En Nueva York como por todas partes el capitalismo siembra la muerte

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SABEMOS ahora que los atentados de Nueva York han causado más de 6000 muertos. Más allá de esta cantidad - espantosa ya - la destrucción del World Trade Center significa un giro en la historia cuyo alcance no podemos hoy calibrar. Es el primer ataque contra territorio estadounidense desde Pearl Harbour en 1941. El primer bombardeo de su historia en el territorio americano de Estados Unidos. El primer bombardeo de una metrópoli de un país desarrollado desde la Segunda Guerra mundial. Ha sido un indudable acto de guerra como dice la prensa. Y como todo acto de guerra ha sido un crimen abominable, un crimen cometido contra una población civil sin defensa. Como siempre, ha sido la clase obrera la principal víctima de ese acto. Secretarias, barrenderos, obreros almacenistas, oficinistas, la amplia mayoría de los muertos eran de los nuestros, de nuestra clase.
Negamos todo derecho a la burguesía hipócrita y a la prensa a sus órdenes a lloriquear por los obreros asesinados. La clase dominante es responsable de ya demasiadas matanzas: la espantosa carnicería de la Primera Guerra mundial; la todavía más atroz de la Segunda, en la que por vez primera, los civiles fueron sus blancos principales. recordemos de qué ha sido capaz la burguesía: bombardeos de Londres, de Dresde y de Hamburgo, de Hiroshima y Nagasaki, millones de muertos en los campos de concentración nazis y en los gulags estalinistas. Recordemos el infierno de los bombardeos sobre poblaciones civiles, y del ejército iraquí huyendo durante la Guerra del Golfo en 1991, y sus cientos de miles de muertos.
Recordemos las matanzas cotidianas, de hoy de ayer y de mañana, en Chechenia, perpetradas por la burguesía rusa con la complicidad plena de los Estados democráticos de Occidente. Recordemos la complicidad de los Estados belga, francés o norteamericano en la guerra civil en Argelia, las matanzas horribles en Ruanda.
Recordemos en fin que hoy, la población afgana, aterrorizada por los inminentes bombardeos estadounidense, ha sufrido veinte años de guerra ininterrumpida, que han dejado dos millones de refugiados en Irán, dos millones más en Pakistán, más de un millón de muertos, y la mitad de la población dependiente de abastecimientos de la ONU o una ONG.
Son esos solo unos cuantos ejemplos de los desmanes de una capitalismo hundido en una crisis económica sin salida, en una decadencia irremediable. Un capitalismo en el atolladero.
El bombardeo no es un ataque "contra la civilización", sino, al contrario, la mismísima expresión de la "civilización" burguesa.
Hoy, cínica, hipócrita, la clase dirigente de este sistema putrefacto, se planta ante nosotros, con las manos chorreando todavía la sangre de tantos obreros y desventurados asesinados bajo sus bombas, lloriqueando por unas personas de cuya muerte es ella la responsable.
Las campañas actuales de las democracias occidentales contra el terrorismo son especialmente hipócritas. No solo porque la destrucción perpetrada contra poblaciones civiles por el terror estatal de esas democracias es mil veces más carnicero que el peor de los atentados (millones de muertos, citando solo las guerras de Corea o de Vietnam). No solo porque, so pretexto de combatir el terrorismo, esas mismas democracias se asocian con Rusia, entre otras potencias, de la que han denunciado en varias ocasiones los actos de guerra contra su propia población en Chechenia. No sólo porque nunca vacilaron en usar el golpe de Estado y las dictaduras más bestiales para imponer sus intereses (como Estados Unidos en Chile, por ejemplo). Son hipócritas porque ellas mismas nunca han hecho ascos al uso del arma terrorista, al sacrificio de vidas civiles, si esos métodos podían servir a sus intereses del momento. Recordemos algunos ejemplos de la historia reciente:
- En los años 80, la aviación rusa derriba un Boeing de la Korean Air Lines en el espacio aéreo de la URSS; después se supo que el desvío había sido provocado por los servicios de inteligencia de EE.UU. para estudiar las reacciones rusas ante la incursión en su espacio aéreo.
- Durante la guerra Irán-Iraq, EE.UU. derriba un avión de línea iraní que sobrevolaba el golfo Pérsico. Fue una advertencia al Estado iraní para que se mantuviera tranquilo y no desencadenara la guerra en los Estados del Golfo.
- Mientras llevaba a cabo sus pruebas nucleares en Mururoa en el Pacífico, Francia mandó a sus servicios secretos a Nueva Zelanda a que dinamitaran y hundieran el navío "Rainbow Warrior" de Greenpeace.
-Un atentado en la estación italiana de Bolonia que mató a unas cien personas en los años 70 se achacó durante mucho tiempo a las Brigadas Rojas, para acabar reconociendo que fueron los servicios secretos italianos. Estos mismos servicios estuvieron involucrados en toda la madeja mafiosa de la red Gladio instalada por EE.UU. en Europa entera y de la que se sospecha toda una serie de ataques asesinos en Bélgica.
- Durante la guerra civil en Nicaragua, el gobierno Reagan organizó el transporte de armas y dinero para los guerrilleros de la "Contra". Fue una acción ilegal, ocultada al Congreso y financiada con la venta de armas a Irán (ilegal también) y el narcotráfico.
- El Estado tan democrático de Israel prosigue hoy una campaña de asesinatos y atentados en territorio palestino contra dirigentes del Fatah, de Hamas y otros (1).
No podemos hoy afirmar con certeza que haya sido Osama Ben Laden el responsable del ataque a las Torres Gemelas, como lo acusa el Estado norteamericano. Si esta hipótesis se confirmara, se trataría de un señor de la guerra vuelto incontrolable por sus antiguos dueños. Ben Laden no es un simple terrorista fanático ahíto de Islam. Su carrera, al contrario, se inició como eslabón de la cadena del imperialismo americano durante la guerra contra la URSS en Afganistán. Perteneciente a una pudiente familia saudí apoyada plenamente por la familia real, Ben Laden fue reclutado por la C.I.A. en Estambul en 1979:
"La guerra de Afganistán acaba de estallar. Estambul es el lugar de tránsito escogido por EEUU para conducir a los voluntarios hacia la guerrilla afgana. Osama Ben Laden se convierte en intermediario financiero del tráfico de armas, financiado a partes iguales por EE.UU y Arabia Saudí, hasta 1200 millones de $ por año. En 1980, llega a Afganistán en donde permanecerá hasta la retirada de las tropas rusas en 1989. Se encarga de repartir el tesoro entre las diferentes facciones de la resistencia, función clave, eminentemente política. En aquel entonces, goza del apoyo total de los americanos y del régimen saudí, gracias a su amigo el príncipe Turki Ben Faysal, hermano del rey y jefe de los servicios secretos saudíes, y a la familia de éste. Transforma dinero "limpio" en "sucio" y después hará lo contrario"
(Le Monde, 15 de septiembre).
Según este diario francés, Ben Laden construyó una red de tráfico de opio junto con su amigo Gulbuddin Hekmatyar, jefe talibán apoyado también por EE.UU. Quienes ahora se tratan mutuamente de "gran Satán" o "terrorista mundial nº 1" y otras lindezas, cual si fueran enemigos irreductibles, eran ayer mismo en realidad aliados indefectibles (2).


El marco general


Más allá, sin embargo, de la aversión que nos inspiran a la vez las matanzas de Nueva York y la hipocresía de la burguesía que las denuncia, los revolucionarios y la clase obrera necesitan comprender los porqués de esa masacre si no queremos quedarnos de simples espectadores aterrorizados por el acontecimiento. Y contra la prensa y los medios burgueses que no cesan de declarar que el responsable es el integrismo, los "Estados delincuentes", los "fanáticos", nosotros contestamos que el verdadero responsable es el sistema capitalista como un todo.
Para nosotros (3), los inicios del siglo pasado estuvieron marcados por la entrada de la sociedad capitalista en su período de decadencia a nivel mundial. Con la entrada en los años 1900, el capitalismo terminó su misión histórica: la integración de todo el planeta en un único mercado mundial; la eliminación del dominio de antiguas formas de poder (feudal, tribal, etc.) todo lo que puso las bases materiales sobre las que se hacía posible la construcción de una verdadera comunidad humana por vez primera en la historia. Al mismo tiempo, el que las fuerzas productivas hubieran alcanzado ese punto de desarrollo significó que las relaciones de producción capitalistas se convirtieron entonces en una traba para su desarrollo posterior. Desde entonces, el capitalismo dejó de ser un sistema progresista, convirtiéndose en un estorbo para la sociedad.
La decadencia de una forma social nunca se abre a un simple período histórico de declive o de estancamiento. Al contrario, el conflicto entre fuerzas productivas y relaciones de producción es obligatoriamente violento. En la historia es lo que se vio en el período de decadencia del Imperio romano esclavista, marcado por convulsiones, guerras internas y externas, invasiones de los bárbaros, hasta la instalación de nuevas relaciones de producción, las feudales, que permitieran la eclosión de una nueva forma de sociedad. De igual modo, la decadencia del modo de producción feudal estuvo marcado por dos siglos de guerras destructoras hasta que las revoluciones burguesas (especialmente en Inglaterra en el siglo XVII y en Francia en el XVIII) acabaran con el poder de los señores feudales y de las monarquías absolutas, abriéndose así el período de dominación de la burguesía capitalista.
El modo de producción capitalista ha sido el más dinámico de toda la historia humana, pues vive únicamente mediante el trastorno constante de las técnicas productivas existentes y - lo que es todavía más importante - mediante la ampliación continua de su campo de actividad. Menos todavía que otro modo de producción, su decadencia no podía ser un período de paz. Materialmente, la entrada del capitalismo en su decadencia estuvo marcada por dos hechos gigantescos y contrarios: la Primera Guerra mundial y la Revolución obrera de 1917 en Rusia.
Con la guerra de 1914, los enfrentamientos entre grandes potencias imperialistas ya no serán guerras limitadas o enfrentamientos en países lejanos como cuando la carrera colonial. Desde entonces los conflictos van a ser mundiales, de una inconcebible mortandad y destrucción.
Con la Revolución de Octubre de 1917, el proletariado ruso logró por vez primera en la historia derrocar un Estado capitalista; la clase obrera reveló su naturaleza de clase revolucionaria capaz de poner fin a la barbarie bélica y abrir los caminos hacia la constitución de una nueva sociedad.
En su Manifiesto, la IIIª Internacional, fundada precisamente para dirigir al proletariado por el camino de la revolución, declaró que el período abierto por la guerra era el de la decadencia capitalista, el "período de guerras y de revoluciones", en el que - como decían Marx y Engels en El manifiesto comunista - la alternativa era o victoria de la revolución o "ruina común de las clases en conflicto". Los revolucionarios de la Internacional comunista consideraban o la victoria o la caída en los infiernos de toda la civilización humana.
No podían ni imaginarse lo que serían los horrores de la Segunda Guerra mundial, los campos de concentración, los bombardeos nucleares. Todavía menos podrían haberse imaginado la situación histórica inédita en la que nos encontramos hoy.
Al igual que la guerra de 1914 significó la entrada del capitalismo en su período de decadencia, el desmoronamiento del bloque ruso en 1989 marcó la entrada del capitalismo en una nueva fase de esa decadencia: la fase de la descomposición. La tercera guerra mundial, que se fue preparando desde que terminó de la Segunda Guerra mundial en 1945, no se produjo. Desde mayo de 1968 en Francia, donde ocurrió la mayor huelga de la historia, una serie de luchas obreras que estremeció a los principales países capitalistas hasta finales de los años 80, demostró que el proletariado mundial, y especialmente el de los países del corazón del sistema, no estaba dispuesto a alistarse en guerras "como en 1914", ni siquiera como en 1939. Sin embargo, por mucho que la clase obrera se negara implícitamente y por sus actos a dejarse alistar, no por ello logró alcanzar la conciencia de su verdadero lugar en la sociedad capitalista, ni de su papel histórico de enterrador del capitalismo. Una de las expresiones más patentes de esa dificultad se plasma en la incapacidad de las organizaciones comunistas de hoy para ser algo más que unos grupos minúsculos, dispersos y sin eco significativo en la clase obrera.
Desapareció pues la amenaza de guerra mundial en dos bloques imperialistas, pero el peligro para la humanidad permanece. La descomposición del capitalismo no es una "fase más" a la que le sucederían otras. No, es la última de su decadencia, que sólo tiene dos salidas: o la revolución proletaria con el paso a otra forma de sociedad humana o caída más o menos acelerada en una barbarie infinita, que ya conocen bastantes países subdesarrollados y que acaba de golpear por vez primera en el corazón mismo de la sociedad burguesa. Eso es lo que está en juego en el período en el que vivimos.
La desaparición del imperio ruso no ha acabado, ni mucho menos, con las rivalidades imperialistas. Muy al contrario, ha permitido la libre expresión de las ambiciones imperialistas no solo de las antiguas grandes potencias europeas, sino también de las potencias secundarias, regionales, y hasta los países más pequeños y hasta los últimos y más cutres señores de la guerra.
El 1989, el presidente Bush nos anunció el final del conflicto contra el "imperio del mal", prometiéndonos una nueva era de paz y de prosperidad. En 2001, Estados Unidos es golpeado por primera vez en su historia y el Bush-hijo, presidente ahora, nos propone una cruzada del "bien contra el mal", una cruzada que durará "hasta la erradicación de todos los grupos terroristas de alcance mundial". El 16 de septiembre, Donald Rumsfeld, ministro de Defensa de EE.UU., repite que será "un esfuerzo largo, amplio, sostenido" que se extenderá no solo "durante semanas y días, sino por años" (citado en Le Monde del 18/09/01). Estamos pues ante una guerra cuyo fin ni siquiera la clase dominante pretende vislumbrar. No es el momento de hacer aspavientos sobre los diez años pasados de "prosperidad" americana, sino de tomar conciencia de una realidad que Winston Churchill prometió al pueblo inglés en 1940: "sangre, sudor y lágrimas".
La situación ante la que hoy estamos confirma palabra por palabra la resolución que en nuestro XIVº Congreso internacional verificado en la primavera de este año:
"la dislocación de los antiguos bloques, en su estructura y su disciplina dio rienda suelta a las rivalidades entre naciones a unos niveles desconocidos, resultado de un combate cada día más caótico, cada uno para sí, un combate que involucra desde las grandes potencias mundiales hasta los más ruines caudillos de guerras locales (…) La característica de las guerras en la fase actual de descomposición del capitalismo es que no son menos imperialistas que las guerras en las fases anteriores de su decadencia, pero sí se han vuelto más extensas, más incontrolables y más difíciles de hacer cesar incluso temporalmente. (…) [Los Estados capitalistas] están todos entrampados en una lógica que no pueden controlar, una "lógica" que cada vez lo es menos, incluso con un enfoque capitalista, y es eso precisamente lo que hace que la situación ante la que está enfrentada la humanidad sea tan peligrosa e inestable".


¿ Quién saca provecho del crimen ?


En el momento en que escribimos, nadie - ningún Estado, ningún grupo terrorista - ha reivindicado el atentado. Es sin embargo evidente que ha exigido una larga preparación y unos medios materiales importantes; el debate entre "especialistas" sigue abierto para saber si ha sido obra de un grupo terrorista únicamente, o si una acción de tal calibre no necesitaba que se involucraran los servicios secretos de un Estado. Todas las declaraciones públicas de las autoridades estadounidenses señalan a la organización Al Qaida de Osama Ben Laden, pero ¿habrá que creer esas declaraciones a pies juntillas? (4).
A falta de elementos verdaderamente concretos y con la poca confianza que podamos acordar a los medios de la burguesía, nos vemos obligados a seguir el viejo método de cualquier detective que se precie, o sea, buscar el móvil. ¿A quién favorece el crimen?
¿Lo habría intentado otra gran potencia? Uno de los Estados europeos, por qué no Rusia o China, perjudicados por la superpotencia norteamericana, que hace sombra a sus propias ambiciones, ¿no habría intentado dar un tremendo golpe en el corazón de Estados Unidos desprestigiando así la imagen de la superpotencia en el mundo? Esta tesis nos parece, a priori, tanto más imposible por cuanto el resultado de los atentados parece previsible en el plano internacional, o sea, la determinación estadounidense de golpear militarmente donde le parezca oportuno y su capacidad para involucrar, de mal o buen grado, a todas las potencias.
Están después los llamados "Estados delincuentes" como Irak, Irán, Libia, etc. La tesis, en este caso también, nos parece de lo más improbable. Porque, además de que esos Estados son menos "indeseables" que lo que quieren hacer creer (el gobierno iraní, por ejemplo, es más bien favorable a una alianza con EE.UU.), es evidente que el riesgo para ellos sería enorme si se descubriera el crimen. Arriesgarían el aplastamiento militar total por unas ventajas muy inciertas.
En Oriente Próximo están también los palestinos y el Estado de Israel que se acusan mutuamente de terrorismo. Apartamos inmediatamente la hipótesis palestina: Arafat y sus secuaces saben perfectamente que solo EE.UU. puede impedir a Israel acabar con su aborto estatal; para ellos, los atentados de Nueva York son un desastre total, pues hacen caer el desprestigio sobre todo lo árabe. Es este mismo razonamiento, pero en el otro sentido (para mostrar al mundo y sobre todo a EE.UU. que hay que acabar con el "terrorista Arafat") lo que podría incitar a plantearse la pista israelí. Es un crimen del que sería posiblemente capaz el Mosad (servicios secretos de Israel) en lo que a organización se refiere, pero es difícil imaginarse cómo iba el Mosad a actuar sin el acuerdo del Estado norteamericano.
Las acusaciones estadounidenses están sin duda justificadas: los atentados se deberían a uno de esos grupo de la enorme nebulosa de grupos terroristas que pululan en Oriente Medio y diseminados por el mundo entero. En este caso, sería más difícil encontrar el móvil, al no tener esos grupos un interés estatal fácilmente identificable. Puede sin embargo ponerse de relieve que incluso si el grupo Al Qaida fuera inculpado, no por ello se esclarecerían las cosas; el deterioro de la economía capitalista mundial ha venido acompañada por el desarrollo de una gigantesca economía paralela, basada en la droga, la prostitución, el tráfico de armas y el de refugiados. Así, el austero régimen islámico de los talibán no ha impedido - ni mucho menos - que Afganistán se haya convertido en el abastecedor principal del mundo en opio y en heroína. En Rusia, el hombre de negocios Berezovski, gran amiguete de Yeltsin, apenas si ha ocultado sus vínculos de negocios con las mafias chechenas. En Latinoamérica, las guerrillas izquierdistas, como las FARC colombianas, se financian con la venta de cocaína. Por todas partes, los Estados manipulan esos grupos por sus propios intereses. Y esto, como mínimo desde la guerra de 1939-1945 cuando el ejército americano mandó sacar de la cárcel al mafioso Lucky Luciano para que éste pudiera favorecer el desembarco de las tropas aliadas en Sicilia. Tampoco puede excluirse que algunos servicios secretos hayan podido actuar por cuenta propia fuera de la voluntad de sus gobiernos.
La última hipótesis podría parecer la más "descabellada": el gobierno norteamericano, o una fracción de éste en el seno de la CIA por ejemplo, habría podido, aunque no fuera preparar el atentado, haberlo provocado y dejarlo ejecutar sin intervenir. Cierto es que los destrozos en la credibilidad de EE.UU. en el mundo y en la economía son demasiado descomunales para que tal teoría fuera tal solo imaginable.
Sin embargo, antes de descartarla, vale la pena hacer una comparación en profundidad con el ataque japonés a Pearl Harbour (comparación muy presente en la prensa, por lo demás), haciendo un paréntesis histórico.
El 8 de diciembre de 1841, la fuerza aeronaval japonesa ataca la base estadounidense de Pealr Harbour, en Hawai, en donde se ha agrupado la práctica totalidad de las fuerzas navales americanas del Pacífico. El ataque sorprende totalmente a los militares encargados de la seguridad de la base, provocando grandes estragos: la mayoría de los navíos anclados son destruidos, al igual que la mitad de los aviones, hubo más de mil muertos o heridos del lado americano contra solo 30 aviones del lado japonés. Hasta entonces, la mayoría de la población de EE.UU. se opone a la entrada en guerra contra las fuerzas del Eje y los sectores aislacionistas de la burguesía americana, que animan el Comité "América primero", ocupan el terreno. El ataque "hipócrita y cobarde" de los japoneses hará callar todas las resistencias. El presidente Roosevelt, quien, ya desde el principio, quería que su país participara en la guerra, aportando ya desde hacía tiempo un apoyo al esfuerzo bélico de Gran Bretaña, declara: "debemos constatar que la guerra moderna, conducida a la manera nazi, es algo repugnante. Nosotros no queríamos entrar en ella. En ella estamos y vamos a combatir con todos nuestros recursos." Y realiza desde entonces una unión nacional sin fisuras en torno a su política.
Después de la guerra, impulsada por el Partido republicano, se lleva a cabo una amplia investigación para determinar por qué causas los militares norteamericanos fueron sorprendidos hasta semejante grado por el ataque japonés. La investigación hizo aparecer claramente que las autoridades políticas más elevadas eran las responsables del ataque japonés y de su éxito. Por un lado, durante las negociaciones americano-japonesas que se estaban desarrollando en esos momentos, se había impuesto a Japón condiciones inaceptables, en particular, el embargo de petróleo. Por otro lado, aun cuando estaban al corriente de los preparativos japoneses (especialmente en la intercepción de mensajes del estado mayor cuyo código secreto conocían), los dirigentes americanos no informaron al mando de la base de Pearl Harbour. Roosevelt incluso desautorizó al almirante Richardson, que se había opuesto a que toda la flota del Pacífico se amontonara en esa base. Cabe señalar, sin embargo, que los tres portaaviones (o sea los tres navíos, con mucho, más importantes) que habitualmente fondeaban en Pearl Harbour habían dejado puerto unos cuantos días antes. De hecho, la mayoría de los historiadores serios está hoy de acuerdo en considerar que el gobierno provocó a Japón para justificar la entrada de EE.UU. en la Segunda Guerra mundial obteniendo de ese modo la adhesión de la población estadounidense y de todos los sectores de la burguesía.
Es difícil hoy decir quién es el responsable de los atentados de Nueva York, ni afirmar que hayan sido una especie de reedición del ataque de Pearl Harbour. En cambio, lo que sí podemos afirmar con la mayor certidumbre es que el poder estadounidense es el primero en sacar provecho de ellos, demostrando así una gran capacidad para transformar en ventajas los contratiempos.


Cómo saca partido Estados Unidos de la situación

The Economist lo dice con pocas palabras:"La coalición que Estados Unidos ha reunido es extraordinaria. Una alianza que incluye a Rusia, a los países de la OTAN, a Uzbekistán, a Tayikistán, Pakistán, Arabia Saudí y a los demás países del Golfo, con el acuerdo tácito de Irán y de China no hubiera sido imaginable antes del 11 de septiembre"
Y, en efecto, la OTAN ha invocado por vez primera en su historia el artículo Vº del Tratado del Atlántico, que obliga a todos los miembros a acudir en ayuda de otro Estado atacado desde el extranjero. Todavía más extraordinario, el presidente ruso Putin ha dado su acuerdo para el uso de las bases en operaciones "humanitarias" (tan "humanitarias" sin duda como los bombardeos de la guerra de Kosovo), proponiendo incluso su ayuda logística: Rusia no se opone a que Tayikistán y Uzbekistán permitan el uso de sus bases aéreas para operaciones militares americanas contra Afganistán: ya habría tropas norteamericanas y británicas echándole una fuerte mano a la Alianza del Norte, única fuerza afgana todavía activa contra el gobierno talibán.
Todo eso no deja de tener, claro está, segundas intenciones. Rusia, en primer lugar, procura sacar tajada de la situación y que se acaben las críticas a su sanguinaria guerra en Chechenia y cortar los víveres transportados a los rebeldes desde Afganistán (rebeldes apoyados sin lugar a dudas por el ISI, los servicios secretos pakistaníes). El poder uzbeko saluda la llegada de las fuerzas americanas como medio de presión contra Rusia, hermano mayor demasiado "atento" para su gusto.
En cuanto a los Estados europeos, no se han puesto tras Estados Unidos con una alegría desbordante, contando cada uno de ellos con la posibilidad de guardar su libertad de acción. Por ahora, sólo la burguesía británica muestra una solidaridad total y militar con Estados Unidos, con una fuerza embarcada de 20000 hombres ya en ejercicio en el golfo Pérsico, la mayor desde la guerra de las Malvinas, y el envío de unidades de élite de la SAS a Uzbakistán. Incluso si la burguesía inglesa ha tomado algunas distancias respecto de EE.UU. en los últimos años (apoyo a la formación de una fuerza de reacción rápida europea capaz de actuar por su cuenta, sin EE.UU., cooperación naval con Francia), su historia particular en Oriente Medio, con sus intereses vitales e históricos en la región, hace que la defensa de sus propios intereses en esa región la obligue hoy a ponerse detrás de EE.UU., Gran Bretaña juega su partida como los demás, pero en este caso su juego exige una cooperación fiel con EE.UU. Como ya decía lord Palmerston en el siglo XIX: "Nosotros no tenemos ni aliados eternos, ni enemigos permanentes. Nuestros intereses son eternos, y es nuestro deber darles continuidad" (citado por Kissinger en La Diplomacia). Lo cual no ha impedido a otro lord, Robertson, actual secretario general de la OTAN, insistir sobre la independencia de cada Estado miembro: "Está claro que hay una obligación solemne, moral, para cada país de aportar una asistencia. Esta dependerá a la vez de lo que el país atacado (…) decida que es idóneo, y también de la manera que los países miembros estiman que pueden contribuir en esta operación" (Le Monde, 15 de septiembre).
Francia matiza mucho más; para Alain Richard, ministro de Defensa, los principios de "apoyo mutuo [de la OTAN] se van a aplicar", pero "cada nación (…) lo hace con los medios que ella considera adecuados" y que si "la acción militar puede ser una de las herramientas para debilitar la amenaza terrorista, también hay otras". "Solidaridad no significa ceguera", añade H. Emmanuelli, uno de los dirigentes del Partido socialista francés (5). El presidente Chirac, de visita en Washington quiso puntualizar:
"La cooperación militar puede, evidentemente, imaginarse, pero en la medida en que nos hayamos concertado previamente sobre objetivos y modalidades de una acción cuya finalidad sea la eliminación del terrorismo"
(citas sacadas de Le Monde, 15 y 20 de diciembre).
Hay sin embargo una diferencia entre la situación de hoy y la de la Guerra del Golfo en 1990-91. Hace once años, la Alianza reunida por EE.UU. incorporó fuerzas de varios Estados europeos y árabes (Arabia Saudí y Siria, en particular). Hoy, en cambio, Estados Unidos ha dado a entender de que va a actuar solo en el plano militar. Lo cual muestra hasta qué punto ha ido incrementándose el aislamiento diplomático de EE.UU. desde aquella guerra, al igual que la desconfianza de este país hacia sus "aliados". EE.UU. acabará obligándolos a apoyar, claro está, incluso, y especialmente, intentando acaparar sus redes de información, pero no soportarán el más mínimo estorbo ante sus acciones armadas.
Puede ponerse de relieve otra ventaja que saca la fracción dominante de la burguesía estadounidense, esta vez hacia el interior. Desde siempre existe una tendencia "aislacionista" de la burguesía norteamericana que considera que su país está lo bastante aislado por los océanos, que es lo bastante rico para no andar metiéndose en los asuntos del mundo. Fue esa misma fracción la que resistió contra la entrada de EE.UU. en la Segunda Guerra mundial, y a la que, como hemos dicho, Roosevelt redujo al silencio tras el ataque japonés contra Pearl Harbour. Está claro que hoy esa fracción ha perdido su influencia: el Congreso acaba de votar una partida suplementaria de 40000 millones de dólares para la defensa y la lucha "antiterrorista", 20000 millones de entre los cuales dejados a discreción del Presidente. O sea, un fortalecimiento importantísimo del poder del Estado central.


¿Por qué Afganistán?


Ha sido con una rapidez extraordinaria con la que la policía y los servicios secretos de EE.UU han señalado con el dedo al culpable del atentado: Osama Ben Laden y sus anfitriones talibanes (6). Y mucho antes de presentar la menor prueba concreta, el Estado norteamericano ya había designado su diana y sus intenciones: acabar con el régimen talibán. En el momento en que escribimos esto (7), la prensa anuncia que cinco portaaviones americanos y británicos ya está en la zona o en camino, que ya están aterrizando aviones americanos en Uzbekistán y que se prevé un ataque en 48 horas. Si se compara con los seis meses de preparación que precedieron el ataque contra Irak en 1991, puede uno preguntarse si no estaba previsto de antemano. Sea como sea, es evidente que la burguesía estadounidense ha decidido imponer su orden en Afganistán. Y no será, desde luego, para conquistar riquezas económicas ni mercados en ese país exangüe. ¿Por qué, entonces, Afganistán?
Si bien ese país nunca tuvo el menor interés en el plano económico, basta, en cambio, observar un mapa para comprender su importancia estratégica desde hace más de dos siglos. Desde la creación del Raj (el imperio británico en India) y durante todo el siglo XIX, Afganistán fue el lugar privilegiado de enfrentamientos entre los imperialismos inglés y ruso, en lo que entonces solía llamarse "El Gran Juego". A Gran Bretaña la contrariaba el avance del imperialismo ruso hacia los emiratos de Tashkent, Samarcanda, y Bujara y más todavía hacia sus "cotos privados" de la antigua Persia (Irán hoy). El Reino Unido consideraba, con razón para él, que la meta de los ejércitos del Zar era la conquista de la India de donde sacaba pingües beneficios y un gran prestigio. Por eso envió en dos oca siones expediciones militares a Afganistán; en la primera sufrió una derrota humillante en la que perdieron la vida 16000 hombres y hubo un solo superviviente.
Antes del siglo XX, el descubrimiento de inmensas reservas de petróleo en Oriente Medio, la creciente dependencia de las economías capitalistas desarrolladas y, especialmente, de sus ejércitos de esa materia prima incrementó tanto más la importancia estratégica de Oriente Medio. Tras la Segunda Guerra mundial, Afganistán se convierte en encrucijada regional en los mecanismos militares de los dos grandes bloques imperialistas. Estados Unidos reúnen a Turquía, Irán y Pakistán en el CENTO (Central Teatry Organisation), Irán se atiborra de estaciones de escucha norteamericanas, Turquía se convierte en uno de los países más poderosos militarmente de Oriente Próximo y Pakistán, por su parte, es indefectiblemente apoyado por EE.UU para hacer contrapeso a una India demasiado abierta a las demandas rusas.
La "revolución" islámica en Irán extrajo a este país del dispositivo americano. La invasión de 1979 de Afganistán por la URSS, la cual intenta sacar partido de esa debilidad estadounidense, es una amenaza de lo más peligroso para la posición estratégica del bloque americano no sólo en Oriente Medio, sino en toda Asia del Sur. Al no poder atacar directamente las posiciones rusas (debido en parte al resurgir espectacular de las luchas obreras con la huelga masiva en Polonia), EE.UU. interviene a través de la guerrilla. A partir de entonces, mediante el Estado pakistaní y su ISI con el papel de secuaces, EE.UU. apoya con las armas más modernas el movimiento de "liberación" sin duda más atrasado del planeta. Y para no quedarse de espectadores, los servicios secretos ingleses y franceses se apresuraron en aportar su ayuda a la Alianza del Norte del comandante Masud.
Al amanecer de este siglo XXI, dos nuevos acontecimientos han vuelto a realzar la importancia estratégica de Afganistán. Por un lado, el desmoronamiento del imperio ruso y la aparición de nuevos Estados inestables (los cinco "stán": Kazajstan, Uzbekistán, Tayikistán y Turkmenistán, y Armenia, Azerbaiyán y Georgia) ha agudizado los apetitos imperialistas de las potencias secundarias: Turquía intenta montar alianzas con los nuevos Estados de lengua turca, Pakistán presiona al gobierno Talibán para fortalecer su influencia y ganar terreno en su guerra larvada contra India en Cachemira. Y eso sin hablar de los nuevos intentos rusos para imponer de nuevo su presencia militar en la región. Por otro lado, el descubrimiento de importantes reservas de petróleo en torno al mar Caspio, sobre todo en Kazajstán, atrae a las grandes empresas petroleras occidentales.
No podemos aquí desmadejar todas las rivalidades y conflictos interimperialistas que agitan la región desde 1989 (8). No obstante, para darse una idea del polvorín que rodea Afganistán, baste con enumerar algunos de los conflictos y rivalidades actuales:
- La geografía absurda que ha dejado el desmoronamiento de la URSS ha hecho que la región más rica y más poblada - el valle del Fergana - esté compartida por Uzbekistán, Tayikistán y Kirguizistán, de tal modo que ninguno de esos países dispone de ruta directa entre su capital y su área más poblada…
- Tras una guerra civil de cinco años, los islamistas de la Oposición unificada tayik han entrado en el gobierno; sin embargo, se sospecha que no han abandonado sus vínculos con el Movimiento islámico de Uzbekistán (la organización guerrillera más importante), sobre todo porque éste tiene que atravesar Tayikistán para atacar Uzbekistán a partir de sus bases en Afganistán.
- Uzbekistán es el único país en haberse negado a aceptar tropas rusas en su territorio; está así sometido a todo tipo de presiones de Rusia.
- Pakistán apoya desde el principio a los Talibán, incluso con 2000 soldados en la última ofensiva contra la Alianza del Norte. Espera así darse una "profundidad estratégica" en la región contra Rusia e India, y eso por no hablar del lucrativo negocio de la heroína que pasa en gran parte por Pakistán y está en manos de los generales del ISI.
- China, que ya tiene sus propios problemas con los separatistas uiguros en Xingjiang, intenta también incrementar su influencia en la zona mediante la Shanghai Cooperation Organisation que agrupa a los "cinco Stán" (salvo Turkmenistán, reconocido como país neutral por la ONU) y Rusia. China quiere a la vez mantener buenas relaciones con los talibanes y acaba de firmar un acuerdo industrial y comercial con ese gobierno.
- Y, claro está, Estados Unidos no quiere quedar fuera del tinglado. Ya ha aportado su apoyo al tan poco recomendable gobierno uzbeko: "Los militares US conocen muy bien a los militares uzbekos y la base aérea de Tashkent. Unidades US han participado en ejercicios de entrenamiento militar con tropas uzbekas, kazajas y kirguisas como parte de los ejercicios Centrazbat en el marco del programa de la OTAN 'Asociación por la Paz'. algunos de esos ejercicios se han desarrollado en la base militar de Shirshik en las cercanías de Tashkent. Uzbekistán ha buscado también un apoyo US desde su independencia en 1991, a menudo en detrimento de sus relaciones con Rusia (…) Durante una visita en el año 2000 de la secretaria de Estado de entonces, M.Albright, Estados Unidos prometió a Uzbekistán varios millones de dólares de equipamiento militar y las fuerzas especiales US han entrenado a las tropas uzbekas en los métodos antiterroristas y de combate de montaña."
Los Estados Unidos intervienen, por lo tanto, en un verdadero polvorín, con la pretensión de aportar en él nada menos que una "Libertad duradera". No podemos evidentemente prever hoy cuál será el resultado final de semejante aportación. Lo que sí nos indica, en cambio, la historia de la Guerra del Golfo es que diez años después del final de la guerra:
- la región en sentido amplio no conoce la paz ni mucho menos, pues los enfrentamientos entre israelíes y palestinos, entre kurdos y turcos, entre gobiernos y guerrillas fundamentalistas siguen con mayor fuerza todavía, así como los bombardeos casi cotidianos de la aviación americana y británica en Irak;
- las tropas estadounidenses se han instalado durablemente en la región, gracias a las nuevas bases en Arabia Saudí, en donde esta presencia es a su vez fuente de inestabilidad (atentado antiamericano en Dahran)
No podemos sino afirmar con certeza que la intervención que se prepara en Afganistán no aportará ni paz, ni libertad, ni justicia, ni estabilidad, sino más guerra, más miseria que atizarán más y más las brasas del resentimiento y de la desesperanza de las poblaciones que se apoderó de los kamikazes del once de septiembre.


La crisis y la clase obrera

Unos días antes del atentado, Hewlett-Packard anunciaba su fusión con Compaq. Esta fusión se iba a concretar en la pérdida de 14000 empleos. Es ése un ejemplo entre muchos más de que la crisis se ahonda, que se dispone a golpear más y más duramente a los obreros.
Apenas unos días después del atentado, United Airlines, US Air y Boeing anunciaron decenas de miles de despidos. Desde entonces, les han seguido los pasos las líneas aéreas del mundo entero (Bombardier Aircraft, Air Canada, Scandinavian Airlines, British Airways y Swissair, por solo mencionar las más recientes).
Además, la burguesía tiene el descaro de usar el atentado del Wolrd Trade Center para explicar la nueva crisis abierta que está cayendo sobre la clase obrera (9). Es una explicación que podría parecer aceptable, con los 6 billones de dólares en valores perdidos en la auténtica quiebra bursátil mundial que se ha producido desde el 11 de septiembre. En realidad, la crisis ya estaba ahí y los patronos no han hecho sino aprovechar la ocasión. Así, según Leo Mullin, patrón de Delta Airlines :
"incluso si el Congreso otorga una ayuda financiera global a la industria, la aportación se ha calculado en función de lo no ganado por causa únicamente de los acontecimientos del 11 de septiembre (...) Ahora bien, la demanda baja mientras que los costes de explotación se incrementan. Delta está registrando un flujo de tesorería negativo".
Y, en efecto, el mundo capitalista ya se está ahogando con la tenaza de la recesión, lo cual se concreta en primer lugar en los ataques contra la clase obrera. En Estados Unidos, entre enero y finales de agosto de 2001, hubo un millón de desempleados suplementarios. Gigantes como Motorola y Lucent, la canadiense Nortel, la francesa Alcatel, la sueca Erikson, han despedido a mansalva por decenas de miles. En Japón, donde el desempleo era de 2 %, ha subido a 5 % este año (10). La fulgurante celeridad de nuevas pérdidas de empleo anunciadas (57 700 entre el 11 y el 21 de septiembre) nos muestran cómo los patronos han echado mano del pretexto del atentado para llevar a cabo los planes de despidos que ya tenían previstos desde hacía meses.
La clase obrera no sólo deberá pagar por la crisis, también deberá pagar por la guerra, y no sólo en EE.UU., en donde la cuenta alcanza ya a 40 000 millones de $ como mínimo. En Europa todos los gobiernos están de acuerdo para incrementar sus esfuerzos por construir fuerzas de intervención rápida que den a las potencias europeas una capacidad de acción independiente. En Alemania, 20000 millones de marcos para la reestructuración militar no han encontrado todavía su sitio en el presupuesto federal. Ni que decir tiene que el sitio lo van a encontrar y que serán los obreros quienes tendrán que pagar el pato.
Sin lugar a dudas, la solidaridad de la unión sagrada es una solidaridad de sentido único, o sea la de los obreros para con la clase dominante. Y el cinismo de esta clase, que utiliza a los muertos de la clase obrera de pretexto para despedir, no parece tener límites.

Hoy como siempre, es la clase obrera la primera víctima de la guerra.

Víctima primero en carne propia. Víctima sobre todo en su conciencia. Aún cuando es la clase obrera la única capaz de acabar con este sistema responsable de la guerra, la burguesía se sirve de ella, antes y ahora, para llamar a la unión sagrada. La unión sagrada de los explotados con sus explotadores. La unión sagrada entre quienes sufren en primer término del capitalismo con quienes sacan de él sus satisfacciones y privilegios.
La primera reacción de los proletarios neoyorquinos, de una de las primeras ciudades obreras del mundo, no fue la del patrioterismo vengativo. Asistimos, primero, a una reacción espontánea de solidaridad hacia las víctimas, como testimoniaron las colas para donar sangre, los miles de actos individuales de ayuda y ánimo. En los barrios obreros, después, en donde se lloraba a los muertos sin poderlos enterrar, podían leerse declaraciones en pancartas como: "Zona libre de odio", "Vivir como un solo mundo es la única manera de honrar a los muertos", "La guerra no es la respuesta". Evidentemente, consignas así están impregnadas de sentimientos democráticos y pacifistas. Sin un movimiento de lucha capaz de dar consistencia a una enérgica resistencia contra los ataques capitalistas y, sobre todo, sin un movimiento revolucionario capaz de hacerse oír en la clase obrera, esa solidaridad espontánea no podrá sino ser barrida por la descomunal oleada de patriotismo transmitida por los medios después del atentado. Quienes intenten rechazar la lógica de la guerra corren el riesgo de verse arrastrados por el pacifismo, el cual acaba siempre siendo el primer belicista cuando "la patria está en peligro". Como ejemplo valga esta declaración individual que puede leerse en un sitio web pacifista: "cuando una nación es atacada, la primera decisión debe ser o capitular o combatir. Creo que no hay camino intermedio aquí: o luchas o no luchas y no hacer nada equivale a capitular" (según el Willamette Week Online). Para los ecologistas, "la nación está hoy unida: nosotros no queremos aparecer en desacuerdo con el gobierno" (Alan Metrick, portavoz del Natural Ressources Defense Council, 530 000 miembros, citado en Le Monde del 28 de sep tiembre). "La paz mundial no puede ser salvaguardada mediante planes utópicos o básicamente reaccionarios tales como los tribunales internacionales de diplomáticos capitalistas, de convenciones diplomáticas sobre el "desarme" (…) etc. No se podrá eliminar ni siquiera poner coto al imperialismo, el militarismo y la guerra mientras las clases capitalistas sigan ejerciendo su dominación de clase de manera indiscutible. El único medio de resistir con éxito y salvaguardar la paz mundial, es la capacidad de acción política del proletariado internacional y su voluntad revolucionaria de poner todo su peso en la balanza".
Así escribía Rosa Luxembug en 1915 (Tesis sobre las tareas de la socialdemocracia internacional) en medio de uno de los períodos más negros que haya conocido la humanidad, en un momento en el que los proletarios de los países más desarrollados se estaban matando unos a otros en los campos de batalla de la guerra imperialista. Hoy también el período es duro para los obreros y los revolu cionarios que siguen manteniendo bien izado el estandarte de la revolución comunista.
Como Rosa Luxemburg, sin embargo, seguimos convencidos de que la alternativa es socialismo o barbarie y que la clase obrera mundial sigue siendo la única fuerza para resistir a la barbarie y crear el socialismo. Con Rosa Luxemburg afirmamos que la implicación de los obreros en la guerra :
"... es un atentado no contra la cultura burguesa del pasado, sino contra la civilización socialista del porvenir, un golpe mortal asestado a esta fuerza que lleva en sí el porvenir de la humanidad y que solo ella puede transmitir los valiosos tesoros del pasado a una sociedad mejor. Aquí el capitalismo ha descubierto su calavera, aquí ha desvelado que se terminó su derecho de existencia histórica, que el mantenimiento de su dominación ha dejado de ser compatible con el progreso de la humanidad (…) Esta locura cesará el día que los obreros (…) se despierten al fin de su borrachera y se den una mano fraterna, que haga callar a la vez el coro bestial de los causantes de guerras imperialistas y el ronco aullido de las hienas capitalistas, lanzando el antiguo y poderoso grito de guerra del Trabajo: ¡proletarios de todos los países, uníos!" (Folleto de Junius, 1915).

Jens
3 de octubre de 2001

1) En realidad todos los Estados mantienen servicios secretos dispuestos a realizar "golpes sucios" y cuando no usan sus propios asesinos, pagan los servicios de "agencias" independientes. 2) Según las revelaciones de R. Gates (antiguo jefe de la CIA), Estados Unidos no sólo replicó a la invasión rusa en Afganistán sino que la había provocado mediante la ayuda a la oposición al régimen prosoviético de Kabul de entonces. Entrevistado por el Nouvel observateur en 1998, Zbigniew Brzezinski (que fue consejero del presidente Carter) contestó: "Aquella operación secreta fue una idea excelente. Metió a los rusos en la trampa afgana, ¿y usted quiere que yo lo lamente? 3) Ver nuestro folleto La decadencia del capitalismo. 4) Se puede recordar aquí, por ejemplo, el juicio a los agentes secretos libios acusados de haber cometido el atentado de Lockerbie. Gran Bretaña y Estados Unidos mantuvieron sin transigir que debía juzgarse a los libios, incluso cuando fue evidente que los responsables eran más bien sirios. Pero entonces, Estados Unidos andaba guiñándole el ojo a Siria intentando que este país se metiera en el proceso de paz entre Israel y los palestinos. 5) Añadamos de paso que el llamado Partido comunista francés no anda con tales remilgos: el 13 de septiembre, el consejo nacional del PCF observa dos minutos de silencio para "expresar su solidaridad con todo el pueblo americano, con todos los ciudadanos y ciudadanas de ese gran país y con los dirigentes que se ha dado". Y qué decir de los titulares de primera página de Lutte ouvrière (trotskista): "No se puede andar manteniendo guerras por el mundo entero sin que un día te alcancen", lo cual podría traducirse por: "Obreros americanos asesinados: os han dado lo que merecíais". 6) Cabe hacerse conjeturas sobre tal celeridad: un coche de alquiler encontrado unas cuantas horas después del atentado con manuales de aviación redactados en árabe, aún cuando los pilotos kamikazes llevaban viviendo desde hacía meses cuando no años en EE.UU donde proseguían estudios; y el informe según el cual se habría encontrado entre los escombros del World Trade Center un pasaporte de uno de los terroristas, que la explosión de cientos de toneladas de queroseno no habría destruido… 7) Es evidente que la situación habrá evolucionado ampliamente cuando salga esta revista de imprenta. 8) Mencionemos de paso los conflictos permanentes por la construcción de nuevos oleoductos para el crudo entre el Caspio y los países desarrollados, con el Estado ruso que intenta imponer una ruta que pasara por Chechenia y Rusia acabando en Novosibirks en la costa rusa del mar Negro, con el gobierno de EE.UU. que promueve la ruta Bakú- Tiflis-Ceyhan (o sea Azarbaiyán-Georgia-Turquía) que dejaría fuera de juego a los rusos. Hay que decir que el gobierno americano ha tenido que imponer su opción en contra de las compañías petroleras que la consideraban económicamente ruinosa. 9) Como lo hizo en 1974, cuando pretendía que la crisis se debía al incremento del precio del petróleo y fue la misma explicación que nos volvieron a dar en 1980. En cuanto a la crisis de 1990-93 habría sido una consecuencia de la Guerra del Golfo… 10) Señalemos además que si esa tasa parece relativamente baja con relación a otros países, ello muestra no ya los éxitos del Estado nipón en el freno del desempleo, sino en la manipulación de las cifras.

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