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VIº Congreso del Partito comunista internacionalista
Un paso hacia delante para la Izquierda comunista
En el nº 13 de Prometeo, el Partito comunista internazionalista-Battaglia comunista (PCInt) acaba de publicar los documentos elaborados por su VIº Congreso.
El Congreso es el acto más importante en la vida de una organización revolucionaria. Es el órgano soberano que decide colectivamente las orientaciones, los análisis y posiciones programáticas y organizativas. Son razones suficientes para que nos pronunciemos sobre las decisiones importantes adoptadas por el PCInt. Hay sin embargo una razón más para hacerlo : queremos poner de relieve el posicionamiento global del Congreso, cuya voluntad ha sido dar respuestas a los problemas y a los retos que la evolución de la situación histórica plantea al proletariado y a su vanguardia: «El congreso substancialmente ha servido para fijar e integrar en el patrimonio “histórico” del partido lo que ya habíamos examinado, y en la medida de nuestras fuerzas elaborado frente a los cambios repetidos de la situación ; señalar el principio de lo que nos inclinamos a definir como una nueva fase en la vida política del partido y más generalmente de la izquierda comunista» (Prometeo, nº 13).
Esta conciencia de una «nueva fase» en la vida política del PCInt y de la Izquierda comunista ha animado al PCInt a modificar ciertas partes de la plataforma programática y de los criterios de agrupamiento del BIPR ([1]), que a nuestro parecer van en el sentido de una clarificación para el conjunto del medio revolucionario. Por esto es por lo que pensamos que el congreso ha sido un fortalecimiento de toda la Izquierda comunista en su combate por su defensa y su desarrollo.
Es evidente que el saludo que hacemos y el apoyo a los elementos positivos del congreso no significan en ningún caso que dejemos de lado las divergencias y críticas de los documentos del congreso con los que estamos en desacuerdo. En este artículo vamos a señalar ciertas divergencias; pero haremos sobre todo hincapié en lo que consideramos como contribuciones para el conjunto de la vanguardia comunista, como reforzamiento de las posiciones comunes de la Izquierda comunista. Sólo en un marco así podremos desarrollar más adelante divergencias y críticas.
La denuncia de la mistificación democrática
La historia del movimiento obrero del siglo XX muestra claramente que la pretendida «democracia» es la principal arma de la burguesía contra el proletariado. La farsa democrática permite al Estado capitalista engañar y dividir a los obreros, desviándolos de su terreno de clase, lo que le permite, una vez rematada esa labor, organizar una represión implacable que, en general, no tiene nada que envidiar a la que ejercen las formas más brutales de la dictadura del capital, fascismo o estalinismo.
En la situación actual, a causa de la desorientación en la que está la clase obrera (como consecuencia del hundimiento de los regímenes falsamente llamados «comunistas» y de toda la campaña anticomunista que ha organizado desde entonces la burguesía mundial), la mistificación democrática está conociendo un nuevo auge y esto explica la propaganda constante que moviliza a todos los medios del Estado para desviar a los proletarios hacia el terreno podrido de la defensa de la «democracia».
En este aspecto, en lo referente a la denuncia de los mitos democráticos, la antigua Plataforma del BIPR de 1984 ([2]) contenía ambigüedades y silencios. El BIPR, por ejemplo, no decía en ella nada sobre las elecciones y el parlamentarismo. Además afirmaba que «la revolución democrática ya no es una vía practicable. Se la debe considerar (y ya desde hace mucho tiempo) definitivamente cerrada en los bastiones imperialistas, imposibles de repetir en otros lugares en el período de decadencia». Estamos plenamente de acuerdo con esto, pero aunque la «revolución democrática» está bien denunciada como algo imposible, el PCInt no se pronuncia claramente sobre la posibilidad o imposibilidad de dirigir una lucha «táctica» por la «democracia» ([3]) cuando, además, habla de «la posible asunción en la agitación política revolucionaria de la reivindicación de ciertas libertades elementales».
La clarificación es tanto más importante en la nueva versión de la plataforma:
– por un lado el BIPR no se limita a denunciar las «revoluciones democráticas», sino que ataca «la lucha por la democracia»: «la era de la lucha democrática se acabó hace tiempo y no puede plantearse durante la era imperialista»;
– el BIPR ha añadido además un párrafo que rechaza explícitamente las elecciones: «la táctica del partido revolucionario está dirigida hacia la destrucción del Estado y la instauración de la dictadura del proletariado. Los comunistas no se hacen la menor ilusión de que la libertad de los obreros pueda ser conquistada por la vía de una mayoría cualquiera en el parlamento»;
– y más concretamente, añade otro párrafo en el que afirma que la «democracia burguesa es el taparrabos que esconde las vergüenzas de la dictadura burguesa. Los verdaderos órganos del poder en la sociedad capitalista están fuera del parlamento».
El BIPR ha retomado las Tesis sobre la democracia del Ier Congreso de la Internacional comunista (IC) y a ella se remite con profundidad de análisis y de perspectivas. A nuestro parecer falta sin embargo una condena explícita del uso de las elecciones. Por ejemplo, el BIPR no denuncia la teoría del parlamentarismo revolucionario defendida por la IC. Aquella teoría también decía que el parlamento no era sino la hoja de parra de la dominación burguesa y que resultaba imposible tomar el poder por la vía electoral o parlamentaria. Sin embargo preconizaba la «utilización revolucionaria» del parlamento como tribuna de agitación y medio de denuncia. Semejante posición, claramente errónea en aquellos tiempos, es hoy contrarrevolucionaria y es utilizada por los trotskistas para hacer caer a los obreros a la trampa de las elecciones.
Por otro lado, el BIPR ha conservado el párrafo que se refiere «a la reivindicación de ciertos espacios de libertad (como parte) de la propaganda revolucionaria». ¿A qué se refiere el BIPR? ¿Quiere, como el FOR ([4]), defender la idea de que aunque sea necesario rechazar la democracia parlamentaria y las elecciones, existirían, sin embargo, ciertas «libertades elementales» de reunión, asociación, etc., que la clase obrera tendría que conquistar legalmente como primer paso de la lucha? ¿Defiende, como lo hacen ciertos grupos trotskistas radicales, la idea de que esas «libertades mínimas» son un elemento de agitación que, incluso cuando no pueden ser obtenidos en el capitalismo, servirían a la defensa de la clase obrera «para hacer avanzar la conciencia»?. Sería necesario que clarifique esta cuestión el BIPR.
La cuestión sindical
El PCInt ya defendía una posición bastante clara sobre la cuestión sindical en contra de la posición burguesa tradicional de que los sindicatos serían de alguna forma órganos «neutrales» cuya orientación hacia el proletariado o hacia la burguesía dependería de los dirigentes. Esa posición ya la criticaba la plataforma de 1984: «Resulta imposible conquistar o cambiar los sindicatos : la revolución proletaria tendrá que pasar necesariamente sobre sus cadáveres».
En las posiciones adoptadas por el congreso de 1997 había modificaciones que a primera vista parecían bastante mínimas. El BIPR ha suprimido un párrafo de la plataforma de 1984 que invalidaba en la práctica la claridad afirmada teóricamente: «en el marco de los principios [la negación, mencionada arriba, de toda posibilidad de conquistar o cambiar los sindicatos], la posibilidad de acciones concretas diferentes en la utilización del trabajo comunista en los sindicatos depende de la elaboración táctica del partido». Nos parece totalmente positivo el haber eliminado ese párrafo, en la medida en que metía en el santuario de la «estrategia» las afirmaciones de principio contra los sindicatos para dejar las manos libres a los elásticos imperativos «tácticos» del «trabajo en los sindicatos».
También en ese sentido, el BIPR ha modificado el siguiente párrafo de la plataforma de 1984: «el sindicato no es y no puede ser el órgano de masas de la clase obrera en lucha», suprimiendo «en lucha» que significaba, sin decirlo claramente, que el BIPR no rechazaba la idea de que los sindicatos pudieran ser órganos de masas de la clase obrera cuando ésta no lucha. Esta corrección está reforzada en el documento adoptado por el congreso de 1997 «Los sindicatos hoy y la acción comunista» al afirmar: «no es posible dotarse de una verdadera defensa de los intereses, incluso los inmediatos, de los trabajadores si no es fuera y en contra de la línea sindical» (Tesis 7, Prometeo nº 13). Al precisar esto el BIPR cierra las puertas a la mentira trotskista de «la doble naturaleza» de los sindicatos, por un lado supuestamente favorables a los trabajadores en los momentos de calma social y por otro reaccionarios en los momentos de lucha y de presión revolucionaria. Es ésta una argucia para volver a encerrar a los obreros en la cárcel sindical, argucia a la que tan sensible es la corriente bordiguista. Pensamos que si el BIPR ha eliminado esas palabras «en lucha» es porque condena esa posición, aunque podrían haberlo dicho con más claridad.
En este mismo documento, el BIPR también toma sus distancias con el sindicalismo de base, versión radicalizada del sindicalismo que no ataca a las centrales sindicales importantes más que para defender mejor la pretendida «naturaleza obrera» del sindicalismo. Este documento afirma que «los intentos de formar nuevos sindicatos se han ahogado en una multitud de siglas sindicalistas de base, de las que muchas andan en busca de poderes contractuales institucionalizados, del mismo modo que los sindicatos oficiales» (Tesis 8).
También saludamos la sustitución del párrafo «el sindicato es el órgano de mediación entre el capital y el trabajo» por la formulación «los sindicatos nacieron como instrumentos de negociación de las condiciones de venta de la fuerza de trabajo», mucho más clara. La frase anterior contenía dos peligros:
– por un lado concedía a los sindicatos un carácter intemporal de órganos de mediación entre el trabajo y el capital, tanto en el período ascendente como también en el decadente, y la formula «los sindicatos nacieron como instrumentos de negociación» distingue la posición del BIPR de la típica de los bordiguistas para quienes los sindicatos nunca han cambiado;
– por otro lado, la idea de «órganos de mediación entre capital y trabajo» es errónea pues abre las puertas a la idea de unos sindicatos como órganos situados entre las clases antagónicas de la sociedad. Durante el período ascendente del capitalismo, los sindicatos no eran órganos de mediación entre las clases sino instrumentos de la lucha proletaria, nacidos de la lucha de los obreros y perseguidos violentamente por la burguesía. Resulta entonces muchísimo más claro hablar de órganos «nacidos como instrumentos de negociación de las condiciones de la venta de la fuerza de trabajo», pues ésta era una de sus funciones en aquel período histórico, en el que existía para los obreros la posibilidad de obtener mejoras y reformas. El BIPR se olvida sin embargo de la otra función de aquellos sindicatos, la que Marx, Engels y demás revolucionarios ponían de relieve: la de ser «escuelas del comunismo», instrumentos de organización y, en cierto sentido, también de clarificación, de las capas más importantes de la clase obrera.
En fin, el BIPR también ha realizado una modificación significativa en lo que se refiere a la intervención de los comunistas en la lucha de clases. Se trata de la cuestión de los «grupos comunistas de fábrica». La Plataforma de 1984 decía que «la posibilidad de favorecer la evolución de las luchas, desde el nivel inmediato en que surgen hasta el nivel más general de la lucha política anticapitalista, depende de la presencia y eficacia de los grupos comunistas de fábrica»; en cambio, la redacción adoptada en 1977 dice: «la posibilidad de que las luchas se desarrollen desde lo cotidiano hasta el nivel más amplio de la lucha política anticapitalista está subordinada, de hecho, a la presencia y eficacia de los comunistas en las fábricas, que estimulan a los obreros e indican el camino que seguir». Compartimos plenamente la preocupación del BIPR en cuanto al desarrollo de los medios de intervención de los revolucionarios en el proceso concreto de la lucha y politización de la clase. Sin embargo, aunque sea justa la preocupación, nos parece muy restrictiva la respuesta.
Por un lado, el BIPR ha eliminado justamente la idea de que la politización de la lucha inmediata de los obreros dependa de «la presencia y eficacia de los grupos comunistas de fábrica» ([5]), pero por el otro mantiene que la politización anticapitalista de los obreros «esta subordinada, de hecho, a la presencia y eficacia de los comunistas en las fábricas».
La «posibilidad de que las luchas se desarrollen desde lo cotidiano hasta al nivel más amplio de la lucha política anticapitalista» no depende solamente de la presencia de comunistas «en las fábricas». Los revolucionarios han de desarrollar una presencia política en las luchas de la clase mediante una intervención de prensa, panfletos, tomas de palabra en las huelgas y manifestaciones, en las asambleas y reuniones, en cualquier sitio en donde sea posible tal intervención, y no solamente en las fábricas en las que ya hay presencia de revolucionarios, como parece dar a entender la formulación del BIPR.
Según el otro documento, Los sindicatos hoy y la acción comunista, los comunistas han de formar en su entorno «organismos de intervención en la clase», que pueden ser «de fábrica» o «territoriales».
También nos parece confusa esa formulación. Pueden surgir en el proletariado diferentes formas de organismos, según los diferentes momentos de la relación de fuerza entre las clases:
– en los momentos de desarrollo de las luchas, lo que llamamos comités de lucha, o sea organismos en los cuales se agrupan los elementos más luchadores, que se dan el objetivo de contribuir a la extensión y autonomización de las luchas por medio de asambleas y comités de delegados elegidos y revocables en cualquier momento; más allá del «taller», agrupan o tienden a agrupar a trabajadores de sectores diversos;
– en momentos menos cruciales o durante los retrocesos tras períodos de lucha intensa, hay minorías que crean entonces grupos obreros y círculos de discusión, que se definen más bien por la necesidad de sacar lecciones de la lucha y que se van orientando hacia problemas más generales de la lucha obrera.
Frente a estas tendencias de la clase, la posición de los revolucionarios rechaza el «espontaneismo» que consiste en «esperar que la clase por sí misma, aisladamente, los haga surgir». Los revolucionarios intervienen en estos organismos y no vacilan en proponer y suscitar su formación en cuanto están reunidas las condiciones para su aparición. Estos organismos no son por lo tanto «organismos de intervención de los comunistas», son organismos de y en la clase, cuya intervención es distinta de la de la organización política comunista. Por esto pensamos que la formulación del BIPR sigue con ambigüedades y deja abierta la puerta a la idea de posible existencia de organismos intermedios entre la clase obrera y las organizaciones comunistas.
El papel del partido y la lucha por su constitución en nuestra época
El partido comunista mundial es un instrumento indispensable para el proletariado. La Revolución de octubre de 1917 lo demuestra, el proletariado no puede conseguir la victoria del proceso revolucionario y tomar el poder si no es capaz de constituir en su seno el partido que interviene, dirige políticamente e impulsa su acción revolucionaria.
Tras la derrota de la oleada revolucionaria mundial de 1917-23 y la degeneración de los partidos comunistas, los grupos de la Izquierda comunista intentaron sacar las lecciones concretas que esa experiencia dejó sobre el problema del partido:
– en primer lugar se dedicaron a la cuestión programática: la crítica y la superación de los puntos débiles del programa de la Internacional comunista que contribuyeron a su degeneración, en particular sobre las cuestiones sindical, parlamentaria, y la pretendida «liberación nacional» de los pueblos;
– en segundo lugar criticaron y superaron el concepto de partido de masas, producto de las tareas que debía cumplir el proletariado durante el período ascendente del capitalismo (organización y educación de la clase debido al peso de sus orígenes artesanos y campesinos; participación en el parlamento, por la posibilidad de luchas por mejoras y reformas).
Ese antiguo concepto llevó a la idea que ve al partido como el representante de la clase, el que la provee de dirigentes y toma el poder en nombre de ella, idea errónea que se reveló peligrosa y nefasta en el período revolucionario de 1917-23. Frente a ella, los grupos más avanzados de la Izquierda comunista dejaron claro que el partido es indispensable para la clase no como órgano de masas sino como fuerza minoritaria capaz de concentrarse sobre el objetivo de desarrollar la conciencia de la clase y su determinación política ([6]); no como órgano que toma el poder en nombre de la clase sino como el factor más dinámico y avanzado que contribuye, por su intervención y claridad, a que la clase ejerza colectiva y masivamente el poder por medio de los consejos obreros.
La posición que fue adoptada en la plataforma de 1984 por el BIPR, aunque muestra una clarificación sobre las posiciones programáticas (y que han sido profundizadas en este congreso de 1997, ya lo hemos visto en las partes precedentes de este artículo), expresaba sin embargo una ambigüedad hecha de afirmaciones generales vagas sobre la cuestión fundamental del partido, sus relaciones con la clase, su forma de organización y el proceso de su construcción. Los documentos del reciente congreso precisan sin embargo esas cuestiones y muestran una posición mucho más clara sobre el proceso de construcción del partido y sobre los pasos concretos que deben dar las organizaciones comunistas en el período actual.
En esa misma plataforma de 1984, el BIPR decía: «El partido de clase es el órgano específico e irremplazable de la lucha revolucionaria, pues es el órgano político de la clase». Estamos de acuerdo con que el partido es un órgano específico (al no poder confundirse o diluirse con el conjunto de la clase) y con que su papel es efectivamente irremplazable ([7]). Sin embargo, la formulación «es el órgano político de la clase» puede dar a entender que el partido es el órgano de toma del poder en nombre de la clase, sin afirmarlo abiertamente como lo hacen los bordiguistas.
La redacción de 1997 nos da una precisión importantísima, en el sentido de afirmar una posición más consecuente con la Izquierda comunista: «El partido de clase, o las organizaciones de las que surgirá, comprende la parte más consciente del proletariado organizada para defender el programa revolucionario». Por un lado, aunque esta cita no lo afirma más que indirecta e implícitamente ([8]), el BIPR rechaza a la visión bordiguista según la cual el partido es autoproclamado por una minoría, independientemente de la situación histórica y de la relación de fuerzas entre las clases, volviéndose el partido para siempre. Por otro lado, el BIPR ha remplazado la fórmula «órgano político de la clase» por otra más clara: «la parte más consciente del proletariado que se organiza para defender el programa revolucionario».
Es evidente que renunciar a la formulación de 1984 no significa negarle al partido su carácter político. El papel político del partido proletario no puede ser el mismo que el de los partidos burgueses, cuya función es la de ejercer el poder en nombre de los que representa. El proletariado, en tanto que clase explotada privada de toda forma de poder económico, no puede delegar el ejercicio de su poder político a una minoría, por fiel y clara que sea.
Por otro lado, el BIPR ha introducido en su cuerpo programático lecciones de la Revolución rusa de las que no se hacía ninguna referencia en sus documentos de 1984: «Las lecciones de la última oleada revolucionaria no son que la clase podría pasarse de una dirección organizada, como tampoco son que el partido en su conjunto es la clase (según la abstracción metafísica de los bordiguistas de estos tiempos), sino que la dirección organizada bajo su forma de partido es el arma más poderosa que pueda darse la clase. Su objetivo será luchar por una perspectiva socialista en la que los organismos de masas serán los que preceden a la revolución (soviets o consejos). Sin embargo, el partido no será sino una minoría en la clase obrera y no podrá serle un sustituto. El objetivo de construcción del socialismo le incumbe al conjunto de la clase y no puede ser delegado ni a la parte más consciente del proletariado».
El BIPR ha introducido explícitamente esta lección esencial de la Revolución rusa (que no es sino la confirmación de la consigna de la Primera internacional, «la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos») y desarrollado simultáneamente una reflexión sobre la forma que ha de tomar la relación entre los revolucionarios y la clase, el papel del partido, sus lazos con la clase.
Se puede leer en la plataforma de 1997: «la experiencia de la contrarrevolución en Rusia obliga a los revolucionarios a profundizar la comprensión de los problemas que tocan a las relaciones entre Estado, partido y clase. El papel desempeñado por lo que originalmente fue el partido revolucionario ha llevado a muchos revolucionarios potenciales a rechazar en bloque la idea misma de partido de clase». En vez de eludir el problema con frases declamatorias sobre la «importancia» del partido, el BIPR demuestra su capacidad en tratar la cuestión en términos históricos: «Durante la revolución, el partido obrará por conquistar la dirección política del movimiento, difundiendo y defendiendo su programa en los órganos de masas de la clase obrera. Del mismo modo que resulta imposible imaginar un desarrollo de la conciencia sin la presencia de un partido de clase, también resulta imposible imaginar que la parte más consciente del proletariado pueda mantener el control de los acontecimientos independientemente de los soviets. Estos son el instrumento por el cual se realiza la dictadura del proletariado, y su declive o marginalización de la escena política rusa contribuyeron al derrumbamiento del Estado soviético y a la victoria de la contrarrevolución. Los comisarios bolcheviques, al mantenerse aislados de una clase obrera agotada y hambrienta, tuvieron que gestionar el poder de un Estado capitalista y actuaron como todos los que gobiernan un Estado capitalista».
Y estamos totalmente de acuerdo con la conclusión que saca el BIPR: «En la revolución mundial de mañana, el partido revolucionario deberá intentar dirigir el movimiento revolucionario únicamente por medio de los órganos de masas de la clase, los cuales empujarán a su surgimiento. A pesar de que no exista receta alguna que nos garantice la victoria, por el hecho de que ni el partido ni los soviets mismos sean una defensa absoluta frente a la contrarrevolución, la única garantía de victoria está en la conciencia viva de las masas obreras».
El debate y el agrupamiento de los revolucionarios
Prosiguiendo esta clarificación, el BIPR ha añadido una serie de precisiones a los documentos de 1984 sobre la relación entre los grupos revolucionarios actuales y la forma concreta de contribuir hoy en el proceso que conduce a la constitución del partido revolucionario.
Frente a la ofensiva actual de la burguesía contra la Izquierda comunista que se expresa, por ejemplo, por la campaña «antinegacionista», los revolucionarios han de realizar una línea común de defensa. Por otro lado, el desarrollo internacional de minorías de la clase en búsqueda de posiciones revolucionarias exige que los grupos comunistas abandonen de una vez el sectarismo y el aislamiento y propongan, por el contrario, un marco coherente a todos esos elementos, para darles la posibilidad de conocer el patrimonio común de la Izquierda comunista así como las divergencias que existen en su seno.
Al contestar correctamente a estas preocupaciones, el BIPR ha añadido un complemento a los criterios de las conferencias internacionales (véase la Pataforma de 1984) que afirma:
« Consideramos el Buró como una fuerza en el campo político proletario, campo que comprende a los que luchan por la independencia del proletariado frente al capital, que no tienen nada que ver con ningún nacionalismo sea cual sea su forma, que no reconocen nada de socialista en el estalinismo y la antigua URSS y que, al mismo tiempo, reconocen en Octubre del 17 el punto de partida de una revolución europea más amplia ».
El PCInt reconoce «las diferencias políticas importantes existentes en las organizaciones que constituyen dicho campo, entre ellas la cuestión de la naturaleza y la función de la organización revolucionaria», como la necesidad de comenzar una discusión sobre el tema. Este es el método correcto y sin duda alguna representa un cambio importante de actitud con respecto a la posición del BIPR en la IIIª conferencia internacional de la Izquierda comunista, que se mantuvo en sus documentos de 1984.
Recordemos que, apoyado por la CWO, el PCInt propuso durante la última sesión un criterio más sobre el papel de «dirección política» del partido, que no tenía, a nuestro parecer, más sentido que el de excluir a la CCI de las conferencias internacionales, como lo declaramos en aquel entonces ([9]), puesto que el PCInt se negó a discutir la contrapropuesta presentada por la CCI a ese criterio. Esta contrapropuesta exponía también el papel de dirección política del partido, colocándolo en el marco del ejercicio del poder por los consejos obreros. Esta es una cuestión que, afortunadamente como lo hemos puesto en evidencia, el BIPR desarrolla claramente en su plataforma de 1997. Además y sobre todo, el PCInt había rechazado un proyecto de resolución que planteaba una discusión amplia y profunda sobre su concepción del partido, su carácter y sus relaciones con el conjunto de la clase. Hoy, en cambio, el BIPR propone una discusión sistemática sobre el tema, lo que nos parece ser una apertura decidida para la clarificación programática en la Izquierda comunista. No podemos en el marco de este artículo tomar profundamente posición sobre los puntos enunciados por el BIPR. Sin embargo queremos poner de relieve el punto 2 (que compartimos totalmente como el punto 6 que hemos comentado): «El BIPR tenderá a la formación del Partido comunista mundial en el momento en que existan un programa político y las fuerzas suficientes para su constitución. El Buró se pronuncia a favor del partido sin pretender ser el único núcleo de su origen. El futuro partido no será simplemente el fruto del crecimiento de una sola organización».
De esta visión justa, el BIPR despeja el punto 3 que también compartimos: «antes de que se constituya el partido revolucionario, todos los detalles de su programa político han de ser clarificados a través de discusiones y debates entre las partes que lo constituirán » ([10]).
Se destaca de tal afirmación el compromiso por parte del BIPR de discutir rigurosamente con los demás grupos revolucionarios para lograr una clarificación del conjunto de la Izquierda comunista y de la nueva generación segregada por la clase que manifiesta su interés por sus posiciones. Saludamos este compromiso e incitamos a su concreción y desarrollo con actitudes y pasos prácticos. Por nuestra parte, contribuiremos con todas nuestras fuerzas a su desarrollo.
Adalen, 16/11/97
[1] BIPR: Buró internacional por el partido revolucionario, formado por el PCInt y la CWO (Communist Workers Organisation, Gran Bretaña).
[2] De hecho, el congreso del PCInt, en el que participaba una delegación de la CWO, fue la ocasión para modificar la plataforma del BIPR.
[3] Esa precisión era tanto más necesaria porque la extrema izquierda del capital, y más especialmente los trotskistas y otros «izquierdistas» reconocen que la «lucha por la democracia» no es «revolucionaria», pero la consideran «vital» por razones «tácticas» o «primer paso» para «avanzar hacia el socialismo».
[4] FOR: Fomento obrero revolucionario, grupo del medio político proletario, por desgracia desaparecido hoy, animado por G. Munis, procedente de una ruptura con el trotskismo en 1948.
[5] Esta posición era parecida a la del KAPD, el cual, en los años 20, preconizaba las Uniones (Unionen), órganos intermedios a medio camino entre la organización general de la clase y la organización política, dotados de una plataforma que recogía a la vez las posiciones políticas y lo cotidiano. De hecho, esas uniones fueron una barrera para la clase obrera a causa de sus concesiones al sindicalismo.
[6] Lenin, en su polémica de 1903 y en todo el combate de los bolcheviques desde el principio hasta en 1917, defendió una ruptura clara, aunque no la desarrollara hasta sus últimas consecuencias, con el concepto de partido de masas.
[7] Ver entre otros artículos: «La función de la organización revolucionaria», Revista internacional nº 29, «El partido y sus relaciones con la clase», Revista internacional nº 35.
[8] En la explicación que el BIPR añadió a los Criterios de las Conferencias internacionales, fue muchos más preciso: «la proclamación del partido revolucionario o de su núcleo inicial basándose únicamente en la existencia de pequeños grupos de activistas no representa un gran paso adelante para el movimiento revolucionario».
[9] Véase nuestra posición en las Actas (“Procès-verbaux”) de la IIIª Conferencia internacional que pueden obtenerse en nuestras direcciones y también el balance que hemos hecho de las Conferencias internacionales y de la actitud de Battaglia communista en la Revista internacional nº 22.
[10] Esa visión globalmente justa no debe llevar, claro está, a una interpretación esquemática según la cual habría que retrasar la formación del partido hasta el «esclarecimiento de todos los detalles». Por ejemplo, en marzo de 1919, la fundación de la IIIª Internacional (que ya llevaba retraso) era urgente y se formó siguiendo la opinión de Lenin frente a la del delegado alemán, el cual, invocando el hecho real de que quedaban puntos por aclarar, quería retrasarla.