Submitted by CCI Online on

. En 1989, cuando se produjo el hundimiento de los regímenes estalinistas, los partidos de derechas e incluso los autoproclamados "socialistas" celebraron la "muerte del comunismo" y la "victoria definitiva del capitalismo liberal y democrático". Trataban con ello de desmoralizar a la clase obrera haciéndole desistir de cualquier aspiración de construir otra sociedad, y de paralizar su combatividad contra el sistema de explotación. Hoy, sin embargo, ese "gran vencedor" de ese supuesto "comunismo", muestra cada vez más abiertamente su hundimiento económico al mismo tiempo que el proletariado reencuentra por todo el planeta el camino de su perspectiva histórica. Y ahora, una vez más, los partidos de izquierda, "socialistas" y "comunistas", así como los izquierdistas, quieren de nuevo utilizar los nombres de las "tres L" (es decir Lenin, Luxemburgo y Liebnecht), para desviar a los proletarios del combate al que estas grandes figuras del movimiento obrero consagraron y dieron su vida, figurando especialmente en primera línea de la lucha contra la carnicería imperialista de 1914-18. Cuando se escribió este artículo en 1946, establecer la verdad sobre "las tres L" representaba un medio para resistir el peso de la terrible contrarrevolución que sufría el proletariado. Reeditarlo hoy es facilitar un instrumento para que nuestra clase pueda desbaratar las trampas que la burguesía no parará de colocar en el camino hacia su perspectiva revolucionaria. Por eso este artículo conserva hoy toda su vigencia. (CCI. Enero de 2009).
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
«Mientras están vivos, las clases opresoras someten a los revolucionarios a persecuciones constantes; acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje y el odio más furibundo, y les dedican las más histéricas campañas de mentiras y calumnias. En cambio, una vez muertos, tratan de convertirlos en iconos inofensivos, canonizándolos podríamos decir, adornando su nombre con una especie de aureola que sirva para "consolar" y mistificar a las clases oprimidas, vaciando así de contenido su doctrina revolucionaria, envileciéndola y mellando su acerado filo revolucionario.». Lenin: "El Estado y la revolución". (Capítulo I: "La sociedad de clases y el Estado". Septiembre 1917).
Evocar estas tres figuras, su vida, su obra, su lucha, es evocar la historia y la experiencia de la lucha internacional del proletariado durante el primer cuarto del siglo XX. Nunca hubo vida de personas que fueran menos privadas, menos personales, más enteramente ligadas a la causa de la emancipación revolucionaria de las clases oprimidas, que la vida de estas tres figuras, de entre las más nobles, del movimiento obrero.
Para el proletariado, que no necesita ídolos, la obra de los grandes revolucionarios es un estímulo para su combate.
Más que en cualquier otra clase en la historia de la humanidad, en el proletariado abundan los ejemplos de personajes revolucionarios de gran nobleza, de militantes plenamente dedicados a la causa, de luchadores infatigables, de mártires, de pensadores y de hombres de acción. Esto se debe al hecho de que al revés de lo que sucedía en las anteriores clases revolucionarias en la historia - que luchaban contra las clases reaccionarias pero para sustituir la antigua dominación por la nueva, para someter a la sociedad a una nueva esclavitud y servidumbre que beneficiara a sus egoístas intereses de clase privilegiada -, el proletariado no tiene privilegios que conquistar puesto que su emancipación es la emancipación de todos los oprimidos, de todas las formas de opresión. Su misión histórica es liberar a la humanidad entera de todas las desigualdades e injusticias sociales, de toda explotación del hombre por el hombre, de todas las servidumbres: económica, política y social.
El proletariado cumplirá su misión histórica destruyendo mediante la revolución la sociedad capitalista y su Estado, construyendo la sociedad socialista sin clases. Abrirá así una nueva era en la historia de la humanidad, la era de la verdadera libertad y del desarrollo de todas las facultades humanas. En el periodo de la decadencia del capitalismo, solo el proletariado y su lucha emancipadora, brindan a la humanidad un terreno histórico en el que pueden expresarse todo lo que progresivo pueda haber en el pensamiento, en los anhelos y los ideales, y en todas las facetas de la actividad humana. Esta lucha del proletariado por la emancipación constituye la fuente viva de la que emanan las cualidades humanas más elevadas: la entrega desinteresada y abnegada, la dedicación absoluta a la causa colectiva, la tenacidad y el coraje. Y podemos decir sin temor en caer en idolatría alguna que, si exceptuamos a los fundadores del socialismo científico, el proletariado no encontrará hoy mejores representantes, mejores guías, figuras más nobles, para simbolizar su ideal y su lucha, que Lenin, Luxemburgo y Liebknecht.
El proletariado no tiene dioses ni ídolos. La idolatría es propia de un estadio atrasado y primitivo de los hombres. Representa también un arma conservadora que emplean las clases reaccionarias para embrutecer a las masas. Nada hay más funesto para la lucha revolucionaria del proletariado que esa tentativa de imponerle el cultivo del fetichismo y la idolatría.
El proletariado, para vencer, necesita una conciencia cada vez mayor y más profunda de la realidad y de su devenir. No es mediante la mística, por noble que sea la causa, como obtendrá la fuerza con la que avanzar y cumplir su misión revolucionaria, sino únicamente a través de una conciencia crítica obtenida del estudio científico y de la viva experiencia de sus luchas pasadas. La conmemoración de la muerte de Lenin, Luxemburgo y Liebknecht no puede ser jamás, para los revolucionarios, un acto religioso.
Para proseguir su lucha, el proletariado necesita estudiar permanentemente su propio pasado, a fin de asimilar las experiencias y tomar conciencia de éstas; apoyarse en las adquisiciones históricas y superar los inevitables errores, corregir mediante la crítica los fallos cometidos, reforzar sus posiciones políticas tomando conciencia de sus insuficiencias y lagunas, completando así su programa; y finalmente resolver los problemas cuya solución aún permanece inacabada.
Para los marxistas revolucionarios, que rechazamos la idolatría y el dogmatismo religioso, conmemorar "las tres L" equivale a hacer nuestras sus obras y sus vivencias, y hacer de ello eslabones para la continuación de su lucha y el enriquecimiento del programa de la revolución socialista. Esta tarea es la base de la existencia y de la actividad de las fracciones de la Izquierda comunista internacional.
Las verdaderas enseñanzas de Lenin contra las falsificaciones del estalinismo
No hay ejemplo más indignante de deformación, ni más vergonzoso de falsificación de la obra de un revolucionario, que lo que ha hecho la burguesía con la obra de Lenin. Después de haberle perseguido, calumniado y acosado con un odio implacable durante toda su vida, la burguesía mundial ha fabricado un falso Lenin con objeto de engañar mejor al proletariado. La burguesía ha utilizado su cadáver para volver inofensivas su enseñanza y su obra. Ha empleado al Lenin muerto para matar al Lenin vivo.
El estalinismo, el mejor agente del capitalismo mundial ha usado el nombre de este líder de la Revolución de Octubre para llevar a cabo la contrarrevolución capitalista en Rusia. Invocando el nombre de Lenin masacraron a todos sus compañeros de combate. Para arrastrar a los obreros rusos y a los del mundo entero a la masacre imperialista, presentan la imagen de un Lenin como "héroe nacional ruso" y partidario de "la defensa de la nación".
No podemos sintetizar en un solo artículo la obra de Lenin que se distinguió, en todo momento, por ser un encarnizado enemigo tanto del capitalismo mundial como del ruso, así como de todos los renegados que se pasaron al servicio del capitalismo. Su obra alcanza sus momentos más significativos en tres etapas que coinciden con su juventud, su madurez y sus últimos días:
- Su noción del partido; que expuso, a principios de 1902, en el ¿Qué hacer?
En esta obra nos dice que sin partido político revolucionario el proletariado no puede hacer la revolución ni tomar conciencia de su necesidad. El partido es el laboratorio donde se produce la fermentación ideológica de la clase. «Sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario». Construir, cimentar el partido de la revolución será el telón de fondo de toda su obra. Octubre de 1917 supondrá la confirmación histórica de la justeza de ese principio. Gracias a la existencia de ese partido revolucionario, el Partido bolchevique de Lenin, el proletariado ruso pudo salir victorioso en Octubre.
- Su posición de clase contra la guerra imperialista en 1914.
Para Lenin, el proletariado no sólo ha de rechazar cualquier forma de defensa nacional en el régimen capitalista, sino que debe luchar con todas sus fuerzas por la derrota de su propia burguesía, alentar el derrotismo revolucionario, trabajar por la lucha de clase revolucionaria, por la confraternización de los soldados de los dos frentes imperialistas en litigio, por la transformación de la guerra imperialista en guerra civil y por la revolución socialista.
Lenin denunció a todos los falsos socialistas que, traicionando al proletariado, se pusieron del lado de su burguesía, así como a aquellos que protestando "de boquilla" contra la guerra, vacilan, en cambio, a la hora de romper con los traidores y los renegados. Lenin proclamó la necesidad de formar una nueva Internacional y nuevos partidos donde no se diera cabida a los traidores y los oportunistas. Demostró que la etapa imperialista es la fase final del capitalismo, la época de las guerras imperialistas; y que, sólo el proletariado, por medio de la revolución, puede acabar con ello. Esto quedó confirmado cuando el estallido de la revolución en Rusia (y posteriormente en Alemania), puso fin a la Primera Guerra mundial. También resultó más tarde trágicamente verificado por cuanto la derrota de esas Revoluciones y la masacre física e ideológica del proletariado permitió las condiciones que hicieron posible una nueva guerra imperialista mundial, la de 1939-45. Finalmente Lenin evidenció en la práctica, en 1917, que la transformación de la sociedad no puede hacerse mediante la vía pacífica de las reformas, sino derrocando violentamente, de arriba abajo, el Estado capitalista; e instaurando la dictadura del proletariado contra la clase capitalista.
La victoria de la Revolución de octubre, la construcción de la Internacional Comunista (el partido de la revolución mundial), las Tesis fundamentales de la Internacional comunista constituyeron la coronación de la obra de Lenin y el punto culminante, la posición más avanzada conseguida por el proletariado en el periodo precedente.
Cuando tiene lugar la muerte de Lenin, la revolución sufre ya el reflujo en el que se suceden las derrotas del proletariado. Su ausencia pesó gravemente en el movimiento revolucionario durante este periodo de retroceso. La obra de Lenin, aunque rica, no está exenta de errores y de lagunas. A los revolucionarios de hoy les corresponde corregir y subsanar los errores históricos del proletariado. Lenin ha dado, con su obra y sus actos, un paso decisivo y gigantesco en el camino hacia la revolución mundial y se le recordará, por ello, como un guía inmortal del proletariado.
Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht: figuras magníficas del proletariado mundial
La obra de R. Luxemburgo permanece aun hoy profundamente ignorada, no solo por las masas sino por muchos militantes experimentados e instruidos.
La aportación de esta revolucionaria a la teoría marxista hace de ella la alumna y la continuadora más brillante de Karl Marx. Su análisis de la evolución de la economía capitalista expresa la única explicación científica de la crisis última y permanente del capitalismo. Es imposible abordar con seriedad el estudio de la época del imperialismo, lo ineludible de la crisis económica y de las guerras imperialistas en este periodo, sin basarse en el penetrante análisis de Rosa. Al plantear una resolución científica a los problemas de la reproducción ampliada y de la acumulación del capital, que Marx había dejado inacabados, Rosa sacó al socialismo del punto muerto, a nivel analítico, en que estaba en aquel momento, para situarlo como necesidad objetiva. Pero Rosa no fue sólo una gran teórica y una economista erudita, si no sobre todo, una auténtica combatiente revolucionaria.
Líder incontestada del ala izquierda de la Socialdemocracia alemana, denunció desde muy pronto los deslices oportunistas de la Segunda Internacional. Encabezando a la Izquierda junto a su compañero de combate Karl Liebknecht rompió, durante la Guerra de 1914-18, con la socialdemocracia que había traicionado al proletariado poniéndose al servicio de la burguesía y de Guillermo II.
Los años que estuvo en prisión, por su actividad contra la guerra no atenuaron su pasión revolucionaria. Al salir de la cárcel organizó Spartacusbund (Liga Espartaco) e inició la lucha en Alemania por la revolución socialista. Sobre numerosas cuestiones la historia ha demostrado que quien tenía razón era Rosa y no Lenin. Concretamente en cuanto a la posición sobre la cuestión nacional y colonial, donde Rosa denunció el error de las posiciones sobre la liberación nacional y el "derecho de los pueblos a disponer de si mismos" que por ser esencialmente burguesas e históricamente reaccionarias, sólo pueden conducir al proletariado de los pequeños países oprimidos al terreno de su burguesía, reforzando así al capitalismo internacional.
Los acontecimientos en los países bálticos, la revolución nacional turca, así como toda una serie de revoluciones "nacionales" y la revolución china de 1927, confirmarían trágicamente en la práctica las advertencias de Rosa.
Los nuevos partidos, que el proletariado debe construir hoy, no constituirán un paso adelante si no retoman la tesis fundamental de R. Luxemburgo sobre la cuestión nacional y la desarrollan en profundidad. Algunas críticas y algunas advertencias de Rosa sobre la Revolución rusa relativas a la libertad y a la violencia en la revolución, deben servir, junto a la experiencia ulterior de Rusia, de materia para establecer el nuevo Programa de los partidos de clase.
Karl Liebknecht es la otra gran figura de la Revolución alemana de 1919. Diputado del Reichstag, rompió la disciplina del grupo parlamentario y pronunció desde la propia tribuna del parlamento una profunda denuncia contra la guerra imperialista.
«El enemigo está en nuestro propio país», proclamaba una y otra vez Liebknecht apelando a los obreros y a los soldados a fraternizar con sus hermanos del "otro" y a la revuelta. Sus ardientes soflamas galvanizarán las energías revolucionarias y cuando estalle la revolución en 1918, se encontrará, junto a Rosa Luxemburgo, a la cabeza de las masas proletarias, en el punto álgido de la batalla.
Asesinando a Karl y a Rosa y momificando a Lenin la burguesía sólo aplaza su propia aniquilación.
Para salvar al capitalismo de la amenaza de la revolución, la Social Democracia alemana desencadenó la más sanguinaria represión contra el proletariado. No le bastó masacrar a decenas de miles de proletarios pues mientras Karl y Rosa siguieran vivos no lograba dormir tranquila. Por ello los buscó, los localizó y dio ordenes a su policía para que los asesinaran durante un traslado de una prisión a otra. Hitler no ha inventado nada. Fue Noske, ministro socialista y perro sanguinario de la burguesía quién dio la primera lección y le abrió el camino. Lo mismo puede decirse de Stalin que le ha "enseñado" como convertir millones de obreros y campesinos en prisioneros políticos y como masacrar en masa a los revolucionarios.
El asesinato de Rosa y de Karl consiguió descabezar la revolución alemana y la revolución mundial durante años. La ausencia de estos líderes supuso un terrible golpe para el movimiento obrero internacional y la Internacional Comunista.
El capitalismo puede asesinar a los dirigentes de la revolución y puede, momentáneamente, festejar su victoria sobre el proletariado y empujarlo a nuevas guerras imperialistas. Pero lo que no puede de ninguna manera es resolver las contradicciones de su régimen, que lo precipitan al abismo de la destrucción generalizada.
Lenin, Karl, Rosa han muerto, pero sus enseñanzas están vivas. Continúan siendo el símbolo de la lucha a muerte contra el capitalismo y la guerra, por la única vía que puede tomar la humanidad, por el camino de la revolución proletaria.
Siguiendo sus pasos, continuando su obra, inspirándose en su ejemplo y en sus enseñanzas, el proletariado internacional conseguirá que triunfe la causa por la que ellos dieron su vida: la causa del proletariado y del socialismo.
L'Étincelle (Enero-febrero 1946)