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Crisis económica mundial
El informe de la OCDE sobre el empleo –
El cinismo de la burguesía decadente
La burguesía tiene conciencia de que se instala en la crisis. La momentánea debilidad de la clase obrera internacional le permite utilizar el lenguaje cínico de una clase históricamente moribunda y que sabe que para sobrevivir tiene que intensificar la explotación y la opresión.
Los médicos han hablado. Los “expertos” de la Secretaría de la OCDE[1], que acaban de pasar dos años reflexionando intensamente, declaran que han cumplido “el mandato que le confiaron los ministros en mayo de 1992”. El tema del Informe: el paro, hipócritamente llamado “el problema del empleo”.
¿Cual es diagnóstico? ¿Que remedios proponen?
El estudio empieza por tratar de medir los síntomas. “Hay 35 millones de personas en paro en los países de la OCDE. Quince millones más, quizá, o bien han renunciado a buscar trabajo, o bien han aceptado, porque no tenían otra posibilidad, un empleo a tiempo parcial”.
La medida misma de la enfermedad plantea problemas: la definición del paro difiere según los países y, en todos los casos, subestima la realidad por evidentes razones políticas. Pero aun con esas deformaciones, las cifras baten records: 50 millones de personas golpeadas directamente por el paro, la cifra equivale a la población activa de Alemania y Francia juntas.
¿Como explican los médicos “expertos” que se haya llegado a tal situación, ellos que dicen que el capitalismo es un sistema eterno y que se ha rejuvenecido con el derrumbe del estalinismo?
“El surgimiento de un desempleo a gran escala en Europa, en Canadá y en Australia y la multiplicación de empleos mediocres combinada con la aparición del paro en Estados Unidos tienen una misma y única causa profunda: la incapacidad de adaptación de manera satisfactoria al cambio”.
¿Qué cambio? “... Las nuevas tecnologías, la globalización y la intensa competencia que se desarrollan a nivel nacional e internacional. Las políticas y los sistemas imperantes han vuelto rígidas las economías y paralizado la capacidad, y hasta la voluntad, de adaptación.”
¿En qué consiste esa “inadaptación”, esa “rigidez”? Los cándidos que creen que los economistas son otra cosa que charlatanes de mala fe, responsables de la “justificación” ideológica de la existencia del capitalismo, hubieran podido esperar que se hable de la rigidez de las leyes que, por ejemplo, obligan a pagar a los campesinos para que no cultiven la tierra, o a cerrar miles de fábricas en perfecto estado de funcionamiento, mientras que la miseria se sigue expandiendo sobre todo el planeta. Pero, no. La “rigidez” de que hablan nuestros doctores es la que puede estorbar el libre y despiadado juego de las leyes capitalistas, esas mismas leyes que hunden a la humanidad en un creciente caos.
El Informe ilustra cínicamente este punto de vista a través de los remedios, las “recomendaciones” que formula:
“... Suprimir toda consonancia negativa, dentro de la opinión pública, en relación con el cierre de empresas...
Aumentar la flexibilidad del tiempo de trabajo...
Aumentar la flexibilidad de los sueldos...
Considerar de nuevo el papel de los sueldos mínimos legales... modulando (éstos) en función de la edad y de las regiones...
Introducir ‘cláusulas de renegociación’ que permitan negociar de nuevo a niveles inferiores convenios colectivos firmados a niveles superiores...
Reducir el coste no salarial de la mano de obra... aliviando los impuestos sobre el factor trabajo (impuestos pagados por los patrones, NDLR) sustituyéndolos por otros impuestos, en particular sobre el consumo y el ingreso (impuestos pagados principalmente por los trabajadores -ndlr)...
Establecer las remuneraciones de empleos a un nivel inferior al que un beneficiario podría obtener en el mercado del trabajo para estimularlo a buscar un empleo regular...
Los sistemas (de seguro de empleo) han terminado por constituir una garantía de ingreso casi permanente en muchos países, lo que no incita a trabajar...
Limitar la duración del pago de prestaciones de paro en los países donde son largas...”
Raramente se había atrevido la burguesía a hablar con un lenguaje tan brutal y a un nivel tan importante. Sobre el fondo, las conclusiones de la OCDE difieren poco de las que han sido formuladas por los expertos de la Unión Europea o por el presidente estadounidense durante la última reunión del G7[2]. El Informe de la OCDE debe servir de base a los trabajos de la próxima reunión del G7, dedicada une vez más al problema del paro.
La clase dominante sabe qué fuerza le da el chantaje del paro sobre la clase explotada, sabe a qué dificultades se enfrenta la clase obrera en todos los países para volver a encontrar el camino de la lucha. Y eso le permite alzar el tono. Hablar un lenguaje sin matices.
En realidad, todos los gobiernos del mundo, a niveles diferentes, aplican políticas de este tipo. Lo que anuncia el documento de la OCDE es simplemente una agravación de esta orientación.
¿Qué eficacia pueden tener los “remedios” propuestos?
Una adaptación sana del capitalismo a los cambios que el mismo provoca, a nivel de la productividad técnica del trabajo y de la interdependencia de la economía mundial, es imposible.
La intensificación de la competencia entre capitalistas, agudizada por la crisis de sobreproducción y la falta de mercados solventes, conduce a una modernización sin límites del proceso de producción, remplazando hombres por máquinas, en una desenfrenada carrera por disminuir los costes. Esa misma competencia conduce a los capitalistas a transplantar una parte de la producción hacia países donde la mano de obra es más barata (China y Sureste asiático actualmente, por ejemplo).
Pero, con esto, los capitalistas no resuelven el problema crónico de la falta de mercados que afecta al conjunto de la economía mundial. En el mejor de los casos, se permite a algunos capitalistas sobrevivir a costa de los demás, pero, del punto de vista global, el problema no ha hecho sino agravarse.
La inadaptación no existe entre las necesidades del sistema capitalista y las políticas de los gobiernos (desde hace tiempo estos atacan sistemáticamente el nivel de vida de los explotados en todos los países, incluyendo los más industrializados). La inadaptación está entre las capacidades técnicas de la sociedad: productividad del trabajo, desarrollo de los medios de comunicación, internacionalización de la vida económica, por una parte, y, por otra, la subsistencia de las leyes capitalistas, las leyes del cambio, del salariado, de la propiedad privada o estatal. Es el capitalismo mismo que se ha vuelto totalmente inadaptado a las capacidades y necesidades de la humanidad. Como dice el Manifiesto comunista: “Las instituciones burguesas se han vuelto demasiado estrechas para contener las riquezas que han creado.”
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Lo único interesante en el “nuevo” discurso de la clase dominante reside en que reconoce que se enfrenta a una crisis que va a durar. Aunque los burgueses piensen siempre que su sistema es eterno, aunque hablen de una nueva reactivación de la economía mundial, hoy admiten que los años venideros se caracterizarán por la permanencia del paro masivo, que el proceso que ha conducido a un aumento ininterrumpido del número de parados en el planeta desde hace un cuarto de siglo no puede ser detenido.
El Informe demuestra cierta lucidez al encarar el futuro social: “Algunas personas no tendrán la capacidad de adaptarse a los imperativos de una economía que progresa... (hubieran debido haber dicho: de une economía cuya enfermedad mortal progresa). Su expulsión de movimiento general de las actividades económicas puede provocar tensiones sociales que podrían tener graves consecuencias en los planos humano y económico.”
Lo que ni ven, ni pueden ver los “expertos” es que esas “tensiones sociales” conllevan la única salida para la humanidad y que “las graves consecuencias en los planos humano y económico” pueden ser la revolución comunista mundial.
RV
18 de junio de 1994
[1] Organización de Cooperación y Desarrollo Económico. Reagrupa a los 24 países más industrializados del ex-bloque estadounidense (todos los países de Europa occidental, los Estados Unidos y Canadá, Japón, Australia y Nueva Zelanda. México está siendo integrado).
[2] Véase el artículo «La explosión del paro» en el número anterior de esta Revista.