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critica_de_los_llamados_comunistizadores_ii.pdf [1] | 159.81 KB |
Si bien hubo entonces una sobreestimación de la dinámica hacia la revolución, la mayoría de los grupos del medio político proletario presentes en ese momento en general entendieron que Mayo del 68 en Francia y el Otoño Caliente del año siguiente en Italia, de ninguna manera podían ser entendidos como expresiones de una situación revolucionaria. La clase obrera, a pesar de su combatividad y conciencia, todavía estaba dominada por ilusiones sobre el capitalismo y la democracia burguesa. Aún necesitaba mucho tiempo para transformarse en profundidad y poder lanzar el asalto revolucionario. Sin embargo, era necesario explicar concretamente por qué la efervescencia laboral había retrocedido a mediados de la década de 1970 en la mayoría de los países1.
En un intento de explicar este reflujo, un militante de RI, Bérard (o Hembé), planteó que las luchas de resistencia llevadas a cabo hasta entonces por el proletariado habían terminado en un callejón sin salida, que este último estaba animado por la ilusión de que las grandes reformas a favor de los trabajadores eran aún posibles, lo que les impedía radicalizar sus luchas. Para que el proletariado retomara su marcha hacia adelante, afirmaba Bérard, debía rechazar no solo estas ilusiones sino las propias luchas por reivindicaciones. Su artículo fue aceptado como contribución a la discusión y apareció en la revista RI (nueva serie) n° 8 (marzo-abril de 1974) bajo el título: “Lecciones de la lucha de los trabajadores ingleses.” Defendió las siguientes consignas: “Impasse de las luchas parciales, imposibilidad de reformismo, necesidad de un salto cualitativo hacia la unificación revolucionaria de la clase”. Todos coincidieron en que el final histórico del período de reformas empezó luego del estallamiento de la Primera Guerra Mundial. Por otro lado, Marx había subrayado muy claramente, la insuficiencia de las luchas de resistencia por sí mismas, pero sin negar su necesidad. Sin embargo, en Bérard había, efectivamente, una negación de las luchas de resistencia. “Las luchas por reivindicaciones no se vuelven revolucionarias; es la clase obrera la que, al ir más allá y negar su lucha inmediata, se vuelve revolucionaria”. Además, según Bérard, el proletariado debía negar no sólo sus luchas inmediatas sino también su ser como clase explotada. El proletariado se presentaba primero como “clase para el capital”, pero en el curso de la lucha “la clase debe comenzar a plantearse como la negación de su relación con el capital, por lo tanto, ya no como una categoría económica, sino como una clase para sí misma. Rompiendo entonces las divisiones que son propias de su estado anterior ya no se presenta como una suma de asalariados, sino como un movimiento de afirmación autónoma, es decir, de negación de lo que era antes.” El artículo de Bérard retoma una de las posiciones clásicas del marxismo: “el proletariado es una clase explotada y revolucionaria”; pero, para anularla inmediatamente en la siguiente frase: “Es, pues, el ser mismo de la clase el que constituye el vínculo dinámico entre las diferentes fases transitorias, el movimiento que surge y se niega a sí mismo a través de los diversos momentos de la lucha”. Según esta concepción, las repetidas derrotas de sus luchas de resistencia terminan haciendo comprender al proletariado la necesidad de negarlas. “Hay derrotas fructíferas en cuanto desnudan las instituciones contrarrevolucionarias y socavan la credibilidad del reformismo.” Y Bérard se regocija que surjan importantes luchas obreras sin ninguna reivindicación.
De hecho, es esta una visión voluntarista que ignora las fuerzas materiales que permiten la transformación de las luchas parciales en luchas revolucionarias. Rosa Luxemburgo, quien participó en la revolución de 1905 y sabía de lo que hablaba, explicó que la huelga de masas es una maraña de luchas económicas y luchas políticas, una dinámica de idas y venidas, donde los trabajadores politizan y organizan sus luchas, conquistan una mayor unidad y una conciencia más profunda. En realidad, los trabajadores nunca retomaron sus luchas a fines de la década de 1970 según el esquema de Bérard. En julio de 1980, fue la supresión de los subsidios a los precios al consumidor (la carne vendida directamente a los trabajadores en su lugar de trabajo aumentó repentinamente en un 60%) lo que provocó huelgas en los suburbios de Varsovia y en la región de Gdansk. Así fue como comenzó la huelga de masas en Polonia, es decir, la lucha más importante de la segunda ola internacional de luchas obreras.
La discusión comenzó en las secciones de RI que, una tras otra, se opusieron a los razonamientos de Bérard. Entonces se hizo necesario responder lo más rápidamente posible a las posiciones modernistas de Bérard que representan una ruptura total con el marxismo. La respuesta a su artículo apareció en el número 9 de RI (nueva serie) de mayo-junio de 1974, bajo el título: “Cómo el proletariado es la clase revolucionaria”. Reafirmando la posición clásica del marxismo: “El proceso por el cual la clase obrera se eleva a la altura de su tarea histórica no es un proceso separado, externo a su lucha económica cotidiana contra el capital. Por el contrario, es en este conflicto y a través de él como la clase obrera forja las armas de su lucha revolucionaria”. No hay, pues, dos clases obreras sino una sola que es a la vez explotada y revolucionaria. Es por eso que la lucha revolucionaria está siempre preparada por un largo período de luchas reivindicativas, y por eso éstas reaparecen durante el período revolucionario2. “¿Y cómo podría ser de otra manera, si se trata de la lucha revolucionaria de una clase, por lo tanto, de un grupo de hombres económicamente determinados, unidos por su situación material común?”
Cual nuevo profeta de la “communisation”3, Bérard afirmó en RI n° 8 que, en las luchas revolucionarias, “no es el trabajo asalariado el que, entonces, se enfrenta al capital, sino el trabajo asalariado en proceso de convertirse en otra cosa, para disolverse. La afirmación del proletariado se hace sólo a través de este movimiento de negación”. Esta disolución del trabajo asalariado, presente desde la fase de generalización internacional de la revolución, es típica de las especulaciones modernistas que confunden el punto de partida y el resultado final. Para obtener una disolución del valor, es necesario poder disponer de un cuerpo político lo suficientemente poderoso a escala internacional para poder derrocar fundamentalmente el sistema, destruir las categorías económicas y reemplazar la regulación del mercado con la planificación de la producción. La respuesta en RI n° 9 se ve obligada a recordarnos “que, dado que la producción capitalista se realiza a escala mundial, que en cada mercancía se encuentran hoy mercancías procedentes de los cuatro puntos cardinales, la abolición del trabajo asalariado sólo podrá hacerse efectiva cuando se haya eliminado el intercambio mercantil en toda la superficie del planeta”. Mientras haya partes del mundo a las que haya que comprar y vender los productos del trabajo, la abolición del trabajo asalariado no podrá realizarse plenamente en ninguna parte. Para los modernistas, la abolición del trabajo asalariado sigue siendo una quimera, ya que rechazan las tres condiciones que la hacen posible:
La toma del poder a nivel internacional o en los principales países del planeta, lo que el marxismo llama la dictadura del proletariado, es decir, la destrucción del Estado y de la nación como condición para el surgimiento del poder internacional de los consejos obreros.
El proceso de colectivización (o socialización) de la producción que permite la destrucción de la división capitalista del trabajo y la reorientación de la producción hacia la satisfacción de las necesidades humanas.
La integración paulatina de todos los miembros de la sociedad en el trabajo asociado, permitiendo así la desaparición definitiva de la división de la sociedad en clases.
De hecho, es la afirmación del proletariado y no su autonegación, lo que permite la disolución de las clases y la desaparición de la ley del valor. El conflicto entre trabajo y capital está constantemente presente en la lucha de clases. Desde la más pequeña lucha parcial donde se afirma tímidamente la solidaridad obrera, hasta la huelga de masas donde los trabajadores han adquirido una conciencia política y una unidad que les permite imponer sus demandas, incluso durante el período de transición cuando están en el proceso de modificar la producción tan radicalmente que podemos decir como Marx y Engels: “Los proletarios deben, para afirmar su personalidad, abolir la condición de existencia que ha sido hasta ahora suya, y que es al mismo tiempo la de toda sociedad antigua: deben abolir el trabajo”4.
La discusión se intensificó muy rápidamente. La minoría, presa de un sentimiento de orgullo herido, se enfureció al no encontrar eco al seno de la organización. En el n° 9 de RI apareció un nuevo artículo, “Luchas reivindicativas y el surgimiento de la clase para sí”, que, esta vez, se presenta como un “texto de una tendencia”. Este artículo confirma cuál es el enfoque de la minoría: ante las dificultades de la lucha de clases, es necesario inventar una receta mágica para superar las divisiones y derribar el marco sindical. Cada vez se aleja más del mundo real. “Las luchas reivindicativas existen y son necesarias. Lo hemos repetido lo suficiente como para no tener que repetirlo nunca más. Pero nuestra tarea es entender y expresar [que la clase obrera] debe superarlas negándolas y destruyendo la organización que les corresponde (los sindicatos)”. Los sindicatos seguirán estorbando a los trabajadores durante mucho tiempo, hasta la revolución, y no es decretando su disolución como nos libraremos de ellos. El artículo se equivoca totalmente sobre la naturaleza de los sindicatos: no son los defensores de las reivindicaciones de los trabajadores, ni los que negocian la fuerza de trabajo a buen precio. Su función es precisamente enmarcar y sabotear las luchas reivindicativas rechazando los medios que permiten su victoria (aunque ésta sea siempre provisional): la extensión geográfica y la politización de las luchas.
El enfoque materialista de la minoría es singular: “O no hay reivindicaciones o, a todos no les importan las ‘reivindicaciones’; no es que no se expresen las necesidades materiales, al contrario, la revuelta social, general, expresa la única necesidad material real que la clase, como clase, puede sentir frente a la degradación de toda vida social, es decir, la transformación de las relaciones sociales”. La contestación, la revuelta, ahí tenemos todo el horizonte de la pequeña burguesía en mayo del 68. Para nosotros la necesidad material está representada, es cierto, por la necesidad del comunismo como única resolución posible de las contradicciones del capitalismo. Pero también está representada por la voluntad de vencer en las luchas inmediatas, como condición para la generalización de la lucha. Por su idealismo, la minoría es incapaz de comprender la dinámica descrita en el Manifiesto del Partido Comunista: “A veces los trabajadores triunfan; pero es un triunfo fugaz. El resultado real de sus luchas es menos un éxito inmediato que la creciente solidaridad obrera.”
Durante la discusión, la “tendencia” adoptó un tono cada vez más agresivo, interviene irresponsablemente en una reunión pública de RI y finalmente publica hacia el exterior (ahora llamándose “Una Tendencia Comunista”) un folleto, “La revolución será comunista o no será”. El enfoque es propio de personas que buscan salvarse individualmente y no avanzar colectivamente en el esclarecimiento de cuestiones políticas.
La mitad de este folleto está dedicada a responder al artículo aparecido en RI n° 9 (“Cómo el proletariado es la clase revolucionaria”). La tendencia trata nuevamente de demostrar que es su posición la que es materialista. Veamos cómo. “Nadie puede negar que el trabajo asalariado y el trabajo asociado son, desde un punto de vista puramente descriptivo y estático, las dos caras de la situación del proletariado como “categoría económica”. Pero precisamente, en nuestro debate, esta ‘descripción’ nada nos dice sobre ‘cómo la clase es revolucionaria’ (título del artículo [de RI]) porque, para entender la constitución del proletariado como sujeto revolucionario por esta “actividad humana concreta” de la que habla Marx, es necesario entender la situación objetiva como una contradicción y no como una yuxtaposición de atributos fijos. [RI] no nos dice que la clase se ve obligada a hacerse revolucionaria porque las relaciones materiales y sociales objetivas en las que vive han entrado en contradicción, pero nos explica que es revolucionaria porque 1) es explotada (asalariados); 2) está asociado (por el capital)”5. Podemos tomar totalmente el juicio de Marx sobre Proudhon tal como está: “Un pequeño burgués deifica la contradicción, porque la contradicción es la base de su ser. Él no es más que la contradicción social puesta en acción”6. La contradicción, tal como aquí se concibe, es totalmente estéril y las nociones de salto cualitativo y negación, tan importantes en la dialéctica marxista, se utilizan aquí en un sentido totalmente metafísico, son una varita mágica que esgrimirá el intelectual para supuestamente solucionar los problemas sociales contra los que se rompe los dientes.
Si queremos plantear correctamente la contradicción y resolverla, es fundamental distinguir entre lo que se rechaza, lo que se conserva y lo que adquiere un nuevo sentido. De lo contrario, se rompe la continuidad del movimiento general. Esto es lo que la dialéctica marxista llama una superación. Escuchemos a Rosa Luxemburgo sobre el sentido que el marxismo le da a la negación y al salto cualitativo: “El socialismo es el primer movimiento popular en la historia mundial que se propone como fin, y al que la historia le encarga, introducir en la acción social de los hombres un sentido consciente, un pensamiento metódico y, por tanto, una voluntad libre. Por eso Federico Engels describe la victoria definitiva del proletariado socialista como el salto de la humanidad del reino animal al reino de la libertad. Pero este mismo ‘salto’ queda ligado a las leyes de hierro de la historia, a los miles de peldaños de una evolución anterior muy dolorosa y demasiado lenta. Y nunca podrá realizarse si de toda la sustancia reunida por la evolución de las condiciones materiales no surge la chispa estimulante de la voluntad consciente de la gran masa del pueblo”7.
Bérard comenzó por rechazar las luchas de protesta del proletariado, luego su naturaleza de clase explotada, la única forma que tiene para resolver su “contradicción” consiste simplemente en negar al propio proletariado. Aunque quería distanciarse de Camatte (quien ya había rechazado abiertamente la “teoría del proletariado”) y reafirmar al proletariado como sujeto revolucionario, la idea de la “communisation” inmediata sin período de transición conduce inevitablemente al rechazo de la autonomía de clase y a ahogar al proletariado en las otras clases. “Existe, en efecto, un núcleo materialmente determinado, una vanguardia práctica de la clase para sí misma (trabajadores de las grandes empresas), pero este núcleo, al salir de la relación capitalista, tiende, de entrada, a precipitar la inminencia del paso de las clases medias al proletariado” (Marx). […] El ‘peligro’ de que el proletariado se disuelva en la población no existe”8. Desde 1848, la autonomía de clase es un principio intangible de la lucha proletaria. Es el hilo que une las luchas parciales de los trabajadores con la dictadura del proletariado. Con la pérdida de identidad de clase que podemos observar hoy en día, el veneno del interclasismo es aún más peligroso. Podemos ver aquí cómo el modernismo hace el trabajo de burguesía.
Ha habido muchas tendencias en la historia del movimiento obrero, pero la tendencia de Bérard es una falsa tendencia cuya dinámica se explica fácilmente. De sus siete miembros, todos (excepto uno) procedían de la organización trotskista Lutte Ouvrière. Era en realidad una agrupación de corte afinitario en torno a un elemento que poseía cierto carisma, agrupación que representaría para sus miembros un verdadero obstáculo en el proceso de ruptura con el trotskismo9. Bérard, a raíz de su ruptura con LO a principios de 1973, escribió el folleto: “La ruptura con Lucha Obrera y el trotskismo”, que muestra cómo el trotskismo se pasó al campo de la burguesía tras una larga deriva oportunista y su traición al internacionalismo durante la Segunda Guerra Mundial. Este folleto tan efectivo ha tenido un gran éxito con tres ediciones sucesivas. La última data de 1976 e incluye una introducción que corrige ciertas ambigüedades del texto10. Pero lo cierto es que esta obra reveló los talentos de su autor. Esto también se puede ver leyendo un artículo sobre “El período de transición”, en particular la segunda parte que aparece en Révolution internationale (nueva serie) n° 8 (marzo-abril de 1974), que aborda el tema de los bonos de trabajo. Llevado por la polémica contra los lassalleanos, Marx vislumbra la posibilidad de utilizar los bonos de trabajo11 en el período de transición del capitalismo al comunismo como un medio de retribución individual de acuerdo con el tiempo de trabajo brindado a la sociedad12. Bérard demuestra muy bien que esta forma de salario sin nombre es una contradicción en los términos y representa más un obstáculo que cualquier otra cosa bajo la dictadura del proletariado. Su demostración se basa en las críticas del propio Marx contra los bonos de trabajo preconizadas por Proudhon (“Miseria de la Filosofía”) o por Bray y Gray (Grundrisse). En los Grundrisse, Marx da la estocada a esta panacea: “Como el precio no es igual al valor, el elemento que determina el valor (el tiempo de trabajo) no puede ser el elemento en el que se expresan los precios”13. En otras palabras, el tiempo de trabajo no se puede medir por sí mismo. Esta crítica sobre las ilusiones de los bonos de trabajo hecha en su momento por RI es hoy la de la CCI14. Bérard, integrado en el trabajo de reapropiación de las adquisiciones históricas de la corriente de la Izquierda Comunista, jugaría un papel a menudo positivo, igualmente en las discusiones entre los diferentes grupos que aparecieron en el Reino Unido.
Pero estas cualidades militantes pueden transformarse de un factor de refuerzo de la organización a un factor de destrucción de ésta. Muy pronto, Bérard y sus acólitos expresarán las mayores confusiones y prejuicios sobre la cuestión organizativa.
En la primavera de 1973, tras cinco años de existencia, tras la reagrupación realizada en Francia15, el grupo RI considera que es necesario un nuevo paso adelante en la construcción de la organización con la reapropiación del principio proletario de centralización. Hasta ahora existía una Comisión Internacional encargada de coordinar las discusiones que conducirían a la conformación de la CCI, se propone la creación de una Comisión Organizadora, encargada de estructurar y dirigir las actividades del grupo. Los debates iban a ser muy animados, estando todavía una gran minoría marcada por las concepciones contestatarias y consejistas de Mayo del 68. Por ello, la nueva Comisión fue nombrada por una estrecha mayoría en la reunión nacional de noviembre de 1973. Dicho esto, el debate aclaró un principio central del marxismo: la cuestión organizativa es una necesidad vital y una cuestión política por derecho propio.
Es sobre esta cuestión que se constituyó la tendencia de Bérard (por lo tanto, muy rápidamente después de la integración en RI), gritando el peligro de la burocratización y pidiendo garantías para protegerse contra este peligro diabólico. Expresó así una real hostilidad hacia la continuidad del movimiento obrero y malinterpretó completamente las medidas organizativas propuestas al confundirlas con las prácticas (realmente) estalinistas de los trotskistas. En contraste con el carácter desinteresado y el compromiso de los militantes de la clase del trabajo asociado, la tendencia ex-LO estaba profundamente marcada por el individualismo. “Es suficiente señalar que pocos días después de la votación de constitución del Comité Organizador, a lo que Bérard se había opuesto, el mismo Bérard fue a buscar a MC para ofrecerle el siguiente trato: “Cambio mi voto a favor del CO si me propones ser parte de él, de lo contrario lo combatiré”. Baste decir, que Bérard fue enviado a paseo, ya que MC solo se comprometió a no informar sobre esta propuesta para no ‘hundir’ a Bérard públicamente y permitir que el debate se llevara a cabo sobre el fondo. Así que, el CO solo presentaba un ‘peligro de burocratización’ porque Bérard no formaba parte de él… ¡Sin comentarios!”16.
Después del artículo “Luchas reivindicativas y el surgimiento de la clase para sí” publicado en RI nueva serie n° 9 (mayo-junio de 1974), la tendencia publicó “Fracciones y partidos” en el n° 9 del Bulletin d'études et de discussion (septiembre de 1974). Despejó su propia visión del proletariado y de la organización de vanguardia comunista. Allí se anuncia inmediatamente la ruptura en la continuidad del movimiento obrero. “Para entender lo que eran las fracciones comunistas durante este período [de la contrarrevolución], no debemos partir de una ‘continuidad’ orgánica que no existe; debemos rechazar todas las imágenes de ‘herencia’, ‘acervo’ que embrollan la cuestión. Hay que dejar de buscar una continuidad puramente ideológica (ideas que producen ideas). Hay que partir de la experiencia real del proletariado, la necesidad de la clase de agotar prácticamente todas las consecuencias de la crisis histórica de la clase asalariada. Decimos prácticamente porque los trabajadores están luchando, están ‘organizados’ dentro de las relaciones capitalistas y se enfrentan muy concretamente, a través de sangrientas derrotas, a una nueva realidad que aún no logran captar: el proletariado ya no puede afirmarse a sí mismo permaneciendo como trabajador asalariado.” Reconocemos aquí a Proudhon que rechazó las huelgas obreras que, según él, llevaban a reconocer la legitimidad del patrón. Y la tendencia concluye a la manera de los consejistas: “El viejo movimiento obrero está muerto”.
En su respuesta17, el camarada MC comienza restableciendo toda la importancia de la continuidad. "No muy orgullosos de sus padres, todavía prefieren llamarse bastardos, tanto orgánica como políticamente. Y para estar completamente tranquilos, les gustaría que el proletariado y todo el movimiento comunista hicieran lo mismo. Este pavor a la ‘continuidad’, al ‘pasado’, al ‘acervo’ es la pesadilla de estos camaradas que vuelven constantemente a él para poner salvaguardias una y otra vez. Envuelven todo, como es su costumbre, en un revoltijo de palabras, donde hay ‘a favor’ y ‘en contra’, un poco para todos los gustos, pero no logran ocultar del todo el desagrado que sienten ante la mera mención de la palabra ‘adquisición’, casi tanto como para la palabra ‘organización’. Esto es comprensible: continuidad, adquisición, organización, imponen marcos y fronteras estrictas muy mal adaptados a los parlanchines y chismosos, a los que se meten en todo y saben poco, a las fantasías de los ‘cazadores de originalidad’. ‘Nada que ver con el pasado’ fue el grito de guerra de todos los manifestantes en Francia y en todas partes, ¡y no fue en vano! Hablar de una nueva coherencia sin precisar de dónde viene, en qué posiciones adquiridas se fundamenta y hablar de una nueva coherencia ‘sin pasado’ es la esencia de una pretensión megalómana digna de un Dühring. Sabias palabras en torno a ‘superaciones necesarias’ solo sirven como hojas de parra en este caso; ir más allá nunca es un borrado, siempre se contiene un pasado. Hablar de superación sin responder primero a la pregunta “¿qué porción del pasado se debe conservar y por qué? No es más que una evasión y el peor de los empirismos”.
Luego aborda la cuestión de la contribución vital de la Izquierda Comunista y la tradición viva que encarna a pesar de las diferencias que existen entre los grupos que hoy dicen formar parte de ella. Esta cuestión del legado de la Izquierda Comunista, las escisiones o los elementos provenientes del izquierdismo, siempre han tenido grandes dificultades para comprenderla y sólo ven comunistas de izquierda heterogéneos y confusos18. Revelan así su ceguera ante el inmenso paso adelante que representó la Internacional Comunista (IC) y el inmenso aporte de todos aquellos que, reclamándose pertenecientes a la IC, supieron detectar su deriva oportunista y aprender de ella. Las condiciones de la época hacían imposible la unificación de las izquierdas, pero en realidad estaban unidas, por encima de fronteras y diferencias, en el trabajo de una fracción contra el oportunismo y la liquidación del viejo partido. Por eso hay una tradición de la Izquierda Comunista hoy, es decir, un método, un espíritu de lucha, una serie de posiciones que la distinguen y que forman una especie de puente sobre el abismo del tiempo hacia el futuro Partido Comunista Mundial. “Hembé está en la casa equivocada. Él cree que todavía está hablando en y a LO. Las diferentes corrientes de la Izquierda Comunista han tenido muchas debilidades y carencias, a menudo titubeaban y tartamudeaban, pero tuvieron el mérito imperecedero de haber sido las primeras en dar la voz de alarma contra la degeneración de la IC, de haber defendido, diversa pero contundentemente, los principios fundamentales del marxismo revolucionario, de haber estado al frente del combate del proletariado revolucionario, y sus balbuceos fueron y siguen siendo un aporte inmenso a la teoría y práctica del proletariado, respondiendo a los problemas y tareas de la revolución proletaria”.
Al publicar su folleto fuera de RI y al negarse a participar en el Encuentro Nacional de noviembre de 1974, que debía hacer un balance del estado de las diferencias, la tendencia ex-LO se colocó fuera de la organización. Sin embargo, dada la importancia de la cuestión organizativa y el papel destructivo de la “tendencia”, esta asamblea general de RI decidió excluir formalmente a sus miembros. Encontramos a Bérard a finales de los 80 con los Cahiers du Doute (Cuadernos de la Duda) y luego desaparece en la nada después de haber sido durante un tiempo seguidor de las tesis primitivistas. Después de todo, una trayectoria lógica, la duda invocada aquí no es la duda científica creadora sino el reflejo de una gran debilidad en la convicción revolucionaria.
La primera de las lecciones a sacar es, la necesidad de una discusión profunda con los elementos que postulan su candidatura sobre el significado profundo de la cultura del debate en las organizaciones comunistas, en oposición al democratismo que aboga por el parloteo y rinde culto a la divergencia como fetiche.
La segunda lección a extraer es la importancia de la cuestión organizativa y de los principios que deben guiarnos en la construcción de la organización y la perspectiva del futuro Partido Mundial. Una comprensión profunda de la cuestión organizativa debe permitir, en particular, evitar, durante los debates, los agrupamientos informales, entre un cierto número de camaradas sobre la base, no de un acuerdo político, sino de criterios heterogéneos como las afinidades personales, la insatisfacción con una determinada orientación de la organización o la impugnación de un órgano central. La organización de los comunistas se basa en la lealtad a la organización, a los principios revolucionarios, y no en la lealtad a los amigos.
La tercera lección surge del error que cometió RI en su momento, la falta de atención a los elementos que rompían colectivamente con una organización izquierdista. Tal ruptura no está destinada a fracasar sistemáticamente, pero la experiencia ha demostrado que es muy difícil de llevar a cabo. Romper con la cohesión contrarrevolucionaria no lleva automáticamente a comprender y retomar la coherencia de las posiciones revolucionarias.
Debe mencionarse una última lección. La militancia comunista se basa en el compromiso a la causa, en la vigilancia teórica y en una convicción revolucionaria que nos preserva de las sirenas del empirismo y el inmediatismo. El modernismo y su avatar “comunistizador” representan hoy, por el contrario, un peligro inmenso de disolución del proletariado en las gélidas aguas de la duda y la ignorancia, reflejo del mundo actual de descomposición capitalista.
El artículo de RI n° 3 (antigua serie), “De la organización”, que fue preparado para un encuentro organizado por Informations et Correspondance Ouvrières [ICO] en 1969, sólo podía plantear las premisas de la cuestión organizativa, recordando en particular esta banalidad: de la degeneración y la traición a las organizaciones revolucionarias del pasado de ninguna manera implica su inutilidad o peligro. En 1973-74, la cuestión organizativa pasó a depender mucho más cruda y concretamente del proceso en curso de construcción de la organización (reagrupaciones en diferentes países, creación de la CCI). Es frente a esta cuestión práctica que surgieron diversas oposiciones, como la tendencia Bérard. Por una ruptura inconclusa con el trotskismo y una deriva afinitaria, la tendencia Bérard levantó el estandarte de la rebelión contra la centralización y contra la necesidad vital de pasar de un círculo de amigos a un grupo político, de pasar del espíritu de círculo al espíritu de partido. Fue así la expresión clásica de la penetración de la ideología burguesa y pequeñoburguesa en el seno del proletariado, que se materializó en él por una explosión de individualismo y una impaciencia oportunista buscando atajos hacia la meta comunista. La rabia de los “comunistizadores” contra la organización revolucionaria y el programa comunista los hace hoy mucho más peligrosos que aquellos intelectuales en busca de originalidad que envenenaron el movimiento durante la década de 1970.
Dejemos que hable el camarada MC para la conclusión: “Qué pensar de los señoritos que se pasean tan casualmente por la historia del movimiento obrero como si estuvieran en un bar o en una cafetería. De todas estas proclamas gratuitas y fanfarronas, lo único que hay que recordar es esta conclusión: ‘La necesidad ahora de romper críticamente con el pasado’. RI siempre ha planteado la necesidad, después de cincuenta años de reacción y contrarrevolución, de reconectar, continuar y superar críticamente el pasado, ese punto culminante del asalto revolucionario del proletariado. [podrá] también enfatizar la unidad fundamental del movimiento histórico de la clase, [mientras] los contestatarios ‘renovadores’ de todas las tendencias no tienen otro afán que el de romper, borrar, hacer borrón y cuenta nueva del pasado, para partir de una presente virgen, de un nuevo “comienzo”, es decir, de ellos mismos”19.
Elberg.
1 La “Resolución sobre la relación de fuerzas entre las clases” adoptada en el 23° Congreso de la CCI en 2019, describe y analiza tanto el pantano político que apareció a fines de la década de 1960 como las tres oleadas de luchas obreras que se sucedieron hasta 1989.
2 Incluso durante el período de transición, cuando los antagonismos de clase aún no han desaparecido. La necesidad de que la clase defienda sus intereses inmediatos durante la dictadura del proletariado fue destacada por Lenin durante el debate dentro del Partido Bolchevique sobre la cuestión sindical en 1921. Esta posición fue asumida y desarrollada por la Izquierda Comunista de Italia en 1930 y por la Izquierda Comunista de Francia (GCF) después de la Segunda Guerra Mundial. Véase nuestro artículo “Comprender la derrota de la revolución rusa II. 1921: El proletariado y el Estado de transición”, en Revista Internacional n° 100, 1er trimestre de 2000.
3 Proudhon fue, según algunos doctrinarios, el padre del anarquismo. El padre de la “communisation” no es Bérard sino Jacques Camatte, de la revista Invariance, que se separó del Partido Comunista Internacional en 1966. Volveremos sobre esto en próximos artículos.
4 Marx y Engels, La ideología alemana (1845-1846).
5 El folleto de la tendencia ex-Lutte Ouvrière (la mayoría de los miembros de esta “tendencia” eran ex militantes trotskistas) fue reeditado en la antología Ruptura en la teoría de la revolución de François Danel. Textos 1965-1975 (2003).
6 Marx, carta del 28 de diciembre de 1846 a Annenkov.
7Luxemburgo, La crisis de la socialdemocracia (1915).
8 Artículo de la tendencia, “Luchas reivindicativas y el surgimiento de la clase para sí”, Revolución Internacional n° 9, (mayo-junio 1974).
9Ver Revista Internacional n°161 (2º semestre 2018) y 162 (1º semestre 2019): “Castoriadis, Munis y el problema de la ruptura con el trotskismo”.
10Desde entonces, la CCI ha publicado otro folleto sobre el mismo tema, “El trotskismo contra la clase obrera”.
11 La hipótesis de Marx se sitúa en el marco del proceso de socialización que sigue a la toma del poder por el proletariado, en el marco no de la sociedad comunista sino de una sociedad “que acaba de salir del capitalismo”. No tiene nada que ver con la posición de Proudhon sobre las órdenes de trabajo.
12 Marx, Crítica del Programa del Partido Laborista Alemán (1891). Este texto es más conocido como la Crítica del Programa de Gotha.
13Marx, Manuscritos de 1857-1858, conocidos como “Grundrisse”
14El Grupo de Comunistas Internacionalistas (GIC), en la década de 1930, asumió esta posición a favor de las órdenes de trabajo, en particular en el folleto Principios de la Producción y Distribución Comunista. Véanse nuestras críticas en la Revista Internacional n° 152, (2º semestre 2013): “Bilan: La Izquierda holandesa y la transición al comunismo, II”.
15Tres grupos comunistas se fusionaron en 1973 bajo el nombre de Revolución Internacional. En esta ocasión, se adoptó una nueva plataforma política y aparece en el n° 1 de RI (nueva serie).
16 “La cuestión del funcionamiento de la organización en la CCI”, Revista Internacional n° 109 (2º trimestre 2002).
17 “En respuesta al artículo “Fracciones y partidos”, en el mismo número del Bulletin d'études et de debate, segunda revista publicada por RI. Pronto sería reemplazada por la Revista Internacional, cuando se creó la CCI en 1975.
18 Uno de los mejores ejemplos es el de Éveil internationaliste que participó en la 3ª conferencia de grupos de la Izquierda Comunista en 1980. Después de romper con el maoísmo, quiso mantener una coherencia ex maoísta, y finalmente se hundió en la nada. Para volver a intentar borrar su pasado estalinista, algunos de sus elementos no han encontrado otra salida que adherirse al anarquismo o a la Liga de los Derechos Humanos, todo aderezado con la habitual verborrea situacionista.
19 Marc Chirik, “En respuesta al artículo “Fracciones y partidos”, Boletín de estudio y discusión n° 9, septiembre 1974, p. 9.
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Desde 1989 y el colapso de los regímenes falsamente llamados “comunistas” del antiguo bloque imperialista alrededor de la URSS, el marxismo genuino ha tenido que defenderse contra una campaña intensificada basada en distorsiones y mentiras, que afirma que el marxismo es una ideología anticuada y desacreditada que, puesto en práctica, sólo podía preparar el terreno para el gulag totalitario estalinista. Estas campañas se han visto favorecidas no sólo por la existencia de regímenes que han mantenido, bajo una bandera roja, la explotación y represión de los trabajadores, sino también por todas las viejas expresiones del movimiento obrero que, tras pasarse al lado de la burguesía, continúan invocando una versión desfigurada del marxismo como pretexto para su participación en las guerras imperialistas y su defensa de más formas estatales de dominación capitalista; y esto ha sido una característica de los últimos 100 años o más. Así, la movilización de la clase obrera en los campos de batalla de 1914-18 fue dirigida por exsocialistas que utilizaron pasajes de Marx y Engels aplicables cuando aún eran posibles las guerras nacionales para justificar su apoyo a una guerra mundial imperialista y reaccionaria. Posteriormente, los estalinistas y los trotskistas demostraron su adhesión al campo del capital pintando la Segunda Guerra Mundial bajo un falso barniz marxista, en particular llamando a la defensa de la “patria socialista” o de un supuesto “Estado obrero degenerado” en la URSS.
Pero la contrarrevolución que envolvió a la clase trabajadora después de las heroicas luchas de 1917-1923 no solo tomó las formas abiertas del estalinismo y el fascismo. También necesitaba su lado “democrático”, especialmente en la ideología del antifascismo que fue diseñada para atraer a los trabajadores e incluso a los ex militantes revolucionarios hartos de los horrores de la represión fascista y el asesinato en masa. Pero a un nivel más teórico, esta contrarrevolución democrática también dio lugar a una nueva distorsión del marxismo, que se ha llamado “marxismo occidental” y que ha sido un componente clave de lo que llamamos modernismo1. A diferencia de los estalinistas y los trotskistas, esta tendencia es más amorfa y no ofrece un programa definido para la estatización del capital (aunque generalmente acepta que hay algo no capitalista en lo que Marcuse y otros han llamado “marxismo soviético”). Tuvo su origen principalmente en universidades o “institutos de investigación social” reconocidos por el Estado, en particular la Escuela de Frankfurt, la principal fuente de inspiración intelectual para el “marxismo occidental”.
Esta corriente puede considerarse la fuente del modernismo porque pretende ofrecer una crítica a los “dogmas obsoletos” del marxismo, que tal vez alguna vez fueron válidos pero que ya no son aplicables en el “capitalismo moderno”. Por supuesto, el marxismo genuino está lejos de ser un dogma estático y debe analizar constantemente los cambios interminables provocados por la sociedad más dinámica y expansiva jamás vista en la historia humana. Pero la esencia del modernismo consiste en invocar el nombre de Marx para despojar al marxismo de sus principios fundacionales, de todos sus rasgos revolucionarios. Por lo tanto, se caracteriza por todos o algunos de los siguientes elementos:
- En primer lugar, el rechazo del carácter revolucionario de la clase obrera. El fracaso de los intentos revolucionarios de 1917-23 demostró, para el modernismo, el fracaso histórico de la clase obrera, incluso su entusiasmo por la contrarrevolución, ya sea por su sumisión al fascismo (un elemento fuerte en los escritos de Adorno, por ejemplo ) o porque el propio marxismo “tradicional” fue visto como responsable del estalinismo (lo que luego alinearía estas ideologías “posmarxistas” con los temas principales de las campañas ideológicas que siguieron al “colapso del comunismo” de 1989). En el período de auge de la posguerra, Marcuse, llegó a la conclusión de que la clase obrera de Occidente había sido sobornada por la prosperidad económica y las ideologías “unidimensionales” como el consumismo, empezó a buscar otros sujetos “revolucionarios”, como los estudiantes protestando contra la guerra de Vietnam o los campesinos supuestamente en una “lucha anti imperialista” en las periferias del sistema2;
- el rechazo de cualquier continuidad con el desarrollo histórico progresista, tanto en general como más particularmente el del movimiento proletario: se acepta a Marx, pero se rechaza a menudo a Engels por ser, en el mejor de los casos, un divulgador; la Segunda Internacional no juega ningún papel en el desarrollo del marxismo y está completamente identificada con su ala oportunista; el mismo tratamiento también puede reservarse para la Internacional Comunista, considerada como nada más que la fuente del “marxismo soviético” moderno;
- en línea con lo anterior, el rechazo del objetivo de la dictadura del proletariado y la construcción de un partido revolucionario de clase. De hecho, la militancia revolucionaria a menudo se presenta como la forma más alta de alienación.
El marxismo se transforma así en una utopía individual de rechazo del capitalismo a nivel de ideología cultural, desvirtuando así al joven Marx y su planteamiento del problema de la alienación, o transformando la crítica de la economía política en un sofisticado argumento a favor de la naturaleza perenne e inmutable del capitalismo y en un rechazo a la teoría de la decadencia del capitalismo.
En nuestro artículo “Modernismo: del izquierdismo a la nada”, publicado en el número 18 de Révolution Internationale en abril de 1975, identificamos a la Escuela de Frankfurt como una de las principales fuentes del modernismo, y mostramos que sus principales impulsores se identificaban abiertamente con la clase dominante y la guerra imperialista de 1939-45:
“En las décadas de 1930 y 1940, los compañeros de viaje estalinistas en el Instituto de Investigación Social de Frankfurt (Marcuse, Horkheimer, Adorno) comenzaron a establecer el marco utilizado por los modernistas de hoy. Según ellos, el marxismo y el proletariado fracasaron porque no eran ‘revolucionarios’. Por ejemplo, los trabajadores no se habían unido fervientemente a la defensa de la España republicana en 1936-38... Incapaces de ver que los aplastantes levantamientos obreros de 1917-23 finalmente permitieron una nueva guerra imperialista, estos diletantes ‘eligieron’ con entusiasmo apoyar al campo de los aliados durante este mismo conflicto imperialista”.
El artículo señala, por ejemplo, que durante la guerra Marcuse trabajó para la Oficina de Investigación de Inteligencia del Departamento de Estado de EE. UU. y se convirtió en el jefe interino de su sección de Europa del Este.
El título del artículo, que sitúa los orígenes del modernismo en el ala izquierda del capital, es perfectamente apropiado en este caso. Sin embargo, experiencias posteriores confirmaron que el modernismo, al igual que las diversas tergiversaciones del socialismo criticadas en el Manifiesto Comunista, también podían enraizarse en corrientes que inicialmente habían buscado ubicarse en el terreno del proletariado. En la década de 1960, ante el auge económico de la posguerra, el grupo Socialisme ou Barbarie se propuso demostrar que Marx estaba equivocado en lo que respecta a la inevitabilidad de las crisis económicas en el capitalismo. En 1948, luego de haber roto con el trotskismo, S o B insistió en que el capitalismo se había convertido en un sistema decadente y que ello había sido acogido por la Izquierda Comunista en Francia (GCF) como un desarrollo potencialmente positivo aunque la GCF les había advertido explícitamente de las dificultades de una ruptura total con el trotskismo y contra la arrogancia intelectual de considerarse los únicos capaces de resolver los problemas a los que se enfrenta la clase obrera y el movimiento revolucionario sin una referencia a la tradición comunista que ya se había hecho preguntas profundas sobre la derrota de las revoluciones de 1917-23 y sobre la naturaleza del sistema “socialista” en la URSS y otros países3. En realidad, S o B tuvo que demostrar que no estaba menos fascinado por el crecimiento capitalista en los años 50 y 60 de lo que lo había estado una figura como el socialdemócrata Bernstein en los años 1890. Y como cada vez más llegaron a ver los dogmas del estalinismo y el trotskismo como arraigados en el propio marxismo, empezaron a cuestionar no sólo las contradicciones económicas del sistema, sino incluso la contradicción fundamental entre la clase obrera y el capital, sustituyéndola por un nebuloso conflicto entre “dadores y ejecutores de órdenes” que reproducía la clásica obsesión anarquista por la “autoridad”. Una consecuencia lógica de la negación de las contradicciones internas del capital fue la elaboración de una concepción del socialismo como un sistema de “autogestión” que podría coexistir con la producción de mercancías, otra regresión hacia el anarquismo presentada como una alternativa nueva y radical al “marxismo tradicional”4.
S o B, y en particular su visión de la autogestión generalizada, tuvo una gran influencia en la corriente situacionista, cuya hora de gloria fue en los acontecimientos de mayo-junio de 1968. Un artículo de Marc Chirik en Révolution Internationale n° 2, 19695, muestra que la influencia de S o B también se extendió al rechazo por parte de los situacionistas de la concepción marxista del vínculo profundo entre la lucha de clases y una crisis capitalista objetiva. Para ellos, los grandes movimientos de clase del 68 y los años siguientes fueron sobre todo consecuencia de factores subjetivos: a nivel general, el hastío y la alienación de la “vida cotidiana” bajo el capitalismo, pero también, más específicamente, de la intervención ejemplar de los propios situacionistas. Los situacionistas estaban por lo tanto anclados en la visión modernista del mundo, pero habiendo participado en un movimiento de clase real, y a pesar del carácter clásicamente “artístico” -de hecho, pequeñoburgués- de consignas como “Nunca trabajes”, eran mucho menos hostiles a la lucha de la clase obrera que algunos que les sucedieron.
A principios de la década de 1970, tanto S o B como la Internacional Situacionista habían dejado de existir, y la mayoría de las corrientes modernistas -algunas de las cuales habían pasado por la escuela de S o B y el situacionismo, e incluso por la rama bordiguista de la Izquierda Comunista- habían desarrollado un lenguaje más “marxista”, capaz de discernir los errores de la autogestión (aunque, como veremos, muchas veces la resucitaron bajo nuevas formas) y de insistir en el hecho de que el comunismo significaba la erradicación de todas las relaciones sociales capitalistas basadas en el trabajo asalariado y la producción de mercancías. Así nació la corriente “communisateur”, que desde entonces se ha convertido en la forma principal de la ideología modernista. No es una casualidad que este desarrollo coincidiera con el renacimiento de la Izquierda Comunista. Los “comunistizadores”, como el grupo Invariance en torno a Jacques Camatte, el grupo Mouvement Communiste en torno a Barrot/Dauvé6, o la Organisation des Jeunes Travailleurs Révolutionnaires (OJTR) en torno a Dominique Blanc, se presentan mucho más voluntariamente como herederos de la Izquierda Comunista histórica pero también como críticos de sus límites, y sobre todo del “conservadurismo” de los grupos de la izquierda comunista resurgente con su insistencia en la necesidad de una organización política militante y en la lucha defensiva de la clase obrera como condición previa para una futura revolución comunista. Los elementos de esta nueva tendencia se autodenominan “comunistizadores” porque afirman ser los únicos verdaderos comunistas, los únicos que entienden lo que Marx quiere decir en La Ideología Alemana cuando definió al comunismo como el “movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual”. En este sentido, aunque hubo algunos debates iniciales entre “comunistizadores” y grupos de la nueva Izquierda Comunista7, esta expresión actualizada del modernismo se convirtió cada vez más en una fuerza destructiva contra la Izquierda Comunista, como lo demuestra el papel de la llamada tendencia de Bérard o ex Lutte Ouvrière que se separó de Révolution Internationale en 1974 y muy rápidamente desapareció de la vida política.
Como hemos dicho, el resurgimiento de la Izquierda Comunista a finales de la década de 1960 y principios de la de 1970 estuvo profundamente ligado al terremoto de la lucha de clases internacional que sacudió gran parte de Europa y América, y también al retorno cada vez más evidente de la crisis económica abierta. En este período, cuando los “comunistizadores”, y especialmente Camatte, cuestionaron cada vez más la importancia central de la lucha de clase de los trabajadores, la idea de que la clase obrera era solo una “clase para el capital”, y que su futuro estaba en su negación más que en su afirmación como clase, tuvo mucho menos peso que el que tuvo después de las dificultades de la lucha de clases en la década de 1980 y sobre todo que solo será con el inicio de la fase de descomposición capitalista tras el colapso del Bloque del Este en 1989. Como ya lo hemos argumentado en otro lugar8, este período estuvo marcado por un debilitamiento real de la identidad de clase, de la conciencia del proletariado de verse a sí mismo como una fuerza distinta y antagónica al seno de la sociedad capitalista. Estas condiciones proporcionaron un terreno más fértil para los “comunistizadores”, quienes en general argumentaron que es precisamente esta identidad de clase lo que el proletariado debe abolir, no como el resultado final de la lucha revolucionaria, sino como su condición previa. Y en un período en que la crisis del sistema capitalista está dando lugar cada vez más a revueltas populares en las que la clase obrera no tiene un papel diferenciado, puede parecer que las ideas de los “comunistizadores” están justificadas, y que comenzamos a ver la “revuelta de la humanidad” contra el capital que Camatte y otros predijeron en los años 1970.
Al mismo tiempo, los primeros signos de un resurgimiento de la lucha de clases en la primera década del nuevo siglo van acompañados de un cierto resurgimiento del anarquismo, atrayendo a elementos jóvenes en búsqueda de las ideas revolucionarias, pero en su mayoría, incapaces de relacionarse con la verdadera tradición marxista, a la que todavía tienden a asociar con la derrota de la revolución rusa y la degeneración del bolchevismo. Frente a la indigencia del marco teórico del anarquismo, los “comunistizadores”, en particular individuos como Dauvé y grupos como Théorie communiste, Aufheben y Endnotes, han sido capaces de ofrecer al medio anarquista una apariencia de profundidad teórica, mostrando su familiaridad con la terminología marxista sin cuestionar la mayoría de los prejuicios centrales del anarquismo, especialmente el rechazo a la organización política centralizada. Vista desde otro ángulo, la corriente de la “communisation” es en sí misma una nueva variante del anarquismo, como lo intentaremos demostrar en los siguientes artículos de esta serie. Pero, dado que muchos de sus adherentes se refieren no sólo a Marx, sino también a Bordiga, al KAPD y otros componentes de la tradición comunista de izquierda, a menudo pueden confundirse con la verdadera tradición comunista de izquierda, lo que puede constituir un factor extremadamente negativo en la política. evolución de los nuevos elementos en busca de la claridad comunista.
Precisamente por eso es esencial que la Izquierda Comunista se desmarque claramente de la tendencia a la “communisation” en torno a las cuestiones más importantes que las separan:
En primer lugar, insistir en que a pesar de todos los cambios en la composición de la clase obrera que hemos visto en las últimas décadas, a pesar de todos los reveses ideológicos y políticos sufridos por la clase obrera, ésta sigue siendo la única clase revolucionaria en la sociedad capitalista, y que sus luchas por la defensa de sus intereses materiales siguen siendo el único terreno en el que puede desarrollarse un asalto revolucionario contra el capital. De ahí el necesario repudio hacia todas las teorías que llaman a la clase obrera a negarse a sí misma o a renunciar a sus luchas defensivas.
En segundo lugar, reafirmar que, para luchar contra el embate de la ideología burguesa, y para la posterior transformación de las luchas económicas inmediatas en una ofensiva política y social contra todo el sistema capitalista, la minoría revolucionaria debe organizarse a escala internacional y sobre la base de una plataforma política coherente. Reafirmando así la crítica a la idea de que la militancia comunista es “el estadio más alto de la alienación”, que las organizaciones políticas proletarias sólo pueden ser “sectas” o “mafias” y deben disolverse en una cooperación laxa entre individuos soberanos. Al hacerlo, mostraremos cómo la hostilidad hacia la organización revolucionaria ha conducido a una parte de la corriente de la “communisation” hacia el parasitismo político y su propensión hacia el individualismo, la lleva hacia el arribismo burgués.
En tercer lugar, defendiendo la necesidad de que la clase obrera luche a favor de su dictadura política en contra de la sociedad burguesa para iniciar un período de transición al comunismo, frente a la visión de los “comunistizadores” de una especie de “gran disolución” que soslaya tanto la necesidad de un poder político de la clase obrera y un período de transición.
Consideramos esta serie como una extensión de nuestra ya larga serie sobre el desarrollo histórico del programa comunista9. Así, retomando los puntos que nos distinguen de los “comunistizadores” enumerados anteriormente, también adoptaremos un enfoque histórico, centrándonos en algunos de los textos “clásicos” de la teoría de la “communisation” en la década de 1970 y en la trayectoria de algunas de las principales figuras que desarrollaron la teoría de la “communisation”. Por lo tanto, nuestro proyecto de artículos incluirá:
Un regreso a la primera gran lucha de la CCI contra la teoría modernista/communautaire en sus propias filas, la “tendencia ex Lutte Ouvrière” a principios de los años setenta;
Un recordatorio de la trayectoria política de Jacques Camatte, que revela en muchos aspectos el verdadero “secreto” o dirección de la teoría de la “communisation”;
Una crítica a textos como “Sobre la organización” de Camatte y “La militancia: el estadio más alto de la alienación” de OJTR
Una respuesta a ciertos textos de Barrot/Dauvé sobre las “medidas comunistas” y la abolición del valor.
Como parte de este trabajo, también volveremos a publicar algunos de los textos de la CCI en respuesta a la concepción modernista del comunismo y la lucha de clases, la mayoría de los cuales no han estado disponibles durante muchos años.
CDW
1 En el lenguaje común, el término “modernismo” se usa para describir algunas de las tendencias artísticas que surgieron a finales del siglo XIX y principios del XX, y en particular después de la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, la escritura musical experimental de James Joyce y Virginia Wolf, la música atonal de Schönberg, o el expresionismo y el cubismo en la pintura. Por supuesto, sería interesante analizar estos movimientos artísticos en su contexto histórico (ver, por ejemplo: Notas para una historia del arte en el capitalismo ascendente y decadente), pero queremos aclarar aquí que nuestro uso del término modernismo para describir una corriente política particular tiene un significado muy diferente.
2 Véase Crítica de Marcuse de Paul Mattick: El hombre unidimensional en la sociedad de clases, Editorial Grijalbo, 1974, para una respuesta proletaria a la teorización de Marcuse sobre la integración de la clase obrera en el capitalismo. No intentaremos aquí una crítica más desarrollada de las principales figuras e ideologías de la Escuela de Frankfurt, aunque esta sigue siendo una tarea importante para el futuro. Es obvio que esta escuela fue dirigida por intelectuales eruditos, incluso brillantes, que se preocupaban por cuestiones reales, en particular la forma en que la ideología capitalista penetra en la masa de la población y en la clase trabajadora en particular. Al hacerlo, intentaron reunir elementos del marxismo y el psicoanálisis freudiano. Pero, debido a que este intento de síntesis no se planteó desde un punto de vista comunista, sino desde el punto de vista de la “humanidad social”, por retomar la terminología de las Tesis sobre Feuerbach, más bien desde el punto de vista del profesor aislado, no logró realizar esta “crítica teórica” global.
3 El comunismo está en la agenda de la historia: Castoriadis, Munis y el problema de la ruptura con el trotskismo (I) Revista internacional n° 161.
4 El comunismo está en la agenda de la historia – Sobre el contenido de la revolución comunista; Revista Internacional n° 162.
5 “Entendiendo Mayo”
6 No debe confundirse con el grupo obrerista actual, Mouvement Communiste.
7 Por ejemplo, el Mouvement Communiste envió una contribución a la conferencia de Liverpool de 1973 organizada por Workers Voice siguiendo el llamado de Internationalism en los Estados Unidos para una red de discusión internacional.
8 Ver Informe sobre la Lucha de Clases para el XXIII Congreso Internacional de la CCI (2019); Formación, pérdida y reconquista de la identidad de clase proletaria; Revista Internacional n° 164.
9 Temas de reflexión y discusión El comunismo: una necesidad material.
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divergencias_con_la_resolucion_sobre_la_situacion_internacional_del_24o_congreso_de_la_cci.pdf [5] | 154.07 KB |
En continuidad con los documentos de discusión publicados tras el 23º Congreso de la CCI1, publicamos una nueva contribución de un camarada que expresa divergencias con la Resolución sobre la Situación Internacional del 24º Congreso de la CCI2. Al igual que en la anterior contribución del camarada Steinklopfer, las divergencias se refieren a la comprensión de nuestro concepto de descomposición, a las tensiones Inter imperialistas y a la amenaza de guerra, así como a la relación de fuerzas entre el proletariado y la burguesía. Para evitar más retrasos relacionados con la presión de los acontecimientos actuales, publicamos las nuevas contribuciones del camarada Ferdinand sin una respuesta que defienda la posición mayoritaria en la CCI, pero sin duda responderemos a este texto a su debido tiempo. Debemos señalar que esta contribución fue escrita antes de la guerra en Ucrania.
La CCI defiende el principio científico del esclarecimiento a través del debate, mediante la confrontación de argumentos basados en hechos con el objetivo de alcanzar una comprensión más profunda de las cuestiones a las que se enfrenta la clase. El período actual es difícil para los revolucionarios. Esto ya era así antes de la pandemia del Covid, pero durante los dos últimos años los nuevos acontecimientos y tendencias necesitaban una evaluación. Así, no es de extrañar que en el seno de una organización revolucionaria viva surjan controversias sobre el análisis de la situación mundial.
Las principales divergencias en el seno de la organización se refieren a las siguientes cuestiones de importancia crucial para las perspectivas del proletariado:
a) ¿Cómo evaluar el equilibrio actual de las fuerzas de clase, tras el abandono del concepto de curso histórico?3 ¿La clase va de derrota en derrota o avanza?
b) ¿Cómo medir la maduración subterránea de la conciencia de clase, el trabajo del "viejo topo"? ¿Hay una maduración significativa o, por el contrario, un retroceso?
c) Con respecto a la situación económica: ¿la crisis pandémica produce sólo perdedores, o hay ganadores de la situación que pueden mejorar su posición?
d) En cuanto a las tensiones imperialistas: ¿hay polarizaciones significativas en la constelación mundial que aumentan el peligro de una guerra generalizada? ¿O es dominante la tendencia de cada uno contra todos, y por tanto un obstáculo hacia una nueva constelación de bloques?
Ya después del 23º congreso de la CCI, celebrado en 2019, el artículo de la Revista Internacional que daba cuenta de sus trabajos señalaba las controversias en nuestras filas sobre la evaluación de la situación mundial, concretamente a nivel de la lucha de clases, o más concretamente de la relación de fuerzas entre burguesía y proletariado. La presentación de la Revista Internacional 164 decía: "En el congreso hubo desacuerdos sobre la apreciación de la situación de la lucha de clases y su dinámica. ¿Ha sufrido el proletariado derrotas ideológicas que debilitan seriamente sus capacidades? ¿Existe una maduración subterránea de la conciencia o, por el contrario, asistimos a una profundización del reflujo de la identidad y la conciencia de clase?" Al mismo tiempo, en 2019, abandonamos el concepto de "curso histórico" porque reconocimos que la dinámica de la lucha de clases en el actual período de descomposición ya no podía ser analizada adecuadamente dentro de este marco. En las discusiones entre 2019 y 2021, y finalmente en la preparación de la resolución del 24º congreso sobre la situación internacional, nos enfrentamos a la continuación de las diferencias en la evaluación de la situación mundial actual. En gran medida, la controversia se hizo pública en agosto de 2020 bajo el título de "debate interno". El artículo del camarada Steinklopfer, defendiendo posiciones minoritarias, y la respuesta de la CCI, mostraron que el campo del debate abarcaba no sólo la cuestión de la dinámica de la lucha de clases y de la conciencia de clase, sino, en un sentido más amplio, la apreciación del período de descomposición capitalista, especialmente la aplicación concreta del concepto de descomposición, noción que hasta ahora es una característica distintiva de la CCI dentro del medio político proletario.
Debido a que tenía desacuerdos similares a los del camarada Steinklopfer con la posición mayoritaria en el período reciente, fui invitado a presentarlos no sólo a través de contribuciones internas, sino con un artículo para su publicación explicando mis diferencias con la Resolución sobre la Situación Internacional del 24º Congreso. La mayoría de las enmiendas que propuse a la resolución del Congreso giraban en torno a la cuestión económica, es decir, la dinámica, el peso y las perspectivas del capitalismo de Estado chino. Paralelamente, apoyé muchas enmiendas del camarada Steinklopfer que defendían las mismas orientaciones o compatibles.
Mis divergencias pueden resumirse en los siguientes epígrafes (los números se refieren a la versión de la Resolución en nuestro sitio web en inglés):
-China, su poder económico y el capitalismo de Estado (puntos 9 y 16 de la Resolución);
-la evolución de la crisis económica mundial y del capitalismo de Estado en descomposición (puntos 14, 15 y 19)
-la polarización imperialista y la amenaza de guerra (puntos 12 y 13);
-el equilibrio de las fuerzas de clase y la cuestión de la maduración subterránea de la conciencia (punto 28).
La Resolución, tras mostrar la descomposición política e ideológica en Estados Unidos y Europa, dice: "Y mientras la propaganda estatal china destaca la creciente desunión e incoherencia de las "democracias", presentándose como un baluarte de la estabilidad mundial, el creciente recurso de Pekín a la represión interna, como contra el "movimiento democrático" en Hong Kong y los musulmanes uigures, es en realidad una prueba de que China es una bomba de relojería. El extraordinario crecimiento de China es en sí mismo un producto de la descomposición". (punto 9)
A continuación, declara: "La apertura económica durante el período de Deng en la década de 1980 movilizó enormes inversiones, especialmente de Estados Unidos, Europa y Japón. La masacre de Tiananmen en 1989 puso de manifiesto que esta apertura económica estaba siendo aplicada por un aparato político inflexible que sólo ha podido evitar el destino del estalinismo en el bloque ruso mediante una combinación de terror de Estado, una explotación despiadada de la fuerza de trabajo que somete a cientos de millones de trabajadores a un estatus de trabajadores migrantes permanentes, y un crecimiento económico frenético cuyos cimientos parecen ahora cada vez más tambaleantes. El control totalitario sobre todo el cuerpo social, el endurecimiento represivo de la facción estalinista de Xi Jinping, no es una expresión de fuerza sino una manifestación de la debilidad del Estado, cuya cohesión está en peligro por la existencia de fuerzas centrífugas dentro de la sociedad e importantes luchas entre camarillas dentro de la clase dominante." (ibid.)
En el punto 16, la Resolución afirma, en primer lugar, que China se enfrenta a la reducción de los mercados en todo el mundo, al deseo de numerosos Estados de liberarse de la dependencia de la producción china y al riesgo de insolvencia al que se enfrentan varios países implicados en el proyecto de la Ruta de la Seda, y que, por lo tanto, China persigue un cambio hacia la estimulación de la demanda interna y la autarquía a nivel de tecnologías clave para poder ganar terreno más allá de sus propias fronteras y desarrollar su economía de guerra. Estos cambios, dice la resolución, están "provocando poderosos conflictos en el seno de la clase dirigente, entre los partidarios de la dirección de la economía por parte del Partido Comunista Chino y los vinculados a la economía de mercado y al sector privado, entre los "planificadores" del poder central y las autoridades locales que quieren dirigir ellos mismos las inversiones" (punto 16).
Las afirmaciones de que China es una bomba de relojería, de que su Estado es débil y de que su crecimiento económico se tambalea son expresión de una subestimación del desarrollo económico e imperialista real de China en los últimos 40 años. Comprobemos primero los hechos y luego los fundamentos teóricos en los que se basa este análisis erróneo. Puede ser que las tensiones internas en China sean en realidad más fuertes de lo que parecen -por un lado, las contradicciones dentro de la sociedad en general, por otro las del Partido gobernante en particular. No podemos confiar en la propaganda china sobre la fortaleza de su sistema. Pero lo que los medios de comunicación occidentales o no chinos nos dicen sobre las contradicciones en China también es propaganda, y además a menudo es una ilusión.
Los elementos mencionados en la Resolución no son convincentes: Un control totalitario sobre todo el cuerpo social y la opresión de la "libertad de expresión democrática" pueden ser signos de una debilidad de la clase dirigente. Estoy de acuerdo con esto. Como sabemos por el período posterior a 1968, con un movimiento proletario en ascenso, la democracia es mucho más eficaz para controlar a la clase obrera, y las contradicciones sociales en general, que los regímenes autoritarios. Por ejemplo, en los años 70 la burguesía de España, Portugal y Grecia sustituyó los regímenes autoritarios por regímenes democráticos debido a la necesidad de manejar la agitación social. Pero ¿se encuentra la clase obrera de China en una dinámica similar a la del proletariado del sur de Europa en la década de 1970? Planteo esta cuestión con vistas al equilibrio de fuerzas entre las clases, que al final sólo podemos medir correctamente como mundial. La Resolución trata la cuestión del equilibrio de fuerzas de clase en su última parte, y volveré sobre el punto. Pero podemos anticipar una cosa: no hay elementos a favor de la tesis de que el proletariado amenaza al régimen de Xi Jinping.
Lo mismo ocurre con otras contradicciones dentro de la China continental y su aparato político. Aunque las diferencias de intereses entre el Partido en el poder y los riquísimos magnates chinos de la tecnología, como Jack Ma (Alibaba) y Wang Xing (Meituan), son evidentes, estos últimos no parecen proponer un modelo alternativo para la República Popular, y mucho menos constituyen una oposición organizada. Además, dentro del Partido las luchas ideológicas importantes parecen pertenecer al pasado. Antes de 2012 y de la presidencia de Xi Jinping tuvo lugar el llamado "debate del pastel" dentro de los altos círculos del partido: había dos facciones. Una decía que China debía centrarse en hacer más grande el pastel, la economía china. La otra quería repartir el pastel existente de forma más justa. Un partidario de la segunda posición era Bo Xilai, condenado a cadena perpetua por corrupción y abuso de poder, un año después del ascenso de Xi Jinping a la cabeza del partido y del Estado. Mientras tanto, esa posición del “reparto justo” se ha convertido en la doctrina oficial4 y no hay indicios de que se produzca un nuevo debate. Según la información disponible5, las purgas en el aparato de represión comenzaron a principios de 2021. En la policía, la policía secreta, la judicatura y el sistema penitenciario han sido castigadas oficialmente más de 170'000 personas por corrupción. Esto es una muestra cínica de poder. Lo mismo ocurre con el sistema de vigilancia orwelliano. Igualmente, descabellado es el culto a la personalidad en torno a Xi Jinping.
¿Pero es esto una prueba de la "debilidad del Estado"? ¿De una "bomba de relojería" bajo la silla del presidente?
En cuanto a las contradicciones internas de la República Popular, mi tesis es la contraria. Los círculos dirigentes de este país están utilizando la crisis pandémica para reestructurar su economía, su ejército, su imperio. Aunque el crecimiento económico en China se ha ralentizado en los últimos tiempos, detrás de esto hay hasta cierto punto un plan calculado de la élite política gobernante para aprovechar los excesos del capital privado y fortalecer el capitalismo de Estado para el desafío imperialista. El Partido está cortando las alas a algunas de las empresas más rentables y a los magnates más ricos; está dejando escapar el aire de algunas burbujas especulativas para controlar más estrictamente toda la actividad económica, con la propaganda de que todo esto es para proteger a los trabajadores, a los niños, al medio ambiente y a la libre competencia. Las purgas en el aparato de represión y el despliegue del poder autoritario son indicios de tensiones ocultas (no sólo en Xinjiang y Hong Kong). Pero no se ve ningún modelo alternativo para el curso del capitalismo de Estado chino. Esta es mi lectura del lado de los hechos.
Si queremos entender el significado de las actuales divergencias en el análisis de China, tenemos que considerar la teoría que subyace a la posición mayoritaria y, por tanto, a la presente resolución. El desarrollo de China ha sido minimizado en nuestras filas durante décadas. Esto está vinculado a una comprensión errónea y esquemática de la decadencia capitalista. Uno de nuestros textos de referencia del comienzo de la existencia de la CCI, "La lucha proletaria bajo la decadencia"6 lo decía así "El período de decadencia capitalista se caracteriza por la imposibilidad de que surjan nuevas naciones industrializadas. Los países que no recuperaron el tiempo perdido antes de la Primera Guerra Mundial se vieron condenados posteriormente a estancarse en un estado de subdesarrollo total, o a permanecer crónicamente atrasados en relación con los países de la cima del castillo de arena. Este ha sido el caso de grandes naciones como la India o China, cuya "independencia nacional" o incluso su llamada "revolución" (léase la instauración de una forma draconiana de capitalismo de Estado) no les permitió salir del subdesarrollo o la indigencia." Sólo en 2015, en el marco del balance crítico de 40 años de análisis de la CCI, hemos reconocido oficialmente el error de este esquema: "Esta visión "catastrofista" se debe, en gran parte, a la falta de profundización de nuestro análisis del capitalismo de Estado (...) Es este error de negar toda posibilidad de expansión del capitalismo en su período de decadencia el que explica las dificultades que ha tenido la CCI para comprender el crecimiento vertiginoso y el desarrollo industrial de China (y de otros países periféricos) tras el hundimiento del bloque del Este." ("40 años después de la fundación de la CCI", Revista Internacional 156, 20157) Pero este reconocimiento fue a medias. Pronto los viejos esquemas volvieron a colarse en nuestros análisis. Las implicaciones de la contradicción entre nuestros puntos de vista "clásicos" y la realidad eran demasiado radicales. Para superar esta contradicción habría sido necesario ir a las raíces de las leyes económicas del movimiento que también actúan en el capitalismo decadente. En su lugar, el problema se arregló con la formulación "el extraordinario crecimiento de China es producto de la descomposición" (punto 9 de la presente resolución, ya citado anteriormente), brillante en su vaguedad. La idea se introdujo en 2019, con la resolución del 23º Congreso internacional que decía: "Fueron necesarias las circunstancias sin precedentes del período histórico de descomposición para permitir el ascenso de China, sin el cual no habría ocurrido". (Revista Internacional 164). Pero mientras que esta última formulación es correcta en el sentido de que la apertura del mundo a la inversión de capital (globalización) tuvo lugar principalmente en el período de descomposición en vísperas y después del colapso del sistema de bloques, y que esto fue parte de las condiciones que permitieron el ascenso de China como taller del mundo, la frase sobre su crecimiento como "producto de la descomposición" es un paso atrás hacia la "visión catastrofista". Todo es producto de la descomposición, y todo crecimiento es por tanto nulo y falso. Más aún: todo se descompone de forma homogénea, una especie de desintegración suave no sólo de las relaciones humanas, la moral, la cultura y la sociedad, sino del propio capitalismo. La Resolución actual no es capaz de captar la realidad del ascenso de China durante las últimas cuatro décadas ni de explicarla. Como ya he citado anteriormente, se limita a afirmar que "esta apertura económica ha sido llevada a cabo por un aparato político inflexible que sólo ha podido evitar el destino del estalinismo en el bloque ruso mediante una combinación de terror de Estado, una explotación despiadada de la fuerza de trabajo que somete a cientos de millones de trabajadores a un estatus de trabajadores migrantes permanentes, y un crecimiento económico frenético cuyos cimientos parecen ahora cada vez más tambaleantes" (punto 9). Una parte de este razonamiento es tautológica: "la apertura económica fue implementada por ... un crecimiento económico frenético" - el éxito económico se debió al éxito económico. Por lo demás, la explicación de la Resolución sobre el éxito de China, en contraste con el destino del bloque ruso antes de 1989, es que el rendimiento fue el resultado de una "combinación de terror estatal" y "una despiadada explotación de la fuerza de trabajo que somete a cientos de millones de trabajadores a un estatus de trabajadores migrantes permanentes". ¿Qué explica esto? ¿Sugiere la resolución que una "combinación de terror estatal" y "explotación despiadada" son los ingredientes de un capitalismo exitoso? ¿Y son distintos del estalinismo en Rusia? Propuse eliminar la frase y apoyé en su lugar una formulación que el camarada Steinklopfer sugirió con una de sus enmiendas "(...) No es una coincidencia que China, a diferencia de la URSS y su antiguo bloque imperialista, no se derrumbara a finales del siglo XX. Su despegue se basó en dos ventajas específicas: en la existencia de una gigantesca zona interna extra capitalista basada en el campesinado que podía transformarse en proletariado industrial, y en una tradición cultural particularmente antigua y muy desarrollada (hasta que comenzó la industrialización moderna en Europa, China siempre había sido uno de los principales centros de la economía mundial y del conocimiento y la tecnología)." Es ciertamente discutible si el término "zonas extra capitalistas" sigue siendo adecuado para describir lo que, sin embargo, es un hecho significativo, a saber, la nueva integración de una fuerza de trabajo disponible en la relación e intercambio formal entre el capital y el trabajo asalariado. La idea es clara: el proceso de acumulación de capital en China fue real, no sólo falso. Tuvo lugar gracias a recursos que aún no estaban formalmente determinados como la venta de fuerza de trabajo y la apropiación de su valor de uso por parte de los capitalistas. Como toda acumulación bajo el capitalismo, este proceso en la China posterior a Mao requirió fuerza de trabajo recién disponible (y materia prima, es decir, en gran medida la naturaleza, por lo que también es una "zona extra capitalista" en cierto sentido). Los antiguos campesinos del campo se trasladaron a las ciudades y ofrecieron la fuerza de trabajo necesaria para la explotación capitalista. Para evitar el destino del estalinismo en el bloque ruso también era necesario que China volviera a admitir la sanción del mercado capitalista (la "mano invisible" de Adam Smith), especialmente a dos niveles: el despido de trabajadores y la quiebra de empresas no rentables. Sólo estas medidas aplicadas por los círculos gobernantes en torno a Deng Xiaoping y después de él permitieron al sector del capital privado funcionar y a la economía china competir con el resto del mundo. Todo esto se descuida en la actual Resolución. Y las enmiendas que deberían corregir las deficiencias fueron rechazadas con la explicación de que pondrían en duda o relativizarían "el impacto de la descomposición en el Estado chino". De hecho, la reticencia de la Resolución a reconocer la realidad de la fuerza de China tiene su origen en la comprensión de la decadencia capitalista, y por tanto de la descomposición. Nunca hemos concluido el debate sobre los diferentes análisis del boom económico posterior a 1945. La posición mayoritaria dentro de la CCI parece ser la que se define como "mercados extra capitalistas y deuda" (cf. Revista Internacional 133-141)8 Esta posición teórica considera que los nuevos mercados necesarios para la venta de la producción incrementada sólo pueden ser extra capitalistas o creados de alguna manera artificial por la deuda. Esto es coherente con una comprensión literal de un argumento central de la Acumulación del Capital de Rosa Luxemburgo9 - pero está en desacuerdo con la realidad. No es el lugar adecuado aquí para un análisis más profundo de este talón de Aquiles del análisis económico de la CCI. Es suficiente para la comprensión de las divergencias que la posición oficial de la CCI niegue el hecho de que la acumulación capitalista significa también la creación de nuevos mercados solventes dentro del medio capitalista, sobre la base del intercambio entre el trabajo asalariado y el capital (aunque no sea suficiente en comparación con las necesidades de la acumulación sin trabas - este último punto no es controvertido). Dado que la aparición de nuevos mercados solventes en el período de decadencia es evidente, la posición actual de la CCI debe explicar su creación de alguna manera. Y como ya no se pueden detectar mercados extra capitalistas significativos (en el sentido de compradores solventes de las mercancías producidas), la acumulación en curso se "explica" por la creación de deuda, o por trucos que "engañan a la ley del valor". Volveré sobre esta cuestión en el contexto de los siguientes puntos de la Resolución.
Bajo el título "Una crisis económica sin precedentes", la Resolución intenta ofrecer un análisis de las consecuencias de la pandemia del Covid 19 en la economía mundial. Aunque estoy de acuerdo en que la situación no tiene precedentes y, por tanto, las consecuencias no son fáciles de predecir, la comprensión de la acumulación y la crisis capitalistas en el marco de la Resolución no es suficiente para analizar la realidad actual y sus fuerzas motrices. Para la mayoría de la CCI que adoptó la Resolución en su forma actual y rechazó las enmiendas propuestas por Steinklopfer y por mí, todo está subordinado a la "descomposición", a una especie de fragmentación homogénea. Esta comprensión del período de descomposición es esquemática y -en la medida en que niega la persistencia de las leyes capitalistas elementales -por ejemplo, la concentración y la centralización del capital- un abandono del marxismo. Este punto de vista rechaza explícitamente la idea de que el terremoto económico que tiene lugar como consecuencia de la pandemia produce no sólo perdedores sino también ganadores. Refuta implícitamente la persistencia de la centralización y concentración del capital, de la transferencia de beneficios de las esferas con menos tecnología a las de mayor composición orgánica, y niega así una mayor polarización entre los triunfadores y los perdedores. La pandemia aceleró las tendencias centrífugas típicas del período de descomposición, pero no de forma homogénea. Se están produciendo diferentes polarizaciones. Los ricos se hacen más ricos, las empresas rentables más atractivas, los Estados que manejaron bien Covid 19 amplían sus mercados a costa de los incompetentes y refuerzan sus aparatos. Estas polarizaciones y el aumento de las disparidades en la economía mundial forman parte de una realidad ignorada por la actual Resolución, que sólo ve fragmentación, perdedores e incertidumbre. En el punto 14 dice: "Esta irrupción de los efectos de la descomposición en la esfera económica incide directamente en la evolución de la nueva fase de crisis abierta, dando paso a una situación totalmente inédita en la historia del capitalismo. Los efectos de la descomposición, al alterar profundamente los mecanismos del capitalismo de Estado que hasta ahora se habían establecido para "acompañar" y limitar el impacto de la crisis, están introduciendo un factor de inestabilidad y fragilidad, de incertidumbre creciente." La Resolución subestima el hecho de que las economías fuertes están mucho mejor que las débiles: "Una de las manifestaciones más importantes de la gravedad de la crisis actual, a diferencia de las situaciones pasadas de crisis económica abierta, y a diferencia de la crisis de 2008, reside en el hecho de que los países centrales (Alemania, China y Estados Unidos) han sido golpeados simultáneamente y se encuentran entre los más afectados por la recesión. En China esto ha supuesto una fuerte caída del ritmo de crecimiento en 2020". (punto 15). Y niega que China sea un ganador de la situación: "Única nación que tendrá una tasa de crecimiento positiva en 2020 (2%), China no ha salido triunfante ni fortalecida de la crisis pandémica, aunque haya ganado terreno momentáneamente a costa de sus rivales. Al contrario". (punto 16). La fuerza motriz de un capitalista es la búsqueda del mayor beneficio. En tiempos de recesión, cuando todos o la mayoría de los capitalistas tienen pérdidas, el mayor beneficio se transforma en la menor pérdida. Aquellas empresas y estados con menos pérdidas que sus rivales obtienen mejores resultados. En esta lógica, China es uno de los ganadores de la crisis pandémica hasta ahora. Por cierto: Estados Unidos también está económicamente mejor que la mayoría de los países altamente industrializados y emergentes, en contradicción con la frase citada en el punto 15 de la resolución. Las tendencias polarizadoras que planteo no están en contradicción con el marco de la descomposición. Al contrario; las crecientes disparidades aumentan la inestabilidad global. Pero esta inestabilidad es desigual. La pandemia conduce a una mayor concentración del capital competitivo, a la sustitución del trabajo vivo por máquinas y robots, a una mayor composición orgánica. El capital de mayor composición orgánica atrae parte de los beneficios producidos por los menos competitivos. Todo esto tiene lugar sobre una base relativamente reducida de trabajo vivo, porque cada vez es más superfluo. Por un lado, esto significa una creciente y asombrosa brecha entre las partes rentables de la economía mundial y las que no lo son. Por otro lado, significa una carrera despiadada entre los actores más avanzados por los beneficios restantes. Ambas tendencias no favorecen la estabilidad, pero su realidad es contestada por la posición de "descomposición en todas partes". Esta última está en permanente búsqueda de fenómenos de dislocación y desintegración, perdiendo de vista las tendencias más profundas y concretas propias de los cambios actuales. Por último, la Resolución habla de "trampa de la ley del valor" y de las "leyes del capitalismo" respectivamente, sin explicar qué son estas leyes y qué significaría su trampa: "El peso de la deuda no sólo condena al sistema capitalista a convulsiones cada vez más devastadoras (quiebra de empresas e incluso de Estados, crisis financieras y monetarias, etc.), sino que además, al restringir cada vez más la capacidad de los Estados de hacer trampas a las leyes del capitalismo, no puede sino obstaculizar su capacidad de relanzar sus respectivas economías nacionales". (punto 19). "La burguesía seguirá luchando a muerte por la supervivencia de su sistema, ya sea por medios directamente económicos (como la explotación de los recursos no explotados y de los nuevos mercados potenciales, tipificados por el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda de China) o políticos, sobre todo a través de la manipulación del crédito y el engaño a la ley del valor. Esto significa que todavía puede haber fases de estabilización entre las convulsiones económicas con consecuencias cada vez más profundas". (punto 20). Estas formulaciones no explican nada. Son un disfraz improvisado para la falta de un concepto claro. Y sin éste, todo se convierte en "inestabilidad y fragilidad" e "incertidumbre creciente".
Una consecuencia del descuido de la polarización económica por parte del último Congreso Internacional es la subestimación de las tensiones imperialistas y de la amenaza de guerra. Tras admitir que el creciente enfrentamiento entre EEUU y China tiende a ocupar el centro de la escena, y dar ejemplos de nuevas alianzas, la Resolución resta importancia al peligro de una futura constelación de bloques con las siguientes palabras "Sin embargo, esto no significa que nos dirijamos a la formación de bloques estables y a una guerra mundial generalizada. La marcha hacia la guerra mundial sigue obstaculizada por la poderosa tendencia a la indisciplina, al sálvese quien pueda y al caos a nivel imperialista, mientras que en los países capitalistas centrales el capitalismo no dispone aún de los elementos políticos e ideológicos -incluyendo en particular una derrota política del proletariado- que podrían unificar la sociedad y allanar el camino hacia la guerra mundial. El hecho de que seguimos viviendo en un mundo esencialmente multipolar se pone de manifiesto, en particular, en la relación entre Rusia y China. Si bien Rusia se ha mostrado muy dispuesta a aliarse con China en cuestiones concretas, generalmente en oposición a EEUU, no es menos consciente del peligro de subordinarse a su vecino oriental, y es uno de los principales opositores a la "Nueva Ruta de la Seda" de China hacia la hegemonía imperialista". (punto 12) Estas frases son coherentes con la "incertidumbre" en la cuestión económica y evitan una declaración clara sobre las tendencias imperialistas actuales. La resolución es tibia cuando admite el evidente enfrentamiento entre EEUU y China e insiste en que "sin embargo" esto no significa la "formación de bloques estables". La opinión mayoritaria aún no ha sacado las consecuencias de nuestro reconocimiento en el 23º Congreso Internacional de que el concepto de curso histórico ya no es útil para el análisis del presente. Sigue tratando de entender la situación actual dentro del viejo esquema de la Guerra Fría, enterrado bajo los escombros del Muro de Berlín. Que las alianzas en formación se conviertan o no en "bloques estables" no es la cuestión central si queremos analizar el peligro de una guerra generalizada o nuclear, ambas amenazas gravísimas para una perspectiva comunista. La resolución responde a preguntas que ya no se plantean, y pasa por alto las verdaderas cuestiones. Volveré sobre este punto en la siguiente parte de la crítica, que trata del equilibrio de las fuerzas de clase. Otro signo revelador de la persistencia de la vieja visión es la siguiente formulación en la Resolución: "Aunque no vemos una marcha controlada hacia la guerra dirigida por bloques militares disciplinados, no podemos descartar el peligro de estallidos militares unilaterales o incluso de accidentes grotescos que marcarían una mayor aceleración del deslizamiento hacia la barbarie". (punto 13). La lógica capitalista de la polarización entre China y Estados Unidos empuja a ambos a buscar aliados, a participar en la carrera armamentística y a dirigirse hacia la guerra. Que esta marcha esté controlada o no es otra cuestión. Pero en primer lugar debemos afirmar que tanto China como Estados Unidos buscan alianzas y preparan la guerra. Aunque una visión estática pueda llevarnos a concluir que "seguimos viviendo en un mundo esencialmente multipolar" (punto 12) la dinámica es hacia la bipolaridad. En cuanto a la cuestión de la estabilidad de las alianzas y la disciplina de sus componentes: el hecho es que Estados Unidos es ofensivo en su búsqueda de aliados frente a China. Esta última está en desventaja en varios aspectos: a nivel de su ejército, de su tecnología, de la geografía. Pero el Imperio del Medio se está poniendo al día con determinación en los primeros niveles. Esto debería recordarnos una vieja tesis de la sociedad de clases, etiquetada como la Trampa de Tucídides, que dice que "cuando una gran potencia amenaza con desplazar a otra, la guerra es casi siempre el resultado" (Alison Graham, 2015). Tucídides, el padre de la historia científica, escribió hace más de 2400 años sobre la causa principal de la Guerra del Peloponeso que fue el "crecimiento del poder de Atenas, y la alarma que esto inspiró en Esparta". Es cierto que vivimos en un mundo muy diferente, pero todavía en una sociedad de clases. ¿Debemos pensar que el capitalismo en su periodo de descomposición es más racional y, por tanto, más proclive a evitar la guerra? Creo que el proletariado de los países centrales sigue siendo un freno en el camino hacia una guerra generalizada. Estoy de acuerdo con esta idea, expresada en el punto antes citado de la Resolución. Sin embargo, no comparto la opinión de que las expresiones típicas de la descomposición descritas por la resolución, como la "poderosa tendencia a la indisciplina, el sálvese quien pueda y el caos a nivel imperialista", sean verdaderos obstáculos para las guerras generalizadas o nucleares. Por eso estuve de acuerdo y apoyé una enmienda adicional propuesta por el camarada Steinklopfer, que sin embargo fue rechazada por la mayoría: "A lo largo del capitalismo decadente hasta la fecha, de las dos expresiones principales del caos generado por la decadencia de la sociedad burguesa -los conflictos imperialistas entre Estados y la pérdida de control dentro de cada capital nacional- dentro de las zonas centrales del propio capitalismo la primera tendencia ha prevalecido sobre la segunda. Suponiendo, como lo hacemos, que esto seguirá siendo así en el contexto de la descomposición, esto significa que sólo el proletariado puede ser un obstáculo para las guerras entre las principales potencias, no obstante, las divisiones dentro de la clase dominante dentro de esos países. Aunque, en determinadas circunstancias, estas divisiones pueden retrasar el estallido de la guerra imperialista, también pueden catalizarlas". No sólo con respecto a la cuestión de las constelaciones de bloques, sino también con respecto al papel de la clase obrera, tenemos que considerar las consecuencias de nuestra superación en 2019 del concepto de curso histórico. En 1978, en la Revista Internacional 18, la CCI formuló los criterios de evaluación del curso histórico en los siguientes términos: "Al analizar las condiciones que hicieron posible el estallido de las dos guerras imperialistas, podemos extraer las siguientes lecciones generales: -- el equilibrio de fuerzas entre la burguesía y el proletariado sólo puede evaluarse a escala mundial, y no puede basarse en las excepciones que puedan surgir en zonas secundarias: es esencialmente mediante el estudio de la situación en algunos grandes países que podemos deducir la verdadera naturaleza de este equilibrio de fuerzas; -- para que estalle una guerra imperialista, el capitalismo necesita primero infligir una profunda derrota al proletariado -- sobre todo una derrota ideológica, pero también física si el proletariado ha mostrado una fuerte combatividad (Italia, Alemania y España en el periodo de entreguerras); -- esta derrota no debe limitarse a dejar a la clase pasiva, sino que debe conseguir que los trabajadores se adhieran con entusiasmo a los ideales burgueses ("democracia", "antifascismo", "socialismo en un solo país"); la adhesión a estos ideales presupone: a. que tienen una apariencia de realidad (la posibilidad de un desarrollo ilimitado y sin problemas del capitalismo y la "democracia", los orígenes proletarios del régimen en Rusia); b. que se asocian de una u otra manera a la defensa de los intereses proletarios c. que esta asociación es defendida entre los trabajadores por organizaciones que tienen la confianza de los trabajadores, debido a que, en el pasado, sí defendieron sus intereses. En otras palabras, esos ideales burgueses son propagados por antiguas organizaciones proletarias que han traicionado a la clase. A grandes rasgos, estas son las condiciones que, en el pasado, permitieron el estallido de las guerras imperialistas. Esto no quiere decir que, a priori, una futura guerra imperialista tenga que tener idénticas condiciones. Pero en la medida en que la burguesía ha tomado conciencia de los peligros que implica un estallido prematuro de las hostilidades (a pesar de todos sus preparativos, incluso la Segunda Guerra Mundial dio lugar a reacciones de la clase obrera en Italia en 1945 y en Alemania en 1944-45), sería un error considerar que se lanzaría a una confrontación si no supiera que tiene el mismo grado de control que tenía en 1939, o al menos en 1914. En otras palabras, para que una nueva guerra imperialista sea posible, deben estar presentes al menos los criterios enumerados anteriormente, y si no, algunos otros que puedan compensarlos"
En el 23º Congreso de 2019 afirmamos que estos criterios ya no se aplican a la situación actual. Por lo tanto, tenemos que plantear la cuestión de si la burguesía, para desencadenar la guerra, todavía necesita una "derrota física" y una "adhesión entusiasta a los ideales burgueses".
A pesar de esta controversia teórica general, en el plano de los conceptos y criterios de apreciación, parece que estamos de acuerdo en que el proletariado sigue siendo un obstáculo para que la burguesía emprenda una guerra que los grandes bastiones del proletariado en los países centrales tendrían que apoyar de alguna manera. La Resolución afirma que el proletariado aún no ha sufrido la "derrota política" decisiva (punto 12). Con ello, la posición mayoritaria persiste en la idea central del concepto del curso histórico: o curso a la guerra o curso a la revolución. Así, la matriz de la época de la Guerra Fría sigue siendo pertinente, aunque en el 23º Congreso Internacional comprobamos que este esquema ya no es adecuado, en última instancia, si queremos evaluar el equilibrio de fuerzas actual. No es de extrañar que esta debilidad se exprese también en las partes de la Resolución que hablan de la lucha de clases: "A pesar de los enormes problemas a los que se enfrenta el proletariado, rechazamos la idea de que la clase ya ha sido derrotada a escala mundial, o que está a punto de sufrir una derrota de este tipo comparable a la del período de la contrarrevolución, una derrota de la que posiblemente el proletariado ya no podría recuperarse". (punto 28) La frase es errónea en ambos aspectos: la premisa - y su consecuencia aparentemente lógica. La cuestión de partida no es exactamente si el proletariado ha sido ya derrotado a escala mundial -por tanto, definitivamente derrotado, o casi derrotado en una medida comparable a la del período de la contrarrevolución. Si estamos de acuerdo en que el proletariado mundial ha sufrido una serie de derrotas durante los últimos 40 años aproximadamente, tenemos que encontrar criterios para medir la dimensión de la(s) derrota(s). La cuestión no es la que plantea el horror de la derrota física de los años 30: la muerte o la vida, el exterminio de los no idénticos. Por el momento, no se trata de una situación de todo o nada, sino de una degradación gradual de la conciencia de clase, al menos en su extensión. Mi hipótesis es que se trata de un proceso asintótico hacia la derrota definitiva. Por lo tanto, la consecuencia lógica no es "una derrota de la que posiblemente el proletariado ya no pueda recuperarse". Si la hipótesis es correcta (un proceso gradual de pérdida de conciencia, en primer lugar, de la conciencia de su identidad de clase diferenciada), la conclusión debe ser: la clase obrera aún puede invertir el proceso, dar una especie de vuelta en U. Pero debe tomar conciencia de la dinámica negativa. Los revolucionarios tienen la responsabilidad de hablar de ella en los términos más claros posibles. La matriz errónea está en la descripción y comprensión de la Resolución del estado concreto de la lucha de clases: "el hecho de que, justo antes de la pandemia, vimos varios signos embrionarios y muy frágiles de una reaparición de la lucha de clases, especialmente en Francia 2019. E incluso si esta dinámica fue entonces en gran medida bloqueada por la pandemia y los cierres, hubo protestas de los trabajadores en varios países incluso durante la pandemia, en particular en torno a cuestiones de salud y seguridad en el trabajo" (ibíd.). La visión subyacente es la de una dinámica suave hacia una conciencia de clase más fuerte - por tanto, una dinámica positiva, o al menos una especie de situación estática: ni positiva ni negativa, así que, de alguna manera neutral, sobre la base de una combatividad de clase intacta. Mientras que mi valoración es la de una dinámica de retroceso de la conciencia de clase -una dinámica negativa a la que hay que dar la vuelta. Afortunadamente, la combatividad sigue asomando la cabeza aquí y allá. Pero la combatividad no es todavía la conciencia, incluso un aumento de la primera no implica todavía una ampliación o una profundización de la segunda. Lo esencial para el proletariado y sus organizaciones políticas es la correcta evaluación de la situación actual, junto con su dinámica interna. Las tareas del momento para los revolucionarios dependen obviamente de la comprensión de esta situación objetiva y concreta. En un nivel posterior tenemos que considerar la cuestión del "viejo topo" de Marx (en su El dieciocho brumario de Luis Bonaparte). Tenemos la costumbre de hablar de este fenómeno en términos de maduración subterránea de la conciencia de clase. La Resolución subraya un potencial de profundo renacimiento proletario atestiguado, entre otros factores, por "los pequeños pero significativos signos de una maduración subterránea de la conciencia, que se manifiestan en los esfuerzos hacia una reflexión global sobre el fracaso del capitalismo y la necesidad de otra sociedad en algunos movimientos (particularmente los Indignados en 2011), pero también a través de la emergencia de elementos jóvenes que buscan posiciones de clase y se vuelven hacia la herencia de la izquierda comunista" (ibíd.). La vaga formulación sobre "pequeños pero significativos signos de una maduración subterránea de la conciencia" es un compromiso entre dos opuestos irreconciliables: ¿adelante o atrás? ¿Qué dirección del movimiento, aumento o retroceso de la conciencia de clase incluso en sus capas subterráneas, no visibles? En las discusiones antes y durante el Congreso he defendido la opinión de que no hay una maduración subterránea significativa en la clase. Necesitamos el concepto de maduración subterránea para luchar contra los puntos de vista consejistas y la práctica similar. Es una adquisición de la CCI que la maduración subterránea tiene lugar también en los momentos de retroceso de las luchas o incluso en los períodos de contrarrevolución. Pero otra cosa, es decir -como afirma la mayoría- que el movimiento de esta maduración es siempre ascendente. Si se afirma que la maduración es en todos los períodos un movimiento creciente, se excluye una regresión. Esto significa subestimar dos cosas. Por un lado, subestimamos la profundidad de las dificultades de nuestra clase, incluso de sus partes más conscientes, y por otro lado subestimamos el papel y las tareas específicas de los revolucionarios en el período actual. Esta tarea no es sólo cuantitativa, mediante la difusión de las posiciones revolucionarias, sino que es sobre todo un trabajo cualitativo, teórico, de análisis en profundidad de las tendencias actuales en los diferentes ámbitos: los cambios en la economía, las tensiones imperialistas y la dinámica en la clase, sobre todo a nivel de conciencia. Ciertamente existe el potencial para un desarrollo de la conciencia, pero potencial y realización no son lo mismo.
Ferdinand, enero de 2022
[4]. [5]. [6]
1 Divergencias con la Resolución sobre la situación internacional del 23º Congreso de la CCI https://es.internationalism.org/content/4658/divergencias-con-la-resolucion-sobre-la-situacion-internacional-en-el-23o-congreso-de [6]
2 https://es.internationalism.org/content/4720/resolucion-sobre-la-situacion-internacional-xxiv-congreso-de-la-cci-2021 [7]
3 Ver Informe sobre el Curso Histórico https://es.internationalism.org/content/4536/informe-sobre-el-curso-historico [8]
4 Eso no ayudó a Bo Xilai, porque oficialmente estaba en la cárcel, no por su supuesta orientación política equivocada, sino por corrupción y abuso de poder
5 Si no cito literalmente otras fuentes, baso la información de este artículo en Wikipedia y The Economist
6 https://es.internationalism.org/revista-internacional/200805/2265/la-lucha-del-proletariado-en-el-capitalismo-decadente [9]
7 https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4143/xxi-congreso-de-la-cci-40-anos-despues-de-la-fundacion-de-la-corri [10]
8 El lector atento de nuestras resoluciones llegará a esta conclusión, aunque los congresos de la CCI, sabiamente, nunca sometieron a votación los conceptos teóricos
9 Capítulo 26, hacia el final: "El comercio interno capitalista sólo puede realizar, en el mejor de los casos, ciertas cantidades de valor contenidas en el producto social: el capital constante consumido, el capital variable y la parte consumida de la plusvalía. Sin embargo, la parte de la plusvalía destinada a la capitalización debe realizarse en otro lugar"
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el_caso_vogt_el_combate_de_los_revolucionarios_contra_la_calumnia_ii.pdf [17] | 126.28 KB |
En la primera parte de nuestro estudio sobre el libro Herr Vogt de Carlos Marx vimos el método y el propósito militante que aquel tenía. En esta segunda parte, analizamos el contexto histórico donde se libró la batalla contra las calumnias de Vogt y vamos a ver cómo el método empleado sirvió a la defensa de la Primera Internacional contra la conspiración y la campaña de calumnias de Bakunin. Ese combate de Marx, primero contra Vogt y unos años después contra Bakunin, tiene actualmente plena validez frente al olvido del oportunismo que no quiere “entrar en esas nimiedades”.
Vogt era un agente a sueldo de Luis Bonaparte. Engels en un artículo aparecido en 1873 y que se publica como anexo en el libro Herr Vogt recoge una información que la Comuna de París puso al descubierto al lograr acceder a los archivos policiales del Estado francés: “en las listas recién publicadas de los fondos secretos empleados por Luis Bonaparte aparece: VOGT — le fueron remitidos en agosto de 1859… 40.000 francos” (página 248).
El libro Herr Vogt nos da un panorama claro y preciso de la situación histórica en la década de 1850. Es un momento de fuerte expansión del capitalismo en todo el mundo, de lucha por la formación de nuevas naciones como marco propulsor del desarrollo capitalista. Es también un tiempo de exilio para los revolucionarios de numerosos países debido a la derrota de las revoluciones de 1848. En el primer plano del escenario internacional aparece la política de Gran Bretaña, entonces superpotencia mundial, que para reforzar su dominación no duda en favorecer los movimientos más reaccionarios, especialmente al régimen zarista ruso, baluarte de la reacción feudal. Junto aquel vemos la errática política de Luis Bonaparte, el pequeño Napoleón, los intentos de Prusia por formar la “Nueva Alemania” en detrimento del decrépito poder austriaco.
Marx enmarca la acción de Vogt en esas condiciones históricas. El bisturí de Marx disecciona con precisión esos diferentes elementos que dominan la década aportando análisis muy interesantes. Se trataba de comprender qué pretendía Vogt, en que marco histórico desarrollaba su intriga miserable, qué objetivos e intereses servía y qué condiciones de confusión y debilidad del medio del exilio permitían el ascenso de un personaje de su calaña…
Marx analiza la naturaleza del régimen político instaurado por Luis Napoleón en Francia sobre los escombros de la derrota del proletariado en 1848, al que Vogt sirvió como “agente político” para organizar campañas de difamación de aquellos que el “pequeño emperador” consideraba sus enemigos. El sistema político organizado por el sobrino de Napoleón era semi – dictatorial y se apoyaba en el lumpen. Uno de sus puntales era la Banda del 10 de diciembre - un conglomerado de pequeños burgueses, delincuentes, arribistas, aristócratas arruinados etc.- que servía fielmente al “emperador” dando palizas o asesinando a los oponentes y constituyendo la claque que aplaudía los viajes de personajillo. Diferentes pasajes del libro Herr Vogt completan de forma brillante el estudio que Marx hizo del “pequeño Bonaparte”, quien selló el aplastamiento de las grandes luchas del proletariado de París en 1848 y por ello recibió de la burguesía la licencia para instaurar un régimen para su “pequeña gloria”1.
Marx igualmente denuncia la falsificación que hace Vogt del papel de Rusia, quien durante muchos años había sido el bastión de la reacción feudal -animada bajo mano por Gran Bretaña. Para Vogt Rusia y Francia aliadas podrían dar un impulso a la causa liberal y de emancipación de los pueblos pues veía a Rusia “como protectora del liberalismo y de las ambiciones nacionales. Catalina II fue reverenciada por todo un ejército de pensadores franceses y alemanes, como la abanderada del progreso. El “noble” Alejandro I, el griego del bajo Imperio según lo denomina Napoleón de manera por cierto muy innoble— jugó en un tiempo y en toda Europa el papel de héroe del liberalismo” (pag 104) 2.
Marx denuncia la famosa política de “neutralidad” y “democracia plena” de Suiza, un capital nacional quien siempre ha jugado con unos y con otros para hacer valer sus intereses. Las autoridades suizas se pavonean de “defensores de los derechos humanos”, sin embargo, tras esa máscara participan en la represión de los movimientos proletarios. Así, a propósito de un militante detenido y exiliado por las autoridades suizas, Marx relata como “Druey, en su correspondencia con el preso Schily y la que habremos de mencionar más adelante, le echaba todas las culpas al Cantón de Ginebra, mientras que Tourte aseguraba que toda la culpa la tenían las autoridades federales y que de parte del Cantón de Ginebra no existía queja alguna contra Schily. Una confirmación concordante le había sido dada hacía poco por el juez de instrucción ginebrino, el doctor Raissim” (pag. 219). Era un juego de tenis, donde el cantón pasa la pelota a las autoridades federales, éstas al juez, y el juez a la municipalidad y así sucesivamente, con el resultado final que los exiliados son entregados a los gendarmes alemanes o austriacos. Estos servicios son puntualmente cobrados a peso de oro por los “neutrales” y “demócratas” gobernantes suizos.
Otro importante elemento del libro de Marx es el estudio de los movimientos nacionales, sus contradicciones y miserias, en un tiempo donde la formación de nuevas naciones contribuía al desarrollo del capitalismo y, por tanto, podía ser apoyada críticamente por las fuerzas proletarias. Marx denuncia las proclamas de Vogt según las cuales el Pequeño Napoleón “Es “el desinteresado amigo” de Italia, de Suiza, en una palabra, de todas las nacionalidades”. Tanto el príncipe Napoleón, como el Emperador, es un gran economista… No cabe duda de que, si en Francia alguna vez llegaran a triunfar los buenos principios de la economía política, el príncipe Napoleón habrá contribuido muchísimo a ello”. Es y fue siempre partidario de la más amplia libertad de prensa”, contrario a todas las medidas de previsión policiales de censura, portavoz de “las ideas liberales en el más amplio de los sentidos, tanto en su teoría, como en su aplicación” (pag. 137).
El método marxista no se reduce a los hechos económicos. Esto es lo que pretenden los voceros de la burguesía (principalmente los popes del “marxismo académico”) que buscan enclaustrar el marxismo en cotos bien delimitados de tal forma que pierda todo su filo revolucionario. El método marxista abarca igualmente la lucha organizativa y la defensa de la organización comunista y de sus militantes.
En el libro Herr Vogt hay una unidad entre la minuciosa y científica refutación de las calumnias, el análisis de las motivaciones y lazos políticos de los calumniadores y la enmarcación de sus intrigas en un contexto histórico determinado (desarrollo del capitalismo, movimientos nacionales, medio del exilio debido a la derrota de los movimientos de 1848). Esta unidad hace del libro parte integral del método marxista.
Engels decía que la lucha de clase del proletariado tiene tres dimensiones: económica, política e ideológica. Creemos que debe añadírsele una cuarta dimensión: la lucha organizativa y dentro de ésta el combate contra la calumnia y la denigración.
Como hemos dicho al principio, la calumnia es un arma de la burguesía contra las organizaciones comunistas: quienes las ejecutan pueden ser elementos policiales o agentes políticos del capital, como es el caso de Vogt, pueden ser igualmente aventureros, parásitos, colaboradores para- policiales como el ignominioso grupúsculo GIGC3. Sin embargo, esa multiplicidad de motivaciones converge y se inscribe en una política superior y coherente: la lucha de la burguesía contra las organizaciones revolucionarias. Esta política sistemática de la burguesía tiene más de 200 años de antigüedad. Una de las primeras expresiones fue la campaña de calumnias contra un genuino militante obrero-organizada por un provocador policial dentro de la Sociedad de Correspondencia de Londres en 17954. Marx recuerda como otros militantes obreros habrían sufrido el mismo tratamiento “No sólo los Mouchards decembristas aullaron calumnias similares tras Luis Blanc, Blanqui, Raspail, etc; también en todas las épocas y partes del mundo los Sicofantes de la clase reinante calumniaron siempre en forma igualmente infamante a los precursores literarios y políticos pertenecientes a la clase sometida” (página 46).
El libro Herr Vogt desarrolló un método científico de denuncia y refutación de la calumnia, como tal inspiró otro combate de las organizaciones comunistas contra la conspiración y la calumnia: el de la Primera Internacional contra las actuaciones de Bakunin y su banda que se disfrazaba bajo el pomposo nombre de Alianza de la Democracia Socialista. Sus intrigas, maniobras y campañas de calumnia fueron científicamente desmenuzadas y puestas al desnudo por la comisión Utin que presentó un informe ante el Congreso de La Haya (1872). Hay pues un hilo conductor de método entre Herr Vogt y este combate de la AIT. Marx y Engels profundizaron en todas las lecciones de este combate en Las pretendidas escisiones en la Primera Internacional5.
Existe en el medio de la Izquierda Comunista una actitud oportunista consistente en rechazar la defensa de la organización, la lucha contra el parasitismo y el combate contra la calumnia, oponiendo una serie de “argumentos” que vamos a rebatir metódicamente.
Cuando Marx dedicó un año entero a la refutación de la calumnia de Vogt, muchos elementos de Asociaciones Obreras o incluso antiguos militantes de la Liga de los Comunistas decían que esa respuesta “se rebajaba al nivel de Vogt”, que “quien pretende combatir el lodo acaba enlodándose”; que Marx reaccionaba en función de su orgullo herido.
Vogt era un individuo indigno que no merecía sino el desprecio (Marx lo trata en su libro de “naturaleza redondeada”, Engels de “gusano”). Pero había que responderle no tanto por lo que era sino por el daño que causaba. Hay que hacer su vergüenza más vergonzosa haciéndola pública –como decía Marx-. Al sacar a la luz las tropelías de estos personajes, al desvelar de forma implacable sus maquinaciones, al poner en evidencia sus motivaciones inconfesables, estos individuos pierden el terreno en el que se mueven como pez en el agua: el de la sombra, el de la acusación sin respuesta, el de la duda jamás aclarada, el de la insinuación ambigua que propaga la sospecha. Cuando ese terreno sórdido es iluminado por los potentes focos de la denuncia revolucionaria pierde la mayor parte de su capacidad de hacer daño.
La lucha de clases es un terreno dramático y abigarrado, donde los contendientes no emplean las mismas armas. El proletariado, en efecto, actúa con claridad, transparencia, solidaridad, honestidad moral. Sin embargo, la burguesía no tiene el menor escrúpulo en desplegar contra el proletariado y sus organizaciones revolucionarias, las más viles maquinaciones, las intrigas más abyectas, las trampas más siniestras, en el fuego de los antagonismos de clase, el mundo burgués revela el barro pestilente sobre el que se levanta.
Es pues un arma fundamental de la lucha de clases la denuncia de esa ciénaga repugnante que la burguesía remueve sin descanso. Renunciar a ello en nombre de la “altura intelectual” es desarmar al proletariado de ese capítulo esencial de su combate.
Pero denunciar esa telaraña de intrigas, calumnias e indignidades, es igualmente sentar las bases para comprender que el mundo comunista del que el proletariado es portador se levanta sobre otro modo de vida, otra concepción de la humanidad y otros principios morales, pues como recuerda La Ideología Alemana de Marx y Engels “Este modo de producción no debe considerarse solamente en cuanto es la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya más bien, un determinado modo de actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de estos”6, ese mismo documento recuerda que “la revolución no sólo es necesaria porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en que se hunde y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases”7. Así pues, la denuncia implacable de la calumnia, la denigración, las maniobras e insinuaciones, delimita claramente el campo proletario contra el cieno de la sociedad burguesa y sus servidores. Ayuda a comprender de forma concreta los contornos de la futura sociedad comunista, los principios que la inspirarán en todos los campos de la vida.
En el Prefacio de su libro contra Vogt, Marx responde a ese argumento8: «Yo sé, por lo demás, que los mismos sesudos varones que, al aparecer los infundios de Vogt, movían gravemente sus cabezas, concediendo importancia a aquellos, no comprenderán ahora en absoluto cómo puedo yo perder el tiempo en refutar semejantes niñerías; mientras tanto, los escritorzuelos liberales, que con odio maligno deseaban dañarme publicando en la prensa alemana, suiza, francesa y americana las más bajas vulgaridades y las inútiles mentiras de Vogt, encontrarán sacrílegamente escandaloso mi modo de despacharles a ellos mismos y a sus héroes » (pag. 12). Para Marx esa lucha es una tarea “en interés del partido”: «hasta entonces solo me había ocupado literariamente, por rarísima excepción, de las innumerables insolencias vertidas contra mi durante 10 años por la prensa alemana y germano americana cuando se trataba de un interés de partido, como ocurrió con ocasión del proceso de los comunistas de Colonia» (página 241).
La calumnia, la denigración, la difamación preparan la represión, son su trampolín necesario. Así lo evidencia Víctor Serge en su libro Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión: “La provocación es mucho más peligrosa por la desconfianza que siembra entre los revolucionarios. Es terrible, porque la confianza en el partido es la base de toda fuerza revolucionaria. Se murmuran acusaciones, luego se dicen en voz alta, generalmente no se pueden aclarar. De ahí resultan males en cierto sentido peores que los que podría ocasionar la misma provocación. Hay que recordar ciertos casos lamentables: Barbés acuso al heroico Blanqui y Blanqui, a pesar de sus cuarenta años de reclusión, a pesar de toda su vida ejemplar, de su vida indomable, jamás pudo quitarse de encima la infame calumnia”9. Dejar sin respuesta la calumnia es abrir las puertas a la represión. El asesinato de Rosa Luxemburgo fue ejecutado por un maldito teniente, pero su arma asesina había sido cargada con las balas de la campaña de difamación que montó el gobierno provisional del SPD, la cual a su vez recogía las insidias que “inocentemente” habían circulado por más de 20 años en el partido tachando a Rosa de “libertina”, “pervertidora de menores”, “revolucionaria violenta” y otras lindezas.
El piolet que Mercader clavó sobre Trotsky tenía detrás la patológica campaña que Stalin montó contra Trotski acusándolo de agente de la Gestapo y atribuyéndolo todos los desastres que ocurrían en Rusia desde un choque ferroviario hasta la avería de una central eléctrica. Sin embargo, yendo más lejos, esta campaña se levantaba sobre las calumnias contra Trotsky que circularon en 1917-23 en los círculos de partido bolchevique.
El oportunismo separa el vínculo sangriento que existe entre la calumnia y la represión, el lazo que hay entre el parasitismo y la barbarie policial. Con ello subestima a la burguesía y se imagina que esta se desmoronará sin apenas oponer resistencia, ignorando las trágicas lecciones de más de un siglo de decadencia capitalista y soñando con la imagen idílica que denunciaba el propio Víctor Serge “A fines del siglo anterior se podía alimentar el gran sueño de una transformación social idílica. Generosos espíritus se dedicaron a él, desdeñando o deformando la ciencia de Marx. Se imaginaban la revolución social como la expropiación casi indolora de una ínfima minoría de plutócratas. ¿Por qué el proletariado magnánimo, rompiendo las viejas espadas y los fusiles modernos, no habría de perdonar a sus desposeídos explotadores de la víspera? Los últimos ricos se extinguirían pacíficamente, ociosos, rodeados de un burlón menosprecio. La expropiación de los tesoros acumulados por el capitalismo, unida a la reorganización racional de la producción, le proporcionaría a la sociedad entera, en su momento, la seguridad y la comodidad”10.
Es cierto que el paso de los años ha puesto las calumnias en su sitio. Hoy ni el historiador burgués más abyecto se atreve a acusar a Lenin de “agente alemán” o a Trotsky de “esbirro de la Gestapo”, sin embargo, en el marco de la lucha de clases concreta, de su evolución histórica precisa, es un arma temible en manos de la burguesía. Cuando en el furor mismo de los enfrentamientos de clase, los agentes de la burguesía lanzan la calumnia, entonces, la confusión, las dudas, aquello de “no hay río sin agua", pueden provocar estragos terribles, aislar a los revolucionarios de su clase, sembrar la parálisis y la vacilación. Y esas maniobras pueden asestar un golpe terrible a la lucha revolucionaria, recordemos lo que decía Rosa Luxemburgo de esos momentos: “Pero hay una ley vital interna de la revolución que dice que nunca hay que pararse, sumirse en la inacción, en la pasividad después de haber dado un primer paso adelante. La mejor defensa es el ataque. Esta regla elemental de toda lucha rige sobre todos los pasos de la revolución”11.
Por ello, la pretensión intelectualoide de menospreciar la calumnia arguyendo que el “tribunal de la historia pondrá las cosas en su sitio” significa una subestimación de la dureza de la confrontación entre las clases, del grado de barbarie, cinismo y maquiavelismo de la burguesía, es un desprecio al combate proletario, duro y difícil, que debe enfrentar a un enemigo bárbaro que condensa en su seno lo peor y lo más cínico de las sociedades de explotación12.
Marx y Engels defendieron frente al fundamento moral en el que exclusivamente se apoyaba el socialismo utópico la necesidad de asentar la lucha por el comunismo en la visión histórica y científica del materialismo histórico. Pero de ahí no dedujeron que el proletariado debería carecer de toda moral. El proletariado tiene su moral que se opone tanto al amoralismo y la ausencia de escrúpulos que caracteriza un polo de la ideología burguesa -el utilitarismo moral-, como al imperativo moral o el moralismo religioso que expresan el otro polo13.
Dentro de su lucha de clase, el proletariado lleva igualmente un combate moral y este es una dimensión importante de las organizaciones comunistas y de sus militantes. Hay una diferencia fundamental, que es una frontera de clase, entre los hombres políticos de los partidos de la burguesía y los militantes de las organizaciones políticas del proletariado.
En los primeros, sus miembros están siempre desgarrados entre 3 intereses difíciles de conciliar: el interés general de la burguesía, el interés de la fracción que representan y su propio interés particular. Esto marca su comportamiento con el estigma de una duplicidad y una hipocresía congénitas pues ni son leales a la “comunidad de ciudadanos” (solo sirven a la clase dominante), ni son tampoco completamente leales a esta última (los intereses de fracción, camarilla o clique, matizan la lealtad general a su clase), ni finalmente tampoco son verdaderamente leales a la fracción burguesa que representan (pues no pierden de vista sus intereses personales y en muchos casos acaban anteponiéndolos por encima de todo). El Príncipe de Maquiavelo caracterizó magistralmente la “moral” que nace de estas complejas relaciones14.
Esta práctica es radicalmente incompatible con las organizaciones políticas proletarias. En estas, debe imperar como norma vital la limpieza, la transparencia, la entrega totalmente desprendida, la proscripción sistemática de calumnias o maniobras.
El oportunismo no se indigna ante la maniobra, la calumnia, la mentira, el rumor malintencionado. Al contrario, los mira con desdén, colocándose en un pedestal que “solo mira el cielo”, pretende estar por encima del bien y el mal y considera esa barbarie como “minucias". Dedicarle tiempo sería quitárselo a los análisis, la propaganda y la intervención.
No solamente no captan el peligro que significa la calumnia sin respuesta, sino que caen en la indiferencia moral, en un pragmatismo desmovilizador. La calumnia debe suscitar inmediatamente la indignación de los revolucionarios. Su ausencia revela la poca estima que se tiene de la organización, los militantes y la propia militancia. Se echa por la borda la tradición y la continuidad histórica que se hallan condensadas en la organización revolucionaria en nombre de “no caer en moralismos”.
El oportunismo ve demasiado dudoso, excesivamente sombrío, terriblemente sórdido, todo lo que sea defender la organización y sus militantes. Es un terreno demasiado “contaminado” para su etérea sensibilidad. Cree que responder es meterse en la boca del lobo y se niega a comprender que la respuesta es, por una parte, la afirmación positiva de la dignidad y la convicción de los revolucionarios y, de otro lado, constituye el desarrollo de los propios principios de la clase proletaria.
El caso de Freiligrath es un ejemplo palmario de filisteo demócrata preocupado ante todo de su noble conciencia. Cuando Marx recaba su ayuda frente a Vogt, Freiligrath olvida su pasado militante y prefiere la “libertad”: “Mi naturaleza, como la de todo poeta, necesita libertad. También el partido es como una jaula, y se puede cantar mejor, incluso para el partido, desde fuera que desde dentro. He sido un poeta del proletariado (...) Por eso quiero seguir volando con mis propias alas, quiero pertenecer sólo a mí mismo y quiero disponer de mí por completo".15.
La “fina sensibilidad” de Freiligrath no puede soportar «todos los elementos dudosos y abyectos que se habían pegado al partido” y se siente contento de dejar el Partido ¡para sentirse limpio! La «limpieza» del oportunismo consiste en sustraerse completamente de la arena trágica de la lucha de clases, colocarse en un pedestal imaginario –que tan solo existe en su cabeza temerosa- desde el que contempla cómo esas “sucias” y “políticas” clases se baten a muerte. El filisteo se encierra en un mundo inmóvil y conservador donde no existe combate sino el deambular más o menos agitado de cuatro ideas especulativas.
Como hemos señalado en la primera parte de este artículo16, el libro Herr Vogt no era únicamente una defensa de la persona de Marx, era sobre todo una defensa de la organización comunista. Las grandes luchas obreras de las Revoluciones de 1848 significaron la movilización política autónoma del proletariado por primera vez desde los orígenes lejanos del movimiento obrero en la revolución inglesa de 1640. El proletariado aparecía con un programa y una política propios, ya no era la clase subalterna que la burguesía movilizaba para su revolución contra la feudalidad. Como expresión avanzada de ese cambio fundamental el proletariado se dotaba de una organización política -la Liga de los Comunistas- que había significado una transformación radical de las organizaciones políticas proletarias. Hasta entonces, estas tenían un programa utópico que pedía a los burgueses ilustrados “colaborar” en su noble causa, se organizaban según criterios de las sectas y se dividían en diferentes tendencias abocadas al fracaso: bien la conspiración minoritaria al estilo del blanquismo; bien la realización del “paraíso comunista en la tierra” de los grupos utópicos; bien un reformismo sin perspectiva17.
Esta evolución tan importante de la lucha proletaria y de sus organizaciones comunistas preocupó seriamente a las diferentes fracciones burguesas. La clase proletaria podía poner en peligro la dominación capitalista al tener el objetivo propio de una sociedad alternativa. Había que combatir al proletariado y, de forma más concreta, a sus organizaciones comunistas con todos los medios, legales e ilegales, no solamente la represión y la ley sino igualmente la calumnia, la denigración, las campañas de prensa etc.
La conspiración calumniosa de Vogt forma parte de este combate de la burguesía contra la organización comunista. No fue un acto individual ni una maniobra particular de Luis Napoleón, su campaña contra Marx formaba parte de la lucha de la burguesía europea contra los militantes y las organizaciones comunistas. La prueba está que Vogt se vio secundado por Zabel, pero rápidamente encontró un eco ruidoso en toda la prensa liberal europea e incluso norteamericana. Hubo tras ese objetivo común una convergencia de fracciones burguesas muy diferentes: los feudales prusianos, la burguesía progresista alemana, los liberales ingleses y norteamericanos, los decembristas napoleónicos…
Este es el legado crucial del libro de Marx Herr Vogt, la lucha por la defensa de la organización que luego proseguiría con la defensa de la AIT contra conspiración de Bakunin, jaleada por toda la prensa burguesa desde Gran Bretaña a Rusia, desde Alemania a España.
Hay una continuidad entre los textos de denuncia del proceso de los comunistas de Colonia (1852), el libro Herr Vogt y los textos antes citados de defensa de la AIT contra la conspiración de Bakunin. Los tres forman una unidad de aplicación de método del materialismo histórico en la defensa de la organización.
C. Mir 24-10-21
1 Nos referimos a El 18 de Brumario de Luís Bonaparte https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm [18]. Cabe señalar que los editores en español de Herr Vogt en su advertencia insisten sobre este aspecto de análisis histórico de dicho libro y dejan completamente de lado lo esencial que es el combate de Marx contra la calumnia y la denigración
2 En un Anexo, artículo publicado por Engels en 1871 titulado Nuevamente el Señor Vogt mayo 1871, se evidencia cómo Herr Vogt está cambiando de chaqueta, pues “su glorioso emperador”, el pequeño Bonaparte, ha sido derribado y ha estallado la Comuna de París, y ahora denigra a su patrón, pero sigue defendiendo el papel “liberal” de Rusia en el contexto de “que estamos a las puertas de un conflicto entre el mundo eslavo y el mundo germano… y de que por uno de ambos lados será Rusia quien se encargue de dirigirlo” (pag. 247).
3 Ver El aventurero Gaizka tiene los defensores que se merece: los matones de la GIGC https://es.internationalism.org/content/4656/el-aventurero-gaizka-tiene-los-defensores-que-se-merece-los-matones-del-gigc [19]
4 Ver el libro de E.P. Thompson La formación de la clase obrera en Inglaterra. En español Editorial Crítica 1989
5https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/lpee72s.htm [20], Ver igualmente Cuestiones de organización, II - La lucha de la Iª internacional contra la « Alianza » de Bakunin https://es.internationalism.org/revista-internacional/199607/1774/cuestiones-de-organizacion-ii-la-lucha-de-la-i-internacional-contr [21] y Cuestiones de organización, III - El Congreso de La Haya en 1872 - La lucha contra el parasitismo político https://es.internationalism.org/revista-internacional/199610/1767/cuestiones-de-organizacion-iii-el-congreso-de-la-haya-en-1872-la-l [22]
6 https://www.marxists.org/espanol/m-e/1846/ideoalemana/index.htm [23] Primer Capítulo de Feuerbach, Oposición entre las concepciones materialista e idealista, sección 2ª Premisas de las que arranca la concepción materialista de la historia.
7 Ídem., Segundo Capítulo de Feuerbach, Oposición entre las concepciones materialista e idealista, sección 6ª Conclusiones de la concepción materialista de la historia: continuidad del proceso histórico, transformación de la historia en historia universal, necesidad de la revolución comunista
8 Una variante es el argumento según el cual responder a los parásitos es darles publicidad. Evidentemente, no se trata de entrar a todos los trapos que como señuelos pueden lanzar los parásitos y los calumniadores. De lo que se trata es de responder con firmeza y desde una posición ofensiva cada vez que está en juego la reputación de las organizaciones revolucionarias y de sus militantes.
9https://www.marxists.org/espanol/serge/represion/repres-1.htm#1iii [24] Capítulo XIX Conclusión. Por Qué Resulta Invencible la Revolución
10 Ídem., Capítulo XI Conciencia del riesgo y conciencia del fin
11 El orden reina en Berlín, https://www.marxists.org/espanol/luxem/01_19.htm [25]
12 Víctor Serge, en el último capítulo de su libro antes citado (ver nota 9) recuerda algo que los oportunistas olvidan fácilmente: “el capitalismo, en otra época inicuo y cruel sin duda, pero creador de riquezas, se convirtió, en el apogeo de su historia, que comienza el 2 de agosto de 1914, en el exterminador de su propia civilización, en el exterminador de sus pueblos… Desarrollado prodigiosamente durante un siglo de descubrimientos y de labor encarnizada, con la técnica científica en manos de los grandes burgueses, de los jefes de bancos y trusts, se volvió contra el hombre. Todo lo que servía para producir, para extender el poder humano sobre la naturaleza, para enriquecer la vida, sirvió para destruir y para matar con un poderío repentinamente acrecentado. Basta una tarde de bombardeo para destruir una ciudad, obra de siglos de cultura”.
13 Ver Texto de orientación sobre marxismo y ética https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1139/texto-de-orientacion-sobre-marxismo-y-etica-i [26] y https://es.internationalism.org/revista-internacional/200703/1301/texto-de-orientacion-sobre-marxismo-y-etica-ii [27] . Igualmente, la cuarta parte de la Serie La Herencia oculta de la izquierda del capital https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201803/4278/la-herencia-oculta-de-la-izquierda-del-capital-iv-su-moral-y-la-nuestr [28]
14 En Herr Vogt, Marx pone al descubierto las trapacerías, los sobornos recibidos, las tentativas de formarse una camarilla de incondicionales, el republicanismo de fachada etc., de Kossuth –héroe de la liberación nacional de Hungría- que, conforme a la moral burguesa, era al mismo tiempo un héroe y un truhan, un republicano extremista y un monárquico de circunstancias: «Si Kossuth fue una vez el arpa eolia por medio de la cual tañía el ciclón popular, no es ahora más que la oreja de Dionisos, que remurmura los susurros de las misteriosas estancias del Palais Royal y las Tullerías» (página 206).
15 La “libertad” que Freiligrath reivindicaba frente al Partido no le impedía ser prisionero de Fazy, su patrón ginebrino, el cual a su vez era el protector de Vogt. La cita procede de una contribución al Boletín interno internacional de la CCI.
16 apartado Defensa de la memoria de la Liga de los Comunistas
17 Ver el capítulo Literatura socialista y comunista del Manifiesto Comunista, así como igualmente Del socialismo utópico al socialismo científico (https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/dsusc/index.htm [29] ) y Contribución a la historia de la Liga de los Comunistas (https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/1885-hist.htm [30] ).
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la_socialdemocracia_alemana_1872-1914_la_lucha_contra_el_oportunismo_organizativo_parte_i.pdf [33] | 221.44 KB |
La capitulación ante el imperialismo del antiguamente proletario Partido Socialdemócrata Alemán, en 1914, es bien conocida entre los revolucionarios. También lo es el declive oportunista del SPD, que pavimentó el camino a esta trascendental traición a la clase obrera.
Lo que no se conoce tan a fondo es la lucha ininterrumpida que libró el ala revolucionaria del Partido, desde su misma concepción, contra las fuerzas del oportunismo reformista, no solo a nivel teórico (mediante trabajos seminales de la talla de la Crítica del Programa de Gotha de Marx, el Anti-Dühring de Engels o el Reforma o Revolución de Luxemburgo) sino también en el plano de la defensa de los principios organizativos de clase.
En este artículo haremos la crónica de esta lucha organizativa en dos partes, basando nuestra investigación en libros y documentación que, en buena parte, solo está disponible en lengua alemana. Esta primera parte cubrirá el periodo de 1872 a 1890, del programa de Gotha al programa de Erfurt. La segunda parte, aún por publicar, lidiará con el periodo consiguiente hasta 1914.
Tras la derrota de la Comuna de París en 1871, la burguesía reaccionó desatando una ola de represión a lo largo y ancho de Europa. Como es evidente, las principales víctimas fueron los comuneros, en Francia, de los cuales más de 20.000 habían sido asesinados, 38.000 habían sido arrestados y más de 7.000 fueron deportados por el gobierno de Versalles. Pero en vista de este primer asalto victorioso al poder en una gran ciudad por parte de la clase obrera, las organizaciones del proletariado en otros países también sufrieron la intensificación de la represión. Al mismo tiempo, la clase dominante propició un ataque dentro de las mismas filas de la Primera Internacional – con Bakunin y su Alianza para la Democracia Socialista a la cabeza. Con la ayuda de una organización secreta, los logros previos de la Primera Internacional a nivel de funcionamiento fueron socavados, y su organización se redujo a la anarquía. En el Congreso de la Haya de 1872, el Consejo General de la Primera Internacional encabezado por Marx y Engels denunció esta estratagema. Esta lucha por la defensa de la organización estuvo llamada a convertirse en uno de los tesoros más valiosos de la experiencia del movimiento revolucionario, cuya trascendencia y consecuencias fueron ampliamente subestimadas entonces, y olvidadas hasta mucho después. En una serie de artículos (Revista Internacional 84-88), la CCI ha descrito esta lucha y sus lecciones en detalle. Recomendamos a nuestros lectores familiarizarse con este material indispensable para entender el desarrollo posterior de la situación1.
Las secciones alemanas de la Primera Internacional participaron activamente en la preparación del Congreso de La Haya – a pesar de la oposición de sus dirigentes. Tras la Comuna de París, la formación de secciones nuevas en Alemania había sido prohibida, y solo se permitía la adhesión individual. De este modo, no existía oficialmente la posibilidad de que ninguna organización alemana como tal fuera miembro de la Primera Internacional, como tampoco podía serlo ninguna sección local. En la mayoría de países europeos, ninguna organización de tamaño significativo podía seguir existiendo como tal si declaraba abiertamente su afiliación a la Internacional tras 1872. Por otro lado, el Gobierno prohibió a los miembros residentes en Alemania viajar a La Haya como delegados, pero consiguieron esquivar estas medidas coercitivas.
Wilhelm Liebknecht y August Bebel, líderes del SDAP (Sozialdemokratische Arbeiterpartei/Eisenacher2, 1869-1875) fueron encarcelados durante 2 años por su posición internacionalista en la Guerra franco-prusiana. Muchos de sus camaradas que escribían para el “Volkstaat” (publicación del SDAP) fueron arrestados, y las autoridades prohibieron cualquier publicación sobre el Congreso de La Haya. No obstante, la delegación alemana al Congreso fue capaz de enviar 15 delegados de un total de 65 (casi una cuarta parte), teniendo un papel activo en el mismo. Marx había recibido el mandato de Leipzig, Engels recibió el de Breslau, y Cuno fue elegido jefe del comité investigador de las actividades de la Alianza Bakuninista.
Tras la conclusión del Congreso de La Haya (2-7 de septiembre de 1872), los delegados se dirigieron inmediatamente al Congreso del SDAP (Eisenach) en Mainz (7-11 de septiembre).
Mientras que, al principio, los eisenachistas habían adoptado una firme posición contra los bakuninistas tras el Congreso de La Haya, el Volkstaat empezó a suavizar sus declaraciones contra los bakuninistas en torno al otoño de 1872. Durante este periodo, Liebknecht se abstuvo de criticar a los anarquistas y empezó a buscar el compromiso con los lassalleanos3. Marx y Engels, por otro lado, amenazaron con poner fin a su cooperación con la organización si el Volkstaat seguía manteniéndose en silencio. Defendían que la unidad real no podía conseguirse mediante el abandono de los principios. Ante las críticas de Marx y Engels, el Volkstaat retomó sus críticas contra los bakuninistas por un tiempo4. Mientras, los lassalleanos siguieron mostrando su apoyo a los bakuninistas. En abril de 1873 rechazaron las resoluciones del Congreso de La Haya y llegaron a mandar delegados a una reunión bakuninista en Suiza.
La tendencia que tenía el Partido de Eisenach de hacer concesiones al Partido Lassalleano (Asociación General de Trabajadores Alemanes – ADAV) buscaba su justificación, en parte, por la previsible unificación de las dos organizaciones. Sin embargo, durante el Congreso de Coburgo de 1874, el SDAP se centró en discutir el apoyo mutuo en la lucha de clase, y la unificación inmediata del SDAP y la ADAV no estaba en el orden del día. Aun así, con el voto de Marx y Engels en contra, los líderes del SDAP se apresuraron a firmar la unificación en Gotha, en marzo de 1875, fundando el Partido Obrero Socialista de Alemania (SAPD) junto a los lassalleanos.
“No debe distraernos este llamado a la ‘unificación’ […] Evidentemente cualquier líder de un partido quiere verlo triunfar, no hay nada de malo en ello. Pero hay circunstancias en las que uno debe tener el coraje de sacrificar el éxito inmediato por cosas más importantes, especialmente cuando hablamos de un partido como el nuestro, cuyo triunfo final es absolutamente inevitable, cuando lo hemos visto desarrollarse tan colosalmente a lo largo de nuestras vidas… el éxito inmediato no es de ninguna manera algo absolutamente necesario […] En cualquier caso, creo que con el tiempo los elementos más capaces de entre los lassalleanos empezarán a gravitar hacia ti por propia iniciativa, y que por tanto no sería sensato arrancar una fruta inmadura, como quieren los partidarios de la unificación. Ciertamente el viejo Hegel decía: ‘el partido que acaba siendo victorioso es el que se escinde, el que es capaz de tolerar escisiones’”.
En la misma carta, Engels advierte que al verse los eisenachistas en competencia directa con la ADAV, como ocurría en realidad, “se acaba acostumbrando uno a tener en cuenta a la ADAV para cualquier cosa […] En nuestra opinión, que la práctica ha confirmado ampliamente, la mejor táctica propagandística no es alienar a los miembros individuales del oponente de forma aislada, sino trabajar hacia las grandes masas que son aún indiferentes. Una sola fuerza singular nueva que se consigue atraer desde ese espacio vale más que cualquier desertor de Lassalle, que siempre llevará consigo la semilla de su mala concepción del partido”5.
Tras la derrota de la Comuna de París y la disolución de facto de la Primera Internacional en 18736, los esfuerzos del movimiento pasan a centrarse en el plano nacional. “El centro del movimiento pasó a ser Alemania”7, donde la tendencia marxista había ganado autoridad política gracias a su internacionalismo durante la Guerra franco-prusiana.
Durante la década de 1870, el SAPD se había convertido en uno de los primeros partidos cuya fundación se debía a la fusión de dos partidos del mismo país. Dado que la disolución de la Primera Internacional descartaba cualquier tipo de cooperación internacional significativa, el movimiento obrero internacional se enfrentaba a la tarea de fundar partidos en los diferentes países, dándoles un carácter programático y organizativo más profundo que en la década de 18608.
En Austria, el Partido Socialdemócrata Unido austriaco fue fundado en abril de 1874 (con un programa basado en el de los eisenachistas)9. En otros países, el proceso de formación de partidos empezó más tarde10.
El Congreso fundacional de Gotha del SAPD expresaba cierto progreso, principalmente por el hecho de que, por primera vez, se logró el establecimiento de un partido con principios organizativos sólidos, y de implantación nacional. La unión de las dos organizaciones hizo posible la superación de la “dictadura de los líderes” que había existido previamente en la ADAV de Lassalle, y puso el liderazgo del partido en manos colectivas y centralizadas. Lassalle, que murió en un duelo en 1867, había cumplido el papel de un presidente con poderes cuasi-dictatoriales entre los lassalleanos, y su forma de hacer las cosas seguía proyectando una larga sombra sobre la ADAV.
Los estatutos de la ADAV en 1872 exigían:
“III. Membresía § 3: todo obrero que así lo declare puede convertirse en miembro de la asociación con pleno e igual derecho a voto, y puede dimitir en cualquier momento. § 6 Los asuntos de la asociación serán administrados por el comité ejecutivo formado por 24 miembros más su presidente”.
En los siguientes puntos se detallaban los poderes del presidente. Por otro lado, los estatutos del SAPD, fundado en 1875, decían:
“§1 Podrá pertenecer al partido cualquiera que se comprometa con los principios de su programa y promueva activamente los intereses de los trabajadores, incluso mediante donaciones. Los que no contribuyan por un periodo de 3 meses no serán considerados camaradas del partido”.
Debido a la instauración de prohibiciones sobre la formación de asociaciones y la participación activa en organizaciones revolucionarias, los estatutos evitaban hacer referencia alguna a la cooperación activa dentro de la organización. Se dejaba claro que “los miembros del partido que actúen contra los intereses del mismo serán expulsados de la organización. Podrán apelar esta decisión en el Congreso del partido” (§2 Estatutos). A este respecto se dio una continuidad con los métodos de la Liga de los Comunistas, que no obstante solo fue posible gracias a los eisenachistas.
De esta forma, el recién nacido partido representaba un paso adelante a nivel organizativo. No se podía decir lo mismo, no obstante, en cuanto a su nivel programático, donde se dejaba entrever una gran inmadurez política, a su vez potenciada por toda una multitud de “defectos de nacimiento”.
Representando a los lassalleanos en el congreso había 73 delegados elegidos por 15.322 miembros, mientras que los eisenachistas contaban con 56 delegados con 9.121 votos11. Debido a que entre los lassalleanos había una mayor confusión política, la dirección del partido se vio inclinada a hacer compromisos en su favor y aceptar una mayor ambigüedad programática, en aras de la unidad. Cuando Karl Marx envió a Wilhelm Bracke su “Crítica del Programa de Gotha” el 5 de mayo de 1875, la dirección del partido la ocultó al congreso y a los militantes; hasta a Bebel, uno de los líderes más famosos, se le ocultó la existencia de la carta:
“Una vez terminado el congreso de coalición, Engels y yo publicaremos una breve declaración expresando nuestro desacuerdo con el mencionado programa y sus principios, y no queremos tener nada que ver con él […] Aclarado eso, es mi deber no reconocer por silencio diplomático lo que creo que es un programa completamente injustificable que desmoralizará al partido. Cada paso del movimiento real es más importante que una docena de programas. Si no se podía ir más allá del programa de Eisenach – y las circunstancias no lo permitían – deberíamos habernos limitado a aprobar un acuerdo de acción contra el enemigo común. Si, en cambio, nos proponemos la decisión de principios programáticos (en vez de ir posponiéndolos para el momento en que lo decida una prolongada actividad en común), podremos levantar los hitos que medirán el progreso de la organización del partido a la vista de todo el mundo […] Se quiere evitar toda posible crítica e impedir toda reflexión en el partido. Todo el mundo reconoce la satisfacción que sienten los trabajadores ante el hecho de la unificación, pero se cae en un error si se piensa que este éxito inmediato no se ha comprado a un alto precio. Por cierto que el programa es inútil. No es más que una canonización de Lassalle y sus artículos de fe”12 13.
Engels decía en una carta a Wilhelm Bracke en octubre de 1875:
“Estamos completamente de acuerdo contigo en que Liebknecht y su fe en los compromisos a toda costa han dado como resultado una chapuza […] Una vez que el proceso de unificación se ha puesto en marcha, sobre bases podridas y con las proclamas más altisonantes, no se permitía ni siquiera concebir el fracaso”14.
La vehemente crítica de Marx y Engels a esta falta de claridad, por no decir actitud oportunista, dejó claro su énfasis en la claridad programática y en la creencia de que la unidad no se puede comprar al precio del abandono del programa, haciendo alianzas poco fiables, basadas en la confusión. Es mejor ser pocos al principio mientras se trabaje sobre bases firmes, que ser muchos sobre bases poco claras. Marx y Engels asumían así el punto de vista de que la unidad solo puede darse sobre bases firmes y que la claridad no debe ceder ante la unidad. La adhesión marxista a la intransigencia programática y a la lealtad a los principios caracterizó su relación con las tendencias oportunistas que emergieron más adelante. A este respecto, la actitud de Marx y Engels de oponerse a la unidad a cualquier precio y luchar por la clarificación, sin miedo a las demarcaciones y las posibles divisiones, contrastó en gran medida con la política que acabaría adoptando el SPD.
Al mismo tiempo, la forma en la que se asumieron las críticas de Marx y Engels a estas debilidades reveló una tendencia que se había repetido insistentemente en el movimiento revolucionario: la evasión, incluso la ocultación de la crítica, sobre el pretexto de que la unidad era más importante que la claridad. Como mostraremos más adelante, no fue hasta 1891 (8 años tras la muerte de Marx) que Friedrich Engels pudo forzar la publicación de sus críticas en el Neue Zeit, contra la firme resistencia de los oportunistas de la dirección del partido. El Programa de Gotha hizo posible el surgimiento del oportunismo, dejando por escrito ciertos puntos de vista oportunistas. Solo la insistencia de Engels hizo posible la publicación de un punto en el programa que proclamaba la solidaridad del proletariado alemán con los obreros de todos los países, y su voluntad de cumplir con su deber internacionalista15. Por añadidura, al énfasis insuficiente en el internacionalismo del Congreso Fundacional de Gotha, se le suma la casi completa falta de referencias a las consecuencias de la experiencia de la Comuna de París. Se había formado ya un cierto “bache” en la continuidad histórica, y en la transmisión de la experiencia de la lucha por la organización contra los bakuninistas.
Otro aspecto importante de la dilución o distorsión de críticas políticas importantes era su tergiversación, como si fueran algo inspirado por motivaciones personales. Hasta Franz Mehring, que escribió la perspicaz biografía de Marx y la historia de la socialdemocracia alemana, cayó en esta trampa:
“Marx no se dio cuenta de que el proyecto de programa reflejaba fielmente las posiciones teóricas de ambas facciones; creía que los eisenachistas habían asumido todas las ramificaciones del comunismo científico mientras que los lassalleanos eran una secta retardada.
Acostumbrado por lo general a juzgar al movimiento obrero por la importancia clave de su avance, en esta ocasión se centró demasiado en poner las cosas bajo el microscopio, y hurgaba en las pequeñas torpezas, irregularidades e inexactitudes de expresión buscando malas intenciones que nunca estuvieron ahí. Ni tampoco se puede negar su antipatía por Lassalle en aquella carta, lo cual influía en su criterio…”16.
Así se frivolizaba la discusión de principios básicos y se presentaba como una cuestión de antipatía personal entre Marx y Lassalle. En vez de señalar que la superación del lassalleanismo supuso una liberación, Mehring escribió:
“El lassalleanismo se extinguió para siempre en los días de Gotha, y aun así fueron los días del triunfo de Lassalle. Por más en lo cierto que pudiera haber estado Marx con sus objeciones al programa de Gotha, el destino de su carta demostró a las claras que Lassalle había reconocido correctamente los medios mediante los cuales podía desarrollarse en Alemania un partido obrero poderoso e invencible, portador de la revolución social”17.
Al mismo tiempo, Mehring caía en la ambigüedad en la forma de “contrastar” el desarrollo del partido en diferentes países con su desarrollo a nivel internacional.
“La idea de la solidaridad internacional arraigó tan profundamente en el proletariado moderno que ya no necesitaba ningún apoyo externo, y los partidos obreros nacionales experimentaron un desarrollo tan peculiar y vigoroso durante las agitaciones en las fábricas, en la década de 1870, que superaron la relevancia de lo internacional…”18.
Tras el aplastamiento de la Comuna de París y la imposibilidad de continuar con el trabajo de la Primera Internacional, la actividad de los revolucionarios debía reconducirse a cada país concreto, creando las condiciones de la fundación de los diversos partidos. Sin embargo, este nuevo enfoque sobre cada país individual no significaba que la orientación y cooperación internacional se hubiese vuelto obsoleta o que la solidaridad internacional, o la necesidad de una Internacional, se hubieran vuelto superfluas. El rápido crecimiento de los partidos a nivel nacional no podía ser argumento de que el marco nacional había ido “más allá” que el internacional. Este punto de vista, quizás, reflejaba esa falta de espíritu internacionalista de Mehring que Engels ya había hecho notar en sus críticas al programa de Gotha. La orientación internacionalista solo puede triunfar mediante la lucha continua y consciente contra las prioridades nacionales e incluso locales. Aunque se dedicaba la mayor parte de la actividad al desarrollo del SAPD, también había esfuerzos dedicados a establecer contactos a nivel internacional para preparar la fundación de la Segunda Internacional, en 1889.
Por razones de brevedad no podemos desarrollar aquí la contribución del SAPD a la fundación de la Segunda Internacional.
Por otra parte, la tendencia a ‘olvidar’ las adquisiciones seguía viva. En Gotha, en 1875, había caído en el olvido la determinación que había mostrado buena parte de los delegados alemanes al Congreso de La Haya en 1872, junto a la consiguiente defensa de las decisiones del Consejo General contra los bakuninistas, encabezada por el SDAP. No se habían asumido las lecciones de aquella defensa tan vehemente de los principios revolucionarios del Congreso de La Haya, que había tenido lugar tan solo tres años antes. No se veía por ninguna parte la continuidad y la transmisión de esa experiencia. En cambio, Mehring también intentó presentar aquella lucha como un conflicto entre la autoridad personal de Marx y la de Bakunin, de la misma forma que lo hizo con respecto a Lassalle.
En el Congreso de Unificación de Gotha de 1875 se escogió la ciudad de Hamburgo como residencia de la ejecutiva del partido, y Leipzig para la Comisión de Control. A la clase dominante le preocupaba el alarmante crecimiento del movimiento obrero, y el SAPD fue proscrito por la Ley Prusiana de Asociación a partir de marzo de 1876. Poco tiempo después también fue ilegalizado en Baviera y Sajonia. La burguesía alemana empezaba a dar forma a su plan de proscripción completa del SAPD, y usó dos intentos de asesinato aislados como pretexto para aprobar las Leyes Antisocialistas del 21 de octubre de 1878.
Todas las organizaciones de tinte socialdemócrata, socialista o comunista debían disolverse, todas las publicaciones de prensa y reuniones que difundieran sus objetivos serían ilegalizadas, así como todas sus asociaciones educativas, clubs de baile y teatros (los miembros del SAPD, hasta entonces, solían quedar registrados oficialmente como miembros de una asociación de este tipo).
“A raíz de esto fueron ilegalizadas 1.299 publicaciones de prensa, así como 95 sindicatos, 23 asociaciones de apoyo, 106 asociaciones políticas y 108 de las así llamadas asociaciones de ocio. Se dieron sentencias de prisión a 1.500 personas aproximadamente, y unas 900 fueron expulsadas de varias regiones del Reich. Los deportados que no fueron al exilio fueron obligados a reasentarse en zonas remotas, desde donde intentaron retomar su trabajo político. La fracción del SAP en el Reichstag fue la única que salió indemne, por respeto al derecho de voto de las circunscripciones electorales, por lo que el trabajo parlamentario no fue interrumpido”19.
En otras palabras, al mismo tiempo que se ponían trabas a la actividad de base de las filas del partido y se desafiaba la consolidación de su tejido organizativo, se orientaba la concentración de sus esfuerzos a la actividad parlamentaria, cosa que desde el punto de vista de los gobernantes era lo más prometedor. Aunque Bismarck quería en un principio ilegalizar también la actividad parlamentaria, las demás facciones de la burguesía en el Reichstag no se plegaron a su insistencia. El objetivo final de los partidos burgueses era integrar completamente al SAPD en la maquinaria parlamentaria. La movilización electoral se convirtió así en el punto focal de su actividad. Si las comparamos con las medidas represivas zaristas en Rusia, las Leyes Antisocialistas alemanas fueron menos brutales, pero mucho más insidiosas.
Ya incluso antes de que se aprobaran las Leyes Antisocialistas en el Reichstag, el Comité Electoral Central, asentado en Hamburgo y actuando como ejecutiva del partido, había anunciado a las autoridades policiales que la organización del partido estaba por disolverse, contrariamente a la posición de Bebel y Liebknecht sobre la cuestión. Incluso había llegado a pedir a las secciones locales… que se auto-disolvieran. La dirección del partido proponía el legalismo más absoluto:
“Adheríos firmemente a esa consigna que solemos dirigiros: ‘nuestra legalidad hará caer al enemigo’. ‘Tened paciencia, no os dejéis provocar’”20.
Marx y Engels ya habían tomado nota de esta “obediencia anticipatoria” del órgano ejecutivo del partido, que no era ninguna anomalía, en una circular que escribieron en 1879:
“El partido, bajo la presión de las Leyes Antisocialistas, deja claro que no está dispuesto a seguir el camino de una revolución sangrienta y violenta, sino que está decidido a… seguir el camino de la legalidad. Es decir, la reforma”21.
Marx y Engels se oponían a todo esto con ironía:
“En aras de conjurar hasta el último rastro de recelo por parte de la burguesía, se le debe demostrar concienzudamente que el espectro es solo eso, un espectro, que no existe. Pero, ¿qué representa este espectro rojo, sino el miedo de la burguesía a la lucha a muerte inevitable que tiene pendiente con el proletariado? […] Son los representantes de la pequeñaburguesía dándose cuenta del pavor que les inspira el proletariado, de que su situación revolucionaria le empuje a ‘ir demasiado lejos’ […] Todos los conflictos inspirados por la necesidad histórica son objeto de reinterpretación y tergiversaciones, y todas las discusiones acaban con la misma frase: estamos todos de acuerdo en lo esencial.
El Partido Socialdemócrata NUNCA deberá ser un partido obrero, nunca deberá hacerse digno del odio de la burguesía ni de nadie más; tiene el deber, por encima de todo, de dirigir su más enérgica propaganda a las filas de la burguesía; en vez de poner énfasis en objetivos a largo plazo, que después de todo, no serán nunca alcanzables en nuestra generación, deberá dedicar todas sus fuerzas y energías a poner esos mismos parches reformistas de la pequeñaburguesía, que no hacen otra cosa que apuntalar los pilares del viejo orden social, transformando como mucho su inevitable catástrofe final en un proceso de disolución gradual, paulatino, y por encima de todo, lo más pacífico posible”22.
Por aquel entonces empezaron a alzarse ya algunas voces en el SAPD, llamando a la necesidad de una reacción violenta a lo que estaba pasando. Johannes Most defendió una posición de acciones terroristas individuales que fue rechazada en el primer congreso del SAPD en Wyden, Suiza, 1880.
El partido seguía manteniendo la tradición de combatir las difamaciones, ya iniciada por la Liga de los Comunistas, debido a su efecto destructor de la confianza en el seno del partido. Así, en 1882, la organización ilegalizada de los Socialdemócratas Berlineses decidió en sus estatutos:
Punto 13: “todo militante – incluso si es un camarada muy conocido – tiene el deber de mantener la confidencialidad sobre los asuntos discutidos en la organización – no importa cuáles sean. Si un camarada tiene noticia de una acusación en su contra, tiene el deber de mantener la confidencialidad en un primer momento y de exigir lo mismo al camarada que le haya informado al respecto; debe indagar en los motivos de dicha acusación y averiguar quién la está difundiendo. Tiene que informar a la secretaría de su sección local, que deberá tomas las medidas adecuadas y deberá clarificar el asunto en una reunión, en la que deberán estar presentes acusador y acusado. Si el acusado resulta ser el mismo secretario, deberá informar al respecto a su delegado representante. Cualquier otra medida, particularmente la de sembrar la sospecha sin prueba alguna y sin testimonio ante la secretaría, será enormemente dañina. Dado el hecho de que la policía tiene un interés especial en promover la desunión en nuestras filas mediante la propagación de calumnias, cualquier camarada que no se ciña al proceso descrito corre el riesgo de ser considerado un colaborador de la policía”23.
Durante el congreso del partido en Wyden se aprobó una resolución de expulsión del partido de Wilhelm Hasselmann:
“Tras haber sido informado de las intrigas y falta de escrúpulos de Hasselmann, los delegados al congreso aprobaron su expulsión de forma unánime, y advirtieron a todos los camaradas en el extranjero que este elemento había sido declarado un experto calumniador”.
Johannes Most también fue expulsado durante el mismo congreso mediante una resolución que rezaba:
“Teniendo en cuenta que Johann Most lleva ya un largo tiempo actuando en contra de los principios del partido, que lo ha seguido haciendo durante el periodo de las Leyes Antisocialistas y que desde entonces solo sigue las normas que le dicta su cambiante temperamento:
Considerando que Most sigue propagando todas y cada una de las calumnias que se lanzan contra la socialdemocracia alemana, sin importar de donde vengan, y que ha colaborado con notorios agentes de la policía a pesar de que le advertimos de su procedencia, solo porque simpatizaba con sus insultos a los supuestos “líderes” del partido;
Por ello en conclusión, considerando la actuación de Most en contra de todos los principios de honestidad;
El Congreso declara su rechazo a cualquier acto de solidaridad con Johann Most y le considera ajeno al Partido Obrero Socialista de Alemania”24.
Gracias al tejido consolidado por los miembros del partido, la organización fue capaz de ir extendiendo su influencia sobre el terreno durante más de una década, aprendiendo a organizar la solidaridad con los perseguidos, material y políticamente. En resumen, las condiciones de ilegalidad no habían desanimado a los militantes, más bien al contrario: había reforzado sus lazos mutuos de solidaridad.
Todos los órganos del partido que quedaron en pie se pronunciaron en contra de la formar una organización nacional secreta, ya que podría ser fácilmente desmantelada por la policía y dejar al partido sin ninguna capacidad de acción. La orientación que se dio finalmente fue una combinación de trabajo legal e ilegal (el primero sobre todo era de carácter parlamentario). En Alemania se organizaría “la publicación de un órgano ilegal, el Der Sozialdemokrat, que se imprimía en el extranjero y se distribuía en el Reich mediante redes clandestinas (incluyendo la Rote Feldpost [Correo Rojo de Campo]). La actividad tanto legal como ilegal estaba dirigida por un órgano oficial secreto llamado ‘Corpora’ (círculo interno de la organización), que se separó formalmente del aparato de distribución del Sozialdemokrat por razones de seguridad. Con la ayuda de esta organización ilegal, en la que J. Motteler jugó un papel prominente, se hizo posible una mayor cohesión del partido a nivel de base. El Sozialdemokrat fue capaz de desenmascarar a varios informantes de la policía. Bajo el seudónimo de ‘Máscara de Hierro’, el órgano de seguridad del partido ponía en guardia a los militantes frente a los informantes y provocadores” (cf. Fricke, p. 182).
Por un lado, todo esto fue capaz de impedir que el partido se convirtiera en una sociedad de conspiradores, y por otro permitió establecer un buen aparato de funcionamiento en la clandestinidad. Las reuniones del partido tenían lugar bajo la tapadera de reuniones de clubs de canto o de fumadores25.
En el primer congreso en la clandestinidad celebrado en Wyden, Suiza, en 1880, la expresión que el partido había asumido con anterioridad de que quería alcanzar sus objetivos por todos los “medios legales” posibles fue eliminada del texto, ya que el partido no quería que la legalidad le atase las manos.
El congreso también discutió la necesidad de que cada miembro de sección tuviera la necesaria libertad de acción para llevar a cabo sus propias iniciativas, mediante el establecimiento de una red de hombres de confianza.
“No podemos actuar siguiendo un molde, no siempre es posible consultar a los llamados ‘líderes’ para cada situación concreta, aunque ningún militante deba actuar por su cuenta. Son necesarias las consultas de conjunto, sin importar lo que cueste, y las acciones conjuntas con el todo en cuanto a asuntos de gravedad. Esto debe convertirse en nuestra línea directriz para la acción.
Organizaos, de la mejor manera posible. Los enclaves más grandes, mejores y más fuertes en espíritu deben apoyar a los más pequeños a su alrededor, y dado que los camaradas no pueden actuar de esta forma en gran número, los representantes de cada sección deben entablar conversaciones entre sí a menudo”26.
Dado que al partido todavía se le permitía elegir candidatos para las elecciones al Reichstag, se fundaron “asociaciones electorales” en cada distrito, que tenían la tarea de “formar a los camaradas en la teoría y convertirlos en socialistas bien formados. La administración de los asuntos del partido y la ejecución de su agitación pública, no obstante, seguían en manos del ‘movimiento interno’”27. Es decir, que, a pesar de las reuniones legales para organización de la propaganda en los clubs electorales, el partido seguía conservando una “organización interna” clandestina, un tejido organizativo secreto crucial para su supervivencia.
Sin embargo, esta interacción complementaria entre centralización e iniciativa local acabaría siendo elevada al plano teórico, como argumento de base contra la centralización.
En el Congreso de Wyder, la “dirección oficial del partido fue transferida a los diputados del Reichstag”28. No obstante, otorgar el liderazgo del partido a los parlamentarios debido a su inmunidad legal acabaría siendo una trampa: un partido revolucionario no puede ver en su fracción parlamentaria a sus “líderes naturales”. Lenin, más tarde, pondría de relieve que las fracciones parlamentarias “conservan ciertas trazas de la influencia de las condiciones electorales burguesas generales”29. Así, la medida de poner la dirección en manos de los parlamentarios contribuyó aún más a quitarle la iniciativa a las filas de la base del partido, poniendo el énfasis en la actividad parlamentaria.
La dirección de facto del partido estaba entonces en manos de un subcomité de cinco personas, encargadas de centralizar el trabajo clandestino. Sin embargo, debido a la gran dispersión geográfica, los militantes lo tenían muy difícil para reunirse en persona y siempre había problemas graves de comunicación. De hecho, Bebel (el líder más prominente) tuvo un papel primordial en la dirección del partido.
Tras el Congreso de Copenhague de 1883, el órgano central oficial del SAPD seguía declarando: “somos un partido revolucionario, nuestro objetivo es revolucionario y no nos hacemos ilusiones sobre su implementación por vía parlamentaria”30. Pero los impulsos oportunistas hicieron acto de presencia en el Congreso de Copenhague. El Sozialdemokrat puso de relieve las incontables diferencias surgidas en el Congreso:
“No tenemos razones para ocultar el hecho de que, en ciertos aspectos, las opiniones de nuestros camaradas divergen, lo cual es una prueba de la fuerza de nuestro partido, que por otro lado se muestra completamente unido de cara al exterior. A pesar de lo acalorado de los choques y de lo abiertamente y sin reservas que se expresen las opiniones, por otro lado se halló una aspiración general común: no buscar la mayoría, sino confrontar y comprender. No hacerlo mediante la formación de camarillas enfrentadas entre sí, sino mediante la aclaración de los puntos de acuerdo y de desacuerdo, sin dejar nada a la influencia de las relaciones personales. Este intercambio vivo de ideas en cuestiones varias, tácticas, etc., ha mostrado que nuestro partido no está ni mucho menos en peligro de anquilosamiento, que no lo preside ningún Papa ni hay ninguna ortodoxia en él, sino que dentro del marco de sus principios programáticos hay espacio para la lucha honesta por convencer” (Ibíd.).
No obstante, la voluntad de discutir y aclarar las divergencias conforme a los principios del programa fue puesta en cuestión rápidamente.
Mientras que, por un lado, el partido no se dejaba obsesionar por la represión de las Leyes Antisocialistas, por otro empezó a hacerse notar cada vez más el miedo a una clandestinidad indefinida, sobre todo de parte de los miembros de la fracción parlamentaria que tenían actividad legal en el Reichstag. Esta fracción tenía tendencia a autonomizarse y a desarrollar derivas oportunistas. Cada vez se hacía más grande el abismo entre los parlamentarios y la “base” y ya en 1883, pocos años después de las Leyes Antisocialistas, Bebel escribía a Engels: “no hay duda de que entre nuestros parlamentarios hay gente que se siente naturalmente inclinada a ese tipo de trabajo, porque no tienen confianza alguna en el nivel de desarrollo revolucionario, y son reacios a toda acción audaz”31. Poco después Bebel le decía a Liebknecht en una carta: “ahora más que nunca se me viene a la mente la idea de abandonar el parlamentarismo, que se ha convertido en una escuela de cómo hundirse en una ciénaga política. Tenemos buenas pruebas de ello entre nuestros propios amigos”32. Bebel era el miembro más antiguo y resuelto del SAPD en el Reichstag, y acabó por advertir lo siguiente:
“El mandato en el Reichstag satisface sus ambiciones y vanidades, se ven a ellos mismos, con gran satisfacción, entre los elegidos de la ‘nación’. Desarrollan el gusto por la comedia parlamentaria y se sienten muy autosatisfechos. Lo que es más, la mayoría de ellos ya no llevan a cabo estudio teórico alguno, o han abandonado los que estaban haciendo, y están alienados por una vida práctica que ya no sabrían ni reconocer…”33. Engels llegó a hablar de un intento por parte de estos oportunistas de “constituir el elemento pequeñoburgués como el dirigente y oficial del partido, desplazando el elemento proletario a algo que apenas sí se tolera en su seno”34.
El 20 de marzo de 1885, el Grupo Parlamentario Socialdemócrata del Reichstag publica una declaración contra las críticas a los parlamentarios por parte del Sozialdemokrat, periódico del SAPD:
“Recientemente este año, sobre todo durante el mes de junio, pudimos tomar nota de varios ataques (abiertos y encubiertos) contra el Grupo Parlamentario Socialdemócrata del Reichstag alemán, escritos en el Sozialdemokrat. Llamaban la atención especialmente hacia el comportamiento de los miembros socialdemócratas del Reichstag con respecto a los subsidios para barcos de vapor […] No es el periódico el que está llamado a determinar la posición del grupo parlamentario, sino el grupo parlamentario el que controla la postura del periódico”35 36.
Bebel protestó en los siguientes términos: “Con estas declaraciones, el grupo parlamentario se atribuye la autoridad absoluta por encima del órgano del partido. Der Sozialdemokrat dejaría por tanto de considerarse como tal, pasando a ser un órgano parlamentario, y se les prohibiría a los camaradas del partido expresar ninguna opinión que a la fracción parlamentaria le parezca incómoda o desagradable. La libertad de prensa para todos que exige nuestro programa sería una frase vacía para sus propios compañeros de partido”37.
Se escribieron muchas más cartas de protesta desde varias ciudades alemanas. Por ejemplo, la de los socialdemócratas del Frankfurt del Meno, de abril de 1885:
“… las Leyes Antisocialistas están empezando a tener un efecto educativo: están domesticando a nuestros diputados […] Nosotros, los camaradas de Frankfurt del Meno, vemos en esta declaración del grupo parlamentario un intento de reprimenda dictatorial por parte de la mayoría del grupo parlamentario, con la intención de imponer una especie de ley de excepción en la vida interna del partido […] Podemos ver en el tono de esta ‘ukase’38 la forma en la que la noble autoestima de la mayoría del grupo parlamentario se ha convertido en una lamentable arrogancia, expresándose como una especie de ‘tormenta de indignación’ […] No necesitamos ni explicar que nosotros no otorgamos ningún derecho especial aristocrático a los miembros del grupo parlamentario… declaramos que seguiremos sometiendo el comportamiento de nuestros diputados al escrutinio y la crítica públicos en los congresos del partido, que seguiremos luchando en base a nuestras diferencias de opinión en la arena pública y que no permitiremos que se nos reduzca a una mera infantería ideológica39. Los socialdemócratas de Wuppertal-Barmen emitieron una protesta similar, el 18 de mayo de 1885: “Nadie de entre nosotros esperaba ningún milagro del parlamentarismo, incluso después de haber conseguido el mayor número de asientos socialdemócratas hasta la fecha. Sabemos muy bien que no se puede luchar por la emancipación de los trabajadores desde el parlamento”40.
El diputado del SAPD Wilhelm Blos rechazó la actitud revolucionaria del Sozialdemokrat. Como resultado, los electores de Wuppertal-Barmen declararon lo siguiente:
“1. Si Mr. Blos dice que sus electores le han enviado a Berlín para participar en la legislación e influenciarla en el sentido que marca el programa socialdemócrata, nosotros nos pronunciamos en contra de eso. Creemos que contradice la posición del partido eso de ver al parlamento como la principal, o acaso única fuente de actividad electoral. Por nuestra parte, lo que motivó nuestros votos es lo siguiente:
a) razones de agitación y propaganda,
b) protestar enérgicamente contra la dominación de clase actual con nuestro voto;
c) permitir a nuestros representantes, si es necesario, expresar esta protesta de la forma más resuelta posible en sus discursos parlamentarios”41.
La confrontación que presentamos aquí evidencia la forma en la que, durante esos años, dos alas del partido entablaron combate, llevando a Engels a la observación de que esto crearía una brecha entre sus filas. En mayo de 1882 le escribía a Bebel:
“Hace ya mucho que no albergo ilusión alguna sobre el posible conflicto con los elementos burgueses del partido y el divorcio entre el ala derecha y la izquierda, y en mi redacción sobre el anuario expresé lo mucho que necesitamos algo así […] No mencioné explícitamente el asunto en mi última carta porque me parece que una escisión no es algo que se deba apresurar […] Por otro lado, ellos saben que bajo las Leyes Antisocialistas también tenemos nuestras razones para evitar las divisiones internas, y que no podemos debatirlas públicamente”42.
Pero incluso con las Leyes Antisocialistas, Engels no descartaba la necesidad de una escisión. Tan solo unos meses después retomó la cuestión: “El tema de controversia es puramente una cuestión de principios: ¿debemos orientarnos a la lucha de clase del proletariado contra la burguesía, o debemos dejar de lado el carácter de clase del movimiento y de nuestro programa… si eso nos garantiza más votos y más ‘seguidores’? […] La unidad es algo bueno, mientras sea posible, pero hay cosas que están por encima de la unidad”43.
“Una escisión en las condiciones de las Leyes Antisocialistas sería algo desafortunado, ya que se cortarían todos los lazos de comunicación con las masas. Pero es algo que se nos puede imponer de forma inevitable, y hay que afrontarlo”44.
Engels puso el mismo énfasis en la agravación del conflicto y en la necesidad de no rehuir la división cuando la situación lo exige: “la división entre el campo proletario y el burgués se está acentuando cada vez más, y una vez que los burgueses se pongan manos a la obra para superar a los proletarios en las votaciones, se provocará la ruptura. Esta posibilidad debe tenerse en mente, tal y como yo lo veo. Si provocan una escisión – algo para lo que hace falta cierto coraje – no sería el fin del mundo. Siempre he pensado que deberíamos evitar esa situación mientras sigan existiendo las Leyes Antisocialistas; pero si ocurre, tendríamos que aceptarlo sin reservas, y llegado el momento me pondré de tu parte”45.
A pesar de las difíciles condiciones de la clandestinidad, la socialdemocracia no quería aislarse del plano internacional. Gracias a la reorganización de los grupos y partidos políticos europeos durante la década de 1880, la socialdemocracia alemana pudo convertirse en pionera de los contactos internacionales y la preparación de una nueva Internacional.
“Con el objetivo de establecer un contacto regular entre los socialistas y sus asociaciones en el extranjero, entre ellos mismos y con el partido alemán, y de mantener la comunicación entre este último y sus partidos hermanos de otros países, se creará un centro de comunicación fuera de Alemania, que organizará los intercambios entre asociaciones, recibirá las quejas pertinentes, solicitudes, etc., administrándolas de la forma más adecuada”46.
A pesar de las Leyes Antisocialistas, la burguesía no logró aplastar al partido o eliminar su influencia. Más bien al contrario: en 1878, el mismo año de entrada en vigor de las Leyes, el SAPD consiguió 437.000 votos (7’6%), 2 diputados en las elecciones generales y 9 en las de segunda vuelta; en 1890 alcanzó los 1.427.000 votos, el 19’7% del escrutinio, 20 diputados en las elecciones generales y 35 en las de segunda vuelta47. El gran éxito electoral reflejaba un gran apoyo hacia el SAPD. Pero, al mismo tiempo, esto no solo aumentó la influencia de los diputados al Reichstag en el partido, sino que favoreció una orientación al parlamentarismo en general, junto con la ideología democrática que la acompañaba.
En septiembre de 1890 se suprimen las Leyes Antisocialistas. El SAPD cambia su nombre poco después a SPD (Partido Socialdemócrata de Alemania) en la conferencia del partido de Halle.
Debido a las condiciones impuestas por las Leyes Antisocialistas, los debates sobre el programa del partido tenían lugar de forma extremadamente limitada. No obstante, con la supresión de las Leyes, la cuestión del programa acabó siendo el punto principal de la conferencia del partido de Halle, en 1890, y sobre todo en el congreso de Erfurt, en 1891. Tras largas discusiones con más de 400 reuniones y una multitud de artículos y contribuciones a la discusión en la prensa del SPD, se planearon hacer importantes correcciones al programa de Gotha. En nuestra serie de artículos de la Revista Internacional (nºs 84-88)48 hemos tratado ampliamente la cuestión, dando cuenta de los debates y críticas de las posiciones del programa de Erfurt, por lo que aquí nos limitaremos a seguir tratando la cuestión organizativa de conjunto.
En 1891 logra publicarse al fin, por primera vez, la crítica al programa de Gotha de Marx y Engels, siendo objeto de amplias discusiones. La dirección del partido durante el periodo de Gotha, que por entonces logró ocultar las críticas de Marx y Engels al resto del partido, se mostró de acuerdo con sus críticas en el Congreso de Erfurt de 1891. Así fueron superadas las posiciones socialistas vulgares y específicamente lassalleanas de Gotha.
En los Congresos de Halle y Erfurt también se discutieron (y rechazaron) las posiciones del grupo de oposición de tinte anarquista “Die Jungen” (Los Jóvenes).
Los estatutos definían la militancia de la siguiente forma: “punto 1; puede considerarse miembro del partido todo aquel que se muestre de acuerdo con los principios de su programa, y que apoye al partido como mejor pueda”49. Así, a los miembros solamente se les requería su adhesión a los principios del programa del partido, ignorando los detalles del mismo. Para algunos, como Ignaz Auer50, esta era la ocasión perfecta para expresarse en contra de la “estrechez de miras” a nivel programático, ya que “puede que algunos tengan sus reservas con respecto a algún punto particular del programa, y una ligera desviación circunstancial del mismo no tiene por qué ser algo malo”. Según Auer, la intención de este punto de vista era darles a los miembros un cierto margen de interpretación del programa del partido.
“Debido a la situación legal de las asociaciones en todos los estados alemanes más grandes, la conferencia del partido de Halle tuvo que abstenerse de crear una organización centralizada. Cualquier intento de crear una sola organización para toda Alemania, con secciones locales, representantes, tasas regulares, carnets de militante, etc., habría resultado, de forma abrupta y fulminante, en la disolución del partido por la violación de los requerimientos observados en todos y cada uno de los párrafos del Vereingesetz (Ley de Asociaciones Privadas) […] Debido a que no se permite la comunicación entre asociaciones políticas en la mayor parte de Alemania, no puede tener lugar ninguna correspondencia o contacto de cualquier tipo entre las secciones locales y la dirección del partido […] Esta tarea deben cumplirla los confidentes (hombres de confianza) […] Estos confidentes deben asumir, ante todo, el papel de corresponsales a los que la dirección del partido debe dirigir sus comunicados, y que al mismo tiempo informen a la dirección de la situación en las localidades y distritos varios”51.
El grupo de oposición Die Jungen apareció entonces por primera vez, defendiendo un concepto más laxo de la militancia. Se pronunciaron en contra de una forma de organización establecida en firme y pidieron otra más flexible y menos comprometedora. Según ellos, sería suficiente con una pronunciación verbal general a favor del SPD o con votar a alguno de sus candidatos para ser reconocido como socialdemócrata.
Una vez Bebel redactó los estatutos del partido en la conferencia celebrada en Halle, esta Conferencia del Partido se convirtió en “su más alta representación”. Bebel insistía en aprobar normas de conducta claras y concisas para todos los miembros del partido. Este énfasis en una serie de normas de comportamiento vinculantes fue algo muy innovador de cara al debate posterior en el 2º Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, en 1903 (ver el artículo de la Revista Internacional nº116: 1903-4, el nacimiento del bolchevismo52).
La relación entre la fracción parlamentaria del Reichstag y el partido, como tal, también se sometió a discusión por primera vez en el Congreso del Partido de Halle. Tras la abolición de las Leyes Antisocialistas, Bebel quería que la dirección del partido no estuviese más en manos de la fracción del Reichstag y pasase al Congreso del partido, y al órgano ejecutivo elegido por él, como autoridad decisiva. La ejecutiva del partido rendiría cuentas ante el Congreso y la fracción del Reichstag debía entonces ser desprovista de cualquier prerrogativa particular. Obviamente los parlamentarios se opusieron. Se propuso a su vez para el congreso de Halle la medida de que el órgano ejecutivo del partido, elegido por el congreso, debía controlar también el Vorwärts. Según la lectura que hacía Auer de los estatutos, debía asegurarse la sumisión del partido a los miembros del parlamento. George v. Vollmar, parlamentario, pidió durante este debate de la cuestión organizativa en el Congreso de Halle que “cada sección local decida independientemente su propia forma de organizarse, que se escinda la organización en una serie de sub-organizaciones autónomas, también como forma de protección contra ofensivas potenciales de la represión”53. Al mismo tiempo, Auer rechazó los principios programáticos del partido. Se podía sentir aquí la elevación a la teoría de la hostilidad hacia la centralización, y del deseo de someter al partido y su órgano central a la fracción parlamentaria.
El mismo Bebel acabó admitiéndole a Engels que su redacción de los estatutos fue una “concesión”54. Admitió más tarde, al ver la resistencia que oponían los parlamentarios: “Me dejé persuadir y cedí, en aras de mantener la paz”. Poco después, Bebel confesaba a Víctor Adler: “Reconozco, una vez más, todo el daño que puede causarnos ceder ante las exigencias del ala derecha”55. Al final, no obstante, el partido aprobó un estatuto que otorgaba su dirección al órgano ejecutivo, junto al reconocimiento de que el congreso del partido formaba su más alta representación, así como de la naturaleza vinculante de los documentos y resoluciones aprobados en él. También se reconoció el periódico Vorwärts como órgano central, y así quedaron establecidos los principios de funcionamiento del partido, acorde con el “espíritu de partido” que defendería Lenin en 1903.
Dadas las profundas debilidades del programa de Gotha de 1875, el programa de Erfurt de 1891 supuso un paso adelante. Las ideas reformistas lassalleanas, aún presentes en el programa de Gotha, fueron superadas; se estableció un marco científico, insistiéndose en la perspectiva de que el capitalismo seguía estando condenado al fracaso debido a sus contradicciones, y que la clase obrera albergaba en su conquista del poder la única solución posible a la situación: el derrocamiento de la sociedad burguesa. Sin embargo, había deficiencias cruciales en el programa: no decía absolutamente nada de la necesidad de la dictadura del proletariado para superar el capitalismo. Engels criticó el apartado de reivindicaciones políticas del programa en el debate que siguió a la publicación del borrador. Aprovechó esta oportunidad “para darle un buen golpe al ‘oportunismo pacífico’… y a los puros, píos, alegres y libres conceptos de ‘desarrollo pacífico’ de esa concepción anticuada y confusa de la sociedad socialista”56. En la versión final, sin embargo, no hubo ningún cambio sustancial en el apartado que Engels criticó; de hecho, se suprimieron sus críticas, y no se publicaron hasta 10 años más tarde57.
Al tomar nota de las esperanzas que suscitaban perspectivas como la de una “vida en democracia libre de represión”58, o las expectativas que podían verse ya en algunos círculos, en 1890 y 1891, de que la sociedad pudiera desarrollarse pacíficamente hacia el socialismo, Engels advirtió: “Por miedo a una renovación de las Leyes Antisocialistas, con el recuerdo fresco en la memoria de todas las declaraciones apresuradas que se hacían bajo el régimen de esas leyes, se busca ahora que la situación legal actual en Alemania pueda satisfacer de forma pacífica, de golpe y porrazo, todas las demandas del partido. Nos engañamos a nosotros mismos y al Partido si creemos que la ‘sociedad actual puede evolucionar pacíficamente hacia el socialismo’”59.
Pero al tiempo que Engels advertía correctamente del peligro de las esperanzas oportunistas, él mismo cayó en una cierta euforia que Rosa Luxemburg haría notar años después, en el congreso fundacional del KPD (ver la RI nº 88 sobre la revolución alemana: el fracaso de la construcción de la organización60).
Durante los años que sucedieron a las Leyes Antisocialistas, el SPD llegó a crecer hasta un 20% en votos, con respecto a cifras anteriores. Esto fue motivo de una ilusa euforia que achacaba este crecimiento a un desarrollo del poder de la clase obrera. Ya en 1884, Engels le dijo a Kautsky en una carta, con respecto al medio millón de votos que había conseguido el SAPD, lo siguiente:
“Por vez primera en la historia, un partido obrero sólidamente unificado se yergue como fuerza política real, con un desarrollo que ha perseverado contra la más dura persecución, conquistando inexorablemente una cima tras otra […] y elevándose más y más de forma imparable, hasta el punto de que ya se puede calcular matemáticamente la ecuación que determina la velocidad de su crecimiento, y por tanto, la hora de su victoria final”61. En el otoño de 1891, Engels escribía: “Once años de asedio bajo las Leyes Antisocialistas del Reichstag han cuadruplicado su fuerza y lo han convertido en el partido más poderoso de Alemania […] El Partido Socialdemócrata, que ha conseguido derribar a alguien tan poderoso como Bismarck, que tras once años de lucha ha quebrado las Leyes Antisocialistas, que como una marea creciente ha roto todos los diques y se ha propagado por la tierra, penetrando incluso en los distritos agrícolas más reaccionarios… este partido, a día de hoy, está a un paso de alcanzar ese punto en el que se puede determinar, casi con certeza matemática, el momento de su llegada al poder”.
“[…] En las elecciones de 1895 podemos contar al menos con 2’5 millones de votos; si hablamos del año 1900 podemos elevar la cifra hasta, aproximadamente, 3 y medio o 4 millones de votos […] No obstante, la fuerza de la socialdemocracia alemana no reside en su número de votantes. Solo se otorga el derecho al voto a los mayores de 25, mientras que ya te pueden reclutar para el ejército a los 20. Dado que las generaciones más jóvenes son las que nutren a nuestro partido con mayor número de reclutas, se sigue que el ejército alemán está cada vez más afectado por la infección socialista. Podemos contar hoy con uno de cada cinco soldados, y en pocos años podremos contar con uno de cada tres, alcanzando en el año 1900 una mayoría socialista en lo que antes era el elemento prusiano de la nación. Cada vez nos acercamos más a esta situación, tan inevitable como el día del Juicio. El gobierno de Berlín también lo ve venir, pero es impotente al respecto”62. “Se acerca el momento en el que representaremos a la mayoría de los alemanes, y seremos el único partido lo suficientemente fuerte – si se mantiene la paz – para tomar las riendas”63. En los últimos años previos a su muerte, como en 1892, Engels afirmaba: “la victoria de la clase obrera europea no solo depende de Inglaterra. Solo puede asegurarla la cooperación de, al menos, Inglaterra, Francia y Alemania. En estos dos últimos países, el movimiento obrero está mucho más avanzado que en Inglaterra. En Alemania está incluso, razonablemente, al alcance del poder”64. En 1894 llegaría a predecir: “casi podríamos prever el día exacto en el que el poder del Estado caerá en nuestras manos”65.
Bebel también se sumó a la glorificación de los resultados electorales en su discurso en el Congreso del Partido en Hamburgo, en 1897:
“Las elecciones al Reichstag han sido siempre el acontecimiento más importante para nosotros como organización de lucha, porque es algo que nos da la oportunidad de defender nuestras ideas y demandas con todo el vigor necesario, y porque las elecciones son un buen medidor del desarrollo que ha tenido nuestro partido en el periodo precedente; siempre han sido, y siguen siendo, la vara de medir del progreso que ha hecho nuestro partido en su camino a la victoria. Desde este punto de vista, consideramos las elecciones de 1897 como la mejor oportunidad para medir nuestras fuerzas”66.
Pero antes de caer en esta euforia pasajera, sin embargo, Engels ya había advertido en el Congreso de Erfurt que el SPD debía seguir la senda revolucionaria, y no dar pábulo a ideas sobre una evolución “legal y pacífica” hacia el socialismo.
Al ver las grandes diferencias que separaban a lassalleanos y eisenachistas al principio de la década de 1870, Marx y Engels advirtieron el peligro que suponía la pérdida de claridad del programa, insistiendo en la necesidad de una demarcación sin ambigüedades. Una y otra vez subrayaban: “[…] nuestro partido puede hacer uso de individuos de cualquier clase social, pero no de grupos enteros que defiendan intereses capitalistas, pequeñoburgueses o campesinos”67. Incluso en la época de las Leyes Antisocialistas en la que cada vez más gente, con los trasfondos sociales más dispares (incluyendo a burgueses), se unía a la socialdemocracia, Engels perseveraba en su correspondencia con Bebel y Liebknecht en los siguientes términos:
“Cuando este tipo de individuos de clases ajenas se unen al movimiento del proletariado, lo primero que se les debe exigir es el abandono de todo remanente de la ideología burguesa o pequeñoburguesa […] Si bien podemos tener razones para tolerarlos por el momento [en un partido obrero] también tenemos la obligación de tolerarlos y nada más, sin dejar que influyan en la dirección del partido, y mantenernos alerta ante el hecho de que la ruptura con ellos es una cuestión de tiempo”68.
“El proletariado abandonaría su papel histórico fundamental […] si hiciera concesiones a las ideas y deseos de estos elementos (burgueses y pequeñoburgueses)”69.
Por tanto, Engels consideró la posibilidad de que, tras la abolición de las Leyes Antisocialistas, pudiera haber una escisión entre el ala proletaria y el ala pequeñoburguesa del partido.
“Debemos todo este lío principalmente a Liebknecht, y a su predilección por los sabihondos de la burguesía con experiencia en impresionar a filisteos. No es capaz de resistirse a los literatos y mercaderes aficionados al socialismo. En Alemania son sin duda los más peligrosos […] La escisión acabará llegando, sin duda, pero creo que no deberíamos caer en provocaciones ni dejar que ocurra bajo las Leyes Antisocialistas”70.
Era evidente que el Estado intentaba aplastar y escindir al partido, y que cerrar filas en torno a él era la tendencia dominante en aquel momento. Pero la determinación de lucha frente a la represión no previene de forma automática frente al oportunismo. Al contrario: el oportunismo puede proliferar entonces incluso más, si no se mantiene una vigilancia consciente y práctica frente a su desarrollo.
En 1890, poco después de la abolición de las Leyes Antisocialistas, Engels reconocía que:
“El partido ha crecido tanto que la libertad absoluta de debate en su seno se ha convertido en una necesidad. No hay otra forma de asegurar la integración de los nuevos elementos que se nos han adherido en los últimos tres años, aún verdes en cuanto a una experiencia que deben asimilar y en la que deben ‘formarse’ […] El partido más grande del Reich no puede existir si no se expresan abiertamente todos sus claroscuros, y se debe evitar todo lo que se parezca siquiera a una dictadura a la Schweitzer”71.
Con la intención de crear un muro de contención frente a desviaciones inaceptables, se otorgaron los puestos de dirección del partido a funcionarios a tiempo completo, con un sueldo que abonaría la organización. Esto no conseguiría ofrecer, sin embargo, protección alguna contra el oportunismo o el ejercicio de la censura por parte de la dirección del partido. Para ser capaces de llevar adelante con mayor soltura la lucha contra el oportunismo, y sus representantes de la fracción del Reichstag, Engels llegó a decir que el ala radical debía tener su propio órgano de prensa independiente;
“Esta ‘nacionalización’ de la prensa que promovéis provocará un daño enorme si va demasiado lejos. Es imperativo que el partido disponga de una prensa que no esté bajo control directo del comité ejecutivo o incluso del congreso del partido, es decir, que pueda ejercer de oposición del partido, en el marco de la táctica y el programa aprobados, así como de poder someter a estos a la crítica dentro de los límites que marcan los estatutos del partido”72.
El Congreso de Halle de 1890 fue testigo del primer debate abierto con el grupo de oposición que la prensa burguesa denominó con el nombre de “Jungen”73. Precisamente, el único denominador común que parecían tener sus miembros era su juventud74.
La composición social del grupo era extremadamente heterogénea. En lo político, les unía principalmente su desconfianza hacia el peligro que representaba el parlamentarismo:
“1.) La actitud de los socialdemócratas en el Reichstag, por momentos, parece querer sembrar esperanzas en la posibilidad de que puede mejorarse significativamente la situación de la clase obrera en el marco de la sociedad capitalista. 2.) La agitación en las últimas elecciones al Reichstag se centran muy a menudo en ganar asientos parlamentarios antes que en formar a nuevos socialdemócratas. 3.) La fracción ha defendido a candidatos burgueses en las últimas elecciones de segunda vuelta. 4.) La actitud del grupo parlamentario con respecto a la cuestión del Primero de Mayo75 […] 6.) La forma que tienen algunos camaradas de tomarse críticas objetivas como insultos personales”76.
Pero esta crítica política de las tendencias oportunistas del partido quedó emborronada y perdió credibilidad, al insinuar Bruno Wille que había “corrupción” en las filas de los parlamentarios socialdemócratas, dándole al problema un enfoque individualista.
Durante una gran reunión del SPD en Berlín a finales de agosto de 1890, a la que asistieron más de 10.000 militantes, Bebel afrontó las críticas al SPD en un debate con algunos representantes de los Jungen. Al acabar, se aprobó una resolución en la que de los 4.000 participantes aproximados (de los 10.000 asistentes solo cabía la mitad en la sala) entre 300 y 400 votaron en contra de la resolución escrita por Bebel.
“La asamblea declara que la afirmación, defendida por varios grupos, de que la fracción socialdemócrata del Reichstag está implicada en casos de corrupción, de que pretende violar al partido y de que está ansiosa por eliminar la libertad de expresión en la prensa del partido, es un grave insulto a la fracción y a la dirección del partido, y no tiene el más mínimo fundamento. La Asamblea declara a su vez injustificados los ataques dirigidos contra la actividad parlamentaria de la fracción hasta la fecha”77.
Durante la conferencia del partido de Erfurt, una comisión de investigación presentó sus hallazgos sobre las acusaciones de algunos Jungen. No obstante, el mandato de esta comisión consistió en lidiar con dos tareas al mismo tiempo: las acusaciones de corrupción sistemática y de que se confiaran los fondos del partido a un grupo de parásitos. La comisión absolvió a los acusados de todos los cargos.
Al mismo tiempo, se rechazaron las críticas expresadas en un folleto anónimo que se distribuyó durante la conferencia del partido en Halle. En él se podía leer: “No acusamos a los jefes de falta de honestidad, sino de su excesiva consideración para con los poderes fácticos, resultado de sus nuevas condiciones de vida y la falta de contacto con la miseria del proletariado, el corazón latiente de la agonía del pueblo”78.
“La corrupción es lo peor que han podido traernos las Leyes Antisocialistas (Wille se refería con esto, sobre todo, al comportamiento político, y dirigió esta acusación principalmente a la dirección del partido)79.
A su vez, los Jungen advirtieron del peligro que corría el partido de entrar en un periodo de declive80.
La Comisión contraatacó frente a estos argumentos con sus propia investigación: “1.) Es falso que los líderes, a título individual, estén asfixiando sistemáticamente el espíritu revolucionario del partido. 2.) Es falso que exista una dictadura en el partido. 3.) Es falso que el movimiento haya entrado en decadencia y que la socialdemocracia se haya hundido al nivel de un partido reformista de la pequeñaburguesía. 4.) Es falso que se hayan pronunciado juramentos solemnes renegando de la revolución en la tribuna del Reichstag. 5.) A día de hoy, no se ha hecho nada que justifique la acusación de que se está intentando buscar la armonía entre la burguesía y el proletariado”81.
Finalmente, en el Congreso de Erfurt se acabó expulsando a varios miembros de Jungen que siguieron manteniendo sus acusaciones de corrupción. También se notificaron previamente varias dimisiones de la militancia de otros miembros del grupo. Tras el rechazo de una apelación contra su expulsión, la oposición fundó la “Asociación de Socialistas Independientes” (Verein Unabhängiger Sozialisten) el 8 de noviembre de 1891, poco después del Congreso de Erfurt (su órgano tomó el nombre de El Socialista, y fue publicado entre 1891 y 1899). Engels afirmó que no se dedicaba a otra cosa que a difundir “calumnias y mentiras”82.
Este grupo de oposición, surgido al principio de la década de 1890, mostró una vaga conciencia de los signos cada vez más alarmantes de degeneración del partido. Pero al poner la crítica política a la misma altura que un conjunto de acusaciones de corrupción contra los dirigentes del partido – sin pruebas sólidas – cayendo así en el personalismo – sus correctas advertencias sobre el peligro de degeneración perdieron fuerza, y pasaron a formar parte del arsenal de los oportunistas. Ya antes algunos representantes de los Jungen (Werner y Wille) habían afirmado que no era necesario tener un órgano central en el partido (como el periódico del partido, por ejemplo). Algunos Jungen se pronunciaron también en contra de la centralización y pedían una mayor laxitud estructural, pidiendo que se prescindiera de cualquier criterio de compromiso militante.
La consigna que marcó la fundación de los “Socialistas Independientes” fue: “la forma organizativa actual del partido restringe el movimiento de las clases sociales proletarias”. Por el contrario ellos defendían una “organización libre”, añadiendo que el propósito de la organización era ser una “asociación de discusión y educación”83.
Los “Socialistas Independientes” se escindieron poco después de establecerse como tal – algunos volvieron al SPD y otros se pasaron al anarquismo.
Para el SPD, lidiar con este grupo tan heterogéneo había supuesto un desafío por partida doble. Por un lado, las acusaciones personales, como las alegaciones de corrupción, no podían quedar sin respuesta. Y los que seguían manteniendo ese tipo de acusaciones sin poner ninguna prueba por delante no podían hacerlo sin asumir las consecuencias.
No obstante, al mismo tiempo puso a prueba la voluntad del partido a la hora de asumir las advertencias frente al oportunismo, que inevitablemente eran confusas, y hasta engañosas a veces, además de la arrogancia con la que se presentaron, como dijo Engels. Sin duda, no podía permitirse la expulsión del partido como medida frente a los desacuerdos políticos. Previamente a la conferencia del partido de Halle, Engels habló de esto:
“Probablemente podré ver a Bebel y a Liebknecht antes del Congreso, y haré todo lo posible para convencerles de la imprudencia que suponen todas las expulsiones que no se basen en la más clara evidencia de las acciones injuriosas contra el partido, sino simplemente en la enumeración interminable de cargos de oposición”84.
“Está claro que sois capaces de lidiar con los Jungen y sus partidarios en el Congreso. Pero asegúrate de no sembrar la semilla de futuros conflictos. No conviertas a nadie en mártir innecesariamente, muestra que la libertad de crítica prevalece, y si se tiene que expulsar a alguien que sea bajo la evidencia de hechos probados y descarados de deshonestidad y traición”85.
Tras el congreso de Erfurt, Engels aprobó las expulsiones de Jungen por su continuada labor de difusión de sospechas y acusaciones infundadas. Pero poco después se dio cuenta de que gente como Vollmar (representante de la derecha) era “mucho más peligrosa” que los Jungen86. Poco tiempo después moderó su punto de vista: describió los ataques de los Jungen a los “elementos pequeñoburgueses” del partido como “inestimables”87.
Hasta Bebel llegó a reconocer la influencia positiva que tuvieron los Jungen tras la publicación, en el verano de 1892, de la Der Klassenkampf in der Sozialdemokratie (La lucha de clases en la socialdemocracia) de Hans Müller. “Es realmente algo positivo en sí mismo que haya voces de la conciencia en el partido que lo llamen a la vigilancia. Si no hubiera surgido este grupo de oposición tendríamos que habernos inventado uno. Si les cae una regañina en la próxima conferencia del partido, ahí estaré yo para alabarles”88.
La batalla aquí descrita, entre las tendencias revolucionaria y oportunista de la socialdemocracia alemana, se recrudeció intensamente en los años subsiguientes, de 1890 a 1914. Describiremos este conflicto en la segunda parte del artículo.
Dino
1 https://es.internationalism.org/revista-internacional/199603/1780/cuestiones-de-organizacion-i-la-primera-internacional-y-la-lucha-c [34]
2 La ciudad alemana de Eisenach albergó el congreso fundacional del SDAP.
3 https://es.internationalism.org/content/4488/lassalle-y-schweitzer-la-lucha-contra-los-aventureros-politicos-en-el-movimiento-obrero [36]
4 La respuesta de Engels a los lassalleanos en Volkstaat, mayo de 1873 está en las Obras Escogidas de Marx y Engels, Volumen 18, p. 319-325 (todas las citas de las Obras Escogidas se han traducido de la edición alemana).
5 Carta de Engels a Bebel, 20-6-1873, Obras Escogidas Vol 33, p. 590.
6 La Primera Internacional no sería disuelta oficialmente hasta la Conferencia de Filadelfia, el 15 de julio de 1876.
7 Engels a Conrad Schmidt, 12 de abril de 1890, Obras Escogidas Vol. 37, p. 384.
8 Marx escribió a Friedrich A. Sorge en los siguientes términos, el 27 de septiembre de 1873: “Así las cosas en Europa, pienso que lo más útil es dejar la organización de la Internacional en segundo plano por ahora y asegurarnos, en la medida de lo posible, de no perder la oficina central de Nueva York durante el proceso, e impedir a idiotas como Perret o a aventureros como Cluseret hacerse con el liderazgo y poner en peligro la causa […] Por ahora basta con no dejar escapar las conexiones con los camaradas más capaces de los diferentes países […] (Obras Escogidas Vol. 33, p. 606)
9 En 1873, los socialdemócratas austríacos llegaron incluso a elegir la plana editorial del Volkstaat alemán (El Estado del Pueblo) como árbitro de las disputas en el partido austríaco (The International Working Class Movement, Progress Publishers, Moscú 1976, Vol. 2, 1871-1904, p. 261).
10- En Gran Bretaña los obreros más militantes estaban activos en las Trade Union. La Federación Socialdemócrata se fundaría en 1884.
Francia: las organizaciones que quedaron en pie tras la Comuna de París eran de carácter puramente profesional, orientadas exclusivamente a la lucha económica. Solo a partir de 1878 veríamos la fundación del Parti Ouvrier, de corte electoralista; estuvo liderado por Guesde y Lafargue, con la participación directa de Marx, que escribió su plataforma política (ver The International Working Class Movement, p. 237). En Francia hubo una escisión entre los “posibilistas” (ala reformista) y los partidarios de Guesde – que resultó en la fundación de la Federation d’ouvriers socialistes.
Bélgica: se funda el Partido Socialista en 1879 y el Partido Obrero Belga en 1885.
Holanda: se funda en 1882 la Unión Socialdemócrata.
Suiza: se funda un Congreso Obrero General Nacional en primavera de 1873. En 1888 se funda el Partido Socialdemócrata Suizo.
España: se funda en 1879 el Partido Socialista Obrero Español.
Portugal: se funda en 1875 el Partido Socialista de Portugal.
Italia: no se fundó ningún partido durante la década de 1870. En 1881 se funda el Partido Socialista Revolucionario, que en 1883 se unificó con el Partito Operaio. En 1892 se funda el Partido Socialista en Génova.
EEUU: se fundan el Workingmen’s Party of Illinois en 1873 y el Social-Democratic Socialist Party of North America en 1874 (sobre la base de secciones de la Primera Internacional).
Hungría: se anuncia la fundación del Partido Obrero en marzo de 1873, siendo inmediatamente ilegalizado.
En 1883 Plekhánov funda en el destierro la primera organización socialdemócrata rusa, el grupo Emancipación del Trabajo.
Así las cosas, en el ecuador de la década de 1870 solo había organizaciones obreras en unos pocos países europeos, y en EEUU y otros países hasta cierto punto (ver The International Working Class Movement, p. 205). No obstante, el programa de Gotha tuvo influencia en otros partidos a partir de la segunda mitad de la década de 1870 y principios de la de 1880, como por ejemplo en la Liga Danesa de Socialdemócratas, fundada en 1876, así como en el Partido Socialista de Flandes, de 1877, el Partido Socialdemócrata Checoslovaco de 1878, la Liga Socialdemócrata de los Países Bajos de 1882 y el Partido Obrero General de Hungría de 1880.
11 Mehring, Geschichte der deutschen Sozialdemokratie, p. 451
12 Marx a Wilhelm Bracke, 5 de mayo de 1875, Obras Escogidas Vol. 19, p. 13
13 En su carta a Bebel del 12 de octubre de 1875 , Engels subraya el carácter anti-marxista de las ideas que conforman el programa de Gotha:
“1- Las frases y expresiones comunes del lassalleanismo que se han incluido siguen siendo una desgracia para nuestro partido, tales como la de la “masa reaccionaria” fuera de la clase obrera, la “ley de hierro de los salarios”, la “ayuda estatal para las cooperativas de producción”, etc. Según Engels, este era “el yugo de Caudin bajo el que se arrastró nuestro partido para mayor gloria del divino Lassalle”.
2- Las reivindicaciones democráticas vulgares, como la consigna del “Estado libre” que supuestamente se alza por encima de las clases.
3- Reivindicaciones de cara al Estado ‘actual’ completamente confusas e ilógicas.
4- Frases generales “robadas sin más del Manifiesto Comunista y los Estatutos de la Internacional y reescritas para expresar una completa falsedad o un sinsentido […] Reina el más alto grado de desorden en todo el programa, es incoherente, ilógico, vergonzoso” (Obras Escogidas, vol. 34, p. 158).
14 Engels a Bracke, Obras Escogidas, Vol. 34 p. 155
15 “Por tanto, el principio de la naturaleza internacional del movimiento obrero es prácticamente negado por el momento, a pesar del hecho de que este principio se ha defendido de la forma más gloriosa durante 5 años, en las más difíciles circunstancias. La posición del movimiento obrero alemán como el más avanzado del movimiento europeo se basa esencialmente en su actitud genuinamente internacionalista durante la guerra” (Engels a Bebel, Obras Escogidas, Vol. 19, p. 4, 18/28. 3. 1875).
16 Mehring, Ibíd., Vol. 2, p. 449-450
17 Mehring, Ibíd., Vol. 2, p. 453
18 Mehring, Ibíd., Vol. 2, p. 419
19 Mehring, Vol. 2, p. 516
20 Declaración de Höchberg, Bernstein y Schramm. Escribieron las “Revisiones del movimiento socialista en Alemania”, rechazando el carácter revolucionario del partido y pidiendo la transformación del SAPD en un partido reformista democrático pequeño-burgués. (Documents and Materials, III, p. 119). Por miedo a la represión, el ala del partido en torno a Eduard Bernstein se pronunció a favor de la transformación del SAPD en un partido legalista y reformista, lo que quitaría su razón de ser a la ilegalización.
21 Circular a Bebel, Liebknecht, Bracke y otros de Marx y Engels, 17/18 9.1875, Obras Escogidas, Vol. 34, p. 394-408.
22 Circular de Marx y Engels a Bebel, Liebknecht, Bracke y otros, Obras Escogidas, Vol. 17 (18 de septiembre de 1879)(citado en The International Working Class Movement Vol. 2, p. 235).
23 Dieter Fricke, On the history of the German worker’s movement 1869-1917, p. 204.
24 Documents Vol. III, p. 148.
25 En vista del peligro que suponía una estructura ilegal tan centralizada, es decir, que podía ser desmantelada rápidamente por la policía si se decidía a atacar, Engels argumentó que “cuanto más fluida parezca ser la organización, más fuerte será en realidad” (Engels a J. Ph. Becker, 1 de abril de 1880, Obras Escogidas, Vol. 34, p. 441).
26 Apelación de los Representantes del SAPD del 18 de septiembre de 1880 sobre las tareas posteriores al Congreso de Wyden (Documents, Vol. III, p 153).
27 Fricke, Íbid., p. 211.
28 “Resolución sobre la Organización del Partido.
1. La representación oficial del partido queda asignada a los diputados del Reichstag.
2. En el caso de que las elecciones al Reichstag del año que viene resulten en un cambio substancial del número de diputados, tanto los diputados salientes como los entrantes deben ponerse de acuerdo con respecto a quien continuará cada actividad, implicando a camaradas de confianza en la organización. Este reparto de actividades es asunto exclusivo de los miembros del Parlamento.
(5) La organización de cada puesto individual se deja a discreción de los camaradas que residan en la zona, pero el Congreso declara que es deber de todos los camaradas asegurar las mejores conexiones posibles en cada momento”.
29 Lenin, “Sobre dos cartas”, Obras Completas, Vol. 15, p. 291.
30 Der Sozialdemokrat, 12 de abril de 1883 (Documents).
31 Bebel, “Discursos y escritos escogidos” (Ausgewählte Reden und Schriften), Vol. 2, p. 106F, (en Fricke, p. 193).
32 Dirk H. Müller, Idealismus und Revolution, p. 15.
33 Carta de Bebel a Liebknecht del 26 de julio de 1885, International Institute for Social History, Amsterdam, Nachlass Liebknecht, p. 108-111 (en Fricke, p. 276).
34 Engels a Bebel, 4 de agosto de 1885, Obras Escogidas, Vol. 36, p. 292.
35 “El Grupo Socialdemócrata del Reichstag alemán”, Der Sozialdemokrat, nº 14, 2 de abril de 1885 (en Documents, Vol. III, p. 223).
36 La cuestión del “subsidio de barcos a vapor” reveló la intención de varios miembros del parlamento de apoyar las peticiones de subsidios del gobierno, en su lucha contra otros Estados en la conquista del planeta por el transporte marítimo alemán.
37 Carta de protesta de Bebel, del 5 de abril de 1885, contra las declaraciones de la fracción socialdemócrata del Reichstag. IISG Amsterdam, NL Bebel, nº 42 (en Documentos y Materiales de las Obras Escogidas de Marx y Engels, Vol. 3, p. 226).
38 N. del T.: término con el que se designaban los edictos zaristas rusos.
39 Documentos, Vol. III, p. 229.
40 Ibíd., p. 231.
41 Ibíd., Vol. 3, p. 177, 2 de febrero de 1892, Der Sozialdemokrat.
42 Engels a Bebel, 21 de junio de 1882, Obras Escogidas, Vol. 35, p. 225.
43 Engels a Bebel, 28 de octubre de 1882, Obras Escogidas, Vol. 35, p. 383.
44 Engels a Bebel, 10/11 de mayo de 1883, Obras Escogidas, Vol. 36, p. 27.
45 Engels a Bebel, 11 de octubre de 1884, Obras Escogidas, Vol. 36, p. 215.
46 “Resolution über die Errichtung einer internationalen Verkehrsstelle unter den Sozialisten”, Documents, Vol. 3, p. 149.
47 Fricke, Ibíd.
48 https://es.internationalism.org/revista-internacional/199601/1761/1996-84-a-87 [37]
49 El principio de que los miembros del partido deben pagar cuotas de militancia no se mencionaba explícitamente para evitar medidas penales por el Acta de Asociaciones.
50 Ignaz Auer sería posteriormente bien conocido por representar la quintaesencia del oportunismo, cuando le comentó a Eduard Bernstein: “Lo que tú estás pidiendo, querido Ede, no es algo que uno deba admitir abiertamente ni someter a votación formal alguna; es algo que, simplemente, se hace”.
51 Circular nº 1 del Comité Ejecutivo del SPD de octubre de 1890, sobre la Construcción del Partido, Documents, Vol. 3, p. 348.
52 https://es.internationalism.org/revista-internacional/200401/1875/el-nacimiento-del-bolchevismo-i-1903-1904 [38]
53 Protocols of the Negotiations of the Party Congresses of the Social Democratic Party of Germany Halle 1890 and Erfurt 1891, Leipzig 1983 – Foreword to Halle Party Congress, p. 32.
54 Carta de Bebel a Engels, 27 de agosto de 1890, Bebel Ibíd., p. 365.
55 Prefacio de los Protocolos, 29, cita original de Bebel en su Carta a Victor Adler del 5 de septiembre de 1890, en Selected Speeches and Writings, Vol. 2, p. 371.
56 Engels, Obras Escogidas, Vol. 22, p. 371.
57 Hemos tratado estas debilidades en detalle en varios artículos, entre otros los que pueden verse en la Revista Internacional 84 y 85, mencionadas más arriba.
58 Las medidas represivas se sucedían con mucha frecuencia. En 1895, por ejemplo, el comisario de la policía berlinesa ilegalizó al órgano ejecutivo del partido en Berlín (lo que es decir que lo disolvió, aunque esto no afectara al partido a nivel local o nacional). Una vez más se tuvo que transferir la dirección del partido a la fracción en el Reichstag. Estas medidas policiales asustaban a los que estaban “sentados en el sofá democrático”, camino de perder su espíritu de lucha.
59 Zur kritik des sozialdemokratischen Programmstwurfs 1891, Obras Escogidas, Vol. 22, p. 234. La Kritik de Engels no vería la luz hasta 10 años más tarde, cuando la dirección del SPD finalmente consintió su publicación. Las circunstancias de esto nunca se aclararon del todo. En una nota preliminar, la dirección del SPD señaló que el manuscrito de Engels fue hallado en los archivos de W. Liebknecht, que murió en el año 1900 (Obras Escogidas, Vol. 22, p. 595).
60 https://es.internationalism.org/revista-internacional/199701/1233/vi-el-fracaso-de-la-construccion-de-la-organizacion [39]
61 Engels a Kautsky, 8 de enero de 1884, Obras Escogidas, Vol. 36, p. 230.
62 Der Sozialismus in Deutschland, Obras Escogidas, Vol. 22, p. 250.
63 Engels a Bebel, 29 de septiembre de 1891, Obras Escogidas, Vol. 38, p. 163.
64 Engels, Einleitung zur englischen Ausgabe der “Entwicklung des Sozialismus“, 1892, Obras Completas, Vol. 22, p. 311.
65 Engels a Pablo Iglesias, 26 de marzo de 1894, Obras Escogidas, Vol. 39, p. 229. Aunque relativizara esta declaración con la reserva de que futuros desarrollos de la situación histórica podrían poner en cuestión todas las predicciones, como por ejemplo una guerra en Europa con consecuencias terribles a nivel mundial, se puede ver bien la influencia que tuvo en Engels el éxito electoral del SPD (ver también la carta de Engels a Bebel del 26 de octubre de 1891, Obras Escogidas, Vol. 38, p. 189).
66 Hamburger Parteitag, 1897, Protocols, p. 123.
67 Ibíd.
68 Engels, El problema campesino en Francia y Alemania, Obras Escogidas, Vol. 22, p. 493.
69 Engels a Bebel, Liebknecht y otros, mediados de septiembre de 1879, Obras Escogidas, Vol. 34, p. 394-408.
70 Engels a Bebel, 24 de noviembre de 1879
71 Engels a Sorge, 9 de agosto de 1890, Obras Escogidas, Vol. 37, p. 440.
72 “Probablemente tengamos que romper con él [Vollmar] este año o el que viene; parece empeñado en forzarnos a adoptar su socialismo de Estado. Pero dado que es un intrigante habilidoso y que yo tengo una dilatada experiencia en lidiar con este tipo de elementos, me daré la libertad de darte unos cuantos consejos – teniendo en cuenta que M[arx] y yo, más de una vez, hemos cometido auténticas chapuzas tácticas contra este tipo de gente y hemos tenido que pagar un alto precio por ello. Lo que más desea esta gente es intentar demostrar formalmente lo equivocados que estamos, lo cual debemos evitar. Si lo logramos, empezarán a bombardearnos con cuestiones secundarias con las que intentarán oscurecer el problema principal, al verse en una posición de debilidad en su discusión. Por tanto, debes cuidar las expresiones que uses, ya en público como en privado. Ya te habrás dado cuenta de lo habilidoso que es este hombre a la hora de emplear tus declaraciones sobre Liebknecht para crear tensión entre él, Liebknecht y tú, dejándote a ti en medio de su disputa. Por otro lado, dada la importancia que tiene para ellos difuminar la cuestión principal, hay que prevenir toda situación que se lo facilite; todas las cuestiones secundarias objeto de polémica para ellos deben afrontarse de la forma más rápida y convincente posible, para que les quede clara de una vez por todas, aunque por lo general estas cuestiones secundarias se deben evitar todo lo que se pueda, a pesar de la tentación de caer en ellas. No hacerlo provocará que el objeto del debate se extienda cada vez más y que se acabe alejando del punto de contención original. En una situación así no hay victoria posible, y el manipulador tendrá ya su pequeña victoria, o al menos, apuntará una derrota moral a nuestra cuenta” – Engels a Bebel, 23 de julio de 1892, Obras Escogidas, Vol. 38, p. 407.
73 Un año después, 12 de los 250 delegados al Congreso de Erfurt pertenecían a este grupo.
74 Cuatro de estos delegados tenían unos 30 años de edad, uno de ellos tenía 23 y la mayoría solo habían pertenecido al partido por un periodo de 2 a 3 años. Uno de ellos, Bruno Wille, ni siquiera era militante. Eran sobre todo estudiantes, trabajadores por cuenta propia, o como el caso de Wille, se ganaban la vida con empleos como el de orador público.
75 El órgano ejecutivo del partido y el grupo parlamentario se opusieron a una huelga organizada para el Primero de Mayo.
76 Dirk H. Müller, Idealism and Revolution, Zur Opposition der Jungen gegen den Sozialdemokratischen Parteivorstand, p. 50, contribución de H. Müller (der Klassenkampf…) p. 88 y ss., nº 35 del 30 de agosto de 1890.
77 Müller, Ibíd., p. 64.
78 Müller, Ibíd., p. 89.
79 Müller, Ibíd., p. 52.
80 “La táctica del partido es completamente errónea. 9.) El socialismo y la democracia no tienen absolutamente nada en común con los discursos de nuestros miembros […] 12.) Hablar de un desarrollo pacífico de la sociedad actual hacia el Estado socialista es un disparate. Los que defienden esta postura son mucho peores que los peores extremistas políticos” (“Acusaciones de la oposición en Berlín”, p. 24 en el original, en D. H. Müller, p. 94).
81 Erfurter Parteitagsprotokoll, p 318.
82 Engels a Sorge, 21 de noviembre de 1891, Obras Escogidas, Vol. 38, p. 228.
83 La proporción de obreros en la dirección de este grupo era insignificantemente baja; había muchos más “escritores”, pequeñoburgueses, que obreros (Müller, ibíd., p. 130-133).
84 Engels a Sorge, 21 de noviembre de 1890, Obras Escogidas, Vol. 38, p. 228.
85 Engels a Liebknecht, 10 de agosto de 1890, Obras Escogidas, Vol. 37, p. 445. Ver también Engels a Laura Lafargue, 27 de octubre de 1890, Obras Escogidas, Vol. 38, p. 193.
86 Engels a Sorge: “Mr. Vollmar […] es mucho más peligroso, es más astuto, más perseverante […]”, 24 de octubre de 1890, Obras Escogidas, Vol. 38, p. 183.
87 Engels a Victor Adler, 30 de agosto de 1892, Obras Escogidas, Vol. 38, p. 444: “… ¿pero qué clase de elementos burgueses hay en la fracción parlamentaria, que siempre acaban reelegidos? Parece que un partido obrero solo puede elegir entre trabajadores que sean destituidos al instante y arrojados luego a la lista de pensionistas del partido o burgueses que solo miran por sí mismos y avergüenzan al partido. Puestos a elegir entre estas dos fuerzas, los Independientes son impagables”.
88 Bebel a Engels, 12 de octubre de 1892, Bebels-Engels p. 602 (en Müller, Ibíd., p. 126).
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A principios de 2020, la crisis mundial de Covid-19 aparecía como el producto de la descomposición del sistema capitalista, a la vez que la aceleraba en varios niveles: importante desestabilización económica, pérdida de credibilidad de los aparatos del Estado, acentuación de las tensiones imperialistas.
Hoy en día, la guerra en Ucrania expresa una etapa más de esta intensificación a través de una característica importante de la inmersión del capitalismo en su período de decadencia y, en particular, en la fase de descomposición, la exacerbación del militarismo.
La brutalidad de esta aceleración no había sido anticipada en los informes anteriores (cf. el informe y la resolución sobre la situación internacional de la 24ª Congreso Internacional de la CCI1) y, aunque el informe sobre las tensiones imperialistas de noviembre de 20212 subrayaba en su último punto la expansión del militarismo y de la economía de guerra (§ 4. 3.) y la propagación del caos, la inestabilidad y la barbarie bélica (§ 4.1.), su repentina aceleración en Europa a través de la invasión masiva rusa de Ucrania sorprendió a la CCI.
Desde un punto de vista general, hay que recordar que el desarrollo del militarismo no es propio de la actual fase de descomposición, sino que está inseparablemente ligado a la decadencia del capitalismo: “De hecho, el militarismo y la guerra imperialista constituyen la manifestación central de la entrada del capitalismo en su período de decadencia (...), hasta tal punto que, para los revolucionarios de la época, imperialismo y capitalismo decadente se convierten en sinónimos. Dado que el imperialismo no es una manifestación particular del capitalismo, sino su forma de vida para todo el nuevo período histórico, no es tal o cual Estado el que es imperialista, sino todos los Estados, como señala Rosa Luxemburgo. En efecto, si el imperialismo, el militarismo y la guerra se identifican tan estrechamente con el período de decadencia, es porque éste corresponde al hecho de que las relaciones de producción capitalistas se han convertido en un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas” (“Militarismo y descomposición”, Revista Internacional 64, 1991, pt33). En los 75 años transcurridos entre agosto de 1914 y noviembre de 1989, el capitalismo sumió a la humanidad en más de diez años de guerras mundiales y luego en casi 45 años de “guerra fría” y de “coexistencia” armada entre los bloques estadounidense y soviético, que se materializaron en enfrentamientos mortales en la periferia de las dos alianzas (Vietnam, Oriente Medio, Angola, Afganistán) y en una loca “carrera armamentística”, que finalmente resultó fatal para el bloque del Este.
En una situación en la que tanto la burguesía como el proletariado fueron incapaces de imponer una solución a la crisis histórica del capitalismo, el colapso del bloque soviético abrió la fase de descomposición caracterizada por una explosión total del cada uno para sí y del caos, producto de la ruptura de los bloques y de la desaparición de la disciplina que imponían. El militarismo se manifestó en un sin fin de conflictos bárbaros, a menudo en forma de guerras civiles, por la explosión de las ambiciones imperialistas y la desintegración de las estructuras estatales: Somalia, Yugoslavia, Afganistán, Irak, Siria, Donbass y Crimea, el Estado Islámico, Libia, Sudán (del Norte y Sur), Yemen, Malí. Estos también tendieron a acercarse a Europa (Yugoslavia, Crimea, Donbass) y a tener un fuerte impacto en ella a través del flujo de refugiados.
Sin embargo, la guerra actual en Ucrania no es sólo una continuación del desarrollo del militarismo en descomposición, descrito anteriormente, sino que sin duda representa una profundización cualitativa extremadamente importante del militarismo y sus concreciones bárbaras por varias razones:
- es el primer enfrentamiento militar de esta magnitud entre Estados que tiene lugar a las puertas de Europa desde 1940-45, y está generando un caos económico y una avalancha de millones de refugiados en los países europeos, de modo que el corazón de Europa se está convirtiendo en el teatro central de los enfrentamientos imperialistas;
- esta guerra involucra directamente a los dos países más grandes de Europa, uno de los cuales tiene armas nucleares u otras armas de destrucción masiva y el otro es apoyado financiera y militarmente por la OTAN. Este enfrentamiento entre Rusia y la OTAN tiende a revivir el recuerdo de la confrontación de bloques de los años cincuenta a los ochenta y el terror nuclear que le siguió, pero se produce en un contexto mucho más imprevisible, precisamente por la ausencia de bloques constituidos y la disciplina de bloque que ello implica (más adelante se hablará de ello);
- la magnitud de los combates, las decenas de miles de muertos, la destrucción sistemática de ciudades enteras, la ejecución de civiles, el bombardeo irresponsable de centrales atómicas, las considerables consecuencias económicas para todo el planeta ponen de manifiesto tanto la barbarie como la creciente irracionalidad de los conflictos que pueden conducir a una catástrofe para la humanidad.
El desarrollo de la guerra en Ucrania sólo puede entenderse entendiéndolo como el producto directo de dos tendencias dominantes que marcan las relaciones imperialistas en el actual período de descomposición y que la CCI ha destacado en sus informes anteriores: por un lado, la lucha de Estados Unidos contra el irremediable declive de su hegemonía mundial, que se traduce en el estímulo al desarrollo del caos en el mundo, y por otro lado, la exacerbación de las ambiciones imperialistas de todos los países, que ha reanimado en particular la agresividad de Rusia, que pretende recuperar un lugar importante en la escena imperialista con un persistente espíritu de revancha.
Desde la presidencia de Obama, la burguesía estadounidense se ha centrado cada vez más, desde el punto de vista económico y militar, en su principal contrincante, China. En este punto, hay una continuidad absoluta entre las políticas de las administraciones de Trump y Biden. Sin embargo, sobre cómo “neutralizar” a Rusia, las diferencias aparecen: Trump pretendía más bien contratar los servicios de Rusia contra China, pero esta opción encontró la resistencia y la oposición de amplios sectores de la burguesía estadounidense, así como de las estructuras del Estado (servicios secretos, ejército, diplomacia, ...), dados los turbios lazos que unían a Trump con la facción gobernante rusa, pero sobre todo por la desconfianza de una alianza con un país que ha sido el enemigo absoluto durante 50 años. La estrategia de la parte dominante de la burguesía estadounidense, representada hoy por la administración Biden, consiste más bien en asestar golpes decisivos a Rusia para que deje de ser una amenaza potencial para Estados Unidos: “Queremos que Rusia quede tan debilitada que ya no pueda hacer cosas como invadir Ucrania”, dijo el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, durante su visita a Kiev el 25 de abril4. Esta política de debilitamiento de Rusia también le permite lanzar una advertencia indirecta a China (esto es lo que tendrá si se decide invadir Taiwán) e imponerle un revés estratégico, ya que el conflicto reduce drásticamente el potencial militar de Putin y, por tanto, convierte su “alianza” con Xi Jinping en una carga para este último.
La crisis ucraniana ofreció a la administración Biden una oportunidad excelente para poner en práctica de forma maquiavélica esa estrategia para debilitar radicalmente a Rusia y atrapar a China.
La facción dominante de la burguesía rusa, por su parte, cometió el error crucial de confundir la debacle táctica estadounidense en Kabul con una derrota estratégica, cuando se trataba fundamentalmente de un reposicionamiento de las fuerzas estadounidenses contra su adversario central, China. Para acentuar el retorno del imperialismo ruso al primer plano desde el colapso de la URSS, pensó que era un buen momento para dar un golpe recuperando Ucrania (o al menos grandes zonas estratégicas de ella). Aunque la facción de Putin considera que Ucrania forma parte de la “Rusia histórica”, no sólo está cada vez más fuera de su esfera de influencia, sino que corre el riesgo de convertirse en la punta de lanza de la OTAN a menos de 500 km de Moscú.
Al hacerlo, Putin cayó en una trampa tendida por Estados Unidos. Ellos tendieron una trampa maquiavélica muy parecida a la que se tendió a Saddam en la primera Guerra del Golfo por su invasión de Kuwait: gritar a los cuatro vientos que las tropas rusas estaban a punto de invadir Ucrania a gran escala mientras especificaban que ellos mismos no intervendrían porque “Ucrania no forma parte de la OTAN”. En consecuencia, Putin no podía hacer menos sin que se interpretara como un retroceso de la línea dura de Biden, especialmente porque la respuesta de Estados Unidos parecía inicialmente probable que se limitaría al tipo de medidas de represalia aplicadas durante la ocupación de Crimea en 2014.
Al atraer con éxito a Rusia a una guerra a gran escala en Ucrania, la maquiavélica maniobra de Estados Unidos le ha permitido, sin duda, ganar a corto plazo importantes puntos en tres frentes cruciales:
La guerra ha permitido obligar a los países europeos que hacían gala de cierta independencia a alinearse (mientras que esto no tuvo ningún éxito en el momento de la invasión de Irak en 2003). De hecho, la OTAN ha recuperado todo su esplendor bajo el control de Estados Unidos, mientras Trump pensaba incluso en retirarse de ella (en contra de los deseos de sus militares). Los “aliados” europeos contestatarios fueron llamados al orden: Alemania y Francia, por ejemplo, rompieron sus lazos comerciales con Rusia y se apresuraron a realizar las inversiones militares que Estados Unidos venía exigiendo desde hacía 20 años. Nuevos países, como Suecia y Finlandia, solicitan el ingreso en la OTAN y la UE llegará a depender parcialmente de Estados Unidos en materia de energía. En resumen, lo contrario de las ilusorias esperanzas de Putin de que los Estados europeos se dividan por la cuestión ucraniana.
La guerra implica ya un considerable debilitamiento de Rusia, tanto militar como en lo económico, debilidades que se intensificaran en la medida que la guerra continúe. Los resultados ya son dramáticos para Rusia después de casi tres meses de la “operación especial”:
las fuerzas armadas rusas han sufrido aplastantes derrotas sobre el terreno, con el fracaso de la ofensiva relámpago sobre Kiev destinada a eliminar el régimen de Zelenski, la toma del espacio aéreo sobre toda Ucrania, la toma de Kiev y Járkov, la ofensiva hacia Odessa, el corte de las salidas marítimas de Ucrania y la conjunción con la república de Transnistria. La retirada de las tropas rusas del norte de Ucrania y la vuelta a objetivos más limitados en el Donbass y a una estrategia militar menos ambiciosa, pero igual de sangrienta, de ir mordisqueando el territorio kilómetro a kilómetro, pueblo a pueblo, con bombardeos intensivos de artillería (tipo Marioupol, como en Alepo en Siria), El nuevo planteamiento de la guerra muestra que Rusia se había planteado objetivos imposibles de alcanzar con sus capacidades militares actuales, en ese sentido se trata de una política más realista, pero aún más sangrienta y destructiva pues va a permanentizar los frentes militares.
El ejército ruso se encuentra con miles de tanques y vehículos blindados fuera de servicio, decenas de helicópteros y aviones derribados, el buque insignia de la flota del Mar Negro (el Moskva) hundido, y ataques cada vez más frecuentes a depósitos de combustible o de armas y centros logísticos en la propia Rusia. Más allá de estas cifras, es sobre todo la modernización del armamento ruso lo que está mostrando sus límites, con armas sofisticadas que están llenas de defectos en su funcionamiento y cuyas existencias se están agotando, y el caos organizativo en el seno del ejército, que está provocando problemas de abastecimiento de alimentos y combustible, que se ven agravados por la corrupción que reina en el ejército e incluso por el sabotaje en su seno.
Las tropas rusas han sufrido grandes pérdidas (según los analistas militares): más de 15,000 muertos y cerca de 40,000 soldados fuera de combate (muertos, heridos, prisioneros y desertores), es decir, cerca del 20% de las fuerzas inicialmente comprometidas, lo que equivale a las sufridas en 8 años en Afganistán en la década de 1980. La moral de los soldados es baja, pues no entienden por qué están allí, donde no son recibidos como liberadores, y la guerra no es popular. Por ello, la burguesía rusa evita enviar reclutas (de ahí que Rusia habla de “operaciones especiales” y no de guerra) y recurre masivamente a los mercenarios (organización Wagner o “Kadirovni” chechenos) o coloca miles de ofertas de trabajo en páginas web especializadas para “kontraktniki” (contratos cortos para soldados especializados), generalmente procedentes de las regiones más pobres de Rusia. Si los “crímenes de guerra” son, por definición, uno de los “efectos colaterales” de cualquier guerra, las masacres de civiles y la destrucción de ciudades enteras son especialmente destacadas en esta guerra, por un lado, por la desmoralización y la desesperación existentes en las unidades rusas y, por otro, por el tipo de guerra “urbana” que buscan los ucranianos dada la disparidad de poder militar entre los protagonistas.
Sin embargo, Putin no puede detener las hostilidades a estas alturas porque está desesperado por conseguir trofeos que justifiquen la operación a nivel interno y por salvar lo que queda del prestigio militar de Rusia, lo que provocará aún más pérdidas militares, humanas y económicas. Por otra parte, dado que cuanto más dure la guerra, más se erosionará el poder militar y la economía de Rusia, Estados Unidos, cínicamente, tampoco tiene interés en fomentar el cese de las hostilidades, aunque este suponga el sacrificio de personal militar, civiles y centros urbanos en Ucrania, porque quiere desangrar a Rusia. En este sentido, las actuales campañas en torno a la defensa de la Ucrania mártir, los crímenes de guerra rusos (Butcha, Kramatorsk, Marioupol, ... ) y la puesta en marcha de un “genocidio de ucranianos”, campañas orquestadas por Estados Unidos y Gran Bretaña en particular y que se dirigen personalmente a Putin (“Putin ha perdido la razón”; “Rusia no forma parte de nuestro mundo”), permiten contrarrestar cualquier perspectiva de negociación a corto plazo (auspiciada por Francia y Alemania o incluso por Turquía) y llevar al máximo el debilitamiento de Rusia, o incluso estimular un cambio de régimen. En resumen, en las condiciones actuales, la carnicería sólo puede continuar y la barbarie extenderse, probablemente durante meses o incluso años, y esto en formas particularmente sangrientas y peligrosas, como la amenaza de utilizar armas nucleares tácticas.
Detrás de Rusia, los Estados Unidos apuntan fundamentalmente a China y mantiene la presiona porque el objetivo básico de la maniobra maquiavélica estadounidense es debilitar la pareja ruso-china y enviar una advertencia a China. Este último reaccionó de forma reservada a la invasión rusa deplorando “el regreso de la guerra al continente europeo” y pidiendo “el respeto de la soberanía” y “la integridad territorial de acuerdo con los principios de la ONU” (Xi Jinping, 08.03.22). De hecho, China también mantiene estrechos vínculos con Ucrania (14.4% de las importaciones ucranianas y 15.3% de las exportaciones) y ha firmado un “acuerdo de cooperación estratégica” con el presidente Zelensky “que consagra el papel fundamental de su país en los proyectos de las Nuevas Rutas de la Seda euroasiáticas” (Le monde diplomatique (LMD, abril de 2022, p.9). Sin embargo, el conflicto ucraniano está bloqueando varios ramales de la Ruta de la Seda, lo que sin duda es un objetivo importante de la maniobra estadounidense.
Por lo tanto, lejos de ganar la situación generada por la guerra en Ucrania, China se enfrenta a un dilema irresoluble: Rusia, está ya muy debilitada, se ve obligada a pedir ayuda a China, que sin embargo es cauta y ha evitado hasta ahora apoyar abiertamente la “operación especial” de su aliado, porque al ayudar a una Rusia debilitada se corre el riesgo de debilitar también a China: provocaría represalias económicas y la pérdida de rutas comerciales y mercados con Europa e incluso con Estados Unidos, que son mucho más importantes que su comercio (3% de sus importaciones y 2% de sus exportaciones) con Rusia. Por otra parte, el colapso del poder militar de Rusia y las inmensas dificultades de su economía harán de Rusia un aliado que ya no podrá contribuir con su punto fuerte (su experiencia militar) y que corre el riesgo de convertirse en una carga embarazosa para China.
Así que Pekín, aunque las desaprueba, está aplicando las sanciones de una manera más simbólica que incapacitantes para Rusia: la Banca Asiática de Inversión en Infraestructuras ha suspendido sus operaciones con Rusia y Bielorrusia, y las grandes refinerías estatales chinas han dejado de comprar petróleo a Rusia por temor a las represalias de los países occidentales. Asimismo, los principales bancos estatales se niegan a financiar acuerdos energéticos con Rusia porque son demasiado arriesgados. Sin embargo, entre bastidores, estas mismas empresas estatales están comprando a través de empresas de fachada y contratos a largo plazo en los mercados internacionales las reservas baratas de petróleo y gas natural licuado ruso no deseado.
Si bien a corto plazo la guerra de Ucrania puede haber fomentado una atmósfera de bipolarización, sobre todo por la imagen propagada de un enfrentamiento entre el “bloque de la autocracia” y el “bloque de la democracia”, promovido intensamente por Estados Unidos, esta impresión debe reconsiderarse al analizar el posicionamiento de China (véase el punto anterior). Y a más largo plazo, las implicaciones de las actuales hostilidades bélicas, lejos de favorecer un reagrupamiento estable de los imperialismos, acentuarán, por el contrario, las oposiciones y tensiones entre buitres.
Al llevar al límite el conflicto ucraniano, Estados Unidos está alimentando el desarrollo del cada uno para sí, a pesar de la unidad impuesta temporalmente a Europa. Durante la votación de la ONU sobre la exclusión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos, 24 países votaron en contra y 52 se abstuvieron: India, Brasil, México, Irán, pero también Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) desarrollan su propia posición imperialista sin alinearse detrás de Estados Unidos o Rusia y no participan en el boicot a estos últimos: “A diferencia de la mayoría de las naciones occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, los países del Sur adoptan una postura prudente ante el conflicto armado entre Moscú y Kiev. La actitud de las monarquías del Golfo, aliadas de Washington, es emblemática de esta negativa a tomar partido: denuncian tanto la invasión de Ucrania como las sanciones contra Rusia. Así, está surgiendo un mundo multipolar en el que, en ausencia de diferencias ideológicas, son los intereses de los Estados los que priman” (LMD, mayo de 2022, p.1). Japón, que ha iniciado su rearme y se muestra agresivo con Rusia y China, hace valer claramente sus propias ambiciones imperialistas al negarse a detener el proyecto de gasoducto con Rusia. Turquía, miembro de la OTAN, persigue sin embargo sus propios objetivos imperialistas manteniendo buenas relaciones con Rusia (aunque también hay disputas sobre Libia y la guerra entre Armenia y Azerbaiyán). Incluso los países europeos no cortan todos los contactos con Rusia (Francia o Italia se resisten a cerrar las filiales de sus empresas, el gasoducto Rusia-Europa a través de Ucrania sigue funcionando, aunque con reducciones ocasionales, y proporciona ingresos financieros a ambos beligerantes, Bélgica excluye al sector del diamante de las medidas de boicot, etc.) y Hungría incluso mira con envidia a la Transcarpatia ucraniana con sus minorías húngaras. Esta tendencia a la exacerbación de una actitud brutal del cada uno para sí se verá acentuada por las fuertes repercusiones imperialistas y económicas de la guerra en Ucrania.
Para la Federación Rusa, las consecuencias de esta “operación especial” serán pesadas y corren el riesgo de constituir una segunda desestabilización profunda después de la fragmentación resultante de la implosión de su bloque (1989-92): en el plano militar, perderá probablemente su rango de segundo ejército del mundo; su economía, ya debilitada, caerá aún más en la decadencia (un descenso del 12% de la economía según el Ministerio de Finanzas ruso, la mayor caída desde 1994). La campaña en torno a los crímenes de guerra rusos y el establecimiento de estructuras internacionales de investigación y juicio tienen como objetivo final que Putin y sus asesores sean juzgados por un tribunal internacional por “crímenes de guerra” e incluso por “genocidio”. De este modo, las tensiones internas entre las facciones de la burguesía rusa sólo pueden intensificarse, mientras que la facción de Putin se ve obligada a luchar con la energía de la desesperación para sobrevivir. Los miembros de la facción gobernante (por ejemplo, Medvedev) ya están advirtiendo de las consecuencias: un posible colapso de la Federación Rusa y la aparición de varias mini Rusias con líderes impredecibles y armas nucleares.
Las consecuencias de la crisis ucraniana son peligrosamente desestabilizadoras para el principal rival de Estados Unidos, China. Se trata, en primer lugar, del dilema de su actitud hacia Rusia ante el temor de sanciones para su economía, pero también del bloqueo de importantes arterias de su Ruta de la Seda: “Por el momento, la gran obra del presidente chino -las rutas de la seda que se abren camino hacia Europa a través de Asia Central- está amenazado. Al igual que su esperanza de estrechar lazos con la Unión Europea como contrapeso a Estados Unidos" (LMD, abril de 2022, p.9). La guerra ruso-ucraniana llega en muy mal momento para Xi Jinping, a pocos meses del congreso del PCC en el que debería renovar su mandato para un tercer periodo, sobre todo porque la pandemia vuelve a hacer estragos y las perspectivas económicas son mediocres5.
La economía china sigue sufriendo mucho la pandemia, con los 27 millones de habitantes de su metrópolis industrial y comercial, Shangai, bloqueados en marzo y abril, y ahora también grandes partes de la capital, Pekín. La población está expresando cada vez más su pánico y descontento ante las semanas de encierro inhumano. Sin embargo, el gobierno difícilmente puede revisar su política de “cero Covid”: (a) por la bajísima tasa de vacunación entre las personas mayores y la mala calidad de las vacunas chinas frente a las variantes actuales; (b) y sobre todo por el impacto político que tendría el cambio de estrategia en vísperas del 20º Congreso del PCCh en la facción de Xi, que la ha defendido sin descanso. En Shanghái, por ejemplo, Xi impuso un drástico bloqueo contra el “sabotaje” de los cuadros locales, provocando un fuerte descontento entre la población. Envió a 50,000 miembros de la fuerza policial armada especial de Shandong, bajo la responsabilidad del gobierno central, para que “tomaran el control de la situación”. Para Xi, “la estrategia de ‘cero Covid’ funciona, hay que ‘limpiar’ Shanghái. Fracasar sería reivindicar, por defecto y al menos en parte, a la oposición que intenta oponerse a su reelección” (“Cero Covid en Shanghái: la batalla política de Xi Jinping”, A. Payette, Asialyst, 14.04.22). Y esto a toda costa: los expertos del banco de inversión japonés Nomura calcularon a principios de abril que 45 ciudades chinas, que representan el 40% del PIB de China, estaban sometidas a un bloqueo total o parcial. Estas medidas drásticas están causando grandes problemas en el transporte por carretera y en los puertos (a finales de abril había más de 300 barcos esperando a ser descargados en Shanghái, el triple que, en 2020, cuando la situación ya era crítica), así como interrupciones en la producción industrial y en las cadenas de suministro nacionales e internacionales.
La desaceleración de la economía, acentuada por los repetidos bloqueos de los dos últimos años en el marco de la política del “cero Covid” y por la guerra de Ucrania, es cada vez más evidente, y el crecimiento del PIB se estima actualmente en el 4.5% -el gobierno chino preveía un aumento del 5.5%, pero los pronósticos más pesimistas hablan del 3.5% (cf. “Cero covid en Shanghái: la batalla política de Xi Jinping”, A. Payette, Asianyst, 14.04.22) - y esto en el mismo año en que la Asamblea Popular se reunirá para elegir un nuevo presidente. A la burguesía china le preocupan especialmente las pésimas cifras del mes de marzo: las ventas al por menor cayeron un 3.5%, el desempleo aumentó un 5.8% (las cifras oficiales están subestimadas) y las importaciones se han paralizado prácticamente. Por último, el sector inmobiliario, que fue regulado radicalmente por el Estado el año pasado para acompañar el colapso de algunas grandes empresas, sigue hundiéndose: la venta de viviendas cayó un 26.7%, la mayor caída desde febrero de 2020. “Según un informe del Instituto Internacional de Finanzas de finales de marzo, los flujos financieros que salen de China no tienen precedentes”. Es probable que la invasión rusa de Ucrania sitúe a los mercados chinos bajo una nueva luz. “Esta fuga de capitales es ‘altamente inusual’, añade el informe. Los bonos chinos en manos de inversores extranjeros se redujeron en 80.3 millones de yuanes solo en febrero, la mayor caída desde enero de 2015, cuando se empezaron a registrar estas estadísticas. (...) Las sanciones occidentales contra su país provocarían una caída de la inversión extranjera, así como una fuga de capitales chinos. (...) Estas amenazas económicas y financieras son graves porque reflejan una creciente desconfianza de los inversores extranjeros hacia China” (“Guerra en Ucrania: el doble discurso de China podría costarle caro”, P.-A. Donnet, Asialyst, 16.04.22).
Por último, la difícil situación económica pesa sobre el mantenimiento del gigantesco financiamiento del proyecto de las Nuevas Rutas de la Seda, que también se ve gravemente obstaculizada por el bloqueo de varios de sus ramales a causa del conflicto ucraniano, pero también por el creciente caos ligado a la ruptura, como la desestabilización de Etiopía, que debía ser un “eje” central del ramal africano, o la incapacidad de los países endeudados con China para pagar sus deudas (Sri Lanka).
Estados Unidos no duda en acentuar estas dificultades y explotarlas en su enfrentamiento con Pekín, en un contexto difícil para la burguesía china, sometida a una creciente presión económica, política y social.
En Europa, la decisión de Alemania de rearmarse masivamente duplicando su presupuesto militar podría constituir un hecho imperialista de primer orden a medio plazo. Al principio del período de descomposición, nuestro análisis destacaba que el único polo capaz de enfrentarse a los Estados Unidos era Alemania (“Militarismo y descomposición”, Revista Internacional 64, 1991) y, aunque hoy haya que tener en cuenta el ascenso de China, que habíamos descuidado, el rearme masivo de Alemania debería representar un factor capital para la expansión de los futuros enfrentamientos imperialistas en Europa y en el mundo.
De hecho, este rearme debe verse en un contexto en el que, con la prolongación del conflicto ucraniano, las disensiones se expresan cada vez más claramente no sólo entre los países de Europa del Este (Polonia fanáticamente antirrusa frente a Hungría que permanece cerca de Moscú), sino también entre las potencias europeas (Francia, Alemania, Italia) y Estados Unidos en cuanto al mantenimiento de la política de extremismo bélico hacia Rusia. Ante la posibilidad de un retorno al poder de la facción Trump en Estados Unidos, y la constitución de un polo “intransigente” Estados Unidos-Gran Bretaña-Polonia hacia Rusia, la autonomía militar de las potencias europeas a través del desarrollo de un polo de la Unión Europea fuera de la OTAN se impone cada vez más como una necesidad imperiosa.
Por último, la situación interna de Estados Unidos, y en particular las tensiones en el seno de la burguesía son en sí mismas un poderoso factor de impredecibilidad. ¿Cuánto margen de maniobra tendrá Biden después de las elecciones de mitad de mandato en noviembre y quién será el próximo presidente de EE.UU., quizás de nuevo Trump? De hecho, la popularidad de Biden ha caído en picado en los últimos meses a medida que los precios de bienes de consumo han alcanzado su nivel más alto en cuatro décadas, afectando a la gasolina, los alimentos, los alquileres y otros gastos. “Los índices de aprobación de Joe Biden rondan ahora el 42,2%, según las encuestas Five Thirty Eight. A siete meses de las elecciones de mitad de mandato, cada vez es más previsible que los demócratas electos pierdan su escaso control de una o quizás ambas cámaras del Congreso” (20 minutos y agencias, 15.04.22). Los europeos saben perfectamente que los compromisos de Biden y la “vuelta con fuerza” de la OTAN sólo son válidos para dos años como máximo6.
Pero sea cual sea la facción de la burguesía que esté en el gobierno, está claro que desde el comienzo del período de descomposición (véanse las guerras de Irak de 1991 y 2003), son los Estados Unidos, en su deseo de defender su decadente supremacía, los que han sido la principal fuerza en la propagación del caos a través de sus intervenciones y maniobras: han creado el caos en Afganistán, Irak y han fomentado el ascenso de Al Qaeda, así como del Estado Islámico. En el otoño de 2021, agitaron conscientemente las tensiones con China sobre Taiwán para que las demás potencias asiáticas les apoyaran, pero con un éxito más limitado que en el caso de Ucrania. Su política no es diferente hoy en día, aunque su maquiavélica maniobra les permita aparecer como una nación pacífica que se opone a la agresión rusa. Este fomento del caos bélico por parte de Estados Unidos es la barrera más eficaz para ellos contra el despliegue de China como contrincante: “Esta crisis no será ciertamente el último capítulo de la larga batalla de Washington para asegurarse una posición dominante en un mundo inestable” (LMD, marzo de 2022, p.7). Al mismo tiempo, la guerra en Ucrania está siendo aprovechada para lanzar una contundente advertencia a Pekín sobre una posible invasión de Taiwán.
La fase de descomposición acentúa fuertemente una serie de características del militarismo y exige una mirada más atenta a las formas que adoptan los actuales enfrentamientos bélicos.
La ausencia de cualquier motivación o ventaja económica para las guerras era obvia desde el principio de la decadencia del capitalismo: “La guerra fue el medio indispensable para que el capitalismo abriera las posibilidades de un mayor desarrollo, en el momento en que estas posibilidades existían y sólo podían abrirse por medio de la violencia. Del mismo modo, el colapso del mundo capitalista, habiendo agotado históricamente todas las posibilidades de desarrollo, encuentra en la guerra moderna, la guerra imperialista, la expresión de este colapso que, sin abrir ninguna posibilidad de desarrollo ulterior para la producción, no hace más que engullir las fuerzas productivas en el abismo y acumular ruina sobre ruina a un ritmo acelerado.” (“Informe a la Conferencia de julio de 1945 de la Izquierda Comunista de Francia”, reimpreso en el “Informe sobre el Curso Histórico” adoptado en el 3er Congreso de la CCI, Revista Internacional 18, 3er trimestre de 1979).
La guerra de Ucrania ilustra de manera sorprendente cómo la guerra ha perdido no sólo cualquier función económica, sino incluso sus ventajas a nivel estratégico: Rusia lanzó una guerra en nombre de la defensa del pueblo ruso, pero masacró a decenas de miles de civiles en las regiones esencialmente que hablan en ruso, al tiempo que transformaba estas ciudades y regiones en campos de ruinas y sufría ella misma considerables pérdidas materiales y de infraestructuras. Si, al final de esta guerra, captura el Donbass y el sureste de Ucrania, habrá conquistado un campo de ruinas, una población que le odia y sufrido el consiguiente revés estratégico en sus ambiciones de gran potencia. En cuanto a Estados Unidos, en su política de apuntar a China, se ve abocado a seguir (literalmente) una política de “tierra quemada”, sin más beneficios económicos o estratégicos que una inconmensurable explosión de caos económico, político y militar. La irracionalidad de la guerra nunca ha sido tan evidente.
Esta creciente irracionalidad de los enfrentamientos bélicos va de la mano de una creciente irresponsabilidad de las fracciones gobernantes que llegan al poder, como lo ilustra la irresponsable aventura de Bush hijo y los “neo conservadores” en Irak en 2003, la de Trump de 2018 a 2021 o la facción de Putin en Rusia. Son el resultado de la exacerbación del militarismo y de la pérdida de control de la burguesía sobre su aparato político, lo que puede conducir a un aventurerismo catastrófico a largo plazo para estas facciones, pero también peligroso para la humanidad.
Más que nunca, la economía está al servicio de la guerra y es evidente la ineptitud de la magnitud del gasto militar en medio de una crisis económica y pandémica: “Hoy en día, las armas cristalizan lo último en perfección tecnológica. La fabricación de sofisticados sistemas de destrucción se ha convertido en el símbolo de una economía moderna y eficiente. Sin embargo, estas ‘maravillas’ tecnológicas que han demostrado su mortal eficacia en Oriente Medio no son, desde el punto de vista de la producción, de la economía, más que un gigantesco despilfarro. Las armas, a diferencia de la mayoría de las demás mercancías, tienen la particularidad de que una vez producidas son expulsadas del ciclo productivo del capital. En efecto, no pueden servir para ampliar o sustituir el capital constante (a diferencia de las máquinas, por ejemplo), ni para renovar la fuerza de trabajo de los obreros que ponen en funcionamiento este capital constante. Las armas no sólo sirven para destruir, sino que ya son en sí mismas una destrucción de capital, una esterilización de la riqueza” (“¿Dónde está la crisis? Economía, crisis y Militarismo”, Revista Internacional 65, 19917). Desde 1996, el gasto militar en todos los países se ha duplicado, mostrando una tendencia al alza en la militarización. Según el Instituto de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), en 2021 se gastaron 2,000 billones de dólares en armamento, un nuevo récord. De este total, Estados Unidos gastó el 34%, China el 14% y Rusia el 3%. La guerra en Ucrania hará que se disparen los presupuestos militares en Europa, mientras que las crisis pandémica, económica y ecológica requieren inversiones masivas.
Además, el arma económica se utiliza masivamente al servicio del militarismo: China ya amenazó a Australia con represalias económicas porque este país criticó la política china en Hong Kong o en Sin-Kiang y Argelia, en conflicto con Marruecos, cortó los suministros de gas a este país, pero la guerra de Ucrania da otra dimensión a este tipo de política: EE.UU. y los países europeos lo utilizan para poner a Rusia de rodillas, y EE.UU. amenaza a China con tomar represalias si apoya a Rusia; esta última también lo utiliza para presionar a Europa (el gas estadounidense sustituye al ruso). El cáncer del militarismo afecta cada vez más a las políticas comerciales y económicas de los Estados.
Las consecuencias de la guerra para la situación económica de muchos países son dramáticas: Rusia es un importante proveedor de fertilizantes y energía, Brasil depende de los fertilizantes para sus cultivos. Ucrania es un gran exportador de productos agrícolas, y es probable que los precios de productos básicos como el trigo se disparen; Estados como Egipto, Turquía, Tanzania y Mauritania dependen al 100% del trigo ruso o ucraniano y están al borde de una crisis alimentaria; Sri Lanka y Madagascar, ya sobre endeudados, están en bancarrota. Según el Secretario General de la ONU, la crisis ucraniana corre el riesgo de “empujar hasta 1.700 millones de personas -más de una quinta parte de la humanidad- a la pobreza, la indigencia y el hambre” (ONU informe, 13 de abril de 2022); las consecuencias económicas y sociales serán globales e incalculables: empobrecimiento, miseria, hambre, revueltas, etc.
La importante aceleración del militarismo exige que los revolucionarios precisen la dinámica bélica actual y que se pronuncien sobre los retos y peligros del período actual. No se trata de disertar sobre el “sexo de los ángeles”, sino de captar todas las consecuencias de esta dinámica para la determinación de la relación de fuerzas, el vínculo entre la guerra y la lucha de clases y la dinámica de las luchas obreras hoy, así como para nuestra intervención en relación con ellas.
Durante la última década, se ha producido una polarización entre Estados Unidos y China. Esta polarización es sobre todo el resultado de un cambio en la política de Estados Unidos que ha tenido lugar durante la administración Obama. “En 2011, los líderes estadounidenses habían llegado a la conclusión de que su obsesiva guerra contra el terrorismo -aunque todavía es popular en el Congreso y entre el público- había debilitado su estatus de superpotencia. En una reunión secreta celebrada ese verano, la administración Obama decidió invertir el rumbo y dar mayor importancia estratégica a la competencia con China que a la guerra contra el terrorismo. Este nuevo enfoque, conocido como el "pivote" asiático, fue anunciado por el presidente estadounidense en un discurso ante el Parlamento australiano en Canberra el 17 de noviembre de 2011” (LMD, marzo de 2022, p.7). Esta creciente toma de conciencia de que el rival más peligroso para la continuidad del liderazgo de Estados Unidos era China impulsó un reposicionamiento de los medios económicos y militares para hacer frente a este peligro principal. La resistencia de los talibanes en Afganistán y la aparición de la Organización Estado Islámico retrasaron y ralentizaron la aplicación de esta política por parte de la administración Obama, de modo que sólo se desplegó plenamente con la administración Trump y se formuló en la “Estrategia de Defensa Nacional” por el entonces secretario de Defensa, James Mattis.
Así, esta tendencia a la polarización emana principalmente de Estados Unidos y es la estrategia actual de la superpotencia en declive para mantener su hegemonía. Tras el fracaso de su posicionamiento como “policía mundial”, ahora se centra en una política para contrarrestar a su más peligroso contrincante. Para China, en cambio, esta polarización es muy preocupante en estos momentos8: a pesar de sus actuales inversiones masivas en su ejército, su retraso en el desarrollo de su equipamiento militar es inmenso y su desarrollo tecnológico y económico (Ruta de la Seda) requiere por el momento el mantenimiento de la globalización y la multipolaridad. Como ha sucedido desde 1989 con la política imperialista de Estados Unidos, la actual política de polarización sólo exacerbará el caos y el cada uno para sí imperialista. Esto se ve claramente hoy en la invasión rusa de Ucrania, el rearme masivo de Alemania, la creciente agresividad del imperialismo japonés, el posicionamiento específico de la India, las maniobras de Turquía, etc.
Recordemos en primer lugar la posición de la CCI sobre la formación de bloques después de 1990: “Si bien la formación de bloques es históricamente la consecuencia del desarrollo del militarismo y del imperialismo, la exacerbación de estos dos últimos en la fase actual del capitalismo constituye, paradójicamente, un obstáculo importante para la reforma de un nuevo sistema de bloques después del que acaba de desaparecer.” (“Militarismo y descomposición”, 1991, Revista Internacional 64, pt 9). ¿En qué medida los conflictos actuales favorecen los factores planteados para generar una dinámica hacia la constitución de bloques?
(a) Dado que la fuerza de las armas se ha convertido en un factor dominante para limitar el caos global y para establecerse como líder de un bloque, y dado que Estados Unidos tiene una fuerza militar equivalente a la fuerza militar total de las otras grandes potencias, ningún país tiene actualmente el “potencial militar para reclamar la posición de líder de un bloque que pueda rivalizar con el liderado por esa potencia”, como lo ilustra la guerra en Ucrania. En la medida en que “lo que está en juego y la escala de los conflictos entre bloques se hace cada vez más global y general (cuantos más gánsteres hay que controlar, más poderoso debe ser el ‘jefe’), (...) cuanto más estragos causa la crisis histórica, y su forma abierta, más fuerte debe ser el jefe de un bloque para contener y controlar las tendencias a su dislocación entre las diferentes fracciones nacionales que lo componen.” (“Militarismo y descomposición”, pt.11).
(b) Dado que “la constitución de los bloques imperialistas corresponde a la necesidad de imponer una disciplina similar entre las diferentes burguesías nacionales para limitar sus antagonismos recíprocos y reunirlas para la confrontación suprema entre los dos campos militares” (“Militarismo y descomposición”, pt.4), ¿vemos hoy una tendencia a reforzar esta disciplina? La imposición por parte de Estados Unidos a los Estados europeos de una disciplina en el seno de la OTAN en el contexto de la guerra de Ucrania es temporal y ya revela grietas: Turquía juega al “llanero solitario”, Hungría no corta sus lazos con Rusia, Alemania no muestra mucho interés, Francia impulsa la constitución de un polo europeo. Por su parte, la alianza entre China y Rusia tiene un alcance limitado y China se cuida de no implicarse demasiado con Rusia, mientras que otros países del mundo son muy reservados a la hora de implicarse con las potencias en conflicto.
En resumen, si existe efectivamente una voluntad de polarización por parte de la superpotencia estadounidense en particular; si, en este marco, pueden formarse alianzas ocasionales (Estados Unidos-Japón-Corea; Turquía-Rusia en Siria; China-Rusia) o reactivarse temporalmente antiguas alianzas (OTAN), las tendencias de los enfrentamientos imperialistas actuales no indican una dinámica hacia la constitución de dos bloques antagónicos, como la que pudimos observar antes de la Primera o la Segunda Guerra Mundial o durante la “Guerra Fría”: “(...) en la era de la posguerra fría, los Estados ya no tienen amigos o patrocinadores permanentes, sino aliados fluctuantes, vacilantes y de duración limitada” (DML, mayo de 2022, p. 8 ).
La formación de bloques fue una tendencia dominante hasta la fase de descomposición. En esta última, la tendencia es más bien, dadas las características exacerbadas durante esta fase, a intensificar la tendencia a la guerra sin la constitución de bloques: “En el nuevo período histórico en el que hemos entrado, y los acontecimientos del Golfo acaban de confirmarlo, el mundo se presenta como una inmensa batalla campal, en la que la tendencia del ‘cada uno para sí’ se desarrollará plenamente, donde las alianzas entre Estados no tendrán, ni mucho menos, el carácter de estabilidad que caracterizaba a los bloques, sino que estarán dictadas por las necesidades del momento. Un mundo de desorden asesino, de caos sangriento en el que el policía estadounidense intentará mantener un mínimo de orden mediante el uso cada vez más masivo y brutal de su poder militar.” ("Militarismo y descomposición", pt 11).
¿La dinámica actual se orienta hacia una guerra mundial, es decir, un enfrentamiento generalizado entre grupos de países ordenados tras sus respectivos “jefes”?
Las guerras mundiales que hemos conocido en la decadencia capitalista estaban todas vinculadas a la existencia de coaliciones detrás de un “jefe”, cuya arquitectura estaba determinada mucho antes de la explosión del conflicto, que, por la lógica del bloque, conducía a enfrentamientos globales: dos grandes alianzas se opusieron en 1914: la Entente (la Triple Entente entre Inglaterra, Francia y Rusia, a partir de 1907, y más tarde la Cuádruple Entente tras la adhesión de Italia en 1915) contra la Triple Alianza (formada entre Alemania, Austria-Hungría e Italia, fundada en 1882, ampliada en 1887 y confirmada en 1891/1896); ambos ejes de alianzas se enfrentaron en 1914: El Eje Roma-Berlín-Tokio (concluido en 1936 y completado por el Pacto germano-soviético en agosto del 39) y el pacto de alianza entre Francia y Gran Bretaña se combinaron con dos alianzas tripartitas (Francia-Gran Bretaña-Polonia y Francia-Gran Bretaña-Turquía), así como con una “política de entendimiento” entre Gran Bretaña y Estados Unidos; finalmente, los dos bloques del Oeste y del Este (la OTAN y el Pacto de Varsovia) se enfrentaron entre 1945 y 1989. Además, estas guerras implicaban una movilización masiva de enormes ejércitos, mientras que las burguesías actuales evitan las movilizaciones masivas de poblaciones (salvo parcialmente en Ucrania) y los ejércitos de los grandes imperialismos se han reconfigurado desde los años 90 (reducción de su masividad, creación de fuerzas profesionales especializadas y desarrollo de tecnologías ligadas a la robótica y a la cibernética militar en el caso de los ejércitos estadounidense, chino, ruso y europeo) y recurren ampliamente a mercenarios y “contratistas” privados.
El análisis anterior no debe tranquilizarnos en absoluto sobre el peligro de guerra en una fase de descomposición a pesar de la ausencia de dinámica de bloques. En efecto, debemos ser conscientes de que este contexto no significa en absoluto que se excluya un gran conflicto bélico, y que el peligro de un enfrentamiento militar directo entre las grandes potencias sería insignificante, sino todo lo contrario: “En efecto, no es la constitución de bloques imperialistas lo que está en el origen del militarismo y del imperialismo. Todo lo contrario: la constitución de bloques no es más que la consecuencia extrema (que en un momento dado puede agravar las causas mismas), una manifestación (que no es necesariamente la única) del hundimiento del capitalismo decadente en el militarismo y la guerra” (“Militarismo y descomposición”, Revista Internacional 64, 1991, pt 5).
La ausencia de bloques hace, paradójicamente, que la situación sea más peligrosa, en la medida en que los conflictos se caracterizan por una mayor imprevisibilidad: “Al anunciar que ponía en alerta a su fuerza de disuasión, el presidente ruso Vladimir Putin obligó a todos los estados mayores a actualizar sus doctrinas, en su mayoría heredadas de la Guerra Fría. La certeza de la aniquilación mutua -cuyas siglas en inglés MAD significan ‘loco’- ya no es suficiente para excluir la hipótesis de los ataques nucleares tácticos, supuestamente limitados. Con el riesgo de una escalada incontrolada” (LMD, abril de 2022, p.1). De hecho, paradójicamente, puede afirmarse que la agrupación en bloques limitó las posibilidades de derrapes,
- debido a la disciplina del bloque;
- debido a la necesidad de infligir previamente una derrota decisiva al proletariado mundial en los centros del capitalismo (véase el análisis del curso histórico en los años 80).
Así, aunque actualmente no hay perspectivas de constitución de bloques ni de una tercera guerra mundial, al mismo tiempo, la situación se caracteriza por un peligro mayor, ligado a la intensificación del cada uno para sí y a la creciente irracionalidad: la imprevisibilidad del desarrollo de los enfrentamientos, las posibilidades de que se les vaya de las manos, que es más fuerte que en los años 50 a 80, marcan la fase de descomposición y constituyen una de las dimensiones especialmente preocupantes de esta aceleración cualitativa del militarismo.
En conclusión, debemos comprender que las condiciones de la guerra entre la primera y la segunda guerra mundial, por un lado, y las de hoy, por otro, son fundamentalmente diferentes y, en consecuencia, también las perspectivas para el proletariado. Si el deslizamiento hacia la barbarie en Ucrania es destructivo y brutal, el significado de tales conflictos es también más difícil de entender para la clase obrera. Mientras que las confraternizaciones fueron técnica y políticamente posibles durante la primera guerra mundial -los trabajadores podían comunicarse a través de las trincheras-, hoy en día no existe ese potencial. Tampoco hay cientos de miles de personas agrupadas en los frentes, con posibilidades de discusión, reacciones masivas contra sus superiores y revueltas.
Así que no podemos esperar ninguna reacción de clase en el frente de guerra por el momento, incluso si los soldados rusos pueden desertar o negarse a ser reclutados para Ucrania. Hoy, la clase obrera no tiene la capacidad de ofrecer una resistencia de clase contra la guerra imperialista, ni en Ucrania, ni en Rusia, ni en este momento en Occidente. En cuanto a las perspectivas más generales para el desarrollo de la lucha de clases en la actualidad, éstas se abordan en el informe sobre la situación de la lucha de clases.
09.05.2022
1 Ver los Documentos del 24º Congreso Internacional de la CCI (https://es.internationalism.org/content/4765/documentos-del-24o-congreso-internacional-de-la-cci-2021 [45] ) y más específicamente la Resolución sobre la situación internacional (https://es.internationalism.org/content/4720/resolucion-sobre-la-situacion-internacional-xxiv-congreso-de-la-cci-2021 [7] )
2 https://es.internationalism.org/content/4761/informe-de-noviembre-de-2021-sobre-los-conflictos-imperialistas [46]
3 https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion [47]
4 La facción de Biden también quiere “hacer pagar” a Rusia por su injerencia en los asuntos internos de Estados Unidos, por ejemplo, mediante sus intentos de manipular las recientes elecciones presidenciales
5 “Xi sólo tiene un 50% de posibilidades de ser reelegido para un tercer mandato como presidente porque ha cometido tres grandes errores, dice una fuente anónima citada por el periodista británico Mark O'Neill, conocedor de China desde Hong Kong. La primera es que ha arruinado las relaciones diplomáticas de China desde 2012. Cuando llegó al poder, China tenía buenas relaciones con la mayoría de los países del mundo. Ahora, por su culpa, sus relaciones están dañadas con muchos de estos países, especialmente en Occidente, así como con sus aliados en Asia. La segunda es la política del “cero Covid”, que ha hecho un gran daño a la economía china, que no alcanzará el 5.5% de crecimiento del PIB previsto para este año. Casi 50 ciudades están confinadas y no se ve el final. La tercera es su alineación con [Vladimir] Putin. Esto ha dañado aún más las ya malas relaciones con Europa y Norteamérica. A las empresas chinas se les ha dicho que no firmen nuevos contratos con empresas rusas, ya que esto podría dar lugar a sanciones. ¿Dónde está el beneficio para China?” (citado en “Cero Covid en China: Xi Jinping sordo a la alerta económica”, P.-A. Donnet, Asialyst, 07.05.22)
6 Ver Cumbre en Madrid de la OTAN: una cumbre por y para la guerra https://es.internationalism.org/content/4839/cumbre-de-la-otan-en-madrid-una-cumbre-por-y-para-la-guerra [48]
7 https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1060/crisis-y-militarismo [49]
8 Filtraciones del Pentágono revelaron que al final de la administración Trump, el alto mando militar chino se había puesto en contacto en secreto con el Pentágono para expresar su preocupación por el peligro de un ataque atómico contra China por parte de Trump
Links
[1] https://es.internationalism.org/files/es/critica_de_los_llamados_comunistizadores_ii.pdf
[2] https://es.internationalism.org/en/tag/series/los-comunistizadores
[3] https://es.internationalism.org/en/tag/cuestiones-teoricas/modernismo
[4] https://es.internationalism.org/files/es/criticas_a_los_llamados_comunistizadores_parte_i.pdf
[5] https://es.internationalism.org/files/es/divergencias_con_la_resolucion_sobre_la_situacion_internacional_del_24o_congreso_de_la_cci.pdf
[6] https://es.internationalism.org/content/4658/divergencias-con-la-resolucion-sobre-la-situacion-internacional-en-el-23o-congreso-de
[7] https://es.internationalism.org/content/4720/resolucion-sobre-la-situacion-internacional-xxiv-congreso-de-la-cci-2021
[8] https://es.internationalism.org/content/4536/informe-sobre-el-curso-historico
[9] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200805/2265/la-lucha-del-proletariado-en-el-capitalismo-decadente
[10] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4143/xxi-congreso-de-la-cci-40-anos-despues-de-la-fundacion-de-la-corri
[11] https://es.internationalism.org/en/tag/vida-de-la-cci/congresos-de-la-cci
[12] https://es.internationalism.org/en/tag/vida-de-la-cci/debates-internos
[13] https://es.internationalism.org/en/tag/2/27/el-capitalismo-de-estado
[14] https://es.internationalism.org/en/tag/2/40/la-conciencia-de-clase
[15] https://es.internationalism.org/en/tag/3/47/guerra
[16] https://es.internationalism.org/en/tag/3/48/imperialismo
[17] https://es.internationalism.org/files/es/el_caso_vogt_el_combate_de_los_revolucionarios_contra_la_calumnia_ii.pdf
[18] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm
[19] https://es.internationalism.org/content/4656/el-aventurero-gaizka-tiene-los-defensores-que-se-merece-los-matones-del-gigc
[20] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/lpee72s.htm
[21] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199607/1774/cuestiones-de-organizacion-ii-la-lucha-de-la-i-internacional-contr
[22] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199610/1767/cuestiones-de-organizacion-iii-el-congreso-de-la-haya-en-1872-la-l
[23] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1846/ideoalemana/index.htm
[24] https://www.marxists.org/espanol/serge/represion/repres-1.htm#1iii
[25] https://www.marxists.org/espanol/luxem/01_19.htm
[26] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1139/texto-de-orientacion-sobre-marxismo-y-etica-i
[27] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200703/1301/texto-de-orientacion-sobre-marxismo-y-etica-ii
[28] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201803/4278/la-herencia-oculta-de-la-izquierda-del-capital-iv-su-moral-y-la-nuestr
[29] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/dsusc/index.htm
[30] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/1885-hist.htm
[31] https://es.internationalism.org/en/tag/series/lucha-contra-el-oportunismo
[32] https://es.internationalism.org/en/tag/vida-de-la-cci/defensa-de-la-organizacion
[33] https://es.internationalism.org/files/es/la_socialdemocracia_alemana_1872-1914_la_lucha_contra_el_oportunismo_organizativo_parte_i.pdf
[34] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199603/1780/cuestiones-de-organizacion-i-la-primera-internacional-y-la-lucha-c
[35] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199701/1234/cuestiones-de-organizacion-iv-la-lucha-del-marxismo-contra-el-aven
[36] https://es.internationalism.org/content/4488/lassalle-y-schweitzer-la-lucha-contra-los-aventureros-politicos-en-el-movimiento-obrero
[37] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199601/1761/1996-84-a-87
[38] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200401/1875/el-nacimiento-del-bolchevismo-i-1903-1904
[39] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199701/1233/vi-el-fracaso-de-la-construccion-de-la-organizacion
[40] https://es.internationalism.org/en/tag/historia-del-movimiento-obrero/1871-la-comuna-de-paris
[41] https://es.internationalism.org/en/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/segunda-internacional
[42] https://es.internationalism.org/en/tag/cuestiones-teoricas/oportunismo
[43] https://es.internationalism.org/files/es/pdf/rint169.pdf
[44] https://es.internationalism.org/files/es/significado_e_impacto_de_la_guerra_en_ucrania.pdf
[45] https://es.internationalism.org/content/4765/documentos-del-24o-congreso-internacional-de-la-cci-2021
[46] https://es.internationalism.org/content/4761/informe-de-noviembre-de-2021-sobre-los-conflictos-imperialistas
[47] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion
[48] https://es.internationalism.org/content/4839/cumbre-de-la-otan-en-madrid-una-cumbre-por-y-para-la-guerra
[49] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1060/crisis-y-militarismo
[50] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/estados-unidos
[51] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/rusia
[52] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/ucrania
[53] https://es.internationalism.org/en/tag/3/45/descomposicion