaba Duhalde, y por otro lado las encargadas del reparto de los alimentos a los desocupados (un huevo y medio litro de leche diaria), ya que por ese entonces no existían planes de desempleo, subsidios, etc. Pero a medida que los índices de desocupación aumentaban geométricamente y también las protestas de los desocupados, las manzaneras comienzan a desaparecer de la escena. Había un espacio vacío, que era preciso ocupar, y lo ocupó un ramillete de organizaciones, la mayoría manejadas por la iglesia católica, las corrientes políticas izquierdistas, etc, más tarde entran en escena el maoísta Partido comunista revolucionario con su Corriente clasista y combativa, el trotskista Partido obrero que conformaron su propio aparato de desocupados, el Polo obrero, y sucesivamente, las demás corrientes.
Estas primeras organizaciones hicieron su bautismo de fuego en Buenos Aires, a nivel masivo, con los cortes de ruta sobre la estratégica ruta 3, que une Buenos Aires con el extremo Sur de la Patagonia con la exigencia de más subsidios de desempleo, subsidios que eran controlados y manejados por consejos consultivos que integraban la municipalidad, las corrientes piqueteras, la iglesia, etc., o sea por el Estado burgués.
Es así que los “planes Trabajar” y los distintos subsidios permitieron a la burguesía ejercer un control social y político de los desempleados a través de las respectivas organizaciones piqueteras, sean estas de corte peronista, trotskista, guevarista, estalinista o sindical a través de la C.T.A. Luego estas corrientes comenzaron a esparcirse a través de las barriadas obreras duramente castigadas por la desocupación, el hambre y la marginación, y comenzaron a tejer su estructura, todo ello con el dinero del estado burgués.
Solamente les eran exigidas dos cosas para poder ser beneficiario del subsidio y de los bolsones de comida (5 kg): movilizarse tras las banderas de la organización, y participar en los actos políticos si ésta poseía una estructura política, y aceptar y levantar la mano votando favorablemente las proposiciones de aquel grupo al cual “pertenecía”, todo ello so pena de perder el beneficio del plan, o sea de los míseros $150 pesos, o 50 dólares.
Pero las obligaciones para con la corriente de desocupados no finaliza aquí. Estos últimos se hallaban por parte de las organizaciones de desocupados sujetos a una serie de obligaciones, y su cumplimiento es consignado en libretas donde el que mayor puntaje obtiene, o sea participa en reuniones, marchas, y da su acuerdo a la posición oficial, no corre peligro de ver decaído su beneficio; en cambio, aquel que emite opiniones de disconformidad, el puntaje se reduce hasta perder el plan.
Pero así también, las organizaciones extraían de los desocupados un porcentaje o una suma fija de dinero en concepto de “cotización”, este dinero es para pagar rentados de las corrientes, pagar locales, en donde funcionan tanto la corriente de desocupados como el grupo político de quien depende la primera, etc.
La entrega de esta cotización es de carácter obligatorio, y para tales fines, los llamados “referentes” de cada local barrial de los diversos movimientos de desocupados acompañaban a los desempleados al mismísimo banco en donde luego de cobrar, estos últimos debían entregar el dinero.
En el año 2001, previo a las jornadas interclasistas del 19 y 20 de diciembre, la llamada asamblea piquetera estaba hegemonizada por el Polo obrero, la maoísta Corriente clasista y combativa, y la Federación de tierras, vivienda y habitat.
Las posiciones sustentadas en dichas asambleas y las siguientes demostraron claramente la naturaleza de los diversos movimientos piqueteros, como aparatos al servicio del estado burgués. Dicha naturaleza no ha desaparecido posteriormente cuando la ruptura de la asamblea piquetera de La Matanza, entre el Polo obrero y las otras dos corrientes, ocasionó la conformación del Bloque piquetero.
Las caracterizaciones que se les da a los desocupados, o al “sujeto piquetero” como gusta decir el Partido obrero, en su publicación semanal Prensa obrera cuando expresa que el objetivo del movimiento piquetero es convertirse en un movimiento de masas, entendido esto como de la masa de desocupados, de obreros activos y de todos los sectores medios que son empujados a la clase obrera y de los desposeídos, es decir la clase obrera debe insertarse en un amplio frente interclasista y debe luchar, no en su propio terreno sino en un campo que le es totalmente ajeno.
Lo que demuestra lo correcto de la posición de la CCI, como la que entonces defendimos, cuando calificaba a los sucesos del 19 y 20 de diciembre como una revuelta interclasista.
El Partido obrero en un párrafo sin desperdicio de su XIIIº Congreso dice sin el menor rubor: “El que controla la comida de las masas controla a las masas...”, o sea que a pesar de las declamaciones del Partido obrero por impedir que la burguesía controle a las masas al controlar los alimentos, plantea en realidad la misma actitud que la burguesía, es decir controlar los planes sociales, controlar los bolsones de comida, para poder así controlar a los desocupados. Esta actitud no es privativa del Partido obrero, sino del conjunto y de la totalidad de las corrientes, grupos y /o agrupaciones piqueteras.
Estos pequeños ejemplos sirven para demostrar que los movimientos de desocupados que han ocupado los medios masivos de comunicación, tanto en el plano nacional como internacional, y que llevó a la pequeña burguesía radicalizada a imaginarse el inicio de “una revolución”, de la existencia de “consejos obreros” etc., es una falacia absoluta.
Al considerar, como hace el Partido obrero, que el movimiento piquetero es el hecho más significativo del movimiento obrero desde el “cordobazo” [levantamiento de los obreros de Córdoba en 1969, NDLR], ello así, ya que éste último como también las luchas de carácter netamente obreras que tuvieron lugar en aquellos días no fue una rebelión popular o de neto corte o tinte interclasista, todo lo contrario, fueron combates obreros que desarrollaron comités obreros, que tuvieron a su cargo las mas diversas funciones, como comités de defensa, solidaridad, etc.
Un censor podrá criticarnos diciéndonos que esa es la posición de las direcciones de los movimientos y organizaciones piqueteras, pero lo que importa es la dinámica del proceso o del fenómeno piquetero, sus luchas, sus movilizaciones, sus iniciativas.
La respuesta es sencilla, a quienes nos censuren de esta manera debemos responderles, al igual que lo hicimos con el BIPR en la crítica que en Revolución comunista nº 2 [publicación del NCI] se realizó sobre sus posiciones relativas al “argentinazo” del 19 y 20 de diciembre, que las posturas que esa corriente adoptó son simples deseos de carácter idealista.
Las organizaciones piqueteras son sus líderes, sus jefes, nada más. El resto, los piqueteros con rostros cubiertos quemando neumáticos, son prisioneros de los $150 mensuales y de 5 kg de alimentos que el Estado burgués le otorga vía las organizaciones.
Y, como se dijo más arriba, todo ello debe ser realizado so pena de perder dichos “beneficios”. En síntesis las corrientes piqueteras no significan en absoluto desarrollo de la conciencia, todo lo contrario es retraso en la conciencia obrera, ya que aquellas imprimen una ideología ajena a la clase obrera. Asimismo, en lo expresado de que quien maneja la comida maneja la conciencia, el Partido obrero hace mención a una posición de la burguesía, es su lógica también, perversa, que solamente lleva a la derrota de la clase obrera y de los desocupados, ya que la función del izquierdismo es eso: derrota de la clase obrera, pérdida de la autonomía de clase por más consignas “revolucionarias” que puedan adoptar.
El GCI miente sobre la naturaleza obrera del movimiento piquetero
Las inexactitudes, las medias verdades, y las mistificaciones no ayudan al proletariado mundial, todo lo contrario, profundizan más los errores y las limitaciones en las nuevas luchas por venir. Esa es la actitud del GCI cuando escribe en su revista Comunismo (números 49, 50 y 51), que: “... la primera vez en la historia de Argentina en que la violencia revolucionaria del proletariado logra derribar el gobierno”, y continúa : “reparto de mercancías expropiadas entre los proletarios y comidas “populares” surtidas con el producto de las recuperaciones... Enfrentamientos con la policía y con otros cuerpos de choque del estado, como las patotas mercenarias peronistas, especialmente el día de la asunción de la presidencia del gobierno de Duhalde…”
El GCI, con su actitud y sus falsedades confunde a la clase obrera mundial impidiéndole extraer las necesarias lecciones de los sucesos en Argentina del año 2001.
En primer lugar no se trató de una “violencia revolucionaria” que derribó al gobierno de De La Rúa; todo lo contrario, este gobierno burgués cayó como producto de los conflictos y de las luchas interburguesas. Tampoco hubo reparto de las “mercaderías expropiadas”, los saqueos no fueron tal como pretenden el GCI “un ataque generalizado de la propiedad privada y el estado”, más bien se trató de personas desesperadas, hambrientas, y jamás se pusieron a pensar ni tan siquiera tangencialmente en atacar a la propiedad privada, sino calmar el hambre por un par de días.
Asimismo las falsificaciones de los hechos continúan, cuando habla de la asunción de Duhalde como una lucha entre el “movimiento” del proletariado contra las patotas peronistas; es falso, es mentira, el enfrentamiento que existió el día que asumió Duhalde la primera magistratura nacional, fue entre aparatos del estado burgués: por un lado el peronismo, y por el otro el izquierdismo del MST, PCA, y otros grupos menores trotskistas y guevaristas; pero la clase obrera estuvo ausente ese día.
Quizá por un momento alguien puede pensar que, tal vez, dichos “errores” del GCI se deben a un exceso de entusiasmo revolucionario, a la buena fe, pero al continuar con la lectura de dicha revista, es dable a observar que ello no existe, juega un rol de confusión que solo favorece a la burguesía. El GCI miente a la clase obrera mundial y alimenta la mistificación piquetero, cuando dice que: “… La afirmación proletaria en Argentina no hubiese sido posible sin el desarrollo del movimiento piquetero, puntal del asociacionismo proletario durante el último lustro...” y “… En Argentina, el desarrollo de esta fuerza de clase se muestra, en unos meses tan potente que los proletarios que todavía tienen un trabajo se asocian a la misma… Durante los últimos años toda gran lucha se coordina y articula en torno a los piquetes, a las asambleas y estructuras de coordinación de los piqueteros…”. Sería preocupante que estas afirmaciones las realizaran corrientes del medio político proletario, en cambio no nos extrañan en boca del GCI, un grupo semianarquista que reivindica la ideología pequeña burguesa y racista de Bakunin, lo que nos preocupa son los engaños que dicha publicación está llevando a sus lectores.
El movimiento piquetero, ya se dijo más arriba (con las excepciones de la Patagonia y del norte de Salta) es el heredero de las Manzaneras, y el supuesto asociacionismo que generarían los piquetes, no es más que la obligación que posee cada uno de los beneficiarios del “plan Trabajar” o de cualquiera de los subsidios para no perder dichas migajas que el estado burgués le otorga. No existe entre sí solidaridad, todo lo contrario, es todos contra todos, buscar obtener un beneficio en perjuicio y a costa del hambre del otro.
Por ello no puede calificarse el piquete, ni mucho menos, como el hecho más significativo de la clase obrera y no se puede mentir descaradamente acerca de la “coordinación” de los obreros ocupados con los piquetes. Sigue mintiendo cuando dice que “el asociacionismo generalizado del proletariado en Argentina es sin dudas una afirmación incipiente de esa autonomización del proletariado… La acción directa, la organización en fuerza contra la legalidad burguesa, la acción sin mediaciones intermediarias… el ataque a la propiedad privada… son extraordinarias afirmaciones de esa tendencia del proletariado a constituirse en fuerza destructora de todo el orden establecido..”.
Estas afirmaciones son sin lugar a dudas una muestra cabal de un intento abierto de estafa a la clase obrera mundial para evitar que pueda extraer las lecciones y las enseñanzas necesarias. Es en definitiva un gran servicio que el GCI presta a la burguesía y a la clase dominante. No puede estafarse a la clase obrera intentado dibujar y cambiar el sentido de los hechos, de las acciones y de las consignas, “el que se vayan todos…” no es una afirmación revolucionaria, sino más bien una afirmación para que se queden todos, es la búsqueda de un “gobierno burgués honesto”.
Pero cabe preguntarse a qué se refiere el GCI con lo de “proletario”. Para este grupo, el proletariado no se define según el papel que juegan en la producción capitalista, es decir si son los dueños de los medios de producción o si venden su fuerza de trabajo. Para el GCI, proletario es una categoría que abarca tanto a los desocupados (que son parte de la clase obrera) como a los lumpen y demás capas o estratos sociales no explotadores, como puede verse en su publicación Comunismo nº 50.
La posición del GCI, de considerar al lumpen dentro de la categoría proletario, no es más ni menos que un intento de plantear en forma encubierta que se ha constituido un nuevo sujeto social revolucionario así como de dividir a los desocupados de su pertenencia a la clase obrera. Por más que lo niegue, el GCI, tiene en muchos aspectos posiciones similares a las adoptadas por el izquierdismo argentino, como el Partido obrero, cuando crea una subcategoría de obreros, los “ obreros piqueteros”. Y eso se ve cuando el GCI intenta explicar su visión (semianarquista y guerrillerista que nada tiene que ver con el marxismo) sobre ese sujeto proletario y dice acerca de los lumpen que son “los elementos más decididos a contraponerse a la propiedad privada” por ser los elementos más desesperados.
Pero la pregunta a formularse es la siguiente: ¿el lumpenproletariado es una capa social distinta al proletariado? Para el GCI no lo es, más bien es el sector más golpeado del proletariado. Aquí evidentemente el GCI asimila desocupados con lúmpenes lo cual es radicalmente falso. Ello no implica en lo absoluto que la burguesía con la desocupación procura que dichos destacamentos obreros sin trabajo se desmoralicen producto de su aislamiento y que procure asimismo lumpenizarlos para que pierdan su conciencia de clase. Pero de ello a la posición sustentada por el GCI hay una gran diferencia, ya que pensar tan siquiera tangencialmente que el lumpen es el sector más desesperado del proletariado y que dicha desesperación conlleva a “no respetar la propiedad privada”, es falso.
Los lumpenes son alguien plenamente integrado a la actual sociedad capitalista del sálvese quien pueda, de cada uno a la suya, y su “no respeto a la propiedad privada” es la desesperación de esta capa social.
Cabe afirmar que el GCI proclama de forma solapada el fin del proletariado, haciéndose eco de las ideologías y teorías propagandizadas por la burguesía en la década de los 90, al proclamar que dichas capas sociales sin futuro son parte del proletariado, y al negar a la clase obrera su carácter de la única clase social revolucionaria en nuestra época y la única clase que tiene una perspectiva comunista y de destrucción del sistema de explotación que impone el capitalismo.
Es falso el carácter proletario y revolucionario de la revuelta del 2001, es falso que el proletariado haya desafiado a la propiedad privada. Las estructuras asociativas a las que se refiere el GCI son parte integrante del aparato estatal, para dividir y desunir a la clase obrera, ya que los grupos piqueteros cualquiera que fuera su estructura, jamás pensaron ni se plantearon destruir la propiedad privada ni propusieron una perspectiva comunista.
En realidad, el GCI es parte integrante de toda la parafernalia mediática en torno a los piquetes y sus grupos piqueteros, mistificando, dividiendo, y desuniendo a la clase obrera, y negando el carácter revolucionario del proletariado, a través de temas a los que, por mucho que intente darles una apariencia marxista, no son más que una deformación de la ideología burguesa.
Además, el GCI lanza un artero ataque contra la CCI, y contra la posición que dicha corriente defendió con relación a los acontecimientos del 2001. Consideramos firmemente que la posición que adoptó la CCI en los sucesos de Argentina fue la única que extrajo correctamente las enseñanzas de dicha revuelta popular, mientras que el BIPR se basó pura y exclusivamente en el fetiche de las “nuevas vanguardias” y de las “masas radicalizadas de las naciones periféricas”.
El GCI (así como la Fracción interna de la CCI) adoptó una posición de carácter pequeño burgués, no proletaria y de neto tinte anarquista.
Nuestro pequeño grupo extrajo de las lecciones de la revuelta interclasista en Argentina, las mismas lecciones que los camaradas de la CCI, sin encandilarse por el impresionismo tercermundista del BIPR, ni por la “acción revolucionaria proletaria” de los lúmpenes tal como lo plantea el GCI.
¡Qué despropósito es asimilar a la rebelión interclasista argentina y las capas que intervinieron en ella con la revolución rusa de 1917!, ¿qué tiene de común denominador las expresiones de Kerensky con los análisis acerca del levantamiento del 2001?. La respuesta es NADA.
La analogía del GCI es evidentemente interesada. Pero ello no se debe a errores o análisis apresurados o a visiones idealistas, todo lo contrario, ello es producto pura y simplemente de su opción ideológica que se aleja de la dialéctica materialista y del materialismo histórico, y abraza posiciones anarquistas, en una mezcla difícil de digerir, o sea, utilizando términos llanos, adoptan la ideología pequeña burguesa de las capas medias desesperadas y sin futuro.
Las posiciones de la FICCI
Capitulo aparte merece debatir las posiciones de la FICCI, este grupo a pesar de sus expresiones de ser la “verdadera CCI”, de ser la “única continuadora del programa revolucionaria de la CCI”, demuestra cabalmente su carácter de seguidista al BIPR, y sus análisis equivocados con respecto a la Argentina, lamentablemente no poseemos en español las posiciones de la FICCI con respecto de la Argentina, pero es indudable que de la lectura de la respuesta que dicho grupo realizó a una nota efectuada en Revolución comunista [publicación del NCI], respecto de Bolivia, da una cabal idea de las posiciones de dicho grupo.
“… La CCI actual, contrariamente al resto de todas las fuerzas comunistas, ha rechazado la realidad de las luchas obreras en Argentina (…) Pensamos que los movimientos en Argentina fueron un movimiento de lucha obrera (…) una visión esquemática puede comprender que el proletariado de los países de la periferia no tenga otra cosa que hacer más que esperar a que el proletariado de los países centrales abra la perspectiva de la revolución. Evidentemente, tal visión tiene implicaciones, consecuencias, en las orientaciones e incluso en la actitud militante hacia la lucha. Ya en los años 70 en la CCI, esta incomprensión incorrecta y vulgar, mecánica, había tendido a expresarse incluso en la prensa. Hoy, pensamos que esta visión vuelve con fuerza en las posiciones de la CCI actual bajo una visión absoluta, y por tanto idealista, de la descomposición, lo que ha conducido a que “nuestra” organización adoptara una posición indiferentista, derrotista, e incluso de denuncia, de las luchas obreras argentinas (ver su prensa de ese tiempo) en 2001-2002”.
Estas dos largas citas de la publicación de la FICCI, demuestra cabalmente los mismos errores cometidos por el BIPR, al cual aquella le hace seguidismo en forma no principista, y del GCI, los puntos de contacto es el de considerar en forma absurda que la revuelta popular en la Argentina fue una lucha obrera. Nada más falso.
Es cierto que la posición de la CCI, y de nuestro pequeño grupo difieren con relación al resto de las corrientes comunistas, especialmente el BIPR, y la misma no se refiere, como mal pretenden la FICCI, a una posición derrotista, todo lo contrario, no nos cansamos en reiterar hasta el hartazgo que es necesario extraer de las luchas todas las lecciones y experiencias a fin de no cometer errores o caer en impresionismo, como parece que estas fuerzas han sufrido con la experiencia piquetero. No implica decir que en Argentina 2001, 19 de diciembre no hubo lucha obrera, ser un desertor de la lucha de clases como expresa la FICCI, esta posición es típica de pequeños burgueses desesperados en busca de ver luchas obreras cuando en realidad no las hay.
Las naciones más industrializadas se hallan en condiciones más favorables para las luchas obreras revolucionarias, ya sea por su número, concentración en comparación con las naciones periféricas. Pero las condiciones para una revolución proletaria, entendida como una ruptura con la clase dominante, serán más favorables en aquellos países donde la burguesía es más fuerte y las fuerzas productivas han alcanzado un alto grado de desarrollo (…)
La FICCI, solamente ha llevado a cabo una política de calumnias e injurias contra la CCI, al igual que el GCI, y dicho accionar los ha llevado a negar lo innegable, a aceptar lo inaceptable, en primer lugar que la lucha en Argentina en el 2001 fue obrera, y a mistificar como órganos de la clase a los movimientos de desocupados, piquetes etc., cuando la práctica concreta de la lucha de clases ha demostrado lo contrario.
Por una perspectiva revolucionaria
Las corrientes piqueteras que en su conjunto manejan alrededor de 200 000 trabajadores desempleados, si bien no son sindicatos en el término exacto de la palabra, tienen aspectos de sindicatos (pago de cuota, adhesión ciega a la corriente que gestionó el plan, o le hace entrega de la bolsa de mercaderías etc., y fundamentalmente su carácter permanente). No importa que sean manejados por partidos izquierdistas o por la CTA en el caso del FTV, es así que de las primitivas luchas de los desocupados allá por 1996-1997 en la Patagonia en donde los desocupados se organizaron a través de comités, asambleas, etc., los partidos izquierdistas han logrado infiltrarse, como órganos del capital y han esterilizado la lucha de los trabajadores ocupados y desocupados.
Pero algún censor puede decir: ¿no pueden estas corrientes por acción de las bases regenerarse?, ¿deben los desocupados abandonar la lucha? La respuesta a estas preguntas es simplemente NO. Las organizaciones piqueteras, sean apéndices de un partido de izquierda, “independientes”, o brazo de una central obrera, como es el caso de la CTA con el FTV que lidera el oficialista D´Elia, son irrecuperables, están en función del capital, son aparatos de la burguesía, con el objetivo de dividir y dispersar las luchas, y esterilizarlas hasta transformar a los desocupados como parte integrante del paisaje urbano, sin perspectiva revolucionaria, y aislados de su clase.
Asimismo, no se plantea que los trabajadores desocupados deban abandonar la lucha, todo lo contrario deben redoblarla, pero es necesario dejar constancia que los trabajadores desempleados jamás podrán lograr sus reivindicaciones o reformas dentro de este sistema, es por ello que los desempleados deben luchar codo a codo con los ocupados contra este sistema, pero para ello es necesario romper con el aislamiento, no solo con respecto a los ocupados sino entre los desocupados entre sí, que hábilmente la burguesía a través de los partidos izquierdistas y corrientes piqueteras han establecido entre las mismas agrupaciones o con agrupaciones distintas, ya que han introducido la división entre los desempleados generando el pensamiento que el vecino o el compañero de barrio desocupado es un potencial adversario y enemigo que puede sacarle el subsidio y los alimentos.
Hay que romper esta trampa, es necesario que los desocupados rompan el aislamiento que el capital les ha impuesto, cohesionándose con el conjunto de la clase, de la cual ellos son parte, pero es necesario producir una gran transformación en la manera de organizarse, no a través de órganos permanentes, sino siguiendo los ejemplos de los trabajadores de la Patagonia en 1997, o del norte de Salta, en donde se dio la unidad entre la clase y los organismos de lucha fueron los comités, las asambleas generales con mandato revocable, aunque posteriormente fueron encuadrados por los partidos izquierdistas.
Pero igualmente, estas experiencias de lucha son válidas, ya que el desocupado debe luchar contra los subsidios miserables que les dan, contra el aumento de las tarifas públicas, etc., que es en cierta manera la misma lucha que llevan a cabo los ocupados por el salario, deben participar como apoyo en las luchas de clases y transformar sus luchas como parte integrante de un lucha general contra el capital.
Las corrientes piqueteras han creado el término “piquetero” para establecer no solo una diferenciación con los ocupados, sino también con los desocupados que no se hallan encuadrados en sus organizaciones. Las corrientes de desempleados al establecer categorías sociales o nuevos sujetos sociales como: obrero piquetero, desocupado piquetero, intentan dividir y excluir a millones de trabajadores ocupados y desocupados, siendo esta situación beneficiosa a la clase dominante: la burguesía.
Los piqueteros, al igual que en un momento dado los zapatistas fueron y son herramientas al servicio del capital, la “moda” de los pasamontañas, los neumáticos ardiendo en el medio de una autopista, es solamente un marketing del capitalismo, para decir a la clase en su conjunto dos cosas: que existen millones de desocupados prestos a ocupar por menores salarios el puesto de trabajo del obrero ocupado, y así paralizar el desarrollo de la lucha de clases, y por otro lado, con los programas levantados por las diversas corrientes piqueteras, planes de $150, más bolsones de comidas, trabajo genuino en las fabricas capitalistas, que no hay salida fuera de este sistema, por más gobierno obrero y popular que proclamen.
Es así la necesidad de los trabajadores desocupados de romper la trampa de la burguesía, y ello se lograra rompiendo las organizaciones piqueteras, abandonándolas, ya que estas al igual que los sindicatos y los partidos de izquierda son parte integrante del capital. Los trabajadores desocupados son eso, y no como lo plantea el izquierdismo piquetero, esta denominación es para aislar y dividir a los trabajadores desempleados del conjunto de la clase obrera, y transformarlos en una casta, tal como surge de las posiciones de la izquierda del capital.
Los trabajadores ocupados y desocupados en su conjunto deben tender a la unidad de la clase, ya que ambos sectores pertenecen a la misma clase social: obrera, y que ninguna solución provendrá en este sistema, ya que el mismo se halla en bancarrota, que solamente la revolución proletaria que destruya este sistema podrá acabar con la miseria, el hambre, la marginación. Esa es la tarea.
Buenos Aires, junio 16 de 2004